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LA PUERTA DE DAR M´
H A M I D E E L
G H E Z L A N E
memorias de un viaje de vuelta e ida
r u b é n l a g u n a s t e l l o
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LA PUERTA DE DAR
M ´ H A M I D E E L
G H E Z L A N E
memorias de un viaje de vuelta e ida
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LA PUERTA DE DAR
M ´ H A M I D E E L
G H E Z L A N E
memorias de un viaje de vuelta e ida
r u b é n l a g u n a s t e l l o
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LA PUERTA DE DAR M´ HAMIDE EL GHEZLANE
memorias de un viaje de ida y vuelta / Rubén Lagunas Tello /
Zaragoza / 2013
192 p. : il ; 10,5 x 14,8 cm
© 2013 / De esta 1ª edición, textos e ilustraciones, Rubén
Lagunas Tello
Imagen de portada: baldosín de cerámica tallada (mosaico) /
artisanat El Bekkari Moulay Othman (Marrakech) / Soloh
(autor)
ISBN:
DL:
IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA (UE) /
PRINTED and MADE IN SPAIN – EUROPEAN UNION
(EU)
__________________________________________________
Impreso por Rubén Lagunas Tello
Contacto: lateru82@hotmail.com
Enlaces / lugares comunes:
http://cargocollective.com/nuriacampillo
www.terrachidia.es
www.carlosbaron.com
http://tardoz.wordpress.com
www.lateru82.blogspot.com
7 8
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(…) le sable, au lever du jour,
est couleur de miel…
(…) la arena, al levantar el día,
es color de miel…
Antoine de Saint-Exupéry (1943): Le petit prince
10
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luga_res
(…) en algún lugar leí que 23 segundos es el tiempo
que una misma gota de sangre tarda en completar una
vuelta de su recorrido; esto es, en pasar 2 veces por el
mismo punto…
23 segundos es el tiempo que me ha llevado traer de
vuelta a mi mente y pronunciar todos y cada uno de sus
nombres, los nombres de mis compañer@s de viaje; de
aquel viaje, savia fresca que también hoy, mientras
escribo este puñado de líneas, alimenta los latidos de mi
pensamiento
emilio, marta j, alejandro, alejandra, isabel, raquel, lana,
mamen, maría, dani, andrea, anna, myrto, alessandra,
luis, natalia, candi, isabel c, pedro, omar, carlos,
cristina, marta f, laura…
han pasado ya varios meses desde la última vez que
tuvimos ocasión de hablar; desde que nos dijéramos
adiós en aquel otro lugar, espero que; ahora, - tal vez -,
pueda llegarse a entender mejor el motivo de mi
ausencia durante todo este tiempo…
con cariño, vuestro compañero
rubén
12
13
BAB_EL_ES
14
Sucede que; en ocasiones, el espacio que separa al
primero del último; o dicho de otro modo, al último del
primero, resulta imperceptible; al menos, para el ojo
humano, para esos 0,08 mm que separan lo que se ve de
lo que no se ve o; como también cabría decir, lo que se
alcanza a ver, de lo que deja de verse.
Esta historia es una de ésas que comienzan por el
final y terminan, - con algo de suerte -, por el principio;
una de esas historias para ser leídas de derecha a
izquierda, una de ésas sobre las que un@ siempre puede
volver, - como es el caso -; también, de izquierda a
15
derecha; uno de esos relatos en los que cualquier
certeza se vuelve incierta…
(…) Cómo diría una buena amiga, otra compañera
más en aquel viaje; la sombra de aquella Puerta, su
penumbra, allí, en aquel momento, bajo aquel sol de
fuego, resultaba; era, sencillamente, incomprensible;
imposible de comprender, al menos para un recién
llegado, - al menos para mí…-.
16
M´ Hamide es el último pueblo de la carretera que
conduce al Sáhara, una de las últimas poblaciones de
Marruecos; al sureste del país, a los pies de las dunas
del desierto de arena que les une y también separa; -
según se mire -, con la vecina Argelia; de modo que su
puerta, la Puerta de M´ Hamide, es la puerta del
desierto, pero también la puerta de un oasis; el Oasis del
río Draa; un río que como el Guadiana; el río de Ana,
aparece y desaparece, intermitentemente, con la llegada
del agua en tromba durante la época de lluvias, hasta
desaparecer bruscamente; secándose, sin dejar huella,
como la inevitable consecuencia que precede a la sequía
más absoluta que caracteriza al estío, transformándose
en un auténtico río de arena; un verdadero
Guadarrama…
Se diría que el último pueblo de la carretera es el
final de un camino pero; lejos de poder afirmar algo así,
de una forma tan rotunda; tan contundente, debemos
enfrentarnos con la paradoja de encontrarnos ante el
principio de otro camino; otra historia, una historia que
se repite, una historia tantas y tantas veces vivida, la
historia de una Puerta tan hospitalaria para con los de
fuera, como hostil para con las alimañas y el viento
árido del desierto, una puerta bereber en su forma de
acoger y salir al encuentro del nómada, una forma de
recibir a su llegada al que está por llegar; al recién
17
llegado, a ése que deambula en su caminar, a ése al
que el aire seco del desierto le robó el aliento, a ése al
que el frío de la noche bajo las estrellas le hizo
desorientarse, a ése mismo que presumía de saber a
dónde iba, a ése que en el tiempo que dura un parpadeo,
fue capaz de perder el rumbo, dejando su barco de papel
a la deriva, navegando en aquel mar de dunas: ése que,
consciente o no, - como los demás-, estaba allí también
de paso…
Y es que; en la puerta de M´ Hamide no hay papel,
ni tiempo, ni lugar para el punto y final, ni tan siquiera
un instante para detenerse a escribir unas notas en el
cuaderno del bolsillo; el ritmo de la vida en M´ Hamide
es trepidante, siempre al límite, aunque a un recién
llegado; - como a uno -, pudiera parecerle lo contrario a
primera vista, a tenor de la forma tranquila y sosegada
de caminar de sus gentes, por la cadencia queda de sus
pasos…
La Puerta de M´ Hamide es un lugar entre dos
tierras, es; para much@s, una puerta siempre abierta,
una puerta hacia el vacío, hacia la nada, hacia la soledad
de las dunas de un Oriente que creyeron dejar atrás.
Pero esa misma puerta es; también, una puerta hacia los
sueños de Occidente…
18
Una puerta; una esperanza para los que buscan dejar
atrás una forma de vida que heredaron de sus abuel@s,
anhelando un futuro mejor para sus descendientes.
En aquella parte del mundo, justo al otro lado de las
paredes de tierra que conforman la Puerta, la lucha
frente al avance de las dunas sigue viva, latente; y
también con ellas las dudas…
¿Qué pasará con todos esos pueblos amenazados por
la desertización?
(…) De nuevo, - para un recién llegado como yo a
aquella tierra -, sorprende constatar, - descubrir con
sorpresa -, que la mayor amenaza para la supervivencia
de estos pueblos no reside; como pudiera parecer a
priori, en el avance de la propia arena, sino en el avance
de la despoblación, la emigración económica, el éxodo
masivo de los jóvenes a la ciudad y al extranjero, donde
aterrizan con su ilusión, trabajando duro, aportando su
energía, desde cero, sin apenas tiempo para mirar atrás,
sin apenas tiempo de echar de menos, dando lo mejor
de sí, propiciando, sin pretenderlo, un cambio cultural
en detrimento de la tradición, los oficios, la oralidad y
la idiosincrasia de los pueblos, en beneficio de las
grandes urbes, que acaparan y concentran buena parte
de los recursos del país, - cuando no toda -,
19
principalmente su gente; pero también su incipiente
tejido industrial, con lo que ello conlleva en lo referente
a la desvertebración del territorio y la fractura social
que genera, separando a los individuos en clases, al
albur de diferentes castas hegemónicas.
Dentro de esa cara “b” de las ciudades es donde
más claramente se advierte la fragilidad de un sistema
caduco y de un modelo de ciudad fallido, cruel para con
los más desfavorecidos; entre otros, aquéllos que
lucharon por una oportunidad y fracasaron, quedando
atrapados en la marginalidad de los suburbios.
En la Puerta de M´ Hamide confluyen los pasos de
l@s que vienen y los de l@s que se van, los de l@s que
parten y también las huellas de aquéll@s, que como el
rebaño de ovejas que la cruzaba aquella mañana; al
galope, en un visto y no visto, la atraviesan prest@s,
buscando el cobijo fugaz de la sombra y la
conversación pausada al abrigo de su umbral techado, la
sempiterna sombra que arrojan los troncos de las
palmeras, eucaliptos y tamarindo que forjan la cubierta
de esa puerta que hace también las veces de plaza
pública, lugar de encuentro y reunión para grandes y
chic@s, la portería donde l@s niñ@s, ataviados con
una camiseta azulgrana, a menudo descalz@s, se baten
en duelo contra el equipo del pueblo vecino, a pleno sol.
20
Mirando esa camiseta uno se pregunta cuál será el
papel de ese balón, del fútbol como puerta de encuentro
entre pueblos, también para los sueños de es@s
pequeñ@s que imitan a sus ídolos, corriendo tras un
balón que apenas se detiene un instante, varado sobre la
arena, antes de que el siguiente puntapié lo lance de
vuelta a portería, demasiado lejos del césped; pero ésa
es otra historia…
La Puerta es; en sí misma, un lugar de intercambio,
el umbral entre sombra y sol, entre la luz indómita del
Sáhara y la misma luz domesticada, eso sí, convertida
ahora en penumbra por el saber hacer de todo un
pueblo; arquitecturas de barro, tierra mecida por el agua
de un pozo, barro moldeado por y para la mano, por y
para la mirada del hombre; para su disfrute y cobijo.
Imagino que hubo un tiempo en que la Puerta tuvo
otra función; imagino que un día, generaciones atrás,
hubo un tiempo en que la Puerta sirvió también de
frontera, separando de un lado la vida y; del otro, la
muerte.
Como después tendríamos ocasión de comprobar; la
Puerta contaba con dos grandes portones de madera,
cerrando el espacio que las separaba, limitado
lateralmente por las paredes de las casas contiguas,
21
conformando una suerte de habitación en la que los
recién llegados podían pernoctar protegidos, desde la
que arrancaban también las escaleras que permitían
acceder a una terraza comunal.
Hoy los límites entre un lado y otro de la Puerta se
antojan difusos, ambiguos; la arena de un lado se
confunde con la del otro, la del otro con la del uno, casi
se diría que es la misma; que uno y otro lado son el
mismo.
Difusos; sí, tanto o más que el límite entre calle,
manzana y casa, entre lo público y lo privado, entre lo
que se puede y no se puede ver; la intimidad del hogar.
En M´ Hamide Las calles; cubiertas o no, son una
habitación más de la casa.
El tráfico es denso en la avenida que la atraviesa, -
la calle principal que de hecho parece -, un ir y venir
continuo de bicis, motos, carromatos, burros, gentes y
miradas…
Mentiría si dijese que la Puerta es ajena al paso del
tiempo… Su arquitectura disfruta de un uso
ininterrumpido, es una construcción muy vivida, que ha
sabido envejecer, adaptarse a las circunstancias de su
tiempo y evolucionar, expuesta al desgaste desde su
22
nacimiento, desde el mismo momento en que fuera
erguida, muy presente en la memoria colectiva de l@s
vecin@s, que la sienten como algo propio, algo suyo…
En M´ Hamide, los relojes no son digitales, ni de
cuerda; en M´ Hamide, no queda espacio para saetas,
los relojes son de arena. Allí la vida no se detiene; no
hay tiempo para detenerse, entre otras cosas, porque el
concepto de tiempo es algo distinto y; también, por qué
no decirlo, el de la muerte; el del ocaso del día.
(…) Sigo teniendo presente el pequeño debate que
generó nuestra llegada; cierta controversia, no menor,
por lo visto, no tan pequeña…; hasta el punto que l@s
vecin@s crearon un comité para decidir qué hacer.
23
¿Abrimos más la puerta para que puedan entrar los
coches…? ¿Desplazamos el pilar para conseguir una
mayor anchura de paso…?
Aquello suscitó una clara división de opiniones,
opiniones enfrentadas, desencuentros apasionados en lo
referente a la postura a tomar.
Quizás la pregunta adecuada hubiera sido otra…
¿Rompemos con lo que tenemos y abrimos paso a lo
nuevo, o vamos poco a poco e intentamos avanzar sobre
lo construido…?
(…) He de confesar que, durante el transcurso del
viaje, en algunos momentos, frente a algunas
situaciones, me sentí algo desbordado…
Ésta fue una de ésas situaciones…
¿Qué hacer? ¿Cómo seguir avanzando llegados a
este punto…?
Afortunadamente, aquella decisión no dependía de
nosotr@s, de mí, ni tampoco de mi indecisión…
24
En todo momento el plano humano opacó al resto de
los aspectos del viaje; cualesquiera que fueran las
expectativas que había depositado en él, se vieron más
que superadas.
Como os contaba antes, el caminar allí es más
pausado; existe en el silencio del desierto todavía
espacio y tiempo para la quietud y la calma…; las prisas
y el estrés quedan; como la lluvia y las tormentas, al
otro lado del Atlas…
Como gritaban en alguna plaza no hace tanto
tiempo… -Vamos despacio, porque vamos muy lejos –.
Recuerdo que uno, - que se había acostumbrado
demasiado a tirar de bolígrafo -, terminó con los
nudillos algo quemados, algunos callos en las
almohadillas de las manos, - falta de costumbre,
desconocimiento del trabajo con la pala, del trabajo
físico; del curtido a mano; - le llamarían much@s a eso
…-.
(…) Han pasado ya meses. La piel escamada de mis
manos, como la de la serpiente, prepara su muda, pienso
que queda menos tiempo para partir de nuevo hacia ese
otro lugar que; quizás, - sólo quizás -, sea el mismo…
Son muchos los desiertos que dejé atrás, la primera vez
25
que crucé aquella Puerta; el desierto de arena, el de
piedra…, pero también el de la soledad, el de la lejanía;
el del miedo a enfrentar mi propio destino, el del miedo
a dar el siguiente paso.
Os confesaré un secreto; l@s vecin@s de M´
Hamide; su gente, es; son, el verdadero oasis del lugar,
el agua que hace crecer las palmeras, pero también su
recuerdo; el recuerdo de la sombra de ojos que bañaba
sus párpados, sus pestañas de hollín columpiándose en
el aire, meciéndose al atardecer como hojas de la
palmera, al arrullo del viento, la orilla del carmín ceroso
de aquel oasis que el alba descubrió para mí junto al
pozo de aquel ombligo de tierra; el recuerdo de las
conversaciones y el tiempo compartido, el recuerdo de
un fular de seda agitándose libre sobre aquel mar de
arena, bajo el embrujo de la voz de una sirena
desafiando a la quietud de la noche…
(…) Pensándolo bien; el color a un lado y al otro de
la Puerta no difiere demasiado, aunque es cierto que; a
veces, ambos lados, pudieran parecer más distantes de
lo que en realidad están o son… Los problemas a los
que las gentes de uno y otro lado se enfrentan en su día
a día no son los mismos, pero tampoco difieren
demasiado.
26
Sigo recordando. Me veo a mí mismo de nuevo
frente a aquella Puerta y pienso en las palabras de aquel
maestro mexicano, cuando nos hablaba de aquellos cien
años de soledad y escribía aquello de que “al lugar
donde has sido feliz, no debieras tratar de volver…” Y
entonces me detengo a pensar…
¿Una?
La puerta de M´ Hamide no es sólo una, sino
muchas; tantas como personas la han cruzado, la cruzan
y la seguirán cruzando. La Puerta es patrimonio de
tod@s, de l@s de un@ y otro lado; una puerta del
mundo, un barco velero presto para soltar amarres y
zarpar hacia otras tierras; un vehículo de transmisión y
enseñanza de saberes.
(…) Y al fin, mientras la cruzo de nuevo, desde la
distancia, echo la vista hacia atrás, con la mirada puesta
en el futuro, sin poder dejar de pensar que no seré ni el
primero ni último en cruzarla… - El último…; - qué
osadía, será que me estoy volviendo cada vez un
poquito más europeo…-.
De poco me sirve caer ahora en la cuenta de mi
error… He intentando; - sin éxito, a mi pesar -, volver
sobre mis propios pasos, pero no ha sido posible, el
27
viento los ha borrado; o mejor dicho, robado, se ha
llevado mis huellas, sin dejar rastro de esos pasos, de mi
paso por aquel lugar. En el desierto no hay tiempo para
echar la vista atrás, sólo arena en un horizonte también
de arena...
Tal vez os hayáis dado cuenta de que lo mucho me
cuesta avanzar en el relato, tanto o más que caminar
descalzo sobre la arena; dar la espalda al lugar de donde
vengo, dejar de mirar hacia atrás…
Reconforta pensar que; al menos, tal vez, de vuestra
mano, haya descubierto el motivo de ello; que su por
qué pueda encontrarlo en aquellas sabias palabras de
otr@ de mis compañer@s de viaje, Carlos y su
generoso magisterio, que todavía resuenan en mi
mente…
(…) la explicación más lógica es la verdad…
28
29
LA KASBAH
30
La emoción a flor de piel… El calor del desierto es
seco. Las nubes; ralas, casi siempre de paso, se ven
demasiado lejos, demasiado lejanas también…
Después de toda una jornada de trabajo bajo el sol a
uno se le hacía la boca agua sólo de olfatear lo que se
estaba cociendo en el fuego o; mejor dicho, sobre la
arena…
Bajo la densa sombra de la tela que servía de techo a
la jaima, esperaban las mesas listas para recibir a los
comensales. La presentación estaba muy lograda, con la
vajilla dispuesta cuidadosamente sobre el mantel…
Una mesa divertida; mediterránea, jovial,
engalanada para la ocasión, buena compañía, luceros,
conversación… Bajo el mantel, una mirada indiscreta
dejaba entrever las esbeltas patas de cedro que se
elevaban con gracia sobre el piso, sin aristas, amables
para con las rodillas despistadas, trabajadas como
acostumbran los ebanistas de la zona, tanto con las
manos como con los pies; oficio de la talla que; a buen
seguro, heredaron de sus mayores y que sus mayores a
su vez, heredaron de sus ancestros…
31
Todavía recuerdo la lozanía de aquella sandía,
melosa, roja, pizpireta, carnosa, mofletuda; pecosa,
salpicada de un sinfín de motitas negras…
(…) El generoso tayin escondía, aquella tarde-noche
una grata sorpresa… Seguimos con atención el gesto de
Mustapha, otro compañer@, que trabajaba como
camarero, a punto de desvelar uno de los secretos más
anhelados del día; el tesoro que albergaba en su interior,
cuscús en el menú, un placer para los sentidos…
Las manos de nuestro cocinero eran dignas
herederas de la mejor tradición culinaria del lugar; qué
desparpajo…
Al levantar la tapa de la cerámica nos aguardaba una
grata sorpresa; el color, el aroma y el sabor de las
especias que Abdú había escogido para acompañar los
platos que con tanto esmero había preparado…
Magistralmente presentado, en uno de los cuencos
de cerámica verde vidriada; - los mismos que remataban
las cúpulas del morabito y la mezquita del pueblo -,
nuestro Chef había dispuesto una salsa de tomate, aceite
y hierbabuena que tenía muy buena pinta; la mejor…-.
32
Imprescindible en el menú, acompañando todos los
platos, siempre el pan que con tanto esmero cocinaban
en el horno de leña de la tahona local; a la que Aghmed,
cada mañana, casi al alba, al despuntar el día, acudía
presto con su moto de gasolina para que no nos faltara
de nada.
El pan es uno de los mejores manjares que esconde
esta dieta. Es ideal para acompañarlo con toda suerte de
alimentos; mantequilla, mermelada, legumbres, aceite,
salsas, miel…
Afortunadamente, siempre quedaba tiempo para una
última sorpresa…; el postre, de la mano de Omar; - otro
de los camareros y compañero de aventuras -, finas
rodajas de naranja salpicadas con polvo de canela…
Mmmm… Delicioso, todavía se me hace la boca
agua sólo de recordar el plato, aquel bocado tan bien
emplatado, tan expresivo; aquella presentación tan
elaborada, el sabor de la fruta fresca en el paladar, agua
fresca con azúcar para calmar la sed.
Sobre aquella mesa no había servilletas ni tampoco
se las echaba de menos; tal vez eso tuviera algo que ver
con que el color de la piel de las gentes allí fuera el de
la aceituna…
33
Qué torpe me veía… Lo de comer con las manos
resultaba más que apetecible, pero todo un reto para
alguien acostumbrado a la cuchara…
Alejandro, - otro compañer@ de aventuras -, y yo
comíamos de lado, sentados como l@s viej@s, - como
nos decían…-, recostados sobre la mesa…
34
Me recuerdo a mí mismo sentado junto con mis
compañer@s, alrededor de una de las mesas circulares y
bajitas donde solíamos comer, ya durante la sobremesa,
pasando el rato, observando cómo los rayos de sol
avanzaban sigilosos sobre el tapiz del suelo hasta
escalar el mullido cojín sobre el que un@ podía reposar
los codos…
A menudo la luz tropezaba con los troncos de las
palmeras que servían como pilares a la improvisada
jaima, proyectando su alargada sombra sobre nuestra
propia frente…
Me sentía afortunado por disponer del tiempo
necesario para ponerle oído a las manos de otros; todo
un arte y un privilegio reservado a la mirada de
poc@s...
