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EDMUNDO DE AMICIS
CORAZO
7lIG.ZAG
l[ PARE]
va
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Dlf,tcT9:
nluco9
LS-B.N.: 956-12-1298-5.
12" edición: Mayo del 2000.
l3'edición: Septiembre del 2001.
Versión abreviada de
SILVIA ROBLES
Ilustracíones de
CORE.
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Inscripción N" 82.171. Santiago de Chile.
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INDICE
ADVERTENCIA DEL AUTOR
OCTUBRE
I:l primer día de clases
Nuestro maestro
LIna desgracia
lrl muchacho calabrés
Mis compañeros
[Jn rasgo generoso
Mi maestra de Primero Básico
lin un desván
l:l colegio
EI pequeño patriota paduano (cuento mensual)
NOVIEMBRE
EI deshollinador
El día de los difuntos
Mi amigo Garrón
El carbonero y el señor
La profesora de mi hermano
Mi madre
Mi compañero Coreta
El Director
Los soldados
El protector de Nelle
El primero de la clase
El pequeño vigía lombardo (cuento mensual)
Los pobres
ll
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3¿
J¿
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DICIEMBRE
El comerciante
Vanidad
La primera nevada
El "Albañilito"
Una bola de nieve
Las maestras
En casa del herido
El pequeño escribiente florentino (cuento mensual)
La voluntad
Gratitud
ENERO
El maestro suplente
La biblioteca de Estardo
El hijo del henero
Una visita agradable
Los funerales de Víctor Manuel
Franti expulsado del colegio
El tamborcillo sardo (cuento mensual)
El amor a la patria
Envidia
La madre de Franti
Esperanza
FEBRERO
Una medalla bien ganada
Buenos propósitos
El tren
Soberbia
Las víctimas del trabajo
El preso
El enfermero del Taita (cuento Mensr.ral)
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36
31
3tJ
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A'
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52
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51
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59
El taller
El payasito
Úttimo día de carnaval
Los muchachos ciegos
El profesor enfermo
La calle
MARZO
Escuela de adultos
La lucha
Los padres de los chicos
El número setenta y ocho
El chiquitín muerto
La víspera del 14 de marzo
Distribución de premios
Pelea
Mi hermana
Sangre romañola (cuento mensual)
El "Albañilito" moribundo
El conde de Cavour
ABRIL
Primavera
El rey Humberlo
El asilo de niños
En la clase de gimnasia
El profesor de mi padre
Convalecencia
Los amigos obreros
La madre de Garrón
José Mazzini
Valor cívico
60
61
61
62
64
65
('¡l
MAYO
Los niños raquíticos
El sacrificio
El incendio
De los Apeninos a los Andes (cuento mensual)
Verano
Poesía
La sordomuda
JUNIO
Mañana es Fiesta Nacional
El ejército (Fiesta Nacional)
Italia
¡Treinta y dos grados!
Mi padre
En el campo
La distribución de premios a los obreros
La muerte de mi profesora
Gracias
Naufragio (último cuento mensual)
JULIO
La última página de mi madre
Los exámenes
El último examen
¡Adiós!
EDMUNDO DE AMICIS
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150
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r57
ADVERTENCIA DEL AUTOR
El presente libro está dedicado a los niños de nueve a trece años
de edad, y se 1o podría tiírlar Historia de un curso académico
de un colegio municipal de ltalia, escrita por un alumno de
tercero básico.
Al decir escrita por un alumno, no quiero dar a entender
que éste haya redactado la obra tal y como ella se publica ahora,
sino que el esfudiante iba anotando en un cuademo, a su manera,
lo que había visto, oído, pensado en las salas y fuera de ellas. Su
padre, al fin del año, corigió este Diario, tratando, en cuanto le
fue posible, de no alterar 1o esencial de esas impresiones. Cuatro
años después, el estudiante revisó el manuscrito, añadiendo o
quitando lo que a su juicio no era fiel copia del pasado, y así se
publica.
9
OCTUBRE
Er Pnrvnn DÍa tE Cres¡s
Lune s I 7. ¡
Primer día de clases ! ¡
Como un sueño pasaron los tres
meses de vacaciones! Mi madre me llevó a la EscuBla Bareti
para inscribirme en el tercer año básico. Las calles próximas al
colegio estaban atestadas de padres y alumnos. Al llegar a la
puefia sentí un golpecito en el hombro; era mi maestro de
scgundo año. que me dijo:
-Enrique,
¿conque nos separamos para siempre?
Yo lo sabía bien y, sin embargo, ¡cómo me apenaron sus
palabras !
Entramos a empujones. Señoras, oficiales, obreros, todos
con niños de la mano y con sus útiles de estudio, inundaban el
vestíbulo, produciendo un sordo rumor.
Volví a ver con alegría aquel patio con las siete puerlas de
sus respectivas sietes salas, pór donde pasé casi a diario duralte
tres años. La que fue mi maestra del primero básico me saludó
tristemente:
-¡Enrique!
¡Este año estarás en el primer piso! ¡Y ni
siquiera te veré pasar!
El director se hallaba rodeado de madres que hablaban a
Iavez, pidiendo vacantes para sus hijos. Me pareció que tenía
más canas que el año pasado. Encontré compañeros más altos
y más gordos que cuando los dejé. Mi hermano quedó en el curso
de la profesora Eelcato, mientras que a mí me tocó el profesor
Perbono. en el primer piso.
De los cincuenta y cuatro niños de mi curso, sólo unos
quince eran antiguos compañeros de segundo. Entre ellos estaba
Deroso, el que siempre se saca el primer puesto.
¡Qué triste me pareció el colegio, al recordar los alegres
días que acababa de pasar en el campol
l1
Nuestro actual profesor es alto, lampiño, algo canoso y
tiene una alruga recta sobre la frente. Su voz es ronca. Nos mira
fijamente a todos, como si quisiera leer dentro de nosotros. yo
me decía: "Este es el primer día. Faltan nueve meses por delante.
¡Cuiintas pruebas, cuántas fatigas!".
A la salida, sentía verdadera necesidad de encontrar a mi
madre: corrí a besarla. Ella me dijo:
"
-¡Animo,
Enrique! Estudiaremos juntos las lecciones.
Pero no tengo aquel maestro tan bueno y no me ha gustado
tanto este curso como el otro.
NUESTRo M,A.rsrno
Martes 18. Desde esta mañana también me gusta mi nuevo
profesor. Durante la entrada, varios de sus alumnos del año
pasado se acercaron para saludarlo:
-Buenos
días, señor profesor, buenos días, señor per_
bono.
Se veía que le querían. El les contesLaba:
..Buenos
días",
estrechándoles la mano pero sin mirarles. permanecía serio.
vuelto hacia la ventana, y parecía apenado.
Luego empezó a dictar, paseándose, pero se detuvo al ver
que un niño tenía lacara con unos granitos. Le tocó la frente
preguntándole qué tenía. En ese momento un niño se paró en el
banco y empezó a hacer morisquetas. Como si lo hubiera
adivinado, se volvió de pronto. El muchacho se sentó con la
cabezabaja y esperó el castigo. pero el profesor se acercó a é1,
le puso la mano en la cabeza y le dijo:
-No
lo repitas.
Luego se dirigió a la mesa y terminó de dictar. Cuando
acabó, con voz ronca y lenta, aunque agradable, nos dijo:
-Escuchen:
Vamos a pasar un año juntos. Trataremos de
pasarlo lo mejor posible. Ustedes son mi familia. El año pasado
aún tenía a mi madre; ahora sólo los tengo a ustedes. Los quiero
12 T3
v rrt'ccsito que me quieran de igual modo. No deseo castigar a
rrirrgrrno. No les pido promesas porque estoy seguro de que en
t'l lirrrckl de sus corazones ya lo han prometido, y se lo agradezco.
En ese momento apareció el porlero para dar la hora.
l)cspacio y silenciosos abandonamos los bancos. El muchacho
t¡rrc había hecho las morisquetas se acercó al profesor y le dijo
('on voz temblorosa:
-¡Perdónerne,
señorl
-Está
bien, hijo mío.
UNa DsscRecra
Viarnes 2l.Estamañana, cuando íbamos al colegio, vimos que
la gente se apiñaba en la entrada. Mi padre dijo:
-¡Una
desgracia! Empezó mal el año.
Nos costó entrar. Todos iban a la oficina del director,
oyéndose decir: "¡Pobre Roberto!". Luego entró un caballero
y algunos dijeron: "Es el doctor". Mi padre preguntó a un
prof'esor qué había sucedido.
-La
rueda le ha roto el pie- respondió.
Era un alumno de segundo que al ver a un niño de primer
año caer de la acera a poca distancia de un camraje acudió
valientemente en su ayuda. Logró ponerlo a salvo pero a su vez
él no pudo retirar su pie con rapidez el camraje le había pasado
por encima. Era hijo de un capitán de atilleía.
Mientras nos contaba esto, entró como loca una señora.
Era la madre de Roberto. Al mismo tiempo salía otra señora a
su encuentro y le echó los brazos al cuello. Era la madre del niño
salvado. Ambas entraron en la oficina y se oyó un grito
desesperado:
-¡Oh,
Roberto, hijo míol
Poco después se detuvo un carruaje en la puefta y apare-
ció el director con el muchacho en brazos, y levantándolo, 1o
mostró a los presentes. Se escuchó una sola exclamación:
-¡Bravo,
Robeftol ¡Bravol
El abrió los ojos y murmuró:
-Mi
bolsón...
-¡Te
lo llevo yo!
-düo
la madre del niño salvado. y al
decirlo, sostenía a la madre del herido, que se cubría la cara con
las manos.
Una vez que instalaron al muchacho en el coche y éste
partió, todos entramos silenciosos en el colegio ,
El Mucuecuo CareenÉs . i tl
, .'-,. . .:
Siíbado 22. Ayer por la tarde mientras el maestro noi ¿uUu
noticias de Roberto, entró el director con un nuevo alumno. Era
un muchacho moreno, de cabellos negros, ojos grandes. Su ropa
era también oscura y llevaba un cinturón de cuero negro en la
cintura. Luego el director se retiró.
-Alégrense -nos
dijo el profesor_ desde hoy tendrán
un nuevo compañero, nacido en la provincia de Calabria. leios
de aquí. Es una de las más hermosas regiones de nuestra patria,
que ha dado hombres ilustres a Italia y que hoy da buenos
trabajadores y valientes soldados. Trátenlo bien y háganle ver
que todo niño italiano encuenÍa hérmanos en toda escuela
italiana donde ponga pie.
Luego se levantó y nos señaló en el mapa el punto donde
está la provincia de Calabria. Después llamói Emesto Deroso
y le dijo:
-Como
el primero de la clase, da en nombre de ella el
abrazo de bienvenida al nuevo compañero; el abrazode los hi_
jos de Piamonte al hijo de Calabria.
-Bienvenido -murmuró
Deroso conmovido. abrazan-
eio al calabrés. Todos aplaudieron.
-Recuerden
lo que he dicho
-prosiguió
el profesor_.
Así como un muchacho de Calabria está como en su casa en
Tuín, uno de Tuín deberá estarlo en Calabria. por ello luchó
l4 15
rruestro país cincuenta años y murieron cincuenta mil italianos.
Apenas el calabrés se sentó en su lugar, le regalaron
lÍpices y estampas, y otro chico, desde el último banco, le
rnandó una estampilla de Suecia
Mrs CovpeñEnos
Martes 25. El muchacho que regaló la estampilla es el que más
lne gusta. Se llama Ganón y es el mayor de todos. Tiene catorce
años y unos hombros anchos. Es bueno y parece que piensa
como un hombre.
Coreta también me agrada, usa un chaleco tejido color
chocolate y goffa de piel. Es hijo de un empleado de ferrocarri-
les, que fue soldado del púncipe Humberto en la guena de 1866,
y dicen que tiene tres cruces al valor.
El pequeño Nelle es un jorobadito muy pálido.
Votino se llama uno muy elegante, que siempre se está
quitando las motas de la ropa.
Por ser hijo de un albañil llaman "Albañilito" a un
muchacho de cara redonda y nat'lz chata. Todos le piden que
ponga "hocico de liebre" y tiene gran facilidad para hacerlo.
A su lado se sienta Garofi, alto y grueso, con los ojos muy
pequeños y la nanz de pico de loro. Siempre está vendiendo
estampas y lápices, y se escribe la lección en las uñas para leer-
la a escondidas.
Carlos Nobis es un orgulloso que se sienta entre dos
muchachos simpáticos: el hijo de un forjador de hierro, que usa
un enorme chaquetón, pareciendo estaf siempre asustado y muy
pálido, y el otro, es un pelirrojo que tiene un brazo inmóvil; su
padre está en América y su madre vende verduras.
Estardo, pequeño y tosco, parece que entiende poco. Sin
embargo, no quita los ojos al maestro. A su lado tiene a uno de
cara oscura y sucia, llamado Franti, que ya fue expulsado de otra
escuela.
Hay dos hermanos que parecen gemelos y que se visten
iguales.
Pero el mejor de todos, el de más ingenio, el que también
este año será el primero, es Deroso. Sin embargo, yo quiero más
a Precusa, el hijo del herrero. Dicen que su padre le pega. Es
muy tímido, cada vez que se dirige o toca a alguien dice:
"Perdón".
UN Resco Cnxrnoso
Miércoles 26. Esta mañana precisamente, Ganón se ha dado a
conocer. Cuando entré a la sala, el maestro no había llegado aún,
y tres o cuatro muchachos atormentaban al pobre Crosi, el
pelinojo inválido, hijo de la verdulera. Le pegaban con la regla,
le tiraban cáscaras y lo imitaban con su brazo pegado al cuerpo.
Daba pena verlo, con la mirada suplicante para que lo dejaran
en paz, mientras los otros lo seguían molestando hasta que se
puso rojo de ira.
De pronto, el de la cara sucia, saltó sobre un banco
imitando a la verdulera cuando venía con sus canastos a
buscarlo.
Crosi perdió la calma, cogió un tintero y se lo tiró a la
cabeza, pero Franti se agachó y fue a dar en el pecho del profe-
sor que entraba a la clase.
-¿Quién
fue?
-preguntó
el maestro, alterado.
Nadie respondió. El profesor, aún más alterado:
-¿Quién
fue?
-Yo
fui
-respondió
Ganón, levantándose resuelta-
mente.
El maestro lo miró; miró a los alumnos que estaban
sorprendidos, y luego dijo con voz tranquila:
-No
fuiste tú. El culpable no será castigado. ¡eué se
levante!
Crosi se levantó y comenzó a llorar:
t6
S
-Me
pegabilr,me insultaban; yo perdí lacabezay tiré...
-Siéntate -intemrmpié
el profesor_. ¡eue se levanten
los que le han provocado!
Cuatro se levantaron conla cabeza baia.
-Ustedes -drjo
el maestro- han insultado a un compa_
ñero que no los provoca, se han reído de su desgracia y úan
golpeado a un débil que no puede defenderse. ¡Cobardeil
Luego tomó la cabeza de Ganón, que estaba con la vista
en el suelo, se la levantó y le dijo, miri4ndole a los ojos:
-¡Tienes
un alma doble!
Garrón aprovechó la ocasión para decirle algunas pala_
bras al oído, y el maestro dirigiéndose a los culpables dijo:
-Los
perdono.
Ml M¿Esrna p¡ pRn¿¡no BÁslccr
Jweves 27. Ml antigua maestra ha venido hoy a casa, en el
momento en que mi madre llevaba ropa a una mujer de cuya
necesidad nos enteramos por el periódico. Hacíayaun año que
no la veíamos. Es siempre la misma: pequeña, con su velo verde
en. el sombrero, y mal peinada. Está más pálid,a y tose mucho.
Mi madre le preguntó:
-¿Cómo
va su salud, querida profesora? Usted se cuida
poco.
-¡Ah!,
no impofta
-respondió
con una sonrisa melan_
cólica.
-Usted
habla demasiado alto _añadió mi madre_. y
trabaja mucho.
Era cierto. Siempre se está escuchando su voz. Lo hace
para que los niños no se distraigan, y nunca se sienta. Jamás se
olvida de sus alumnos y recuerda sus nombres por años.
Hoy volvió muy agitada del museo, donde había llevado
a sus niños. Todos los jueves hace esas excursiones. ¡pobre
maestra, qué delgada está!
l8 t9
lJstuvo poco rato. Tenía que visitar al hijo de un semillero,
t¡rre: cstír con sarampión. Además de corregir varias pruebas.
-Bueno,
Enrique
-me
dijo al despedirse con un bese,
,,,lrrin quieres a tu profesora, ahora que redactas composiciones
lrrrgas?
-y
desde el último peldaño de la escalera añadió-: No
rrrc olvides. Enrioue.
EN uN D¡svÁN
Ayer tarde, fui con mi madre y mi hermana Silvia a llevar la ropa
rr la mujer del periódico. En el último piso de una casa alta, mi
rrradre llamóenunade sus puefias. Abrióunamujer, joven, rubia
y muy delgada, que me pareció haber visto antes.
-¿Es
usted la del periódico?
-preguntó
mi madre.
-Sí.
señora.
-Muy
bien; aquí le traemos un poco de ropa.
Mientras la mujer nos agradecía, yo vi en un rincón de la
oscura habitación a un niño anodillado ante una silla. sobre la
cual tenía un papel, y el tintero en el suelo, pues escribía. Aunque
nos daba la espalda, por su cabello rubio y el chaquetón reconocí
a Crosi, el hijo de la verdulera.
Se lo dije muy bajo a mi madre, mientras la mujer recogía
la ropa. Me prohibió que le hablara para no avergonzarlo.
Pero en ese momento volvió la cabeza, y como yo no sabía
qué hacer, mi madre me dio un empujón para que fuera ¿t
abrazarlo.
-Aquí
estamos
-decía
entretanto su madre-, mi ma-
rido está en América desde hace seis años, y yq, por si fl-lera
poco, enferma sin poder ir la plaza con las verduras para
gananne algunos pesos. ¡Pobre Luis, tiene tanta vohlntad para
estudiar! ¡Y yo no puedo hacer nada por él!
Mi madre le dio cuanto tenía en el bolsillo. besó al
muchacho casi llorando, y mientras salíamos me dijo:
-Mira
ese niño, ¡cuántas estrecheces pasa para cstutlitu'
y a tl te parece t¿ur duro el estudio! ¡Oh, Enrique mío, tiene más
mérito su trabajo de un día que todos tus estudios de un año!
Er Cor-Ecro
vierues 2B. "Querido Enrique: como dice tu madre, er estudio
te resulta duro. No te veo ir a la escuela con el ánimo que yo
quisiera. Pero piensa qué estériles seúan tus dÍas si no fueras a
la escuela. Piensa en los obreros que van a la escuela por la
noche; en las muchachas del puebio que van a la escuela los
domingos, después de una semana dé trabajo. piensa en los
niños mudos y ciegos que, sin embargo,
"rr¿iun.
pero,
¡ade_más!, piensa en los niños de.todos los iar-ses qu" uun el colegio
por calles solitarias de la aldea, por las transiüdas avenidas de
la gran ciudad, atravesando bosques y,iu"t u"ior, con los libros
9,"?":"
del brazo. Imagina el gran frormiguero numano del cual
tú formas pafte. y piensa que si este ,,oui-i"nto se cletuviese,
la humanidad caería en li barbarie. Este movimiento es elprogreso, Ia esperanza_del mundo. Valor, entonces, pequeño
soldado del-inmenso ejército. Tus libros son tus armas; tu clase
es tu escuadra, el campo de batalla, la tierra entera y la victoria
es la civilización humana. No seas un soldado cobaráe, ¡Enriquemíol
Tu padre."
Er pnguEño perruore peouencr
(Cuento mensual)
Sóbado 29. Todos los meses. el maestro nos contará un cuento
y
1o,r
I,o. dará escrito, y siempre será el relato de una buena
acción, llevada a cabo por un niño. El cuento de hoy se llama E/
¡tequeño patriofct paduano, y dice:
Un barco parlió de Barcelona para Génova, llevando a
20
21
lrrrr¡h, lriurct'Scs, italianos, españoles y suizos. Entre ellos había
| || | | ¡ || r( ) t lt' oncc años, mal vestido, que estaba siempre solo y les
nu¡,llr:t tle lco.jo.
I i'r r í¿r razón para ellos, pues sus padres le habían vendido
lr.r, rr rkrs ¿rños a un titiritero, que después de haberle enseñado
. r I r. rr't' I virr-ios juegos a punta de golpes y ayuno, le había llevado
¡ror l;riurcizl y España, castigándolo siempre. En Barcelona fue
.r ¡,'rlir ¡rlotección al cónsul de Italia, el cual, dándole una car-ta
¡,:rr;r r'l ¿rlcalde de Génova, le embarcó en aquel navío.
'l'ixlos le miraban y preguntaban, pero no respondía. Al
lr¡r. rr l'ucrza de insistencia, tres viajeros consiguieron hacerlo
lr;rlrlru.. En pocas palabras, mezcla de español con italiano y
l rrrrcós, les contó su historia. Esos tres viajeros no eran italianos
v ( ( )n Lu-l poco de compasión y de excitación por el vino, le dieron
rrlgrrrus monedas.
El muchacho las tomó, dando las gracias, y por primera
vcz upareció en su mirada una expresión de cariño.
Se fue a cubierta pensando en todo lo que podía comprar-
s(' con aquel dinero: comería algo, compraría una chaqueta y
llcvaría alguna cosa a su casa para ser mejor recibido por sus
nlrdres.
En eso estaba pensando, cuando se asomó a la cliuaboya,
tkrnde los tres viajeros bebían y conversaban de sus viajes. Se
rcl'irieron a Italia, quejándose por igual.
-Un
pueblo ignorante
-decía
el primero.
-Sucio -añadió
el segundo.
-La...
--{ijo el tercero, queriendo decir "ladrón".
No pudo tenninar, pues una lluvia de monedas cayó sobre
sus cabezas. Se levantaron furiosos.
-Tomen
su dinero
-les
gritó el muchacho desde la
claraboya-; yo no acepto limosnas de quienes insultan a mi
patria.
NOVIEMBRE
Er DasHou_rNADoR
I de No,viembre. Ayer fui a la escuela de niñas para darle el
;:Tr"
del niño paduano a la profesora de Silvia, qu" to qu..iu
, ^
cuando ilegué, ellas salían por las vacaciones de Todos
los Santos, ¡y qué cosa más hermosa pr"r"*iet
Frente a la escuela, lloraba un pequeño deshollinador. Doso tres muchachas se acefcaron.
-¿Por
qué lloras así? _repetían las niñas, hasta que
finalmente, el pequeño les contó gi*""¿" qre el dinero que
había ganado en la limpieza de aliunas .hirn."n"u, se le había
caído por su bolsillo roto y que su patrón le pegaría.
Las chiquillas se quedaron Ái.ándolo'muy serias hasta
que una de las mayores sacó de su cartera dos monedas.
-No
tengo más que esto
-dijo--. Hagamor
"nu
bol".ru.
--Yo también tengo dos __dijo otra. iuego comenzaron
a llamarse.
-¡Amalia! ¡Luisa! ¡Anital ¡Vengan a colaborar!
-Ahí vienen las de cuafto _gritó una.
Llegaron las de cuafto y las mónedas llovieron. Las máspequeñas, que no tenían dinero, le die¡on unos ramitos de flores.
La portera gritó:
-¡La señora directora!
- . fr9_ur escaparon quedando en medio de la calle el peque_
ño deshollinador, lloiando de alegría, con las Luno, llenas dedinero y con los ramitos de.flores"en 1",
":J",
de la chaqueta,
en los bolsillos y en el sombrero.
22
¿J
El DÍe DE Los DrruNros
.'. tlc Noviembre. "Enrique: Este día es consagrado a conmemo-
lru ¿r los muertos; ustedes los muchachos, deben consagrarlo a
krs c¡ue murieron por los niños. ¿Has pensado alguna vez
ctr¿intos padres y cuántas madres han consumido su vida en el
lrlrbajo, extenuados por las privaciones para sustentar a sus
lri.ios? Piensa en los médicos que murieron de enfermedades
r'ontagiosas, de las que valientemente no se cuidaban por curar
ir los niños. Piensa en todos aquellos que en los naufragios, en
krs incendios, en las hambrunas, sacrificaron sus vidas por un
niño. Son innumerables, Enrique, estos muertos; tantos, que la
ticrra no produce bastantes flores como para poderlas colocar
sobre sus sepulturas. ¡Tanto se ama a los niños!
"Piensa hoy con gratitud en estos muertos, y serás mejor
y más cariñoso con todos los que te quieren bien y trabajan por
ti, querido y afortunado hijo, que el día de los difuntos no tienes
aún la dicha de llorar a ninsuno.
Tu madre."
Mr air,rrco Cannó¡¡
Viernes 4. ¡Aunque sólo han sido dos días de vacaciones, me
parece que he estado tanto tiempo sin ver a Ganónl Cuanto más
Ie conozco, más le quiero. Lo mismo les pasa a los demás, con
excepción de los arrogantes. Cada vez que uno de los mayores
levanta la mano sobre un pequeño, basta que éste grite "Garrón",
para liberarse.
Cuando yo le miro me dirige una sonrisa, como diciendo:
"Y bien, Enrique, ¿somos amigos?"
Da risa verle, tan alto y macizo y con la ropa que le queda
estrecha. Pero basta ver una vez su cara para tomarle cariño.
Permite que le digan cualquier cosa por broma; pero ¡ay ! del que
le diga "no es verdad', cuando afirma algo. L,ntonces sus ojos
echan chispas y pega puñetazos .upu""r"d" romper er banco.
Hace ocho días que está escribiendo una caÍa de ocho páginas,
con dibujos en los miírgenes. Es para el día del santo de su madre.
Ella es alta y grande como é1.
Er CenaoxnRo y EL S¡ñor.
Lune s 7. Ayer por la mañana Carlos Nobis se peleó con Beti, hijode un carbonero, y como no tenía razón, le iijo;
-Tu
padre es un andrajoso.
. Beti se puso rojo y no iespondió pero se re saltaron las
lágrimas. Por la tarde r3ere¡ó .on ,u puO.", Lombre pequeño ymuy negro, que lo llevaba de la mano. Mientras aaUa tas que;as
al profesor, el padre de Nobis, que le estaba luitando la capa a
su hijo, oyó que mencionaban su nombre y preguntó el motivo.
--Este señor_ dijo el profesor_ ira veni¿o a quejarse
porque su hijo Carlos le dijo a su niño: ,.Tu
padre es un
andrajoso".
-¿Has
dicho eso? _preguntó el señor Nobis.
Carlos, con Ia cabeza bajidelante de Bed, no responclió.
Entonces el padre lo agarró de un brazo y le ordenó:
-¡Pídele
perdón!
El carbonero quiso interponerse, pero el señor no consin_
tió.
-¡Pídele
perdón _volvió a decirle_. Repite mis pala_
bras: "Te pido perdón por la frase injuriosa e innoble que te dijecontra tu padre, al cual el mío tiene mucho honor de estrecharle
la mano".
El carbonero nuevamente trató de oponerse, pero el señor
no lo.permitió, y su hijo lentamente O¡o con voz corlada, sinalzar la vista del suelo todas
"ru,
pulud.ur.
-
Luego el señor Ie dio la mano al carbonero, y conmovimiento repentino echó a su hijo en los brazos de Beti.
24
25
-Tlágame
el favor de ponerlos juntos
-dijo
el caballero
rul profesor. Este puso a Beti en el banco de Nobis; el padre de
Carlos saludó y salió.
-Recuerden
lo que han visto --dijo el profesor-; ésta
cs la mejor lección del ano.
