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Principio de
                       septiembre
   El verano preparaba su equipaje
               dispuesto
    a emprender un largo viaje –o
 corto, según se mire– por el tiempo
 para nacer de nuevo, en un ciclo sin
 fin, al cabo de nueve meses. ¡No iba
   a ser menos que cualquier bebé!
La gente del barrio, por el contrario,
   deshacía su equipaje después de
   unas siempre breves vacaciones.
 —Es que tendría que haber un mes
   de trabajo y once de vacaciones
  —sentenciaba don Simeón en plan
              de filósofo.
Don Simeón era dueño de un                   pegados
    hotel en la costa, y en época a los pupitres y de arrancar las
      de vacaciones se ponía las                  veinte
        botas. Vamos, que se      telarañas de todos los veranos.
        forraba de dinero.               —Esta vez han sido
    Pero dejemos en paz a don                 veinticuatro.
                Simeón,           —Habrá que controlarlas el año
   que nada se le ha perdido en próximo —contestó con guasa el
                  esta
              historia.            director, que era un maniático
                                           de los controles.
El colegio se preparaba también      —Nada de eso, habrá que
  para el inicio del nuevo curso.                 tomar
                   La              medidas —respondió con gesto
señora Tomasa era la encargada malhumorado la señora Tomasa.
 de organizar el zafarrancho de —Tampoco vamos a discutir por
 limpieza, de ventilar las aulas,     una telaraña más o menos.
                   de
    quitar el polvo y los chicles
—Claro que sí. En un colegio han de     fuera su uniforme de trabajo, unos
 dar ejemplo de disciplina hasta los     vaqueros descoloridos y una camisa
arácnidos —insistió la encargada de             de cuadros chillones.
 la limpieza, que de Zoología sabía    Los profesores se habían incorporado
              cantidad.                 a sus puestos con el fin de disponer
El director era joven, como el resto    todo para el comienzo de las clases.
  del profesorado de aquel centro.     Habían llegado todos salvo uno, de que
    A pesar de su juventud, ya se            no se tenía la menor noticia.
                  había                   Precisamente el único nuevo, que
   ganado, sin mayores méritos ni       accedía al colegio de la capital tras
  oposiciones, una hermosa barriga      muchos años ejerciendo por pueblos,
    y una espectacular calva, que         según constaba en su expediente.
  era todo un monumento al melón
amarillo. Claro que la falta de pelo
en el tejado la compensaba con una
   enmarañada, negra y larguísima
   barba. Vestía siempre, como si
Don Onofre, el director, que se        cuando venga, me va a oír. Vaya si
                encontraba                  me oirá. En fin, ante todo, quiero
     enfurecido porque consideraba         comentaros que este año… bla, bla,
     una falta de responsabilidad y                          bla.
 de disciplina el retraso injustificado   Les metió tal rollo, que casi se les va
 del nuevo maestro, paseaba nervioso      la olla. Incluso uno de los profesores
   delante del profesorado como un         se quedó dormido en un rincón. Don
     capitán de barco frente a una                  Onofre le preguntó:
                 tripulación                   —¿Te has enterado, Manolo?
               rebelde.                       —¡Cómo no me voy a enterar, si
  —Esto no se puede tolerar. El que         llevo cinco años oyéndote el mismo
 sea un señor mayor no le autoriza a                      discurso!
  incorporarse cuando le dé la gana.
