Evento épico de la marina de Chile, que en sus comienzos dirigida por Lord Thomas Cochrane, el mayor Miller y el coronel Beauchef, junto a las fuerzas de Concepción, la infantería de marino y la marinería realizaron aquella gesta en tres embarcaciones (la Moctezuma, el Intrépido y la fragata O`higgins) el día 3 de febrero de 1820.
La Batalla de Yungay. Monumento al roto chileno. Crónicas históricas.
20 de enero de 1839.
Rafael Carranza.
Imprenta Cultura.
Argomedo 363 - A.
Santiago de Chile.
1939.
Represalia ejemplar de los prisioneros de la 109ª Brigada Mixta, en el olivar...Fernando Barrero Arzac
"Un poco antes de mediodía mientras el padre y el hermano trabajan en unas tierras cercanas escuchan las primeras descargas. A las doce de la mañana lucía fuerte el sol cuando los soldados derrotados caen entre lamentos y gemidos, unos encima de otros, mientras agonizan, con los brazos atados con alambres, en el hoyo que, un rato antes, habían cavado. Es el día 15 de mayo de 1939, cuando varias ametralladoras Hotchkiss, siegan la vida de entre 50 y 100 republicanos, en el olivar del cortijo Casa de la Boticaria."
Evento épico de la marina de Chile, que en sus comienzos dirigida por Lord Thomas Cochrane, el mayor Miller y el coronel Beauchef, junto a las fuerzas de Concepción, la infantería de marino y la marinería realizaron aquella gesta en tres embarcaciones (la Moctezuma, el Intrépido y la fragata O`higgins) el día 3 de febrero de 1820.
La Batalla de Yungay. Monumento al roto chileno. Crónicas históricas.
20 de enero de 1839.
Rafael Carranza.
Imprenta Cultura.
Argomedo 363 - A.
Santiago de Chile.
1939.
Represalia ejemplar de los prisioneros de la 109ª Brigada Mixta, en el olivar...Fernando Barrero Arzac
"Un poco antes de mediodía mientras el padre y el hermano trabajan en unas tierras cercanas escuchan las primeras descargas. A las doce de la mañana lucía fuerte el sol cuando los soldados derrotados caen entre lamentos y gemidos, unos encima de otros, mientras agonizan, con los brazos atados con alambres, en el hoyo que, un rato antes, habían cavado. Es el día 15 de mayo de 1939, cuando varias ametralladoras Hotchkiss, siegan la vida de entre 50 y 100 republicanos, en el olivar del cortijo Casa de la Boticaria."
La labor investigadora y represiva del Servicio de Información y Policía Mili...Fernando Barrero Arzac
Franco no sólo no era ningún “ausente” en el programa represivo, sino que él mismo dirigió, porque dependía de su Cuartel General, la fuerza pretoriana más sanguinaria de los días de la Victoria, el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM). Franco era conocedor y protagonista, mediante las fuerzas del SIPM, que aplicaron los “paseos” a toda máquina en abril y mayo de 1939 contra personal civil y contra prisioneros de los campos de concentración como el de Castuera. En aquella “primavera negra” (abril y mayo, 1939) el repunte del “paseo” y de la “ley de fugas” se desbordó. ¿De dónde partió la ejecución del programa de “limpieza rápida”, o “ley de fugas”, de abril y mayo de 1939? Del temible Servicio de Información y Policía Militar (el SIPM). La sorpresa surge cuando caemos en la cuenta de que el jefe último del SIPM era el propio Franco y así figura en los Estatutos: “La Jefatura del SIPM dependerá directamente de S.E. el Generalísimo, cursando todos los asuntos corrientes por conducto del general Jefe del E. M. General”. Gozando en todo momento del asesoramiento de los servicios secretos alemanes e italianos.
Describe la acción de los jinetes del Regimiento de Caballería Alcántara en el que tuve el honor de servir entre 1980 y 1984 y que este año 2012 ha recibido la máxima condecoración española, La laureada de San Fernando por los heroicos hechos protagonizados por el Regimiento que en Julio de 1921, se sacrificó en protección de la retirada del resto de las tropas españolas a Melilla, como consecuencia del llamado desastre de Annual
Complejo concentracionario de Zaldívar, Puebla de Alcocer (Badajoz)Fernando Barrero Arzac
Durante los postreros días del mes de marzo de 1939, tras la entrega o rendición de las Brigadas Mixtas en los frentes, y con ello la caída del último territorio que defendía la República Española en Extremadura, al noreste de la provincia de Badajoz, los combativos soldados se convirtieron en vencidos cautivos, encerrados en dos cortijos denominados Casa de la Boticaria y Casa de Zaldívar, habilitados ambos como el “Campo de concentración de Zaldívar”, en el término municipal de Puebla de Alcocer.
