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TRATADO DE PSIQUIATRÍA
C apítulo 35
Trastornos generalizados del desarrollo
A. Agüero Juan
S
e trata de un grupo clínico o más bien un es-
pectro clínico, de evolución y severidad varia-
ble, heterogéneo en su etiología, caracteriza-
do por retrasos y alteraciones cualitativas en
el desarrollo de la área física, cognitivas, y
sensoriales, con aparición en los primeros años de
la vida, y entre los que destaca por sus peculiares
características el autismo infantil temprano. Si bien
es cierto que el autismo infantil precoz fue concep-
tualizado como de origen psicógeno por Kanner, en
el momento actual se han acumulado una serie de
evidencias que confieren una gran importancia a los
factores de tipo biológico, al tiempo que se ha dife-
renciado de la esquizofrenia prepuberal y hoy día es
considerado como un “trastorno generalizado del de-
sarrollo”. Estos cambios conceptuales han sido reco-
gidos ya en las clasificaciones por consenso y refleja-
dos muy expresivamente en 1978, con el cambio de
denominación de la prestigiosa revista que se ocupa
monográficamente de estos trastornos, que paso de
llamarse: journ al of autism and childhood schi-
zophren ia, al nombre actual de journ al of autism
and developmental disorders, lo que resume y con-
creta esta nueva orientación conceptual. Como pue-
de apreciarse se abandona de esta forma el término
al principio muy concreto y posteriormente cada vez
más ambiguo de “psicosis”, por entender que el nue-
vo termino de “trastorno generalizado del desarro-
llo” describe mejor la realidad clínica y por cuanto las
historias de patología familiar y los estudios de segui-
miento a largo plazo no parecen tener una relación
de continuidad con las psicosis esquizofrénicas del
adulto.
CONCEPTOS GENERALES Y EVOLUCIÓN
HISTÓRICA
Los treinta primeros años de nuestro siglo vienen
marcados por la descripción de grandes síndromes
demenciales en la infancia (Sante de Santis, Heller) y
junto a ellos los primeros informes clínicos corres-
ponden a Potter, Despert y Brandley. L. Bender
(1942), describe en la Esquizofrenia Infantil como
consecuencia de un trastorno del desarrollo neuroin-
tegrativo, iniciando una visión etiología organicista
que sería seguida posteriormente por Goldfarb, que
utiliza una gran batería de test neurológicos y percep-
tuales, y por B. Fish, compara el desarrollo de los ni-
ños nacidos de madres esquizofrénicas con los de ma-
dres no psicóticas, estableciendo la hipótesis de un
trastorno “pandismadurativo”. Ornitz y Ritvo, estu-
dian desviaciones neurofisiológicas y bioquímicas. L.
Kanner (1943), informó de los 11 primeros casos de
autismo infantil temprano, lo consideró como la for-
ma más temprana de esquizofrenia, con una visión
etiológica psicogénica enfatizando la presencia de pa-
dres “fríos, refrigerador, inteligentes, altamente edu-
635
cados”, a menudo profesionales distinguidos. No se
ha podido confirmar que los padres fueran personali-
dades anómalas en el sentido de carecer de sentido
del humor, ser obsesivos y ejercer un perfeccionismo
mecánico con sus hijos en una atmósfera de frialdad
afectiva. En esta línea psicógena cabe situar las apor-
taciones de “psicopatía austística” de Asperger, o el
de “sensibilidad anormal” de Bergman y Escalona, en
niños cuyo aparato psíquico tiene una débil barrera
protectora de su ego. En las formulaciones psicoana-
líticas que centran estos estudios en la valoración del
significado psicológico del “síntoma” y en la concep-
tualización de los mecanismos psicológicos en térmi-
nos de desarrollo anormal de las conductas instinti-
vas, en un fracaso en el funcionamiento del ego o en
regresiones severas así como M. Mahler su descrip-
ción de la “psicosis simbiótica. En otro momento las
investigaciones van centradas sobre las series de se-
guimiento a largo plazo iniciadas por el propio Kan-
ner y seguida y ampliada en estudios epidemiológicos
en autores como Rutter, Lotter, especialmente válidas
por utilizar criterios clínicos bien definidos y contras-
tables. La década de los setenta se encuentra presidi-
da por la búsqueda de una terminología común que
basándose en los hallazgos clínicos precedentes, sir-
van de punto de partida para poder ordenar e inter-
pretar este inmenso rompecabezas formado por la
evolución longitudinal de estos síndromes, sus bases
genéticas, neurológicas y bioquímicas, las respuestas
a tratamientos farmacológicos y a las intervenciones
psicológicas, y los hallazgos respecto a áreas concre-
tas como las del lenguaje o la cognición. Con poste-
rioridad aparecen las clasificaciones por consenso
que serán objeto de nuestro estudio. Bailey (1996),
considera al autismo como uno de los trastornos psi-
quiátricos infantiles mejor evaluados en la actualidad,
dado que las investigaciones han delimitado los acon-
tecimientos clínicos cruciales, la importancia de las in-
fluencias genéticas y las bases de los déficits cogniti-
vos. Al mismo tiempo se han obtenido una serie de
hallazgos neurobiológicos aunque no se han podido
replicar los hallazgos específicos. Esta claro que se
hace necesaria una integración de todos estos proce-
sos para la mejor comprensión del fenómeno autista.
EL ESPECTRO CLÍNICO DEL AUTISMO
Y SUS VARIANTES
El autismo se presenta como la forma clínica cen-
tral y de referencia en los trastornos generalizados
del desarrollo y dentro de su espectro, con similitu-
des clínicas existen otros síndromes de evolución y
gravedad diversa, y que plantean diagnósticos dife-
renciales con patologías específicas localizadas en
campos muy diversos (retraso mental, esquizofrenia
prepuberal, carencias sensoriales y afectivas, mutis-
mos...) como estudiaremos en el apartado corres-
pondiente. En la clasificación DSM-IV nos encontra-
mos con un auténtico paralelismo de criterios con los
mantenidos en la CIE-10, que las hace prácticamen-
te similares. En el siguiente cuadro comparativo se
pueden apreciar las semejanzas entre ambas clasifi-
caciones:
Como se puede apreciar en este apartado, en
donde las clasificaciones han sido múltiples y varia-
das tanto el terreno de las clasificaciones privadas
como en el de las consensuadas, asistimos de esta
forma a la creación de unos criterios descriptivos que
por primera vez convergen en las dos grandes clasifi-
caciones internacionales. La novedad respecto al
DSM-III-R, es la inclusión de tres grandes síndromes
(síndrome de Rett, síndrome de Asperger y trastorno
desintegrativo o síndrome de Heller) y la discrepan-
cia en la no inclusión de un cuadro clínico controver-
tido dentro de la propia CIE-10 como es el que se
conoce como “trastorno hipercinético con retraso
mental y movimientos estereotipados”.
La clasificación CIE-10, acepta el concepto de
Trastorno Generalizado del desarrollo (F84) y añade
algunos diagnósticos bajo este epígrafe, que están
presididos por el cuadro clínico del autismo y en
donde se reflejan también cuadros afines y que com-
pletan el amplio espectro clínico de esta peculiar sin-
tomatología. De todas formas este modelo clínico ha
ido matizándose y diferenciándose a lo largo de la
evolución de esta clasificación, dado que en la CIE-8
solamente se contemplaba el diagnóstico de autismo
infantil (308.0), posteriormente la CIE-9 añade la
forma clínica de las psicosis desintegrativas abriendo
la puerta a otros trastornos sin especificar. En el mo-
mento actual la clasificación queda como expresa-
mos a continuación.
El autismo infantil (F84.0), en donde se aceptan
todos los niveles de cociente intelectual, y en donde
se encuentran tres áreas afectadas al igual que en el
TRATADO DE PSIQUIATR A
636
CIE-10 DSM-IV Trastorno generalizado del desarrollo
F.84.0 299.00 Autismo infantil
F.84.1 299.80 Autismo infantil atípico
Trastorno generalizado del desarro-
llo sin especificación
F.84.2 299.80 Síndrome de Rett
F.84.3 299.10 Trastorno desintegrativo de la infan-
cia (síndrome de Heller)
F.84.4 — Trastorno hipercinético con retraso
mental y movimientos estereotipa-
dos
F.84.5 299.80 Síndrome de Asperger
Tabla I
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
DSM-IV, o sea la interacción social, la comunicación
y el comportamiento restrictivo, estereotipado y re-
petitivo. Para ello parte del siguiente esquema:
A. Presencia de un desarrollo anormal o alterado
desde antes de los tres años de edad. Deben estar
presentes al menos una de las siguientes áreas altera-
das:
1. Lenguaje receptivo o expresivo utilizado para la
comunicación social.
2. Desarrollo de lazos sociales selectivos o interac-
ción social recíproca.
3. El juego y manejo de símbolos en el mismo.
B. Deben estar presentes al menos seis de los sín-
tomas, incluyendo al menos dos del (1), uno del (2) y
uno del (3).
1. Alteración cualitativa de la interacción social re-
cíproca. El diagnóstico requiere la presencia de ano-
malías demostrables en por lo menos tres de las si-
guientes áreas:
a) Fracaso en la utilización adecuada del contacto
visual, de la expresión facial, de la postura corporal y
de los gestos para la interacción social.
Las respuestas perceptivas son tan anómalas que
a veces hacen que estos niños reaccionen como si
aparentemente estuvieran sordos al no responder a
las llamadas de los padres a corta distancia, y tam-
bién parecen tener problemas visuales por su mirada
periférica y su dificultad en reconocer los objetos que
le rodean, lo cual es un motivo de consulta a los es-
pecialistas correspondientes que no encuentran ha-
llazgos orgánicos en estos aparatos de los sentidos.
Otras veces por el contrario, aparecen preocupados
por los estímulos visuales, como los gradiantes de luz
y sombra, el sonido de los relojes, los reflejos en los
espejos, las luces fluorescentes, los flashes o mues-
tran especial respuesta a los estímulos auditivos, ma-
nifestándose extremadamente interesados por cier-
tos ruidos y muy agitados e inquietos ante otros. De
estos dos órganos sensoriales, el de la visión parece
menos alterado, por lo que se está planteando utili-
zar esta vía como alternativa para establecer una me-
jor comunicación con los autistas mudos. Su conduc-
ta habitual es la de evitar el contacto visual cara a
cara, mostrando una mirada periférica incluso con
los propios padres, y expresan una notable resisten-
cia al contacto físico, al hecho de ser tocado o cogi-
do, aunque este síntoma tiende a disminuir con la
edad. De lactantes suelen ser fáciles de tratar mien-
tras se les deje en su cama o en su habitación, siendo
catalogados por los padres como niños “muy bue-
nos”, que apenas molestan en su crianza, aunque en
ocasiones nos encontramos con niños muy difíciles,
irritables, que pasan el día gritando y parecen necesi-
tar pocas horas de sueño. Unos meses después se
muestran carentes de “conductas anticipatorias”, y
no realizan los movimientos de acomodación que to-
do niño adopta cuando pasan de los brazos de una
persona a otra, adoptando una pasividad que dificul-
ta esta maniobra. Presentan severos problemas para
conectar varios aspectos de las emociones como son
el gesto emocional, la vocalización apropiada y la ex-
presión facial, considerando todo ello como una for-
ma más en la expresión de la falta de empatía y de
dificultad en la comunicación. En definitiva se regis-
tran además problemas en la comprensión de la mí-
mica, de los gestos y del habla, dándose a veces una
interpretación anómala de las expresiones faciales
humanas más simples como la risa o el llanto.
b) Fracaso del desarrollo (adecuado a la edad men-
tal y a pesar de las ocasiones para ello) de relaciones
con otros niños que impliquen compartir intereses,
actividades y emociones.
Las relaciones con sus compañeros o no se pro-
ducen, o son muy defectuosas y en todo caso no es-
tablecen con ellos una comunicación ni participación
en actividades lúdicas. Carecen de la iniciativa y de
las conductas exploratorias que generalmente propi-
cia la curiosidad propia de la infancia. Existe una fal-
ta de conductas imitativas de los adultos, de gestos
expresivos (saludo, despedida...), de juegos de imita-
ción.
c) Ausencia de reciprocidad socio-emocional, pues-
ta de manifiesto por una respuesta alterada o anormal
hacia las emociones de las otras personas, o falta de
modulación del comportamiento en la respuesta al
contexto social o débil integración de los comporta-
mientos social, emocional y comunicativo.
Se observa una ausencia de la reciprocidad en la
relación social con otras personas y al tiempo una
marcada incapacidad para reconocer la singularidad
y características individuales de los demás y del he-
cho que tengan vida privada, en el sentido de que los
niños autistas sufren un deterioro en la capacidad
para comprender que las demás personas tienen
mente, inteligencia, sentimientos y son seres huma-
nos en definitiva. Esta capacidad ya se encuentra
presente en niños normales e incluso con retraso
mental, al menos desde las edades preescolares, pe-
ro en los autistas severamente afectados existe una
carencia total de la misma, de aquí que traten a las
personas como “objetos”, como si fueran herra-
mientas para sus juegos monótonos. En los autismos
con handicaps menores se da el caso de que pueden
entender el hecho de la individualidad e intimidad de
las demás personas, pero de esta circunstancia no
infieren ninguna consecuencia en su relación con
ellas.
d) Ausencia de interés en compartir las alegrías,
los intereses o los logros con otros individuos (p. ej.,
la falta de interés en señalar, mostrar u ofrecer a
otras personas objetos que despierten el interés del
niño).
Como consecuencia de todos estos comporta-
mientos anómalos se puede explicar el hecho de la
falta de empatía e intuición que con respecto a la in-
teracción social presentan los niños autistas, entre
las que se encuentran la falta de interés en señalar,
mostrar u ofrecer a otras personas objetos que des-
637
pierten el interés del niño. En este mismo contexto
puede situarse el hecho de que no acudan a sus pa-
dres en solicitud de ayuda para satisfacer sus necesi-
dades básicas ni tampoco demandan ayuda frente al
estrés o enfermedad, y si lo hacen es de forma ina-
decuada (mediante gritos, autoagresiones o mostran-
do una elevada ansiedad), que los padres con el tiem-
po aprenden a interpretar. El resultado final de todo
este cuadro clínico confluye en lo que ha venido lla-
mado la atención desde el principio en estos niños y
es la gran “soledad del autista”, que viene de la ma-
no del deterioro social y que puede ser referido a un
elevado y específico déficit de la cognición social.
Déficit que por otra parte no se encuentra presente
en niños normales ni siquiera en niños con retraso
intelectual, hasta el punto que en un futuro próximo,
el diagnóstico del autismo se basará posiblemente en
la elaboración de tests que aclaren la naturaleza de
estas habilidades de cognición social. Se ha estableci-
do la hipótesis de la posible existencia de dos com-
ponentes diferenciados en la comunicación social, el
primero de ellos y muy importante para comprender
la conducta autista sería aquel que hace mención a la
capacidad de ser consciente de su propia subjetivi-
dad, de la situación personal en que se encuentran y
que en definitiva es la que determina su conducta.
2. Alteración cualitativa en la comunicación. El
diagnóstico requiere la presencia de anomalías de-
mostrables en, por lo menos una de las siguientes
cinco partes:
a) Retraso o ausencia total del desarrollo del len-
guaje hablado que no se acompaña de intentos de
compensación mediante el recurso a gestos alternati-
vos para comunicarse (a menudo precedido por la
falta de balbuceo comunicativo).
En general uno de cada dos autistas no llega a de-
sarrollar un lenguaje hablado comprensible para los
demás, mostrándose como si estuvieran mudos, no
consiguiendo en algunos casos superar los simples
balbuceos o la emisión de sonidos extraños y monó-
tonos. De hecho cuando se observa el desarrollo del
lenguaje en los autistas, muchas veces no presentan
la fase prelingüística que se caracteriza por los balbu-
ceos, la vocalización recíproca con sus cuidadores, la
imitación de vocablos, y si esta se encontrara presen-
te, se encuentra gravemente distorsionada.
b) Fracaso relativo para iniciar o mantener la con-
versación, proceso que implica el intercambio reci-
proco de respuestas con el interlocutor (cualquiera
que sea el nivel de competencia en la utilización del
lenguaje alcanzado).
Encontramos una ausencia de comunicación tanto
verbal como no verbal, o en su caso un lenguaje es-
casamente comunicativo y una comunicación no ver-
bal anómala tanto en el contacto visual como en su
expresión facial. Los estudios realizados sobre los as-
pectos pragmáticos del lenguaje en los autistas
muestran el hecho de que éste no es utilizado con
propósitos de comunicación con los demás, encon-
trándose estos niños muy mal equipados para estas
funciones comunicativas y mostrando graves defi-
ciencias en el uso de expresiones convencionales en
el lenguaje coloquial así como para iniciar o mante-
ner una conversación. Junto a ello muestran una au-
sencia de capacidad “imaginativa” que se expresa
por su falta de interés por escuchar o idear relatos de
cuentos, hecho tan frecuente y formativo a lo largo
del desarrollo infantil.
c) Uso estereotipado y repetitivo del lenguaje o el
uso idisiosincrásico de palabras o frases.
En ocasiones el lenguaje presenta una falta de ma-
durez gramatical, o repite mecánicamente las pre-
guntas que se le formulan (fenómenos de ecolalia in-
mediata o bien diferida), así como una evitación de
pronunciar los pronombres y la inversión pronomi-
nal en donde ellos, cuando se refieren a sí mismos,
lo hacen en tercera persona. Utilizan un lenguaje
metafórico, con neologismos, estereotipias verbales,
siendo el lenguaje monótono, mecánico, falto de en-
tonación e inexpresivo. Existen peculiaridades en la
forma de producir el habla, en lo que afecta al volu-
men y el tono de la voz, que constituyen el llamado
lenguaje en sonsonete o en staccato. Aprenden a se-
guir instrucciones concretas si estas se producen en
un contexto particular, pero no cuando se dan en
otras circunstancias. Presentan buena memoria al
punto de poder repetir frases enteras sin omitir deta-
lles. Se da el caso de pacientes que pueden hacer un
largo relato sobre una experiencia y luego no tienen
capacidad para contestar a preguntas concretas so-
bre el mismo.
d) Ausencia de juegos de simulación espontáneos
o ausencia de juego social imitativo en edades más
tempranas.
