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Ficha revolucion luis xvi
1. Asignatura: Historia, Geografía y Cs. Sociales
Nivel: Octavo Básico
Profesor: Antonio Jiménez Molina.
“Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo”.
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FICHA: LECTURA DE FUENTES PRIMARIAS REVOLUCIÓN FRANCESA
OBJETIVO: COMPRENDER LA REVOLUCIÓN FRANCESA COMO UNA REBELIÓN CONTRA LOS PRINCIPIOS POLÍTICOS
Y SOCIALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN.
HABLA EL VERDUGO DE LUIS XVI, HENRI SANSÓN: "ASÍ GUILLOTINÉ A LUIS XVI"
Henri Sanson era hijo, nieto y bisnieto de verdugos. Mató a 2.918
personas, entre ellas a María Antonieta, Robespierre y Luis XVI. Pero
la ejecución de este último (1793) le conmovió tanto que escribió unas
cartas para contar su ejemplar comportamiento sobre el patíbulo.
El verdugo de Luis XVI se indignó al leer que los periódicos
jacobinos atribuían al rey haberse comportado como un cobarde en el
cadalso. No era verdad que fuera conducido por la fuerza a la
guillotina con una pistola en la nuca, ni que el Borbón hubiera gritado
de miedo como una gallina cuando ajustaron su cuello en el hueco de
la decapitación. Era mentira que la ejecución hubiera degenerado en
una escabechina por la impericia del ejecutor.
"El rey afrontó toda aquella situación con una compostura y un temple
que nos dejó atónitos a cuantos allí nos encontrábamos. Sigo
convencido de que aquella firmeza suya la había extraído de los principios de la religión". Habla Charles Henri Sanson,
otorgándose a título expiatorio un lugar pasivo en el ceremonial regicida. Se encontraba allí como tantos otros franceses, pero
nadie si no él tenía la responsabilidad de manejar la guillotina sobre la cabeza de Luis XVI aquella mañana opaca de 1793.
"Su Majestad subió al patíbulo", continúa la carta, "y quiso abalanzarse sobre la parte frontal como si pretendiera pronunciar un
discurso. Se le dijo que aquello no era posible. Entonces se dejó conducir hasta el lugar donde fue atado, desde donde exclam ó
con voz muy alta: ‘Pueblo de Francia, muero inocente’. Después, volviéndose hacia nosotros, dijo: ‘Caballeros, soy inocente de
todo cuanto se me ha acusado. Desearía que mi sangre sirviera para consolidar sobre ella la felicidad de todos los franceses" .
La letra de Charles Henri Sanson es pareja, ordenada, pulcra. Ocupa unos folios espesos y amarillentos, aunque la tinta se ha
apagado con el transcurso de los años, exactamente igual que sucede al sello rojo del lacre. Llama la atención la obsesión
informativa del verdugo... Parece haber escrito un informe policial.
"Cuando descendió de su carroza para la ejecución, le dije que tenía que despojarse de su hábito" , narra Sanson en el
manuscrito. "Me dio a entender que no quería hacerlo, pero finalmente accedió. También se resistió a que le atáramos las
manos. Y preguntó si era necesario que los tambores redoblaran todo el tiempo. Se le dijo que no sabíamos".
El rey tuvo que someterse a la vergüenza que suponía dejarse cortar el cabello por el ayudante del verdugo. Había 100.000
personas contemplando la escena, casi siempre en silencio, aunque "de vez en cuando prorrumpían desde el gallinero las
consignas justicieras: "¡Muerte a Luis XVI!".
Charles Henri Sanson estaba seguro de que finalmente se iba a producir la liberación del monarca. Imaginaba que sus leales
lograrían llevárselo del patíbulo. Quizá porque el rescate le hubiera permitido al verdugo abstenerse de actuar contra su
voluntad. Nunca como entonces maldijo su profesión. Nunca como aquella mañana regresó tan abatido ni avergonzado a su
casa. Era hijo de verdugo, nieto de verdugo, bisnieto de verdugo. Todo porque el primer Sanson llamado a manejar el hacha y
los útiles de tortura hubo de satisfacer el chantaje de su suegro a cuenta de un pecado de amor. Sucedió en 1688, cuando
Charles Sanson I fue sorprendido en actitudes pecaminosas con mademoiselle Margarita. El desliz precipitó la solución
tradicional del matrimonio, pero el padre de la futura esposa, conocido con el apelativo de "maestro Jouënne", exigió la condición
de que el marido "heredaría" la antiquísima profesión de verdugo en la ciudad de París.
Se trataba de un trabajo bien remunerado y extraordinariamente impopular. No sólo porque el bourreau -el denigrante término
en francés que además de verdugo significa burro de carga-, vivía del dolor y del pavor ajeno. También porque buena parte de
sus recursos provenía de una cuota impositiva "en género" que debían pagar los comerciantes, los fruteros, los campesinos y
demás del Tercer Estado.
Charles Sanson, orgulloso de su pasado militar, aprendió el oficio con habilidad en compañía del suegro. Era bastante diestro
en la técnica de la decapitación con la espada, pero también había adquirido una singular eficacia en la tarea de administrar las
torturas y los suplicios...
Semejantes medidas disciplinarias solían aplicarse en presencia del público, aunque los ceremoniales más concurridos era la
aplicación exhibicionista de la pena capital en las plazas mayores. Era entonces cuando Charles Sanson adquiría plena
consciencia de que el oficio de verdugo equivalía a la mayor degradación humana expresamente consentida por la ley... Exigió
que las autoridades sustituyeran el término de bourreau por el de ejecutor... "Si los verdugos somos una vergüenza, no
deberíamos existir. Y si somos necesarios, que se nos trate con el respeto de tales. Por favor".
"En un instante el rey fue ajustado bajo la plancha fatal. Y en el momento en que la cuchilla iba a caer sobre su cabeza, tuvo
tiempo de escuchar la voz del sacerdote que le había asistido en el cadalso. Le decía: ‘Hijo de San Luis, mirad al cielo’".
La posición del cuerpo se lo impedía, pero el ejecutor hizo cuanto pudo para garantizar que Luis XVI pudiera instalarse a tít ulo
póstumo en la bóveda celeste. También ocupándose anualmente de pagar una costosa misa para el sufragio del alma del
Borbón decapitado