2. Principio de
septiembre
El verano preparaba su equipaje
dispuesto
a emprender un largo viaje –o
corto, según se mire– por el tiempo
para nacer de nuevo, en un ciclo sin
fin, al cabo de nueve meses. ¡No iba
a ser menos que cualquier bebé!
La gente del barrio, por el contrario,
deshacía su equipaje después de
unas siempre breves vacaciones.
—Es que tendría que haber un mes
de trabajo y once de vacaciones
—sentenciaba don Simeón en plan
de filósofo.
3. Don Simeón era dueño de un pegados
hotel en la costa, y en época a los pupitres y de arrancar las
de vacaciones se ponía las veinte
botas. Vamos, que se telarañas de todos los veranos.
forraba de dinero. —Esta vez han sido
Pero dejemos en paz a don veinticuatro.
Simeón, —Habrá que controlarlas el año
que nada se le ha perdido en próximo —contestó con guasa el
esta
historia. director, que era un maniático
de los controles.
El colegio se preparaba también —Nada de eso, habrá que
para el inicio del nuevo curso. tomar
La medidas —respondió con gesto
señora Tomasa era la encargada malhumorado la señora Tomasa.
de organizar el zafarrancho de —Tampoco vamos a discutir por
limpieza, de ventilar las aulas, una telaraña más o menos.
de
quitar el polvo y los chicles
4. —Claro que sí. En un colegio han de fuera su uniforme de trabajo, unos
dar ejemplo de disciplina hasta los vaqueros descoloridos y una camisa
arácnidos —insistió la encargada de de cuadros chillones.
la limpieza, que de Zoología sabía Los profesores se habían incorporado
cantidad. a sus puestos con el fin de disponer
El director era joven, como el resto todo para el comienzo de las clases.
del profesorado de aquel centro. Habían llegado todos salvo uno, de que
A pesar de su juventud, ya se no se tenía la menor noticia.
había Precisamente el único nuevo, que
ganado, sin mayores méritos ni accedía al colegio de la capital tras
oposiciones, una hermosa barriga muchos años ejerciendo por pueblos,
y una espectacular calva, que según constaba en su expediente.
era todo un monumento al melón
amarillo. Claro que la falta de pelo
en el tejado la compensaba con una
enmarañada, negra y larguísima
barba. Vestía siempre, como si
5. Don Onofre, el director, que se cuando venga, me va a oír. Vaya si
encontraba me oirá. En fin, ante todo, quiero
enfurecido porque consideraba comentaros que este año… bla, bla,
una falta de responsabilidad y bla.
de disciplina el retraso injustificado Les metió tal rollo, que casi se les va
del nuevo maestro, paseaba nervioso la olla. Incluso uno de los profesores
delante del profesorado como un se quedó dormido en un rincón. Don
capitán de barco frente a una Onofre le preguntó:
tripulación —¿Te has enterado, Manolo?
rebelde. —¡Cómo no me voy a enterar, si
—Esto no se puede tolerar. El que llevo cinco años oyéndote el mismo
sea un señor mayor no le autoriza a discurso!
incorporarse cuando le dé la gana.
Vosotros sabéis que me gusta reuniros
antes del comienzo del curso para
planificar el desarrollo del mismo. Os
hablaré a pesar de su ausencia. Pero
6. Llegó, al fin, el día de la inauguración en un tipo curioso y sorprendente que
del curso escolar y el nuevo profesor se acercaba con pasos de pingüino
seguía sin aparecer. y con los pies muy abiertos, como
Don Onofre se vistió el traje oscuro si quisieran marchar hacia lados
de las bodas, que solo se ponía opuestos. Destacaban sus pantalones
en las grandes solemnidades, y blancos, extremadamente cortos,
se adornó con una pajarita roja, que no le cubrían siquiera los tobillos
que se ataba a la barba ya que y que dejaban al descubierto unos
en el cuello, debajo de tanto pelo, calcetines desparejados, cada uno
no había manera de verla, y se de distinto color. No asombraban
ocupó en dar la bienvenida a los menos su chaqueta roja, su
alumnos y en saludar a los padres. minúscula corbata, los zapatos
Sonreía a todos, pero se le notaba rojos y puntiagudos, el bombín o el
cierta preocupación o que algo lo paraguas de colorines. Pero lo más
atormentaba. Y es que no conseguía chocante era la jaula con el loro
olvidarse de la tardanza del nuevo que llevaba colgada del mango
profesor. «Se la va a cargar. Vaya si del paraguas, abierto a saber por
se la carga», se repetía. qué. Era el tipo más estrafalario que
Los padres, poco a poco, fueron imaginarse pueda.
abandonando el colegio. Don
Onofre decía adiós con la mano a
los más rezagados, cuando reparó
7. El director, nada más fijarse en él, tengo mucha prisa y que no
pensó: «Un vendedor de chucherías queremos
o un farandulero. No ha empezado comprar nada ni tampoco interesa
el curso y ya viene dispuesto a dar el
la paliza». Y antes de que llegara, teatro en este centro escolar.
escapó hacia el interior como si lo Lo de que «no interesa el teatro en
este
persiguiera el malo de la película,
centro escolar» lo dijo de
pero el hombre estrambótico le carrerilla,
gritó:
como si lo hubiera aprendido de
—¡Eh!, espere, no escurra el bulto.
memoria cuando estudió Pedagogía
Don Onofre se detuvo y se volvió
un o fuera una orden de la Consejería
poco avergonzado de su de Educación o del Ministerio.
descortesía. —Quiero hablar con usted, que es
Observó el largo pelo del color de el
la director de este colegio.
zanahoria, la nariz aguileña y las —¿Y cómo sabe que soy el
mejillas violáceas del hombre, antes director?
de preguntarle: —Por la pajarita.
