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NOMBRE: HILLARY JANETH OLIVARES 
HERNANDEZ. 
GRADO: 3.- SECCION: “A” 
MAESTRA: KARLA IRLANDA 
RODRIGUEZ. 
ESCUELA: RICARDO FLORES MAGON. 
FECHA DE ENTREGA: 8 DE DICIEMBRE 
DE 2014.
indice 
PROLOGO……………………………………………………….. 1 
DEDICATORIA…………………………………………………… 2 
LA RANITA QUE NO SABIA CANTAR………………………... 3 
JUAN Y LOS FRIJOLES MAGICOS…………………………… 5 
LOS MUSICOS DE BREMEN………………………………….. 10 
EL SASTRECILLO VALIENTE…………………………………. 13 
EL GANSO DE ORO…………………………………………….. 14 
HANSEL Y GRETEL…………………………………………….. 17 
EL ENANO SALTARIN………………………………………….. 19 
PETER PAN………………………………………………………. 21
1 
PROLOGO 
Muchas de las veces catalogamos la lectura como algo aburrido y en 
ocasiones llega a ser tan poco llamativa para nosotros que no nos interesamos 
en lo más mínimo por tomar un buen libro en nuestras manos y dejar volar 
nuestra imaginación con cada palabra que leemos. 
Es lamentablemente ver como estos pensamientos acerca de la lectura han 
sido transmitidos a las nuevas generaciones y como los niños cada vez se 
interesan menos en este tema. Es por ello que he decidido realizar una 
antología en la cual he recopilado diferentes cuentos infantiles, los cuales 
espero cambien el parecer de muchos niños y aun de nosotros cerca de la 
lectura y que nos ayuden a ver en ella una oportunidad de sumergirnos en 
mundos mágicos y sorprendentes donde todo es posible. 
Espero y este conjunto de cuentos sea de agrado tanto para pequeños como 
para grandes, y que juntos puedan pasar un rato agradable tomándole amor a 
la lectura.
2 
DEDICATORIA 
Esta antología está dedicada para todo aquella persona que tenga el gusto de 
leerla y tome su tiempo para hacerlo y para mi maestra de español Karla Irlanda 
Rodríguez, quien me instruyo mostrándome los pasos a seguir para realizar 
adecuadamente este proyecto.
3 
LA RANITA QUE NO SABIA 
CANTAR 
Erase una vez en un bosque muy lejano vivían tres ranitas 
pequeñitas. Eran hermanos, dos hermanas y nuestro 
protagonista el pequeño Croky. A él le gustaba mucho cantar, 
pero al contrario que sus hermanas que cantaban muy bien, 
Croky cuando cantaba parecía un globo deshinchándose. 
Su voz era fina y chillona. Por este motivo Croky se sentía muy desdichado. Era bastante infeliz, 
cuando oía cantar a sus dos hermanitas siempre pensaba que por qué él no lo podía hacer tan bien 
como ellas. Croky se esforzaba por intentarlo. Se adentraba en el bosque, donde nadie lo veía, y se 
ponía a cantar y cantar. Pero su voz siempre sonaba igual, por mucho que lo intentara. 
Un día mientras se esforzaba en lograrlo no vio, que cerca de él, detrás de unos arbustos se 
encontraba una anciana tortuga. Cuando terminó, como tantas veces, había sido desastroso. Esta 
vez no pudo resistir la desesperación y comenzó a llorar desconsoladamente. 
De pronto oyó un ruidito que hizo que se detuviera en seco, de detrás del ramaje vio salir a la 
anciana tortuga que se encaminó pausadamente hacia él. Al acercarse le 
preguntó: 
– ¿Qué te pasa pequeño? 
Croky se puso muy colorado y respondió: 
– Nada que estaba cantando, me ha dado un calambre y… no he podido resistir el dolor. 
– ¡Anda ven aquí, y hablemos un rato! Cuéntame la verdad, ¿qué tienes? Quizás yo pueda ayudarte. 
Croky obedeció, sentándose a su lado. 
– No creo que puedas ayudarme. Nadie puede, por desgracia me encanta cantar es lo que más me 
gusta en la vida. Pero no puedo, lo hago fatal, en cambio mis hermanitas cantan de maravilla. 
La tortuga al oír esto se quedó pensativa. Después dijo: 
– ¿Tú crees que tus hermanas cantan muy bien y que nunca lo podrás hacer como ellas? 
– Sí, por supuesto -respondió Croky. 
– Ya veo -dijo la tortuga- vamos a intentar algo.
Seguidamente se levantó, y con sus lentos andares hizo que Croky la acompañara. Lo llevó a una 
zona del bosque donde había una profunda gruta. Los dos se introdujeron en ella y la tortuga le dijo: 
– Yo me internaré en la cueva. Tú te quedarás aquí y con mi bastón te haré señales, cada vez que 
oigas un golpe, tendrás que ponerte a cantar. Ten en cuenta que cada vez yo iré adentrándome más 
y más en la gruta, lo que significa, que para oírte, tendrás que cantar tan fuerte como jamás hayas 
cantado y procurar vocalizar muy bien para que yo pueda entenderte. ¿Lo has comprendido? 
– Sí, sí -dijo Croky- pero lo veo bastante difícil. No sé si podré hacerlo, si mi voz será lo 
suficientemente potente. 
– Bueno es hora de comprobarlo. Yo tengo fe en ti y creo que una ranita con tanta fuerza de 
voluntad, tanto entusiasmo por algo y la ilusión que tú tienes por cantar, lo logrará. 
Dicho esto comenzó a andar. Introduciéndose en la cueva. Al poco rato Croky oyó un ruido y supo 
que era el golpe del bastón. Se puso inmediatamente a cantar, así continuó y continuó. Cada vez el 
golpe se oía más lejano, Croky sólo podía pensar en que la tortuga que había sido tan buena con él 
pudiera oírle. Por lo tanto se esforzó como nunca lo había hecho antes. 
Cantó alto muy alto, haciendo que su voz sonara limpia y clara. Y entonces sucedió, al principio no 
se dio cuenta de que aquella hermosa voz, potente y clarísima salía de su garganta. Pero al sentir 
que era él el que cantaba así, no se lo podía creer. Y cantó, y cantó tan alto y tan fuerte, que atrajo a 
todos los animalitos del bosque que lo escuchaban admirados. Pues nunca en sus vidas habían oído 
algo tan hermoso. 
Después de un buen rato cantando, la tortuga y nuestro amigo Croky salieron de la cueva. Lo que allí 
vieron los dejó admirados, sobre todo a Croky. Todo el bosque entero, estaba allí reunido, conejos, 
ciervos, aves, ardillas, tortugas… e incluso sus hermanitas aplaudían sin parar gritando: ¡¡bravo, 
bravo!! 
Croky se puso rojo como un tomate, mas su corazón quería estallar de felicidad, sus ojos se 
inundaron con lágrimas de emoción. Era el día más feliz de su corta vida. 
Cuando se recuperó un poco, se dirigió a la tortuga: 
- ¡Gracias, muchas gracias!, sin ti nunca lo hubiera conseguido. ¿Cómo lo has hecho? 
- No lo he hecho yo Croky -le respondió la tortuga- sino tú. Tú siempre has tenido esa hermosa voz 
dentro de ti, pero el temor y la falta de confianza la tenían atrapada muy adentro. Al no pensar nada 
más que en cantar ese temor se desvaneció, dejándola brotar. ¡Y ya basta de hablar y cántanos de 
nuevo!, que todos estamos impacientes por volver a oír tu melodiosa voz. 
Croky se encaminó hacia el claro, todos guardaron silencio y comenzó a cantar desde lo más 
profundo de su corazón. 
4 
FIN
5 
JUAN Y LOS FRIJOLES 
MAGICOS 
Erase una vez una pobre viuda sola con su hijo único, Juan. 
Eran tan pobres que solo tenían leche y pan para comer. Un día 
se vieron en la necesidad de vender la única vaca que tenían. 
Lleva la vaca al pueblo - dijo la madre a su hijo-, y trata de obtener un buen precio. 
-De acuerdo, madre- respondió Juan. 
El joven se dirigió hacia el pueblo para vender la vaca. Por el camino Juan encontró a un hombre con 
un traje remendado, una capa y un sombrero de punta adornado con una larga pluma verde. 
-¡Que hermosa vaca! -le dijo el extranjero. 
-Esta para la venta- respondió Juan. Te la compro respondió el extranjero. 
El hombre saltó de la rama en el que estaba sentado, abrió un séquito que tenia colgado al cuello y 
saco cinco secos de diferentes colores. Juan nunca había visto ese tipo de frijoles. 
-¿Frijoles?- pregunto Juan vacilante. 
-Son todavía mejores que el dinero- respondió el extranjero-. Estos no son frijoles comunes; son 
mágicos. 
Como Juan no desconfiaba de la gente, le creyó al extranjero y acepto los frijoles a cambio de la 
vaca. 