Vosotros sabéis que me gusta reuniros
  antes del comienzo del curso para
planificar el desarrollo del mismo. Os
hablaré a pesar de su ausencia. Pero
Llegó, al fin, el día de la inauguración   en un tipo curioso y sorprendente que
del curso escolar y el nuevo profesor        se acercaba con pasos de pingüino
          seguía sin aparecer.               y con los pies muy abiertos, como
 Don Onofre se vistió el traje oscuro         si quisieran marchar hacia lados
    de las bodas, que solo se ponía        opuestos. Destacaban sus pantalones
    en las grandes solemnidades, y           blancos, extremadamente cortos,
   se adornó con una pajarita roja,        que no le cubrían siquiera los tobillos
    que se ataba a la barba ya que           y que dejaban al descubierto unos
  en el cuello, debajo de tanto pelo,        calcetines desparejados, cada uno
    no había manera de verla, y se           de distinto color. No asombraban
   ocupó en dar la bienvenida a los              menos su chaqueta roja, su
  alumnos y en saludar a los padres.           minúscula corbata, los zapatos
  Sonreía a todos, pero se le notaba        rojos y puntiagudos, el bombín o el
   cierta preocupación o que algo lo        paraguas de colorines. Pero lo más
 atormentaba. Y es que no conseguía           chocante era la jaula con el loro
  olvidarse de la tardanza del nuevo           que llevaba colgada del mango
profesor. «Se la va a cargar. Vaya si        del paraguas, abierto a saber por
       se la carga», se repetía.           qué. Era el tipo más estrafalario que
   Los padres, poco a poco, fueron                    imaginarse pueda.
      abandonando el colegio. Don
   Onofre decía adiós con la mano a
  los más rezagados, cuando reparó
El director, nada más fijarse en él,       tengo mucha prisa y que no
pensó: «Un vendedor de chucherías                     queremos
 o un farandulero. No ha empezado comprar nada ni tampoco interesa
el curso y ya viene dispuesto a dar                      el
la paliza». Y antes de que llegara,      teatro en este centro escolar.
 escapó hacia el interior como si lo Lo de que «no interesa el teatro en
                                                        este
  persiguiera el malo de la película,
                                            centro escolar» lo dijo de
   pero el hombre estrambótico le                    carrerilla,
                  gritó:
                                        como si lo hubiera aprendido de
—¡Eh!, espere, no escurra el bulto.
                                      memoria cuando estudió Pedagogía
  Don Onofre se detuvo y se volvió
                    un                o fuera una orden de la Consejería
       poco avergonzado de su            de Educación o del Ministerio.
               descortesía.           —Quiero hablar con usted, que es
 Observó el largo pelo del color de                      el
                    la                      director de este colegio.
  zanahoria, la nariz aguileña y las        —¿Y cómo sabe que soy el
mejillas violáceas del hombre, antes                director?
             de preguntarle:                    —Por la pajarita.
   —¿Qué desea? Le advierto que
Don Onofre se rascó la cabeza. El               hombre le cortó:
       recién llegado aclaró:                 —¿Quiere un chicle?
  —Un hombre vestido con tanta       Y antes de que la cerrara, le había
 extravagancia solo puede ser el     metido una pastilla gigantesca en la
             director.                                boca.
Don Onofre agitó ahora la cabeza        Don Onofre, mientras pensaba
  como si quisiera sacudirse una                        cómo
            alucinación.                 iniciar su regañina al extraño
       —¿Y usted quién es?                            profesor
   —Teófanes Ciruela, el nuevo        por su retraso en incorporarse, se
             maestro.                  dedicó a masticar el chicle, que,
—El nuevo —repitió el loro, por si     poco a poco, fue ablandándose y
   acaso no le había entendido.      haciéndose pegajoso. De tal modo,
El director abrió la boca como un    que cuando quiso hablar no le salían
felino ante una presa tierna, pero                las palabras.
                   el
—Me he atrasado un poco                   las clases de pequeños.
