El abogado de los Arrieta se queja ante la embajada de España por la presenci...
Me encanta dormir porque en ese sitio no me pueden quitar mis sueños
1. Diario de Noticias de Álava – Domingo, 7 de febrero de 2016 SOCIEDAD 25
“Meencantadormir
porqueenesesitiono
mepuedenquitar
missueños”
PabloIbarrelataenunacartacómoessudíaadíaenelcorredordelamuerte
FLORIDA – Más de veinte años en el
corredor de la muerte. En el verano
de 1994 cambió para siempre la vida
de Pablo Ibar. Acusado de un triple
asesinato, fue condenado a muerte
y ahora esa condena ha sido revo-
cada. Encerrado en una minúscula
celda del corredor de la muerte
durante todo este tiempo, así es su
día a día:
“Mis días habitualmente comien-
zan acompañados de fuertes gritos:
“Chow time”, lo que viene a signifi-
car que es la hora del rancho, como
si fuéramos animales. Esto suele
darse a eso de las cinco y media de
la mañana; la comida llega en ban-
dejas de plástico que deslizan bajo
las barras de la puerta de las jaulas
en las que estamos. El tamaño de las
celdas es de aproximadamente de
dos por tres metros, un espacio
excesivamente pequeño para hom-
bres que llevan aquí 25 o más años
esperando su muerte.
Regreso al comienzo del día. Reci-
bo el desayuno, que coloco en un bol
para más tarde ya que no puedo
comer y volver a dormir porque ten-
dré acidez y dolores en el pecho. La
otra razón por la que dejo la comi-
da para más tarde es porque suelo
tener hambre por las noches. Ade-
más, los veranos en Florida son
extremadamente calurosos y muy
húmedos. El único momento en el
que tenemos temperaturas algo
más bajas es a primera hora de la
mañana, cuando el sol aún está
bajo. Trato de aprovechar para dor-
mir algunas horas antes de que me
desvele el calor y los ruidos provo-
cados por los golpes en las pesadas
puertas, golpeadas por los oficiales
para comprobar que están cerradas,
a pesar de que tienen un tablero ilu-
minado para saber si las puertas
están o no cerradas.
En ese momento, es imposible
dormir más; no tenemos aire acon-
dicionado y te sueles despertar
empapado en sudor. Tras asearme
un poco, comienza el día. Acabo el
desayuno que guardé antes; está
frío, pero es mejor que sufrir la aci-
dez. Después, normalmente traba-
jo en mi apelación, leyendo trans-
cripciones o nuevas leyes que pue-
dan afectar a mi caso con la espe-
ranza de que pueda encontrar algún
error que pueda ayudarme. Tam-
bién escribo cartas a las personas
que me muestran su apoyo, a mis
amigos, a mi esposa y a mi familia.
Todo esto si no nos permiten salir
por la mañana.
Se nos permite salir dos veces por
semana, dos horas cada vez. Unos
días salimos por la mañana, entre
las 9.00 y las 11.00 y otros por las tar-
des, entre la 13.00 y las 15.00 horas.
Fuera, puedes hablar con otros
internos, jugar al baloncesto –mi
deporte preferido–, al vóley o hacer
pesas y pasear. Sin embargo, si hay
recuento, el tiempo de recreo es can-
celado. También si llueve se cance-
la. Son sólo algunas de las causas
por las que suele cancelarse el tiem-
po de recreo, lo que significa que
perdemos el día y volvemos a las
jaulas. El almuerzo llega sobre las
once y media o las doce. Si tengo
hambre, almuerzo, pero si no, lo
guardo para más tarde y así no
pasar hambre por la noche. Luego
“Larazóndetanto
entrenamientonoes
sóloporestarenforma
física,sinotambiénpor
razonesdesalud
mental”
“Porlanocheveoalgola
televisión,algúnevento
deportivo,programao,si
haysuerte,unapelícula”
PABLOIBAR
Presoenelcorredordelamuerte
“Tratodeestartan
ocupadocomomesea
posible;paratenermi
mentefueradeaquíy
noechardemenosa
mifamilia”
continúo trabajando en mi apela-
ción o respondiendo cartas. Suelo
parar sobre la una y media o las dos
para comenzar con mi rutina de
ejercicio, que consiste en fortalecer-
me y algunos ejercicios cardiovas-
culares. Hago flexiones, algo de
boxeo contra el colchón enrollado
o levanto bolsas de libros, papeles
o revistas. Después de dos horas,
corro durante treinta minutos y aca-
bo bastante sudado con estos ejer-
cicios cardiovasculares.
La razón de tanto entrenamiento
no es sólo por estar en forma física,
sino también por razones de salud
mental. Para mí, el ejercicio es como
una terapia, me lleva fuera de estas
paredes y de este aislamiento, me
permite no pensar en mi situación.
Por eso, trato de estar tan ocupado
como me sea posible; para tener mi
mente fuera de aquí y no echar de
menos a mi familia. Supongo que
tener una rutina me ayuda a sobre-
llevar mejor los días.
LAS VISITAS Y APOYOS También el
recibir visitas de mi familia o de mi
esposa me ayuda; más de lo que ellos
puedan imaginar. Sin su apoyo, sin
su amor, sin ese contacto humano de
la gente que de verdad te quiere, no
sé qué sería de mi salud mental. Ima-
gina estar encerrado, aislado del
mundo exterior durante 20, 25 o 30
años sin contacto con amigos o con
las personas queridas que se preocu-
panporti.Haymuchagenteaquíque
ha perdido su salud mental porque
no tienen ese contacto, esa interac-
ción con la familia o los amigos.
Regreso a mi rutina diaria. La cena
suele llegar sobre las cinco y media
o las seis de la tarde, momento en
que suelo estar hambriento, por lo
que suelo comer al instante. Des-
pués, todo depende de si es el día de
la ducha o no. Se nos permite
ducharnos tres veces por semana,
durante unos diez minutos. Nos lle-
van a las duchas esposados por la
espalda. Una vez en la ducha, nos
quitan las esposas. Antes de que te
des cuenta, la ducha termina y los
guardias te vuelven a esposar y te lle-
van de regreso a la celda, donde esta-
rás encerrado el resto de la noche y
el día siguiente, siempre encerrado
solo a la espera de la muerte.
Por la noche veo algo de televisión,
la misma televisión que tienes que
comprar en la prisión. Veo algún
evento deportivo, algún partido,
algún programa o, si hay suerte, una
película. También se nos permite
tener una radio, que por supuesto
tenemos que comprar. Suelo escu-
charbastantemúsica;nopodríaima-
ginar la vida, aquí o fuera de aquí, sin
música.Otrasvecesleounlibro,pero
suelo estar tan cansado de leer sobre
mi apelación y las transcripciones
del juicio que, la verdad, últimamen-
te no he leído muchos libros.
Así, el cansancio llega y si no hace
mucho calor, intento dormir. Me
encanta dormir porque en este sitio
no me pueden quitar mis sueños.
Más tarde, vuelvo a escuchar los gri-
tos: “Chow time” y me doy cuenta
que sigo en este horrible y oscuro
sitio… Mi día en el corredor de la
muerte…”. – Pablo Ibar
Pablo Ibar lleva más de veinte años encerrado en Florida en el corredor de la muerte. Foto: DNA