—¿Qué desea? Le advierto que
8. Don Onofre se rascó la cabeza. El hombre le cortó:
recién llegado aclaró: —¿Quiere un chicle?
—Un hombre vestido con tanta Y antes de que la cerrara, le había
extravagancia solo puede ser el metido una pastilla gigantesca en la
director. boca.
Don Onofre agitó ahora la cabeza Don Onofre, mientras pensaba
como si quisiera sacudirse una cómo
alucinación. iniciar su regañina al extraño
—¿Y usted quién es? profesor
—Teófanes Ciruela, el nuevo por su retraso en incorporarse, se
maestro. dedicó a masticar el chicle, que,
—El nuevo —repitió el loro, por si poco a poco, fue ablandándose y
acaso no le había entendido. haciéndose pegajoso. De tal modo,
El director abrió la boca como un que cuando quiso hablar no le salían
felino ante una presa tierna, pero las palabras.
el
9. —Me he atrasado un poco las clases de pequeños.
—continuó el nuevo profesor—, El hombre, en vez de disgustarse,
pero supongo que no me habrán se
echado de menos. Como nadie me puso muy contento con la noticia.
conoce… Como si le hubiera anunciado una
El director pensó que por su subida espectacular de sueldo. Le
desfachatez e indisciplina debía plantó un beso en la calva y replicó:
imponerle un correctivo. Y no se le —Muchas gracias, es el mejor
ocurrió nada peor que: premio
—Se ocupará de una clase que podría darme. Tan bueno como
de mayores —balbuceó al fin, si me hubiera asignado una clase de
convencido de que su mayor deseo pequeños.
sería hacerse cargo de alguna de
10. A don Onofre se le abrieron los ojos El maestro Ciruela sonrió, cerró el
y se le hincharon las narices hasta el paraguas, lo cargó sobre el hombro
borde de la explosión. Fue a soltar y, con la jaula colgada de la
una palabrota, pero de su boca solo empuñadura, pasó al interior.
salió un precioso globo rosa, que se A los cinco minutos entraba en el
inflaba e inflaba conforme crecía su despacho de don Onofre.
indignación. El despacho era pequeño y
—Oiga, hace usted unos globos destartalado, algo así como una
magníficos. Ni yo mismo sería caja de galletas venida a más. Tenía
capaz de conseguirlos tan buenos. una única ventana por la que se
Si quiere, podemos organizar un campeonato. divisaba el cuello de jirafa de una
El director, que era licenciado en gigantesca chimenea, que vomitaba
Psicología y en Sociología, se pegó todo el humo inimaginable: la pipa
un capón e indicó con el dedo al en que fumaba, intoxicándose, la
nuevo maestro que entrara en el gran ciudad.
colegio, pero con tal infortunio, que Un rincón lo ocupaba un esqueleto
pinchó el globo y explotó. El chicle humano con pinta de rapero
se le pegó a la barba, que le quedó marchoso. Don Teófanes Ciruela, al
como un algodón de azúcar. descubrirlo, se quitó respetuosamente
—Vaya a verme a mi despacho el sombrero y lo saludó con un
dentro de cinco minutos —dijo, ademán.
mientras intentaba arrancarse el
chicle de la barba.
11. —¿Qué hace usted? —preguntó el quizá por su condición de loro español.
director, muy sorprendido—. Solo es —Y digo yo…
el esqueleto de un hombre. «Malo —pensó el maestro Ciruela—,
—De una mujer —puntualizó el malo cuando empieza con esta frase».
maestro Ciruela. —Y digo yo —continuó el director—,
—¿Cómo sabe usted…? ¿no preferiría usted un colegio más
Pero su pregunta se quedó en el tranquilo? Podría cambiar su puesto
aire, porque el esqueleto levantó con algún profesor al que pudiera
y extendió lo que le quedaba de interesar esta zona. Precisamente
mano y don Teófanes se la besó con conozco uno que…
cortesía. —Un amigo suyo, ¿verdad?
—A sus pies, señora. Don Onofre se sonrojó un poco
El director no supo jamás si fue la porque, en honor a la verdad, tenía
mano la que se levantó o si fue don que admitir que quería el puesto para
Teófanes quien la ayudó, pero perdió un amigo de la infancia y que se llevó
el deseo de preguntar y solo dijo: un berrinche de marca cuando supo
—Siéntese, don Teófanes. que lo había conseguido un maestro
—Usted primero, don Onofre. de pueblo.
