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La misión implica a todos, todo y siempre




Domingo Mundial de las Misiones
              23 de octubre de 2011
Edición, 2011


DOMUND 2011
La misión implica a todos, todo y siempre


D.R. © Centro de Orientación Vocacional Juvenil, A.C.
Prolongación Misterios No.24
Col. Tepeyac Insurgentes
C.P. 07020 México D.F.


Comentarios y sugerencias:
ompe@ompemexico.org.mx
www.ompemexico.org.mx

Tels. (55) 57 50 05 44, Lada sin costo. 01 800 561 67 80
Fax. (55) 57 81 26 47


     La reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuere el medio,
                                 electrónico o mecánico, queda absolutamente prohibida.


Autor:
Pbro. Juan Francisco Agustín Espino Godínez


ISBN: En trámite



                                                     Impreso en México
Índice
Presentación .......................................................................................................................................................................... 5
Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez
Director Nacional de OMPE México

Carta de Mons. José de Jesús Martínez Zepeda .......................................................................................................... 7
Obispo de la Diócesis de Irapuato
Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética

Carta de Mons. Rafael Sandoval Sandoval ................................................................................................................... 9
Obispo de la Diócesis de Tarahumara
Responsable de la Dimensión de la Pastoral de Misión de la Comisión Episcopal para
la Pastoral Profética

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2011 .......................................................................................... 10
S. S. Benedicto XVI

Tema 1. «Id y anunciad», imperativos esenciales de la misión ................................................................................ 13
Dr. Francisco Díaz Estrada

Tema 2. Corresponsabilidad de todos: la misión universal ....................................................................................... 19
Lic. Yuliana Navarrete Merlos

Tema 3. Evangelización global. La misión es de todas las iglesias para todo el mundo ...................................... 29
Pbro. Lic. Juan Francisco Agustín Godínez

Testimonio Misionero ........................................................................................................................................................ 39
Hna. Rosa María Vázquez Tlapale
Misionera del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes

Estadísticas ........................................................................................................................................................................... 45

Lectio Divina .......................................................................................................................................................................... 55
Pbro. Lic. Toribio Tapia Bahena

Eucaristía por la Evangelización de los Pueblos ......................................................................................................... 61

Hora Santa ............................................................................................................................................................................ 77
Rosario Misionero .............................................................................................................................................................. 83
Viacrucis Misionero ............................................................................................................................................................ 89
Hna. María Roselia Tamez Tamez mrf

Oraciones ................................................................................................................................................................................ 101
Secretarios Nacionales de las OMPE

Actividades Misioneras ...................................................................................................................................................... 105
Pbro. Aldo Israel Estrella García


                                                                                                                                 La misión implica a todos, todo y siempre                       3
Presentación

                                                                                              “Como el Padre me envió,
                                                                                                  también yo os envío”
                                                                                                             Jn 20,21


                                                    Los saludo cordialmente a todos ustedes, estimados hermanos
                                                    en Cristo Jesús, quienes de distintas maneras nos encontramos
                                                    en el camino misionero.

                                                            Es motivo de una verdadera alegría salir al encuentro de
                                                    los demás, llevándoles la Palabra de vida y esperanza que cono-
                                                    cemos y deseamos compartir. Sin embargo, este compartir no es
                                                    solo una iniciativa de parte nuestra, sino un envío que viene del
                                                    Padre y que Jesús, con toda autoridad, hace a su Iglesia.

                                                         El envío de Jesús a sus discípulos es determinante y ac-
                                                tual. Determinante ya que es un envío que, por ser un mandato
                                                divino, transforma a quien lo recibe. Actual, porque hay en nues-
         tro presente varios millones de personas –tanto de países antiguamente cristianos como de tierras de
         misión– que no han oído hablar de Cristo.

                   Este mandato surge del primer envío misionero: el del Padre eterno a su Hijo Jesús. Ciertamente
         este envío es fundamento y ejemplo de la misión de sus discípulos. Si la misión viene desde la vida trinita-
         ria y la esencia de la Iglesia es ser misionera (Ad Gentes, 2), podemos decir que en esencia, cada cristiano
         –miembro de la Iglesia– es un misionero.

                 ¿Hemos sido enviados como Jesús? ¿Llevamos la buena noticia de la salvación a quién no la co-
         noce? ¿Somos misioneros? Pensar y responder a estas preguntas es el primer reto que nos propone S.S.
         Benedicto XVI en su mensaje para esta Jornada Mundial de las Misiones, ya que ésta “no es un momento
         aislado en el curso del año, sino que es una ocasión preciosa para pararse a pensar si respondemos y cómo
         respondemos a la vocación misionera; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia”

                 Podemos incluso preguntarnos: ¿En qué momento hemos sido enviados? ¿Acaso este mandato
         hecho a los discípulos vale también para nosotros? “Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
         en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). La respuesta es: Sí, hemos sido enviados,
         y somos enviados nuevamente en cada Eucaristía, al reconocer al Señor en el pan como los discípulos de
         Emaús (Lc 24,33-34), concluimos con una invitación del sacerdote: “Pueden ir en paz”. A dónde podemos


4   La misión implica a todos, todo y siempre
ir en paz sino a anunciar el Evangelio, a nuestro ambiente, a nuestra cultura, familia, trabajo, estudio. Allí
donde laboramos y transcurre la mayor parte de nuestra vida, es también tierra de misión.

        Sin embargo, no olvidemos, que el compromiso misionero no termina en el testimonio y anuncio
del Evangelio en nuestra vida, sino que exige acudir a aquellos que nunca lo han recibido. La solidaridad
en este compromiso se manifiesta en la ayuda integral a quienes llevan a cabo las tareas de evangeliza-
ción en comunidades nacientes, puesto que no todos podemos “ir a las misiones”. Esta ayuda consiste en
sostener las instituciones, mejorar las condiciones de vida de los interlocutores, sembrar la semilla de la
Palabra de Dios, en fin, participar en la Iglesia universal que “Anunciando el Evangelio, se preocupa por la
vida humana en sentido pleno”. De esta manera, todos y cada uno de los bautizados, participamos de este
envío, desde nuestra realidad y desde nuestras posibilidades.

        Las Obras Misionales Pontificias surgen como respuesta a la necesidad de un vínculo entre las
comunidades eclesiales de todo el mundo en la tarea misionera. Por medio de ellas las diócesis pueden
encontrar espacios de comunión y de solidaridad, de apoyo integral en la animación misionera, siempre
con la bendición y supervisión del Papa. En nuestro país, las Obras Misionales Pontificio Episcopales
(OMPE) son las responsables de alentar y “promover el espíritu misionero universal en el pueblo de
Dios” (RM 84).

        Queriendo ser fieles a esta encomienda, dentro del marco del Domingo Mundial de las Misiones
2011, quisimos poner a su disposición un material que aborde los puntos medulares de la Misión, bus-
cando como siempre, ser un apoyo en la animación misionera de quienes desde su realidad buscan llevar
a cabo este envío, y configurarse como creyentes con Cristo misionero. En la Catequesis Domund 2011
encontrarán apoyos útiles para reflexionar, profundizar y celebrar este acontecimiento eclesial.

        Que María de Guadalupe, estrella de la evangelización, con su ejemplo y ayuda, nos permita lle-
var a buen término nuestra vocación misionera. Y que el tesoro del Evangelio que llevamos –en vasijas de
barro– enriquezca nuestro mundo y lo disponga a la voluntad de nuestro Dios.

        Dios los bendiga a todos y los llene de su amor.




                              Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez
                           Obras Misionales Pontificio Episcopales de México
                                          Director Nacional




                                                                          La misión implica a todos, todo y siempre   5
Estimados hermanos en el Señor:

                                                               En el contexto de la Jornada Mundial de las Misio-
                                                               nes 2011 Su Santidad Benedicto XVI nos invita a
                                                               aprovechar este tiempo para reflexionar en la tarea
                                                               que hemos tenido como misioneros, qué hemos
                                                               hecho, ya que “es una valiosa ocasión para detenerse
                                                               a reflexionar si respondemos a la vocación misionera y
                                                               cómo lo hacemos; una respuesta esencial para la vida
                                                               de la Iglesia.”

                                                                      Es importante recordar que el envío misio-
         nero que recibimos los discípulos de Jesús parte de nuestro bautismo, en el cual fuimos configurados con
         Cristo sacerdote, profeta y rey.

                 El sacerdocio que nos viene de Cristo nos permite participar en la acción litúrgica, celebrar los
         sacramentos, especialmente la Eucaristía, ya que como Iglesia somos un “linaje elegido, sacerdocio real”
         (1 Pe 2,9), que “adora al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4,23).

                  Ser rey implica el servicio al hombre. Cristo es rey, pero un tipo de rey diferente, que “no vino a
         ser servido sino a servir” (Mt 20,28). Nos dice que su “reino no es de este mundo” (Jn 18,36). Sin embar-
         go, enseña a sus discípulos a pedir “venga tu Reino” (Mt 6,10) ya que es prioridad la búsqueda de este
         mismo reino: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33).

                 Ser profeta implica, a su vez, el servicio a la Palabra divina que se nos ha revelado de forma
         perfecta en Jesús, Verbo eterno del Padre, quien nos muestra la específica voluntad de Dios: “que todos
         los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la Verdad” (1 Tim 2,4).

                Comunicar esta Palabra no es hacer una declaración de tipo meramente informativo, ni pura
         transmisión de ideas o sentimientos; sino compartir con los demás el encuentro que hemos tenido



6   La misión implica a todos, todo y siempre
con Jesús vivo, la gracia de vivir la Buena Noticia, experiencia que nos llena de alegría, que nos brinda
esperanza y que nos presenta un proyecto de vida.

        Es pues, un verdadero proyecto misionero, que engloba nuestra existencia cristiana, no sólo en
momentos particulares, sino que atraviesa las diferentes actividades y acciones de nuestra vida. Somos
misioneros en la convivencia diaria con la familia, en las responsabilidades del trabajo, en las activida-
des parroquiales, en la oración, especialmente si con nuestras palabras y acciones damos testimonio de
esta alegría de vivir como discípulos misioneros de Jesús.

         Además, en nuestra Iglesia han surgido, por gracia del Espíritu dador de vida, carismas especí-
ficos en personas que se han sentido llamados a anunciar la alegría del Evangelio a los que ni siquiera
han escuchado de él. Es el Espíritu Santo quien no deja de suscitar este espíritu misionero en personas
abiertas a su gracia; ni tampoco de inspirar con el testimonio y entrega de éstos a las comunidades cris-
tianas, las cuales, a ejemplo de las primeras comunidades, se apoyan mutuamente en oración y en sus
necesidades básicas.

        Es mi intención en este DOMUND 2011 que amparados en la Madre de Dios, reflexionemos en
nuestro ser discípulos misioneros y renovemos nuestra entrega y alegría en el anuncio de la Salvación.




                                     Mons. José de Jesús Martínez Zepeda
                                       Obispo de la Diócesis de Irapuato
                         Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética




                                                                       La misión implica a todos, todo y siempre   7
“El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha
                                                                                                              recibido;
                                                                                      es un don que se debe compartir,
                                                                          una buena noticia que es preciso comunicar”
                                                                  Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial
                                                                                                de las Misiones 2011




                                                                Las palabras del Papa nos deben conmover, más
                                                                aún hoy en que no es fácil transmitir la fe cristiana
                                                                porque no existe ambiente favorable para ello.
                                                                Si antes se respiraba y asimilaba el cristianismo
         ambientalmente, ahora parece que todo se opone a ello. Ya no podemos vivir de rentas: o se vive el
         cristianismo y se irradia a todos, o la fe en Cristo se esfuma.

                La fe cristiana es el tesoro más grande que hemos recibido; es don gratuito que no merecimos.
         Pero también es tarea que no podemos dejar de irradiar. Don y tarea al mismo tiempo. Quienes nos
         ven deberían preguntarse: ¿quiénes son esos que viven con tanta libertad?, ¿por qué los vemos tan
         contentos y tan agradecidos que comunican esta Buena Noticia?

                  No es posible ser cristiano sin ser misionero, es decir, sin salir para transmitir el Mensaje que
         salva. Pongo Mensaje con mayúscula porque no es una doctrina sino una persona: Jesucristo. El alcance
         de ese “salir” ha de ser hasta los confines del mundo. Mientras exista alguien sin fe, seguirá la misión.

                 La Celebración de la Jornada Mundial de las Misiones es una oportunidad para detenernos a
         mirar qué tanto vivimos nuestra vocación misionera y cómo lo hacemos. Y no basta decir que somos
         misioneros con los que viven al lado nuestro o que eso le toca hacerlo a otros. La misión es universal
         porque implica a todos y para todos los confines del mundo. Ser misioneros ha de ser nuestro anhelo
         y nuestro estilo de vida.




8   La misión implica a todos, todo y siempre
Que la Santísima Virgen María, misionera que llevó en su corazón y en su seno al mismo
Mensaje en persona, nos anime a ser fieles a nuestra vocación de ir anunciando y testimoniando la
Buena Noticia que da sentido a la vida y que salva. Que reavive el deseo de ir y hacer discípulos a todas
las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




                                  Rafael Sandoval Sandoval M.N.M.
                                 Obispo de la Diócesis de Tarahumara
                          Responsable de la Dimensión de Pastoral de Misión
                          de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética




                                                                       La misión implica a todos, todo y siempre   9
Mensaje del Santo Padre para la
              Jornada Mundial de las Misiones 2011
                                                                                      “Como el Padre me ha enviado,
                                                                                            así también os envío yo”
                                                                                                         (Jn 20,21)

                                                                        Queridos hermanos y hermanas:


                                                                        “Con ocasión del Jubileo del año 2000, el
                                                                        Venerable Juan Pablo II, al comienzo de un
                                                                        nuevo milenio de la era cristiana, confirmó
                                                                        con fuerza la necesidad de renovar el celo
                                                                        por llevar a todos el anuncio del Evangelio
                                                                        «con el mismo entusiasmo de los cristianos
                                                                        de los primeros tiempos» (Carta ap. Novo
                                                                        millennio ineunte, 58). Es el servicio más
                                                                        precioso que la Iglesia puede ofrecer a la
                                                                        humanidad y a cada persona que busca las
                                                                        razones profundas para vivir en plenitud la
                                                                        propia existencia. Por eso, esa misma invi-
                                                                        tación resuena cada año en la celebración
                                                                        de la Jornada Mundial de las Misiones.
                                                                        Efectivamente, el incansable anuncio del
                                                                        Evangelio vivifica también a la Iglesia, su
                                                                        fervor, su espíritu apostólico; renueva sus
                                                                        métodos pastorales para que cada vez sean
                                                                        más apropiados para las nuevas situaciones
                                                                        —incluso aquellas que requieren una nue-
          va evangelización— y estén animados por el impulso misionero: «La misión renueva la Iglesia, refuerza
          la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La
          nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la mi-
          sión universal» ( JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 2).

          Id y anunciad

                  Este objetivo se refuerza continuamente por la celebración de la liturgia, especialmente de la
          Eucaristía, que se concluye siempre evocando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: “Id...” (Mt
          28,19). La liturgia es siempre una llamada ‘del mundo’ y un nuevo envío ‘al mundo’ para ser testigos de lo
          que se ha experimentado: la fuerza salvífica de la Palabra de Dios, la fuerza salvífica del Misterio Pascual



10   La misión implica a todos, todo y siempre
de Cristo. Todos los que han encontrado al Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a los
otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Estos, después de haber reconocido al Señor al partir
el pan, «levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los
once» y refirieron lo que les había sucedido por el camino (Lc 24,33-34). El Papa Juan Pablo II exhortaba
a estar “vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles
el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!”.

A todos

         Destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos. La Iglesia, «es, por su propia na-
turaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según
el plan de Dios Padre» (CONC. ECUM. VAT. II, Decr. Ad gentes, 2). Esta es «la dicha y vocación propia
de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (PABLO VI, Exhort. ap. Evangelii
nuntiandi, 14). Consiguientemente, nunca puede encerrarse en sí misma. Se enraíza en determinados
lugares para ir más allá. Su acción, adhiriéndose a la palabra de Cristo y bajo la influencia de su gracia
y de su caridad, se hace plenamente y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos
para conducirles a la fe en Cristo (cfr Ad gentes, 5). Esta tarea no ha perdido su urgencia. Al contrario, «la
misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse… una mirada global a la hu-
manidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos
con todas nuestras energías en su servicio» ( JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 1). No podemos
quedarnos tranquilos si pensamos que, después de dos mil años, todavía existen pueblos que no conocen
a Cristo y que todavía no han escuchado su mensaje de salvación. No solo eso, sino que se amplía el nú-
mero de quienes, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y ya no
se reconocen en la Iglesia; y muchos ambientes, incluso en sociedades tradicionalmente cristianas, son
hoy renuentes a abrirse a la palabra de la fe. Se está dando un cambio cultural, alimentado también por
la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante; un cambio que lleva a
una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del mensaje evangélico, como si Dios no existiera, y
que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, del logro profesional y del éxito como finalidad
de la vida, incluso en menoscabo de los valores morales.

Corresponsabilidad de todos

         La misión universal implica a todos, a todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de
quien lo ha recibido, sino que es un don que hay que compartir, una buena noticia que hay que comuni-
car. Y este don-compromiso le es confiado no solamente a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales
son «un linaje elegido, …nación santa, un pueblo adquirido por Dios» (1 Pe 2,9) para que proclame sus
obras maravillosas. Están implicadas en ello también todas las actividades. La atención y la colaboración
con la actividad evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y oca-
siones particulares, ni tampoco se pueden considerar como una más entre otras actividades pastorales: la
dimensión misionera de la Iglesia es esencial, por lo que hay que tenerla siempre presente. Es importante
que tanto cada bautizado como las comunidades eclesiales se interesen en la misión no de manera espo-
rádica y ocasional, sino de manera constante, como forma de la vida cristiana. La misma Jornada Mundial



                                                                          La misión implica a todos, todo y siempre   11
de las Misiones no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una ocasión preciosa para
          pararse a pensar si respondemos y cómo respondemos a la vocación misionera; una respuesta esencial
          para la vida de la Iglesia.

