Este documento presenta una antología de poesía hispanoamericana del siglo XX. Incluye una introducción que explica el propósito de la antología y ofrece contexto histórico sobre el género de la antología poética. También incluye biografías y muestras de la poesía de dos poetas hispanoamericanas: Delmira Agustini de Uruguay y una selección de sus poemas "Explosión" y "Amor".
4. P r e s e n t a c i ó n
Esta antología poética fue elaborada por profesores del
área humanística del Centro de Estudios Científicos y Tecno-
lógicos “Cuauhtémoc”, perteneciente al Instituto Politécnico
Nacional, con el doble propósito de presentar a los lectores y
alumnos un acervo de este género literario representativo de
las últimas décadas y, a su vez, fomentar en ellos la búsqueda
continua de creaciones estéticas en el arte de la literatura.
La selección no fue fácil, debido a que implicó dejar fuera
material muy valioso por razones de espacio, sin embargo,
estamos seguros que esta lectura habrá de proporcionar una
visión amplia y precisa sobre este género literario.
Es nuestro deseo que los alumnos al leer el presente tra-
bajo, con ese goce estético que brinda la poesía, lo hagan en
voz alta, declamen y, a través de ello, comuniquen con estilo
propio su sentir personal. Por otra parte, las posibilidades de
análisis son múltiples: la riqueza de vocabulario, la cons-
trucción retórica, la variada rima, el ritmo, el metro y las di-
versas aportaciones de los poetas contemporáneos.
Se presentan todos los temas que al ser humano atañen:
el amor, el dolor, la muerte, la naturaleza, la lucha existencial,
los sentimientos patrios, los inexorables problemas socia-
les, etcétera.
La muestra de diferentes estilos poéticos y corrientes lite-
rarias podrá ser objeto de un interesante estudio.
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5. “Si acongoja un dolor a los humildes,
o si miran un valle, un monte, un mar,
dicen tal vez: —Dichosos los poetas
porque todo lo pueden.
Y nosotros, los míseros poetas,
temblando ante los vértigos del mar,
vemos la inexpresada maravilla,
y tan sólo podemos suspirar.
(Porfirio Barba Jacob)
In memoriam
Raquel Maldonado Chávez
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6. P r ó l o g o
Para quien oficia la liturgia de las letras, evocar al
poeta es resucitarlo en la lectura de su poesía. El poeta es el
hombre revolucionario que pretende trasformar la realidad
social y cultural del mundo por medio de la palabra.
La poesía por sí misma no existe ni aun en la copia de las
formas de la naturaleza como pensaban los poetas franceses
del siglo XVIII . Esta es materialización del deseo, del amor, del
gozo, del tormento existencial, del rencor, de la angustia; en
suma, del sentimiento y de lo inexorable del tiempo y de la
muerte. Todo aquello que en la existencia es latido y apasio-
namiento toma forma en el lenguaje poético.
La poesía no tiene como fin explicar nada, ya que es parte
del hombre, se desprende de este y lo trasciende; se trasfor-
ma al fusionarse en la experiencia del lector, si lo hay. La
poesía alienta la actividad espiritual del ser humano revir-
tiendo la vanalidad.
La palabra antología —anthologia, del griego anthos: flor, y
legein: escoger— significa, como su nombre lo indica, recolec-
tar flores y, en sentido literario, según el Novísimo diccionario
de la lengua castellana, coleccionar, escoger las mejores obras
literarias, en este caso poesías, para hacer un libro.
Sinónimos de antología son las palabras: guirnaldas, coro-
nas, florilegio, iris, joyel, relicario; o las frases: sarta de per-
las, hebra de luceros, abanico de plumas, redoma de olores,
jardín encantado, luz de aurora, brillo del rocío... y demás con
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7. que la han distinguido los poetas de todos los tiempos, sin-
gularizándose los bardos de la literatura árabe, quienes la
llamaron con las formas más bellas del lenguaje oriental, ta-
les como: corona de suspiros, celeste hurí, pebetero de aro-
mas, reguero de estrellas, tesoro del emir, esencia de sándalo,
santuario del fuego, voces de la alhambra y cajita de mirra.
Ejemplos de estas magníficas obras fueron la recopilación de
la Antología gramatical árabe, que realizó el inspirado poeta Sil-
vestre Sacy, y la compuesta en cien capítulos, Amaruca
takasura, del cantor de origen hindú Amarva.
El tiempo ha sido noble con este género literario conser-
vando en su historia el testimonio de numerosas antologías
poéticas, por ejemplo:
A fines del siglo II a. de C. el célebre Meleagro de Gadara,
de origen Sirio, escribió la primera anthologia griega, en la que
junto con sus poesías recopiló versos de cuarenta y siete
autores, tanto contemporáneos como anteriores a él, dándo-
le el título de Corona.
Constantino Cefalas a su vez, a principios del siglo X, la repro-
dujo con el título de Anthologia inédita codicis palatini, encerrando
más de setecientos epigramas contenidos en tres mil versos;
otros más la retomaron sucesivamente: Filipo de Tesalónica (se-
gunda mitad del siglo I d. de C.), Estrabón de Sardes, contempo-
ráneo de Séptimo Severo, y el historiador Agatías de Myrina, por
los años de 527-565, cuyos originales se perdieron.
De esta anthologia inédita sacó, a su vez, el monje griego
Máximo Planudius la edición grecolatina de Didot a fines del
siglo XIII. En la Biblioteca palatina de Heidelberg, en el año de
1616, Soumasie halló la de Constantino Cefalas. Varios erudi-
tos en la materia como: Fabricio, Joe, Scaliger, C. Binet, Meyer
y Riese, sucesivamente desde el siglo XVI , dieron forma a la
Anthologia latina, recopilación tomada de distintas fuentes.
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8. La antología poética en general tiene gran importancia di-
dáctica, ya que su contenido, en prosa o versos, expone regu-
larmente y con método los principios, reglas y preceptos del
arte poético, resultando su compilación y lectura útil y con-
veniente para la enseñanza, y por selección de lo más bello
de este género, interesante y recreativa.
La definición etimológica de la palabra antología, ya mencio-
nada y que se traduce como ramo de bellas flores, no es solo una
imagen literaria, sino la más acertada y correcta traducción.
La Enciclopedia ilustrada cumbre señala como introductor de
esta forma literaria en España a don Fernando III, quien nos
dejó un hermoso ejemplar en su colección Flores de filosofía.
En este género literario, cultivado posteriormente con fre-
cuencia, destacan entre otros autores: don Juan Alonso de Baena
con su Cancionero general, don Fernando Pérez de Guzmán con
Floresta de filósofos y los miembros de la Biblioteca de autores
españoles, quienes recolectaron una verdadera Guirnalda de ca-
pullos. Como ejemplo de Discurso sobre las flores podemos citar
dentro del Parnaso hispano a la colección que incluye desde los
orígenes de la poesía hasta Garcilaso de la Vega, publicada en
Madrid por la Bilioteca clásica Hernando y prologada por
Menéndez y Pelayo, a la cual se le dio el título de Antología de
poetas castellanos, esta tiene continuidad con la de Ramón
Menéndez Pidal, editada a principios del presente siglo.
Sin embargo, valiosas opiniones nos dicen que las nota-
bles colecciones de san Fernando Baena, Martínez de Burgos,
Hernando del Castillo Pérez de Guzmán, Esteban de Nájera,
Pedro Espinosa, duque de Riva, Quintana, Durán, Alfay,
Fontanella, Pedro de Serafí, Balaguer, etc., son por su forma
literaria trozos escogidos de obras en prosa y verso que no
deben ser incluidas para su estudio dentro de este género,
aun cuando tienen títulos como: Trozos selectos, Romancero,
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9. Corona poética, Florilegio, La renaixensa, Llibre d’or y llibres de
la patria y La fe y el amor. Cabe señalar también que en la Edad
Media y el Renacimiento la literatura castellana no reconoce
con el nombre específico de antología a ninguna colección
selecta de obras poéticas.