Resulta especialmente significativo el estudio de
las actividades simbólicas en los juegos, mediante las
cuales el niño realiza una abstracción de las caracte-
rísticas de su ambiente y las incorpora en sus activi-
dades con los objetos mediante el juego, así utiliza un
palo como si de un caballo se tratara y un mantel co-
mo la capa de un guerrero para sus juegos. Pues
bien el juego simbólico aparece en los niños norma-
les a partir del segundo año de vida y se va elaboran-
do progresivamente hasta el tercer año en que llega
a su plenitud, excepto en los niños autistas en donde
existe una ausencia total del juego simbólico
3. Presencia de formas restrictivas, repetitivas y
estereotipadas del comportamiento, el interés y la
actividad en general. Para el diagnóstico se requiere
la presencia de anormalidades, en al menos una de
las cuatro áreas:
a) Dedicación apasionada a uno o más comporta-
mientos estereotipados que son anormales en su
contenido. En ocasiones, el comportamiento no es
anormal en sí, pero sí lo es en su intensidad y el ca-
rácter restrictivo con que se produce.
Se observa en ellos una vinculación excesiva a
ciertos objetos (piedras, clips, trozos de tela...), que
TRATADO DE PSIQUIATR A
638
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
seleccionan por su color o textura, y siempre los lle-
van consigo, presentando un estado de agitación in-
tensa si alguien trata de quitárselos o alterar el uso
repetitivo que hace de ellos.
b) Adherencia de apariencia compulsiva a rutinas o
rituales específicos carentes de propósito aparente.
A veces pasan horas enteras alineando enseres y
objetos, aunque en realidad presentan auténtica fas-
cinación por los objetos redondos y giratorios
c) Manierismos motores estereotipados y repetiti-
vos con palmadas o retorcimientos de las manos o
dedos o movimientos completos de todo el cuerpo.
Repiten estereotipadamente ciertas preguntas, exi-
giendo siempre las mismas respuestas, y son frecuen-
tes los fenómenos rituales compulsivos como andar
de puntillas, girar sobre sí mismos rápidamente, eje-
cutar el movimiento de “batir alas” como las aves,
adoptar posturas peculiares del cuerpo y manos.
d) Preocupación por partes aisladas de los objetos
o por los elementos ajenos a las funciones propias
de los objetos (tales como su olor, el tacto de su su-
perficie o el ruido o la vibración que producen).
Los autistas con buen nivel cognitivo suelen expre-
sar preocupaciones por hechos poco usuales (partes
meteorológicos, horarios de trenes...). Pero en todos
los casos es muy característica la exigencia de que se
sigan unas ciertas rutinas de una forma rígida y que no
se alteren sus actividades en lo que ha venido en lla-
marse como “insistencia en la monotonía” de tal for-
ma que si estas cosas no se respetan, ellos reaccionan
de forma muy agitada, haciéndose a veces imposible
el predecir qué cambios ambientales les causaran fuer-
tes estallidos emocionales. A veces pueden pasar mu-
cho tiempo tocando superficies de distintas texturas,
otras veces tienden a mostrar interés por sensaciones
olfativas oliendo a personas y objetos. Por último hay
que señalar la notable restricción de intereses y la pre-
ocupación excesiva por pequeños detalles.
C. El cuadro clínico no se puede deber a otras va-
riedades de trastorno generalizado del desarrollo, a
trastorno específico del desarrollo de la comprensión
del lenguaje (F80.2) con problemas socioemociona-
les secundarios, a trastorno reactivo de vinculación
en la infancia (F94.1) tipo desinhibido (F94.2), a re-
traso mental (F70-72) acompañados de trastornos
de las emociones y del comportamiento, a esquizo-
frenia (F20) de comienzo excepcionalmente precoz
ni a síndrome de Rett (F84.2).
La sintomatología es amplia, compleja como se
puede apreciar y en general constituye un síndrome
conductual de características evolutivas crónicas, afec-
tando de forma generalizada y profunda a casi todas
las funciones psíquicas. Tanto es así que existe otra
sintomatología acompañante y a la cual no se conce-
de un valor diagnóstico específico por sí misma, pero
que no por ello resulta menos relevante. Entre estas
manifestaciones clínicas no nucleares se consideran
las respuestas perceptivas anómalas hasta el punto de
mostrar una sensibilidad disminuida al dolor, lo que ha
llevado a plantearse la hipótesis de la posible existen-
cia de una “agnosia al dolor”, por no exteriorizar ma-
lestar ante enfermedades o accidentes dolorosos, o
ante las autoagresiones (morderse el dorso de la ma-
no). Con menor especificidad que los anteriores, pero
con elevada frecuencia se registran síntomas de hipe-
ractividad, falta total de iniciativa, conductas autolesi-
vas como golpearse la cabeza, morderse las manos,
problemas en la inducción o mantenimiento del sueño
o el despertar con movimientos de balanceo, trastor-
nos del estado de ánimo, con labilidad afectiva, risas y
llanto inmotivado, ausencia de reacción emocional,
ansiedad generalizada, ausencia de miedo ante peli-
gros reales y miedos inmotivados. Graves problemas
para masticar, y en general pobre coordinación moto-
ra. E incluso existen aspectos clínicos que pueden in-
ducir a errores diagnósticos en la práctica diaria; así
nos encontramos como estos niños pueden tener una
apariencia física normal, frente al aspecto físico dis-
mórfico que muchos niños con retraso mental presen-
tan. Pero lo que es cierto, es que si bien un niño no
necesita parecer retrasado para serlo, un niño con
apariencia física normal e incluso con expresión des-
pierta e inteligente, que parece estar atento a los deta-
lles de su ambiente, puede presentar unos trastornos
generalizados y profundos en sus funciones psíquicas.
Esto ocurre con frecuencia en los niños autistas, que a
pesar de estar atentos a los detalles de su entorno, sin
embargo no pueden interpretar los significados abs-
tractos de las cosas al nivel de edad que les correspon-
de. La presencia de un desarrollo de la motricidad
gruesa normal es erróneamente considerado como un
indicador adecuado de un buen desarrollo intelectual y
a diferencia de lo que ocurre con el lenguaje que sí se
muestra como un excelente predictor del funciona-
miento intelectivo en edades posteriores. Se ha descri-
to la presencia de un buen desarrollo de la motricidad
gruesa en los niños autistas y también que este hecho
no muestra ninguna validez predictiva para su futuro
desarrollo mental. No obstante la habilidad para usar
movimientos coordinados y finos en ambas manos es
un mejor predictor, pero a veces la presencia de estas
habilidades mecánicas en niños autistas, no traducen
la capacidad para resolver problemas de tipo viso-es-
pacial, pues esta habilidad motora fina, muchas veces
no va acompañada de la correspondiente capacidad
para el razonamiento abstracto. Se ha descrito con
frecuencia la elevada capacidad que presentan estos
niños autistas para resolver puzles correspondientes a
su edad e incluso por encima de ella, y esto se ha que-
rido relacionar con la existencia de una buena capaci-
dad intelectual, sin embargo sobre ello existe polémi-
ca, pues algunos autores piensan que este tipo de
habilidades no requiere una buena capacidad de razo-
namiento abstracto y parece estar más en relación
con una buena capacidad perceptiva y una buena ha-
bilidad viso-motora. Algunos autistas presentan un in-
terés temprano y una habilidad para reconocer y ex-
presar los signos de la lecto-escritura, a este fenómeno
639
se le conoce con el nombre de “hiperlexia”, aunque
en realidad se trata más bien de una “pseudohiperle-
xia”, pues el hecho en sí, se encuentra en relación con
la capacidad de captar el signo del material escrito,
mientras que la hiperlexia hace mención a una decodi-
ficación de los signos y de su significación para poder
expresarlos en palabras escritas. Bien conocida es su
especial fascinación por la música, especialmente por
la música sinfónica que pueden escuchar durante lar-
gos períodos de tiempo, y se da el caso de niños autis-
tas carentes de lenguaje que pueden no solamente ta-
rarear las tonadillas sino incluso cantar canciones de
forma precisa incluyendo la letra.
EL AUTISMO ATÍPICO (F84.1)
El autismo atípico (F84.10)
Cuya atipicidad reside en el inicio posterior a los
tres años de edad, pero se satisfacen los demás crite-
rios.
El autismo atípico (F84.11)
En donde la atipicidad es sintomática, y por lo
tanto no se satisface el criterio B del autismo com-
pleto (F84.0).
El autismo atípico (F84.12)
En donde la atipicidad hace mención tanto al ini-
cio de edad que es posterior, como a la sintomatolo-
gía que resulta incompleta.
EL SÍNDROME DE RETT (F84.2)
Viene sintetizado y resumido en la CIE-10 en los
siguientes puntos:
A. Normalidad aparente durante los períodos pre-
natal y perinatal, desarrollo psicomotor aparente-
mente normal durante los primeros meses de edad y
perímetro cefálico normal en el momento del parto.
Se trata de un síndrome descrito sólo en niñas, de
causa desconocida, cuyo desarrollo temprano entre
los 7 meses y 2 años de edad es aparentemente nor-
mal. La etiología no está aclarada, se habla de un
componente genético dado que existe un 100% de
concordancia del trastorno en ocho gemelos mono-
cigóticos y 0% de seis gemelos dicigóticos, lo cual
expresa una herencia dominante ligada al cromoso-
ma X, con muerte prematura de los varones por
aborto espontáneo. La prevalencia es de 5-15 por
100.000 mujeres.
B. Desaceleración del crecimiento cefálico entre
los cinco meses y los cuatro años de edad junto a
una pérdida de las capacidades motrices manuales
previamente adquiridas entre los seis y treinta meses
de edad. Esto se acompaña de una alteración de la
comunicación y de las relaciones sociales y de la
aparición de marcha inestable y pobremente coordi-
nada o movimientos del tronco.
Este período se caracteriza por una pérdida de ca-
pacidades manuales y del habla. Retraso en el creci-
miento de la cabeza (microcefalia), y que cursa con
pérdida de movimientos intencionales en las manos,
se desarrolla ataxia y apraxia del tronco acompañada
de escoliosis, esterotipias consistentes en el gesto de
retorcerse o lavarse las manos e hiperventilación, y
en ocasiones ataques epilépticos. Los EEG en gene-
ral se hacen patológicos aunque existen excepciones.
C. Grave alteración del lenguaje expresivo y re-
ceptivo, junto a un retraso psicomotor grave.
En la edad preescolar existe un período de rápido
deterioro de las capacidades comunicativas e intelec-
tuales. Como consecuencia se da una grave incapa-
cidad mental y surge una pérdida de capacidades so-
ciales, de lenguaje, neurológicas y motoras que son
ya muy evidentes sobre los cuatro años de edad. Al
principio estas pérdidas son graduales, y se observa
el retraso en el crecimiento, con una microcefalia y
retrasos evolutivos.
D. Movimientos estereotipados en manos (como
de retorcérselas o lavárselas) que aparecen al tiempo
o son posteriores a la pérdida de los movimientos in-
tencionales.
Los movimientos de las manos vienen sustituidos
por apraxia, movimientos de aleteo y de lavado de
manos, lo cual le confiere una gran semejanza con
el cuadro autista. Al final de esta etapa existe una
meseta de varios meses que va seguida de un empe-
oramiento neurológico con una ataxia del tronco y
las extremidades, una marcada escoliosis y unos sín-
tomas respiratorios. Después de este período ya se
parece menos al trastorno desintegrativo y más a un
cuadro neurológico con crisis epilépticas, disminu-
ción de la movilidad física, espasticidad, debilidad
muscular, coreoatetosis... con muy mal pronóstico,
por el notable deterioro motor que acaban confi-
nándoles a una silla de ruedas y al grave deterioro
intelectual.
EL TRASTORNO DESINTEGRATIVO
DE LA INFANCIA (SÍNDROME DE HELLER) (F84.3)
Estas características clínicas viene resumidas y
concretadas en la clasificación CIE-10, en los si-
guientes puntos:
A. Desarrollo aparentemente normal hasta al me-
nos los dos años de edad. Se requiere para el diag-
nóstico la presencia de una capacidad normal para la
comunicación, para las relaciones sociales y el juego
y para los comportamientos adaptativos hasta al me-
nos los dos años de edad.
TRATADO DE PSIQUIATR A
640
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
Difiere del autismo en el momento de inicio pues
aparece en niños con evolución normal durante 2-4
años, en los que se da una sintomatología autista tras
un breve período de curso agudo o subagudo de una
duración de 6-9 meses, con una sintomatología con-
ductual tipo ira, rabietas pero con una evolución re-
gresiva generalizada y grave y con presencia de con-
fusión e hiperactividad. Suele ser menos prevalente
que el trastorno autista, con una estimación de 1-4
por 100.000, y con una predominancia de 4/1 en
los varones.
B. Al comenzar el trastorno se produce una clara
pérdida de capacidades previamente adquiridas. Se
requiere para el diagnóstico una pérdida clínicamen-
te significativa de capacidades (y no sólo un fracaso
puntual en ciertas situaciones) en al menos dos de las
siguientes áreas:
1) Lenguaje expresivo o receptivo.
2) Juego.
3) Rendimientos sociales o comportamientos adap-
tativos.
4) Control de esfínteres.
5) Rendimientos motores.
C. Comportamiento social cualitativamente anor-
mal. El diagnóstico requiere la presencia demostra-
ble de alteraciones de dos de los siguientes grupos:
1) Alteraciones cualitativas en las relaciones socia-
les recíprocas (del estilo del autismo).
2) Alteración cualitativa de la comunicación (del
estilo del autismo).
3) Patrones restringidos de comportamiento, inte-
reses y actividades repetitivas y estereotipadas, entre
ellas, estereotipias motrices y manierismos.
4) Pérdida global de interés por los objetos y por
el entorno en general.
El retraso metal suele ser más frecuente y pro-
nunciado que el autismo. Su evolución es incluso
peor que la del autismo, aunque en un 20% recupe-
ra la posibilidad de hablar pero con las capacidades
de comunicación deterioradas. De adultos suelen ser
completamente dependientes y requieren cuidado
institucional y en su etiología suelen encontrarse
trastornos degenerativos o metabólicos del SNC,
aunque no se ha detectado ninguna causa específi-
ca.
D. El trastorno no se puede atribuir a otros tipos
de trastornos generalizados del desarrollo, a epilep-
sia adquirida con afasia (F80.6), a mutismo selectivo
(F94.0), a esquizofrenia (F20.F29), ni a síndrome de
Rett (F84.2).
EL TRASTORNO HIPERCINÉTICO
CON RETRASO MENTAL Y MOVIMIENTOS ESTE-
REOTIPADOS (F84.4)
El diagnóstico CIE-10, se concreta en los siguien-
tes puntos:
A. Hiperactividad motora grave manifiesta por lo
menos por dos de los siguientes problemas en la ac-
tividad y la atención:
1) Inquietud motora continua, manifiesta por ca-
rreras, saltos y otros movimientos que implican todo
el cuerpo.
2) Dificultad importante para permanecer senta-
do: tan solo estará sentado unos segundos por lo ge-
neral, a no ser que esté realizando una actividad es-
tereotipada.
3) Actividad claramente excesiva en situaciones en
las que se espera una cierta quietud.
4) Cambios de actividad muy rápidos, de tal forma
que las actividades generales duran menos de un mi-
nuto (ocasionalmente duran más si la actividad se ve
muy favorecida o reforzada, y esto no excluye el
diagnóstico; las actividades estereotipadas pueden
durar mucho tiempo y no son incompatibles con es-
te criterio.
B. Patrones de conducta repetitivos y estereotipa-
dos manifiestos por al menos uno de los siguientes:
1) Manierismos fijos y frecuentemente repetidos:
pueden comprender movimientos complejos de todo
el cuerpo o movimientos parciales tales como aleteo
de manos.
2) Repetición excesiva de actividades no encami-
nadas hacia ningún fin. Puede incluir juegos con ob-
jetos (p.e con el agua corriente) o actividades ritualís-
ticas (bien solo o junto a otra gente).
3) Autoagresiones repetidas.
C. C.I. menor de 50.
D. Ausencia de alteración social de tipo autístico,
el niño debe mostrar al menos tres de las siguien-
tes:
1) Adecuado desarrollo del uso de la mirada, ex-
presión y postura en la interacción social.
2) Adecuado desarrollo de las relaciones con com-
pañeros, incluyendo el compartir intereses, activida-
des.
3) Al menos ocasionalmente se aproxima a otras
personas en busca de consuelo y afecto.
4) A veces puede participar de la alegría de otras
personas. Existen otras formas de alteración social,
como la tendencia al acercamiento desinhibido a
personas extrañas, que son compatibles con el diag-
nóstico.
E. No cumple criterios diagnósticos para autismo
(F84 y F.84.1), trastorno desintegrativo de la infan-
cia (F84.3) o trastornos hiperquinéticos (F90)
En resumen nos encontramos con un síndrome
discutido y en donde se registra un retraso mental
grave con hiperactividad, déficit atencional y conduc-
tas estereotipadas, y en la que a diferencia de los sín-
dromes hiperquinéticos, estos niños no se benefician
de la medicación psicoestimulantes, evolucionando
en general al llegar a la adolescencia hacia compor-
tamientos hipoactivos. Sería identificable de alguna
forma con el síndrome descrito por Kramer-Pollnof.
De todas formas la clasificación CIE-10, los describe
641
con gran detalle, a pesar de que la DSM-IV ni siquie-
ra la contempla dentro de su clasificación, este es
probablemente uno de lo pocos puntos discordantes
entre ambas clasificaciones publicas.
TRASTORNO ESQUIZOIDE DE LA INFANCIA
(SÍNDROME DE ASPERGER) (F84.5)
La clasificación CIE-10, lo sistematiza en los si-
guientes criterios:
A. Ausencia de retrasos clínicamente significativos
en el lenguaje o el desarrollo cognitivo. Para el diag-
nóstico se requiere que a los dos años haya sido po-
sible la pronunciación de palabras sueltas y que al
menos a los tres años el niño use frases aptas para la
comunicación. Las capacidades que permiten una
autonomía, un comportamiento adaptativo y la cu-
riosidad por el entorno deben estar al nivel adecuado
para un desarrollo intelectual normal. Sin embargo
los aspectos motores deben estar de alguna forma
retrasados y es frecuente una torpeza de movimien-
tos (aunque no necesaria para el diagnóstico).