          Evangelización global

                    La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la anima-
          ción misionera ha prestado siempre una atención particular a la solidaridad. Este es también uno de los
          objetivos de la Jornada Mundial de las Misiones, que, a través de las Obras Misionales Pontificias, solicita
          la colaboración para llevar a cabo las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de sos-
          tener instituciones necesarias para establecer y consolidar la Iglesia mediante los catequistas, los semina-
          rios, los sacerdotes; y de dar también nuestra propia aportación para que mejoren las condiciones de vida
          de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición, sobre todo
          infantil, enfermedades, ausencia de servicios de salud y de educación. También esto entra en la misión de
          la Iglesia. Anunciando el Evangelio, se preocupa por la vida humana en sentido pleno. No se pude acep-
          tar, decía el Siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los aspectos que se refieren
          a la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, evidentemente dentro del
          respeto a la autonomía del ámbito político. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad
          significaría «ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece nece-
          sidad» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 31.34); no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el
          cual “recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino
          y curando toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 9,35).

                   Así, por medio de la participación responsable en la misión de la Iglesia, el cristiano llega a ser
          constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado y colabora en la reali-
          zación del proyecto salvífico de Dios para toda la humanidad. Los desafíos que esta encuentra llaman a
          los cristianos a caminar con los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos. En ella
          llevamos, si bien en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el
          testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia.

                  Que la Jornada Mundial de las Misiones renueve en cada uno el deseo y la alegría de “ir” al en-
          cuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo. En su nombre os imparto de corazón la Bendición
          apostólica, en particular a los que más trabajan y sufren por el Evangelio.

                                                                                         Vaticano, 6 de enero de 2011




                                                          Benedictus PP XVI




12   La misión implica a todos, todo y siempre
Tema 1: Id y anunciad,
imperativos esenciales
           de la misión


                            “Recomiendo que el estudio de la Palabra
                       de Dios, escrita y transmitida, se haga siempre
                    con un profundo espíritu eclesial, teniendo
                 debidamente en cuenta en la formación académica
               las intervenciones del Magisterio sobre estos temas,
              «que no está por encima de la Palabra de Dios, sino a
              su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues
              por mandato divino, y con la asistencia del Espíritu
               Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente,
                 lo explica fielmente»”.
                                Benedicto XVI, Verbum Domini 47




                                                               13
Objetivo

                  Que los discípulos misioneros redimensionen la misión en sus contextos locales a partir del imperativo
          del Señor: «Id y anunciad»


          Desarrollo

          El Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de este año retoma la vo-
          cación permanente de la Iglesia: evangelizar. Esto quiere decir que la Iglesia ha de llevar la Buena Nueva
          a todos los ámbitos de la humanidad. Para poder renovar ese llamado esencial que se nos hace como
          miembros de la Iglesia, conviene hacer un alto en el camino y preguntarnos en qué consiste dicha tarea.
          Primero veamos y reflexionemos en qué consiste el imperativo del Señor de «Id y enseñad»; luego, qué
          significado cobra la «Buena Noticia» que se anuncia a hombres y mujeres de nuestro tiempo y de nues-
          tro lugar.


          Id y anunciad.

                  Para comprender de mejor manera el imperativo que Jesús hizo a los suyos, ubiquémoslo des-
          de un presupuesto, el retorno al Evangelio. Este retorno no es otra cosa más que recurrir a la memoria
          de Jesús. Así, nos daremos cuenta que nuestro compromiso con el Evangelio manifestado en Jesús y el
          compromiso con la historia humana, la historia de esa humanidad a la que está destinado el anuncio de la




14   La misión implica a todos, todo y siempre
Buena Noticia del Reino de Dios son prácticamente inseparables.
         Id implica, en primer lugar, un movimiento hacia afuera de uno mismo. Sólo que este movimien-
to, para que sea efectivo, necesita un destinatario específico. Veamos en la vida de Jesús quiénes y hacia
dónde estaba dicho movimiento. El Evangelio de Lucas es muy claro:

        “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena
        Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
        dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).

        El anuncio de la Buena Nueva tiene destinatarios concretos y ellos no son seleccionados arbitra-


                                                                        La misión implica a todos, todo y siempre   15
riamente, sino que en sus situaciones de vida se refleja las acciones y opciones de un Dios comprometido
          con ellos. Podemos hacer una primera afirmación respecto al primer imperativo, «Id», y sería esta: para
          evangelizar, la Iglesia necesita ser “signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo
          el género humano” (LG 1).

                 Anunciad, por su parte, implica haber tenido un encuentro personal con el Señor, pues no se pue-
          de anunciar algo que no se conoce. Ya lo comenta el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Deus caritas est:

                   “Así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser
                   cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un aconteci-
                   miento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
                   decisiva” (DCE 1).

                  El anuncio, ciertamente, estará siempre originado por el Espíritu del Señor, pero es nuestra ex-
          periencia personal la que va a facilitar ese accionar, es mediante esta experiencia que no podemos actuar
          de un modo diferente al que tuvo Jesús, pues eso implicaría traicionar su mandato, veamos cómo lo dice
          San Juan en su Evangelio:

                   “Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es
                   el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos,
                   creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las
                   obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi
                   nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn 14,10b-13).


          Buena Nueva

                   Para ver las implicaciones de estas dos palabras «Buena Noticia», sugiero sigamos el mismo
          camino utilizado en el apartado anterior. Comencemos por indicar su origen, Buena Noticia es la traduc-
          ción de eu-aggelion, y es la raíz de otra palabra, Evangelio. Así, tenemos que el imperativo del Señor: “Id
          por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará;
          el que no crea, se condenará…” (Mc 16,15) es profundamente amplio, desafiante y hasta provocador para
          una Iglesia que esté dispuesta a ser fiel a su vocación en contextos como los que vivimos hoy en nuestro
          país, donde precisamente eso es lo que escasea, las buenas noticias. Analicemos, por sectores, lo que im-
          plicaría llevar o incluso ser «Buena Noticia», al estilo mismo de Jesús.

          a) El significado de la Buena Noticia en lo social

                  Si nos detenemos a echar una mirada a los contextos mundiales, nos enfrentaremos con realida-
          des no muy halagüeñas. Por doquier se anuncian dificultades y problemáticas abrumadoras que parecie-
          ran cortar de tajo con toda posibilidad de esperanza; esta realidad se agudiza aún más en aquellos sectores
          de poblaciones de escasos recursos económicos. Sin embargo, considerar el anuncio del Reino de Dios
          precisamente en estos sectores, se convierte en el criterio para la revisión del grado de fidelidad con el que


16   La misión implica a todos, todo y siempre
aquel que se diga cristiano esté respondiendo a su vocación. No es exagerado afirmar que el anuncio del
eu-aggelion en estos sectores de la población la Iglesia se pueda estar jugando, tal como van las cosas, su
futuro y el aporte de la fe cristiana a la humanidad.

b) El significado de la Buena Nueva en lo pastoral

         La pregunta fundamental en este rubro sería si en el mundo de hoy existe o no la expectativa de
que pueda haber el anuncio de un eu-aggelion. Plantear esta interrogante no es cuestión de ocio, sino que
es esencial para otorgar la dirección correcta a la evangelización. En Lucas, eu-aggelion es la buena noticia
del reino de Dios (Lc 4,43), lo bueno que Dios quiere para su creación; a partir de lo anterior podemos
afirmar que evangelizar es “llevar la buena noticia a los pobres”. El contenido de la Buena Noticia es, enton-
ces, la cercanía del reino de Dios a la humanidad. Podríamos traducir, entonces, que la Buena Noticia es
la utopía de una vida justa y digna, y los destinatarios principales son las grandes mayorías de este mundo
para quienes la vida es su tarea más urgente y la muerte prematura su destino más probable, es decir, los
débiles, pobres y víctimas; e indirectamente destinatarios son también aquellos que se solidarizan con
ellos, quienes hacen suya su causa.

         Por otro lado, tenemos que para todo hombre y mujer esa Buena Noticia es algo que se espera en
medio de y en contra de malas realidades, pues se convierte en un criterio existencial, incluso llega a ser
el único asidero que es capaz de recordar lo que es el ser humano y el proyecto al cual ha sido llamado. En
otras palabras, el anuncio de la Buena Nueva es algo que toca y nos lleva a lo más hondo de nuestra exis-
tencia, y que trae consigo esperanza, ilusión, ganas de vivir y hacer, proporciona y restablece la dignidad,
la fraternidad, libertad y comunión. Es anuncio, finalmente, que formalmente produce gozo y mueve a
responder con un gracias.


                                                                          La misión implica a todos, todo y siempre   17
Podemos afirmar con seguridad que lo que realmente impactó de Jesús entre la gente pobre y sen-
          cilla fue su mensaje de esperanza y sus prácticas: milagros (Mc 1,40-44; 4,38-41), expulsión de demonios
          (Mc 1,23-27; 3,22-27; 5,1-9) sanación de enfermos (Mc 5,28-39; 7,31-37), acogida a los marginados (Mc
          7,24-30; 8,22-26) e incluso, su nivel de fidelidad al tener enfrentamientos con los poderosos (Mc 3,1-6;
          8,11-13; 11,27-33; 14,60-64; 15,1-15). Veían en Él a alguien que hablaba con autoridad por estar conven-
          cido de lo que decía, no como otros que hablan como fanáticos o funcionarios a sueldo.

                  Ver hecha realidad en una persona cada una de estas cosas, honradez y verdad, misericordia y
          fidelidad, libertad, gozo y celebración, confianza en el Padre y disponibilidad ante Dios, es siempre una
          brisa de aire fresco en nuestra historia, ver a gente así es en verdad una buena noticia.

                   “Jesús es, pues, buena noticia, porque nos lleva a lo más nuestro y originalmente humano. De ese
          Jesús buena-noticia tiene mucha necesidad la Iglesia para su evangelización y el mundo para su humani-
          zación”.


          Conclusión

                   “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado,
          se salvará; el que no crea, se condenará…” (Mc 16,15). En esto radica la vocación misionera y evange-
          lizadora de la Iglesia. Es la gran tarea de todo cristiano y dicha tarea queda esencialmente en sus manos
          para ser continuada a lo largo de los siglos. La fidelidad y coherencia a esta vocación misionera ha sido
          siempre la respuesta a las grandes crisis no sólo de la historia de la Iglesia, sino de la humanidad misma.
          Pidamos al Señor que nos permita, mediante la celebración de la Jornada Mundial de Misiones, caminar
          en la dinámica del reino anunciado y realizado en Jesús, el Cristo, convertido en fermento y luz en medio
          de las naciones.


          Preguntas

              •	 Comenta, brevemente, desde tu comunidad las formas y modos como se pudiera actualizar el
                 imperativo del Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.”

              •	 ¿Qué significado adquiere para ti y tu familia ser portadores de la Buena Nueva del Señor?

              •	 ¿Qué nuevo significado adquiere el que tú seas destinatario de la Buena Nueva del Señor?


                                                                                      Dr. Francisco Díaz Estrada
                                                                           Departamento de Investigación y Apoyo
                                                                                                  OMPE-México




18   La misión implica a todos, todo y siempre
Tema 2: Corresponsabilidad
        de todos: la misión
                  universal



                       “El discípulo experimenta que la vinculación
                    íntima con Jesús en el grupo de los suyos es
                  participación de la Vida salida de las entrañas
                 del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo
                 de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b),
                 correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión
                  de hacer nuevas todas las cosas”.
                                                      Aparecida 131




                   La misión implica a todos, todo y siempre   19
Objetivo

                  Que los discípulos misioneros asuman la importante tarea de anunciar el Evangelio como una respon-
          sabilidad compartida en la que todos y cada uno contribuyen a la misión universal.


          Desarrollo

          Los escenarios para la misión son adversos porque la vida misma es hostil y difícil, pero ello no debería
          perturbar el entusiasmo a nuestro espíritu. Porque la tarea de anunciar el Evangelio a todo el mundo no
          es una tarea imposible de alcanzar. Desde luego que no negamos que existe una crisis en los valores traída
          por los cambios de la modernidad, que afecta a la misión; tampoco somos insensibles a las dificultades
          que enfrentan los misioneros dedicados por vocación, a llevar el mensaje de Jesús. Pero sí es importante
          manifestar que la Buena Nueva de Jesús, siempre se encontrará muy por encima de cualquier contexto
          negativo. Porque la misión existe para estas realidades y no sólo para enfrentar escenarios ideales.

                   El Santo Padre Benedicto XVI conoce a bien la dinámica en la que actualmente se encuentran
          insertos los cristianos, y en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones advierte la necesidad
          de permanecer atentos y cautelosos para que el anuncio de la Buena Nueva sea develado en el mundo.
          Nos pide, para lograrlo, no perdernos en la búsqueda de bienestares efímeros como lo son: el poder, el
          éxito y la ganancia. Él nos exhorta a que cada uno trabajemos con nuestras propias herramientas y desde




20   La misión implica a todos, todo y siempre
nuestras respectivas actividades por la evangelización de todas las gentes. Por otro lado, nos ofrece pistas
para que como Iglesia caminemos juntos. Por ello propone que todos los cristianos asumamos la tarea
de evangelizar y que convirtamos al anuncio en una “responsabilidad de todos”. Porque los cristianos
debemos penetrar en el mundo este mensaje de amor con nuestro testimonio, a pesar de la cultura des-
cristianizada del mundo de hoy; a pesar de las ideologías capitalistas y mercantilistas; e incluso a pesar de
nuestra propia incredulidad de sabernos portadores de la Buena Nueva.

         En este apartado buscaremos meditar en torno a la necesidad de que todos los cristianos cola-
boremos y asumamos a la misión como una responsabilidad compartida, no importando la actividad
que cada uno desempeñe según su estado clerical (Obispos, presbíteros y diáconos) religioso o laical.
Entendamos entonces que la corresponsabilidad es más que una forma de cooperación, de solidaridad;
es vivir por los hermanos del mundo entero, pero no sólo por un momento sino para siempre y en todo
momento. La corresponsabilidad conlleva a vivir para otros sin prejuicios, ni limitantes, es tener presente
en todo momento nuestra dimensión misionera como bautizados e Hijos de Dios.


Iglesia evangelizadora
        Existe una especie de ruptura cada vez más marcada entre la fe y la vida; por ello la Iglesia vive
cada día con más dificultad su misión universal. Todos los bautizados somos responsables del anuncio,
pero no todos somos conscientes de ello, queremos o deseamos serlo.

          Algunos cristianos se encuentran muy decepcionados porque cimentaron su fe en personas e ins-
tituciones, mas no en Jesucristo vivo y resucitado. Otros están cansados de luchar contra las adversidades,
quizá porque no fueron capaces de ver a Dios en lo que hacían. Muchos están perdidos en el confort, la
seguridad y el prestigio que representa un puesto, una familia, cosas materiales a las que se aferran porque
les dan estatus. Otros se aferran a tradiciones pseudo religiosas o supersticiosas, a un pietismo tradiciona-
lista e inconsciente, o a prácticas sencillas de piedad popular como «ejercicio perfecto de su fe».

         En realidad son pocas las personas que están listas y preparadas para anunciar el Evangelio al
mundo. Tal vez por ello, nuestro impulso misionero sea débil. Estamos llenos de egoísmos e inmadurez
para ir hacia todos con la fuerza del Espíritu Santo.

         Necesitamos un renovado espíritu misionero para constituir la Iglesia evangelizadora de Jesús.
Dejemos de pensar que la misión de la Iglesia es algo facultativo o adicional de la vida eclesial (cf. VD
93). O que toda misión compete únicamente a los clérigos o a los consagrados, o sólo a los laicos. Hay
que mejorar para cumplir con la tarea de evangelizar. Pues “la Iglesia lo sabe [...] Evangelizar constituye,
en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar,
es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, per-
petuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa” (EN 14).
Porque lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza; el hombre necesita la «gran espe-
ranza» para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es «el Dios que tiene un rostro humano
y que nos ha amado hasta el extremo» (cf. VD 91).


                                                                          La misión implica a todos, todo y siempre   21
Vivamos entonces nuestra esencia de ser Iglesia y comprometámonos ya, a ser discípulos misio-
          neros de Jesús desde nuestra propia vocación, carisma y profesión.

          a) La Iglesia responsable de la Misión

                   Nuevos y cambiantes paradigmas en la sociedad, el gobierno y la economía global se presentan
          frente a la Iglesia para atentar contra sus estructuras y su razón de ser y existir, incluso los fieles que la
          constituyen manifiestan comportamientos que la atacan y desprestigian. Pero más allá de cualquier tipo
          de injurias y difamaciones, la Iglesia tiene a su cargo la labor irrenunciable de cumplir con la misión
          “siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes. Él siendo el Señor se hizo servidor y obediente
          hasta la muerte de cruz; siendo rico, eligió ser pobre por nosotros, enseñándonos el itinerario de nuestra
          vocación de discípulos y misioneros […] En la generosidad de Dios, en la gratuidad de los Apóstoles
          aparece la gratuidad del Evangelio” (DA 31).

                   Existe una relación vital entre la misión y la Iglesia porque la misión implica a personas que son
          movidas para encontrar a Jesús. La Iglesia es responsable de la misión porque ésta le da sentido, entonces
          la Iglesia es en sí misma misión, pues “el cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particu-
          larmente en la nuestra es «dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la
          humanidad hacia el misterio de Cristo»” (cf. Rmi 4).



22   La misión implica a todos, todo y siempre
b) ¿Quiénes constituimos la Iglesia?

        Por principio, siempre basta con afirmar que «la Iglesia la conformamos todos los bautizados» y
por consiguiente es fácil interpretar que «todos los bautizados son responsables de la misión». Sin em-
bargo, no hay que perder de vista, ni dejar de enfatizar que los bautizados están catalogados en distintos
«tipos» de cristianos. Estos cristianos pueden ser: Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas, consagra-
dos y laicos. Dentro de estas distinciones encontramos categorías como lo son: incrédulos, fanáticos y
blasfemos. O su contraparte; cristianos congruentes, comprometidos, creyentes, valientes y con fortaleza
espiritual de sobra.

        Lo dicho en el párrafo anterior nos sirve para ir reflexionando en torno al impacto y alcances
de esta Iglesia misionera y las estrategias pastorales que puedan ponerse en práctica, de tal suerte que
repensemos nuestras estrategias para la misión universal para que en verdad incluyan «a todos, todo y
siempre».

       Un hecho fáctico en la misión es: «No porque todos seamos cristianos, implica que todos esta-
mos preparados para la misión».

        Un estado permanente de misión implica una gran disponibilidad a repensar y reformar muchas
        estructuras pastorales, teniendo como principio constitutivo la “espiritualidad” de la comunión
        y de la audacia misionera. Lo principal es la conversión de las personas. No cabe duda. Pero ello
        debe llevar naturalmente a forjar estructuras abiertas y flexibles capaces de animar una misión
        permanente en cada Iglesia Particular (La Misión Continental para una Iglesia Misionera, 8).

