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ANTOLOGÍA DE POESÍA
 HISPANOAMERICANA




                      3
Armida Pérez Garrido

       • Laura E. Alvarado Figueroa
       • Teresa de J. Baños Hernández




INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL
          —   M É X I C O   —


                                        5
PRIMERA EDICIÓN: 2000

    D.R. © 2000, INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL

    Dirección de Publicaciones
    Tresguerras 27, 06040, México, D. F.
    ISBN:
    Impreso en México / Printed in Mexico


6
P r e s e n t a c i ó n



Esta antología poética         fue elaborada por profesores del
área humanística del Centro de Estudios Científicos y Tecno-
lógicos “Cuauhtémoc”, perteneciente al Instituto Politécnico
Nacional, con el doble propósito de presentar a los lectores y
alumnos un acervo de este género literario representativo de
las últimas décadas y, a su vez, fomentar en ellos la búsqueda
continua de creaciones estéticas en el arte de la literatura.
  La selección no fue fácil, debido a que implicó dejar fuera
material muy valioso por razones de espacio, sin embargo,
estamos seguros que esta lectura habrá de proporcionar una
visión amplia y precisa sobre este género literario.
  Es nuestro deseo que los alumnos al leer el presente tra-
bajo, con ese goce estético que brinda la poesía, lo hagan en
voz alta, declamen y, a través de ello, comuniquen con estilo
propio su sentir personal. Por otra parte, las posibilidades de
análisis son múltiples: la riqueza de vocabulario, la cons-
trucción retórica, la variada rima, el ritmo, el metro y las di-
versas aportaciones de los poetas contemporáneos.
  Se presentan todos los temas que al ser humano atañen:
el amor, el dolor, la muerte, la naturaleza, la lucha existencial,
los sentimientos patrios, los inexorables problemas socia-
les, etcétera.
  La muestra de diferentes estilos poéticos y corrientes lite-
rarias podrá ser objeto de un interesante estudio.




                                                                     7
“Si acongoja un dolor a los humildes,
    o si miran un valle, un monte, un mar,
    dicen tal vez: —Dichosos los poetas
           porque todo lo pueden.
       Y nosotros, los míseros poetas,
    temblando ante los vértigos del mar,
       vemos la inexpresada maravilla,
        y tan sólo podemos suspirar.
            (Porfirio Barba Jacob)


                                             In memoriam
                           Raquel Maldonado Chávez




8
P r ó l o g o



Para quien oficia la liturgia de las letras, evocar al
poeta es resucitarlo en la lectura de su poesía. El poeta es el
hombre revolucionario que pretende trasformar la realidad
social y cultural del mundo por medio de la palabra.
  La poesía por sí misma no existe ni aun en la copia de las
formas de la naturaleza como pensaban los poetas franceses
del siglo   XVIII .   Esta es materialización del deseo, del amor, del
gozo, del tormento existencial, del rencor, de la angustia; en
suma, del sentimiento y de lo inexorable del tiempo y de la
muerte. Todo aquello que en la existencia es latido y apasio-
namiento toma forma en el lenguaje poético.
  La poesía no tiene como fin explicar nada, ya que es parte
del hombre, se desprende de este y lo trasciende; se trasfor-
ma al fusionarse en la experiencia del lector, si lo hay. La
poesía alienta la actividad espiritual del ser humano revir-
tiendo la vanalidad.
  La palabra antología —anthologia, del griego anthos: flor, y
legein: escoger— significa, como su nombre lo indica, recolec-
tar flores y, en sentido literario, según el Novísimo diccionario
de la lengua castellana, coleccionar, escoger las mejores obras
literarias, en este caso poesías, para hacer un libro.
  Sinónimos de antología son las palabras: guirnaldas, coro-
nas, florilegio, iris, joyel, relicario; o las frases: sarta de per-
las, hebra de luceros, abanico de plumas, redoma de olores,
jardín encantado, luz de aurora, brillo del rocío... y demás con


                                                                         9
que la han distinguido los poetas de todos los tiempos, sin-
     gularizándose los bardos de la literatura árabe, quienes la
     llamaron con las formas más bellas del lenguaje oriental, ta-
     les como: corona de suspiros, celeste hurí, pebetero de aro-
     mas, reguero de estrellas, tesoro del emir, esencia de sándalo,
     santuario del fuego, voces de la alhambra y cajita de mirra.
     Ejemplos de estas magníficas obras fueron la recopilación de
     la Antología gramatical árabe, que realizó el inspirado poeta Sil-
     vestre Sacy, y la compuesta en cien capítulos, Amaruca
     takasura, del cantor de origen hindú Amarva.
       El tiempo ha sido noble con este género literario conser-
     vando en su historia el testimonio de numerosas antologías
     poéticas, por ejemplo:
       A fines del siglo       II   a. de C. el célebre Meleagro de Gadara,
     de origen Sirio, escribió la primera anthologia griega, en la que
     junto con sus poesías recopiló versos de cuarenta y siete
     autores, tanto contemporáneos como anteriores a él, dándo-
     le el título de Corona.
       Constantino Cefalas a su vez, a principios del siglo X, la repro-
     dujo con el título de Anthologia inédita codicis palatini, encerrando
     más de setecientos epigramas contenidos en tres mil versos;
     otros más la retomaron sucesivamente: Filipo de Tesalónica (se-
     gunda mitad del siglo          I   d. de C.), Estrabón de Sardes, contempo-
     ráneo de Séptimo Severo, y el historiador Agatías de Myrina, por
     los años de 527-565, cuyos originales se perdieron.
       De esta anthologia inédita sacó, a su vez, el monje griego
     Máximo Planudius la edición grecolatina de Didot a fines del
     siglo   XIII.   En la Biblioteca palatina de Heidelberg, en el año de
     1616, Soumasie halló la de Constantino Cefalas. Varios erudi-
     tos en la materia como: Fabricio, Joe, Scaliger, C. Binet, Meyer
     y Riese, sucesivamente desde el siglo               XVI ,   dieron forma a la
     Anthologia latina, recopilación tomada de distintas fuentes.


10
La antología poética en general tiene gran importancia di-
dáctica, ya que su contenido, en prosa o versos, expone regu-
larmente y con método los principios, reglas y preceptos del
arte poético, resultando su compilación y lectura útil y con-
veniente para la enseñanza, y por selección de lo más bello
de este género, interesante y recreativa.
  La definición etimológica de la palabra antología, ya mencio-
nada y que se traduce como ramo de bellas flores, no es solo una
imagen literaria, sino la más acertada y correcta traducción.
  La Enciclopedia ilustrada cumbre señala como introductor de
esta forma literaria en España a don Fernando     III,   quien nos
dejó un hermoso ejemplar en su colección Flores de filosofía.
  En este género literario, cultivado posteriormente con fre-
cuencia, destacan entre otros autores: don Juan Alonso de Baena
con su Cancionero general, don Fernando Pérez de Guzmán con
Floresta de filósofos y los miembros de la Biblioteca de autores
españoles, quienes recolectaron una verdadera Guirnalda de ca-
pullos. Como ejemplo de Discurso sobre las flores podemos citar
dentro del Parnaso hispano a la colección que incluye desde los
orígenes de la poesía hasta Garcilaso de la Vega, publicada en
Madrid por la Bilioteca clásica Hernando y prologada por
Menéndez y Pelayo, a la cual se le dio el título de Antología de
poetas castellanos, esta tiene continuidad con la de Ramón
Menéndez Pidal, editada a principios del presente siglo.
  Sin embargo, valiosas opiniones nos dicen que las nota-
bles colecciones de san Fernando Baena, Martínez de Burgos,
Hernando del Castillo Pérez de Guzmán, Esteban de Nájera,
Pedro Espinosa, duque de Riva, Quintana, Durán, Alfay,
Fontanella, Pedro de Serafí, Balaguer, etc., son por su forma
literaria trozos escogidos de obras en prosa y verso que no
deben ser incluidas para su estudio dentro de este género,
aun cuando tienen títulos como: Trozos selectos, Romancero,


                                                                 11
Corona poética, Florilegio, La renaixensa, Llibre d’or y llibres de
     la patria y La fe y el amor. Cabe señalar también que en la Edad
     Media y el Renacimiento la literatura castellana no reconoce
     con el nombre específico de antología a ninguna colección
     selecta de obras poéticas.
       Hechas estas anotaciones no podemos dejar de citar por
     su belleza y contenido didáctico dentro de la literatura hispa-
     na las compilaciones de Pérez Ballesteros, Aldao y Carre, para
     la poesía gallega, y la de Fayos, para la catalana.
       Capítulo aparte, es imprescindible aludir la poesía contem-
     poránea del siglo   XX   y las diversas influencias que esta reci-
     bió de las vanguardias europeas como el surrealismo,
     dadaísmo y expresionismo, entre otras; de la portentosa Ge-
     neración del 27 y; de las dos guerras mundiales, las cuales
     ejercieron una influencia determinante en la actividad poéti-
     ca, marcando el fin de una forma de ver el mundo, destruyen-
     do literalmente sus fundamentos y llevando de manera radical
     al hombre-poeta a replantear su propia realidad.
       En el caso particular de México, en las útlimas décadas, se
     han editado varias antologías, entre ellas: la de Carlos
     Monsiváis, editada por el Fondo de Cultura Económica; la de
     Homero Aridjis, editada por Siglo        XXI;   la de José Emilio
     Pacheco, editada en la colección Clásicos de la Literatura
     Mexicana y; la de Lepoldo Ayala, editada por el      IPN .

       Es menester de esta antología destacar la explosiva veta
     latinoamericana, cuya influencia no solo constituyó un nue-
     vo aliento de mode
       rnidad, sino una absoluta y renovada fuente de expresión
     en el panorama internacional. Borges, Neruda, Octavio Paz,
     Jaime sabines, León Felipe, Miguel Hernández son algunos
     de los poetas que permiten ponderar en toda su magnitud la
     providente aportación poética de las últimas décadas genera-
     da en lengua hispana.
12
D e l m i r a          A g u s t i n i



Nace en Montevideo,          Uruguay, en 1914 y muere en el
año de 1986. Es considerada por unos autores como poeta
posmodernista, lo cierto es que se expone a la condena so-
cial por ser una de las primeras poetisas hispanoamericanas
que habla del amor físico con tal vehemencia como ningún
poeta hispano se había atrevido antes.
  Rubén Darío escribe: “Es la primera vez que en lengua cas-
tellana aparece un alma femenina, con el orgullo de la verdad
de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su
exaltación divina”.
  Según Rodríguez Monegal en Sexo y poesía en el novecientos,
1986, Delmira Agustini se enamoró del escritor antimperialista
argentino Manuel Ugarte. Sin embargo, en 1913 se casó con
Enrique Job Reyes, un hombre totalmente ajeno a la vida inte-
lectual que ella llevaba. A los pocos días se divorció. Y Delmira
regresa en una relación discreta con Manuel Ugarte, siendo sor-
prendida por Job Reyes, quien la asesina y luego se suicida.
  En manuales y antologías se suele incluir a Delmira
Agustini en el apartado de posmodernismo. El término no tiene
razón de subsistir, pues se basa en la ya refutada creencia de
que a la manera de Prosas profanas es todo el modernismo.
Hoy es sabido que este movimiento literario fue mucho más
amplio y vivificante y entre las cosas nuevas a las que ayudó
a cobrar existencia se encuentra la poesía no solo femenina
sino feminista.


                                                                13
E x p l o s i ó n




     ¡Si la vida es amor, bendita sea!
     ¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
     que no valen mil años de la idea
     lo que un minuto azul del sentimiento.


     Mi corazón moría, triste y lento...
     Hoy abre en luz como una flor febea;
     ¡La vida brota como un mar violento
     donde la mano del amor golpea!


     Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
     rotas las alas de mi melancolía;
     como una vieja mancha de dolor
     en la sombra lejana se deslíe...
     ¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
     ¡Mi vida toda es una boca en flor!


14
A m o r




Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un extraño riego.


Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.


Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste;
que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,
sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
como una flor de ruego deshojada por dos...




                                                            15
E l     c i s n e

     Pupila azul de mi parque
     es el sensitivo espejo
     de un lago claro, muy claro!...
     Tan claro que a veces creo
     que en su cristalina página
     se imprime mi pensamiento.


     Flor del aire, flor del agua
     alma del lago es un cisne
     con dos pupilas humanas,
     grave y gentil como un príncipe;
     alas lirio, remos rosa...
     Pico en fuego, cuello triste
     y orgulloso, y la blancura
     y la suavidad de un cisne...


     El ave cándida y grave
     tiene un maléfico encanto:
     —clavel vestido de lirio,
     trasciende a llama y milagro!...
     sus alas blancas me turban
     como dos cálidos brazos;
     ningunos labios ardieron
     como su pico en mis manos;
     ninguna testa ha caído
     tan lánguida en mi regazo;


16
ninguna carne tan viva,
ha padecido o gozado:
viborean en sus venas
filtros dos veces humanos!


Del rubí de la lujuria
su testa está coronada:
y va arrastrando el deseo
en una cauda rosada...


Agua le doy en mis manos
y él parece beber fuego;
y yo parezco ofrecerle
todo el vaso de mi cuerpo...


Y vive tanto en mis sueños,
y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es sólo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante...


Al margen del lago claro
yo le interrogo en silencio...
y el silencio es una rosa

sobre su pico de fuego...
Pero en su carne me habla
y yo en mi carne le entiendo.
—A veces ¡toda!, soy alma;
y a veces ¡toda!, soy cuerpo.—


                                 17
Y vive tanto en mis sueños,
     y ahonda tanto en mi carne,
     que a veces pienso si el cisne
     con sus dos alas fugaces,
     sus raros ojos humanos
     y el rojo pico quemante,
     es sólo un cisne en mi lago
     o es en mi vida un amante...


     Al margen del lago claro
     yo le interrogo en silencio...
     y el silencio es una rosa
     sobre su pico de fuego...
     Pero en su carne me habla
     y yo en mi carne le entiendo.
     —A veces ¡toda!, soy alma;
     y a veces ¡toda!, soy cuerpo.—
     Hunde el pico en mi regazo
     y se queda como muerto...


     Y en la cristalina página,
     en el sensitivo espejo
     del lago que algunas veces
     refleja mi pensamiento,
     el cisne asusta de rojo,
     y, yo de blanca doy miedo!




18
P l e g a r i a



Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
de yo no sé qué formidable raza
en una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dormidos de sus bocas
dan la ceniza negra del Silencio;
mana de las columnas de sus hombros
la mortaja copiosa de la Calma,
y fluye de sus órbitas la noche;
víctimas del Futuro o del Misterio,
en capullos terribles y magníficos
esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?


Piedad para las vidas
que no doran a fuego tus bonanzas,
ni riegan o desgajan tus tormentas;
piedad para los cuerpos revestidos
del armiño solemne de la Calma,
y las frentes en luz que sobrellevan
grandes lirios marmóreos de pureza,
pesados y glaciales como témpanos,
piedad para las manos enguantadas


                                       19
de hielo, que no arrancan
     los frutos deleitosos de la Carne
     ni las flores fantásticas del alma;
     piedad para los ojos que aletean
     espirituales párpados:
     escamas de misterio,
     negros talones de visiones rosas...
     ¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!
     Piedad para las pulcras cabelleras
     “místicas aureolas”
     peinadas como lagos
     que nunca airea el abanico negro,
     negro y enorme de la tempestad;
     piedad para los ínclitos espíritus
     tallados en diamante;
     altos, claros, extáticos
     pararrayos de cúpulas morales;
     piedad para los labios como engarces
     celestes, donde fulge
     invisible la perla de la Hostia;
     “labios que nunca fueron,
     que no apresaron nunca
     un vampiro de fuego
     con más sed y más hambre que un abismo”.
     Piedad para los sexos sacrosantos
     que acorazan de una
     hoja de viña astral la Castidad;
     piedad para las plantas imantadas
     de eternidad, que arrastran
     por el enerno azur
     las sandalias quemantes de sus llagas;
     piedad, piedad, piedad


20
para todas las vidas que defiende
de tus maravillosas intemperies
el mirador enhiesto del Orgullo:
apúntales tus sales o tus rayos...


Eros: ¡acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?...




                                     21
G u a d a l u p e             A m o r

     Nació en 1920        en la ciudad de México. Poetisa contem-
     poránea que ha hecho célebre su nombre literario de Pita Amor.
     Entre la pléyade de la lírica femenina actual ocupa un lugar
     especial.
       Su forma y estilo poético señalan un retorno a las normas
     clásicas de vigorosa métrica castellana, clásica y moderna; al
     mismo tiempo, la esencia de su poesía es un misticismo ator-
     mentado que salpica de destellos narcisistas.
       Espoleada por inquietudes subjetivas y estados de ánimo
     que revelan preocupaciones filosóficas, en sus versos trata
     de levantar una punta del velo de misterios para asomarse a
     lo desconocido y penetrar a sus más recónditos secretos. Para
     establecer sus antecedentes poéticos habría que acudir a los
     místicos del siglo de oro español y remontarse hasta Sor Juana
     Inés de la Cruz.
       Su temática es recurrente a los problemas vitales del espíri-
     tu: el ansia de llegar a Dios, la soledad, la angustia que produce
     el vivir cotidiano, la muerte que se traduce en la nada, en el
     polvo, todos ellos vertidos en una forma directa y, en ocasio-
     nes, brutal y hasta descarnada. Entre sus libros de versos más
     conocidos están: Las décimas a Dios, Polvo y Otro libro de amor.
       Sus primeros volúmenes de versos aparecen en 1914, al-
     canzando un éxito rotundo. A los 27 años empezó a escribir y
     desde entonces no ha dejado de hacerlo.
       El doctor O’Gorman y el doctor Justino Fernández editaron
     sus primeros libros en la editorial Alcancía.


22
C a s a     r e d o n d a




Casa redonda tenía,
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.


Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas,
las dichas muy mal vividas.


Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo malquerido:
redonda, redonda nada.




                               23
P o r    q u é       m e      d e s p r e n d í




         ¿Por qué me desprendí de la corriente
         misteriosa y eterna en la que estaba
         fundida, para ser siempre la esclava
         de este cuerpo tenaz e independiente?


         ¿Por qué me convertí en un ser viviente
         que soporta una sangre que es de lava,
         y la angustiosa oscuridad excava,
         sabiendo que su audacia es impotente?


         ¡Cuántas veces, pensando en mi materia,
         consideréme absurda y sin sentido,
         farsa de soledad y de miseria,
         ridícula criatura del olvido,
         máscara sin valor de inútil feria
         y eco que no proviene del sonido!


24
Viejas    raíces         empolvadas




  Son mis viejas raíces empolvadas
  la extraña clave de mi cautiverio;
  atada estoy al polvo y su misterio,
  llevo ajenas esencias ignoradas.


  En mis poros están ya señaladas
  las cicatrices de un eterno imperio,
  el polvo en mí ha marcado su cauterio;
  soy víctima de culpas olvidadas.


  Nada tengo que ver con lo que siento,
  soy cómplice infeliz de algo más alto
  y en polvorienta forma me presiento.


  Mas conquistando el aire por asalto,
  yo lograré, con mi angustioso aliento,
  a las nuevas raíces sobresalto.


                                           25
S o n e t o        a r d e c o




     Anoche tuve un sueño aletargante
     tú tenías doscientos invitados
     tú jugabas con ellos a los dados
     y llevabas un frac muy elegante


     estaba demudado tu semblante.
     Yo observaba en tu rostro mil pecados
     tú tenías conmigo mil cuidados
     mi pulso era de seda zigzagueante.