-¿En que estabas pensando Juan? -gritó la madre cuando su hijo le mostró los frijoles mágicos. 
¡Ahora no tenemos ni vaca ni dinero! ¡Qué tonto eres! 
De un gesto furioso, la pobre mujer lanzó los frijoles por la ventana y envío a Juan a la cama sin 
darle tan siquiera un trozo de pan. 
Avergonzado, Juan no lograba conciliar el sueño. "Tengo que encontrar una forma de recuperar la 
vaca", se dijo.
A la mañana siguiente, Juan corrió al jardín para buscar los frijoles mágicos. Cual no seria su 
sorpresa que al descubrir que durante la noche, los frijoles habían germinado y crecido tan alto que 
se perdían en las nubes. 
Me será muy fácil subir, pensó Juan, y decidió ir a ver donde conducía el tallo de los frijoles mágicos. 
Comenzó a subir hasta que al mirar hacia abajo, vio su casa tan pequeña como una casa de 
muñecas. 
Sin embargo por más que subía. No alcanzaba a ver el final de la planta de frijol. Pero como estaba 
decidido a llegar, continúo trepando sin atreverse a mirar abajo por temor a marearse. 
Juan llegó por fin a lo más alto de la planta y miro a través de una enorme nube y vio un país 
maravilloso. 
-¿Dónde estoy?- se preguntó. 
En eses momento un hada azul apareció delante de sus ojos. 
-¿Ves ese castillo? -le preguntó-. Antes perteneció a un valiente caballero. Pero una noche, mientras 
dormía, un ogro lo mato y se apodero del castillo. Por fortuna, la esposa del caballero y su hijo, que 
estaban ausentes en ese momento del drama pudieron salvarse. 
-Esa señora es tu madre Juan, y tú eres el heredero del castillo. 
-¿Mi padre era un caballero? -preguntó Juan con los ojos muy abiertos. 
-Sí, hijo mío - respondió el hada azul. Y ahora, es tiempo de que recuperes lo que te pertenece para 
que se lo des a tu madre. 
Diciendo esto el hada desapareció entre una nube. 
Qué extraño lugar -se decía Juan mientras se dirigía hacia el castillo. 
Cuando llego a la entrada tuvo mucho miedo. Las enormes puertas estaban abiertas y una tenue luz 
llegaba del interior. 
Juan sintió un olor de carne asada. "No debo tener miedo", se dijo Juan, y entro en punta de pies. 
Camino hasta un gran salón donde había una enorme mesa y un enorme sillón. Se disponía a dar 
otro paso cuando oyó otro ruido como un trueno y en ese momento el piso se puso a temblar como 
un barco mecido por la tempestad. Juan sintió tanto miedo, que corrió a esconderse. 
Era el ogro que llegaba. Era tan grande que su cabeza casi tocaba el techo. Tenía un aspecto cruel y 
malvado y cuando abrió la boca, Juan vio que tenia dientes afilados como cuchillas. 
-Grrr..., huelo a carne humana -gruñó el gigante 
6
-¡Imposible!- respondió su esposa desde la cocina -. El olor que te llega es el de tu comida. Siéntate 
y te la serviré -le dijo mientras colocaba sobre la mesa veinticinco pollos asados. 
El ogro comía con voracidad y bebía enormes cantidades de vino. Juan lo observaba por el ojo de la 
cerradura temblando de miedo. 
Saciado su apetito, el ogro, el ogro le pidió a su esposa que le llevara la gallina de los huevos de oro. 
La mujer regresó con una gallina parda que coloco sobre la mesa. 
-¡Pon!- le ordeno y la gallina puso inmediatamente un huevo de oro. El ogro soltó una risotada de 
satisfacción que hizo temblar todo el castillo. 
--Pon- grito nuevamente. Y la gallina puso otro huevo de oro. 
Al cabo de un rato, el ogro bajo la gallina al suelo y se quedo profundamente dormido. Juan, sin 
perder un segundo, cruzó de puntillas la habitación, se apodero de la gallina y salió huyendo. 
Después corrió hacia la mata de frijol y bajo por ella lo más rápido que pudo. 
-¡Mamá! ¡Mama!-. Mira esta gallina. ¡Es una gallina mágica! 
-Al fin podré preparar una deliciosa cena -exclamó la madre de Juan. 
- ¡Oh no, mama! No la puedes cocinar. ¡Pone huevos de oro! Dijo Juan mientras la colocaba sobre la 
mesa. 
La gallina puso inmediatamente un huevo de oro, Juan le contó a su madre la historia del ogro y del 
hada azul. Al oír esto, la mujer inclino la cabeza. 
-Es cierto hijo mío. Tu padre era un valiente caballero. 
-Entonces, voy a regresar a allá arriba -decidió Juan. 
Y antes que su madre tuviera tiempo de detenerlo, Juan comenzó a trepar nuevamente por la mata 
de frijol. 
Juan se encontró de nuevo en el castillo y corrió a esconderse. 
-Grrr... ¡Huelo a carne humana! Gritó el ogro- me encantan los niños asados -dijo a su esposa. 
-Pues bien tú no harás asar uno en esta casa -respondió la mujer-. No he visto a un niño aquí desde 
hace siglos. Debe ser el olor del cordero asado. Siéntate y te lo traeré inmediatamente. 
Juan vio como el ogro devoraba seis corderos. Cuando hubo terminado, pidió cuatro litros de vino 
que bebió en un santiamén. 
7
Una vez satisfecho su apetito, empezó a contar las monedas de oro que tenía en un saco. Este 
trabajo le tomo mucho tiempo porque no sabía contar muy bien. Juan vio otros sacos con monedas 
que estaban amontonados en el suelo. 
El ogro, muy cansado, instaló un arpa de oro frente a él. 
- Toca una canción de cuna- le ordenó. 
El arpa empezó a tocar la más hermosa melodía que Juan había escuchado en su vida. 
Cuando el ogro empezó a roncar, Juan salió con mucho cuidado de su escondite, agarró un saco 
con monedas de oro, el arpa y empezó a correr hacia la mata de frijol. 
Pero una sorpresa lo esperaba: el arpa comenzó a gritar: 
-¡Auxilio amo sálveme! 
-No grites por favor. No te haré ningún daño- le suplico Juan. 
Pero era demasiado tarde. El ogro se despertó, se levanto de su asiento y de un salto llego a la 
puerta. Al descubrir al ladronzuelo, grito tan fuerte que varios relámpagos rasgaron el cielo. 
Juan era muy ligero, pero el ogro con sus zancadas estaba cada vez más cerca y casi lo atrapa, pero 
por fortuna tropezó contra una piedra y cayó al suelo cuan largo era. 
Juan se precipito hacia la mata de frijol y comenzó a bajar apresuradamente por ella. Cuando llego a 
su jardín, alzo la vista y se dio cuenta que el ogro se disponía a bajar tras él. 
-¡Rápido madre! -gritó Juan- ¡Tráeme el hacha! 
Su madre corrió hacia él, con el hacha en la mano. En el preciso momento en que el ogro asió el 
tallo el corte certero de Juan lo hacía desplomar con el pesado ogro aferrado a él. 
--¡Apártate madre!- grito Juan. 
En cosa de segundos, el ogro cayó estrepitosamente al fondo de un barranco perdiendo la vida 
instantáneamente. Quedo en el aire una gran polvareda y el eco del último rugido del malvado. El 
larguísimo tallo parecía una enorme serpiente verde reposado en el suelo. 
Juan y su madre no se habían recuperado del susto, cuando apareció delante de ellos el hada azul. 
-Eres tan valiente como tu padre- le dijo- y mereces que se te devuelva tu castillo y sus riquezas. 
En ese momento el castillo se materializo en el mismo lugar donde antes se encontraba su choza. 
8
El arpa empezó a tocar complacida al reconocer el rostro de la madre de Juan. Los ojos de esta 
última se iluminaron de felicidad y hasta sus arrugas desaparecieron. Por primera vez en muchos 
años pudo sonreír. 
Gracias a las monedas y a los huevos de oro, Juan y su madre vivieron en abundancia. Para 
completar su felicidad, la hermosa arpa de oro lleno sus corazones de gozo. 
9 
FIN
10 
Los músicos de Bremen 
Había una vez un burro que trabajaba en una granja. 
Cuando el burro se hizo viejo, su amo decidió llevarlo al 
matadero. Pero el burro descubrió sus planes y escapó de la 
granja. 
¡Qué injusticia! He gastado toda mi vida y mis fuerzas al 
servicio del amo... ¡y mira cómo me lo agradece! -murmuraba 
el burro. 
Entonces, pensó ir a la ciudad de Bremen para hacerse músico de la banda municipal. 
Por el camino encontró a un perro de caza y le preguntó: 
-Amigo, ¿por qué corres con la lengua fuera? 
-Porque soy viejo y mi amo quiere matarme... 
El burro escuchó todas las desgracias del perro y dijo: 
-Compañero, vente conmigo a Bremen y nos haremos músicos de la banda municipal. Yo tocaré 
la guitarra y tú el tambor. 