         Bajo estas consideraciones y siendo honestos, muchos de los bautizados no cumplen con nin-
guna de estas características. Hay quienes ni siquiera tienen conocimiento de que tienen una misión y
mucho menos de las instituciones que colaboran con los misioneros en el mundo. Para varios bautizados,
la responsabilidad cristiana concluye con la primera comunión o con la sola y –siempre que se pueda–
parcial asistencia a “eventos sociales” como bodas, bautismos y confirmaciones.

        En este sentido, la Iglesia tiene que cuestionarse si corresponde a este tipo de bautizados asumir
el mismo nivel de responsabilidad al de quienes a la inversa, están por demás preparados para asumir la
misión. Dice la Verbum Domini (94):

        Los Obispos y sacerdotes, por su propia misión, son los primeros llamados a una vida dedicada
        al servicio de la Palabra, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a formar a los fieles
        en el conocimiento auténtico de las Escrituras. También los diáconos han de sentirse llamados a
        colaborar según su misión, en este compromiso de evangelización.

        La vida consagrada brilla en toda la historia de la Iglesia por su capacidad de asumir explíci-
        tamente la tarea del anuncio y la predicación de la Palabra de Dios, tanto en la misio ad gentes
        como en las más difíciles situaciones, con disponibilidad también para las nuevas condiciones
        de evangelización, emprendiendo con ánimo y audacia nuevos itinerarios y nuevos desafíos para
        anunciar eficazmente la Palabra de Dios.



                                                                                La misión implica a todos, todo y siempre   23
Los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y
                   a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren. A propósito, los
                   Padres sinodales han expresado «la más viva estima y gratitud, junto con su aliento, por el servi-
                   cio a la evangelización que muchos laicos, y en particular las mujeres, ofrecen con generosidad
                   y tesón en las comunidades diseminadas por el mundo, a ejemplo de María Magdalena, primer
                   testigo de la alegría pascual». El Sínodo reconoce con gratitud, además, que los movimientos
                   eclesiales y las nuevas comunidades son en la Iglesia una gran fuerza para la obra evangelizadora
                   en este tiempo, impulsando a desarrollar nuevas formas de anunciar el Evangelio.

                  Con lo anterior no se pretende deslindar de responsabilidades a muchos cristianos, pero es ur-
          gente comprender que no es viable incluirlos de la misma forma en la tarea de evangelizar, porque en todo
          caso, varios de estos bautizados deberían ser objeto de la propia misión «Nueva Evangelización».

                  Veamos el caso de aquellos misioneros a quienes el recurso financiero, la formación misionera,
          su contexto de vida, entre otros factores, los lanzan a la misión para difundir la Buena Nueva; pero que
          por desidia, falta de decisión o egoísmo se niegan a acercar a otras culturas el Evangelio de Jesús. Por el
          contrario, hay quienes por causa de enfermedades u otros padecimientos físicos les es imposible llegar
          hasta estos lugares, pero cooperan con la misión desde otra perspectiva y se sienten alegres de saber que
          con sus contribuciones muchos discípulos misioneros comprometidos están llegando a rumbos nunca
          imaginados.


          O vas o envías o ayudas a enviar

                   En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa nos exhorta a ver las condiciones
          de vida en las que gran parte de los cristianos están viviendo y, asimismo, a considerar esos elementos
          para discernir que la tarea misionera, aunque compete a todos, no es posible exigirla a todos de la misma
          forma ni pedir que los cristianos contribuyamos con la misión bajo iguales condiciones. “Tantos herma-
          nos están bautizados pero no suficientemente evangelizados. Con frecuencia, naciones un tiempo ricas
          en fe y vocaciones van perdiendo su propia identidad, bajo la influencia de una cultura secularizada” (VD
          98).

                  “O vas o envías o ayudas a enviar” es un lema que deja ver los alcances de la misión, para difundir
          el mensaje de Jesús desde lo profundo, permeando en la cultura y en la vida de quienes no conocen la
          Buena Nueva. En esta máxima, los cristianos bautizados comprometidos con el Evangelio encontramos
          el impulso necesario para admitir que en cualquier caso es posible y es viable aceptar nuestra vocación de
          discípulos misioneros y que aunque existan limitantes como la formación, el recurso financiero, etcétera,
          hay hombres, mujeres, niños, adolescentes y jóvenes que con su ayuda dan esperanza al mundo.
                  La Iglesia misionera se consolida a partir de discípulos misioneros responsables y entusiastas
          en asumir la Buena Nueva como una noticia que es imprescindible difundir. “O vas o envías o ayudas a
          enviar” ofrece la posibilidad a todos los bautizados de trabajar por las misiones desde cualquier circuns-
          tancia.



24   La misión implica a todos, todo y siempre
Hacia dónde va la misión

        Una pregunta que incesantemente se plantea la Iglesia es: ¿hacia dónde debe estar dirigida la
misión? La necesidad de conocer hacia dónde va la misión es una inquietud real y constante. Algunos
misionólogos, biblistas, teólogos, etc., defienden el postulado de que la misión ad gentes1 es la más impor-
tante. Pero para otros, la misión ad intra2 puede responder mejor a los nuevos retos de la misión. En fin,
pareciera que la opinión de unos y otros, con su juicio muy particular, poco contribuye al entendimiento
de la misión.

1              La actividad misionera específica, o misión ad gentes, tiene como destinatarios “a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo”,
“a los que están alejados de Cristo”, entre los cuales la Iglesia “no ha arraigado todavía”, y cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio. Esta ac-
tividad se distingue de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio
evangélico y de la presencia eclesial. Por tanto, se caracteriza como tarea de anunciar a Cristo y a su Evangelio, de edificación de la Iglesia local, de promoción
de los valores del Reino. La peculiaridad de esta misión ad gentes está en el hecho de que se dirige a los “no cristianos”. Por tanto, hay que evitar que esta
“responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia”, se vuelva una flaca realidad dentro de la
misión global del Pueblo de Dios y, consiguientemente, descuidada u olvidada. Por lo demás, no es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles,
nueva evangelización y actividad misionera específica, y no es pensable crear entre ellos barreras o recintos estancados. No obstante, es necesario mantener
viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, porque ésta es la tarea primordial
de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los pueblos, hasta los confines de la tierra. Sin la misión ad gentes, la misma dimensión misionera de la Iglesia estaría
privada de su significado fundamental y de su actuación ejemplar (Rmi 34).
2              La misión ad intra expresa aquella misión que se realiza de modo ordinario en los lugares donde la Iglesia se ha radicado. Son esas situaciones
donde hay una estructura bien definida: Las diócesis, las parroquias, los ordinariatos. Es la tarea permanente de evangelización por eso también se llama
«misión de nueva evangelización» y es la famosa «Misión Continental».




                                                                                                               La misión implica a todos, todo y siempre               25
En realidad, la misión de la Iglesia es «una y única», porque surge del mandato misionero de
          Jesús y tiene su actividad ad intra y ad extra (cf. AG 2).

                   El sentido universal de la misión tiene que ver con este principio, que es un principio incluyen-
          te, no dirigido a una élite o a un sector privilegiado de la sociedad. Es más bien todo lo contrario, tiene
          prioridad más no está concesionado a un territorio o lugar específico. “Ya no podemos comprender más
          la actividad misionera como suministro de las bendiciones de la civilización occidental para con los pue-
          blos y las culturas «subdesarrolladas» o «en vías de desarrollo»; ya no podemos concebir más la misión
          como proveniente del cristianismo del norte dirigida hacia un sur no cristiano o subdesarrollado en lo
          religioso” (Teología para la misión hoy 2009). Así lo manifiestan las Sagradas Escrituras: “Vayan por todo el
          mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc 16,15).

                   La misión va dirigida a todos sin excepción porque su espíritu es universal y no pende sólo de un
          aspecto geográfico o de sectores, la universalidad implica una interconexión o sintonía con todo aquello
          de que está rodeado el hombre. Todos necesitamos de la misión porque la misión es acogida y no hay
          quien se niegue a ser acogido por el amor de Dios. Sea cual sea el territorio, sea cual sea el contexto cul-
          tural y social, la misión tiene que llegar hasta ellos porque el anuncio de la Buena Nueva es un regalo, no
          exige precio, no es motivado por influencias. Por ello es importantísimo no minimizar a la misión confun-
          diéndola simplemente como un acto de expansión y dominio de la propia Iglesia o del hombre.

                  Los discípulos misioneros irán por todo el mundo a anunciar la Buena Noticia sin prejuzgar, sin
          buscar privilegios o tratos especiales, sin pretensiones de poder y hegemonía sólo por ser portadores del
          más grande mensaje de amor.


          Responsables de la misión

                    La contextualización en la misión es un elemento que debe abrirle paso a la misión, más no cerrár-
          selo, el conocimiento de los posibles puntos de quiebre por los que atraviesa la humanidad serían el aliento
          que impulse a los discípulos misioneros, pues la Buena Nueva transforma. La misión debe contribuir a vivir
          mejor y plenamente por ello la colaboración que se haga a la misión debe hacerse con responsabilidad y
          coherencia, puesto que no se trata de imponer un pensamiento o una ideología. La Buena Nueva se abre ca-
          mino por cuenta propia cuando los discípulos misioneros permiten que ésta entre en sus vidas, de tal suerte,
          que se genera un cambio radical en las personas que por consecuencia impacta a su entorno.

                   El discípulo misionero debe ser consciente que el Reino de Dios avanza a pesar de él, pero que al
          actuar con responsabilidad, el mensaje se fortalece. Recordemos además que la tarea evangelizadora se
          experimenta con plenitud cuando se ejerce colectivamente, cuando se hace acompañar de muchos miles
          de cristianos bautizados que emprenden con coherencia su vocación cristiana.

                  Seamos entonces responsables todos de los dones que Dios nos dio para cooperar con la misión
          universal y anunciar el Evangelio al mundo.



26   La misión implica a todos, todo y siempre
La misión implica a todos, todo y siempre   27
Preguntas de reflexión

              •	 Reflexiona y comparte ¿quiénes son los encargados de la misión? ¿Y por qué?

              •	 Reflexiona y comparte ¿a quiénes debe estar dirigida la misión? ¿Y por qué?

              •	 Reflexiona y comparte qué te dice la siguiente frase: “O vas o envías o ayudas a enviar”.




                                                                                   Lic. Yuliana Navarrete Merlos
                                                                          Departamento de Investigación y Apoyo
                                                                                                 OMPE-México




28   La misión implica a todos, todo y siempre
Tema 3: Evangelización
   global. La misión es
  de todas las iglesias
           para todo el
                mundo

                                                “Para       atenuar          las
                                     interrogantes que un serio examen
                             de las deficiencias de nuestra cooperación
                       misionera plantea todo hombre de buena fe, se dice
                    que, no obstante todo, la situación de tantos infieles
                 no debe preocuparnos y afligirnos excesivamente, porque
               nosotros no podemos escrutar ni conocer la acción secreta
             de Dios en el fondo del alma de sus criaturas, y que Dios
             puede llegar a donde nosotros no podemos. Ideas buenas para
             justificarnos hasta un cierto punto; y, sin embargo, en realidad
              nosotros no sabemos quién de nosotros desearía encontrarse
               en el lugar de los pobres infieles, sin la alegría de conocer
                 y amar a Jesucristo, fuera de los brazos maternos de la
                    Iglesia”.


                                Paolo Manna, Ifratelli separati e noi




                    La misión implica a todos, todo y siempre           29
Objetivo

                  Que los discípulos misioneros de México, en la celebración del DOMUND 2011, vislumbren el horizonte
          de evangelización global y detecten los medios para vivir la propia misión en el seno de la Iglesia y como ejercicio
          de su compromiso bautismal según nuestro lema: “La misión implica a todos, todo y siempre”.


          Desarrollo

          “La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación
          misionera ha prestado siempre una atención particular a la solidaridad”, nos recuerda el Santo Padre
          Benedicto XVI en su mensaje para el Domingo Mundial de las Misiones 2011 (DOMUND).


          La misión de evangelizar, tarea esencial del
          bautizado y participación en la Cooperación misionera.

                   La labor de evangelizar de la Iglesia es, por un lado, una conciencia clara que, desde el mismo
          día de la resurrección, resuena cotidianamente en el corazón y en la vida de todos los bautizados: “Je-
          sús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío»” (Jn 20,21).
          Por otro lado, esta labor de evangelizar es un compromiso continuo de búsqueda y ejercicio pastoral
          que, a lo largo de toda la historia de la Iglesia, ha hecho posible la acción misionera ad gentes, el ejercicio
          de la caridad con los más necesitados, la configuración de la pastoral y de las diferentes instituciones
          de vida consagrada, de apostolado, de espiritualidad, etc; en pocas palabras, ha hecho posible la vida y
          organización misma de la Iglesia. “La Iglesia está profundamente convencida de la propia identidad y
          misión, y vive esa experiencia a través del compromiso de sus hijos” (CMi 1).

                   La tarea y misión de evangelizar encomendada por Jesús es, en sí misma, patrimonio y com-
          promiso de cada bautizado, de cada Iglesia particular, y de toda la Iglesia universal: “La Iglesia univer-
          sal, todas las Iglesias particulares, todas las instituciones y asociaciones eclesiales y cada cristiano en la
          Iglesia tienen el deber de colaborar para que el mensaje del Señor se difunda y llegue hasta los últimos
          confines de la tierra” (CMi 1).

                   Es importante hacer notar que el compromiso evangelizador no sólo es una posibilidad en
          la vida de los bautizados, sino el ejercicio y vivencia misma del bautismo, fruto de la fe en Cristo y
          adhesión a Él, pues, como nos enseña la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, “toda la
          Iglesia está llamada a contribuir al desarrollo de la misión con una colaboración activa. Todo cristiano,
          en virtud del bautismo y de la confirmación, entra en una corriente de actividad sobrenatural, en un
          proyecto eterno de salvación universal que es de Dios mismo y se realiza, día a día, en favor de las ge-
          neraciones que se suceden, formando la gran familia humana” (CMi 2).




30   La misión implica a todos, todo y siempre
La misión es una tarea esencial y permanente de la vida, y abarca toda la vida de todos los cristianos,
pero siempre como fruto del encuentro con Jesucristo, tal y como afirman los Obispos a lo largo de todo el
Documento de Aparecida1. Al respecto, nos explica Mons. Juan Esquerda Bifet: “La «misión» no es, pues,
principalmente una idea o un proyecto de actividad, sino la experiencia de un encuentro vivencial con Cristo
resucitado que da sentido y plenitud a la vida y a la actividad misionera. Del encuentro se pasa a la misión.”2

         Y esta misión no es para “hacer cosas”, sino para vivir en el encuentro y entregarse a la misión:
“La «misión» consiste en construirse amando y ayudar a construir la comunidad humana amándose
mutuamente, según el proyecto de Dios. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas,
tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco
en su corazón”.3

         El compromiso personal quizás no parezca trascendente, pero es siempre una respuesta concreta
y específica al plan salvífico de Dios, que a la manera de los constructores, va haciendo posible levantar
el edificio del Reino. Nos dice el Papa: “por medio de la participación responsable en la misión de la
Iglesia, el cristiano llega a ser constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha
dado, y colabora en la realización del proyecto salvífico de Dios para toda la humanidad” (Benedicto XVI,
Mensaje para el DOMUND 2011).
1          El Documento Aparecida mismo desarrolla este tema con el planteamiento del “discipulado misionero”, y a lo largo del documento, el esquema
mismo de éste habla y confirma que, sólo el encuentro con Jesucristo hace posible la verdadera misión y la realiza plenamente.
2          Juan ESQUERDA BIFET, Misionología, evangelizar en un mundo global, Madrid 2008, ed. BAC p. 5
3          Ibíd. p.6




                                                                                                     La misión implica a todos, todo y siempre          31
32   La misión implica a todos, todo y siempre
Seamos conscientes, entonces, de que la Misión de la Iglesia no es tarea ‘de los curas y las monjas’,
como suele decirse de manera coloquial y a veces incluso despectiva, ni tampoco fruto de un entusiasmo
efímero de quienes se emocionan en un momento de su vida por algún momento fuerte de vivencia de
la fe, sino el compromiso continuo y cotidiano de todos y cada uno que complementa, en el ejercicio
común, la labor encomendada por Jesús.

        La tarea de evangelizar es de todos y es compromiso permanente, fruto del bautismo, y tiene
un nombre propio: “La participación de las comunidades eclesiales y de cada fiel en la realización de
este plan divino recibe el nombre de «cooperación misionera» y se realiza de diversas maneras: con la
oración, el testimonio, el sacrificio, el ofrecimiento de su trabajo y sus ayudas” (CMi 2).


Las Obras Misionales Pontificio Episcopales, medios
privilegiados para la cooperación misionera.

       De lo dicho anteriormente podríamos concluir que la labor de cada bautizado sería suficiente
en el esfuerzo cotidiano de la vida, pero no estaría completo nuestro horizonte. Hace falta el
compromiso eclesial y el esfuerzo organizado de todos en la cooperación misionera. Eclesialmente
hay un organismo encargado de coordinar este esfuerzo: “La Congregación para la Evangelización



                                                                           La misión implica a todos, todo y siempre   33
de los Pueblos, el organismo central encargado de dirigir y coordinar la evangelización y la
          cooperación misionera” (CMi 3).

                   La Congregación para la Evangelización de los Pueblos tiene, como medios concretos de ejercicio
          de la cooperación misionera e instrumentos de animación, a las Obras Misionales Pontificias (OMP),
          que en México son también Episcopales (OMPE): “Las OMP se sitúan en el ámbito de la cooperación
          misionera con un papel primario y propio. Estas Obras surgieron de iniciativas carismáticas, puestas
          en marcha por laicos o por sacerdotes, con el fin de apoyar la actividad de los misioneros, animando e
          implicando directamente a sacerdotes, a consagrados y a fieles en la oración, en el ofrecimiento de sus
          sacrificios, en la promoción vocacional, en la caridad y en actividades concretas” (CMi 4).

