Vida cotidiana en ávila en tiempos de Santa Teresa - Iván García Vázquez
1. VIDA COTIDIANA EN ÁVILA DURANTE LA ÉPOCA DE SANTA TERESA
Iván García Vázquez Conferencia pronunciada en la Casa
arqueólogo e Historiador Museo de Santa Teresa (Ávila, 22-10-11)
Índice
1.- La ciudad y la tierra de Ávila
1.1.- Barrios
1.2.- Las calles
1.3.- Algunos espacios públicos
1.4.- Las viviendas
1.5.- El ajuar
2.- La gastronomía
2.1.- Hábitos y costumbres
2.2.- La buena mesa
3.- Sanidad e Higiene
3.1.- El aseo
3.2.- La ciencia médica
3.3.- Los útiles del cirujano
3.4.- Especialistas
3.5.- Epidemias
4.- El vestido
4.1.- Hombres
4.2.- Mujeres
4.3.- Niños
5.- Personalidad
6.- Justicia
7.1.- La Justicia
7.2.- Los criminales
7.3.- Las prisiones
7.- Vida social
8.1.- Pobreza
8.2.- Relaciones sociales
8.3.- Espectáculos
8.- Trabajo
9.- La enseñanza
10.- El ciclo de la vida
10.1.- Natalidad
10.2. - Familia
10.3.- Muerte
a).- La preparación del cadáver
b). El ritual funerario
c).- Actitudes ante la muerte
- Las viudas
- Los huérfanos
d).- Ávila: Entre el camposanto y la maqbara
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2. 1.- LA CIUDAD Y TIERRA DE ÁVILA
En el siglo XVI, la ciudad de Ávila ya había rebosado el cinturón pétreo que la encorsetaba
durante la Edad Media. Prácticamente la estructura bajomedieval era la que se conservaba encerrada y
protegida por un cinturón defensivo de 2500 metros de almenas, con 3 m de grosor, de 14 a 20 metros de
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altura, 88 torreones, 6 puertas y 3 portillos . La muralla databa de tiempos de Alfonso VI, cuando ya en el
año 1090 encarga a Raimundo de Borgoña, la repoblación de la ciudad, finalizando su conclusión en el
siglo XII.
Es Ávila en aquellos años del Renacimiento una ciudad pequeña, pero bulliciosa y muy activa,
aunque bien es cierto, que este efímero bullicio anunciaba el declive de los siguientes años. Contaba
entonces unos 13.000 habitantes, siendo casi 3.000 de ellos (un 20 %), moriscos y mudéjares.
La construcción de grandes inmuebles señoriales como la Mansión de los Velada, la Mansión de
los Águila, el Palacio de Benavides, el Convento de las Gordillas, la Iglesia de san Juan, la Mansión de los
Superunda, el Palacio de los Almarza o el convento de San Antonio, marca el ritmo diario de la urbe.
Mercados, tabernas, bullicio cotidiano que parece envolvernos con la ayuda de nuestra imaginación en un
viaje por el tiempo. Más, ¿cómo vivían los abulenses coetáneos de Santa Teresa? ¿Qué comían? ¿Cómo
vestían? ¿Qué pensaban? ¿Cómo se relacionaban?
Durante los próximos minutos realizaré un breve recorrido, unas pinceladas, sobre diversos
aspectos del quehacer diario de los moradores de la ciudad de Ávila y sus costumbres.
2
1.1.- Los barrios
Las cuadrillas o barrios de la ciudad estaban organizadas, en cierta manera, según su
especialización artesanal, aprovechando en ocasiones su ubicación con respecto a algunas fuentes de
aprovechamiento.
La cuadrilla de San Martín, ya en el siglo XIV, agrupaba a un número importante de canteros,
3
tejedores y hortelanos .
San Esteban era el barrio típicamente industrial, y en él se concentraban las artesanías del
cuero y del textil. El motivo está sin duda en la cercanía con el punto en que el río Adaja se estrecha,
facilitando la instalación de batanes, lavaderos de lana, tenerías, etc. industrias que necesitaban de una
provisión de agua corriente para eliminar los malos olores que generaban tanto el lavado como el tintado
de pieles y telas.
San Nicolás, al sur y mirando al río, participa de parecidas circunstancias, por lo que es el
segundo en población industrial y sobre todo en el trabajo manufacturero textil. Sin embargo, lo que más
le caracteriza es la dedicación agrícola por su carácter de arrabal volcado al valle de Amblés y por ser el
barrio al que más afluye la población que desde el campo viene a la ciudad, por ello también tiene la
mayor cantidad de población no activa; en esto se asemeja al arrabal del norte, San Andrés.
San Juan es la cuadrilla aristocrática por excelencia: allí vivía, en 1566, el 35,1 % de los
hidalgos de Ávila (119 de 339) y sólo el 16,5 % de los pecheros. Situada intramuros, como San Esteban,
en el corazón de la ciudad y en su parte alta, no registra ningún trabajador del sector primario y en cambio
casi todos los burócratas y trece de los dieciséis mercaderes viven aquí. De las 80 personas que más
pagaron en el impuesto del Servicio Real de 1571, 32 pertenecían a esta cuadrilla. Aunque el sector
manufacturero estaba bien representado, llama la atención que sólo 8 artesanos se dedicasen al trabajo
propiamente textil y en cambio 50 lo hagan a la confección, en idéntica proporción pero a la inversa de lo
que sucedía en San Esteban.
La cuadrilla de San Pedro participa de alguna de las características de San Juan a causa de su
situación más o menos céntrica; aunque también aquí viven muchos hidalgos (101, el 29,7%), lo que la
distingue es la cantidad de clérigos: 67 de un total de 157 (el 42,6%). En conjunto, entre San Juan y San
Pedro acogen el 64,1 % de los exentos y sólo el 33,7% de los pecheros (siempre referido a 1566). Desde
1
Gutiérrez Robledo, J. L. Las murallas de Ávila, arquitectura e Historia. Avila, Diputación Provincial,
2009.
2
Tapia Sánchez, Serafín. “Estructura ocupacional de Ávila en el siglo XVI”, en El pasado Histórico de
Castilla y León, vol. II. Edad Moderna. Burgos, Junta de Castilla y León, 1983. pp. 201-223.
3
Martinez Serna, p. 86.
2
3. el punto de vista laboral, en San Pedro vivía el mayor número de sastres (seguido a corta distancia por
San Juan): la mayor capacidad adquisitiva de los vecinos de estos barrios sería su fundamento, lo mismo
que el que también se asentaran aquí la mayor cantidad de criados.
San Andrés y la Trinidad eran, junto con San Nicolás, los arrabales. San Andrés, al norte, era el
barrio más pobre: sólo aportó en 1571 el 6,3% del impuesto repartido cuando su población pechera era el
15,9%. Aquí vivían casi todos los molineros, alrededor de la presa del río Adaja y gran parte de los
acarreadores y algunos hortelanos.
Al sur, la Trinidad, donde en el tercer tercio del siglo se asentarán moriscos granadinos y
mudéjares, era un arrabal que como los demás recibirá gran parte de la población que afluye a la ciudad
en los momentos de auge y que, por otra parte, se despoblará en mayor proporción que el centro a lo
largo del siglo XVII (así, en 1571 posee el 18,9% de la población pechera y en 1627 el 10 %). Aparte de la
dedicación agrícola a que nos hemos referido y que compartía con San Nicolás, tiene una cierta
especialización por las artes metálicas, en especial la calderería: hay indicios de que este oficio era casi
monopolizado por los moriscos antiguos o convertidos, algo parecido a lo que sucede con los arrieros y
los moriscos granadinos que también se asientan mayoritariamente en esta cuadrilla.
Socialmente, el barrio de las Vacas junto con los de Santiago y San Nicolás fueron los lugares
receptores de la población musulmana tras la reconquista, a los que se sumaron hacia 1570, 218
familias de moriscos expulsadas de Granada y 189 de mudéjares, llegando a alcanzar la mitad de la
población de estos barrios. Era un grupo económicamente pudiente, en tanto que el resto de los
habitantes de esos barrios eran labradores de pocos recursos.
El arrabal judío se encontraba en la mitad occidental del recinto amurallado, donde años
después se fundaría el Hospital de Santa Escolástica.
La zona del Grande quedó caracterizada, en el siglo XVI, por la profusión de tabernas. En
aquellos años existían numerosas tascas y bodeguillas en la ciudad, y conllevaban una serie de
desórdenes públicos. Para solventar este problema de orden social, el Concejo ordenó suprimir la mitad,
quedando aún media docena de ellas en esta populosa plaza.
1.2.- Las calles
Las calles de la ciudad están adaptadas a la topografía de una plaza fuerte asentada sobre un
risco de 1.130 m de altitud, que convierte a Ávila en la capital española situada a mayor altitud. La
estructura urbana es desordenada, siguiendo el modelo medieval. Sus calles son estrechas, para evitar el
predominio de los vientos fríos en invierno, y acogiéndose a la sombra que proyectan sus fachadas en
verano.
Los soportales, que abundan en el Chico y en el Grande, tienen su origen en las juderías
medievales, asegurando el comercio en días inclementes.
Las calles no se encuentran empedradas. Abunda el barro en las plazas y esquinas durante el
invierno, y el polvo en los cálidos días de verano. Las plazas son lugares idóneos para hacer corrillos.
Soldados, algunos estudiantes de teología, médicos y barberos, artesanos, pícaros, comerciantes, monjas
y frailes… todo un variopinto retablo de tipos que poblaban aquellas calles animosas.