     Me mirabas con ansias esenciales
     con deseos de mí municipales
     y bailaste conmigo un largo vals
     llevando con tus pies todo el compás.


     Tus invitados ya se habían marchado.
     Aquella fue una noche de pecado
     me acerqué hasta tu puerta


     temerosa intenté tocar la aldaba.
     Una tarde despierta en el muro dejaba
     esplendores la flor de la guayaba.


26
Yo vi tu puerta blanqueada
como un sepulcro vacío.
Yo escalé el escalofrío
la noche estaba estrellada


el lucero recamaba
el agua corría en el río
y tu amor en mi desvío.
Tu puerta estaba vedada


había una luz que se huía
por una hendidura fría.
Yo me quedé ante tu puerta


casi viva casi muerta.
Me fugué por la explanada
de cemento de la nada.


En mi lecho anestesiado
tuve un sueño de cometa
de barcos, velas, veletas
tuve un sueño de pecado


un sueño como blindado
de treinta puertas secretas
y de misteriosas grietas,
un sueño casi sellado.


Soñé que estabas conmigo
tú eras mi solo testigo.
Soñé que me penetrabas




                              27
que con lascivia me amabas
     y tu cuerpo con el mío
     formaban sólo el vacío.




28
P o r f i r i o          B a r b a          J a c o b



Nació en Santa Rosa Antioquia,                 Colombia, en el año
de 1883. Su verdadero nombre fue Miguel Ángel Osorio. Des-
pués de usar los seudónimos Maín Ximénez y Ricardo Arena-
les, finalmente tomó el de Porfirio Barba Jacob. Muere en
México en el año de 1942.
  Marcelini Menéndez y Pelayo menciona que Jacob fue un
catalán a quien procesó la inquisición por creerse la Santísi-
ma Trinidad. En 1907, se estableció en Monterrey, México, en
donde alentó los comienzos literarios de Alfonso Reyes. En
Guatemala se hizo amigo de Rafael Arévalo Martínez, quien
lo retrató como: “el hombre que parecía un caballo”. En 1914,
asumió el papel de poeta maldito.
  El propio Barba Jacob refiere: “mi plan es asombrar a los
burgueses... Pregono mi verbo feliz, mi gracia para el chiste,
mi homosexualidad, mis deudas, mi beodez”.
  En el mandato del presidente Plutarco Elías Calles fue ex-
pulsado de México por sus editoriales contra el gobierno.
Volvió durante el cardenalismo para combatirlo en los
perifonemas de Últimas noticias que escribió con Salvador Novo.
  Es considerado poeta del vitalismo y también de la deses-
peranza, a pesar de su voluntaria marginación.
  Entre algunas de sus obras se encuentran: Poemas intempo-
rales, Canciones y elegías, Flores negras y Canción de la vida profun-
da. Fue en México donde realizó la parte más importante de




                                                                     29
su obra, por ello se justifica que la Antología de poesía mexica-
     na contemporánea 1929 lo incluya, no obstante ser colombiano.




30
Canción          de     la    vida        profunda



               El hombre es cosa vana, variable y ondeante...
                                                   Montaigne



Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga y abierta como el mar.


Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.


Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
—¡niñez en el crepúsculo!, ¡lagunas de zafir!—
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.


Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña oscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.


Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos
que nos depara en vano su carne la mujer:


                                                                31
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
     la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.


     Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
     como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
     El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
     y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.


     Mas hay también ¡oh Tierra! Un día... un día... un día
     en que levamos anclas para jamás volver...
     Un día en que discurren vientos ineluctables.
     ¡Un día en que ya nadie nos puede retener!




32
S a b i d u r í a




Nada a las fuerzas próvidas demando,
pues mi propia virtud he comprendido.
Me basta oír el perennal ruido
que en la concha marina está sonando.


Y un lecho duro y un ensueño blando;
y ante la luz, en vela mi sentido
para advertir la sombra que al olvido
el ser impulsa y no sabemos cuándo...


Fijar las lonas de mi móvil tienda
junto a los calcinados precipicios
de donde un soplo de misterio ascienda;


y al amparo de númenes propicios,
en dilatada soledad tremenda
bruñir mi obra y cultivar mis vicios.


                                          33
F u t u r o




     Decid cuando yo muera... (¡y el día está lejano!):
     Soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
     en el vital deliquio por siempre insaciado,
     era una llama al viento...


     Vagó, sensual y triste, por islas de su América;
     en un pinar de Honduras vigorizó el aliento,
     la tierra mexicana le dio su rebeldía,
     su libertad, sus ímpetus... Y era una llama al viento.


     De simas no sondadas subía a las estrellas;
     un gran dolor incógnito vibraba por su acento;
     fue sabio en sus abismos, —y humilde, humilde, humilde,
     porque no es nada una llamita al viento...


     Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,
     que nunca humana lira jamás esclareció,
     y nadie ha comprendido su trémulo lamento...
     Era una llama al viento y el viento la apagó.


34
M a r i o         B e n e d e t t i



Nace en 1920       en Paso de los Toros, Uruguay. Es uno de
los más fecundos y leídos escritores uruguayos contemporá-
neos. Su obra publicada abarca, con igual brillantez, los más
diversos géneros: novela, cuento, poesía, teatro, ensayo y can-
ciones populares. El éxito de sus obras, nacional e internacio-
nal, se debe sin duda, a su habilidad como observador de la
realidad. Los personajes de Benedetti pertenecen a la clase media
de su país, reflejan sus fustraciones, nostalgias, sus pasiones
y su inconformidad. Es un escritor comprometido que utiliza
todos los medios a su alcance, incluyendo la literatura, para
luchar contra los problemas del régimen.
  Su producción poética comienza en 1945 con la Víspera in-
deleble, Sólo mientras tanto y Poemario, cuyos temas principa-
les son la soledad del hombre que ha perdido a Dios y el
amor. Poemas de oficina y Poemas de hoyporhoy son dos libros
que marcan el inicio de una segunda etapa en la que el poeta
se encuentra consigo mismo, con su vida interior caracteri-
zada por su escepticismo, desesperanza y rebeldía, actitudes
que son la nota dominante de su actividad literaria. En No-
ción de patria, Benedetti ahonda cada vez más en su mundo
personal y deja oír una voz nueva, intensa, en la poesía del
Río de la Plata. Posteriormente publica Próximo prójimo, Contra
los puentes levadizos y A ras de sueño, revelando una mayor
preocupación por la forma y una apertura afectiva y solidaria
hacia el “próximo prójimo” que sufre.


                                                                35
Su primer libro de cuentos, Montevideanos, y su primera no-
     vela, La tregua, publicados ambos en 1959, marcaron el des-
     plazamiento definitivo de la tradicional temática rural a la
     urbana en la novelística uruguaya.
       En su serie de cuentos El último viaje, Esta mañana y Gracias
     por el fuego, deja ver la penetrante crítica de una sociedad
     minada por el conformismo y la complacencia, mientras se da
     la mano con una concepción moderna del estilo y la estructu-
     ra narrativa.




36
B i e n v e n i d a




Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
                ni más dócil
                               ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero


después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco


yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie


tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros


                                                37
no olvides que tu rostro
     me mira como pueblo
     sonríe y rabia y canta
     como pueblo
     y eso te da una lumbre
                                inapagable


     ahora no tengo dudas
     vas a llegar distinta y con señales
     con nuevas
                  con hondura
                                 con franqueza
     sé que voy a quererte        sin preguntas
     sé que vas a quererme         sin respuestas.




38
H a g a m o s        u n      t r a t o

            Cuando sientas tu herida sangrar
            cuando sientas tu voz sollozar
            cuenta conmigo.


            (de una canción de Carlos Puebla)


      Compañera
      usted sabe
      que puede contar
      conmigo
      no hasta dos
      o hasta diez
      sino contar
      conmigo


      si alguna vez
      advierte
      que la miro a los ojos
      y una veta de amor
      reconoce en los míos
      no alerte sus fusiles
      ni piense qué delirio
      a pesar de la veta
      o tal vez porque existe
      usted puede contar
      conmigo


                                                39
si otras veces
     me encuentra
     huraño sin motivo
     no piense qué flojera
     igual puede contar
     conmigo


     pero hagamos un trato
     yo quisiera contar
     con usted
                 es tan lindo
     saber que usted existe
     uno se siente vivo
     y cuando digo esto
     quiero decir contar
     aunque sea hasta dos
     aunque sea hasta cinco
     no ya para que acuda
     presurosa en mi auxilio
     sino para saber
     a ciencia cierta
     que usted sabe que puede
     contar conmigo.




40
T e     q u i e r o




Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia


   si te quiero es porque sos
  mi amor mi cómplice y todo
  y en la calle codo a codo
  somos mucho más que dos


tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro


tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía


                                41
si te quiero es porque sos
       mi amor mi cómplice y todo
       y en la calle codo a codo
       somos mucho más que dos


     y por tu rostro sincero
     y tu paso vagabundo
     y tu llanto por el mundo
     porque sos pueblo te quiero


     y porque amor no es aureola
     ni cándida moraleja
     y porque somos pareja
     que sabe que no está sola


     te quiero en mi paraíso
     es decir que en mi país
     la gente viva feliz
     aunque no tenga permiso


       si te quiero es porque sos
       mi amor mi cómplice y todo
       y en la calle codo a codo
       somos mucho más que dos.




42
S o l e d a d e s




Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
                           no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve
                                    presoledad


después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad


ya sé que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
                solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan


y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo


                                                 43
los datos objetivos son como sigue


     hay diez centímetros de silencio
          entre tus manos y mis manos
     una frontera de palabras no dichas
          entre tus labios y mis labios
     y algo que brilla así de triste
           entre tus ojos y mis ojos


     claro que la soledad no viene sola


     si se mira por sobre el hombro mustio
     de nuestras soledades
     se verá un largo y compacto imposible
     un sencillo respeto por terceros o cuartos
     ese percance de ser buenagente


     después de la alegría
     después de la plenitud
     después del amor
                         viene la soledad


     conforme
                  pero
     qué vendrá después
     de la soledad


     a veces no me siento
                              tan solo
     si imagino
     mejor dicho si sé




44
que más allá de mi soledad
                             y de la tuya
otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después
                     de la soledad.




                                            45
S a b e r t e         a q u í




      Podés querer el alba
      cuando quieras
      he conservado intacto
      tu paisaje
      podés querer el alba
      cuando ames
      venir a reclamarte
      como eras


      aunque ya no seas vos
      aunque mi amor te espere
      quemándose en tu azar
      y tu sueño sea eso
      y mucho más


      esta noche otra noche
      aquí estarás
      y cuando gima el tiempo
      giratorio
      en esta paz ahora
      dirás
      quiero esta paz


46
ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio
corazón sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí


he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos


podés querer el alba
cuando quieras
venir a reclamarte
como eras
aunque el pasado sea
despiadado
y hostil


aunque contigo traigas
dolor y otros milagros
aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí.




                          47
T o d a v í a




     No lo creo todavía
     estás llegando a mi lado
     y la noche es un puñado
     de estrellas y de alegría


     palpo gusto escucho y veo
     tu rostro tu paso largo
     tus manos y sin embargo
     todavía no lo creo


     tu regreso tiene tanto
     que ver contigo y conmigo
     que por cábala lo digo
     y por las dudas lo canto


     nadie nunca te reemplaza
     y las cosas más triviales
     se vuelven fundamentales
     porque estás llegando a casa


     sin embargo todavía
     dudo de esta buena suerte
     porque el cielo de tenerte
     me parece fantasía


48
pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro


y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido


y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
           todavía.




                                   49
Manuel            Benítez           Carrasco



     En su historia y antología de la poesía española, Federico
     Sainz de Robles dice:


       Don Manuel nació en el barrio de Albayacín de Granada en el
       año de 1924, ha colaborado en varias revistas literarias, magní-
       fico recitador, ha dado numerosos recitales siendo unánimemente

       elogiado por la crítica. Benítez Carrasco es, a nuestro gusto, uno
       de los poetas españoles contemporáneos más interesantes. Den-
       tro de la lírica del neopopulismo, posee una voz propia, humil-

       dad cálida, colorido espléndido de gamas y matices.


       Desde sus primeros años de estudiante con los jesuitas
     en Loulé, Portugal, llamó su atención la poesía mística, te-
     mática que cultivó hasta los últimos días de su muerte, ocu-
     rrida el 25 de noviembre de 1999, en Granada, España.
       La poesía de Manuel Benítez Carrasco se multiplicó en muy
     diversos temas, sin perder su sello poético personal. Entre
     estos destacan: el agua, el árbol y la madera; porque, como él
     dijo: “siempre llevo en la memoria el olor de la viruta de la
     carpintería de mi padre”.
       Entre sus obras publicadas se cuentan: La muerte pequeña,
     El oro y el barro, Cuando pasa el toro y Mi barca.




50
M i      b a r c a



                      A Beatriz Parra




La barca... la barca...
                          Así:
sólo con decir: La barca,
huele a marisma la boca
y sabe a sal la palabra.


La barca... la barca...
                      Así:
con sólo decir: La barca.


¿Qué cuánto quiero por ella...?
¡Venga conmigo a la playa!


Por una quilla de oro
y dos remos de esmeralda,
le vendo... el aire que hay dentro.
Por una rosa de nácar,
...la arena donde se acuesta.


Y por un timón de plata,
ese mar en dormivela


                                        51
en el fondo de la barca,
     donde estrellas marineras
     reman de noche a sus anchas.


     Aire, arena y agua. ¡Todo
     lo vendo... menos la barca!


     Aquí la tiene: bonita
     como novia enamorada
     por la quilla, sueño verde,
     por la vela, nube blanca.


     Cuando está en la playa pienso:
     ¿...si soñará con el agua...?
     Cuando está en el agua, digo:
     ¿...si soñará con la playa...?


     La trato como a una mujer,
     y así está ella: le saltan
     la presunción y el orgullo
     cuando duerme y cuando anda.


     ...Con decirle... ¡que le viene
     pequeña toda la playa!


     Que en esto de los amores,
     mujer y barca, se pasan
     de orgullosas, por queridas,
     de presumidas, por guapas.


     ...¡Y cuando se lanza al mar,
     además de guapa, brava...!


52
Mete el pecho, hunde el casco,
se enjoya de espuma blanca,
cruje el agua en las amuras,
ella, altiva, la rechaza,
y cuando se deja atrás
la nieve, el oro y el nácar,
se esponja, se empina, se
contonea y se acicala,
como hembra que se sabe
fina, bonita y en andas.


¡Una reina, no sería
tan reina como mi barca!


...¡Y si viera cuando corre...!
¡Caballo con la crin blanca,
que va levantando polvo
de espuma sobre esmeralda!


Algunas noches la luna
suele tirar sobre el agua
un rayo que dicen que es
un camino o una espada.
Y yo sé que no es un rayo,
sino una alfombra de plata
que va tendiendo la luna
para que pase mi barca.
Y en esas noches de luna
se pone a bailar mi barca,
bate de cola la espuma
peina la vela salada.




                                  53
Y, al embrujo de su baile,
     el mar se enamora y baila.
     Y mientras que las estrellas
     se asoman a las ventanas
     para llevar el compás
     con sus manitas de plata,
     baila el viento con la vela,
     baila el remo con el agua,
     bailan la luna y el pez,
     la sombra y la luz, y bailan
     el timón con las espumas
     y las olas con mi barca.


     ...¿Qué cuánto quiero por ella...?
     Mi barca no es sólo barca:
     cuna, mástil, timón, remo,
     quilla verde y vela blanca.
     Mi barca es la sal del mar,
     que se hizo piropo y gracia,
     con un nombre: Soledad,
     sobre este nombre: Mi barca.


     Mi barca... mi barca...
                                Así:
     con sólo decir: mi barca,
     huele a marisma la boca
     y sabe a sal la palabra.


     ...¿Qué cuánto quiero por ella...?
     ¡Mi barca no es sólo barca!




54
L e c c i ó n      d e      g e o g r a f í a

                         El amor, punto cardenal.
                            A Pilar y Alfonso Peña



       Yo no sé nada de nada.


         Francia, al Norte...
       al Sur, Granada...
       oro y fuego, al Ecuador...
       al Oeste, Portugal...


                 ¿Y el amor?
       ¿Es que el amor se ha quedado
       sin su punto cardinal?...


         ¡Pues yo lo tengo anotado
       en mi pobre geografía:


         Al Norte, tú, noche y día;
         al Sur, tú, tarde y aurora;
         al Este, tú, vida mía,
         y al Oeste, hora tras hora.


         Oro y fuego al Ecuador...
         Mallorca y Venecia al Este...
                    ¿Y el amor?
         ¡Norte, Sur, Este y Oeste!


                                                     55
Romancillo del niño que todo lo quería ser




              El niño quiso ser pez;
              metió los pies en el río.
              ...Estaba tan frío el río,
              que ya no quiso ser pez.


              El niño quiso ser pájaro;
              se asomó al balcón del aire.
              ...Estaba tan alto el aire
              que ya no quiso ser pájaro.


              El niño quiso ser perro;
              se puso a ladrar a un gato.
              ...Lo trató tan mal el gato
              que ya no quiso ser perro.


              El niño quiso ser hombre;
              empezó a ponerse años.
              ...Le estaban tan mal los años
              que ya no quiso ser hombre.


              Y ya no quiso crecer;
              no quería crecer el niño.
              Se estaba tan bien de niño...
              Pero tuvo que crecer.


56
Y en una tarde, al volver
a su placeta de niño,
el hombre quiso ser niño...
pero ya no pudo ser.




                              57
Solea    del      amor         indiferente



             Ni rencores ni perdón.
             No me grites; no me llores;
             lo nuestro ya se acabó.


             ¿Rencores?... ¿Por qué rencores?
             No le va a mi señorío
             guardarle rencor a un río
             que fue regando mis flores.
             Tú me diste los mejores
             cristales de tu corriente.
             Y no sería decente
             maldecirte, por despecho,
             si sé que tienes derecho
             a dar o negar la fuente.


             Debo estarte agradecido
             por tu generosidad;
             tú me diste, por bondad,
             lo que yo di por cumplido.
             Me brindaste tu latido,
             tu boca nunca besada,
             tu carne nunca estrenada,
             tus ojos siempre esperando
             con dos ojeras temblando
             debajo de la mirada.


58
Me diste el primer te quiero
que es el que más atosiga,
y, llenita de fatiga,
me diste el beso primero.
Y hasta que llegó a tu alero
aquel mal viento ladrón,
yo sé que tu corazón
fue mío por vez primera,
y sólo mía la acera
debajo de tu balcón.


Por eso, yo, bien nacido,
no te odio ni te aborrezco;
al contrario: te agradezco
todo cuanto me has querido.
No me importa si te has ido
con tu barca hacia otro mar.
Que yo no te puedo odiar
por esta mala partida,
porque odiar es en la vida
un cierto modo de amar.


No vengas ahora a mi lado
para pedirme perdón.
El perdón es la razón
de volver a lo pasado.
Y lo pasado, acabado,
qué pasó... por qué pasó.
Déjame que viva yo
sin perdón y sin rencores.
No me grites... no me llores.
Lo nuestro ya se acabó.