          Las OMPE son cuatro:

              •	 “La Obra misional pontificia de la Propagación de la Fe, para suscitar el interés por la evangelización
                 universal en todos los sectores del pueblo de Dios y para promover en las Iglesias locales la ayuda,
                 tanto espiritual como material, y el intercambio de personal apostólico”(CMi 4). En México la
                 citamos con las siglas PF.
              •	 “La Obra misional pontificia de la Infancia Misionera, para ayudar a los educadores a despertar
                 poco a poco en los niños la conciencia misionera; para animarlos a compartir su fe y sus bienes
                 materiales con sus coetáneos de las regiones y de las Iglesias más necesitadas; y para promover



34   La misión implica a todos, todo y siempre
las vocaciones misioneras desde la más tierna edad”(CMi 4). En México la llamamos Infancia y
   Adolescencia Misionera, con las siglas: IAM.
•	 “La Obra misional pontificia de San Pedro Apóstol, para sensibilizar al pueblo cristiano sobre
   la importancia del clero local en los territorios de misión y para invitarlo a colaborar espiritual y
   materialmente en la formación de los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada”(CMi 4).
   Sus siglas en México: OSPA
•	 “La Pontificia Unión Misional, para la formación y sensibilización misionera de los sacerdotes,
   de los seminaristas, de los miembros de los institutos masculinos y femeninos de vida consagrada
   y de las sociedades de vida apostólica, y de sus candidatos, así como de los misioneros laicos
   directamente comprometidos en la misión universal. Esta Unión es como el alma de las otras
   Obras, porque los que la componen están especialmente capacitados para suscitar en las
   comunidades cristianas el espíritu misionero y para incrementar la cooperación”(CMi 4). Sus
   siglas para nosotros son: PUM.
•	 En particular, también en México las OMPE tienen dos programas auxiliares para la animación
   misionera:
        §	 La Liga Misional Juvenil (LMJ), afiliada a la Obra de la Propagación de la Fe, para la
            animación y compromiso misionero de los jóvenes, en vistas al discernimiento vocacional
            y compromiso de vida, y como un ejercicio pastoral de animación misionera para toda la
            comunidad eclesial.




                                                                     La misión implica a todos, todo y siempre   35
§	 La Unión de Enfermos Misioneros (UEM),              dedicada a transformar, mediante el
                           ejercicio pastoral de los visitadores, a los enfermos en agentes de la misión por medio
                           del ofrecimiento de sus enfermedades, tratamientos y limitaciones, al estilo de Santa
                           Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, que desde la quietud de su convento
                           fue realmente evangelizadora «en activo» y fuente de crecimiento para las misiones de
                           todo el mundo.

                  En nuestra patria las OMPE han trabajado desde hace muchos años en la animación y cooperación
          misionera organizando congresos, motivando a la celebración del DOMUND, de la Jornada del Clero
          Nativo, del Domingo de la Infancia Misionera (DOMINF), editando materiales pastorales y de formación
          misionera, organizando cursos y seminarios, difundiendo e informando lo referente a la misión con
          programas de televisión, de radio, revistas, etc.

                  El trabajo de las OMPE ha sido fruto del compromiso de todos los bautizados de México, desde
          los señores Obispos hasta el recién nacido que ha sido bautizado, que con su testimonio y compromiso,
          van haciendo posible la cooperación misionera.

                  Las OMPE son un vehículo para realizar la animación misionera en favor de esta evangelización
          y el Papa refrenda su importancia dando un paso más, al hacernos ver el alcance del trabajo pastoral de las
          mismas y hasta dónde abarca, en realidad, la cooperación misionera. En su mensaje para el DOMUND
          2011, refiriéndose a la cooperación misionera hace ver que:




36   La misión implica a todos, todo y siempre
“Se trata de sostener instituciones necesarias para establecer y consolidar la Iglesia mediante
        los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y de dar también nuestra propia aportación para
        que mejoren las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los
        fenómenos de pobreza, malnutrición, sobre todo infantil, enfermedades, ausencia de servicios
        de salud y de educación. También esto entra en la misión de la Iglesia”. “Anunciando el Evangelio,
        se preocupa por la vida humana en sentido pleno”.

        “Los desafíos que esta encuentra llaman a los cristianos a caminar con los demás, y la misión es
        parte integrante de este camino con todos”.


Evangelización Global, es decir, evangelizamos
abriendo nuestro horizonte a atender las necesidades
concretas de todos los hombres.

         Los desafíos del mundo de hoy son variados, y son retadores, continuamente van reclamando a la
Iglesia y a cada bautizado un compromiso mayor, una respuesta específica, un apoyo más amplio. Mons.
Esquerda hace ver que: “El encuentro y el cruce actual de culturas y religiones, a nivel global, es quizá el
mayor desafío que ha tenido la historia humana hasta el presente”.4

        Y nos especifica aún más: “La misión se realiza en el mundo, que ha sido creado por amor, pero
que, de hecho, se encuentra frecuentemente bajo el dominio del pecado en las diversas formas de egoísmo
personal o colectivo. La fe en Cristo, muerto y crucificado, es capaz de transformar el mundo según el
nuevo proyecto de Dios. «Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que
hay que renovar» (GS 3)”.5

         En otras palabras, el auténtico ejercicio evangelizador requiere dar una respuesta concreta a las
situaciones y necesidades de los hombres en su entorno natural, para ahí mismo iluminar su vida con la
luz de Cristo y mostrar a todos que sí hay esperanza, y que ésta se vive plenamente solo en Él. ¿No es este
el sentido del “ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra” (cfr. Mt 5,13-14) que nos dice nuestro
Señor Jesucristo en el discurso de la montaña?

        ¿Cuáles serían entonces los pasos que tendríamos que seguir para llegar a un auténtico anuncio
evangelizador desde las realidades concretas del mundo de hoy y sea al mismo tiempo global y específico?
Mons. Esquerda nos hace ver que antes que nada, es importante el discernimiento:

        “El sentido de la vida y de la historia no se encuentra en una teoría, sino en la experiencia del
        encuentro con Cristo, como experiencia de fe que invita a la reflexión teológica, a la vivencia y
        al anuncio”.

        “Cuando constatamos a nuestro alrededor el abigarrado cruce de culturas y religiones, a nivel
        global, hay que aprender a releer esos retazos de vida que se expresan en los rostros, en los
4       Juan ESQUERDA, Op.Cit. p. XVII
5       Ibíd.p.7




                                                                              La misión implica a todos, todo y siempre   37
gestos y en las actitudes. Danzas, expresiones literarias y artísticas, cantos, costumbres, vestidos,
                  mentalidad, idiomas, etc., son fruto de milenios del corazón humano en un pueblo, movido
                  siempre por Dios”.6

               La Evangelización global requiere el discernimiento concreto de cada horizonte humano, de cada
          momento histórico, de cada realidad cultural.

                  El compromiso evangelizador es, entonces, eclesial y personal, encarnado en la realidad y
          momento histórico, pero abierto a la universalidad del llamado a la salvación, y siempre, el compromiso
          evangelizador es una respuesta a la invitación del Señor Jesús a la salvación y a vivir plenamente el Reino
          de Dios en el hoy del mundo y en el entonces de la Vida Eterna.

                   La evangelización global es un compromiso de todas las Iglesias particulares, de todas las diócesis
          e institutos de vida consagrada, de todos los movimientos de espiritualidad y de apostolado, en una
          palabra, de todo bautizado para todo el mundo.

                  La tarea de cada bautizado será entonces, comprometerse con esta evangelización global a la
          altura de sus propias posibilidades y siempre en el marco de la Iglesia.


          Preguntas de Reflexión:

          Ahora reflexiona y comparte en grupo:

              •	 Especifica los aspectos más importantes de la vida de la fe que a tu parecer se necesiten para llevarte al
                 compromiso misionero de evangelizar.

              •	 Concretiza cuáles serían las cinco necesidades humanas más actuales y urgentes de ser atendidas por la
                 misión de la Iglesia.

              •	 Ubica, ante estas necesidades, las posibles acciones pastorales para atenderlas desde el Evangelio, en el
                 nivel personal, diocesano y eclesial.



                                                                                      Pbro. Juan Francisco A. Espino Godínez
                                                                                               Secretario Nacional de la PUM
                                                                                                               OMPE México




          6        Ibíd. p.7.




38   La misión implica a todos, todo y siempre
Testimonio
             Misionero


         Hna. Rosa María
         Vázquez Tlapale
Misionera del Sagrado Corazón de
                  Jesús Ad gentes



                   La misión implica a todos, todo y siempre   39
Una vida tengo para entregarla a ti Señor, y si dos
                                                                   vidas tuviera las dos entregaría a esta misión.

          En el año 1997 llegó para mí la hora esperada. La Iglesia de México y la Congregación de las Hermanas
          Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes confiaron en mí para partir hacia Angola. Fue en el VIII
          Congreso Nacional de la Infancia y Adolescencia Misionera que se celebró en Aguascalientes en donde
          me enviaron a Anunciar la Buena Nueva al continente africano.

                  Luanda fue la tierra madre que me adoptó como hija y en donde con gran ímpetu compartí mi
          fe y entusiasmo a mis hermanos angoleños. Los primeros 5 años que viví en este país fueron años de
          incertidumbre a causa de la guerra, pero también porque en la mayoría de las comunidades no había
          miembros de la Iglesia Católica. Pero mi fe y mi confianza que siempre estuvieron depositadas en Dios,
          me ayudaron a esperar días mejores. A pesar de la guerra, mis hermanas y yo no podíamos estar estáticas,
          era necesario ponernos al servicio de Dios, pues de qué hubiera valido ir de tan lejos.

                  En las mañanas cooperaba como secretaria con los padres Misioneros de Guadalupe, quienes
          estaban al frente del Seminario Arquidiocesano de Luanda. Ahí se acrecentó mi deseo de trabajar en las
          misiones sobre todo cuando veía cómo los jóvenes llenos de alegría seguían la voz del Pastor para iniciar
          su formación sacerdotal. Por las tardes, junto con otras hermanas llevábamos el anuncio del Evangelio a
          comunidades cercanas a la parroquia de Catete. Durante este tiempo viajamos diariamente hasta lugares
          lejanos y fui testigo de cómo Dios en su misericordia, iba congregando poco a poco a personas que
          querían ser miembros de la Iglesia.

                  El trabajo fue intenso porque sus tradiciones se oponían a las de la Iglesia, como lo fue: la
          poligamia. En una ocasión nuestro Obispo nos animó diciéndonos: «Aunque estos hermanos nuestros
          tengan situaciones difíciles de resolver según los criterios de la Iglesia, animémoslos a que sean como las
          campanas de la Iglesia que por su propio medio llaman a otros. Y a pesar que ahora sólo estén haciendo
          ruido, Dios se encargará de indicarnos el camino a nosotros y a ellos».

                  Uno de los momentos en que más nos beneficiamos fue cuando la Iglesia de Angola convino
          con el gobierno y logramos adherirnos a la campaña de registro civil. De esta manera aprovechamos
          para comenzar a evangelizarlos, brindamos atención a enfermos, ancianos y los auxiliamos con medicina
          y con agua, que es escasa porque el río está a varios kilómetros de distancia. También alfabetizamos e
          impartimos catequesis.

          Construcción de la Iglesia para Angola

                  Después de muchos esfuerzos las madres superioras nos concedieron permiso para crear una
          comunidad de hermanas que atendieran estos pueblos. Con gran cariño nos dispusimos a la construcción
          de nuestra casa. Y así, poco a poco, logramos tener un lugar estable y seguro para atender a la juventud
          ofreciéndoles cursos de computación. A las mujeres les enseñamos corte, costura y fueron alfabetizadas.




40   La misión implica a todos, todo y siempre
La misión implica a todos, todo y siempre   41
Con motivo de los 50 años de la fundación de nuestro Instituto recibimos la visita del Sr. Nuncio
          Apostólico de Angola, quién al ver que el número de católicos que participaban era numeroso y no
          teníamos una capilla, nos animó a solicitar ayuda a Roma para la construcción de la misma. Nuestro
          párroco con gran celo misionero y teniendo en cuenta que en ese momento la Iglesia de Angola nos pedía
          este servicio, se dispuso a que juntos realizáramos esta petición, la cual, gracias a Dios tuvo una respuesta
          afirmativa.

                   Mis hermanas y yo junto con el pueblo no nos quedamos con los brazos cruzados, pues en tanto
          recibíamos la ayuda de Roma comenzamos a trabajar en el campo, sembramos lo que estuvo a nuestro
          alcance y con las ganancias compramos cemento y otros materiales. Doy gracias a Dios por ver el milagro
          hecho realidad. Para mí, colocar cada tabique fue como si así se hiciera con un bautizado. Pensé que
          cuando un tabique se rompiera sería como cuando un bautizado se retira de la Iglesia. Ese sería un vacío
          que nunca será sustituido por otro. Yo sentía como las columnas representaban a los catequistas y las
          varillas amarradas entre sí eran los sacerdotes, hermanas y Obispos que sostienen toda la construcción.
          Pero nunca olvidé que el centro de la Iglesia era Cristo, quien siempre tiene a su lado a María.

                  Dios que todo lo lleva con peso y medida puso en nuestro camino a las personas que necesitábamos.
          No puedo dejar de mencionar que la capilla fue construida por un albañil y todos los católicos de la
          comunidad. Recuerdo con cariño cómo los niños siempre estuvieron dispuestos a cargar piedras, arena y
          todo lo necesario. Las mujeres nos ayudaron preparando los alimentos y acarreando agua del río.

                  Así quedó terminada la capilla de 200 m2 en nombre de la Iglesia de México que era a quien
          nosotros representamos ante los angolanos. Ya han pasado 8 años y hasta el momento no se ha cambiado
          ni un vidrio al edificio, esto habla de nuestros hermanos que se sienten realmente Iglesia, miembros de
          Cristo en donde todos somos responsables de que siga en pie. Sin duda las palabras de San Pablo se hacen
          realidad «cada día: unos siembran, otros riegan y otros recogen la cosecha». Y por ello construimos 5
          salones para impartir catequesis, pues compete a todos los que somos bautizados hacer crecer la Iglesia
          en todas sus dimensiones.

          De regreso a Angola

                   En 2003 mis superioras me pidieron apoyo para colaborar con la pastoral vocacional y acompañar
          a las hermanas junioras en México, aquí pasé dos años antes de que en 2006 Dios, por medio de las madres,
          decidiera mi regreso a la misión en Angola. Entonces me incorporé al Secretariado Arquidiocesano de
          Catequesis en Luanda donde acompañé la edificación final de las instalaciones donde ahora se editan los
          catecismos para los niños, jóvenes y adultos y en donde también se organizan los cursos para catequistas
          de la Diócesis que llegan a ser alrededor de 3.000.

                 En los últimos 4 años que estuve en la misión de Angola Dios me permitió un inolvidable
          acontecimiento: la celebración de los 25 años de 8 de las Congregaciones que fuimos enviadas en el
          II COMLA realizado en Tlaxcala, México en 1983. Por este motivo tuvimos la gracia de recibir en dos
          ocasiones la presencia de la Iglesia mexicana representada en los señores Obispos y el Director de las



42   La misión implica a todos, todo y siempre
OMPE, el Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez. Ellos nos acompañaron a la apertura del Año
Jubilar y a la clausura del mismo en 2008 y 2009. La fiesta fue muy bonita, en la celebración y en la comida
estuvieron reunidos por lo menos 13 Obispos: 5 de México y 8 de Angola. Sé por la boca de los mismos
sacerdotes y de las hermanas que trabajamos en Angola que esta visita nos fortaleció y animó a seguir
dando lo mejor de cada uno por la extensión del Reino de Dios.

        Otra gran satisfacción que viví fue la convivencia con los misioneros mexicanos por lo menos, los
que más podíamos unirnos de los 120 que somos, 70 compartimos nuestro amor a la madre de Guadalupe
en su fiesta, retiros espirituales bimestrales, formación permanente bimestral y ejercicios espirituales
anuales.

Experiencias que marcaron

        Mentiría si dijera que en la misión todo es alegría. También llegan momentos de desánimos, de
impotencia por la carencia económica, por la falta de conocimiento para enfrentarse a las realidades que
son ajenas por nuestro contexto de vida.

         Aún recuerdo una de las experiencias más bellas pero también más fuertes que viví en la misión;
fue al lado de una joven de 14 años que las hermanas bautizaron como Tierra María, a la que estuvimos



                                                                         La misión implica a todos, todo y siempre   43
acompañando durante 9 meses en el hospital porque sufrió la amputación de una pierna a causa de una
          infección en la rodilla que mantuvo por 10 años. En ese tiempo ella dio testimonio de fe firme y sincera.
          Recuerdo una ocasión en que me pidió que le regalara un pan con un trozo de carne, pues decía que nunca
          había comido eso y quería probarlos. Yo, con el corazón partido fui a toda prisa a buscar lo que pedía para
          cumplir su deseo. Cuando regresé llevé conmigo también la comunión y entonces me dijo: «hermana,
          ya no quiero el pan, mejor dame a Jesús. Quiero recibirlo porque Él es el único que me fortalece, con Él
          mis dolores disminuyen». Qué bien lo dice el Evangelio «de los más pequeños es el reino de los cielos».
          Unos días antes de morir me confesó: «por ustedes conocí a Dios. Ustedes me llevaron a Él».

                  Lo que sí es un hecho, es lo que nuestro fundador decía: «el misionero debe saber y estar
          preparado para todo y esta fuerza sólo se saca del Corazón de Jesús y es Él nuestra única fuerza». Así lo
          comprobé cuando el Señor quiso acrisolarme y al primer año que llegué a misión perdí a un hermano y
          el último año de mi estancia en Angola, Dios llamó a mi padre a su casa.

          La vida de un misionero

                  A veces escucho opiniones acerca de que la misión es subir y bajar montañas, y en parte es verdad,
          pero quisiera que tuviéramos en cuenta que la vida religiosa misionera tiene su centro de vida y fortaleza
          en los momentos diarios de oración y vida fraterna. También es importante alimentar nuestro espíritu de
          Dios, para estar prontas a las dificultades y necesidades que se vayan presentando.

                  Nuestro fundador nos aconsejaba tener corazón de pajarito para ser libres y siempre tender al
          cielo donde está la verdadera recompensa y espalda de burro, para no cansarnos de trabajar para la Gloria
          de Dios.

                   Sé que en Luanda no hice sino lo que debía y que mis esfuerzos, sacrificios, alegrías y sinsabores
          serán para la Gloria de Jesús misionero a quien le debo este llamado. Pues tengo seguridad que la misión
          por ser obra de Dios seguirá dando frutos abundantes porque sólo somos instrumentos que el Señor elige
          para continuar su obra redentora.

                   Finalmente agradezco a Dios: por la vida, por la vocación, por las experiencias que me permitió
          vivir; por el pueblo angolano que ahora es parte de mi existir. Gente sencilla, acogedora, abierta y fiel al
          mensaje del Evangelio.

                 Ahora y aquí en México, quiero seguir con la gracia de Dios cumpliendo mi misión en la
          encomienda que la congregación me ha pedido: ecónoma general. Y que las palabras de San Pablo sigan
          siendo motivación en mí «Ay de mí si no evangelizo» (1 Cor 9,16).