Hechas estas anotaciones no podemos dejar de citar por
su belleza y contenido didáctico dentro de la literatura hispa-
na las compilaciones de Pérez Ballesteros, Aldao y Carre, para
la poesía gallega, y la de Fayos, para la catalana.
Capítulo aparte, es imprescindible aludir la poesía contem-
poránea del siglo XX y las diversas influencias que esta reci-
bió de las vanguardias europeas como el surrealismo,
dadaísmo y expresionismo, entre otras; de la portentosa Ge-
neración del 27 y; de las dos guerras mundiales, las cuales
ejercieron una influencia determinante en la actividad poéti-
ca, marcando el fin de una forma de ver el mundo, destruyen-
do literalmente sus fundamentos y llevando de manera radical
al hombre-poeta a replantear su propia realidad.
En el caso particular de México, en las útlimas décadas, se
han editado varias antologías, entre ellas: la de Carlos
Monsiváis, editada por el Fondo de Cultura Económica; la de
Homero Aridjis, editada por Siglo XXI; la de José Emilio
Pacheco, editada en la colección Clásicos de la Literatura
Mexicana y; la de Lepoldo Ayala, editada por el IPN .
Es menester de esta antología destacar la explosiva veta
latinoamericana, cuya influencia no solo constituyó un nue-
vo aliento de mode
rnidad, sino una absoluta y renovada fuente de expresión
en el panorama internacional. Borges, Neruda, Octavio Paz,
Jaime sabines, León Felipe, Miguel Hernández son algunos
de los poetas que permiten ponderar en toda su magnitud la
providente aportación poética de las últimas décadas genera-
da en lengua hispana.
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10. D e l m i r a A g u s t i n i
Nace en Montevideo, Uruguay, en 1914 y muere en el
año de 1986. Es considerada por unos autores como poeta
posmodernista, lo cierto es que se expone a la condena so-
cial por ser una de las primeras poetisas hispanoamericanas
que habla del amor físico con tal vehemencia como ningún
poeta hispano se había atrevido antes.
Rubén Darío escribe: “Es la primera vez que en lengua cas-
tellana aparece un alma femenina, con el orgullo de la verdad
de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su
exaltación divina”.
Según Rodríguez Monegal en Sexo y poesía en el novecientos,
1986, Delmira Agustini se enamoró del escritor antimperialista
argentino Manuel Ugarte. Sin embargo, en 1913 se casó con
Enrique Job Reyes, un hombre totalmente ajeno a la vida inte-
lectual que ella llevaba. A los pocos días se divorció. Y Delmira
regresa en una relación discreta con Manuel Ugarte, siendo sor-
prendida por Job Reyes, quien la asesina y luego se suicida.
En manuales y antologías se suele incluir a Delmira
Agustini en el apartado de posmodernismo. El término no tiene
razón de subsistir, pues se basa en la ya refutada creencia de
que a la manera de Prosas profanas es todo el modernismo.
Hoy es sabido que este movimiento literario fue mucho más
amplio y vivificante y entre las cosas nuevas a las que ayudó
a cobrar existencia se encuentra la poesía no solo femenina
sino feminista.
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11. E x p l o s i ó n
¡Si la vida es amor, bendita sea!
¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul del sentimiento.
Mi corazón moría, triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea;
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!
Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas de mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!
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12. A m o r
Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un extraño riego.
Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.
Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste;
que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,
sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
como una flor de ruego deshojada por dos...
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13. E l c i s n e
Pupila azul de mi parque
es el sensitivo espejo
de un lago claro, muy claro!...
Tan claro que a veces creo
que en su cristalina página
se imprime mi pensamiento.
Flor del aire, flor del agua
alma del lago es un cisne
con dos pupilas humanas,
grave y gentil como un príncipe;
alas lirio, remos rosa...
Pico en fuego, cuello triste
y orgulloso, y la blancura
y la suavidad de un cisne...
El ave cándida y grave
tiene un maléfico encanto:
—clavel vestido de lirio,
trasciende a llama y milagro!...
sus alas blancas me turban
como dos cálidos brazos;
ningunos labios ardieron
como su pico en mis manos;
ninguna testa ha caído
tan lánguida en mi regazo;
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14. ninguna carne tan viva,
ha padecido o gozado:
viborean en sus venas
filtros dos veces humanos!
Del rubí de la lujuria
su testa está coronada:
y va arrastrando el deseo
en una cauda rosada...
Agua le doy en mis manos
y él parece beber fuego;
y yo parezco ofrecerle
todo el vaso de mi cuerpo...
Y vive tanto en mis sueños,
y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es sólo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante...
Al margen del lago claro
yo le interrogo en silencio...
y el silencio es una rosa
sobre su pico de fuego...
Pero en su carne me habla
y yo en mi carne le entiendo.
—A veces ¡toda!, soy alma;
y a veces ¡toda!, soy cuerpo.—
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15. Y vive tanto en mis sueños,
y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es sólo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante...
Al margen del lago claro
yo le interrogo en silencio...
y el silencio es una rosa
sobre su pico de fuego...
Pero en su carne me habla
y yo en mi carne le entiendo.
—A veces ¡toda!, soy alma;
y a veces ¡toda!, soy cuerpo.—
Hunde el pico en mi regazo
y se queda como muerto...
Y en la cristalina página,
en el sensitivo espejo
del lago que algunas veces
refleja mi pensamiento,
el cisne asusta de rojo,
y, yo de blanca doy miedo!
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16. P l e g a r i a
Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
de yo no sé qué formidable raza
en una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dormidos de sus bocas
dan la ceniza negra del Silencio;
mana de las columnas de sus hombros
la mortaja copiosa de la Calma,
y fluye de sus órbitas la noche;
víctimas del Futuro o del Misterio,
en capullos terribles y magníficos
esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?
Piedad para las vidas
que no doran a fuego tus bonanzas,
ni riegan o desgajan tus tormentas;
piedad para los cuerpos revestidos
del armiño solemne de la Calma,
y las frentes en luz que sobrellevan
grandes lirios marmóreos de pureza,
pesados y glaciales como témpanos,
piedad para las manos enguantadas
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17. de hielo, que no arrancan
los frutos deleitosos de la Carne
ni las flores fantásticas del alma;
piedad para los ojos que aletean
espirituales párpados:
escamas de misterio,
negros talones de visiones rosas...
¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!
Piedad para las pulcras cabelleras
“místicas aureolas”
peinadas como lagos
que nunca airea el abanico negro,
negro y enorme de la tempestad;
piedad para los ínclitos espíritus
tallados en diamante;
altos, claros, extáticos
pararrayos de cúpulas morales;
piedad para los labios como engarces
celestes, donde fulge
invisible la perla de la Hostia;
“labios que nunca fueron,
que no apresaron nunca
un vampiro de fuego
con más sed y más hambre que un abismo”.
Piedad para los sexos sacrosantos
que acorazan de una
hoja de viña astral la Castidad;
piedad para las plantas imantadas
de eternidad, que arrastran
por el enerno azur
las sandalias quemantes de sus llagas;
piedad, piedad, piedad
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18. para todas las vidas que defiende
de tus maravillosas intemperies
el mirador enhiesto del Orgullo:
apúntales tus sales o tus rayos...
Eros: ¡acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?...
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19. G u a d a l u p e A m o r
Nació en 1920 en la ciudad de México. Poetisa contem-
poránea que ha hecho célebre su nombre literario de Pita Amor.
Entre la pléyade de la lírica femenina actual ocupa un lugar
especial.
Su forma y estilo poético señalan un retorno a las normas
clásicas de vigorosa métrica castellana, clásica y moderna; al
mismo tiempo, la esencia de su poesía es un misticismo ator-
mentado que salpica de destellos narcisistas.
Espoleada por inquietudes subjetivas y estados de ánimo
que revelan preocupaciones filosóficas, en sus versos trata
de levantar una punta del velo de misterios para asomarse a
lo desconocido y penetrar a sus más recónditos secretos. Para
establecer sus antecedentes poéticos habría que acudir a los
místicos del siglo de oro español y remontarse hasta Sor Juana
Inés de la Cruz.
