2. Yo soy el pan de la vida: el que viene a mi no
pasará hambre, el que cree en mí no pasará
nunca sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han
visto y sin embargo no creen. Los que el Padre
me ha confiado vendrán a mí, y al que venga a
mí no lo echaré afuera; porque no bajé del cielo
para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió. Y ésta es la voluntad del que me
envió, que no pierda a ninguno de los que me
confió, sino que los resucite el último día.
(Juan 6, 35-39)
3.
4. Al principio de la predicación del Reino de los
Cielos, Jesús se anunciaba así mismo como el pan
de la vida, para atraer y convencer a sus
discípulos, ya que el alimento es lo principal para
nosotros, pero muchos de ellos no creían, y por
eso Jesús acudía a sus promesas de vida eterna,
para que así pusieran su fé y su confianza en él;
hoy en día no es mucha la diferencia, también
nosotros despreciamos ese cuerpo y esa sangre
de Cristo, que es la Eucaristía y que sabemos que
nos alimenta para la vida eterna.
5. Señor Jesús te damos gracias por ser ese
pan de vida para nosotros, al cual podemos
acudir cada vez que sentimos esa hambre y
esa sed de salvación; y ayúdanos para que
sepamos mostrarte a los demás como ese
alimento de vida eterna.
6. Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
Quien coma de este pan vivirá para
siempre. El pan que yo doy para la
vida del mundo es mi carne.
Les aseguro que si no comen la
carne y beben la sangre del Hijo del
Hombre, no tendrán vida en ustedes.
(Juan 6. 51, 53)
7.
8. En esta segunda lectura vemos que Jesús a ese
anuncio: yo soy el pan de vida, le agrega que es
vivo y que es bajado del cielo, lo cual significa
que el es Dios y que el que lo coma, ósea el que
lo acepte, vivirá para siempre; pero con la
condición de que es una aceptación total de
todo su ser incluyendo sus deseos, y entre ellos
el de estar presente en la Sagrada Eucaristía; por
eso dice el pan que yo daré para la vida del
mundo es mi carne.
9. Señor Jesús, haz que siempre deseemos
recibir la Sagrada Eucaristía, que es tu
carne para la vida del mundo. Y que ese
alimento nos lleve a fortalecer nuestra
esperanza en la vida eterna.
10. Porque yo recibí del Señor lo que les trasmití:
que el Señor, la noche que era entregado,
tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: Esto
es mi cuerpo que se entrega por ustedes.
Hagan esto en memoria mía. De la misma
manera, después de cenar, tomó la copa y dijo:
Esta es la nueva alianza sellada con mi sangre.
Cada vez que la beban háganlo en memoria
mía. Y así, siempre que coman este pan y
beban esta copa, proclamarán la muerte del
Señor, hasta que vuelva.
(1 Corintios 11, 23 - 26)
11.
12. Antes del cumplimiento de su misión, el
Señor Jesús decide realizar su sueño de
permanecer con sus discípulos y ser su
alimento espiritual; y por eso en la ultima
cena decide convertir el pan en su cuerpo y el
vino en su sangre , para regalarnos esa
presencia real de su Ser, que es la Sagrada
Eucaristía.
13. Gracias Señor por quedarte presente
en la Sagrada Eucaristía; que tu cuerpo
y que tu sangre siempre sean ese
alimento que nos fortalezca y nos
ayude a llegar al reino de Dios.
14. La copa de bendición que
bendecimos, ¿no es comunión con
la sangre de Cristo?
El pan que partimos, ¿no es
comunión con el cuerpo de Cristo?
Uno es el Pan y uno es el cuerpo
que todos formamos porque todos
compartimos el único pan.
(1 Corintios 10, 16-17)
15.
16. Ahora en el recorrido de ese camino hacia el
reino de los cielos, ó sea en el seguimiento de la
persona de Cristo Jesús, el nos pide que ese
cuerpo y esa sangre de él sea la que nos una en
la fé y en la caridad. Lo que Jesús quiere es que
al compartir la Sagrada Eucaristía, ella nos lleve
a la unión con él y con los hermanos ó sea a la
fraternidad.
17. Que el Espíritu Santo, nos de el don del
entendimiento, para que como buenos cristianos,
podamos entender la voluntad del Padre.
Para que los que sufren, padecen hambre y sed
física, descubran que Cristo Jesús, es el pan de la vida.
Para que esta adoración especial a la Sagrada
Eucaristía nos ayude a fortalecer nuestra fe y a poner
nuestra esperanza en esas promesas de vida eterna.
18. Para que los que comulgamos con Cristo nos
comprometamos a vivir la comunión con los
hermanos y trabajemos por una sociedad
solidaria y fraterna.
Que Jesús pan bajado del cielo, fortalezca
nuestra vida de fe y nos haga buenos cristianos.
Que al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo,
podamos ser fieles testigos del amor de Dios, para
que con ello seamos dignos de la vida eterna.
19. Señor Jesús, que tu cuerpo y que tu sangre,
siempre sean para nosotros ese alimento
que nos fortalece en la fé y nos une en la
caridad; para que se realice así tu sueño de
hacer de toda la humanidad la gran familia
de Dios.