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La limpieza de las calles no era muy efectiva. Como anécdota, señala Mariano Serna que la
cruz de la Puerta del Mariscal fue instalada en el siglo XVI: “con la intención de disuadir a los abulenses
de que no depositaran basuras junto a la puerta –cosa que por cierto también ocurría en otros accesos a
la ciudad. Las cruces, que en principio produjeron el resultado esperado no solucionaron definitivamente
el problema pues con el paso del tiempo, superado sus escrúpulos, los abulenses volvieron a las andadas
y así a finales del XIX, esta puerta y su vecina la del Carmen y de San Vicente eran, al parecer, auténticos
muladares”.
La calle está animada desde primera hora del día “Amanecerá dios y medraremos”. La jornada
del español de la época arrancaba con el día y se perdía con la noche.
En algunas plazas se disponían fuentes para el abastecimiento de aguas. Hay constancia de
que en 1539 se instaló una en la plaza del Chico cuyas aguas, al igual que las del resto de fuentes de la
ciudad, procedían de las Hervencias. Las atarjeas estaban realizadas con piedra y ladrillo, realizando un
viaje por el acueducto de las Gordillas, de 325 m y 25 arcos. Este agua abasteció a la ciudad de Ávila
hasta 1929, cuando comenzó el suministro desde el embalse de Becerril. Otra concurrida fuente pública
4
Op. cit. p. 236.
3
4. se ubicaba en el actual palacio de los Sofraga, antaño plaza pública, y que hoy puede verse junto a la
Puerta de San Vicente de la muralla.
Existen algunos lugares de abastecimiento de productos: la casa de las carnicerías, el
matadero, y los mercados del Grande y del Chico. En este último existieron hasta 1509, unas casas
destinadas a censos y carnicerías, que fueron adquiridas por el consistorio para edificar el edificio del
ayuntamiento.
La Casa de las Carnicerías había sido concebida inicialmente como alhóndiga para el vino, pero
fue finalmente destinada a casa de las carnicerías en 1591, bajo mandato del rey Felipe II.
En aquella época no existía una consolidada red de distribución de alimentos. La alhóndiga
suponía un punto de almacenamiento y distribución de trigo, harinas y otros granos. Existió otra alhóndiga
entre la Catedral y el Chico, en la actual calle conde de Villespin, donde se ubican actualmente el juzgado,
hacia 1532.
1.3.- Algunos espacios públicos
Plaza del Mercado.
La plaza del Grande tiene un origen medieval, y ya desde el año 1100 era un escenario
importantísimo en Ávila. La plaza del conde don Ramón, como se la conocía en la Edad Media, era un
lugar multifuncional donde se manifestaban públicamente los diferentes poderes en busca de un cierto
equilibrio.
En lo económico, era un centro económico de primer orden, lugar de celebración del mercado
ya desde el año 1093, cuando se decretó la celebración de dos días de mercado semanales, siendo el
5
emplazamiento alternativo la plaza del Chico .
En lo político, era el púlpito desde el que se promulgaban leyes, se realizaban ejecuciones o se
llevaban a cabo protestas, siendo la más celebre la farsa de Ávila de 1465 en la que se depuso en efigie
al rey.
En 1475 se hizo entrega de las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos, haciéndoles petición de
que fuesen respetados los Fueros de Ávila.
En 1534 se recibió al emperador Carlos V, y su hijo fue presentado al pueblo de Ávila en 1531,
cuando el príncipe tan sólo contaba con 4 años de edad.
En lo social, era el lugar de la fiesta, de los torneos y de los juegos de picas y mascaradas,
como se verá más adelante.
Brasero de la Dehesa
El brasero de la Dehesa estaba situado cerca del puente de Santi Spiritus. Según Martín
6
Carramolino se trataba de un teatro de mampostería relleno de tierra, que fue finalmente demolido en
1820. Aquel fue el escenario para ajusticiar reos por parte del Santo Oficio, si bien la mayoría de las
veces se trataba de quema de efigies. Excepción es el caso de los hebreos nigromantes que asesinaron
al Santo Niño de la Guardia a fines del XV, y que fue un caso que conmocionó a la opinión pública.
1.4.- La vivienda
La vivienda urbanita abulense de aquella época estaba organizada en bloques, de los cuales
aun perduran algunos buenos ejemplos en las calles del centro y en casas molineras extramuros.
La nueva vivienda de época moderna incorpora mejoras con respecto a sus precedentes
medievales. La mayor solidez de sus muros permite abrir vanos al exterior, desapareciendo su sentido
osco y cerrado, y también favorece la ampliación de alturas, especialmente entre las clases pudientes.
Las fachadas tienen su base de piedra e incorporan las puertas enteras, en lugar de las
“tronçadas” o vallipuertas propias de zonas rurales.
5
Ariz, L. Historia de las Grandezas de Ávila. Alcalá de Henares, 1608. Reed. Maxtor 2002. p. 160.
6
Martín Carramolino, J. Historia de Avila, su provincia y su obispado. Madrid, 1872.
4
5. 7
El interior de las viviendas de la ciudad es parecido. Se trata de espacios de grandes alturas
interiores. Los suelos son de madera, o baldosa castellana entre las mejores, y las puertas sólidas. Se
suelen calentar con chimeneas cada dos o tres habitaciones, sin ser estas efectivas para calentar el resto
de la casa, por lo que se recurre a los braseros que tantos incendios provocaban.
Existen habitaciones más grandes para diferentes usos, que coexisten con pequeñas alcobas
cuya función es únicamente la de dormir, y por ende albergan una cama. Las casas carecían de baño, ya
que se empleaban bacines cerámicos que se vertían a las calles, haciendo famosa la frase “agua va”,
hasta que en el siglo XVIII comienzan a perforarse pozos negros en los huertos y traseras de las casas
para vaciar estas aguas sucias. La cocina era la estancia más señalada, ya que en invierno era el
habitáculo más calido. Era el centro de la vida doméstica. Allí se preparaba la comida, se charlaba, se
maceraban alimentos, se calentaban…
Las cocinas eran el centro de reunión y su ubicación era un evidente indicador sociológico.
Mientras en los barrios burgueses se ubicaban en la planta baja, en las zonas nobiliarias se ubicaba en el
primer piso. La calefacción se mejoró bastante con el uso de braseros donde se quemaba huesos de
aceituna. Búcaros, cántaros, escudillas, jarros y platos eran la alcallería más empleada, generalmente de
barro vidriado y mica.
La vivienda modesta suele tener una única estancia común, a modo de choza o cabaña,
estando separado el uso interior por cortinas o un tabique de adobe. El suelo es de tierra batida y los
tejados suelen ser de paja, siendo pocas las que pueden permitirse el lujo de la teja, destinada a las obras
de la ciudad.
8
La iluminación artificial resulta escasa, debido a su elevado precio. Velas, candiles, hachas y
hachones… La cera de abeja es un lujo prácticamente reservado a la corte, a la nobleza y a la Iglesia.
Normalmente en las casas pobres existían fogones sobre patas de barro sobre el que se cocinaba, y
braseros. Estaba muy extendido el uso de calientacamas, que ha perdurado hasta hace pocas décadas:
un brasero con mango realizado en cobre para calentar las sábanas.
La mayoría de las viviendas eran propiedad de la gente que las habitaba aunque también
existían alquileres que se firmaban habitualmente en el día de San Juan. Las casas dependían de la zona
donde se ubicaban, siendo lo habitual las unifamiliares de dos o tres plantas. La casa común tenía una
entrada que daba acceso a un patio central donde en la planta baja se disponen las estancias más
utilizadas -cocinas, salones, almacenes-mientras que en las plantas superiores estaban las habitaciones.
También existían casas de vecindad, muy parecidas a las actuales "corralas" que estaban constituidas por
un gran patio central en cuyo derredor se situaban las viviendas que solían tener dos piezas: una sala y
una alcoba.
Los nobles habitan en amplios caserones cuyo exterior es de aspecto sobrio, apareciendo
siempre en la fachada el escudo familiar tallado en piedra. Las ventanas abiertas al primer piso están
cubiertas con celosías. En su interior se encuentran tres espacios a los que se accede en función de la
familiaridad respecto a los inquilinos: el de respeto (habitación introductoria ricamente decorada), el de
cumplimiento, (a donde acceden las visitas, dividiéndose los espacios por sexos) y el de cariño (zonas
íntimas del hogar como los dormitorios).
1.5.- El ajuar doméstico
Las casas burguesas estaban pobremente dotadas. Quizá las de las ciudades eran algo más
ricas. En los suelos, esteras y alfombras para aislar del frío. Los pobres, en las alcobas, jergones de paja
o papel, y en las casas ricas, colchones de lana mullidos, forrados con sábanas, mantas y colchas. Una
cama, alguna alacena, y un arcón donde guardar el poco ajuar doméstico existente. En la cocina, un
cobertor, que es un banco a la manera de escaño que se usaban para calentarse o sentarse junto a la
lumbre. Tiene acolchado el asiento y el respaldo para mayor comodidad y con dos almohadas para
reclinar la cabeza, la trébede para arrimar los alimentos a la lumbre.
Escobas, trapos, y entre los cacharros de la cocina, un utillaje algo más elaborado: ollas y
pucheros de barro micáceo para la cocción, alguna sartén de hojalata, la vajilla de cerámica vidriada, y
algunas botellas y garrafas de vidrio para el vino. Búcaros, cántaros y jarros, para el agua, escudillas para
servir los alimentos… Cuchillos, cucharones y algún cazo sopero hacían de ajuar de la cocina de una
casa burguesa de la ciudad.