Su temática es recurrente a los problemas vitales del espíri-
tu: el ansia de llegar a Dios, la soledad, la angustia que produce
el vivir cotidiano, la muerte que se traduce en la nada, en el
polvo, todos ellos vertidos en una forma directa y, en ocasio-
nes, brutal y hasta descarnada. Entre sus libros de versos más
conocidos están: Las décimas a Dios, Polvo y Otro libro de amor.
Sus primeros volúmenes de versos aparecen en 1914, al-
canzando un éxito rotundo. A los 27 años empezó a escribir y
desde entonces no ha dejado de hacerlo.
El doctor O’Gorman y el doctor Justino Fernández editaron
sus primeros libros en la editorial Alcancía.
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20. C a s a r e d o n d a
Casa redonda tenía,
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas,
las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo malquerido:
redonda, redonda nada.
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21. P o r q u é m e d e s p r e n d í
¿Por qué me desprendí de la corriente
misteriosa y eterna en la que estaba
fundida, para ser siempre la esclava
de este cuerpo tenaz e independiente?
¿Por qué me convertí en un ser viviente
que soporta una sangre que es de lava,
y la angustiosa oscuridad excava,
sabiendo que su audacia es impotente?
¡Cuántas veces, pensando en mi materia,
consideréme absurda y sin sentido,
farsa de soledad y de miseria,
ridícula criatura del olvido,
máscara sin valor de inútil feria
y eco que no proviene del sonido!
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22. Viejas raíces empolvadas
Son mis viejas raíces empolvadas
la extraña clave de mi cautiverio;
atada estoy al polvo y su misterio,
llevo ajenas esencias ignoradas.
En mis poros están ya señaladas
las cicatrices de un eterno imperio,
el polvo en mí ha marcado su cauterio;
soy víctima de culpas olvidadas.
Nada tengo que ver con lo que siento,
soy cómplice infeliz de algo más alto
y en polvorienta forma me presiento.
Mas conquistando el aire por asalto,
yo lograré, con mi angustioso aliento,
a las nuevas raíces sobresalto.
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23. S o n e t o a r d e c o
Anoche tuve un sueño aletargante
tú tenías doscientos invitados
tú jugabas con ellos a los dados
y llevabas un frac muy elegante
estaba demudado tu semblante.
Yo observaba en tu rostro mil pecados
tú tenías conmigo mil cuidados
mi pulso era de seda zigzagueante.
Me mirabas con ansias esenciales
con deseos de mí municipales
y bailaste conmigo un largo vals
llevando con tus pies todo el compás.
Tus invitados ya se habían marchado.
Aquella fue una noche de pecado
me acerqué hasta tu puerta
temerosa intenté tocar la aldaba.
Una tarde despierta en el muro dejaba
esplendores la flor de la guayaba.
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24. Yo vi tu puerta blanqueada
como un sepulcro vacío.
Yo escalé el escalofrío
la noche estaba estrellada
el lucero recamaba
el agua corría en el río
y tu amor en mi desvío.
Tu puerta estaba vedada
había una luz que se huía
por una hendidura fría.
Yo me quedé ante tu puerta
casi viva casi muerta.
Me fugué por la explanada
de cemento de la nada.
En mi lecho anestesiado
tuve un sueño de cometa
de barcos, velas, veletas
tuve un sueño de pecado
un sueño como blindado
de treinta puertas secretas
y de misteriosas grietas,
un sueño casi sellado.
Soñé que estabas conmigo
tú eras mi solo testigo.
Soñé que me penetrabas
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25. que con lascivia me amabas
y tu cuerpo con el mío
formaban sólo el vacío.
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26. P o r f i r i o B a r b a J a c o b
Nació en Santa Rosa Antioquia, Colombia, en el año
de 1883. Su verdadero nombre fue Miguel Ángel Osorio. Des-
pués de usar los seudónimos Maín Ximénez y Ricardo Arena-
les, finalmente tomó el de Porfirio Barba Jacob. Muere en
México en el año de 1942.
Marcelini Menéndez y Pelayo menciona que Jacob fue un
catalán a quien procesó la inquisición por creerse la Santísi-
ma Trinidad. En 1907, se estableció en Monterrey, México, en
donde alentó los comienzos literarios de Alfonso Reyes. En
Guatemala se hizo amigo de Rafael Arévalo Martínez, quien
lo retrató como: “el hombre que parecía un caballo”. En 1914,
asumió el papel de poeta maldito.
El propio Barba Jacob refiere: “mi plan es asombrar a los
burgueses... Pregono mi verbo feliz, mi gracia para el chiste,
mi homosexualidad, mis deudas, mi beodez”.
En el mandato del presidente Plutarco Elías Calles fue ex-
pulsado de México por sus editoriales contra el gobierno.
Volvió durante el cardenalismo para combatirlo en los
perifonemas de Últimas noticias que escribió con Salvador Novo.
Es considerado poeta del vitalismo y también de la deses-
peranza, a pesar de su voluntaria marginación.
Entre algunas de sus obras se encuentran: Poemas intempo-
rales, Canciones y elegías, Flores negras y Canción de la vida profun-
da. Fue en México donde realizó la parte más importante de
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27. su obra, por ello se justifica que la Antología de poesía mexica-
na contemporánea 1929 lo incluya, no obstante ser colombiano.
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28. Canción de la vida profunda
El hombre es cosa vana, variable y ondeante...
Montaigne
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga y abierta como el mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
—¡niñez en el crepúsculo!, ¡lagunas de zafir!—
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña oscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos
que nos depara en vano su carne la mujer:
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29. tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.
Mas hay también ¡oh Tierra! Un día... un día... un día
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables.
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!
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30. S a b i d u r í a
Nada a las fuerzas próvidas demando,
pues mi propia virtud he comprendido.
Me basta oír el perennal ruido
que en la concha marina está sonando.
Y un lecho duro y un ensueño blando;
y ante la luz, en vela mi sentido
para advertir la sombra que al olvido
el ser impulsa y no sabemos cuándo...
Fijar las lonas de mi móvil tienda
junto a los calcinados precipicios
de donde un soplo de misterio ascienda;
y al amparo de númenes propicios,
en dilatada soledad tremenda
bruñir mi obra y cultivar mis vicios.
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31. F u t u r o
Decid cuando yo muera... (¡y el día está lejano!):
Soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era una llama al viento...
Vagó, sensual y triste, por islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento,
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad, sus ímpetus... Y era una llama al viento.
De simas no sondadas subía a las estrellas;
un gran dolor incógnito vibraba por su acento;
fue sabio en sus abismos, —y humilde, humilde, humilde,
porque no es nada una llamita al viento...
Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,
que nunca humana lira jamás esclareció,
y nadie ha comprendido su trémulo lamento...
Era una llama al viento y el viento la apagó.
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32. M a r i o B e n e d e t t i
Nace en 1920 en Paso de los Toros, Uruguay. Es uno de
los más fecundos y leídos escritores uruguayos contemporá-
neos. Su obra publicada abarca, con igual brillantez, los más
diversos géneros: novela, cuento, poesía, teatro, ensayo y can-
ciones populares. El éxito de sus obras, nacional e internacio-
nal, se debe sin duda, a su habilidad como observador de la
realidad. Los personajes de Benedetti pertenecen a la clase media
de su país, reflejan sus fustraciones, nostalgias, sus pasiones
y su inconformidad. Es un escritor comprometido que utiliza
todos los medios a su alcance, incluyendo la literatura, para
luchar contra los problemas del régimen.
Su producción poética comienza en 1945 con la Víspera in-
deleble, Sólo mientras tanto y Poemario, cuyos temas principa-
les son la soledad del hombre que ha perdido a Dios y el
amor. Poemas de oficina y Poemas de hoyporhoy son dos libros
que marcan el inicio de una segunda etapa en la que el poeta
se encuentra consigo mismo, con su vida interior caracteri-
zada por su escepticismo, desesperanza y rebeldía, actitudes
que son la nota dominante de su actividad literaria. En No-
ción de patria, Benedetti ahonda cada vez más en su mundo
personal y deja oír una voz nueva, intensa, en la poesía del
Río de la Plata. Posteriormente publica Próximo prójimo, Contra
los puentes levadizos y A ras de sueño, revelando una mayor
preocupación por la forma y una apertura afectiva y solidaria
hacia el “próximo prójimo” que sufre.