   —continuó el nuevo profesor—,       El hombre, en vez de disgustarse,
  pero supongo que no me habrán                           se
 echado de menos. Como nadie me         puso muy contento con la noticia.
               conoce…                  Como si le hubiera anunciado una
    El director pensó que por su        subida espectacular de sueldo. Le
  desfachatez e indisciplina debía    plantó un beso en la calva y replicó:
imponerle un correctivo. Y no se le       —Muchas gracias, es el mejor
       ocurrió nada peor que:                           premio
     —Se ocupará de una clase          que podría darme. Tan bueno como
   de mayores —balbuceó al fin,       si me hubiera asignado una clase de
 convencido de que su mayor deseo                    pequeños.
 sería hacerse cargo de alguna de
A don Onofre se le abrieron los ojos       El maestro Ciruela sonrió, cerró el
    y se le hincharon las narices hasta el     paraguas, lo cargó sobre el hombro
      borde de la explosión. Fue a soltar          y, con la jaula colgada de la
     una palabrota, pero de su boca solo           empuñadura, pasó al interior.
      salió un precioso globo rosa, que se      A los cinco minutos entraba en el
     inflaba e inflaba conforme crecía su            despacho de don Onofre.
                     indignación.                   El despacho era pequeño y
         —Oiga, hace usted unos globos           destartalado, algo así como una
         magníficos. Ni yo mismo sería        caja de galletas venida a más. Tenía
       capaz de conseguirlos tan buenos.         una única ventana por la que se
Si quiere, podemos organizar un campeonato.     divisaba el cuello de jirafa de una
       El director, que era licenciado en      gigantesca chimenea, que vomitaba
       Psicología y en Sociología, se pegó      todo el humo inimaginable: la pipa
        un capón e indicó con el dedo al        en que fumaba, intoxicándose, la
        nuevo maestro que entrara en el                     gran ciudad.
     colegio, pero con tal infortunio, que      Un rincón lo ocupaba un esqueleto
      pinchó el globo y explotó. El chicle          humano con pinta de rapero
      se le pegó a la barba, que le quedó      marchoso. Don Teófanes Ciruela, al
           como un algodón de azúcar.         descubrirlo, se quitó respetuosamente
         —Vaya a verme a mi despacho              el sombrero y lo saludó con un
         dentro de cinco minutos —dijo,                       ademán.
        mientras intentaba arrancarse el
               chicle de la barba.
—¿Qué hace usted? —preguntó el       quizá por su condición de loro español.
director, muy sorprendido—. Solo es                  —Y digo yo…
     el esqueleto de un hombre.         «Malo —pensó el maestro Ciruela—,
    —De una mujer —puntualizó el       malo cuando empieza con esta frase».
           maestro Ciruela.             —Y digo yo —continuó el director—,
        —¿Cómo sabe usted…?             ¿no preferiría usted un colegio más
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  aire, porque el esqueleto levantó       con algún profesor al que pudiera
   y extendió lo que le quedaba de       interesar esta zona. Precisamente
mano y don Teófanes se la besó con                  conozco uno que…
                cortesía.                    —Un amigo suyo, ¿verdad?
        —A sus pies, señora.               Don Onofre se sonrojó un poco
 El director no supo jamás si fue la    porque, en honor a la verdad, tenía
 mano la que se levantó o si fue don   que admitir que quería el puesto para
Teófanes quien la ayudó, pero perdió   un amigo de la infancia y que se llevó
 el deseo de preguntar y solo dijo:      un berrinche de marca cuando supo
      —Siéntese, don Teófanes.           que lo había conseguido un maestro
    —Usted primero, don Onofre.                       de pueblo.
  —¡Siéntense, leñe! —gritó el loro,
  que era muy aficionado a vocear,
—Pues sí, un amigo, pero no crea    la calidad de mi enseñanza y con
   que lo hago por amistad… —se      mi preparación profesional? —dicho
         excusó el director.          esto, don Teófanes se levantó y
    —¿Es que usted cree que los      compuso su figura—. Además, ¿qué
                 puestos             sucede con mi aspecto? ¿Acaso ha
  se cambian como los cromos? Si      visto usted alguien más elegante
 su amigo quiere una plaza en este                     que
       colegio, que se la gane.              yo?, ¿eh…?, ¿eh……?
