Reconocimiento y reparación de los exiliados a través del arte - Sofía Leo...
Madre solo hay una
1. Monólogo: “Madre sólo hay una”
Adaptación libre del texto del mismo nombre del autor Rafael Mendizabal
(2004. Teatro breve: Monólogos y Parejas”. Espiral Teatro. España)
Se observa una cocina con decoración clásica y muy femenina, cortinas de flores y
pocos electrodomésticos. No es muy moderna. Al centro hay una mesa con dos sillas
en los extremos. Sobre la mesa vemos utensilios de cocina como si acabaran de hacer
galletas y una pastelera con cubierta de vidrio llena de galletas.
Alrededor se observan cámaras, luces, la silla de un entrevistador, micrófonos y cables
en el piso. Podemos distribuir algunos de estos elementos entre el público para hacerlo
partícipe de la escena, como si ellos fueran parte del equipo de producción.
Martirio es una mujer de 50 años y entra por la derecha.
Martirio: ¡Ay, qué pena, qué pena que haya usted escogido la cocina como escenario!
Mi madre acaba de hornear unas galletas y la muy distraída dejo todo esto
hecho un desastre… ¿Está seguro que no quiere que lo arregle antes de la
entrevista? Bueno, si usted considera que esto se ve natural, así lo
dejamos.
(Martirio se sienta e inmediatamente vuelve a levantarse, toma la pastelera con
galletas y empieza a ofrecerlas al entrevistador imaginario y al público como si fueran
los miembros de la producción.)
Martirio: ¡Ay, bueno!, pero si ya vamos a iniciar la entrevista en este lugar tan
desordenado, al menos déjenme convidarles de las tradicionales galletas de
mi madre. (Martirio reparte galletas.) Por favor, pruébenlas. Joven (o
señorita), ¿podría decirme si no quedaron demasiado amargas? Es que a
veces la ciega de mi madre confunde los ingredientes. En una ocasión
confundió el Royal con el detergente y si no es porque encontré la bolsa de
Ariel junto a la harina, me las hubiera comido todas sin darme cuenta
(Martirio las prueba y continúa invitando galletas al público), mmhhh pero
en esta ocasión sí le quedaron deliciosas. Ande, pruebe usted también
señorita, que nadie trabaja correctamente con el estómago vacío. Sr.
Director (dirigiéndose al supuesto entrevistador), no le va hacer un desaire
a la hija del año, ¿verdad? ¿A poco no están ricas? Las hace
especialmente para mí, porque son mis favoritas. Yo sé que mi madre me
adora, no me lo dice porque ella es dura de carácter y muy reservada con
sus sentimientos. Pero bueno, así es ella, la educaron a la antigua. (Como
siguiendo las indicaciones del director) ¡Ay, sí, sí! Basta de distracciones.
¿Dónde quiere que me siente? ¿Aquí estoy bien? (Se sienta en la silla)
Cuando usted indique. ¿Cómo me dijo? En cuanto el joven de la cámara
diga dos. Muy bien, lista… (Se endereza y posa y espera una cuenta
imaginaria). Sí, claro, mi nombre es Martirio Segura… 50 años… señorita.
Pues, soy la menor de tres hermanos, así que yo he cuidado de mi madre
los últimos 30 años. Por supuesto que no es una labor fácil, pero “Madre
sólo hay una” y yo amo a la mía. Es una mujer maravillosa que siempre nos
2. ha dado ejemplo de fortaleza, carácter y mano dura a todos sus hijos,
aunque, bueno, hace más de 10 años que ninguno de mis hermanos se ha
dignado a visitarla y es por eso que yo me he hecho cargo de ella con amor
y dedicación. Lo hago justo como se que ella lo haría con su propia madre.