No presentan retraso en el lenguaje que a veces se
presenta como pedante, repetitivo, monótono e
inexpresivo. La capacidad intelectual suele ser nor-
mal, pero marcadamente torpes en sus actividades,
suelen persistir en la adolescencia e incluso en la
edad adulta. Es similar al Trastorno Autista excepto
que existe una preservación parcial de las habilidades
del lenguaje y cognitivas, una mayor inteligencia y
por tanto una escasa prevalencia de retraso mental.
B. Alteraciones cualitativas de las relaciones socia-
les recíprocas (del estilo del autismo).
Caracterizado por dificultades cualitativas de inte-
racción social de tipo autista, con profunda falta de
empatía e incapacidad para reconocer y responder a
los gestos y expresiones de los demás, con un reper-
torio restringido, estereotipado y repetitivo de activi-
dades e intereses similares al autismo, con juegos
mecánicos y carentes de fantasía.
A pesar detener muy pocos amigos, son sociables
y habladores y pueden establecer lazos afectivos con
su familia. De todas formas tienden a malentender
los mensajes no verbales, presentan dificultades en
las relaciones interpersonales especialmente en gru-
po, se centran en temas de conversación repetitiva-
mente que solamente les interesan a ellos, son inex-
presivos, hablan en un tono anormal.
C. Un interés inusualmente intenso y circunscrito
o patrones de comportamiento, interés y actividades
restringidos, repetitivos y estereotipados, con crite-
rios parecidos al autismo aunque en este cuadro son
menos frecuentes los manierismos y las preocupa-
ciones inadecuadas con el aspectos parciales de los
objetos o con partes no funcionales de los objetos de
juego.
Caracterizados por tener un buen pronóstico,
pues logran trabajar, mantener su propia familia e
hijos y desenvolverse en actividades profesionales
siempre centradas en sus intereses altamente espe-
cíficos. Algunos conservan las conductas extrava-
gantes aparecidas en la infancia (aislamiento social,
intereses restrictivos y repetitivos, lenguaje pedan-
te).
D. No puede atribuirse el trastorno a otros tipos
de trastornos generalizados del desarrollo, a tras-
torno esquizotípico (F21), a esquizofrenia simple
(F20.6), a trastorno reactivo de vinculación en la in-
fancia de tipo desinhibido (F94.1 y 2), a trastorno
nancástico de personalidad (F60.5), ni a trastorno
obsesivo-compulsivo (F42).
Su prevalencia se estima entre 5-15 por cada
100.000, con predominancia masculina de 3-4/1.
Su inicio es posterior al del autismo, y el curso suele
ser estable con mejoras graduales. Se describen en
1/4 de los casos anomalías EEG y en algunos casos
signos de atrofia cerebral. La etiología es desconoci-
da y se hipotetiza que es una variante del autismo y
sería por tanto un “autismo de alto funcionamien-
to”, o como han querido ver otros, una autismo “so-
lo del hemisferio derecho”. En el tratamiento se va-
loran el entrenamiento en habilidades sociales y
motoras, educativas y vocaciones. En muy baja pro-
porción, cuando llegan a la edad adulta evolucionan
hacia un cuadro de tipo esquizofrénico. Existe ma-
yor evidencia de asociarse en la edad adulta a tras-
tornos de tipo afectivo. Kasmini (1995) relata una
prevalencia entre población con C.I. normal de 10-
26 por cada 10.000, y de 0,4 por 10.000 entre la
población de retaso mental moderado. Church
(1995), en un estudio de seguimiento de 15 niños
con estas características clínicas hasta edades prea-
dolescentes, encuentra una evolución muy variada
pero con tendencia en todos los casos hacia la me-
joría, hasta el punto de desaparecer casi todos los
criterios diagnósticos DSM-III-R al inicio de la ado-
lescencia, aunque persistiendo algunos disturbios en
áreas como el lenguaje y déficits en habilidades so-
ciales.
Y por último, otras categorías menos expresivas
ni definidas pero que dejan la puerta abierta para es-
tablecer diagnósticos que no reúnen los estrictos cri-
terios mencionados anteriormente, como serían las
de:
F84.8 Otros trastornos generalizados del desa-
rrollo.
F84.9 Trastorno generalizado del desarrollo, no
especificado.
Se trata de una categoría residual que se utilizará
en aquellos trastornos que se ajustan a la descripción
general de trastornos generalizados del desarrollo,
pero que no cumplen los criterios de ninguno de los
apartados F84 a causa de una información deficiente
o datos contradictorios.
F88 Otros trastornos del desarrollo psicológico.
F89 Trastorno del desarrollo psicológico, no es-
pecificado.
TRATADO DE PSIQUIATR A
642
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
ETIOLOGÍA
FACTORES FAMILIARES Y GENÉTICOS
En el estudio de los antecedentes familiares llama
poderosamente la atención la escasa prevalencia que
este trastorno tiene en relación con otros disturbios
psiquiátricos infantiles y que se cifra entre 2,3 y 13
cada 10.000 niños con límite máximo de edad de
18 años, siendo en general los datos más comunes
entre los distintos autores el considerar la cifra de 4-
7 por 10.000 como la más adecuada. En el caso que
se incluyeran los casos de retrasos mentales severos
con características autísticas la proporción se eleva a
20 cada 10.000. Es también un dato muy significati-
vo a destacar la relación varón/hembra, en donde es
aceptada por todos los autores la mayor proporción
entre los varones de 3-4/1, aunque cuando se regis-
tra en las mujeres suele cursar con una sintomatolo-
gía más grave.
Por lo que hace referencia al estatus socioeconó-
mico de los padres, los estudios iniciales señalaban
una mayor frecuencia en el estrato socioeconómico
alto, no obstante en el momento actual no se en-
cuentra una preferencia por ningún estrato debido a
un mayor conocimiento y sensibilización frente a es-
te problema y por otra parte al mejor acceso a los
servicios de salud mental infantil por parte de todos
los estratos sociales. Existen datos que apoyan el he-
cho de que los niños autistas son los primogénitos o
los últimos de la fratria, y en todo caso se relacionan
con la existencia de mayor numero de complicacio-
nes prenatales y perinatales aunque en la actualidad
estos datos se cuestionan al existir datos contradicto-
rios en este sentido.
Es conocida la acumulación familiar notable como
lo demuestran las cifras que se desprenden de los es-
tudios realizados en gemelos con una concordancia
estimada entre gemelos monocigóticos de un 64%, y
entre gemelos dicigóticos es de un 9%, (que en el ca-
so de Bailey (1995) en el estudio británico sobre ge-
melos autistas encuentra una concordancia del 60%
en monocigóticos y 10% en diocigóticos), lo que
contrasta de forma significativa con las tasas de pre-
valencia en la población normal que serían de un
0,02-0,05%. Existen descripciones clínicas en los
miembros no autistas de estas familias que presentan
problemas de lenguaje y de tipo cognitivo que les ha-
ría padecer unas carencias similares pero mucho
más ligeras, constituyendo una forma mitigada de es-
tos trastornos.
HIPÓTESIS PSICOGÉNICAS
Las hipótesis psicógenas venían avaladas por el
convencimiento del propio Kanner, por las interpre-
taciones psicodinámicas, describiéndose a los padres
como muy intelectualizados, fríos y que mostraban
escaso interés por el niño, no obstante en estudios
recientes y comparando a los padres de autistas con
los padres de niños normales no se encontraban es-
tas diferencias significativas reseñadas. Incluso y de
forma paradójica estas teorías encontraron soporte
en los estudios de experimentación animal basados
en el aislamiento social total y en la ruptura de lazos
afectivos entre madres e hijos y entre semejantes. De
esa forma los monos Rhesus criados en una cámara
aislada sin contacto con sus semejantes, se mostra-
ban posteriormente retraídos y solitarios, con con-
ductas de balanceo, aferrados a sí mismos y negán-
dose a participar en las actividades del grupo. No
existen pruebas de que los factores psicosociales o
las anomalías que puedan sufrir los padres sean la
causa del trastorno autista, de tal forma que los pa-
dres de niños autistas no presentan rasgos de perso-
nalidad extremos tales como frialdad, obsesión, an-
siedad social o irascibilidad, tampoco poseen déficits
específicos en cuanto al cuidado infantil y no mues-
tran más signos de enfermedad mental o emocional
que los padres de hijos con otras patologías.
HIPÓTESIS SOMATOGÉNICAS
Antecedentes personales
Historia perinatal. Se señala como un factor de
riesgo el hecho sorprendente y no suficientemente
explicado, de que los padres de niños autistas tienen
una mayor exposición y manejo de productos quími-
cos, así como una elevada incidencia de “hipotiroi-
dismo” entre los padres de autistas, se describe una
alta infertilidad y abortos entre las madres de estos
niños. No existe acuerdo en cuantificar las edades de
madres y su posible influencia. Durante el primer tri-
mestre de embarazo, las infecciones aparecen de
forma relevante en las historias de las madres de ni-
ños autistas (rubéola, toxoplasmosis, la sífilis, citome-
galovirus, varicela, parotiditis...) se cita la elevada in-
cidencia de gestantes que sangran en el período
medio del embarazo, así como varias clases de com-
plicaciones durante el parto, como la hipoxia, isque-
mia y la hemorragia intracraneal
Hipótesis neurobiológica
Las hipótesis biologicistas parten de la idea de que
el autista en los primeros estadios del desarrollo no
se puede beneficiar de su ambiente pues no llega a
captarlo y tampoco puede enviar mensajes en forma
de sonrisas y miradas intencionadas hacia sus padres
y cuidadores que promuevan esta relación mutua.
Sabido es que los estímulos ambientales son impor-
tantes para el crecimiento organizado del cerebro
humano, pues bien, estos estímulos son procesados
de forma incorrecta por los niños autistas que de es-
643
ta forma se encuentran privados de una situación
emocional y cognitiva que les es muy necesaria para
su desarrollo. Peor, ¿dónde se encuentra el origen de
todo este problema, se trata de ambiente externo
empobrecido de estímulos o más bien se trata de una
incapacidad interna que se da en los niños autistas y
que les hace incapaces para procesar los datos que
les llegan del mundo externo? Parece que esta es la
línea de búsqueda e investigación de las corrientes
biologicistas, por cuanto si un niño en los primeros
meses de vida se encuentra en un ambiente normal,
pero sufre de una disfunción endógena del sistema
nervioso central que le incapacita para procesar los
estímulos sensoriales externos le puede ocurrir que
los estímulos emocionales como son los abrazos, be-
sos y caricias de sus padres que son procesados por
el sistema nervioso táctil no sean correctamente in-
terpretados por el niño autista que rechaza desde el
principio este tipo de contacto. Tampoco expresa
alegría al explorar el rostro de la madre al existir un
procesamiento inadecuado y que se objetiva en el re-
chazo de la mirada y del contacto visual, como tam-
poco experimenta placer al oír palabras cariñosas y
canciones de los padres.
Es un hecho aceptado que el síndrome autista tie-
ne múltiples etiologías, que afectando al SNC produ-
cen una disfunción e incluso se hipotetiza que esa
disfunción pueda afectar a circuitos neuronales espe-
cíficos. A favor de esta hipótesis está la evidente rela-
ción del autismo con el sexo masculino (relación va-
rón/hembra de 3/1); con el retraso mental que en
un 75%, la aparición de epilepsia en la adolescencia
en casi un tercio de los casos, la importancia de los
factores genéticos, así como otros estudios enfatizan
la importancia del riesgo perinatal, y en todo caso de
la combinación de ambos y su influencia en los tras-
tornos de aprendizaje que posteriormente se presen-
tan, la elevada concurrencia de los trastornos autis-
tas con ciertas enfermedades neurológicas como la
fenilcetronuria, embriopatria por rubéola, síndrome
del cromosoma X frágil, esclerosis tuberosa, encefali-
tis herpética, síndrome de Rett, espasmos infantiles,
hidrocefalia, acidosis láctica, trastorno de las puri-
nas, síndrome de Moebius. Los estudios neuroanató-
micos han concedido una gran importancia en la gé-
nesis de la sintomatología autista al lóbulo temporal,
así como a la disminución de la células de Purkinje
en el cerebelo lo que en principio puede determinar
anormalidades en los procesos de atención y senso-
riales. Los estudios mediante los neurotransmisores
cerebrales postulan la existencia de un estado “hiper-
serotoninérgico” central y se basan en la respuesta al
test de la fenfluramina. La segunda es la hipótesis
“dopaminérgica”, y está basada en la eficacia de los
agentes tanto agonistas como antagonistas de la do-
pamina. Los resultados en general no son conclu-
yentes pues las muestras son muy cortas, las técnicas
utilizadas son diferentes, existen problemas en la in-
terpretación de los resultados, ya que se han obteni-
do resultados similares en casos de otras patologías.
Existen datos que apoyan la implicación de péptidos
opiáceos en el trastorno autista con una disminución
de los niveles plasmáticos de endorfinas y una hipe-
ractividad de los opioides endógenos, e incluso se
han sugerido la existencia de anomalías inmunitarias
y trastornos autoinmunes. Las técnicas neurorradio-
lógicas estructurales han evidenciado la existencia de
asimetrías cerebrales y alargamiento de los ventrícu-
los laterales y del tercer ventrículo, hipoplasias en el
vermix del cerebelo, lóbulos VI y VII (Courchesne,
1995) y alargamiento del cuarto ventrículo, así como
anomalías cerebrales corticales compatibles con alte-
raciones tales como polimicrogiria y macrogiria. Se
han obtenido comparativamente un aumento en los
valores medios de los tres volúmenes cerebrales (vo-
lumen cerebral total, tejido nervioso, ventrículos ce-
rebrales laterales), sin llegar a aclararse si ese aumen-
to es debido a un aumento de la neurogénesis, a una
disminución de la muerte neuronal o al aumento del
tejido cerebral no neuronal (glia o vasoso sanguíne-
os). Las técnicas neurorradiológicas funcionales co-
mo son el P.E.T. no aprecian alteraciones regionales
respecto al consumo de glucosa en el cerebro, y el
SPECT no encuentra disfunciones en el flujo sanguí-
neo registrado en las distintas áreas corticales de los
autistas, aunque no excluye la posibilidad de que
existan disfunciones en áreas más localizadas o inclu-
so en zonas subcorticales.
EXPLORACIÓN
Se debe realizar una evaluación completa psiquiá-
trica, que abarque aspectos conductuales, explora-
ción de lenguaje y de las capacidades cognitivas para
la cual en los casos que sea posible resulta de gran
utilidad el uso de la escala de Wechsler y en niños de
menor edad o ante la falta de colaboración necesaria
se recomienda el uso de una escala de desarrollo en-
tre las que se recomienda la escala de Gessell o la es-
cala de Bayley. Es necesario la exploración neuroló-
gica, en la que se deben descartar la existencia de
enfermedades heterodegenerativas, ello se comple-
mentara con los estudios EEG por las posibles com-
plicaciones convulsivas, y las exploraciones mediante
la neuroimagen estructural (TAC, RNM), y la funcio-
nal (PET, SPETC). Resulta imprescindible un estudio
de posibles alteraciones metabólicas mediante la de-
terminación de aminoácidos en sangre y orina, análi-
sis cromosómico sobre todo considerando la posibili-
dad de un síndrome de cromosoma X frágil; así
como un estudio de posibles déficits sensoriales (exa-
men audiológico mediante potenciales evocados,
examen visual). Por último, es importante realizar
una evaluación del entorno del hogar y del apoyo fa-
miliar recibido. En la evaluación psiquiátrica por últi-
mo no se debe olvidar la evaluación de un posible
trastorno del estado de ánimo depresivo o de esta-
TRATADO DE PSIQUIATR A
644
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
dos de ansiedad que puedan presentarse de forma
comórbida, así como tampoco la posibilidad de un
trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
Especialmente útil resulta para llegar a un diagnósti-
co más ajustado a criterios estándar universalmente
aceptados, en los últimos años se han desarrollado
varias escalas, de entre ellas cabe destacar la “Child-
hood Autism Rating Scale (CARS)” y por otra par-
te la escala “Autism Behavior Checklist” (ABC) de
mayor difusión que la anterior. En ambos casos se
maneja un amplio repertorio de síntomas destacan-
do y cuantificando también su intensidad. La escala
ABC se muestra más útil para realizar un estudio so-
bre una amplia población que para el diagnóstico de
un caso en particular, mientras que la escala CARS
se encuentra mejor validada para el estudio de casos
concretos y para la realización de trabajos epidemio-
lógicos. En la escala CARS se han hallado tras análi-
sis factorial tres factores (deterioro social, emotividad
negativa, respuesta sensorial distorsionada), de ca-
racterísticas relativamente estables DiLalla (1994).
Entre nosotros se ha publicado recientemente la Es-
cala Integrada De Valoración del Autismo Infantil (EI-
VA), por Trias (1994), que resume y sintetiza las an-
teriores.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Si bien los criterios diagnósticos han sido sistema-
tizados por la clasificación CIE-10 como hemos ex-
puesto anteriormente, quizá el aspecto más apasio-
nante ante las grandes variedades y las interrogantes
clínicas, es el planteamiento de un adecuado diag-
nóstico diferencial.