(…) Todavía recuerdo la fiesta con que celebraron
nuestra llegada, aquella primera bienvenida tan
hospitalaria.
En general, las celebraciones se rigen por sus
propias normas; mujeres y pequeñ@s por un lado,
hombres por el otro, cada cual juega su rol; en este
caso, los hombres son los responsables de preparar el té,
de recibir a los invitados en la humildad de la sala; la
habitación de la casa donde nos acogen.
35
Durante el saludo, al darse la mano, al estrechar las
manos entre uno y otro, éstas apenas se aprietan, se
trata; más bien, de una caricia, un “tocar”, un “sentir”…
(…) Sonaba música tradicional; la misma que nos
despertaba cada mañana… Predominaban los
instrumentos de percusión, las palmas, el palmeo,
aunque también quedaba espacio para los instrumentos
de aire, como el sonido del camello, jugando con los
mofletes; nuestra propia carrillada o; también, los gritos
de júbilo y los sonidos guturales, que nacían desde lo
más profundo de la garganta de nuestros anfitriones…
Pero… ¿Por qué tanta percusión?
El propio cuerpo era la clave, el cuerpo como
instrumento, algo que un@ siempre lleva consigo, lo
36
que se tiene más a mano, especialmente en un lugar
como el desierto, donde los recursos son los que son…
La vibración del cuero del tam-tam es la expresión
directa de los latidos del corazón, el pum-pum del
pecho, música que sale del alma; percusión, ritmos de
África para disipar el calor que abrasa las venas…
(…) Algarabía en la mesa.
Del cajón metálico emanaban notas que evocaban
escenas del paisaje, el sonido de unos crótalos, las
castañuelas bereberes; perdiéndose en el aire de la
noche como mariposas, recuperando el ritmo del
galope, el trote del caballo; su alma azabache, el sonido
metálico de las herraduras de la caballería golpeando
contra la piedra, el del yunque de la fragua contra el
martillo del herrero, notas que cabalgaban el aire; libres,
sueltas…, dibujando en la habitación una atmósfera
flamenca, andaluza…
(…) Ya de pie, los hombres bailaban solos o
cogidos de la mano.
De algún modo la danza, el movimiento coordinado
y acompasado de manos y cuerpo articulados, recreaban
los gestos de las labores del campo, los movimientos
37
necesarios para llevar a cabo la faena, como si de un
entrenamiento se tratase; como un ritual, toda una
representación teatral convertida en lección secular,
todo un ejercicio de transmisión de saberes; la
expresión colectiva de la cultura de todo un pueblo,
movimientos que hablaban por sí solos, compartiendo y
contando viejas historias ya vividas, aventurando
también historias de otros viajes que todavía estaban
por venir…
(…) Me sorprendió la naturalidad con que
habitualmente uno podía ver a esos mismos hombres
caminando por la calle cogidos de la mano; como señal
de afecto, cortesía, reconocimiento mutuo, cariño,
cercanía, sin distancia alguna mediando entre ambos,
como el primer día que llegué, recién aterrizado, cuando
Ramis; el regente del Hotel Mimosa, en Marrakech, me
ayudó a cruzar la calle, salvándome de la estampida de
turistas…
(…) En aquella fiesta, l@s pequeñ@s, fueron los
auténticos invitad@s de excepción. Se aferraban a
nuestras manos con fuerza. Hicimos un gran círculo,
tod@s bailamos junt@s, hasta el punto que resultaba
imposible distinguir la primera mano de la última;
sencillamente; porque todas eran una, tod@s éramos
un@ y el tiempo giraba a nuestro alrededor, ajeno a
38
nuestras miradas, lejos de nuestro pensamiento, de
nuestra alegría infinita; nuestra alma, como la energía
de esos remolinos que se levantan en la inmensidad del
Atlas, en la llanura del desierto; se hizo arena, era
arena, sólo arena o; mejor dicho, todo arena…
39
LA JAIMA
40
La jaima donde dormíamos resultaba bastante
confortable, disponíamos de espacio suficiente dentro
de ella y su piel textil, sostenida por aquella mínima
osamenta de madera, nos ofrecía un buen refugio frente
al frío de la noche y los zarpazos del viento cargado de
arena.
Los puntos de costura de la tela parecían hormigas
marchando sobre la arena; disciplinadas, en hilera,
como un ejército, como si se tratara del desfile de todo
un orgulloso batallón…
(…) Para apagar la sed del desierto hacían falta algo
más de los cinco litros diarios que consumíamos;
también la piel se resecaba.
Al final del día, las duchas con agua fría resultaban
revigorizantes; eso sí, una vez vencida la pereza del
primer momento…
Lavábamos la ropa a mano, con jabón de lagarto, el
mismo jabón de macaco portugués, en un balde de
plástico azul; - para no perder las buenas costumbres -,
aprovechando cada gota de agua al máximo…
41
Recuerdo que desde el autobús que me condujo allí,
desde el cortado de la ondulante carretera, tuve ocasión
de ver a las mujeres lavando también a mano, con la
ayuda de una tablilla con la superficie ondulada, de una
piedra; - como la que utilizaban mis propias abuelas…-,
donde para quitar las manchas había que frotar la ropa
restregando con fuerza la pastilla de jabón contra ella…
-. Las prendas quedaban tendidas sobre las rocas del
Atlas, como tapices, como si de la vegetación misma se
tratara, desafiando al fuego del mediodía.
42
43
EL KSAR
44
El viento, con su caricia, es el encargado de suavizar
la dureza de aquellas aristas tan pronunciadas; tan
acusadas, tan bruscas, con que el maestro alarife,
ayudándose de la tabla de su herramienta por un lado,
aquella vetusta /blana/ de madera – y; del otro, de un
adobe, para tomar el plano, con la otra, se sirve para
conseguir su propósito, hasta devolver a ese paisaje
construido que define la arquitectura del lugar, la
sensualidad y feminidad de la curva, la belleza de la
cara de la luna, la curva del vientre materno, la emoción
del vivir, la experiencia del ser…
(…) Paseando por las calles del pueblo, uno se
emociona con facilidad. Sobre las paredes de tierra
puede verse o; mejor dicho, leerse, la rica modulación y
traba de las fábricas, su ritmo, su composición, los
distintos aparejos de los adobes; música y geometría,
participando de su color.
Sí; las calles de M´ Hamide son su gente; su voz, el
eco de sus pasos, el sonido del balón contra una puerta,
los juegos de palmas de l@s pequeñ@s, el rebuzno
nervioso de un burro, el agua agitándose en el interior
de una cantimplora, el roce de las mieses de trigo
arañando las paredes de tierra, el trinar de los pájaros
45
que se adivinan escondidos entre las hojas de la
palmera, el aleteo de una paloma levantando el vuelo…
Las casas, agrupadas en manzanas, apoyadas las
unas sobre las otras, definen una trama similar a la de
una espina de pez o; también, por poner un símil más
cercano,- más próximo -, al de la hoja de la palmera…
De la calle principal, de la espina dorsal donde se
ubica la antigua mezquita, parten las calles adyacentes
y; de éstas, a su vez, parten otras que no siempre tienen
por qué tener salida; terminando en fondo de saco.
Los rostros de las gentes son agudos, de rasgos muy
duros, con los pómulos muy marcados y una expresión
amable a la vista; casi se diría que han sido cincelados
por el mismo viento que acaricia las cornisas de los
muros de sus hogares… Al fin, su mirada es densa,
profunda, tersa; cálida, afable…
(…) Una mañana, de camino al nuevo M´ Hamide,
Pedro, - portugués -, me habló sobre la memoria de las
palabras. Los posos de aquella conversación me
acompañan desde entonces; la memoria de las
palabras…
46
Me pregunto cuál será la memoria de la arena, tan
frágil a simple vista, aparentemente tan vulnerable; si
no encontraré en la arquitectura, -la memoria construida
de y por todo un pueblo, la respuesta que ando
buscando…-.
La sombra que proyectan las hojas de la palmera
sobre la arena , rompiendo la monotonía del sol, se
parecen muy mucho; casi tanto como demasiado, a la de
aquellas manos que tiempo atrás, estrechaban las
nuestras como señal de bienvenida…
La silueta del caserío; ese horizonte de tierra y luz,
parece una duna más; hasta el punto de que el perfil de
ambas, al caer la tarde, llega a confundirse.
47
El color exterior de las casas no es el de la arena;
sino la arena misma; tal vez dentro de toda una
pretendida estrategia de defensa, tratando de pasar
desapercibid@s, inadvertid@s ante los ojos de l@s de
fuera.
Sobre los planos de arena únicamente destaca la
sombra que arroja el dintel de las tímidas ventanas de
madera, con cuarterones; sin cristales, protegidas con
rejería de forja de hermosa factura, asomándose al
escenario de las calles con sus hojas de colores, como si
fueran pétalos de flores anunciando la primavera.
Puertas adentro, apenas un@ atraviesa el umbral de
una cualquiera de esas humildes viviendas, nos
sorprende la riqueza del interior; todo color, todo
detalle, muy rico en matices, en contraste con la
austeridad que ofrecen las calles; el color de las
especias con que las gentes cocinan; el color de los
lejanos mares y océanos que hubieron de surcar hasta
llegar allí; el índigo, el azafrán, la paprika, el añil, el
azul de ultramar, el verde esmeralda, el almazarrón, el
bermellón, el almagre, el turquesa… Colores terrosos
vistiendo paredes también terrosas; colores de tierra por
y para la tierra.
48
La decoración es muy escueta. Rematando el zócalo
de la pared, a la altura de los hombros, se advierten
algunos relieves y esgrafiados, con figuras y
composiciones geométricas que parecen evocar el perfil
de los zigurats, aquellas primitivas pirámides
escalonadas construidas en tierra; de tierra…
Las viviendas incorporan patios a través de los
cuales la luz cenital baña las diferentes estancias.
Las puertas a pie de calle aportan una primera nota
de color. La mayoría, están hechas de tablas de madera
cosidas entre sí con clavos de forja, de esos con la
cabeza ancha. Sobre la cara exterior incorporan un
enlatado protector; una sobrepiel, un revestimiento de
chapa, algo que; a mi modo de ver, dice mucho del
ingenio de l@s lugareñ@s, también de su nivel de vida,
de su oficio, de su cultura, de los materiales del lugar y
del momento, siendo habitual el empleo de bidones,
latas de conserva, aceite u otros materiales recuperados.
49
Son de un tamaño considerable, de altura más bien
contenida: algo bajas.
Su dimensión responde; entre otros factores, a la
necesidad de dejar un ancho de paso suficiente para los
animales…
Destaca, a media altura, el característico cerrojo que
emplean, un trancón de madera que sirve de cierre, una
suerte de cerradura también en madera, que cuenta con
su propia llave, un singular sistema de apertura; el
conjunto que forman el quicio, la quicialera y la espiga,
habilitando la apertura de la hoja de la puerta hacia el
interior de la vivienda.
50
Las terrazas incorporan una gárgola de evacuación
para el agua de lluvia, que vuela generosamente sobre
la calle, unos ochenta centímetros sobre la vertical de la
pared de la fachada.
El zócalo de las casas, acostumbra a ser de piedra, a
modo de sobrecimiento. En las más pudientes o más
significativas, como sucede con el basamento de la
mezquita, se emplea cal como mortero del mismo.
En general, las casas suelen presentar una suerte de
acerado perimetral de tierra apisonada; una berma de
tierra más o menos compactada.
La casuística de patologías propias de estos edificios
se parecen demasiado a los achaques que aquejan a sus
moradores, las personas que los habitan. A la vista de lo
vivido, se podría decir que ambas van de la mano.
Y es que; la edad, la severidad clima, el paso de la
arena; no perdonan…
51
A veces; las reparaciones que han sufrido son
visibles al exterior, como cicatrices de heridas pasadas;
cosidos, grapas de madera, sistemas de llaves…
El número de huecos; los vanos, es mínimo, también
en cuanto a dimensiones, como veíamos, protegidos a
menudo con rejas, trabajos de delicada factura, que
incorporan también motivos geométricos locales en su
diseño… En ocasiones muy contadas, las ventanas
aparecen recercadas al exterior, presentando un
delicado encalado; color blanco característico que
habitualmente aporta la cal, el propio color del material.
(…) El imbricado eje de la calle, lugar de paso
preferente, aparece algo más rebajado y sirve como
canal de recogida del agua. De algún modo, la calle es
también espacio de encuentro entre elementos; tierra,
agua y fuego… La calle es siempre río; río de gentes
pero también río de agua, un torrente de vida.
52
(…) Un borreguillo, acompañado de su madre
encabeza el rebaño atravesando la calle. Pasan las
ovejas y las cabras, y con ellas el tiempo, levantando
una gran polvareda a su paso, dejando todo un reguero
de huellas; buscando la umbría de las paredes del
alcázar, dejando tras de sí una estela de pisadas que la
arena, de la mano del viento empecinado, se afana en
borrar. Las últimas ovejas del rebaño, las más
rezagadas, atraviesan el cielo de arena como si fueran
nubes de lana…
El suelo quema; arde, y para no quemarse hay que
moverse rápido, cambiar la pata de apoyo, no detenerse
demasiado sobre la misma arena, buscar la sombra de
una buena palmera, buscar el refugio del palmeral, pisar
tierra algo más húmeda, intentar esquivar el calor seco
de las dunas del desierto que se atisba en el horizonte…
Es por eso que un fular casi infinito cubre su rostro,
protegiendo a los pastores de la arena hasta que la
tormenta amaina. Cuando el aire arrecia con fuerza, la
sensación que uno experimenta es de ahogo, de
angustia, con todo ese polvo en tu garganta,
“embarrando” las mucosas, dificultando la respiración
hasta el extremo…
53 54
En medio de la polvareda, a lo lejos, se distingue
una estrella de 5 puntas sobre el dintel de una vetusta
puerta de madera; previa al umbral de la casa,
protegiendo su frente; la estrella de David, guiando
nuestros pasos durante la tormenta, cuando los ojos no
bastan para ver… El contraste de luz en las calles es
muy acentuado, la luz penetra en ellas a través de
“pozos”, que no son otra cosa que calles sin techar, sin
proteger del fuego del sol…
Algunos edificios carecen de esquinas, presentan
muros curvados, lo que dota a los paramentos y a las
calles en su conjunto, de una rala y singular belleza, una
sensualidad inusual, facilitando el tránsito y la fluidez
de los pasos a los que acompañan; el movimiento de
las gentes que; como la misma luz, juegan sobre su
lienzo a dibujar la sombra de los petos de las terrazas
vecinas…
Gracias a ello, la transición entre sombra y luz se
torna más suave, se suaviza, se atenúa con sutileza.
Como el agua del arroyo, la luz; pesada, fluye por
gravedad…
55
TAI
56
Para tomar un té con l@s amig@s, cualquier
momento, en cualquier lugar, cualquier excusa se antoja
buena; eso sí, al cobijo de una buena sombra…
Junto a la palmera, sentad@s en el suelo o
apoyad@s sobre la tapia contigua de la huerta; en la
Puerta, sentad@s en el banco, en casa, sentad@s sobre
la alfombra, en la penumbra sólo rota por el halo de luz
que penetra por el resquicio de una claraboya, - la
ventana abierta en el techo que baña la estancia -,
haciendo que el polvo centelleante que nuestros pasos
levantan tras de sí, baile en el aire como si fuese oro;
oro de tierra seca y miel…
(…) Una de las primeras casas que visitamos fue la
de Abdullah (/Abdilá/), uno de l@s coordinadores
locales. Se accedía a ella desde la penumbra de una de
calle techada perpendicular. La puerta, protegida por un
candado también de madera, era muy antigua, tan bajita
que un@ para entrar tenía que agachar la cabeza. El
pasillo de entrada; el zaguán, hacía las veces también de
habitación. Al fondo de la estancia se vislumbraba un
patio donde dos botellas de plástico se columpiaban en
una cuerda que lo atravesaba de lado a lado,
aparentemente indiferentes a nuestra conversación.
57
Al entrar; nuestros pasos despertaron el polvo del
piso que jugueteaba travieso con los rayos de luz que se
colaban por la ventana, posándose sobre la punta de las
babuchas que reposaban su cuero junto a la pilastra de
adobe, junto a aquella majestuosa alfombra, aguardando
pacientes unos pies que pronto estarían de regreso, para
volver a salir la calle; para volver de vuelta…
58
La ceremonia del té se rige por sus propias normas;
a lo largo de la historia, cada pueblo ha ido
desarrollando su propia cultura en torno a ella. Si un@
se detiene lo suficiente a pensar en ello; en si tiene
parangón o no con la que se da en otras partes del
mundo, es fácil establecer ciertos paralelismos con el de
otros pueblos, como pudiera ser el japonés; como el de
la milenaria, - más que dilatada -, tradición japonesa,
con sus casas de té… Todo un ritual; un té amigo, para
l@s amig@s.
El té es el whisky bereber. Para su elaboración no se
requieren complicados alambiques pero sí una buena
tetera, paciencia y buenas manos…
Una vez que el agua ha alcanzado el punto justo de
hervor, cuando la arena empieza a borbollonear
rompiendo la tensión de la superficie, se retira del
fuego. El té se bebe muy caliente, a sorbos, para evitar
quemarse la lengua, produciendo, para sorpresa de
un@, una sensación de frescor irremplazable.
Sin pretenderlo, el sonido del encuentro de la cabeza
de una cerilla contra el asperón del lateral de la cajetilla
donde hasta entonces había dormido rasga el aire,
rompiendo el silencio.
59
La cerilla, de la mano de nuestro amable anfitrión, -
cortés en el encuentro -, se aproxima hacia una nube de
gas que se escucha pero todavía no se deja ver…
La ceremonia ha comenzado.
Frente a nuestros ojos, sobre el mantel, un mar
infinito de aceite, manteca, miel, mermelada y también;
- cómo no -, unos dátiles preparados al estilo local.
Todo son generosas dádivas para l@s invitad@s que
poco a poco, un@ a un@, se van acercando a la mesa.
60
(…) Todo está preparado, la generosa bandeja de
alpaca, la mesa vestida de gala para la ocasión, un paño
de tela, agua fresca…
Incondicionales e indispensables son, acompañando
al té; - cómo no -, las pastas de té, esas “Henry(s)”, tan
típicas allí como pudieran serlo aquí, en España, las
galletas “María”; las de antes, - claro…-, unos
cacahuetes convenientemente salados, unos panecillos
crujientes; rebozados con semillas de cereal y pan
recién hecho, /jop/ recién horneado.
Todas nuestras miradas están puestas en las manos
del director de orquesta, todo son muestras de júbilo al
son de la música, del espectáculo del que nuestras
propias miradas también forman parte; la danza
contenida de la llama; sus guiños y parpadeos, su reflejo
en las pupilas de l@s compañer@s..., cautivando por
completo nuestra atención, robando parte del
protagonismo al verbo, a la palabra hablada…
En una lata, como un tesoro de merecido aprecio;
ralo, valioso, se conserva el azúcar. El azúcar es el hielo
del desierto, un iceberg a la deriva que se derrite en las
aguas templadas de un mar de menta y té, al calor de
una llama que nace de una coqueta bombona
61
engalanada también para la ocasión que; desde luego, lo
merece…
Para partirlo, se utiliza lo que se tiene más a mano,
como aquella antigua biela de bicicleta que Matee; a
golpe de imaginación, había transformado en una
perfecta maza de cocina…
La paleta de azules que se despliega ante nuestros
ojos parece no tener fin; el añil de su /litam/; el pañuelo
con el que protege su rostro, su cuello y su cabello del
azote de la arena y el polvo del desierto, el azul
vaporoso del gas, el azulete mineral que luce la pared,
la hilatura sedosa de la alfombra, los azules de los
motivos de la caja donde se guarda el propio té, la
pintura de la lata, los azules varios de las cerdas de la
escobilla; - a propósito, confeccionada a mano a partir
de cuerdas de polietileno reciclado -, los reflejos
metálicos que proyecta el vuelo de la falda de la misma
bombona; el azul del cielo que se cuela por la claraboya
del techo…
La preparación de 1 kg té; de /tai/, se lleva unos 4
kg de azúcar. En la casa de Abdilá, son 20 personas,
saben mucho de esto; esa cantidad resulta ser el
equivalente al consumo de una semana.