Al cabo de un rato, el burro y el perro se encontraron con un gato. 
-Compañero, ¿por qué estás triste? -le preguntaron. 
-Como ya soy viejo, mi ama quería ahogarme. Por eso he escapado y ahora no sé cómo voy a 
ganarme la vida... 
-No te preocupes -le dijeron-; tu historia es igual que la nuestra. Ven con nosotros, nos haremos 
músicos. 
Un poco más adelante, el burro, el perro y el gato oyeron a un gallo que cantaba, parecía que se 
iba a romper la garganta. 
El gallo les dijo:
-¡Qué injusticia! Toda la vida he trabajado de despertador y mañana piensan echarme a la sopa... 
Ahora, canto hasta desgañitarme mientras puedo. 
Entonces, el burro le dijo: 
-¿No tienes cerebro debajo de esa cresta? Vente con nosotros a Bremen. Vamos a ser músicos de 
la banda municipal. 
Pero la ciudad de Bremen estaba lejos y la noche se les echó encima a medio camino. Los 
cuatro músicos decidieron pasar la noche junto a un árbol grueso. 
El burro y el perro se quedaron bajo el árbol, el gato trepó a una rama y el gallo se encaramó a la 
rama más alta. 
Desde aquella altura, el gallo gritó: 
-¡Se ve una luz a lo lejos...! 
-Vamos allá, compañeros -dijo el burro-; seguro que es mejor posada que ésta. 
Cuando llegaron a la casa, el burro se asomó a una ventana y dijo: 
-Hay un grupo de bandidos sentados a la mesa. Tienen preparada una cena fastuosa. 
El burro apoyó las patas delanteras en la ventana; el perro se puso encima del burro; el gato se 
encaramó sobre el perro y el gallo, sobre la cabeza del gato. 
A una señal, todos comenzaron su música: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba 
y el gallo cantaba. Y, a una señal, todos se echaron sobre la ventana. El cristal se rompió en mil 
pedazos y los bandidos gritaron asustados: 
-¡Fantasmas! ¡La casa está embrujada! 
Y todos huyeron aterrorizados al bosque. 
Entonces, los cuatro músicos de Bremen se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de todos 
los alimentos. Cuando terminaron de cenar, apagaron la luz y se acostaron. 
Cuando los bandidos se tranquilizaron, el capitán mandó a uno que fuera a la casa para espiar. 
El bandido entró sin hacer ruido; al fondo de la habitación brillaban los ojos del gato. El bandido 
pensó que era fuego y acercó una cerilla para encender una vela. 
Entonces, el gato se lanzó sobre él y le arañó la cara; en su huida tropezó con el perro y éste le 
mordió en una pierna; finalmente, el burro le atizó una coz tremenda. 
Cuando escapaba aterrorizado oyó cantar al gallo: 
11
-¡Quiquiriqui! 
El ladrón volvió junto a sus compañeros y les dijo: 
-En la casa hay una bruja horrible. Nada más entrar me arañó la cara. Luego, me agarró la pierna 
con unas tenazas y un monstruo negro y peludo me golpeó con una porra. Cuando escapaba, un 
fantasma gritó: «¡Traédmelo aquí!» 
A partir de aquel día, los bandidos no se atrevieron a volver a la casa y los cuatro músicos de 
Bremen se quedaron en ella para siempre. 
12 
FIN
13 
EL SASTRECILLO VALIENTE 
Había una vez un joven sastrecillo que vivía del trabajo que le 
daba la gente del pueblo. Una mañana, al disponerse a 
desayunar la mermelada que él mismo hacia, encontró en ella a 
un grupo de moscas que estaban dándose un buen festín. Muy 
enfadado, el sastrecillo cogió un trapo y de un solo golpe mató a 
siete. 
Para recordar su valentía se hizo un cinturón en el que leía: 
"yo maté a siete", y se echó a la calle para que todo el mundo conociera su hazaña. 
El primero que lo leyó fue un gigante que, impresionado por su valentía, le invito a dormir en la 
guarida de los gigantes. Pero allí uno de ellos intentó matarlo por envidia 
Nuestro héroe huyó y consiguió llegar hasta un castillo, donde el rey, informado de su valor, le 
mando llamar. 
Le pidió que matara a dos ogros que vivían en sus bosques, y a cambio le concedería la mano de su 
hija. 
-si he podido con siete, podré con dos, majestad -aseguró el sastrecillo. 
Y sin pensarlo más, se puso en camino. 
El valiente sastrecillo se subió a un árbol cercano a la guarida de los ogros y se dedicó a tirarles 
piedras. Los ogros, que dormían en ese momento, se echaron la culpa mutuamente y acabaron a 
palos. 
Pero el rey le pidió un par de servicios más: debería atrapar al unicornio que vivía en el bosque. para 
ello, el sastrecillo engaño al animal haciéndole embestir contra un árbol. así, su cuerno quedó 
clavado en la madera y nuestro amigo consiguió atraparlo. 
La última Azaña consistía en atrapar a un fiero jabalí. 
El valiente sastrecillo consiguió que el jabalí entrara en una capilla y allí pudo capturarlo. 
Ante la probada valentía del sastrecillo, el rey ya no tuvo más remedio que cumplir su promesa. 
La boda se celebró de inmediato y el sastrecillo fue el rey más valiente de la historia. 
FIN
14 
EL GANSO DE ORO 
Había un hombre que tenía tres hijos, el más joven fue llamado 
Dummling, y era despreciado, burlado, y dejado de lado en cada 
ocasión. 
Resultó un día que el mayor quiso entrar en el bosque para talar 
madera, y antes de que él se fuera, su madre le dio un hermoso 
pastel dulce y una botella de vino a fin de que no tuviera que 
sufrir de hambre o de sed. Cuando él entró en el bosque 
encontró a un pequeño anciano canoso que le deseó que tuviera 
un buen día, y quien además le dijo, 
-"Regálame un pedazo del pastel de tu bolsillo, y dame un sorbo de tu vino; tengo mucha hambre y 
sed."- 
Pero el prudente joven contestó, 
-"Si te doy mi pastel y vino, no tendré ninguno para mí; hazte a un lado,"- 
y dejó al hombrecito parado y continuó su camino. 
Pero cuando él comenzó a talar para bajar un árbol, no pasó mucho rato antes de que él diera un 
golpe falso, y el hacha lo hirió en el brazo, de modo que tuvo que regresar a casa y tener que 
vendarse. Y esto fue hecho por el pequeño hombre canoso. 
Después de eso, el segundo hijo también entró en el bosque, y su madre le dio, como al mayor, un 
pastel y una botella de vino. El pequeño y viejo hombre canoso lo encontró igualmente, y le pidió un 
pedazo de pastel y una bebida de vino. Pero el segundo hijo, también, dijo con mucha razón, 
-"Lo que le doy no será para mí; ¡estese lejos!"- y él dejó parado al hombre y continuó. Su castigo, 
sin embargo, no se retrasó; y en cuanto él había dado unos pocos golpes en el árbol, se golpeó en la 
pierna, de modo que tuvo que regresar a casa. 
Entonces Dummling dijo, 
"Padre, déjeme ir a mí a cortar la madera."- 
El padre contestó, 
-"Sus hermanos se han hecho daño con ello, olvídelo, usted no entiende nada sobre eso."- 
Pero Dummling pidió con tanta insistencia que por fin él dijo,
-"Vaya entonces. Se hará más sabio haciéndose daño."- 
Su madre le dio un pastel hecho sólo con agua y harina y horneado en las cenizas, y con una botella 
de cerveza ácida. Cuando él llegó al bosque, el pequeño viejo hombre canoso lo encontró 
igualmente, y después de su saludo le dijo, 
-"Deme un pedazo de su pastel y una bebida de su botella; tengo tanta hambre y tengo mucha sed."- 
Dummling contestó, 
-"Tengo un pastel de sólo harina horneado en ceniza y cerveza ácida; si esto le complace, nos 
sentaremos y comeremos."- 
Entonces se sentaron, y cuando Dummling sacó su pastel de harina, ahora era un pastel dulce muy 
delicioso, y la cerveza ácida se había transformado en el más fino vino. Y comieron y bebieron, y 
después el pequeño hombre dijo, 
-"Ya que usted tiene un corazón bueno, y acepta compartir lo que tiene, le daré la buena suerte. Allí 
tiene un viejo árbol, córtelo, y usted encontrará algo en las raíces."- 
Entonces el pequeño hombre se despidió de él. 
Dummling fue y redujo el árbol, y cuando cayó había un ganso sentado en las raíces con plumas de 
oro puro. Lo levantó, y lo llevó con él, y fue a una posada donde pensó que se quedaría la noche. 
Ahora bien, el anfitrión tenía tres hijas, que vieron al ganso y estaban curiosas por saber que tan 
maravillosa ave podría ser, y les habría gustado también tener una de sus plumas de oro. 