7
Pérez Samper, María de los Ángeles. “La vida cotidiana” en Historia de España en la Edad Moderna,
Barcelona, 2004, pp. 81-84.
8
Pérez Samper, María de los Ángeles. Op. cit., pp. 84-85.
5
6. Las casas molineras más pobres, cercanas al río apenas si tendrían un par de pucheros y dos
cucharas de palo, nada que ver con las ricas vajillas de la nobleza: cerámicas vidriadas de Talavera,
cuberterías de plata, vidrio tallado, manteles de hilo blanco...
El mobiliario y el ajuar estarían en consonancia con el nivel económico y social de los
habitantes aunque los muebles no eran muy abundantes. Una mesa, (normalmente unos caballetes con
tabla que se montaba antes de comer, acuñándose la frase “poner la mesa”) y algunos bancos eran las
piezas fundamentales. Las sillas apenas aparecían en las casas modestas, ya que lo habitual era
sentarse sobre el suelo o en taburetes, aunque sí en las pudientes, siendo de madera, cuero o cáñamo.
Las damas se sentaban en cojines sobre alfombras en un espacio reservado denominado estrado, una
especie de tarima.
Las camas podían ser de madera pero eran casi un escaso lujo por lo que lo normal era dormir
sobre jergones de paja tendidos en el suelo. Las camas ricas solían sobreponer colchones de lana, y
muchas de ellas tenían dosel para aislar del frío. No había armarios entre los humildes, por lo que las
ropas y utensilios se dejaban en estantes, arcones o cestos de mimbre.
2.- LA COMIDA
2.1.- Hábitos gastronómicos
En España siempre se ha tenido una cultura gastronómica muy particular, que hunde sus
raíces en el pasado. Pese a la profusión de manuales gastronómicos en el siglo XVI y XVII, destinados a
las clases pudientes, lo cierto es que el español era bastante sobrio en sus hábitos diarios, aunque
espléndido en las fiestas. Los pobres hacían normalmente una comida fuerte al día, obviando el desayuno
y en ocasiones lograban engañar el estómago con algún mendrugo duro mojado normalmente agua.
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El triángulo alimenticio estaba formado por vino-pan-carne, estando muy desequilibrado en
este último lado del triángulo, pues la carne era escasa y de mala calidad.
Al contrario que hoy en día, el pan era el alimento principal, hoy solo es un complemento. Los
adinerados comían pan de trigo de manera escasa, pues si lo empleaban como acompañamiento, en
tanto que los depauperados comían pan integral con salvado, de mala molienda, y de mezcla de cereales,
generalmente centeno. Era el pan negro, aunque su alto contenido en harina y el bajo en levadura
permitían que se conservara durante muchos días.
El gusto de la época se inclinaba por los sabores fuertes, siendo aderezados con pimienta,
canelas, y nuez moscada, que suponían un lucrativo negocio para los mercaderes que las traías de
oriente por las rutas de las especias. Estos condimentos ocultaban el mal sabor de muchas carnes, y
permitían su conservación. Otros sistemas de conservación eran la salazón, el adobo, la salmuera, el
secado y el ahumado.
Aquellos que no disponían de especias como la pimienta o el cilantro, o recurrían a las
tradicionales hierbas aromáticas de la zona: perejil, tomillo, albahaca, menta, hierbabuena, romero,
espliego, comino o anís, y orégano, introducido a mediados del siglo XVI desde oriente medio.
Los alimentos se freían en manteca de cerdo u otras grasas animales, pues el aceite de oliva
sólo era empleado en Cuaresma, aunque era muy usado por los moriscos y los mudéjares. De hecho la
palabra almazara viene del árabe.
La comida cotidiana era modesta. Se hacía normalmente una comida fuerte a medio día, uno o
dos platos de carne para los pudientes, que podían ser sustituidos por huevos o pescado frito en aceite de
oliva en Cuaresma. Se acompañaba de queso, olivas y cebolla.
Los menos acomodados comían bacalao salado, olla podrida, que era un cocido a base de
cerdo, y la comida blanca, un picadillo de ave cocido en una salsa de leche, azúcar y harina de arroz.
Entre los postres destacaban las frutas como uvas y pasas de Cebreros, y naranjas, yemas y pasteles de
almendras, aunque no estaban al alcance de todos.
La bebida solía consistir en agua o vino, y gozaron de muchísima fama las bebidas frías. Agua
de naranja, fresa y horchata, aguas de cebada, limón y canela y alojas, un hidromiel que se vendía en
todas las esquinas de la ciudad. El vino era joven, generalmente de mala calidad, y estaba muy aguado,
especialmente en tabernas, ventas y posadas.
9
Pérez Samper, María de los Ángeles. Op. cit. pp. 87-90.
6
7. El hielo tiene tanta aceptación que a finales de siglo todo o casi todo se consume helado, incluso
el caldo. La nieve se fabricaba en las montañas y se acarreaba hasta las ciudades a lomos de caballería,
guardándose para su conservación en pozos de nieve.
Sin embargo, la bebida española por excelencia fue, a partir de su llegada de tierras americanas,
el chocolate, que se consumía espeso y acompañado de tortas o bizcochos.
Los conventos daban la sopa boba, un plato caliente al día que se repartía gratuitamente a
soldados, mendigos, sobranceros y gentes de clase baja que hacían cola en el convento.
2.2.- El buen yantar
En 1607, Domingo Hernández de Maceras, cocinero en el Colegio Mayor Oviedo de Salamanca,
dedicaba un libro al Arte de Cozina. En este volumen, se muestran diferentes propuestas de temporada
muy escuetas, pero interesantes y sin duda destinadas a familias con posibilidades económicas:
El verano han de comer por ante, guindas, y limas dulces, naranjas dulces, natillas, endrinas,
ciruelas de monje, melones y brevas, higos, uvas moscateles.
El invierno, mantequillas de Baeza frescas, jeringadas, orejones, passas y almendras, escarolas
crudas, y cozidas con azeyte y vinagre, y açucar y çahanorias cozidas con azeyte y vinagre, y
azçucar, y pimienta y açucar, también se dan assadas en una olla nueva, has de limpiarlas, y
meterlas en la olla, y ponerle un plato en la boca y ponerla boca abaxo, en medio de la lumbre, y
cercarla toda al derredor de brasas, y este por espacio de dos horas, y no le falte nunca la
lumbre, después saquelas y limpieles lo quemado, y hazlas después pedazos y echales azeyte y
vinagre y pimienta, y esta es buena ensalada y caliente.
El viajero francés Bartolomé Joly relató con cierta sorpresa la manera que los burgueses
10
españoles de la época tenían de comer :
“Los españoles son personas de sumo gusto y de gran apetito, no acostumbrando a lavarse las
manos antes de comer, pensando que las tienen limpias y sentándose a la mesa antes de que
se haya servido plato alguno.”
Le llamaron la atención los entrantes:
“Enseguida vienen las frutas, que comen al contrario que nosotros, lo primero, naranjas enteras y
en rodajas azucaradas, ensaladas, uvas verdes, melones de invierno que llaman invernizos,
guardados durante todo el año en calabazas.”
Continúa Joly describiendo el ritual de la mesa de una familia burguesa:
“Colocados los platos, el maestresala se pone en el extremo de la mesa, descubierta la cabeza y
su capa al hombro y una servilleta al brazo. A un lado tiene una gran pila de platos y a otro un
cuchillo y un tenedor, con los que hace las partes, tomando un poco de cada vianda, que pone
sobre un plato delante del más calificado, sirviendo así a tres o cuatro más próximos a él; algún
otro, de los más diestros, hace semejantes particiones con los restantes de la mesa, de manera
que no quede nada en los platos, que son alzados poco después, y otros les suceden.
Las viandas más grandes, como gallinas de indias, conejos, capones y pollos, no se sirven
nunca enteros, sino puestos en trozos desde la cocina, de tal modo que, viniendo una gran
fuente o dos gallinas de la india, el maestresala hace el plato, cortando aquellos grandes trozos
en más menudos para dar dos o tres pedazos con salsa a cada uno. Retirado esto y cambiando
los platos, vienen los conejos, con los que se hace lo mismo, pollos y gallinas aderezadas con
ajo y pechugas de pichón. Entre todo esto se sirve a cada uno la escudilla de leche y azúcar
amarillo, sin pan y muy abundante en especies, leche de almendras con azúcar al cual sucede
cierto manjar blanco muy bueno de comer, y siempre a cada uno en su platillo; también arroz
espolvoreado con azúcar y canela, mezclados, que llaman polvo del duque. Vienen después las
perdices bien cortadas, salpimentadas por alas y patas, pero todavía conservando su forma, todo
ello asado y sin mechar; por fin las olivas y lo último, el caldo.”
Sobre los postres, Domingo Hernández vuelve a ilustrarnos:
10
Delfín Val, José. A mesa y mantel. Historias de manjares y Pitanzas. Valladolid, 1993, pp. 51-55.
7
8. En tiempo de cuaresma se come por postres muesas y perosagrios, y aceitunas cordovesas, y
queso, y nuezes y higos. De verano, cerezas y peras y melocotones, y alberchigas albaricoques, y
cermeños.
Existe una leyenda sobre el origen de las yemas de Santa Teresa. Según una de estas teorías,
las yemas son un producto de origen monacal elaborado por monjas antes de la Reforma Carmelitana, lo
que nos situaría en el siglo XVI, que adquiere popularidad durante la vida de Santa Teresa de Jesús.