    El director miró al techo con    Y se dio una vuelta por el despacho
 resignación, suspiró y continuó con como lo haría un modelo sobre la
     tono de infinita paciencia:     pasarela en un desfile de moda. El
—Mire, por su aspecto deduzco que                 loro gritó:
este no es el colegio apropiado para
                usted.
  —¿Qué tiene que ver mi aspecto
                   con
—¡Chulo! ¡Tío bueno! —y lanzó un        —Tampoco… —admitió el director,
    par de silbidos de admiración.      ya un poco avergonzado —, pero sé el
  —Pero sus métodos de enseñanza                          del gallo.
quizá no sean hoy los más adecuados.             —Me extraña. Hágalo.
  El maestro Ciruela ocupó de nuevo        —Quiquiriquí… —cantó con timidez
  su asiento y avanzó el dedo índice       don Onofre, cogido por sorpresa.
 hacia el director, al que casi se lo            —Más alto, sin miedo.
            mete en un ojo.                   —¡Quiquiriquí…! ¡Quiquiriquí…!
 —¡Qué sabrá usted de mis métodos            En esto, se abrió la puerta del
   de enseñanza! —y bajó la voz—.             despacho, asomó la cabeza la
   ¿Se sabe usted de carrerilla el         señora Tomasa y, luego, llamó con
nombre de las capitales de todos los    los nudillos, que tal era su costumbre:
          países del mundo?               primero entraba y después llamaba.
 —Claro que sí —afirmó el director,         Al descubrir a don Onofre en su
      picado en su amor propio.           faceta de gallinácea, puso la misma
   —Me lo temía… Sin embargo, no          cara que si hubiera visto al alcalde
  será capaz de imitar el canto del               disfrazado de Supermán.
          jilguero, ¿verdad?                —¿Quiere algo, señora Tomasa?
                 —No.
         —¿Y el de la perdiz?
—Nada, decirle que está usted    Cuando el director abrió la puerta
como una cabra. Sí señor, como una del aula, una tiza pasó silbando
         «capra hispánica».                          junto
   Y tras un portazo, se marchó.     a su cabeza. El maestro Ciruela,
El director miró fijamente al nuevo con un movimiento agilísimo, logró
          maestro y dijo:           cogerla al vuelo y se la dio al loro.
   —Está bien, tiene usted todo el  El animal se puso a chuparla como
derecho a quedarse. Se ocupará de                      si
            quinto curso.          fuera una piruleta, pues el calcio es
  —Magnífico. ¿Dónde se encuentra          bueno para las aves.
               el aula?               —¿Quién ha sido? —preguntó el
     —Saliendo por el pasillo de                 director.
                enfrente,          Se hizo un silencio masticable como
la tercera clase a la derecha. Pero los chicles del maestro Ciruela.
                    no
 se preocupe, lo acompañaré y haré
          su presentación.
—Yo no he sido —afirmó una     por lo bajini. El director los miró
  voz infantil, con aire de lección                    con
             aprendida.                      severidad y dijo:
 —Ya lo sé, Óscar —concedió don         —Quiero presentaros a don
               Onofre.                              Teófanes
   El zumbido de un ejército de        Ciruela… ¿Cuál es su segundo
     moscardones, en este caso                    apellido?
                humanos,                        —No tengo.
    se dejó oír en la clase. Don      —¡Cómo no va a tener segundo
                 Onofre,                           apellido!
malhumorado, ordenó silencio con un —Claro que sí. Mi madre se llamaba
   gesto e hizo otro al maestro       Margarita Notengo Martínez, y
                 Ciruela,             por eso mi segundo apellido es
        invitándolo a pasar.                     No tengo.