62
En aquel hogar, la casa de Abdilá, convivían; -
conviven -, cuatro generaciones. Su familia había
conservado su antigua casa en el viejo M´ Hamide, pero
se habían trasladado a vivir al nuevo M´ Hamide; - a
unos tres kilómetros al Norte -, hace años; entre otras
cosas, porque allí sí contaban con servicios tan básicos
como el agua corriente en las casas. Hacía tiempo, sus
hermanos pequeños, emigraron a trabajar a la ciudad de
modo que él se había convertido en el cabeza de
familia, la persona responsable de cuidar de sus
respectivas familias; esposas e hij@s.
(…) El metal adusto de las bombonas se viste de
artesanía, un velo de arcilla para cubrir el cuello y una
hermosa falda, ligera; grácil, para cubrir su vientre y su
ombligo, su barriga industrial; un vestido de alpaca muy
63
trabajado, de bonita factura, de igual modo; con el
mismo tacto que se trabaja la bisutería, incorporando
relieves geométricos en el refulgir de su volumen…
El desgaste del vestido, algo descolorido, las marcas
y abolladuras que recorren su piel delatan su edad… A
buen seguro, se trata de golpes; movimientos fortuitos
de tantos y tantos ires y venires, de tantos y muchos tés
preparados, muchos y tantos tés compartidos…
Todos aquellos pequeños gestos no pasan
desapercibidos para nosotr@s; dicen mucho de la
cultura del lugar; de nuevo, de lo que se ve y de lo que
no se ve, porque no se deja ver o; sencillamente, porque
no se alcanza a ver con los ojos, porque queda detrás,
escondido, tapado, revistiendo la ceremonia del té; -
todavía aún más si cabe -, de un aire de misterio y
solemnidad, humanizando su calor, domesticando su
llama.
(…) La conversación encuentra su propio curso;
como el agua, todavía más pausada si cabe… Las nubes
vaporosas del té se elevan por encima de nuestras
cabezas…
64
De alguna forma, en aquella mesa, la naturaleza
parece haberse colado en la estancia; la relación con el
lugar se vuelve más estrecha en la intimidad de la
habitación.
La tetera descansa sobre una mesa baja de madera
de cedro, también vestida para la ocasión. Su geometría
evoca imágenes del entorno; su silueta ojivada, se
asemejaba a la de los dromedarios sentados, con el
cuello estirado y su característica joroba, aguardando
para salir de ruta: esa próxima caravana…
La oreja de la tetera; su característica asa, destaca
sobre su volumen compacto, se cubre con una orejera
de “trapo”, amable para con la mano, como si se tratase
de un guante de horno, para evitar quemarse la piel al
asirla.
65
En suma; todo un ejercicio de mímesis, la
decantación paulatina de la relación más íntima y
estrecha entre naturaleza, geometría y arquitectura;
presente, también, en el diseño de los objetos más
cotidianos, como la propia tetera.
Pero sí algo recuerdo de aquel té, es aquella nube de
manos; manos, muchas manos, manos y más manos…
Manos que se buscan, manos que se entrelazan, manos
que se acercan y reconocen al abrigo de un vaso de
cristal; caliente, tibio, humeante, cuya caricia resulta tan
cálida a la piel de los labios...
Las manos se agitan en el aire como palomas
entrecruzando sus alas en la estancia… Son muchas;
manos más o menos fuertes, +/- delicadas, +/- finas, +/-
manchadas de barro; manos +/- torpes; todas amables…
Una de ellas levanta el vuelo y se pierde por la
escalera de acceso a los pisos superiores que se sitúan
en una de las esquinas de la planta baja, próxima a la
puerta de entrada.
Dando palmadas, palmeando, palmeteando,
golpeando las palmas de sendas manos, una contra otra,
abrazando el aire…
66
Las manos se convierten en palomas, son manos que
quieren volar, surcar un cielo de paz, el cielo de un
mundo mejor…
Alguien propone un brindis
- /Bisaja/ (salud)
La luz es muy tenue. Su frágil sombra sobre el piso
de tierra se confunde con la silueta de las hojas de
palmera al ser agitadas por el viento al atardecer…
67
La escalera; que parece no tener fin, se desarrolla en
torno a un machón de fábrica y el frente de los peldaños
queda definido por ramas fuertes de eucalipto, apenas
escuadradas; elaborados a partir de adobes o tierra muy
compactada, ya desgastados…
Al final, desembarcamos en un pequeño descansillo,
desde el que se accede a la terraza por una suerte de
puerta, mucho más reducida en tamaño.
El techo; de tierra y rama, se siente ceder con cada
paso; a cada paso, está vivo, se mueve, cruje, tiene voz,
alma.
68
La altura del peto de la cubierta, un parapeto
sencillo de aproximadamente un metro, ofrece la
suficiente intimidad para la conversación y la vigilia y
también una repisa perfecta sobre la que apoyarse,
sobre la que asomarse a la calle para disfrutar desde las
alturas, para detenerse a observar el ir y venir de sus
gentes, al tiempo que arroja su sombra sobre el piso de
tierra de la terraza, protegiéndola también de las rachas
de viento, evitando que la arena se acumule en exceso
sobre el terrado y lo haga combar.
Ya sentad@s, formando un círculo, con la espalda
apoyada sobre el peto, al abrigo del té, Abdilá, nos
cuenta que en verano, toda la familia duerme en la
terraza; arriba, á la belle étoile, al raso, haciendo más
llevadero el calor de la noche, dejando que con el sueño
lleguen también los sueños…
La terraza de las casas es; sin duda, un mirador
privilegiado, que comparte también esa dualidad
público-privado de otros rincones del pueblo, donde
resulta relativamente fácil encontrarse con otr@s
vecin@s haciendo lo mismo en su propia terraza,
vecin@s con l@s que poder establecer una
conversación más o menos distante, más o menos
cercana.
69
TRAP, TRAP
70
Supongo que; de algún modo, los talleres que
organizan l@s compañer@s de Terrachidia; son una
pequeña excusa para seguir aprendiendo a través del
estudio, propiciando un acercamiento al conocimiento
a través de la práctica; su aplicación, una primera
aproximación al saber y forma de hacer locales; propio
de los lugareños, un ejercicio de sensibilización al
tiempo que también de investigación, formación,
divulgación e intercambio, permitiendo tanto a l@s de
un lado de la Puerta, como a l@s del otro, establecer
paralelismos, vínculos y lazos con lo ya conocido;
comparando lo aprendido con lo ya vivido, con la
experiencia y recorrido vital de cada un@, para seguir
avanzando y mejorar; seguir creciendo.
(…) El trabajo perenne de mantenimiento y
recuperación de la Puerta constituye en sí mismo toda
un aula abierta; las conversaciones son en sí mismas,
parcas en palabras pero ricas en gestos y complicidades,
donde la empatía, la mímesis y el cruce de miradas
adquieren un mayor protagonismo. Un@ aprende
repitiendo una y otra vez los gestos pausados de la
mano de los maestr@s locales; como Matee, un buen
Mu´ allim, confiando también en su saber ver, siempre
dispuestos a mancharse de barro, maestr@s atentos,
generosos a la hora de enseñar y compartir las técnicas
71
constructivas tradicionales ¿Cómo…? ¿Por qué…?
¿Cuándo…? ¿Para qué…? ¿Con qué…? ¿Cuánto…?...
Como en tantos otros ámbitos de la vida; - también
en éste -, resulta vital subrayar la importancia del
aprendizaje mediante la aproximación al material; a la
materia, - la tierra en nuestro caso -, desde las etapas
más tempranas del alumn@, durante la niñez, para
sentar las bases de un futuro conocimiento.
Experiencias como ésta ponen de relieve la
importancia del trabajo colectivo a través del desarrollo
de valores humanos como la cooperación, la ayuda
mutua, la integración y el entendimiento; en suma, - al
menos para mí -, los motivos que le llevan a un@ a
trabajar en el ámbito de la conservación, la restauración,
la rehabilitación, la protección del Patrimonio;
aprendiendo a valorar su papel como motor de la zona,
no sólo a nivel cultural, - el legado que ya de por sí
conforma -, sino también desde un punto de vista
económico; como medio para posibilitar un mayor
avance en la sociedad, como elemento catalizador del
desarrollo de la zona, dentro de una estrategia global de
divulgación incidiendo; como punto de partida, en la
formación de tod@s es@s nuev@s arquitect@s,
artesan@s, albañiles y maestr@s alarifes, como una
herramienta que contribuya definitivamente a la lucha
72
frente a la marginación y la pobreza, frente a la
exclusión social, frente a la desigualdad entre clases, -
que las hay; que las sigue habiendo,
incomprensiblemente -, entre individuos de una misma
sociedad, personas que comparten un mismo espacio; la
calle.
(…) La tierra; el suelo que pisamos, se compone de
piedras, cantos rodados; más o menos rodados, más o
menos vividos, desgastados, viejos…; un puñado de
arena, limo y arcilla (Dentro de una primera
clasificación de los materiales por diámetro) Los suelos
o tierras aptas para el oficio de la construcción de la
arquitectura; para la elaboración de las masas, morteros,
mezclas y otras pastas…, son las tierras arcillosas;
aquéllas que contienen un elevado porcentaje de arcilla;
el aglomerante de nuestra receta, el equivalente a la
flor, la masa madre, la levadura del pan.
Y al margen de tecnicismos y a falta de laboratorios
donde llevar a cabo un análisis más detallado; -
exhaustivo-, de las muestras de suelo que hubiéramos
podido tomar, las tierras aptas para su empleo en
construcción, son aquéllas cuyo uso ha sido sancionado
por la práctica, aquéllas que se han venido usando
generación tras generación; sencillamente, aquéllas que
ya se conocen.
73
Mortero para la tapia mortero para el
adobe (fábricas; muros, pilares, columnas,
hornos…) mortero para la junta
mortero para el revoque…
El porcentaje de agua añadida variará de menos a
más; - de izda a dcha, así; la tapia de tierra requiere
menos, mientras que el revoque requiere más -, a la
inversa que la resistencia pretendida; que irá de más, -
para la tapia, para el muro, en aquellos elementos donde
trabajara como elemento portante, masivo -, a menos; -
para el revoco, para la piel que; en cambio, requiere
más elasticidad y flexibilidad en su condición de
revestimiento…-.
A mayor cantidad de agua, menor resistencia final
del elemento, (+ agua - resistente), siguiendo un
principio básico de la construcción que establece la
siguiente máxima: “lo que junta debe ser más débil que
lo juntado”. Así; por ejemplo, la cama de barro sobre la
que asientan los adobes, debe ser más “débil” que los
propios adobes que conforman la pared… En efecto;
esto sucede así, de modo que las juntas son capaces de
absorber las pequeñas tensiones que se generan en el
seno de la fábrica, evitando que ésta pueda llegar a
dañarse, fisurando antes de que los adobes puedan verse
afectados llegado el caso…
74
Éstos son algunos de los bártulos; de las
herramientas que necesitaremos para nuestro trabajo…
- paleta (metal)
- llana (metal)
- talocha (plástico)
- piqueta
- alcotana
- criba
- reglas de madera (para reglear, planear-nivelar la
superficie, rematar las aristas y esquinas)
- pico
- bidones de plástico (para el acopio y reserva de agua)
- pañuelo, fular (para cubrir la nuca)
- gorra, guantes (para proteger la nuca y la piel
respectivamente)
- calzado y vestimenta adecuados
- pala
- cubo, capazo
- cepillo (limpieza)
- plomada (para comprobar la verticalidad de las
paredes de tapia, tapiales de madera)
- pisón (para pisar, para el apisonado de la tierra) +
pisón de mano (para las esquinas, ptos críticos, puntos
de difícil acceso que requieren de una mayor
precisión)
- azada, azadón
75
- carretilla
- sacos de yute (para el transporte de la paja)
- manguera (en caso de disponer)
- adoberas
- botellas de plástico
- tijeras, cutter, cuchillo, navaja (herramienta de corte)
- bolsa de plástico ~ improvisada manga pastelera
- sierra de mano
- polea + gancho + cuerda (roldana)
(…) A una de las coordinadoras; Marta, se le
ocurrió que podíamos coger una bolsa de plástico y
rellenarla de arena, como si fuera una manga pastelera,
una de ésas para hacer churros, y espolvorearla sobre la
cara superior de los adobes para ver qué sucedía, si se
abrían más o menos comparativamente con otros, unos
cubiertos de paja y otros sin cubrir, todos expuestos
directamente al sol, para así comprender mejor los
motivos, patrones y grado de fisuración los adobes y la
tierra en general, mediante la observación directa de la
evolución de su secado superficial (+/- brusco, +/-
pausado, …)
En la Puerta, cada jornada comenzaba con el ir y
venir de carretillas cargadas con arena extraída del
entorno. La arena se volcaba junto a otro montón de
arcilla, que previamente el equipo local se había
76
encargado de extraer y acopiar, para tenerla bien a
mano y así poder mezclarlas en su justa proporción.
Una vez formado un cráter en medio del montón de
tierra y lleno de agua; se cubría la superficie con paja
para evitar una evaporación excesiva de la misma,
dejando que el tiempo y la noche trabajasen; desde la
complicidad, para nosotr@s.
77 78
Como no dábamos a vasto, hicieron falta algunos
adobes extra que Abdalá, con la ayuda inestimable de
su burro, se encargó de acercar hasta la Puerta.
El burro, todo pundonor; cargado hasta los topes,
apenas visible bajo la carga, algo renqueante, no perdió
la compostura en ningún momento, incluso tuvo el
detalle de regalarnos aquel leve gesto de cabeza,
agradeciendo todos y cada uno de los adobes que le
quitábamos de encima…
Para la elaboración de los adobes seguimos la receta
tradicional, similar a la que se utiliza para la masa del
pan; añadiendo un puntito extra de crujiente, adobando
con paja. El arte de la cocina y el de la tierra tienen
mucho en común, más de lo que pudiera parecer a
simple vista; comparten gestos y lenguaje, - no por
casualidad…-.
Pasos:
1.- Para los adobes: amasado de la tierra tomamos
una porción de masa rebozamos con paja
(dispuesta sobre el suelo, como una alfombra)
moldeamos desmoldeamos dejamos cocer al
fuego (al sol) volteamos…
79
2.- Para las albóndigas (al-bunduq, bolas): Tomamos
una porción de carne la pasamos por el huevo
batido enharinamos (adobamos) moldeamos
con ayuda de una cuchara sopera desmoldeamos
ponemos al fuego (a la sartén) volteamos para
que las caras se doren uniformemente (sin llegar a
quemarse) retiramos del fuego dejamos enfriar
emplatamos servimos, a la mesa…
Otras: recetas de pastelería y repostería; tortas de tierra
(terrados, terrazas; cubiertas planas de tierra y forjados
de madera (palmera, eucalipto, tamarindo y caña,
conformando una base tupida; una suerte de fieltro que
retiene el material, aunque es cierto que con el tiempo,
tiende a desprenderse algo de polvo)
(…) Contábamos con 2 tamaños de adobes
diferentes y para su moldeo nos servíamos de dos
adoberas distintas; la una, grande, de hierro, con dos
asas adosadas en sendos laterales cortos, de 1 udd; la
otra, para los adobes pequeños, de 25.12.6 cm, de
madera, de 2 udds.
80
Para los recién llegados, diremos que una adobera es
un molde de madera, hierro u otro material que sirve
para moldear la tierra, - valga la redundancia -,
adoptando ésta una forma paralelepipédica, con las
aristas más o menos definidas. Durante su moldeo es
importante compactar bien la masa, rellenar todo su
volumen, sin dejar huecos, prestando especial atención
al remate de las esquinas.
Tras su desmoldeo se dejan secar al sol, volteándose
al día siguiente para conseguir un secado más uniforme
de la pieza.
Los usos del adobe son muy variados, es un material
y a su vez un elemento de lo más versátil; sirve tanto
como para erigir pilares o columnas como para levantar
paredes, como pieza para trabar las viguetas que
conforman el forjado al muro; - tabanqueado -, como
elemento de decoración, - jugando con su aparejo -,
como material de relleno, - nivelaciones de piso -, para
crear los antepechos de cubiertas, pretiles de terrazas,
balcones…, como elemento de remate y coronación de
muros, para conformar nabos de escaleras (ejes), como
barandas, arcos, bóvedas, cúpulas y cupulines de
edificios e incluso hornos de pan comunales…
81
(…) Se nos ocurrió coger unos cucuruchos de papel
de periódico, como aquel /karré/ de pipas, de /serreá/,
al que uno de los chicos de la tienda de al lado nos
había invitado, para preparar otra receta a partir de
ellos; unos cucuruchos muy especiales; unos
cucuruchos de tierra (Tomando ésto como punto de
82
partida de experimentación; al contar con la arcilla del
lugar y la fibra extra que proporcionaba la propia
celulosa contenida en el papel del cucurucho. Lo
cortamos en tiras y lo mezclamos con la arcilla y algo
de agua extra para hacer figuras. Lo más sencillo
hubiera sido hacer una pelota con ell@s, amasando la
mezcla entre las manos; utilizando ambas manos como
cazos, jugando con ellas como si fueran cucharas y
comprobando qué sucedía…
Esto tan sólo fue una invitación al juego, una
especie de kit básico de tierra, como aproximación al
material, un ensayo en el que se entremezclaron ilusión,
imaginación, y alguna que otra lección de bolsillo;
aspectos básicos de la cultura del reciclaje…
83
(…) La idea era trabajar con los materiales que
teníamos más a mano, ésos que resultaban más
accesibles, tanto las materias primas que ofrecía el
entorno natural, como los recursos humanos y técnicos
locales disponibles, propios de la cultura del lugar.
Y a propósito de recurrir al medio como fuente;
vamos a mostrar algunas de esas fuentes:
1.- Lo que nos ofrece el basurero. ¿El basurero? Sí; el
basurero como fuente de materiales plásticos para
crear nuevas herramientas como cubos, escobas,
escobillas, talochas, discos… Envases de yogures,
danones (plástico, color rosa) con los que moldear
pequeños adobes (adobitos) y ver cómo se comporta
la tierra, buscando un cambio de percepción en
cuanto al concepto de “basura”, haciendo de esos
envases; por ejemplo, moldes para nuestros adobes
(recurriendo a éstos a modo de adoberas, tal vez más
cercano, con los que un@ puede sentirse más
familiarizado…) En M´ Hamide las papeleras son
difíciles de encontrar, pero no sucede lo mismo con
los bidones, garrafas, botellas de lejía, latas de aceite
y/o los neumáticos usados; toda una cantera de
materias primas…
84
2.- Lo que nos ofrece la naturaleza:
Cantos rodados: empleo como material de relleno en
subbasamentos, cimentaciones, zócalos de
construcciones y también como herramienta manual;
para el pulido superficial, para el tratamiento final
del revoco, acabados…
Arena: obtenida de “bancos” de arena locales; la que
procede de la propia calle, la acumulada en las
intrincadas acequias y canales (arena fina)…
La arena no puede faltar en el desierto¡¡¡
Durante la fase de la intervención sobre la Puerta en
la que participamos, la arena la obteníamos de la
cuneta de la carretera, a unos 200 metros de la
misma… aquello parecía una maratón…
Recuerdo cómo se clavaba la rueda de la carretilla,
especialmente los viajes de vuelta, cargados hasta
los topes; lo difícil que resultaba avanzar sobre la
arena…
85
Primero, con la ayuda de la pala, retirábamos la capa
más superficial, dejando a un lado los restos de
envases, ramillas, etc…, para poder acceder a las
capas más profundas.
La arena de las primeras capas aparecía más seca,
mientras que la del fondo todavía conservaba cierto
grado de humedad y; debido a esto, presentaba otra
tonalidad, más oscura.
El grado de humedad de la arena era reconocible al
tacto; así como su textura y su temperatura, y
también a la vista; el color claro, mostaza, del color
86
del pelo del camello, se correspondía con la arena
seca y el marrón oscuro, con la húmeda.
La tierra (arcillosa) en M´ Hamide es de color
parduzco, marrón-rojiza… Este material se obtiene
de casas derruidas, ruinas, escombros; recurriendo a
la propia obra como cantera y/o también de los
huertos contiguos donde está tan presente…
3.- Fibras, conchas marinas, piedrecitas… Con ellas
podemos practicar distintos acabados (soplado de
fibras, incrustaciones, otros…)
4.- Envases de cartón caseros (como fuente de papel
kraft), hueveras de cartón, cajas…
(…) Mientras el grupo aprendía a hacer adobes, l@s
pequeñ@s nos agasajaban con pasteles, tartaletas,
magdalenas y otras figuras que elaboraban con sus
propias manos, algo que a tod@s nos emocionó
mucho…
87
Mientras paseábamos, era relativamente habitual
encontrar dibujos incisos sobre aquellas pizarras de
tierra que eran y son las calles del pueblo, sobre los
muros y las paredes de las casas, convertidas en papel
por l@s pequeñ@s; con los dedos de la mano, sin más
herramientas que su propia imaginación, derrochando
ingenio…
La otra pizarra en M´ Hamide es el cielo, salpicado
de nubes de tiza blanca; ésa con la que se dibujan los
sueños…
(…) La tierra ha sido y es soporte de escritura desde
la Antigüedad, desde que el hombre aprendiera a
sostener con sus manos aquella rama con la que se
88
ayudó para dibujar sobre la tierra del suelo la silueta de
su propia mano; mucho tiempo hace ya que aquell@s
pobladores decidieran asentarse en la fértil vega del río
Tigris y utilizaran aquella tablilla de arcilla para dejar
constancia de lo que habían aprendido…
(…) En general, los revoques de tierra pueden
trabajarse a 1 capa; es decir, a 1 sola mano; o bien,
aplicarse en varias capas, a 2 o más manos.
