El documento habla sobre la parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar. Mientras el fariseo se enaltecía a sí mismo, el publicano se humilló ante Dios reconociendo que era un pecador. El documento luego explica que para recibir el agua de vida de Dios, uno debe reconocer su sed espiritual y humillarse como el publicano. Finalmente, invita a los lectores a examinar si dejan espacio para la reflexión y oración que ablanda el corazón.