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33. Su primer libro de cuentos, Montevideanos, y su primera no-
vela, La tregua, publicados ambos en 1959, marcaron el des-
plazamiento definitivo de la tradicional temática rural a la
urbana en la novelística uruguaya.
En su serie de cuentos El último viaje, Esta mañana y Gracias
por el fuego, deja ver la penetrante crítica de una sociedad
minada por el conformismo y la complacencia, mientras se da
la mano con una concepción moderna del estilo y la estructu-
ra narrativa.
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34. B i e n v e n i d a
Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero
después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco
yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie
tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros
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35. no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza
sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.
38
36. H a g a m o s u n t r a t o
Cuando sientas tu herida sangrar
cuando sientas tu voz sollozar
cuenta conmigo.
(de una canción de Carlos Puebla)
Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
39
37. si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
40
38. T e q u i e r o
Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
41
39. si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
42
40. S o l e d a d e s
Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve
presoledad
después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad
ya sé que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo
43
41. los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola
si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se verá un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero
qué vendrá después
de la soledad
a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si sé
44
42. que más allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después
de la soledad.
45
43. S a b e r t e a q u í
Podés querer el alba
cuando quieras
he conservado intacto
tu paisaje
podés querer el alba
cuando ames
venir a reclamarte
como eras
aunque ya no seas vos
aunque mi amor te espere
quemándose en tu azar
y tu sueño sea eso
y mucho más
esta noche otra noche
aquí estarás
y cuando gima el tiempo
giratorio
en esta paz ahora
dirás
quiero esta paz
46
44. ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio
corazón sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí
he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos
podés querer el alba
cuando quieras
venir a reclamarte
como eras
aunque el pasado sea
despiadado
y hostil
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros
aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí.
47
45. T o d a v í a
No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo
tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto
nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa
sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía
48
46. pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro
y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido
y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.
49
47. Manuel Benítez Carrasco
En su historia y antología de la poesía española, Federico
Sainz de Robles dice:
Don Manuel nació en el barrio de Albayacín de Granada en el
año de 1924, ha colaborado en varias revistas literarias, magní-
fico recitador, ha dado numerosos recitales siendo unánimemente
elogiado por la crítica. Benítez Carrasco es, a nuestro gusto, uno
de los poetas españoles contemporáneos más interesantes. Den-
tro de la lírica del neopopulismo, posee una voz propia, humil-
dad cálida, colorido espléndido de gamas y matices.
Desde sus primeros años de estudiante con los jesuitas
en Loulé, Portugal, llamó su atención la poesía mística, te-
mática que cultivó hasta los últimos días de su muerte, ocu-
rrida el 25 de noviembre de 1999, en Granada, España.
La poesía de Manuel Benítez Carrasco se multiplicó en muy
diversos temas, sin perder su sello poético personal. Entre
estos destacan: el agua, el árbol y la madera; porque, como él
dijo: “siempre llevo en la memoria el olor de la viruta de la
carpintería de mi padre”.
Entre sus obras publicadas se cuentan: La muerte pequeña,
El oro y el barro, Cuando pasa el toro y Mi barca.
50
48. M i b a r c a
A Beatriz Parra
La barca... la barca...
Así:
sólo con decir: La barca,
huele a marisma la boca
y sabe a sal la palabra.
La barca... la barca...
Así:
con sólo decir: La barca.
¿Qué cuánto quiero por ella...?
¡Venga conmigo a la playa!
Por una quilla de oro
y dos remos de esmeralda,
le vendo... el aire que hay dentro.
Por una rosa de nácar,
...la arena donde se acuesta.
Y por un timón de plata,
ese mar en dormivela
51
49. en el fondo de la barca,
donde estrellas marineras
reman de noche a sus anchas.
Aire, arena y agua. ¡Todo
lo vendo... menos la barca!
Aquí la tiene: bonita
como novia enamorada
por la quilla, sueño verde,
por la vela, nube blanca.
Cuando está en la playa pienso:
¿...si soñará con el agua...?
Cuando está en el agua, digo:
¿...si soñará con la playa...?
La trato como a una mujer,
y así está ella: le saltan
la presunción y el orgullo
cuando duerme y cuando anda.
...Con decirle... ¡que le viene
pequeña toda la playa!
Que en esto de los amores,
mujer y barca, se pasan
de orgullosas, por queridas,
de presumidas, por guapas.
...¡Y cuando se lanza al mar,
además de guapa, brava...!
52
50. Mete el pecho, hunde el casco,
se enjoya de espuma blanca,
cruje el agua en las amuras,
ella, altiva, la rechaza,
y cuando se deja atrás
la nieve, el oro y el nácar,
se esponja, se empina, se
contonea y se acicala,
como hembra que se sabe
fina, bonita y en andas.
¡Una reina, no sería
tan reina como mi barca!
...¡Y si viera cuando corre...!
¡Caballo con la crin blanca,
que va levantando polvo
de espuma sobre esmeralda!
Algunas noches la luna
suele tirar sobre el agua
un rayo que dicen que es
un camino o una espada.
Y yo sé que no es un rayo,
sino una alfombra de plata
que va tendiendo la luna
para que pase mi barca.
Y en esas noches de luna
se pone a bailar mi barca,
bate de cola la espuma
peina la vela salada.
53
51. Y, al embrujo de su baile,
el mar se enamora y baila.
Y mientras que las estrellas
se asoman a las ventanas
para llevar el compás
con sus manitas de plata,
baila el viento con la vela,
baila el remo con el agua,
bailan la luna y el pez,
la sombra y la luz, y bailan
el timón con las espumas
y las olas con mi barca.
...¿Qué cuánto quiero por ella...?
Mi barca no es sólo barca:
cuna, mástil, timón, remo,
quilla verde y vela blanca.
Mi barca es la sal del mar,
que se hizo piropo y gracia,
con un nombre: Soledad,
sobre este nombre: Mi barca.
Mi barca... mi barca...
Así:
con sólo decir: mi barca,
huele a marisma la boca
y sabe a sal la palabra.
...¿Qué cuánto quiero por ella...?
¡Mi barca no es sólo barca!
54
52. L e c c i ó n d e g e o g r a f í a
El amor, punto cardenal.
A Pilar y Alfonso Peña
Yo no sé nada de nada.
Francia, al Norte...
al Sur, Granada...
oro y fuego, al Ecuador...
al Oeste, Portugal...
¿Y el amor?
¿Es que el amor se ha quedado
sin su punto cardinal?...
¡Pues yo lo tengo anotado
en mi pobre geografía:
Al Norte, tú, noche y día;
al Sur, tú, tarde y aurora;
al Este, tú, vida mía,
y al Oeste, hora tras hora.
Oro y fuego al Ecuador...
Mallorca y Venecia al Este...
¿Y el amor?
¡Norte, Sur, Este y Oeste!
55
53. Romancillo del niño que todo lo quería ser
El niño quiso ser pez;
metió los pies en el río.
...Estaba tan frío el río,
que ya no quiso ser pez.
El niño quiso ser pájaro;
se asomó al balcón del aire.
...Estaba tan alto el aire
que ya no quiso ser pájaro.
El niño quiso ser perro;
se puso a ladrar a un gato.
...Lo trató tan mal el gato
que ya no quiso ser perro.
El niño quiso ser hombre;
empezó a ponerse años.
...Le estaban tan mal los años
que ya no quiso ser hombre.
Y ya no quiso crecer;
no quería crecer el niño.
Se estaba tan bien de niño...
Pero tuvo que crecer.
56
54. Y en una tarde, al volver
a su placeta de niño,
el hombre quiso ser niño...
pero ya no pudo ser.
57
55. Solea del amor indiferente
Ni rencores ni perdón.