El autismo en general se debe diferenciar de casi
todos los cuadros clínicos que se describen en las
edades prepuberales, desde los trastornos específi-
cos del desarrollo especialmente con los trastornos
del lenguaje expresivo o mixtos receptivo-expresivo
en los que estos niños se muestran más sociables y
comunicativos con gestos; los trastornos por déficit
de atención con hiperquinesis por la presencia de
esta sintomatología acompañando al cuadro de au-
tismo; los trastornos sensoriales como es la sordera
congénita aunque el sordo aprende un lenguaje de
gestos o lectura de labios alternativo y desarrollan
una comunicación muy expresiva o la ceguera con-
génita aunque estos niños se relacionan socialmen-
te; los trastornos emocionales severos, pero sobre
todo con diagnósticos como son la psicosis esquizo-
frénica y los retrasos mentales. Con estos últimos,
en términos de grado o profundidad del retraso
cognitivo, así como de las conductas adaptativas,
destacando en este sentido como característica fun-
damental del cuadro autista el bajo desarrollo y las
anomalías del lenguaje. El diagnóstico diferencial
entre el retraso mental y el autismo sobre todo en
las edades preescolares, es un tema que crea mu-
cha confusión y es fuente de discusión entre los
profesionales. Gran parte de este conflicto viene
centrado en la relación entre ambas entidades no-
sológicas. Así hay autores que piensan que el autis-
mo y el retraso mental son una misma cosa, para
otros la inteligencia de los niños autistas es seme-
jante a la de los niños normales y otro tercer grupo
analiza detenidamente el perfil cognitivo y afectivo
de los niños autistas y en ello cree ver las diferen-
cias entre ambos grupos. Es evidente que en la ac-
tualidad la mayor proporción de niños autistas son
también mentalmente retrasados y que los test de
inteligencia constituyen un buen predictor del futu-
ro funcionamiento de los mismos. En sus activida-
des lúdicas el autista presenta una ausencia comple-
ta del juego simbólico, mientras que el retraso
mental presenta un retraso evolutivo según su pro-
fundidad en la adquisición del juego simbólico, que
de todas formas se encuentra presente. Existen por
otra parte notables diferencias en cuanto a las alte-
raciones de lenguaje, tanto desde el punto de vista
cuantitativo como cualitativo ya descritas en el
apartado correspondiente. Se han descrito grandes
diferencias entre niños autistas y retrasados menta-
les respecto al deterioro de las conductas autistas
cuando se encuentran ante personas extrañas a
ellos, en la forma de mirarlos, de aproximarse, de
tocarlos, de estar cerca, así como también en la
comprensión de las situaciones sociales y de los
cambios ambientales. Presentan no obstante res-
puestas similares a los retrasados en cuanto a las
conductas de despedida o separación.
Cabe diferenciarlos de los casos extremos de aisla-
miento psicosocial como sería la deprivación mater-
nal, hospitalismo infantil, que pueden originar en el
niño un estado de apatía, aislamiento, alteraciones
en el lenguaje, pero que en todo caso mejoran rápi-
damente cuando estos niños son colocados en un
ambiente psicosocial adecuado y sin carencias, lo
cual no ocurre en el caso de los niños autistas.
La esquizofrenia prepuberal se diferencia del au-
tismo infantil por presentar una edad de comienzo
más tardío, por tener un curso evolutivo episódico
con remisiones y recrudecimientos que mejora me-
diante el tratamiento con fenotiazinas, mientras que
en autismo el curso es crónico y no se beneficia es-
pecialmente de estos tratamientos. Por último por
una expresión clínica diferente, y que en el caso de
la esquizofrenia vendría presidida por trastornos del
curso del pensamiento, delusiones, alucinaciones,
afectividad embotada e incongruente, frente al cua-
dro clínico definido claramente para el autismo en
trastornos de comunicación, lenguaje, limitación de
intereses y estereotipias.
Se encuentra documentada la presencia de ante-
cedentes familiares de trastorno bipolar y depresivos
en los niños pertenecientes al espectro autista, y en
ellos una cierta semejanza en aspectos clínicos (reac-
ciones afectivas extremas, rasgos obsesivos, cambios
645
ciclónicos, habilidades especiales y regresión tras un
desarrollo inicial normal), lo cual señalaría cierta
identidad en el origen de ambos trastornos (DeLong,
1994).
El estudio de las conductas estereotipadas en com-
paración con niños no autistas, muestran en la edad
preescolar la relativa frecuencia de conductas tales
como succión del pulgar, girar el cabello, balancear el
cuerpo, más frecuentes en niños y sobre todo en ni-
ños maltratados. Se insiste también en la existencia
de cuatro tipos de estereotipias: concentración/de-
manda, excitación / frustración, aburrimiento / mo-
notonía, estimulación / distracción (Troster, 1994).
TERAPÉUTICA
Los modelos etiológicos psicógeno y neurobioló-
gico, que propugnan tratamientos psicoterápicos y
psicofarmacológicos respectivamente han mostrado
una notable ineficacia en sus resultados, mientras
que las técnicas más eficaces para abordar este tipo
de problemas han sido los tratamientos mediante
programas educativos fuertemente estructurados que
no pertenecen a ninguno de estos modelos y que en
realidad suponen unas técnicas ateoréticas pero
enormemente pragmáticas. Estos tratamientos sue-
len ser llevados a la práctica en centros altamente es-
pecializados y con personal multidisciplinario y muy
abundante (varios terapeutas por cada niño) y con la
colaboración de padres a los que se entrena como
coterapeutas para seguir trabajando los objetivos te-
rapéuticos en casa. Resulta de esta forma que para-
dójicamente desde una base de efectividad terapéuti-
ca se replantean nuevas bases teóricas en el
conocimientos del autismo. En todo caso el plantea-
miento terapéutico debe ser multimodal, en donde
se balanceen las terapias de tipo conductual útil para
controlar síntomas no deseados, promover interac-
ciones sociales, incrementar la autoconfianza. La
educación especial, la enseñanza de habilidades
adaptativas, combinada con el asesoramiento y ayu-
da a los padres. En algunos casos se hace necesario
el cuidado en un centro de día especializado e inclu-
so en una residencia para una mejor protección y
una supervisión más controlada. A ellos hay que unir
el uso de la psicofarmacología. De todas formas los
tratamientos por el momento siguen siendo paliati-
vos y sintomáticos y en general mejoran la calidad de
vida del niño y de su familia si las estrategias son las
más apropiadas.
El tratamiento debe ser en lo posible individuali-
zado y en todo caso sujeto a una serie de factores
tales como la capacidad de expresión y compren-
sión verbal y de los niveles de expresión no verbal.
Tras establecer un diagnóstico preciso y considerar
sus distintas posibilidades etiológicas, se formulará
un modelo fuertemente estructurado de educación
especial, elaborado en base a programas de modifi-
cación de conducta previamente establecidos con
objetivos concretos. Este modelo de enseñanza es-
pecial suele ser llevado a la práctica en Unidades
especiales en régimen de internado o de media
pensión y que en todo caso contarán con un eleva-
do número de profesores -educadores, en una rela-
ción de 3/1 o de 1/1 dependiendo del grado de
handicaps del niño autista, que se acomodarán a la
edad y grado de desarrollo del niño y en donde
existirá una continuidad en las personas, la habita-
ción y hasta el tiempo en que se realizan estas téc-
nicas. De esta forma se minimizan las necesidades
del niño autista en imponer sus rutinas y rituales.
De forma complementaria se entrenará a los pa-
dres en métodos de modificación de conducta, ya
que ellos deben actuar como coterapeutas y traba-
jar en programas comunes y sincronizados con el
centro. Kientz (1997) estudia comparativamente en
autistas y grupo control el perfil sensorial discrimi-
nativo encontrando notables diferencias significati-
vas en 84 de los 99 ítems que componen la escala,
pero entre los distintos grados de autismo, por lo
cual lo recomienda como estudio previo antes de
iniciar un tratamiento ocupacional par una mejor
planificación de las intervenciones terapéuticas en
estos niños.
En los últimos años se cuestiona el hecho de reali-
zar estos tratamientos en régimen de internado, en-
contrándose más eficaz el tratamiento cuando se de-
sarrolla en el ámbito de un hospital de día, e incluso
cuando estos programas tienen lugar en el propio
domicilio del paciente.
TRATAMIENTOS PSICOFARMACOLÓGICOS
Digamos de entrada que los autistas no se benefi-
cian del tratamiento con fenotiazinas como en el ca-
so de las psicosis esquizofrénicas, siendo este uno de
los aspectos diferenciales entre ambos cuadros clíni-
cos. No obstante se utilizan en ellos los neuolépticos
pero con otras indicaciones.
En el tratamiento farmacológico se han empleado
las siguientes productos activos:
1. Dosis elevadas megavitamínicas, que han sido
encontradas efectivas en algunos subtipos clínicos, y
atribuible su acción al efecto sobre el SNC de la vita-
mina B6 en combinación con el magnesio. Pfeiffer
(1995) realiza una descripción crítica de 12 artículos
en donde se obtiene una respuesta favorable siguien-
do la teoría ortomolecular de Pauling, mediante la
cual estas sustancias compensan defectos bioquími-
cos cerebrales.
2. La fenfluramina, similar en su estructura quími-
ca a las anfetaminas, pero no en sus efectos neuro-
químicos, ha sido muy utilizada en la década de los
ochenta (sobre todo como test de estimulación neu-
roquímica), pero su acción no ha sido del todo acla-
rada y sus resultados son discrepantes.
TRATADO DE PSIQUIATR A
646
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
3. Neurolépticos. Se ha utilizado el haloperidol
(butirofenona) en dosis reducidas, siendo especial-
mente útil para reducir las conductas estereotipadas,
de agresividad y agitación y el aislamiento autista. Se
ha propuesto su uso de forma discontinua, estable-
ciendo descanso de dos días a la semana del fárma-
co, por encontrarlo igualmente útil, con excepción
de los casos en donde exista una elevada agresividad
en donde no es posible la interrupción del tratamien-
to. Se preconiza en general en edades entre los 3 y
8 años administrar una dosis diaria de 0,5 a 4 mg, y
en estos casos siempre existe el riesgo de originar
una diskinesia tardía.
Se han utilizado neurolépticos de corte más seda-
tivo, buscando precisamente estos efectos tranquili-
zantes y por la mayor facilidad en su uso, al no tener
efectos colaterales extrapiramidales, entre ellos cabe
destacar el uso de la tioridazina y de la clorpromazi-
na, en dosis adaptadas a la edad y peso.
4. Antiepilépticos, especialmente el valproato só-
dico y la carbamacepina, en las dosis habituales, se
muestran especialmente indicadas en los casos fre-
cuentes, sobre todo con la llegada de la adolescen-
cia, de crisis convulsivas, siendo un hecho de obser-
vación frecuente entre los padres, que conforme
mejoran y hasta desaparecen las crisis convulsivas se
incrementan los trastornos de conducta en estos ni-
ños.
5. Las sales de litio, se encuentran especialmente
indicadas cuando el cuadro clínico se asocia a tras-
tornos de humor, a conductas de tipo disruptivo y
cuando se inicia el deterioro frecuente en la adoles-
cencia. De todas formas las conductas disruptivas se
benefician y disminuyen si el niño hace ejercicio físi-
co.
6. Beta-bloqueadores, se han utilizado en autistas
con problemas de control de la agresividad y autoa-
gresiones.
7. Naltrexona, se viene utilizando en niños autis-
tas hospitalizados y a unas dosis que oscilan entre
0,5-2 mg/kg/día, encontrando una mejoría en las
conductas de aislamiento, y con dosis elevadas tam-
bién en la producción verbal al tiempo que disminu-
yen las conductas estereotipadas. Se observa como
efecto secundario una mediana sedación. Es, de to-
das formas, un tratamiento que requiere estudios
más en profundidad. Se plantea la hipótesis de la
existencia de un subgrupo de niños autistas en donde
se da una anormalidad de los opioides endógenos al
tiempo que una interacción alterada entre este siste-
ma y el dopaminérgico. Por otro lado se sugiere que
la sintomatología autista podría ser la consecuencia
de una actividad opiácea cerebral excesiva, que inun-
daría el cerebro durante el período neonatal origi-
nando desviaciones en la maduración cerebral, y que
explicaría la presencia en estos niños de automutila-
ciones, de modificaciones de la percepción sensorial
(insesibilidad térmica y álgica), reducción de los dese-
os de relación social, las anomalías de los procesos
de aprendizaje, los trastornos de atención, las este-
reotipias.
8. Clorimipramina, se ha utilizado en el tratamien-
to de los rituales conductuales, y su efectividad se ba-
sa en la eficacia de estos fármacos en los trastornos
obsesivo-compulsivos.
9. Clonidina, y agonistas parciales de alfa-adre-
nérgicos, actuarían disminuyendo la hiperactividad,
la impulsividad y el déficit atencional.
10. Fluvoxamina, ha sido estudiada en autistas
adultos, mostrando mayor efectividad que el placebo
en la remisión de síntomas tales como los pensa-
mientos y conductas repetitivas y la agresividad, al
tiempo que muestra mejor tolerancia que otros trata-
mientos.
11. Risperidona, dado que elevadas concentracio-
nes de serotonina han sido documentadas en el plas-
ma de niños autistas, se ha mostrado parcialmente
efectiva en el tratamiento de este subgrupo de autis-
tas (Purdon, 1994).
EVOLUCIÓN Y PRONÓSTICO
En general el trastorno autista experimenta una
mejoría gradual a lo largo del tiempo, pero la veloci-
dad de esta mejoría es muy irregular, y de esta for-
ma los períodos de crecimiento evolutivo rápido se
alternan con períodos de crecimiento estable lento,
y el tiempo maduracional transcurre de forma im-
predecible, pudiéndose presentar episodios de re-
gresión en diversas situaciones (enfermedades co-
munes, situación de estrés ambiental, pubertad) y
junto a ello etapas de progresión muy rápidas no
explicables por factores externos. Entre los factores
que predicen un buen resultado adaptativo se inclu-
ye un elevado CI, buenas capacidades lingüísticas,
habilidades sociales y comunicativas, así como un
comienzo tardío.
Los estudios de seguimiento han supuesto un
serio intento de valorar las variaciones clínicas a lo
largo del curso evolutivo en las psicosis de inicio
temprano, las influencias de las intervenciones tera-
péuticas de diferentes signos, y en definitiva el resul-
tado final en edades adultas. Este esfuerzo fue inicia-
do por el propio Kanner y por L. Bender ya en la
década de los cuarenta, que partiendo de conceptos
etiológicos diferentes (psicógeno y orgánico) y de-
nominaciones distintas (autismo y esquizofrenia)
impulsaron esta línea de investigación que ha sido
seguida por muchos autores. Las dificultades meto-
dológicas que presentan estas series de seguimien-
to, vienen dadas por las discrepancias respecto a los
criterios diagnósticos (bien porque no se detallan su-
ficientemente, o porque no se jerarquizan expresan-
do claramente cuales son los síntomas suficientes y
necesarios para llegar al diagnóstico de forma ine-
quívoca), las técnicas de exploración son muy varia-
das y obedecen a orientaciones conceptuales a ve-
647
ces contrapuestas y por otro lado la escasa preva-
lencia de estos trastornos hace que las muestras
sean muy cortas en número. Todo ello ofrece una
conjunto abigarrado que dificulta la obtención de
unos resultados concluyentes y que puedan univer-
salizarse. Los resultados son valorables especial-
mente en la consideración de subclasificaciones que
pertenecen al espectro sintomatológico de lo que ha
venido en denominarse como autismo. En general
se puede concluir de los estudios publicados las si-
guientes conclusiones:
1. La evolución final tiende a ser muy variable, al-
gunos casos tienen un progreso social y académico
muy pobre (Rutter, 1970), y otros ofrecen una buena
evolución sobre todo en logros académicos (Kanner,
1971).
2. En general se obtiene un mal pronóstico, entre
un (60-66%) se pueden considerar como de mal pro-
nóstico (handicaps severos, ausencia de progreso so-
cial e independencia) o muy mal pronóstico (imposi-
bilidad de mantener cualquier tipo de existencia
independiente). En estos casos de curso desfavorable
que se mostraron claramente dependientes de otro
adultos en todos los aspectos de su vida, se suelen
presentar los siguientes signos: un IQ inferior a 50, y
ausencia de lenguaje comunicativo antes de los 5
años, suelen presentar además crisis epilépticas en la
adolescencia, y todo ello constituye signos de mal
pronóstico.
3. Elevadas tasas de mortalidad, estimables entre
1,5-2% del grupo.
4. Un elevado número de epilepsia sobre todo de
comienzo en la adolescencia, entre un 11-29% de
los casos. La epilepsia apareció en la adolescencia,
siendo de tipo gran-mal y crisis psicomotoras las más
frecuentes.
5. Algunos estudios comentan cambios dramáti-
cos en el estado mental cuando llegan a la ado-
lescencia. Así Rutter (5), en sus serie de 63 casos,
encuentra siete niños que muestran un severo dete-
rioro. Kanner (6) describe casos en donde existe un
notable empeoramiento en estas edades adolescen-
tes. Los datos más sorprendentes son el agravamien-
to temporal (30%) o permanente (22%) de la sinto-
matología, no existiendo diferencias significativas
entre los estudios clásicos de autismo y otras psicosis
infantiles. Esta agravación consiste en la aparición
de: conducta de hiperactividad, agresividad, destruc-
tividad (autoagresividad, raramente heteroagresivi-
dad), y agravamiento de las conductas impredecibles
y la insistencia en mantener inalterable su ambiente
típico de edades preescolares; existe una pérdida de
habilidades lingüísticas y un cierto deterioro intelec-
tual. Esta tendencia es más fuerte en la niñas que en
los niños. Las razones de este agravamiento en algu-
nos casos se debe a la existencia de severas anorma-
lidades biológicas cerebrales; a la mayor exigencia en
estas edades de adaptación social; a la presencia de
cambios neurohormonales.
6. Una pequeña proporción de los niños diagnos-
ticados de autismo en las décadas de los años 40-
60, consiguen un buen nivel de adaptación. En los
casos de Lotter (1), (16 sobre 201), o sea el 8%, a
los 16 años, acudían a un colegio normal o estaban
trabajando. En general un 10% evolucionan favora-
blemente en su vida adulta, manteniendo un trabajo
estable y formando una familia. Este porcentaje va-
ría según los criterios diagnósticos iniciales. En ge-
neral se trata de niños con un IQ Ejecutivo superior
a 70, con lenguaje verbal comunicativo a los 5
años. Brown (2), estudia 100 niños, con un CI igual
o superior a 90 en todos los casos, de los que el
pronóstico es favorable en un 83% que consiguen
trabajar regularmente o realizan estudios. Aunque
desarrollaban fuertes defensas de tipo obsesivo liga-
das a la ansiedad, que si bien ejercían un efecto pro-
tector sobre la misma, limitaban notoriamente sus
relaciones interpersonales cuando eran adultos.
Puede decirse en general que de un 2-15% alcanzan
un nivel normal en sus funciones cognitivas y adap-
tativas. De adultos los síntomas obsesivo-compulsi-
vos siguen siendo predominantes, lo cual incluye la
marcha estereotipada, los balanceos del cuerpo, la
perseveración y el lenguaje confuso, manteniendo
además reservados y mostrando una cierta actitud
oposicionista.
7. Se concluye que el mejor predictor para un
buen pronóstico será:
—Presencia de un IQ no verbal elevado.
—Presencia de lenguaje comprensivo a los cinco
años.
—Capacidad de aprendizaje de habilidades socia-
les.