Este Campo lo dirigían y custodiaban miembros del S.I.P.M., Servicio de Información y Policía Militar, unidad de servicios secretos, especializada en la investigación y clasificación político-social, cuyo artículo 1º de su Reglamento describía que su Jefatura “dependerá directamente de S.E. [Su Excelencia] el Generalísimo”. Franco no sólo no era ningún “ausente” en el programa represivo, sino que él mismo lo dirigió, a través de este organismo que se encontraba integrado en el organigrama de su Cuartel General en Burgos.
Durante aquella “primavera negra” (abril y mayo, 1939), se transfirió la jurisdicción de los cautivos investigados y seleccionados en el “Campo de Concentración de Zaldívar”, de la 19ª División del Ejército del Centro franquista a la 21ª División del Ejército del Sur, coincidiendo con el cierre del mismo a efectos oficiales, el 26 de abril, en que dejó de existir, no así los soldados republicanos encerrados que siguieron permaneciendo allí hasta que bajo el declarado “Estado de Guerra” que permitía “Carta Blanca” con los prisioneros, el 15 de mayo de 1939, se “paseó” a un número indeterminado de personas, que oscila entre 51 y 100, en las fosas que habían cavado ellos mismos unas horas antes, en el olivar del cortijo Casa de la Boticaria.
Roberto Clemente: En el Cielo lo que se juega es BéisbolFernandoRomanMiro
Esta es una novela biográfica basada en hechos reales y eventos no comprobados, visualizado en ideas de ficción desde el punto de vista del autor. Recoge los 30 últimos dramáticos meses de la vida terrenal del astro boricua Roberto Clemente Walker, dentro y fuera del terreno de juego.
Esta tercera edición, primera cibernética, se la dedicó a mis hermosas hijas, Mara Michelle y María Fernanda, las luces de mis ojos y mis nietos, Brianna Lyn, Josiah Jai, Leia Ann y Adalie Carmen, que continuarán mi existencia. Los amo cada día, cada día.
Fernando Barrero Arzac. Historia y tragedia de la 109ª BM en el Campo de Zald...Fernando Barrero Arzac
Lucía fuerte sol cuando, a los prisioneros incomunicados en el cortijo de Las
Boticarias, los vieron por última vez, abriendo dos zanjas paralelas que sirvieron para
acoger sus propios cuerpos una vez que fueron ejecutados por las fuerzas nacionalistas.
Un poco antes de mediodía se escuchan las primeras descargas
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La labor investigadora y represiva del Servicio de Información y Policía Mili...Fernando Barrero Arzac
Franco no sólo no era ningún “ausente” en el programa represivo, sino que él mismo dirigió, porque dependía de su Cuartel General, la fuerza pretoriana más sanguinaria de los días de la Victoria, el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM). Franco era conocedor y protagonista, mediante las fuerzas del SIPM, que aplicaron los “paseos” a toda máquina en abril y mayo de 1939 contra personal civil y contra prisioneros de los campos de concentración como el de Castuera. En aquella “primavera negra” (abril y mayo, 1939) el repunte del “paseo” y de la “ley de fugas” se desbordó. ¿De dónde partió la ejecución del programa de “limpieza rápida”, o “ley de fugas”, de abril y mayo de 1939? Del temible Servicio de Información y Policía Militar (el SIPM). La sorpresa surge cuando caemos en la cuenta de que el jefe último del SIPM era el propio Franco y así figura en los Estatutos: “La Jefatura del SIPM dependerá directamente de S.E. el Generalísimo, cursando todos los asuntos corrientes por conducto del general Jefe del E. M. General”. Gozando en todo momento del asesoramiento de los servicios secretos alemanes e italianos.
Describe la acción de los jinetes del Regimiento de Caballería Alcántara en el que tuve el honor de servir entre 1980 y 1984 y que este año 2012 ha recibido la máxima condecoración española, La laureada de San Fernando por los heroicos hechos protagonizados por el Regimiento que en Julio de 1921, se sacrificó en protección de la retirada del resto de las tropas españolas a Melilla, como consecuencia del llamado desastre de Annual
Complejo concentracionario de Zaldívar, Puebla de Alcocer (Badajoz)Fernando Barrero Arzac
Durante los postreros días del mes de marzo de 1939, tras la entrega o rendición de las Brigadas Mixtas en los frentes, y con ello la caída del último territorio que defendía la República Española en Extremadura, al noreste de la provincia de Badajoz, los combativos soldados se convirtieron en vencidos cautivos, encerrados en dos cortijos denominados Casa de la Boticaria y Casa de Zaldívar, habilitados ambos como el “Campo de concentración de Zaldívar”, en el término municipal de Puebla de Alcocer.