No me grites; no me llores;
lo nuestro ya se acabó.
¿Rencores?... ¿Por qué rencores?
No le va a mi señorío
guardarle rencor a un río
que fue regando mis flores.
Tú me diste los mejores
cristales de tu corriente.
Y no sería decente
maldecirte, por despecho,
si sé que tienes derecho
a dar o negar la fuente.
Debo estarte agradecido
por tu generosidad;
tú me diste, por bondad,
lo que yo di por cumplido.
Me brindaste tu latido,
tu boca nunca besada,
tu carne nunca estrenada,
tus ojos siempre esperando
con dos ojeras temblando
debajo de la mirada.
58
56. Me diste el primer te quiero
que es el que más atosiga,
y, llenita de fatiga,
me diste el beso primero.
Y hasta que llegó a tu alero
aquel mal viento ladrón,
yo sé que tu corazón
fue mío por vez primera,
y sólo mía la acera
debajo de tu balcón.
Por eso, yo, bien nacido,
no te odio ni te aborrezco;
al contrario: te agradezco
todo cuanto me has querido.
No me importa si te has ido
con tu barca hacia otro mar.
Que yo no te puedo odiar
por esta mala partida,
porque odiar es en la vida
un cierto modo de amar.
No vengas ahora a mi lado
para pedirme perdón.
El perdón es la razón
de volver a lo pasado.
Y lo pasado, acabado,
qué pasó... por qué pasó.
Déjame que viva yo
sin perdón y sin rencores.
No me grites... no me llores.
Lo nuestro ya se acabó.
59
57. Solea del amor desprendío
Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente
tiré tu cariño al río.
Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río.
Porque era anillo de barro
mal tasao y mal vendío
y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso,
que puso en zarzas y espinas
un fingimiento de lirios.
Tiré tu cariño al río
porque era una planta amarga
dentro de mi huerto limpio.
Tiré tu cariño al agua
porque era una mancha negra
sobre mi fachada blanca.
Tiré tu cariño al río
porque era mala cizaña
quitando savia a mi trigo
y tiré todo tu amor
porque era muerte en mi carne
y era agonía en mi voz.
60
58. Tú fuiste flor de verano,
sol de un beso y luz de un día.
Yo te acunaba en mi mano
y en mi mano te cuidaba
y tú, por pagarme, herías
la mano que te acunaba.
Pero al hacerlo olvidabas,
tal vez por ingenuidad,
que te di mis sentimientos
no por tus merecimientos
sino por mi voluntad.
Yo no puse en compraventa
mi corazón encendío;
y has de tener muy en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprao ni vendío,
sino que lo regalé.
Porque yo soy desprendío;
por eso te di mi rosa
sin habérmela pedío;
porque yo soy desprendío
y doy las cosas sin ver
si se las han merecío.
Por eso te di mi vela,
te di el vino de mi jarro,
las llaves de mi cancela
y el látigo de mi carro.
Ya ves si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.
61
59. E l á r b o l s e c o
El árbol estaba seco;
de savia no le quedó
ni un clavito que clavarle
al zapato de una flor.
...Pero estaba tan a gusto
sequito, tomando el sol...
Tenía ya muchos años,
es cierto; mucho temblor;
era como un viejecito
de palo tomando el sol.
Pero estaba tan a gusto
el viejo tomando el sol...
Como un niño mal criado
vino un viento y lo empujó;
el árbol no tuvo donde
apoyarse y se cayó.
62
60. Con lo a gusto que él estaba
sequito tomando el sol...
Llegaron dos carpinteros,
también llegó un labrador;
¡ay, cómo temblaba el árbol
de miedo cuando los vio!
Y se bebió de un buen trago
su último rayo de sol.
Con sus cortas ramas hizo
una cerca el labrador;
con ella cercó su huerto
y el árbol se sonrió...
porque convertido en cerca
seguiría tomando el sol.
De su tronco diez mortajas
un carpintero ensambló;
¡qué dolor en la memoria
tiene el árbol, qué dolor,
al recordar cuando estaba
sequito tomando el sol!
Pero el otro carpintero
hizo, con manos de amor,
diez cunas como diez nidos
para diez niños en flor.
63
61. Y el árbol sintió que mayo
le tocaba el corazón.
Porque convertirse en cuna
era ser de nuevo flor,
pájaro, temblor y nido,
fruto, latido y canción.
Y sobre todo, el buen árbol
se creyó abuelo y creyó
que en sus diez ramas dormían
diez nietecitos de sol.
¡Y se sintió más a gusto
que cuando estaba en el campo
sequito, tomando el sol!
64
62. J o r g e L u i s B o r g e s
El escritor tan admirado por su brillantez y fantasía,
Jorge Luis Borges, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1899
y murió en 1986 en Ginebra, Suiza.
En 1914, vivió en Suiza, país donde el joven Borges realiza
sus estudios; además de francés aprende el alemán; así pene-
tra en la literatura de esas lenguas y también en sus doctrinas
filosóficas. Lee en abundancia libros que dejan huella en su
espíritu, entre otros los de Flaubert: “el de la palabra justa”.
Se traslada a España y vive sucesivamente en Barcelona,
Sevilla y Madrid. Tiene entonces veinte años; pero a pesar de
su juventud cuenta ya con una arraigada fama literaria y apa-
rece como un entusiasta propagandista del ultraísmo; escri-
bió, influido por esa tendencia, obras que destruyó después.
Regresa a Argentina en 1921, donde toma parte en aspec-
tos políticos. Sin embargo, el peronismo le colmó de humilla-
ciones; transcurrieron entonces años difíciles que obligaron
al poeta a prodigar sus actividades en clases, conferencias,
traducciones, trabajos editoriales. Caído el dictador, Borges
fue designado director de la biblioteca de la Universidad de
Buenos Aires, donde también impartió la cátedra de literatu-
ra inglesa.
Su talento, su vigor lírico y su inquietud filosófica lo lleva-
ron a una poesía singular más honda y universal. En 1923,
aparece su libro Fervor de Buenos Aires (de poemas). En 1932
Discusión (ensayos breves). En 1935, publica La historia uni-
65
63. versal de la infamia (colección de narraciones). En 1944, apare-
ce Ficciones y El Aleph (colección de cuentos fantásticos), lo-
grando su consagración literaria. Entre sus títulos posteriores
sobresalen: El hacedor, El informe de Brodie, El oro de los ti-
gres, El libro de arena, Historia de la eternidad, Evaristo Carriego
y Otras inquisiciones.
66
64. I n s t a n t e s
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas
cosas con seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atar-
[deceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares a donde nunca he ido, comería más helados y
menos habas, tendría más problemas reales y menos imagi-
[narios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
[cada
minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos
[momentos.
67
65. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momen-
[tos; no
te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un
[termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si
[pudiera
volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a prin-
[cipios de
la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
[y jugaría
con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
68
66. P o e m a d e l o s d o n e s
A María Esther Vázquez
Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
A unos ojos sin luz, que sólo pueden
Leer en las bibliotecas de los sueños
Los incesantes párrafos que ceden
Las albas a su afán. En vano el día
Les prodiga sus libros infinitos,
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esta alta y honda biblioteca ciega.
69
67. Enciclopedias, atlas, el Oriente
Y el Occidente, siglos, dinastías,
Símbolos, cosmos y cosmogonías
Brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
Exploro con el báculo indeciso,
Yo, que me figuraba el Paraíso
Bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
Con la palabra “azar”, rige estas cosas;
Otro ya recibió en otras borrosas
Tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
Suelo sentir con vago horror sagrado
Que soy el otro, el muerto, que habrá dado
Los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
De un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
Si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
Mundo que se deforma y que se apaga
En una pálida ceniza vaga
Que se parece al sueño y al olvido.
70
68. L o s B o r g e s
Nada o muy poco sé de mis mayores
Portugueses, los Borges: vaga gente
Que prosigue en mi carne, oscuramente,
Sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido
Y ajenos a los trámites del arte,
Indescifrablemente forman parte
Del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,
Son Portugal, son la famosa gente
Que forzó las murallas del Oriente
Y se dio al mar y al otro mar de arena.