Posteriormente la fórmula se consolidó en las pastelerías de la ciudad de Ávila y de forma tradicional,
artesana y secreta, se fue transmitiendo de padres a hijos.
Esta teoría se contrapone a otra teoría, esta suficientemente contrastada según la cual, hace 130
años, Don Isabelo Sánchez, dueño de una de las pastelerías abulenses que aún existe, y que
corresponden a las hoy denominadas Yemas de Santa Teresa, cuya denominación es comercial, sin que
tenga que ve con el origen de tan sabroso postre.
3.- SANIDAD E HIGIENE
3.1.- El aseo personal
La higiene personal era muy limitada en esta época, y como todo estaba ligada a la posición
social. Normalmente, la gente humilde se lavaba la cara y las manos, bañándose de cuerpo entero en
pocas ocasiones. Lo normal era bañarse en el corral con sacudidas de agua, o bajar al río. La nobleza
optaba por sumergirse en tinajas recubiertas por una sábana, dentro de alguna estancia.
El hábito de lavarse las manos antes y después de comer era considerado como una norma de
urbanidad, aunque no todos los nobles lo hacían, ya que se consideraba perjudicial el lavado en exceso.
Hombres y mujeres de posición cuidaban su imagen, especialmente las mujeres. Empleaban
afeites para blanquear el rostro, dar color a los labios, oscurecer las líneas de los ojos y enrubiar los
cabellos, muy al uso del ideal de belleza imperante en el siglo XVI.
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3.2.- La ciencia médica
La ciencia médica experimentó un auge en los siglos XVI y XVII. Durante la Edad Media el
sistema médico era el heredado de la antigüedad clásica y del galenismo. Fruto por un lado del afán de
saber del renacimiento, y por otro de la aparición de nuevas enfermedades como la sífilis, y el
descubrimiento de nuevos fármacos procedentes de América, lo cierto es que el mundo sanitario fue uno
12
de los más prolíficos y desarrollados durante aquellas décadas .
En 1500 los Reyes Católicos regularon la concesión de autorizaciones para que ejercieran
cirujanos, barberos y sangradores, pues hasta 1594 no se fundan las cátedras de cirugía de Valladolid,
Salamanca y Alcalá de Henares, y después los tribunales del protomedicato.
Durante estos años del XVI, esta labor era realizada por cirujanos “romancistas”, que eran los
sanitarios que habían aprendido no en latín sino en castellano, empiristas como los litotomistas, que se
dedicaban a sacar cálculos y piedras del riñón, y los barberos-cirujanos, que se dedicaban a sangrías y
otras intervenciones menores. Uno de los más afamados de Ávila fue Antonio Ramiro, barbero-cirujano de
Arévalo.
3.3.- Los útiles del cirujano
Entre los instrumentos ferrales destacan cuchillos y navajas, diversos tipos de tijeras, agujas de
suturar, lancetas de sangrado, trépanos, badáis, espéculos, propulsorios, algalias, doctores, sondas,
embudos…
13
Entre los medicamentos destacan los ungüentos (el rubio, el blanco, de minio, de plomo,
aúreo, apostolorum… y como corrosivos el auri pigmenti, chalcitidos, alumis roche, acérrimo acetato y
polvo litargirio, a los que se suman los diversos purgantes.
11
Puerto, Javier. La Fuerza de Fierabrás. Médicina, ciencia y terapeútica en tiempos del Quijote.
Madrid, 2005.
12
López Piñero, José María. La Ciencia Médica en la Historia. Madrid, 1984, pp. 26-35.
13
Arquiola, Elvira. “La materia médica en el mundo moderno (siglos XVI y XVII)”, en Historia del
medicamento, Barcelona, 1997. pp. 117-144.
8
9. Entre los anestésicos destacan el zumo de beleño, de cicuta y la mandrágora, además de las
cocciones de adormidera. Para contrarrestar sus efectos se empleaba la ruda y el hinojo.
Entre las sustancias de uso tópico, el aceite rosado, el violado, la canela, los defensivos de
Juan Vigo y el de vinagre, bol arménico y el aceite de Aparicio. En otro grupo estarían las cataplasmas.
14
3.4.- Especialistas
Entre los especialistas que hemos encontrado se pueden citar los algebristas, que hacían la
función de traumatólogos, y se encargaban de recomponer las fracturas y dislocaciones o “arreglar
desconciertos de las coyunturas”.
La oftalmología se desarrollo mucho con la extensión de los antojos, localizándose en este siglo
el proceso de cataratas en el cristalino y su curación mediante intervención. Estos empíricos eran
conocidos como “batidores de cataratas”.
Los sacamuelas se dedicaron tanto a la extracción como al cuidado y limpieza de las piezas, y
bien se establecían en villas grandes, como Arévalo, o se desplazaban de manera itinerante por los
pueblos de la tierra de Ávila.
Finalmente debe señalarse el papel de parteras, madrinas y comadronas, que siendo
igualmente empíricas, pues transmitían el saber de generación en generación, se encargaban de la mayor
parte del proceso prenatal, natal y perinatal. Sobre esto nos ocuparemos mas detalladamente en el
apartado dedicado al ciclo de la vida.
3.5.- Epidemias
Las epidemias de gripe u otros males azotaron Ávila en aquellos años, aunque sin duda las más
catastróficas fueron las pestes de 1507, 1518-1519, 1524, 1564-1565, 1580-1582 “el catarrillo” y 1597-
15
1599 . La peste se produce cuando una rata enferma, portadora del bacilo, puede infectar a la pulga que
se alimenta de su sangre que, en determinadas condiciones, transmite la enfermedad a los seres
humanos. La rapidez del contagio es debida al hacinamiento entre humanos y animales, y por el escaso
nivel de higiene.
Entre los variados sistemas de defensa con que las poblaciones de antaño intentaban aislarse
de la acción de las epidemias en general, figura como una de las más importantes el aislamiento de
ciudades y pueblos frente a aquellas otras localidades que iban siendo afectadas por ellas. Para ello,
desde la Peste Negra del siglo XIV, y, sobre todo, desde fines del siglo XV y comienzos del XVI, se
16
recurre a la instauración del sistema de guardas de peste, que procuran impedir la penetración en el
núcleo urbano, o en su jurisdicción si se trata de sistemas más perfeccionados, de toda persona o
mercancía que proceda de los lugares afectados por el contagio. Para el uso de las autoridades,
funcionarios o simples ciudadanos encargados del servicio de dichas guardas se elaboraban carteles o
"tablas" en los cuales se anotaban todos aquellos lugares afectados por la epidemia de los que se tenía
noticia.
Tampoco eran infrecuentes los veranos podridos, años de continua pluviosidad en los que la
tierra encharcada apenas produce, lo que conlleva una escasez de cereal y harina y un debilitamiento
general que favorece la aparición de anemias y enfermedades.
4.- EL VESTIDO
Decía Gregorio Marañón que “el pan y el vestido son dos necesidades mínimas e igualmente
17
perentorias” .
Ávila producía estameñas, jergas y sayales, aunque su mercado siempre fue local. Entre las
telas más usadas, la estofa, de seda o lana con figuras, la felpa, también de seda y el fieltro. La estameña
era un tejido de lana sencillo y ordinario, asargada y de color negro o pardo, y la franela era más fina. Con
algodón, más tardíamente, se hacía el terliz y las muselinas. Entre las ricas telas, tafetanes, sedas,
14
Martín Santos, Luis. Barberos y cirujanos de los siglos XVI y XVII, Salamanca, 2000, pp. 27-33.
15
Gutiérrez Robledo, p. 122.
16
Rueda Fernández, José Carlos. “Aportación al estudio de la extensión geográfica de la epidemia de
peste de los años 1596-1602: Un documento inédito del Archivo Municipal de Zamora”, en Studia
Historica. Historia Moderna, Vol. 1. Salamanca, 1983, p. 97.
17
Marañón, Gregorio. Vida e Historia. Madrid, Espasa-Calpe, 1968. p. 125.
9
10. terciopelos, lanas escarlatas. Para los pobres, cáñamo y lino, que se cortaban en randal, retales, paños,
18
jergas, lienzos .
19
Los colores eran crudos, marrones, pardos y negros, aunque entre la clases pudientes pronto
se pusieron de moda los llamativos colores traídos de Oriente y América, que eran fijados a la ropa a
modo de tintes. Estos podían ser de origen vegetal (plantas y líquenes) o animal (insectos y crustáceos).
De oriente se trajo la cúrcuma, originaria de la Isla de Java, y de ella se obtenía el amarillo. La
cochinilla es un pequeño insecto que vive toda su vida pegada al nopal alimentándose de él y
produciendo el ácido carmínico que es la base del tinte. Este tinte es extremadamente reactivo al ph y es
de esta manera que se pueden obtener tonalidades rosas, fucsias y morados. Su éxito radicó en que
superaba el brillo y durabilidad de los tintes rojos anteriormente utilizados: el quermes (o grana de los
tintoreros) y la granza, en la Península Ibérica, y que de la aplicación de sales de estaño se obtenía un
color inédito: el rojo escarlata.
De América se obtuvieron los azules del añil o índigo. Así describe Fray Bernardino de
Sahagún a esta planta:
"Hay una hierba en las tierras calientes que se llama xiuhquilitl, mojan esta hierba y
exprímenle el zumo, y echándolo en unos vasos allí se seca o se cuaja, con este color se tiñe
de azul oscuro y resplandeciente, es color preciado". El tinte azul era muy difícil de conseguir en
esa época, por lo que los españoles decidieron comercializarlo.