La 1ª actúa como capa de regularización (Pueden
aparecer fisuras, son admisibles)
La 2ª capa es la de acabado. Exige una preparación
previa del material más cuidada, cribando la tierra,
separando de ella los terrones y fragmentos que hayan
podido quedar sin deshacer, mezclándola bien con la
azada y pisándola convenientemente; dejándola lista
para su aplicación con la paleta y/o la llana.
En ocasiones, puede recurrirse a la aplicación de una
3ª capa, cuya función suele ser específicamente
decorativa, siendo también una capa de acabado,
requiriendo mayor finura y delicadeza; - si cabe -, para
su consecución, desde la selección de materias primas,
la elección del tamaño de grano de las partículas y el
89
diámetro y la longitud de la fibra a emplear, así como
su aplicación en espesores de capa más finos.
Para esos revocos más finos se emplea la tierra
mezclada con arena y paja menuda, pero también con
otros ingredientes como el jirle (chirle / excrementos,
caca de oveja / kaka/ jara…)
A medida que avanzamos hacia el exterior, las capas
son más ricas en arena y de menor espesor al objeto;
entre otros motivos, de evitar su fisuración.
Es importante resaltar la necesidad de humectar
previamente el paramento que vamos a revocar…
El método para la preparación y elaboración de la
mezcla en su conjunto es sencillo; se deja que el
ganado, el rebaño de ovejas, pase sobre la tierra que
vamos a emplear; - que se cague en ella, literalmente -,
y de paso, que la pisen; es decir, por un lado la
“enriquecen” y por otro la terminan de mezclar; la
amasan, con la ayuda de sus pezuñas y patas, con lo que
se consigue que también dejen algo de lana, fibra rica
en lanolina, una grasa de origen animal que también
conviene al revoco.
90
La otra opción pasa por aprovechar directamente los
excrementos de la limpieza del suelo del redil, del
corral; es decir, barrer bien la cuadra y añadir el
material obtenido a la tierra, procediendo a
continuación a su mezclado hasta conseguir una mezcla
homogénea.
De igual modo, pueden emplearse excrementos de
otros animales domésticos como burros, vacas…
(…) Al tiempo que vamos trabajando con el
material, van surgiendo las dudas sobre todo lo que
atañe a su elaboración y aplicación…
¿Cuáles son las proporciones para las distintas
mezclas…?
¿Cuál es la dosificación más apropiada en cada caso,
dentro de cada una de las técnicas…?
¿Cuál es la medida de cada uno de los ingredientes
de la receta…?
91
Pues bien; vamos con ello. De forma aproximada,
para el adobe necesitaremos: 1 parte (carretilla) de tierra
(arcillosa) y otra (carretilla) de arena mientras que para
el revoco; de una sóla capa, emplearemos 2 carretillas
de tierra arcillosa, mezclada con 1 de arena, recogida in
situ o en las proximidades, y 1 saco de paja.
Si buscamos un acabado más fino o; sencillamente,
se da el caso de que el revoco vaya a quedar más
expuesto a la intemperie, recurriremos al empleo de una
parte de tierra (arcillosa), otra de arena más fina, paja
muy menuda y excrementos; - nuestro ingrediente
secreto; ya no tan secreto…-.
92
¿Dónde reside el motivo, la razón de su empleo
tradicional, secular…?
A continuación, trataremos de ahondar algo más en
este punto, intentando descubrir las razones de su
empleo desde un punto de vista técnico, próximo a los
preceptos por los que se rige la bioconstrucción actual,
buscando una relación de equilibrio con la naturaleza,
una mayor simbiosis con el medio.
Embarcados en ese ejercicio de plantear hipótesis
sobre los motivos de su empleo, imaginemos que las
bondades de esta mezcla fueron descubiertas de
casualidad, bajo la mirada atenta de alguien…
Imaginemos que esa persona, para facilitarse el trabajo,
hace que sean los animales; por ejemplo, un burro, el
que lo pise; el burro se caga y se mea, micciona, - más
fino -, sobre él y; entonces, advierte que las cualidades
de la mezcla son mejores que cuando se elabora sólo
con barro, sólo con tierra arcillosa, arena y agua, que la
masa adquiere una textura diferente, que la puesta en
obra resulta más sencilla y que huele, también eso; que
huele diferente… Además, pasado el tiempo, observa
que el resultado es más duradero y requiere menos
atenciones. Genial…
93
Los excrementos del ganado en general; tanto el
ovino, como el capril, como el bovino, constituyen en sí
mismos una fuente natural de caseína, enzimas y
microfibras.
Por otro lado, la urina es una fuente natural de urea,
rica en sales y minerales; pero sobre todo, iones
negativos (-), que interactúan con las partículas de
arcilla a nivel nanomolecular. El agua de amasado
puede ser sustituida por ésta, con el ahorro que eso
supone, especialmente en aquellos lugares donde ésta
resulta ser un bien tan escaso.
Los beneficios que estas adiciones confieren a la
calidad final del elemento son notables: mejoran su
durabilidad, disminuyen la retracción de secado inicial,
- no sé si impidiendo pero sí limitando; es decir,
coartando la fisuración, incrementando la resistencia
frente al agua, haciendo que el color conserve un
puntito más de luminosidad incluso después de haber
secado…-.
Llegados a este punto, resulta conveniente apuntar
la importancia de dejar reposar la mezcla durante al
menos una noche; dejarla dormir, que se pudra, con
abundante agua, dejando al menos una lámina de un
dedo de altura por encima, y recubriéndola con paja,
94
para evitar que se evapore bruscamente, reteniéndola,
manteniendo un grado de humedad aceptable, quedando
lista para su empleo a la mañana siguiente…
(…) Gracias a la mirada de otro local; Asis,
pudimos admirar la belleza del tueste que habían ido
adquiriendo particularmente los revocos y la arena con
los años; ese tostado tan característico, especialmente
reseñable en las fachadas donde el sol incide
directamente, algo que quizás pudiera haberse debido a
una reacción entre los diferentes componentes
minerales de la tierra, ya de sí por sí marrón-rojiza, con
las sales del subsuelo contenidas en el agua de amasado
y/o la incidencia directa de los rayos solares.
(…) Los nudillos de las manos de aquel maestro;
con el tiempo, debido a la artrosis tan avanzada que le
aquejaba, se habían convertido en auténticos nudos;
aunque a mí, me recordaban a los gajos de las ramas de
las hojas de palmera cortadas; parecía como si fueran
las yemas de las que habían comenzado a brotar otros
dedos, otras manos; otras miradas…; savia nueva, para
llegar, junt@s, todavía más alto…
Aquel hombre movía las manos con una agilidad y
destreza inusitadas, inusuales, era todo maestría, capaz
de dirigir aquella orquesta al compás de su batuta,
95
dibujando con sus gestos en el aire y después;
seguidamente, sobre aquel lienzo de barro, la lección de
la mañana…
Empleaba las manos como rastrillo, los dedos como
vertederas de un arado con el que surcar la tierra;
empleaba las manos para acercar esa misma tierra a
nosotr@s, sembrando el campo de conocimiento…
La tierra, aparentemente tan tosca, tan salvaje, tan
indómita, se volvía dócil y mansa entre sus manos,
quedando rendida ante su mirada y las palabras que le
susurraba…
- Ma, trap, ramala, blé (agua, tierra, arena y paja)
Las herramientas necesarias para el trabajo de
revocar son; básicamente, una /blana/, una plana como
dicen en levante, también llamada fratás, talocha o
trulla, como dicen en Castilla), y una paleta, aunque;
como veremos, ninguna de las dos son realmente
imprescindibles sino; más bien, todo lo contrario…
96
En las líneas que siguen a estas palabras, trataremos
de describir de forma más o menos breve, más o menos
concisa, la secuencia de pasos que seguimos para
ejecutar el revoco…
1.- Recuperación del plano de la pared. Reconstrucción
parcial (Actuación localizada sobre las zonas dañadas)
2.- Asentamiento de la fábrica (Dejamos que asentara,
que cojiera su postura; que el mortero de la junta
tirara bien, que secara suficientemente…)
97
3.- Preparación del revoco, humectación previa del
muro. El muro tenía sed y mucha…; se bebía el
agua que le ofrecíamos con rapidez, con avidez. Con
la ayuda de una botella de plástico dejamos que la
pared de tierra se empapara bien de agua; que
chupara bien. Una vez seco volvimos a humectarlo;
eso sí, esta vez, dejando que absorbiera el agua sólo
parcialmente y entonces; cuando el brillo dio paso al
mate, - veíamos el paramento todavía húmedo, con
ese color más pardo a diferencia de la tierra seca,
más clara -, procedimos a aplicar el revoco; un@s a
mano y otr@s, con la ayuda de herramientas, como
la paleta o la talocha; buscando siempre nuestra
propia comodidad, prestando especial atención al
cuidado de nuestra piel.
Solíamos trabajar con guantes, conscientes de que
en ocasiones, resultaba demasiado complicado, tuvimos
que sopesar si usarlos o no, valorando las consecuencias
de no hacerlo…
Ya se sabe…
gato con guantes, no caza
(…) Con vistas a la realización de próximos talleres
se nos ocurrió sugerir un apunte: el empleo de las
98
botellas de plástico de agua; - de las de 1,5 litros-. Éstas
tienen la ventaja de su plasticidad; se pueden arrugar-
comprimir-aplastar, para rellenarlas en el cubo del
mortero de goma o en el grifo de cualquier lavabo; -
dobladas sí que cogen…-. Obviamente, también es una
buena forma de poner en práctica los principios del
reciclaje… Dentro de este ejercicio de exploración de
las posibilidades de reciclaje del objeto avanzamos
también otra opción que; dicho sea de paso, ya fue
puesta en práctica durante el taller. Podemos efectuar
un corte a media altura de la botella y emplearla como
vaso o también; practicar unos orificios en el tapón y
usarla como regadera; boca abajo, por ejemplo, para
regar el piso de tierra y evitar que se levante tanto polvo
mientras trabajamos sobre él…
La falta de herramientas para tod@s puede generar
pequeños conflictos, devenir en tensiones innecesarias
entre los miembros del grupo. Trabajar a mano, con las
manos, siempre que sea posible, resulta más que
recomendable; insistimos, siempre que sea posible.
Apoyar el trabajo con explicaciones y documentación
gráfica resulta muy útil, especialmente cuando el
idioma pueda suponer una barrera entre maestr@s y
alumn@s.
99
En ese sentido, los dibujos resultan esenciales para
mejorar la fluidez en la comunicación, nos permiten ir
más lejos, profundizar en el aprendizaje, analizar
detalles…
Dentro de este capítulo y en relación a las técnicas
de aplicación; añadiremos que, en general, l@s
maestr@s evitaban trabajar con las manos directamente;
se ayudaban de las herramientas para ello; aunque por
otro lado, no dudaban en hacerlo mientras sostenían una
100
porción de masa en una de sus manos al tiempo que
blandían con la otra la paleta, usándola a modo de
esparavel…
Los materiales básicos que conforman estas
herramientas son la madera, el metal y el plástico; si
bien, como apuntábamos antes, el metal, - en el caso de
la llana -, resulta ser el preferido por los locales;
sustituyendo a las de madera, de factura eminentemente
artesanal.
Trabajar con este tipo de herramientas requiere
conocer algunas pautas básicas para garantizar un
manejo seguro, puesto que algunas, como la llana,
cuentan con un borde muy afilado; cortante, lo que nos
obliga a ser cautos en su manejo, durante su
manipulación.
Es importante el modo de sujetar las herramientas
en lo referente al sentido de trabajo, al tipo de
movimiento que realizamos y también atendiendo a
algo tan sencillo como el hecho de si un@ se defiende
mejor con una u otra mano; si un@ es diestr@, zurd@,
ambiestr@ o ambizurd@...
101
En cualquier caso, al margen de este apunte, lo
fundamental es realizar una correcta extensión de la
masa sobre la pared y aprender a controlar el espesor de
capa, trabajar con espesores no excesivamente gruesos,
por adición, poco a poco, superponiendo unas capas
sobre otras…
De todos modos, el propio material nos orientará; si
la capa resulta de un grosor excesivo, se despegará de la
pared, - caerá por su propio peso -, si la humectación
previa del soporte no ha sido suficiente o;
sencillamente, no ha existido, el revoco también tenderá
a despegarse y/o descolgarse del paramento, de la
base…
Durante la aplicación de la masa iremos
describiendo pasadas +/- horizontales, +/- verticales, +/-
circulares, con una mano o las dos asiendo el mango…
(a 1 mano, a 2 manos…), caracoleando,
remolineando… , ejerciendo +/- fuerza, +/- presión,
jugando con la postura de nuestro propio cuerpo,
trabajando solidariamente, coordinadamente,
compensando esfuerzos, buscando cierto equilibrio en
nuestro propio movimiento, acorde con los principios
de ergonomía más elementales.
102
(…) ¿Cómo se definen las aristas; los vértices, los
ángulos; todos esos encuentros entre diferentes planos;
pared-suelo, pared-pared, pared-techo…?
Para esto nos ayudaremos de maestras, reglas y/o
adobes o también, en el caso de encuentros curvados,
nos serviremos de tubos plásticos, botellas o bolsas, lo
que tengamos más a mano; - para variar -, de todo
aquello que pueda resultarnos útil para el fin que nos
hemos propuesto.
Trabajando con la paleta:
Una vez extendida la capa de barro, cogemos una
botella de agua en una mano y sujetamos la paleta con
la otra. Trabajamos con el material al límite, llevándolo
a un punto casi líquido; muy, muy fluido, mojando
constantemente en agua la herramienta metálica; bien
sea la paleta, bien sea la llana, planeando acto seguido
sobre la superficie del revoco, convertida ahora en una
pasta brillante, de textura cremosa, mantecosa.
Se consigue así un acabado más bien liso, bastante
refinado; siguiendo para ello una misma técnica tanto
en el caso de paredes como en el de suelos.
103
Dependiendo del tipo de acabado y función del
elemento, se puede optar por reglear la superficie, como
en el caso de conformar el asiento de los bancos a
partir de la misma tierra…
Esta técnica cuenta con un uso que presumimos
ininterrumpido en el tiempo; todavía hoy en evolución,
parece haber experimentado una decantación paulatina
en cuanto al empleo y asimilación de técnicas,
materiales y herramientas actuales; gozando del
beneplácito de l@s maestr@s, que parecen haberl@s
hecho propios…
En los trabajos de rehabilitación de la Puerta
confluyen afortunadamente maestr@s, maestría y
magisterio; trabajando a mano, con la mano. Es un
placer para la vista seguir sus movimientos, el modo en
que muñequean con la herramienta, el modo en que
juegan con el barro; los gestos coordinados de su
mirada y su mano.
Y a propósito de la mano; como curiosidad, os diré
que la piel, el tejido de la palma junto con la de la
planta del pie son las más gruesas del cuerpo humano.
No en vano, en los países del Magreb, se presta una
especial atención a su cuidado; sirviéndose para ello de
aceites obtenidos a partir de productos de la tierra;
104
como la almendra, la rosa o el jazmín… La mano es una
herramienta muy completa; dentro del ámbito de la
construcción, nos servimos no sólo de su piel; sino
también de lo huesudo de sus nudillos; de la fuerza de
sus músculos y tendones, de las uñas que rematan sus
dedos…
Somos hu_manos…
; )
105
Las manos como cazo, como cuchara
como pala con la que sostener
una porción de masa, una porción de tierra…
manos que colaboran,
manos solidarias,
manos que aportan,
manos que suman
Acercarnos; tocar, palpar la superficie del revoco,
nos permitirá conocer “de primera mano”, - valga la
redundancia -, el grado de humedad tanto de las capas
previas como de la masa misma, pudiendo tratar de
arañar su superficie con ellas, rascando su tez para
comprobar el grado de dureza que ha adquirido, el nivel
de secado más o menos avanzado que presenta...
106
Los dedos de la mano sirven para peinar la
superficie del revoco todavía fresco dotándole de mayor
organicidad aún si cabe, un acabado arado; el dibujo de
los surcos que dejan tras de sí todas y cada una de las
pasadas, la marca impresa de nuestros dígitos, de las
mismas yemas, una impronta personal y única.
Trabajar a mano, trabajar con las manos es; en cierto
modo, una oportunidad para repensar lo pensado,
reaprender lo aprendido, revalorizar lo desvalorizado,
cambiar la percepción y el concepto de ruina, descubrir
las posibilidades de lo nuevo en lo viejo…
(…) La escala del trabajo en la Puerta es contenida,
medida, sopesada. Toma como referencia el precedente
para seguir avanzando, dentro de un proceso paulatino
de perfeccionamiento, una decantación secular del
trabajo, originando una arquitectura con los pies en el
suelo; en la tierra.
Las miradas de l@s pequeñ@s del pueblo se fijan en
las de los mayores mientras éstos nos enseñan a trabajar
con la tierra, mano a mano, codo con codo,
consiguiendo así también captar su atención y
curiosidad, sus ganas de hacer, de mancharse de barro
junto a ell@s…
107
Tal vez haya llegado el momento de volver a la
tierra, de afrontar ese cambio, de darle un giro a nuestro
día a día…
Y recuperando el hilo de lo que estábamos
diciendo…
¿Cuál es la velocidad de secado del revoco…?
¿Seca lento…? ¿Seca rápido…? ¿De qué depende?
108
(…) Al poco tiempo, comenzaron a dibujarse sobre
su superficie algunas líneas de cuarteo bastante
espaciadas y profundas, aunque curiosamente, eso no
resultara óbice para deducir que el revoco no fuera a
funcionar bien; por el contrario, resultó ser un revoco
muy resistente.
El estudio de los patrones de fisuración, podía
darnos algunas pistas sobre las cualidades y tipo de
arcilla que estábamos empleando, así como de la
dosificación óptima de la mezcla.
¿Cuáles son las patologías observadas más
frecuentes, más comunes, en este tipo de elementos?
¿Se ven afectados por problemas de capilaridad…?
De ser así… ¿Qué altura alcanza el zócalo
capilar…?
¿Se dibujan nubes de sal sobre su superficie…?
¿Cómo se protegen del agua de escorrentía?
(…) Observamos que el mortero presentaba un
comportamiento ligeramente distinto cuando se
aplicaba sobre superficies horizontales en contacto con
109
el suelo o también sobre elementos volados, los pisos de
planta baja o también techos, terrados; terrazas…
En general, nos dimos cuenta de que en el caso de
revocos aplicados sobre paramentos verticales, ese
comportamiento dependía del menor o mayor grado de
exposición del elemento al soleamiento directo, (+/- sol,
+/- sombra), +/- viento; - la acción combinada de la
arena arrastrada por el viento, produce un efecto muy
abrasivo sobre las construcciones -.
¿Qué cuidados requeriría…? ¿Cómo envejecería…?
(…) Para garantizar un secado más pausado del
revoco tal vez hubiera convenido superponer un
elemento mojado sobre él como; por ejemplo, sacos
patateros; confeccionados a base de tela de yute; toda
una manta de sacos cosidos entre sí; muy húmedos,
completamente empapados en agua, o alguna sábana
vieja de algodón o lino, evitando la pulverización de
agua directa (spray) sobre la dermis del revoco, ya que
esto hubiera supuesto una evaporación brusca en
superficie, al generar tensiones internas diferenciales en
el material que podrían haber ido acompañadas de un
cuadro fisurativo, que a su vez hubiera podido devenir
en la génesis de grietas más acusadas…
110
(…) Había escuchado que las tapias de tocino
eran mejores que las de cebolla, pero en M´ Hamide
aprendí que las tapias también podían ser de harina y
té… ¿Tapias de té? Sí, tapias de té y; a mejor té, mejor
tapia… Increíble
El revoco tiene otros muchos usos, conforma la piel
que reviste las cúpulas más o menos grandes de
mezquitas y morabitos y también, dentro del plano más
doméstico; la de los hornos de pan, cuyas paredes de
111
adobe son revestidas de barro, recurriendo en ambos
casos a una técnica común, pareja, aunque se trabaje a
diferente escala.
(…) Para el trabajo de la tapia de tierra; del /tabut/,
se requieren algunas herramientas específicas; el
conjunto de piezas que conforma el tapial de madera, un
azadón, una pala, un pico, un pisón, un pisón de mano
para rematar las esquinas, una plomada para comprobar
su verticalidad, y cubos para transportar el material.