                                                                                  Hna. Rosa María Vázquez Tlapale
                                                                    Misionera del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes



44   La misión implica a todos, todo y siempre
Las estadísticas de la
      Iglesia Católica

          Más aún, siguiendo los consejos de Cristo el Señor que
           nos exhorta a reconocer los signos de los tiempos (Mt
          16, 3), en medio de tinieblas tan sombrías, percibimos
            numerosos indicios que parecen auspiciar un tiempo
                     mejor para la humanidad y para la Iglesia.
                          Juan XXIII, Constitución apostólica por la que se
                                convoca el Concilio Ecuménico Vaticano II




                      La misión implica a todos, todo y siempre               45
A pesar de que el tema que nos importa gira en torno de la misión de la Iglesia, resulta siempre necesario
          echar un vistazo al mundo en el que estamos. La misión de la Iglesia se desarrolla única y exclusivamente
          en el mundo, porque el mundo es el lugar de la Iglesia. Ciertamente, «no somos del mundo, pero estamos
          en el mundo», y es manteniendo esta tensión evangélica que debemos darnos cuenta de la situación que
          nos presenta el mundo de hoy para colaborar de manera más eficaz en la construcción del Reino.

                   El recurso de las estadísticas es muy importante para darnos cuenta de la situación mundial de la
          Iglesia. Pero este recurso debe ser usado solamente para lo que sirve, y no darle mayores atribuciones de
          las que tiene. Por ejemplo, no se puede fundamentar la urgencia de la misión de la Iglesia en las cantidades
          que aparecen en estas relaciones. La auténtica misión de la Iglesia está lejos de una actividad meramente
          proselitista que busca una cantidad cada vez más y más grande de adeptos. Pero, por otra parte, deben ser
          estos datos estadísticos un signo que nos haga comprender qué tan lejos se encuentra el mandato de Jesús
          de «ir por todo el mundo y proclamar la Buena Nueva a todas las naciones».

                                                 Tablas de estadísticas
                 Datos del ultimo “Anuario Estadístico de la Iglesia” elaborados por la Agencia Fides. Entre
          paréntesis se indica la variación, aumento (+) o disminución (-), respecto al año precedente.

                 Población mundial
                 Al 31 de diciembre de 2007 la población mundial era igual a 6.617.097.000 personas, con
          un aumento de 74.273.000 unidades respecto al año anterior. El aumento global concierne todos los
          continentes, comprendida Europa, como ya se registró también en el año anterior: África + 16.865.000;
          América + 11.327.000; Asia + 43.304.000; Oceanía + 531.000; Europa + 2.246.000.

                  Católicos
                  En la misma fecha el número de católicos fue igual a 1.146.656.000 unidades con un aumento
          total de 15.906.000 unidades con respecto al año anterior. El aumento interesa todos los continentes:
          África + 6.612.000; América + 5.535.000; Asia + 2.428.000; Europa + 1.132.000; Oceanía + 199.000.
          El porcentaje de los católicos ha crecido globalmente del 0,05, situándole al 17,33%. Con respecto a los
          continentes, se han registrado aumentos en África + 0,40; Asia + 0,02; Europa + 0,03 y Oceanía + 0,17,
          mientras que la única disminución se registra en América (- 0,17).

                                         Población mundial – Católicos
           Continentes                Población                        Católicos                    Porcentaje
               África        943.743.000 (+ 16.865.000)        164.925.000 (+ 6.612.000)         17,48 % (+ 0,40)
             América         907.393.000 (+ 11.327.000)        568.570.000 (+ 5.535.000)          62,66 % (- 0,17)
               Asia         4.024.970.000 (+ 43.304.000)       120.894.000 (+ 2.428.000)          3,00 % (+ 0,02)
              Europa          706.798.000 (+ 2.246.000)        283.240.000 (+ 1.132.000)         40,07 % (+ 0,03)
             Oceanía           34.193.000 (+ 531.000)            9.027.000 (+ 199.000)           26,43 % (+ 0,17)
               Total       6.617.097.000 (+ 74.273.000)     1.146.656.000 (+ 15.906.000)         17,33% (+ 0,05)




46   La misión implica a todos, todo y siempre
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Luisa de Marillac y cuidado de las personas ancianas
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"espiritu alma y cuerpo" 1 Tesalonicenses 5:23
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Catequesis domund 2011web