El Palo de Brasil es un árbol parecido al Palo de Campeche, creciendo sus flores en una
especie de racimo cónico. El corazón de su madera es de un rojo intenso donde se encuentra
depositada la brasilina, que es la sustancia tintórea. El Palo de Campeche proporciona un tinte azul,
que en grandes concentraciones proporciona color negro.
Los tintes negros usados anteriormente tenían dos problemas: el primero es que este color se
obtenía principalmente de planta ricas en taninos combinadas con caparrosa (sulfato de hierro),
resultando un producto muy corrosivo para las fibras. El segundo es que se conseguía un color negro
poco brillante, por lo que el descubrimiento de este nuevo tinte daría un gran impulso al uso del negro,
como testimonia la pintura de la época de Felipe II.
Además muchas recetas anteriores al Palo de Campeche eran combinaciones de distintos tintes
que, junto con otros componentes, hacían que la ropa tuviera mal olor y fuera necesario perfumarlas
antes de su venta.
4.1.- Hombres
20
Los hombres vestían calzas, que en el siglo XVI se dividían en calzones, que cubrían el
abdomen y parte del muslo, y las medias calzas o calcetas, que cubrían las piernas.
En el torso llevan camisas, camisillas o camisetas, para complementar la ropa básica masculina.
Es una prenda de vestir con o sin mangas, que cubre hasta la cintura. Los más lujosos eran de color
negro. Finalmente, se cubrían con casacas, chupas o capas, y los guardapolvos.
Entre los complementos, golas y golillas, para los distinguidos, adornos hechos de cartón
forrados en tafetán que circunda o rodea el cuello, sobre el que se pone una valona de gasa engomada y
rizada blanca. Los hombres se ceñían con fajas y fajines, cintos y talabartes de donde colgaban la
espada.
Muchos labradores usaban la anguarina, que era un gabán sin cuello ni forma de talle, y con
mangas muy largas.
En los pies, zapatos y botas de cuero, cordobán o ante, y chapines con suela de corcho. Los
más pobres usaban alcorques con suela de corcho, alpargatas de cáñamo, o en invierno también llevaba
zuecos y galochas de madera para la abundante nieve habida en Ávila, y para el lodo.
18
García Fernández, Máximo. Los viejos oficios vallisoletanos. Valladolid, 1996, pp. 289-341.
19
Cabrera Lafuente, Ana. “Los tejidos como patrimonio: investigación y exposición”. Museo Nacional de
Artes Decorativas. Artículo digital en:
http://www.mcu.es/patrimonio/docs/MC/IPHE/BienesCulturales/N5/01-Los_tejidospatrimonio.pdf
20
García Fernández, Máximo. Los viejos oficios vallisoletanos. Valladolid, 1996, pp. 289-332.
10
11. En la cabeza, sombrero de copa y ala. Chambergo para diario, canotier de paja en verano. La
prenda es de obligado uso al casarse.
4.2.- Mujeres
La mujer debía vestirse desde la cabeza hasta los pies. Los más cercano al cuerpo eran las
enaguas, vestido fino de lienzo blanco, a manera de guardapiés, que baja hasta los tobillos y se ata a la
cintura.
A continuación se llevaba la basquiña, una saya negra puesta por encima de la ropa interior, con
mucho vuelo, que llegaba hasta los tobillos. Debajo de la falda negra llevaban un manteo rojo, enagua
rayada y blanca bordada. La falda, que estaba hecha de balleta, parecía un jubón. En la capa más
exterior estaba el refajo, una saya exterior que también se llamaba zagalejo
Se cubrían los hombros con mantellinas y mantillas para ir a misa, y la cabeza estaba tocada
con cofias, caperuzas, y gorretes, realizado en seda, para mujeres adineradas, y en ocasiones se
recogían los peinados con unas agujas llamadas rascamoños.
Entre los adornos de la ropa, cuellos y puños eran llamados arandelas, los brincos, un joyel
pequeño que usaban las mujeres en los tocados. Los vestidos eran ajustados con ceñidores, y en las
muñecas podían llevar unas cintas llamadas manillas.
4.3.- Jóvenes
Los niños pequeños usaban el metedor, pañetes o zagüelles, ajustados que se ciñen por la
rodilla y bajan cubriendo el vientre y los muslos, siendo las bragas el trapo que se pone a los niños dentro
de la mantilla para que no se ensucien. Los niños llevaban fajero hecho de punto.
Los colegiales y los eclesiásticos usaban en casa el balandrán o chamarra, que colgaba de los
hombros, sin ceñir, y le colgaban anchas mangas.
5.- LA PERSONALIDAD: UN PARADIGMA, EL CABALLERO ESPAÑOL
21
Señalaba Manuel García Morente que el tipo ideal es el caballero español. Este tipo humano,
queda concretado en dos características básicas definitorias: caballerosidad, y cristiandad. El caballero
español ha sido siempre el caballero cristiano.
Los rasgos que diferencian al caballero español sobre los demás tipos del mundo son escasos
pero elaborados. El caballero español es paladín, defiende una causa. Cree en la virtud y no aguarda
respuesta, actúa. Siguiendo a Morente, en el paladín confluye el optimismo y la inmediatez, para atajar la
injusticia, despreciando incluso, la ley y la norma. Es tenaz.
El caballero español es estoico, padece y sufre, pero anhela la grandeza sobre la mezquindad y
lo fácil. La sobriedad y la austeridad chocan con la generosidad de sus acciones.
Es visceral y tiene coraje y arrojo. Es valeroso, es intrépido, pero es temeroso de Dios. El
caballero es altivo, no es servil. No soporta estar subyugado y lucha denodadamente por su libertad. Si el
caballero es rico, desprecia el dinero, y si es pobre, no demuestra anhelo. Desprecia las medias tintas. Es
silencioso y taciturno, pero en las grandes ocasiones es grandilocuente.
El caballero español interactúa con el contrario. Se hace amigo o enemigo, y aún en la
enemistad le concede su admiración y le agasaja con su trato. Aquí es donde el trato puede más que el
contrato, y la palabra equivale a cosa echa.
El honor del caballero español es inquebrantable, en sus diferentes tipos. Existe el honor de
sangre, de linaje, el honor guerrero, el honor personal. Y esto es así porque la honra es el reconocimiento
exterior de la valía personal heredada o ganada. Es el acercamiento de lo que es, a lo que quisiera llegar
a ser. Y es íntimo.
La idea de la muerte es para el caballero español radicalmente diferente de la de cualquier otra
persona. La vida terrena es una preparación para la vida eterna, por lo que es una preparación para la
muerte. Ello queda perfectamente explicado en la frase de Santa Teresa “muero porque no muero”, en la
impaciencia de la eternidad. El caballero inmola su propia vida a favor de un noble ideal, de una gran
21
García Morente, Manuel: “El Caballero Cristiano”, en Idea de la Hispanidad. Madrid, 1961, pp. 51-97.
11
12. empresa, y solo adquiere valor cuando se le pone al servicio de un valor eterno. Y es paladín de grandes
causas, porque tiene fe ilimitada en Dios y en su providencia. El caballero español no puede, y tampoco
sabe, separar su condición de español, de su religión católica.
6.- LA JUSTICIA
22
6.1.- Los jueces
La justicia mana del Rey, quien es juez supremo. Como el rey no puede atender todos los
asuntos, los reparte entre los jueces reales, a quienes controlan los jueces visitadores y residentes. En
Ávila por ejemplo, el licenciado Villafane es el juez de residencia en 1507.
El rey tiene poder de retener, y juzga él mismo algunos casos excepcionales.
Los tribunales del rey, los oidores juzgaban los asuntos civiles y los alcaldes sentenciaban a los
criminales. El Tribunal Supremo es la Real Chancillería ubicada en Valladolid para dirimir en primera
instancia asuntos al norte del Tajo.
Entre los letrados que trabajaban en la Chancillería había entre 25 y 35 letrados superiores
(oidores, alcaldes y fiscales), organizados en salas especializadas (Civil, Criminal e Hidalgos y de
Vizcaya). También había un centenar de letrados auxiliares (escribanos, procuradores y relatores), y
alguaciles.
El rey supervisa la actuación de sus tribunales y jueces ordinarios a través de los visitadores, y
podía actuar de oficio, aunque no sentencian.
6.2.- Los criminales
La pobreza asolaba a muchas capas de la sociedad pero sin duda es a los desarraigados a los
23
que más obliga a delinquir. Mercenarios retornados sin pena ni gloria, heridos y mutilados , sin familia,
sin otro sentido que la guerra y sin nada que perder, convivían en las calles con pícaros y rateros. Aunque
su mayor hacinamiento se daba en Sevilla o Madrid, Ávila conoció numerosos casos. Los antiguos
veteranos que no conocían otro oficio que el de las armas. Gente de mala vida, que pronto se aglutinó en
24
el hampa, empleando una jerga propia, la germanía, frecuentaban el ambiente de lupanares y burdeles .
Trapisondistas, arrieros, chamarileros, buhoneros, titiriteros, prestidigitadores, figoneros,
esbirros, maleantes, trileros, jugadores, impostores, vagos y verdugos, alcahuetas, coínas y cotarreras,
rameras, pillos y gitanos son algunos de los tipos que junto a rufianes, alcahuetes, abispones, murcios,
bandidos, fulleros y salteadores formaban aquel contingente de almas vestidas con harapos que seducían
al incauto para poder malvivir.