Le PnoppsonA DE Mr HnRtr¡No
.lueves 10. La profesora Delcato ha venido hoy a ver a mi
hermano enfermo, y nos ha hecho reír contándonos anécdotas
de la mamá de Beti, cuando éste fue su alumno. Nos hemos
entretenido mucho oyéndola, y gracias a ella mi hermano se
tomó su medicina.
¡Cuánta paciencia deben tener con los niños más peque-
ñosl Sin dientes no pueden pronunciar las "elres" ni las "eses".
¡Reunir cincuenta en la sala y tener que enseñar a leer a todos!
Y nunca están atentos: un moscardón que entre por la ventana
los pone a todos fuera de sí.
Cuando la profesora se molesta y no puede más, se
muerde las uñas para no pegar una cachetada. Pierde la pacien-
cia, pero luego se arrepiente y acaricia al niño a quien ha
regañado. Echa a un pequeño de la escuela, pero saltándosele
las lágrimas, y desahoga su rabia con los padres que, por castigo,
privan a los niños de la comida.
-Pero,
al menos, ¿los niños la quieren?
-le
preguntó mi
madre.
-Mucho -respondió-;
pero después, al término del
año, la mayoía de ellos no me miran. Cuando están con los
profesores casi se avergüenzan de haber estado conmigo.
-¡Pero
tú no lo harás asíl
Cuando dijo esto, la profesora se detuvo y miró a mi
hermano.
-Tú
no volverás 7a cabeza a otro lado, ¿no es verdad?
Ml Meona
Jueves 10. .Faltaste
eJ reveto a tu madre en presencia de lamaesrra de tu hermano..¡e*iqr", qrr;;; no suceda más!Piensa en tu madre cuando u¡o. ut ,i,
"rálu
.".finu¿a toda lanoche sobre ru techo
l":ia""o il"diiffi año de feticidadpor quirarre una hora de Ootor. querláo E;q;", fija en tu menreeste pensamiento: Consid.rr.q,]" ," qrJ""r"" la vida muchos
Í1T nili::'^fli?;t#T
tertbre ae t#o, ,# o aiu qu" pi",oi,
ra i n uo.u,á,, .;; ;:";iilH:ffi iH:; ::U;,lni:*,f
l^"_1"*
a oír,su voz y vorver; ,rr;;;;r*uü".o, solrozandocomo un pobre niño s.
acordarásent"d;"1Tr:Tfi
ff;:l,td:ffi .r::tl;Í,,1il,7arrepenrirás, le pedirás perdón,;"""r;; ,; memoria inútil_mente: la conciencia no te dejará uiu¡r.n #."¡Enrique, mucho cuidado! ¡, ert"-"iffjs sagrado cle losalectos humanos. El as
#it:i¿Tn "; H,"r ;:: ;::i:"; il'T:ffi ,::i::*
esperanza más querida il#"ff1X?l; r*|;,.n:* ;ff"tque saber que eres ingrato con tu madre.
Tu padre."
Mr con¿pañ¡Ro CoRrra
?,::l:,1-?..Mi padre me perdonó, pero me quedé un pocotnste y mi madre me mandO u A_ un puri" .""
"f
nU" ¿el poftero.
*.Ty * camino oíque me_llamuiuoyrn"
"","i.
Era Corera,que tenía un a gran .*n11"l.lu,ou_ rr,, ;;;;"r. Un hombre,
Í:::: ::ll" un carro,"le echaba una br-;;;; teñacada vez,ra que amontonaban en Ia tienda d" ,r;;;;.
-¿eué haces, Corera? _-le pr.ó;;¿.
26
-¿No
lo ves? Repaso Ia lección _respondió, y mientrascaminaba con su brazad,a de.leña
"ip"ri udecir_: Llámaseaccidente del verbo.,
el número y ru p"rronils
variaciones según el número"'' según
Era la lección de gramática del día siguiente.
.. -¿Qué
quieres?
-me
dijo_. Mi padre ha salido a lacalle y mi madre está enferma. Me toca u'_í d"r"*g*.El carro se fue y entramos en la tienda. Era una habitaciónllena de leña.
-pero ¿dónde estudias? _le pregunté.
-Aquí
no, desde_luego _..rponji*, u"n a verlo.
Me llevó a una habitaclOn ¿"nt o J" fa denda que servíade cocina y de comedor; en un costado había una mesa con unoslibros, los cuadernos y el trabajo ñJJJá;.
-¿No
hay nadie? _s9 oyó grlia, Oe pronro en ta tienda.
-Allá voy--- respondió-Coieta. y sáttO de alli pesó la
f:fr":"Ja
el dinero, apuntó tu u"ntu-y iolvió a su rarea,
-He
dejado la segunda respuesta en er aire: ..con
er cuerose hacen los zapatos, los cinturóer;.---'"-
r -igh. el café que se salel _gritó de repenre, y corrió ala cocinilla,
--Es para mamá _-dijo_. He tenido que aprender ahacerlo. Espera un momento y se lo llevaremos; así te verá...
, A-brió Ia puerla de un tuarto p"qrJl y enramos. Lamadre de Coreta estab¿
la cabeza.
r en una cama grande, con un pañuelo en
-Aquí
está el café, mamá --dUo Ia señora_. Viene avisitar a los enfermos, ¿no es cierto?
Coreta, mientras, le arreglaba la almohada, le preguntó:
-¿euiere
usted algo, madre?
va! -Gracias,
hijo _le respondió_. ¡pobre hijo mío, vete
Después Coreta me mostró un cuadrito, el retrato de supadre, vesrido de soldado, con la C;;i;;i"r, que ganó en
28
29
llilr(r. r:rr la división del entonces píncipe Humberto. Tenía la
rulinrir cara de su hijo.
-Ya he recordado lo que me faltaba
-dijo
Coreta,
t urultl<l regresamos a la cocina. Y añadió en su cuaderno: "Se
lrrrte n tarnbién las riendas para los caballos"-. Lo que queda
lr lr¿rr'ó más tarde
-agregó.
'/
Y siempre alegre se fue a la tienda y comenzó a poner
¡x'tlrrzos de leña sobre la baTanza. Un carro cargado de leña se
rlt'lr¡vo delante de la puerla de la tienda. Coreta salió a hablar con
r'l lrornbre, volviendo después.
-Ahora
no puedo atenderte
-me
dijo-. Hasta mañana.
¡llrrcn paseo te has dado! ¡Feliz tú que puedes!
-y
dándome la
nluur corrió a recibir la leña...
¡Ah! No Coreta. Tú eres más feliz, porque estudias y
trrrbajas; eres cien veces más útil a tu padre y a tu madre que yo,
t¡rrcrido compañero.
Er Dn¡cron
Viernes 18. Con Croato, un hombrón de mucho pelo, gran barba
y voz de trueno, que siempre amenaza a los niños pero jamás
castiga a nadie, son ocho los maestros incluyendo al suplente.
Hay un maestro, el de cuarlo básico, cojo, arropado en una
bufanda de lana y siempre lleno de dolores. Hay otro muy
clegante, con lentes y que llaman el "abogadillo", porque siendo
ya profesor se hizo abogado y escribió un libro para enseñar a
escribir cartas. En cambio, el que enseña gimansia tiene el tipo
de soldado, estuvo con Garibaldi y tiene en el cuello unacicatrjz
de un sablazo que recibió en la batalla de Milazo.
El director es alto, calvo, usa lentes de oro, y su barba gris
le llega hasta el pecho. Es tan bueno con los muchachos que
cuando debe regañarlos no les grita sino que les toma las manos
y les da consejo. ¡Pobre director! Está siempre primero en su
puesto por las mañanas, y es el último en retirarse.
Nadie le ha visto reír
-dice
mi madre- desde que murió
su hijo, que era voluntario del ejército. Tiene su retrato sobre la
mesa de la Dirección.
_ Después de esta desgracia había pedido sulubilación. Ese
día mi padre, que estaba con ér en la bfueccion, re decía:
-¡Es
una lástima que usted se vaya, señor directorl
En ese momento entró un hombre á matricular a un niño.
El. director hizo un gesto de asombro, miró el retrato que tenía
sobre la mesa, volvió_a mirar al muchacho, lo sentó sobre sus
rodillas y le levantó la cara. Aquel niño se parecfa a su hijomuer1o.
-Esrá
bien _dijo el direcror.
matriculó, se despidieron padre e hijo. Entonces el
direcror romó su solicitud ae;ubitaciOn, la rompió y dijo:
-Me
quedo.
Los Soroanos
Mlrtes 2.2. Ayer, por la plaza, pasaba un regimiento de infan_
tería, y cincuenta muchachos ,ultub*, llevaí¿o el compás con
las reglas sobre los bolsones. Nosotros estábamos en un grupo
en la acera mirando.
Franti se rió de un soldado que cojeaba, cuando de pronto
sintió una mano sobre su hombró. nru
"t
¿i.""tor.
-Escucha
_le dijo_: burlarse de un soldado cuando
está en las filas, es como insultar u un ho.Urc atado; es una
villanía.
Franti desapareció.
-Deben
querer mucho a los soldados _dijo el director_.
Ellos se harían matar por nosotros si mañana un e1ército
extranjero amenazaÍa a nuestro país. También son muchachos,
un poco mayores que ustedes, y vienen de todas paftes de Italia.
E_ste es un regimiento veterano, de los que han combatido en
1848. Los soldados no son los mismos, p"- lu bandera es
siempre la misma.
30
3l
-Ahí
viene
-dijo
Ganón. Y, en efecto, se la veía rota y
clescolorida, sobresaliendo por encima de las cabezas de los
soldados.
-Hagan
una cosa
-dijo
el director-; saluden con
respeto a la bandera.
Todos a un tiempo llevamos las manos a las gorras. El
oficial que la llevaba nos miró sonriendo.
-Bravo,
muchachos
-drjo
alguien detrás de nosotros.
Era un anciano que llevaba en el ojal de su chaqueta I a cinta azul
de la campaña de Crimea-. El que de pequeño respeta la
bandera sabrá defenderla cuando sea mayor.
Er PnorscroR ¡n Nnlp
Miércoles 23. Nelle, el jorobadito, también miraba ayer a los
soldados, pero como pensando: "¡yo nunca podré ser soldado!"
Durante los primeros días de clases, algunos niños se burlaban
de él y le golpeaban la espalda, pero él nunca se enojaba ni decía
nada a su madre. Hasta que un día Ganón dijo:
-¡Al
primero que toque a Nelle, le doy un puñetazo que
le hará dar tres vueltas.
Franti no hizo caso y recibió un puñetazo que 1o hizo dar
tres vueltas. Desde entonces ninguno molestó a Nelle. Así se
hicieron muy amigos.
Al fin, Nelle debe haberle contado esta historia a su madre,
por lo que sucedió cierla mañana. Estando yo en la oficina del
director, entró una señora y preguntó:
-Señor
director, ¿hay en la clase de mi hijo un niño que
se llama Ganón?
-Sí,
señora
-respondió
el director.
-¿Quiere
usted llamarlo? Quiero decirle algunas pala-
bras.
Un momento después llegó Ganón, a quien el portero
había llamado. Apenas lo vio la señora, corrió a su encuentro,
le echó los brazos al cuello y le dio muchos besos, diciéndole:
-¿,Tú
eres Garrón,.el amigo y protector de mi hijo? _yal mismo tiempo se quitó del-cuello una cadena con una
crucecita y ra corgó del de Ganón- . ¡Lrévataen recuerdo mío,querido niño, en recuerdo de la madre de Nelle, que te da
millones de gracias y te bendice!
El pnlu¡no o¡ ra Cresn
Vierues 25. El maestro le dijo ayer a Deroso:
-Has
recibido grandes dones de Dios; sólo tienes que
cuidarlos.
Como en años anteriores, ha obtenido también el primer
premio. Todos reconocen su superioridad en todas las asigna_
tUIAS,
Además, es alto y buenmozo. Tiene doce anos y es hijo de
un comerciante. Vivo, alegre, ayud.a a cuantos puede en los
exiímenes y nadie se atreve a jugarle una mala pasada. Da todo
lo que en su casa le regalan á el. p*uet cJaures ha hecho unpequeño mapa de Ia Calabria, regalándolo sin pretensión, a logran señor. Es imposible no reconocer su superioridad en todo.
¡Ah!, yo también, como Votino, lo envidio. y siento rabia contra
é1, cuando me cuesta tanto hacer una tarea
"n
.uru y pienso que
a esa hora ya la tendrá terminada y sin esfuerzo alguno.
- Pero luego, cuando vuelvo aia escuela y lo encuentro tan
bueno y afable, me avergüenzo de haber teniáo aquellos senti_
mientos. Con gusto le diía en ocasiones, ,,D"roro,
tú vales más
que yo. ¡Yo te respeto y admiro!,,.
Er_ peeu¡ño VrcÍa Lo,rsenoo
(Cuento mensual)
lábado 26. En 1g59, durante la guerua por el rescate de
Lombardía, iba a paso lento una sección de ciballería de Saluzo,
a^
JZ
cxplorando el campamento enemigo. Llegaron a una casita
r'ústica, delante de la cual sólo había un muchacho de doce años,
rlc ojos grandes y azules, que estaba en mangas de camisa y
rnostraba el pecho desnudo.
Los aldeanos, después deizar su bandera, habían escapa-
tftr por miedo a los auslriacos.
-iQué
haces aquí?
-le
preguntó el oficial, deteniendo
cl caballo-. ¿Por qué no has huido con tu familia?
-Yo
no tengo familia, soy huérfano
-respondió
el
rnuchacho-. Me he quedado aquí para ver la guerra.
-¿Has
visto pasar a los austriacos?
-No,
desde hace tres días.
El oficial se apeó del caballo, subió hasta el tejado, pero
srllo vio un pedazo de campo. "Es necesario trepar a los
írrboles", pensó bajándose. De pronto se dirigió al muchacho:
-¿Podías
subir a aquel árbol y decirme lo que veas desde
allí?
-Claro
que podré.
-iQué
pides por prestarme este servicio?
-¡ Qué pido !
-respondió,
sonriendo- ...Si fuera por los
"alemanes" entonces por ningún precio. ¡
Si yo soy un lombardo !
-Bien:
súbete, entonces.
El muchacho se quitó los zapatos y en pocos momentos
estuvo en la copa del fresno. El oficial apenas lo veía: tan alto
estaba.
-¿Qué
ves?
-gritó
el oficial.
-Dos
hombres a caballo
-respondió
el muchacho.
-¿A
qué distancia de aquí? ¿Se mueven?
-A
casi un kilómetro, están inmóviles.
-Mira
a la derecha. ¿Qué otra cosa ves?
-Cerca
del cementerio, entre los árboles, hay algo que
brilla; parecen bayonetas.
En ese momento un silbido de bala cruzó el aire y se fue
a perder lejos.
-¡Baja,
muchacho!
-gritó
el oficial-. Te han visto.
??
-Yo
no tengo miedo _respondió el chjco.
-¡Baja!... -*pirr: el oficial_. ¿eué ves a la izquierda?
--¿A la izquierda? _y el muchacho volvió la cabeza
hacia ese lado.
Un segundo silbido, más agudo y más bajo que el anterior,
cruzó los aires.
-¡Abajo! -gritó
el oficial con energía y furioso.
. - -Luego
bajo .-repuso el chico_."A la izquierda...,
donde hay una capilla, rne parece ver...
Se oyó un tercer silbiclo, y enseguida se vio al muchacho
caer, precipitándose de cabeza con los brazos abiertos.
-¡Maldiciónl
_exclamó el oficial, corriendo.
, , .Un
hilo de sangre le salía del pecho. El sargento y dos
soldados se apearon de sus caballos. El oficial se agachó y Iequitó la camisa: la bala le.había perforaclo
"ifrr_On
izquierdo.
-¡Pobre
niñol _dijo trisremente el oiiciat_. ¡Valienteniño! Luego quitó la bandera de la casa y la exárdió como paño
fúnebre sobre el muchacho, dejáncloie tu
"uro
descubierta.
Permanecieron un momento silenciosos, contemplándole hasta
que el oficial dijo:
.-Ha muerto como soldado,
enterrarlo.
y como soldado debemos
Dicho esto, dio al muerto un beso en la fiente y gritó:
-¡A
caballo!
Al ponerse el sol, toda la línea de las avanzadas it¿rlianas
sc dirigía haciu cl enemigo por el mismo .or¡no que habrh
recorido la sección de caballería. La noticia de la muerte del
muchacho había corrido ya entre los soldados antes que dejaran
sus campamentos. Cuando los primeros oficiales ael UaáltOn
vieron el cadáver cubierto con la bandera tricolor, lo saluclaron
con sus sables.
. _
U:o
9"
ellos recogiti flores cle la orilla del anoyo y se las
anojó. Todos Io imitaro¡r. En ¡rocos *o_"nas; el muchacho
estuvo cubierto de l-lorcs. Al pasar_ clccían:
34 35
¡Bravo, pequeño lombardo!
-¡Adiós,
niño!
-¡Viva,
muchachol
Un oficial le puso su medalla al valor, y las flores
continuaban cayendo sobre los pies desnudos. El muchacho
¡rarecía dormido sobre la hierba, envuelto en la bandera, con el
nlstro pálido y casi sonriente, como si estuviera contento de
lrrrber dado la vida por su patria.
Los PoBnEs
M a rte s 2 9. "Dar la vida por la patria, como el pequeño lombardo,
cs una viftud; pero no olvides, hijo mío, otras virtudes menos
heroicas. Esta mañana, cuando volvíamos del colegio, pasaste
.jr-rnto a una pobre que tenía sobre sus rodillas a un niño pálido,
y que te pidió limosna. Tú no le diste, aunque talvez llevabas
clinero en el bolsillo.
"Escucha, hijo mío, no te acostumbres a pasar con indi-
l'crencia delante de la miseria que tiende la mano, y menos
delante de una madre que pide limosna para su hijo. A los pobres
lcs agrada pedir limosna a los niños porque no les humilla, y
porque como los niños necesitan de todo el mundo, se les
parecen. Por esto es que siempre hay pobres en las puerlas de las
cscuelas. Piensa en que a ti no te falta nada, mientras que a ellos
les falta todo. Hay mujeres y niños que no tienen qué comer. ¡No
tener qué comer, Dios mío! ¡Oh Enrique, no pases nunca más
delante de una madre que pide ayuda sin dejarle una limosnal
Tu madre."
DICIEMBRE
Er, Cov¡RcmNr¡
Jueves r". Mi padre quiere que me haga amigo de todos mis
itX?iÍ[**
El domingo rui a pasea,-con vátino,
"ñ ,;
Hoy ha venido-a casa Garofi: el alto de lananzde pico deloro. Es muy originat,,siemRre
"rrá;;;;;" las monedas quenene en los bolsillos. ya tiene rnu hUr"iu ¿" fa Caja de AhorosEscolar. Es desconfiado y no gurru
"rr.Jina moneda. corec_ciona sellos y tiene cientá.s ¿.-,"J""1", p*es, que venderá allibrero. En Ia escuela todos los días nui"'lot"riu y subastas,vende los periódicos atrasados uf quiorfu".o y lleva un cuader_no donde anota sus negocios. e á¡ .J gr"a y me entretiene.Hemos jugado a hacer una tien¿a., nice ;;;;p"ru, salga de laescuela emprenderá un.negocio, inventJo por et. Ha estadomuy contento porque Ie he dado sellos extranjiros. Su colecciónde sellos es su resoro. Los compañ";r:'il;rr;"^ avaro. yo nopienso así. Coreta dice.que Garoti no datía-sus sellos ni parasalvar la vida de su madre. rrt paore no;;;;..
^^-,='.:!rn"ra
aún para juzgarle _dice_ Én et¿cto, tiene esapasron, pero su corazón es bondadoso
VaNmeo
Lunes 5. Ayer, mientras paseábamos por la alameda de Rívolicon Vorino y su padre, Votino ib" ;"_d;o bien vesrido:tt:ilbl boras de .u".o, ,n rraje con uAo_o, á" seda, sombrerodecastor blanco y reloj. pero su
"*i;;rb";rminar mal esta
Después de camir
su padre, nos sentamorar
un buen trecho' deiando muy atrás a
i en un asiento de piedra, junto a un
36
3l
rnuchacho que parecía ausente y con la cabeza gacha. De pronto
Votino se acordó de que estaba bien vestido y quiso hacerse
cnvidiar.
-¿Has
visto mis botas nuevas?
Lo decía para que el otro lo mirara, pero éste no lo hizo.
Entonces se puso ajugar, haciendo girar su precioso sombrero
cle castor blanco; per el niño tampoco lo miró.
Votino empezaba a exasperarse. Sacó el reloj y me Io
cnseñó. Pero el vecino seguía sin volver la cabeza.
-¿Es
de plata enchapada en oro?
-le
pregunté.
-No,
es de oro.
-Pero
no será todo de oro
-le
dije.
-No,
hombre, no
-replicó,
y para obligar al muchacho
a mirar, le dijo-: Mira, tú: ¿no es cierlo que es todo de oro?
-No
lo sé
-respondió
el chico secamente.
-¡Oh! -exclamó
Votino lleno de rabia-. ¡Qué sober-
bia!
En ese momento llegó su padre, que lo oyó. Miró fijamen-
te al niño y después dijo bruscamente a su hijo.
-¡Calla! -y
se acercó a su oído-: Es ciego...
Votino se puso de pie de un salto y miró la cara del niño.
-Lo
siento. No sabía
-drjo
anonadado.
El ciego, que lo había comprendido todo, dijo con una
breve sonrisa:
-¡Oh,
no importa!
Votino, que no tiene mal corazón, en todo el paseo no
volvió a reír.
L¡ Pnlvsna NEv,qna
Sábado 10. ¡
Adiós, paseos a Rívoli ! ¡
Ya están aquí las primeras
nieves! Ayer tarde cayeron copos finos y abiertos como flores.
A la salida del colegio todos corrimos en desbandada, tomando
pelotones de nieve y zambulléndonos dentro.
Todos parecían fuera de sí; hasta precusa, el hijo delfglud:l uqu"t patiOo que nunca de. y Roberto, el que satvó alniño del caro, saltando.con su muleta. El ,.Albañilito,,nos
hizoreír cuando mi padre le invitó u qu" uini*;;;u"u a casa; reníala boca llena de nieve, y no atreviéndose a escupirla ni atragársela, se quedó atóniio, miran¿ono,
"rii
."rpona"r.
. También las profesoras salían j" i"
".r.*r"
corriendo ynendo. Los pofteros v los guardia, g.ituOun,";jA casa, a casa,,.Pero aun ellos se reá..Fesrej
ar d t;;;;il:H;lilT#'1",,¿rJ ;'JffiT;zapatos, sin luz. Hay millares que t a;an aiar^.irdu¿", llevandoen sus manos ensangrentadas un pedázo a" i"nu p*, calentar elcolegio. Usrecles, niios. festejan j m"i"_". p"lo piensen en losmiles de seres a quienes el inviemo ou" iu _ir",ra y la muerte.
Tu padre.',
EL ,,ALBAÑILITO,,
Domingo I I. Hoy havenido el
..Albañilito,,.
A mi padre le gustamucho el niño y deseaba arn _ás qr";; n; viniera.
Entró volviendo
manzanay con su n 'la
cabeza aquí y allá' redonda como una
habilidad paru l"uunr-'::o-1a'
Jugamos con palitos; tiene gran
por m'agio u",." .,JiTl;:fi:ffi ,Xt:XT::?triT ?i':en un desván; su padre_ va de noche u fu
"r.""fu
de adultos; sumadre no es de aquí. Su padre es ;; ñ;ró", un giganre; estruenoy.llama siempre.a su hijo ..h;.iil;;'; üebre,,.
A las cuatro com
sofá. Cuando no, ,.uurt-os
luntos pan y pasas, sentados en el
er respardo qu;l üil#ff;; il#i",l.r:ff "offiJHffisu chaqueta.
-- - .,,
Cr3nd9 se despidió estaba tan contento que nos puso otravez "hocico de liebre.'. Se llama e"r""i" ñ"i;r"o , riene ochoaños y ocho meses...
38
:;i
"¿.Sabes, hijo míc, por qué no quise que limpiaras el sofá?Porque limpiarlo estando_ tu compañero presente era casi ofen_derlo. y esto no estaba ui"n,
"n
p.i*..;;;;;rq"" no lo había
li:1," " f-oósiro,
y, en segundo, po.qr" tá t u'oiu manchado conla ropa de su padre, que se nabra enyésaOo t ulu;unAo, y lo quese mancha trabajando no ensucia. nácuérOalo. C]uiero mucho al*Ah¿ñilito",
porque es tu compañero y poryue es hijo de
Tu padre"
UNa Bore or Nmv¡
vfr::s
!6. Sigue nevando. Esta mañana sucedió un accidenteal salir de la escuela.
Un grupo de niñ.os se puso a jugar con bolas de nieveacuosa que las hace sólidas .o_o pi"áru"r. De repente se oyó ungrito agudo y se vio a un anciano que caminaba vacilante,cubriéndose lacnacon las manos, y
"
ili;;;" niño que pedía
Yo estaba en la librería donde había entrado mi padre, yvi llegar corriendo a varios de mis ."_p;;;;r, eran Garrón,Corera, ei .,Albañilitn"
y Garofi. Mt#;',anto, se habíareunido genre alrededor del viejo h"rid;, ;; guardias coríande un lado a otro, amenazando y gritanáá:
- i
;ca¡ie1 fue? ¿Eres trí? ¿euién ha sido? ¿euién?...Garofi, el de los sellor, áá¡u
"
mi-;;", y remblaba.Entonces escuché que Ganón l";U;;;i;;;;",
-¡Andal
Es una villanía dejar que ,orpÉ.n"n de otro.
-¡pero
si no Io hice adredel _ilrooná; Garofi.
-No
importa, cumple con tu deber.
Los.gu.ardias seguían gritando cacla rezmás füeÍe:
-¿euién
fue? Le han dejado ciego.
_-'Ven _le dijo resueltamente CaiOn_. yo te defiendo.
40
4l
Y tomándolo de un brazo lo empujó hacia adelante,
sosteniéndolo como a un enfermo.
_ La gente lo vio y comprendió todo enseguida. Un guardia
llevó a Garofi hasta una pastelería, donde habían refugiado al
herido.
Dos personas lo arrojaron violentamente al suelo en la
tienda, gritándole que bajara la cabeza y que pidiera perdón.
Pero de pronto unos brazos vigorosos lo pusieron en pie y una
voz fuerte dijo:
-¡No,
señores! Puesto que ha tenido el valor de presen-
tarse. nadie tiene derecho a humillarle.
Era nuestro director. Todos permanecieron callados.
-Pide
perdón
-dijo
el director a Garofi.
Garofi, ahogado en llanto, abrazó las rodillas del viejo, y
éste, buscando su cabeza, le acarició. Luego todos dijeron:
-Vamos,
muchacho, vete a casa.
Una vez en la calle, mi padre me preguntó:
-Enrique,
en un caso parecido, ¿haúas lo mismo?
Yo le respondí que sí. Y él repuso:
-Dame
tu palabra de honor de que así lo harás.
-Te
la doy, padre.
L¿s Massrn¡s
Sóbado 17. Garofi estaba atenoizado, esperaldo que el profe-
sor lo regañara. Pero el profesor no vino, ni tampoco el suplente;
ha venido a dar la clase la señora Cromi.
Hoy estaba triste porque tenía un hijo enfermo. Apenas la
vieron, empezaron a hacer desorden, pero ella, con voz serena,
dijo:
-Respeten
mis canas; más que maestra, soy una madre.
A la clase de la señora Cromi mandaron a la señora
Delcato, y a la clase de ésta, a la que llaman la "Monjita", porque
siempre lleva ropa oscura y un delantal negro. Su voz es tan
gangosa que parece que estuviera rezando. Sin embargo, losniños están tan quietos en.su clase que parece una rglesia.