La mayor pensó, 
-"Encontraré pronto una oportunidad de sacar una pluma,"- 
y tan pronto como Dummling había salido, agarró al ganso por el ala, pero su dedo y mano se 
quedaron fuertemente pegadas en ella. La segunda llegó casi de inmediato, pensando sólo en como 
ella podría conseguir una pluma, pero no había más que tocado apenas a su hermana cuando quedó 
fuertemente pegada. Por fin la tercera también vino con intención parecida, y las hermanas gritaron, 
-"Quédate lejos; ¡por tu bien, mantente lejos!"- 
Pero ella no entendió por qué debía de alejarse. 
-"Las otras ya están allí,"- pensó ella, -"yo puedo estar también allí también,"- 
y corrió hacia ellas; pero tan pronto como había tocado a su hermana, ella también quedó pegada. Y 
no les quedó más que pasar la noche junto al ganso. A la mañana siguiente Dummling tomó al ganso 
bajo su brazo y salió, sin preocuparse sobre las tres muchachas que colgaban de él. Ellas fueron 
obligadas a seguir tras él continuamente, ya fuera a la izquierda, ya fuera a la derecha, o a como él 
decidiera ir. 
15
En medio de los campos el cura los encontró, y cuándo él vio la procesión dijo, "Qué vergüenza, 
ustedes muchachas inútiles, ¿por qué van por los campos detrás de este hombre joven? ¿es eso 
correcto?"- 
Al mismo tiempo él agarró a la más joven de la mano a fin de separarla, pero tan pronto como él la 
tocó, igualmente se pegó rápido, y fue obligado a correr detrás en la fila. Al poco rato llegó el 
sacristán y vio a su maestro, el cura, que corría detrás de tres muchachas. Él quedó sorprendido de 
aquello y dijo, 
-"Hola, su reverencia, ¿hacia dónde van tan rápidamente? ¡no olvide que tenemos un bautizo hoy!"- 
y persiguiéndolo lo tomó por la manga, pero también quedó pegado inmediatamente. Mientras los 
cinco trotaban así uno detrás del otro, dos peones vinieron con sus azadas desde los campos; el 
cura los llamó y les pidió que los despegaran a él y al sacristán. Pero ellos apenas habían tocado al 
sacristán cuando también quedaron rápidamente pegados, y ahora eran siete corriendo detrás de 
Dummling y el ganso. 
Pronto llegaron a una ciudad, donde el rey que gobernaba tenía una hija que era tan seria que nadie 
podìa hacerla reír. Para ese entonces él había firmado un decreto diciendo que quienquiera que 
fuera capaz de hacerla reír debería casarse con ella. Cuando Dummling oyó acerca de eso, fue con 
su ganso y todo su tren de seguidores ante la hija del Rey, y tan pronto como ella vio a las siete 
personas correr sin cesar, uno detrás del otro, de aquí para allá, ella comenzó a reír completamente 
en voz alta, y como si nunca acabaría de hacerlo. 
Con eso Dummling pidió tenerla como su esposa, y la boda fue celebrada. Después de la muerte del 
Rey, Dummling heredó el reino y vivió en adelante siempre felizmente con su esposa. 
16 
FIN
17 
HANSEL Y GRETEL 
Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre leñador, y su cruel 
madrastra, muy cerca de un espeso bosque. Vivían con 
muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder 
comer los cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de 
darle una buena solución. 
Una noche, creyendo que los niños estaban dormidos, la cruel 
madrastra dijo al leñador: 
-No hay bastante comida para todos: mañana llevaremos a los niños a la parte más espesa del 
bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán encontrar el camino a casa y así nos desprenderemos 
de esa carga. 
Al principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la malvada mujer. 
-¿Cómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de Dios, quizás sean atacados por los animales 
del bosque? -gritó enojado. 
-De cualquier manera, así moriremos todos de hambre -dijo la madrastra y no descansó hasta 
convencer al débil hombre de llevar adelante el malévolo plan que se había trazado. 
Mientras tanto los niños, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la conversación. 
Gretel lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba. 
-No llores, querida hermanita -decía él-, yo tengo una idea para encontrar el camino de regreso a 
casa. 
A la mañana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra les dio a cada uno de los niños 
un pedazo de pan. 
-No deben comer este pan antes del almuerzo -les dijo-. Eso es todo lo que tendrán para el día. 
El dominado y débil padre y la madrastra los acompañaron a adentrarse en el bosque. Cuando 
penetraron en la espesura, los niños se quedaron atrás, y Hansel, haciendo migas de su pan, las fue 
dejando caer con disimulo para tener señales que les permitieran luego regresar a casa. 
Los padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron: 
-Quédense aquí hasta que vengamos a buscarlos. 
Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres habían ordenado, pues creyeron que cambiarían de 
opinión y volverían por ellos. Pero cuando se acercaba la noche y los niños vieron que sus padres no 
aparecían, trataron de encontrar el camino de regreso. Desgraciadamente, los pájaros se habían 
comido las migas que marcaban el camino. Toda la noche anduvieron por el bosque con mucho
temor observando las miradas, observando el brillo de los ojos de las fieras, y a cada paso se 
perdían más en aquella espesura. 
Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los niños vieron un pájaro blanco que volaba 
frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en señal amistosa. Siguiendo el 
vuelo de aquel pájaro encontraron una casita construida toda de panes, dulces, bombones y otras 
confituras muy sabrosas. 
Los niños, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que pudieran dar un 
mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los detuvo. 
La casa estaba hecha para atraer a los niños y cuando éstos se encontraban en su poder, la bruja 
los mataba y los cocinaba para comérselos. 
Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerró en una jaula y allí lo alimentaba con ricos y 
sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras tanto, Gretel tenía que hacer los trabajos más 
pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para comer. 
Un día, la bruja decidió que Hansel estaba ya listo para ser comido y ordenó a Gretel que preparara 
una enorme cacerola de agua para cocinarlo. 
-Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que yo prendí para hacer pan. Entra tú primero, Gretel, 
y fíjate si está bien caliente como para hornear. 
En realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Gretel estuviera dentro para 
cocinarla a ella también. Pero Gretel hizo como que no entendía lo que la bruja decía. 
-Yo no sé. ¿Cómo entro? -preguntó Gretel. 
-Tonta -dijo la bruja-, mira cómo se hace -y la bruja metió la cabeza dentro del horno. 
Rápidamente Gretel la empujó dentro del horno y cerró la puerta. 
Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los dos niños se llenaron los bolsillos de perlas y 
piedras preciosas del tesoro de la bruja. 
Los niños huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que parecía imposible de 
atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadeciéndose de ellos y les ofreció pasarlos a la otra 
orilla. Con gran alegría los niños encontraron a su padre allí. Éste había sufrido mucho durante la 
ausencia de los niños y los había buscado por todas partes, e incluso les contó acerca de la muerte 
de la cruel madrastra. 
Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los niños se arrojaron en sus brazos. Así juntos 
olvidaron todos los malos momentos que habían pasado y supieron que lo más importante en la vida 
es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendo felices y ricos para siempre. 
18 
FIN
19 
EL ENANO SALTARÍN 
Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por 
sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un 
molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el 
molinero mintió para darse importancia: "Además de bonita, es 
capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca." El 
rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, 
no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio. 
Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de 
paja, donde había también una rueca: "Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la 
verdad y convertir esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada." 
La pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció 
hilar la paja en oro a cambio de su collar. La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas, 
el enano hilaba la paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni una 
brizna de paja y la habitación refulgía por el oro. 
Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: "Veremos si puedes hacer lo mismo en 
esta habitación." Y le señaló una estancia más grande y más repleta de paja que la del día anterior. 
La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, 
apareció el enano saltarín: "¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro?" preguntó al hacerse 
visible. "Sólo tengo esta sortija." Dijo la doncella tendiéndole el anillo. "Empecemos pues," respondió 
el enano. Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado. Pero la codicia del rey no tenía 
fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: "Repetirás la hazaña una vez 
más, si lo consigues, te haré mi esposa." Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero, 
nunca encontraría mujer con dote mejor. Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo apareció el 
grotesco enano: "¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema?" Preguntó, saltando, a la 
chica. "No tengo más joyas que ofrecerte," y pensando que esta vez estaba perdida, gimió 
desconsolada. "Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo," demandó el enanillo. Aceptó la 
muchacha: "Quién sabe cómo irán las cosas en el futuro." - "Dijo para sus adentros." Y como ya 
había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba. 
Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba 
contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de los esponsales. 
Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había 
olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente 
cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa. 
"Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras." ¿Cómo puedes 
comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo," exigió el desaliñado enano. Pero 
tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: "Tienes tres días para averiguar cuál es mi
nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño. Por más que pensó y se devanó los sesos la 
molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta. 
Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del 
mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta 
de una pequeña cabaña cantando: 
"Hoy tomo vino, 
y mañana cerveza, 
después al niño sin falta traerán. 
Nunca, se rompan o no la cabeza, 
el nombre Rumpelstiltskin adivinarán!" 
Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: 
"¡Te llamas Rumpelstiltskin!" 
"¡No puede ser!" gritó él, "¡no lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo!" Y tanto y tan grande fue su 
enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando 
intentó sacarla, el enano se partió por la mitad. 
20 
FIN
21 
Peter pan 
Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivían en las 
afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus 
hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les 
contaba a sus hermanos las aventuras de Peter. 
Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita 
moverse por la habitación. 
Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y 
el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con 
Campanilla al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños 
Perdidos... 
- Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar. 
Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: 
- Es el barco del Capitán Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la 
mano y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac! 
Campanilla se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, 
adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se 
acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había 
penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe. 
Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del 
propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían 
tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron 
prisioneros a Wendy, a Michael y a John. 
Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Garfio decidió envenenarle, contando para ello con 
la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy. 
Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de 
un poderosísimo veneno. 
Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que 
había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas 
del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía 
salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como, 
gracias a los niños, Campanilla se salvó.
Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser 
lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando 
de repente, oyeron una voz: 
- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo! 
Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos 
una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste 
se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó 
al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al Capitán Garfio nadando 
desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo. 
El resto de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un 
saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños. 
Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó convencer a sus amigos para que se quedaran con él 
en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, 
así que Peter les llevó de nuevo a su casa. 
- ¡Quédate con nosotros! -pidieron los niños. 
- ¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, 
no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos. 
- ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós. 
22 
FIN

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  • 1. NOMBRE: HILLARY JANETH OLIVARES HERNANDEZ. GRADO: 3.- SECCION: “A” MAESTRA: KARLA IRLANDA RODRIGUEZ. ESCUELA: RICARDO FLORES MAGON. FECHA DE ENTREGA: 8 DE DICIEMBRE DE 2014.
  • 2. indice PROLOGO……………………………………………………….. 1 DEDICATORIA…………………………………………………… 2 LA RANITA QUE NO SABIA CANTAR………………………... 3 JUAN Y LOS FRIJOLES MAGICOS…………………………… 5 LOS MUSICOS DE BREMEN………………………………….. 10 EL SASTRECILLO VALIENTE…………………………………. 13 EL GANSO DE ORO…………………………………………….. 14 HANSEL Y GRETEL…………………………………………….. 17 EL ENANO SALTARIN………………………………………….. 19 PETER PAN………………………………………………………. 21
  • 3. 1 PROLOGO Muchas de las veces catalogamos la lectura como algo aburrido y en ocasiones llega a ser tan poco llamativa para nosotros que no nos interesamos en lo más mínimo por tomar un buen libro en nuestras manos y dejar volar nuestra imaginación con cada palabra que leemos. Es lamentablemente ver como estos pensamientos acerca de la lectura han sido transmitidos a las nuevas generaciones y como los niños cada vez se interesan menos en este tema. Es por ello que he decidido realizar una antología en la cual he recopilado diferentes cuentos infantiles, los cuales espero cambien el parecer de muchos niños y aun de nosotros cerca de la lectura y que nos ayuden a ver en ella una oportunidad de sumergirnos en mundos mágicos y sorprendentes donde todo es posible. Espero y este conjunto de cuentos sea de agrado tanto para pequeños como para grandes, y que juntos puedan pasar un rato agradable tomándole amor a la lectura.
  • 4. 2 DEDICATORIA Esta antología está dedicada para todo aquella persona que tenga el gusto de leerla y tome su tiempo para hacerlo y para mi maestra de español Karla Irlanda Rodríguez, quien me instruyo mostrándome los pasos a seguir para realizar adecuadamente este proyecto.
  • 5. 3 LA RANITA QUE NO SABIA CANTAR Erase una vez en un bosque muy lejano vivían tres ranitas pequeñitas. Eran hermanos, dos hermanas y nuestro protagonista el pequeño Croky. A él le gustaba mucho cantar, pero al contrario que sus hermanas que cantaban muy bien, Croky cuando cantaba parecía un globo deshinchándose. Su voz era fina y chillona. Por este motivo Croky se sentía muy desdichado. Era bastante infeliz, cuando oía cantar a sus dos hermanitas siempre pensaba que por qué él no lo podía hacer tan bien como ellas. Croky se esforzaba por intentarlo. Se adentraba en el bosque, donde nadie lo veía, y se ponía a cantar y cantar. Pero su voz siempre sonaba igual, por mucho que lo intentara. Un día mientras se esforzaba en lograrlo no vio, que cerca de él, detrás de unos arbustos se encontraba una anciana tortuga. Cuando terminó, como tantas veces, había sido desastroso. Esta vez no pudo resistir la desesperación y comenzó a llorar desconsoladamente. De pronto oyó un ruidito que hizo que se detuviera en seco, de detrás del ramaje vio salir a la anciana tortuga que se encaminó pausadamente hacia él. Al acercarse le preguntó: – ¿Qué te pasa pequeño? Croky se puso muy colorado y respondió: – Nada que estaba cantando, me ha dado un calambre y… no he podido resistir el dolor. – ¡Anda ven aquí, y hablemos un rato! Cuéntame la verdad, ¿qué tienes? Quizás yo pueda ayudarte. Croky obedeció, sentándose a su lado. – No creo que puedas ayudarme. Nadie puede, por desgracia me encanta cantar es lo que más me gusta en la vida. Pero no puedo, lo hago fatal, en cambio mis hermanitas cantan de maravilla. La tortuga al oír esto se quedó pensativa. Después dijo: – ¿Tú crees que tus hermanas cantan muy bien y que nunca lo podrás hacer como ellas? – Sí, por supuesto -respondió Croky. – Ya veo -dijo la tortuga- vamos a intentar algo.
  • 6. Seguidamente se levantó, y con sus lentos andares hizo que Croky la acompañara. Lo llevó a una zona del bosque donde había una profunda gruta. Los dos se introdujeron en ella y la tortuga le dijo: – Yo me internaré en la cueva. Tú te quedarás aquí y con mi bastón te haré señales, cada vez que oigas un golpe, tendrás que ponerte a cantar. Ten en cuenta que cada vez yo iré adentrándome más y más en la gruta, lo que significa, que para oírte, tendrás que cantar tan fuerte como jamás hayas cantado y procurar vocalizar muy bien para que yo pueda entenderte. ¿Lo has comprendido? – Sí, sí -dijo Croky- pero lo veo bastante difícil. No sé si podré hacerlo, si mi voz será lo suficientemente potente. – Bueno es hora de comprobarlo. Yo tengo fe en ti y creo que una ranita con tanta fuerza de voluntad, tanto entusiasmo por algo y la ilusión que tú tienes por cantar, lo logrará. Dicho esto comenzó a andar. Introduciéndose en la cueva. Al poco rato Croky oyó un ruido y supo que era el golpe del bastón. Se puso inmediatamente a cantar, así continuó y continuó. Cada vez el golpe se oía más lejano, Croky sólo podía pensar en que la tortuga que había sido tan buena con él pudiera oírle. Por lo tanto se esforzó como nunca lo había hecho antes. Cantó alto muy alto, haciendo que su voz sonara limpia y clara. Y entonces sucedió, al principio no se dio cuenta de que aquella hermosa voz, potente y clarísima salía de su garganta. Pero al sentir que era él el que cantaba así, no se lo podía creer. Y cantó, y cantó tan alto y tan fuerte, que atrajo a todos los animalitos del bosque que lo escuchaban admirados. Pues nunca en sus vidas habían oído algo tan hermoso. Después de un buen rato cantando, la tortuga y nuestro amigo Croky salieron de la cueva. Lo que allí vieron los dejó admirados, sobre todo a Croky. Todo el bosque entero, estaba allí reunido, conejos, ciervos, aves, ardillas, tortugas… e incluso sus hermanitas aplaudían sin parar gritando: ¡¡bravo, bravo!! Croky se puso rojo como un tomate, mas su corazón quería estallar de felicidad, sus ojos se inundaron con lágrimas de emoción. Era el día más feliz de su corta vida. Cuando se recuperó un poco, se dirigió a la tortuga: - ¡Gracias, muchas gracias!, sin ti nunca lo hubiera conseguido. ¿Cómo lo has hecho? - No lo he hecho yo Croky -le respondió la tortuga- sino tú. Tú siempre has tenido esa hermosa voz dentro de ti, pero el temor y la falta de confianza la tenían atrapada muy adentro. Al no pensar nada más que en cantar ese temor se desvaneció, dejándola brotar. ¡Y ya basta de hablar y cántanos de nuevo!, que todos estamos impacientes por volver a oír tu melodiosa voz. Croky se encaminó hacia el claro, todos guardaron silencio y comenzó a cantar desde lo más profundo de su corazón. 4 FIN
  • 7. 5 JUAN Y LOS FRIJOLES MAGICOS Erase una vez una pobre viuda sola con su hijo único, Juan. Eran tan pobres que solo tenían leche y pan para comer. Un día se vieron en la necesidad de vender la única vaca que tenían. Lleva la vaca al pueblo - dijo la madre a su hijo-, y trata de obtener un buen precio. -De acuerdo, madre- respondió Juan. El joven se dirigió hacia el pueblo para vender la vaca. Por el camino Juan encontró a un hombre con un traje remendado, una capa y un sombrero de punta adornado con una larga pluma verde. -¡Que hermosa vaca! -le dijo el extranjero. -Esta para la venta- respondió Juan. Te la compro respondió el extranjero. El hombre saltó de la rama en el que estaba sentado, abrió un séquito que tenia colgado al cuello y saco cinco secos de diferentes colores. Juan nunca había visto ese tipo de frijoles. -¿Frijoles?- pregunto Juan vacilante. -Son todavía mejores que el dinero- respondió el extranjero-. Estos no son frijoles comunes; son mágicos. Como Juan no desconfiaba de la gente, le creyó al extranjero y acepto los frijoles a cambio de la vaca. -¿En que estabas pensando Juan? -gritó la madre cuando su hijo le mostró los frijoles mágicos. ¡Ahora no tenemos ni vaca ni dinero! ¡Qué tonto eres! De un gesto furioso, la pobre mujer lanzó los frijoles por la ventana y envío a Juan a la cama sin darle tan siquiera un trozo de pan. Avergonzado, Juan no lograba conciliar el sueño. "Tengo que encontrar una forma de recuperar la vaca", se dijo.