6.3.- Mazmorras
El sistema penitenciario no es como lo conocemos actualmente. Cada jurisdicción tenía su propia
mazmorra o calabozos. Así entre los años 1490 y 1496 el Real Monasterio de Santo Tomás sirvió de base
al Santo Oficio, ubicándose sus celdas en la parte baja del Claustro del Noviciado, y en el siglo XVI La
alhóndiga del pan fue usada como prisión de nobles, y en él estuvo reo don Diego de Bracamonte a
finales del siglo XVI.
Las mazmorras solían estar en el ayuntamiento, y están dotadas de un jarro con agua y un poco
de paja que evitara el mal olor, pues allí debían vivir día y noche los reos, a la espera de su condena. En
no pocas ocasiones el preso moría por la infección que le producían las plagas de insectos y ratas con las
que convivía.
6.4.- Ajusticiamiento
Ya hemos visto como en Ávila se elegían emplazamientos públicos muy significados para llevar a
cabo las ejecuciones: el Brasero de la Dehesa, en el caso del Santo Oficio, y el Mercado Grande en el
22
Esteban Estríngana, Alicia; y Floristán Imízcoz, Alfredo. “Composición y gbierno de la monarquía de
España”, en Historia España en la Edad Moderna, Barcelona, 2004, pp. 266-270.
23
Pfandl, Ludwig. Introducción al siglo de Oro. Cultura y costumbres del pueblo español de los siglos
XVI y XVII. Madrid, 1929, pp. 113-125.
24
Hernández Garvi, José Luís. “Asesinos a sueldo en la España de los Austrias”, en Historia de Iberia
Vieja, nº 47, pp. 12-21.
12
13. caso de la Justicia Civil. Grandes escenarios, que servían de acción ejemplarizante de la justicia. Así por
ejemplo en 1592 es ajusticiado en la Plaza del Chico Don Diego de Bracamonte, amotinado contra el
impuesto de leva de Felipe II conocido como el “Servicio de los diez millones”.
7.- LA VIDA SOCIAL
La sociedad estaba estamentada. En el nivel superior se encontraba la nobleza, que
representaba un 15 % de la población. En la cúspide de esta nobleza se hallaban marqueses y condes,
seguidos de los caballeros, que regentaban el concejo urbano y de los hidalgos, que bien procederían de
familias nobles, bien compraban el titulo mediante ejecutoria.
Un 5 % de la población estaba representada por el clero, y a continuación se hallaban los
pecheros, el pueblo llano sin privilegios que pagaban impuestos. Trabajaban bien por cuenta propia bien
por cuenta ajena.
Los compartimentos sociales eran muy difíciles de franquear, por lo que rara vez un pechero
podía aspirar a algo más que a burgués.
7.1. La pobreza
La pobreza se halla en todas partes, y va asociada al hacinamiento, el analfabetismo, las
enfermedades… Para paliar esta situación son las obras pías, fundadas por particulares y conventos las
únicas vías de auxilio social.
Así tenemos que en el siglo XVI, Rodrigo Manso, racionero de la Catedral, mandó construir la
Casa de la Misericordia, adosada a la muralla, constituyéndose en la Fundación Pía de San Martín para el
reparto de pan entre los pobres de la ciudad.
Otra obra pía fue la de la capilla de la Anunciación de las clarisas, fundada por Doña María
25
Dávila, y que se encargaba de repartir 200 fanegas de trigo entre los pobres vergonzantes de Ávila .
En 1507 el deán de la catedral instituye un hospital dotado con la obra pía conocida como “La
26
Real”, en el lugar ocupado por el Hospital de Santa Escolástica.
27
7.2. Los espectáculos
La rutina del trabajo era jalonada por la alegría de las fiestas y las celebraciones. Se ha calculado
que se celebraban un centenar de fiestas durante la Edad Moderna. Durante los días de fiesta los
trabajadores no perciben salario, y existía un fuerte componente de superstición medieval que se intentó
acotar por parte de la Iglesia. El antropólogo Julio Caro Baroja estudió los ciclos festivos y los dividió en
28
tres :
- las fiestas de invierno (fin de año-Cuaresma): Carnavalesco
- fiestas primaverales (Pascua Resurrección a San Juan): Rogativas y romerías
- Fiestas de la cosecha y la recolección (San Juan-fin de año): San Miguel, etc.
El ritmo semanal se quebraba con el descanso dominical de los domingos, a los que debían
sumarse las festividades gremiales, advocaciones, otras extraordinarias con motivo de bodas, firma de
una paz, etc. Lógicamente estos días festivos eran santificados, habiendo procesiones en el caso de las
fiestas patronales y gremiales, y celebrándose espectáculos en ocasiones señaladas.
29
La tauromaquia es una tradición muy arraigada en las sociedades mediterráneas, con especial
incidencia en España, donde las corridas se remontan a la Edad Media. El matador solía provenir de
extractos sociales bajos y desde 1567 hasta 1596 estuvo prohibida, por el Papa San Pío V bajo pena de
excomunión.
Desde tiempos de los Reyes Católicos, se venían celebrando en el Mercado Grande las corridas
de toros en las ferias de junio y septiembre. Un año el concejo decidió llevar estos festejos al Chico,
25
Serna, p. 226-227.
26
Ibid. P. 260.
27
Pérez Sámper, María de los Ángeles. Op. cit. pp. 98-100.
28
Íbid. p. 113.
29
Pfandl, Ludwig. Op. cit. pp. 237-240.
13
14. enervando los ánimos de los nobles de Ávila. Trasladada la queja a los Reyes Católicos, ordenaron se
celebrasen los festejos taurinos alternativamente en una y otra plaza.
Durante los siglos XVI y XVII se llamaba matatoros a los que, como su nombre indica, daban
muerte a los toros, y toreros de banda, porque llevaban en sus ropas una banda que los acreditaba, a
los subalternos. A los que toreaban a caballo se les llamaba toreadores, voz que ha caído totalmente en
desuso y que ha sido sustituida por picador y rejoneador.
El juego de pelota era muy popular entre la nobleza, de tal modo, que incluso el Palacio de los
Velada contó con una especie de cancha para disfrutar del juego de pelota a mano. Era tan popular, que
en no pocas ocasiones participaban los sacerdotes de la catedral, obligando al Presidente del Cabildo a
llamarles la atención por “jugar a la pelota en calzas”. Llegó a ser tan popular, que a la calle del Tostado
30
se le llamó del Juego de Pelota.
31
En la calle albardería hay constancia de que se organizaban carreras de caballos hacia 1570,
obligándose a cerrar los fosos de la muralla.
Existían numerosos juegos de apuestas a caballo, como el juego de la sortija, que consistía en
que los mozos debían coger con la punta de su lanza un anillo colgado del pico un falso cisne u otra figura
simbólica, aunque los favoritos fueron los juegos de cañas, en los que dos bandos entablaban lucha
entre sí.
Tres días antes del miércoles de ceniza se celebraban las primeras carnestolendas, días de
glotonería, bullicio y desenfreno con el que se daba paso a la Cuaresma. Entre las bromas que se
gastaban en Ávila aquellos días estaba el prender trenzas en las espaldas de los viandantes, tirar cuerdas
para el tropiezo, espantar caballos, echar cenizas en el rostro…
7.3.- Juegos
Entre los juegos de azar que movían grandes sumas estaban los naipes, los dados, ajedrez y
damas, el alquerque, y ya en el barroco el billar. Clandestinamente se jugaba a naipes, como el
andabobos, el parar, los juegos de estocada… tal era el problema que comenzaron a proliferar casas de
juego por toda la nación.
Durante años se sostuvo que en el renacimiento y aún en la época barroca no existía un
sentimiento de infancia. Dicho de otra manera, los niños eran personas pequeñas que eran tratados
como adultos, pues trabajaban y comían igual que ellos. No obstante, se ha rebatido ello.
Los niños, a pesar de sus duras condiciones de vida, eran considerados como tales al menos
hasta la pubertad, y durante aquellos primeros años se dedicaban al juego. Carreras y escondites serían
los más extendidos, pero no había niño que no dispusiera de un tirachinas, o que no hubiese jugado con
un puñado de huesos a las tabas, la cucaña, el tirasoga y la calva. Las muñecas, para las niñas, de trapo
rellenas de paja para las pobres, y de lana para las adineradas.
8.- EL TRABAJO
32
El trabajo estaba muy reglamentado por los gremios , que eran las corporaciones que
agrupaban a los artesanos de un mismo ramo, bajo la protección de un estatuto privilegiado.
El gremio tenía una estructura vertical, encabezada por el maestro, seguida de los oficiales y
finalmente los aprendices. Reglamentaban desde el sueldo, hasta las horas de trabajo, pasando por la
calidad del producto, el acceso a la maestría, etc.
El gremio proporcionaba un sólido y estable marco de vida, estrechando sus miembros un fuerte
lazo de pertenencia, y una conciencia de honor profesional. Se dotaban de sus propias fiestas patronales,
prácticas religiosas y eran una de las fuerzas vivas con más poder de las ciudades.
30
Serna, p. 228.
31
Gutierrez robledo, p. 143.
32
Imízcoz Beunza, José María. “El entramado social y político”, en Historia de España en la Edad
Moderna. Barcelona, 2004, pp. 64-65.
14
15. En Ávila, gracias al catedrático Serafín Tapia, disponemos de una excelente radiografía de la
estructura laboral del siglo XVI. Hagamos un recorrido por cada uno de sus sectores.