Otra maestra muy simpáti.u
",
tu J. p.i_.ro básico C.Tiene dos graciosos lunares * f^ *"jlffuJir,"_pr" está alegrey cuando grita con su voz clara, pur"a" que cantara. También esprofesora de dibujo de las niñas, y .on ,u Látu;o mandene a slrmadreyasuhermano.
Ex Casa orl- Hnntno
Domingo I8. Habíateminado de escribir el cuento mensual: E/pequeño escribiente florentino., cuando mi padre me dijo:
"r.
,._iubtremos
al cuafio piso para ver.omo .stá de su ojo
Entramos en una habitación casi oscura, cJonde estaba elviejo en cama; a la cabecera estaba su muj"r, y u rn lado, el nieto.El viejo tenía el ojo vendado, pero le dñ;; puo." qu" no sólono lo perdeúa, sino que pronto estaía curado.
Luego nos contó del médico qu" O"Uáu"nrr a curarle. Enese momento sonó la campanilla.
-Será
el doctor _dijo la señora.
.Se abre la puerta... ¡eué veol A Garofi sin atreverse aentrar.
-¿euién
es? _preguntó el enfermo.
--E:
"]
niño que tiró la bola de nieve _ctUo mi padre.
-;Oh!, ¡pobre niño! _exclamó el vieje_. Has venido apreguntar por mi salud.
_Tranquilízate;
"rtoy
."1o.. Acércate
-y
el herido lo acarició^, pero sin poO., t áUiu, de emoción,mientras Garofi hacía esfuerzo, por'.oni";;i", lágrimas.
-Gracias
_le dijo el viejo_; diles a tu.s padres que nose preocupen ya de esto, que todo va bien.
Pero Garofi parecía tener algo que decir y no se atrevÍa.
-¿Tienes
algo que clecirme?
--Yo..., nada _respondió Garofi, indeciso, y camtnó
A''ta- 1a
+_)
lrircia la puerla, pero allí se volvió hacia el nieto, y sacando del
rrbrigo un paquete se lo dio, diciéndole:
-Es
para ti
-y
pafiió como un relámpago.
Encima del paquete había una leyenda que decía: "Te
lcgalo esto". Lanzamos una exclamación de solpresa. Lo que
(iarofi había llevado era su famoso ¿ilbum de sellos. ¡Todo su
tcsoro! ¡Pobre niño! ¡Regalaba la mitad de su vida a cambio del
¡rcrdón !
Er Pneusño EscntelENrs FlonENnNo
(Cuento mensual)
En cuarto básico estudiaba un gracioso florentino de doce años,
hijo mayor de un empleado de ferrocarriles que, teniendo mucha
lamilia y poco sueldo, vivía con gran estrechez. Su padre lo
cluería mucho y era indulgente con él en todo, menos en lo que
se refería a los estudios. Aunque el muchacho era aplicado, el
padre no se cansaba de animarlo siempre a ser estudioso.
El padre era de avanzada edad y el exceso de trabajo le
había envejecido aun más. En efecto, se pasaba una buena parte
de la noche realizando trabajos de copista para ayudarse.
Ultimamente, una editorial le había hecho el encargo de escribir
las fajas p;ra el envío de libros y periódicos con el nombre y la
dirección de los suscriptores, pero esta tarea lo agotaba día a día.
-Estoy
perdiendo la vista
-decía
a menudo.
-Papá -le
propuso el hijo-, déjame trabajar en tu
lugar; sabes que escribo tan bien como tú.
-No,
hijo; tu colegio es más impofiante que mis fajas. Te
lo agradezco, pero no me hables más de ello.
El hijo, que conocía a su padre, no insistió. Pero sabía que
a las doce en punto dejaba de escribir y salía del despacho para
su dormitorio.
Una noche esperó hasta esa hora, se vistió, encendió la
lámpara de petróleo, se instaló en el despacho y empezó a
escribir, imitando en lo posible la letra de su padre. Escribió
hasta ciento sesenta fajas. Entonces apagó laluz y volvió a lacama de puntillas.
Aquel día, a ras doce, el padre se sentó a la mesa de buenhumor, y poniendo la mano en el hombro de su hijo, le comentó:
-Mira, Julio,.¿qué buen trabajado.
",
,u padre! En doshoras, anoche, he trabajado un r...io;;;;Jro nr" acostumbro.
Julio, contentr
*"""*,," n- o;"p"".,ff H:', ;' *H j:iT: *ffHi.h¡
Arentado por el éxito, durante las noches siguientes, encuanto daban las do<
padre conrinuuUu ,int?uir""til:ilf"
v se ponía u iraUu;ar.'Su
pero Julio no descansaba lo suficiente; por las mañanascontinuaba rendido aún_y durant" f",
"""1",
fe costaba trabajomantenerse despierto. una noche de ésas se quecló domidosobre su tarea.
-¡Vamos!
_le gritó su padre, diindole una palmada_.
¡Al trabajo!
Se sorprendió v volvió a ponerse a estudiar. pero parecíadisgusrarre el estudió. s, p"drJ ;;;"lj i il"u.upurr..
-Julio
_le diio- una mañana_, tú te descuidas mucho.Todas las
"rp".unru,
¿" ru ¡u_iiiu
"¿;;;*, en ri. ¿Com_prendes?
El niño se turbó.
"Es necesario que el engaño tennine,,, pensó. pero esanoche, durante Ia com
_ ._Sepan n""
",#liJ f" iffiJ $:'il:' rXl,ul 0",,"n,.más dinero que el mes pasado... Éray *rá"ü... ,"ro hay orracosa
-y señaló a Julio_ que me disgusta.
Julio aceptó Ia reconvención en Jilencio y siguió trabajan_
9:
tg." empeño, aunque cada vez b;J;;;;ás difícil resisrir.Un día fue el padre ipreguntar por él al profesor, y éste le dijo:
,,,^-'-^f1l9u1nt", porque es inteligenté, f.ro i,u.u.biado; seouerme, está distraído. Sus tareas ta, ¡a.e de pnsa. podría darmucho más.
44
45
Esa misma noche su padre le habló aparle:
-Julio,
tú ves que yo trabajo, pero tú no me ayudas. Tú
rro tienes lástima de mí, ni de tus hermanos, ni aun de tu madre.
-¡Ah,
no, padre mío! ----exclamó Julio, y abrió la boca
¡rala confesarlo todo. Pero su padre lo intem_rmpió:
-Yo
contaba estos últimos meses con una gratificación
tlcl f-enocarril, y acabo de saber que no la tendré.
Ante esta noticia, Julio retuvo la confesión que estaba por
cscapársele de sus labios y siguió trabajando por su padre.
'l'ranscurrieron dos meses de tareas nocturnas y de pereza en el
clía, de esfuerzos desesperados del hijo y de amargas reflexiones
del padre. Pero lo peor de todo era que la relación padre e hijo
se iba enfriando. Julio lo advertía y sufría en silencio, y cuando
su padre volvía la espalda, le mandaba un beso.
Una tarde, durante la comida, el padre dijo algo que fue
clecisivo para é1. Su madre, al verlo que estaba más demacrado
y pálido, le dijo:
-Julio,
tú estás enfermo.
-Y
volviéndose al oadre.
comentó-: ¡Mira qué pálido está!
El padre miró a Julio de reojo, y dijo:
-¡Ya
no me imporlal
Aquellas palabras hicieron el efecto de una puñalada en
el corazón al pobre muchacho.
Pero esa noche también se levantó, más por costumbre
que por otra causa.
Pero al ponerse atrabajar, con un movimiento de la mano
hizo caer un libro; se quedó helado. Si su padre se despertaba...
Puso su oído, suspendiendo la respiración... Nada oyó. Toda la
casa dormía. Se tranquilizó y volvió a escribir.
Las fajas se amontonaban. Oyó ruido de camrajes y pasos
del guardia. Pasado algún tiempo, el rumor de una fila de lentos
carros. Más tarde, silencio profundo. Y siguió escribiendo.
Entretanto, su padre estaba detrás de é1. Se había levanta-
do al caer el libro, pero el ruido de los carros había cubierto el
rumor de sus pasos, y estaba allí con su cabeza blanca sobre lanegra cabecita de .Iujio. Había visto .or.", ,u pluma sobre lasfajas y en un mome.
timiento,r",";p;;"d:'",1:jj?:ffi#Tfiji:'t'o'r""-.'"p."-
-¡Oh,
padre mío, perdóname! _ex.ta,nO llorando._¡perdóname,rú
a míl _rerponOiJ el paclre, besándo_lo-. ¡Ven conmigot,_y le ilevo i l;;;." de su madre, yan'ojándole entre sus braios, le diio:
_;Besa a este Íngel que deide hace r
,,:10"j"
por mi t ;;" entrislecido ,u .o.ur#l,"i ff.ÍJr:fr:J
,..
La madre lo apretó contra su pecho, sin pocler habrar, hastaque finalmente dijo:
u lu .#
dormir, hijo mío; ve a dormiry a descansar. ¡Llévalo
Su padre, sentado en la cabecer¿r de la cama, le tomó lamano y le dijo;
-¡Duerme,
duerme, hijo míol
Y Julio, rendido, se duÁiO por fin, gozando de un sueñotranquilo.
Le VoruNreo
Miércoles 28. Esta mañana ocurieron dos acontecimientos enla escueta: Garofi, toco de ,t:q.í";";;;ii-oorun devuejro suálbum aumentado con tres sellos ¿" Cuut"tnolu, y Estarclo, queh¿bía obtenido la segunda medalla. ériel'1"'nr¡iera pensado
;iilff:::.,t;;,1",1:"t
oru
",.,"ru|oii.iio".u vez y re dijo
.r,noffilga
ustecl paciencia con é1, porque es lento para
Per"o él so puso a
;,stLrdial
con..fe, día y noche, en su casa,en la cscucla y cn la callc, con los dientes up*uOo, y ceradosIos puños. N. c.rr¡rrcnclr,, n¡ ,urrru ,ü;:ír;;" ha superado a
46
4l
Tu padre."
k's tlcmás. No juega con nadie y siempre está en su banco
,r.ycnclt) al maestro. ¡Cuánto debe haber trabajado el pobre
Lstrtrdo l
Cuando el maestro le dio la medalla, aunque estaba de mal
Irrrrrror, le dijo:
-¡Bravo,
Estardo; quien trabaja, vence!
Pero él ni siquiera sonrió. Volvió al banco con la medalla,
rr¡royó sus puños en las sienes y se quedó más inmóvil que antes.
A la salida, su padre, tosco como é1, no queía creer lo de
llr uredalla. El profesor tuvo que confirmiirselo.
-¡Bravo,
testarudo mío!
-y
le daba palmadas en la
cabeza.
CR¡rlrup
Súbado 31. "Estoy seguro de que tu compañero Estardo no se
c¡uejará nunca de su maestro. El prof-esor tiene mal genio y se
irnpacienta. ¡Bastantes motivos tiene tu maestro para hacerlo!
Piensa en los años que hace que batalla con los muchachos, entre
los cuales también abundan los ingratos que abusan de su
bondad.
"Respeta y quiere a tu maestro, hijo mío. Quiérele porque
peftenece a esa gran f'amilia de profesores básicos, esparcidos
por toda Italia, y que son como los padres intelectuales de
millones de muchachos que crecen cont¡go.
"No estaré satisfecho de tu cariño si no lo quieres a é1.
Quiérele cuando te acaricie y cuando te regañe; quiérele cuando
esté alegre y afable y quiérele aun más cuando 1o veas triste.
"Pronuncia con respeto el nombre de 'profesor', que,
después del de 'padre', es el nombre más dulce que puede dar
un hombre a otro hombre.
ENERO
El MarsrRo Supr¡xlr
Miércoles a. Mi nydr.7 tenía razón: El prof.esor estaba de mal
lfifijffi !,1"i::Íl lr1"o; á"ñ.",,u." *, días viene er
J o",oé
",
nJ#"ili,qJ"".ifl:fiJH#ill ;""_;_;
ffx,JHT:13.1"'?
.'tu
'uo"*u"'"'"ir,,u ra medida. Se
;:ru*i*,:th: j;:fJ"x5:,:: #"T::# 1":t3:r#
L"t ¿".aJ.á"""^rlll: lstardo
era el único que esraba quiero.
Er, upr.n á-ü ; ;,{*i
i:jT¿:;TJ X,ix:fi 1,il* *fliPegaba con el puñá sobre Ii
T"r^"
y gj,"üu uhoguao por la rabia:--;Sitenciot ;Sitencio! ;Stüi.iJ""
-,
o'*.,#.'Éi",1:H::t:ilon"lo v llamó at proresorde pane crer
Entonces .l d",r*
levantó y salió coriiendo. desesperado.
carrón sartó, descoiorden
se hizo aun mavor. p"-á" iü"""
unoguao
fo.'iuj;;"to'esto'
y' apretand-o tos puños, griró
--¡Bastal Son u
una cuadrilla ¿..o¡Jlor
besdas. Abusan porque es bueno. Son
aruera y Ie rompo t^Ttr#Jnmero
que anori nable, i;il;
Cuando el suplente volvió, no se sentía ni el vuelo de una
:rosc_a
primero se quedó
"r0"i,".-p"r";üJrr, cuando vio a
;il"H"t.,{#ilI"''"' ro
'o'p,"io]u"i'0" y re dijo con
-¡Gracias, Ganónl
Ln Blsl.rorecn op EsrnRoo
i.;ir:¿fj.isa
de Esrarcto y he senrido verdariera envidia al ver
18
49
('uanto dinero le dan sus padres lo gasta en la librería,
r( unrcndo de esta manera una pequeña biblioteca. Al darse
( il('il(il cle esta afición, su padre le compró un bonito estante y le
lrrr llccho encuademar todos los volúmenes en colores vistosos.
Siempre anáa ahededor de sus libros, hojeándolos, qui-
t:rrrtkrlcs el polvo. ¡Y yo tengo tan estropeados los míos! Para él
, ;rrll libro nuevo es una delicia.
Estando yo allí, entró su padre, le dio unas palmadas en el
t ucllo, y me dijo con su vozarrón:
-iQué
me dices de esta cabeza de hierro? Es testarudo,
llcgará a ser algo; yo te lo aseguro.
Estardo entornó los ojos, como un peffo de caza, al recibir
rrr¡uellas rudas caricias.
Se lo dije después a mi padre en casa.
-No
1o entiendo: Estardo no tiene talento. carece de
buenas maneras, su figura es casi ridícula, y, sin embargo, me
inílnde respeto.
-Porque
tiene carácter
-respondió
mi padre.
Er Hno pnl HrRREno
También aprecio a Precusa, el hijo del herero, aquel pequeño,
pálido, que siempre parece asustado y anda pidiendo perdones
y siempre estudiando. El padre entra en casa boracho, le castiga
sin motivo, y el pobre va a la escuela con la cara hinchada y los
ojos inflamados de tanto llorar. Pero jamás se le ha oído decir
que su padre le ha pegado.
Vive en una buhardilla de nuestra casa, con entrada por la
otra escalera, y la porlera se lo cuenta todo a mi madre. Mi
hermana Silvia le oyó gritar, desde laazotea, un día que su padre
le hacía bajar la escalera a saltos, porque le había pedido dinero
para compr¿r una gramática. ¡Cuántas veces el pobre Precusa
va a la escuela en ayunas y come algún pedazo de pan que le da
Ganón, o una manzana que le lleva una antigua profesora suya!
Pero nunca se le ha oídcl decir: ,.Tengo
hambre; mi padre no meda de comer".
Esta mañana apareció en la escuela
todos le dijeron:
-'r*Yvrv v' rq cbuuclil con un arañazo, y
_Tu padre te lo ha hecho; esta vez no puedes negarlo.--¡No, no es cieftol _gritó con ta voz ahogada por laindignación; perc después, duánte fu .l^", Ias lágrimas se lecaían, esforzándose por sonreír para no denunciarse.
Uive Vrsua Acnaoanm
Jweves 12. Hoy , en la.tarde, han venido a casa Deroso y Coreta,con Nelle, el ..jorobadito,,.
A pr."rru n" f" ¿"rU venir su padre.Deroso y Coreta se reían aún, p"C";"b; encontrado en Ia
¡fte
a Crosi, el hijo,g. t" *.d;l¿;;,'i"""0" muy conrenroporque su padre le había escdto de Am;dc;, cliciéndole que leesperasen cualquier dra.
¡Oh, qué buenas dos horas hemos paszrclo juntosl Co¡etaya había ltevado por la mañana media;r;;; de leña sobre laespalda, y sin ernbargo, corió por roda t" ;;;; mirándoto todo.Deroso conoce I
oj o s cerado s, ;".r" 1
l::"ii:ÍTiT
".:1
il3]::,i"J", ::prolongan hasra el marJonio, l"r.i;;;;io, goftor, tos azujescerros"; y decía los nombres
"^u.ror,
po. rtioio"", como si losleyera en el mapa.
En una hora se había aprendido de memorfa cerca de tuespáginas, que deberá recirar pasad";*;;;; tos f_unerates deVíctor Manuel.
ll,r .#,1 ;Hi: ilff : :'#:
flqf ,,:*riJ:x] ;:ffiÍ;:lhaciénclole reír como nunca lo había visto antes.
50
Los Fux¡nelps op VÍcron M¡xupi_
!::;:,t,
Hoy, con voz sonora y semblante animado, Deroso
_Hace cuatr
p,n t"on,-"n-ñ
"";;:
:'
iil:, ffix.T:: :';l';:¿T :;HJ:.i:Víctor Manuel tr, n1-"1 rey de Iialia, muerto después deveinrinueve años de i3i"id9, d;;" t#;ates la patrta italianahabía obtenido su unidad,.i"¿"p""á"".1u"]i,o"nuo.
Llegaba elcamo fúnebre, cargado ¿" .ó.onur,-
""i" o silencio de lamultitud enternecidá,.que había u"niáo, tu'.apital desde todaspartes de Italia precedido de general"r, _inioo, y príncipes. Enese momento, doce coraceros sacaron el féretro del carro. Lamirada, el alma de todos iba del fé;;;;^ banderas enluradasde los ochenta regimientos de toda Itaria. cuunao puró er féretroIlevado por lo, .o=.u."ror, se inclinaron toJurlu, banderas de losnuevos regimientos. las .,ziej as ¡unO"rus. J"rgarradas en Goito,Pasrrengo, s anra Lucía, N";.", ¿;;;",i"ilrr.", S an Martín,
^""^j:lll-*t
.u{"^r9n ochenra
""ñ;ür, cien medallascnocaron contra el féreho. El estrepito qu3 fli.i"ron fue comoel sonido de miles de
1111i,;,'"1t;;i,r"lli!;ütriitH: j.::'ffi
J:,:rnet rey Vícror Manuel enrró en l" dr;;J;;;al del sepuicro.
FRaNrr EXpuLSADo nel Col¡crcr
Sóbado 2I . Mientras Deroso recitaba los f.unerales del rey, sólo
i:T"t"TTffi:I;T:l :::: ll""d' i;;;a anre Ga'ón y
porquetieneerb,",";,j;JÍT:',f
ff :,:;"1"#ilil"|l".:con muletas por haber salvado a un
"10".
Sri"ore va al colegiode vez en cuancto a pedir i"f;;;,;#;" se va ltorando.Franti^odia el colegiá, a sus.compañeros y a los prof.esores.pero esra mañana lo echaron .;;;;;;rro; mienrras elprofesor daba a Ganón el bona¿or ¿e ii )l)lrorr¡tto ,or¿o.
52
53
cuento mensual para enero, hizo estallar un petardo. Toda la
clase pegó una sacudida. El profesor se puso en pie y gritó:
-¡Franti,
fuera del colegio!
-¡No
he sido yo!
-respondió
riendo.
-¡Anda
afuera!
-respondió
el profesor.
-¡No
me muevo!
-contestó
cínicamente.
Entonces el profesor lo tomó por un brazo y lo sacó del
banco, lo llevó casi en peso donde el director. Después volvió
a la clase, se sentó a su mesa, tomándose la cabeza con las
Inanos, y dijo tristemente:
-¡Después
de treinta años de profesor!
-y
la manos le
temblaban.
Deroso se levantó:
-No
se aflija, señor
-dije:
nosotros lo queremos
mucho.
-Volvamos
a la lección
-respondió
el prof'esor, sere-
nándose.
EL rnn¡soncnro S¡noo
(Cuento mensual)
EI veinticuatro de julio de 1848, en la primera jomada de la
batalla de Custoza, sesenta soldados de infanteía, enviados a
una altura para ocupar una casa solitaria, se vieron asaltados de
pronto por dos compañías de soldados austriacos. Apenas les
dieron tiempo para refugiarse en la casa y reforzar la puefia.
Dirigían a los soldados italianos dos oficiales y un viejo
capitán, alto, seco, con el pelo y el bigote blancos. Con ellos
estaba un tamborcillo sardo. muchacho de unos catorce años.
La casa se hallaba situada en lo alto de una escabrosa
pendiente, y tenía una ventanilla en su pafie superior. correspon-
diente a una pieza del último piso, por 1o que los austriacos no
amenazaban la casa por esa par1e. El fuego lo hacían por el frente
y los lados, destruyendo todo. De vez en cuando, uno de los
soldados que disparaban desde las ventanas caía al suelo. El
cerco se estrechaba. f_legó un momento en que el capitán se vioinquieto. Salió precipitadamente ¿"i"."*a, seguido cle unsargento. Al cabo de- tres minutos volvió a la carrera el sargentoy llamó el tamborcillo. El muchacn" fÁ ,ü"iO hasta la buhardi_lla, donde vio al capitán escribir en una h-o1a.
El capitán dobló la hoja y dijo t .rr.'i_"nr",_¡Tambor!,
¿eres valientei
_,: _
_-Si mi capitán _respondió, llevándole la mano a lavlsera.
_Mira, altá abajo
. _g!9 el capirán, llevándole a laventana_-,junto a la casa de Viilafranca, don,l" brillun
"qrJl",bayonetas, están los, nuestros, inmóviles. .foma
ese papel,agánare de esra cuerda y baja por l;;",r;;;", arraviesa rápidoIa cuesra y da et papel ,1 p,i.* ári.i"io*'*rr._Confíe en mí. mi capitán _*oni.rio el tambor.
-Dios
re ayude _dij; el capitán.
En pclcos momentos el tamboi estaba en el suelo y coníapor la pendiente, cuesra. abajo. El .ñ¿;
"qr"
to observaba,creyó que había conseguido escaparui'n ,., ¿"r.trbiefto; en esemomento cinco disparos levantarón nubecill¿rs de polvo alrede_dor del,muchacho, pero él seguía ."_""J" ,apidamente.
El capitán exclamó: "¡nau"nor;r n.rJ no había acabadode decirlo, cuando vio levantars"
"ii"rnfr"r.iilo.
,.¡Ah,
sólo ha
::T,:ffi:1t
ar,,, pensó; ,.s"
r,uo,ito-.ü;;ñ,, Er niño seguía
r^ -¡Animo! ;Valor! _gntaba, siguiéndolo con la mira_
Íl¡; ,Íl,TiL..
¡Mardiciónr... ¡Se p*;!'Ái;relve a empren_
Un oficial sube anhelante a decir que los enemigos, sin
ll':li",ltlt el tuego. agiran un pañuelo bianco para ofiecernosla rendición_
-¡eue
no se respondal,_gritó el capitán, sin apartar lavista del muchacho-. ¡Andal ¡Conet. . i".¡u fienético_.
¡Desángrare, muere, pero llega!... ¡Áirl, l"r i,il_" se ha senra_dol... Pero al cabo de un momento, la cabeza del muchacho
54
55
volvió a verse, perdiéndose finalmente entre los sembrados.
El capitán bajó entonces impetuosamente: las balas llovían;
krs cuaftos estaban atestados de muertos y heddos; el teniente
tcnía el brazo derecho destrozado por una bala; el humo lo
cnvolvía todo.
-¡Animo! -gritó
el capitán-. ¡Van a venir!
Los austriacos se habían acercado aun más. Los sitiados
lllojaban su defensa y el desaliento se reflejaba en todos los
rostros. Una voz de trueno gritó:
-¡Ríndanse!
-¡No! -respondió
el capitán desde la ventana.
El fuego aumentaba. Caían más soldados. Ya había más
cle una ventana sin defensores. De pronto el sargento, bajando
de la buhardilla, gritó:
-¡Ya
llegan!
Desde Ia ventana vieron avanzar los sombreros de los
carabineros italianos, un escuadrón a escape tendido y un
brillante centelleo de espadas.
Los enemigos vacilaron, hasta que finalmente empren-
dieron la retirada, mientras que los dos batallones italianos
ocuparon la altura. El capitán se incotporó a su regimiento.
peleó unos minutos y fue ligeramente herido en la mano
izquierda por el rebote de una bala.
Al día siguiente los it¿rlianos lueron vencidos por Lln
número mayor de austriacos y la mañana del veintiséis tuvieron
que retirarse tristemente hacia el Mincio.
El capitán, aunque herido, anduvo a pie con sus soldados.
y llegaron al ponerse el sol a Goito. Buscó a su teniente. que
había sido llevado allí con un brazo roto. Le indicaron una
iglesia donde se había improvisado un hospital de campaña.
Apenas entró, el capitán miró a su alrededor en busca del oficial.
-¡Mi
capitán!
-escuchó
que le llamaba una voz apaga-
da.
Se volvió: era el tamborcillo. Estaba tendido sobre un
catre de madera.
. -¡Cómo! ¿Eres tú? ¡Bravo, has cumplido con tu deber!
-le dijo el capitán admirado-. ¿nrtár'rr"rao?
-añadió,inquieto.
-¡Qué
quiere ustedl _replicó el muchacho_. Me vie_ron enseguida. Afortunad¿mente encontÉ pronto a un capitánde estado mayor y le di la cara. pr.o, _i iapitán, ¡usted estáperdiendo sangre!
En efecto, de la mano mal vendada coría sangre.
-¿,Quiere
usted que Ie apriete la venda, mi capitán?
, . EJ capitán le pasó la mano, pero el chi-á ap"na, se alzó dela almohada. palideció y tuvo qu; uol"".;upoy* ta cabeza.
-¡Basta,
basta! __dijo el capitiín, retirando la mano_.Debes haber perdido muchá ,*gr" p*á
"ri. tan débil.
-¿Mucha
sangre? _repitiO el muchacho_. ¡Mire us_tedl
-y se destapó.
El capitán se sobresaltó, horrorizado: le habían amputadola piema izquierda.
En aquel momento pasó un médico militar.
^r...-1h:
mi capitán! _{üo señalando al tamborcillo_; heanr un caso desaforlunado; esa pierna se habría salvado si él no
li,Hi:f"
forzado de aquella mala mane.a. ¡pero sí que es
EI capitán amrgó sus grandes cejas blancas, revantó lamano hasfa.la cabeza y se quitó et quepis.
- -
-¡Mi capitán! _exclamó el muchacho_. ¿eué hace?
¡Por mí!
-Yo no soy sino un capitán. Tú eres un héroe _lerespondió, bes¿indole cariñosamlnte.
Er_ An¿on e la parRn
!.Iartes
24. "puesto que el relato del tamborcillo ha conmovidotu corazón, te será fácil escribir el tema ¿et e"amen, ¿por quéuno quiere a Italia? ¿No se te ocurren enseguida cien respuestas?
56 5l
"Amo a Italia por ser mi madre italiana; Italia es la tierra
tlonde están sepultados los muertos que mi madre llora y que
venera mi padre. Porque es el lugar donde he nacido, la lengua
c¡ue hablo, todo lo que adoro. ¡Tú no puedes sentir aún en toda
su intensidad ese gran afecto!
"Lo sentirás cuando seas hombre, cuando, al volver de un
largo viaje, veas en el horizonte las azules montañas de tu país.