  • 8. A la mañana siguiente, Juan corrió al jardín para buscar los frijoles mágicos. Cual no seria su sorpresa que al descubrir que durante la noche, los frijoles habían germinado y crecido tan alto que se perdían en las nubes. Me será muy fácil subir, pensó Juan, y decidió ir a ver donde conducía el tallo de los frijoles mágicos. Comenzó a subir hasta que al mirar hacia abajo, vio su casa tan pequeña como una casa de muñecas. Sin embargo por más que subía. No alcanzaba a ver el final de la planta de frijol. Pero como estaba decidido a llegar, continúo trepando sin atreverse a mirar abajo por temor a marearse. Juan llegó por fin a lo más alto de la planta y miro a través de una enorme nube y vio un país maravilloso. -¿Dónde estoy?- se preguntó. En eses momento un hada azul apareció delante de sus ojos. -¿Ves ese castillo? -le preguntó-. Antes perteneció a un valiente caballero. Pero una noche, mientras dormía, un ogro lo mato y se apodero del castillo. Por fortuna, la esposa del caballero y su hijo, que estaban ausentes en ese momento del drama pudieron salvarse. -Esa señora es tu madre Juan, y tú eres el heredero del castillo. -¿Mi padre era un caballero? -preguntó Juan con los ojos muy abiertos. -Sí, hijo mío - respondió el hada azul. Y ahora, es tiempo de que recuperes lo que te pertenece para que se lo des a tu madre. Diciendo esto el hada desapareció entre una nube. Qué extraño lugar -se decía Juan mientras se dirigía hacia el castillo. Cuando llego a la entrada tuvo mucho miedo. Las enormes puertas estaban abiertas y una tenue luz llegaba del interior. Juan sintió un olor de carne asada. "No debo tener miedo", se dijo Juan, y entro en punta de pies. Camino hasta un gran salón donde había una enorme mesa y un enorme sillón. Se disponía a dar otro paso cuando oyó otro ruido como un trueno y en ese momento el piso se puso a temblar como un barco mecido por la tempestad. Juan sintió tanto miedo, que corrió a esconderse. Era el ogro que llegaba. Era tan grande que su cabeza casi tocaba el techo. Tenía un aspecto cruel y malvado y cuando abrió la boca, Juan vio que tenia dientes afilados como cuchillas. -Grrr..., huelo a carne humana -gruñó el gigante 6
  • 9. -¡Imposible!- respondió su esposa desde la cocina -. El olor que te llega es el de tu comida. Siéntate y te la serviré -le dijo mientras colocaba sobre la mesa veinticinco pollos asados. El ogro comía con voracidad y bebía enormes cantidades de vino. Juan lo observaba por el ojo de la cerradura temblando de miedo. Saciado su apetito, el ogro, el ogro le pidió a su esposa que le llevara la gallina de los huevos de oro. La mujer regresó con una gallina parda que coloco sobre la mesa. -¡Pon!- le ordeno y la gallina puso inmediatamente un huevo de oro. El ogro soltó una risotada de satisfacción que hizo temblar todo el castillo. --Pon- grito nuevamente. Y la gallina puso otro huevo de oro. Al cabo de un rato, el ogro bajo la gallina al suelo y se quedo profundamente dormido. Juan, sin perder un segundo, cruzó de puntillas la habitación, se apodero de la gallina y salió huyendo. Después corrió hacia la mata de frijol y bajo por ella lo más rápido que pudo. -¡Mamá! ¡Mama!-. Mira esta gallina. ¡Es una gallina mágica! -Al fin podré preparar una deliciosa cena -exclamó la madre de Juan. - ¡Oh no, mama! No la puedes cocinar. ¡Pone huevos de oro! Dijo Juan mientras la colocaba sobre la mesa. La gallina puso inmediatamente un huevo de oro, Juan le contó a su madre la historia del ogro y del hada azul. Al oír esto, la mujer inclino la cabeza. -Es cierto hijo mío. Tu padre era un valiente caballero. -Entonces, voy a regresar a allá arriba -decidió Juan. Y antes que su madre tuviera tiempo de detenerlo, Juan comenzó a trepar nuevamente por la mata de frijol. Juan se encontró de nuevo en el castillo y corrió a esconderse. -Grrr... ¡Huelo a carne humana! Gritó el ogro- me encantan los niños asados -dijo a su esposa. -Pues bien tú no harás asar uno en esta casa -respondió la mujer-. No he visto a un niño aquí desde hace siglos. Debe ser el olor del cordero asado. Siéntate y te lo traeré inmediatamente. Juan vio como el ogro devoraba seis corderos. Cuando hubo terminado, pidió cuatro litros de vino que bebió en un santiamén. 7
  • 10. Una vez satisfecho su apetito, empezó a contar las monedas de oro que tenía en un saco. Este trabajo le tomo mucho tiempo porque no sabía contar muy bien. Juan vio otros sacos con monedas que estaban amontonados en el suelo. El ogro, muy cansado, instaló un arpa de oro frente a él. - Toca una canción de cuna- le ordenó. El arpa empezó a tocar la más hermosa melodía que Juan había escuchado en su vida. Cuando el ogro empezó a roncar, Juan salió con mucho cuidado de su escondite, agarró un saco con monedas de oro, el arpa y empezó a correr hacia la mata de frijol. Pero una sorpresa lo esperaba: el arpa comenzó a gritar: -¡Auxilio amo sálveme! -No grites por favor. No te haré ningún daño- le suplico Juan. Pero era demasiado tarde. El ogro se despertó, se levanto de su asiento y de un salto llego a la puerta. Al descubrir al ladronzuelo, grito tan fuerte que varios relámpagos rasgaron el cielo. Juan era muy ligero, pero el ogro con sus zancadas estaba cada vez más cerca y casi lo atrapa, pero por fortuna tropezó contra una piedra y cayó al suelo cuan largo era. Juan se precipito hacia la mata de frijol y comenzó a bajar apresuradamente por ella. Cuando llego a su jardín, alzo la vista y se dio cuenta que el ogro se disponía a bajar tras él. -¡Rápido madre! -gritó Juan- ¡Tráeme el hacha! Su madre corrió hacia él, con el hacha en la mano. En el preciso momento en que el ogro asió el tallo el corte certero de Juan lo hacía desplomar con el pesado ogro aferrado a él. --¡Apártate madre!- grito Juan. En cosa de segundos, el ogro cayó estrepitosamente al fondo de un barranco perdiendo la vida instantáneamente. Quedo en el aire una gran polvareda y el eco del último rugido del malvado. El larguísimo tallo parecía una enorme serpiente verde reposado en el suelo. Juan y su madre no se habían recuperado del susto, cuando apareció delante de ellos el hada azul. -Eres tan valiente como tu padre- le dijo- y mereces que se te devuelva tu castillo y sus riquezas. En ese momento el castillo se materializo en el mismo lugar donde antes se encontraba su choza. 8
  • 11. El arpa empezó a tocar complacida al reconocer el rostro de la madre de Juan. Los ojos de esta última se iluminaron de felicidad y hasta sus arrugas desaparecieron. Por primera vez en muchos años pudo sonreír. Gracias a las monedas y a los huevos de oro, Juan y su madre vivieron en abundancia. Para completar su felicidad, la hermosa arpa de oro lleno sus corazones de gozo. 9 FIN
  • 12. 10 Los músicos de Bremen Había una vez un burro que trabajaba en una granja. Cuando el burro se hizo viejo, su amo decidió llevarlo al matadero. Pero el burro descubrió sus planes y escapó de la granja. ¡Qué injusticia! He gastado toda mi vida y mis fuerzas al servicio del amo... ¡y mira cómo me lo agradece! -murmuraba el burro. Entonces, pensó ir a la ciudad de Bremen para hacerse músico de la banda municipal. Por el camino encontró a un perro de caza y le preguntó: -Amigo, ¿por qué corres con la lengua fuera? -Porque soy viejo y mi amo quiere matarme... El burro escuchó todas las desgracias del perro y dijo: -Compañero, vente conmigo a Bremen y nos haremos músicos de la banda municipal. Yo tocaré la guitarra y tú el tambor. Al cabo de un rato, el burro y el perro se encontraron con un gato. -Compañero, ¿por qué estás triste? -le preguntaron. -Como ya soy viejo, mi ama quería ahogarme. Por eso he escapado y ahora no sé cómo voy a ganarme la vida... -No te preocupes -le dijeron-; tu historia es igual que la nuestra. Ven con nosotros, nos haremos músicos. Un poco más adelante, el burro, el perro y el gato oyeron a un gallo que cantaba, parecía que se iba a romper la garganta. El gallo les dijo:
  • 13. -¡Qué injusticia! Toda la vida he trabajado de despertador y mañana piensan echarme a la sopa... Ahora, canto hasta desgañitarme mientras puedo. Entonces, el burro le dijo: -¿No tienes cerebro debajo de esa cresta? Vente con nosotros a Bremen. Vamos a ser músicos de la banda municipal. Pero la ciudad de Bremen estaba lejos y la noche se les echó encima a medio camino. Los cuatro músicos decidieron pasar la noche junto a un árbol grueso. El burro y el perro se quedaron bajo el árbol, el gato trepó a una rama y el gallo se encaramó a la rama más alta. Desde aquella altura, el gallo gritó: -¡Se ve una luz a lo lejos...! -Vamos allá, compañeros -dijo el burro-; seguro que es mejor posada que ésta. Cuando llegaron a la casa, el burro se asomó a una ventana y dijo: -Hay un grupo de bandidos sentados a la mesa. Tienen preparada una cena fastuosa. El burro apoyó las patas delanteras en la ventana; el perro se puso encima del burro; el gato se encaramó sobre el perro y el gallo, sobre la cabeza del gato. A una señal, todos comenzaron su música: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cantaba. Y, a una señal, todos se echaron sobre la ventana. El cristal se rompió en mil pedazos y los bandidos gritaron asustados: -¡Fantasmas! ¡La casa está embrujada! Y todos huyeron aterrorizados al bosque. Entonces, los cuatro músicos de Bremen se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de todos los alimentos. Cuando terminaron de cenar, apagaron la luz y se acostaron. Cuando los bandidos se tranquilizaron, el capitán mandó a uno que fuera a la casa para espiar. El bandido entró sin hacer ruido; al fondo de la habitación brillaban los ojos del gato. El bandido pensó que era fuego y acercó una cerilla para encender una vela. Entonces, el gato se lanzó sobre él y le arañó la cara; en su huida tropezó con el perro y éste le mordió en una pierna; finalmente, el burro le atizó una coz tremenda. Cuando escapaba aterrorizado oyó cantar al gallo: 11