OFICIOS
SECTOR PRODUCTIVO TRABAJADORES PORCENTAJE
PRIMARIO
Agricultores y ganaderos 114 8,8 12
SECUNDARIO
Manufactura textil 242 18,7 % 12
Confección Textil 152 11,7 % 9
Industrias metálicas 72 5,5 % 10
Construcción 123 9,5 % 5
Cuero 146 11,2 % 13
Industrias artísticas 19 1,4 % 4
Industrias varias 64 4,9 % 13
TOTAL 818 63,2 % 66
TERCIARIO
Alimentación 68 5,2 % 13
Burocracia 51 3,9 % 10
Comercio y transporte 73 5,6 % 8
Servicio doméstico 89 6,8 % 6
Servicios sanitarios 24 1,8 % 5
Servicios varios 57 4,4 % 16
TOTAL 362 27,7 % 58
TOTALES
Total población activa 1294 49,6 % 136
Población no activa 687 26,3 % 0
Viudas sin oficio 623 23,9 % 0
TOTAL PECHEROS 2604 82,6 136
Sector primario: labradores, hortelanos y jornaleros
El sector primario está representado por 114 vecinos, que representan un 8,7% de la población
total. Se contabilizan aquel año 27 labradores, 24 hortelanos y 43 jornaleros. Las pésimas condiciones
agrícolas del entorno abulense explican satisfactoriamente esta parquedad.
Sector secundario: la construcción, alfares, industrias textiles, carpinteros y caldereros
La construcción es la principal actividad de este sector, debido a la intensidad que a principios
del siglo XVI estaba experimentando la ciudad de Ávila. En 1502 se están reparando las murallas “Los
muros et cercas e torres de desta çibdad estan muy mal reparados ye se querian caher” por lo que el
33
concejo hecha sisa durante 4 años destinándose medio millón de maravedíes a tales obras. También la
iniciativa privada ocupa a buena parte del sector el reparo de puertas y la construcción de palacios.
Ocupa la construcción 123 personas repartidas en 5 oficios, siendo los más importantes los 43 canteros
contabilizados, seguidos de los carpinteros.
La industria textil, aglutina a 12 oficios y ocupa a 242 trabajadores, entre cardadores, tejedores,
tintoreros, bataneros, sobresaliendo 96 tejedores, 51 perailes, 33 percheros, 21 tundidores, etc.,
seguida de la confección textil, que ocupa a 152 trabajadores de 9 oficios, entre los que se encuentran
sastres, calceteros, jubeteros, bordadores… la industria del cuero, de la que se contabilizan 13 oficios
y da empleo a 146 trabajadores, entre los que se encontraban 97 zapateros, 15 zurradores, 10
curtidores…
Las artes metálicas ocupaban a los típicos artesanos necesarios: había 19 caldereros, 17
cerrajeros, 14 herreros, 11 herradores, 4 espaderos, etc. En total, 72 vecinos
Por su parte, la producción artística estaba escasamente representada por los 6 entalladores de
la escuela de Vasco de la Zarza, 5 plateros, 5 pintores y 3 joyeros. El 4,9 % restante está representado
por un heterogéneo grupo de de oficios diversos, y carácter artesanal, como los alfareros.
33
AGS/RGS legajo 149806.
15
16. Testimonio material de estas actividades artesanales han quedado las Tenerías de San
8
Segundo , cerca de la ermita, estuvieron activas probablemente hasta el siglo XVII, y los hornos
alfareros de finales del siglo XV o del XVI de la Calle Marques de Santo Domingo.
Sector terciario: taberneros, comerciantes y burócratas
El sector servicios está coronado por el servicio doméstico, cuyos 89 trabajadores se reparten en
6 oficios, sin incluir a esclavos ni criados. Le sigue el comercio y transporte, con 8 oficios y 73
personas, la alimentación, con 13 oficios y 68 trabajadores y servicios varios, burocracia y los servicios
sanitarios.
Entre el subsector de comercio y transporta aparecen 20 arrieros; 16 mercaderes;
acarreadores, acemileros, etc. Llama la atención que hasta que los moriscos granadinos no se asientan
en Ávila, escasean los tenderos (10 en 1571 y 40 en 1590). Este grupo de comerciantes y transportistas,
junto a los joyeros y algunos burócratas, era el más acaudalado de entre los pecheros. Los 689 vecinos
dedicados a la alimentación se reparten en 13 oficios, aunque la mayor parte de los trabajadores se
ocupan alrededor de las labores del pan: 13 molineros, 9 panaderos, 9 horneros, a los que deben
sumarse matarifes y carniceros.
La población dedicada a los servicios sanitarios estaba reducida a 24 vecinos, siendo 8
barberos-cirujanos; 5 boticarios; 4 cirujanos latinistas; y 4 comadronas, entre otros.
Los burócratas laicos eran escasos, y muchos de ellos son hidalgos: Destacan los
escribanos, 12; procuradores, 11; ejecutores de causas, 10; notarios, 7; etc. constituyendo una
verdadera nobleza de toga.
Un último bloque es el de los servicios varios, Serafín Tapia agrupa 16 profesiones muy
heterogéneas: 21 mesoneros y taberneros, 5 maestros de niños, 5 libreros... y los típicos pequeños
oficios: aguadores, lavanderas...
Examen radiológico
Analizando los vecindarios de Ávila se muestra una ciudad artesanal: en el siglo que abarca
entre 1514 y 1627, un 65 % de la población activa se dedica a actividades típicamente artesanales o
industriales, en tanto que el sector de los servicios viene a ocupar el 30 %, quedando el sector primario
con una participación del 4 al 10%.
Más significativo aún es que la mitad de la población industrial, y por tanto una tercera parte del
total, está ocupada en el subsector textil.
Existe un alto porcentaje de personas de las que se desconoce su ocupación, normalmente
porque se trata de ociosos (rentistas, pobres...). Los colectivos de exclusión social como viudas aparecen
en la documentación con alguna ocupación como hospedaje o pupilajes, en tanto que muchos
huérfanos entran como aprendices en mesones, lavaderos de lana, etc., ya que muchas de las fases del
arte textil, por ejemplo, requerían la participación de un número elevado de aprendices y trabajadores que
permanecían al margen de cualquier forma asociativa.
9.- LA ENSEÑANZA
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En la Edad Moderna la enseñanza y la educación están influidas por el humanismo como
corriente y por el Renacimiento como movimiento cultural. Las escuelas no pertenecen al ayuntamiento ni
al Estado, por lo que es la Iglesia, de manera subsidiaria, la encargada de catequizar y formar a los niños.
A menudo estos colegios, que dependían de conventos, eran sostenidos económicamente por una familia
pudiente.
La burguesía podía optar a una educación más o menos desarrollada, pero los pobres vivirían en
el más absoluto analfabetismo. La segunda enseñanza eran las llamadas escuelas de humanidades
(latín, gramática, artes…) donde se enseñaba el trivium y el cuatrivium.
El Estudium Generale contemplaba una formación básica, llevada a cabo en la facultad de
artes, encaminada a preparar a los estudiantes para alguna de las cuatro facultades mayores. Artes,
34
Pfandl, Ludwig. Introducción al siglo de Oro. Cultura y costumbres del pueblo español de los siglos
XVI y XVII, Madrid, 1994 (reed. De 1929). Pp. 177-186.
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17. donde se enseñaban Matemáticas, Astrología y Filosofía Natural, la facultad de Leyes, Medicina y
Cánones. En Castilla tan sólo existían tres universidades: Valladolid, Salamanca y Alcalá de Henares,
acudiendo tradicionalmente los estudiantes de Ávila a las dos primeras.
Hay algunos ejemplos de escuelas abulenses en el siglo XVI, como el Colegio de Jesús,
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emplazado en el Convento de los Jerónimos en 1553 por la Compañía de Jesús, o el seminario fundado
en 1568, utilizando las dependencias del convento benedictino de San Millán, ampliándose sus
instalaciones en 1586 como seminario conciliar de Ávila. Los jesuitas abrieron en 1564 sus colegios,
donde hasta entonces solo estudiaban novicios, para dar enseñanza a seglares, siendo tal el éxito, que
entraron en competencia con otros colegios de similares características.
Aquellas escuelas estaban muy pobremente dotadas. Sin apenas adornos en las paredes,
estaban ocupadas por bancos corridos con tablas dispuestas sobre caballetes las más veces. Como
método de enseñanza, la clase magistral a cargo del maestro, cuyo orden disponía con la palmeta o vara
de castigo. Entre las herramientas didácticas, se disponía de pluma, tintero y papel, y un cuchillo para
templar la pluma.
Como vehículo de apoyo se disponía de un alfabetharium, con las letras del abecedario, y es en
este siglo cuando comienza a extenderse el uso de las cartillas, vinculadas a la aparición de la imprenta,
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de las que gracias a los trabajos de investigación que han visto la luz durante los últimos años, han
salido a la luz algunos ejemplos: la Cartilla para mostrar a leer a los moços. Con la dotrina christiana que
37 38
se canta Amados hermanos , la de Arte para enseñar leer perfectamente y en muy breve tiempo ,
39
Cartilla o Arte para bien leer y escreuir en romance Castellano y para lo perteneciente a ello o el primer
40
manual de escribir impreso en nuestro país, la Recopilación subtiltssima, intitvlada orthographía prática .
En Ávila, existía una facultad de teología en la llamada Universidad de Santo Tomás, en el ala
sur del Claustro de los Reyes del Real Monasterio de Santo Tomás, y de cuyas aulas salieron personajes
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como Jovellanos hasta que esta institución fue clausurada en el siglo XIX. De entre todos los
catedráticos y doctores que sobresalieron, sin duda es Domingo Báñez, quien merece una mención por
sus clases magistrales de teología, pronunciadas durante treinta y dos años, y por haber sido confesor de
Santa Teresa durante una década.
