1. La historia de las cofradías de Sevilla:
El origen de las hermandades son muy antiguas fundándose con distintos objetivos: enterramientos, casas
de beneficencia y hospitales que sostenían. Sus primeras estaciones de penitencia las realizaban sin pasos
ni imágenes, sólo una cruz parroquial con manguilla y el sacerdote llevando un crucifijo, visitando
lugares fuera del casco urbano, razón por la cual, las hermandades se constituyeron en iglesias y
conventos fuera de las murallas. Posteriormente y habiendo ya muchas hermandades y con el fin de
distinguir a unas de otras, tomaron además del crucifijo, un estandarte en el que aparecería pintado un
misterio de la Pasión.
Así continuaron por mucho tiempo hasta que el Arzobispo Fernando Niño de Guevara, a principios del
siglo XVII, dictó con la idea de llevar un orden y compostura de todas las corporaciones, que hicieran
estación en la Catedral y las hermandades del barrio de Triana en la parroquia Mayor de Santa Ana,
debido a las dificultades que ofrecían a su paso por el puente de Barcas y cruzar el río Guadalquivir y a
donde dicho Arzobispo enviaba entonces a un delegado suyo.
Parece ser que fue entonces cuando debido al deseo y la sana rivalidad entre las hermandades,
comenzaron a encargar imágenes a artistas como Montañez o Pedro Roldán, los cuales pasarían a madera
las imágenes que se representaban en los lienzos de los estandartes.
Comenzaron entonces a llevar el paso o parihuela con la imagen que sustituiría el crucifijo que portaba el
sacerdote y como acompañamiento, los hermanos de sangre, que iban disciplinándose y los hermanos de
luz, cuya misión era llevar hachas encendidas.