González (1993) realiza un estudio sobre la estabi-
lidad del diagnóstico en un estudio de seguimiento de
más de diez años, y en donde se conservaba el diag-
nóstico inicial de autismo en el 73% de los casos y
en el resto se trataba de formas incompletas o resi-
duales. En general la gravedad estimativa descendía
ligeramente. El pronóstico se revelaba mejor en
aquellos casos en donde ya no se comprobaba el
diagnóstico de autismo y en ellos la función intelec-
tual se encontraba mejor conservada, a pesar de que
todavía persistían las alteraciones del lenguaje y de la
interacción social.
En cuanto a la evolución del autismo en la edad
adulta, L. Wing (1983), sugiere que se observan tres
grupos evolutivos del autismo en la edad adulta:
1. De adultos permanecen apartados y se mues-
tran indiferentes a la compañía de otras personas.
2. Permanecen pasivos, pero aceptan la compa-
ñía de otras personas siempre que no interfieran en
sus rutinas.
3. Presentan conductas activas pero extravagan-
tes y realizan contactos sociales inapropiados.
En los estudios realizados por Gillberg y Steffen-
burg, 1987, sitúa al 50% en el primer grupo y 25%
respectivamente al grupo segundo y tercero.
TRATADO DE PSIQUIATR A
648
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
649
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  • 1. TRATADO DE PSIQUIATRÍA C apítulo 35 Trastornos generalizados del desarrollo A. Agüero Juan S e trata de un grupo clínico o más bien un es- pectro clínico, de evolución y severidad varia- ble, heterogéneo en su etiología, caracteriza- do por retrasos y alteraciones cualitativas en el desarrollo de la área física, cognitivas, y sensoriales, con aparición en los primeros años de la vida, y entre los que destaca por sus peculiares características el autismo infantil temprano. Si bien es cierto que el autismo infantil precoz fue concep- tualizado como de origen psicógeno por Kanner, en el momento actual se han acumulado una serie de evidencias que confieren una gran importancia a los factores de tipo biológico, al tiempo que se ha dife- renciado de la esquizofrenia prepuberal y hoy día es considerado como un “trastorno generalizado del de- sarrollo”. Estos cambios conceptuales han sido reco- gidos ya en las clasificaciones por consenso y refleja- dos muy expresivamente en 1978, con el cambio de denominación de la prestigiosa revista que se ocupa monográficamente de estos trastornos, que paso de llamarse: journ al of autism and childhood schi- zophren ia, al nombre actual de journ al of autism and developmental disorders, lo que resume y con- creta esta nueva orientación conceptual. Como pue- de apreciarse se abandona de esta forma el término al principio muy concreto y posteriormente cada vez más ambiguo de “psicosis”, por entender que el nue- vo termino de “trastorno generalizado del desarro- llo” describe mejor la realidad clínica y por cuanto las historias de patología familiar y los estudios de segui- miento a largo plazo no parecen tener una relación de continuidad con las psicosis esquizofrénicas del adulto. CONCEPTOS GENERALES Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA Los treinta primeros años de nuestro siglo vienen marcados por la descripción de grandes síndromes demenciales en la infancia (Sante de Santis, Heller) y junto a ellos los primeros informes clínicos corres- ponden a Potter, Despert y Brandley. L. Bender (1942), describe en la Esquizofrenia Infantil como consecuencia de un trastorno del desarrollo neuroin- tegrativo, iniciando una visión etiología organicista que sería seguida posteriormente por Goldfarb, que utiliza una gran batería de test neurológicos y percep- tuales, y por B. Fish, compara el desarrollo de los ni- ños nacidos de madres esquizofrénicas con los de ma- dres no psicóticas, estableciendo la hipótesis de un trastorno “pandismadurativo”. Ornitz y Ritvo, estu- dian desviaciones neurofisiológicas y bioquímicas. L. Kanner (1943), informó de los 11 primeros casos de autismo infantil temprano, lo consideró como la for- ma más temprana de esquizofrenia, con una visión etiológica psicogénica enfatizando la presencia de pa- dres “fríos, refrigerador, inteligentes, altamente edu- 635
  • 2. cados”, a menudo profesionales distinguidos. No se ha podido confirmar que los padres fueran personali- dades anómalas en el sentido de carecer de sentido del humor, ser obsesivos y ejercer un perfeccionismo mecánico con sus hijos en una atmósfera de frialdad afectiva. En esta línea psicógena cabe situar las apor- taciones de “psicopatía austística” de Asperger, o el de “sensibilidad anormal” de Bergman y Escalona, en niños cuyo aparato psíquico tiene una débil barrera protectora de su ego. En las formulaciones psicoana- líticas que centran estos estudios en la valoración del significado psicológico del “síntoma” y en la concep- tualización de los mecanismos psicológicos en térmi- nos de desarrollo anormal de las conductas instinti- vas, en un fracaso en el funcionamiento del ego o en regresiones severas así como M. Mahler su descrip- ción de la “psicosis simbiótica. En otro momento las investigaciones van centradas sobre las series de se- guimiento a largo plazo iniciadas por el propio Kan- ner y seguida y ampliada en estudios epidemiológicos en autores como Rutter, Lotter, especialmente válidas por utilizar criterios clínicos bien definidos y contras- tables. La década de los setenta se encuentra presidi- da por la búsqueda de una terminología común que basándose en los hallazgos clínicos precedentes, sir- van de punto de partida para poder ordenar e inter- pretar este inmenso rompecabezas formado por la evolución longitudinal de estos síndromes, sus bases genéticas, neurológicas y bioquímicas, las respuestas a tratamientos farmacológicos y a las intervenciones psicológicas, y los hallazgos respecto a áreas concre- tas como las del lenguaje o la cognición. Con poste- rioridad aparecen las clasificaciones por consenso que serán objeto de nuestro estudio. Bailey (1996), considera al autismo como uno de los trastornos psi- quiátricos infantiles mejor evaluados en la actualidad, dado que las investigaciones han delimitado los acon- tecimientos clínicos cruciales, la importancia de las in- fluencias genéticas y las bases de los déficits cogniti- vos. Al mismo tiempo se han obtenido una serie de hallazgos neurobiológicos aunque no se han podido replicar los hallazgos específicos. Esta claro que se hace necesaria una integración de todos estos proce- sos para la mejor comprensión del fenómeno autista. EL ESPECTRO CLÍNICO DEL AUTISMO Y SUS VARIANTES El autismo se presenta como la forma clínica cen- tral y de referencia en los trastornos generalizados del desarrollo y dentro de su espectro, con similitu- des clínicas existen otros síndromes de evolución y gravedad diversa, y que plantean diagnósticos dife- renciales con patologías específicas localizadas en campos muy diversos (retraso mental, esquizofrenia prepuberal, carencias sensoriales y afectivas, mutis- mos...) como estudiaremos en el apartado corres- pondiente. En la clasificación DSM-IV nos encontra- mos con un auténtico paralelismo de criterios con los mantenidos en la CIE-10, que las hace prácticamen- te similares. En el siguiente cuadro comparativo se pueden apreciar las semejanzas entre ambas clasifi- caciones: Como se puede apreciar en este apartado, en donde las clasificaciones han sido múltiples y varia- das tanto el terreno de las clasificaciones privadas como en el de las consensuadas, asistimos de esta forma a la creación de unos criterios descriptivos que por primera vez convergen en las dos grandes clasifi- caciones internacionales. La novedad respecto al DSM-III-R, es la inclusión de tres grandes síndromes (síndrome de Rett, síndrome de Asperger y trastorno desintegrativo o síndrome de Heller) y la discrepan- cia en la no inclusión de un cuadro clínico controver- tido dentro de la propia CIE-10 como es el que se conoce como “trastorno hipercinético con retraso mental y movimientos estereotipados”. La clasificación CIE-10, acepta el concepto de Trastorno Generalizado del desarrollo (F84) y añade algunos diagnósticos bajo este epígrafe, que están presididos por el cuadro clínico del autismo y en donde se reflejan también cuadros afines y que com- pletan el amplio espectro clínico de esta peculiar sin- tomatología. De todas formas este modelo clínico ha ido matizándose y diferenciándose a lo largo de la evolución de esta clasificación, dado que en la CIE-8 solamente se contemplaba el diagnóstico de autismo infantil (308.0), posteriormente la CIE-9 añade la forma clínica de las psicosis desintegrativas abriendo la puerta a otros trastornos sin especificar. En el mo- mento actual la clasificación queda como expresa- mos a continuación. El autismo infantil (F84.0), en donde se aceptan todos los niveles de cociente intelectual, y en donde se encuentran tres áreas afectadas al igual que en el TRATADO DE PSIQUIATR A 636 CIE-10 DSM-IV Trastorno generalizado del desarrollo F.84.0 299.00 Autismo infantil F.84.1 299.80 Autismo infantil atípico Trastorno generalizado del desarro- llo sin especificación F.84.2 299.80 Síndrome de Rett F.84.3 299.10 Trastorno desintegrativo de la infan- cia (síndrome de Heller) F.84.4 — Trastorno hipercinético con retraso mental y movimientos estereotipa- dos F.84.5 299.80 Síndrome de Asperger Tabla I
  • 3. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO DSM-IV, o sea la interacción social, la comunicación y el comportamiento restrictivo, estereotipado y re- petitivo. Para ello parte del siguiente esquema: A. Presencia de un desarrollo anormal o alterado desde antes de los tres años de edad. Deben estar presentes al menos una de las siguientes áreas altera- das: 1. Lenguaje receptivo o expresivo utilizado para la comunicación social. 2. Desarrollo de lazos sociales selectivos o interac- ción social recíproca. 3. El juego y manejo de símbolos en el mismo. B. Deben estar presentes al menos seis de los sín- tomas, incluyendo al menos dos del (1), uno del (2) y uno del (3). 1. Alteración cualitativa de la interacción social re- cíproca. El diagnóstico requiere la presencia de ano- malías demostrables en por lo menos tres de las si- guientes áreas: a) Fracaso en la utilización adecuada del contacto visual, de la expresión facial, de la postura corporal y de los gestos para la interacción social. Las respuestas perceptivas son tan anómalas que a veces hacen que estos niños reaccionen como si aparentemente estuvieran sordos al no responder a las llamadas de los padres a corta distancia, y tam- bién parecen tener problemas visuales por su mirada periférica y su dificultad en reconocer los objetos que le rodean, lo cual es un motivo de consulta a los es- pecialistas correspondientes que no encuentran ha- llazgos orgánicos en estos aparatos de los sentidos. Otras veces por el contrario, aparecen preocupados por los estímulos visuales, como los gradiantes de luz y sombra, el sonido de los relojes, los reflejos en los espejos, las luces fluorescentes, los flashes o mues- tran especial respuesta a los estímulos auditivos, ma- nifestándose extremadamente interesados por cier- tos ruidos y muy agitados e inquietos ante otros. De estos dos órganos sensoriales, el de la visión parece menos alterado, por lo que se está planteando utili- zar esta vía como alternativa para establecer una me- jor comunicación con los autistas mudos. Su conduc- ta habitual es la de evitar el contacto visual cara a cara, mostrando una mirada periférica incluso con los propios padres, y expresan una notable resisten- cia al contacto físico, al hecho de ser tocado o cogi- do, aunque este síntoma tiende a disminuir con la edad. De lactantes suelen ser fáciles de tratar mien- tras se les deje en su cama o en su habitación, siendo catalogados por los padres como niños “muy bue- nos”, que apenas molestan en su crianza, aunque en ocasiones nos encontramos con niños muy difíciles, irritables, que pasan el día gritando y parecen necesi- tar pocas horas de sueño. Unos meses después se muestran carentes de “conductas anticipatorias”, y no realizan los movimientos de acomodación que to- do niño adopta cuando pasan de los brazos de una persona a otra, adoptando una pasividad que dificul- ta esta maniobra. Presentan severos problemas para conectar varios aspectos de las emociones como son el gesto emocional, la vocalización apropiada y la ex- presión facial, considerando todo ello como una for- ma más en la expresión de la falta de empatía y de dificultad en la comunicación. En definitiva se regis- tran además problemas en la comprensión de la mí- mica, de los gestos y del habla, dándose a veces una interpretación anómala de las expresiones faciales humanas más simples como la risa o el llanto. b) Fracaso del desarrollo (adecuado a la edad men- tal y a pesar de las ocasiones para ello) de relaciones con otros niños que impliquen compartir intereses, actividades y emociones. Las relaciones con sus compañeros o no se pro- ducen, o son muy defectuosas y en todo caso no es- tablecen con ellos una comunicación ni participación en actividades lúdicas. Carecen de la iniciativa y de las conductas exploratorias que generalmente propi- cia la curiosidad propia de la infancia. Existe una fal- ta de conductas imitativas de los adultos, de gestos expresivos (saludo, despedida...), de juegos de imita- ción. c) Ausencia de reciprocidad socio-emocional, pues- ta de manifiesto por una respuesta alterada o anormal hacia las emociones de las otras personas, o falta de modulación del comportamiento en la respuesta al contexto social o débil integración de los comporta- mientos social, emocional y comunicativo. Se observa una ausencia de la reciprocidad en la relación social con otras personas y al tiempo una marcada incapacidad para reconocer la singularidad y características individuales de los demás y del he- cho que tengan vida privada, en el sentido de que los niños autistas sufren un deterioro en la capacidad para comprender que las demás personas tienen mente, inteligencia, sentimientos y son seres huma- nos en definitiva. Esta capacidad ya se encuentra presente en niños normales e incluso con retraso mental, al menos desde las edades preescolares, pe- ro en los autistas severamente afectados existe una carencia total de la misma, de aquí que traten a las personas como “objetos”, como si fueran herra- mientas para sus juegos monótonos. En los autismos con handicaps menores se da el caso de que pueden entender el hecho de la individualidad e intimidad de las demás personas, pero de esta circunstancia no infieren ninguna consecuencia en su relación con ellas. d) Ausencia de interés en compartir las alegrías, los intereses o los logros con otros individuos (p. ej., la falta de interés en señalar, mostrar u ofrecer a otras personas objetos que despierten el interés del niño). Como consecuencia de todos estos comporta- mientos anómalos se puede explicar el hecho de la falta de empatía e intuición que con respecto a la in- teracción social presentan los niños autistas, entre las que se encuentran la falta de interés en señalar, mostrar u ofrecer a otras personas objetos que des- 637
  • 4. pierten el interés del niño. En este mismo contexto puede situarse el hecho de que no acudan a sus pa- dres en solicitud de ayuda para satisfacer sus necesi- dades básicas ni tampoco demandan ayuda frente al estrés o enfermedad, y si lo hacen es de forma ina- decuada (mediante gritos, autoagresiones o mostran- do una elevada ansiedad), que los padres con el tiem- po aprenden a interpretar. El resultado final de todo este cuadro clínico confluye en lo que ha venido lla- mado la atención desde el principio en estos niños y es la gran “soledad del autista”, que viene de la ma- no del deterioro social y que puede ser referido a un elevado y específico déficit de la cognición social. Déficit que por otra parte no se encuentra presente en niños normales ni siquiera en niños con retraso intelectual, hasta el punto que en un futuro próximo, el diagnóstico del autismo se basará posiblemente en la elaboración de tests que aclaren la naturaleza de estas habilidades de cognición social. Se ha estableci- do la hipótesis de la posible existencia de dos com- ponentes diferenciados en la comunicación social, el primero de ellos y muy importante para comprender la conducta autista sería aquel que hace mención a la capacidad de ser consciente de su propia subjetivi- dad, de la situación personal en que se encuentran y que en definitiva es la que determina su conducta. 2. Alteración cualitativa en la comunicación. El diagnóstico requiere la presencia de anomalías de- mostrables en, por lo menos una de las siguientes cinco partes: a) Retraso o ausencia total del desarrollo del len- guaje hablado que no se acompaña de intentos de compensación mediante el recurso a gestos alternati- vos para comunicarse (a menudo precedido por la falta de balbuceo comunicativo). En general uno de cada dos autistas no llega a de- sarrollar un lenguaje hablado comprensible para los demás, mostrándose como si estuvieran mudos, no consiguiendo en algunos casos superar los simples balbuceos o la emisión de sonidos extraños y monó- tonos. De hecho cuando se observa el desarrollo del lenguaje en los autistas, muchas veces no presentan la fase prelingüística que se caracteriza por los balbu- ceos, la vocalización recíproca con sus cuidadores, la imitación de vocablos, y si esta se encontrara presen- te, se encuentra gravemente distorsionada. b) Fracaso relativo para iniciar o mantener la con- versación, proceso que implica el intercambio reci- proco de respuestas con el interlocutor (cualquiera que sea el nivel de competencia en la utilización del lenguaje alcanzado). Encontramos una ausencia de comunicación tanto verbal como no verbal, o en su caso un lenguaje es- casamente comunicativo y una comunicación no ver- bal anómala tanto en el contacto visual como en su expresión facial. Los estudios realizados sobre los as- pectos pragmáticos del lenguaje en los autistas muestran el hecho de que éste no es utilizado con propósitos de comunicación con los demás, encon- trándose estos niños muy mal equipados para estas funciones comunicativas y mostrando graves defi- ciencias en el uso de expresiones convencionales en el lenguaje coloquial así como para iniciar o mante- ner una conversación. Junto a ello muestran una au- sencia de capacidad “imaginativa” que se expresa por su falta de interés por escuchar o idear relatos de cuentos, hecho tan frecuente y formativo a lo largo del desarrollo infantil. c) Uso estereotipado y repetitivo del lenguaje o el uso idisiosincrásico de palabras o frases. En ocasiones el lenguaje presenta una falta de ma- durez gramatical, o repite mecánicamente las pre- guntas que se le formulan (fenómenos de ecolalia in- mediata o bien diferida), así como una evitación de pronunciar los pronombres y la inversión pronomi- nal en donde ellos, cuando se refieren a sí mismos, lo hacen en tercera persona. Utilizan un lenguaje metafórico, con neologismos, estereotipias verbales, siendo el lenguaje monótono, mecánico, falto de en- tonación e inexpresivo. Existen peculiaridades en la forma de producir el habla, en lo que afecta al volu- men y el tono de la voz, que constituyen el llamado lenguaje en sonsonete o en staccato. Aprenden a se- guir instrucciones concretas si estas se producen en un contexto particular, pero no cuando se dan en otras circunstancias. Presentan buena memoria al punto de poder repetir frases enteras sin omitir deta- lles. Se da el caso de pacientes que pueden hacer un largo relato sobre una experiencia y luego no tienen capacidad para contestar a preguntas concretas so- bre el mismo. d) Ausencia de juegos de simulación espontáneos o ausencia de juego social imitativo en edades más tempranas. Resulta especialmente significativo el estudio de las actividades simbólicas en los juegos, mediante las cuales el niño realiza una abstracción de las caracte- rísticas de su ambiente y las incorpora en sus activi- dades con los objetos mediante el juego, así utiliza un palo como si de un caballo se tratara y un mantel co- mo la capa de un guerrero para sus juegos. Pues bien el juego simbólico aparece en los niños norma- les a partir del segundo año de vida y se va elaboran- do progresivamente hasta el tercer año en que llega a su plenitud, excepto en los niños autistas en donde existe una ausencia total del juego simbólico 3. Presencia de formas restrictivas, repetitivas y estereotipadas del comportamiento, el interés y la actividad en general. Para el diagnóstico se requiere la presencia de anormalidades, en al menos una de las cuatro áreas: a) Dedicación apasionada a uno o más comporta- mientos estereotipados que son anormales en su contenido. En ocasiones, el comportamiento no es anormal en sí, pero sí lo es en su intensidad y el ca- rácter restrictivo con que se produce. Se observa en ellos una vinculación excesiva a ciertos objetos (piedras, clips, trozos de tela...), que TRATADO DE PSIQUIATR A 638
