Este documento resume el capítulo 12 del libro "El lucro sucio" de Joseph Heath. Explora el concepto de "igualar por lo bajo" y argumenta que existen formas de mejorar la igualdad sin sacrificar la eficiencia, como a través de sistemas de seguro social progresivos basados en los ingresos. También discute los tradeoffs entre igualdad y eficiencia en el contexto de políticas tributarias y redistributivas.
1. UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS EL LUCRO SUCIO CAPITULO 12 Igualar por lo bajo Joseph Heath Grupo Nº12 INTEGRANTES: Jacqueline Álvarez Karla Carrera Estefanía Cisneros Fernando Obando Segundo Semestre Aula 25
2. Valor añadido Política tradicional Dar lo que recibes IGUALAR POR LO BAJO Búsqueda eficiente del estatus Mala distribución No pagados Perdida de eficiencia Coste social Grandes pistas falsas Mejor redistribución Buena distribución Igualitarismo oportunista
3. El relato de Kurt Vonnegut “Harrison Bergeron” se da en una sociedad donde la gente ha logrado el ideal de la perfecta igualdad , la sociedad era igual en todos los sentidos. La tarea de asegurar este resultado feliz se la daban al Compensador General, cuyo departamento había equipado a las personas listas con un auricular que las desconcentraba en intervalos para que no desarrollen pensamientos demasiado complejos. A los guapos los obligaban a ponerse mascaras. A los sanos y atléticos les hacían cargar pesos para ralentizarlos. La historia presenta, de forma cruda, la objeción al igualitarismo. Una forma de lograr mayor igualdad es mejorar la condición de aquellos que están abajo. Pero igual de fácil es lograr la igualdad empeorando la condición de aquellos que están arriba. A esto se lo llama igualar por lo bajo. Pensamos que para que un resultado se califique como mejor, moralmente, debería haber alguien para quien es mejor. La gente que puja por la igualdad no tiene el cuidado que debería a la hora de evitar la acusación de igualar por lo bajo. En particular, a menudo los individuos no son tan sensibles como deberían a lo que los economistas llaman el “tradeoff igualdad-eficiencia”. No hay garantía de que las ganancias en eficiencia se distribuirán igualitariamente. Cuando se defiende un monopolio del Estado en educación o sanidad, es importante ser capaz de probar que hay algún tipo de “valor añadido” asociado al monopolio. En el corto plazo, las perdidas de eficiencia en la sociedad igualitaria pueden compensarse con beneficios que fluyen a los trabajadores peor pagados. Pero luego de 16 años, elegir un camino mas igualitario es un puro ejercicio de igualar por lo bajo. Pero es importante darse cuenta de que ayudar financieramente a los pobres no puede consistir en convertirse en uno de ellos.
4. Lo que ha probado la economía matemática moderna es que no hay necesariamente un tradeoff entre igualdad y eficiencia. En un mundo ideal donde los mercados competitivos perfectos generan resultados perfectamente eficientes – no habría tensión alguna entre eficiencia e igualdad. Se tendría eficiencia capitalista e igualdad socialista al mismo tiempo. Si resulta que a uno le gusta la igualdad perfecta, es posible establecer dotaciones iniciales que induzcan a los individuos a llegar a la igualdad perfecta. El mercado se gobierna por el principio de “dar lo que recibes”. Si una distribución de los recursos y activos productivos es desigual, el mercado producirá una distribución de renta y consumo desigual. Es decir la diferencia entre ricos y pobres será tan grande como antes, solo que todo el mundo estará mas contento. No hay razón en principio para que las políticas igualitarias nivelen por lo bajo. La prueba del segundo teorema fundamental (tal como se presenta en la figura siguiente); muestra la distribución de una cantidad de bienes entre dos personas, Bill y Ted. El statu quo, representado con el punto negro, asigna mas de esos bienes a Bill que a Ted (es desigual). Cualquier cambio en el statu quo cae en una de las cuatro categorías. El movimiento hacia arriba y a la izquierda hace que Bill este peor y Ted mejor. El movimiento hacia abajo y a la derecha tiene las consecuencias opuestas. Así, los tradeoffs que encontramos en las políticas publicas son resultado de dificultades pragmáticas o empíricas. El tipo de acuerdo institucional necesario para promover la igualdad tiende a tener efectos perversos sobre los incentivos, que reducen la eficiencia. El verdadero merito de elaborar políticas publicas progresivas implica descubrir maneras de mejorar la igualdad que no requieran un sacrificio en lo que respecta a la eficiencia.