                                59
Solea    del      amor           desprendío




             Mira si soy desprendío
             que ayer, al pasar el puente
             tiré tu cariño al río.
             Y tú bien sabes por qué
             tiré tu cariño al río.
             Porque era anillo de barro
             mal tasao y mal vendío
             y porque era flor sin alma
             de un abril en compromiso,
             que puso en zarzas y espinas
             un fingimiento de lirios.


             Tiré tu cariño al río
             porque era una planta amarga
             dentro de mi huerto limpio.
             Tiré tu cariño al agua
             porque era una mancha negra
             sobre mi fachada blanca.
             Tiré tu cariño al río
             porque era mala cizaña
             quitando savia a mi trigo
             y tiré todo tu amor
             porque era muerte en mi carne
             y era agonía en mi voz.


60
Tú fuiste flor de verano,
sol de un beso y luz de un día.
Yo te acunaba en mi mano
y en mi mano te cuidaba
y tú, por pagarme, herías
la mano que te acunaba.
Pero al hacerlo olvidabas,
tal vez por ingenuidad,
que te di mis sentimientos
no por tus merecimientos
sino por mi voluntad.


Yo no puse en compraventa
mi corazón encendío;
y has de tener muy en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprao ni vendío,
sino que lo regalé.
Porque yo soy desprendío;
por eso te di mi rosa
sin habérmela pedío;
porque yo soy desprendío
y doy las cosas sin ver
si se las han merecío.
Por eso te di mi vela,
te di el vino de mi jarro,
las llaves de mi cancela
y el látigo de mi carro.


Ya ves si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.


                                  61
E l   á r b o l        s e c o




      El árbol estaba seco;
      de savia no le quedó
      ni un clavito que clavarle
      al zapato de una flor.


      ...Pero estaba tan a gusto
      sequito, tomando el sol...


      Tenía ya muchos años,
      es cierto; mucho temblor;
      era como un viejecito
      de palo tomando el sol.


      Pero estaba tan a gusto
      el viejo tomando el sol...


      Como un niño mal criado
      vino un viento y lo empujó;
      el árbol no tuvo donde
      apoyarse y se cayó.


62
Con lo a gusto que él estaba
sequito tomando el sol...


Llegaron dos carpinteros,
también llegó un labrador;
¡ay, cómo temblaba el árbol
de miedo cuando los vio!


Y se bebió de un buen trago
su último rayo de sol.


Con sus cortas ramas hizo
una cerca el labrador;
con ella cercó su huerto
y el árbol se sonrió...


porque convertido en cerca
seguiría tomando el sol.


De su tronco diez mortajas
un carpintero ensambló;
¡qué dolor en la memoria
tiene el árbol, qué dolor,


al recordar cuando estaba
sequito tomando el sol!


Pero el otro carpintero
hizo, con manos de amor,
diez cunas como diez nidos
para diez niños en flor.




                               63
Y el árbol sintió que mayo
     le tocaba el corazón.


     Porque convertirse en cuna
     era ser de nuevo flor,
     pájaro, temblor y nido,
     fruto, latido y canción.


     Y sobre todo, el buen árbol
     se creyó abuelo y creyó
     que en sus diez ramas dormían
     diez nietecitos de sol.


     ¡Y se sintió más a gusto
     que cuando estaba en el campo
     sequito, tomando el sol!




64
J o r g e        L u i s       B o r g e s



El escritor tan admirado           por su brillantez y fantasía,
Jorge Luis Borges, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1899
y murió en 1986 en Ginebra, Suiza.
  En 1914, vivió en Suiza, país donde el joven Borges realiza
sus estudios; además de francés aprende el alemán; así pene-
tra en la literatura de esas lenguas y también en sus doctrinas
filosóficas. Lee en abundancia libros que dejan huella en su
espíritu, entre otros los de Flaubert: “el de la palabra justa”.
  Se traslada a España y vive sucesivamente en Barcelona,
Sevilla y Madrid. Tiene entonces veinte años; pero a pesar de
su juventud cuenta ya con una arraigada fama literaria y apa-
rece como un entusiasta propagandista del ultraísmo; escri-
bió, influido por esa tendencia, obras que destruyó después.
  Regresa a Argentina en 1921, donde toma parte en aspec-
tos políticos. Sin embargo, el peronismo le colmó de humilla-
ciones; transcurrieron entonces años difíciles que obligaron
al poeta a prodigar sus actividades en clases, conferencias,
traducciones, trabajos editoriales. Caído el dictador, Borges
fue designado director de la biblioteca de la Universidad de
Buenos Aires, donde también impartió la cátedra de literatu-
ra inglesa.
  Su talento, su vigor lírico y su inquietud filosófica lo lleva-
ron a una poesía singular más honda y universal. En 1923,
aparece su libro Fervor de Buenos Aires (de poemas). En 1932
Discusión (ensayos breves). En 1935, publica La historia uni-


                                                                   65
versal de la infamia (colección de narraciones). En 1944, apare-
     ce Ficciones y El Aleph (colección de cuentos fantásticos), lo-
     grando su consagración literaria. Entre sus títulos posteriores
     sobresalen: El hacedor, El informe de Brodie, El oro de los ti-
     gres, El libro de arena, Historia de la eternidad, Evaristo Carriego
     y Otras inquisiciones.




66
I n s t a n t e s




Si pudiera vivir nuevamente mi vida.


En la próxima trataría de cometer más errores.


No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.


Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas
cosas con seriedad. Sería menos higiénico.


Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atar-
                                                     [deceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.


Iría a más lugares a donde nunca he ido, comería más helados y
menos habas, tendría más problemas reales y menos imagi-
                                                       [narios.


Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
                                                         [cada
minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.


Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos
                                                  [momentos.


                                                              67
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momen-
                                                             [tos; no
     te pierdas el ahora.


     Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un
                                                     [termómetro,
     una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si
                                                             [pudiera
     volver a vivir, viajaría más liviano.


     Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a prin-
                                                            [cipios de
     la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.


     Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
                                                            [y jugaría
     con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.


     Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.




68
P o e m a        d e     l o s      d o n e s



                          A María Esther Vázquez




Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.


De esta ciudad de libros hizo dueños
A unos ojos sin luz, que sólo pueden
Leer en las bibliotecas de los sueños
Los incesantes párrafos que ceden


Las albas a su afán. En vano el día
Les prodiga sus libros infinitos,
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.


De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esta alta y honda biblioteca ciega.




                                                   69
Enciclopedias, atlas, el Oriente
     Y el Occidente, siglos, dinastías,
     Símbolos, cosmos y cosmogonías
     Brindan los muros, pero inútilmente.


     Lento en mi sombra, la penumbra hueca
     Exploro con el báculo indeciso,
     Yo, que me figuraba el Paraíso
     Bajo la especie de una biblioteca.


     Algo, que ciertamente no se nombra
     Con la palabra “azar”, rige estas cosas;
     Otro ya recibió en otras borrosas
     Tardes los muchos libros y la sombra.


     Al errar por las lentas galerías
     Suelo sentir con vago horror sagrado
     Que soy el otro, el muerto, que habrá dado
     Los mismos pasos en los mismos días.


     ¿Cuál de los dos escribe este poema
     De un yo plural y de una sola sombra?
     ¿Qué importa la palabra que me nombra
     Si es indiviso y uno el anatema?


     Groussac o Borges, miro este querido
     Mundo que se deforma y que se apaga
     En una pálida ceniza vaga
     Que se parece al sueño y al olvido.




70
L o s      B o r g e s




Nada o muy poco sé de mis mayores
Portugueses, los Borges: vaga gente
Que prosigue en mi carne, oscuramente,
Sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido
Y ajenos a los trámites del arte,
Indescifrablemente forman parte
Del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,
Son Portugal, son la famosa gente
Que forzó las murallas del Oriente
Y se dio al mar y al otro mar de arena.
Son el rey que en el místico desierto
Se perdió y el que jura que no ha muerto.


                                            71
L o s      e s p e j o s




     Yo que sentí el horror de los espejos
     No sólo ante el cristal impenetrable
     Donde acaba y empieza, inhabitable,
     Un imposible espacio de reflejos


     Sino ante el agua especular que imita
     El otro azul en su profundo cielo
     Que a veces raya el ilusorio vuelo
     Del ave inversa o que un temblor agita


     Y ante la superficie silenciosa
     Del ébano sutil cuya tersura
     Repite como un sueño la blancura
     De un vago mármol o una vaga rosa,


     Hoy, al cabo de tantos y perplejos
     Años de errar bajo la varia luna,
     Me pregunto qué azar de la fortuna
     Hizo que yo temiera los espejos.




72
Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,
Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.


Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.


Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.


Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.


Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.


Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio




                                             73
De cada día incluya el ilusorio
     Orbe profundo que urden los reflejos.


     Dios (he dado en pensar) pone un empeño
     En toda esa inasible arquitectura
     Que edifica la luz con la tersura
     Del cristal y la sombra con el sueño.


     Dios ha creado las noches que se arman
     De sueños y las formas del espejo
     Para que el hombre sienta que es reflejo
     Y vanidad. Por eso nos alarman.




74
Otro       poema           de     los    dones




Gracias quiero dar al divino
laberinto de los afectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,
por el fulgor del fuego
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro
     antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa
que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura
arrean los animales y el alba,


                                                       75
por la mañana en Montevideo,
     por el arte de la amistad,
     por el último día de Sócrates,
     por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
     de una cruz a otra cruz,
     por aquel sueño de Islam que abarcó
     mil noches y una noche,
     por aquel otro sueño del infierno,
     de la torre del fuego que purifica
     y de las esferas gloriosas,
     por Swedenborg,
     que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
     por los ríos secretos e inmemoriales
     que convergen en mí,
     por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
     por la espalda y el arpa de los sajones,
     por el mar, que es un desierto resplandeciente
     y una cifra de cosas que no sabemos
     y un epitafio de los vikings,
     por la música verbal de Inglaterra,
     por la música verbal de Alemania,
     por el oro, que relumbra en los versos,
     por el épico invierno,
     por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei
          per Francos,
     por Verlaine, inocente como los pájaros,
     por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
     por las rayas del tigre,
     por las altas torres de San Francisco y de la isla de
         Manhattan,
     por la mañana en Texas,
     por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral


76
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba,
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez,
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un
    principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines
o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron
     el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Francis Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.




                                                       77
E l     G o l e m          [ I I ]




     Si (como el griego afirma en el Cratilo)
     El nombre es arquetipo de la cosa,
     En las letras de “rosa” está la rosa
     Y todo el Nilo en la palabra “Nilo”.


     Y, hecho de consonantes y vocales,
     Habrá un terrible Nombre, que la esencia
     Cifre de Dios y que la Omnipotencia
     Guarde en letras y sílabas cabales.


     Adán y las estrellas lo supieron
     En el Jardín. La herrumbre del pecado
     (Dicen los cabalistas) lo ha borrado
     Y las generaciones lo perdieron.


     Los artificios y el candor del hombre
     No tienen fin. Sabemos que hubo un día
     En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
     En las vigilias de la judería.


78
No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.


Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
De letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,


La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
Labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.


El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.


Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
De Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquéllos, Otros.


(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)


El rabí le explicaba el universo:
“Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga.”


                                                79
Y logró, al cabo de años, que el perverso
     Barriera bien o mal la sinagoga.


     Tal vez hubo un error en la grafía
     O en la articulación del Sacro Nombre;
     A pesar de tan alta hechicería,
     No aprendió a hablar el aprendiz de hombre.


     Sus ojos, menos de hombre que de perro
     Y harto menos de perro que de cosa,
     Seguían al rabí por la dudosa
     Penumbra de las piezas del encierro.


     Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
     Ya que a su paso el gato del rabino
     Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
     Pero, a través del tiempo, lo adivino.)


     Elevando a su Dios manos filiales,
     Las devociones de su Dios copiaba
     O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
     En cóncavas zalemas orientales.


     El rabí lo miraba con ternura
     Y con algún horror. “¿Cómo (se dijo)
     Pude engendrar este penoso hijo
     Y la inacción dejé, qué es la cordura?”


     “¿Por qué di en agregar a la infinita
     Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
     Madeja que en lo eterno se devana,
     Di otra causa, otro efecto y otra cuita?”


80
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?




                                        81
A l     i d i o m a        a l e m á n




     Mi destino es la lengua castellana,
     El bronce de Francisco de Quevedo,
     Pero en la lenta noche caminada
     Me exaltan otras músicas más íntimas.
     Alguna me fue dada por la sangre
     —Oh voz de Shakespeare y de la Escritura—,
     Otras por azar, que es dadivoso,
     Pero a ti, dulce lengua de Alemania,
     Te he elegido y buscado, solitario.
     A través de vigilias y gramáticas,
     De la jungla de las declinaciones,
     Del diccionario, que no acierta nunca
     Con el matiz preciso, fui acercándome.
     Mis noches están llenas de Virgilio,
     Dije una vez; también pude haber dicho
     De Hölderlin y de Angelus Silesius.
     Heine me dio sus altos ruiseñores;
     Goethe, la suerte de un amor tardío,
     A la vez indulgente y mercenario;
     Keller, la rosa que una mano deja
     En la mano de un muerto que la amaba
     Y que nunca sabrá si es blanca o roja.
     Tú, lengua de Alemania, eres tu obra


82
Capital: el amor entrelazado
De las voces compuestas, las vocales
Abiertas, los sonidos que permiten
El estudioso hexámetro del griego
Y tu rumor de selvas y de noches.
Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde
De los años cansados, te diviso
Lejana como el álgebra y la luna.




                                       83
A     I s l a n d i a




     De las regiones de la hermosa tierra
     Que mi carne y su sombra han fatigado
     Eres la más remota y la más íntima,
     Última Thule, Islandia de las naves,
     Del terco arado y del constante remo,
     De las tendidas redes marineras,
     De esa curiosa luz de tarde inmóvil
     Que efunde el vago cielo desde el alba
     Y del viento que busca los perdidos
     Velámenes del viking. Tierra sacra
     Que fuiste la memoria de Germania
     Y rescataste su mitología
     De una selva de hierro y de su lobo
     y de la nave que los dioses temen,
     Labrada con las uñas de los muertos.
     Islandia, te he soñado largamente
     Desde aquella mañana en que mi padre
     Le dio al niño que he sido y que no ha muerto
     Una versión de la Völsunga Saga
     Que ahora está descifrando mi penumbra
     Con la ayuda del lento diccionario.
     Cuando el cuerpo se cansa de su hombre,
     Cuando el fuego declina y ya es ceniza,


84
Bien está el resignado aprendizaje
De una empresa infinita; yo he elegido
El de tu lengua, ese latín del Norte
Que abarcó las estepas y los mares
De un hemisferio y resonó en Bizancio
Y en las márgenes vírgenes de América.
Sé que no la sabré, pero me esperan
Los eventuales dones de la busca,
No el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
Los astros o la serie de los números...
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.




                                             85
J o s é       Á n g e l       B u e s a



     Nació en 1910 en Cuba, de donde salió un día para no
     volver jamás; vivió en México, en el Distrito Federal y
     Monterrey, trabajando para la radio, que era la actividad a la
     que se dedicaba en su isla natal.
       Residió también en Miami y siguió vagando por “ahí”, como
     lo refiere en su poesía.
       Los que lo conocieron han muerto ...las nuevas generacio-
     nes no saben de él, dónde falleció ni conocen de su inmensa
     sensibilidad, como si él mismo no hubiera querido dejar tras
     sí la menor huella... según las frases de sus poemas.




86
Poema         para       el    crepúsculo

                          I


Hora de soledad y de melancolía
en que casi es de noche y casi no es de día.
Hora para que vuelva todo lo que se fue.
Hora para estar triste, sin preguntar por qué.


Todo empieza a morir cuando nace el olvido,
y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido...
¡Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta
de un gran amor dormido que de pronto despierta!


                         II


Viendo pasar las nubes se comprende mejor
que, así como ellas cambian, va cambiando el amor;
y aunque decimos: “Todo se olvida, todo pasa...”
en la ceniza, a veces, nos sorprende una brasa.


Porque es triste creer que se secó una fuente,
y que otro bebe el agua que brota nuevamente;
o una estrella apagada que vuelve a ser estrella,
y ver que hay otros ojos que están fijos en ella.


Decimos: “Todo pasa, porque todo se olvida...”
y el recuerdo entristece lo mejor de la vida.


                                                     87
III


     Apenas ha durado para amarte y perderte
     este amor que debía durar hasta la muerte.
     Fugaz como el contorno de una nube remota,
     tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota.


     Tu amor cuando era mío, no me pertenecía,
     hoy, aunque vas con otro, quizás eres más mía.
     Tu amor es como el viento que cruza de repente:
     Ni se ve ni se toca, pero existe y se siente.


     Tu amor es como un árbol que renunció a su altura,
     pero cuyas raíces abarcan la llanura.
     Tu amor me negó siempre lo poco que pedí
     y hoy me da esta alegría de estar triste por ti.


     Y, aunque creí olvidarte pienso en ti todavía,
     cuando, aún sin ser de noche, dejó de ser de día...




88
P o e m a        d e     l a    c u l p a




Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala, Señor, porque la culpa es mía.


Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.
Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo,
mis labios están dulces por ese amor amargo.


Ella fue como un agua callada que corría...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.
Perdónala, Señor, Tú, que le diste a ella
su frescura de lluvia y su esplendor de estrella.


Su alma era transparente como un vaso vacío.
Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.
Pero, ¿cómo no amarla, si Tú hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?


¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?
Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar la simiente.


                                                     89
Era de otro. Era de otro, que no la merecía,
     y por eso, en sus brazos, ¡seguía siendo mía!
     Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño:
     Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.


     Y ella me dio su amor como se da una rosa,
     como quien lo da todo, dando tan poca cosa...
     Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
     Ella no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco!


     La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella,
     y me diste ojos para mirarla a ella.
     Toda la culpa es tuya, pues me hiciste cobarde
     para matar un sueño porque llegaba tarde.


     Sí. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
     y si es culpable un río cuando corre hacia el mar.
     Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
     que sería un pecado mayor si no la amara.


     Y, por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella
     que Tú que hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
     Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
     Tú también la amarías ¡si pudieras ser hombre!




90
P o e m a        d e    l a s     c o s a s




Quizás, estando sola, de noche, en tu aposento,
oirás que alguien te llama, sin que tú sepas quién;
y aprenderás entonces que hay cosas como el viento,
que se están yendo siempre, pero que no se van.


Y también es posible que una tarde de hastío,
como florece un surco, te renazca un afán;
y aprenderás entonces que hay cosas como el río,
que se están yendo siempre, pero que no se van.


O, al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer;
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser.


Por más que tú prefieras ignorar estas cosas,
sabrás por qué suspiras oyendo una canción;
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas sin saber que lo son.


Y una tarde cualquiera sentirás que te has ido,
y un soplo de ceniza secará tu jardín;
y aprenderás entonces que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.


                                                      91
P o e m a




     Quizá te diga un día que dejé de quererte
     aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
     y acaso no comprendas, en esa despedida,
     que, aunque el amor nos une, nos separa la vida.


     Quizá te diga un día que se me fue el amor,
     y cerraré los ojos para amarte mejor;
     porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos,
     nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos.


     Quizás te diga un día que dejé de quererte
     aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
     y acaso no comprendas, en esa despedida,
     ¡que nos quedamos juntos para toda la vida!


92
R e g r e s o




Vengo del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo los astros con un gusto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma blanca se me posa en el hombro.


Mi corazón humilde se detiene en tu puerta,
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.


Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro:
Yo también he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen estrellas las noches del destierro.


Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto... porque estaba contigo.


                                                      93
L e ó n       F e l i p e      C a m i n o



     Nació el 11 de abril de 1884             en Tábara, pueblo de la
     provincia de Zamora, España. En 1886, su familia se traslada
     a Sequeros, Salamanca, donde los mayores recuerdos infan-
     tiles se graban en la mente del poeta. Termina sus estudios
     en Santander por exigencias familiares y se ve obligado a cur-
     sar la carrera de farmacéutica en Madrid, ciudad que le ofrece
     innumerables oportunidades culturales; sintiéndose atraído
     fundamentalmente por el teatro posteriormente trabajó como
     actor. Toda su vida fue un peregrinar entre exilios, debido a
     su irrenunciable republicanismo sin concesiones.
       En su obra literaria se revela su desesperación y un ánimo
     polémico en una voz más cercana al grito que al canto. Su
     poesía forma parte del modernismo y del vanguardismo. En-
     tre sus obras se encuentran Drop a star, Antología rota, El pa-
     yaso de las bofetadas, El hacha, Ganarás la luz, El último
     publicano, Este pobre y roto violín, El gran responsable y El cier-
     vo. En 1963, se edita una recopilación de sus obras completa;
     muere en la ciudad de México en 1968, rodeado del afecto de
     un pueblo que lo consideró un poeta íntegro.




94
S i n      e l     p o e t a




Sin el poeta
no podrá existir España.
¡Que lo oigan las arcas victoriosas!
¡Que lo oiga Franco!


Tuya es la hacienda,
la casa, el caballo y la pistola.
Mía es la voz más antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo
y errante por el mundo.
Mas yo te dejo mudo... mudo.


Y cómo vas a recoger el trigo
y alimentar el fuego...
¡Si yo me llevo la canción!


                                          95
U n      s i g n o




                 I. No me contéis más cuentos


     Ya se han contado todos.
     Todos se han dicho y todos se han escrito...
     y todos se han ovillado y archivado.


     Los ha contado el viejo patriarca,
     los han cantado el coro y la nodriza,
     los ha dicho un idiota lleno de estrépito y de furia,
     se han grabado en la ventana y en la rueda
     y se han guardado en cajas fuertes las matrices.


     Hay réplicas exactas de todas las tragedias,
     discos fonográficos de todas las salmodias,
     y placas fotográficas de todos los naufragios.
     Ningún cuento se ha perdido. Estad tranquilos.
     Se sabe que el poema es una crónica,
     que la crónica es un mito,
     la Historia una serpiente que se muerde la fábula
     y el poeta doméstico, el cronista del rey y el arzo-
                        [bispo... el narrador de cuentos.
     Todos se han registrado.


96
Y todos están vivos todavía. Ahí pasa el pregonero:
“¡Cuentos!... ¡Cuentos!... ¡Cuentos!...”
Es aquel viejo vendedor de sombras y de risas
que ahora pregona cuentos.


Pero yo no quiero cuentos...
No me contéis más cuentos


                   II. Sé todos los cuentos


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.


Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos,
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.


              III. El dulce cuento de la rosquilla


Contar es enumerar y referir.
Tú cuentas: uno, dos, tres...
Él cuenta: un cuento, dos cuentos, tres cuentos.
Cuentas... cuentos... ¡Todos sabéis contar!
Pero al final de cuentas, sólo contáis un cuento:
el dulce cuento de la rosquilla nada más.


                                                            97
Porque la serpiente se chupa el caramelo de la cola,
     y se lo chupa el hijo pródigo
     y el último caballero del Graal;
     y el miedo y el feto y la impotencia...
     y la voluta desmayada del capital barroco y aplastado de la
                                                           [catedral
     y el vendaje diamantino de la momia,
     y el del sudario primero de Lázaro —primero y provisional—
     y la cinta dorada de la gorra,
     y la hebilla de la espuela,
     y el cíngulo de nieve y de sal
     de la mujer de Lot y el rosario
     y el balduque del legajo revolucionario y constitucional
     y la cincha anillada de onzas y de balas que ornamenta y
                 [sostiene el heroico vientre satisfecho del general
     y la ciega mula democrática
     y el toro fugitivo y fogueado que volverá a dormir en el corral
     y la verja de lanzas del palacio
     y la antigua muralla de la China,
     y la nueva ciudadela del kremlin,
     y la gran estola cuaresmal...
     Y la escalera se lo chupa también
     (los que bajaron subirán
     y los que subieron, volverán a bajar).


                                IV. Trampas


     Trampas de redes y de lazos
     son los cuentos
     con los que me ovillan a la tierra
     y con los que me cercan en el tiempo.
     O un estanque


98
o un espejo
donde yo me repito
y me reflejo.


Romped,
romped todos los cuentos,
que no quiero verme
en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto.


                     V. Contádme un sueño


Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco,
soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir:
Me durmieron con un cuento...
y me he despertado con un sueño.


Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos.
Voy a contar mi sueño.
Es un sueño sin lazos,
sin espejos,
sin anillos,
sin redes,
sin trampas y sin miedo.


                            VI. Oíd


Soñé... ¡Sueño!
No soy un cuento.
Vengo de más lejos...




                                                 99
¡Soy y vengo del sueño!
  Y digo que señor es querer, querer, querer...
  Querer escaparse del espejo,
  querer desenvolverse del ovillo,
  querer desconyuntarse de la dulce rosquilla de los cuentos,
  querer desenvolverse... prolongarse.
  Soñar es decir 4 veces,
  o 44 veces,
  o 4,444 veces, por ejemplo:
  Yo no quiero,
  yo no quiero,
  yo no quiero,
  yo no quiero
  verme en el tiempo
  ni en la tierra
  ni en el agua sujeto...
  Quiero verme en el viento,
  quiero verme en el viento,
  quiero verme en el viento,
  quiero verme en el viento.


  Quiere el hilo,
  sueña el hilo
  en la espadera,


  sueña el hilo
  que saldrá
  algún día...
  ¡Un buen día!
  hecho manto
  del telar.




100
Lo que pasó, bajo la curva de los cielos,
se prolonga bajo los huesos de mi cráneo.
Lo que soñé en la tierra y en el vientre fecundado de mi
                                                 [madre,
lo sigo aquí ahora sobre la piedra oscura de mi almohada.
¡Fui semilla que quiso ser espiga...
y soy espiga que sueña en ser pan ázimo!


                        VII. El gusano


Soy gusano que sueña ¡que quiere!
Contaré el sueño del gusano.


Narradores de cuentos... el gusano
no se chupa el caramelo de la cola. No es un cuento.
Es un sueño que camina.
Repta.
Y deja sobre la hierba oscura
una secreción viscosa y fosforescente,
un hilo glutinoso... y lumínico.
¡Lumínico! La baba es una estela.
Anotad esto bien:
Cavad aquí para marcar una señal.
Cavad aquí una estaca, aquí, aquí...
que aquí sobre esta tierra... sobre la Tierra,
sobre este gran ovillo devanado con baba,
sobre la estela verde que segregó el gusano,
sobre el sudor oscuro que vertieron sus glándulas.
sobre su llanto ciego de semilla y de feto,
sobre los restos de su capullo y su sarcófago,
sobre la ganga adámica de su morada mística,
sobre el cascarón de su bóveda abierta


                                                            101
y sobre los escombros de su iglesia podrida
  levantaremos un día nuestra casa,
  nuestra ciudad
  y nuestro vuelo.
                        ¡Dios nos guía!
  Porque el gusano no es un cuento, narradores de cuentos,
  es un signo... un sueño...
  un sueño alegre que empezamos a decifrar.


                      VIII. Quiero... sueño


  No me contéis más cuentos,
  que vengo de muy lejos
  y sé todos los cuentos.
  No me contéis más cuentos.
  Contad.
  Y recontadme este sueño.
  Romped,
  rompedme los espejos.
  Deshacedme los estanques,
  los lazos,
  los anillos,
  los cercos,
  las redes,
  las trampas
  y todos los caminos paralelos.
  Que no quiero,
  que no quiero,
  que no quiero,
  que no quiero que me arrullen con cuentos;
  que no quiero,
  que no quiero,


102
que no quiero,
que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero verme, a su ovillo, como un hilo de la baba
                                                 [sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en el viento.




                                                            103
A u l l i d o s




      Pasan los días y los años, corre la vida
      y uno no sabe por qué vive...
      Pasan los días y los años, llega la muerte
      y uno no sabe por qué muere
      Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más
      sin saber por qué llora
      por quién llora...
      y qué significa una lágrima.
      Luego, cuando otro día uno se va para siempre,
      sin que nadie lo sepa tampoco
      sin saber quién es
      ni a qué ha venido aquí...
      piensa que tal vez vino sólo a llorar
      y aullar como un perro...




104
¡ Q u é      p e n a ! . . .



   ¡Qué
   pena
   si este camino
   fuera
   de muchísimas
   leguas
   y siempre
   se repitieran
   las mismas
   cuestas,
   las mismas
   praderas,
   los mismos rebaños,
   las mismas recuas,
   los mismos pueblos,
   las mismas ventas!...


   ¡Qué
   pena
   si esta vida
   tuviera
   —esta vida
   nuestra—
   mil años
   de existencia!...


                               105
¿Quién la haría hasta el fin
      llevadera?
      ¿Quién la soportaría toda
      sin protestas?...


      ¿Quién lee diez siglos en la Historia
      y no la cierra
      al ver las mismas cosas siempre
      con distinta fecha?...
      Los mismos hombres,
      las mismas guerras,
      los mismos tiranos,
      las mismas cadenas,
      los mismos esclavos,
      las mismas protestas,
      los mismos farsantes,
      las mismas sectas
      y los mismos,
      los mismos poetas...


      ¡Qué
      pena,
      qué
      pena
      que
      sea
      así todo siempre,
      siempre de la misma manera!




106
V e n c i d o s




Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá “quedó su ventura”
en la playa de Barcino, frente al mar.


Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,


                                                          107
que yo también voy cargado
      de amargura
      y no puedo batallar!


      Ponme a la grupa contigo,
      caballero del honor,
      ponme a la grupa contigo
      y llévame a ser contigo
      pastor.
      Por la manchega llanura
      se vuelve a ver la figura
      de Don Quijote pasar...




108
C o m o      t ú




Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña:
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras,
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,


                                      109
ni piedra de una audiencia,
      ni piedra de un palacio,
      ni piedra de una iglesia...
      como tú, piedra aventurera...
      como tú,
      que tal vez estás hecha
      sólo para una honda...
      piedra pequeña
      y
      ligera...




110
C o r a z ó n          m í o




Corazón mío...
¡qué abandonado te encuentro!...
Corazón mío... estás
lo mismo que aquellos
palacios deshabitados
y llenos
de misteriosos
silencios...
Corazón mío,
palacio viejo,
palacio desmantelado,
palacio desierto,
palacio mudo
y lleno
de misteriosos
silencios...
ni una golondrina ya
llega a buscar tus aleros
y hacen su cobijo sólo
en tus huecos
los
murciélagos.


                                   111
E r n e s t o         C a r d e n a l



  Nació en la ciudad de Granada,              Nicaragua, en el año
  de 1925. Poeta y monje nicaragüense comprometido en la lu-
  cha revolucionaria. Estudió la carrera de Filosofía y Letras en
  la Universidad Nacional Autónoma de México y doctorado en la
  Universidad de Columbia, Estados Unidos. Participó en la re-
  belión contra la dictadura de Somoza. Se ordenó sacerdote y
  fundó la comunidad de Solentiname, en una isla del Lago Ni-
  caragua. Desde 1978 formó parte activa del Frente Sandinista
  de Liberación Nacional y en 1979, la junta de Liberación Na-
  cional le encargó el Ministerio de Cultura, cargo que continuó
  tras las elecciones de 1984.
      Su postura en el movimiento cristiano por el socialismo,
  vinculada a la teología de la liberación, le ha valido la recri-
  minación de su jerarquía eclesiástica y en 1985 fue suspen-
  dido a divinis.
      Escribe una poesía revolucionaria e impregnada de un cris-
  tianismo socialista y liberador. Ejemplo de esta temática son
  los poemas: Salmos y Oración de Marilyn Monroe.
      Entre sus libros poéticos se encuentran: La ciudad deshabita-
  da, El conquistador, Ghetsemany K., Epigramas y Hora 0, en este
  libro recopiló cuatro poemas políticos de una honda visión
  revolucionaria. Entre algunas de sus últimas obras cabe ci-
  tar: En Cuba, Oráculo sobre Managua y El estrecho dudoso.




112
N o s t a l g i a




Al perderte yo a ti
Tú y yo hemos perdido:
Yo, porque tú eras
Lo que yo más amaba
Y tú porque yo era
El que te amaba más.


Pero de nosotros dos
Tú pierdes más que yo:
Porque yo podré amar
A otras como te amaba a ti;
Pero a ti no te amarán
Como te amaba yo.


                              113
S a l m o           1 6




      Oye Señor mi causa justa
                        atiende mi clamor.
      Escucha mi oración que no son slogans.
      Júzgame Tú
                               y no sus Tribunales
      Si me interrogas de noche con un reflector,
      con tu detector de mentiras
      no hallarás en mí ningún crimen.
      Yo no repito lo que dicen los radios de los hombres
      ni su propaganda comercial
                    ni su propaganda política.
      Yo guardé tus palabras
                                 y no sus consignas.
      Yo te invoco... porque me has de escuchar
                                         Oh Dios
      oye mi palabra.
      Tú eres el defensor de los deportados
      y de los condenados en los Consejos de Guerra
      y de los presos en los campos de concentración
              guárdame como a la niña de tus ojos
              debajo de tus alas escóndeme
      libérame del dictador
                              y de la mafia de los gangsters.
      Sus ametralladoras están emplazadas contra nosotros


114
y los slogans de odios nos rodean.
Los espías rodean mi casa
los policías secretos me vigilan de noche
estoy en medio de gangsters.
Levántate Señor
                  sal a su encuentro
                       derríbalos.
Arrebáteme de las garras de los Bancos
con tu mano Señor líbrame de los hombres de negocios
y del socio de los clubes exclusivos
       ¡de ésos que ya han vivido demasiado!
los que tienen repletas sus refrigeradoras
y sus mesas llenas de sobras
y dan el caviar a los perros.
Nosotros no tenemos entrada a su Club
pero Tú nos sacarás
                cuando pase la noche.




                                                       115
R o s a r i o         C a s t e l l a n o s



  Nació en la ciudad de México              en 1925. Vivió de niña
  en Comitán, Chiapas. Realizó estudios de posgrado en la Uni-
  versidad de Madrid y fue promotora cultural de su estado na-
  tal, donde escribió obras de teatro guiñol y textos escolares
  para comunidades indígenas. En la      UNAM   desempeñó el cargo
  de directora de Información y Prensa durante el periodo del
  rector Ignacio Chávez e impartió la cátedra de Filosofía y Le-
  tras. Fue embajadora de México en Tel Aviv, Israel, país don-
  de murió en 1974.
      Rosario Castellanos cultivó todos los géneros literarios con
  acierto, pero la plenitud de su obra está en su poesía que
  registra varias etapas. La conciencia del mestizaje de una
  raza vencida a la que el mundo le fue arrebado sin misericor-
  dia, dan forma y profundidad a muchos de sus versos. Otras
  de sus preocupaciones temáticas fueron el desamparo que
  sucede a la pérdida del amor y la objetividad descarnada pre-
  sentada con el lirismo de la palabra. Así, su pensamiento se
  virtió sin fisura en una forma cuya excelencia artística es
  complemento activo del significado.
      Entre sus libros de poesía se encuentran: Trayectoria del
  polvo, De la vigilia estéril, Presentación en el templo, El rescate
  del mundo, Apuntes para una declaración de fe, Poemas, Al pie de
  la letra y Lívida luz.




116
A g o n í a      f u e r a      d e l     m u r o




Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.


El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.


Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.


Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.


Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.


                                                    117
Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
      soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
      gente a quien compartir es imposible.


      No te acerques a mí, hombre que haces el mundo,
      déjame, no es preciso que me mates.
      Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
      de algo peor que vergüenza.
      Yo muero de mirarte y no entender.




118
D e s t i n o




Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.


Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.


El hombre es animal de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.


Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.


El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.


                                                   119
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
      —antes que lo devoren— (cómplice, fascinado)
      igual a su enemigo.


      Damos la vida sólo a lo que odiamos.




120
F a l s a       e l e g í a




Compartimos sólo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.


Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;


así nos acabamos.


Nada es. Nada está
entre el alzarse y el caer del párpado.


Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia
y su peso de sílaba en el aire),
trastorna lo existente,
puede más que lo real
y desaloja el cuerpo de los vivos.


                                                 121
M e m o r i a l        d e     T l a t e l o l c o




  La oscuridad engendra la violencia
  y la violencia pide oscuridad
  para cuajar un crimen.


  Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
  para que nadie viera la mano que empuñaba
  el arma, sino sólo su efecto de relámpago.


  Y a esa luz, breve y líquida, ¿quién? ¿Quién es el que mata?
  ¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
  ¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
  ¿Los que se pudren en el hospital?
  ¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
  ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.


  La plaza amaneció barrida; los periódicos
  dieron como noticia principal
  el estado del tiempo.
  Y en la televisión, en la radio, en el cine
  no hubo ningún cambio de programa,
  ningún anuncio intercalado ni un
  minuto de silencio en el banquete
  (pues prosiguió el banquete).


122
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.


No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.


Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre.
Y si la llamo mía traiciono a todos.


Recuerdo, recordamos.


Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.


Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.




                                                        123
R a f a e l       d e     L e ó n



  Poeta y autor dramático.         Nació en Sevilla, España, el
  6 de febrero de 1908 y murió en Madrid, el 9 de diciembre de
  1982. En el año de 1926 inicia en la Universidad de Granada
  los estudios de la carrera de Derecho. Conoce al poeta Fede-
  rico García Lorca, con quien entabla una buena amistad. Esta
  relación impregna la obra completa de León del estilo poético
  de García Lorca.
      Durante la guerra civil española, de León es encarcelado
  en Barcelona, en este periodo declara tener una buena amis-
  tad con destacados poetas republicanos como León Felipe,
  Federico García Lorca y Antonio Machado.
      Rafael de León pertenece a la denominada generación del
  27. Es un poeta de gran sugestión, maestro en el colorido, en
  la emoción, en la perdurabilidad temática, en la metáfora sor-
  prendente, en la plasticidad y en la melodía.
      Entre sus obras poéticas se encuentran: Pena y alegría de
  amor, Jardín de papel y Amor de cuando en cuando.
      A lo largo de su vida compuso numerosas letras para can-
  ciones que no tardaron en popularizarse.