  • 5. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO seleccionan por su color o textura, y siempre los lle- van consigo, presentando un estado de agitación in- tensa si alguien trata de quitárselos o alterar el uso repetitivo que hace de ellos. b) Adherencia de apariencia compulsiva a rutinas o rituales específicos carentes de propósito aparente. A veces pasan horas enteras alineando enseres y objetos, aunque en realidad presentan auténtica fas- cinación por los objetos redondos y giratorios c) Manierismos motores estereotipados y repetiti- vos con palmadas o retorcimientos de las manos o dedos o movimientos completos de todo el cuerpo. Repiten estereotipadamente ciertas preguntas, exi- giendo siempre las mismas respuestas, y son frecuen- tes los fenómenos rituales compulsivos como andar de puntillas, girar sobre sí mismos rápidamente, eje- cutar el movimiento de “batir alas” como las aves, adoptar posturas peculiares del cuerpo y manos. d) Preocupación por partes aisladas de los objetos o por los elementos ajenos a las funciones propias de los objetos (tales como su olor, el tacto de su su- perficie o el ruido o la vibración que producen). Los autistas con buen nivel cognitivo suelen expre- sar preocupaciones por hechos poco usuales (partes meteorológicos, horarios de trenes...). Pero en todos los casos es muy característica la exigencia de que se sigan unas ciertas rutinas de una forma rígida y que no se alteren sus actividades en lo que ha venido en lla- marse como “insistencia en la monotonía” de tal for- ma que si estas cosas no se respetan, ellos reaccionan de forma muy agitada, haciéndose a veces imposible el predecir qué cambios ambientales les causaran fuer- tes estallidos emocionales. A veces pueden pasar mu- cho tiempo tocando superficies de distintas texturas, otras veces tienden a mostrar interés por sensaciones olfativas oliendo a personas y objetos. Por último hay que señalar la notable restricción de intereses y la pre- ocupación excesiva por pequeños detalles. C. El cuadro clínico no se puede deber a otras va- riedades de trastorno generalizado del desarrollo, a trastorno específico del desarrollo de la comprensión del lenguaje (F80.2) con problemas socioemociona- les secundarios, a trastorno reactivo de vinculación en la infancia (F94.1) tipo desinhibido (F94.2), a re- traso mental (F70-72) acompañados de trastornos de las emociones y del comportamiento, a esquizo- frenia (F20) de comienzo excepcionalmente precoz ni a síndrome de Rett (F84.2). La sintomatología es amplia, compleja como se puede apreciar y en general constituye un síndrome conductual de características evolutivas crónicas, afec- tando de forma generalizada y profunda a casi todas las funciones psíquicas. Tanto es así que existe otra sintomatología acompañante y a la cual no se conce- de un valor diagnóstico específico por sí misma, pero que no por ello resulta menos relevante. Entre estas manifestaciones clínicas no nucleares se consideran las respuestas perceptivas anómalas hasta el punto de mostrar una sensibilidad disminuida al dolor, lo que ha llevado a plantearse la hipótesis de la posible existen- cia de una “agnosia al dolor”, por no exteriorizar ma- lestar ante enfermedades o accidentes dolorosos, o ante las autoagresiones (morderse el dorso de la ma- no). Con menor especificidad que los anteriores, pero con elevada frecuencia se registran síntomas de hipe- ractividad, falta total de iniciativa, conductas autolesi- vas como golpearse la cabeza, morderse las manos, problemas en la inducción o mantenimiento del sueño o el despertar con movimientos de balanceo, trastor- nos del estado de ánimo, con labilidad afectiva, risas y llanto inmotivado, ausencia de reacción emocional, ansiedad generalizada, ausencia de miedo ante peli- gros reales y miedos inmotivados. Graves problemas para masticar, y en general pobre coordinación moto- ra. E incluso existen aspectos clínicos que pueden in- ducir a errores diagnósticos en la práctica diaria; así nos encontramos como estos niños pueden tener una apariencia física normal, frente al aspecto físico dis- mórfico que muchos niños con retraso mental presen- tan. Pero lo que es cierto, es que si bien un niño no necesita parecer retrasado para serlo, un niño con apariencia física normal e incluso con expresión des- pierta e inteligente, que parece estar atento a los deta- lles de su ambiente, puede presentar unos trastornos generalizados y profundos en sus funciones psíquicas. Esto ocurre con frecuencia en los niños autistas, que a pesar de estar atentos a los detalles de su entorno, sin embargo no pueden interpretar los significados abs- tractos de las cosas al nivel de edad que les correspon- de. La presencia de un desarrollo de la motricidad gruesa normal es erróneamente considerado como un indicador adecuado de un buen desarrollo intelectual y a diferencia de lo que ocurre con el lenguaje que sí se muestra como un excelente predictor del funciona- miento intelectivo en edades posteriores. Se ha descri- to la presencia de un buen desarrollo de la motricidad gruesa en los niños autistas y también que este hecho no muestra ninguna validez predictiva para su futuro desarrollo mental. No obstante la habilidad para usar movimientos coordinados y finos en ambas manos es un mejor predictor, pero a veces la presencia de estas habilidades mecánicas en niños autistas, no traducen la capacidad para resolver problemas de tipo viso-es- pacial, pues esta habilidad motora fina, muchas veces no va acompañada de la correspondiente capacidad para el razonamiento abstracto. Se ha descrito con frecuencia la elevada capacidad que presentan estos niños autistas para resolver puzles correspondientes a su edad e incluso por encima de ella, y esto se ha que- rido relacionar con la existencia de una buena capaci- dad intelectual, sin embargo sobre ello existe polémi- ca, pues algunos autores piensan que este tipo de habilidades no requiere una buena capacidad de razo- namiento abstracto y parece estar más en relación con una buena capacidad perceptiva y una buena ha- bilidad viso-motora. Algunos autistas presentan un in- terés temprano y una habilidad para reconocer y ex- presar los signos de la lecto-escritura, a este fenómeno 639
  • 6. se le conoce con el nombre de “hiperlexia”, aunque en realidad se trata más bien de una “pseudohiperle- xia”, pues el hecho en sí, se encuentra en relación con la capacidad de captar el signo del material escrito, mientras que la hiperlexia hace mención a una decodi- ficación de los signos y de su significación para poder expresarlos en palabras escritas. Bien conocida es su especial fascinación por la música, especialmente por la música sinfónica que pueden escuchar durante lar- gos períodos de tiempo, y se da el caso de niños autis- tas carentes de lenguaje que pueden no solamente ta- rarear las tonadillas sino incluso cantar canciones de forma precisa incluyendo la letra. EL AUTISMO ATÍPICO (F84.1) El autismo atípico (F84.10) Cuya atipicidad reside en el inicio posterior a los tres años de edad, pero se satisfacen los demás crite- rios. El autismo atípico (F84.11) En donde la atipicidad es sintomática, y por lo tanto no se satisface el criterio B del autismo com- pleto (F84.0). El autismo atípico (F84.12) En donde la atipicidad hace mención tanto al ini- cio de edad que es posterior, como a la sintomatolo- gía que resulta incompleta. EL SÍNDROME DE RETT (F84.2) Viene sintetizado y resumido en la CIE-10 en los siguientes puntos: A. Normalidad aparente durante los períodos pre- natal y perinatal, desarrollo psicomotor aparente- mente normal durante los primeros meses de edad y perímetro cefálico normal en el momento del parto. Se trata de un síndrome descrito sólo en niñas, de causa desconocida, cuyo desarrollo temprano entre los 7 meses y 2 años de edad es aparentemente nor- mal. La etiología no está aclarada, se habla de un componente genético dado que existe un 100% de concordancia del trastorno en ocho gemelos mono- cigóticos y 0% de seis gemelos dicigóticos, lo cual expresa una herencia dominante ligada al cromoso- ma X, con muerte prematura de los varones por aborto espontáneo. La prevalencia es de 5-15 por 100.000 mujeres. B. Desaceleración del crecimiento cefálico entre los cinco meses y los cuatro años de edad junto a una pérdida de las capacidades motrices manuales previamente adquiridas entre los seis y treinta meses de edad. Esto se acompaña de una alteración de la comunicación y de las relaciones sociales y de la aparición de marcha inestable y pobremente coordi- nada o movimientos del tronco. Este período se caracteriza por una pérdida de ca- pacidades manuales y del habla. Retraso en el creci- miento de la cabeza (microcefalia), y que cursa con pérdida de movimientos intencionales en las manos, se desarrolla ataxia y apraxia del tronco acompañada de escoliosis, esterotipias consistentes en el gesto de retorcerse o lavarse las manos e hiperventilación, y en ocasiones ataques epilépticos. Los EEG en gene- ral se hacen patológicos aunque existen excepciones. C. Grave alteración del lenguaje expresivo y re- ceptivo, junto a un retraso psicomotor grave. En la edad preescolar existe un período de rápido deterioro de las capacidades comunicativas e intelec- tuales. Como consecuencia se da una grave incapa- cidad mental y surge una pérdida de capacidades so- ciales, de lenguaje, neurológicas y motoras que son ya muy evidentes sobre los cuatro años de edad. Al principio estas pérdidas son graduales, y se observa el retraso en el crecimiento, con una microcefalia y retrasos evolutivos. D. Movimientos estereotipados en manos (como de retorcérselas o lavárselas) que aparecen al tiempo o son posteriores a la pérdida de los movimientos in- tencionales. Los movimientos de las manos vienen sustituidos por apraxia, movimientos de aleteo y de lavado de manos, lo cual le confiere una gran semejanza con el cuadro autista. Al final de esta etapa existe una meseta de varios meses que va seguida de un empe- oramiento neurológico con una ataxia del tronco y las extremidades, una marcada escoliosis y unos sín- tomas respiratorios. Después de este período ya se parece menos al trastorno desintegrativo y más a un cuadro neurológico con crisis epilépticas, disminu- ción de la movilidad física, espasticidad, debilidad muscular, coreoatetosis... con muy mal pronóstico, por el notable deterioro motor que acaban confi- nándoles a una silla de ruedas y al grave deterioro intelectual. EL TRASTORNO DESINTEGRATIVO DE LA INFANCIA (SÍNDROME DE HELLER) (F84.3) Estas características clínicas viene resumidas y concretadas en la clasificación CIE-10, en los si- guientes puntos: A. Desarrollo aparentemente normal hasta al me- nos los dos años de edad. Se requiere para el diag- nóstico la presencia de una capacidad normal para la comunicación, para las relaciones sociales y el juego y para los comportamientos adaptativos hasta al me- nos los dos años de edad. TRATADO DE PSIQUIATR A 640
  • 7. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO Difiere del autismo en el momento de inicio pues aparece en niños con evolución normal durante 2-4 años, en los que se da una sintomatología autista tras un breve período de curso agudo o subagudo de una duración de 6-9 meses, con una sintomatología con- ductual tipo ira, rabietas pero con una evolución re- gresiva generalizada y grave y con presencia de con- fusión e hiperactividad. Suele ser menos prevalente que el trastorno autista, con una estimación de 1-4 por 100.000, y con una predominancia de 4/1 en los varones. B. Al comenzar el trastorno se produce una clara pérdida de capacidades previamente adquiridas. Se requiere para el diagnóstico una pérdida clínicamen- te significativa de capacidades (y no sólo un fracaso puntual en ciertas situaciones) en al menos dos de las siguientes áreas: 1) Lenguaje expresivo o receptivo. 2) Juego. 3) Rendimientos sociales o comportamientos adap- tativos. 4) Control de esfínteres. 5) Rendimientos motores. C. Comportamiento social cualitativamente anor- mal. El diagnóstico requiere la presencia demostra- ble de alteraciones de dos de los siguientes grupos: 1) Alteraciones cualitativas en las relaciones socia- les recíprocas (del estilo del autismo). 2) Alteración cualitativa de la comunicación (del estilo del autismo). 3) Patrones restringidos de comportamiento, inte- reses y actividades repetitivas y estereotipadas, entre ellas, estereotipias motrices y manierismos. 4) Pérdida global de interés por los objetos y por el entorno en general. El retraso metal suele ser más frecuente y pro- nunciado que el autismo. Su evolución es incluso peor que la del autismo, aunque en un 20% recupe- ra la posibilidad de hablar pero con las capacidades de comunicación deterioradas. De adultos suelen ser completamente dependientes y requieren cuidado institucional y en su etiología suelen encontrarse trastornos degenerativos o metabólicos del SNC, aunque no se ha detectado ninguna causa específi- ca. D. El trastorno no se puede atribuir a otros tipos de trastornos generalizados del desarrollo, a epilep- sia adquirida con afasia (F80.6), a mutismo selectivo (F94.0), a esquizofrenia (F20.F29), ni a síndrome de Rett (F84.2). EL TRASTORNO HIPERCINÉTICO CON RETRASO MENTAL Y MOVIMIENTOS ESTE- REOTIPADOS (F84.4) El diagnóstico CIE-10, se concreta en los siguien- tes puntos: A. Hiperactividad motora grave manifiesta por lo menos por dos de los siguientes problemas en la ac- tividad y la atención: 1) Inquietud motora continua, manifiesta por ca- rreras, saltos y otros movimientos que implican todo el cuerpo. 2) Dificultad importante para permanecer senta- do: tan solo estará sentado unos segundos por lo ge- neral, a no ser que esté realizando una actividad es- tereotipada. 3) Actividad claramente excesiva en situaciones en las que se espera una cierta quietud. 4) Cambios de actividad muy rápidos, de tal forma que las actividades generales duran menos de un mi- nuto (ocasionalmente duran más si la actividad se ve muy favorecida o reforzada, y esto no excluye el diagnóstico; las actividades estereotipadas pueden durar mucho tiempo y no son incompatibles con es- te criterio. B. Patrones de conducta repetitivos y estereotipa- dos manifiestos por al menos uno de los siguientes: 1) Manierismos fijos y frecuentemente repetidos: pueden comprender movimientos complejos de todo el cuerpo o movimientos parciales tales como aleteo de manos. 2) Repetición excesiva de actividades no encami- nadas hacia ningún fin. Puede incluir juegos con ob- jetos (p.e con el agua corriente) o actividades ritualís- ticas (bien solo o junto a otra gente). 3) Autoagresiones repetidas. C. C.I. menor de 50. D. Ausencia de alteración social de tipo autístico, el niño debe mostrar al menos tres de las siguien- tes: 1) Adecuado desarrollo del uso de la mirada, ex- presión y postura en la interacción social. 2) Adecuado desarrollo de las relaciones con com- pañeros, incluyendo el compartir intereses, activida- des. 3) Al menos ocasionalmente se aproxima a otras personas en busca de consuelo y afecto. 4) A veces puede participar de la alegría de otras personas. Existen otras formas de alteración social, como la tendencia al acercamiento desinhibido a personas extrañas, que son compatibles con el diag- nóstico. E. No cumple criterios diagnósticos para autismo (F84 y F.84.1), trastorno desintegrativo de la infan- cia (F84.3) o trastornos hiperquinéticos (F90) En resumen nos encontramos con un síndrome discutido y en donde se registra un retraso mental grave con hiperactividad, déficit atencional y conduc- tas estereotipadas, y en la que a diferencia de los sín- dromes hiperquinéticos, estos niños no se benefician de la medicación psicoestimulantes, evolucionando en general al llegar a la adolescencia hacia compor- tamientos hipoactivos. Sería identificable de alguna forma con el síndrome descrito por Kramer-Pollnof. De todas formas la clasificación CIE-10, los describe 641