5. Existen dos tipos diferentes de políticas sociales redistributivas; la buena distribución y la mala distribución. La mala distribución es el tipo de programa en que el Gobierno le quita el dinero a una persona y se lo da a otra. El problema de las organizaciones sin afán de lucro es que no hay incentivos reales de mercado para crearlas. Recaudar impuestos casi siempre crea ineficiencias , distorsionando los incentivos e incrementando los costes de hacer transacciones. Un porcentaje importante de cada dólar recaudado en impuestos se usa para pagar los costes de recaudar ese impuesto. También hay que ser conscientes de los costes indirectos.
6. Pero entonces, ¿Cómo seria una buena distribución? El problema general de solo hacer circular dinero es que el Estado no genera valor añadido. La redistribución de dinero a menudo se vuelve una mala redistribución, en que la perdida en términos de eficiencia es demasiado grande en relación con la ganancia en términos de igualdad. Si se establece un impuesto sobre la gente con el único propósito de redistribuir dinero, entonces cualquier mejora que se consiga a nivel de igualdad se logra a costa de decrementos de eficiencia. Este enfoque se denomina “igualitarismo oportunista”, ya que implica abstenerse de intentar conseguir demasiada redistribución hasta que se presenta la oportunidad misma para hacerlo sin tener un gran impacto en la eficiencia. Las recesiones se producen cuando hay un cambio repentino de la preferencia por la liquidez, que lleva a una escases de dinero en circulación. Una manera de tratar esto es incrementando la oferta de dinero o reducir los tipos de interés. Keynes recomendó que el Estado se comprometiera en gastos alicíclicos: poner en marcha un superávit en tiempos de expansión económica, y luego gastar en déficit durante las recesiones. Desde Keynes, han surgido serias dudas respecto a la necesidad de una expansión del gasto publico en tiempos de recesión. Muchos creen que Keynes menosprecio el poder de la política monetaria y sobreestimo la efectividad de las medidas fiscales. El resultado ha sido una decadencia del entusiasmo por las medidas keynesianas clásicas. El igualitarista oportunista, por otro lado, desea progresar, buscando nuevas oportunidades para mejorar la igualdad sin hacer sacrificios económicos.
7. La mayoría de las exenciones, deducciones y lagunas especiales de la ley tributaria seguirán estando ahí, ya que esto no tiene nada que ver con promover la igualdad. Una de las “grandes pistas falsas” en el debate sobre la ley impositiva de 1986 en EUA fue la idea de que reducir el numero de los tramos impositivos constituía una simplificación importante: “Una vez computada la renta gravable, calcular la carga impositiva de las tablas impositivas es una operación trivial que no se simplifica demasiado por tener menos tramos”. La única ventaja de eliminar la progresividad en el sistema de impuestos sobre la renta es que puede permitir la sustitución general del sistema de impuestos sobre la renta por un impuesto al consumo. La mayoría tiende a favorecer un sistema que plantea un pequeño numero de impuestos de amplia base a tasas relativamente bajas. Así, el principio del seguro social – que el Estado proporcione seguro a todos los ciudadanos en forma de prima que es progresivo con respecto a la renta – incrementa mucho la igualdad, mientras que no supone un tradeoff con la eficiencia. De nuevo, este tipo de igualdad no se logra buscando con un objetivo igualitario de conjunto, sino simplemente aprovechando al máximo las oportunidades.