Lo sentirás en alguna gran ciudad lejana cuando oigas decir
alguna palabra italiana. Lo sentirás en la indignación dolorosa
cuando oigas a algún extranjero injuriar a tu país. Lo sentirás
más violento el día en que la amenaza de un pueblo enemigo
levante una tempestad de fuego sobre tu patria y veas brillar las
arrnas por todas partes. Lo sentirás como una alegna divina si
tuvieses la suerte de ver regresar a tu pueblo los regimientos
diezmados, con el brillo de la victoria, en medio de la multitud
que los cubre de flores a su paso y los bendice.
"Es cosa tan grande y tan sagrada. Enrique, si regresaras
a salvo de una batalla en la que has peleado por la patria, y yo
supiera que has conservado la vida porque has rehuido el
combate, te recibiría con sollozos de angustia, no podía querer-
te más y moriría de pena.
Tu padre."
ENvrrn
Miércoles 25. ¡Deroso fue el que hizo la mejor composición
sobre la patria! ¡Y Votino, que estaba tan seguro de obtener el
primer premio!
Yo quería bastalte a Votino, pero me disgusta ver lo que
envidia a Deroso. Aunque estudia para competir con é1, no
puede sobrepasarlo. Carlos Nobis también siente envidia.
Como todos lo saben, en cuanto el maestro alaba a Deroso,
se vuelven a mirar a Votino, que traga veneno.
Esta mañana, por ejemplo, el profesor dio los resultados
de los exámenes: Deroso, diez puntos y la primera medalla.
Simultáneamente con el anuncio, Votino estornudó estrepitosa-
mente.
Como la cosa estaba bien clara, el maestro le diio:
. -Votino,
no permitas que se apodere de ti Ia serpiente de
la envidia; roe el cerebro y corrompe el conzón.
_ Votino quiso responder y no pudo. Luego, escribió en una
hoja: "No estoy envidioso de los qu" gunun ñ primera medalla
por favor y con injusticia,'. euería ánviar el papel a Deroso, pero
vio que algunos que estaban con éste t amauán argo: uno hacía
una gran medalla de papel, sobre la cual habían dibuiado una
serpiente negra.
Cuando el maestro salió por breves momentos, los que
conspiraban se levantaron para darle la medalla d. papei u
Votino. Este temblaba. De pronto, Del-oso sritó:
-;Dénmelal
-
-Sí;
es mejor
-respondieron_.
Tú clebes llevársela.
Deroso tomó la medalla y la rompió. El maestro volvió y
continuó la clase. Votino, que estaba rojo cle vergüenza, tomó
su hoja, le hizo mil dobleces y la guardó en el banco. pero al salir
de la clase, se le cayó. Deroso, siempre noble, la recogió y se la
puso en la cafiera, ayudándole a abrocharse el cinturón. votino
no se atrevió a levantar la cabeza.
L¡ M¡nn¡ n¡ FnRNri
Siibctclo 28. Votino es incorregible. Ayer en la clase de religión,
delante del director, el profesor le prlguntó a Deroso si recor_
daba estas dos estrofas: ..DondequLriqu"
"^ti"nOo
la vista te
veo, inmenso Dios',. Como dijera que no, Votino saltó en el acto.
^ liYo lo sél
-dijo,
sonrienclo, para mortificar a Deroso.
Pero el mortificado fue él porque no puclo recitar la poesía: en
ese mornento entró la madre de Franti, preocupada, ilevanclo a
58
59
Tu padre."
sLr hijo que había sido expulsado del colegio. ¡Qué triste escena
nos tocó presenciar! La pobre señora le tomaba las manos al
rlirector, suplicándole:
-¡Oh,
señor, hágame el favor de admitir al niño! Estos
clías lo he tenido escondido en casa para que su padre no lo
clcscubra. Yo espero que se conija antes de morir. porque...
-y
la intemrmpió el llanto-. Es mi hijo. Admítamelo, señor
-rogó
y se cubrió el rostro sollozando.
-Franti,
vete a tu puesto.
Entonces la madre se consoló y comenzó a dar miles de
gracias al director y salió hacia la puefia.
En medio del silencio de la clase, el director miró fijamen-
te a Franti y Ie dijo con una voz que hacía temblar:
-¡Franti,
estás matando a tu madre!
Todos se volvieron a mirar a Franti. El muv infame...
¡ sonreía!
EspsRaNza
Domingo 29. "Mucho me ha gustado, Enrique mío, el cariño con
que te has arrojado a los brazos de tu madre al volver de la clase
de religión. Dios, que nos ha arrojado el uno en brazos del otro,
no nos separarájamás. Di todas las mañanas: 'Hoy quiero hacer
algo de que mi conciencia pueda alabarse y mi padre esté
contento; algo que me haga ser más querido de éste o de mis
compañeros, del profesor, de mi hermano o de otros', y pide a
Dios que te dé fuerzas para llevar a cabo tu propósito.
"Cuando yo te veo rezando, me parece imposible que deje
de haber alguien que te mire y te escuche. ¡Oh!, reza, recemos,
querámonos, seamos buenos y llevemos en el alma esta celestial
esperanza, querido hijo.
FEBRERO
UNa M¡oalLA BrEN GaNaua
Sóbado 4. Estamañana vino el inspector a repartir los premios.Entró con el director
primera-"drñ;J. j;":",lngJX1".*',::lHn"i:ff
fil;enyoz baja con ambos. Todos se pr"grniubun, ..¿A
quién daránla segunda?"
-En esta sen
m3recedor de,
"**;HL;Xif Ji,'frni"h ;:"*, lT:;acá
-añadió.Todos se volvieron a mirar a precusa. Este, aturdido, saltófuera del banco y caminO t asta.fa mer" O"f prirnr"r. El inspectorle dijo cariñosamente al prenderl" lu rn"jultu al pecho:
-^ -"_-Ildie
más digno que tú, precusa, de llevar esra medalla,no solo por tu inteligencia, sino también por tu voluntad. Tecorresponde por tu corazón, por las cualidades de hijo bueno yvaleroso. ¿,No es verdad _añadió, ;;;l'é';jJle a la ctase_ quetambién la merece por esto?
-¡Sí!
_respondieron todos a Dna voz.
..
Plecusa dirigió a sus compañeros una dulce mirada degratitud.
A la salida, ...7.aluién vimos.ailí? Al padre de precusa,
pálido como de costumbre, con su mirada vidriosa y tambaleán_dose. El inspecror romó de Ia mano ; p;;;;;y lo ilevó dondesu padre.
.^
_-¿U.rred es el padre cle este muchacho, verdad? --lepreguntó el inspector, jovialmente, y ,in'"rpo* respuestaañadió-: Me alegro ,":l: Mire: su t ¡, ir",an"Oo la segundamedalla a cincuenta y cuatro compañéros. Éuede usted estarorgulloso de é1.
El herrero, que oía con la boca abierta, miró fijamente al
*g:*---*
60
6l
inspector y luego a su hijo, que estaba delante de é1, temblando.
Y como si recordara por primera vez todo lo que lo había hecho
¡radecer, en su cara se reflejó admiración, luego dolor, y
llnalmente una ternura violenta y triste. Apretó fuertemente al
niño contra su pecho.
BunNos Pnopósnos
Domingo 5. La medalla ganada por precusa ha desperlado en mí
un remordimiento. Aún no he ganado ninguna. De algún tiempo
a esta parte no estudio, estoy descontento de mí; el maestro y mis
padres también lo están. Escucho una voz interior que me dice:
"Esto no marcha, esto no marcha".
En todo este tiempo sólo he boroneado de mala gana
algunas páginas. ¡Sí! ¡Estoy descontentol y veo que mi padre
está de mal humor, pero que le apena decírmelo. ¡euerido
padre ! ¡Tú que trabajas tanto! Todo lo que me rodea es tuyo: mi
comida, mi ropa, mis juguetes, mis útiles. Todo te ha costado
sacrificio, privaciones, disgustos. ¡Y yo no me esfuerzo! ¡Ah,
no!
Quiero comenzar desde hoy; quiero empezar a estudiar
como Estardo, con los puños y los dientes apretados; quiero
ponerrne a ello con todas mis fuerzas. ¡Animo y al trabajo! ¡Al
trabajo con toda mi alma y con todas mis fuerzas ! ¡Al trabajo que
me dará descanso, que me traerá nuevamente la bondadosa
sonrisa de mi profesor y el beso bendito de mi padre!
El TnEN
Viernes 10. Precusa y Ganón vinieron ayer a casa. Todos
salimos a recibirlos cuando tocaron. Crosi no vino, porque al fin
había llegado su padre de América, después de seis años de
ausencia.
Mi madre besó a Precusa y mi padre le presentó a Garrón:
-¡Aquí
lo tiene! Este no sólo es un buen muchacho sinotodo un hombre y un caballero.
Precusa llevaba, la medalla y estaba contento, porque supadre ha reanudado
3] {aUajo
y frán puruOo cinco días sin quebeba. Quiere que esté siempre u ,, iu¿o
"n
el taller y pareceenteramente otro.
Nos pusimos a jugg. precusa quedó encantado con el trena cuerda, no dejaba cle mirarlo. Le di ia llave p*o qu"lugara coné1. Continuamente nos. decía: ..pendro
pJr_rr",,, apartandonuestras manos si intentábamos detener la'máquina. T;*;b";colocaba suavemente los vagoncitor, .o_o ,¡ f.ueran de vidrio,y tenía una pefinanente sonrisa en sus labios.
"Quisiera darle el tren", pensé. ,.T"ngo
que pedir permisoa mi padre". En ese momento metieron un iapelito en mi mano,escrito por mi padre. Decía: "A precusá-iJ;;rm
ru rren. Er notiene jugueres.
¿No re dice,udu
"i;;;;;"?,,Tomé súbitamente la máquina y lo, uugones y se losentregué, diciéndole:
---Es tuyo, te lo regalo.
Me quedó mirandJsin comprender.
-pero, ¿por qué?
, --Te
lo regala --le contestó mi padre_, para celebrar tumedalla.
.r_,,_l1,onces. ¿lo puedo llevar a mi casa,/ _preguntó
tlmrdamenfe.
, -Claro
_dijimos todos, mientras Garrón Ie ayuclaba aenvcllver el tren en el pañuelo.
--Un día --me düo precusa _vendrás al taller a vercómo trabaja mi padre. Te daré uno,
"tuuár.*
Sos¡Rsta
Sríbado 1 I. ¡y pensar que Carlos Nobis se limpia la mangacuando Precusa le toca al pasar! g, lu
"n.u.Jón misma de la
62
i:!:rPin.V
,:do porque su padre es un ricachón. ¡pero rambiénel padre de Deroso es rico!
Carlos quisier
d" q, ;;;,ffi I
?!F JilX'ffi'l :#;J,l1";1 ffi tri:visto igual altaneía. Nadie se d;rpid. O"?,
",
salir. por su par.re,no puede sopoÍar a-ninguno; *¡." áj""ringe despreciar a
l:l::::
porque es er prilero,;;-i;r, porQue rodos lequleren.
coreta' sin embargo, un día que Nobis se burraba de sugona de piel de gato, le diio:
-; Vele con t
Ayer acusó ¿ l1t'o^l-o-''putu
que aprendas caballerosidacl!
roc ado *"
"r
p,
"," # r,?fi JHi; |J,T:;:J; ff Hi;,[X?:l_-¿,Lo hicisle adrede?
--- r"
-No, señor _respondió francamente,
-Eres
demasiado quisquilloso, X"fri, _¡U" el maestro.
u.u¿n.
tS.lo diré a mi padr"t _r"rpánoiJ.on ,, aire acosrum_
-,"d"':,0;Í:;.::,::
jfr :J:1!T."*T:1":?:::a[.:;
fl.1-t:r::r gyen juzga y casriga. _v *oJij con dulzura_; SéDueno y cortés con tu¡
i,"gs
,; q,i *;' ;-T
"
ffiJÉ:':il:,"",,?:.:;ff :f:ff;tlenes nada que contestame,/
_-No, señor _responclió Nobis fríamente.
-S
i éntate _le dij o el profesor-_-
-i" ".o.pua.r.o.
Les VÍcrn¿es orr_ TRasaIo
Lune.s 13. Esia mañana estábamos fuera del colegio con mipadre mirando a unos
vcn i r por
"r '".dio
;;'i J::ii:lT"
rJi,iliJáJ
;!lil.,', J ?::guardias y dos hombres que lrevaba" un;;;;iilu. En elra iba unherido, blanco como un
una mujer con una .n"ril:"ffJ.I"Jr:
de sangre' Al lado venía
64
65
¡Está muerlo! ¡Está muefto!
-gritaba
la mujer, sollo-
./;|| t(lo.
-¿Qué
ha sucedido?:preguntó mi padre.
Alguien contestó que era un pobre albañil que se había
, ;rírlo del cuarlo piso donde estaba trabajando. Los que llevaban
Lr carnilla se detuvieron un momento. Muchos volvieron la
('irl)cza hororizados. Alguien me rozó. Era el "Albañilito", que
te rrrblaba de pies a cabeza, pensando seguramente en su padre.
( 'lcla vez se estremecía más, hasta que, al darse cuenta mi padre,
lc clijo:
-Vete
a casa, muchacho, vete a ver a tu padre, a quien
t'rrcontrarás sano y tranquilo.
Entretanto, la mujer daba unos gritos desgarradores:
-¡Está
muerto! ¡Está muerlo!
-No,
no lo está
-le
respondían otros, pero ella continua-
ba sus lamentos.
De pronto se escucha una voz furiosa que dice:
-¡Te
ríes!
Era un hombre que miraba cara a cara a Franti, quien
seguía sonriendo. De una cachetada, el hombre le botó al suelo
la gorra.
-¡Descúbrete,
mal nacido
-gritó-,
cuando pase una
víctima del trabajo!
El Pnpso
Víernes 17. Este es el hecho más extraordin¿rio de todo el año.
Ayer fui con mi padre a los alrededores de Moncalieri, para ver
una quinta que quería anendar en el verano próximo. Y resultó
que quien tenía las llaves era un profesor, el cual hace las veces
de administrador de la finca. Nos hizo ver la casa y nos llevó
luego a su habitación. En la mesa había un tintero de forma
cónica, tallado en madera. Notando que mi padre 1o observaba,
el maestro nos contó su historia.
Hace algunos años, siendo maesffo en Turín, fue a dar
lecciones a los presos por todo el inviemo. Daba clases en la
capilla de la cárcel, en cuyo alrededor están las ventanas de las
celdas con sus barrotes. Los escolares se asomaban a aquellos
agujeros con los cuadernos apoyados en los hieros, sin mostrar
más que sus pálidas caras entre las sombras.
Entre ellos había uno, el número setenta y ocho, que era
más atento que los demás, estudiaba mucho y miraba al profesor
con gratitud. Era unjoven de barba negra. Su caso fue más una
desgracia que un crimen. Trabajando como ebanista, descargó
moftalmente un cepillo contra la cabeza de su amo, en un acceso
de ira, debido a la persecución de éste en su contra. por ello le
habían condenado a varios años de reclusión.
Un día hizo señas al maestro para que se acercara a su
celda, comunicándole con tristeza que al día siguiente seúa
llevado a Venecia para terminar su pena allí. Pasaron seis años
sin que lo volviera a ver.
-Pues
bien
-dijo
el maestro-, ayer llegó a casa un
desconocido, con gran barba negra, un poco canosa. "¿Es usted,
señor", me dijo, "el maestro Fulano de Tal?". "¿Y usted?',,
pregunté yo. "Soy el preso número setenta y ocho", me contes-
ta. "Usted me enseñó a leer y a escribir hace seis años; ya he
cumplido la pena y aquí estoy... para suplicarle que me haga el
favor de aceptar un recuerdo mío.
Examinamos atentamente el tintero: parecía trabajado
con la punta de un clavo. Tenía tallada encima una pluma
atravesanclo un cuademo. y escrito a su aírededor, 'lA .i
maestro. Recuerdo del número 78. ¡Seis años!". Más abajo
decía: "Estudio y esperanza".
Al día siguiente, sentado al lado de Deroso en mi nuevo
Iugar, le conté la historia del preso y del tintero. Deroso se
sobresaltó al oírme describirlo.
-¡Silencio! -me
dijo envoz baja-. ¿No sabes? Crosi
me dijo que había visto de pasada anteayer un tintero de madera
66 67
en manos de su padre; un tintero cónico, trabajado a mano, con
un cuademo y una pluma. Es el mismo: Crosi decía que su padre
estaba en América seis años. El era pequeño cuando su padre
cometió el delito. Su madre le mintió: é1 no sabe nada. ¡Que no
se te escape una palabra de esto!
Cuando salimos, el padre de Crosi estaba allí: un hombre
de barba negra, entrecana.
Deroso apretó la mano de Crosi: "Hasta la vista, Crosi",
y le pasó la mano por la barbilla. Yo hice la misma cosa. El padre
nos observó con ojos benévolos, pero en las cuales se traslucía
una expresión de inquietud y de sospecha que me heló el
coraz6n.
'Er
ENrERvrRo DEL TArrA
(Cuento Mensual)
Una lluviosa mañana de marzo, un muchacho campesino se
presentaba al pofiero del Hospital Mayor de Nápoles a pregun-
tar por su padre, con una carta en la mano. Venía de un pueblo
cercano. Su padre, que el año anterior había salido de su casa
para ir a Francia en busca de trabajo, había regresado hacía
¡.rocos días a Nápoles, donde enfermó tan r.4pidamente que
apenas tuvo tiempo de escribir cuatro palabras a su familia para
comunicarle que iba a hospitalizarse.
Su mujer, que tenía una hija enferma y un niño pequeño,
había mandado al hijo mayor a ayudar a su padre, a su "Taita",
corro a menudo lo llamaba.
:-El portero, viendo lacarta,llamó a un enfermero para que
llcv¿ua al muchacho donde estaba su padre. El enfermero no
lccordaba el nombre.
-¿Un
viejo trabajador que ha llegado de afuera?
-preguntó.
-Trabajador,
sí
-respondió
el niño.
-¿Cuándo
entró al hospital?
-preguntó
el enfermero.
-Creo
que hace cinco días
-drjo
el niño, mirando la
carfa.
-¡Ah!
La sala cuatro, la última cama
-dijo
el empleado.
-¿Está
muy mal? ¿Cómo está?
-preguntó
ansiosamen-
te el niño.
-Ven
conmigo.
El muchacho se armó de valor y lo siguió. Dos Hermanas
de la Caridad iban de un lado a otro. Finalmente el enfermero se
detuvo a la cabecera de una cama, abrió las cortinillas y dijo:
-Ahí
tienes a tu padre.
El muchacho estalló en llanto, apoyó la cabeza sobre el
hombro del enfermo, tomándole la mano inmóvil. El enfermo
no se movió.
El muchacho levantó lacabezay el enfermo le dirigió una
larga mirada y pareció reconocerlo. Pero sus labios no se
movieron. ¡Pobre Taita, qué cambiado estaba! Teníablancos los
cabellos, crecida la barba, 7a cara hinchada. No conservaba
suyos más que la frente y el arco de las cejas. Respiraba
angustiosamente.
-¡Taita,
Taita míol ----exclamó el muchacho-. Soy yo,
¿no me reconoces? Soy tu hijo, tu Cecilio. Dime siquiera una
palabra.
Pero el enfermo, después de mirarle largamente, cerró los
ojos.
El muchacho tomó una silla y se sentó, esperando, sin
levantar los ojos de la cara de su padre. "Pasará algún médico
haciendo la visita
-pensaba-,
y me dirá algo." Transcurrió un
largo rato, hasta que una mano ligera le tocó en el hombro; se
estremeció: era una monja.
-úQué
tiene mi padre?
-le
preguntó.
-¿Ese
es tu padre? --dijo ella dulcemente-. Animo,
muchacho; ahora vendrá el médico
-añadió,
alejiándose.
Al cabo de media hora se oyó el toque de una campanilla
y el muchacho vio que por el fondo de la sala entraba el médico
68 69
acompañado de un practicante, de la monja y de un enfermero.
Comenzó la visita, deteniéndose en todas las camas. El médico
era un viejo alto y encorvado, de fisonomía seria. Cuando se le
acerc6, el muchacho rompió a llorar.
-Es
hijo del enfermo --dijo la Hermana de la Caridad.
El médico apoyó una mano sobre el hombro del mucha-
cho, después le tomó el pulso al enfermo, le tocó la frente y
preguntó algo a la hermana.
-Nada
nuevo
-respondió
ésta.
-Continúe
como antes
-indicó
el médico.
-iQué
tiene mi padre?
-preguntó
el muchacho con voz
llorosa.
-Ten
valor, niño
-respondió
el médico, acariciándo-
lo-. Tiene una inflamación facial. Ayúdalo. Tu presencia le
puede hacer bien.
-¡Pero
si no me reconoce! ----exclamó el niño, desolado.
-Te
reconocerá mañana..., quizás. Esperemos que así
sea. Animo.
El médico siguió adelante y el niño comenzó la vida de
enfermero.
Arreglaba las ropas de la cama, le espantaba los mosqui-
tos, tocaba la mano al enfermo, y cuando la hermana le ftaía de
beber, le quitaba el vaso y la cucharilla para diírselo por su propia
mano. El enfermo lo miraba, pero sin reconocerlo.
Al día siguiente se notó alguna mejoía, y en cierto
momento movió un poco los labios, como si quisiera decir algo.
En la tarde, al acercarle el vaso a la boca, creyó el chico que una
ligerísima sonrisa se había esbozado en sus labios hinchados.
Entonces empezó a hablarle de su madre, de las hermanas
pequeñas, de la vuelta a casa, dándole valor. De esta manera
pasaron el segundo, tercer y cuarto día, en continuas altemativas
de ligeras mejorías y retrocesos imprevistos.
Pero el quinto día el enfermo empeoró de repente. El
médico movió la cabeza, como diciendo que era cuestión
concluida, y el muchacho se abandonó en una silla rompiendo
a llorar. Eran las cuatro dG ra tarde, cuando se escuchó una fuerte
voz: "¡Adiós, hermanal,', que lo hizo saltar de la silla. En el
mismo momento entraba un hombre con una gran atado en la
mano-
El muchacho lanzó unagudo grito y quedó como clavado
en el suelo.
El hombre se volvió y lanzó a su vez otro grito: ..¡Cecilio,,,
y corió a abrazarlo. El muchacho no podía hablar.
_-¡Oh, Cecilio míol _exclamó el padre, después de
mirar hacia el enfermo-. ¿Cómo es esto? ¿Te han traído al
lecho de otro enfermo? y yo que me desesperaba de no verte,
después que tu madre escribió: .,¡Lo
he enviado!,, ¡pobreCeciliol Yo estoy bien. ¿y tu madre? ¿y Conchita? ¿y el nenito
cómo está? Yo me voy del hospital;
"uu-or,
pues, ¡Oh, Diosl
Pero el muchacho, que apenas pudo'balbucear cuatro
palabras para decir algo de la familia, no se movía.
-Vamos -le
dijo el padre_. pero...
¿vienes o no vie_
nes?
-añadió,
sorprendido.
El muchacho se volvió a mirar al enfermo, el cual en aquel
momento abrió los ojos y le miró fijamente.
_ -No,
Taita, espera..., yo... no puedo. Mira ese viejo. yo
creía que eras tú. Le quería. Me miia..., quiere que esté a su
lado..., mañana volveré a casa..., no estalía bien que lo dejara.
No sé quién es, pero me quiere; moriúa solo. ¡Déjame estar aqui
querido Taita.
-¡Bravo,
niño! _exclamó el practicante.
--¡Quédate !
-dijo
el padre_. io me marcho a casa para
tranquilizar a tu madre. ¡Adiós, excelente hiiol
-No
será por mucho tiempo _rrrutró el practicante.
El niño volvió al lado del enfermo, que pareció consolado.
Todo aquel día estuvo a su lado, y toda la noche y afn el siguiente
día. Pero el enfermo se iba poniándo cada día peor. Esa tarde el
médico aseguró que le quedaban pocas horas. Lueeo vino la
70
71
hermana, miró al enfermo y salió rápidamente. A los pocos
momentos volvió con el médico ayudante y el enfermero.
-Está
en los últimos momentos
-dijeron
por lo bajo.
El muchacho tomó la mano del viejo; éste lo miró.
-¡Me
ha apretado la mano!
-exclamó,
mientras el
médico se inclinaba sobre é1. La hermana descolgó el crucifijo.
-¿Ha
muefto?
-preguntó
el muchacho.
-Vete,
hijo mío
-dijo
el médico-. ¡Tu santa obra ha
terminado! Dios te bendiga.
El muchacho se limpió las lágrimas con una mano. Luego,
volviéndose hacia el muerto, le dijo:
-¡Adiós!... -Y
mientras decía esto, pensaba un nom-
bre-. Adiós, adiós..., pobre Taita.
El TallEn
Sébado /8. Esta mañana, al salir con mi padre, le pedí que me
llevara al taller de Precusa.
Apenas llegamos a la puerta, vimos a Precusa sentado en
un montón de ladrillos: estaba estudiando la lección. Se levantó
y nos hizo pasar. Era un cuafto lleno de polvo de carbón, con las
paredes cubiefias de martillos, tenazas, barras de hierro. En un
rincón ardíala fragua. Precusa padre estaba cerca del yunque y
un aprendiz tenía una barra de hierro.
-¡Ah! ¡Aquí tenemos
-exclamó
el herero- al simpá-
tico niño que regala trenes ! Ha venido a ver trabajar un rato. ¿No
es verdad?
Y diciendo así, sonreía. No tenía ya aquella agria cara de
otras veces. El aprendiz le mostró una larga barra de hierro con
su extremo al rojo y el herrero la apoyó sobre el yunque. Levantó
un gran mafiillo y comenzó a golpear, de una pafie a otra,
siempre dándole muchas vueltas, hasta que la barra tomó la
forma de las rejas protectoras de fietro forjado de los balcones.
-¿Ha
visto cómo se hace, jovencito?
-me
preguntó el
ne.rr:ro una vez que hubo terminado, mienfras su hijo nos
miraba con cierto orgullo.
-Qué
bien hecha esrá Je dijo mi padre-_. Veo que se
trabaja. ¿Han vuelto las ganas?
-Han
vuelto _respondió el obrero_. ¿y sabe quién las
ha_hecho volver? Aquel hermoso muchacho __dUo el herrero,
señalando a su hijo_. Aquel buen hijo que estudiaba y honraba
a su padre mientras éste lo frataba.ó*ó u una bestia. V en acá,
hijito, y besa a ru padre.
El niño besó efu '
como é1.
rslvamente a su padre, quedando tan sucio
_ -Así
me gusta, precusa ____exclamó
mi padre, y mientras
nos despedíamos, el chico metía en mis bolsill,os un puqu"t" á"clavos.
Er Peyesno
Lunes 20. A causa del carnaval, la ciudad entera está convertida
en un hervidero de gente. Nosofros tenemos frente a las ventanas
una carpa de circo. El circo está en medio de la plaza, y
"n
un
a.n8¡rto hay tres grandes carretas donde duermen y se visten los
titiriteros.
Trabajan dos niños. Mi padre ha reconocido al más
pequeño: es hijo del dueño, el mismo que vino el año pasado a
hacer los juegos a caballo. Tendrá unos o"t o *or, anda vestido
de payaso y hace de todo: limpia lo, .*or, lleva la leche,
transporta objetos.
Una noche fuimos al circo; hacía frío y no había casi nadie.
Pero no por eso el payasitodejó de trabajar: áaua saltos mortales,
se agarraba de la cola de los cabalios y cantaba, siempre
sonriente.
Mi padre tuvo compasión de él y escribió un artículo, lleno
de gracia, que invitaba a conocer al pequeiio artista. Fue
publicado el sábado por la tarde.
