El documento describe la Última Cena de Jesús con sus discípulos, en la que les lavó los pies como ejemplo de humildad y servicio. Jesús les pidió que hicieran lo mismo, entrando en su amor puro a través de la humildad y el servicio desinteresado a los demás, incluso hasta el extremo de dar la vida. La Eucaristía anticipa el sacrificio de Jesús por la salvación de la humanidad a través de su entrega total de amor.
La revista “Iglesia Nivariense” correspondiente al mes de abril dedica su portada a la misión que pretende realizar la diócesis. La misión, con ocasión del bicentenario de la diócesis y la llamada que nos hace el Papa Francisco, es un impulso, animado por el Espíritu Santo, que nos va a mover a todos y a todo como Iglesia “en salida” para que entremos juntos en un recorrido misionero.
Asimismo, la publicación de este mes recoge un reportaje sobre la Nueva Evangelización, delegación que ha trabajado intensamente en los últimos meses para llevar a cabo las sus terceras jornadas. Además, se incluye un reportaje fotográfico junto a varios testimonios sobre el pasado encuentro de catequistas y también hablamos del 25 Aniversario de la Casa de Acogida Madre del Redentor, de la labor de “Las Patronas” en México, etc.
1. JUEVES SANTO. 2 de Abril de 2015.
Un Jesús que se nos entrega sirviendo
LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana …
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
Vamos a celebrar uno de los momentos más fuertes e intensos de la vida de Jesús.
La tarde que se reunió con sus discípulos en el Cenáculo se rompieron todas las medidas
y todos los moldes. No se conmovieron los cimientos de la casa, pero sí se conmovieron
los cimientos del mundo, que desde entonces empezaría a ser nuevo. El amor es la
energía que mueve las estrellas, ese amor inmenso y creador se había concentrado
aquella tarde en una casa de Jerusalén.
Cristo esta tarde se hace sirvo. El gesto del lavatorio es para enmarcarlo. Hay un
proceso inicial de despojo: “se quita el manto”, símbolo de señorío, y de abajamiento:
baja de su asiento. Se puso, no a la altura de sus discípulos, sino a sus pies, para
lavárselos. Mirad en lo que quedan las poderosas manos de Dios. De ahora en adelante
se dedicarán a lavar los pies, a curar heridas, a levantar caídos, a expulsar demonios y
acariciar niños.
Basta con contemplar a Jesús lavando los pies de sus discípulos para verse
desconcertado ante su humildad de amor y sentir ganas de imitarle. Pero los exegetas
nos ayudan a ver más profundamente por qué san Juan comienza su relato de la pasión
con este episodio.
Nos tienta el deseo de llegar inmediatamente a la recomendación final, ya que se
trata de actuar: “Os he dado ejemplo para que hagáis vosotros lo mismo que yo he
hecho”. Sin embargo, el buen camino consiste en meditar primero lo que Jesús le dijo a
Pedro: “Si no te dejas lavar, no tendrás parte conmigo”.
“Lavar” tiene evidentemente un sentido material, pero también un sentido
espiritual, simbólico: el de una purificación más secreta y total. Es lo que se dirá del
bautismo que nos hace participar de Cristo, sumergiéndonos en su muerte y
resurrección: “Uno que se ha bañado, está limpio todo”.
Al ver solamente el gesto. Pedro protesta: “¿Lavarme tú los pies? ¡No!”. Lo mismo
que se reveló cuando Jesús habló de morir: “¿Morir tú? ¡Jamás!”. Sin reaccionar tan
violentamente, también nosotros tenemos nuestro “no”. Descartamos todo lo que nos
molesta en los gestos y las palabras de Jesús, o bien no ahondamos bastante en ellas.
Aquí, “tomar parte” tiene que ayudarnos a comprender el lavatorio de los pies
como un signo. Jesús nos pide que entremos con él en toda la pureza de su amor. Un
amor tan verdadero, tan poderoso, que salvó al mundo. Para ello, hay que descender
hasta el servicio más humilde. El orgullo envenena el amor, la humildad salva el amor.
Pero ¿qué clase de humildad?
