1. LA LIBERTAD DE LOS ADOLESCENTES
Uno de los grandes problemas con los que se enfrentan todas las
familias es el grado de libertad que tienen los hijos/as. Todos los
padres pensamos que le damos demasiada libertad, que nos piden
demasiado, pero ¿qué es lo razonable? Yo creo que ni reprimir
hasta tal punto de atosigar a estos adolescentes de 14 a 18 años,
que están buscando su identidad personal; ni tampoco darle una
libertad total y absoluta para la cual, la mayoría de ellos no están
preparados, porque les falta responsabilidad. La libertad debe ser
algo que el adolescente vaya conquistando poco a poco,
demostrando con hechos, no con palabras, su responsabilidad ante
el uso de esa libertad. Yo creo que debemos ser muy comedidos
en darle libertad a nuestros hijos. Me explico: la libertad, como un
bien preciado que es, no se debe regalar, así sin más. La libertad
se debe conquistar. El adolescente debe conseguir su libertad
pagando un precio: la responsabilidad. No debemos darla toda de
golpe, sino poco a poco y en la medida en que el adolescente
demuestre responsabilidad en el uso de esa libertad. Esto es, que
debemos exigir que con la libertad que le estamos dando nos
traiga buenas notas, por ejemplo, o que llegue a su hora a casa y
en buenas condiciones (no bebido), etc. Si regalamos la libertad,
no se valorará y por tanto, no significará nada para el adolescente.
Además la libertad, en caso de no demostrar responsabilidad, se
debe perder. No es malo dejar al adolescente sin salir, si no ha
hecho buen uso de su libertad. De esta forma aprenderá a usar
bien su libertad, aunque algunos padres piensen que se hará más
rebelde si le prohibimos salir o hacer algo. Esto siempre se evitará
si en la familia tenemos buenas dosis de amor para darlo cuando
haga falta. Mientras el adolescente cumple un castigo, siempre
tiene que tener claro que lo queremos mucho, que a nosotros
también nos duele tener que castigar, pero que lo queremos y lo
hacemos por eso, porque lo queremos. No nos cansemos de
repetir ese verbo. Lo tiene que tener muy claro y más que con
palabras, quererlo con acciones.