72
-aIJ
En la función del domingo se anunciaba: "Función a
beneficio del payasito". No cabía un alfiler en el circo.
Mi padre se sentó a mi lado. Había gente conocida. Cerca
de la entrada de los caballos estaba el profesor de gimnasia; en
los segundos puestos, el "Albañilito", sentadojunto a su padre.
Más allá vi a Garofi. También estaba Roberto, con sus muletas
entre las rodillas, pegado a su padre, el capitán.
Comenzó la función. El payasito hizo maravillas sobre el
caballo, en el trapecio y en la cuerda, siendo muy aplaudido. En
esto vi que el dueño del circo, que hablaba con el profesor de
gimnasia, nos quedó mirando. Mi padre se dio cuenta de que el
profesor le había dicho quién era el autor del artículo, y para que
no fuera a darle las gracias, se levantó, diciéndome:
-Quédate,
Enrique, yo te espero afuera..
Cuando la representación terminó, la gente se aglomeraba
en la salida hacia la calle. Yo estaba casi en la puefia, cuando
sentí una mano que me tocaba. Me volví; era el payasito que me
sonreía.
-Acepta
estos caratlelos del payasito
-me
dijo.
Yo le dije que sí y tomé tres o cuatro.
-Entonces -añadió-,
acepta también este beso.
-Dame
dos
-le
respondí. Se limpió la cara enharinada
con la manga y me estampó dos besos, diciéndome:
-Toma
y lleva uno a tu padre.
Úrrrvo DÍa on CanNaval
Martes 21. ¡Qué escena más conmovedora presenciamos hoy
en el paseo de las máscaras!
Cuando nuestro coche entró enTaplaza, iba adelante de
nosotros un camraje magnífico, en el cual iban catorce o quince
señores disfrazados de caballeros de la corte de Francia, con sus
trajes de seda resplandecientes, con pelucas blancas y espadín,
cantando una cancioncilla francesa.
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
Corazón
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Corazón
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Corazón
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Corazón
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  • 1.
  • 2. EDMUNDO DE AMICIS CORAZO 7lIG.ZAG l[ PARE] va { Dlf,tcT9: nluco9
  • 3. LS-B.N.: 956-12-1298-5. 12" edición: Mayo del 2000. l3'edición: Septiembre del 2001. Versión abreviada de SILVIA ROBLES Ilustracíones de CORE. @ 1992 por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Inscripción N" 82.171. Santiago de Chile. De¡echos exclusivos de la presente versión reservados para todos los países. Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Los Conquistadores 1700. Piso 17. Providencia. Teléfono 335 747'7. Fax 335 7545. E-mail : zigzag@ zigzag.cl Santiago de Chile. Impreso por Andros Ltda. Santa Elena 1955. Santiago de Chile. INDICE ADVERTENCIA DEL AUTOR OCTUBRE I:l primer día de clases Nuestro maestro LIna desgracia lrl muchacho calabrés Mis compañeros [Jn rasgo generoso Mi maestra de Primero Básico lin un desván l:l colegio EI pequeño patriota paduano (cuento mensual) NOVIEMBRE EI deshollinador El día de los difuntos Mi amigo Garrón El carbonero y el señor La profesora de mi hermano Mi madre Mi compañero Coreta El Director Los soldados El protector de Nelle El primero de la clase El pequeño vigía lombardo (cuento mensual) Los pobres ll 12 l3 t4 15 16 l8 t9 20 20 22 z-) z-) 24 25 ¿o 26 29 30 3l 3¿ J¿ 35
  • 4. DICIEMBRE El comerciante Vanidad La primera nevada El "Albañilito" Una bola de nieve Las maestras En casa del herido El pequeño escribiente florentino (cuento mensual) La voluntad Gratitud ENERO El maestro suplente La biblioteca de Estardo El hijo del henero Una visita agradable Los funerales de Víctor Manuel Franti expulsado del colegio El tamborcillo sardo (cuento mensual) El amor a la patria Envidia La madre de Franti Esperanza FEBRERO Una medalla bien ganada Buenos propósitos El tren Soberbia Las víctimas del trabajo El preso El enfermero del Taita (cuento Mensr.ral) 36 36 31 3tJ 40 4l A' 43 46 41 11 12 IJ 14 77 18 96 97 98 100 101 rc] 101 108 109 110 ?o 80 82 83 84 B5 86 88 89 90 93 95 48 48 49 50 52 52 53 56 51 58 59 El taller El payasito Úttimo día de carnaval Los muchachos ciegos El profesor enfermo La calle MARZO Escuela de adultos La lucha Los padres de los chicos El número setenta y ocho El chiquitín muerto La víspera del 14 de marzo Distribución de premios Pelea Mi hermana Sangre romañola (cuento mensual) El "Albañilito" moribundo El conde de Cavour ABRIL Primavera El rey Humberlo El asilo de niños En la clase de gimnasia El profesor de mi padre Convalecencia Los amigos obreros La madre de Garrón José Mazzini Valor cívico 60 61 61 62 64 65 ('¡l
  • 5. MAYO Los niños raquíticos El sacrificio El incendio De los Apeninos a los Andes (cuento mensual) Verano Poesía La sordomuda JUNIO Mañana es Fiesta Nacional El ejército (Fiesta Nacional) Italia ¡Treinta y dos grados! Mi padre En el campo La distribución de premios a los obreros La muerte de mi profesora Gracias Naufragio (último cuento mensual) JULIO La última página de mi madre Los exámenes El último examen ¡Adiós! EDMUNDO DE AMICIS 112 113 114 116 130 132 r33 t36 r37 138 138 140 141 142 144 r45 146 150 150 r52 154 r57 ADVERTENCIA DEL AUTOR El presente libro está dedicado a los niños de nueve a trece años de edad, y se 1o podría tiírlar Historia de un curso académico de un colegio municipal de ltalia, escrita por un alumno de tercero básico. Al decir escrita por un alumno, no quiero dar a entender que éste haya redactado la obra tal y como ella se publica ahora, sino que el esfudiante iba anotando en un cuademo, a su manera, lo que había visto, oído, pensado en las salas y fuera de ellas. Su padre, al fin del año, corigió este Diario, tratando, en cuanto le fue posible, de no alterar 1o esencial de esas impresiones. Cuatro años después, el estudiante revisó el manuscrito, añadiendo o quitando lo que a su juicio no era fiel copia del pasado, y así se publica. 9
  • 6. OCTUBRE Er Pnrvnn DÍa tE Cres¡s Lune s I 7. ¡ Primer día de clases ! ¡ Como un sueño pasaron los tres meses de vacaciones! Mi madre me llevó a la EscuBla Bareti para inscribirme en el tercer año básico. Las calles próximas al colegio estaban atestadas de padres y alumnos. Al llegar a la puefia sentí un golpecito en el hombro; era mi maestro de scgundo año. que me dijo: -Enrique, ¿conque nos separamos para siempre? Yo lo sabía bien y, sin embargo, ¡cómo me apenaron sus palabras ! Entramos a empujones. Señoras, oficiales, obreros, todos con niños de la mano y con sus útiles de estudio, inundaban el vestíbulo, produciendo un sordo rumor. Volví a ver con alegría aquel patio con las siete puerlas de sus respectivas sietes salas, pór donde pasé casi a diario duralte tres años. La que fue mi maestra del primero básico me saludó tristemente: -¡Enrique! ¡Este año estarás en el primer piso! ¡Y ni siquiera te veré pasar! El director se hallaba rodeado de madres que hablaban a Iavez, pidiendo vacantes para sus hijos. Me pareció que tenía más canas que el año pasado. Encontré compañeros más altos y más gordos que cuando los dejé. Mi hermano quedó en el curso de la profesora Eelcato, mientras que a mí me tocó el profesor Perbono. en el primer piso. De los cincuenta y cuatro niños de mi curso, sólo unos quince eran antiguos compañeros de segundo. Entre ellos estaba Deroso, el que siempre se saca el primer puesto. ¡Qué triste me pareció el colegio, al recordar los alegres días que acababa de pasar en el campol l1
  • 7. Nuestro actual profesor es alto, lampiño, algo canoso y tiene una alruga recta sobre la frente. Su voz es ronca. Nos mira fijamente a todos, como si quisiera leer dentro de nosotros. yo me decía: "Este es el primer día. Faltan nueve meses por delante. ¡Cuiintas pruebas, cuántas fatigas!". A la salida, sentía verdadera necesidad de encontrar a mi madre: corrí a besarla. Ella me dijo: " -¡Animo, Enrique! Estudiaremos juntos las lecciones. Pero no tengo aquel maestro tan bueno y no me ha gustado tanto este curso como el otro. NUESTRo M,A.rsrno Martes 18. Desde esta mañana también me gusta mi nuevo profesor. Durante la entrada, varios de sus alumnos del año pasado se acercaron para saludarlo: -Buenos días, señor profesor, buenos días, señor per_ bono. Se veía que le querían. El les contesLaba: ..Buenos días", estrechándoles la mano pero sin mirarles. permanecía serio. vuelto hacia la ventana, y parecía apenado. Luego empezó a dictar, paseándose, pero se detuvo al ver que un niño tenía lacara con unos granitos. Le tocó la frente preguntándole qué tenía. En ese momento un niño se paró en el banco y empezó a hacer morisquetas. Como si lo hubiera adivinado, se volvió de pronto. El muchacho se sentó con la cabezabaja y esperó el castigo. pero el profesor se acercó a é1, le puso la mano en la cabeza y le dijo: -No lo repitas. Luego se dirigió a la mesa y terminó de dictar. Cuando acabó, con voz ronca y lenta, aunque agradable, nos dijo: -Escuchen: Vamos a pasar un año juntos. Trataremos de pasarlo lo mejor posible. Ustedes son mi familia. El año pasado aún tenía a mi madre; ahora sólo los tengo a ustedes. Los quiero 12 T3 v rrt'ccsito que me quieran de igual modo. No deseo castigar a rrirrgrrno. No les pido promesas porque estoy seguro de que en t'l lirrrckl de sus corazones ya lo han prometido, y se lo agradezco. En ese momento apareció el porlero para dar la hora. l)cspacio y silenciosos abandonamos los bancos. El muchacho t¡rrc había hecho las morisquetas se acercó al profesor y le dijo ('on voz temblorosa: -¡Perdónerne, señorl -Está bien, hijo mío. UNa DsscRecra Viarnes 2l.Estamañana, cuando íbamos al colegio, vimos que la gente se apiñaba en la entrada. Mi padre dijo: -¡Una desgracia! Empezó mal el año. Nos costó entrar. Todos iban a la oficina del director, oyéndose decir: "¡Pobre Roberto!". Luego entró un caballero y algunos dijeron: "Es el doctor". Mi padre preguntó a un prof'esor qué había sucedido. -La rueda le ha roto el pie- respondió. Era un alumno de segundo que al ver a un niño de primer año caer de la acera a poca distancia de un camraje acudió valientemente en su ayuda. Logró ponerlo a salvo pero a su vez él no pudo retirar su pie con rapidez el camraje le había pasado por encima. Era hijo de un capitán de atilleía. Mientras nos contaba esto, entró como loca una señora. Era la madre de Roberto. Al mismo tiempo salía otra señora a su encuentro y le echó los brazos al cuello. Era la madre del niño salvado. Ambas entraron en la oficina y se oyó un grito desesperado: -¡Oh, Roberto, hijo míol Poco después se detuvo un carruaje en la puefta y apare- ció el director con el muchacho en brazos, y levantándolo, 1o mostró a los presentes. Se escuchó una sola exclamación:
  • 8. -¡Bravo, Robeftol ¡Bravol El abrió los ojos y murmuró: -Mi bolsón... -¡Te lo llevo yo! -düo la madre del niño salvado. y al decirlo, sostenía a la madre del herido, que se cubría la cara con las manos. Una vez que instalaron al muchacho en el coche y éste partió, todos entramos silenciosos en el colegio , El Mucuecuo CareenÉs . i tl , .'-,. . .: Siíbado 22. Ayer por la tarde mientras el maestro noi ¿uUu noticias de Roberto, entró el director con un nuevo alumno. Era un muchacho moreno, de cabellos negros, ojos grandes. Su ropa era también oscura y llevaba un cinturón de cuero negro en la cintura. Luego el director se retiró. -Alégrense -nos dijo el profesor_ desde hoy tendrán un nuevo compañero, nacido en la provincia de Calabria. leios de aquí. Es una de las más hermosas regiones de nuestra patria, que ha dado hombres ilustres a Italia y que hoy da buenos trabajadores y valientes soldados. Trátenlo bien y háganle ver que todo niño italiano encuenÍa hérmanos en toda escuela italiana donde ponga pie. Luego se levantó y nos señaló en el mapa el punto donde está la provincia de Calabria. Después llamói Emesto Deroso y le dijo: -Como el primero de la clase, da en nombre de ella el abrazo de bienvenida al nuevo compañero; el abrazode los hi_ jos de Piamonte al hijo de Calabria. -Bienvenido -murmuró Deroso conmovido. abrazan- eio al calabrés. Todos aplaudieron. -Recuerden lo que he dicho -prosiguió el profesor_. Así como un muchacho de Calabria está como en su casa en Tuín, uno de Tuín deberá estarlo en Calabria. por ello luchó l4 15 rruestro país cincuenta años y murieron cincuenta mil italianos. Apenas el calabrés se sentó en su lugar, le regalaron lÍpices y estampas, y otro chico, desde el último banco, le rnandó una estampilla de Suecia Mrs CovpeñEnos Martes 25. El muchacho que regaló la estampilla es el que más lne gusta. Se llama Ganón y es el mayor de todos. Tiene catorce años y unos hombros anchos. Es bueno y parece que piensa como un hombre. Coreta también me agrada, usa un chaleco tejido color chocolate y goffa de piel. Es hijo de un empleado de ferrocarri- les, que fue soldado del púncipe Humberto en la guena de 1866, y dicen que tiene tres cruces al valor. El pequeño Nelle es un jorobadito muy pálido. Votino se llama uno muy elegante, que siempre se está quitando las motas de la ropa. Por ser hijo de un albañil llaman "Albañilito" a un muchacho de cara redonda y nat'lz chata. Todos le piden que ponga "hocico de liebre" y tiene gran facilidad para hacerlo. A su lado se sienta Garofi, alto y grueso, con los ojos muy pequeños y la nanz de pico de loro. Siempre está vendiendo estampas y lápices, y se escribe la lección en las uñas para leer- la a escondidas. Carlos Nobis es un orgulloso que se sienta entre dos muchachos simpáticos: el hijo de un forjador de hierro, que usa un enorme chaquetón, pareciendo estaf siempre asustado y muy pálido, y el otro, es un pelirrojo que tiene un brazo inmóvil; su padre está en América y su madre vende verduras. Estardo, pequeño y tosco, parece que entiende poco. Sin embargo, no quita los ojos al maestro. A su lado tiene a uno de cara oscura y sucia, llamado Franti, que ya fue expulsado de otra escuela.
  • 9. Hay dos hermanos que parecen gemelos y que se visten iguales. Pero el mejor de todos, el de más ingenio, el que también este año será el primero, es Deroso. Sin embargo, yo quiero más a Precusa, el hijo del herrero. Dicen que su padre le pega. Es muy tímido, cada vez que se dirige o toca a alguien dice: "Perdón". UN Resco Cnxrnoso Miércoles 26. Esta mañana precisamente, Ganón se ha dado a conocer. Cuando entré a la sala, el maestro no había llegado aún, y tres o cuatro muchachos atormentaban al pobre Crosi, el pelinojo inválido, hijo de la verdulera. Le pegaban con la regla, le tiraban cáscaras y lo imitaban con su brazo pegado al cuerpo. Daba pena verlo, con la mirada suplicante para que lo dejaran en paz, mientras los otros lo seguían molestando hasta que se puso rojo de ira. De pronto, el de la cara sucia, saltó sobre un banco imitando a la verdulera cuando venía con sus canastos a buscarlo. Crosi perdió la calma, cogió un tintero y se lo tiró a la cabeza, pero Franti se agachó y fue a dar en el pecho del profe- sor que entraba a la clase. -¿Quién fue? -preguntó el maestro, alterado. Nadie respondió. El profesor, aún más alterado: -¿Quién fue? -Yo fui -respondió Ganón, levantándose resuelta- mente. El maestro lo miró; miró a los alumnos que estaban sorprendidos, y luego dijo con voz tranquila: -No fuiste tú. El culpable no será castigado. ¡eué se levante! Crosi se levantó y comenzó a llorar: t6 S
  • 10. -Me pegabilr,me insultaban; yo perdí lacabezay tiré... -Siéntate -intemrmpié el profesor_. ¡eue se levanten los que le han provocado! Cuatro se levantaron conla cabeza baia. -Ustedes -drjo el maestro- han insultado a un compa_ ñero que no los provoca, se han reído de su desgracia y úan golpeado a un débil que no puede defenderse. ¡Cobardeil Luego tomó la cabeza de Ganón, que estaba con la vista en el suelo, se la levantó y le dijo, miri4ndole a los ojos: -¡Tienes un alma doble! Garrón aprovechó la ocasión para decirle algunas pala_ bras al oído, y el maestro dirigiéndose a los culpables dijo: -Los perdono. Ml M¿Esrna p¡ pRn¿¡no BÁslccr Jweves 27. Ml antigua maestra ha venido hoy a casa, en el momento en que mi madre llevaba ropa a una mujer de cuya necesidad nos enteramos por el periódico. Hacíayaun año que no la veíamos. Es siempre la misma: pequeña, con su velo verde en. el sombrero, y mal peinada. Está más pálid,a y tose mucho. Mi madre le preguntó: -¿Cómo va su salud, querida profesora? Usted se cuida poco. -¡Ah!, no impofta -respondió con una sonrisa melan_ cólica. -Usted habla demasiado alto _añadió mi madre_. y trabaja mucho. Era cierto. Siempre se está escuchando su voz. Lo hace para que los niños no se distraigan, y nunca se sienta. Jamás se olvida de sus alumnos y recuerda sus nombres por años. Hoy volvió muy agitada del museo, donde había llevado a sus niños. Todos los jueves hace esas excursiones. ¡pobre maestra, qué delgada está! l8 t9 lJstuvo poco rato. Tenía que visitar al hijo de un semillero, t¡rre: cstír con sarampión. Además de corregir varias pruebas. -Bueno, Enrique -me dijo al despedirse con un bese, ,,,lrrin quieres a tu profesora, ahora que redactas composiciones lrrrgas? -y desde el último peldaño de la escalera añadió-: No rrrc olvides. Enrioue. EN uN D¡svÁN Ayer tarde, fui con mi madre y mi hermana Silvia a llevar la ropa rr la mujer del periódico. En el último piso de una casa alta, mi rrradre llamóenunade sus puefias. Abrióunamujer, joven, rubia y muy delgada, que me pareció haber visto antes. -¿Es usted la del periódico? -preguntó mi madre. -Sí. señora. -Muy bien; aquí le traemos un poco de ropa. Mientras la mujer nos agradecía, yo vi en un rincón de la oscura habitación a un niño anodillado ante una silla. sobre la cual tenía un papel, y el tintero en el suelo, pues escribía. Aunque nos daba la espalda, por su cabello rubio y el chaquetón reconocí a Crosi, el hijo de la verdulera. Se lo dije muy bajo a mi madre, mientras la mujer recogía la ropa. Me prohibió que le hablara para no avergonzarlo. Pero en ese momento volvió la cabeza, y como yo no sabía qué hacer, mi madre me dio un empujón para que fuera ¿t abrazarlo. -Aquí estamos -decía entretanto su madre-, mi ma- rido está en América desde hace seis años, y yq, por si fl-lera poco, enferma sin poder ir la plaza con las verduras para gananne algunos pesos. ¡Pobre Luis, tiene tanta vohlntad para estudiar! ¡Y yo no puedo hacer nada por él! Mi madre le dio cuanto tenía en el bolsillo. besó al muchacho casi llorando, y mientras salíamos me dijo: -Mira ese niño, ¡cuántas estrecheces pasa para cstutlitu'
  • 11. y a tl te parece t¿ur duro el estudio! ¡Oh, Enrique mío, tiene más mérito su trabajo de un día que todos tus estudios de un año! Er Cor-Ecro vierues 2B. "Querido Enrique: como dice tu madre, er estudio te resulta duro. No te veo ir a la escuela con el ánimo que yo quisiera. Pero piensa qué estériles seúan tus dÍas si no fueras a la escuela. Piensa en los obreros que van a la escuela por la noche; en las muchachas del puebio que van a la escuela los domingos, después de una semana dé trabajo. piensa en los niños mudos y ciegos que, sin embargo, "rr¿iun. pero, ¡ade_más!, piensa en los niños de.todos los iar-ses qu" uun el colegio por calles solitarias de la aldea, por las transiüdas avenidas de la gran ciudad, atravesando bosques y,iu"t u"ior, con los libros 9,"?":" del brazo. Imagina el gran frormiguero numano del cual tú formas pafte. y piensa que si este ,,oui-i"nto se cletuviese, la humanidad caería en li barbarie. Este movimiento es elprogreso, Ia esperanza_del mundo. Valor, entonces, pequeño soldado del-inmenso ejército. Tus libros son tus armas; tu clase es tu escuadra, el campo de batalla, la tierra entera y la victoria es la civilización humana. No seas un soldado cobaráe, ¡Enriquemíol Tu padre." Er pnguEño perruore peouencr (Cuento mensual) Sóbado 29. Todos los meses. el maestro nos contará un cuento y 1o,r I,o. dará escrito, y siempre será el relato de una buena acción, llevada a cabo por un niño. El cuento de hoy se llama E/ ¡tequeño patriofct paduano, y dice: Un barco parlió de Barcelona para Génova, llevando a 20 21 lrrrr¡h, lriurct'Scs, italianos, españoles y suizos. Entre ellos había | || | | ¡ || r( ) t lt' oncc años, mal vestido, que estaba siempre solo y les nu¡,llr:t tle lco.jo. I i'r r í¿r razón para ellos, pues sus padres le habían vendido lr.r, rr rkrs ¿rños a un titiritero, que después de haberle enseñado . r I r. rr't' I virr-ios juegos a punta de golpes y ayuno, le había llevado ¡ror l;riurcizl y España, castigándolo siempre. En Barcelona fue .r ¡,'rlir ¡rlotección al cónsul de Italia, el cual, dándole una car-ta ¡,:rr;r r'l ¿rlcalde de Génova, le embarcó en aquel navío. 'l'ixlos le miraban y preguntaban, pero no respondía. Al lr¡r. rr l'ucrza de insistencia, tres viajeros consiguieron hacerlo lr;rlrlru.. En pocas palabras, mezcla de español con italiano y l rrrrcós, les contó su historia. Esos tres viajeros no eran italianos v ( ( )n Lu-l poco de compasión y de excitación por el vino, le dieron rrlgrrrus monedas. El muchacho las tomó, dando las gracias, y por primera vcz upareció en su mirada una expresión de cariño. Se fue a cubierta pensando en todo lo que podía comprar- s(' con aquel dinero: comería algo, compraría una chaqueta y llcvaría alguna cosa a su casa para ser mejor recibido por sus nlrdres. En eso estaba pensando, cuando se asomó a la cliuaboya, tkrnde los tres viajeros bebían y conversaban de sus viajes. Se rcl'irieron a Italia, quejándose por igual. -Un pueblo ignorante -decía el primero. -Sucio -añadió el segundo. -La... --{ijo el tercero, queriendo decir "ladrón". No pudo tenninar, pues una lluvia de monedas cayó sobre sus cabezas. Se levantaron furiosos. -Tomen su dinero -les gritó el muchacho desde la claraboya-; yo no acepto limosnas de quienes insultan a mi patria.
  • 12. NOVIEMBRE Er DasHou_rNADoR I de No,viembre. Ayer fui a la escuela de niñas para darle el ;:Tr" del niño paduano a la profesora de Silvia, qu" to qu..iu , ^ cuando ilegué, ellas salían por las vacaciones de Todos los Santos, ¡y qué cosa más hermosa pr"r"*iet Frente a la escuela, lloraba un pequeño deshollinador. Doso tres muchachas se acefcaron. -¿Por qué lloras así? _repetían las niñas, hasta que finalmente, el pequeño les contó gi*""¿" qre el dinero que había ganado en la limpieza de aliunas .hirn."n"u, se le había caído por su bolsillo roto y que su patrón le pegaría. Las chiquillas se quedaron Ái.ándolo'muy serias hasta que una de las mayores sacó de su cartera dos monedas. -No tengo más que esto -dijo--. Hagamor "nu bol".ru. --Yo también tengo dos __dijo otra. iuego comenzaron a llamarse. -¡Amalia! ¡Luisa! ¡Anital ¡Vengan a colaborar! -Ahí vienen las de cuafto _gritó una. Llegaron las de cuafto y las mónedas llovieron. Las máspequeñas, que no tenían dinero, le die¡on unos ramitos de flores. La portera gritó: -¡La señora directora! - . fr9_ur escaparon quedando en medio de la calle el peque_ ño deshollinador, lloiando de alegría, con las Luno, llenas dedinero y con los ramitos de.flores"en 1", ":J", de la chaqueta, en los bolsillos y en el sombrero. 22 ¿J El DÍe DE Los DrruNros .'. tlc Noviembre. "Enrique: Este día es consagrado a conmemo- lru ¿r los muertos; ustedes los muchachos, deben consagrarlo a krs c¡ue murieron por los niños. ¿Has pensado alguna vez ctr¿intos padres y cuántas madres han consumido su vida en el lrlrbajo, extenuados por las privaciones para sustentar a sus lri.ios? Piensa en los médicos que murieron de enfermedades r'ontagiosas, de las que valientemente no se cuidaban por curar ir los niños. Piensa en todos aquellos que en los naufragios, en krs incendios, en las hambrunas, sacrificaron sus vidas por un niño. Son innumerables, Enrique, estos muertos; tantos, que la ticrra no produce bastantes flores como para poderlas colocar sobre sus sepulturas. ¡Tanto se ama a los niños! "Piensa hoy con gratitud en estos muertos, y serás mejor y más cariñoso con todos los que te quieren bien y trabajan por ti, querido y afortunado hijo, que el día de los difuntos no tienes aún la dicha de llorar a ninsuno. Tu madre." Mr air,rrco Cannó¡¡ Viernes 4. ¡Aunque sólo han sido dos días de vacaciones, me parece que he estado tanto tiempo sin ver a Ganónl Cuanto más Ie conozco, más le quiero. Lo mismo les pasa a los demás, con excepción de los arrogantes. Cada vez que uno de los mayores levanta la mano sobre un pequeño, basta que éste grite "Garrón", para liberarse. Cuando yo le miro me dirige una sonrisa, como diciendo: "Y bien, Enrique, ¿somos amigos?" Da risa verle, tan alto y macizo y con la ropa que le queda estrecha. Pero basta ver una vez su cara para tomarle cariño. Permite que le digan cualquier cosa por broma; pero ¡ay ! del que
  • 13. le diga "no es verdad', cuando afirma algo. L,ntonces sus ojos echan chispas y pega puñetazos .upu""r"d" romper er banco. Hace ocho días que está escribiendo una caÍa de ocho páginas, con dibujos en los miírgenes. Es para el día del santo de su madre. Ella es alta y grande como é1. Er CenaoxnRo y EL S¡ñor. Lune s 7. Ayer por la mañana Carlos Nobis se peleó con Beti, hijode un carbonero, y como no tenía razón, le iijo; -Tu padre es un andrajoso. . Beti se puso rojo y no iespondió pero se re saltaron las lágrimas. Por la tarde r3ere¡ó .on ,u puO.", Lombre pequeño ymuy negro, que lo llevaba de la mano. Mientras aaUa tas que;as al profesor, el padre de Nobis, que le estaba luitando la capa a su hijo, oyó que mencionaban su nombre y preguntó el motivo. --Este señor_ dijo el profesor_ ira veni¿o a quejarse porque su hijo Carlos le dijo a su niño: ,.Tu padre es un andrajoso". -¿Has dicho eso? _preguntó el señor Nobis. Carlos, con Ia cabeza bajidelante de Bed, no responclió. Entonces el padre lo agarró de un brazo y le ordenó: -¡Pídele perdón! El carbonero quiso interponerse, pero el señor no consin_ tió. -¡Pídele perdón _volvió a decirle_. Repite mis pala_ bras: "Te pido perdón por la frase injuriosa e innoble que te dijecontra tu padre, al cual el mío tiene mucho honor de estrecharle la mano". El carbonero nuevamente trató de oponerse, pero el señor no lo.permitió, y su hijo lentamente O¡o con voz corlada, sinalzar la vista del suelo todas "ru, pulud.ur. - Luego el señor Ie dio la mano al carbonero, y conmovimiento repentino echó a su hijo en los brazos de Beti. 24 25 -Tlágame el favor de ponerlos juntos -dijo el caballero rul profesor. Este puso a Beti en el banco de Nobis; el padre de Carlos saludó y salió. -Recuerden lo que han visto --dijo el profesor-; ésta cs la mejor lección del ano. Le PnoppsonA DE Mr HnRtr¡No .lueves 10. La profesora Delcato ha venido hoy a ver a mi hermano enfermo, y nos ha hecho reír contándonos anécdotas de la mamá de Beti, cuando éste fue su alumno. Nos hemos entretenido mucho oyéndola, y gracias a ella mi hermano se tomó su medicina. ¡Cuánta paciencia deben tener con los niños más peque- ñosl Sin dientes no pueden pronunciar las "elres" ni las "eses". ¡Reunir cincuenta en la sala y tener que enseñar a leer a todos! Y nunca están atentos: un moscardón que entre por la ventana los pone a todos fuera de sí. Cuando la profesora se molesta y no puede más, se muerde las uñas para no pegar una cachetada. Pierde la pacien- cia, pero luego se arrepiente y acaricia al niño a quien ha regañado. Echa a un pequeño de la escuela, pero saltándosele las lágrimas, y desahoga su rabia con los padres que, por castigo, privan a los niños de la comida. -Pero, al menos, ¿los niños la quieren? -le preguntó mi madre. -Mucho -respondió-; pero después, al término del año, la mayoía de ellos no me miran. Cuando están con los profesores casi se avergüenzan de haber estado conmigo. -¡Pero tú no lo harás asíl Cuando dijo esto, la profesora se detuvo y miró a mi hermano. -Tú no volverás 7a cabeza a otro lado, ¿no es verdad?