—¡Siéntense, leñe! —gritó el loro,
que era muy aficionado a vocear,
12. —Pues sí, un amigo, pero no crea la calidad de mi enseñanza y con
que lo hago por amistad… —se mi preparación profesional? —dicho
excusó el director. esto, don Teófanes se levantó y
—¿Es que usted cree que los compuso su figura—. Además, ¿qué
puestos sucede con mi aspecto? ¿Acaso ha
se cambian como los cromos? Si visto usted alguien más elegante
su amigo quiere una plaza en este que
colegio, que se la gane. yo?, ¿eh…?, ¿eh……?
El director miró al techo con Y se dio una vuelta por el despacho
resignación, suspiró y continuó con como lo haría un modelo sobre la
tono de infinita paciencia: pasarela en un desfile de moda. El
—Mire, por su aspecto deduzco que loro gritó:
este no es el colegio apropiado para
usted.
—¿Qué tiene que ver mi aspecto
con
13. —¡Chulo! ¡Tío bueno! —y lanzó un —Tampoco… —admitió el director,
par de silbidos de admiración. ya un poco avergonzado —, pero sé el
—Pero sus métodos de enseñanza del gallo.
quizá no sean hoy los más adecuados. —Me extraña. Hágalo.
El maestro Ciruela ocupó de nuevo —Quiquiriquí… —cantó con timidez
su asiento y avanzó el dedo índice don Onofre, cogido por sorpresa.
hacia el director, al que casi se lo —Más alto, sin miedo.
mete en un ojo. —¡Quiquiriquí…! ¡Quiquiriquí…!
—¡Qué sabrá usted de mis métodos En esto, se abrió la puerta del
de enseñanza! —y bajó la voz—. despacho, asomó la cabeza la
¿Se sabe usted de carrerilla el señora Tomasa y, luego, llamó con
nombre de las capitales de todos los los nudillos, que tal era su costumbre:
países del mundo? primero entraba y después llamaba.
—Claro que sí —afirmó el director, Al descubrir a don Onofre en su
picado en su amor propio. faceta de gallinácea, puso la misma
—Me lo temía… Sin embargo, no cara que si hubiera visto al alcalde
será capaz de imitar el canto del disfrazado de Supermán.
jilguero, ¿verdad? —¿Quiere algo, señora Tomasa?
—No.
—¿Y el de la perdiz?
14. —Nada, decirle que está usted Cuando el director abrió la puerta
como una cabra. Sí señor, como una del aula, una tiza pasó silbando
«capra hispánica». junto
Y tras un portazo, se marchó. a su cabeza. El maestro Ciruela,
El director miró fijamente al nuevo con un movimiento agilísimo, logró
maestro y dijo: cogerla al vuelo y se la dio al loro.
—Está bien, tiene usted todo el El animal se puso a chuparla como
derecho a quedarse. Se ocupará de si
quinto curso. fuera una piruleta, pues el calcio es
—Magnífico. ¿Dónde se encuentra bueno para las aves.
el aula? —¿Quién ha sido? —preguntó el
—Saliendo por el pasillo de director.
enfrente, Se hizo un silencio masticable como
la tercera clase a la derecha. Pero los chicles del maestro Ciruela.
no
se preocupe, lo acompañaré y haré
su presentación.
15. —Yo no he sido —afirmó una por lo bajini. El director los miró
voz infantil, con aire de lección con
aprendida. severidad y dijo:
—Ya lo sé, Óscar —concedió don —Quiero presentaros a don
Onofre. Teófanes
El zumbido de un ejército de Ciruela… ¿Cuál es su segundo
moscardones, en este caso apellido?
humanos, —No tengo.
se dejó oír en la clase. Don —¡Cómo no va a tener segundo
Onofre, apellido!
malhumorado, ordenó silencio con un —Claro que sí. Mi madre se llamaba
gesto e hizo otro al maestro Margarita Notengo Martínez, y
Ciruela, por eso mi segundo apellido es
invitándolo a pasar. No tengo.
Los niños, al verlo, empezaron a
reír
16. Los niños dejaron escapar sus risas basta
y de risas, niños.
don Onofre se puso muy nervioso. Pero nada más salir, los alumnos
—Bien, pues don Teófanes Ciruela prorrumpieron en carcajadas y
Notengo será vuestro profesor comentarios jocosos, provocados,
durante sin duda, por la estrafalaria figura
este curso. Espero que os del nuevo profesor. El barullo se
comportéis hizo
con él tan bien como hasta ahora ensordecedor, hasta que una voz
lo habéis hecho con los anteriores. enérgica lo acalló:
—Gracias, gracias… Encantado. —¡Silencio!, al que arme jaleo le
¡Ah!, en vez de profesor, prefiero arranco la nariz.
el
Los chavales se quedaron más
viejo título de maestro. Maestro es
cortados que una raja de sandía.
una palabra tan hermosa y que dice
El loro había hablado.
tanto… Para vosotros seré el
maestro
Ciruela.
—Bueno, don Teófanes, lo dejo con
su clase —dijo el director—. Y