De algún modo el tapial es la adobera de la tapia,
de hecho, en algunas regiones de Sudamérica, a la tapia
de tierra se le denomina adobón; un adobe grande…
Las dimensiones de los tapiales locales rondaban los
2,00 x 0,85 m; para las piezas laterales, mientras que las
puertas o fronteras de cierre oscilaban entre los 0,45-
0,50 m; pudiéndose regular a conveniencia; contando
con “dos posiciones”, generando 2 tipos de módulo
respectivamente. Completaban el conjunto las agujas, 6
costeros, 3 agujas, un codal; el nervio limpio de una
hoja de palmera, y la cuerda para el atado de la cabeza
de los mismos.
112
Los cubos que empleábamos en M´ Hamide,
espuertas de caucho, habían sido fabricados a partir de
ruedas de coche recicladas, con las asas cosidas
mediante pequeñas puntas a la base. Eran muy flexibles,
ligeros, manejables y resistentes a los golpes. El trabajo
de reciclado de las ruedas de coche es todo un oficio; de
hecho, en la capital, Marrakech, hay puestos dedicados
en exclusiva al trabajo con este material; al reciclado de
neumáticos para usos cotidianos, donde puede verse
todos los objetos que los artesanos, con tanto oficio
como gracia, son capaces de crear; espejos, marcos de
fotos, carpetas, carteras, “tejas”, hasta como hemos
visto; cubos… Todo un gremio, gentes muy capaces,
trabajando con el material que tienen más a mano;
abundante y barato, dotándole de un uso inesperado,
transformándolo en un objeto útil, práctico…
113
Durante el taller, los maestros tapialeros, los
encargados de transmitir y enseñar este oficio, fueron
Ibrahim junto con Abderramán, quien hacia las veces
de ingeniero; era el geólogo del equipo, terrero, barrero,
experto mezclador…
Su ceguera visual; su “discapacidad”, le permitía ser
el único capaz de guiar al grupo bajo la oscuridad de la
luz, cegados como estábamos por los rayos del sol de
mediodía y la chicharrina…
Un, deux, trois, quatre, cinq, …, quatre vingt-seize,
del 1 al 96; del 1 al cuatro-veintes-más-dieciséis que
dicen los franceses, del 1 al noventa y seis, fuimos
contando los capazos que hacían falta para completar un
módulo de tapia; los que a Ibrahim le hacían falta para
hacerlo, para terminar un módulo pequeño, hasta acabar
de levantar el cerramiento de una finca en una de las
huertas próximas al pueblo.
Sí; Abderramán nos enseñó a ver cuando los ojos no
pueden ver, a ver con otros ojos; otra forma, otro modo
de mirar, con mucho tacto, con los ojos de la piel…
(…) La tierra que empleamos para levantar la tapia
era muy arcillosa; una tierra bastante húmeda, que
desprendía un característico olor.
114
No le añadimos arena, ni paja, ni tampoco
realizamos cribado posterior alguno, la extrajimos del
pozo y la recolocamos a continuación directamente…
Parecía lógico pensar que si en el suelo aquella tierra
hacía un todo, también pudiera comportarse como un
todo al conformar la tapia.
De algún modo, lo que Ibrahim y Abderramán
conseguían con su trabajo y esfuerzo, era reproducir
aceleradamente el proceso de sedimentación geológico
que mucho tiempo atrás, había experimentado la misma
tierra del huerto…
El proceso de puesta en obra resultaba relativamente
sencillo, pero requería de manos expertas, una buena
organización y gente con oficio para su consecución.
Vaciado (apertura de la zanja, del pozo)
extracción transporte vertido extensión
compactación levantamiento de la tapia
(construcción) … vaciado (ciclo completo)
El trabajo comenzaba con la voz de Ibrahim
pidiendo tierra…
- Trap, trap… (tierra, tierra…)
115
El relleno-compactación de cada una de las capas de
tierra vertida se realizaba por tongadas, hasta alcanzar
aproximadamente 10 cm de altura de tierra añadida,
describiendo hiladas que podían leerse al desencofrar.
El ritmo de trabajo era trepidante…
- Merkel, merkel (pisa, pisa…)
El apisonado se conseguía gracias al peso del propio
cuerpo, a la constancia del trabajo con los pies y al
enérgico apisonado con el pisón, cogido por la cintura,
con el que Ibrahim pasaba las horas, bailando sobre
aquel improvisado escenario de tierra.
- Yalda, yalda (rápido, rápido…) - gritaba desde su
privilegiada atalaya…
116
El uso de la tapia de tierra en la zona está muy
extendido y es habitual su empleo para levantar los
muros de carga de las construcciones y también; como
veíamos, para el cierre perimetral de huertos, a modo de
protección, como barrera física frente al viento y la
arena que arrastra consigo, protegiendo los cultivos.
Dentro de la misma huerta, Ibrahim golpeaba con el
azadón la tierra reseca, asestándole golpes certeros,
precisos, buscando sacar terrones lo bastante menudos
como para cerrar los huecos que quedaban en la base de
la nueva tapia, antes de comenzar con el vertido de la
tierra.
Como si de un juego se tratase, bastaba con seguir
meticulosamente cada uno de los pasos aprendidos para
completar el proceso…
Preparación de la base y enlace con la udd
anterior – encofrado – atado - arranque –
relleno – compactación – comprobación de la
sonoridad - desencofrado…
117
proverbio africano: una
sola mano no basta para
subirse a una palmera
Transcurridos unos veinte minutos, un triunfante
Ibrahim nos indicaba al grito de baraka, baraka (para,
para…), que había llegado la hora del descanso,
habíamos terminado el módulo.
Durante los recesos, corríamos prestos a refugiarnos
bajo la sombra de una de las palmeras del huerto.
La sombra de la palmera es un lugar de culto; tanto
o más que el de la mezquita, un lugar donde profesar la
fé de la siesta, de la “raja”, de la “maja raja”; como
solían decir bromeando con nosotr@s...
118
La palmera es una lección de geografía en sí misma;
toda una fuente de sabiduría. De la palmera se
aprovecha todo, su madera, sus hojas, su fruto; sus
dátiles; hasta su sombra…
Sorprende descubrir en la inmensidad del desierto,
aquellas palmeras surgidas de la misma arena, su
desarrollo en altura; desafiando la gravedad, los
palmerales, la distancia que los árboles que lo
conforman guardan entre sí, la densidad del conjunto, el
sistema que definen…
El cultivo de la palmera convive junto con otros
como el del trigo, el del girasol (pipas), el de las alubias
(habas, judías, judiones…) o el de la alfalfa, /fassa/,
como forraje para el ganado, o la avena loca; que espiga
sin grano…
Las palmeras están muy presentes en la vida diaria
de las gentes del desierto; hasta las aceitunas en la mesa
se acompañan de los nervios de sus hojas aciculares a
modo de palillos… Gracias a su remate puntiagudo;-
las hojas tienen forma de aguja- , y su tamaño; fácil de
asir, se convierten en una caña perfecta para pescar;
para poder pinchar esas olivas y acercarlas a la boca.
119
Ya desde bien chic@s, las gentes aprenden a
trabajar sus hojas de múltiples formas, a trabajar la
palma, a tejerla para confeccionar cestos, atando las
hojas entre sí del mismo modo en que l@s peques
aprender a hacerse una coleta para el pelo; llegando a
tejer incluso muñecos y figuras, como burros con los
que los pequeños se entretienen jugando…
Otro habitual en el Oasis es la caña; la caña común,
que llega a alcanzar longitudes (alturas) muy
considerables de hasta 5 m; sólo allí donde la presencia
de agua es constante y abundante.
La mejor época para su corte; como me contaba
Luis, otro compañero de viaje, son los meses de enero y
febrero, con luna vieja, decreciente, al contar con poca
savia y verse sometida a un menor influjo de la
atracción que la luna ejerce sobre ella…
El trabajo en equipo en esta tarea es otra constante,
tanto para el corte de las hojas, su limpieza, acopio y
atado en fajos, como para su traída al hombro o a lomos
de un burro, para después confeccionar auténticas
alfombras y/o mallas vegetales para el forjado, como
fue el caso, dentro del sistema de techos terrados que
conforma las terrazas…
120
(…) Con el tiempo, a través de la observación, uno
aprende a leer sobre las paredes; la arquitectura, las
construcciones en sí mismas, son libros construidos,
memoria construida, páginas y páginas de barro; megas,
gigas, teras de información; basta con detener la mirada
sobre los píxeles de su piel, sobre la sílice de su alma…
Suiyá, suiyá (poquito a poquito, despacito…)
121
GHEZLANE(s)
122
Alejandra; otra compañera de viaje, me explicó que
“el basurero es lo que queda al otro lado del muro…”
(…) L@s pequeñ@s pasaban los días en la calle.
Sus lugares de juego eran todos; especialmente los
alrededores del pueblo, uno y otro lado de la carretera,
las dunas, las huertas, los pozos…; y digo sus, porque
la calle era de ell@s, la calle era de l@s niñ@s, su
recreo y también su escuela.
A menudo l@s veíamos buscando tesoros entre los
plásticos del basurero a la salida del pueblo, jugando a
ver quién conseguía lanzar la piedra más lejos,
enfrentándose contra la chavalería del pueblo vecino,
como en aquel libro francés; – la guere des boutons -,
tratando de medirse contra el de al lado o; más bien, de
superarse a sí mismos, intentando ir más allá, desde la
curiosidad por lo desconocido, sorteando el límite de lo
establecido, desoyendo las palabras de sus mayores…
Otro de sus lugares favoritos era la Puerta, donde
acostumbraban a jugar a la pelota; con el marco de la
misma; - sus paredes laterales -, como improvisada
portería.
123
La Puerta era uno de los espacios de juego
preferidos de l@s pequeñ@s, una de suerte de patio,
con todos aquellos troncos de tierra y paredes list@s
para ser escalad@s, utilizando los cantos salientes de
los adobes para progresar en altura, como si fuera una
escalera, buscando puntos de apoyo hasta coronar su
cima, algo básico; mucho más que un mero juego,
teniendo en cuenta que; conscientes o no, ese
entrenamiento les servirá después para poder trepar a lo
alto de las palmeras y así disfrutar de su fruto; los
dátiles, una dulce recompensa añadida a todo ese
esfuerzo y horas de juego. El reto no es tanto subir sino
bajar o; dicho de otro modo, seguir subiendo…
Otro de los juegos consistía en batirse con las
peonzas que ell@s mism@s habían fabricado,
haciéndolas girar para ver cuál se mantenía más tiempo
en pie… El ingenio; como la arena, no tenía límite en
M´ Hamide, l@s pequeñ@s construían esas peonzas a
124
partir de tapones de botellas de plástico y bolígrafos,
utilizando un palo como eje y una cuerda para
imprimirle velocidad y fuerza al giro…
Ahora lo entiendo…
¿Qué basurero? En ese basurero no había basura,
sólo posibilidades, sólo materiales y herramientas que
ayudaban a desarrollar el ingenio y las habilidades
psicomotrices y sociales de l@s niñ@s… El basurero
era un aula abierta, el lugar donde se impartían las
clases de física y tecnología; cultura del reciclado.
Los mayores debieron de ir también a la misma
escuela, porque fabricaban objetos sorprendentes; no
tanto por el objeto en sí, sino por los materiales que
empleaban para su elaboración, como por ejemplo esas
escobillas de mano, hechas a partir de plástico; cuerdas
de polietileno dispuestas formando un manojo y atadas
con la misma cuerda, formando un mango en el extremo
opuesto al de los “pelos” de la escoba en sí… Al fin,
escobas de factura bellísima, pero sobre todo útiles y
prácticas; muy ligeras, que también; espontáneamente,
solían emplearse como improvisad@s matamoscas…
Entonces… ¿Qué tendríamos que hacer para
derribar ese muro del que hablaba Alejandra?
125
Juego de tierra, junto a la puerta de la casa (~ guá)
Las gentes de esta parte de la tierra son como los
dátiles que nos regalan las palmeras que crecen allí, piel
y hueso; o mejor dicho piel y corazón, un corazón de
madera cubierto por el dulce almíbar de su melosa
pulpa…
(…) Desde el día en que aterrizamos allí; desde el
primer momento en que pisamos la calle, nos hicieron
sentir como auténticas estrellas de Hollywood,
acompañándonos a todos los sitios, rodeándonos con
sus juegos, sus voces, sus cánticos, sus manos…
126
Marruecos, al igual que España, es un país de
contrastes…
Una de las tardes, de camino al hotel pijo donde
acudíamos huyendo del calor de la mañana, nos
detuvimos en la cuneta de la carretera y; entonces, un
grupo de niñas se acercó hasta Isabel, otra compañera
de viaje. Les encantaba jugar a ser peluqueras, peinando
su pelo con sus propias manos, con sus propios dedos,
poniéndole y quitándole las orquillas… Fue toda una
sorpresa para ella, no esperaba encontrar aquel salón de
belleza entre las dunas…
Las pequeñas le preguntaban…
- Madamme, marrie? Señora, está casada?
- Petits? Combient? Tiene niñ@s, cuántos?
- …
La tierra de M´ Hamide es una tierra vivida pero
también una tierra muy viva, llena de gentes…
L@s niñ@s en esta sociedad asumen; por diferentes
motivos, roles que en otras culturas corresponden a los
adultos.
127
Resulta encomiable la entereza, la dignidad y el
aplomo con el que las niñas se resignaban al cuidado
del ganado y también de l@s más pequeñ@s que
quedaban a su cargo como; en el caso de los bebés,
echándoselos literalmente a la espalda, cargando a
cuestas con ell@s, envueltos en una suerte de mochila,
un atado hecho a partir de un trozo de tela, de una
sábana.
Con la perspectiva que da el estar escribiendo desde
el escritorio de mi casa, sentado frente a la pantalla del
ordenador, uno se pregunta cuál es y cuál debería ser el
papel de l@s niñ@s en la construcción de la sociedad, a
qué deberían dedicar su tiempo; no sólo en M´ Hamide,
sino también aquí, frente a la puerta de mi propia
casa…
Me pregunto qué podríamos hacer para mejorar la
cobertura médica de tod@s ell@s, cómo conseguir que
la medicina llegue hasta allí, cómo procurarles una
asistencia sanitaria básica de la que carecen, tan básica
o más como la que recibimos los y las de este lado del
muro, que por lo visto, aunque no se deje ver, está ahí,
más cerca de lo que un@ cree.
128
129
S
U
Q
Z
O
C
O
130
Es día de zoco; suq, día de mercado y por qué no
decirlo; día de fiesta, a juzgar por el gentío, los colores,
el olor de la comida…
L@s vecin@s de los pueblos de alrededor se
acercan para comprar y vender sus productos. Allí
todavía es posible el trueque, no siempre se paga con
dinero, el tiempo y el trabajo son bienes muy preciados.
El aire cargado de arena golpea con fuerza nuestros
rostros…
Son muchos los puestos; los de fruta, los de telas,
los de especias, los de alpargatas, los de ganado, los de
herramientas… En la mayoría de ellos se venden
productos locales; incluso cuenta también con un
espacio dedicado a la feria de ganado, donde se
compran y venden animales vivos; gallinas, gallos y
otras aves para cría y consumo.
En los puestos, distribuidos en calles más o menos
paralelas, los mercaderes regatean con l@s turistas,
buscando un recuerdo que llevarse consigo.
131
En el de las legumbres y especias encontramos
cestones colmados de canela, clavo, nuez moscada,
jengibre, comino, azafrán…
En el de frutas y verduras; limones, naranjas,
alcachofas, sandías, granadas, dátiles…
Hay otro de encurtidos, donde se venden pepinillos,
aceitunas…
Los huevos, dulces y postres; al final de la calle, en
el puesto que hace esquina, tienen muy buena pinta…
Incluso hay un puesto en el que sólo se venden
calabazas…
No podían faltar las babuchas, los zapatos y las
alpargatas…
(…) Alguien entrega a un mercader, venido desde la
capital, una carta para que se la haga llegar a un
familiar…
Ojalá llegue a tiempo… Im shaa Allah…
132
133
JOTARA / POZO DE AGUA
134
Los pozos de agua salpican con su presencia discreta
el paisaje del lugar. La silueta de los tres pilares de
tierra que lo identifican se confunde con la de unos
troncos secos de palmera, todavía en pie…
Uno de los lugares de reunión más concurridos por
las mujeres es el pozo de agua potable situado a la
entrada del pueblo. Acuden diariamente a él ataviadas
con sus vestidos de falda larga y sus sandalias,
transportando sobre sus cabezas las garrafas de 25 litros
que habrán de llenar…
Dicho así; pudiera parecer que el desierto no es un
desierto, sino un mar, un lugar donde el agua más que
escasear, abunda…
(…) Aquella tarde fuimos a visitar la huerta de otro
vecino, que había instalado en su pequeña finca un
sistema de regadío por inundación, utilizando un
pequeño motor a gasolina para conseguir bombear el
agua subterránea de su pozo mediante extracción.