  • 14. Ml Meona Jueves 10. .Faltaste eJ reveto a tu madre en presencia de lamaesrra de tu hermano..¡e*iqr", qrr;;; no suceda más!Piensa en tu madre cuando u¡o. ut ,i, "rálu .".finu¿a toda lanoche sobre ru techo l":ia""o il"diiffi año de feticidadpor quirarre una hora de Ootor. querláo E;q;", fija en tu menreeste pensamiento: Consid.rr.q,]" ," qrJ""r"" la vida muchos Í1T nili::'^fli?;t#T tertbre ae t#o, ,# o aiu qu" pi",oi, ra i n uo.u,á,, .;; ;:";iilH:ffi iH:; ::U;,lni:*,f l^"_1"* a oír,su voz y vorver; ,rr;;;;r*uü".o, solrozandocomo un pobre niño s. acordarásent"d;"1Tr:Tfi ff;:l,td:ffi .r::tl;Í,,1il,7arrepenrirás, le pedirás perdón,;"""r;; ,; memoria inútil_mente: la conciencia no te dejará uiu¡r.n #."¡Enrique, mucho cuidado! ¡, ert"-"iffjs sagrado cle losalectos humanos. El as #it:i¿Tn "; H,"r ;:: ;::i:"; il'T:ffi ,::i::* esperanza más querida il#"ff1X?l; r*|;,.n:* ;ff"tque saber que eres ingrato con tu madre. Tu padre." Mr con¿pañ¡Ro CoRrra ?,::l:,1-?..Mi padre me perdonó, pero me quedé un pocotnste y mi madre me mandO u A_ un puri" ."" "f nU" ¿el poftero. *.Ty * camino oíque me_llamuiuoyrn" "","i. Era Corera,que tenía un a gran .*n11"l.lu,ou_ rr,, ;;;;"r. Un hombre, Í:::: ::ll" un carro,"le echaba una br-;;;; teñacada vez,ra que amontonaban en Ia tienda d" ,r;;;;. -¿eué haces, Corera? _-le pr.ó;;¿. 26
  • 15. -¿No lo ves? Repaso Ia lección _respondió, y mientrascaminaba con su brazad,a de.leña "ip"ri udecir_: Llámaseaccidente del verbo., el número y ru p"rronils variaciones según el número"'' según Era la lección de gramática del día siguiente. .. -¿Qué quieres? -me dijo_. Mi padre ha salido a lacalle y mi madre está enferma. Me toca u'_í d"r"*g*.El carro se fue y entramos en la tienda. Era una habitaciónllena de leña. -pero ¿dónde estudias? _le pregunté. -Aquí no, desde_luego _..rponji*, u"n a verlo. Me llevó a una habitaclOn ¿"nt o J" fa denda que servíade cocina y de comedor; en un costado había una mesa con unoslibros, los cuadernos y el trabajo ñJJJá;. -¿No hay nadie? _s9 oyó grlia, Oe pronro en ta tienda. -Allá voy--- respondió-Coieta. y sáttO de alli pesó la f:fr":"Ja el dinero, apuntó tu u"ntu-y iolvió a su rarea, -He dejado la segunda respuesta en er aire: ..con er cuerose hacen los zapatos, los cinturóer;.---'"- r -igh. el café que se salel _gritó de repenre, y corrió ala cocinilla, --Es para mamá _-dijo_. He tenido que aprender ahacerlo. Espera un momento y se lo llevaremos; así te verá... , A-brió Ia puerla de un tuarto p"qrJl y enramos. Lamadre de Coreta estab¿ la cabeza. r en una cama grande, con un pañuelo en -Aquí está el café, mamá --dUo Ia señora_. Viene avisitar a los enfermos, ¿no es cierto? Coreta, mientras, le arreglaba la almohada, le preguntó: -¿euiere usted algo, madre? va! -Gracias, hijo _le respondió_. ¡pobre hijo mío, vete Después Coreta me mostró un cuadrito, el retrato de supadre, vesrido de soldado, con la C;;i;;i"r, que ganó en 28 29 llilr(r. r:rr la división del entonces píncipe Humberto. Tenía la rulinrir cara de su hijo. -Ya he recordado lo que me faltaba -dijo Coreta, t urultl<l regresamos a la cocina. Y añadió en su cuaderno: "Se lrrrte n tarnbién las riendas para los caballos"-. Lo que queda lr lr¿rr'ó más tarde -agregó. '/ Y siempre alegre se fue a la tienda y comenzó a poner ¡x'tlrrzos de leña sobre la baTanza. Un carro cargado de leña se rlt'lr¡vo delante de la puerla de la tienda. Coreta salió a hablar con r'l lrornbre, volviendo después. -Ahora no puedo atenderte -me dijo-. Hasta mañana. ¡llrrcn paseo te has dado! ¡Feliz tú que puedes! -y dándome la nluur corrió a recibir la leña... ¡Ah! No Coreta. Tú eres más feliz, porque estudias y trrrbajas; eres cien veces más útil a tu padre y a tu madre que yo, t¡rrcrido compañero. Er Dn¡cron Viernes 18. Con Croato, un hombrón de mucho pelo, gran barba y voz de trueno, que siempre amenaza a los niños pero jamás castiga a nadie, son ocho los maestros incluyendo al suplente. Hay un maestro, el de cuarlo básico, cojo, arropado en una bufanda de lana y siempre lleno de dolores. Hay otro muy clegante, con lentes y que llaman el "abogadillo", porque siendo ya profesor se hizo abogado y escribió un libro para enseñar a escribir cartas. En cambio, el que enseña gimansia tiene el tipo de soldado, estuvo con Garibaldi y tiene en el cuello unacicatrjz de un sablazo que recibió en la batalla de Milazo. El director es alto, calvo, usa lentes de oro, y su barba gris le llega hasta el pecho. Es tan bueno con los muchachos que cuando debe regañarlos no les grita sino que les toma las manos y les da consejo. ¡Pobre director! Está siempre primero en su puesto por las mañanas, y es el último en retirarse. Nadie le ha visto reír -dice mi madre- desde que murió
  • 16. su hijo, que era voluntario del ejército. Tiene su retrato sobre la mesa de la Dirección. _ Después de esta desgracia había pedido sulubilación. Ese día mi padre, que estaba con ér en la bfueccion, re decía: -¡Es una lástima que usted se vaya, señor directorl En ese momento entró un hombre á matricular a un niño. El. director hizo un gesto de asombro, miró el retrato que tenía sobre la mesa, volvió_a mirar al muchacho, lo sentó sobre sus rodillas y le levantó la cara. Aquel niño se parecfa a su hijomuer1o. -Esrá bien _dijo el direcror. matriculó, se despidieron padre e hijo. Entonces el direcror romó su solicitud ae;ubitaciOn, la rompió y dijo: -Me quedo. Los Soroanos Mlrtes 2.2. Ayer, por la plaza, pasaba un regimiento de infan_ tería, y cincuenta muchachos ,ultub*, llevaí¿o el compás con las reglas sobre los bolsones. Nosotros estábamos en un grupo en la acera mirando. Franti se rió de un soldado que cojeaba, cuando de pronto sintió una mano sobre su hombró. nru "t ¿i.""tor. -Escucha _le dijo_: burlarse de un soldado cuando está en las filas, es como insultar u un ho.Urc atado; es una villanía. Franti desapareció. -Deben querer mucho a los soldados _dijo el director_. Ellos se harían matar por nosotros si mañana un e1ército extranjero amenazaÍa a nuestro país. También son muchachos, un poco mayores que ustedes, y vienen de todas paftes de Italia. E_ste es un regimiento veterano, de los que han combatido en 1848. Los soldados no son los mismos, p"- lu bandera es siempre la misma. 30 3l -Ahí viene -dijo Ganón. Y, en efecto, se la veía rota y clescolorida, sobresaliendo por encima de las cabezas de los soldados. -Hagan una cosa -dijo el director-; saluden con respeto a la bandera. Todos a un tiempo llevamos las manos a las gorras. El oficial que la llevaba nos miró sonriendo. -Bravo, muchachos -drjo alguien detrás de nosotros. Era un anciano que llevaba en el ojal de su chaqueta I a cinta azul de la campaña de Crimea-. El que de pequeño respeta la bandera sabrá defenderla cuando sea mayor. Er PnorscroR ¡n Nnlp Miércoles 23. Nelle, el jorobadito, también miraba ayer a los soldados, pero como pensando: "¡yo nunca podré ser soldado!" Durante los primeros días de clases, algunos niños se burlaban de él y le golpeaban la espalda, pero él nunca se enojaba ni decía nada a su madre. Hasta que un día Ganón dijo: -¡Al primero que toque a Nelle, le doy un puñetazo que le hará dar tres vueltas. Franti no hizo caso y recibió un puñetazo que 1o hizo dar tres vueltas. Desde entonces ninguno molestó a Nelle. Así se hicieron muy amigos. Al fin, Nelle debe haberle contado esta historia a su madre, por lo que sucedió cierla mañana. Estando yo en la oficina del director, entró una señora y preguntó: -Señor director, ¿hay en la clase de mi hijo un niño que se llama Ganón? -Sí, señora -respondió el director. -¿Quiere usted llamarlo? Quiero decirle algunas pala- bras. Un momento después llegó Ganón, a quien el portero había llamado. Apenas lo vio la señora, corrió a su encuentro,
  • 17. le echó los brazos al cuello y le dio muchos besos, diciéndole: -¿,Tú eres Garrón,.el amigo y protector de mi hijo? _yal mismo tiempo se quitó del-cuello una cadena con una crucecita y ra corgó del de Ganón- . ¡Lrévataen recuerdo mío,querido niño, en recuerdo de la madre de Nelle, que te da millones de gracias y te bendice! El pnlu¡no o¡ ra Cresn Vierues 25. El maestro le dijo ayer a Deroso: -Has recibido grandes dones de Dios; sólo tienes que cuidarlos. Como en años anteriores, ha obtenido también el primer premio. Todos reconocen su superioridad en todas las asigna_ tUIAS, Además, es alto y buenmozo. Tiene doce anos y es hijo de un comerciante. Vivo, alegre, ayud.a a cuantos puede en los exiímenes y nadie se atreve a jugarle una mala pasada. Da todo lo que en su casa le regalan á el. p*uet cJaures ha hecho unpequeño mapa de Ia Calabria, regalándolo sin pretensión, a logran señor. Es imposible no reconocer su superioridad en todo. ¡Ah!, yo también, como Votino, lo envidio. y siento rabia contra é1, cuando me cuesta tanto hacer una tarea "n .uru y pienso que a esa hora ya la tendrá terminada y sin esfuerzo alguno. - Pero luego, cuando vuelvo aia escuela y lo encuentro tan bueno y afable, me avergüenzo de haber teniáo aquellos senti_ mientos. Con gusto le diía en ocasiones, ,,D"roro, tú vales más que yo. ¡Yo te respeto y admiro!,,. Er_ peeu¡ño VrcÍa Lo,rsenoo (Cuento mensual) lábado 26. En 1g59, durante la guerua por el rescate de Lombardía, iba a paso lento una sección de ciballería de Saluzo, a^ JZ cxplorando el campamento enemigo. Llegaron a una casita r'ústica, delante de la cual sólo había un muchacho de doce años, rlc ojos grandes y azules, que estaba en mangas de camisa y rnostraba el pecho desnudo. Los aldeanos, después deizar su bandera, habían escapa- tftr por miedo a los auslriacos. -iQué haces aquí? -le preguntó el oficial, deteniendo cl caballo-. ¿Por qué no has huido con tu familia? -Yo no tengo familia, soy huérfano -respondió el rnuchacho-. Me he quedado aquí para ver la guerra. -¿Has visto pasar a los austriacos? -No, desde hace tres días. El oficial se apeó del caballo, subió hasta el tejado, pero srllo vio un pedazo de campo. "Es necesario trepar a los írrboles", pensó bajándose. De pronto se dirigió al muchacho: -¿Podías subir a aquel árbol y decirme lo que veas desde allí? -Claro que podré. -iQué pides por prestarme este servicio? -¡ Qué pido ! -respondió, sonriendo- ...Si fuera por los "alemanes" entonces por ningún precio. ¡ Si yo soy un lombardo ! -Bien: súbete, entonces. El muchacho se quitó los zapatos y en pocos momentos estuvo en la copa del fresno. El oficial apenas lo veía: tan alto estaba. -¿Qué ves? -gritó el oficial. -Dos hombres a caballo -respondió el muchacho. -¿A qué distancia de aquí? ¿Se mueven? -A casi un kilómetro, están inmóviles. -Mira a la derecha. ¿Qué otra cosa ves? -Cerca del cementerio, entre los árboles, hay algo que brilla; parecen bayonetas. En ese momento un silbido de bala cruzó el aire y se fue a perder lejos. -¡Baja, muchacho! -gritó el oficial-. Te han visto. ??
  • 18. -Yo no tengo miedo _respondió el chjco. -¡Baja!... -*pirr: el oficial_. ¿eué ves a la izquierda? --¿A la izquierda? _y el muchacho volvió la cabeza hacia ese lado. Un segundo silbido, más agudo y más bajo que el anterior, cruzó los aires. -¡Abajo! -gritó el oficial con energía y furioso. . - -Luego bajo .-repuso el chico_."A la izquierda..., donde hay una capilla, rne parece ver... Se oyó un tercer silbiclo, y enseguida se vio al muchacho caer, precipitándose de cabeza con los brazos abiertos. -¡Maldiciónl _exclamó el oficial, corriendo. , , .Un hilo de sangre le salía del pecho. El sargento y dos soldados se apearon de sus caballos. El oficial se agachó y Iequitó la camisa: la bala le.había perforaclo "ifrr_On izquierdo. -¡Pobre niñol _dijo trisremente el oiiciat_. ¡Valienteniño! Luego quitó la bandera de la casa y la exárdió como paño fúnebre sobre el muchacho, dejáncloie tu "uro descubierta. Permanecieron un momento silenciosos, contemplándole hasta que el oficial dijo: .-Ha muerto como soldado, enterrarlo. y como soldado debemos Dicho esto, dio al muerto un beso en la fiente y gritó: -¡A caballo! Al ponerse el sol, toda la línea de las avanzadas it¿rlianas sc dirigía haciu cl enemigo por el mismo .or¡no que habrh recorido la sección de caballería. La noticia de la muerte del muchacho había corrido ya entre los soldados antes que dejaran sus campamentos. Cuando los primeros oficiales ael UaáltOn vieron el cadáver cubierto con la bandera tricolor, lo saluclaron con sus sables. . _ U:o 9" ellos recogiti flores cle la orilla del anoyo y se las anojó. Todos Io imitaro¡r. En ¡rocos *o_"nas; el muchacho estuvo cubierto de l-lorcs. Al pasar_ clccían: 34 35 ¡Bravo, pequeño lombardo! -¡Adiós, niño! -¡Viva, muchachol Un oficial le puso su medalla al valor, y las flores continuaban cayendo sobre los pies desnudos. El muchacho ¡rarecía dormido sobre la hierba, envuelto en la bandera, con el nlstro pálido y casi sonriente, como si estuviera contento de lrrrber dado la vida por su patria. Los PoBnEs M a rte s 2 9. "Dar la vida por la patria, como el pequeño lombardo, cs una viftud; pero no olvides, hijo mío, otras virtudes menos heroicas. Esta mañana, cuando volvíamos del colegio, pasaste .jr-rnto a una pobre que tenía sobre sus rodillas a un niño pálido, y que te pidió limosna. Tú no le diste, aunque talvez llevabas clinero en el bolsillo. "Escucha, hijo mío, no te acostumbres a pasar con indi- l'crencia delante de la miseria que tiende la mano, y menos delante de una madre que pide limosna para su hijo. A los pobres lcs agrada pedir limosna a los niños porque no les humilla, y porque como los niños necesitan de todo el mundo, se les parecen. Por esto es que siempre hay pobres en las puerlas de las cscuelas. Piensa en que a ti no te falta nada, mientras que a ellos les falta todo. Hay mujeres y niños que no tienen qué comer. ¡No tener qué comer, Dios mío! ¡Oh Enrique, no pases nunca más delante de una madre que pide ayuda sin dejarle una limosnal Tu madre."
  • 19. DICIEMBRE Er, Cov¡RcmNr¡ Jueves r". Mi padre quiere que me haga amigo de todos mis itX?iÍ[** El domingo rui a pasea,-con vátino, "ñ ,; Hoy ha venido-a casa Garofi: el alto de lananzde pico deloro. Es muy originat,,siemRre "rrá;;;;;" las monedas quenene en los bolsillos. ya tiene rnu hUr"iu ¿" fa Caja de AhorosEscolar. Es desconfiado y no gurru "rr.Jina moneda. corec_ciona sellos y tiene cientá.s ¿.-,"J""1", p*es, que venderá allibrero. En Ia escuela todos los días nui"'lot"riu y subastas,vende los periódicos atrasados uf quiorfu".o y lleva un cuader_no donde anota sus negocios. e á¡ .J gr"a y me entretiene.Hemos jugado a hacer una tien¿a., nice ;;;;p"ru, salga de laescuela emprenderá un.negocio, inventJo por et. Ha estadomuy contento porque Ie he dado sellos extranjiros. Su colecciónde sellos es su resoro. Los compañ";r:'il;rr;"^ avaro. yo nopienso así. Coreta dice.que Garoti no datía-sus sellos ni parasalvar la vida de su madre. rrt paore no;;;;.. ^^-,='.:!rn"ra aún para juzgarle _dice_ Én et¿cto, tiene esapasron, pero su corazón es bondadoso VaNmeo Lunes 5. Ayer, mientras paseábamos por la alameda de Rívolicon Vorino y su padre, Votino ib" ;"_d;o bien vesrido:tt:ilbl boras de .u".o, ,n rraje con uAo_o, á" seda, sombrerodecastor blanco y reloj. pero su "*i;;rb";rminar mal esta Después de camir su padre, nos sentamorar un buen trecho' deiando muy atrás a i en un asiento de piedra, junto a un 36 3l rnuchacho que parecía ausente y con la cabeza gacha. De pronto Votino se acordó de que estaba bien vestido y quiso hacerse cnvidiar. -¿Has visto mis botas nuevas? Lo decía para que el otro lo mirara, pero éste no lo hizo. Entonces se puso ajugar, haciendo girar su precioso sombrero cle castor blanco; per el niño tampoco lo miró. Votino empezaba a exasperarse. Sacó el reloj y me Io cnseñó. Pero el vecino seguía sin volver la cabeza. -¿Es de plata enchapada en oro? -le pregunté. -No, es de oro. -Pero no será todo de oro -le dije. -No, hombre, no -replicó, y para obligar al muchacho a mirar, le dijo-: Mira, tú: ¿no es cierlo que es todo de oro? -No lo sé -respondió el chico secamente. -¡Oh! -exclamó Votino lleno de rabia-. ¡Qué sober- bia! En ese momento llegó su padre, que lo oyó. Miró fijamen- te al niño y después dijo bruscamente a su hijo. -¡Calla! -y se acercó a su oído-: Es ciego... Votino se puso de pie de un salto y miró la cara del niño. -Lo siento. No sabía -drjo anonadado. El ciego, que lo había comprendido todo, dijo con una breve sonrisa: -¡Oh, no importa! Votino, que no tiene mal corazón, en todo el paseo no volvió a reír. L¡ Pnlvsna NEv,qna Sábado 10. ¡ Adiós, paseos a Rívoli ! ¡ Ya están aquí las primeras nieves! Ayer tarde cayeron copos finos y abiertos como flores. A la salida del colegio todos corrimos en desbandada, tomando pelotones de nieve y zambulléndonos dentro.