 Los niños, al verlo, empezaron a
                   reír
Los niños dejaron escapar sus risas                     basta
                    y                            de risas, niños.
 don Onofre se puso muy nervioso.       Pero nada más salir, los alumnos
 —Bien, pues don Teófanes Ciruela        prorrumpieron en carcajadas y
   Notengo será vuestro profesor       comentarios jocosos, provocados,
                 durante              sin duda, por la estrafalaria figura
      este curso. Espero que os        del nuevo profesor. El barullo se
               comportéis                                hizo
  con él tan bien como hasta ahora     ensordecedor, hasta que una voz
lo habéis hecho con los anteriores.            enérgica lo acalló:
   —Gracias, gracias… Encantado.        —¡Silencio!, al que arme jaleo le
 ¡Ah!, en vez de profesor, prefiero             arranco la nariz.
                    el
                                         Los chavales se quedaron más
viejo título de maestro. Maestro es
                                       cortados que una raja de sandía.
una palabra tan hermosa y que dice
                                             El loro había hablado.
    tanto… Para vosotros seré el
                maestro
               Ciruela.
—Bueno, don Teófanes, lo dejo con
   su clase —dijo el director—. Y

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Texto maestro ciruela

  • 1.
  • 2. Principio de septiembre El verano preparaba su equipaje dispuesto a emprender un largo viaje –o corto, según se mire– por el tiempo para nacer de nuevo, en un ciclo sin fin, al cabo de nueve meses. ¡No iba a ser menos que cualquier bebé! La gente del barrio, por el contrario, deshacía su equipaje después de unas siempre breves vacaciones. —Es que tendría que haber un mes de trabajo y once de vacaciones —sentenciaba don Simeón en plan de filósofo.
  • 3. Don Simeón era dueño de un pegados hotel en la costa, y en época a los pupitres y de arrancar las de vacaciones se ponía las veinte botas. Vamos, que se telarañas de todos los veranos. forraba de dinero. —Esta vez han sido Pero dejemos en paz a don veinticuatro. Simeón, —Habrá que controlarlas el año que nada se le ha perdido en próximo —contestó con guasa el esta historia. director, que era un maniático de los controles. El colegio se preparaba también —Nada de eso, habrá que para el inicio del nuevo curso. tomar La medidas —respondió con gesto señora Tomasa era la encargada malhumorado la señora Tomasa. de organizar el zafarrancho de —Tampoco vamos a discutir por limpieza, de ventilar las aulas, una telaraña más o menos. de quitar el polvo y los chicles
  • 4. —Claro que sí. En un colegio han de fuera su uniforme de trabajo, unos dar ejemplo de disciplina hasta los vaqueros descoloridos y una camisa arácnidos —insistió la encargada de de cuadros chillones. la limpieza, que de Zoología sabía Los profesores se habían incorporado cantidad. a sus puestos con el fin de disponer El director era joven, como el resto todo para el comienzo de las clases. del profesorado de aquel centro. Habían llegado todos salvo uno, de que A pesar de su juventud, ya se no se tenía la menor noticia. había Precisamente el único nuevo, que ganado, sin mayores méritos ni accedía al colegio de la capital tras oposiciones, una hermosa barriga muchos años ejerciendo por pueblos, y una espectacular calva, que según constaba en su expediente. era todo un monumento al melón amarillo. Claro que la falta de pelo en el tejado la compensaba con una enmarañada, negra y larguísima barba. Vestía siempre, como si