Son el rey que en el místico desierto
Se perdió y el que jura que no ha muerto.
71
69. L o s e s p e j o s
Yo que sentí el horror de los espejos
No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
Un imposible espacio de reflejos
Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita
Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa,
Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.
72
70. Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,
Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.
Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.
Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.
Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.
Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
73
71. De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.
74
72. Otro poema de los dones
Gracias quiero dar al divino
laberinto de los afectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,
por el fulgor del fuego
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro
antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa
que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura
arrean los animales y el alba,
75
73. por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
de una cruz a otra cruz,
por aquel sueño de Islam que abarcó
mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,
por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espalda y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos
y un epitafio de los vikings,
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei
per Francos,
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de
Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
76
74. y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba,
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez,
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un
principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines
o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron
el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Francis Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.
77
75. E l G o l e m [ I I ]
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de “rosa” está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra “Nilo”.
Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.
78
76. No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
De letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
Labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
De Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquéllos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo:
“Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga.”
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77. Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
Penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. “¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, qué es la cordura?”
“¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?”
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78. En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
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79. A l i d i o m a a l e m á n
Mi destino es la lengua castellana,
El bronce de Francisco de Quevedo,
Pero en la lenta noche caminada
Me exaltan otras músicas más íntimas.
Alguna me fue dada por la sangre
—Oh voz de Shakespeare y de la Escritura—,
Otras por azar, que es dadivoso,
Pero a ti, dulce lengua de Alemania,
Te he elegido y buscado, solitario.
A través de vigilias y gramáticas,
De la jungla de las declinaciones,
Del diccionario, que no acierta nunca
Con el matiz preciso, fui acercándome.
Mis noches están llenas de Virgilio,
Dije una vez; también pude haber dicho
De Hölderlin y de Angelus Silesius.
Heine me dio sus altos ruiseñores;
Goethe, la suerte de un amor tardío,
A la vez indulgente y mercenario;
Keller, la rosa que una mano deja
En la mano de un muerto que la amaba
Y que nunca sabrá si es blanca o roja.
Tú, lengua de Alemania, eres tu obra
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80. Capital: el amor entrelazado
De las voces compuestas, las vocales
Abiertas, los sonidos que permiten
El estudioso hexámetro del griego
Y tu rumor de selvas y de noches.
Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde
De los años cansados, te diviso
Lejana como el álgebra y la luna.
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81. A I s l a n d i a
De las regiones de la hermosa tierra
Que mi carne y su sombra han fatigado
Eres la más remota y la más íntima,
Última Thule, Islandia de las naves,
Del terco arado y del constante remo,
De las tendidas redes marineras,
De esa curiosa luz de tarde inmóvil
Que efunde el vago cielo desde el alba
Y del viento que busca los perdidos
Velámenes del viking. Tierra sacra
Que fuiste la memoria de Germania
Y rescataste su mitología
De una selva de hierro y de su lobo
y de la nave que los dioses temen,
Labrada con las uñas de los muertos.
Islandia, te he soñado largamente
Desde aquella mañana en que mi padre
Le dio al niño que he sido y que no ha muerto
Una versión de la Völsunga Saga
Que ahora está descifrando mi penumbra
Con la ayuda del lento diccionario.
Cuando el cuerpo se cansa de su hombre,
Cuando el fuego declina y ya es ceniza,
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82. Bien está el resignado aprendizaje
De una empresa infinita; yo he elegido
El de tu lengua, ese latín del Norte
Que abarcó las estepas y los mares
De un hemisferio y resonó en Bizancio
Y en las márgenes vírgenes de América.
Sé que no la sabré, pero me esperan
Los eventuales dones de la busca,
No el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
Los astros o la serie de los números...
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.
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83. J o s é Á n g e l B u e s a
Nació en 1910 en Cuba, de donde salió un día para no
volver jamás; vivió en México, en el Distrito Federal y
Monterrey, trabajando para la radio, que era la actividad a la
que se dedicaba en su isla natal.
Residió también en Miami y siguió vagando por “ahí”, como
lo refiere en su poesía.
Los que lo conocieron han muerto ...las nuevas generacio-
nes no saben de él, dónde falleció ni conocen de su inmensa
sensibilidad, como si él mismo no hubiera querido dejar tras
sí la menor huella... según las frases de sus poemas.
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84. Poema para el crepúsculo
I
Hora de soledad y de melancolía
en que casi es de noche y casi no es de día.
Hora para que vuelva todo lo que se fue.
Hora para estar triste, sin preguntar por qué.
Todo empieza a morir cuando nace el olvido,
y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido...
¡Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta
de un gran amor dormido que de pronto despierta!
II
Viendo pasar las nubes se comprende mejor
que, así como ellas cambian, va cambiando el amor;
y aunque decimos: “Todo se olvida, todo pasa...”
en la ceniza, a veces, nos sorprende una brasa.
Porque es triste creer que se secó una fuente,
y que otro bebe el agua que brota nuevamente;
o una estrella apagada que vuelve a ser estrella,
y ver que hay otros ojos que están fijos en ella.
Decimos: “Todo pasa, porque todo se olvida...”
y el recuerdo entristece lo mejor de la vida.
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85. III
Apenas ha durado para amarte y perderte
este amor que debía durar hasta la muerte.
Fugaz como el contorno de una nube remota,
tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota.
Tu amor cuando era mío, no me pertenecía,
hoy, aunque vas con otro, quizás eres más mía.
Tu amor es como el viento que cruza de repente:
Ni se ve ni se toca, pero existe y se siente.
Tu amor es como un árbol que renunció a su altura,
pero cuyas raíces abarcan la llanura.
Tu amor me negó siempre lo poco que pedí
y hoy me da esta alegría de estar triste por ti.
Y, aunque creí olvidarte pienso en ti todavía,
cuando, aún sin ser de noche, dejó de ser de día...
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86. P o e m a d e l a c u l p a
Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala, Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.
Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo,
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.
Perdónala, Señor, Tú, que le diste a ella
su frescura de lluvia y su esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío.
Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.
Pero, ¿cómo no amarla, si Tú hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?
Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar la simiente.
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87. Era de otro. Era de otro, que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, ¡seguía siendo mía!
Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño:
Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa,
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...
Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
Ella no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco!
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella,
y me diste ojos para mirarla a ella.
Toda la culpa es tuya, pues me hiciste cobarde
para matar un sueño porque llegaba tarde.
Sí. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpable un río cuando corre hacia el mar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería un pecado mayor si no la amara.
Y, por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella
que Tú que hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
Tú también la amarías ¡si pudieras ser hombre!
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88. P o e m a d e l a s c o s a s
Quizás, estando sola, de noche, en tu aposento,
oirás que alguien te llama, sin que tú sepas quién;
y aprenderás entonces que hay cosas como el viento,
que se están yendo siempre, pero que no se van.
Y también es posible que una tarde de hastío,
como florece un surco, te renazca un afán;
y aprenderás entonces que hay cosas como el río,
que se están yendo siempre, pero que no se van.
O, al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer;
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser.
Por más que tú prefieras ignorar estas cosas,
sabrás por qué suspiras oyendo una canción;
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas sin saber que lo son.
Y una tarde cualquiera sentirás que te has ido,
y un soplo de ceniza secará tu jardín;
y aprenderás entonces que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.
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89. P o e m a
Quizá te diga un día que dejé de quererte
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas, en esa despedida,
que, aunque el amor nos une, nos separa la vida.
Quizá te diga un día que se me fue el amor,
y cerraré los ojos para amarte mejor;
porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos,
nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos.
Quizás te diga un día que dejé de quererte
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas, en esa despedida,
¡que nos quedamos juntos para toda la vida!
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90. R e g r e s o
Vengo del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo los astros con un gusto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma blanca se me posa en el hombro.
Mi corazón humilde se detiene en tu puerta,
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.
Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro:
Yo también he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen estrellas las noches del destierro.
Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto... porque estaba contigo.