El agua salada manaba a borbotones acorde con el
pulso rítmico del motor, brotando fresca desde la
profundidad de la tierra, desde lo más hondo de sus
entrañas…
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La puerta de m´ hamide el ghezlane Memorias de un viaje de vuelta e ida lagunas tello, rubén lateru82 arreboss art

  • 1. 1 LA PUERTA DE DAR M´ H A M I D E E L G H E Z L A N E memorias de un viaje de vuelta e ida r u b é n l a g u n a s t e l l o 2
  • 2. 3 LA PUERTA DE DAR M ´ H A M I D E E L G H E Z L A N E memorias de un viaje de vuelta e ida 4
  • 3. 5 LA PUERTA DE DAR M ´ H A M I D E E L G H E Z L A N E memorias de un viaje de vuelta e ida r u b é n l a g u n a s t e l l o 6 LA PUERTA DE DAR M´ HAMIDE EL GHEZLANE memorias de un viaje de ida y vuelta / Rubén Lagunas Tello / Zaragoza / 2013 192 p. : il ; 10,5 x 14,8 cm © 2013 / De esta 1ª edición, textos e ilustraciones, Rubén Lagunas Tello Imagen de portada: baldosín de cerámica tallada (mosaico) / artisanat El Bekkari Moulay Othman (Marrakech) / Soloh (autor) ISBN: DL: IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA (UE) / PRINTED and MADE IN SPAIN – EUROPEAN UNION (EU) __________________________________________________ Impreso por Rubén Lagunas Tello Contacto: lateru82@hotmail.com Enlaces / lugares comunes: http://cargocollective.com/nuriacampillo www.terrachidia.es www.carlosbaron.com http://tardoz.wordpress.com www.lateru82.blogspot.com
  • 4. 7 8
  • 5. 9 (…) le sable, au lever du jour, est couleur de miel… (…) la arena, al levantar el día, es color de miel… Antoine de Saint-Exupéry (1943): Le petit prince 10
  • 6. 11 luga_res (…) en algún lugar leí que 23 segundos es el tiempo que una misma gota de sangre tarda en completar una vuelta de su recorrido; esto es, en pasar 2 veces por el mismo punto… 23 segundos es el tiempo que me ha llevado traer de vuelta a mi mente y pronunciar todos y cada uno de sus nombres, los nombres de mis compañer@s de viaje; de aquel viaje, savia fresca que también hoy, mientras escribo este puñado de líneas, alimenta los latidos de mi pensamiento emilio, marta j, alejandro, alejandra, isabel, raquel, lana, mamen, maría, dani, andrea, anna, myrto, alessandra, luis, natalia, candi, isabel c, pedro, omar, carlos, cristina, marta f, laura… han pasado ya varios meses desde la última vez que tuvimos ocasión de hablar; desde que nos dijéramos adiós en aquel otro lugar, espero que; ahora, - tal vez -, pueda llegarse a entender mejor el motivo de mi ausencia durante todo este tiempo… con cariño, vuestro compañero rubén 12
  • 7. 13 BAB_EL_ES 14 Sucede que; en ocasiones, el espacio que separa al primero del último; o dicho de otro modo, al último del primero, resulta imperceptible; al menos, para el ojo humano, para esos 0,08 mm que separan lo que se ve de lo que no se ve o; como también cabría decir, lo que se alcanza a ver, de lo que deja de verse. Esta historia es una de ésas que comienzan por el final y terminan, - con algo de suerte -, por el principio; una de esas historias para ser leídas de derecha a izquierda, una de ésas sobre las que un@ siempre puede volver, - como es el caso -; también, de izquierda a
  • 8. 15 derecha; uno de esos relatos en los que cualquier certeza se vuelve incierta… (…) Cómo diría una buena amiga, otra compañera más en aquel viaje; la sombra de aquella Puerta, su penumbra, allí, en aquel momento, bajo aquel sol de fuego, resultaba; era, sencillamente, incomprensible; imposible de comprender, al menos para un recién llegado, - al menos para mí…-. 16 M´ Hamide es el último pueblo de la carretera que conduce al Sáhara, una de las últimas poblaciones de Marruecos; al sureste del país, a los pies de las dunas del desierto de arena que les une y también separa; - según se mire -, con la vecina Argelia; de modo que su puerta, la Puerta de M´ Hamide, es la puerta del desierto, pero también la puerta de un oasis; el Oasis del río Draa; un río que como el Guadiana; el río de Ana, aparece y desaparece, intermitentemente, con la llegada del agua en tromba durante la época de lluvias, hasta desaparecer bruscamente; secándose, sin dejar huella, como la inevitable consecuencia que precede a la sequía más absoluta que caracteriza al estío, transformándose en un auténtico río de arena; un verdadero Guadarrama… Se diría que el último pueblo de la carretera es el final de un camino pero; lejos de poder afirmar algo así, de una forma tan rotunda; tan contundente, debemos enfrentarnos con la paradoja de encontrarnos ante el principio de otro camino; otra historia, una historia que se repite, una historia tantas y tantas veces vivida, la historia de una Puerta tan hospitalaria para con los de fuera, como hostil para con las alimañas y el viento árido del desierto, una puerta bereber en su forma de acoger y salir al encuentro del nómada, una forma de recibir a su llegada al que está por llegar; al recién
  • 9. 17 llegado, a ése que deambula en su caminar, a ése al que el aire seco del desierto le robó el aliento, a ése al que el frío de la noche bajo las estrellas le hizo desorientarse, a ése mismo que presumía de saber a dónde iba, a ése que en el tiempo que dura un parpadeo, fue capaz de perder el rumbo, dejando su barco de papel a la deriva, navegando en aquel mar de dunas: ése que, consciente o no, - como los demás-, estaba allí también de paso… Y es que; en la puerta de M´ Hamide no hay papel, ni tiempo, ni lugar para el punto y final, ni tan siquiera un instante para detenerse a escribir unas notas en el cuaderno del bolsillo; el ritmo de la vida en M´ Hamide es trepidante, siempre al límite, aunque a un recién llegado; - como a uno -, pudiera parecerle lo contrario a primera vista, a tenor de la forma tranquila y sosegada de caminar de sus gentes, por la cadencia queda de sus pasos… La Puerta de M´ Hamide es un lugar entre dos tierras, es; para much@s, una puerta siempre abierta, una puerta hacia el vacío, hacia la nada, hacia la soledad de las dunas de un Oriente que creyeron dejar atrás. Pero esa misma puerta es; también, una puerta hacia los sueños de Occidente… 18 Una puerta; una esperanza para los que buscan dejar atrás una forma de vida que heredaron de sus abuel@s, anhelando un futuro mejor para sus descendientes. En aquella parte del mundo, justo al otro lado de las paredes de tierra que conforman la Puerta, la lucha frente al avance de las dunas sigue viva, latente; y también con ellas las dudas… ¿Qué pasará con todos esos pueblos amenazados por la desertización? (…) De nuevo, - para un recién llegado como yo a aquella tierra -, sorprende constatar, - descubrir con sorpresa -, que la mayor amenaza para la supervivencia de estos pueblos no reside; como pudiera parecer a priori, en el avance de la propia arena, sino en el avance de la despoblación, la emigración económica, el éxodo masivo de los jóvenes a la ciudad y al extranjero, donde aterrizan con su ilusión, trabajando duro, aportando su energía, desde cero, sin apenas tiempo para mirar atrás, sin apenas tiempo de echar de menos, dando lo mejor de sí, propiciando, sin pretenderlo, un cambio cultural en detrimento de la tradición, los oficios, la oralidad y la idiosincrasia de los pueblos, en beneficio de las grandes urbes, que acaparan y concentran buena parte de los recursos del país, - cuando no toda -,
  • 10. 19 principalmente su gente; pero también su incipiente tejido industrial, con lo que ello conlleva en lo referente a la desvertebración del territorio y la fractura social que genera, separando a los individuos en clases, al albur de diferentes castas hegemónicas. Dentro de esa cara “b” de las ciudades es donde más claramente se advierte la fragilidad de un sistema caduco y de un modelo de ciudad fallido, cruel para con los más desfavorecidos; entre otros, aquéllos que lucharon por una oportunidad y fracasaron, quedando atrapados en la marginalidad de los suburbios. En la Puerta de M´ Hamide confluyen los pasos de l@s que vienen y los de l@s que se van, los de l@s que parten y también las huellas de aquéll@s, que como el rebaño de ovejas que la cruzaba aquella mañana; al galope, en un visto y no visto, la atraviesan prest@s, buscando el cobijo fugaz de la sombra y la conversación pausada al abrigo de su umbral techado, la sempiterna sombra que arrojan los troncos de las palmeras, eucaliptos y tamarindo que forjan la cubierta de esa puerta que hace también las veces de plaza pública, lugar de encuentro y reunión para grandes y chic@s, la portería donde l@s niñ@s, ataviados con una camiseta azulgrana, a menudo descalz@s, se baten en duelo contra el equipo del pueblo vecino, a pleno sol. 20 Mirando esa camiseta uno se pregunta cuál será el papel de ese balón, del fútbol como puerta de encuentro entre pueblos, también para los sueños de es@s pequeñ@s que imitan a sus ídolos, corriendo tras un balón que apenas se detiene un instante, varado sobre la arena, antes de que el siguiente puntapié lo lance de vuelta a portería, demasiado lejos del césped; pero ésa es otra historia… La Puerta es; en sí misma, un lugar de intercambio, el umbral entre sombra y sol, entre la luz indómita del Sáhara y la misma luz domesticada, eso sí, convertida ahora en penumbra por el saber hacer de todo un pueblo; arquitecturas de barro, tierra mecida por el agua de un pozo, barro moldeado por y para la mano, por y para la mirada del hombre; para su disfrute y cobijo. Imagino que hubo un tiempo en que la Puerta tuvo otra función; imagino que un día, generaciones atrás, hubo un tiempo en que la Puerta sirvió también de frontera, separando de un lado la vida y; del otro, la muerte. Como después tendríamos ocasión de comprobar; la Puerta contaba con dos grandes portones de madera, cerrando el espacio que las separaba, limitado lateralmente por las paredes de las casas contiguas,
  • 11. 21 conformando una suerte de habitación en la que los recién llegados podían pernoctar protegidos, desde la que arrancaban también las escaleras que permitían acceder a una terraza comunal. Hoy los límites entre un lado y otro de la Puerta se antojan difusos, ambiguos; la arena de un lado se confunde con la del otro, la del otro con la del uno, casi se diría que es la misma; que uno y otro lado son el mismo. Difusos; sí, tanto o más que el límite entre calle, manzana y casa, entre lo público y lo privado, entre lo que se puede y no se puede ver; la intimidad del hogar. En M´ Hamide Las calles; cubiertas o no, son una habitación más de la casa. El tráfico es denso en la avenida que la atraviesa, - la calle principal que de hecho parece -, un ir y venir continuo de bicis, motos, carromatos, burros, gentes y miradas… Mentiría si dijese que la Puerta es ajena al paso del tiempo… Su arquitectura disfruta de un uso ininterrumpido, es una construcción muy vivida, que ha sabido envejecer, adaptarse a las circunstancias de su tiempo y evolucionar, expuesta al desgaste desde su 22 nacimiento, desde el mismo momento en que fuera erguida, muy presente en la memoria colectiva de l@s vecin@s, que la sienten como algo propio, algo suyo… En M´ Hamide, los relojes no son digitales, ni de cuerda; en M´ Hamide, no queda espacio para saetas, los relojes son de arena. Allí la vida no se detiene; no hay tiempo para detenerse, entre otras cosas, porque el concepto de tiempo es algo distinto y; también, por qué no decirlo, el de la muerte; el del ocaso del día. (…) Sigo teniendo presente el pequeño debate que generó nuestra llegada; cierta controversia, no menor, por lo visto, no tan pequeña…; hasta el punto que l@s vecin@s crearon un comité para decidir qué hacer.
  • 12. 23 ¿Abrimos más la puerta para que puedan entrar los coches…? ¿Desplazamos el pilar para conseguir una mayor anchura de paso…? Aquello suscitó una clara división de opiniones, opiniones enfrentadas, desencuentros apasionados en lo referente a la postura a tomar. Quizás la pregunta adecuada hubiera sido otra… ¿Rompemos con lo que tenemos y abrimos paso a lo nuevo, o vamos poco a poco e intentamos avanzar sobre lo construido…? (…) He de confesar que, durante el transcurso del viaje, en algunos momentos, frente a algunas situaciones, me sentí algo desbordado… Ésta fue una de ésas situaciones… ¿Qué hacer? ¿Cómo seguir avanzando llegados a este punto…? Afortunadamente, aquella decisión no dependía de nosotr@s, de mí, ni tampoco de mi indecisión… 24 En todo momento el plano humano opacó al resto de los aspectos del viaje; cualesquiera que fueran las expectativas que había depositado en él, se vieron más que superadas. Como os contaba antes, el caminar allí es más pausado; existe en el silencio del desierto todavía espacio y tiempo para la quietud y la calma…; las prisas y el estrés quedan; como la lluvia y las tormentas, al otro lado del Atlas… Como gritaban en alguna plaza no hace tanto tiempo… -Vamos despacio, porque vamos muy lejos –. Recuerdo que uno, - que se había acostumbrado demasiado a tirar de bolígrafo -, terminó con los nudillos algo quemados, algunos callos en las almohadillas de las manos, - falta de costumbre, desconocimiento del trabajo con la pala, del trabajo físico; del curtido a mano; - le llamarían much@s a eso …-. (…) Han pasado ya meses. La piel escamada de mis manos, como la de la serpiente, prepara su muda, pienso que queda menos tiempo para partir de nuevo hacia ese otro lugar que; quizás, - sólo quizás -, sea el mismo… Son muchos los desiertos que dejé atrás, la primera vez
  • 13. 25 que crucé aquella Puerta; el desierto de arena, el de piedra…, pero también el de la soledad, el de la lejanía; el del miedo a enfrentar mi propio destino, el del miedo a dar el siguiente paso. Os confesaré un secreto; l@s vecin@s de M´ Hamide; su gente, es; son, el verdadero oasis del lugar, el agua que hace crecer las palmeras, pero también su recuerdo; el recuerdo de la sombra de ojos que bañaba sus párpados, sus pestañas de hollín columpiándose en el aire, meciéndose al atardecer como hojas de la palmera, al arrullo del viento, la orilla del carmín ceroso de aquel oasis que el alba descubrió para mí junto al pozo de aquel ombligo de tierra; el recuerdo de las conversaciones y el tiempo compartido, el recuerdo de un fular de seda agitándose libre sobre aquel mar de arena, bajo el embrujo de la voz de una sirena desafiando a la quietud de la noche… (…) Pensándolo bien; el color a un lado y al otro de la Puerta no difiere demasiado, aunque es cierto que; a veces, ambos lados, pudieran parecer más distantes de lo que en realidad están o son… Los problemas a los que las gentes de uno y otro lado se enfrentan en su día a día no son los mismos, pero tampoco difieren demasiado. 26 Sigo recordando. Me veo a mí mismo de nuevo frente a aquella Puerta y pienso en las palabras de aquel maestro mexicano, cuando nos hablaba de aquellos cien años de soledad y escribía aquello de que “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver…” Y entonces me detengo a pensar… ¿Una? La puerta de M´ Hamide no es sólo una, sino muchas; tantas como personas la han cruzado, la cruzan y la seguirán cruzando. La Puerta es patrimonio de tod@s, de l@s de un@ y otro lado; una puerta del mundo, un barco velero presto para soltar amarres y zarpar hacia otras tierras; un vehículo de transmisión y enseñanza de saberes. (…) Y al fin, mientras la cruzo de nuevo, desde la distancia, echo la vista hacia atrás, con la mirada puesta en el futuro, sin poder dejar de pensar que no seré ni el primero ni último en cruzarla… - El último…; - qué osadía, será que me estoy volviendo cada vez un poquito más europeo…-. De poco me sirve caer ahora en la cuenta de mi error… He intentando; - sin éxito, a mi pesar -, volver sobre mis propios pasos, pero no ha sido posible, el
  • 14. 27 viento los ha borrado; o mejor dicho, robado, se ha llevado mis huellas, sin dejar rastro de esos pasos, de mi paso por aquel lugar. En el desierto no hay tiempo para echar la vista atrás, sólo arena en un horizonte también de arena... Tal vez os hayáis dado cuenta de que lo mucho me cuesta avanzar en el relato, tanto o más que caminar descalzo sobre la arena; dar la espalda al lugar de donde vengo, dejar de mirar hacia atrás… Reconforta pensar que; al menos, tal vez, de vuestra mano, haya descubierto el motivo de ello; que su por qué pueda encontrarlo en aquellas sabias palabras de otr@ de mis compañer@s de viaje, Carlos y su generoso magisterio, que todavía resuenan en mi mente… (…) la explicación más lógica es la verdad… 28
  • 15. 29 LA KASBAH 30 La emoción a flor de piel… El calor del desierto es seco. Las nubes; ralas, casi siempre de paso, se ven demasiado lejos, demasiado lejanas también… Después de toda una jornada de trabajo bajo el sol a uno se le hacía la boca agua sólo de olfatear lo que se estaba cociendo en el fuego o; mejor dicho, sobre la arena… Bajo la densa sombra de la tela que servía de techo a la jaima, esperaban las mesas listas para recibir a los comensales. La presentación estaba muy lograda, con la vajilla dispuesta cuidadosamente sobre el mantel… Una mesa divertida; mediterránea, jovial, engalanada para la ocasión, buena compañía, luceros, conversación… Bajo el mantel, una mirada indiscreta dejaba entrever las esbeltas patas de cedro que se elevaban con gracia sobre el piso, sin aristas, amables para con las rodillas despistadas, trabajadas como acostumbran los ebanistas de la zona, tanto con las manos como con los pies; oficio de la talla que; a buen seguro, heredaron de sus mayores y que sus mayores a su vez, heredaron de sus ancestros…
  • 16. 31 Todavía recuerdo la lozanía de aquella sandía, melosa, roja, pizpireta, carnosa, mofletuda; pecosa, salpicada de un sinfín de motitas negras… (…) El generoso tayin escondía, aquella tarde-noche una grata sorpresa… Seguimos con atención el gesto de Mustapha, otro compañer@, que trabajaba como camarero, a punto de desvelar uno de los secretos más anhelados del día; el tesoro que albergaba en su interior, cuscús en el menú, un placer para los sentidos… Las manos de nuestro cocinero eran dignas herederas de la mejor tradición culinaria del lugar; qué desparpajo… Al levantar la tapa de la cerámica nos aguardaba una grata sorpresa; el color, el aroma y el sabor de las especias que Abdú había escogido para acompañar los platos que con tanto esmero había preparado… Magistralmente presentado, en uno de los cuencos de cerámica verde vidriada; - los mismos que remataban las cúpulas del morabito y la mezquita del pueblo -, nuestro Chef había dispuesto una salsa de tomate, aceite y hierbabuena que tenía muy buena pinta; la mejor…-. 32 Imprescindible en el menú, acompañando todos los platos, siempre el pan que con tanto esmero cocinaban en el horno de leña de la tahona local; a la que Aghmed, cada mañana, casi al alba, al despuntar el día, acudía presto con su moto de gasolina para que no nos faltara de nada. El pan es uno de los mejores manjares que esconde esta dieta. Es ideal para acompañarlo con toda suerte de alimentos; mantequilla, mermelada, legumbres, aceite, salsas, miel… Afortunadamente, siempre quedaba tiempo para una última sorpresa…; el postre, de la mano de Omar; - otro de los camareros y compañero de aventuras -, finas rodajas de naranja salpicadas con polvo de canela… Mmmm… Delicioso, todavía se me hace la boca agua sólo de recordar el plato, aquel bocado tan bien emplatado, tan expresivo; aquella presentación tan elaborada, el sabor de la fruta fresca en el paladar, agua fresca con azúcar para calmar la sed. Sobre aquella mesa no había servilletas ni tampoco se las echaba de menos; tal vez eso tuviera algo que ver con que el color de la piel de las gentes allí fuera el de la aceituna…
  • 17. 33 Qué torpe me veía… Lo de comer con las manos resultaba más que apetecible, pero todo un reto para alguien acostumbrado a la cuchara… Alejandro, - otro compañer@ de aventuras -, y yo comíamos de lado, sentados como l@s viej@s, - como nos decían…-, recostados sobre la mesa… 34 Me recuerdo a mí mismo sentado junto con mis compañer@s, alrededor de una de las mesas circulares y bajitas donde solíamos comer, ya durante la sobremesa, pasando el rato, observando cómo los rayos de sol avanzaban sigilosos sobre el tapiz del suelo hasta escalar el mullido cojín sobre el que un@ podía reposar los codos… A menudo la luz tropezaba con los troncos de las palmeras que servían como pilares a la improvisada jaima, proyectando su alargada sombra sobre nuestra propia frente… Me sentía afortunado por disponer del tiempo necesario para ponerle oído a las manos de otros; todo un arte y un privilegio reservado a la mirada de poc@s... (…) Todavía recuerdo la fiesta con que celebraron nuestra llegada, aquella primera bienvenida tan hospitalaria. En general, las celebraciones se rigen por sus propias normas; mujeres y pequeñ@s por un lado, hombres por el otro, cada cual juega su rol; en este caso, los hombres son los responsables de preparar el té, de recibir a los invitados en la humildad de la sala; la habitación de la casa donde nos acogen.