  • 1. Libro de Trabajo La misión implica a todos, todo y siempre Domingo Mundial de las Misiones 23 de octubre de 2011
  • 2. Edición, 2011 DOMUND 2011 La misión implica a todos, todo y siempre D.R. © Centro de Orientación Vocacional Juvenil, A.C. Prolongación Misterios No.24 Col. Tepeyac Insurgentes C.P. 07020 México D.F. Comentarios y sugerencias: ompe@ompemexico.org.mx www.ompemexico.org.mx Tels. (55) 57 50 05 44, Lada sin costo. 01 800 561 67 80 Fax. (55) 57 81 26 47 La reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, queda absolutamente prohibida. Autor: Pbro. Juan Francisco Agustín Espino Godínez ISBN: En trámite Impreso en México
  • 3. Índice Presentación .......................................................................................................................................................................... 5 Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez Director Nacional de OMPE México Carta de Mons. José de Jesús Martínez Zepeda .......................................................................................................... 7 Obispo de la Diócesis de Irapuato Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética Carta de Mons. Rafael Sandoval Sandoval ................................................................................................................... 9 Obispo de la Diócesis de Tarahumara Responsable de la Dimensión de la Pastoral de Misión de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2011 .......................................................................................... 10 S. S. Benedicto XVI Tema 1. «Id y anunciad», imperativos esenciales de la misión ................................................................................ 13 Dr. Francisco Díaz Estrada Tema 2. Corresponsabilidad de todos: la misión universal ....................................................................................... 19 Lic. Yuliana Navarrete Merlos Tema 3. Evangelización global. La misión es de todas las iglesias para todo el mundo ...................................... 29 Pbro. Lic. Juan Francisco Agustín Godínez Testimonio Misionero ........................................................................................................................................................ 39 Hna. Rosa María Vázquez Tlapale Misionera del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes Estadísticas ........................................................................................................................................................................... 45 Lectio Divina .......................................................................................................................................................................... 55 Pbro. Lic. Toribio Tapia Bahena Eucaristía por la Evangelización de los Pueblos ......................................................................................................... 61 Hora Santa ............................................................................................................................................................................ 77 Rosario Misionero .............................................................................................................................................................. 83 Viacrucis Misionero ............................................................................................................................................................ 89 Hna. María Roselia Tamez Tamez mrf Oraciones ................................................................................................................................................................................ 101 Secretarios Nacionales de las OMPE Actividades Misioneras ...................................................................................................................................................... 105 Pbro. Aldo Israel Estrella García La misión implica a todos, todo y siempre 3
  • 4. Presentación “Como el Padre me envió, también yo os envío” Jn 20,21 Los saludo cordialmente a todos ustedes, estimados hermanos en Cristo Jesús, quienes de distintas maneras nos encontramos en el camino misionero. Es motivo de una verdadera alegría salir al encuentro de los demás, llevándoles la Palabra de vida y esperanza que cono- cemos y deseamos compartir. Sin embargo, este compartir no es solo una iniciativa de parte nuestra, sino un envío que viene del Padre y que Jesús, con toda autoridad, hace a su Iglesia. El envío de Jesús a sus discípulos es determinante y ac- tual. Determinante ya que es un envío que, por ser un mandato divino, transforma a quien lo recibe. Actual, porque hay en nues- tro presente varios millones de personas –tanto de países antiguamente cristianos como de tierras de misión– que no han oído hablar de Cristo. Este mandato surge del primer envío misionero: el del Padre eterno a su Hijo Jesús. Ciertamente este envío es fundamento y ejemplo de la misión de sus discípulos. Si la misión viene desde la vida trinita- ria y la esencia de la Iglesia es ser misionera (Ad Gentes, 2), podemos decir que en esencia, cada cristiano –miembro de la Iglesia– es un misionero. ¿Hemos sido enviados como Jesús? ¿Llevamos la buena noticia de la salvación a quién no la co- noce? ¿Somos misioneros? Pensar y responder a estas preguntas es el primer reto que nos propone S.S. Benedicto XVI en su mensaje para esta Jornada Mundial de las Misiones, ya que ésta “no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una ocasión preciosa para pararse a pensar si respondemos y cómo respondemos a la vocación misionera; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia” Podemos incluso preguntarnos: ¿En qué momento hemos sido enviados? ¿Acaso este mandato hecho a los discípulos vale también para nosotros? “Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). La respuesta es: Sí, hemos sido enviados, y somos enviados nuevamente en cada Eucaristía, al reconocer al Señor en el pan como los discípulos de Emaús (Lc 24,33-34), concluimos con una invitación del sacerdote: “Pueden ir en paz”. A dónde podemos 4 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 5. ir en paz sino a anunciar el Evangelio, a nuestro ambiente, a nuestra cultura, familia, trabajo, estudio. Allí donde laboramos y transcurre la mayor parte de nuestra vida, es también tierra de misión. Sin embargo, no olvidemos, que el compromiso misionero no termina en el testimonio y anuncio del Evangelio en nuestra vida, sino que exige acudir a aquellos que nunca lo han recibido. La solidaridad en este compromiso se manifiesta en la ayuda integral a quienes llevan a cabo las tareas de evangeliza- ción en comunidades nacientes, puesto que no todos podemos “ir a las misiones”. Esta ayuda consiste en sostener las instituciones, mejorar las condiciones de vida de los interlocutores, sembrar la semilla de la Palabra de Dios, en fin, participar en la Iglesia universal que “Anunciando el Evangelio, se preocupa por la vida humana en sentido pleno”. De esta manera, todos y cada uno de los bautizados, participamos de este envío, desde nuestra realidad y desde nuestras posibilidades. Las Obras Misionales Pontificias surgen como respuesta a la necesidad de un vínculo entre las comunidades eclesiales de todo el mundo en la tarea misionera. Por medio de ellas las diócesis pueden encontrar espacios de comunión y de solidaridad, de apoyo integral en la animación misionera, siempre con la bendición y supervisión del Papa. En nuestro país, las Obras Misionales Pontificio Episcopales (OMPE) son las responsables de alentar y “promover el espíritu misionero universal en el pueblo de Dios” (RM 84). Queriendo ser fieles a esta encomienda, dentro del marco del Domingo Mundial de las Misiones 2011, quisimos poner a su disposición un material que aborde los puntos medulares de la Misión, bus- cando como siempre, ser un apoyo en la animación misionera de quienes desde su realidad buscan llevar a cabo este envío, y configurarse como creyentes con Cristo misionero. En la Catequesis Domund 2011 encontrarán apoyos útiles para reflexionar, profundizar y celebrar este acontecimiento eclesial. Que María de Guadalupe, estrella de la evangelización, con su ejemplo y ayuda, nos permita lle- var a buen término nuestra vocación misionera. Y que el tesoro del Evangelio que llevamos –en vasijas de barro– enriquezca nuestro mundo y lo disponga a la voluntad de nuestro Dios. Dios los bendiga a todos y los llene de su amor. Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez Obras Misionales Pontificio Episcopales de México Director Nacional La misión implica a todos, todo y siempre 5
  • 6. Estimados hermanos en el Señor: En el contexto de la Jornada Mundial de las Misio- nes 2011 Su Santidad Benedicto XVI nos invita a aprovechar este tiempo para reflexionar en la tarea que hemos tenido como misioneros, qué hemos hecho, ya que “es una valiosa ocasión para detenerse a reflexionar si respondemos a la vocación misionera y cómo lo hacemos; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia.” Es importante recordar que el envío misio- nero que recibimos los discípulos de Jesús parte de nuestro bautismo, en el cual fuimos configurados con Cristo sacerdote, profeta y rey. El sacerdocio que nos viene de Cristo nos permite participar en la acción litúrgica, celebrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía, ya que como Iglesia somos un “linaje elegido, sacerdocio real” (1 Pe 2,9), que “adora al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4,23). Ser rey implica el servicio al hombre. Cristo es rey, pero un tipo de rey diferente, que “no vino a ser servido sino a servir” (Mt 20,28). Nos dice que su “reino no es de este mundo” (Jn 18,36). Sin embar- go, enseña a sus discípulos a pedir “venga tu Reino” (Mt 6,10) ya que es prioridad la búsqueda de este mismo reino: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33). Ser profeta implica, a su vez, el servicio a la Palabra divina que se nos ha revelado de forma perfecta en Jesús, Verbo eterno del Padre, quien nos muestra la específica voluntad de Dios: “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la Verdad” (1 Tim 2,4). Comunicar esta Palabra no es hacer una declaración de tipo meramente informativo, ni pura transmisión de ideas o sentimientos; sino compartir con los demás el encuentro que hemos tenido 6 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 7. con Jesús vivo, la gracia de vivir la Buena Noticia, experiencia que nos llena de alegría, que nos brinda esperanza y que nos presenta un proyecto de vida. Es pues, un verdadero proyecto misionero, que engloba nuestra existencia cristiana, no sólo en momentos particulares, sino que atraviesa las diferentes actividades y acciones de nuestra vida. Somos misioneros en la convivencia diaria con la familia, en las responsabilidades del trabajo, en las activida- des parroquiales, en la oración, especialmente si con nuestras palabras y acciones damos testimonio de esta alegría de vivir como discípulos misioneros de Jesús. Además, en nuestra Iglesia han surgido, por gracia del Espíritu dador de vida, carismas especí- ficos en personas que se han sentido llamados a anunciar la alegría del Evangelio a los que ni siquiera han escuchado de él. Es el Espíritu Santo quien no deja de suscitar este espíritu misionero en personas abiertas a su gracia; ni tampoco de inspirar con el testimonio y entrega de éstos a las comunidades cris- tianas, las cuales, a ejemplo de las primeras comunidades, se apoyan mutuamente en oración y en sus necesidades básicas. Es mi intención en este DOMUND 2011 que amparados en la Madre de Dios, reflexionemos en nuestro ser discípulos misioneros y renovemos nuestra entrega y alegría en el anuncio de la Salvación. Mons. José de Jesús Martínez Zepeda Obispo de la Diócesis de Irapuato Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética La misión implica a todos, todo y siempre 7
  • 8. “El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido; es un don que se debe compartir, una buena noticia que es preciso comunicar” Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2011 Las palabras del Papa nos deben conmover, más aún hoy en que no es fácil transmitir la fe cristiana porque no existe ambiente favorable para ello. Si antes se respiraba y asimilaba el cristianismo ambientalmente, ahora parece que todo se opone a ello. Ya no podemos vivir de rentas: o se vive el cristianismo y se irradia a todos, o la fe en Cristo se esfuma. La fe cristiana es el tesoro más grande que hemos recibido; es don gratuito que no merecimos. Pero también es tarea que no podemos dejar de irradiar. Don y tarea al mismo tiempo. Quienes nos ven deberían preguntarse: ¿quiénes son esos que viven con tanta libertad?, ¿por qué los vemos tan contentos y tan agradecidos que comunican esta Buena Noticia? No es posible ser cristiano sin ser misionero, es decir, sin salir para transmitir el Mensaje que salva. Pongo Mensaje con mayúscula porque no es una doctrina sino una persona: Jesucristo. El alcance de ese “salir” ha de ser hasta los confines del mundo. Mientras exista alguien sin fe, seguirá la misión. La Celebración de la Jornada Mundial de las Misiones es una oportunidad para detenernos a mirar qué tanto vivimos nuestra vocación misionera y cómo lo hacemos. Y no basta decir que somos misioneros con los que viven al lado nuestro o que eso le toca hacerlo a otros. La misión es universal porque implica a todos y para todos los confines del mundo. Ser misioneros ha de ser nuestro anhelo y nuestro estilo de vida. 8 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 9. Que la Santísima Virgen María, misionera que llevó en su corazón y en su seno al mismo Mensaje en persona, nos anime a ser fieles a nuestra vocación de ir anunciando y testimoniando la Buena Noticia que da sentido a la vida y que salva. Que reavive el deseo de ir y hacer discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Rafael Sandoval Sandoval M.N.M. Obispo de la Diócesis de Tarahumara Responsable de la Dimensión de Pastoral de Misión de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética La misión implica a todos, todo y siempre 9
  • 10. Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones 2011 “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20,21) Queridos hermanos y hermanas: “Con ocasión del Jubileo del año 2000, el Venerable Juan Pablo II, al comienzo de un nuevo milenio de la era cristiana, confirmó con fuerza la necesidad de renovar el celo por llevar a todos el anuncio del Evangelio «con el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos» (Carta ap. Novo millennio ineunte, 58). Es el servicio más precioso que la Iglesia puede ofrecer a la humanidad y a cada persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud la propia existencia. Por eso, esa misma invi- tación resuena cada año en la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones. Efectivamente, el incansable anuncio del Evangelio vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico; renueva sus métodos pastorales para que cada vez sean más apropiados para las nuevas situaciones —incluso aquellas que requieren una nue- va evangelización— y estén animados por el impulso misionero: «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la mi- sión universal» ( JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 2). Id y anunciad Este objetivo se refuerza continuamente por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, que se concluye siempre evocando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: “Id...” (Mt 28,19). La liturgia es siempre una llamada ‘del mundo’ y un nuevo envío ‘al mundo’ para ser testigos de lo que se ha experimentado: la fuerza salvífica de la Palabra de Dios, la fuerza salvífica del Misterio Pascual 10 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 11. de Cristo. Todos los que han encontrado al Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a los otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Estos, después de haber reconocido al Señor al partir el pan, «levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once» y refirieron lo que les había sucedido por el camino (Lc 24,33-34). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar “vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!”. A todos Destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos. La Iglesia, «es, por su propia na- turaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre» (CONC. ECUM. VAT. II, Decr. Ad gentes, 2). Esta es «la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (PABLO VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). Consiguientemente, nunca puede encerrarse en sí misma. Se enraíza en determinados lugares para ir más allá. Su acción, adhiriéndose a la palabra de Cristo y bajo la influencia de su gracia y de su caridad, se hace plenamente y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos para conducirles a la fe en Cristo (cfr Ad gentes, 5). Esta tarea no ha perdido su urgencia. Al contrario, «la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse… una mirada global a la hu- manidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio» ( JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 1). No podemos quedarnos tranquilos si pensamos que, después de dos mil años, todavía existen pueblos que no conocen a Cristo y que todavía no han escuchado su mensaje de salvación. No solo eso, sino que se amplía el nú- mero de quienes, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y ya no se reconocen en la Iglesia; y muchos ambientes, incluso en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy renuentes a abrirse a la palabra de la fe. Se está dando un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante; un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del mensaje evangélico, como si Dios no existiera, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, del logro profesional y del éxito como finalidad de la vida, incluso en menoscabo de los valores morales. Corresponsabilidad de todos La misión universal implica a todos, a todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido, sino que es un don que hay que compartir, una buena noticia que hay que comuni- car. Y este don-compromiso le es confiado no solamente a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son «un linaje elegido, …nación santa, un pueblo adquirido por Dios» (1 Pe 2,9) para que proclame sus obras maravillosas. Están implicadas en ello también todas las actividades. La atención y la colaboración con la actividad evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y oca- siones particulares, ni tampoco se pueden considerar como una más entre otras actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial, por lo que hay que tenerla siempre presente. Es importante que tanto cada bautizado como las comunidades eclesiales se interesen en la misión no de manera espo- rádica y ocasional, sino de manera constante, como forma de la vida cristiana. La misma Jornada Mundial La misión implica a todos, todo y siempre 11
  • 12. de las Misiones no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una ocasión preciosa para pararse a pensar si respondemos y cómo respondemos a la vocación misionera; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia. Evangelización global La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la anima- ción misionera ha prestado siempre una atención particular a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada Mundial de las Misiones, que, a través de las Obras Misionales Pontificias, solicita la colaboración para llevar a cabo las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de sos- tener instituciones necesarias para establecer y consolidar la Iglesia mediante los catequistas, los semina- rios, los sacerdotes; y de dar también nuestra propia aportación para que mejoren las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición, sobre todo infantil, enfermedades, ausencia de servicios de salud y de educación. También esto entra en la misión de la Iglesia. Anunciando el Evangelio, se preocupa por la vida humana en sentido pleno. No se pude acep- tar, decía el Siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los aspectos que se refieren a la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, evidentemente dentro del respeto a la autonomía del ámbito político. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría «ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece nece- sidad» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 31.34); no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual “recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 9,35). Así, por medio de la participación responsable en la misión de la Iglesia, el cristiano llega a ser constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado y colabora en la reali- zación del proyecto salvífico de Dios para toda la humanidad. Los desafíos que esta encuentra llaman a los cristianos a caminar con los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos. En ella llevamos, si bien en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia. Que la Jornada Mundial de las Misiones renueve en cada uno el deseo y la alegría de “ir” al en- cuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo. En su nombre os imparto de corazón la Bendición apostólica, en particular a los que más trabajan y sufren por el Evangelio. Vaticano, 6 de enero de 2011 Benedictus PP XVI 12 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 13. Tema 1: Id y anunciad, imperativos esenciales de la misión “Recomiendo que el estudio de la Palabra de Dios, escrita y transmitida, se haga siempre con un profundo espíritu eclesial, teniendo debidamente en cuenta en la formación académica las intervenciones del Magisterio sobre estos temas, «que no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino, y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente»”. Benedicto XVI, Verbum Domini 47 13
  • 14. Objetivo Que los discípulos misioneros redimensionen la misión en sus contextos locales a partir del imperativo del Señor: «Id y anunciad» Desarrollo El Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de este año retoma la vo- cación permanente de la Iglesia: evangelizar. Esto quiere decir que la Iglesia ha de llevar la Buena Nueva a todos los ámbitos de la humanidad. Para poder renovar ese llamado esencial que se nos hace como miembros de la Iglesia, conviene hacer un alto en el camino y preguntarnos en qué consiste dicha tarea. Primero veamos y reflexionemos en qué consiste el imperativo del Señor de «Id y enseñad»; luego, qué significado cobra la «Buena Noticia» que se anuncia a hombres y mujeres de nuestro tiempo y de nues- tro lugar. Id y anunciad. Para comprender de mejor manera el imperativo que Jesús hizo a los suyos, ubiquémoslo des- de un presupuesto, el retorno al Evangelio. Este retorno no es otra cosa más que recurrir a la memoria de Jesús. Así, nos daremos cuenta que nuestro compromiso con el Evangelio manifestado en Jesús y el compromiso con la historia humana, la historia de esa humanidad a la que está destinado el anuncio de la 14 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 15. Buena Noticia del Reino de Dios son prácticamente inseparables. Id implica, en primer lugar, un movimiento hacia afuera de uno mismo. Sólo que este movimien- to, para que sea efectivo, necesita un destinatario específico. Veamos en la vida de Jesús quiénes y hacia dónde estaba dicho movimiento. El Evangelio de Lucas es muy claro: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19). El anuncio de la Buena Nueva tiene destinatarios concretos y ellos no son seleccionados arbitra- La misión implica a todos, todo y siempre 15
  • 16. riamente, sino que en sus situaciones de vida se refleja las acciones y opciones de un Dios comprometido con ellos. Podemos hacer una primera afirmación respecto al primer imperativo, «Id», y sería esta: para evangelizar, la Iglesia necesita ser “signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). Anunciad, por su parte, implica haber tenido un encuentro personal con el Señor, pues no se pue- de anunciar algo que no se conoce. Ya lo comenta el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Deus caritas est: “Así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un aconteci- miento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1). El anuncio, ciertamente, estará siempre originado por el Espíritu del Señor, pero es nuestra ex- periencia personal la que va a facilitar ese accionar, es mediante esta experiencia que no podemos actuar de un modo diferente al que tuvo Jesús, pues eso implicaría traicionar su mandato, veamos cómo lo dice San Juan en su Evangelio: “Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn 14,10b-13). Buena Nueva Para ver las implicaciones de estas dos palabras «Buena Noticia», sugiero sigamos el mismo camino utilizado en el apartado anterior. Comencemos por indicar su origen, Buena Noticia es la traduc- ción de eu-aggelion, y es la raíz de otra palabra, Evangelio. Así, tenemos que el imperativo del Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará…” (Mc 16,15) es profundamente amplio, desafiante y hasta provocador para una Iglesia que esté dispuesta a ser fiel a su vocación en contextos como los que vivimos hoy en nuestro país, donde precisamente eso es lo que escasea, las buenas noticias. Analicemos, por sectores, lo que im- plicaría llevar o incluso ser «Buena Noticia», al estilo mismo de Jesús. a) El significado de la Buena Noticia en lo social Si nos detenemos a echar una mirada a los contextos mundiales, nos enfrentaremos con realida- des no muy halagüeñas. Por doquier se anuncian dificultades y problemáticas abrumadoras que parecie- ran cortar de tajo con toda posibilidad de esperanza; esta realidad se agudiza aún más en aquellos sectores de poblaciones de escasos recursos económicos. Sin embargo, considerar el anuncio del Reino de Dios precisamente en estos sectores, se convierte en el criterio para la revisión del grado de fidelidad con el que 16 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 17. aquel que se diga cristiano esté respondiendo a su vocación. No es exagerado afirmar que el anuncio del eu-aggelion en estos sectores de la población la Iglesia se pueda estar jugando, tal como van las cosas, su futuro y el aporte de la fe cristiana a la humanidad. b) El significado de la Buena Nueva en lo pastoral La pregunta fundamental en este rubro sería si en el mundo de hoy existe o no la expectativa de que pueda haber el anuncio de un eu-aggelion. Plantear esta interrogante no es cuestión de ocio, sino que es esencial para otorgar la dirección correcta a la evangelización. En Lucas, eu-aggelion es la buena noticia del reino de Dios (Lc 4,43), lo bueno que Dios quiere para su creación; a partir de lo anterior podemos afirmar que evangelizar es “llevar la buena noticia a los pobres”. El contenido de la Buena Noticia es, enton- ces, la cercanía del reino de Dios a la humanidad. Podríamos traducir, entonces, que la Buena Noticia es la utopía de una vida justa y digna, y los destinatarios principales son las grandes mayorías de este mundo para quienes la vida es su tarea más urgente y la muerte prematura su destino más probable, es decir, los débiles, pobres y víctimas; e indirectamente destinatarios son también aquellos que se solidarizan con ellos, quienes hacen suya su causa. Por otro lado, tenemos que para todo hombre y mujer esa Buena Noticia es algo que se espera en medio de y en contra de malas realidades, pues se convierte en un criterio existencial, incluso llega a ser el único asidero que es capaz de recordar lo que es el ser humano y el proyecto al cual ha sido llamado. En otras palabras, el anuncio de la Buena Nueva es algo que toca y nos lleva a lo más hondo de nuestra exis- tencia, y que trae consigo esperanza, ilusión, ganas de vivir y hacer, proporciona y restablece la dignidad, la fraternidad, libertad y comunión. Es anuncio, finalmente, que formalmente produce gozo y mueve a responder con un gracias. La misión implica a todos, todo y siempre 17