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91. L e ó n F e l i p e C a m i n o
Nació el 11 de abril de 1884 en Tábara, pueblo de la
provincia de Zamora, España. En 1886, su familia se traslada
a Sequeros, Salamanca, donde los mayores recuerdos infan-
tiles se graban en la mente del poeta. Termina sus estudios
en Santander por exigencias familiares y se ve obligado a cur-
sar la carrera de farmacéutica en Madrid, ciudad que le ofrece
innumerables oportunidades culturales; sintiéndose atraído
fundamentalmente por el teatro posteriormente trabajó como
actor. Toda su vida fue un peregrinar entre exilios, debido a
su irrenunciable republicanismo sin concesiones.
En su obra literaria se revela su desesperación y un ánimo
polémico en una voz más cercana al grito que al canto. Su
poesía forma parte del modernismo y del vanguardismo. En-
tre sus obras se encuentran Drop a star, Antología rota, El pa-
yaso de las bofetadas, El hacha, Ganarás la luz, El último
publicano, Este pobre y roto violín, El gran responsable y El cier-
vo. En 1963, se edita una recopilación de sus obras completa;
muere en la ciudad de México en 1968, rodeado del afecto de
un pueblo que lo consideró un poeta íntegro.
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92. S i n e l p o e t a
Sin el poeta
no podrá existir España.
¡Que lo oigan las arcas victoriosas!
¡Que lo oiga Franco!
Tuya es la hacienda,
la casa, el caballo y la pistola.
Mía es la voz más antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo
y errante por el mundo.
Mas yo te dejo mudo... mudo.
Y cómo vas a recoger el trigo
y alimentar el fuego...
¡Si yo me llevo la canción!
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93. U n s i g n o
I. No me contéis más cuentos
Ya se han contado todos.
Todos se han dicho y todos se han escrito...
y todos se han ovillado y archivado.
Los ha contado el viejo patriarca,
los han cantado el coro y la nodriza,
los ha dicho un idiota lleno de estrépito y de furia,
se han grabado en la ventana y en la rueda
y se han guardado en cajas fuertes las matrices.
Hay réplicas exactas de todas las tragedias,
discos fonográficos de todas las salmodias,
y placas fotográficas de todos los naufragios.
Ningún cuento se ha perdido. Estad tranquilos.
Se sabe que el poema es una crónica,
que la crónica es un mito,
la Historia una serpiente que se muerde la fábula
y el poeta doméstico, el cronista del rey y el arzo-
[bispo... el narrador de cuentos.
Todos se han registrado.
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94. Y todos están vivos todavía. Ahí pasa el pregonero:
“¡Cuentos!... ¡Cuentos!... ¡Cuentos!...”
Es aquel viejo vendedor de sombras y de risas
que ahora pregona cuentos.
Pero yo no quiero cuentos...
No me contéis más cuentos
II. Sé todos los cuentos
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos,
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
III. El dulce cuento de la rosquilla
Contar es enumerar y referir.
Tú cuentas: uno, dos, tres...
Él cuenta: un cuento, dos cuentos, tres cuentos.
Cuentas... cuentos... ¡Todos sabéis contar!
Pero al final de cuentas, sólo contáis un cuento:
el dulce cuento de la rosquilla nada más.
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95. Porque la serpiente se chupa el caramelo de la cola,
y se lo chupa el hijo pródigo
y el último caballero del Graal;
y el miedo y el feto y la impotencia...
y la voluta desmayada del capital barroco y aplastado de la
[catedral
y el vendaje diamantino de la momia,
y el del sudario primero de Lázaro —primero y provisional—
y la cinta dorada de la gorra,
y la hebilla de la espuela,
y el cíngulo de nieve y de sal
de la mujer de Lot y el rosario
y el balduque del legajo revolucionario y constitucional
y la cincha anillada de onzas y de balas que ornamenta y
[sostiene el heroico vientre satisfecho del general
y la ciega mula democrática
y el toro fugitivo y fogueado que volverá a dormir en el corral
y la verja de lanzas del palacio
y la antigua muralla de la China,
y la nueva ciudadela del kremlin,
y la gran estola cuaresmal...
Y la escalera se lo chupa también
(los que bajaron subirán
y los que subieron, volverán a bajar).
IV. Trampas
Trampas de redes y de lazos
son los cuentos
con los que me ovillan a la tierra
y con los que me cercan en el tiempo.
O un estanque
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96. o un espejo
donde yo me repito
y me reflejo.
Romped,
romped todos los cuentos,
que no quiero verme
en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto.
V. Contádme un sueño
Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco,
soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir:
Me durmieron con un cuento...
y me he despertado con un sueño.
Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos.
Voy a contar mi sueño.
Es un sueño sin lazos,
sin espejos,
sin anillos,
sin redes,
sin trampas y sin miedo.
VI. Oíd
Soñé... ¡Sueño!
No soy un cuento.
Vengo de más lejos...
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97. ¡Soy y vengo del sueño!
Y digo que señor es querer, querer, querer...
Querer escaparse del espejo,
querer desenvolverse del ovillo,
querer desconyuntarse de la dulce rosquilla de los cuentos,
querer desenvolverse... prolongarse.
Soñar es decir 4 veces,
o 44 veces,
o 4,444 veces, por ejemplo:
Yo no quiero,
yo no quiero,
yo no quiero,
yo no quiero
verme en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto...
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento.
Quiere el hilo,
sueña el hilo
en la espadera,
sueña el hilo
que saldrá
algún día...
¡Un buen día!
hecho manto
del telar.
100
98. Lo que pasó, bajo la curva de los cielos,
se prolonga bajo los huesos de mi cráneo.
Lo que soñé en la tierra y en el vientre fecundado de mi
[madre,
lo sigo aquí ahora sobre la piedra oscura de mi almohada.
¡Fui semilla que quiso ser espiga...
y soy espiga que sueña en ser pan ázimo!
VII. El gusano
Soy gusano que sueña ¡que quiere!
Contaré el sueño del gusano.
Narradores de cuentos... el gusano
no se chupa el caramelo de la cola. No es un cuento.
Es un sueño que camina.
Repta.
Y deja sobre la hierba oscura
una secreción viscosa y fosforescente,
un hilo glutinoso... y lumínico.
¡Lumínico! La baba es una estela.
Anotad esto bien:
Cavad aquí para marcar una señal.
Cavad aquí una estaca, aquí, aquí...
que aquí sobre esta tierra... sobre la Tierra,
sobre este gran ovillo devanado con baba,
sobre la estela verde que segregó el gusano,
sobre el sudor oscuro que vertieron sus glándulas.
sobre su llanto ciego de semilla y de feto,
sobre los restos de su capullo y su sarcófago,
sobre la ganga adámica de su morada mística,
sobre el cascarón de su bóveda abierta
101
99. y sobre los escombros de su iglesia podrida
levantaremos un día nuestra casa,
nuestra ciudad
y nuestro vuelo.
¡Dios nos guía!
Porque el gusano no es un cuento, narradores de cuentos,
es un signo... un sueño...
un sueño alegre que empezamos a decifrar.
VIII. Quiero... sueño
No me contéis más cuentos,
que vengo de muy lejos
y sé todos los cuentos.
No me contéis más cuentos.
Contad.
Y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos.
Deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me arrullen con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
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100. que no quiero,
que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero verme, a su ovillo, como un hilo de la baba
[sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en el viento.
103
101. A u l l i d o s
Pasan los días y los años, corre la vida
y uno no sabe por qué vive...
Pasan los días y los años, llega la muerte
y uno no sabe por qué muere
Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más
sin saber por qué llora
por quién llora...
y qué significa una lágrima.
Luego, cuando otro día uno se va para siempre,
sin que nadie lo sepa tampoco
sin saber quién es
ni a qué ha venido aquí...
piensa que tal vez vino sólo a llorar
y aullar como un perro...
104
102. ¡ Q u é p e n a ! . . .
¡Qué
pena
si este camino
fuera
de muchísimas
leguas
y siempre
se repitieran
las mismas
cuestas,
las mismas
praderas,
los mismos rebaños,
las mismas recuas,
los mismos pueblos,
las mismas ventas!...