124
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Antologia poetica de hispanoamerica

  • 1. ANTOLOGÍA DE POESÍA HISPANOAMERICANA 3
  • 2. Armida Pérez Garrido • Laura E. Alvarado Figueroa • Teresa de J. Baños Hernández INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL — M É X I C O — 5
  • 3. PRIMERA EDICIÓN: 2000 D.R. © 2000, INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL Dirección de Publicaciones Tresguerras 27, 06040, México, D. F. ISBN: Impreso en México / Printed in Mexico 6
  • 4. P r e s e n t a c i ó n Esta antología poética fue elaborada por profesores del área humanística del Centro de Estudios Científicos y Tecno- lógicos “Cuauhtémoc”, perteneciente al Instituto Politécnico Nacional, con el doble propósito de presentar a los lectores y alumnos un acervo de este género literario representativo de las últimas décadas y, a su vez, fomentar en ellos la búsqueda continua de creaciones estéticas en el arte de la literatura. La selección no fue fácil, debido a que implicó dejar fuera material muy valioso por razones de espacio, sin embargo, estamos seguros que esta lectura habrá de proporcionar una visión amplia y precisa sobre este género literario. Es nuestro deseo que los alumnos al leer el presente tra- bajo, con ese goce estético que brinda la poesía, lo hagan en voz alta, declamen y, a través de ello, comuniquen con estilo propio su sentir personal. Por otra parte, las posibilidades de análisis son múltiples: la riqueza de vocabulario, la cons- trucción retórica, la variada rima, el ritmo, el metro y las di- versas aportaciones de los poetas contemporáneos. Se presentan todos los temas que al ser humano atañen: el amor, el dolor, la muerte, la naturaleza, la lucha existencial, los sentimientos patrios, los inexorables problemas socia- les, etcétera. La muestra de diferentes estilos poéticos y corrientes lite- rarias podrá ser objeto de un interesante estudio. 7
  • 5. “Si acongoja un dolor a los humildes, o si miran un valle, un monte, un mar, dicen tal vez: —Dichosos los poetas porque todo lo pueden. Y nosotros, los míseros poetas, temblando ante los vértigos del mar, vemos la inexpresada maravilla, y tan sólo podemos suspirar. (Porfirio Barba Jacob) In memoriam Raquel Maldonado Chávez 8
  • 6. P r ó l o g o Para quien oficia la liturgia de las letras, evocar al poeta es resucitarlo en la lectura de su poesía. El poeta es el hombre revolucionario que pretende trasformar la realidad social y cultural del mundo por medio de la palabra. La poesía por sí misma no existe ni aun en la copia de las formas de la naturaleza como pensaban los poetas franceses del siglo XVIII . Esta es materialización del deseo, del amor, del gozo, del tormento existencial, del rencor, de la angustia; en suma, del sentimiento y de lo inexorable del tiempo y de la muerte. Todo aquello que en la existencia es latido y apasio- namiento toma forma en el lenguaje poético. La poesía no tiene como fin explicar nada, ya que es parte del hombre, se desprende de este y lo trasciende; se trasfor- ma al fusionarse en la experiencia del lector, si lo hay. La poesía alienta la actividad espiritual del ser humano revir- tiendo la vanalidad. La palabra antología —anthologia, del griego anthos: flor, y legein: escoger— significa, como su nombre lo indica, recolec- tar flores y, en sentido literario, según el Novísimo diccionario de la lengua castellana, coleccionar, escoger las mejores obras literarias, en este caso poesías, para hacer un libro. Sinónimos de antología son las palabras: guirnaldas, coro- nas, florilegio, iris, joyel, relicario; o las frases: sarta de per- las, hebra de luceros, abanico de plumas, redoma de olores, jardín encantado, luz de aurora, brillo del rocío... y demás con 9
  • 7. que la han distinguido los poetas de todos los tiempos, sin- gularizándose los bardos de la literatura árabe, quienes la llamaron con las formas más bellas del lenguaje oriental, ta- les como: corona de suspiros, celeste hurí, pebetero de aro- mas, reguero de estrellas, tesoro del emir, esencia de sándalo, santuario del fuego, voces de la alhambra y cajita de mirra. Ejemplos de estas magníficas obras fueron la recopilación de la Antología gramatical árabe, que realizó el inspirado poeta Sil- vestre Sacy, y la compuesta en cien capítulos, Amaruca takasura, del cantor de origen hindú Amarva. El tiempo ha sido noble con este género literario conser- vando en su historia el testimonio de numerosas antologías poéticas, por ejemplo: A fines del siglo II a. de C. el célebre Meleagro de Gadara, de origen Sirio, escribió la primera anthologia griega, en la que junto con sus poesías recopiló versos de cuarenta y siete autores, tanto contemporáneos como anteriores a él, dándo- le el título de Corona. Constantino Cefalas a su vez, a principios del siglo X, la repro- dujo con el título de Anthologia inédita codicis palatini, encerrando más de setecientos epigramas contenidos en tres mil versos; otros más la retomaron sucesivamente: Filipo de Tesalónica (se- gunda mitad del siglo I d. de C.), Estrabón de Sardes, contempo- ráneo de Séptimo Severo, y el historiador Agatías de Myrina, por los años de 527-565, cuyos originales se perdieron. De esta anthologia inédita sacó, a su vez, el monje griego Máximo Planudius la edición grecolatina de Didot a fines del siglo XIII. En la Biblioteca palatina de Heidelberg, en el año de 1616, Soumasie halló la de Constantino Cefalas. Varios erudi- tos en la materia como: Fabricio, Joe, Scaliger, C. Binet, Meyer y Riese, sucesivamente desde el siglo XVI , dieron forma a la Anthologia latina, recopilación tomada de distintas fuentes. 10
  • 8. La antología poética en general tiene gran importancia di- dáctica, ya que su contenido, en prosa o versos, expone regu- larmente y con método los principios, reglas y preceptos del arte poético, resultando su compilación y lectura útil y con- veniente para la enseñanza, y por selección de lo más bello de este género, interesante y recreativa. La definición etimológica de la palabra antología, ya mencio- nada y que se traduce como ramo de bellas flores, no es solo una imagen literaria, sino la más acertada y correcta traducción. La Enciclopedia ilustrada cumbre señala como introductor de esta forma literaria en España a don Fernando III, quien nos dejó un hermoso ejemplar en su colección Flores de filosofía. En este género literario, cultivado posteriormente con fre- cuencia, destacan entre otros autores: don Juan Alonso de Baena con su Cancionero general, don Fernando Pérez de Guzmán con Floresta de filósofos y los miembros de la Biblioteca de autores españoles, quienes recolectaron una verdadera Guirnalda de ca- pullos. Como ejemplo de Discurso sobre las flores podemos citar dentro del Parnaso hispano a la colección que incluye desde los orígenes de la poesía hasta Garcilaso de la Vega, publicada en Madrid por la Bilioteca clásica Hernando y prologada por Menéndez y Pelayo, a la cual se le dio el título de Antología de poetas castellanos, esta tiene continuidad con la de Ramón Menéndez Pidal, editada a principios del presente siglo. Sin embargo, valiosas opiniones nos dicen que las nota- bles colecciones de san Fernando Baena, Martínez de Burgos, Hernando del Castillo Pérez de Guzmán, Esteban de Nájera, Pedro Espinosa, duque de Riva, Quintana, Durán, Alfay, Fontanella, Pedro de Serafí, Balaguer, etc., son por su forma literaria trozos escogidos de obras en prosa y verso que no deben ser incluidas para su estudio dentro de este género, aun cuando tienen títulos como: Trozos selectos, Romancero, 11
  • 9. Corona poética, Florilegio, La renaixensa, Llibre d’or y llibres de la patria y La fe y el amor. Cabe señalar también que en la Edad Media y el Renacimiento la literatura castellana no reconoce con el nombre específico de antología a ninguna colección selecta de obras poéticas. Hechas estas anotaciones no podemos dejar de citar por su belleza y contenido didáctico dentro de la literatura hispa- na las compilaciones de Pérez Ballesteros, Aldao y Carre, para la poesía gallega, y la de Fayos, para la catalana. Capítulo aparte, es imprescindible aludir la poesía contem- poránea del siglo XX y las diversas influencias que esta reci- bió de las vanguardias europeas como el surrealismo, dadaísmo y expresionismo, entre otras; de la portentosa Ge- neración del 27 y; de las dos guerras mundiales, las cuales ejercieron una influencia determinante en la actividad poéti- ca, marcando el fin de una forma de ver el mundo, destruyen- do literalmente sus fundamentos y llevando de manera radical al hombre-poeta a replantear su propia realidad. En el caso particular de México, en las útlimas décadas, se han editado varias antologías, entre ellas: la de Carlos Monsiváis, editada por el Fondo de Cultura Económica; la de Homero Aridjis, editada por Siglo XXI; la de José Emilio Pacheco, editada en la colección Clásicos de la Literatura Mexicana y; la de Lepoldo Ayala, editada por el IPN . Es menester de esta antología destacar la explosiva veta latinoamericana, cuya influencia no solo constituyó un nue- vo aliento de mode rnidad, sino una absoluta y renovada fuente de expresión en el panorama internacional. Borges, Neruda, Octavio Paz, Jaime sabines, León Felipe, Miguel Hernández son algunos de los poetas que permiten ponderar en toda su magnitud la providente aportación poética de las últimas décadas genera- da en lengua hispana. 12
  • 10. D e l m i r a A g u s t i n i Nace en Montevideo, Uruguay, en 1914 y muere en el año de 1986. Es considerada por unos autores como poeta posmodernista, lo cierto es que se expone a la condena so- cial por ser una de las primeras poetisas hispanoamericanas que habla del amor físico con tal vehemencia como ningún poeta hispano se había atrevido antes. Rubén Darío escribe: “Es la primera vez que en lengua cas- tellana aparece un alma femenina, con el orgullo de la verdad de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su exaltación divina”. Según Rodríguez Monegal en Sexo y poesía en el novecientos, 1986, Delmira Agustini se enamoró del escritor antimperialista argentino Manuel Ugarte. Sin embargo, en 1913 se casó con Enrique Job Reyes, un hombre totalmente ajeno a la vida inte- lectual que ella llevaba. A los pocos días se divorció. Y Delmira regresa en una relación discreta con Manuel Ugarte, siendo sor- prendida por Job Reyes, quien la asesina y luego se suicida. En manuales y antologías se suele incluir a Delmira Agustini en el apartado de posmodernismo. El término no tiene razón de subsistir, pues se basa en la ya refutada creencia de que a la manera de Prosas profanas es todo el modernismo. Hoy es sabido que este movimiento literario fue mucho más amplio y vivificante y entre las cosas nuevas a las que ayudó a cobrar existencia se encuentra la poesía no solo femenina sino feminista. 13
  • 11. E x p l o s i ó n ¡Si la vida es amor, bendita sea! ¡Quiero más vida para amar! Hoy siento que no valen mil años de la idea lo que un minuto azul del sentimiento. Mi corazón moría, triste y lento... Hoy abre en luz como una flor febea; ¡La vida brota como un mar violento donde la mano del amor golpea! Hoy partió hacia la noche, triste, fría, rotas las alas de mi melancolía; como una vieja mancha de dolor en la sombra lejana se deslíe... ¡Mi vida toda canta, besa, ríe! ¡Mi vida toda es una boca en flor! 14
  • 12. A m o r Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente; hablaba el impreciso lenguaje del torrente; era un mar desbordado de locura y de fuego, rodando por la vida como un extraño riego. Luego soñélo triste, como un gran sol poniente que dobla ante la noche la cabeza de fuego; después rió, y en su boca tan tierna como un ruego, sonaba sus cristales el alma de la fuente. Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste, que todas las tinieblas y todo el iris viste; que, frágil como un ídolo y eterno como Dios, sobre la vida toda su majestad levanta: y el beso cae ardiendo a perfumar su planta como una flor de ruego deshojada por dos... 15
  • 13. E l c i s n e Pupila azul de mi parque es el sensitivo espejo de un lago claro, muy claro!... Tan claro que a veces creo que en su cristalina página se imprime mi pensamiento. Flor del aire, flor del agua alma del lago es un cisne con dos pupilas humanas, grave y gentil como un príncipe; alas lirio, remos rosa... Pico en fuego, cuello triste y orgulloso, y la blancura y la suavidad de un cisne... El ave cándida y grave tiene un maléfico encanto: —clavel vestido de lirio, trasciende a llama y milagro!... sus alas blancas me turban como dos cálidos brazos; ningunos labios ardieron como su pico en mis manos; ninguna testa ha caído tan lánguida en mi regazo; 16
  • 14. ninguna carne tan viva, ha padecido o gozado: viborean en sus venas filtros dos veces humanos! Del rubí de la lujuria su testa está coronada: y va arrastrando el deseo en una cauda rosada... Agua le doy en mis manos y él parece beber fuego; y yo parezco ofrecerle todo el vaso de mi cuerpo... Y vive tanto en mis sueños, y ahonda tanto en mi carne, que a veces pienso si el cisne con sus dos alas fugaces, sus raros ojos humanos y el rojo pico quemante, es sólo un cisne en mi lago o es en mi vida un amante... Al margen del lago claro yo le interrogo en silencio... y el silencio es una rosa sobre su pico de fuego... Pero en su carne me habla y yo en mi carne le entiendo. —A veces ¡toda!, soy alma; y a veces ¡toda!, soy cuerpo.— 17
  • 15. Y vive tanto en mis sueños, y ahonda tanto en mi carne, que a veces pienso si el cisne con sus dos alas fugaces, sus raros ojos humanos y el rojo pico quemante, es sólo un cisne en mi lago o es en mi vida un amante... Al margen del lago claro yo le interrogo en silencio... y el silencio es una rosa sobre su pico de fuego... Pero en su carne me habla y yo en mi carne le entiendo. —A veces ¡toda!, soy alma; y a veces ¡toda!, soy cuerpo.— Hunde el pico en mi regazo y se queda como muerto... Y en la cristalina página, en el sensitivo espejo del lago que algunas veces refleja mi pensamiento, el cisne asusta de rojo, y, yo de blanca doy miedo! 18
  • 16. P l e g a r i a Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas? Se dirían crisálidas de piedra de yo no sé qué formidable raza en una eterna espera inenarrable. Los cráteres dormidos de sus bocas dan la ceniza negra del Silencio; mana de las columnas de sus hombros la mortaja copiosa de la Calma, y fluye de sus órbitas la noche; víctimas del Futuro o del Misterio, en capullos terribles y magníficos esperan a la Vida o a la Muerte. Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas? Piedad para las vidas que no doran a fuego tus bonanzas, ni riegan o desgajan tus tormentas; piedad para los cuerpos revestidos del armiño solemne de la Calma, y las frentes en luz que sobrellevan grandes lirios marmóreos de pureza, pesados y glaciales como témpanos, piedad para las manos enguantadas 19
  • 17. de hielo, que no arrancan los frutos deleitosos de la Carne ni las flores fantásticas del alma; piedad para los ojos que aletean espirituales párpados: escamas de misterio, negros talones de visiones rosas... ¡Nunca ven nada por mirar tan lejos! Piedad para las pulcras cabelleras “místicas aureolas” peinadas como lagos que nunca airea el abanico negro, negro y enorme de la tempestad; piedad para los ínclitos espíritus tallados en diamante; altos, claros, extáticos pararrayos de cúpulas morales; piedad para los labios como engarces celestes, donde fulge invisible la perla de la Hostia; “labios que nunca fueron, que no apresaron nunca un vampiro de fuego con más sed y más hambre que un abismo”. Piedad para los sexos sacrosantos que acorazan de una hoja de viña astral la Castidad; piedad para las plantas imantadas de eternidad, que arrastran por el enerno azur las sandalias quemantes de sus llagas; piedad, piedad, piedad 20
  • 18. para todas las vidas que defiende de tus maravillosas intemperies el mirador enhiesto del Orgullo: apúntales tus sales o tus rayos... Eros: ¡acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas?... 21
  • 19. G u a d a l u p e A m o r Nació en 1920 en la ciudad de México. Poetisa contem- poránea que ha hecho célebre su nombre literario de Pita Amor. Entre la pléyade de la lírica femenina actual ocupa un lugar especial. Su forma y estilo poético señalan un retorno a las normas clásicas de vigorosa métrica castellana, clásica y moderna; al mismo tiempo, la esencia de su poesía es un misticismo ator- mentado que salpica de destellos narcisistas. Espoleada por inquietudes subjetivas y estados de ánimo que revelan preocupaciones filosóficas, en sus versos trata de levantar una punta del velo de misterios para asomarse a lo desconocido y penetrar a sus más recónditos secretos. Para establecer sus antecedentes poéticos habría que acudir a los místicos del siglo de oro español y remontarse hasta Sor Juana Inés de la Cruz. Su temática es recurrente a los problemas vitales del espíri- tu: el ansia de llegar a Dios, la soledad, la angustia que produce el vivir cotidiano, la muerte que se traduce en la nada, en el polvo, todos ellos vertidos en una forma directa y, en ocasio- nes, brutal y hasta descarnada. Entre sus libros de versos más conocidos están: Las décimas a Dios, Polvo y Otro libro de amor. Sus primeros volúmenes de versos aparecen en 1914, al- canzando un éxito rotundo. A los 27 años empezó a escribir y desde entonces no ha dejado de hacerlo. El doctor O’Gorman y el doctor Justino Fernández editaron sus primeros libros en la editorial Alcancía. 22
  • 20. C a s a r e d o n d a Casa redonda tenía, de redonda soledad: el aire que la invadía era redonda armonía de irrespirable ansiedad. Las mañanas eran noches, las noches desvanecidas, las penas muy bien logradas, las dichas muy mal vividas. Y de ese ambiente redondo, redondo por negativo, mi corazón salió herido y mi conciencia turbada. Un recuerdo malquerido: redonda, redonda nada. 23
  • 21. P o r q u é m e d e s p r e n d í ¿Por qué me desprendí de la corriente misteriosa y eterna en la que estaba fundida, para ser siempre la esclava de este cuerpo tenaz e independiente? ¿Por qué me convertí en un ser viviente que soporta una sangre que es de lava, y la angustiosa oscuridad excava, sabiendo que su audacia es impotente? ¡Cuántas veces, pensando en mi materia, consideréme absurda y sin sentido, farsa de soledad y de miseria, ridícula criatura del olvido, máscara sin valor de inútil feria y eco que no proviene del sonido! 24
  • 22. Viejas raíces empolvadas Son mis viejas raíces empolvadas la extraña clave de mi cautiverio; atada estoy al polvo y su misterio, llevo ajenas esencias ignoradas. En mis poros están ya señaladas las cicatrices de un eterno imperio, el polvo en mí ha marcado su cauterio; soy víctima de culpas olvidadas. Nada tengo que ver con lo que siento, soy cómplice infeliz de algo más alto y en polvorienta forma me presiento. Mas conquistando el aire por asalto, yo lograré, con mi angustioso aliento, a las nuevas raíces sobresalto. 25
  • 23. S o n e t o a r d e c o Anoche tuve un sueño aletargante tú tenías doscientos invitados tú jugabas con ellos a los dados y llevabas un frac muy elegante estaba demudado tu semblante. Yo observaba en tu rostro mil pecados tú tenías conmigo mil cuidados mi pulso era de seda zigzagueante. Me mirabas con ansias esenciales con deseos de mí municipales y bailaste conmigo un largo vals llevando con tus pies todo el compás. Tus invitados ya se habían marchado. Aquella fue una noche de pecado me acerqué hasta tu puerta temerosa intenté tocar la aldaba. Una tarde despierta en el muro dejaba esplendores la flor de la guayaba. 26
  • 24. Yo vi tu puerta blanqueada como un sepulcro vacío. Yo escalé el escalofrío la noche estaba estrellada el lucero recamaba el agua corría en el río y tu amor en mi desvío. Tu puerta estaba vedada había una luz que se huía por una hendidura fría. Yo me quedé ante tu puerta casi viva casi muerta. Me fugué por la explanada de cemento de la nada. En mi lecho anestesiado tuve un sueño de cometa de barcos, velas, veletas tuve un sueño de pecado un sueño como blindado de treinta puertas secretas y de misteriosas grietas, un sueño casi sellado. Soñé que estabas conmigo tú eras mi solo testigo. Soñé que me penetrabas 27
  • 25. que con lascivia me amabas y tu cuerpo con el mío formaban sólo el vacío. 28