  • 14. -¡Quiquiriqui! El ladrón volvió junto a sus compañeros y les dijo: -En la casa hay una bruja horrible. Nada más entrar me arañó la cara. Luego, me agarró la pierna con unas tenazas y un monstruo negro y peludo me golpeó con una porra. Cuando escapaba, un fantasma gritó: «¡Traédmelo aquí!» A partir de aquel día, los bandidos no se atrevieron a volver a la casa y los cuatro músicos de Bremen se quedaron en ella para siempre. 12 FIN
  • 15. 13 EL SASTRECILLO VALIENTE Había una vez un joven sastrecillo que vivía del trabajo que le daba la gente del pueblo. Una mañana, al disponerse a desayunar la mermelada que él mismo hacia, encontró en ella a un grupo de moscas que estaban dándose un buen festín. Muy enfadado, el sastrecillo cogió un trapo y de un solo golpe mató a siete. Para recordar su valentía se hizo un cinturón en el que leía: "yo maté a siete", y se echó a la calle para que todo el mundo conociera su hazaña. El primero que lo leyó fue un gigante que, impresionado por su valentía, le invito a dormir en la guarida de los gigantes. Pero allí uno de ellos intentó matarlo por envidia Nuestro héroe huyó y consiguió llegar hasta un castillo, donde el rey, informado de su valor, le mando llamar. Le pidió que matara a dos ogros que vivían en sus bosques, y a cambio le concedería la mano de su hija. -si he podido con siete, podré con dos, majestad -aseguró el sastrecillo. Y sin pensarlo más, se puso en camino. El valiente sastrecillo se subió a un árbol cercano a la guarida de los ogros y se dedicó a tirarles piedras. Los ogros, que dormían en ese momento, se echaron la culpa mutuamente y acabaron a palos. Pero el rey le pidió un par de servicios más: debería atrapar al unicornio que vivía en el bosque. para ello, el sastrecillo engaño al animal haciéndole embestir contra un árbol. así, su cuerno quedó clavado en la madera y nuestro amigo consiguió atraparlo. La última Azaña consistía en atrapar a un fiero jabalí. El valiente sastrecillo consiguió que el jabalí entrara en una capilla y allí pudo capturarlo. Ante la probada valentía del sastrecillo, el rey ya no tuvo más remedio que cumplir su promesa. La boda se celebró de inmediato y el sastrecillo fue el rey más valiente de la historia. FIN
  • 16. 14 EL GANSO DE ORO Había un hombre que tenía tres hijos, el más joven fue llamado Dummling, y era despreciado, burlado, y dejado de lado en cada ocasión. Resultó un día que el mayor quiso entrar en el bosque para talar madera, y antes de que él se fuera, su madre le dio un hermoso pastel dulce y una botella de vino a fin de que no tuviera que sufrir de hambre o de sed. Cuando él entró en el bosque encontró a un pequeño anciano canoso que le deseó que tuviera un buen día, y quien además le dijo, -"Regálame un pedazo del pastel de tu bolsillo, y dame un sorbo de tu vino; tengo mucha hambre y sed."- Pero el prudente joven contestó, -"Si te doy mi pastel y vino, no tendré ninguno para mí; hazte a un lado,"- y dejó al hombrecito parado y continuó su camino. Pero cuando él comenzó a talar para bajar un árbol, no pasó mucho rato antes de que él diera un golpe falso, y el hacha lo hirió en el brazo, de modo que tuvo que regresar a casa y tener que vendarse. Y esto fue hecho por el pequeño hombre canoso. Después de eso, el segundo hijo también entró en el bosque, y su madre le dio, como al mayor, un pastel y una botella de vino. El pequeño y viejo hombre canoso lo encontró igualmente, y le pidió un pedazo de pastel y una bebida de vino. Pero el segundo hijo, también, dijo con mucha razón, -"Lo que le doy no será para mí; ¡estese lejos!"- y él dejó parado al hombre y continuó. Su castigo, sin embargo, no se retrasó; y en cuanto él había dado unos pocos golpes en el árbol, se golpeó en la pierna, de modo que tuvo que regresar a casa. Entonces Dummling dijo, "Padre, déjeme ir a mí a cortar la madera."- El padre contestó, -"Sus hermanos se han hecho daño con ello, olvídelo, usted no entiende nada sobre eso."- Pero Dummling pidió con tanta insistencia que por fin él dijo,
  • 17. -"Vaya entonces. Se hará más sabio haciéndose daño."- Su madre le dio un pastel hecho sólo con agua y harina y horneado en las cenizas, y con una botella de cerveza ácida. Cuando él llegó al bosque, el pequeño viejo hombre canoso lo encontró igualmente, y después de su saludo le dijo, -"Deme un pedazo de su pastel y una bebida de su botella; tengo tanta hambre y tengo mucha sed."- Dummling contestó, -"Tengo un pastel de sólo harina horneado en ceniza y cerveza ácida; si esto le complace, nos sentaremos y comeremos."- Entonces se sentaron, y cuando Dummling sacó su pastel de harina, ahora era un pastel dulce muy delicioso, y la cerveza ácida se había transformado en el más fino vino. Y comieron y bebieron, y después el pequeño hombre dijo, -"Ya que usted tiene un corazón bueno, y acepta compartir lo que tiene, le daré la buena suerte. Allí tiene un viejo árbol, córtelo, y usted encontrará algo en las raíces."- Entonces el pequeño hombre se despidió de él. Dummling fue y redujo el árbol, y cuando cayó había un ganso sentado en las raíces con plumas de oro puro. Lo levantó, y lo llevó con él, y fue a una posada donde pensó que se quedaría la noche. Ahora bien, el anfitrión tenía tres hijas, que vieron al ganso y estaban curiosas por saber que tan maravillosa ave podría ser, y les habría gustado también tener una de sus plumas de oro. La mayor pensó, -"Encontraré pronto una oportunidad de sacar una pluma,"- y tan pronto como Dummling había salido, agarró al ganso por el ala, pero su dedo y mano se quedaron fuertemente pegadas en ella. La segunda llegó casi de inmediato, pensando sólo en como ella podría conseguir una pluma, pero no había más que tocado apenas a su hermana cuando quedó fuertemente pegada. Por fin la tercera también vino con intención parecida, y las hermanas gritaron, -"Quédate lejos; ¡por tu bien, mantente lejos!"- Pero ella no entendió por qué debía de alejarse. -"Las otras ya están allí,"- pensó ella, -"yo puedo estar también allí también,"- y corrió hacia ellas; pero tan pronto como había tocado a su hermana, ella también quedó pegada. Y no les quedó más que pasar la noche junto al ganso. A la mañana siguiente Dummling tomó al ganso bajo su brazo y salió, sin preocuparse sobre las tres muchachas que colgaban de él. Ellas fueron obligadas a seguir tras él continuamente, ya fuera a la izquierda, ya fuera a la derecha, o a como él decidiera ir. 15
  • 18. En medio de los campos el cura los encontró, y cuándo él vio la procesión dijo, "Qué vergüenza, ustedes muchachas inútiles, ¿por qué van por los campos detrás de este hombre joven? ¿es eso correcto?"- Al mismo tiempo él agarró a la más joven de la mano a fin de separarla, pero tan pronto como él la tocó, igualmente se pegó rápido, y fue obligado a correr detrás en la fila. Al poco rato llegó el sacristán y vio a su maestro, el cura, que corría detrás de tres muchachas. Él quedó sorprendido de aquello y dijo, -"Hola, su reverencia, ¿hacia dónde van tan rápidamente? ¡no olvide que tenemos un bautizo hoy!"- y persiguiéndolo lo tomó por la manga, pero también quedó pegado inmediatamente. Mientras los cinco trotaban así uno detrás del otro, dos peones vinieron con sus azadas desde los campos; el cura los llamó y les pidió que los despegaran a él y al sacristán. Pero ellos apenas habían tocado al sacristán cuando también quedaron rápidamente pegados, y ahora eran siete corriendo detrás de Dummling y el ganso. Pronto llegaron a una ciudad, donde el rey que gobernaba tenía una hija que era tan seria que nadie podìa hacerla reír. Para ese entonces él había firmado un decreto diciendo que quienquiera que fuera capaz de hacerla reír debería casarse con ella. Cuando Dummling oyó acerca de eso, fue con su ganso y todo su tren de seguidores ante la hija del Rey, y tan pronto como ella vio a las siete personas correr sin cesar, uno detrás del otro, de aquí para allá, ella comenzó a reír completamente en voz alta, y como si nunca acabaría de hacerlo. Con eso Dummling pidió tenerla como su esposa, y la boda fue celebrada. Después de la muerte del Rey, Dummling heredó el reino y vivió en adelante siempre felizmente con su esposa. 16 FIN