  • 5. Don Onofre, el director, que se cuando venga, me va a oír. Vaya si encontraba me oirá. En fin, ante todo, quiero enfurecido porque consideraba comentaros que este año… bla, bla, una falta de responsabilidad y bla. de disciplina el retraso injustificado Les metió tal rollo, que casi se les va del nuevo maestro, paseaba nervioso la olla. Incluso uno de los profesores delante del profesorado como un se quedó dormido en un rincón. Don capitán de barco frente a una Onofre le preguntó: tripulación —¿Te has enterado, Manolo? rebelde. —¡Cómo no me voy a enterar, si —Esto no se puede tolerar. El que llevo cinco años oyéndote el mismo sea un señor mayor no le autoriza a discurso! incorporarse cuando le dé la gana. Vosotros sabéis que me gusta reuniros antes del comienzo del curso para planificar el desarrollo del mismo. Os hablaré a pesar de su ausencia. Pero
  • 6. Llegó, al fin, el día de la inauguración en un tipo curioso y sorprendente que del curso escolar y el nuevo profesor se acercaba con pasos de pingüino seguía sin aparecer. y con los pies muy abiertos, como Don Onofre se vistió el traje oscuro si quisieran marchar hacia lados de las bodas, que solo se ponía opuestos. Destacaban sus pantalones en las grandes solemnidades, y blancos, extremadamente cortos, se adornó con una pajarita roja, que no le cubrían siquiera los tobillos que se ataba a la barba ya que y que dejaban al descubierto unos en el cuello, debajo de tanto pelo, calcetines desparejados, cada uno no había manera de verla, y se de distinto color. No asombraban ocupó en dar la bienvenida a los menos su chaqueta roja, su alumnos y en saludar a los padres. minúscula corbata, los zapatos Sonreía a todos, pero se le notaba rojos y puntiagudos, el bombín o el cierta preocupación o que algo lo paraguas de colorines. Pero lo más atormentaba. Y es que no conseguía chocante era la jaula con el loro olvidarse de la tardanza del nuevo que llevaba colgada del mango profesor. «Se la va a cargar. Vaya si del paraguas, abierto a saber por se la carga», se repetía. qué. Era el tipo más estrafalario que Los padres, poco a poco, fueron imaginarse pueda. abandonando el colegio. Don Onofre decía adiós con la mano a los más rezagados, cuando reparó
  • 7. El director, nada más fijarse en él, tengo mucha prisa y que no pensó: «Un vendedor de chucherías queremos o un farandulero. No ha empezado comprar nada ni tampoco interesa el curso y ya viene dispuesto a dar el la paliza». Y antes de que llegara, teatro en este centro escolar. escapó hacia el interior como si lo Lo de que «no interesa el teatro en este persiguiera el malo de la película, centro escolar» lo dijo de pero el hombre estrambótico le carrerilla, gritó: como si lo hubiera aprendido de —¡Eh!, espere, no escurra el bulto. memoria cuando estudió Pedagogía Don Onofre se detuvo y se volvió un o fuera una orden de la Consejería poco avergonzado de su de Educación o del Ministerio. descortesía. —Quiero hablar con usted, que es Observó el largo pelo del color de el la director de este colegio. zanahoria, la nariz aguileña y las —¿Y cómo sabe que soy el mejillas violáceas del hombre, antes director? de preguntarle: —Por la pajarita. —¿Qué desea? Le advierto que
  • 8. Don Onofre se rascó la cabeza. El hombre le cortó: recién llegado aclaró: —¿Quiere un chicle? —Un hombre vestido con tanta Y antes de que la cerrara, le había extravagancia solo puede ser el metido una pastilla gigantesca en la director. boca. Don Onofre agitó ahora la cabeza Don Onofre, mientras pensaba como si quisiera sacudirse una cómo alucinación. iniciar su regañina al extraño —¿Y usted quién es? profesor —Teófanes Ciruela, el nuevo por su retraso en incorporarse, se maestro. dedicó a masticar el chicle, que, —El nuevo —repitió el loro, por si poco a poco, fue ablandándose y acaso no le había entendido. haciéndose pegajoso. De tal modo, El director abrió la boca como un que cuando quiso hablar no le salían felino ante una presa tierna, pero las palabras. el