  • 26. P o r f i r i o B a r b a J a c o b Nació en Santa Rosa Antioquia, Colombia, en el año de 1883. Su verdadero nombre fue Miguel Ángel Osorio. Des- pués de usar los seudónimos Maín Ximénez y Ricardo Arena- les, finalmente tomó el de Porfirio Barba Jacob. Muere en México en el año de 1942. Marcelini Menéndez y Pelayo menciona que Jacob fue un catalán a quien procesó la inquisición por creerse la Santísi- ma Trinidad. En 1907, se estableció en Monterrey, México, en donde alentó los comienzos literarios de Alfonso Reyes. En Guatemala se hizo amigo de Rafael Arévalo Martínez, quien lo retrató como: “el hombre que parecía un caballo”. En 1914, asumió el papel de poeta maldito. El propio Barba Jacob refiere: “mi plan es asombrar a los burgueses... Pregono mi verbo feliz, mi gracia para el chiste, mi homosexualidad, mis deudas, mi beodez”. En el mandato del presidente Plutarco Elías Calles fue ex- pulsado de México por sus editoriales contra el gobierno. Volvió durante el cardenalismo para combatirlo en los perifonemas de Últimas noticias que escribió con Salvador Novo. Es considerado poeta del vitalismo y también de la deses- peranza, a pesar de su voluntaria marginación. Entre algunas de sus obras se encuentran: Poemas intempo- rales, Canciones y elegías, Flores negras y Canción de la vida profun- da. Fue en México donde realizó la parte más importante de 29
  • 27. su obra, por ello se justifica que la Antología de poesía mexica- na contemporánea 1929 lo incluya, no obstante ser colombiano. 30
  • 28. Canción de la vida profunda El hombre es cosa vana, variable y ondeante... Montaigne Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar. Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe. La vida es clara, undívaga y abierta como el mar. Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en abril el campo, que tiembla de pasión: bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión. Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos... —¡niñez en el crepúsculo!, ¡lagunas de zafir!— que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, y hasta las propias penas nos hacen sonreír. Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña oscura de oscuro pedernal: la noche nos sorprende con sus profusas lámparas, en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal. Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos que nos depara en vano su carne la mujer: 31
  • 29. tras de ceñir un talle y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer. Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar. Mas hay también ¡oh Tierra! Un día... un día... un día en que levamos anclas para jamás volver... Un día en que discurren vientos ineluctables. ¡Un día en que ya nadie nos puede retener! 32
  • 30. S a b i d u r í a Nada a las fuerzas próvidas demando, pues mi propia virtud he comprendido. Me basta oír el perennal ruido que en la concha marina está sonando. Y un lecho duro y un ensueño blando; y ante la luz, en vela mi sentido para advertir la sombra que al olvido el ser impulsa y no sabemos cuándo... Fijar las lonas de mi móvil tienda junto a los calcinados precipicios de donde un soplo de misterio ascienda; y al amparo de númenes propicios, en dilatada soledad tremenda bruñir mi obra y cultivar mis vicios. 33
  • 31. F u t u r o Decid cuando yo muera... (¡y el día está lejano!): Soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento, en el vital deliquio por siempre insaciado, era una llama al viento... Vagó, sensual y triste, por islas de su América; en un pinar de Honduras vigorizó el aliento, la tierra mexicana le dio su rebeldía, su libertad, sus ímpetus... Y era una llama al viento. De simas no sondadas subía a las estrellas; un gran dolor incógnito vibraba por su acento; fue sabio en sus abismos, —y humilde, humilde, humilde, porque no es nada una llamita al viento... Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales, que nunca humana lira jamás esclareció, y nadie ha comprendido su trémulo lamento... Era una llama al viento y el viento la apagó. 34
  • 32. M a r i o B e n e d e t t i Nace en 1920 en Paso de los Toros, Uruguay. Es uno de los más fecundos y leídos escritores uruguayos contemporá- neos. Su obra publicada abarca, con igual brillantez, los más diversos géneros: novela, cuento, poesía, teatro, ensayo y can- ciones populares. El éxito de sus obras, nacional e internacio- nal, se debe sin duda, a su habilidad como observador de la realidad. Los personajes de Benedetti pertenecen a la clase media de su país, reflejan sus fustraciones, nostalgias, sus pasiones y su inconformidad. Es un escritor comprometido que utiliza todos los medios a su alcance, incluyendo la literatura, para luchar contra los problemas del régimen. Su producción poética comienza en 1945 con la Víspera in- deleble, Sólo mientras tanto y Poemario, cuyos temas principa- les son la soledad del hombre que ha perdido a Dios y el amor. Poemas de oficina y Poemas de hoyporhoy son dos libros que marcan el inicio de una segunda etapa en la que el poeta se encuentra consigo mismo, con su vida interior caracteri- zada por su escepticismo, desesperanza y rebeldía, actitudes que son la nota dominante de su actividad literaria. En No- ción de patria, Benedetti ahonda cada vez más en su mundo personal y deja oír una voz nueva, intensa, en la poesía del Río de la Plata. Posteriormente publica Próximo prójimo, Contra los puentes levadizos y A ras de sueño, revelando una mayor preocupación por la forma y una apertura afectiva y solidaria hacia el “próximo prójimo” que sufre. 35
  • 33. Su primer libro de cuentos, Montevideanos, y su primera no- vela, La tregua, publicados ambos en 1959, marcaron el des- plazamiento definitivo de la tradicional temática rural a la urbana en la novelística uruguaya. En su serie de cuentos El último viaje, Esta mañana y Gracias por el fuego, deja ver la penetrante crítica de una sociedad minada por el conformismo y la complacencia, mientras se da la mano con una concepción moderna del estilo y la estructu- ra narrativa. 36
  • 34. B i e n v e n i d a Se me ocurre que vas a llegar distinta no exactamente más linda ni más fuerte ni más dócil ni más cauta tan sólo que vas a llegar distinta como si esta temporada de no verme te hubiera sorprendido a vos también quizá porque sabes cómo te pienso y te enumero después de todo la nostalgia existe aunque no lloremos en los andenes fantasmales ni sobre las almohadas de candor ni bajo el cielo opaco yo nostalgio tú nostalgias y cómo me revienta que él nostalgie tu rostro es la vanguardia tal vez llega primero porque lo pinto en las paredes con trazos invisibles y seguros 37
  • 35. no olvides que tu rostro me mira como pueblo sonríe y rabia y canta como pueblo y eso te da una lumbre inapagable ahora no tengo dudas vas a llegar distinta y con señales con nuevas con hondura con franqueza sé que voy a quererte sin preguntas sé que vas a quererme sin respuestas. 38
  • 36. H a g a m o s u n t r a t o Cuando sientas tu herida sangrar cuando sientas tu voz sollozar cuenta conmigo. (de una canción de Carlos Puebla) Compañera usted sabe que puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos no alerte sus fusiles ni piense qué delirio a pesar de la veta o tal vez porque existe usted puede contar conmigo 39
  • 37. si otras veces me encuentra huraño sin motivo no piense qué flojera igual puede contar conmigo pero hagamos un trato yo quisiera contar con usted es tan lindo saber que usted existe uno se siente vivo y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos aunque sea hasta cinco no ya para que acuda presurosa en mi auxilio sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo. 40
  • 38. T e q u i e r o Tus manos son mi caricia mis acordes cotidianos te quiero porque tus manos trabajan por la justicia si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía 41
  • 39. si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo y tu llanto por el mundo porque sos pueblo te quiero y porque amor no es aureola ni cándida moraleja y porque somos pareja que sabe que no está sola te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. 42
  • 40. S o l e d a d e s Ellos tienen razón esa felicidad al menos con mayúscula no existe ah pero si existiera con minúscula sería semejante a nuestra breve presoledad después de la alegría viene la soledad después de la plenitud viene la soledad después del amor viene la soledad ya sé que es una pobre deformación pero lo cierto es que en ese durable minuto uno se siente solo en el mundo sin asideros sin pretextos sin abrazos sin rencores sin las cosas que unen o separan y en esa sola manera de estar solo ni siquiera uno se apiada de uno mismo 43
  • 41. los datos objetivos son como sigue hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos una frontera de palabras no dichas entre tus labios y mis labios y algo que brilla así de triste entre tus ojos y mis ojos claro que la soledad no viene sola si se mira por sobre el hombro mustio de nuestras soledades se verá un largo y compacto imposible un sencillo respeto por terceros o cuartos ese percance de ser buenagente después de la alegría después de la plenitud después del amor viene la soledad conforme pero qué vendrá después de la soledad a veces no me siento tan solo si imagino mejor dicho si sé 44
  • 42. que más allá de mi soledad y de la tuya otra vez estás vos aunque sea preguntándote a solas qué vendrá después de la soledad. 45
  • 43. S a b e r t e a q u í Podés querer el alba cuando quieras he conservado intacto tu paisaje podés querer el alba cuando ames venir a reclamarte como eras aunque ya no seas vos aunque mi amor te espere quemándose en tu azar y tu sueño sea eso y mucho más esta noche otra noche aquí estarás y cuando gima el tiempo giratorio en esta paz ahora dirás quiero esta paz 46
  • 44. ahora podés venir a reclamarte penetrar en tu noche de alegre angustia reconocer tu tibio corazón sin excusas los cuadros las paredes saberte aquí he conservado intacto tu paisaje pero no sé hasta dónde está intacto sin vos podés querer el alba cuando quieras venir a reclamarte como eras aunque el pasado sea despiadado y hostil aunque contigo traigas dolor y otros milagros aunque seas otro rostro de tu cielo hacia mí. 47
  • 45. T o d a v í a No lo creo todavía estás llegando a mi lado y la noche es un puñado de estrellas y de alegría palpo gusto escucho y veo tu rostro tu paso largo tus manos y sin embargo todavía no lo creo tu regreso tiene tanto que ver contigo y conmigo que por cábala lo digo y por las dudas lo canto nadie nunca te reemplaza y las cosas más triviales se vuelven fundamentales porque estás llegando a casa sin embargo todavía dudo de esta buena suerte porque el cielo de tenerte me parece fantasía 48
  • 46. pero venís y es seguro y venís con tu mirada y por eso tu llegada hace mágico el futuro y aunque no siempre he entendido mis culpas y mis fracasos en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido y si beso la osadía y el misterio de tus labios no habrá dudas ni resabios te querré más todavía. 49
  • 47. Manuel Benítez Carrasco En su historia y antología de la poesía española, Federico Sainz de Robles dice: Don Manuel nació en el barrio de Albayacín de Granada en el año de 1924, ha colaborado en varias revistas literarias, magní- fico recitador, ha dado numerosos recitales siendo unánimemente elogiado por la crítica. Benítez Carrasco es, a nuestro gusto, uno de los poetas españoles contemporáneos más interesantes. Den- tro de la lírica del neopopulismo, posee una voz propia, humil- dad cálida, colorido espléndido de gamas y matices. Desde sus primeros años de estudiante con los jesuitas en Loulé, Portugal, llamó su atención la poesía mística, te- mática que cultivó hasta los últimos días de su muerte, ocu- rrida el 25 de noviembre de 1999, en Granada, España. La poesía de Manuel Benítez Carrasco se multiplicó en muy diversos temas, sin perder su sello poético personal. Entre estos destacan: el agua, el árbol y la madera; porque, como él dijo: “siempre llevo en la memoria el olor de la viruta de la carpintería de mi padre”. Entre sus obras publicadas se cuentan: La muerte pequeña, El oro y el barro, Cuando pasa el toro y Mi barca. 50
  • 48. M i b a r c a A Beatriz Parra La barca... la barca... Así: sólo con decir: La barca, huele a marisma la boca y sabe a sal la palabra. La barca... la barca... Así: con sólo decir: La barca. ¿Qué cuánto quiero por ella...? ¡Venga conmigo a la playa! Por una quilla de oro y dos remos de esmeralda, le vendo... el aire que hay dentro. Por una rosa de nácar, ...la arena donde se acuesta. Y por un timón de plata, ese mar en dormivela 51
  • 49. en el fondo de la barca, donde estrellas marineras reman de noche a sus anchas. Aire, arena y agua. ¡Todo lo vendo... menos la barca! Aquí la tiene: bonita como novia enamorada por la quilla, sueño verde, por la vela, nube blanca. Cuando está en la playa pienso: ¿...si soñará con el agua...? Cuando está en el agua, digo: ¿...si soñará con la playa...? La trato como a una mujer, y así está ella: le saltan la presunción y el orgullo cuando duerme y cuando anda. ...Con decirle... ¡que le viene pequeña toda la playa! Que en esto de los amores, mujer y barca, se pasan de orgullosas, por queridas, de presumidas, por guapas. ...¡Y cuando se lanza al mar, además de guapa, brava...! 52
  • 50. Mete el pecho, hunde el casco, se enjoya de espuma blanca, cruje el agua en las amuras, ella, altiva, la rechaza, y cuando se deja atrás la nieve, el oro y el nácar, se esponja, se empina, se contonea y se acicala, como hembra que se sabe fina, bonita y en andas. ¡Una reina, no sería tan reina como mi barca! ...¡Y si viera cuando corre...! ¡Caballo con la crin blanca, que va levantando polvo de espuma sobre esmeralda! Algunas noches la luna suele tirar sobre el agua un rayo que dicen que es un camino o una espada. Y yo sé que no es un rayo, sino una alfombra de plata que va tendiendo la luna para que pase mi barca. Y en esas noches de luna se pone a bailar mi barca, bate de cola la espuma peina la vela salada. 53
  • 51. Y, al embrujo de su baile, el mar se enamora y baila. Y mientras que las estrellas se asoman a las ventanas para llevar el compás con sus manitas de plata, baila el viento con la vela, baila el remo con el agua, bailan la luna y el pez, la sombra y la luz, y bailan el timón con las espumas y las olas con mi barca. ...¿Qué cuánto quiero por ella...? Mi barca no es sólo barca: cuna, mástil, timón, remo, quilla verde y vela blanca. Mi barca es la sal del mar, que se hizo piropo y gracia, con un nombre: Soledad, sobre este nombre: Mi barca. Mi barca... mi barca... Así: con sólo decir: mi barca, huele a marisma la boca y sabe a sal la palabra. ...¿Qué cuánto quiero por ella...? ¡Mi barca no es sólo barca! 54
  • 52. L e c c i ó n d e g e o g r a f í a El amor, punto cardenal. A Pilar y Alfonso Peña Yo no sé nada de nada. Francia, al Norte... al Sur, Granada... oro y fuego, al Ecuador... al Oeste, Portugal... ¿Y el amor? ¿Es que el amor se ha quedado sin su punto cardinal?... ¡Pues yo lo tengo anotado en mi pobre geografía: Al Norte, tú, noche y día; al Sur, tú, tarde y aurora; al Este, tú, vida mía, y al Oeste, hora tras hora. Oro y fuego al Ecuador... Mallorca y Venecia al Este... ¿Y el amor? ¡Norte, Sur, Este y Oeste! 55
  • 53. Romancillo del niño que todo lo quería ser El niño quiso ser pez; metió los pies en el río. ...Estaba tan frío el río, que ya no quiso ser pez. El niño quiso ser pájaro; se asomó al balcón del aire. ...Estaba tan alto el aire que ya no quiso ser pájaro. El niño quiso ser perro; se puso a ladrar a un gato. ...Lo trató tan mal el gato que ya no quiso ser perro. El niño quiso ser hombre; empezó a ponerse años. ...Le estaban tan mal los años que ya no quiso ser hombre. Y ya no quiso crecer; no quería crecer el niño. Se estaba tan bien de niño... Pero tuvo que crecer. 56
  • 54. Y en una tarde, al volver a su placeta de niño, el hombre quiso ser niño... pero ya no pudo ser. 57
  • 55. Solea del amor indiferente Ni rencores ni perdón. No me grites; no me llores; lo nuestro ya se acabó. ¿Rencores?... ¿Por qué rencores? No le va a mi señorío guardarle rencor a un río que fue regando mis flores. Tú me diste los mejores cristales de tu corriente. Y no sería decente maldecirte, por despecho, si sé que tienes derecho a dar o negar la fuente. Debo estarte agradecido por tu generosidad; tú me diste, por bondad, lo que yo di por cumplido. Me brindaste tu latido, tu boca nunca besada, tu carne nunca estrenada, tus ojos siempre esperando con dos ojeras temblando debajo de la mirada. 58
  • 56. Me diste el primer te quiero que es el que más atosiga, y, llenita de fatiga, me diste el beso primero. Y hasta que llegó a tu alero aquel mal viento ladrón, yo sé que tu corazón fue mío por vez primera, y sólo mía la acera debajo de tu balcón. Por eso, yo, bien nacido, no te odio ni te aborrezco; al contrario: te agradezco todo cuanto me has querido. No me importa si te has ido con tu barca hacia otro mar. Que yo no te puedo odiar por esta mala partida, porque odiar es en la vida un cierto modo de amar. No vengas ahora a mi lado para pedirme perdón. El perdón es la razón de volver a lo pasado. Y lo pasado, acabado, qué pasó... por qué pasó. Déjame que viva yo sin perdón y sin rencores. No me grites... no me llores. Lo nuestro ya se acabó. 59
  • 57. Solea del amor desprendío Mira si soy desprendío que ayer, al pasar el puente tiré tu cariño al río. Y tú bien sabes por qué tiré tu cariño al río. Porque era anillo de barro mal tasao y mal vendío y porque era flor sin alma de un abril en compromiso, que puso en zarzas y espinas un fingimiento de lirios. Tiré tu cariño al río porque era una planta amarga dentro de mi huerto limpio. Tiré tu cariño al agua porque era una mancha negra sobre mi fachada blanca. Tiré tu cariño al río porque era mala cizaña quitando savia a mi trigo y tiré todo tu amor porque era muerte en mi carne y era agonía en mi voz. 60
  • 58. Tú fuiste flor de verano, sol de un beso y luz de un día. Yo te acunaba en mi mano y en mi mano te cuidaba y tú, por pagarme, herías la mano que te acunaba. Pero al hacerlo olvidabas, tal vez por ingenuidad, que te di mis sentimientos no por tus merecimientos sino por mi voluntad. Yo no puse en compraventa mi corazón encendío; y has de tener muy en cuenta que mi cariño no fue ni comprao ni vendío, sino que lo regalé. Porque yo soy desprendío; por eso te di mi rosa sin habérmela pedío; porque yo soy desprendío y doy las cosas sin ver si se las han merecío. Por eso te di mi vela, te di el vino de mi jarro, las llaves de mi cancela y el látigo de mi carro. Ya ves si soy desprendío que ayer, al pasar el puente, tiré tu cariño al río. 61
  • 59. E l á r b o l s e c o El árbol estaba seco; de savia no le quedó ni un clavito que clavarle al zapato de una flor. ...Pero estaba tan a gusto sequito, tomando el sol... Tenía ya muchos años, es cierto; mucho temblor; era como un viejecito de palo tomando el sol. Pero estaba tan a gusto el viejo tomando el sol... Como un niño mal criado vino un viento y lo empujó; el árbol no tuvo donde apoyarse y se cayó. 62
  • 60. Con lo a gusto que él estaba sequito tomando el sol... Llegaron dos carpinteros, también llegó un labrador; ¡ay, cómo temblaba el árbol de miedo cuando los vio! Y se bebió de un buen trago su último rayo de sol. Con sus cortas ramas hizo una cerca el labrador; con ella cercó su huerto y el árbol se sonrió... porque convertido en cerca seguiría tomando el sol. De su tronco diez mortajas un carpintero ensambló; ¡qué dolor en la memoria tiene el árbol, qué dolor, al recordar cuando estaba sequito tomando el sol! Pero el otro carpintero hizo, con manos de amor, diez cunas como diez nidos para diez niños en flor. 63
  • 61. Y el árbol sintió que mayo le tocaba el corazón. Porque convertirse en cuna era ser de nuevo flor, pájaro, temblor y nido, fruto, latido y canción. Y sobre todo, el buen árbol se creyó abuelo y creyó que en sus diez ramas dormían diez nietecitos de sol. ¡Y se sintió más a gusto que cuando estaba en el campo sequito, tomando el sol! 64