  • 18. 35 Durante el saludo, al darse la mano, al estrechar las manos entre uno y otro, éstas apenas se aprietan, se trata; más bien, de una caricia, un “tocar”, un “sentir”… (…) Sonaba música tradicional; la misma que nos despertaba cada mañana… Predominaban los instrumentos de percusión, las palmas, el palmeo, aunque también quedaba espacio para los instrumentos de aire, como el sonido del camello, jugando con los mofletes; nuestra propia carrillada o; también, los gritos de júbilo y los sonidos guturales, que nacían desde lo más profundo de la garganta de nuestros anfitriones… Pero… ¿Por qué tanta percusión? El propio cuerpo era la clave, el cuerpo como instrumento, algo que un@ siempre lleva consigo, lo 36 que se tiene más a mano, especialmente en un lugar como el desierto, donde los recursos son los que son… La vibración del cuero del tam-tam es la expresión directa de los latidos del corazón, el pum-pum del pecho, música que sale del alma; percusión, ritmos de África para disipar el calor que abrasa las venas… (…) Algarabía en la mesa. Del cajón metálico emanaban notas que evocaban escenas del paisaje, el sonido de unos crótalos, las castañuelas bereberes; perdiéndose en el aire de la noche como mariposas, recuperando el ritmo del galope, el trote del caballo; su alma azabache, el sonido metálico de las herraduras de la caballería golpeando contra la piedra, el del yunque de la fragua contra el martillo del herrero, notas que cabalgaban el aire; libres, sueltas…, dibujando en la habitación una atmósfera flamenca, andaluza… (…) Ya de pie, los hombres bailaban solos o cogidos de la mano. De algún modo la danza, el movimiento coordinado y acompasado de manos y cuerpo articulados, recreaban los gestos de las labores del campo, los movimientos
  • 19. 37 necesarios para llevar a cabo la faena, como si de un entrenamiento se tratase; como un ritual, toda una representación teatral convertida en lección secular, todo un ejercicio de transmisión de saberes; la expresión colectiva de la cultura de todo un pueblo, movimientos que hablaban por sí solos, compartiendo y contando viejas historias ya vividas, aventurando también historias de otros viajes que todavía estaban por venir… (…) Me sorprendió la naturalidad con que habitualmente uno podía ver a esos mismos hombres caminando por la calle cogidos de la mano; como señal de afecto, cortesía, reconocimiento mutuo, cariño, cercanía, sin distancia alguna mediando entre ambos, como el primer día que llegué, recién aterrizado, cuando Ramis; el regente del Hotel Mimosa, en Marrakech, me ayudó a cruzar la calle, salvándome de la estampida de turistas… (…) En aquella fiesta, l@s pequeñ@s, fueron los auténticos invitad@s de excepción. Se aferraban a nuestras manos con fuerza. Hicimos un gran círculo, tod@s bailamos junt@s, hasta el punto que resultaba imposible distinguir la primera mano de la última; sencillamente; porque todas eran una, tod@s éramos un@ y el tiempo giraba a nuestro alrededor, ajeno a 38 nuestras miradas, lejos de nuestro pensamiento, de nuestra alegría infinita; nuestra alma, como la energía de esos remolinos que se levantan en la inmensidad del Atlas, en la llanura del desierto; se hizo arena, era arena, sólo arena o; mejor dicho, todo arena…
  • 20. 39 LA JAIMA 40 La jaima donde dormíamos resultaba bastante confortable, disponíamos de espacio suficiente dentro de ella y su piel textil, sostenida por aquella mínima osamenta de madera, nos ofrecía un buen refugio frente al frío de la noche y los zarpazos del viento cargado de arena. Los puntos de costura de la tela parecían hormigas marchando sobre la arena; disciplinadas, en hilera, como un ejército, como si se tratara del desfile de todo un orgulloso batallón… (…) Para apagar la sed del desierto hacían falta algo más de los cinco litros diarios que consumíamos; también la piel se resecaba. Al final del día, las duchas con agua fría resultaban revigorizantes; eso sí, una vez vencida la pereza del primer momento… Lavábamos la ropa a mano, con jabón de lagarto, el mismo jabón de macaco portugués, en un balde de plástico azul; - para no perder las buenas costumbres -, aprovechando cada gota de agua al máximo…
  • 21. 41 Recuerdo que desde el autobús que me condujo allí, desde el cortado de la ondulante carretera, tuve ocasión de ver a las mujeres lavando también a mano, con la ayuda de una tablilla con la superficie ondulada, de una piedra; - como la que utilizaban mis propias abuelas…-, donde para quitar las manchas había que frotar la ropa restregando con fuerza la pastilla de jabón contra ella… -. Las prendas quedaban tendidas sobre las rocas del Atlas, como tapices, como si de la vegetación misma se tratara, desafiando al fuego del mediodía. 42
  • 22. 43 EL KSAR 44 El viento, con su caricia, es el encargado de suavizar la dureza de aquellas aristas tan pronunciadas; tan acusadas, tan bruscas, con que el maestro alarife, ayudándose de la tabla de su herramienta por un lado, aquella vetusta /blana/ de madera – y; del otro, de un adobe, para tomar el plano, con la otra, se sirve para conseguir su propósito, hasta devolver a ese paisaje construido que define la arquitectura del lugar, la sensualidad y feminidad de la curva, la belleza de la cara de la luna, la curva del vientre materno, la emoción del vivir, la experiencia del ser… (…) Paseando por las calles del pueblo, uno se emociona con facilidad. Sobre las paredes de tierra puede verse o; mejor dicho, leerse, la rica modulación y traba de las fábricas, su ritmo, su composición, los distintos aparejos de los adobes; música y geometría, participando de su color. Sí; las calles de M´ Hamide son su gente; su voz, el eco de sus pasos, el sonido del balón contra una puerta, los juegos de palmas de l@s pequeñ@s, el rebuzno nervioso de un burro, el agua agitándose en el interior de una cantimplora, el roce de las mieses de trigo arañando las paredes de tierra, el trinar de los pájaros
  • 23. 45 que se adivinan escondidos entre las hojas de la palmera, el aleteo de una paloma levantando el vuelo… Las casas, agrupadas en manzanas, apoyadas las unas sobre las otras, definen una trama similar a la de una espina de pez o; también, por poner un símil más cercano,- más próximo -, al de la hoja de la palmera… De la calle principal, de la espina dorsal donde se ubica la antigua mezquita, parten las calles adyacentes y; de éstas, a su vez, parten otras que no siempre tienen por qué tener salida; terminando en fondo de saco. Los rostros de las gentes son agudos, de rasgos muy duros, con los pómulos muy marcados y una expresión amable a la vista; casi se diría que han sido cincelados por el mismo viento que acaricia las cornisas de los muros de sus hogares… Al fin, su mirada es densa, profunda, tersa; cálida, afable… (…) Una mañana, de camino al nuevo M´ Hamide, Pedro, - portugués -, me habló sobre la memoria de las palabras. Los posos de aquella conversación me acompañan desde entonces; la memoria de las palabras… 46 Me pregunto cuál será la memoria de la arena, tan frágil a simple vista, aparentemente tan vulnerable; si no encontraré en la arquitectura, -la memoria construida de y por todo un pueblo, la respuesta que ando buscando…-. La sombra que proyectan las hojas de la palmera sobre la arena , rompiendo la monotonía del sol, se parecen muy mucho; casi tanto como demasiado, a la de aquellas manos que tiempo atrás, estrechaban las nuestras como señal de bienvenida… La silueta del caserío; ese horizonte de tierra y luz, parece una duna más; hasta el punto de que el perfil de ambas, al caer la tarde, llega a confundirse.
  • 24. 47 El color exterior de las casas no es el de la arena; sino la arena misma; tal vez dentro de toda una pretendida estrategia de defensa, tratando de pasar desapercibid@s, inadvertid@s ante los ojos de l@s de fuera. Sobre los planos de arena únicamente destaca la sombra que arroja el dintel de las tímidas ventanas de madera, con cuarterones; sin cristales, protegidas con rejería de forja de hermosa factura, asomándose al escenario de las calles con sus hojas de colores, como si fueran pétalos de flores anunciando la primavera. Puertas adentro, apenas un@ atraviesa el umbral de una cualquiera de esas humildes viviendas, nos sorprende la riqueza del interior; todo color, todo detalle, muy rico en matices, en contraste con la austeridad que ofrecen las calles; el color de las especias con que las gentes cocinan; el color de los lejanos mares y océanos que hubieron de surcar hasta llegar allí; el índigo, el azafrán, la paprika, el añil, el azul de ultramar, el verde esmeralda, el almazarrón, el bermellón, el almagre, el turquesa… Colores terrosos vistiendo paredes también terrosas; colores de tierra por y para la tierra. 48 La decoración es muy escueta. Rematando el zócalo de la pared, a la altura de los hombros, se advierten algunos relieves y esgrafiados, con figuras y composiciones geométricas que parecen evocar el perfil de los zigurats, aquellas primitivas pirámides escalonadas construidas en tierra; de tierra… Las viviendas incorporan patios a través de los cuales la luz cenital baña las diferentes estancias. Las puertas a pie de calle aportan una primera nota de color. La mayoría, están hechas de tablas de madera cosidas entre sí con clavos de forja, de esos con la cabeza ancha. Sobre la cara exterior incorporan un enlatado protector; una sobrepiel, un revestimiento de chapa, algo que; a mi modo de ver, dice mucho del ingenio de l@s lugareñ@s, también de su nivel de vida, de su oficio, de su cultura, de los materiales del lugar y del momento, siendo habitual el empleo de bidones, latas de conserva, aceite u otros materiales recuperados.
  • 25. 49 Son de un tamaño considerable, de altura más bien contenida: algo bajas. Su dimensión responde; entre otros factores, a la necesidad de dejar un ancho de paso suficiente para los animales… Destaca, a media altura, el característico cerrojo que emplean, un trancón de madera que sirve de cierre, una suerte de cerradura también en madera, que cuenta con su propia llave, un singular sistema de apertura; el conjunto que forman el quicio, la quicialera y la espiga, habilitando la apertura de la hoja de la puerta hacia el interior de la vivienda. 50 Las terrazas incorporan una gárgola de evacuación para el agua de lluvia, que vuela generosamente sobre la calle, unos ochenta centímetros sobre la vertical de la pared de la fachada. El zócalo de las casas, acostumbra a ser de piedra, a modo de sobrecimiento. En las más pudientes o más significativas, como sucede con el basamento de la mezquita, se emplea cal como mortero del mismo. En general, las casas suelen presentar una suerte de acerado perimetral de tierra apisonada; una berma de tierra más o menos compactada. La casuística de patologías propias de estos edificios se parecen demasiado a los achaques que aquejan a sus moradores, las personas que los habitan. A la vista de lo vivido, se podría decir que ambas van de la mano. Y es que; la edad, la severidad clima, el paso de la arena; no perdonan…
  • 26. 51 A veces; las reparaciones que han sufrido son visibles al exterior, como cicatrices de heridas pasadas; cosidos, grapas de madera, sistemas de llaves… El número de huecos; los vanos, es mínimo, también en cuanto a dimensiones, como veíamos, protegidos a menudo con rejas, trabajos de delicada factura, que incorporan también motivos geométricos locales en su diseño… En ocasiones muy contadas, las ventanas aparecen recercadas al exterior, presentando un delicado encalado; color blanco característico que habitualmente aporta la cal, el propio color del material. (…) El imbricado eje de la calle, lugar de paso preferente, aparece algo más rebajado y sirve como canal de recogida del agua. De algún modo, la calle es también espacio de encuentro entre elementos; tierra, agua y fuego… La calle es siempre río; río de gentes pero también río de agua, un torrente de vida. 52 (…) Un borreguillo, acompañado de su madre encabeza el rebaño atravesando la calle. Pasan las ovejas y las cabras, y con ellas el tiempo, levantando una gran polvareda a su paso, dejando todo un reguero de huellas; buscando la umbría de las paredes del alcázar, dejando tras de sí una estela de pisadas que la arena, de la mano del viento empecinado, se afana en borrar. Las últimas ovejas del rebaño, las más rezagadas, atraviesan el cielo de arena como si fueran nubes de lana… El suelo quema; arde, y para no quemarse hay que moverse rápido, cambiar la pata de apoyo, no detenerse demasiado sobre la misma arena, buscar la sombra de una buena palmera, buscar el refugio del palmeral, pisar tierra algo más húmeda, intentar esquivar el calor seco de las dunas del desierto que se atisba en el horizonte… Es por eso que un fular casi infinito cubre su rostro, protegiendo a los pastores de la arena hasta que la tormenta amaina. Cuando el aire arrecia con fuerza, la sensación que uno experimenta es de ahogo, de angustia, con todo ese polvo en tu garganta, “embarrando” las mucosas, dificultando la respiración hasta el extremo…
  • 27. 53 54 En medio de la polvareda, a lo lejos, se distingue una estrella de 5 puntas sobre el dintel de una vetusta puerta de madera; previa al umbral de la casa, protegiendo su frente; la estrella de David, guiando nuestros pasos durante la tormenta, cuando los ojos no bastan para ver… El contraste de luz en las calles es muy acentuado, la luz penetra en ellas a través de “pozos”, que no son otra cosa que calles sin techar, sin proteger del fuego del sol… Algunos edificios carecen de esquinas, presentan muros curvados, lo que dota a los paramentos y a las calles en su conjunto, de una rala y singular belleza, una sensualidad inusual, facilitando el tránsito y la fluidez de los pasos a los que acompañan; el movimiento de las gentes que; como la misma luz, juegan sobre su lienzo a dibujar la sombra de los petos de las terrazas vecinas… Gracias a ello, la transición entre sombra y luz se torna más suave, se suaviza, se atenúa con sutileza. Como el agua del arroyo, la luz; pesada, fluye por gravedad…
  • 28. 55 TAI 56 Para tomar un té con l@s amig@s, cualquier momento, en cualquier lugar, cualquier excusa se antoja buena; eso sí, al cobijo de una buena sombra… Junto a la palmera, sentad@s en el suelo o apoyad@s sobre la tapia contigua de la huerta; en la Puerta, sentad@s en el banco, en casa, sentad@s sobre la alfombra, en la penumbra sólo rota por el halo de luz que penetra por el resquicio de una claraboya, - la ventana abierta en el techo que baña la estancia -, haciendo que el polvo centelleante que nuestros pasos levantan tras de sí, baile en el aire como si fuese oro; oro de tierra seca y miel… (…) Una de las primeras casas que visitamos fue la de Abdullah (/Abdilá/), uno de l@s coordinadores locales. Se accedía a ella desde la penumbra de una de calle techada perpendicular. La puerta, protegida por un candado también de madera, era muy antigua, tan bajita que un@ para entrar tenía que agachar la cabeza. El pasillo de entrada; el zaguán, hacía las veces también de habitación. Al fondo de la estancia se vislumbraba un patio donde dos botellas de plástico se columpiaban en una cuerda que lo atravesaba de lado a lado, aparentemente indiferentes a nuestra conversación.
  • 29. 57 Al entrar; nuestros pasos despertaron el polvo del piso que jugueteaba travieso con los rayos de luz que se colaban por la ventana, posándose sobre la punta de las babuchas que reposaban su cuero junto a la pilastra de adobe, junto a aquella majestuosa alfombra, aguardando pacientes unos pies que pronto estarían de regreso, para volver a salir la calle; para volver de vuelta… 58 La ceremonia del té se rige por sus propias normas; a lo largo de la historia, cada pueblo ha ido desarrollando su propia cultura en torno a ella. Si un@ se detiene lo suficiente a pensar en ello; en si tiene parangón o no con la que se da en otras partes del mundo, es fácil establecer ciertos paralelismos con el de otros pueblos, como pudiera ser el japonés; como el de la milenaria, - más que dilatada -, tradición japonesa, con sus casas de té… Todo un ritual; un té amigo, para l@s amig@s. El té es el whisky bereber. Para su elaboración no se requieren complicados alambiques pero sí una buena tetera, paciencia y buenas manos… Una vez que el agua ha alcanzado el punto justo de hervor, cuando la arena empieza a borbollonear rompiendo la tensión de la superficie, se retira del fuego. El té se bebe muy caliente, a sorbos, para evitar quemarse la lengua, produciendo, para sorpresa de un@, una sensación de frescor irremplazable. Sin pretenderlo, el sonido del encuentro de la cabeza de una cerilla contra el asperón del lateral de la cajetilla donde hasta entonces había dormido rasga el aire, rompiendo el silencio.
  • 30. 59 La cerilla, de la mano de nuestro amable anfitrión, - cortés en el encuentro -, se aproxima hacia una nube de gas que se escucha pero todavía no se deja ver… La ceremonia ha comenzado. Frente a nuestros ojos, sobre el mantel, un mar infinito de aceite, manteca, miel, mermelada y también; - cómo no -, unos dátiles preparados al estilo local. Todo son generosas dádivas para l@s invitad@s que poco a poco, un@ a un@, se van acercando a la mesa. 60 (…) Todo está preparado, la generosa bandeja de alpaca, la mesa vestida de gala para la ocasión, un paño de tela, agua fresca… Incondicionales e indispensables son, acompañando al té; - cómo no -, las pastas de té, esas “Henry(s)”, tan típicas allí como pudieran serlo aquí, en España, las galletas “María”; las de antes, - claro…-, unos cacahuetes convenientemente salados, unos panecillos crujientes; rebozados con semillas de cereal y pan recién hecho, /jop/ recién horneado. Todas nuestras miradas están puestas en las manos del director de orquesta, todo son muestras de júbilo al son de la música, del espectáculo del que nuestras propias miradas también forman parte; la danza contenida de la llama; sus guiños y parpadeos, su reflejo en las pupilas de l@s compañer@s..., cautivando por completo nuestra atención, robando parte del protagonismo al verbo, a la palabra hablada… En una lata, como un tesoro de merecido aprecio; ralo, valioso, se conserva el azúcar. El azúcar es el hielo del desierto, un iceberg a la deriva que se derrite en las aguas templadas de un mar de menta y té, al calor de una llama que nace de una coqueta bombona
  • 31. 61 engalanada también para la ocasión que; desde luego, lo merece… Para partirlo, se utiliza lo que se tiene más a mano, como aquella antigua biela de bicicleta que Matee; a golpe de imaginación, había transformado en una perfecta maza de cocina… La paleta de azules que se despliega ante nuestros ojos parece no tener fin; el añil de su /litam/; el pañuelo con el que protege su rostro, su cuello y su cabello del azote de la arena y el polvo del desierto, el azul vaporoso del gas, el azulete mineral que luce la pared, la hilatura sedosa de la alfombra, los azules de los motivos de la caja donde se guarda el propio té, la pintura de la lata, los azules varios de las cerdas de la escobilla; - a propósito, confeccionada a mano a partir de cuerdas de polietileno reciclado -, los reflejos metálicos que proyecta el vuelo de la falda de la misma bombona; el azul del cielo que se cuela por la claraboya del techo… La preparación de 1 kg té; de /tai/, se lleva unos 4 kg de azúcar. En la casa de Abdilá, son 20 personas, saben mucho de esto; esa cantidad resulta ser el equivalente al consumo de una semana. 62 En aquel hogar, la casa de Abdilá, convivían; - conviven -, cuatro generaciones. Su familia había conservado su antigua casa en el viejo M´ Hamide, pero se habían trasladado a vivir al nuevo M´ Hamide; - a unos tres kilómetros al Norte -, hace años; entre otras cosas, porque allí sí contaban con servicios tan básicos como el agua corriente en las casas. Hacía tiempo, sus hermanos pequeños, emigraron a trabajar a la ciudad de modo que él se había convertido en el cabeza de familia, la persona responsable de cuidar de sus respectivas familias; esposas e hij@s. (…) El metal adusto de las bombonas se viste de artesanía, un velo de arcilla para cubrir el cuello y una hermosa falda, ligera; grácil, para cubrir su vientre y su ombligo, su barriga industrial; un vestido de alpaca muy
  • 32. 63 trabajado, de bonita factura, de igual modo; con el mismo tacto que se trabaja la bisutería, incorporando relieves geométricos en el refulgir de su volumen… El desgaste del vestido, algo descolorido, las marcas y abolladuras que recorren su piel delatan su edad… A buen seguro, se trata de golpes; movimientos fortuitos de tantos y tantos ires y venires, de tantos y muchos tés preparados, muchos y tantos tés compartidos… Todos aquellos pequeños gestos no pasan desapercibidos para nosotr@s; dicen mucho de la cultura del lugar; de nuevo, de lo que se ve y de lo que no se ve, porque no se deja ver o; sencillamente, porque no se alcanza a ver con los ojos, porque queda detrás, escondido, tapado, revistiendo la ceremonia del té; - todavía aún más si cabe -, de un aire de misterio y solemnidad, humanizando su calor, domesticando su llama. (…) La conversación encuentra su propio curso; como el agua, todavía más pausada si cabe… Las nubes vaporosas del té se elevan por encima de nuestras cabezas… 64 De alguna forma, en aquella mesa, la naturaleza parece haberse colado en la estancia; la relación con el lugar se vuelve más estrecha en la intimidad de la habitación. La tetera descansa sobre una mesa baja de madera de cedro, también vestida para la ocasión. Su geometría evoca imágenes del entorno; su silueta ojivada, se asemejaba a la de los dromedarios sentados, con el cuello estirado y su característica joroba, aguardando para salir de ruta: esa próxima caravana… La oreja de la tetera; su característica asa, destaca sobre su volumen compacto, se cubre con una orejera de “trapo”, amable para con la mano, como si se tratase de un guante de horno, para evitar quemarse la piel al asirla.
  • 33. 65 En suma; todo un ejercicio de mímesis, la decantación paulatina de la relación más íntima y estrecha entre naturaleza, geometría y arquitectura; presente, también, en el diseño de los objetos más cotidianos, como la propia tetera. Pero sí algo recuerdo de aquel té, es aquella nube de manos; manos, muchas manos, manos y más manos… Manos que se buscan, manos que se entrelazan, manos que se acercan y reconocen al abrigo de un vaso de cristal; caliente, tibio, humeante, cuya caricia resulta tan cálida a la piel de los labios... Las manos se agitan en el aire como palomas entrecruzando sus alas en la estancia… Son muchas; manos más o menos fuertes, +/- delicadas, +/- finas, +/- manchadas de barro; manos +/- torpes; todas amables… Una de ellas levanta el vuelo y se pierde por la escalera de acceso a los pisos superiores que se sitúan en una de las esquinas de la planta baja, próxima a la puerta de entrada. Dando palmadas, palmeando, palmeteando, golpeando las palmas de sendas manos, una contra otra, abrazando el aire… 66 Las manos se convierten en palomas, son manos que quieren volar, surcar un cielo de paz, el cielo de un mundo mejor… Alguien propone un brindis - /Bisaja/ (salud) La luz es muy tenue. Su frágil sombra sobre el piso de tierra se confunde con la silueta de las hojas de palmera al ser agitadas por el viento al atardecer…
  • 34. 67 La escalera; que parece no tener fin, se desarrolla en torno a un machón de fábrica y el frente de los peldaños queda definido por ramas fuertes de eucalipto, apenas escuadradas; elaborados a partir de adobes o tierra muy compactada, ya desgastados… Al final, desembarcamos en un pequeño descansillo, desde el que se accede a la terraza por una suerte de puerta, mucho más reducida en tamaño. El techo; de tierra y rama, se siente ceder con cada paso; a cada paso, está vivo, se mueve, cruje, tiene voz, alma. 68 La altura del peto de la cubierta, un parapeto sencillo de aproximadamente un metro, ofrece la suficiente intimidad para la conversación y la vigilia y también una repisa perfecta sobre la que apoyarse, sobre la que asomarse a la calle para disfrutar desde las alturas, para detenerse a observar el ir y venir de sus gentes, al tiempo que arroja su sombra sobre el piso de tierra de la terraza, protegiéndola también de las rachas de viento, evitando que la arena se acumule en exceso sobre el terrado y lo haga combar. Ya sentad@s, formando un círculo, con la espalda apoyada sobre el peto, al abrigo del té, Abdilá, nos cuenta que en verano, toda la familia duerme en la terraza; arriba, á la belle étoile, al raso, haciendo más llevadero el calor de la noche, dejando que con el sueño lleguen también los sueños… La terraza de las casas es; sin duda, un mirador privilegiado, que comparte también esa dualidad público-privado de otros rincones del pueblo, donde resulta relativamente fácil encontrarse con otr@s vecin@s haciendo lo mismo en su propia terraza, vecin@s con l@s que poder establecer una conversación más o menos distante, más o menos cercana.