8. Hay algunos casos en que la buena redistribución realmente parece una mala redistribución. El estado le quita dinero a algunos y se lo da a otros, con lo que parece solo una transferencia de dinero sin valor añadido, pero lo que el Gobierno esta haciendo realmente es poner en marcha un sistema de seguros. Esto se evidencia en el caso de las pensiones publicas, la sanidad y el seguro de desempleo. Incluso en el sector privado, donde la gente contrata voluntariamente un seguro, se da un poco de cancha a la determinación de los niveles de prima. Lo que hacen los sistemas de seguro social es simplemente aprovecharse de esta capacidad para idear un esquema de primas que será progresivo con respecto a la renta. Una vez hecho, es fácil cobrarles una prima basada no en la perdida anticipada que llevan al fondo común, sino en su renta. Así, el seguro social presenta una de las oportunidades mas importantes para mejorar la igualdad sin crear grandes perdidas de eficiencia.
9. Una de las preocupaciones de la Nueva Izquierda en el siglo XX fue el problema del consumismo. Esta preocupación surgió por que el mayor bienestar material no se traducía en felicidad incrementada, o “calidad de vida”. Los bienes fueron valorados no tanto por sus propiedades intrínsecas, sino por el estatus que conferían. El problema con el estatus es que es una jerarquía socialmente construida. Cuando todo el mundo incrementa gradualmente su consumo, el resultado es que las posiciones relativas permanecen intactas. John Stuart Mill dijo “la consecuencia de abaratar los artículos de vanidad no es que se gaste menos en esas cosas, sino que los compradores sustituirán su articulo abaratado por otro que sea mas costoso, o de una calidad mas elaborada: un impuesto sobre el articulo realmente no lo paga nadie; es una generación de ingresos públicos por la que nadie pierde”.
10. Por desgracia, es un poco difícil introducir un impuesto sobre los bienes de estatus, simplemente por la inconstancia de las jerarquías de estatus y por la perfidia de los minoristas de bienes de lujo. Así, el tradeoff eficiencia-igualdad en el dominio de los impuestos es probablemente mucho menor de lo que haría pensar la perspectiva de Introducción a la Economía. En la “búsqueda eficiente del estatus” la gente en competencia por el estatus tiende a crear externalidades negativas para otros (a través de su “arte para conseguir quedar siempre por encima de los demás”). Cuando nuestras sociedades se vuelvan mas y mas ricas, mas y mas se dirige nuestro consumo hacia bienes que se valoran por sus cualidades relativas. Por tanto, mas y mas de la economía se canaliza a través de una u otra forma de consumo competitivo. Cualquier cosa que sirva para redirigir esta competencia de modo que produzca efectos socialmente beneficiosos es una iniciativa que verdaderamente merece la pena.
11. La gente de izquierda a veces dice que no le importa la eficiencia que solo le interesa la igualdad. Para la mayoría, esto no resulta creíble. Favorecer la igualdad sin considerar la eficiencia es mostrar una absurda indiferencia por el bienestar humano. Después de todo, no puede ser indiferente que la gente sea miserable o feliz. Pero la gente de la izquierda sistemáticamente defiende, en esencia, la igualación por lo bajo. Como hemos visto, muchas de las preferencias políticas de la “tradicional” izquierda socialdemócrata presentan un coste en lo que se refiere a la eficiencia. El uso de subsidios a los precios, la costumbre de intervenir los salarios y la preferencia por la pura redistribución generan sustanciales perdidas de eficiencia social. Esto no significa que no pueda haber beneficios que lo compensen, pero significa que tales políticas deberían enfocarse con precaución. El igualitarismo oportunista, que busca favorecer la igualdad sin nivelar por abajo, es una estrategia mucho mas prometedora. Sin embargo, requiere de mayor contención. La mayoría de los errores que la gente de la izquierda comete se deben a falta de autocontrol, de voluntad para tolerar los errores morales de la sociedad, incluso cuando no tenemos ni idea de cómo arreglarlos y ninguna razón para pensar que el remedio no será peor que la enfermedad.