Este Campo lo dirigían y custodiaban miembros del S.I.P.M., Servicio de Información y Policía Militar, unidad de servicios secretos, especializada en la investigación y clasificación político-social, cuyo artículo 1º de su Reglamento describía que su Jefatura “dependerá directamente de S.E. [Su Excelencia] el Generalísimo”. Franco no sólo no era ningún “ausente” en el programa represivo, sino que él mismo lo dirigió, a través de este organismo que se encontraba integrado en el organigrama de su Cuartel General en Burgos.
Durante aquella “primavera negra” (abril y mayo, 1939), se transfirió la jurisdicción de los cautivos investigados y seleccionados en el “Campo de Concentración de Zaldívar”, de la 19ª División del Ejército del Centro franquista a la 21ª División del Ejército del Sur, coincidiendo con el cierre del mismo a efectos oficiales, el 26 de abril, en que dejó de existir, no así los soldados republicanos encerrados que siguieron permaneciendo allí hasta que bajo el declarado “Estado de Guerra” que permitía “Carta Blanca” con los prisioneros, el 15 de mayo de 1939, se “paseó” a un número indeterminado de personas, que oscila entre 51 y 100, en las fosas que habían cavado ellos mismos unas horas antes, en el olivar del cortijo Casa de la Boticaria.
Roberto Clemente: En el Cielo lo que se juega es BéisbolFernandoRomanMiro
Esta es una novela biográfica basada en hechos reales y eventos no comprobados, visualizado en ideas de ficción desde el punto de vista del autor. Recoge los 30 últimos dramáticos meses de la vida terrenal del astro boricua Roberto Clemente Walker, dentro y fuera del terreno de juego.
Esta tercera edición, primera cibernética, se la dedicó a mis hermosas hijas, Mara Michelle y María Fernanda, las luces de mis ojos y mis nietos, Brianna Lyn, Josiah Jai, Leia Ann y Adalie Carmen, que continuarán mi existencia. Los amo cada día, cada día.
Fernando Barrero Arzac. Historia y tragedia de la 109ª BM en el Campo de Zald...Fernando Barrero Arzac
Lucía fuerte sol cuando, a los prisioneros incomunicados en el cortijo de Las
Boticarias, los vieron por última vez, abriendo dos zanjas paralelas que sirvieron para
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Ipsos, empresa de investigación de mercados y opinión pública, divulgó su informe N°29 “Claves Ipsos” correspondiente al mes de abril, que encuestó a 800 personas con el fin de identificar las principales opiniones y comportamientos de las y los ciudadanos respecto de temas de interés para el país. En esta edición se abordó la a Carabineros de Chile, su evaluación, legitimidad en su actuar y el asesinato de tres funcionarios en Cañete. Además, se consultó sobre el Ejército y la opinión respecto de la marcha en Putre.
Diapositivas D.I.P.. sobre la importancia que tiene la interpol en HonduraspptxWalterOrdoez22
Es un conjunto de diapositivas creadas para la información sobre la importancia que tienen la interpol en honduras y los tratados entre ambas instituciones
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U530 se rinde en mar del plata el 10 de julio 1945
1. U530 se rendía en Mar del Plata el 10 de Julio 1945
El 10 de julio de 1945, la ciudad de Mar del Plata se conmocionó con la rendición del submarino alemán U -530. El
entonces coronel Rómulo H. Bustos estaba al frente de una de las baterías antiaéreas que controlaban la costa. En esta
nota, el militar (R) cuenta a LNR curiosos episodios previos a su desembarco y detalles de la nave y su tripulación
El 10 de julio de 1945, la ciudad de Mar del Plata se conmocionó con la rendición del submarino alemán U -530. El
entonces coronel Rómulo H. Bustos estaba al frente de una de las baterías antiaéreas que controlaban la costa. En esta
nota, el militar (R) cuenta a LNR curiosos episodios previos a su desembarco y detalles de la nave y su tripulación
El coronel (R) Rómulo Horacio Bustos, nacido en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1921, es desde todo punto de vista
un sujeto interesante. Menudo, luciendo su cuidada barba candado blanca, resulta siempre un narrador apasionante. De
larga trayectoria en el campo de la inteligencia militar, acaba de terminar un libro, todavía inédito, titulado Un Perón
poco conocido. Como oficial de Artillería, además, se hallaba destinado en Mar del Plata durante el invierno de 1945,
justo cuando se produjo el misterioso arribo y la rendición de los submarinos alemanes U-530 y U-977, dos meses después
de haber concluido la guerra en Europa.