  • 20. Todos parecían fuera de sí; hasta precusa, el hijo delfglud:l uqu"t patiOo que nunca de. y Roberto, el que satvó alniño del caro, saltando.con su muleta. El ,.Albañilito,,nos hizoreír cuando mi padre le invitó u qu" uini*;;;u"u a casa; reníala boca llena de nieve, y no atreviéndose a escupirla ni atragársela, se quedó atóniio, miran¿ono, "rii ."rpona"r. . También las profesoras salían j" i" ".r.*r" corriendo ynendo. Los pofteros v los guardia, g.ituOun,";jA casa, a casa,,.Pero aun ellos se reá..Fesrej ar d t;;;;il:H;lilT#'1",,¿rJ ;'JffiT;zapatos, sin luz. Hay millares que t a;an aiar^.irdu¿", llevandoen sus manos ensangrentadas un pedázo a" i"nu p*, calentar elcolegio. Usrecles, niios. festejan j m"i"_". p"lo piensen en losmiles de seres a quienes el inviemo ou" iu _ir",ra y la muerte. Tu padre.', EL ,,ALBAÑILITO,, Domingo I I. Hoy havenido el ..Albañilito,,. A mi padre le gustamucho el niño y deseaba arn _ás qr";; n; viniera. Entró volviendo manzanay con su n 'la cabeza aquí y allá' redonda como una habilidad paru l"uunr-'::o-1a' Jugamos con palitos; tiene gran por m'agio u",." .,JiTl;:fi:ffi ,Xt:XT::?triT ?i':en un desván; su padre_ va de noche u fu "r.""fu de adultos; sumadre no es de aquí. Su padre es ;; ñ;ró", un giganre; estruenoy.llama siempre.a su hijo ..h;.iil;;'; üebre,,. A las cuatro com sofá. Cuando no, ,.uurt-os luntos pan y pasas, sentados en el er respardo qu;l üil#ff;; il#i",l.r:ff "offiJHffisu chaqueta. -- - .,, Cr3nd9 se despidió estaba tan contento que nos puso otravez "hocico de liebre.'. Se llama e"r""i" ñ"i;r"o , riene ochoaños y ocho meses... 38 :;i
  • 21. "¿.Sabes, hijo míc, por qué no quise que limpiaras el sofá?Porque limpiarlo estando_ tu compañero presente era casi ofen_derlo. y esto no estaba ui"n, "n p.i*..;;;;;rq"" no lo había li:1," " f-oósiro, y, en segundo, po.qr" tá t u'oiu manchado conla ropa de su padre, que se nabra enyésaOo t ulu;unAo, y lo quese mancha trabajando no ensucia. nácuérOalo. C]uiero mucho al*Ah¿ñilito", porque es tu compañero y poryue es hijo de Tu padre" UNa Bore or Nmv¡ vfr::s !6. Sigue nevando. Esta mañana sucedió un accidenteal salir de la escuela. Un grupo de niñ.os se puso a jugar con bolas de nieveacuosa que las hace sólidas .o_o pi"áru"r. De repente se oyó ungrito agudo y se vio a un anciano que caminaba vacilante,cubriéndose lacnacon las manos, y " ili;;;" niño que pedía Yo estaba en la librería donde había entrado mi padre, yvi llegar corriendo a varios de mis ."_p;;;;r, eran Garrón,Corera, ei .,Albañilitn" y Garofi. Mt#;',anto, se habíareunido genre alrededor del viejo h"rid;, ;; guardias coríande un lado a otro, amenazando y gritanáá: - i ;ca¡ie1 fue? ¿Eres trí? ¿euién ha sido? ¿euién?...Garofi, el de los sellor, áá¡u " mi-;;", y remblaba.Entonces escuché que Ganón l";U;;;i;;;;", -¡Andal Es una villanía dejar que ,orpÉ.n"n de otro. -¡pero si no Io hice adredel _ilrooná; Garofi. -No importa, cumple con tu deber. Los.gu.ardias seguían gritando cacla rezmás füeÍe: -¿euién fue? Le han dejado ciego. _-'Ven _le dijo resueltamente CaiOn_. yo te defiendo. 40 4l Y tomándolo de un brazo lo empujó hacia adelante, sosteniéndolo como a un enfermo. _ La gente lo vio y comprendió todo enseguida. Un guardia llevó a Garofi hasta una pastelería, donde habían refugiado al herido. Dos personas lo arrojaron violentamente al suelo en la tienda, gritándole que bajara la cabeza y que pidiera perdón. Pero de pronto unos brazos vigorosos lo pusieron en pie y una voz fuerte dijo: -¡No, señores! Puesto que ha tenido el valor de presen- tarse. nadie tiene derecho a humillarle. Era nuestro director. Todos permanecieron callados. -Pide perdón -dijo el director a Garofi. Garofi, ahogado en llanto, abrazó las rodillas del viejo, y éste, buscando su cabeza, le acarició. Luego todos dijeron: -Vamos, muchacho, vete a casa. Una vez en la calle, mi padre me preguntó: -Enrique, en un caso parecido, ¿haúas lo mismo? Yo le respondí que sí. Y él repuso: -Dame tu palabra de honor de que así lo harás. -Te la doy, padre. L¿s Massrn¡s Sóbado 17. Garofi estaba atenoizado, esperaldo que el profe- sor lo regañara. Pero el profesor no vino, ni tampoco el suplente; ha venido a dar la clase la señora Cromi. Hoy estaba triste porque tenía un hijo enfermo. Apenas la vieron, empezaron a hacer desorden, pero ella, con voz serena, dijo: -Respeten mis canas; más que maestra, soy una madre. A la clase de la señora Cromi mandaron a la señora Delcato, y a la clase de ésta, a la que llaman la "Monjita", porque siempre lleva ropa oscura y un delantal negro. Su voz es tan
  • 22. gangosa que parece que estuviera rezando. Sin embargo, losniños están tan quietos en.su clase que parece una rglesia. Otra maestra muy simpáti.u ", tu J. p.i_.ro básico C.Tiene dos graciosos lunares * f^ *"jlffuJir,"_pr" está alegrey cuando grita con su voz clara, pur"a" que cantara. También esprofesora de dibujo de las niñas, y .on ,u Látu;o mandene a slrmadreyasuhermano. Ex Casa orl- Hnntno Domingo I8. Habíateminado de escribir el cuento mensual: E/pequeño escribiente florentino., cuando mi padre me dijo: "r. ,._iubtremos al cuafio piso para ver.omo .stá de su ojo Entramos en una habitación casi oscura, cJonde estaba elviejo en cama; a la cabecera estaba su muj"r, y u rn lado, el nieto.El viejo tenía el ojo vendado, pero le dñ;; puo." qu" no sólono lo perdeúa, sino que pronto estaía curado. Luego nos contó del médico qu" O"Uáu"nrr a curarle. Enese momento sonó la campanilla. -Será el doctor _dijo la señora. .Se abre la puerta... ¡eué veol A Garofi sin atreverse aentrar. -¿euién es? _preguntó el enfermo. --E: "] niño que tiró la bola de nieve _ctUo mi padre. -;Oh!, ¡pobre niño! _exclamó el vieje_. Has venido apreguntar por mi salud. _Tranquilízate; "rtoy ."1o.. Acércate -y el herido lo acarició^, pero sin poO., t áUiu, de emoción,mientras Garofi hacía esfuerzo, por'.oni";;i", lágrimas. -Gracias _le dijo el viejo_; diles a tu.s padres que nose preocupen ya de esto, que todo va bien. Pero Garofi parecía tener algo que decir y no se atrevÍa. -¿Tienes algo que clecirme? --Yo..., nada _respondió Garofi, indeciso, y camtnó A''ta- 1a +_) lrircia la puerla, pero allí se volvió hacia el nieto, y sacando del rrbrigo un paquete se lo dio, diciéndole: -Es para ti -y pafiió como un relámpago. Encima del paquete había una leyenda que decía: "Te lcgalo esto". Lanzamos una exclamación de solpresa. Lo que (iarofi había llevado era su famoso ¿ilbum de sellos. ¡Todo su tcsoro! ¡Pobre niño! ¡Regalaba la mitad de su vida a cambio del ¡rcrdón ! Er Pneusño EscntelENrs FlonENnNo (Cuento mensual) En cuarto básico estudiaba un gracioso florentino de doce años, hijo mayor de un empleado de ferrocarriles que, teniendo mucha lamilia y poco sueldo, vivía con gran estrechez. Su padre lo cluería mucho y era indulgente con él en todo, menos en lo que se refería a los estudios. Aunque el muchacho era aplicado, el padre no se cansaba de animarlo siempre a ser estudioso. El padre era de avanzada edad y el exceso de trabajo le había envejecido aun más. En efecto, se pasaba una buena parte de la noche realizando trabajos de copista para ayudarse. Ultimamente, una editorial le había hecho el encargo de escribir las fajas p;ra el envío de libros y periódicos con el nombre y la dirección de los suscriptores, pero esta tarea lo agotaba día a día. -Estoy perdiendo la vista -decía a menudo. -Papá -le propuso el hijo-, déjame trabajar en tu lugar; sabes que escribo tan bien como tú. -No, hijo; tu colegio es más impofiante que mis fajas. Te lo agradezco, pero no me hables más de ello. El hijo, que conocía a su padre, no insistió. Pero sabía que a las doce en punto dejaba de escribir y salía del despacho para su dormitorio. Una noche esperó hasta esa hora, se vistió, encendió la lámpara de petróleo, se instaló en el despacho y empezó a escribir, imitando en lo posible la letra de su padre. Escribió
  • 23. hasta ciento sesenta fajas. Entonces apagó laluz y volvió a lacama de puntillas. Aquel día, a ras doce, el padre se sentó a la mesa de buenhumor, y poniendo la mano en el hombro de su hijo, le comentó: -Mira, Julio,.¿qué buen trabajado. ", ,u padre! En doshoras, anoche, he trabajado un r...io;;;;Jro nr" acostumbro. Julio, contentr *"""*,," n- o;"p"".,ff H:', ;' *H j:iT: *ffHi.h¡ Arentado por el éxito, durante las noches siguientes, encuanto daban las do< padre conrinuuUu ,int?uir""til:ilf" v se ponía u iraUu;ar.'Su pero Julio no descansaba lo suficiente; por las mañanascontinuaba rendido aún_y durant" f", """1", fe costaba trabajomantenerse despierto. una noche de ésas se quecló domidosobre su tarea. -¡Vamos! _le gritó su padre, diindole una palmada_. ¡Al trabajo! Se sorprendió v volvió a ponerse a estudiar. pero parecíadisgusrarre el estudió. s, p"drJ ;;;"lj i il"u.upurr.. -Julio _le diio- una mañana_, tú te descuidas mucho.Todas las "rp".unru, ¿" ru ¡u_iiiu "¿;;;*, en ri. ¿Com_prendes? El niño se turbó. "Es necesario que el engaño tennine,,, pensó. pero esanoche, durante Ia com _ ._Sepan n"" ",#liJ f" iffiJ $:'il:' rXl,ul 0",,"n,.más dinero que el mes pasado... Éray *rá"ü... ,"ro hay orracosa -y señaló a Julio_ que me disgusta. Julio aceptó Ia reconvención en Jilencio y siguió trabajan_ 9: tg." empeño, aunque cada vez b;J;;;;ás difícil resisrir.Un día fue el padre ipreguntar por él al profesor, y éste le dijo: ,,,^-'-^f1l9u1nt", porque es inteligenté, f.ro i,u.u.biado; seouerme, está distraído. Sus tareas ta, ¡a.e de pnsa. podría darmucho más. 44 45 Esa misma noche su padre le habló aparle: -Julio, tú ves que yo trabajo, pero tú no me ayudas. Tú rro tienes lástima de mí, ni de tus hermanos, ni aun de tu madre. -¡Ah, no, padre mío! ----exclamó Julio, y abrió la boca ¡rala confesarlo todo. Pero su padre lo intem_rmpió: -Yo contaba estos últimos meses con una gratificación tlcl f-enocarril, y acabo de saber que no la tendré. Ante esta noticia, Julio retuvo la confesión que estaba por cscapársele de sus labios y siguió trabajando por su padre. 'l'ranscurrieron dos meses de tareas nocturnas y de pereza en el clía, de esfuerzos desesperados del hijo y de amargas reflexiones del padre. Pero lo peor de todo era que la relación padre e hijo se iba enfriando. Julio lo advertía y sufría en silencio, y cuando su padre volvía la espalda, le mandaba un beso. Una tarde, durante la comida, el padre dijo algo que fue clecisivo para é1. Su madre, al verlo que estaba más demacrado y pálido, le dijo: -Julio, tú estás enfermo. -Y volviéndose al oadre. comentó-: ¡Mira qué pálido está! El padre miró a Julio de reojo, y dijo: -¡Ya no me imporlal Aquellas palabras hicieron el efecto de una puñalada en el corazón al pobre muchacho. Pero esa noche también se levantó, más por costumbre que por otra causa. Pero al ponerse atrabajar, con un movimiento de la mano hizo caer un libro; se quedó helado. Si su padre se despertaba... Puso su oído, suspendiendo la respiración... Nada oyó. Toda la casa dormía. Se tranquilizó y volvió a escribir. Las fajas se amontonaban. Oyó ruido de camrajes y pasos del guardia. Pasado algún tiempo, el rumor de una fila de lentos carros. Más tarde, silencio profundo. Y siguió escribiendo. Entretanto, su padre estaba detrás de é1. Se había levanta- do al caer el libro, pero el ruido de los carros había cubierto el
  • 24. rumor de sus pasos, y estaba allí con su cabeza blanca sobre lanegra cabecita de .Iujio. Había visto .or.", ,u pluma sobre lasfajas y en un mome. timiento,r",";p;;"d:'",1:jj?:ffi#Tfiji:'t'o'r""-.'"p."- -¡Oh, padre mío, perdóname! _ex.ta,nO llorando._¡perdóname,rú a míl _rerponOiJ el paclre, besándo_lo-. ¡Ven conmigot,_y le ilevo i l;;;." de su madre, yan'ojándole entre sus braios, le diio: _;Besa a este Íngel que deide hace r ,,:10"j" por mi t ;;" entrislecido ,u .o.ur#l,"i ff.ÍJr:fr:J ,.. La madre lo apretó contra su pecho, sin pocler habrar, hastaque finalmente dijo: u lu .# dormir, hijo mío; ve a dormiry a descansar. ¡Llévalo Su padre, sentado en la cabecer¿r de la cama, le tomó lamano y le dijo; -¡Duerme, duerme, hijo míol Y Julio, rendido, se duÁiO por fin, gozando de un sueñotranquilo. Le VoruNreo Miércoles 28. Esta mañana ocurieron dos acontecimientos enla escueta: Garofi, toco de ,t:q.í";";;;ii-oorun devuejro suálbum aumentado con tres sellos ¿" Cuut"tnolu, y Estarclo, queh¿bía obtenido la segunda medalla. ériel'1"'nr¡iera pensado ;iilff:::.,t;;,1",1:"t oru ",.,"ru|oii.iio".u vez y re dijo .r,noffilga ustecl paciencia con é1, porque es lento para Per"o él so puso a ;,stLrdial con..fe, día y noche, en su casa,en la cscucla y cn la callc, con los dientes up*uOo, y ceradosIos puños. N. c.rr¡rrcnclr,, n¡ ,urrru ,ü;:ír;;" ha superado a 46 4l Tu padre." k's tlcmás. No juega con nadie y siempre está en su banco ,r.ycnclt) al maestro. ¡Cuánto debe haber trabajado el pobre Lstrtrdo l Cuando el maestro le dio la medalla, aunque estaba de mal Irrrrrror, le dijo: -¡Bravo, Estardo; quien trabaja, vence! Pero él ni siquiera sonrió. Volvió al banco con la medalla, rr¡royó sus puños en las sienes y se quedó más inmóvil que antes. A la salida, su padre, tosco como é1, no queía creer lo de llr uredalla. El profesor tuvo que confirmiirselo. -¡Bravo, testarudo mío! -y le daba palmadas en la cabeza. CR¡rlrup Súbado 31. "Estoy seguro de que tu compañero Estardo no se c¡uejará nunca de su maestro. El prof-esor tiene mal genio y se irnpacienta. ¡Bastantes motivos tiene tu maestro para hacerlo! Piensa en los años que hace que batalla con los muchachos, entre los cuales también abundan los ingratos que abusan de su bondad. "Respeta y quiere a tu maestro, hijo mío. Quiérele porque peftenece a esa gran f'amilia de profesores básicos, esparcidos por toda Italia, y que son como los padres intelectuales de millones de muchachos que crecen cont¡go. "No estaré satisfecho de tu cariño si no lo quieres a é1. Quiérele cuando te acaricie y cuando te regañe; quiérele cuando esté alegre y afable y quiérele aun más cuando 1o veas triste. "Pronuncia con respeto el nombre de 'profesor', que, después del de 'padre', es el nombre más dulce que puede dar un hombre a otro hombre.
  • 25. ENERO El MarsrRo Supr¡xlr Miércoles a. Mi nydr.7 tenía razón: El prof.esor estaba de mal lfifijffi !,1"i::Íl lr1"o; á"ñ.",,u." *, días viene er J o",oé ", nJ#"ili,qJ"".ifl:fiJH#ill ;""_;_; ffx,JHT:13.1"'? .'tu 'uo"*u"'"'"ir,,u ra medida. Se ;:ru*i*,:th: j;:fJ"x5:,:: #"T::# 1":t3:r# L"t ¿".aJ.á"""^rlll: lstardo era el único que esraba quiero. Er, upr.n á-ü ; ;,{*i i:jT¿:;TJ X,ix:fi 1,il* *fliPegaba con el puñá sobre Ii T"r^" y gj,"üu uhoguao por la rabia:--;Sitenciot ;Sitencio! ;Stüi.iJ"" -, o'*.,#.'Éi",1:H::t:ilon"lo v llamó at proresorde pane crer Entonces .l d",r* levantó y salió coriiendo. desesperado. carrón sartó, descoiorden se hizo aun mavor. p"-á" iü""" unoguao fo.'iuj;;"to'esto' y' apretand-o tos puños, griró --¡Bastal Son u una cuadrilla ¿..o¡Jlor besdas. Abusan porque es bueno. Son aruera y Ie rompo t^Ttr#Jnmero que anori nable, i;il; Cuando el suplente volvió, no se sentía ni el vuelo de una :rosc_a primero se quedó "r0"i,".-p"r";üJrr, cuando vio a ;il"H"t.,{#ilI"''"' ro 'o'p,"io]u"i'0" y re dijo con -¡Gracias, Ganónl Ln Blsl.rorecn op EsrnRoo i.;ir:¿fj.isa de Esrarcto y he senrido verdariera envidia al ver 18 49 ('uanto dinero le dan sus padres lo gasta en la librería, r( unrcndo de esta manera una pequeña biblioteca. Al darse ( il('il(il cle esta afición, su padre le compró un bonito estante y le lrrr llccho encuademar todos los volúmenes en colores vistosos. Siempre anáa ahededor de sus libros, hojeándolos, qui- t:rrrtkrlcs el polvo. ¡Y yo tengo tan estropeados los míos! Para él , ;rrll libro nuevo es una delicia. Estando yo allí, entró su padre, le dio unas palmadas en el t ucllo, y me dijo con su vozarrón: -iQué me dices de esta cabeza de hierro? Es testarudo, llcgará a ser algo; yo te lo aseguro. Estardo entornó los ojos, como un peffo de caza, al recibir rrr¡uellas rudas caricias. Se lo dije después a mi padre en casa. -No 1o entiendo: Estardo no tiene talento. carece de buenas maneras, su figura es casi ridícula, y, sin embargo, me inílnde respeto. -Porque tiene carácter -respondió mi padre. Er Hno pnl HrRREno También aprecio a Precusa, el hijo del herero, aquel pequeño, pálido, que siempre parece asustado y anda pidiendo perdones y siempre estudiando. El padre entra en casa boracho, le castiga sin motivo, y el pobre va a la escuela con la cara hinchada y los ojos inflamados de tanto llorar. Pero jamás se le ha oído decir que su padre le ha pegado. Vive en una buhardilla de nuestra casa, con entrada por la otra escalera, y la porlera se lo cuenta todo a mi madre. Mi hermana Silvia le oyó gritar, desde laazotea, un día que su padre le hacía bajar la escalera a saltos, porque le había pedido dinero para compr¿r una gramática. ¡Cuántas veces el pobre Precusa va a la escuela en ayunas y come algún pedazo de pan que le da Ganón, o una manzana que le lleva una antigua profesora suya!
  • 26. Pero nunca se le ha oídcl decir: ,.Tengo hambre; mi padre no meda de comer". Esta mañana apareció en la escuela todos le dijeron: -'r*Yvrv v' rq cbuuclil con un arañazo, y _Tu padre te lo ha hecho; esta vez no puedes negarlo.--¡No, no es cieftol _gritó con ta voz ahogada por laindignación; perc después, duánte fu .l^", Ias lágrimas se lecaían, esforzándose por sonreír para no denunciarse. Uive Vrsua Acnaoanm Jweves 12. Hoy , en la.tarde, han venido a casa Deroso y Coreta,con Nelle, el ..jorobadito,,. A pr."rru n" f" ¿"rU venir su padre.Deroso y Coreta se reían aún, p"C";"b; encontrado en Ia ¡fte a Crosi, el hijo,g. t" *.d;l¿;;,'i"""0" muy conrenroporque su padre le había escdto de Am;dc;, cliciéndole que leesperasen cualquier dra. ¡Oh, qué buenas dos horas hemos paszrclo juntosl Co¡etaya había ltevado por la mañana media;r;;; de leña sobre laespalda, y sin ernbargo, corió por roda t" ;;;; mirándoto todo.Deroso conoce I oj o s cerado s, ;".r" 1 l::"ii:ÍTiT ".:1 il3]::,i"J", ::prolongan hasra el marJonio, l"r.i;;;;io, goftor, tos azujescerros"; y decía los nombres "^u.ror, po. rtioio"", como si losleyera en el mapa. En una hora se había aprendido de memorfa cerca de tuespáginas, que deberá recirar pasad";*;;;; tos f_unerates deVíctor Manuel. ll,r .#,1 ;Hi: ilff : :'#: flqf ,,:*riJ:x] ;:ffiÍ;:lhaciénclole reír como nunca lo había visto antes. 50
  • 27. Los Fux¡nelps op VÍcron M¡xupi_ !::;:,t, Hoy, con voz sonora y semblante animado, Deroso _Hace cuatr p,n t"on,-"n-ñ "";;: :' iil:, ffix.T:: :';l';:¿T :;HJ:.i:Víctor Manuel tr, n1-"1 rey de Iialia, muerto después deveinrinueve años de i3i"id9, d;;" t#;ates la patrta italianahabía obtenido su unidad,.i"¿"p""á"".1u"]i,o"nuo. Llegaba elcamo fúnebre, cargado ¿" .ó.onur,- ""i" o silencio de lamultitud enternecidá,.que había u"niáo, tu'.apital desde todaspartes de Italia precedido de general"r, _inioo, y príncipes. Enese momento, doce coraceros sacaron el féretro del carro. Lamirada, el alma de todos iba del fé;;;;^ banderas enluradasde los ochenta regimientos de toda Itaria. cuunao puró er féretroIlevado por lo, .o=.u."ror, se inclinaron toJurlu, banderas de losnuevos regimientos. las .,ziej as ¡unO"rus. J"rgarradas en Goito,Pasrrengo, s anra Lucía, N";.", ¿;;;",i"ilrr.", S an Martín, ^""^j:lll-*t .u{"^r9n ochenra ""ñ;ür, cien medallascnocaron contra el féreho. El estrepito qu3 fli.i"ron fue comoel sonido de miles de 1111i,;,'"1t;;i,r"lli!;ütriitH: j.::'ffi J:,:rnet rey Vícror Manuel enrró en l" dr;;J;;;al del sepuicro. FRaNrr EXpuLSADo nel Col¡crcr Sóbado 2I . Mientras Deroso recitaba los f.unerales del rey, sólo i:T"t"TTffi:I;T:l :::: ll""d' i;;;a anre Ga'ón y porquetieneerb,",";,j;JÍT:',f ff :,:;"1"#ilil"|l".:con muletas por haber salvado a un "10". Sri"ore va al colegiode vez en cuancto a pedir i"f;;;,;#;" se va ltorando.Franti^odia el colegiá, a sus.compañeros y a los prof.esores.pero esra mañana lo echaron .;;;;;;rro; mienrras elprofesor daba a Ganón el bona¿or ¿e ii )l)lrorr¡tto ,or¿o. 52 53 cuento mensual para enero, hizo estallar un petardo. Toda la clase pegó una sacudida. El profesor se puso en pie y gritó: -¡Franti, fuera del colegio! -¡No he sido yo! -respondió riendo. -¡Anda afuera! -respondió el profesor. -¡No me muevo! -contestó cínicamente. Entonces el profesor lo tomó por un brazo y lo sacó del banco, lo llevó casi en peso donde el director. Después volvió a la clase, se sentó a su mesa, tomándose la cabeza con las Inanos, y dijo tristemente: -¡Después de treinta años de profesor! -y la manos le temblaban. Deroso se levantó: -No se aflija, señor -dije: nosotros lo queremos mucho. -Volvamos a la lección -respondió el prof'esor, sere- nándose. EL rnn¡soncnro S¡noo (Cuento mensual) EI veinticuatro de julio de 1848, en la primera jomada de la batalla de Custoza, sesenta soldados de infanteía, enviados a una altura para ocupar una casa solitaria, se vieron asaltados de pronto por dos compañías de soldados austriacos. Apenas les dieron tiempo para refugiarse en la casa y reforzar la puefia. Dirigían a los soldados italianos dos oficiales y un viejo capitán, alto, seco, con el pelo y el bigote blancos. Con ellos estaba un tamborcillo sardo. muchacho de unos catorce años. La casa se hallaba situada en lo alto de una escabrosa pendiente, y tenía una ventanilla en su pafie superior. correspon- diente a una pieza del último piso, por 1o que los austriacos no amenazaban la casa por esa par1e. El fuego lo hacían por el frente y los lados, destruyendo todo. De vez en cuando, uno de los soldados que disparaban desde las ventanas caía al suelo. El
  • 28. cerco se estrechaba. f_legó un momento en que el capitán se vioinquieto. Salió precipitadamente ¿"i"."*a, seguido cle unsargento. Al cabo de- tres minutos volvió a la carrera el sargentoy llamó el tamborcillo. El muchacn" fÁ ,ü"iO hasta la buhardi_lla, donde vio al capitán escribir en una h-o1a. El capitán dobló la hoja y dijo t .rr.'i_"nr",_¡Tambor!, ¿eres valientei _,: _ _-Si mi capitán _respondió, llevándole la mano a lavlsera. _Mira, altá abajo . _g!9 el capirán, llevándole a laventana_-,junto a la casa de Viilafranca, don,l" brillun "qrJl",bayonetas, están los, nuestros, inmóviles. .foma ese papel,agánare de esra cuerda y baja por l;;",r;;;", arraviesa rápidoIa cuesra y da et papel ,1 p,i.* ári.i"io*'*rr._Confíe en mí. mi capitán _*oni.rio el tambor. -Dios re ayude _dij; el capitán. En pclcos momentos el tamboi estaba en el suelo y coníapor la pendiente, cuesra. abajo. El .ñ¿; "qr" to observaba,creyó que había conseguido escaparui'n ,., ¿"r.trbiefto; en esemomento cinco disparos levantarón nubecill¿rs de polvo alrede_dor del,muchacho, pero él seguía ."_""J" ,apidamente. El capitán exclamó: "¡nau"nor;r n.rJ no había acabadode decirlo, cuando vio levantars" "ii"rnfr"r.iilo. ,.¡Ah, sólo ha ::T,:ffi:1t ar,,, pensó; ,.s" r,uo,ito-.ü;;ñ,, Er niño seguía r^ -¡Animo! ;Valor! _gntaba, siguiéndolo con la mira_ Íl¡; ,Íl,TiL.. ¡Mardiciónr... ¡Se p*;!'Ái;relve a empren_ Un oficial sube anhelante a decir que los enemigos, sin ll':li",ltlt el tuego. agiran un pañuelo bianco para ofiecernosla rendición_ -¡eue no se respondal,_gritó el capitán, sin apartar lavista del muchacho-. ¡Andal ¡Conet. . i".¡u fienético_. ¡Desángrare, muere, pero llega!... ¡Áirl, l"r i,il_" se ha senra_dol... Pero al cabo de un momento, la cabeza del muchacho 54 55 volvió a verse, perdiéndose finalmente entre los sembrados. El capitán bajó entonces impetuosamente: las balas llovían; krs cuaftos estaban atestados de muertos y heddos; el teniente tcnía el brazo derecho destrozado por una bala; el humo lo cnvolvía todo. -¡Animo! -gritó el capitán-. ¡Van a venir! Los austriacos se habían acercado aun más. Los sitiados lllojaban su defensa y el desaliento se reflejaba en todos los rostros. Una voz de trueno gritó: -¡Ríndanse! -¡No! -respondió el capitán desde la ventana. El fuego aumentaba. Caían más soldados. Ya había más cle una ventana sin defensores. De pronto el sargento, bajando de la buhardilla, gritó: -¡Ya llegan! Desde Ia ventana vieron avanzar los sombreros de los carabineros italianos, un escuadrón a escape tendido y un brillante centelleo de espadas. Los enemigos vacilaron, hasta que finalmente empren- dieron la retirada, mientras que los dos batallones italianos ocuparon la altura. El capitán se incotporó a su regimiento. peleó unos minutos y fue ligeramente herido en la mano izquierda por el rebote de una bala. Al día siguiente los it¿rlianos lueron vencidos por Lln número mayor de austriacos y la mañana del veintiséis tuvieron que retirarse tristemente hacia el Mincio. El capitán, aunque herido, anduvo a pie con sus soldados. y llegaron al ponerse el sol a Goito. Buscó a su teniente. que había sido llevado allí con un brazo roto. Le indicaron una iglesia donde se había improvisado un hospital de campaña. Apenas entró, el capitán miró a su alrededor en busca del oficial. -¡Mi capitán! -escuchó que le llamaba una voz apaga- da. Se volvió: era el tamborcillo. Estaba tendido sobre un catre de madera.