  • 8. con gran detalle, a pesar de que la DSM-IV ni siquie- ra la contempla dentro de su clasificación, este es probablemente uno de lo pocos puntos discordantes entre ambas clasificaciones publicas. TRASTORNO ESQUIZOIDE DE LA INFANCIA (SÍNDROME DE ASPERGER) (F84.5) La clasificación CIE-10, lo sistematiza en los si- guientes criterios: A. Ausencia de retrasos clínicamente significativos en el lenguaje o el desarrollo cognitivo. Para el diag- nóstico se requiere que a los dos años haya sido po- sible la pronunciación de palabras sueltas y que al menos a los tres años el niño use frases aptas para la comunicación. Las capacidades que permiten una autonomía, un comportamiento adaptativo y la cu- riosidad por el entorno deben estar al nivel adecuado para un desarrollo intelectual normal. Sin embargo los aspectos motores deben estar de alguna forma retrasados y es frecuente una torpeza de movimien- tos (aunque no necesaria para el diagnóstico). No presentan retraso en el lenguaje que a veces se presenta como pedante, repetitivo, monótono e inexpresivo. La capacidad intelectual suele ser nor- mal, pero marcadamente torpes en sus actividades, suelen persistir en la adolescencia e incluso en la edad adulta. Es similar al Trastorno Autista excepto que existe una preservación parcial de las habilidades del lenguaje y cognitivas, una mayor inteligencia y por tanto una escasa prevalencia de retraso mental. B. Alteraciones cualitativas de las relaciones socia- les recíprocas (del estilo del autismo). Caracterizado por dificultades cualitativas de inte- racción social de tipo autista, con profunda falta de empatía e incapacidad para reconocer y responder a los gestos y expresiones de los demás, con un reper- torio restringido, estereotipado y repetitivo de activi- dades e intereses similares al autismo, con juegos mecánicos y carentes de fantasía. A pesar detener muy pocos amigos, son sociables y habladores y pueden establecer lazos afectivos con su familia. De todas formas tienden a malentender los mensajes no verbales, presentan dificultades en las relaciones interpersonales especialmente en gru- po, se centran en temas de conversación repetitiva- mente que solamente les interesan a ellos, son inex- presivos, hablan en un tono anormal. C. Un interés inusualmente intenso y circunscrito o patrones de comportamiento, interés y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados, con crite- rios parecidos al autismo aunque en este cuadro son menos frecuentes los manierismos y las preocupa- ciones inadecuadas con el aspectos parciales de los objetos o con partes no funcionales de los objetos de juego. Caracterizados por tener un buen pronóstico, pues logran trabajar, mantener su propia familia e hijos y desenvolverse en actividades profesionales siempre centradas en sus intereses altamente espe- cíficos. Algunos conservan las conductas extrava- gantes aparecidas en la infancia (aislamiento social, intereses restrictivos y repetitivos, lenguaje pedan- te). D. No puede atribuirse el trastorno a otros tipos de trastornos generalizados del desarrollo, a tras- torno esquizotípico (F21), a esquizofrenia simple (F20.6), a trastorno reactivo de vinculación en la in- fancia de tipo desinhibido (F94.1 y 2), a trastorno nancástico de personalidad (F60.5), ni a trastorno obsesivo-compulsivo (F42). Su prevalencia se estima entre 5-15 por cada 100.000, con predominancia masculina de 3-4/1. Su inicio es posterior al del autismo, y el curso suele ser estable con mejoras graduales. Se describen en 1/4 de los casos anomalías EEG y en algunos casos signos de atrofia cerebral. La etiología es desconoci- da y se hipotetiza que es una variante del autismo y sería por tanto un “autismo de alto funcionamien- to”, o como han querido ver otros, una autismo “so- lo del hemisferio derecho”. En el tratamiento se va- loran el entrenamiento en habilidades sociales y motoras, educativas y vocaciones. En muy baja pro- porción, cuando llegan a la edad adulta evolucionan hacia un cuadro de tipo esquizofrénico. Existe ma- yor evidencia de asociarse en la edad adulta a tras- tornos de tipo afectivo. Kasmini (1995) relata una prevalencia entre población con C.I. normal de 10- 26 por cada 10.000, y de 0,4 por 10.000 entre la población de retaso mental moderado. Church (1995), en un estudio de seguimiento de 15 niños con estas características clínicas hasta edades prea- dolescentes, encuentra una evolución muy variada pero con tendencia en todos los casos hacia la me- joría, hasta el punto de desaparecer casi todos los criterios diagnósticos DSM-III-R al inicio de la ado- lescencia, aunque persistiendo algunos disturbios en áreas como el lenguaje y déficits en habilidades so- ciales. Y por último, otras categorías menos expresivas ni definidas pero que dejan la puerta abierta para es- tablecer diagnósticos que no reúnen los estrictos cri- terios mencionados anteriormente, como serían las de: F84.8 Otros trastornos generalizados del desa- rrollo. F84.9 Trastorno generalizado del desarrollo, no especificado. Se trata de una categoría residual que se utilizará en aquellos trastornos que se ajustan a la descripción general de trastornos generalizados del desarrollo, pero que no cumplen los criterios de ninguno de los apartados F84 a causa de una información deficiente o datos contradictorios. F88 Otros trastornos del desarrollo psicológico. F89 Trastorno del desarrollo psicológico, no es- pecificado. TRATADO DE PSIQUIATR A 642
  • 9. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO ETIOLOGÍA FACTORES FAMILIARES Y GENÉTICOS En el estudio de los antecedentes familiares llama poderosamente la atención la escasa prevalencia que este trastorno tiene en relación con otros disturbios psiquiátricos infantiles y que se cifra entre 2,3 y 13 cada 10.000 niños con límite máximo de edad de 18 años, siendo en general los datos más comunes entre los distintos autores el considerar la cifra de 4- 7 por 10.000 como la más adecuada. En el caso que se incluyeran los casos de retrasos mentales severos con características autísticas la proporción se eleva a 20 cada 10.000. Es también un dato muy significati- vo a destacar la relación varón/hembra, en donde es aceptada por todos los autores la mayor proporción entre los varones de 3-4/1, aunque cuando se regis- tra en las mujeres suele cursar con una sintomatolo- gía más grave. Por lo que hace referencia al estatus socioeconó- mico de los padres, los estudios iniciales señalaban una mayor frecuencia en el estrato socioeconómico alto, no obstante en el momento actual no se en- cuentra una preferencia por ningún estrato debido a un mayor conocimiento y sensibilización frente a es- te problema y por otra parte al mejor acceso a los servicios de salud mental infantil por parte de todos los estratos sociales. Existen datos que apoyan el he- cho de que los niños autistas son los primogénitos o los últimos de la fratria, y en todo caso se relacionan con la existencia de mayor numero de complicacio- nes prenatales y perinatales aunque en la actualidad estos datos se cuestionan al existir datos contradicto- rios en este sentido. Es conocida la acumulación familiar notable como lo demuestran las cifras que se desprenden de los es- tudios realizados en gemelos con una concordancia estimada entre gemelos monocigóticos de un 64%, y entre gemelos dicigóticos es de un 9%, (que en el ca- so de Bailey (1995) en el estudio británico sobre ge- melos autistas encuentra una concordancia del 60% en monocigóticos y 10% en diocigóticos), lo que contrasta de forma significativa con las tasas de pre- valencia en la población normal que serían de un 0,02-0,05%. Existen descripciones clínicas en los miembros no autistas de estas familias que presentan problemas de lenguaje y de tipo cognitivo que les ha- ría padecer unas carencias similares pero mucho más ligeras, constituyendo una forma mitigada de es- tos trastornos. HIPÓTESIS PSICOGÉNICAS Las hipótesis psicógenas venían avaladas por el convencimiento del propio Kanner, por las interpre- taciones psicodinámicas, describiéndose a los padres como muy intelectualizados, fríos y que mostraban escaso interés por el niño, no obstante en estudios recientes y comparando a los padres de autistas con los padres de niños normales no se encontraban es- tas diferencias significativas reseñadas. Incluso y de forma paradójica estas teorías encontraron soporte en los estudios de experimentación animal basados en el aislamiento social total y en la ruptura de lazos afectivos entre madres e hijos y entre semejantes. De esa forma los monos Rhesus criados en una cámara aislada sin contacto con sus semejantes, se mostra- ban posteriormente retraídos y solitarios, con con- ductas de balanceo, aferrados a sí mismos y negán- dose a participar en las actividades del grupo. No existen pruebas de que los factores psicosociales o las anomalías que puedan sufrir los padres sean la causa del trastorno autista, de tal forma que los pa- dres de niños autistas no presentan rasgos de perso- nalidad extremos tales como frialdad, obsesión, an- siedad social o irascibilidad, tampoco poseen déficits específicos en cuanto al cuidado infantil y no mues- tran más signos de enfermedad mental o emocional que los padres de hijos con otras patologías. HIPÓTESIS SOMATOGÉNICAS Antecedentes personales Historia perinatal. Se señala como un factor de riesgo el hecho sorprendente y no suficientemente explicado, de que los padres de niños autistas tienen una mayor exposición y manejo de productos quími- cos, así como una elevada incidencia de “hipotiroi- dismo” entre los padres de autistas, se describe una alta infertilidad y abortos entre las madres de estos niños. No existe acuerdo en cuantificar las edades de madres y su posible influencia. Durante el primer tri- mestre de embarazo, las infecciones aparecen de forma relevante en las historias de las madres de ni- ños autistas (rubéola, toxoplasmosis, la sífilis, citome- galovirus, varicela, parotiditis...) se cita la elevada in- cidencia de gestantes que sangran en el período medio del embarazo, así como varias clases de com- plicaciones durante el parto, como la hipoxia, isque- mia y la hemorragia intracraneal Hipótesis neurobiológica Las hipótesis biologicistas parten de la idea de que el autista en los primeros estadios del desarrollo no se puede beneficiar de su ambiente pues no llega a captarlo y tampoco puede enviar mensajes en forma de sonrisas y miradas intencionadas hacia sus padres y cuidadores que promuevan esta relación mutua. Sabido es que los estímulos ambientales son impor- tantes para el crecimiento organizado del cerebro humano, pues bien, estos estímulos son procesados de forma incorrecta por los niños autistas que de es- 643
  • 10. ta forma se encuentran privados de una situación emocional y cognitiva que les es muy necesaria para su desarrollo. Peor, ¿dónde se encuentra el origen de todo este problema, se trata de ambiente externo empobrecido de estímulos o más bien se trata de una incapacidad interna que se da en los niños autistas y que les hace incapaces para procesar los datos que les llegan del mundo externo? Parece que esta es la línea de búsqueda e investigación de las corrientes biologicistas, por cuanto si un niño en los primeros meses de vida se encuentra en un ambiente normal, pero sufre de una disfunción endógena del sistema nervioso central que le incapacita para procesar los estímulos sensoriales externos le puede ocurrir que los estímulos emocionales como son los abrazos, be- sos y caricias de sus padres que son procesados por el sistema nervioso táctil no sean correctamente in- terpretados por el niño autista que rechaza desde el principio este tipo de contacto. Tampoco expresa alegría al explorar el rostro de la madre al existir un procesamiento inadecuado y que se objetiva en el re- chazo de la mirada y del contacto visual, como tam- poco experimenta placer al oír palabras cariñosas y canciones de los padres. Es un hecho aceptado que el síndrome autista tie- ne múltiples etiologías, que afectando al SNC produ- cen una disfunción e incluso se hipotetiza que esa disfunción pueda afectar a circuitos neuronales espe- cíficos. A favor de esta hipótesis está la evidente rela- ción del autismo con el sexo masculino (relación va- rón/hembra de 3/1); con el retraso mental que en un 75%, la aparición de epilepsia en la adolescencia en casi un tercio de los casos, la importancia de los factores genéticos, así como otros estudios enfatizan la importancia del riesgo perinatal, y en todo caso de la combinación de ambos y su influencia en los tras- tornos de aprendizaje que posteriormente se presen- tan, la elevada concurrencia de los trastornos autis- tas con ciertas enfermedades neurológicas como la fenilcetronuria, embriopatria por rubéola, síndrome del cromosoma X frágil, esclerosis tuberosa, encefali- tis herpética, síndrome de Rett, espasmos infantiles, hidrocefalia, acidosis láctica, trastorno de las puri- nas, síndrome de Moebius. Los estudios neuroanató- micos han concedido una gran importancia en la gé- nesis de la sintomatología autista al lóbulo temporal, así como a la disminución de la células de Purkinje en el cerebelo lo que en principio puede determinar anormalidades en los procesos de atención y senso- riales. Los estudios mediante los neurotransmisores cerebrales postulan la existencia de un estado “hiper- serotoninérgico” central y se basan en la respuesta al test de la fenfluramina. La segunda es la hipótesis “dopaminérgica”, y está basada en la eficacia de los agentes tanto agonistas como antagonistas de la do- pamina. Los resultados en general no son conclu- yentes pues las muestras son muy cortas, las técnicas utilizadas son diferentes, existen problemas en la in- terpretación de los resultados, ya que se han obteni- do resultados similares en casos de otras patologías. Existen datos que apoyan la implicación de péptidos opiáceos en el trastorno autista con una disminución de los niveles plasmáticos de endorfinas y una hipe- ractividad de los opioides endógenos, e incluso se han sugerido la existencia de anomalías inmunitarias y trastornos autoinmunes. Las técnicas neurorradio- lógicas estructurales han evidenciado la existencia de asimetrías cerebrales y alargamiento de los ventrícu- los laterales y del tercer ventrículo, hipoplasias en el vermix del cerebelo, lóbulos VI y VII (Courchesne, 1995) y alargamiento del cuarto ventrículo, así como anomalías cerebrales corticales compatibles con alte- raciones tales como polimicrogiria y macrogiria. Se han obtenido comparativamente un aumento en los valores medios de los tres volúmenes cerebrales (vo- lumen cerebral total, tejido nervioso, ventrículos ce- rebrales laterales), sin llegar a aclararse si ese aumen- to es debido a un aumento de la neurogénesis, a una disminución de la muerte neuronal o al aumento del tejido cerebral no neuronal (glia o vasoso sanguíne- os). Las técnicas neurorradiológicas funcionales co- mo son el P.E.T. no aprecian alteraciones regionales respecto al consumo de glucosa en el cerebro, y el SPECT no encuentra disfunciones en el flujo sanguí- neo registrado en las distintas áreas corticales de los autistas, aunque no excluye la posibilidad de que existan disfunciones en áreas más localizadas o inclu- so en zonas subcorticales. EXPLORACIÓN Se debe realizar una evaluación completa psiquiá- trica, que abarque aspectos conductuales, explora- ción de lenguaje y de las capacidades cognitivas para la cual en los casos que sea posible resulta de gran utilidad el uso de la escala de Wechsler y en niños de menor edad o ante la falta de colaboración necesaria se recomienda el uso de una escala de desarrollo en- tre las que se recomienda la escala de Gessell o la es- cala de Bayley. Es necesario la exploración neuroló- gica, en la que se deben descartar la existencia de enfermedades heterodegenerativas, ello se comple- mentara con los estudios EEG por las posibles com- plicaciones convulsivas, y las exploraciones mediante la neuroimagen estructural (TAC, RNM), y la funcio- nal (PET, SPETC). Resulta imprescindible un estudio de posibles alteraciones metabólicas mediante la de- terminación de aminoácidos en sangre y orina, análi- sis cromosómico sobre todo considerando la posibili- dad de un síndrome de cromosoma X frágil; así como un estudio de posibles déficits sensoriales (exa- men audiológico mediante potenciales evocados, examen visual). Por último, es importante realizar una evaluación del entorno del hogar y del apoyo fa- miliar recibido. En la evaluación psiquiátrica por últi- mo no se debe olvidar la evaluación de un posible trastorno del estado de ánimo depresivo o de esta- TRATADO DE PSIQUIATR A 644
  • 11. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO dos de ansiedad que puedan presentarse de forma comórbida, así como tampoco la posibilidad de un trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Especialmente útil resulta para llegar a un diagnósti- co más ajustado a criterios estándar universalmente aceptados, en los últimos años se han desarrollado varias escalas, de entre ellas cabe destacar la “Child- hood Autism Rating Scale (CARS)” y por otra par- te la escala “Autism Behavior Checklist” (ABC) de mayor difusión que la anterior. En ambos casos se maneja un amplio repertorio de síntomas destacan- do y cuantificando también su intensidad. La escala ABC se muestra más útil para realizar un estudio so- bre una amplia población que para el diagnóstico de un caso en particular, mientras que la escala CARS se encuentra mejor validada para el estudio de casos concretos y para la realización de trabajos epidemio- lógicos. En la escala CARS se han hallado tras análi- sis factorial tres factores (deterioro social, emotividad negativa, respuesta sensorial distorsionada), de ca- racterísticas relativamente estables DiLalla (1994). Entre nosotros se ha publicado recientemente la Es- cala Integrada De Valoración del Autismo Infantil (EI- VA), por Trias (1994), que resume y sintetiza las an- teriores. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Si bien los criterios diagnósticos han sido sistema- tizados por la clasificación CIE-10 como hemos ex- puesto anteriormente, quizá el aspecto más apasio- nante ante las grandes variedades y las interrogantes clínicas, es el planteamiento de un adecuado diag- nóstico diferencial. El autismo en general se debe diferenciar de casi todos los cuadros clínicos que se describen en las edades prepuberales, desde los trastornos específi- cos del desarrollo especialmente con los trastornos del lenguaje expresivo o mixtos receptivo-expresivo en los que estos niños se muestran más sociables y comunicativos con gestos; los trastornos por déficit de atención con hiperquinesis por la presencia de esta sintomatología acompañando al cuadro de au- tismo; los trastornos sensoriales como es la sordera congénita aunque el sordo aprende un lenguaje de gestos o lectura de labios alternativo y desarrollan una comunicación muy expresiva o la ceguera con- génita aunque estos niños se relacionan socialmen- te; los trastornos emocionales severos, pero sobre todo con diagnósticos como son la psicosis esquizo- frénica y los retrasos mentales. Con estos últimos, en términos de grado o profundidad del retraso cognitivo, así como de las conductas adaptativas, destacando en este sentido como característica fun- damental del cuadro autista el bajo desarrollo y las anomalías del lenguaje. El diagnóstico diferencial entre el retraso mental y el autismo sobre todo en las edades preescolares, es un tema que crea mu- cha confusión y es fuente de discusión entre los profesionales. Gran parte de este conflicto viene centrado en la relación entre ambas entidades no- sológicas. Así hay autores que piensan que el autis- mo y el retraso mental son una misma cosa, para otros la inteligencia de los niños autistas es seme- jante a la de los niños normales y otro tercer grupo analiza detenidamente el perfil cognitivo y afectivo de los niños autistas y en ello cree ver las diferen- cias entre ambos grupos. Es evidente que en la ac- tualidad la mayor proporción de niños autistas son también mentalmente retrasados y que los test de inteligencia constituyen un buen predictor del futu- ro funcionamiento de los mismos. En sus activida- des lúdicas el autista presenta una ausencia comple- ta del juego simbólico, mientras que el retraso mental presenta un retraso evolutivo según su pro- fundidad en la adquisición del juego simbólico, que de todas formas se encuentra presente. Existen por otra parte notables diferencias en cuanto a las alte- raciones de lenguaje, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo ya descritas en el apartado correspondiente. Se han descrito grandes diferencias entre niños autistas y retrasados menta- les respecto al deterioro de las conductas autistas cuando se encuentran ante personas extrañas a ellos, en la forma de mirarlos, de aproximarse, de tocarlos, de estar cerca, así como también en la comprensión de las situaciones sociales y de los cambios ambientales. Presentan no obstante res- puestas similares a los retrasados en cuanto a las conductas de despedida o separación. Cabe diferenciarlos de los casos extremos de aisla- miento psicosocial como sería la deprivación mater- nal, hospitalismo infantil, que pueden originar en el niño un estado de apatía, aislamiento, alteraciones en el lenguaje, pero que en todo caso mejoran rápi- damente cuando estos niños son colocados en un ambiente psicosocial adecuado y sin carencias, lo cual no ocurre en el caso de los niños autistas. La esquizofrenia prepuberal se diferencia del au- tismo infantil por presentar una edad de comienzo más tardío, por tener un curso evolutivo episódico con remisiones y recrudecimientos que mejora me- diante el tratamiento con fenotiazinas, mientras que en autismo el curso es crónico y no se beneficia es- pecialmente de estos tratamientos. Por último por una expresión clínica diferente, y que en el caso de la esquizofrenia vendría presidida por trastornos del curso del pensamiento, delusiones, alucinaciones, afectividad embotada e incongruente, frente al cua- dro clínico definido claramente para el autismo en trastornos de comunicación, lenguaje, limitación de intereses y estereotipias. Se encuentra documentada la presencia de ante- cedentes familiares de trastorno bipolar y depresivos en los niños pertenecientes al espectro autista, y en ellos una cierta semejanza en aspectos clínicos (reac- ciones afectivas extremas, rasgos obsesivos, cambios 645
