4. El milagro eucarístico de Siena
El milagro eucarístico permanente de Siena
se manifiesta en la prodigiosa conservación
contra toda ley física, química o biológica de
223 hostias frágiles, consagradas el 14 de
agosto de 1730 en la basílica de San
Francisco de Siena y en la misma noche,
sacrílegamente profanadas por ladrones
desconocidos, ávidos del sagrado vaso de
plata que las guardaba.
Gracias a la diligentísima búsqueda realizada
por las autoridades religiosas y civiles, las
sagradas Partículas fueron encontradas,
casualmente, la mañana del 17 de agosto en
el vecino santuario de Santa María de
Provenzano, donde los sacrílegos ladrones las
habían echado dentro de una caja de
limosnas.
5. Caídas en medio del polvo, de las
telarañas y del dinero de la caja, fueron
piadosamente recogidas,
cuidadosamente examinadas y
debidamente identificadas. Tributado un
homenaje de adoración y reparación por
el pueblo, con una solemnísima
procesión, fueron llevadas a San
Francisco, en una apoteosis de cantos y
de oraciones.
Para satisfacer las demostraciones de fe
y de amor por parte de los fieles que
habían acompañado aquellas Partículas,
los religiosos Menores conventuales no
las consumieron. El tiempo pasaba, pero
en ellas no se apreciaba ningún signo de
alteración, como se hubiera podido
esperar. Evidentemente, en los designios
de la Providencia, aquella sacrílega
profanación debía quedar, a través de los
siglos, como un apologético testimonio
de la presencia real de Jesús en la
Santísima Eucaristía.
7. Así fue como Imelda pudo satisfacer pronto
sus ansias de unirse con Jesucristo. Sin
hacer caso de las advertencias de los
parientes, ni de ninguna consideración
humana, entró bien decidida y con el
corazón lleno de alegría, en el monasterio
dominico de Val di Pietra.
No había hecho aún la Primera Comunión,
pues los niños, en aquel tiempo, no eran
tan dichosos como ahora, cuando, por
voluntad de la Santa Iglesia, pueden
comulgar tan pronto. Por esta causa
suspiraba siempre por el día más feliz de su
vida, y era tan grande el concepto que
tenía de la Eucaristía, que no sabía
entender cómo era posible no morir de
amor al recibir el Pan de los Ángeles.
Reiteradamente había suplicado al
sacerdote que la dejase comulgar, pero no
obtuvo esta gracia; su edad lo impedía; era
demasiado pequeña.
8. En la Basílica de Santa Cristina de Bolsena se guardan con celo, desde hace siete
siglos, las reliquias menores del milagro de Bolsena una de las piedras sagradas
sobre las cuales se perciben todavía bien visibles grumos de la preciosa Sangre del
Redentor , que han alimentado la piedad de generaciones y generaciones de fieles.
El hecho eucarístico milagroso acaeció en 1263, en una región que fue testigo de las
vicisitudes del papado, y va vinculada al nombre de dos de los más poderosos
exponentes del pensamiento teológico: Tomás de Aquino y Juan Fidenza, más
conocido con el nombre de San Buenaventura.Un sacerdote de Praga, atormentado
por dudas acerca de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, mientras dividía
la Hostia santa en la celebración de la Misa, vio el corporal lleno de sangre que
brotaba de las sagradas especies. Asombrado y aturdido por tan gran prodigio, le
vino la duda de si había de terminar o seguir la Misa. n la esperanza de ocultar a los
presentes lo sucedido y con el deseo de pedir ayuda y explicación a la competente
autoridad, resolvió suspender la celebración de la Santa Misa, y, recogidas las
sagradas especies en paños sagrados, corrió a la sacristía, sin reparar que, en el
trayecto, algunas gotas de la preciosísima Sangre habían caído sobre el mármol del
pavimento.
9. Esto sucedía en la Basílica de Santa Cristina, sobre
el altar puesto bajo el baldaquino de mármol
lombardo.
Cuando acaecía este milagro, era Ministro
General de los Franciscanos Juan Fidenza,
conocido bajo el nombre de Buenaventura de
Bagnorea, ciudad natal del Santo, a pocos
kilómetros de Bolsena. Profundo conocedor de
los hombres y de los lugares, el Doctor Seráfico
fue encargado por el Papa Urbano IV de presidir
la comisión de teólogos instituida para controlar
la verdad de los hechos.
Realizado su cometido por la comisión, confirmó
la verdad del milagro, y el Papa ordenó a Jaime
Maltraga, Obispo de Bolsena, que le llevase a
Orvieto, donde tenía su residencia, el sagrado
corporal, el purificador y los linos manchados de
sangre. Acompañado el Papa de su corte, salió al
encuentro de las sagradas reliquias, y, en el
puente de Rivochiero, tomó entre sus manos el
sagrado depósito y lo llevó procesionalmente a
Orvieto.
El Papa Urbano IV instauró la fiesta del Corpus
Christi en 1264.
10.
11. Milagro Eucarístico de Buenos Aires
• En 1996 se produjo el llamado Milagro
Eucarístico de Buenos Aires, donde una
hostia se transformó en carne y sangre.
Informado el cardenal Bergoglio, Arzobispo
de Buenos Aires, ordenó tomar fotos
y una intensa investigación de laboratorio y
por el Dr. Castañón.
Los estudios mostraron que era una parte del
ventrículo izquierdo
del músculo del corazón, de una persona de
aproximadamente 30 años, sangre grupo AB
y que había sufrido mucho al morir, con
seguridad maltratado y golpeado. Los
científicos que hicieron el estudio no sabían
que era una hostia, se lo dijeron luego de los
análisis y quedaron asombrados, pues tiene
glóbulos rojos, glóbulos blancos, y células
palpitando y latiendo, al clavarle una jeringa
salía sangre.
• UNA HOSTIA CONSAGRADA SE CONVIERTE
EN CARNE Y SANGRE
• A las siete de la tarde el 18 de agosto de 1996, el
P. Alejandro Pezet decía la santa misa en una
iglesia católica en el centro comercial de Buenos
Aires. Cuando estaba terminando la distribución
de la Sagrada Comunión, una mujer se acercó
para decirle que había encontrado una hostia
descartada en un candelabro en la parte
posterior de la iglesia. Al ir al lugar indicado, el P.
Alejandro vio la hostia profanada. Puesto que él
era incapaz de consumirla, la colocó en un
recipiente con agua y lo guardó en el sagrario de
la capilla del Santísimo Sacramento.
El lunes, 26 de agosto, al abrir el sagrario, vio con
asombro que la hostia se había convertido en
una sustancia sanguinolenta. Informó
al cardenal Jorge Bergoglio, quien dio
instrucciones para que la hostia fuera
fotografiada de manera profesional.
Las fotos fueron tomadas el 6 de septiembre.
Muestran claramente que la hostia, que se había
convertido en un trozo de carne ensangrentada,
había aumentado considerablemente de
tamaño.