10.- EL CICLO DE LA VIDA
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10.1.- La natalidad
Pese a los tópicos existentes, la natalidad no fue muy elevada en la España de estos años. La
ratio oscilaría entre 3,1 y 4,2 hijos por mujer, estableciendo los periodos intergenésicos más largos de
Europa.
Los nacimientos ilegítimos serán muy abundantes, especialmente en la ciudad. Entre las
explicaciones podríamos encontrar la escasa represión sexual o la importancia de la seducción
donjuanista. Esta elevada ilegitimidad provocará el fenómeno de los niños abandonados, el 20 % de los
bautizados en Valencia a finales del siglo XVII.
35
Ibid. P. 448.
36
Es necesario citar la labor de Ana María Martínez Pereira y Víctor Infantes en su excelente artículo”
“La imagen gráfica de la primera enseñanza en el siglo XVI”, en Revista Complutense de Educación,
1999. vol. l, nº 2, pp. 73-100. También es imprescindible el trabajo en solitario del propio Víctor Infantes:
De las primeras letras. Cartillas españolas para enseñar a leer siglos XV y XVI. Preliminar y edición
facsímile de 34 obras, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1998.
37
Toledo, Pero. Cartilla para mostrar a leer a los moços. Con la dotrina christiana que se canta Amados
hermanos. Editada por Miguel de Eguía, 1526).
38
Burgos, Pero, Arte para enseñar leer perfectamente y en muy breve tiempo, Editado por Juan de Junta,
c. 1542.
39
Villarítal, Rafael. Cartilla o Arte para bien leer y escreuir en romance Castellano y para lo
perteneciente a ello. Valencia, 1565.
40
Iciar, Juan de. Recopilación subtiltssima, intitvlada orthographía prática. Zaragoza, Bartolomé de
Nájera, 1548).
41
Serna Martínez, M. Op. cit. p. 378.
42
Usunáriz Garayoa, Jesús María. “Cultura y Mentalidades”, en Historia de España en la Edad Moderna,
Barcelona, 2004, pp. 104-107.
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18. La mujer toma una serie de cuidados durante el embarazo, y en especial durante el parto, en el
que es asistida por las comadronas, una figura de especial relevancia. Las comadronas eran las
primeras a las que se llamaba al sentir los dolores prenatales. Ellas atendían el parto, lavaban y fajaban al
niño y aun daban los primeros cuidados perinatales. Vigilaban la salud de la madre y del bebé hasta que
era bautizado y asistían incluso a la misa de purificación o de parida.
El bautismo marca la entrada del niño en la vida social y su incorporación a la iglesia. En
numerosas ocasiones se lleva a cabo en casa por el miedo a una muerte prematura, aunque en los
demás casos se realiza en la Iglesia. El nombre era dado por los padrinos, y solía reproducir el del padre
o del abuelo, manteniendo un vínculo entre vivos y muertos.
Los niños eran aculturados por sus madres y abuelas durante sus primeros años, siendo
instruidos en cultura cristiana, siendo receptores de unos valores que complementarían con los
conocimientos recibidos en la escuela.
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10.2.- La familia
La pareja entraba en tratas en la adolescencia. El noviazgo, que era largo, era una institución
tan sólida como el propio matrimonio, y preparaba para el casamiento, que rondaba los veinte años para
la mujer y los veinticinco para los hombres.
El matrimonio es el paso necesario para la constitución de la familia. Además, era el mecanismo
de transmisión de bienes. Muchos matrimonios, los más adinerados, eran precedidos de importantes e
intensas negociaciones entre las familias de los cónyuges.
Estas negociaciones se solían traspasar a unos contratos prematrimoniales donde se
estipulaba la dote a aportar por parte de la familia de la novia. En ocasiones intervenía un casamentero
que hacía de mediador. La nueva familia constituida vivía según sus niveles económicos, por lo que no
era infrecuente que la nueva familia viviera bajo el techo de la familia de uno de los cónyuges.
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En los estratos bajos, la tendencia es nidífuga . Las familias pobres, mermadas por la muerte,
la viudedad o la orfandad estaban sometidas a mayores presiones disgregantes que el resto. Este
nidifugismo lleva a los niños a servir a casa de un amo, como aprendices o mozos.
La otra cara de la moneda se da entre los desarraigados, antiguos combatientes, vagabundos…
Son los grandes marginados contrapuestos a los pobres, ya que estos últimos se encuentran socorridos
por la caridad y aun están arraigados a un barrio.
10.3.- La muerte
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a).- La preparación del cadáver
La tradición cristiana impone que el cuerpo sea enterrado en terreno sagrado. El cuerpo debía
ser lavado y aseado, antes del velatorio. A continuación, la amortajadora cumplía con su cometido. Desde
el siglo XVI se adoptó una costumbre que era, para los más pudientes, la de vestir el hábito de una orden
religiosa, normalmente mendicante, en su lecho mortuorio, junto con la bula de difuntos.
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b).- El ritual
El moribundo se halla rodeado de médico, sacerdote y escribano. Su misión, en primer lugar,
salvar su alma, la del otro aliviar su dolor, y la del tercero dar testimonio de su testamento.
Con el tañido de las campanas una hora después del fallecimiento comienza la puesta en
escena del recibimiento de la muerte. Olor a cera, color negro, oscuridad. Comienza un acontecimiento
social en el que está implicado todo el vecindario.
El primer escenario es el lecho mortuorio instalado en la habitación, con cuatro cirios
custodiando el cuerpo del finado. En su defecto se expone al finado en el portal de la casa. Al velatorio
asisten los allegados, familiares y vecinos, o rezadoras a las que se paga para que oren toda la noche.
43
Íbid. pp. 107-110.
44
Historia de España en la Edad moderna. P. 65-66.
45
García Fernández, Máximo. Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivos en
el Antiguo Régimen. Valladolid, 1996, pp. 151-155.
46
Íbid. pp. 171-208.
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19. Se obsequia con chocolate, pastas y aguardiente, pan y aceitunas a los que asisten al velatorio. Impera el
negro. Tafetán y balleta negra para el duelo y para el luto.
Amortajado, féretro y comitiva desfilan por la calle. De la intimidad de la casa se pasa a
socializar la muerte en el vecindario. Hachas y hachones marcan el ritmo de la comitiva.
En la Iglesia, el féretro reposa sobre un túmulo central, mientras se celebra el oficio de difuntos y
la misa de cuerpo presente. Agua bendita, incienso y padrenuestros. Desde allí se enterraba en el
cementerio anexo, o en el interior de la iglesia, ya que hasta el siglo XIX no existen los cementerios
extramuros.
La costumbre impone que el cadáver sea enterrado en el mismo día o al siguiente del
fallecimiento, aunque progresivamente, para evitar muertes por catalepsia y comas temporales, se
aguardan 24 horas. El lugar preferido, preferentemente cerca del altar, y en relación al lugar donde ya
reposan otros familiares, padres o cónyuge.
b).- Algunas actitudes ante la muerte
El bien morir
Durante el siglo XVI y XVII existe una preocupación por estar preparado ante la llegada de la
muerte. La alta mortalidad favorece una visión en la que la muerte acecha en cada esquina: asaltos,
asesinatos, guerras, epidemias, muertes perinatales… en todas estas circunstancias los españoles de la
época se percatan de la necesidad imperante de estar preparados ante la muerte. El ars moriendi
medieval, deja paso a tratados sobre el bien morir, cristianamente, sobre la actitud ante la muerte y la
preocupación por la vida sobrenatural.
Las Viudas
En el siglo XVI prolifera un gran número de viudas. La guerra, las pestes y otros condicionantes
favorecen la mortalidad masculina sobre la femenina. Las viudas aparecen en numerosas ocasiones
agrupadas en casas, donde compartir su miseria. Otras ocasiones aparecen numerosas viudas que
alquilan habitaciones y camas supliendo con su hospedería, la demanda de camas de viajeros y
forasteros, poniendo ya en el siglo XVI de moda el pupilaje entre los estudiantes.
Los huérfanos
Los huérfanos son un grupo social consecuencia de la muerte. Niños expósitos, abandonados y
huérfanos sociales y carnales, por muerte o abandono, llenan las estancias de los Doctrinos y de los
hospicios. Son otra consecuencia de la muerte que se ha perpetuado en apellidos como Expósito o San
José.
d).- Ávila: La maqbara
Por su importancia, debemos traer aquí el caso de la maqbara de Ávila, uno de los mejores
ejemplos de necrópolis musulmana habidos en España, y que muy tristemente ha sido sometido al
desarrollismo neoliberal de los últimos años.
Se trata de una necrópolis de la que se han excavado cerca de 3.000 tumbas, y que es una
muestra de la importancia que tuvieron los musulmanes en la Baja Edad Media. Según Serafín de Tapia,
la "maqbara" dejó de utilizarse a partir de 1502, cuando los Reyes Católicos pusieron a los mudéjares
(españoles de religión musulmana, gobernados por cristianos) de la Corona de Castilla en la tesitura de
elegir entre bautizarse para seguir en la ciudad o ser expulsados por permanecer el Islam. La mayoría
optó por bautizarse, de manera que desde entonces el cementerio dejó de utilizarse, ya que fueron
enterrados en las inmediaciones de las iglesias. La comunidad mudéjar era tan numerosa que existen
datos de la existencia de otro próximo al Monasterio de Santa Ana.
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