  • 9. —Me he atrasado un poco las clases de pequeños. —continuó el nuevo profesor—, El hombre, en vez de disgustarse, pero supongo que no me habrán se echado de menos. Como nadie me puso muy contento con la noticia. conoce… Como si le hubiera anunciado una El director pensó que por su subida espectacular de sueldo. Le desfachatez e indisciplina debía plantó un beso en la calva y replicó: imponerle un correctivo. Y no se le —Muchas gracias, es el mejor ocurrió nada peor que: premio —Se ocupará de una clase que podría darme. Tan bueno como de mayores —balbuceó al fin, si me hubiera asignado una clase de convencido de que su mayor deseo pequeños. sería hacerse cargo de alguna de
  • 10. A don Onofre se le abrieron los ojos El maestro Ciruela sonrió, cerró el y se le hincharon las narices hasta el paraguas, lo cargó sobre el hombro borde de la explosión. Fue a soltar y, con la jaula colgada de la una palabrota, pero de su boca solo empuñadura, pasó al interior. salió un precioso globo rosa, que se A los cinco minutos entraba en el inflaba e inflaba conforme crecía su despacho de don Onofre. indignación. El despacho era pequeño y —Oiga, hace usted unos globos destartalado, algo así como una magníficos. Ni yo mismo sería caja de galletas venida a más. Tenía capaz de conseguirlos tan buenos. una única ventana por la que se Si quiere, podemos organizar un campeonato. divisaba el cuello de jirafa de una El director, que era licenciado en gigantesca chimenea, que vomitaba Psicología y en Sociología, se pegó todo el humo inimaginable: la pipa un capón e indicó con el dedo al en que fumaba, intoxicándose, la nuevo maestro que entrara en el gran ciudad. colegio, pero con tal infortunio, que Un rincón lo ocupaba un esqueleto pinchó el globo y explotó. El chicle humano con pinta de rapero se le pegó a la barba, que le quedó marchoso. Don Teófanes Ciruela, al como un algodón de azúcar. descubrirlo, se quitó respetuosamente —Vaya a verme a mi despacho el sombrero y lo saludó con un dentro de cinco minutos —dijo, ademán. mientras intentaba arrancarse el chicle de la barba.
  • 11. —¿Qué hace usted? —preguntó el quizá por su condición de loro español. director, muy sorprendido—. Solo es —Y digo yo… el esqueleto de un hombre. «Malo —pensó el maestro Ciruela—, —De una mujer —puntualizó el malo cuando empieza con esta frase». maestro Ciruela. —Y digo yo —continuó el director—, —¿Cómo sabe usted…? ¿no preferiría usted un colegio más Pero su pregunta se quedó en el tranquilo? Podría cambiar su puesto aire, porque el esqueleto levantó con algún profesor al que pudiera y extendió lo que le quedaba de interesar esta zona. Precisamente mano y don Teófanes se la besó con conozco uno que… cortesía. —Un amigo suyo, ¿verdad? —A sus pies, señora. Don Onofre se sonrojó un poco El director no supo jamás si fue la porque, en honor a la verdad, tenía mano la que se levantó o si fue don que admitir que quería el puesto para Teófanes quien la ayudó, pero perdió un amigo de la infancia y que se llevó el deseo de preguntar y solo dijo: un berrinche de marca cuando supo —Siéntese, don Teófanes. que lo había conseguido un maestro —Usted primero, don Onofre. de pueblo. —¡Siéntense, leñe! —gritó el loro, que era muy aficionado a vocear,
  • 12. —Pues sí, un amigo, pero no crea la calidad de mi enseñanza y con que lo hago por amistad… —se mi preparación profesional? —dicho excusó el director. esto, don Teófanes se levantó y —¿Es que usted cree que los compuso su figura—. Además, ¿qué puestos sucede con mi aspecto? ¿Acaso ha se cambian como los cromos? Si visto usted alguien más elegante su amigo quiere una plaza en este que colegio, que se la gane. yo?, ¿eh…?, ¿eh……? El director miró al techo con Y se dio una vuelta por el despacho resignación, suspiró y continuó con como lo haría un modelo sobre la tono de infinita paciencia: pasarela en un desfile de moda. El —Mire, por su aspecto deduzco que loro gritó: este no es el colegio apropiado para usted. —¿Qué tiene que ver mi aspecto con