Juan nos advierte: “Jesús había amado a los suyos y los amó hasta el extremo”. Si
no se entiende debidamente a ese extremo, se tomará el lavatorio de los pies por un
simple gesto de humildad más o menos espectacular. Pero no; el extremo empieza aquí:
el Señor glorioso (“El Padre lo ha puesto todo en sus manos; viene de Dios y regresa a
Dios”) comienza un “servicio” que va a conducirlo a la muerte. Un misterio de
rebajamiento tanto como de sufrimiento: “Se burlarán de él, le escupirán”. Desde el
primer paso hacia esa pasión, el servicio va ligado a la humillación. Esto significa que no
solamente el servicio no quita nada a su gloria, sino que tan sólo el servicio humilde llega
al extremo del amor.
Lección difícil. Lo que podía tomarse por un gesto bastante imitable es en realidad
el acto de un amor que se encarna en un servicio sin límites. El lavatorio de los pies
compromete una lógica del don de sí que Cristo lleva hasta los mayores sufrimientos y
hasta la muerte. Si no pedimos tener “parte con Cristo” para que nos lave de todo
nuestro orgullo y nos comunique su fuerza de amar, puede ser que hagamos de buena
gana algunos pequeños servicios a los demás, pero no entraremos en una vida de
servicio.
2. Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
Porque se trata precisamente de eso. Ahora podemos leer de nuevo las últimas
palabras de este texto midiendo todo su peso: “Os he dado ejemplo”. Viendo hasta
dónde ha llegado Jesús, sabemos hasta dónde hemos de llegar con él. El gesto inaugural
de la pasión simboliza un amor que debe arrojarnos a los pies de nuestros hermanos e
impulsarnos a actos concretos, a compromisos arriesgados. El “Os he dado ejemplo”
parte del lavatorio de los pies, pero muestra ya la cruz.
Entrega es la palabra que más se repite y la actitud que subyace y da tono al
ambiente del Cenáculo.
Hay una entrega en negativo, la de Judas, que entregó a Jesús por unas monedas
de consumo. Negra historia que sirve de contrapunto a la entrega luminosa del Señor.
Hablamos de esta entrega del Redentor, la entrega del Cordero, cuya sangre liberaba a
los israelitas.
Jesús está repitiendo que su amor llega hasta el extremo, hasta dar la vida por sus
amigos; que su cuerpo va a ser entregado y su sangre derramada por la salvación de
todos, que el pastor va a ser herido; que lo suyo toca a su fin.
Los signos eucarísticos hablan con frecuencia de este amor entregado. Su vida es
un pan que se rompe y se ofrece en comida, como un vino que rebosa y se ofrece en
bebida. En la Eucaristía Jesús está anticipando la ofrenda de su vida por nosotros. Jesús
no vive para sí, sino para nosotros. “Me amó y se entregó por mí”.
Esta entrega de Jesús procede y es la traducción humana de otra entrega, la del
Padre, que nos entregó a su Hijo único, porque nos amaba; “que no perdonó a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”.
La Eucaristía es “signo de unidad y vínculo de caridad”. La comida compartida
acerca a los extraños y une a los amigos. El alimento y bebida en común facilitan la
común unión. Si la comida y la bebida es Cristo, la unión de todos con Cristo origina un
dinamismo de unión mayor entre sí.
Comulgar es empezar a hablar la misma lengua, tener los mismos sentimientos,
compartir lo que se tiene y lo que se es. Comulgar a Cristo es empezar a ser Cristo, y si
todos somos Cristo, la vida nuestra empieza a ser común, todos tenemos la misma vida,
“ya no hay distinción entre judíos y griegos, esclavo o libre, hombre o mujer”. Es más,
infinitamente más, lo que nos une que lo que nos separa. “Todos somos uno en Cristo
Jesús.
Las comunidades cristianas tendríamos que ser fermento de unidad en este mundo
nuestro, tan roto y dividido a pesar de la globalización y los medios de comunicación.
Cada comunión nos envía a trabajar por la reconciliación. Somos misioneros de la
unidad, el amor y la paz que Cristo nos trae.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Cómo entiendes esta Última Cena y su significado?
“Os he dado ejemplo para que hagáis vosotros lo mismo que yo he hecho” ¿Cómo vivir
esta invitación vital?