  • 62. J o r g e L u i s B o r g e s El escritor tan admirado por su brillantez y fantasía, Jorge Luis Borges, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1899 y murió en 1986 en Ginebra, Suiza. En 1914, vivió en Suiza, país donde el joven Borges realiza sus estudios; además de francés aprende el alemán; así pene- tra en la literatura de esas lenguas y también en sus doctrinas filosóficas. Lee en abundancia libros que dejan huella en su espíritu, entre otros los de Flaubert: “el de la palabra justa”. Se traslada a España y vive sucesivamente en Barcelona, Sevilla y Madrid. Tiene entonces veinte años; pero a pesar de su juventud cuenta ya con una arraigada fama literaria y apa- rece como un entusiasta propagandista del ultraísmo; escri- bió, influido por esa tendencia, obras que destruyó después. Regresa a Argentina en 1921, donde toma parte en aspec- tos políticos. Sin embargo, el peronismo le colmó de humilla- ciones; transcurrieron entonces años difíciles que obligaron al poeta a prodigar sus actividades en clases, conferencias, traducciones, trabajos editoriales. Caído el dictador, Borges fue designado director de la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires, donde también impartió la cátedra de literatu- ra inglesa. Su talento, su vigor lírico y su inquietud filosófica lo lleva- ron a una poesía singular más honda y universal. En 1923, aparece su libro Fervor de Buenos Aires (de poemas). En 1932 Discusión (ensayos breves). En 1935, publica La historia uni- 65
  • 63. versal de la infamia (colección de narraciones). En 1944, apare- ce Ficciones y El Aleph (colección de cuentos fantásticos), lo- grando su consagración literaria. Entre sus títulos posteriores sobresalen: El hacedor, El informe de Brodie, El oro de los ti- gres, El libro de arena, Historia de la eternidad, Evaristo Carriego y Otras inquisiciones. 66
  • 64. I n s t a n t e s Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atar- [deceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares a donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imagi- [narios. Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente [cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos [momentos. 67
  • 65. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momen- [tos; no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un [termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si [pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a prin- [cipios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres [y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo. 68
  • 66. P o e m a d e l o s d o n e s A María Esther Vázquez Nadie rebaje a lágrima o reproche Esta declaración de la maestría De Dios, que con magnífica ironía Me dio a la vez los libros y la noche. De esta ciudad de libros hizo dueños A unos ojos sin luz, que sólo pueden Leer en las bibliotecas de los sueños Los incesantes párrafos que ceden Las albas a su afán. En vano el día Les prodiga sus libros infinitos, Arduos como los arduos manuscritos Que perecieron en Alejandría. De hambre y de sed (narra una historia griega) Muere un rey entre fuentes y jardines; Yo fatigo sin rumbo los confines De esta alta y honda biblioteca ciega. 69
  • 67. Enciclopedias, atlas, el Oriente Y el Occidente, siglos, dinastías, Símbolos, cosmos y cosmogonías Brindan los muros, pero inútilmente. Lento en mi sombra, la penumbra hueca Exploro con el báculo indeciso, Yo, que me figuraba el Paraíso Bajo la especie de una biblioteca. Algo, que ciertamente no se nombra Con la palabra “azar”, rige estas cosas; Otro ya recibió en otras borrosas Tardes los muchos libros y la sombra. Al errar por las lentas galerías Suelo sentir con vago horror sagrado Que soy el otro, el muerto, que habrá dado Los mismos pasos en los mismos días. ¿Cuál de los dos escribe este poema De un yo plural y de una sola sombra? ¿Qué importa la palabra que me nombra Si es indiviso y uno el anatema? Groussac o Borges, miro este querido Mundo que se deforma y que se apaga En una pálida ceniza vaga Que se parece al sueño y al olvido. 70
  • 68. L o s B o r g e s Nada o muy poco sé de mis mayores Portugueses, los Borges: vaga gente Que prosigue en mi carne, oscuramente, Sus hábitos, rigores y temores. Tenues como si nunca hubieran sido Y ajenos a los trámites del arte, Indescifrablemente forman parte Del tiempo, de la tierra y del olvido. Mejor así. Cumplida la faena, Son Portugal, son la famosa gente Que forzó las murallas del Oriente Y se dio al mar y al otro mar de arena. Son el rey que en el místico desierto Se perdió y el que jura que no ha muerto. 71
  • 69. L o s e s p e j o s Yo que sentí el horror de los espejos No sólo ante el cristal impenetrable Donde acaba y empieza, inhabitable, Un imposible espacio de reflejos Sino ante el agua especular que imita El otro azul en su profundo cielo Que a veces raya el ilusorio vuelo Del ave inversa o que un temblor agita Y ante la superficie silenciosa Del ébano sutil cuya tersura Repite como un sueño la blancura De un vago mármol o una vaga rosa, Hoy, al cabo de tantos y perplejos Años de errar bajo la varia luna, Me pregunto qué azar de la fortuna Hizo que yo temiera los espejos. 72
  • 70. Espejos de metal, enmascarado Espejo de caoba que en la bruma De su rojo crepúsculo disfuma Ese rostro que mira y es mirado, Infinitos los veo, elementales Ejecutores de un antiguo pacto, Multiplicar el mundo como el acto Generativo, insomnes y fatales. Prolongan este vano mundo incierto En su vertiginosa telaraña; A veces en la tarde los empaña El hálito de un hombre que no ha muerto. Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro Paredes de la alcoba hay un espejo, Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo Que arma en el alba un sigiloso teatro. Todo acontece y nada se recuerda En esos gabinetes cristalinos Donde, como fantásticos rabinos, Leemos los libros de derecha a izquierda. Claudio, rey de una tarde, rey soñado, No sintió que era un sueño hasta aquel día En que un actor mimó su felonía Con arte silencioso, en un tablado. Que haya sueños es raro, que haya espejos, Que el usual y gastado repertorio 73
  • 71. De cada día incluya el ilusorio Orbe profundo que urden los reflejos. Dios (he dado en pensar) pone un empeño En toda esa inasible arquitectura Que edifica la luz con la tersura Del cristal y la sombra con el sueño. Dios ha creado las noches que se arman De sueños y las formas del espejo Para que el hombre sienta que es reflejo Y vanidad. Por eso nos alarman. 74
  • 72. Otro poema de los dones Gracias quiero dar al divino laberinto de los afectos y de las causas por la diversidad de las criaturas que forman este singular universo, por la razón, que no cesará de soñar con un plano del laberinto, por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises, por el amor, que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad, por el firme diamante y el agua suelta, por el álgebra, palacio de precisos cristales, por las místicas monedas de Ángel Silesio, por Schopenhauer, que acaso descifró el universo, por el fulgor del fuego que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo, por la caoba, el cedro y el sándalo, por el pan y la sal, por el misterio de la rosa que prodiga color y que no lo ve, por ciertas vísperas y días de 1955, por los duros troperos que en la llanura arrean los animales y el alba, 75
  • 73. por la mañana en Montevideo, por el arte de la amistad, por el último día de Sócrates, por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz, por aquel sueño de Islam que abarcó mil noches y una noche, por aquel otro sueño del infierno, de la torre del fuego que purifica y de las esferas gloriosas, por Swedenborg, que conversaba con los ángeles en las calles de Londres, por los ríos secretos e inmemoriales que convergen en mí, por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria, por la espalda y el arpa de los sajones, por el mar, que es un desierto resplandeciente y una cifra de cosas que no sabemos y un epitafio de los vikings, por la música verbal de Inglaterra, por la música verbal de Alemania, por el oro, que relumbra en los versos, por el épico invierno, por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos, por Verlaine, inocente como los pájaros, por el prisma de cristal y la pesa de bronce, por las rayas del tigre, por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan, por la mañana en Texas, por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral 76
  • 74. y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos, por Séneca y Lucano, de Córdoba, que antes del español escribieron toda la literatura española, por el geométrico y bizarro ajedrez, por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce, por el olor medicinal de los eucaliptos, por el lenguaje, que puede simular la sabiduría, por el olvido, que anula o modifica el pasado, por la costumbre, que nos repite y nos confirma como un espejo, por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio, por la noche, su tiniebla y su astronomía, por el valor y la felicidad de los otros, por la patria, sentida en los jazmines o en una vieja espada, por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema, por el hecho de que el poema es inagotable y se confunde con la suma de las criaturas y no llegará jamás al último verso y varía según los hombres, por Francis Haslam, que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio, por los minutos que preceden al sueño, por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos, por los íntimos dones que no enumero, por la música, misteriosa forma del tiempo. 77
  • 75. E l G o l e m [ I I ] Si (como el griego afirma en el Cratilo) El nombre es arquetipo de la cosa, En las letras de “rosa” está la rosa Y todo el Nilo en la palabra “Nilo”. Y, hecho de consonantes y vocales, Habrá un terrible Nombre, que la esencia Cifre de Dios y que la Omnipotencia Guarde en letras y sílabas cabales. Adán y las estrellas lo supieron En el Jardín. La herrumbre del pecado (Dicen los cabalistas) lo ha borrado Y las generaciones lo perdieron. Los artificios y el candor del hombre No tienen fin. Sabemos que hubo un día En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre En las vigilias de la judería. 78
  • 76. No a la manera de otras que una vaga Sombra insinúan en la vaga historia, Aún está verde y viva la memoria De Judá León, que era rabino en Praga. Sediento de saber lo que Dios sabe, Judá León se dio a permutaciones De letras y a complejas variaciones Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave, La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio, Sobre un muñeco que con torpes manos Labró, para enseñarle los arcanos De las Letras, del Tiempo y del Espacio. El simulacro alzó los soñolientos Párpados y vio formas y colores Que no entendió, perdidos en rumores Y ensayó temerosos movimientos. Gradualmente se vio (como nosotros) Aprisionado en esta red sonora De Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora, Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquéllos, Otros. (El cabalista que ofició de numen A la vasta criatura apodó Golem; Estas verdades las refiere Scholem En un docto lugar de su volumen.) El rabí le explicaba el universo: “Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga.” 79
  • 77. Y logró, al cabo de años, que el perverso Barriera bien o mal la sinagoga. Tal vez hubo un error en la grafía O en la articulación del Sacro Nombre; A pesar de tan alta hechicería, No aprendió a hablar el aprendiz de hombre. Sus ojos, menos de hombre que de perro Y harto menos de perro que de cosa, Seguían al rabí por la dudosa Penumbra de las piezas del encierro. Algo anormal y tosco hubo en el Golem, Ya que a su paso el gato del rabino Se escondía. (Ese gato no está en Scholem Pero, a través del tiempo, lo adivino.) Elevando a su Dios manos filiales, Las devociones de su Dios copiaba O, estúpido y sonriente, se ahuecaba En cóncavas zalemas orientales. El rabí lo miraba con ternura Y con algún horror. “¿Cómo (se dijo) Pude engendrar este penoso hijo Y la inacción dejé, qué es la cordura?” “¿Por qué di en agregar a la infinita Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana Madeja que en lo eterno se devana, Di otra causa, otro efecto y otra cuita?” 80
  • 78. En la hora de angustia y de luz vaga, En su Golem los ojos detenía. ¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga? 81
  • 79. A l i d i o m a a l e m á n Mi destino es la lengua castellana, El bronce de Francisco de Quevedo, Pero en la lenta noche caminada Me exaltan otras músicas más íntimas. Alguna me fue dada por la sangre —Oh voz de Shakespeare y de la Escritura—, Otras por azar, que es dadivoso, Pero a ti, dulce lengua de Alemania, Te he elegido y buscado, solitario. A través de vigilias y gramáticas, De la jungla de las declinaciones, Del diccionario, que no acierta nunca Con el matiz preciso, fui acercándome. Mis noches están llenas de Virgilio, Dije una vez; también pude haber dicho De Hölderlin y de Angelus Silesius. Heine me dio sus altos ruiseñores; Goethe, la suerte de un amor tardío, A la vez indulgente y mercenario; Keller, la rosa que una mano deja En la mano de un muerto que la amaba Y que nunca sabrá si es blanca o roja. Tú, lengua de Alemania, eres tu obra 82
  • 80. Capital: el amor entrelazado De las voces compuestas, las vocales Abiertas, los sonidos que permiten El estudioso hexámetro del griego Y tu rumor de selvas y de noches. Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde De los años cansados, te diviso Lejana como el álgebra y la luna. 83
  • 81. A I s l a n d i a De las regiones de la hermosa tierra Que mi carne y su sombra han fatigado Eres la más remota y la más íntima, Última Thule, Islandia de las naves, Del terco arado y del constante remo, De las tendidas redes marineras, De esa curiosa luz de tarde inmóvil Que efunde el vago cielo desde el alba Y del viento que busca los perdidos Velámenes del viking. Tierra sacra Que fuiste la memoria de Germania Y rescataste su mitología De una selva de hierro y de su lobo y de la nave que los dioses temen, Labrada con las uñas de los muertos. Islandia, te he soñado largamente Desde aquella mañana en que mi padre Le dio al niño que he sido y que no ha muerto Una versión de la Völsunga Saga Que ahora está descifrando mi penumbra Con la ayuda del lento diccionario. Cuando el cuerpo se cansa de su hombre, Cuando el fuego declina y ya es ceniza, 84
  • 82. Bien está el resignado aprendizaje De una empresa infinita; yo he elegido El de tu lengua, ese latín del Norte Que abarcó las estepas y los mares De un hemisferio y resonó en Bizancio Y en las márgenes vírgenes de América. Sé que no la sabré, pero me esperan Los eventuales dones de la busca, No el fruto sabiamente inalcanzable. Lo mismo sentirán quienes indagan Los astros o la serie de los números... Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia. 85
  • 83. J o s é Á n g e l B u e s a Nació en 1910 en Cuba, de donde salió un día para no volver jamás; vivió en México, en el Distrito Federal y Monterrey, trabajando para la radio, que era la actividad a la que se dedicaba en su isla natal. Residió también en Miami y siguió vagando por “ahí”, como lo refiere en su poesía. Los que lo conocieron han muerto ...las nuevas generacio- nes no saben de él, dónde falleció ni conocen de su inmensa sensibilidad, como si él mismo no hubiera querido dejar tras sí la menor huella... según las frases de sus poemas. 86
  • 84. Poema para el crepúsculo I Hora de soledad y de melancolía en que casi es de noche y casi no es de día. Hora para que vuelva todo lo que se fue. Hora para estar triste, sin preguntar por qué. Todo empieza a morir cuando nace el olvido, y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido... ¡Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta de un gran amor dormido que de pronto despierta! II Viendo pasar las nubes se comprende mejor que, así como ellas cambian, va cambiando el amor; y aunque decimos: “Todo se olvida, todo pasa...” en la ceniza, a veces, nos sorprende una brasa. Porque es triste creer que se secó una fuente, y que otro bebe el agua que brota nuevamente; o una estrella apagada que vuelve a ser estrella, y ver que hay otros ojos que están fijos en ella. Decimos: “Todo pasa, porque todo se olvida...” y el recuerdo entristece lo mejor de la vida. 87
  • 85. III Apenas ha durado para amarte y perderte este amor que debía durar hasta la muerte. Fugaz como el contorno de una nube remota, tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota. Tu amor cuando era mío, no me pertenecía, hoy, aunque vas con otro, quizás eres más mía. Tu amor es como el viento que cruza de repente: Ni se ve ni se toca, pero existe y se siente. Tu amor es como un árbol que renunció a su altura, pero cuyas raíces abarcan la llanura. Tu amor me negó siempre lo poco que pedí y hoy me da esta alegría de estar triste por ti. Y, aunque creí olvidarte pienso en ti todavía, cuando, aún sin ser de noche, dejó de ser de día... 88
  • 86. P o e m a d e l a c u l p a Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala, Señor, porque la culpa es mía. Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo, mis labios están dulces por ese amor amargo. Ella fue como un agua callada que corría... Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía. Perdónala, Señor, Tú, que le diste a ella su frescura de lluvia y su esplendor de estrella. Su alma era transparente como un vaso vacío. Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío. Pero, ¿cómo no amarla, si Tú hiciste que fuera turbadora y fragante como la primavera? ¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío sobre la yerba seca y ávida del estío? Traté de rechazarla, Señor, inútilmente, como un surco que intenta rechazar la simiente. 89
  • 87. Era de otro. Era de otro, que no la merecía, y por eso, en sus brazos, ¡seguía siendo mía! Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño: Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño. Y ella me dio su amor como se da una rosa, como quien lo da todo, dando tan poca cosa... Una embriaguez extraña nos venció poco a poco: Ella no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco! La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella, y me diste ojos para mirarla a ella. Toda la culpa es tuya, pues me hiciste cobarde para matar un sueño porque llegaba tarde. Sí. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar y si es culpable un río cuando corre hacia el mar. Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara, que sería un pecado mayor si no la amara. Y, por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella que Tú que hiciste el agua, y la flor, y la estrella, Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre, Tú también la amarías ¡si pudieras ser hombre! 90
  • 88. P o e m a d e l a s c o s a s Quizás, estando sola, de noche, en tu aposento, oirás que alguien te llama, sin que tú sepas quién; y aprenderás entonces que hay cosas como el viento, que se están yendo siempre, pero que no se van. Y también es posible que una tarde de hastío, como florece un surco, te renazca un afán; y aprenderás entonces que hay cosas como el río, que se están yendo siempre, pero que no se van. O, al cruzar una calle, tu corazón risueño recordará una pena que no tuviste ayer; y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño, cosas que nunca han sido, pero que pueden ser. Por más que tú prefieras ignorar estas cosas, sabrás por qué suspiras oyendo una canción; y aprenderás entonces que hay cosas como rosas, cosas que son hermosas sin saber que lo son. Y una tarde cualquiera sentirás que te has ido, y un soplo de ceniza secará tu jardín; y aprenderás entonces que el tiempo y el olvido son las únicas cosas que nunca tienen fin. 91
  • 89. P o e m a Quizá te diga un día que dejé de quererte aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que, aunque el amor nos une, nos separa la vida. Quizá te diga un día que se me fue el amor, y cerraré los ojos para amarte mejor; porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos, nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos. Quizás te diga un día que dejé de quererte aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, ¡que nos quedamos juntos para toda la vida! 92