  • 29. . -¡Cómo! ¿Eres tú? ¡Bravo, has cumplido con tu deber! -le dijo el capitán admirado-. ¿nrtár'rr"rao? -añadió,inquieto. -¡Qué quiere ustedl _replicó el muchacho_. Me vie_ron enseguida. Afortunad¿mente encontÉ pronto a un capitánde estado mayor y le di la cara. pr.o, _i iapitán, ¡usted estáperdiendo sangre! En efecto, de la mano mal vendada coría sangre. -¿,Quiere usted que Ie apriete la venda, mi capitán? , . EJ capitán le pasó la mano, pero el chi-á ap"na, se alzó dela almohada. palideció y tuvo qu; uol"".;upoy* ta cabeza. -¡Basta, basta! __dijo el capitiín, retirando la mano_.Debes haber perdido muchá ,*gr" p*á "ri. tan débil. -¿Mucha sangre? _repitiO el muchacho_. ¡Mire us_tedl -y se destapó. El capitán se sobresaltó, horrorizado: le habían amputadola piema izquierda. En aquel momento pasó un médico militar. ^r...-1h: mi capitán! _{üo señalando al tamborcillo_; heanr un caso desaforlunado; esa pierna se habría salvado si él no li,Hi:f" forzado de aquella mala mane.a. ¡pero sí que es EI capitán amrgó sus grandes cejas blancas, revantó lamano hasfa.la cabeza y se quitó et quepis. - - -¡Mi capitán! _exclamó el muchacho_. ¿eué hace? ¡Por mí! -Yo no soy sino un capitán. Tú eres un héroe _lerespondió, bes¿indole cariñosamlnte. Er_ An¿on e la parRn !.Iartes 24. "puesto que el relato del tamborcillo ha conmovidotu corazón, te será fácil escribir el tema ¿et e"amen, ¿por quéuno quiere a Italia? ¿No se te ocurren enseguida cien respuestas? 56 5l "Amo a Italia por ser mi madre italiana; Italia es la tierra tlonde están sepultados los muertos que mi madre llora y que venera mi padre. Porque es el lugar donde he nacido, la lengua c¡ue hablo, todo lo que adoro. ¡Tú no puedes sentir aún en toda su intensidad ese gran afecto! "Lo sentirás cuando seas hombre, cuando, al volver de un largo viaje, veas en el horizonte las azules montañas de tu país. Lo sentirás en alguna gran ciudad lejana cuando oigas decir alguna palabra italiana. Lo sentirás en la indignación dolorosa cuando oigas a algún extranjero injuriar a tu país. Lo sentirás más violento el día en que la amenaza de un pueblo enemigo levante una tempestad de fuego sobre tu patria y veas brillar las arrnas por todas partes. Lo sentirás como una alegna divina si tuvieses la suerte de ver regresar a tu pueblo los regimientos diezmados, con el brillo de la victoria, en medio de la multitud que los cubre de flores a su paso y los bendice. "Es cosa tan grande y tan sagrada. Enrique, si regresaras a salvo de una batalla en la que has peleado por la patria, y yo supiera que has conservado la vida porque has rehuido el combate, te recibiría con sollozos de angustia, no podía querer- te más y moriría de pena. Tu padre." ENvrrn Miércoles 25. ¡Deroso fue el que hizo la mejor composición sobre la patria! ¡Y Votino, que estaba tan seguro de obtener el primer premio! Yo quería bastalte a Votino, pero me disgusta ver lo que envidia a Deroso. Aunque estudia para competir con é1, no puede sobrepasarlo. Carlos Nobis también siente envidia. Como todos lo saben, en cuanto el maestro alaba a Deroso, se vuelven a mirar a Votino, que traga veneno. Esta mañana, por ejemplo, el profesor dio los resultados
  • 30. de los exámenes: Deroso, diez puntos y la primera medalla. Simultáneamente con el anuncio, Votino estornudó estrepitosa- mente. Como la cosa estaba bien clara, el maestro le diio: . -Votino, no permitas que se apodere de ti Ia serpiente de la envidia; roe el cerebro y corrompe el conzón. _ Votino quiso responder y no pudo. Luego, escribió en una hoja: "No estoy envidioso de los qu" gunun ñ primera medalla por favor y con injusticia,'. euería ánviar el papel a Deroso, pero vio que algunos que estaban con éste t amauán argo: uno hacía una gran medalla de papel, sobre la cual habían dibuiado una serpiente negra. Cuando el maestro salió por breves momentos, los que conspiraban se levantaron para darle la medalla d. papei u Votino. Este temblaba. De pronto, Del-oso sritó: -;Dénmelal - -Sí; es mejor -respondieron_. Tú clebes llevársela. Deroso tomó la medalla y la rompió. El maestro volvió y continuó la clase. Votino, que estaba rojo cle vergüenza, tomó su hoja, le hizo mil dobleces y la guardó en el banco. pero al salir de la clase, se le cayó. Deroso, siempre noble, la recogió y se la puso en la cafiera, ayudándole a abrocharse el cinturón. votino no se atrevió a levantar la cabeza. L¡ M¡nn¡ n¡ FnRNri Siibctclo 28. Votino es incorregible. Ayer en la clase de religión, delante del director, el profesor le prlguntó a Deroso si recor_ daba estas dos estrofas: ..DondequLriqu" "^ti"nOo la vista te veo, inmenso Dios',. Como dijera que no, Votino saltó en el acto. ^ liYo lo sél -dijo, sonrienclo, para mortificar a Deroso. Pero el mortificado fue él porque no puclo recitar la poesía: en ese mornento entró la madre de Franti, preocupada, ilevanclo a 58 59 Tu padre." sLr hijo que había sido expulsado del colegio. ¡Qué triste escena nos tocó presenciar! La pobre señora le tomaba las manos al rlirector, suplicándole: -¡Oh, señor, hágame el favor de admitir al niño! Estos clías lo he tenido escondido en casa para que su padre no lo clcscubra. Yo espero que se conija antes de morir. porque... -y la intemrmpió el llanto-. Es mi hijo. Admítamelo, señor -rogó y se cubrió el rostro sollozando. -Franti, vete a tu puesto. Entonces la madre se consoló y comenzó a dar miles de gracias al director y salió hacia la puefia. En medio del silencio de la clase, el director miró fijamen- te a Franti y Ie dijo con una voz que hacía temblar: -¡Franti, estás matando a tu madre! Todos se volvieron a mirar a Franti. El muv infame... ¡ sonreía! EspsRaNza Domingo 29. "Mucho me ha gustado, Enrique mío, el cariño con que te has arrojado a los brazos de tu madre al volver de la clase de religión. Dios, que nos ha arrojado el uno en brazos del otro, no nos separarájamás. Di todas las mañanas: 'Hoy quiero hacer algo de que mi conciencia pueda alabarse y mi padre esté contento; algo que me haga ser más querido de éste o de mis compañeros, del profesor, de mi hermano o de otros', y pide a Dios que te dé fuerzas para llevar a cabo tu propósito. "Cuando yo te veo rezando, me parece imposible que deje de haber alguien que te mire y te escuche. ¡Oh!, reza, recemos, querámonos, seamos buenos y llevemos en el alma esta celestial esperanza, querido hijo.
  • 31. FEBRERO UNa M¡oalLA BrEN GaNaua Sóbado 4. Estamañana vino el inspector a repartir los premios.Entró con el director primera-"drñ;J. j;":",lngJX1".*',::lHn"i:ff fil;enyoz baja con ambos. Todos se pr"grniubun, ..¿A quién daránla segunda?" -En esta sen m3recedor de, "**;HL;Xif Ji,'frni"h ;:"*, lT:;acá -añadió.Todos se volvieron a mirar a precusa. Este, aturdido, saltófuera del banco y caminO t asta.fa mer" O"f prirnr"r. El inspectorle dijo cariñosamente al prenderl" lu rn"jultu al pecho: -^ -"_-Ildie más digno que tú, precusa, de llevar esra medalla,no solo por tu inteligencia, sino también por tu voluntad. Tecorresponde por tu corazón, por las cualidades de hijo bueno yvaleroso. ¿,No es verdad _añadió, ;;;l'é';jJle a la ctase_ quetambién la merece por esto? -¡Sí! _respondieron todos a Dna voz. .. Plecusa dirigió a sus compañeros una dulce mirada degratitud. A la salida, ...7.aluién vimos.ailí? Al padre de precusa, pálido como de costumbre, con su mirada vidriosa y tambaleán_dose. El inspecror romó de Ia mano ; p;;;;;y lo ilevó dondesu padre. .^ _-¿U.rred es el padre cle este muchacho, verdad? --lepreguntó el inspector, jovialmente, y ,in'"rpo* respuestaañadió-: Me alegro ,":l: Mire: su t ¡, ir",an"Oo la segundamedalla a cincuenta y cuatro compañéros. Éuede usted estarorgulloso de é1. El herrero, que oía con la boca abierta, miró fijamente al *g:*---* 60 6l inspector y luego a su hijo, que estaba delante de é1, temblando. Y como si recordara por primera vez todo lo que lo había hecho ¡radecer, en su cara se reflejó admiración, luego dolor, y llnalmente una ternura violenta y triste. Apretó fuertemente al niño contra su pecho. BunNos Pnopósnos Domingo 5. La medalla ganada por precusa ha desperlado en mí un remordimiento. Aún no he ganado ninguna. De algún tiempo a esta parte no estudio, estoy descontento de mí; el maestro y mis padres también lo están. Escucho una voz interior que me dice: "Esto no marcha, esto no marcha". En todo este tiempo sólo he boroneado de mala gana algunas páginas. ¡Sí! ¡Estoy descontentol y veo que mi padre está de mal humor, pero que le apena decírmelo. ¡euerido padre ! ¡Tú que trabajas tanto! Todo lo que me rodea es tuyo: mi comida, mi ropa, mis juguetes, mis útiles. Todo te ha costado sacrificio, privaciones, disgustos. ¡Y yo no me esfuerzo! ¡Ah, no! Quiero comenzar desde hoy; quiero empezar a estudiar como Estardo, con los puños y los dientes apretados; quiero ponerrne a ello con todas mis fuerzas. ¡Animo y al trabajo! ¡Al trabajo con toda mi alma y con todas mis fuerzas ! ¡Al trabajo que me dará descanso, que me traerá nuevamente la bondadosa sonrisa de mi profesor y el beso bendito de mi padre! El TnEN Viernes 10. Precusa y Ganón vinieron ayer a casa. Todos salimos a recibirlos cuando tocaron. Crosi no vino, porque al fin había llegado su padre de América, después de seis años de ausencia. Mi madre besó a Precusa y mi padre le presentó a Garrón:
  • 32. -¡Aquí lo tiene! Este no sólo es un buen muchacho sinotodo un hombre y un caballero. Precusa llevaba, la medalla y estaba contento, porque supadre ha reanudado 3] {aUajo y frán puruOo cinco días sin quebeba. Quiere que esté siempre u ,, iu¿o "n el taller y pareceenteramente otro. Nos pusimos a jugg. precusa quedó encantado con el trena cuerda, no dejaba cle mirarlo. Le di ia llave p*o qu"lugara coné1. Continuamente nos. decía: ..pendro pJr_rr",,, apartandonuestras manos si intentábamos detener la'máquina. T;*;b";colocaba suavemente los vagoncitor, .o_o ,¡ f.ueran de vidrio,y tenía una pefinanente sonrisa en sus labios. "Quisiera darle el tren", pensé. ,.T"ngo que pedir permisoa mi padre". En ese momento metieron un iapelito en mi mano,escrito por mi padre. Decía: "A precusá-iJ;;rm ru rren. Er notiene jugueres. ¿No re dice,udu "i;;;;;"?,,Tomé súbitamente la máquina y lo, uugones y se losentregué, diciéndole: ---Es tuyo, te lo regalo. Me quedó mirandJsin comprender. -pero, ¿por qué? , --Te lo regala --le contestó mi padre_, para celebrar tumedalla. .r_,,_l1,onces. ¿lo puedo llevar a mi casa,/ _preguntó tlmrdamenfe. , -Claro _dijimos todos, mientras Garrón Ie ayuclaba aenvcllver el tren en el pañuelo. --Un día --me düo precusa _vendrás al taller a vercómo trabaja mi padre. Te daré uno, "tuuár.* Sos¡Rsta Sríbado 1 I. ¡y pensar que Carlos Nobis se limpia la mangacuando Precusa le toca al pasar! g, lu "n.u.Jón misma de la 62
  • 33. i:!:rPin.V ,:do porque su padre es un ricachón. ¡pero rambiénel padre de Deroso es rico! Carlos quisier d" q, ;;;,ffi I ?!F JilX'ffi'l :#;J,l1";1 ffi tri:visto igual altaneía. Nadie se d;rpid. O"?, ", salir. por su par.re,no puede sopoÍar a-ninguno; *¡." áj""ringe despreciar a l:l:::: porque es er prilero,;;-i;r, porQue rodos lequleren. coreta' sin embargo, un día que Nobis se burraba de sugona de piel de gato, le diio: -; Vele con t Ayer acusó ¿ l1t'o^l-o-''putu que aprendas caballerosidacl! roc ado *" "r p, "," # r,?fi JHi; |J,T:;:J; ff Hi;,[X?:l_-¿,Lo hicisle adrede? --- r" -No, señor _respondió francamente, -Eres demasiado quisquilloso, X"fri, _¡U" el maestro. u.u¿n. tS.lo diré a mi padr"t _r"rpánoiJ.on ,, aire acosrum_ -,"d"':,0;Í:;.::,:: jfr :J:1!T."*T:1":?:::a[.:; fl.1-t:r::r gyen juzga y casriga. _v *oJij con dulzura_; SéDueno y cortés con tu¡ i,"gs ,; q,i *;' ;-T " ffiJÉ:':il:,"",,?:.:;ff :f:ff;tlenes nada que contestame,/ _-No, señor _responclió Nobis fríamente. -S i éntate _le dij o el profesor-_- -i" ".o.pua.r.o. Les VÍcrn¿es orr_ TRasaIo Lune.s 13. Esia mañana estábamos fuera del colegio con mipadre mirando a unos vcn i r por "r '".dio ;;'i J::ii:lT" rJi,iliJáJ ;!lil.,', J ?::guardias y dos hombres que lrevaba" un;;;;iilu. En elra iba unherido, blanco como un una mujer con una .n"ril:"ffJ.I"Jr: de sangre' Al lado venía 64 65 ¡Está muerlo! ¡Está muefto! -gritaba la mujer, sollo- ./;|| t(lo. -¿Qué ha sucedido?:preguntó mi padre. Alguien contestó que era un pobre albañil que se había , ;rírlo del cuarlo piso donde estaba trabajando. Los que llevaban Lr carnilla se detuvieron un momento. Muchos volvieron la ('irl)cza hororizados. Alguien me rozó. Era el "Albañilito", que te rrrblaba de pies a cabeza, pensando seguramente en su padre. ( 'lcla vez se estremecía más, hasta que, al darse cuenta mi padre, lc clijo: -Vete a casa, muchacho, vete a ver a tu padre, a quien t'rrcontrarás sano y tranquilo. Entretanto, la mujer daba unos gritos desgarradores: -¡Está muerto! ¡Está muerlo! -No, no lo está -le respondían otros, pero ella continua- ba sus lamentos. De pronto se escucha una voz furiosa que dice: -¡Te ríes! Era un hombre que miraba cara a cara a Franti, quien seguía sonriendo. De una cachetada, el hombre le botó al suelo la gorra. -¡Descúbrete, mal nacido -gritó-, cuando pase una víctima del trabajo! El Pnpso Víernes 17. Este es el hecho más extraordin¿rio de todo el año. Ayer fui con mi padre a los alrededores de Moncalieri, para ver una quinta que quería anendar en el verano próximo. Y resultó que quien tenía las llaves era un profesor, el cual hace las veces de administrador de la finca. Nos hizo ver la casa y nos llevó luego a su habitación. En la mesa había un tintero de forma cónica, tallado en madera. Notando que mi padre 1o observaba, el maestro nos contó su historia.
  • 34. Hace algunos años, siendo maesffo en Turín, fue a dar lecciones a los presos por todo el inviemo. Daba clases en la capilla de la cárcel, en cuyo alrededor están las ventanas de las celdas con sus barrotes. Los escolares se asomaban a aquellos agujeros con los cuadernos apoyados en los hieros, sin mostrar más que sus pálidas caras entre las sombras. Entre ellos había uno, el número setenta y ocho, que era más atento que los demás, estudiaba mucho y miraba al profesor con gratitud. Era unjoven de barba negra. Su caso fue más una desgracia que un crimen. Trabajando como ebanista, descargó moftalmente un cepillo contra la cabeza de su amo, en un acceso de ira, debido a la persecución de éste en su contra. por ello le habían condenado a varios años de reclusión. Un día hizo señas al maestro para que se acercara a su celda, comunicándole con tristeza que al día siguiente seúa llevado a Venecia para terminar su pena allí. Pasaron seis años sin que lo volviera a ver. -Pues bien -dijo el maestro-, ayer llegó a casa un desconocido, con gran barba negra, un poco canosa. "¿Es usted, señor", me dijo, "el maestro Fulano de Tal?". "¿Y usted?',, pregunté yo. "Soy el preso número setenta y ocho", me contes- ta. "Usted me enseñó a leer y a escribir hace seis años; ya he cumplido la pena y aquí estoy... para suplicarle que me haga el favor de aceptar un recuerdo mío. Examinamos atentamente el tintero: parecía trabajado con la punta de un clavo. Tenía tallada encima una pluma atravesanclo un cuademo. y escrito a su aírededor, 'lA .i maestro. Recuerdo del número 78. ¡Seis años!". Más abajo decía: "Estudio y esperanza". Al día siguiente, sentado al lado de Deroso en mi nuevo Iugar, le conté la historia del preso y del tintero. Deroso se sobresaltó al oírme describirlo. -¡Silencio! -me dijo envoz baja-. ¿No sabes? Crosi me dijo que había visto de pasada anteayer un tintero de madera 66 67 en manos de su padre; un tintero cónico, trabajado a mano, con un cuademo y una pluma. Es el mismo: Crosi decía que su padre estaba en América seis años. El era pequeño cuando su padre cometió el delito. Su madre le mintió: é1 no sabe nada. ¡Que no se te escape una palabra de esto! Cuando salimos, el padre de Crosi estaba allí: un hombre de barba negra, entrecana. Deroso apretó la mano de Crosi: "Hasta la vista, Crosi", y le pasó la mano por la barbilla. Yo hice la misma cosa. El padre nos observó con ojos benévolos, pero en las cuales se traslucía una expresión de inquietud y de sospecha que me heló el coraz6n. 'Er ENrERvrRo DEL TArrA (Cuento Mensual) Una lluviosa mañana de marzo, un muchacho campesino se presentaba al pofiero del Hospital Mayor de Nápoles a pregun- tar por su padre, con una carta en la mano. Venía de un pueblo cercano. Su padre, que el año anterior había salido de su casa para ir a Francia en busca de trabajo, había regresado hacía ¡.rocos días a Nápoles, donde enfermó tan r.4pidamente que apenas tuvo tiempo de escribir cuatro palabras a su familia para comunicarle que iba a hospitalizarse. Su mujer, que tenía una hija enferma y un niño pequeño, había mandado al hijo mayor a ayudar a su padre, a su "Taita", corro a menudo lo llamaba. :-El portero, viendo lacarta,llamó a un enfermero para que llcv¿ua al muchacho donde estaba su padre. El enfermero no lccordaba el nombre. -¿Un viejo trabajador que ha llegado de afuera? -preguntó. -Trabajador, sí -respondió el niño. -¿Cuándo entró al hospital? -preguntó el enfermero.
  • 35. -Creo que hace cinco días -drjo el niño, mirando la carfa. -¡Ah! La sala cuatro, la última cama -dijo el empleado. -¿Está muy mal? ¿Cómo está? -preguntó ansiosamen- te el niño. -Ven conmigo. El muchacho se armó de valor y lo siguió. Dos Hermanas de la Caridad iban de un lado a otro. Finalmente el enfermero se detuvo a la cabecera de una cama, abrió las cortinillas y dijo: -Ahí tienes a tu padre. El muchacho estalló en llanto, apoyó la cabeza sobre el hombro del enfermo, tomándole la mano inmóvil. El enfermo no se movió. El muchacho levantó lacabezay el enfermo le dirigió una larga mirada y pareció reconocerlo. Pero sus labios no se movieron. ¡Pobre Taita, qué cambiado estaba! Teníablancos los cabellos, crecida la barba, 7a cara hinchada. No conservaba suyos más que la frente y el arco de las cejas. Respiraba angustiosamente. -¡Taita, Taita míol ----exclamó el muchacho-. Soy yo, ¿no me reconoces? Soy tu hijo, tu Cecilio. Dime siquiera una palabra. Pero el enfermo, después de mirarle largamente, cerró los ojos. El muchacho tomó una silla y se sentó, esperando, sin levantar los ojos de la cara de su padre. "Pasará algún médico haciendo la visita -pensaba-, y me dirá algo." Transcurrió un largo rato, hasta que una mano ligera le tocó en el hombro; se estremeció: era una monja. -úQué tiene mi padre? -le preguntó. -¿Ese es tu padre? --dijo ella dulcemente-. Animo, muchacho; ahora vendrá el médico -añadió, alejiándose. Al cabo de media hora se oyó el toque de una campanilla y el muchacho vio que por el fondo de la sala entraba el médico 68 69 acompañado de un practicante, de la monja y de un enfermero. Comenzó la visita, deteniéndose en todas las camas. El médico era un viejo alto y encorvado, de fisonomía seria. Cuando se le acerc6, el muchacho rompió a llorar. -Es hijo del enfermo --dijo la Hermana de la Caridad. El médico apoyó una mano sobre el hombro del mucha- cho, después le tomó el pulso al enfermo, le tocó la frente y preguntó algo a la hermana. -Nada nuevo -respondió ésta. -Continúe como antes -indicó el médico. -iQué tiene mi padre? -preguntó el muchacho con voz llorosa. -Ten valor, niño -respondió el médico, acariciándo- lo-. Tiene una inflamación facial. Ayúdalo. Tu presencia le puede hacer bien. -¡Pero si no me reconoce! ----exclamó el niño, desolado. -Te reconocerá mañana..., quizás. Esperemos que así sea. Animo. El médico siguió adelante y el niño comenzó la vida de enfermero. Arreglaba las ropas de la cama, le espantaba los mosqui- tos, tocaba la mano al enfermo, y cuando la hermana le ftaía de beber, le quitaba el vaso y la cucharilla para diírselo por su propia mano. El enfermo lo miraba, pero sin reconocerlo. Al día siguiente se notó alguna mejoía, y en cierto momento movió un poco los labios, como si quisiera decir algo. En la tarde, al acercarle el vaso a la boca, creyó el chico que una ligerísima sonrisa se había esbozado en sus labios hinchados. Entonces empezó a hablarle de su madre, de las hermanas pequeñas, de la vuelta a casa, dándole valor. De esta manera pasaron el segundo, tercer y cuarto día, en continuas altemativas de ligeras mejorías y retrocesos imprevistos. Pero el quinto día el enfermo empeoró de repente. El médico movió la cabeza, como diciendo que era cuestión
  • 36. concluida, y el muchacho se abandonó en una silla rompiendo a llorar. Eran las cuatro dG ra tarde, cuando se escuchó una fuerte voz: "¡Adiós, hermanal,', que lo hizo saltar de la silla. En el mismo momento entraba un hombre con una gran atado en la mano- El muchacho lanzó unagudo grito y quedó como clavado en el suelo. El hombre se volvió y lanzó a su vez otro grito: ..¡Cecilio,,, y corió a abrazarlo. El muchacho no podía hablar. _-¡Oh, Cecilio míol _exclamó el padre, después de mirar hacia el enfermo-. ¿Cómo es esto? ¿Te han traído al lecho de otro enfermo? y yo que me desesperaba de no verte, después que tu madre escribió: .,¡Lo he enviado!,, ¡pobreCeciliol Yo estoy bien. ¿y tu madre? ¿y Conchita? ¿y el nenito cómo está? Yo me voy del hospital; "uu-or, pues, ¡Oh, Diosl Pero el muchacho, que apenas pudo'balbucear cuatro palabras para decir algo de la familia, no se movía. -Vamos -le dijo el padre_. pero... ¿vienes o no vie_ nes? -añadió, sorprendido. El muchacho se volvió a mirar al enfermo, el cual en aquel momento abrió los ojos y le miró fijamente. _ -No, Taita, espera..., yo... no puedo. Mira ese viejo. yo creía que eras tú. Le quería. Me miia..., quiere que esté a su lado..., mañana volveré a casa..., no estalía bien que lo dejara. No sé quién es, pero me quiere; moriúa solo. ¡Déjame estar aqui querido Taita. -¡Bravo, niño! _exclamó el practicante. --¡Quédate ! -dijo el padre_. io me marcho a casa para tranquilizar a tu madre. ¡Adiós, excelente hiiol -No será por mucho tiempo _rrrutró el practicante. El niño volvió al lado del enfermo, que pareció consolado. Todo aquel día estuvo a su lado, y toda la noche y afn el siguiente día. Pero el enfermo se iba poniándo cada día peor. Esa tarde el médico aseguró que le quedaban pocas horas. Lueeo vino la 70 71 hermana, miró al enfermo y salió rápidamente. A los pocos momentos volvió con el médico ayudante y el enfermero. -Está en los últimos momentos -dijeron por lo bajo. El muchacho tomó la mano del viejo; éste lo miró. -¡Me ha apretado la mano! -exclamó, mientras el médico se inclinaba sobre é1. La hermana descolgó el crucifijo. -¿Ha muefto? -preguntó el muchacho. -Vete, hijo mío -dijo el médico-. ¡Tu santa obra ha terminado! Dios te bendiga. El muchacho se limpió las lágrimas con una mano. Luego, volviéndose hacia el muerto, le dijo: -¡Adiós!... -Y mientras decía esto, pensaba un nom- bre-. Adiós, adiós..., pobre Taita. El TallEn Sébado /8. Esta mañana, al salir con mi padre, le pedí que me llevara al taller de Precusa. Apenas llegamos a la puerta, vimos a Precusa sentado en un montón de ladrillos: estaba estudiando la lección. Se levantó y nos hizo pasar. Era un cuafto lleno de polvo de carbón, con las paredes cubiefias de martillos, tenazas, barras de hierro. En un rincón ardíala fragua. Precusa padre estaba cerca del yunque y un aprendiz tenía una barra de hierro. -¡Ah! ¡Aquí tenemos -exclamó el herero- al simpá- tico niño que regala trenes ! Ha venido a ver trabajar un rato. ¿No es verdad? Y diciendo así, sonreía. No tenía ya aquella agria cara de otras veces. El aprendiz le mostró una larga barra de hierro con su extremo al rojo y el herrero la apoyó sobre el yunque. Levantó un gran mafiillo y comenzó a golpear, de una pafie a otra, siempre dándole muchas vueltas, hasta que la barra tomó la forma de las rejas protectoras de fietro forjado de los balcones. -¿Ha visto cómo se hace, jovencito? -me preguntó el
  • 37. ne.rr:ro una vez que hubo terminado, mienfras su hijo nos miraba con cierto orgullo. -Qué bien hecha esrá Je dijo mi padre-_. Veo que se trabaja. ¿Han vuelto las ganas? -Han vuelto _respondió el obrero_. ¿y sabe quién las ha_hecho volver? Aquel hermoso muchacho __dUo el herrero, señalando a su hijo_. Aquel buen hijo que estudiaba y honraba a su padre mientras éste lo frataba.ó*ó u una bestia. V en acá, hijito, y besa a ru padre. El niño besó efu ' como é1. rslvamente a su padre, quedando tan sucio _ -Así me gusta, precusa ____exclamó mi padre, y mientras nos despedíamos, el chico metía en mis bolsill,os un puqu"t" á"clavos. Er Peyesno Lunes 20. A causa del carnaval, la ciudad entera está convertida en un hervidero de gente. Nosofros tenemos frente a las ventanas una carpa de circo. El circo está en medio de la plaza, y "n un a.n8¡rto hay tres grandes carretas donde duermen y se visten los titiriteros. Trabajan dos niños. Mi padre ha reconocido al más pequeño: es hijo del dueño, el mismo que vino el año pasado a hacer los juegos a caballo. Tendrá unos o"t o *or, anda vestido de payaso y hace de todo: limpia lo, .*or, lleva la leche, transporta objetos. Una noche fuimos al circo; hacía frío y no había casi nadie. Pero no por eso el payasitodejó de trabajar: áaua saltos mortales, se agarraba de la cola de los cabalios y cantaba, siempre sonriente. Mi padre tuvo compasión de él y escribió un artículo, lleno de gracia, que invitaba a conocer al pequeiio artista. Fue publicado el sábado por la tarde. 72 -aIJ En la función del domingo se anunciaba: "Función a beneficio del payasito". No cabía un alfiler en el circo. Mi padre se sentó a mi lado. Había gente conocida. Cerca de la entrada de los caballos estaba el profesor de gimnasia; en los segundos puestos, el "Albañilito", sentadojunto a su padre. Más allá vi a Garofi. También estaba Roberto, con sus muletas entre las rodillas, pegado a su padre, el capitán. Comenzó la función. El payasito hizo maravillas sobre el caballo, en el trapecio y en la cuerda, siendo muy aplaudido. En esto vi que el dueño del circo, que hablaba con el profesor de gimnasia, nos quedó mirando. Mi padre se dio cuenta de que el profesor le había dicho quién era el autor del artículo, y para que no fuera a darle las gracias, se levantó, diciéndome: -Quédate, Enrique, yo te espero afuera.. Cuando la representación terminó, la gente se aglomeraba en la salida hacia la calle. Yo estaba casi en la puefia, cuando sentí una mano que me tocaba. Me volví; era el payasito que me sonreía. -Acepta estos caratlelos del payasito -me dijo. Yo le dije que sí y tomé tres o cuatro. -Entonces -añadió-, acepta también este beso. -Dame dos -le respondí. Se limpió la cara enharinada con la manga y me estampó dos besos, diciéndome: -Toma y lleva uno a tu padre. Úrrrvo DÍa on CanNaval Martes 21. ¡Qué escena más conmovedora presenciamos hoy en el paseo de las máscaras! Cuando nuestro coche entró enTaplaza, iba adelante de nosotros un camraje magnífico, en el cual iban catorce o quince señores disfrazados de caballeros de la corte de Francia, con sus trajes de seda resplandecientes, con pelucas blancas y espadín, cantando una cancioncilla francesa.