  • 19. 17 HANSEL Y GRETEL Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre leñador, y su cruel madrastra, muy cerca de un espeso bosque. Vivían con muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder comer los cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de darle una buena solución. Una noche, creyendo que los niños estaban dormidos, la cruel madrastra dijo al leñador: -No hay bastante comida para todos: mañana llevaremos a los niños a la parte más espesa del bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán encontrar el camino a casa y así nos desprenderemos de esa carga. Al principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la malvada mujer. -¿Cómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de Dios, quizás sean atacados por los animales del bosque? -gritó enojado. -De cualquier manera, así moriremos todos de hambre -dijo la madrastra y no descansó hasta convencer al débil hombre de llevar adelante el malévolo plan que se había trazado. Mientras tanto los niños, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la conversación. Gretel lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba. -No llores, querida hermanita -decía él-, yo tengo una idea para encontrar el camino de regreso a casa. A la mañana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra les dio a cada uno de los niños un pedazo de pan. -No deben comer este pan antes del almuerzo -les dijo-. Eso es todo lo que tendrán para el día. El dominado y débil padre y la madrastra los acompañaron a adentrarse en el bosque. Cuando penetraron en la espesura, los niños se quedaron atrás, y Hansel, haciendo migas de su pan, las fue dejando caer con disimulo para tener señales que les permitieran luego regresar a casa. Los padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron: -Quédense aquí hasta que vengamos a buscarlos. Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres habían ordenado, pues creyeron que cambiarían de opinión y volverían por ellos. Pero cuando se acercaba la noche y los niños vieron que sus padres no aparecían, trataron de encontrar el camino de regreso. Desgraciadamente, los pájaros se habían comido las migas que marcaban el camino. Toda la noche anduvieron por el bosque con mucho
  • 20. temor observando las miradas, observando el brillo de los ojos de las fieras, y a cada paso se perdían más en aquella espesura. Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los niños vieron un pájaro blanco que volaba frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en señal amistosa. Siguiendo el vuelo de aquel pájaro encontraron una casita construida toda de panes, dulces, bombones y otras confituras muy sabrosas. Los niños, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que pudieran dar un mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los detuvo. La casa estaba hecha para atraer a los niños y cuando éstos se encontraban en su poder, la bruja los mataba y los cocinaba para comérselos. Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerró en una jaula y allí lo alimentaba con ricos y sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras tanto, Gretel tenía que hacer los trabajos más pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para comer. Un día, la bruja decidió que Hansel estaba ya listo para ser comido y ordenó a Gretel que preparara una enorme cacerola de agua para cocinarlo. -Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que yo prendí para hacer pan. Entra tú primero, Gretel, y fíjate si está bien caliente como para hornear. En realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Gretel estuviera dentro para cocinarla a ella también. Pero Gretel hizo como que no entendía lo que la bruja decía. -Yo no sé. ¿Cómo entro? -preguntó Gretel. -Tonta -dijo la bruja-, mira cómo se hace -y la bruja metió la cabeza dentro del horno. Rápidamente Gretel la empujó dentro del horno y cerró la puerta. Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los dos niños se llenaron los bolsillos de perlas y piedras preciosas del tesoro de la bruja. Los niños huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que parecía imposible de atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadeciéndose de ellos y les ofreció pasarlos a la otra orilla. Con gran alegría los niños encontraron a su padre allí. Éste había sufrido mucho durante la ausencia de los niños y los había buscado por todas partes, e incluso les contó acerca de la muerte de la cruel madrastra. Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los niños se arrojaron en sus brazos. Así juntos olvidaron todos los malos momentos que habían pasado y supieron que lo más importante en la vida es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendo felices y ricos para siempre. 18 FIN
  • 21. 19 EL ENANO SALTARÍN Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió para darse importancia: "Además de bonita, es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca." El rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio. Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de paja, donde había también una rueca: "Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada." La pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció hilar la paja en oro a cambio de su collar. La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas, el enano hilaba la paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni una brizna de paja y la habitación refulgía por el oro. Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: "Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitación." Y le señaló una estancia más grande y más repleta de paja que la del día anterior. La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, apareció el enano saltarín: "¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro?" preguntó al hacerse visible. "Sólo tengo esta sortija." Dijo la doncella tendiéndole el anillo. "Empecemos pues," respondió el enano. Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado. Pero la codicia del rey no tenía fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: "Repetirás la hazaña una vez más, si lo consigues, te haré mi esposa." Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero, nunca encontraría mujer con dote mejor. Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo apareció el grotesco enano: "¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema?" Preguntó, saltando, a la chica. "No tengo más joyas que ofrecerte," y pensando que esta vez estaba perdida, gimió desconsolada. "Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo," demandó el enanillo. Aceptó la muchacha: "Quién sabe cómo irán las cosas en el futuro." - "Dijo para sus adentros." Y como ya había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba. Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de los esponsales. Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa. "Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras." ¿Cómo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo," exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: "Tienes tres días para averiguar cuál es mi
  • 22. nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño. Por más que pensó y se devanó los sesos la molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta. Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta de una pequeña cabaña cantando: "Hoy tomo vino, y mañana cerveza, después al niño sin falta traerán. Nunca, se rompan o no la cabeza, el nombre Rumpelstiltskin adivinarán!" Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: "¡Te llamas Rumpelstiltskin!" "¡No puede ser!" gritó él, "¡no lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo!" Y tanto y tan grande fue su enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentó sacarla, el enano se partió por la mitad. 20 FIN
  • 23. 21 Peter pan Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter. Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habitación. Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con Campanilla al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños Perdidos... - Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar. Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: - Es el barco del Capitán Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac! Campanilla se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe. Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John. Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Garfio decidió envenenarle, contando para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno. Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como, gracias a los niños, Campanilla se salvó.
  • 24. Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando de repente, oyeron una voz: - ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo! Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al Capitán Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo. El resto de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños. Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó convencer a sus amigos para que se quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, así que Peter les llevó de nuevo a su casa. - ¡Quédate con nosotros! -pidieron los niños. - ¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos. - ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós. 22 FIN