  • 90. R e g r e s o Vengo del fondo oscuro de una noche implacable, y contemplo los astros con un gusto de asombro. Al llegar a tu puerta me confieso culpable, y una paloma blanca se me posa en el hombro. Mi corazón humilde se detiene en tu puerta, con la mano extendida como un viejo mendigo; y tu perro me ladra de alegría en la huerta, porque a pesar de todo, sigue siendo mi amigo. Al fin creció el rosal aquel que no crecía y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro: Yo también he cambiado mucho desde aquel día, pues no tienen estrellas las noches del destierro. Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada; pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo, mírame dulcemente, sin preguntarme nada, y sabrás que no he vuelto... porque estaba contigo. 93
  • 91. L e ó n F e l i p e C a m i n o Nació el 11 de abril de 1884 en Tábara, pueblo de la provincia de Zamora, España. En 1886, su familia se traslada a Sequeros, Salamanca, donde los mayores recuerdos infan- tiles se graban en la mente del poeta. Termina sus estudios en Santander por exigencias familiares y se ve obligado a cur- sar la carrera de farmacéutica en Madrid, ciudad que le ofrece innumerables oportunidades culturales; sintiéndose atraído fundamentalmente por el teatro posteriormente trabajó como actor. Toda su vida fue un peregrinar entre exilios, debido a su irrenunciable republicanismo sin concesiones. En su obra literaria se revela su desesperación y un ánimo polémico en una voz más cercana al grito que al canto. Su poesía forma parte del modernismo y del vanguardismo. En- tre sus obras se encuentran Drop a star, Antología rota, El pa- yaso de las bofetadas, El hacha, Ganarás la luz, El último publicano, Este pobre y roto violín, El gran responsable y El cier- vo. En 1963, se edita una recopilación de sus obras completa; muere en la ciudad de México en 1968, rodeado del afecto de un pueblo que lo consideró un poeta íntegro. 94
  • 92. S i n e l p o e t a Sin el poeta no podrá existir España. ¡Que lo oigan las arcas victoriosas! ¡Que lo oiga Franco! Tuya es la hacienda, la casa, el caballo y la pistola. Mía es la voz más antigua de la tierra. Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo. Mas yo te dejo mudo... mudo. Y cómo vas a recoger el trigo y alimentar el fuego... ¡Si yo me llevo la canción! 95
  • 93. U n s i g n o I. No me contéis más cuentos Ya se han contado todos. Todos se han dicho y todos se han escrito... y todos se han ovillado y archivado. Los ha contado el viejo patriarca, los han cantado el coro y la nodriza, los ha dicho un idiota lleno de estrépito y de furia, se han grabado en la ventana y en la rueda y se han guardado en cajas fuertes las matrices. Hay réplicas exactas de todas las tragedias, discos fonográficos de todas las salmodias, y placas fotográficas de todos los naufragios. Ningún cuento se ha perdido. Estad tranquilos. Se sabe que el poema es una crónica, que la crónica es un mito, la Historia una serpiente que se muerde la fábula y el poeta doméstico, el cronista del rey y el arzo- [bispo... el narrador de cuentos. Todos se han registrado. 96
  • 94. Y todos están vivos todavía. Ahí pasa el pregonero: “¡Cuentos!... ¡Cuentos!... ¡Cuentos!...” Es aquel viejo vendedor de sombras y de risas que ahora pregona cuentos. Pero yo no quiero cuentos... No me contéis más cuentos II. Sé todos los cuentos Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos... que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre... ha inventado todos los cuentos, Yo sé muy pocas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos... y sé todos los cuentos. III. El dulce cuento de la rosquilla Contar es enumerar y referir. Tú cuentas: uno, dos, tres... Él cuenta: un cuento, dos cuentos, tres cuentos. Cuentas... cuentos... ¡Todos sabéis contar! Pero al final de cuentas, sólo contáis un cuento: el dulce cuento de la rosquilla nada más. 97
  • 95. Porque la serpiente se chupa el caramelo de la cola, y se lo chupa el hijo pródigo y el último caballero del Graal; y el miedo y el feto y la impotencia... y la voluta desmayada del capital barroco y aplastado de la [catedral y el vendaje diamantino de la momia, y el del sudario primero de Lázaro —primero y provisional— y la cinta dorada de la gorra, y la hebilla de la espuela, y el cíngulo de nieve y de sal de la mujer de Lot y el rosario y el balduque del legajo revolucionario y constitucional y la cincha anillada de onzas y de balas que ornamenta y [sostiene el heroico vientre satisfecho del general y la ciega mula democrática y el toro fugitivo y fogueado que volverá a dormir en el corral y la verja de lanzas del palacio y la antigua muralla de la China, y la nueva ciudadela del kremlin, y la gran estola cuaresmal... Y la escalera se lo chupa también (los que bajaron subirán y los que subieron, volverán a bajar). IV. Trampas Trampas de redes y de lazos son los cuentos con los que me ovillan a la tierra y con los que me cercan en el tiempo. O un estanque 98
  • 96. o un espejo donde yo me repito y me reflejo. Romped, romped todos los cuentos, que no quiero verme en el tiempo ni en la tierra ni en el agua sujeto. V. Contádme un sueño Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco, soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir: Me durmieron con un cuento... y me he despertado con un sueño. Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos. Voy a contar mi sueño. Es un sueño sin lazos, sin espejos, sin anillos, sin redes, sin trampas y sin miedo. VI. Oíd Soñé... ¡Sueño! No soy un cuento. Vengo de más lejos... 99
  • 97. ¡Soy y vengo del sueño! Y digo que señor es querer, querer, querer... Querer escaparse del espejo, querer desenvolverse del ovillo, querer desconyuntarse de la dulce rosquilla de los cuentos, querer desenvolverse... prolongarse. Soñar es decir 4 veces, o 44 veces, o 4,444 veces, por ejemplo: Yo no quiero, yo no quiero, yo no quiero, yo no quiero verme en el tiempo ni en la tierra ni en el agua sujeto... Quiero verme en el viento, quiero verme en el viento, quiero verme en el viento, quiero verme en el viento. Quiere el hilo, sueña el hilo en la espadera, sueña el hilo que saldrá algún día... ¡Un buen día! hecho manto del telar. 100
  • 98. Lo que pasó, bajo la curva de los cielos, se prolonga bajo los huesos de mi cráneo. Lo que soñé en la tierra y en el vientre fecundado de mi [madre, lo sigo aquí ahora sobre la piedra oscura de mi almohada. ¡Fui semilla que quiso ser espiga... y soy espiga que sueña en ser pan ázimo! VII. El gusano Soy gusano que sueña ¡que quiere! Contaré el sueño del gusano. Narradores de cuentos... el gusano no se chupa el caramelo de la cola. No es un cuento. Es un sueño que camina. Repta. Y deja sobre la hierba oscura una secreción viscosa y fosforescente, un hilo glutinoso... y lumínico. ¡Lumínico! La baba es una estela. Anotad esto bien: Cavad aquí para marcar una señal. Cavad aquí una estaca, aquí, aquí... que aquí sobre esta tierra... sobre la Tierra, sobre este gran ovillo devanado con baba, sobre la estela verde que segregó el gusano, sobre el sudor oscuro que vertieron sus glándulas. sobre su llanto ciego de semilla y de feto, sobre los restos de su capullo y su sarcófago, sobre la ganga adámica de su morada mística, sobre el cascarón de su bóveda abierta 101
  • 99. y sobre los escombros de su iglesia podrida levantaremos un día nuestra casa, nuestra ciudad y nuestro vuelo. ¡Dios nos guía! Porque el gusano no es un cuento, narradores de cuentos, es un signo... un sueño... un sueño alegre que empezamos a decifrar. VIII. Quiero... sueño No me contéis más cuentos, que vengo de muy lejos y sé todos los cuentos. No me contéis más cuentos. Contad. Y recontadme este sueño. Romped, rompedme los espejos. Deshacedme los estanques, los lazos, los anillos, los cercos, las redes, las trampas y todos los caminos paralelos. Que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me arrullen con cuentos; que no quiero, que no quiero, 102
  • 100. que no quiero, que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos; que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me entierren con cuentos; que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero verme clavado en el tiempo, que no quiero verme en el agua, que no quiero verme en la tierra tampoco, que no quiero verme, a su ovillo, como un hilo de la baba [sujeto. Quiero verme en el viento, quiero verme en el viento, quiero verme en el viento... Soy gusano que sueña... y sueño verme un día volando en el viento. 103
  • 101. A u l l i d o s Pasan los días y los años, corre la vida y uno no sabe por qué vive... Pasan los días y los años, llega la muerte y uno no sabe por qué muere Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más sin saber por qué llora por quién llora... y qué significa una lágrima. Luego, cuando otro día uno se va para siempre, sin que nadie lo sepa tampoco sin saber quién es ni a qué ha venido aquí... piensa que tal vez vino sólo a llorar y aullar como un perro... 104
  • 102. ¡ Q u é p e n a ! . . . ¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas y siempre se repitieran las mismas cuestas, las mismas praderas, los mismos rebaños, las mismas recuas, los mismos pueblos, las mismas ventas!... ¡Qué pena si esta vida tuviera —esta vida nuestra— mil años de existencia!... 105
  • 103. ¿Quién la haría hasta el fin llevadera? ¿Quién la soportaría toda sin protestas?... ¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?... Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos esclavos, las mismas protestas, los mismos farsantes, las mismas sectas y los mismos, los mismos poetas... ¡Qué pena, qué pena que sea así todo siempre, siempre de la misma manera! 106
  • 104. V e n c i d o s Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar. Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar, va cargado de amargura, que allá encontró sepultura su amoroso batallar. Va cargado de amargura, que allá “quedó su ventura” en la playa de Barcino, frente al mar. Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar. Va cargado de amargura, va, vencido, el caballero de retorno a su lugar. ¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura en horas de desaliento así te miro pasar! ¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar; hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura, 107
  • 105. que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar! Ponme a la grupa contigo, caballero del honor, ponme a la grupa contigo y llévame a ser contigo pastor. Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar... 108
  • 106. C o m o t ú Así es mi vida, piedra, como tú. Como tú, piedra pequeña: como tú, piedra ligera; como tú, canto que ruedas por las calzadas y por las veredas; como tú, guijarro humilde de las carreteras, como tú, que en días de tormenta te hundes en el cieno de la tierra y luego centelleas bajo los cascos y bajo las ruedas; como tú, que no has servido para ser ni piedra de una lonja, 109
  • 107. ni piedra de una audiencia, ni piedra de un palacio, ni piedra de una iglesia... como tú, piedra aventurera... como tú, que tal vez estás hecha sólo para una honda... piedra pequeña y ligera... 110
  • 108. C o r a z ó n m í o Corazón mío... ¡qué abandonado te encuentro!... Corazón mío... estás lo mismo que aquellos palacios deshabitados y llenos de misteriosos silencios... Corazón mío, palacio viejo, palacio desmantelado, palacio desierto, palacio mudo y lleno de misteriosos silencios... ni una golondrina ya llega a buscar tus aleros y hacen su cobijo sólo en tus huecos los murciélagos. 111
  • 109. E r n e s t o C a r d e n a l Nació en la ciudad de Granada, Nicaragua, en el año de 1925. Poeta y monje nicaragüense comprometido en la lu- cha revolucionaria. Estudió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México y doctorado en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Participó en la re- belión contra la dictadura de Somoza. Se ordenó sacerdote y fundó la comunidad de Solentiname, en una isla del Lago Ni- caragua. Desde 1978 formó parte activa del Frente Sandinista de Liberación Nacional y en 1979, la junta de Liberación Na- cional le encargó el Ministerio de Cultura, cargo que continuó tras las elecciones de 1984. Su postura en el movimiento cristiano por el socialismo, vinculada a la teología de la liberación, le ha valido la recri- minación de su jerarquía eclesiástica y en 1985 fue suspen- dido a divinis. Escribe una poesía revolucionaria e impregnada de un cris- tianismo socialista y liberador. Ejemplo de esta temática son los poemas: Salmos y Oración de Marilyn Monroe. Entre sus libros poéticos se encuentran: La ciudad deshabita- da, El conquistador, Ghetsemany K., Epigramas y Hora 0, en este libro recopiló cuatro poemas políticos de una honda visión revolucionaria. Entre algunas de sus últimas obras cabe ci- tar: En Cuba, Oráculo sobre Managua y El estrecho dudoso. 112
  • 110. N o s t a l g i a Al perderte yo a ti Tú y yo hemos perdido: Yo, porque tú eras Lo que yo más amaba Y tú porque yo era El que te amaba más. Pero de nosotros dos Tú pierdes más que yo: Porque yo podré amar A otras como te amaba a ti; Pero a ti no te amarán Como te amaba yo. 113
  • 111. S a l m o 1 6 Oye Señor mi causa justa atiende mi clamor. Escucha mi oración que no son slogans. Júzgame Tú y no sus Tribunales Si me interrogas de noche con un reflector, con tu detector de mentiras no hallarás en mí ningún crimen. Yo no repito lo que dicen los radios de los hombres ni su propaganda comercial ni su propaganda política. Yo guardé tus palabras y no sus consignas. Yo te invoco... porque me has de escuchar Oh Dios oye mi palabra. Tú eres el defensor de los deportados y de los condenados en los Consejos de Guerra y de los presos en los campos de concentración guárdame como a la niña de tus ojos debajo de tus alas escóndeme libérame del dictador y de la mafia de los gangsters. Sus ametralladoras están emplazadas contra nosotros 114
  • 112. y los slogans de odios nos rodean. Los espías rodean mi casa los policías secretos me vigilan de noche estoy en medio de gangsters. Levántate Señor sal a su encuentro derríbalos. Arrebáteme de las garras de los Bancos con tu mano Señor líbrame de los hombres de negocios y del socio de los clubes exclusivos ¡de ésos que ya han vivido demasiado! los que tienen repletas sus refrigeradoras y sus mesas llenas de sobras y dan el caviar a los perros. Nosotros no tenemos entrada a su Club pero Tú nos sacarás cuando pase la noche. 115
  • 113. R o s a r i o C a s t e l l a n o s Nació en la ciudad de México en 1925. Vivió de niña en Comitán, Chiapas. Realizó estudios de posgrado en la Uni- versidad de Madrid y fue promotora cultural de su estado na- tal, donde escribió obras de teatro guiñol y textos escolares para comunidades indígenas. En la UNAM desempeñó el cargo de directora de Información y Prensa durante el periodo del rector Ignacio Chávez e impartió la cátedra de Filosofía y Le- tras. Fue embajadora de México en Tel Aviv, Israel, país don- de murió en 1974. Rosario Castellanos cultivó todos los géneros literarios con acierto, pero la plenitud de su obra está en su poesía que registra varias etapas. La conciencia del mestizaje de una raza vencida a la que el mundo le fue arrebado sin misericor- dia, dan forma y profundidad a muchos de sus versos. Otras de sus preocupaciones temáticas fueron el desamparo que sucede a la pérdida del amor y la objetividad descarnada pre- sentada con el lirismo de la palabra. Así, su pensamiento se virtió sin fisura en una forma cuya excelencia artística es complemento activo del significado. Entre sus libros de poesía se encuentran: Trayectoria del polvo, De la vigilia estéril, Presentación en el templo, El rescate del mundo, Apuntes para una declaración de fe, Poemas, Al pie de la letra y Lívida luz. 116
  • 114. A g o n í a f u e r a d e l m u r o Miro las herramientas, el mundo que los hombres hacen, donde se afanan, sudan, paren, cohabitan. El cuerpo de los hombres prensado por los días, su noche de ronquido y de zarpazo y las encrucijadas en que se reconocen. Hay ceguera y el hambre los alumbra y la necesidad, más dura que metales. Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra que todavía la especie no produce?) los hombres roban, mienten, como animal de presa olfatean, devoran y disputan a otro la carroña. Y cuando bailan, cuando se deslizan o cuando burlan una ley o cuando se envilecen, sonríen, entornan levemente los párpados, contemplan el vacío que se abre en sus entrañas y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano. 117
  • 115. Yo soy de alguna orilla, de otra parte, soy de los que no saben ni arrebatar ni dar, gente a quien compartir es imposible. No te acerques a mí, hombre que haces el mundo, déjame, no es preciso que me mates. Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren de algo peor que vergüenza. Yo muero de mirarte y no entender. 118
  • 116. D e s t i n o Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca. Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere un olvido, una ausencia, a veces menos. Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia de respirar con un pulmón ajeno! El aire no es bastante para los dos. Y no basta la tierra para los cuerpos juntos y la ración de la esperanza es poca y el dolor no se puede compartir. El hombre es animal de soledades, ciervo con una flecha en el ijar que huye y se desangra. Ah, pero el odio, su fijeza insomne de pupilas de vidrio; su actitud que es a la vez reposo y amenaza. El ciervo va a beber y en el agua aparece el reflejo de un tigre. 119
  • 117. El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve —antes que lo devoren— (cómplice, fascinado) igual a su enemigo. Damos la vida sólo a lo que odiamos. 120
  • 118. F a l s a e l e g í a Compartimos sólo un desastre lento. Me veo morir en ti, en otro, en todo y todavía bostezo o me distraigo como ante el espectáculo aburrido. Se destejen los días, las noches se consumen antes de darnos cuenta; así nos acabamos. Nada es. Nada está entre el alzarse y el caer del párpado. Pero si alguno va a nacer (su anuncio, la posibilidad de su inminencia y su peso de sílaba en el aire), trastorna lo existente, puede más que lo real y desaloja el cuerpo de los vivos. 121
  • 119. M e m o r i a l d e T l a t e l o l c o La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar un crimen. Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche para que nadie viera la mano que empuñaba el arma, sino sólo su efecto de relámpago. Y a esa luz, breve y líquida, ¿quién? ¿Quién es el que mata? ¿Quiénes los que agonizan, los que mueren? ¿Los que van a caer al pozo de una cárcel? ¿Los que se pudren en el hospital? ¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto? ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en la radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete (pues prosiguió el banquete). 122
  • 120. No busques lo que no hay: huellas, cadáveres, que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa: a la Devoradora de Excrementos. No hurgues en los archivos pues nada consta en actas. Ay, la violencia pide oscuridad porque la oscuridad engendra el sueño y podemos dormir soñando que soñamos. Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria. Duele, luego es verdad. Sangra con sangre. Y si la llamo mía traiciono a todos. Recuerdo, recordamos. Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca sobre tantas conciencias mancilladas, sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta, sobre el rostro amparado tras la máscara. Recuerdo, recordemos hasta que la justicia se siente entre nosotros. 123
  • 121. R a f a e l d e L e ó n Poeta y autor dramático. Nació en Sevilla, España, el 6 de febrero de 1908 y murió en Madrid, el 9 de diciembre de 1982. En el año de 1926 inicia en la Universidad de Granada los estudios de la carrera de Derecho. Conoce al poeta Fede- rico García Lorca, con quien entabla una buena amistad. Esta relación impregna la obra completa de León del estilo poético de García Lorca. Durante la guerra civil española, de León es encarcelado en Barcelona, en este periodo declara tener una buena amis- tad con destacados poetas republicanos como León Felipe, Federico García Lorca y Antonio Machado. Rafael de León pertenece a la denominada generación del 27. Es un poeta de gran sugestión, maestro en el colorido, en la emoción, en la perdurabilidad temática, en la metáfora sor- prendente, en la plasticidad y en la melodía. Entre sus obras poéticas se encuentran: Pena y alegría de amor, Jardín de papel y Amor de cuando en cuando. A lo largo de su vida compuso numerosas letras para can- ciones que no tardaron en popularizarse. 124