“Ese invierno en Mar del Plata –señala Bustos– me tocó vivir varios episodios más que sugestivos. Yo me desempeñaba por
entonces como jefe de una batería de tiro en la Agrupación Antiaérea, destacada en la zona de Parque Camet. Corría la
primera quincena de junio cuando, una tarde, nos reunió a todos los jefes de batería en su despacho el comandante de la
agrupación, el teniente coronel Pedro Lagrenade, para comunicarnos que acababa de recibir un texto cifrado del
Comando en Jefe del Ejército por el cual se le ordenaba cubrir con todos sus efectivos (armados con munición de guerra)
un amplio sector de la costa comprendido entre el puerto de Mar del Plata y la laguna de Mar Chiquita para oponerse a
posibles desembarcos desde submarinos alemanes.
“A mi batería –relata el oficial– le tocó cubrir el extremo del dispositivo defensivo que se apoyaba en la laguna.
Contábamos con nueve cañones livianos Oerlikon emplazados en el sector asignado sobre el acantilado, con todo el
armamento cargado y listo para abrir fuego. Una de esas noches, que fue especialmente oscura, lluviosa y ventosa,
pasada la medianoche advertí que desde el mar se dirigían hacia un sec tor de la costa cercano al nuestro señales
luminosas con cortos intervalos. Ante su reiteración, me comuniqué de inmediato con el jefe de la agrupación. Al llegar
el teniente coronel Lagrenade a mi puesto de combate le indiqué el lugar de donde provenían las señales, pero para
entonces ya se habían desvanecido.”
Cuenta Bustos que, sin embargo, cuando su comandante estaba por retirarse del lugar en su vehículo, se reanudaron las
señales desde el mar. “Lagrenade –dice– dispuso que acudieran al sector los efectivos más próximos y que, de producirse
desembarcos, hiciéramos la mayor cantidad posible de prisioneros. De todas formas, las señales luminosas, cada vez más
espaciadas, comenzaron a desaparecer después de la 1 de la madrugada, ya sea porque las malas co ndiciones climáticas
(el mar embravecido y fuertes vientos cruzados) hacían muy peligroso el desembarco en gomones, o porque los
tripulantes del misterioso navío habían sido advertidos del emplazamiento militar que los esperaba en la costa.”
Señala el oficial que, como en las noches siguientes las señales no se repitieron, en todo el sector el dispositivo quedó
reducido a puestos de observación. Según afirma, acerca de todo ese episodio se produjo un informe que fue remitido al
Comando en Jefe del Ejército con carácter muy secreto.
UNA CAVERNA CON SORPRESAS
Bustos recuerda que el segundo y extraño episodio del que fue testigo presencial ocurrió a fines de junio, tal vez diez días
después del anterior, y se dio de forma accidental en la playa. “Esta vez –agrega– todo ocurrió en una mañana soleada,
2. con una temperatura agradable. Yo había bajado a la playa con mi unidad para practicar ejercicios de puntería y tiro con
munición de fogueo. La playa (de diez metros de ancho en ese sector) estaba limitada por un acantilado rocoso de unos
25 metros sobre el nivel del mar. Los cañones de mi batería los de-sarmábamos y los bajábamos a la playa mediante
sogas. Luego los armábamos y cargábamos con munición de fogueo. Al término del ejercicio venía el rancho de la tropa y,
luego, un momento de descanso. Fue entonces cuando uno de mis soldados descubrió una caverna en el acantilado de
casi tres metros de profundidad. Allí pudimos observar, a 10 o 20 centímetros por encima de las marcas que dejaba la
marea alta, que alguien había colocado tres tablones de madera apoyados sobre sus bordes. En ellos se apilaban varias
decenas de latas del tamaño de las de cerveza, pero sin identificación visible, salvo una letra estampada. La primera lata
que abrimos contenía pan negro que parecía recién horneado, y la siguiente, barras de chocolate, lo que me hizo estimar
que las demás también contenían bebidas y otros alimentos. Por supuesto que relacioné este incidente con las curiosas
señales nocturnas de días atrás (que habían tenido lugar en el mismo sector). No me quedó entonces ninguna duda de que
ese lugar era un punto de apoyo, ya fuera para aprovisionar a los submarinos alemanes que se movían por la zona, o para
brindar alimentos frescos a viajeros clandestinos desembarcados en el sitio.