  • 12. ciclónicos, habilidades especiales y regresión tras un desarrollo inicial normal), lo cual señalaría cierta identidad en el origen de ambos trastornos (DeLong, 1994). El estudio de las conductas estereotipadas en com- paración con niños no autistas, muestran en la edad preescolar la relativa frecuencia de conductas tales como succión del pulgar, girar el cabello, balancear el cuerpo, más frecuentes en niños y sobre todo en ni- ños maltratados. Se insiste también en la existencia de cuatro tipos de estereotipias: concentración/de- manda, excitación / frustración, aburrimiento / mo- notonía, estimulación / distracción (Troster, 1994). TERAPÉUTICA Los modelos etiológicos psicógeno y neurobioló- gico, que propugnan tratamientos psicoterápicos y psicofarmacológicos respectivamente han mostrado una notable ineficacia en sus resultados, mientras que las técnicas más eficaces para abordar este tipo de problemas han sido los tratamientos mediante programas educativos fuertemente estructurados que no pertenecen a ninguno de estos modelos y que en realidad suponen unas técnicas ateoréticas pero enormemente pragmáticas. Estos tratamientos sue- len ser llevados a la práctica en centros altamente es- pecializados y con personal multidisciplinario y muy abundante (varios terapeutas por cada niño) y con la colaboración de padres a los que se entrena como coterapeutas para seguir trabajando los objetivos te- rapéuticos en casa. Resulta de esta forma que para- dójicamente desde una base de efectividad terapéuti- ca se replantean nuevas bases teóricas en el conocimientos del autismo. En todo caso el plantea- miento terapéutico debe ser multimodal, en donde se balanceen las terapias de tipo conductual útil para controlar síntomas no deseados, promover interac- ciones sociales, incrementar la autoconfianza. La educación especial, la enseñanza de habilidades adaptativas, combinada con el asesoramiento y ayu- da a los padres. En algunos casos se hace necesario el cuidado en un centro de día especializado e inclu- so en una residencia para una mejor protección y una supervisión más controlada. A ellos hay que unir el uso de la psicofarmacología. De todas formas los tratamientos por el momento siguen siendo paliati- vos y sintomáticos y en general mejoran la calidad de vida del niño y de su familia si las estrategias son las más apropiadas. El tratamiento debe ser en lo posible individuali- zado y en todo caso sujeto a una serie de factores tales como la capacidad de expresión y compren- sión verbal y de los niveles de expresión no verbal. Tras establecer un diagnóstico preciso y considerar sus distintas posibilidades etiológicas, se formulará un modelo fuertemente estructurado de educación especial, elaborado en base a programas de modifi- cación de conducta previamente establecidos con objetivos concretos. Este modelo de enseñanza es- pecial suele ser llevado a la práctica en Unidades especiales en régimen de internado o de media pensión y que en todo caso contarán con un eleva- do número de profesores -educadores, en una rela- ción de 3/1 o de 1/1 dependiendo del grado de handicaps del niño autista, que se acomodarán a la edad y grado de desarrollo del niño y en donde existirá una continuidad en las personas, la habita- ción y hasta el tiempo en que se realizan estas téc- nicas. De esta forma se minimizan las necesidades del niño autista en imponer sus rutinas y rituales. De forma complementaria se entrenará a los pa- dres en métodos de modificación de conducta, ya que ellos deben actuar como coterapeutas y traba- jar en programas comunes y sincronizados con el centro. Kientz (1997) estudia comparativamente en autistas y grupo control el perfil sensorial discrimi- nativo encontrando notables diferencias significati- vas en 84 de los 99 ítems que componen la escala, pero entre los distintos grados de autismo, por lo cual lo recomienda como estudio previo antes de iniciar un tratamiento ocupacional par una mejor planificación de las intervenciones terapéuticas en estos niños. En los últimos años se cuestiona el hecho de reali- zar estos tratamientos en régimen de internado, en- contrándose más eficaz el tratamiento cuando se de- sarrolla en el ámbito de un hospital de día, e incluso cuando estos programas tienen lugar en el propio domicilio del paciente. TRATAMIENTOS PSICOFARMACOLÓGICOS Digamos de entrada que los autistas no se benefi- cian del tratamiento con fenotiazinas como en el ca- so de las psicosis esquizofrénicas, siendo este uno de los aspectos diferenciales entre ambos cuadros clíni- cos. No obstante se utilizan en ellos los neuolépticos pero con otras indicaciones. En el tratamiento farmacológico se han empleado las siguientes productos activos: 1. Dosis elevadas megavitamínicas, que han sido encontradas efectivas en algunos subtipos clínicos, y atribuible su acción al efecto sobre el SNC de la vita- mina B6 en combinación con el magnesio. Pfeiffer (1995) realiza una descripción crítica de 12 artículos en donde se obtiene una respuesta favorable siguien- do la teoría ortomolecular de Pauling, mediante la cual estas sustancias compensan defectos bioquími- cos cerebrales. 2. La fenfluramina, similar en su estructura quími- ca a las anfetaminas, pero no en sus efectos neuro- químicos, ha sido muy utilizada en la década de los ochenta (sobre todo como test de estimulación neu- roquímica), pero su acción no ha sido del todo acla- rada y sus resultados son discrepantes. TRATADO DE PSIQUIATR A 646
  • 13. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO 3. Neurolépticos. Se ha utilizado el haloperidol (butirofenona) en dosis reducidas, siendo especial- mente útil para reducir las conductas estereotipadas, de agresividad y agitación y el aislamiento autista. Se ha propuesto su uso de forma discontinua, estable- ciendo descanso de dos días a la semana del fárma- co, por encontrarlo igualmente útil, con excepción de los casos en donde exista una elevada agresividad en donde no es posible la interrupción del tratamien- to. Se preconiza en general en edades entre los 3 y 8 años administrar una dosis diaria de 0,5 a 4 mg, y en estos casos siempre existe el riesgo de originar una diskinesia tardía. Se han utilizado neurolépticos de corte más seda- tivo, buscando precisamente estos efectos tranquili- zantes y por la mayor facilidad en su uso, al no tener efectos colaterales extrapiramidales, entre ellos cabe destacar el uso de la tioridazina y de la clorpromazi- na, en dosis adaptadas a la edad y peso. 4. Antiepilépticos, especialmente el valproato só- dico y la carbamacepina, en las dosis habituales, se muestran especialmente indicadas en los casos fre- cuentes, sobre todo con la llegada de la adolescen- cia, de crisis convulsivas, siendo un hecho de obser- vación frecuente entre los padres, que conforme mejoran y hasta desaparecen las crisis convulsivas se incrementan los trastornos de conducta en estos ni- ños. 5. Las sales de litio, se encuentran especialmente indicadas cuando el cuadro clínico se asocia a tras- tornos de humor, a conductas de tipo disruptivo y cuando se inicia el deterioro frecuente en la adoles- cencia. De todas formas las conductas disruptivas se benefician y disminuyen si el niño hace ejercicio físi- co. 6. Beta-bloqueadores, se han utilizado en autistas con problemas de control de la agresividad y autoa- gresiones. 7. Naltrexona, se viene utilizando en niños autis- tas hospitalizados y a unas dosis que oscilan entre 0,5-2 mg/kg/día, encontrando una mejoría en las conductas de aislamiento, y con dosis elevadas tam- bién en la producción verbal al tiempo que disminu- yen las conductas estereotipadas. Se observa como efecto secundario una mediana sedación. Es, de to- das formas, un tratamiento que requiere estudios más en profundidad. Se plantea la hipótesis de la existencia de un subgrupo de niños autistas en donde se da una anormalidad de los opioides endógenos al tiempo que una interacción alterada entre este siste- ma y el dopaminérgico. Por otro lado se sugiere que la sintomatología autista podría ser la consecuencia de una actividad opiácea cerebral excesiva, que inun- daría el cerebro durante el período neonatal origi- nando desviaciones en la maduración cerebral, y que explicaría la presencia en estos niños de automutila- ciones, de modificaciones de la percepción sensorial (insesibilidad térmica y álgica), reducción de los dese- os de relación social, las anomalías de los procesos de aprendizaje, los trastornos de atención, las este- reotipias. 8. Clorimipramina, se ha utilizado en el tratamien- to de los rituales conductuales, y su efectividad se ba- sa en la eficacia de estos fármacos en los trastornos obsesivo-compulsivos. 9. Clonidina, y agonistas parciales de alfa-adre- nérgicos, actuarían disminuyendo la hiperactividad, la impulsividad y el déficit atencional. 10. Fluvoxamina, ha sido estudiada en autistas adultos, mostrando mayor efectividad que el placebo en la remisión de síntomas tales como los pensa- mientos y conductas repetitivas y la agresividad, al tiempo que muestra mejor tolerancia que otros trata- mientos. 11. Risperidona, dado que elevadas concentracio- nes de serotonina han sido documentadas en el plas- ma de niños autistas, se ha mostrado parcialmente efectiva en el tratamiento de este subgrupo de autis- tas (Purdon, 1994). EVOLUCIÓN Y PRONÓSTICO En general el trastorno autista experimenta una mejoría gradual a lo largo del tiempo, pero la veloci- dad de esta mejoría es muy irregular, y de esta for- ma los períodos de crecimiento evolutivo rápido se alternan con períodos de crecimiento estable lento, y el tiempo maduracional transcurre de forma im- predecible, pudiéndose presentar episodios de re- gresión en diversas situaciones (enfermedades co- munes, situación de estrés ambiental, pubertad) y junto a ello etapas de progresión muy rápidas no explicables por factores externos. Entre los factores que predicen un buen resultado adaptativo se inclu- ye un elevado CI, buenas capacidades lingüísticas, habilidades sociales y comunicativas, así como un comienzo tardío. Los estudios de seguimiento han supuesto un serio intento de valorar las variaciones clínicas a lo largo del curso evolutivo en las psicosis de inicio temprano, las influencias de las intervenciones tera- péuticas de diferentes signos, y en definitiva el resul- tado final en edades adultas. Este esfuerzo fue inicia- do por el propio Kanner y por L. Bender ya en la década de los cuarenta, que partiendo de conceptos etiológicos diferentes (psicógeno y orgánico) y de- nominaciones distintas (autismo y esquizofrenia) impulsaron esta línea de investigación que ha sido seguida por muchos autores. Las dificultades meto- dológicas que presentan estas series de seguimien- to, vienen dadas por las discrepancias respecto a los criterios diagnósticos (bien porque no se detallan su- ficientemente, o porque no se jerarquizan expresan- do claramente cuales son los síntomas suficientes y necesarios para llegar al diagnóstico de forma ine- quívoca), las técnicas de exploración son muy varia- das y obedecen a orientaciones conceptuales a ve- 647
  • 14. ces contrapuestas y por otro lado la escasa preva- lencia de estos trastornos hace que las muestras sean muy cortas en número. Todo ello ofrece una conjunto abigarrado que dificulta la obtención de unos resultados concluyentes y que puedan univer- salizarse. Los resultados son valorables especial- mente en la consideración de subclasificaciones que pertenecen al espectro sintomatológico de lo que ha venido en denominarse como autismo. En general se puede concluir de los estudios publicados las si- guientes conclusiones: 1. La evolución final tiende a ser muy variable, al- gunos casos tienen un progreso social y académico muy pobre (Rutter, 1970), y otros ofrecen una buena evolución sobre todo en logros académicos (Kanner, 1971). 2. En general se obtiene un mal pronóstico, entre un (60-66%) se pueden considerar como de mal pro- nóstico (handicaps severos, ausencia de progreso so- cial e independencia) o muy mal pronóstico (imposi- bilidad de mantener cualquier tipo de existencia independiente). En estos casos de curso desfavorable que se mostraron claramente dependientes de otro adultos en todos los aspectos de su vida, se suelen presentar los siguientes signos: un IQ inferior a 50, y ausencia de lenguaje comunicativo antes de los 5 años, suelen presentar además crisis epilépticas en la adolescencia, y todo ello constituye signos de mal pronóstico. 3. Elevadas tasas de mortalidad, estimables entre 1,5-2% del grupo. 4. Un elevado número de epilepsia sobre todo de comienzo en la adolescencia, entre un 11-29% de los casos. La epilepsia apareció en la adolescencia, siendo de tipo gran-mal y crisis psicomotoras las más frecuentes. 5. Algunos estudios comentan cambios dramáti- cos en el estado mental cuando llegan a la ado- lescencia. Así Rutter (5), en sus serie de 63 casos, encuentra siete niños que muestran un severo dete- rioro. Kanner (6) describe casos en donde existe un notable empeoramiento en estas edades adolescen- tes. Los datos más sorprendentes son el agravamien- to temporal (30%) o permanente (22%) de la sinto- matología, no existiendo diferencias significativas entre los estudios clásicos de autismo y otras psicosis infantiles. Esta agravación consiste en la aparición de: conducta de hiperactividad, agresividad, destruc- tividad (autoagresividad, raramente heteroagresivi- dad), y agravamiento de las conductas impredecibles y la insistencia en mantener inalterable su ambiente típico de edades preescolares; existe una pérdida de habilidades lingüísticas y un cierto deterioro intelec- tual. Esta tendencia es más fuerte en la niñas que en los niños. Las razones de este agravamiento en algu- nos casos se debe a la existencia de severas anorma- lidades biológicas cerebrales; a la mayor exigencia en estas edades de adaptación social; a la presencia de cambios neurohormonales. 6. Una pequeña proporción de los niños diagnos- ticados de autismo en las décadas de los años 40- 60, consiguen un buen nivel de adaptación. En los casos de Lotter (1), (16 sobre 201), o sea el 8%, a los 16 años, acudían a un colegio normal o estaban trabajando. En general un 10% evolucionan favora- blemente en su vida adulta, manteniendo un trabajo estable y formando una familia. Este porcentaje va- ría según los criterios diagnósticos iniciales. En ge- neral se trata de niños con un IQ Ejecutivo superior a 70, con lenguaje verbal comunicativo a los 5 años. Brown (2), estudia 100 niños, con un CI igual o superior a 90 en todos los casos, de los que el pronóstico es favorable en un 83% que consiguen trabajar regularmente o realizan estudios. Aunque desarrollaban fuertes defensas de tipo obsesivo liga- das a la ansiedad, que si bien ejercían un efecto pro- tector sobre la misma, limitaban notoriamente sus relaciones interpersonales cuando eran adultos. Puede decirse en general que de un 2-15% alcanzan un nivel normal en sus funciones cognitivas y adap- tativas. De adultos los síntomas obsesivo-compulsi- vos siguen siendo predominantes, lo cual incluye la marcha estereotipada, los balanceos del cuerpo, la perseveración y el lenguaje confuso, manteniendo además reservados y mostrando una cierta actitud oposicionista. 7. Se concluye que el mejor predictor para un buen pronóstico será: —Presencia de un IQ no verbal elevado. —Presencia de lenguaje comprensivo a los cinco años. —Capacidad de aprendizaje de habilidades socia- les. González (1993) realiza un estudio sobre la estabi- lidad del diagnóstico en un estudio de seguimiento de más de diez años, y en donde se conservaba el diag- nóstico inicial de autismo en el 73% de los casos y en el resto se trataba de formas incompletas o resi- duales. En general la gravedad estimativa descendía ligeramente. El pronóstico se revelaba mejor en aquellos casos en donde ya no se comprobaba el diagnóstico de autismo y en ellos la función intelec- tual se encontraba mejor conservada, a pesar de que todavía persistían las alteraciones del lenguaje y de la interacción social. En cuanto a la evolución del autismo en la edad adulta, L. Wing (1983), sugiere que se observan tres grupos evolutivos del autismo en la edad adulta: 1. De adultos permanecen apartados y se mues- tran indiferentes a la compañía de otras personas. 2. Permanecen pasivos, pero aceptan la compa- ñía de otras personas siempre que no interfieran en sus rutinas. 3. Presentan conductas activas pero extravagan- tes y realizan contactos sociales inapropiados. En los estudios realizados por Gillberg y Steffen- burg, 1987, sitúa al 50% en el primer grupo y 25% respectivamente al grupo segundo y tercero. TRATADO DE PSIQUIATR A 648
  • 15. TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO 649 Conceptos generales 1. Aguero A. Las Psicosis Infantiles. Editado por Jaime Rodríguez Sacristán, editorial Publicaciones de la Universidad de manuales Universitarios, Universidad de Sevilla, 1995; 805-854. 2. Ajuriaguerra J. Manual de Psiquiatria Infantil. Ed Masson et Cia. Paris, 1970. 3. American Psychiatric Association: Diagnostic and statitiscal Manual of Mental Disorders: DSM-IV, Washington (EUA) APA, 1994. 4. Bailey A, Phillips W, Rutter M. Autism: towards an integration of clinical, genetic, neuropsychological, and neurobiological perspec- tives. J Child Psychol Psychiatry 1996; 37 (1): 89-126. 5. Burd L. Childhood onset pervasive developmental disorder J Child Psychol Psychiat 1988; 29, 2: 155-163. 6. CIE-10, Trastornos mentales y del comportamiento. Descripciones clinicas y pautas para el diagnostico. OMS. De Meditor, 1992. 7. Dopchie N. 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