  • 13. —¡Chulo! ¡Tío bueno! —y lanzó un —Tampoco… —admitió el director, par de silbidos de admiración. ya un poco avergonzado —, pero sé el —Pero sus métodos de enseñanza del gallo. quizá no sean hoy los más adecuados. —Me extraña. Hágalo. El maestro Ciruela ocupó de nuevo —Quiquiriquí… —cantó con timidez su asiento y avanzó el dedo índice don Onofre, cogido por sorpresa. hacia el director, al que casi se lo —Más alto, sin miedo. mete en un ojo. —¡Quiquiriquí…! ¡Quiquiriquí…! —¡Qué sabrá usted de mis métodos En esto, se abrió la puerta del de enseñanza! —y bajó la voz—. despacho, asomó la cabeza la ¿Se sabe usted de carrerilla el señora Tomasa y, luego, llamó con nombre de las capitales de todos los los nudillos, que tal era su costumbre: países del mundo? primero entraba y después llamaba. —Claro que sí —afirmó el director, Al descubrir a don Onofre en su picado en su amor propio. faceta de gallinácea, puso la misma —Me lo temía… Sin embargo, no cara que si hubiera visto al alcalde será capaz de imitar el canto del disfrazado de Supermán. jilguero, ¿verdad? —¿Quiere algo, señora Tomasa? —No. —¿Y el de la perdiz?
  • 14. —Nada, decirle que está usted Cuando el director abrió la puerta como una cabra. Sí señor, como una del aula, una tiza pasó silbando «capra hispánica». junto Y tras un portazo, se marchó. a su cabeza. El maestro Ciruela, El director miró fijamente al nuevo con un movimiento agilísimo, logró maestro y dijo: cogerla al vuelo y se la dio al loro. —Está bien, tiene usted todo el El animal se puso a chuparla como derecho a quedarse. Se ocupará de si quinto curso. fuera una piruleta, pues el calcio es —Magnífico. ¿Dónde se encuentra bueno para las aves. el aula? —¿Quién ha sido? —preguntó el —Saliendo por el pasillo de director. enfrente, Se hizo un silencio masticable como la tercera clase a la derecha. Pero los chicles del maestro Ciruela. no se preocupe, lo acompañaré y haré su presentación.
  • 15. —Yo no he sido —afirmó una por lo bajini. El director los miró voz infantil, con aire de lección con aprendida. severidad y dijo: —Ya lo sé, Óscar —concedió don —Quiero presentaros a don Onofre. Teófanes El zumbido de un ejército de Ciruela… ¿Cuál es su segundo moscardones, en este caso apellido? humanos, —No tengo. se dejó oír en la clase. Don —¡Cómo no va a tener segundo Onofre, apellido! malhumorado, ordenó silencio con un —Claro que sí. Mi madre se llamaba gesto e hizo otro al maestro Margarita Notengo Martínez, y Ciruela, por eso mi segundo apellido es invitándolo a pasar. No tengo. Los niños, al verlo, empezaron a reír
  • 16. Los niños dejaron escapar sus risas basta y de risas, niños. don Onofre se puso muy nervioso. Pero nada más salir, los alumnos —Bien, pues don Teófanes Ciruela prorrumpieron en carcajadas y Notengo será vuestro profesor comentarios jocosos, provocados, durante sin duda, por la estrafalaria figura este curso. Espero que os del nuevo profesor. El barullo se comportéis hizo con él tan bien como hasta ahora ensordecedor, hasta que una voz lo habéis hecho con los anteriores. enérgica lo acalló: —Gracias, gracias… Encantado. —¡Silencio!, al que arme jaleo le ¡Ah!, en vez de profesor, prefiero arranco la nariz. el Los chavales se quedaron más viejo título de maestro. Maestro es cortados que una raja de sandía. una palabra tan hermosa y que dice El loro había hablado. tanto… Para vosotros seré el maestro Ciruela. —Bueno, don Teófanes, lo dejo con su clase —dijo el director—. Y