“Cuando informamos de este inesperado hallazgo al jefe de la agrupación –continúa Bustos– éste dispuso sacar fotografías
desde diversos ángulos del interior y el frente de la caverna, así como retirar todas las latas y los tablones, y redactar un
detallado informe con mi declaración y la de mis oficiales. Todo el material incautado, las fotografías y el informe fueron
llevados ese mismo día por el teniente coronel Lagrenade al Comando en Jefe. Ignoro qué sucedió a partir de allí con tan
sugestivo hallazgo, que considero una prueba concluyente de la existencia de desembarcos clandestinos en nuestro litoral
atlántico.
“Llamó mucho mi atención que el periodismo local no informara nada sobre estos episodios, pese a que la versión circuló
sin parar entre la población marplatense (seguramente difundida por algunos de mis hombres).”
Las sospechas de Bustos aumentaron cuando, entre julio y agosto de ese año, dos submarinos alemanes llegaron a Mar del
Plata para rendirse: el U-530 y el U-977. “El día previo a la llegada del U-530 –cuenta– me había tocado participar con los
integrantes de mi batería en el desfile militar del 9 de Julio, por la avenida Colón, en una jornada fría pero soleada. Al
día, siguiente, el 10 de julio, la ciudad se conmocionó con la llegada y la rendición del submarino alemán U-530, una
noticia que tendría trascendencia nacional e internacional, y no se podría ocultar como los hechos anteriores de los que
había sido testigo.
“El U-530 venía al mando del teniente de fragata Otto Wermuth. Las autoridades navales me comentaron que les
sorprendió el desmantelamiento de su cañón de proa y de dos ametralladoras de grueso calibre. Cuando pude visitar la
nave, tres días después de su llegada, me llamaron la atención dos cosas: en primer lugar, el olor nauseabundo que había
en su interior (pese a tener desde su llegada todas las compuertas abiertas), fruto del hacinamiento y la prolongada
navegación sumergida. En segundo lugar, la presencia en su interior de latas idénticas a las que habíamos encontrado en
la caverna de la playa. La tripulación de la nave era sorprendentemente joven (entre 18 y 20 años) y presentaba un
generalizado cuadro de agotamiento y desnutrición. Los marinos germanos llevaban largas cabelleras y barbas
descuidadas. No bien fueron desembarcados en la base naval, se alimentaron con naranjas y todo tipo de cítricos para
combatir los posibles efectos del escorbuto. El interior del submarino era muy angosto, y tuvimos que caminar en posición
algo agachada y terriblemente incómoda. Incluso la cabina del comandante Wermuth era muy pequeña y austera. No se
observaba ningún símbolo o emblema nazi en el interior de la nave. La tripulación tenía hamacas coy para dormir.
“Pude conversar con el comandante del submarino, el teniente de fragata Wermuth, que hablaba correctamente el inglés
y el francés. Me comentó que cerca del extremo nordeste del Brasil le había llegado la última orden del almirante
Doenitz de rendirse a los aliados. Dijo textualmente que no lo había hecho en Montevideo porque «los uruguayos nos
quemaban en la plaza pública». Wermuth estaba alojado con sus oficiales en el guardacostas General Belgrano y el resto
de su tripulación, en carpas instaladas en una cancha de fútbol, donde se les servían puntualmente papas hervidas y
limones a pedido del médico de a bordo. Recuerdo que el comandante alemán me pareció muy juvenil y simpático. Tenía
tan sólo 26 años y una larga y peligrosa travesía por el Atlántico a sus espaldas. Las penurias de la guerra no habían
borrado en nada el aire aniñado de su cara, con una incipiente barba rubia cubriéndole el mentón y un fino y alargado
bigote rubio; un rostro un poco a lo Jesús. Mostró evidentes signos de afecto hacia nosotros, además de agradecimiento
por el buen trato que los militares argentinos le habían brindado a él y a su tripulación. No me pareció especialmente
fanático o nazi. Sólo hablaba de cómo extrañaba a su familia.”
Por Ernesto G. Castrillon y Luis Casabal Fotos: Anibal Greco/ Mauro Rizzi y gza. de la Armada Argentina.
revista@lanacion.com.ar