(Asiente como si le hicieran una pregunta del entrevistador imaginario)
Bueno, pues yo considero que me merezco el premio a la “Mejor Hija del
Año” porque yo cuido a mi madre más que las demás. ¿Sabe usted a qué
hora levantan las demás a sus madres ancianas? ¡A las 10 u 11 de la
mañana! Y no lo hacen porque quieran dejarlas descansar, no; lo hacen
para que nos les den la lata desde antes. Prefieren dejarlas ahí
desplomadas sobre sus camas, como un cojín que respira, antes que hacer
un esfuerzo por sus madres. Dígame Usted si no es eso una ofensa a la
dignidad de una madre. Yo por eso a la mía a las 7:00 de la mañana, sin
falta, entro a su cuarto batiendo una cacerola con una cuchara como ella
hacía cuando yo era niña. (Hace el ademán) De ahí, a la regadera, a darse
una ducha con agua bien fría, sin importar el clima, porque nada es mejor
para la circulación sanguínea que el agua helada y no hay otra anciana de
80 años en esta ciudad con mejor circulación que mi adorada madre, quien
además todavía hace sus flexiones y se toca la punta de los pies… a veces
llora cuando la empujo, o grita un poco, pero en el fondo yo sé que ella me
lo agradece. ¿Cuántas mujeres de esa edad ha visto usted que todavía
hagan flexiones? (Martirio tose un poco, pero rápidamente recupera la
pose) Disculpe Usted. Todos los días yo le preparo su desayuno
personalmente. Pero para fortalecer su carácter, sólo le doy café negro –sin
azúcar porque es malísima- y un pan tostado. Y es bien disciplinada ella,
porque aunque yo me siente justo enfrente con mis dos croissants de
jamón con queso y mi jugo de naranja, ella nunca me pida ni una
mordidita. Desde niña mi madre me inculcó la práctica de los sacrificios por
los más pobres de África y a su edad como podrá ver, nos sigue dando
ejemplo. (Escucha una pregunta del entrevistador imaginario) ¿Por la
mañana? Bueno a mi madre le encanta ir caminando hasta el mercado y
traerme el mandado ella misma. A veces los muchachitos la importunan
queriendo obligarla para que le lleven los bultos y las bolsas, pero ¿sabe
Usted porque lo hacen? Porque quieren propina. Lo único que quieren es
quitarle a mi madre los pocos pesos que le doy de su domingo, así que se
lo tengo prohibidísimo. Nada de cerillitos, ni muchachitos mandaderos, eso
es para los viejitos chochitos y mi madre todavía tiene un espíritu joven
dentro de ella. (Martirio se mueve inquieta en su asiento y hace gestos de
dolor en el vientre). En las tardes, mientras yo tomo una siesta, mi madre
lleva al parque al hijo de una vecina que nos paga 3 mil pesos mensuales
por darle la vuelta al chiquillo y de paso, mi mamá se entretiene. Esa
señora es un sol que entiende la manera como yo cuido y procuro a mi
madre, por eso a veces me manda alguna ropa para que la lave y la
planche, pero yo me quito el trabajo de las manos por dárselo a mi madre.
Nadie como ella para desmanchar calcetas y almidonar los cuellos de las
camisas; yo en cambio, nunca pude hacerlo como ella lo hace. Desde niña
ella trataba de explicarme cómo hacerlo, pero al parecer no entendí o no
3. tengo vocación de lavandera; en cambio yo veo que ella siempre disfrutó
mucho hacer de la lavandería y la plancha una proeza de pulcritud y
perfección, ¿por qué quitarle ese gusto? (Martirio respira agitada, le falta el
aire) ¡Dios mío! Cómo que me hace falta aire, ¿le importa si abro las
ventanas? ¡Ah por Dios, pero si están abiertas! Entonces deben ser los
nervios y la emoción. ¿Qué me decía Usted? ¡Ah si sobre los hobbies de mi
madre! (Martirio habla con la mano en el pecho y con dificultad) Pues a mi
madre le encanta hacer las labores de la casa y bordar, hace un punto de
cruz que es un primor. ¡Y sin lentes! Y no es que no los necesite, pero
cuestan un ojo de la cara y con su pensión, pues no alcanza, para
comprarlos. Tenemos que darle prioridad a otras cosas y mi madre también
necesita su cablevisión, MI celular y su internet. No podemos darnos lujos
inútiles. Y seguramente Ustedes pensarán que los lentes son más
importantes que él cablevisión, pero ella adora su telenovela de las nueve y
yo amo darle gusto a mi madre, porque bueno, “Madre sólo hay una”.
(Martirio observa a una de las personas de la producción frente a ella y le
habla directamente sin dejar de hablar con dificultad y mareo). Ah por
favor, ¡corten, corten!, miren a ese pobre muchacho, pero si está a punto
de desmayarse. Se ve Usted muy verde joven, le voy a dar un vaso de
agua. (Martirio, le entrega un vaso de agua a alguien en el público) ¡Santo
Dios! Yo creo que debe haber algo en el ambiente, porque yo también
siento que me falta el aire. (Señalando a otra persona del público) Señor
Director mire, esa joven se desmayó completamente. ¿Pero, qué le habrá
pasado? ¿No les dan de comer a sus empleados? (Martirio, regresa hacia la
cocina y busca en los cajones y anaqueles) Espere un momento por aquí
tengo unas sales que hacen milagros contra los desmayos. Estoy segura
que por aquí las puse. (Martirio da media vuelta para quedar de frente al
público y observa decididamente a otro miembro del público, el supuesto
entrevistador) (Grita horrorizada) ¡Señor Director! ¡Usted también!
(Martirio busca en los utensilios usados de la mesa y saca una caja de
veneno para ratas del interior de uno de ellos). ¿Qué hace aquí el veneno
de las ratas? (Pausa) ¡Santo Dios! Les puso veneno. Mi madre confundió el
Royal otra vez. (Martirio empieza a desplomarse) ¿Ahora quién cuidará de
mi madre? ¿Quién cuidará de ella? ¿Qué va a hacer mi madre sin mí?