  • 18. Podemos afirmar con seguridad que lo que realmente impactó de Jesús entre la gente pobre y sen- cilla fue su mensaje de esperanza y sus prácticas: milagros (Mc 1,40-44; 4,38-41), expulsión de demonios (Mc 1,23-27; 3,22-27; 5,1-9) sanación de enfermos (Mc 5,28-39; 7,31-37), acogida a los marginados (Mc 7,24-30; 8,22-26) e incluso, su nivel de fidelidad al tener enfrentamientos con los poderosos (Mc 3,1-6; 8,11-13; 11,27-33; 14,60-64; 15,1-15). Veían en Él a alguien que hablaba con autoridad por estar conven- cido de lo que decía, no como otros que hablan como fanáticos o funcionarios a sueldo. Ver hecha realidad en una persona cada una de estas cosas, honradez y verdad, misericordia y fidelidad, libertad, gozo y celebración, confianza en el Padre y disponibilidad ante Dios, es siempre una brisa de aire fresco en nuestra historia, ver a gente así es en verdad una buena noticia. “Jesús es, pues, buena noticia, porque nos lleva a lo más nuestro y originalmente humano. De ese Jesús buena-noticia tiene mucha necesidad la Iglesia para su evangelización y el mundo para su humani- zación”. Conclusión “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará…” (Mc 16,15). En esto radica la vocación misionera y evange- lizadora de la Iglesia. Es la gran tarea de todo cristiano y dicha tarea queda esencialmente en sus manos para ser continuada a lo largo de los siglos. La fidelidad y coherencia a esta vocación misionera ha sido siempre la respuesta a las grandes crisis no sólo de la historia de la Iglesia, sino de la humanidad misma. Pidamos al Señor que nos permita, mediante la celebración de la Jornada Mundial de Misiones, caminar en la dinámica del reino anunciado y realizado en Jesús, el Cristo, convertido en fermento y luz en medio de las naciones. Preguntas • Comenta, brevemente, desde tu comunidad las formas y modos como se pudiera actualizar el imperativo del Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.” • ¿Qué significado adquiere para ti y tu familia ser portadores de la Buena Nueva del Señor? • ¿Qué nuevo significado adquiere el que tú seas destinatario de la Buena Nueva del Señor? Dr. Francisco Díaz Estrada Departamento de Investigación y Apoyo OMPE-México 18 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 19. Tema 2: Corresponsabilidad de todos: la misión universal “El discípulo experimenta que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas”. Aparecida 131 La misión implica a todos, todo y siempre 19
  • 20. Objetivo Que los discípulos misioneros asuman la importante tarea de anunciar el Evangelio como una respon- sabilidad compartida en la que todos y cada uno contribuyen a la misión universal. Desarrollo Los escenarios para la misión son adversos porque la vida misma es hostil y difícil, pero ello no debería perturbar el entusiasmo a nuestro espíritu. Porque la tarea de anunciar el Evangelio a todo el mundo no es una tarea imposible de alcanzar. Desde luego que no negamos que existe una crisis en los valores traída por los cambios de la modernidad, que afecta a la misión; tampoco somos insensibles a las dificultades que enfrentan los misioneros dedicados por vocación, a llevar el mensaje de Jesús. Pero sí es importante manifestar que la Buena Nueva de Jesús, siempre se encontrará muy por encima de cualquier contexto negativo. Porque la misión existe para estas realidades y no sólo para enfrentar escenarios ideales. El Santo Padre Benedicto XVI conoce a bien la dinámica en la que actualmente se encuentran insertos los cristianos, y en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones advierte la necesidad de permanecer atentos y cautelosos para que el anuncio de la Buena Nueva sea develado en el mundo. Nos pide, para lograrlo, no perdernos en la búsqueda de bienestares efímeros como lo son: el poder, el éxito y la ganancia. Él nos exhorta a que cada uno trabajemos con nuestras propias herramientas y desde 20 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 21. nuestras respectivas actividades por la evangelización de todas las gentes. Por otro lado, nos ofrece pistas para que como Iglesia caminemos juntos. Por ello propone que todos los cristianos asumamos la tarea de evangelizar y que convirtamos al anuncio en una “responsabilidad de todos”. Porque los cristianos debemos penetrar en el mundo este mensaje de amor con nuestro testimonio, a pesar de la cultura des- cristianizada del mundo de hoy; a pesar de las ideologías capitalistas y mercantilistas; e incluso a pesar de nuestra propia incredulidad de sabernos portadores de la Buena Nueva. En este apartado buscaremos meditar en torno a la necesidad de que todos los cristianos cola- boremos y asumamos a la misión como una responsabilidad compartida, no importando la actividad que cada uno desempeñe según su estado clerical (Obispos, presbíteros y diáconos) religioso o laical. Entendamos entonces que la corresponsabilidad es más que una forma de cooperación, de solidaridad; es vivir por los hermanos del mundo entero, pero no sólo por un momento sino para siempre y en todo momento. La corresponsabilidad conlleva a vivir para otros sin prejuicios, ni limitantes, es tener presente en todo momento nuestra dimensión misionera como bautizados e Hijos de Dios. Iglesia evangelizadora Existe una especie de ruptura cada vez más marcada entre la fe y la vida; por ello la Iglesia vive cada día con más dificultad su misión universal. Todos los bautizados somos responsables del anuncio, pero no todos somos conscientes de ello, queremos o deseamos serlo. Algunos cristianos se encuentran muy decepcionados porque cimentaron su fe en personas e ins- tituciones, mas no en Jesucristo vivo y resucitado. Otros están cansados de luchar contra las adversidades, quizá porque no fueron capaces de ver a Dios en lo que hacían. Muchos están perdidos en el confort, la seguridad y el prestigio que representa un puesto, una familia, cosas materiales a las que se aferran porque les dan estatus. Otros se aferran a tradiciones pseudo religiosas o supersticiosas, a un pietismo tradiciona- lista e inconsciente, o a prácticas sencillas de piedad popular como «ejercicio perfecto de su fe». En realidad son pocas las personas que están listas y preparadas para anunciar el Evangelio al mundo. Tal vez por ello, nuestro impulso misionero sea débil. Estamos llenos de egoísmos e inmadurez para ir hacia todos con la fuerza del Espíritu Santo. Necesitamos un renovado espíritu misionero para constituir la Iglesia evangelizadora de Jesús. Dejemos de pensar que la misión de la Iglesia es algo facultativo o adicional de la vida eclesial (cf. VD 93). O que toda misión compete únicamente a los clérigos o a los consagrados, o sólo a los laicos. Hay que mejorar para cumplir con la tarea de evangelizar. Pues “la Iglesia lo sabe [...] Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, per- petuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa” (EN 14). Porque lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza; el hombre necesita la «gran espe- ranza» para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo» (cf. VD 91). La misión implica a todos, todo y siempre 21
  • 22. Vivamos entonces nuestra esencia de ser Iglesia y comprometámonos ya, a ser discípulos misio- neros de Jesús desde nuestra propia vocación, carisma y profesión. a) La Iglesia responsable de la Misión Nuevos y cambiantes paradigmas en la sociedad, el gobierno y la economía global se presentan frente a la Iglesia para atentar contra sus estructuras y su razón de ser y existir, incluso los fieles que la constituyen manifiestan comportamientos que la atacan y desprestigian. Pero más allá de cualquier tipo de injurias y difamaciones, la Iglesia tiene a su cargo la labor irrenunciable de cumplir con la misión “siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes. Él siendo el Señor se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz; siendo rico, eligió ser pobre por nosotros, enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos y misioneros […] En la generosidad de Dios, en la gratuidad de los Apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio” (DA 31). Existe una relación vital entre la misión y la Iglesia porque la misión implica a personas que son movidas para encontrar a Jesús. La Iglesia es responsable de la misión porque ésta le da sentido, entonces la Iglesia es en sí misma misión, pues “el cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particu- larmente en la nuestra es «dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo»” (cf. Rmi 4). 22 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 23. b) ¿Quiénes constituimos la Iglesia? Por principio, siempre basta con afirmar que «la Iglesia la conformamos todos los bautizados» y por consiguiente es fácil interpretar que «todos los bautizados son responsables de la misión». Sin em- bargo, no hay que perder de vista, ni dejar de enfatizar que los bautizados están catalogados en distintos «tipos» de cristianos. Estos cristianos pueden ser: Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas, consagra- dos y laicos. Dentro de estas distinciones encontramos categorías como lo son: incrédulos, fanáticos y blasfemos. O su contraparte; cristianos congruentes, comprometidos, creyentes, valientes y con fortaleza espiritual de sobra. Lo dicho en el párrafo anterior nos sirve para ir reflexionando en torno al impacto y alcances de esta Iglesia misionera y las estrategias pastorales que puedan ponerse en práctica, de tal suerte que repensemos nuestras estrategias para la misión universal para que en verdad incluyan «a todos, todo y siempre». Un hecho fáctico en la misión es: «No porque todos seamos cristianos, implica que todos esta- mos preparados para la misión». Un estado permanente de misión implica una gran disponibilidad a repensar y reformar muchas estructuras pastorales, teniendo como principio constitutivo la “espiritualidad” de la comunión y de la audacia misionera. Lo principal es la conversión de las personas. No cabe duda. Pero ello debe llevar naturalmente a forjar estructuras abiertas y flexibles capaces de animar una misión permanente en cada Iglesia Particular (La Misión Continental para una Iglesia Misionera, 8). Bajo estas consideraciones y siendo honestos, muchos de los bautizados no cumplen con nin- guna de estas características. Hay quienes ni siquiera tienen conocimiento de que tienen una misión y mucho menos de las instituciones que colaboran con los misioneros en el mundo. Para varios bautizados, la responsabilidad cristiana concluye con la primera comunión o con la sola y –siempre que se pueda– parcial asistencia a “eventos sociales” como bodas, bautismos y confirmaciones. En este sentido, la Iglesia tiene que cuestionarse si corresponde a este tipo de bautizados asumir el mismo nivel de responsabilidad al de quienes a la inversa, están por demás preparados para asumir la misión. Dice la Verbum Domini (94): Los Obispos y sacerdotes, por su propia misión, son los primeros llamados a una vida dedicada al servicio de la Palabra, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a formar a los fieles en el conocimiento auténtico de las Escrituras. También los diáconos han de sentirse llamados a colaborar según su misión, en este compromiso de evangelización. La vida consagrada brilla en toda la historia de la Iglesia por su capacidad de asumir explíci- tamente la tarea del anuncio y la predicación de la Palabra de Dios, tanto en la misio ad gentes como en las más difíciles situaciones, con disponibilidad también para las nuevas condiciones de evangelización, emprendiendo con ánimo y audacia nuevos itinerarios y nuevos desafíos para anunciar eficazmente la Palabra de Dios. La misión implica a todos, todo y siempre 23
  • 24. Los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren. A propósito, los Padres sinodales han expresado «la más viva estima y gratitud, junto con su aliento, por el servi- cio a la evangelización que muchos laicos, y en particular las mujeres, ofrecen con generosidad y tesón en las comunidades diseminadas por el mundo, a ejemplo de María Magdalena, primer testigo de la alegría pascual». El Sínodo reconoce con gratitud, además, que los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades son en la Iglesia una gran fuerza para la obra evangelizadora en este tiempo, impulsando a desarrollar nuevas formas de anunciar el Evangelio. Con lo anterior no se pretende deslindar de responsabilidades a muchos cristianos, pero es ur- gente comprender que no es viable incluirlos de la misma forma en la tarea de evangelizar, porque en todo caso, varios de estos bautizados deberían ser objeto de la propia misión «Nueva Evangelización». Veamos el caso de aquellos misioneros a quienes el recurso financiero, la formación misionera, su contexto de vida, entre otros factores, los lanzan a la misión para difundir la Buena Nueva; pero que por desidia, falta de decisión o egoísmo se niegan a acercar a otras culturas el Evangelio de Jesús. Por el contrario, hay quienes por causa de enfermedades u otros padecimientos físicos les es imposible llegar hasta estos lugares, pero cooperan con la misión desde otra perspectiva y se sienten alegres de saber que con sus contribuciones muchos discípulos misioneros comprometidos están llegando a rumbos nunca imaginados. O vas o envías o ayudas a enviar En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa nos exhorta a ver las condiciones de vida en las que gran parte de los cristianos están viviendo y, asimismo, a considerar esos elementos para discernir que la tarea misionera, aunque compete a todos, no es posible exigirla a todos de la misma forma ni pedir que los cristianos contribuyamos con la misión bajo iguales condiciones. “Tantos herma- nos están bautizados pero no suficientemente evangelizados. Con frecuencia, naciones un tiempo ricas en fe y vocaciones van perdiendo su propia identidad, bajo la influencia de una cultura secularizada” (VD 98). “O vas o envías o ayudas a enviar” es un lema que deja ver los alcances de la misión, para difundir el mensaje de Jesús desde lo profundo, permeando en la cultura y en la vida de quienes no conocen la Buena Nueva. En esta máxima, los cristianos bautizados comprometidos con el Evangelio encontramos el impulso necesario para admitir que en cualquier caso es posible y es viable aceptar nuestra vocación de discípulos misioneros y que aunque existan limitantes como la formación, el recurso financiero, etcétera, hay hombres, mujeres, niños, adolescentes y jóvenes que con su ayuda dan esperanza al mundo. La Iglesia misionera se consolida a partir de discípulos misioneros responsables y entusiastas en asumir la Buena Nueva como una noticia que es imprescindible difundir. “O vas o envías o ayudas a enviar” ofrece la posibilidad a todos los bautizados de trabajar por las misiones desde cualquier circuns- tancia. 24 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 25. Hacia dónde va la misión Una pregunta que incesantemente se plantea la Iglesia es: ¿hacia dónde debe estar dirigida la misión? La necesidad de conocer hacia dónde va la misión es una inquietud real y constante. Algunos misionólogos, biblistas, teólogos, etc., defienden el postulado de que la misión ad gentes1 es la más impor- tante. Pero para otros, la misión ad intra2 puede responder mejor a los nuevos retos de la misión. En fin, pareciera que la opinión de unos y otros, con su juicio muy particular, poco contribuye al entendimiento de la misión. 1 La actividad misionera específica, o misión ad gentes, tiene como destinatarios “a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo”, “a los que están alejados de Cristo”, entre los cuales la Iglesia “no ha arraigado todavía”, y cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio. Esta ac- tividad se distingue de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial. Por tanto, se caracteriza como tarea de anunciar a Cristo y a su Evangelio, de edificación de la Iglesia local, de promoción de los valores del Reino. La peculiaridad de esta misión ad gentes está en el hecho de que se dirige a los “no cristianos”. Por tanto, hay que evitar que esta “responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia”, se vuelva una flaca realidad dentro de la misión global del Pueblo de Dios y, consiguientemente, descuidada u olvidada. Por lo demás, no es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y actividad misionera específica, y no es pensable crear entre ellos barreras o recintos estancados. No obstante, es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los pueblos, hasta los confines de la tierra. Sin la misión ad gentes, la misma dimensión misionera de la Iglesia estaría privada de su significado fundamental y de su actuación ejemplar (Rmi 34). 2 La misión ad intra expresa aquella misión que se realiza de modo ordinario en los lugares donde la Iglesia se ha radicado. Son esas situaciones donde hay una estructura bien definida: Las diócesis, las parroquias, los ordinariatos. Es la tarea permanente de evangelización por eso también se llama «misión de nueva evangelización» y es la famosa «Misión Continental». La misión implica a todos, todo y siempre 25
  • 26. En realidad, la misión de la Iglesia es «una y única», porque surge del mandato misionero de Jesús y tiene su actividad ad intra y ad extra (cf. AG 2). El sentido universal de la misión tiene que ver con este principio, que es un principio incluyen- te, no dirigido a una élite o a un sector privilegiado de la sociedad. Es más bien todo lo contrario, tiene prioridad más no está concesionado a un territorio o lugar específico. “Ya no podemos comprender más la actividad misionera como suministro de las bendiciones de la civilización occidental para con los pue- blos y las culturas «subdesarrolladas» o «en vías de desarrollo»; ya no podemos concebir más la misión como proveniente del cristianismo del norte dirigida hacia un sur no cristiano o subdesarrollado en lo religioso” (Teología para la misión hoy 2009). Así lo manifiestan las Sagradas Escrituras: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc 16,15). La misión va dirigida a todos sin excepción porque su espíritu es universal y no pende sólo de un aspecto geográfico o de sectores, la universalidad implica una interconexión o sintonía con todo aquello de que está rodeado el hombre. Todos necesitamos de la misión porque la misión es acogida y no hay quien se niegue a ser acogido por el amor de Dios. Sea cual sea el territorio, sea cual sea el contexto cul- tural y social, la misión tiene que llegar hasta ellos porque el anuncio de la Buena Nueva es un regalo, no exige precio, no es motivado por influencias. Por ello es importantísimo no minimizar a la misión confun- diéndola simplemente como un acto de expansión y dominio de la propia Iglesia o del hombre. Los discípulos misioneros irán por todo el mundo a anunciar la Buena Noticia sin prejuzgar, sin buscar privilegios o tratos especiales, sin pretensiones de poder y hegemonía sólo por ser portadores del más grande mensaje de amor. Responsables de la misión La contextualización en la misión es un elemento que debe abrirle paso a la misión, más no cerrár- selo, el conocimiento de los posibles puntos de quiebre por los que atraviesa la humanidad serían el aliento que impulse a los discípulos misioneros, pues la Buena Nueva transforma. La misión debe contribuir a vivir mejor y plenamente por ello la colaboración que se haga a la misión debe hacerse con responsabilidad y coherencia, puesto que no se trata de imponer un pensamiento o una ideología. La Buena Nueva se abre ca- mino por cuenta propia cuando los discípulos misioneros permiten que ésta entre en sus vidas, de tal suerte, que se genera un cambio radical en las personas que por consecuencia impacta a su entorno. El discípulo misionero debe ser consciente que el Reino de Dios avanza a pesar de él, pero que al actuar con responsabilidad, el mensaje se fortalece. Recordemos además que la tarea evangelizadora se experimenta con plenitud cuando se ejerce colectivamente, cuando se hace acompañar de muchos miles de cristianos bautizados que emprenden con coherencia su vocación cristiana. Seamos entonces responsables todos de los dones que Dios nos dio para cooperar con la misión universal y anunciar el Evangelio al mundo. 26 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 27. La misión implica a todos, todo y siempre 27
  • 28. Preguntas de reflexión • Reflexiona y comparte ¿quiénes son los encargados de la misión? ¿Y por qué? • Reflexiona y comparte ¿a quiénes debe estar dirigida la misión? ¿Y por qué? • Reflexiona y comparte qué te dice la siguiente frase: “O vas o envías o ayudas a enviar”. Lic. Yuliana Navarrete Merlos Departamento de Investigación y Apoyo OMPE-México 28 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 29. Tema 3: Evangelización global. La misión es de todas las iglesias para todo el mundo “Para atenuar las interrogantes que un serio examen de las deficiencias de nuestra cooperación misionera plantea todo hombre de buena fe, se dice que, no obstante todo, la situación de tantos infieles no debe preocuparnos y afligirnos excesivamente, porque nosotros no podemos escrutar ni conocer la acción secreta de Dios en el fondo del alma de sus criaturas, y que Dios puede llegar a donde nosotros no podemos. Ideas buenas para justificarnos hasta un cierto punto; y, sin embargo, en realidad nosotros no sabemos quién de nosotros desearía encontrarse en el lugar de los pobres infieles, sin la alegría de conocer y amar a Jesucristo, fuera de los brazos maternos de la Iglesia”. Paolo Manna, Ifratelli separati e noi La misión implica a todos, todo y siempre 29
  • 30. Objetivo Que los discípulos misioneros de México, en la celebración del DOMUND 2011, vislumbren el horizonte de evangelización global y detecten los medios para vivir la propia misión en el seno de la Iglesia y como ejercicio de su compromiso bautismal según nuestro lema: “La misión implica a todos, todo y siempre”. Desarrollo “La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención particular a la solidaridad”, nos recuerda el Santo Padre Benedicto XVI en su mensaje para el Domingo Mundial de las Misiones 2011 (DOMUND). La misión de evangelizar, tarea esencial del bautizado y participación en la Cooperación misionera. La labor de evangelizar de la Iglesia es, por un lado, una conciencia clara que, desde el mismo día de la resurrección, resuena cotidianamente en el corazón y en la vida de todos los bautizados: “Je- sús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío»” (Jn 20,21). Por otro lado, esta labor de evangelizar es un compromiso continuo de búsqueda y ejercicio pastoral que, a lo largo de toda la historia de la Iglesia, ha hecho posible la acción misionera ad gentes, el ejercicio de la caridad con los más necesitados, la configuración de la pastoral y de las diferentes instituciones de vida consagrada, de apostolado, de espiritualidad, etc; en pocas palabras, ha hecho posible la vida y organización misma de la Iglesia. “La Iglesia está profundamente convencida de la propia identidad y misión, y vive esa experiencia a través del compromiso de sus hijos” (CMi 1). La tarea y misión de evangelizar encomendada por Jesús es, en sí misma, patrimonio y com- promiso de cada bautizado, de cada Iglesia particular, y de toda la Iglesia universal: “La Iglesia univer- sal, todas las Iglesias particulares, todas las instituciones y asociaciones eclesiales y cada cristiano en la Iglesia tienen el deber de colaborar para que el mensaje del Señor se difunda y llegue hasta los últimos confines de la tierra” (CMi 1). Es importante hacer notar que el compromiso evangelizador no sólo es una posibilidad en la vida de los bautizados, sino el ejercicio y vivencia misma del bautismo, fruto de la fe en Cristo y adhesión a Él, pues, como nos enseña la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, “toda la Iglesia está llamada a contribuir al desarrollo de la misión con una colaboración activa. Todo cristiano, en virtud del bautismo y de la confirmación, entra en una corriente de actividad sobrenatural, en un proyecto eterno de salvación universal que es de Dios mismo y se realiza, día a día, en favor de las ge- neraciones que se suceden, formando la gran familia humana” (CMi 2). 30 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 31. La misión es una tarea esencial y permanente de la vida, y abarca toda la vida de todos los cristianos, pero siempre como fruto del encuentro con Jesucristo, tal y como afirman los Obispos a lo largo de todo el Documento de Aparecida1. Al respecto, nos explica Mons. Juan Esquerda Bifet: “La «misión» no es, pues, principalmente una idea o un proyecto de actividad, sino la experiencia de un encuentro vivencial con Cristo resucitado que da sentido y plenitud a la vida y a la actividad misionera. Del encuentro se pasa a la misión.”2 Y esta misión no es para “hacer cosas”, sino para vivir en el encuentro y entregarse a la misión: “La «misión» consiste en construirse amando y ayudar a construir la comunidad humana amándose mutuamente, según el proyecto de Dios. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”.3 El compromiso personal quizás no parezca trascendente, pero es siempre una respuesta concreta y específica al plan salvífico de Dios, que a la manera de los constructores, va haciendo posible levantar el edificio del Reino. Nos dice el Papa: “por medio de la participación responsable en la misión de la Iglesia, el cristiano llega a ser constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del proyecto salvífico de Dios para toda la humanidad” (Benedicto XVI, Mensaje para el DOMUND 2011). 1 El Documento Aparecida mismo desarrolla este tema con el planteamiento del “discipulado misionero”, y a lo largo del documento, el esquema mismo de éste habla y confirma que, sólo el encuentro con Jesucristo hace posible la verdadera misión y la realiza plenamente. 2 Juan ESQUERDA BIFET, Misionología, evangelizar en un mundo global, Madrid 2008, ed. BAC p. 5 3 Ibíd. p.6 La misión implica a todos, todo y siempre 31