¡Qué
pena
si esta vida
tuviera
—esta vida
nuestra—
mil años
de existencia!...
105
103. ¿Quién la haría hasta el fin
llevadera?
¿Quién la soportaría toda
sin protestas?...
¿Quién lee diez siglos en la Historia
y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre
con distinta fecha?...
Los mismos hombres,
las mismas guerras,
los mismos tiranos,
las mismas cadenas,
los mismos esclavos,
las mismas protestas,
los mismos farsantes,
las mismas sectas
y los mismos,
los mismos poetas...
¡Qué
pena,
qué
pena
que
sea
así todo siempre,
siempre de la misma manera!
106
104. V e n c i d o s
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá “quedó su ventura”
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,
107
105. que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
108
106. C o m o t ú
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña:
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras,
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
109
107. ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia...
como tú, piedra aventurera...
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda...
piedra pequeña
y
ligera...
110
108. C o r a z ó n m í o
Corazón mío...
¡qué abandonado te encuentro!...
Corazón mío... estás
lo mismo que aquellos
palacios deshabitados
y llenos
de misteriosos
silencios...
Corazón mío,
palacio viejo,
palacio desmantelado,
palacio desierto,
palacio mudo
y lleno
de misteriosos
silencios...
ni una golondrina ya
llega a buscar tus aleros
y hacen su cobijo sólo
en tus huecos
los
murciélagos.
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109. E r n e s t o C a r d e n a l
Nació en la ciudad de Granada, Nicaragua, en el año
de 1925. Poeta y monje nicaragüense comprometido en la lu-
cha revolucionaria. Estudió la carrera de Filosofía y Letras en
la Universidad Nacional Autónoma de México y doctorado en la
Universidad de Columbia, Estados Unidos. Participó en la re-
belión contra la dictadura de Somoza. Se ordenó sacerdote y
fundó la comunidad de Solentiname, en una isla del Lago Ni-
caragua. Desde 1978 formó parte activa del Frente Sandinista
de Liberación Nacional y en 1979, la junta de Liberación Na-
cional le encargó el Ministerio de Cultura, cargo que continuó
tras las elecciones de 1984.
Su postura en el movimiento cristiano por el socialismo,
vinculada a la teología de la liberación, le ha valido la recri-
minación de su jerarquía eclesiástica y en 1985 fue suspen-
dido a divinis.
Escribe una poesía revolucionaria e impregnada de un cris-
tianismo socialista y liberador. Ejemplo de esta temática son
los poemas: Salmos y Oración de Marilyn Monroe.
Entre sus libros poéticos se encuentran: La ciudad deshabita-
da, El conquistador, Ghetsemany K., Epigramas y Hora 0, en este
libro recopiló cuatro poemas políticos de una honda visión
revolucionaria. Entre algunas de sus últimas obras cabe ci-
tar: En Cuba, Oráculo sobre Managua y El estrecho dudoso.
112
110. N o s t a l g i a
Al perderte yo a ti
Tú y yo hemos perdido:
Yo, porque tú eras
Lo que yo más amaba
Y tú porque yo era
El que te amaba más.
Pero de nosotros dos
Tú pierdes más que yo:
Porque yo podré amar
A otras como te amaba a ti;
Pero a ti no te amarán
Como te amaba yo.
113
111. S a l m o 1 6
Oye Señor mi causa justa
atiende mi clamor.
Escucha mi oración que no son slogans.
Júzgame Tú
y no sus Tribunales
Si me interrogas de noche con un reflector,
con tu detector de mentiras
no hallarás en mí ningún crimen.
Yo no repito lo que dicen los radios de los hombres
ni su propaganda comercial
ni su propaganda política.
Yo guardé tus palabras
y no sus consignas.
Yo te invoco... porque me has de escuchar
Oh Dios
oye mi palabra.
Tú eres el defensor de los deportados
y de los condenados en los Consejos de Guerra
y de los presos en los campos de concentración
guárdame como a la niña de tus ojos
debajo de tus alas escóndeme
libérame del dictador
y de la mafia de los gangsters.
Sus ametralladoras están emplazadas contra nosotros
114
112. y los slogans de odios nos rodean.
Los espías rodean mi casa
los policías secretos me vigilan de noche
estoy en medio de gangsters.
Levántate Señor
sal a su encuentro
derríbalos.
Arrebáteme de las garras de los Bancos
con tu mano Señor líbrame de los hombres de negocios
y del socio de los clubes exclusivos
¡de ésos que ya han vivido demasiado!
los que tienen repletas sus refrigeradoras
y sus mesas llenas de sobras
y dan el caviar a los perros.
Nosotros no tenemos entrada a su Club
pero Tú nos sacarás
cuando pase la noche.
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113. R o s a r i o C a s t e l l a n o s
Nació en la ciudad de México en 1925. Vivió de niña
en Comitán, Chiapas. Realizó estudios de posgrado en la Uni-
versidad de Madrid y fue promotora cultural de su estado na-
tal, donde escribió obras de teatro guiñol y textos escolares
para comunidades indígenas. En la UNAM desempeñó el cargo
de directora de Información y Prensa durante el periodo del
rector Ignacio Chávez e impartió la cátedra de Filosofía y Le-
tras. Fue embajadora de México en Tel Aviv, Israel, país don-
de murió en 1974.
Rosario Castellanos cultivó todos los géneros literarios con
acierto, pero la plenitud de su obra está en su poesía que
registra varias etapas. La conciencia del mestizaje de una
raza vencida a la que el mundo le fue arrebado sin misericor-
dia, dan forma y profundidad a muchos de sus versos. Otras
de sus preocupaciones temáticas fueron el desamparo que
sucede a la pérdida del amor y la objetividad descarnada pre-
sentada con el lirismo de la palabra. Así, su pensamiento se
virtió sin fisura en una forma cuya excelencia artística es
complemento activo del significado.
Entre sus libros de poesía se encuentran: Trayectoria del
polvo, De la vigilia estéril, Presentación en el templo, El rescate
del mundo, Apuntes para una declaración de fe, Poemas, Al pie de
la letra y Lívida luz.
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114. A g o n í a f u e r a d e l m u r o
Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.
El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.
Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.
Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.
Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.
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115. Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.
No te acerques a mí, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.
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116. D e s t i n o
Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
El hombre es animal de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.
Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.
El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.
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117. El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
—antes que lo devoren— (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
Damos la vida sólo a lo que odiamos.
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118. F a l s a e l e g í a
Compartimos sólo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.
Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;
así nos acabamos.
Nada es. Nada está
entre el alzarse y el caer del párpado.
Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia
y su peso de sílaba en el aire),
trastorna lo existente,
puede más que lo real
y desaloja el cuerpo de los vivos.
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119. M e m o r i a l d e T l a t e l o l c o
La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar un crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
Y a esa luz, breve y líquida, ¿quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete
(pues prosiguió el banquete).
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120. No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre.
Y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
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121. R a f a e l d e L e ó n
Poeta y autor dramático. Nació en Sevilla, España, el
6 de febrero de 1908 y murió en Madrid, el 9 de diciembre de
1982. En el año de 1926 inicia en la Universidad de Granada
los estudios de la carrera de Derecho. Conoce al poeta Fede-
rico García Lorca, con quien entabla una buena amistad. Esta
relación impregna la obra completa de León del estilo poético
de García Lorca.
Durante la guerra civil española, de León es encarcelado
en Barcelona, en este periodo declara tener una buena amis-
tad con destacados poetas republicanos como León Felipe,
Federico García Lorca y Antonio Machado.
Rafael de León pertenece a la denominada generación del
27. Es un poeta de gran sugestión, maestro en el colorido, en
la emoción, en la perdurabilidad temática, en la metáfora sor-
prendente, en la plasticidad y en la melodía.
Entre sus obras poéticas se encuentran: Pena y alegría de
amor, Jardín de papel y Amor de cuando en cuando.
A lo largo de su vida compuso numerosas letras para can-
ciones que no tardaron en popularizarse.
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