  • 32. 32 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 33. Seamos conscientes, entonces, de que la Misión de la Iglesia no es tarea ‘de los curas y las monjas’, como suele decirse de manera coloquial y a veces incluso despectiva, ni tampoco fruto de un entusiasmo efímero de quienes se emocionan en un momento de su vida por algún momento fuerte de vivencia de la fe, sino el compromiso continuo y cotidiano de todos y cada uno que complementa, en el ejercicio común, la labor encomendada por Jesús. La tarea de evangelizar es de todos y es compromiso permanente, fruto del bautismo, y tiene un nombre propio: “La participación de las comunidades eclesiales y de cada fiel en la realización de este plan divino recibe el nombre de «cooperación misionera» y se realiza de diversas maneras: con la oración, el testimonio, el sacrificio, el ofrecimiento de su trabajo y sus ayudas” (CMi 2). Las Obras Misionales Pontificio Episcopales, medios privilegiados para la cooperación misionera. De lo dicho anteriormente podríamos concluir que la labor de cada bautizado sería suficiente en el esfuerzo cotidiano de la vida, pero no estaría completo nuestro horizonte. Hace falta el compromiso eclesial y el esfuerzo organizado de todos en la cooperación misionera. Eclesialmente hay un organismo encargado de coordinar este esfuerzo: “La Congregación para la Evangelización La misión implica a todos, todo y siempre 33
  • 34. de los Pueblos, el organismo central encargado de dirigir y coordinar la evangelización y la cooperación misionera” (CMi 3). La Congregación para la Evangelización de los Pueblos tiene, como medios concretos de ejercicio de la cooperación misionera e instrumentos de animación, a las Obras Misionales Pontificias (OMP), que en México son también Episcopales (OMPE): “Las OMP se sitúan en el ámbito de la cooperación misionera con un papel primario y propio. Estas Obras surgieron de iniciativas carismáticas, puestas en marcha por laicos o por sacerdotes, con el fin de apoyar la actividad de los misioneros, animando e implicando directamente a sacerdotes, a consagrados y a fieles en la oración, en el ofrecimiento de sus sacrificios, en la promoción vocacional, en la caridad y en actividades concretas” (CMi 4). Las OMPE son cuatro: • “La Obra misional pontificia de la Propagación de la Fe, para suscitar el interés por la evangelización universal en todos los sectores del pueblo de Dios y para promover en las Iglesias locales la ayuda, tanto espiritual como material, y el intercambio de personal apostólico”(CMi 4). En México la citamos con las siglas PF. • “La Obra misional pontificia de la Infancia Misionera, para ayudar a los educadores a despertar poco a poco en los niños la conciencia misionera; para animarlos a compartir su fe y sus bienes materiales con sus coetáneos de las regiones y de las Iglesias más necesitadas; y para promover 34 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 35. las vocaciones misioneras desde la más tierna edad”(CMi 4). En México la llamamos Infancia y Adolescencia Misionera, con las siglas: IAM. • “La Obra misional pontificia de San Pedro Apóstol, para sensibilizar al pueblo cristiano sobre la importancia del clero local en los territorios de misión y para invitarlo a colaborar espiritual y materialmente en la formación de los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada”(CMi 4). Sus siglas en México: OSPA • “La Pontificia Unión Misional, para la formación y sensibilización misionera de los sacerdotes, de los seminaristas, de los miembros de los institutos masculinos y femeninos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica, y de sus candidatos, así como de los misioneros laicos directamente comprometidos en la misión universal. Esta Unión es como el alma de las otras Obras, porque los que la componen están especialmente capacitados para suscitar en las comunidades cristianas el espíritu misionero y para incrementar la cooperación”(CMi 4). Sus siglas para nosotros son: PUM. • En particular, también en México las OMPE tienen dos programas auxiliares para la animación misionera: § La Liga Misional Juvenil (LMJ), afiliada a la Obra de la Propagación de la Fe, para la animación y compromiso misionero de los jóvenes, en vistas al discernimiento vocacional y compromiso de vida, y como un ejercicio pastoral de animación misionera para toda la comunidad eclesial. La misión implica a todos, todo y siempre 35
  • 36. § La Unión de Enfermos Misioneros (UEM), dedicada a transformar, mediante el ejercicio pastoral de los visitadores, a los enfermos en agentes de la misión por medio del ofrecimiento de sus enfermedades, tratamientos y limitaciones, al estilo de Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, que desde la quietud de su convento fue realmente evangelizadora «en activo» y fuente de crecimiento para las misiones de todo el mundo. En nuestra patria las OMPE han trabajado desde hace muchos años en la animación y cooperación misionera organizando congresos, motivando a la celebración del DOMUND, de la Jornada del Clero Nativo, del Domingo de la Infancia Misionera (DOMINF), editando materiales pastorales y de formación misionera, organizando cursos y seminarios, difundiendo e informando lo referente a la misión con programas de televisión, de radio, revistas, etc. El trabajo de las OMPE ha sido fruto del compromiso de todos los bautizados de México, desde los señores Obispos hasta el recién nacido que ha sido bautizado, que con su testimonio y compromiso, van haciendo posible la cooperación misionera. Las OMPE son un vehículo para realizar la animación misionera en favor de esta evangelización y el Papa refrenda su importancia dando un paso más, al hacernos ver el alcance del trabajo pastoral de las mismas y hasta dónde abarca, en realidad, la cooperación misionera. En su mensaje para el DOMUND 2011, refiriéndose a la cooperación misionera hace ver que: 36 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 37. “Se trata de sostener instituciones necesarias para establecer y consolidar la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y de dar también nuestra propia aportación para que mejoren las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición, sobre todo infantil, enfermedades, ausencia de servicios de salud y de educación. También esto entra en la misión de la Iglesia”. “Anunciando el Evangelio, se preocupa por la vida humana en sentido pleno”. “Los desafíos que esta encuentra llaman a los cristianos a caminar con los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos”. Evangelización Global, es decir, evangelizamos abriendo nuestro horizonte a atender las necesidades concretas de todos los hombres. Los desafíos del mundo de hoy son variados, y son retadores, continuamente van reclamando a la Iglesia y a cada bautizado un compromiso mayor, una respuesta específica, un apoyo más amplio. Mons. Esquerda hace ver que: “El encuentro y el cruce actual de culturas y religiones, a nivel global, es quizá el mayor desafío que ha tenido la historia humana hasta el presente”.4 Y nos especifica aún más: “La misión se realiza en el mundo, que ha sido creado por amor, pero que, de hecho, se encuentra frecuentemente bajo el dominio del pecado en las diversas formas de egoísmo personal o colectivo. La fe en Cristo, muerto y crucificado, es capaz de transformar el mundo según el nuevo proyecto de Dios. «Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar» (GS 3)”.5 En otras palabras, el auténtico ejercicio evangelizador requiere dar una respuesta concreta a las situaciones y necesidades de los hombres en su entorno natural, para ahí mismo iluminar su vida con la luz de Cristo y mostrar a todos que sí hay esperanza, y que ésta se vive plenamente solo en Él. ¿No es este el sentido del “ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra” (cfr. Mt 5,13-14) que nos dice nuestro Señor Jesucristo en el discurso de la montaña? ¿Cuáles serían entonces los pasos que tendríamos que seguir para llegar a un auténtico anuncio evangelizador desde las realidades concretas del mundo de hoy y sea al mismo tiempo global y específico? Mons. Esquerda nos hace ver que antes que nada, es importante el discernimiento: “El sentido de la vida y de la historia no se encuentra en una teoría, sino en la experiencia del encuentro con Cristo, como experiencia de fe que invita a la reflexión teológica, a la vivencia y al anuncio”. “Cuando constatamos a nuestro alrededor el abigarrado cruce de culturas y religiones, a nivel global, hay que aprender a releer esos retazos de vida que se expresan en los rostros, en los 4 Juan ESQUERDA, Op.Cit. p. XVII 5 Ibíd.p.7 La misión implica a todos, todo y siempre 37
  • 38. gestos y en las actitudes. Danzas, expresiones literarias y artísticas, cantos, costumbres, vestidos, mentalidad, idiomas, etc., son fruto de milenios del corazón humano en un pueblo, movido siempre por Dios”.6 La Evangelización global requiere el discernimiento concreto de cada horizonte humano, de cada momento histórico, de cada realidad cultural. El compromiso evangelizador es, entonces, eclesial y personal, encarnado en la realidad y momento histórico, pero abierto a la universalidad del llamado a la salvación, y siempre, el compromiso evangelizador es una respuesta a la invitación del Señor Jesús a la salvación y a vivir plenamente el Reino de Dios en el hoy del mundo y en el entonces de la Vida Eterna. La evangelización global es un compromiso de todas las Iglesias particulares, de todas las diócesis e institutos de vida consagrada, de todos los movimientos de espiritualidad y de apostolado, en una palabra, de todo bautizado para todo el mundo. La tarea de cada bautizado será entonces, comprometerse con esta evangelización global a la altura de sus propias posibilidades y siempre en el marco de la Iglesia. Preguntas de Reflexión: Ahora reflexiona y comparte en grupo: • Especifica los aspectos más importantes de la vida de la fe que a tu parecer se necesiten para llevarte al compromiso misionero de evangelizar. • Concretiza cuáles serían las cinco necesidades humanas más actuales y urgentes de ser atendidas por la misión de la Iglesia. • Ubica, ante estas necesidades, las posibles acciones pastorales para atenderlas desde el Evangelio, en el nivel personal, diocesano y eclesial. Pbro. Juan Francisco A. Espino Godínez Secretario Nacional de la PUM OMPE México 6 Ibíd. p.7. 38 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 39. Testimonio Misionero Hna. Rosa María Vázquez Tlapale Misionera del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes La misión implica a todos, todo y siempre 39
  • 40. Una vida tengo para entregarla a ti Señor, y si dos vidas tuviera las dos entregaría a esta misión. En el año 1997 llegó para mí la hora esperada. La Iglesia de México y la Congregación de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes confiaron en mí para partir hacia Angola. Fue en el VIII Congreso Nacional de la Infancia y Adolescencia Misionera que se celebró en Aguascalientes en donde me enviaron a Anunciar la Buena Nueva al continente africano. Luanda fue la tierra madre que me adoptó como hija y en donde con gran ímpetu compartí mi fe y entusiasmo a mis hermanos angoleños. Los primeros 5 años que viví en este país fueron años de incertidumbre a causa de la guerra, pero también porque en la mayoría de las comunidades no había miembros de la Iglesia Católica. Pero mi fe y mi confianza que siempre estuvieron depositadas en Dios, me ayudaron a esperar días mejores. A pesar de la guerra, mis hermanas y yo no podíamos estar estáticas, era necesario ponernos al servicio de Dios, pues de qué hubiera valido ir de tan lejos. En las mañanas cooperaba como secretaria con los padres Misioneros de Guadalupe, quienes estaban al frente del Seminario Arquidiocesano de Luanda. Ahí se acrecentó mi deseo de trabajar en las misiones sobre todo cuando veía cómo los jóvenes llenos de alegría seguían la voz del Pastor para iniciar su formación sacerdotal. Por las tardes, junto con otras hermanas llevábamos el anuncio del Evangelio a comunidades cercanas a la parroquia de Catete. Durante este tiempo viajamos diariamente hasta lugares lejanos y fui testigo de cómo Dios en su misericordia, iba congregando poco a poco a personas que querían ser miembros de la Iglesia. El trabajo fue intenso porque sus tradiciones se oponían a las de la Iglesia, como lo fue: la poligamia. En una ocasión nuestro Obispo nos animó diciéndonos: «Aunque estos hermanos nuestros tengan situaciones difíciles de resolver según los criterios de la Iglesia, animémoslos a que sean como las campanas de la Iglesia que por su propio medio llaman a otros. Y a pesar que ahora sólo estén haciendo ruido, Dios se encargará de indicarnos el camino a nosotros y a ellos». Uno de los momentos en que más nos beneficiamos fue cuando la Iglesia de Angola convino con el gobierno y logramos adherirnos a la campaña de registro civil. De esta manera aprovechamos para comenzar a evangelizarlos, brindamos atención a enfermos, ancianos y los auxiliamos con medicina y con agua, que es escasa porque el río está a varios kilómetros de distancia. También alfabetizamos e impartimos catequesis. Construcción de la Iglesia para Angola Después de muchos esfuerzos las madres superioras nos concedieron permiso para crear una comunidad de hermanas que atendieran estos pueblos. Con gran cariño nos dispusimos a la construcción de nuestra casa. Y así, poco a poco, logramos tener un lugar estable y seguro para atender a la juventud ofreciéndoles cursos de computación. A las mujeres les enseñamos corte, costura y fueron alfabetizadas. 40 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 41. La misión implica a todos, todo y siempre 41
  • 42. Con motivo de los 50 años de la fundación de nuestro Instituto recibimos la visita del Sr. Nuncio Apostólico de Angola, quién al ver que el número de católicos que participaban era numeroso y no teníamos una capilla, nos animó a solicitar ayuda a Roma para la construcción de la misma. Nuestro párroco con gran celo misionero y teniendo en cuenta que en ese momento la Iglesia de Angola nos pedía este servicio, se dispuso a que juntos realizáramos esta petición, la cual, gracias a Dios tuvo una respuesta afirmativa. Mis hermanas y yo junto con el pueblo no nos quedamos con los brazos cruzados, pues en tanto recibíamos la ayuda de Roma comenzamos a trabajar en el campo, sembramos lo que estuvo a nuestro alcance y con las ganancias compramos cemento y otros materiales. Doy gracias a Dios por ver el milagro hecho realidad. Para mí, colocar cada tabique fue como si así se hiciera con un bautizado. Pensé que cuando un tabique se rompiera sería como cuando un bautizado se retira de la Iglesia. Ese sería un vacío que nunca será sustituido por otro. Yo sentía como las columnas representaban a los catequistas y las varillas amarradas entre sí eran los sacerdotes, hermanas y Obispos que sostienen toda la construcción. Pero nunca olvidé que el centro de la Iglesia era Cristo, quien siempre tiene a su lado a María. Dios que todo lo lleva con peso y medida puso en nuestro camino a las personas que necesitábamos. No puedo dejar de mencionar que la capilla fue construida por un albañil y todos los católicos de la comunidad. Recuerdo con cariño cómo los niños siempre estuvieron dispuestos a cargar piedras, arena y todo lo necesario. Las mujeres nos ayudaron preparando los alimentos y acarreando agua del río. Así quedó terminada la capilla de 200 m2 en nombre de la Iglesia de México que era a quien nosotros representamos ante los angolanos. Ya han pasado 8 años y hasta el momento no se ha cambiado ni un vidrio al edificio, esto habla de nuestros hermanos que se sienten realmente Iglesia, miembros de Cristo en donde todos somos responsables de que siga en pie. Sin duda las palabras de San Pablo se hacen realidad «cada día: unos siembran, otros riegan y otros recogen la cosecha». Y por ello construimos 5 salones para impartir catequesis, pues compete a todos los que somos bautizados hacer crecer la Iglesia en todas sus dimensiones. De regreso a Angola En 2003 mis superioras me pidieron apoyo para colaborar con la pastoral vocacional y acompañar a las hermanas junioras en México, aquí pasé dos años antes de que en 2006 Dios, por medio de las madres, decidiera mi regreso a la misión en Angola. Entonces me incorporé al Secretariado Arquidiocesano de Catequesis en Luanda donde acompañé la edificación final de las instalaciones donde ahora se editan los catecismos para los niños, jóvenes y adultos y en donde también se organizan los cursos para catequistas de la Diócesis que llegan a ser alrededor de 3.000. En los últimos 4 años que estuve en la misión de Angola Dios me permitió un inolvidable acontecimiento: la celebración de los 25 años de 8 de las Congregaciones que fuimos enviadas en el II COMLA realizado en Tlaxcala, México en 1983. Por este motivo tuvimos la gracia de recibir en dos ocasiones la presencia de la Iglesia mexicana representada en los señores Obispos y el Director de las 42 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 43. OMPE, el Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez. Ellos nos acompañaron a la apertura del Año Jubilar y a la clausura del mismo en 2008 y 2009. La fiesta fue muy bonita, en la celebración y en la comida estuvieron reunidos por lo menos 13 Obispos: 5 de México y 8 de Angola. Sé por la boca de los mismos sacerdotes y de las hermanas que trabajamos en Angola que esta visita nos fortaleció y animó a seguir dando lo mejor de cada uno por la extensión del Reino de Dios. Otra gran satisfacción que viví fue la convivencia con los misioneros mexicanos por lo menos, los que más podíamos unirnos de los 120 que somos, 70 compartimos nuestro amor a la madre de Guadalupe en su fiesta, retiros espirituales bimestrales, formación permanente bimestral y ejercicios espirituales anuales. Experiencias que marcaron Mentiría si dijera que en la misión todo es alegría. También llegan momentos de desánimos, de impotencia por la carencia económica, por la falta de conocimiento para enfrentarse a las realidades que son ajenas por nuestro contexto de vida. Aún recuerdo una de las experiencias más bellas pero también más fuertes que viví en la misión; fue al lado de una joven de 14 años que las hermanas bautizaron como Tierra María, a la que estuvimos La misión implica a todos, todo y siempre 43
  • 44. acompañando durante 9 meses en el hospital porque sufrió la amputación de una pierna a causa de una infección en la rodilla que mantuvo por 10 años. En ese tiempo ella dio testimonio de fe firme y sincera. Recuerdo una ocasión en que me pidió que le regalara un pan con un trozo de carne, pues decía que nunca había comido eso y quería probarlos. Yo, con el corazón partido fui a toda prisa a buscar lo que pedía para cumplir su deseo. Cuando regresé llevé conmigo también la comunión y entonces me dijo: «hermana, ya no quiero el pan, mejor dame a Jesús. Quiero recibirlo porque Él es el único que me fortalece, con Él mis dolores disminuyen». Qué bien lo dice el Evangelio «de los más pequeños es el reino de los cielos». Unos días antes de morir me confesó: «por ustedes conocí a Dios. Ustedes me llevaron a Él». Lo que sí es un hecho, es lo que nuestro fundador decía: «el misionero debe saber y estar preparado para todo y esta fuerza sólo se saca del Corazón de Jesús y es Él nuestra única fuerza». Así lo comprobé cuando el Señor quiso acrisolarme y al primer año que llegué a misión perdí a un hermano y el último año de mi estancia en Angola, Dios llamó a mi padre a su casa. La vida de un misionero A veces escucho opiniones acerca de que la misión es subir y bajar montañas, y en parte es verdad, pero quisiera que tuviéramos en cuenta que la vida religiosa misionera tiene su centro de vida y fortaleza en los momentos diarios de oración y vida fraterna. También es importante alimentar nuestro espíritu de Dios, para estar prontas a las dificultades y necesidades que se vayan presentando. Nuestro fundador nos aconsejaba tener corazón de pajarito para ser libres y siempre tender al cielo donde está la verdadera recompensa y espalda de burro, para no cansarnos de trabajar para la Gloria de Dios. Sé que en Luanda no hice sino lo que debía y que mis esfuerzos, sacrificios, alegrías y sinsabores serán para la Gloria de Jesús misionero a quien le debo este llamado. Pues tengo seguridad que la misión por ser obra de Dios seguirá dando frutos abundantes porque sólo somos instrumentos que el Señor elige para continuar su obra redentora. Finalmente agradezco a Dios: por la vida, por la vocación, por las experiencias que me permitió vivir; por el pueblo angolano que ahora es parte de mi existir. Gente sencilla, acogedora, abierta y fiel al mensaje del Evangelio. Ahora y aquí en México, quiero seguir con la gracia de Dios cumpliendo mi misión en la encomienda que la congregación me ha pedido: ecónoma general. Y que las palabras de San Pablo sigan siendo motivación en mí «Ay de mí si no evangelizo» (1 Cor 9,16). Hna. Rosa María Vázquez Tlapale Misionera del Sagrado Corazón de Jesús Ad gentes 44 La misión implica a todos, todo y siempre
  • 45. Las estadísticas de la Iglesia Católica Más aún, siguiendo los consejos de Cristo el Señor que nos exhorta a reconocer los signos de los tiempos (Mt 16, 3), en medio de tinieblas tan sombrías, percibimos numerosos indicios que parecen auspiciar un tiempo mejor para la humanidad y para la Iglesia. Juan XXIII, Constitución apostólica por la que se convoca el Concilio Ecuménico Vaticano II La misión implica a todos, todo y siempre 45
  • 46. A pesar de que el tema que nos importa gira en torno de la misión de la Iglesia, resulta siempre necesario echar un vistazo al mundo en el que estamos. La misión de la Iglesia se desarrolla única y exclusivamente en el mundo, porque el mundo es el lugar de la Iglesia. Ciertamente, «no somos del mundo, pero estamos en el mundo», y es manteniendo esta tensión evangélica que debemos darnos cuenta de la situación que nos presenta el mundo de hoy para colaborar de manera más eficaz en la construcción del Reino. El recurso de las estadísticas es muy importante para darnos cuenta de la situación mundial de la Iglesia. Pero este recurso debe ser usado solamente para lo que sirve, y no darle mayores atribuciones de las que tiene. Por ejemplo, no se puede fundamentar la urgencia de la misión de la Iglesia en las cantidades que aparecen en estas relaciones. La auténtica misión de la Iglesia está lejos de una actividad meramente proselitista que busca una cantidad cada vez más y más grande de adeptos. Pero, por otra parte, deben ser estos datos estadísticos un signo que nos haga comprender qué tan lejos se encuentra el mandato de Jesús de «ir por todo el mundo y proclamar la Buena Nueva a todas las naciones». Tablas de estadísticas Datos del ultimo “Anuario Estadístico de la Iglesia” elaborados por la Agencia Fides. Entre paréntesis se indica la variación, aumento (+) o disminución (-), respecto al año precedente. Población mundial Al 31 de diciembre de 2007 la población mundial era igual a 6.617.097.000 personas, con un aumento de 74.273.000 unidades respecto al año anterior. El aumento global concierne todos los continentes, comprendida Europa, como ya se registró también en el año anterior: África + 16.865.000; América + 11.327.000; Asia + 43.304.000; Oceanía + 531.000; Europa + 2.246.000. Católicos En la misma fecha el número de católicos fue igual a 1.146.656.000 unidades con un aumento total de 15.906.000 unidades con respecto al año anterior. El aumento interesa todos los continentes: África + 6.612.000; América + 5.535.000; Asia + 2.428.000; Europa + 1.132.000; Oceanía + 199.000. El porcentaje de los católicos ha crecido globalmente del 0,05, situándole al 17,33%. Con respecto a los continentes, se han registrado aumentos en África + 0,40; Asia + 0,02; Europa + 0,03 y Oceanía + 0,17, mientras que la única disminución se registra en América (- 0,17). Población mundial – Católicos Continentes Población Católicos Porcentaje África 943.743.000 (+ 16.865.000) 164.925.000 (+ 6.612.000) 17,48 % (+ 0,40) América 907.393.000 (+ 11.327.000) 568.570.000 (+ 5.535.000) 62,66 % (- 0,17) Asia 4.024.970.000 (+ 43.304.000) 120.894.000 (+ 2.428.000) 3,00 % (+ 0,02) Europa 706.798.000 (+ 2.246.000) 283.240.000 (+ 1.132.000) 40,07 % (+ 0,03) Oceanía 34.193.000 (+ 531.000) 9.027.000 (+ 199.000) 26,43 % (+ 0,17) Total 6.617.097.000 (+ 74.273.000) 1.146.656.000 (+ 15.906.000) 17,33% (+ 0,05) 46 La misión implica a todos, todo y siempre