  • 35. 69 TRAP, TRAP 70 Supongo que; de algún modo, los talleres que organizan l@s compañer@s de Terrachidia; son una pequeña excusa para seguir aprendiendo a través del estudio, propiciando un acercamiento al conocimiento a través de la práctica; su aplicación, una primera aproximación al saber y forma de hacer locales; propio de los lugareños, un ejercicio de sensibilización al tiempo que también de investigación, formación, divulgación e intercambio, permitiendo tanto a l@s de un lado de la Puerta, como a l@s del otro, establecer paralelismos, vínculos y lazos con lo ya conocido; comparando lo aprendido con lo ya vivido, con la experiencia y recorrido vital de cada un@, para seguir avanzando y mejorar; seguir creciendo. (…) El trabajo perenne de mantenimiento y recuperación de la Puerta constituye en sí mismo toda un aula abierta; las conversaciones son en sí mismas, parcas en palabras pero ricas en gestos y complicidades, donde la empatía, la mímesis y el cruce de miradas adquieren un mayor protagonismo. Un@ aprende repitiendo una y otra vez los gestos pausados de la mano de los maestr@s locales; como Matee, un buen Mu´ allim, confiando también en su saber ver, siempre dispuestos a mancharse de barro, maestr@s atentos, generosos a la hora de enseñar y compartir las técnicas
  • 36. 71 constructivas tradicionales ¿Cómo…? ¿Por qué…? ¿Cuándo…? ¿Para qué…? ¿Con qué…? ¿Cuánto…?... Como en tantos otros ámbitos de la vida; - también en éste -, resulta vital subrayar la importancia del aprendizaje mediante la aproximación al material; a la materia, - la tierra en nuestro caso -, desde las etapas más tempranas del alumn@, durante la niñez, para sentar las bases de un futuro conocimiento. Experiencias como ésta ponen de relieve la importancia del trabajo colectivo a través del desarrollo de valores humanos como la cooperación, la ayuda mutua, la integración y el entendimiento; en suma, - al menos para mí -, los motivos que le llevan a un@ a trabajar en el ámbito de la conservación, la restauración, la rehabilitación, la protección del Patrimonio; aprendiendo a valorar su papel como motor de la zona, no sólo a nivel cultural, - el legado que ya de por sí conforma -, sino también desde un punto de vista económico; como medio para posibilitar un mayor avance en la sociedad, como elemento catalizador del desarrollo de la zona, dentro de una estrategia global de divulgación incidiendo; como punto de partida, en la formación de tod@s es@s nuev@s arquitect@s, artesan@s, albañiles y maestr@s alarifes, como una herramienta que contribuya definitivamente a la lucha 72 frente a la marginación y la pobreza, frente a la exclusión social, frente a la desigualdad entre clases, - que las hay; que las sigue habiendo, incomprensiblemente -, entre individuos de una misma sociedad, personas que comparten un mismo espacio; la calle. (…) La tierra; el suelo que pisamos, se compone de piedras, cantos rodados; más o menos rodados, más o menos vividos, desgastados, viejos…; un puñado de arena, limo y arcilla (Dentro de una primera clasificación de los materiales por diámetro) Los suelos o tierras aptas para el oficio de la construcción de la arquitectura; para la elaboración de las masas, morteros, mezclas y otras pastas…, son las tierras arcillosas; aquéllas que contienen un elevado porcentaje de arcilla; el aglomerante de nuestra receta, el equivalente a la flor, la masa madre, la levadura del pan. Y al margen de tecnicismos y a falta de laboratorios donde llevar a cabo un análisis más detallado; - exhaustivo-, de las muestras de suelo que hubiéramos podido tomar, las tierras aptas para su empleo en construcción, son aquéllas cuyo uso ha sido sancionado por la práctica, aquéllas que se han venido usando generación tras generación; sencillamente, aquéllas que ya se conocen.
  • 37. 73 Mortero para la tapia mortero para el adobe (fábricas; muros, pilares, columnas, hornos…) mortero para la junta mortero para el revoque… El porcentaje de agua añadida variará de menos a más; - de izda a dcha, así; la tapia de tierra requiere menos, mientras que el revoque requiere más -, a la inversa que la resistencia pretendida; que irá de más, - para la tapia, para el muro, en aquellos elementos donde trabajara como elemento portante, masivo -, a menos; - para el revoco, para la piel que; en cambio, requiere más elasticidad y flexibilidad en su condición de revestimiento…-. A mayor cantidad de agua, menor resistencia final del elemento, (+ agua - resistente), siguiendo un principio básico de la construcción que establece la siguiente máxima: “lo que junta debe ser más débil que lo juntado”. Así; por ejemplo, la cama de barro sobre la que asientan los adobes, debe ser más “débil” que los propios adobes que conforman la pared… En efecto; esto sucede así, de modo que las juntas son capaces de absorber las pequeñas tensiones que se generan en el seno de la fábrica, evitando que ésta pueda llegar a dañarse, fisurando antes de que los adobes puedan verse afectados llegado el caso… 74 Éstos son algunos de los bártulos; de las herramientas que necesitaremos para nuestro trabajo… - paleta (metal) - llana (metal) - talocha (plástico) - piqueta - alcotana - criba - reglas de madera (para reglear, planear-nivelar la superficie, rematar las aristas y esquinas) - pico - bidones de plástico (para el acopio y reserva de agua) - pañuelo, fular (para cubrir la nuca) - gorra, guantes (para proteger la nuca y la piel respectivamente) - calzado y vestimenta adecuados - pala - cubo, capazo - cepillo (limpieza) - plomada (para comprobar la verticalidad de las paredes de tapia, tapiales de madera) - pisón (para pisar, para el apisonado de la tierra) + pisón de mano (para las esquinas, ptos críticos, puntos de difícil acceso que requieren de una mayor precisión) - azada, azadón
  • 38. 75 - carretilla - sacos de yute (para el transporte de la paja) - manguera (en caso de disponer) - adoberas - botellas de plástico - tijeras, cutter, cuchillo, navaja (herramienta de corte) - bolsa de plástico ~ improvisada manga pastelera - sierra de mano - polea + gancho + cuerda (roldana) (…) A una de las coordinadoras; Marta, se le ocurrió que podíamos coger una bolsa de plástico y rellenarla de arena, como si fuera una manga pastelera, una de ésas para hacer churros, y espolvorearla sobre la cara superior de los adobes para ver qué sucedía, si se abrían más o menos comparativamente con otros, unos cubiertos de paja y otros sin cubrir, todos expuestos directamente al sol, para así comprender mejor los motivos, patrones y grado de fisuración los adobes y la tierra en general, mediante la observación directa de la evolución de su secado superficial (+/- brusco, +/- pausado, …) En la Puerta, cada jornada comenzaba con el ir y venir de carretillas cargadas con arena extraída del entorno. La arena se volcaba junto a otro montón de arcilla, que previamente el equipo local se había 76 encargado de extraer y acopiar, para tenerla bien a mano y así poder mezclarlas en su justa proporción. Una vez formado un cráter en medio del montón de tierra y lleno de agua; se cubría la superficie con paja para evitar una evaporación excesiva de la misma, dejando que el tiempo y la noche trabajasen; desde la complicidad, para nosotr@s.
  • 39. 77 78 Como no dábamos a vasto, hicieron falta algunos adobes extra que Abdalá, con la ayuda inestimable de su burro, se encargó de acercar hasta la Puerta. El burro, todo pundonor; cargado hasta los topes, apenas visible bajo la carga, algo renqueante, no perdió la compostura en ningún momento, incluso tuvo el detalle de regalarnos aquel leve gesto de cabeza, agradeciendo todos y cada uno de los adobes que le quitábamos de encima… Para la elaboración de los adobes seguimos la receta tradicional, similar a la que se utiliza para la masa del pan; añadiendo un puntito extra de crujiente, adobando con paja. El arte de la cocina y el de la tierra tienen mucho en común, más de lo que pudiera parecer a simple vista; comparten gestos y lenguaje, - no por casualidad…-. Pasos: 1.- Para los adobes: amasado de la tierra tomamos una porción de masa rebozamos con paja (dispuesta sobre el suelo, como una alfombra) moldeamos desmoldeamos dejamos cocer al fuego (al sol) volteamos…
  • 40. 79 2.- Para las albóndigas (al-bunduq, bolas): Tomamos una porción de carne la pasamos por el huevo batido enharinamos (adobamos) moldeamos con ayuda de una cuchara sopera desmoldeamos ponemos al fuego (a la sartén) volteamos para que las caras se doren uniformemente (sin llegar a quemarse) retiramos del fuego dejamos enfriar emplatamos servimos, a la mesa… Otras: recetas de pastelería y repostería; tortas de tierra (terrados, terrazas; cubiertas planas de tierra y forjados de madera (palmera, eucalipto, tamarindo y caña, conformando una base tupida; una suerte de fieltro que retiene el material, aunque es cierto que con el tiempo, tiende a desprenderse algo de polvo) (…) Contábamos con 2 tamaños de adobes diferentes y para su moldeo nos servíamos de dos adoberas distintas; la una, grande, de hierro, con dos asas adosadas en sendos laterales cortos, de 1 udd; la otra, para los adobes pequeños, de 25.12.6 cm, de madera, de 2 udds. 80 Para los recién llegados, diremos que una adobera es un molde de madera, hierro u otro material que sirve para moldear la tierra, - valga la redundancia -, adoptando ésta una forma paralelepipédica, con las aristas más o menos definidas. Durante su moldeo es importante compactar bien la masa, rellenar todo su volumen, sin dejar huecos, prestando especial atención al remate de las esquinas. Tras su desmoldeo se dejan secar al sol, volteándose al día siguiente para conseguir un secado más uniforme de la pieza. Los usos del adobe son muy variados, es un material y a su vez un elemento de lo más versátil; sirve tanto como para erigir pilares o columnas como para levantar paredes, como pieza para trabar las viguetas que conforman el forjado al muro; - tabanqueado -, como elemento de decoración, - jugando con su aparejo -, como material de relleno, - nivelaciones de piso -, para crear los antepechos de cubiertas, pretiles de terrazas, balcones…, como elemento de remate y coronación de muros, para conformar nabos de escaleras (ejes), como barandas, arcos, bóvedas, cúpulas y cupulines de edificios e incluso hornos de pan comunales…
  • 41. 81 (…) Se nos ocurrió coger unos cucuruchos de papel de periódico, como aquel /karré/ de pipas, de /serreá/, al que uno de los chicos de la tienda de al lado nos había invitado, para preparar otra receta a partir de ellos; unos cucuruchos muy especiales; unos cucuruchos de tierra (Tomando ésto como punto de 82 partida de experimentación; al contar con la arcilla del lugar y la fibra extra que proporcionaba la propia celulosa contenida en el papel del cucurucho. Lo cortamos en tiras y lo mezclamos con la arcilla y algo de agua extra para hacer figuras. Lo más sencillo hubiera sido hacer una pelota con ell@s, amasando la mezcla entre las manos; utilizando ambas manos como cazos, jugando con ellas como si fueran cucharas y comprobando qué sucedía… Esto tan sólo fue una invitación al juego, una especie de kit básico de tierra, como aproximación al material, un ensayo en el que se entremezclaron ilusión, imaginación, y alguna que otra lección de bolsillo; aspectos básicos de la cultura del reciclaje…
  • 42. 83 (…) La idea era trabajar con los materiales que teníamos más a mano, ésos que resultaban más accesibles, tanto las materias primas que ofrecía el entorno natural, como los recursos humanos y técnicos locales disponibles, propios de la cultura del lugar. Y a propósito de recurrir al medio como fuente; vamos a mostrar algunas de esas fuentes: 1.- Lo que nos ofrece el basurero. ¿El basurero? Sí; el basurero como fuente de materiales plásticos para crear nuevas herramientas como cubos, escobas, escobillas, talochas, discos… Envases de yogures, danones (plástico, color rosa) con los que moldear pequeños adobes (adobitos) y ver cómo se comporta la tierra, buscando un cambio de percepción en cuanto al concepto de “basura”, haciendo de esos envases; por ejemplo, moldes para nuestros adobes (recurriendo a éstos a modo de adoberas, tal vez más cercano, con los que un@ puede sentirse más familiarizado…) En M´ Hamide las papeleras son difíciles de encontrar, pero no sucede lo mismo con los bidones, garrafas, botellas de lejía, latas de aceite y/o los neumáticos usados; toda una cantera de materias primas… 84 2.- Lo que nos ofrece la naturaleza: Cantos rodados: empleo como material de relleno en subbasamentos, cimentaciones, zócalos de construcciones y también como herramienta manual; para el pulido superficial, para el tratamiento final del revoco, acabados… Arena: obtenida de “bancos” de arena locales; la que procede de la propia calle, la acumulada en las intrincadas acequias y canales (arena fina)… La arena no puede faltar en el desierto¡¡¡ Durante la fase de la intervención sobre la Puerta en la que participamos, la arena la obteníamos de la cuneta de la carretera, a unos 200 metros de la misma… aquello parecía una maratón… Recuerdo cómo se clavaba la rueda de la carretilla, especialmente los viajes de vuelta, cargados hasta los topes; lo difícil que resultaba avanzar sobre la arena…
  • 43. 85 Primero, con la ayuda de la pala, retirábamos la capa más superficial, dejando a un lado los restos de envases, ramillas, etc…, para poder acceder a las capas más profundas. La arena de las primeras capas aparecía más seca, mientras que la del fondo todavía conservaba cierto grado de humedad y; debido a esto, presentaba otra tonalidad, más oscura. El grado de humedad de la arena era reconocible al tacto; así como su textura y su temperatura, y también a la vista; el color claro, mostaza, del color 86 del pelo del camello, se correspondía con la arena seca y el marrón oscuro, con la húmeda. La tierra (arcillosa) en M´ Hamide es de color parduzco, marrón-rojiza… Este material se obtiene de casas derruidas, ruinas, escombros; recurriendo a la propia obra como cantera y/o también de los huertos contiguos donde está tan presente… 3.- Fibras, conchas marinas, piedrecitas… Con ellas podemos practicar distintos acabados (soplado de fibras, incrustaciones, otros…) 4.- Envases de cartón caseros (como fuente de papel kraft), hueveras de cartón, cajas… (…) Mientras el grupo aprendía a hacer adobes, l@s pequeñ@s nos agasajaban con pasteles, tartaletas, magdalenas y otras figuras que elaboraban con sus propias manos, algo que a tod@s nos emocionó mucho…
  • 44. 87 Mientras paseábamos, era relativamente habitual encontrar dibujos incisos sobre aquellas pizarras de tierra que eran y son las calles del pueblo, sobre los muros y las paredes de las casas, convertidas en papel por l@s pequeñ@s; con los dedos de la mano, sin más herramientas que su propia imaginación, derrochando ingenio… La otra pizarra en M´ Hamide es el cielo, salpicado de nubes de tiza blanca; ésa con la que se dibujan los sueños… (…) La tierra ha sido y es soporte de escritura desde la Antigüedad, desde que el hombre aprendiera a sostener con sus manos aquella rama con la que se 88 ayudó para dibujar sobre la tierra del suelo la silueta de su propia mano; mucho tiempo hace ya que aquell@s pobladores decidieran asentarse en la fértil vega del río Tigris y utilizaran aquella tablilla de arcilla para dejar constancia de lo que habían aprendido… (…) En general, los revoques de tierra pueden trabajarse a 1 capa; es decir, a 1 sola mano; o bien, aplicarse en varias capas, a 2 o más manos. La 1ª actúa como capa de regularización (Pueden aparecer fisuras, son admisibles) La 2ª capa es la de acabado. Exige una preparación previa del material más cuidada, cribando la tierra, separando de ella los terrones y fragmentos que hayan podido quedar sin deshacer, mezclándola bien con la azada y pisándola convenientemente; dejándola lista para su aplicación con la paleta y/o la llana. En ocasiones, puede recurrirse a la aplicación de una 3ª capa, cuya función suele ser específicamente decorativa, siendo también una capa de acabado, requiriendo mayor finura y delicadeza; - si cabe -, para su consecución, desde la selección de materias primas, la elección del tamaño de grano de las partículas y el
  • 45. 89 diámetro y la longitud de la fibra a emplear, así como su aplicación en espesores de capa más finos. Para esos revocos más finos se emplea la tierra mezclada con arena y paja menuda, pero también con otros ingredientes como el jirle (chirle / excrementos, caca de oveja / kaka/ jara…) A medida que avanzamos hacia el exterior, las capas son más ricas en arena y de menor espesor al objeto; entre otros motivos, de evitar su fisuración. Es importante resaltar la necesidad de humectar previamente el paramento que vamos a revocar… El método para la preparación y elaboración de la mezcla en su conjunto es sencillo; se deja que el ganado, el rebaño de ovejas, pase sobre la tierra que vamos a emplear; - que se cague en ella, literalmente -, y de paso, que la pisen; es decir, por un lado la “enriquecen” y por otro la terminan de mezclar; la amasan, con la ayuda de sus pezuñas y patas, con lo que se consigue que también dejen algo de lana, fibra rica en lanolina, una grasa de origen animal que también conviene al revoco. 90 La otra opción pasa por aprovechar directamente los excrementos de la limpieza del suelo del redil, del corral; es decir, barrer bien la cuadra y añadir el material obtenido a la tierra, procediendo a continuación a su mezclado hasta conseguir una mezcla homogénea. De igual modo, pueden emplearse excrementos de otros animales domésticos como burros, vacas… (…) Al tiempo que vamos trabajando con el material, van surgiendo las dudas sobre todo lo que atañe a su elaboración y aplicación… ¿Cuáles son las proporciones para las distintas mezclas…? ¿Cuál es la dosificación más apropiada en cada caso, dentro de cada una de las técnicas…? ¿Cuál es la medida de cada uno de los ingredientes de la receta…?
  • 46. 91 Pues bien; vamos con ello. De forma aproximada, para el adobe necesitaremos: 1 parte (carretilla) de tierra (arcillosa) y otra (carretilla) de arena mientras que para el revoco; de una sóla capa, emplearemos 2 carretillas de tierra arcillosa, mezclada con 1 de arena, recogida in situ o en las proximidades, y 1 saco de paja. Si buscamos un acabado más fino o; sencillamente, se da el caso de que el revoco vaya a quedar más expuesto a la intemperie, recurriremos al empleo de una parte de tierra (arcillosa), otra de arena más fina, paja muy menuda y excrementos; - nuestro ingrediente secreto; ya no tan secreto…-. 92 ¿Dónde reside el motivo, la razón de su empleo tradicional, secular…? A continuación, trataremos de ahondar algo más en este punto, intentando descubrir las razones de su empleo desde un punto de vista técnico, próximo a los preceptos por los que se rige la bioconstrucción actual, buscando una relación de equilibrio con la naturaleza, una mayor simbiosis con el medio. Embarcados en ese ejercicio de plantear hipótesis sobre los motivos de su empleo, imaginemos que las bondades de esta mezcla fueron descubiertas de casualidad, bajo la mirada atenta de alguien… Imaginemos que esa persona, para facilitarse el trabajo, hace que sean los animales; por ejemplo, un burro, el que lo pise; el burro se caga y se mea, micciona, - más fino -, sobre él y; entonces, advierte que las cualidades de la mezcla son mejores que cuando se elabora sólo con barro, sólo con tierra arcillosa, arena y agua, que la masa adquiere una textura diferente, que la puesta en obra resulta más sencilla y que huele, también eso; que huele diferente… Además, pasado el tiempo, observa que el resultado es más duradero y requiere menos atenciones. Genial…
  • 47. 93 Los excrementos del ganado en general; tanto el ovino, como el capril, como el bovino, constituyen en sí mismos una fuente natural de caseína, enzimas y microfibras. Por otro lado, la urina es una fuente natural de urea, rica en sales y minerales; pero sobre todo, iones negativos (-), que interactúan con las partículas de arcilla a nivel nanomolecular. El agua de amasado puede ser sustituida por ésta, con el ahorro que eso supone, especialmente en aquellos lugares donde ésta resulta ser un bien tan escaso. Los beneficios que estas adiciones confieren a la calidad final del elemento son notables: mejoran su durabilidad, disminuyen la retracción de secado inicial, - no sé si impidiendo pero sí limitando; es decir, coartando la fisuración, incrementando la resistencia frente al agua, haciendo que el color conserve un puntito más de luminosidad incluso después de haber secado…-. Llegados a este punto, resulta conveniente apuntar la importancia de dejar reposar la mezcla durante al menos una noche; dejarla dormir, que se pudra, con abundante agua, dejando al menos una lámina de un dedo de altura por encima, y recubriéndola con paja, 94 para evitar que se evapore bruscamente, reteniéndola, manteniendo un grado de humedad aceptable, quedando lista para su empleo a la mañana siguiente… (…) Gracias a la mirada de otro local; Asis, pudimos admirar la belleza del tueste que habían ido adquiriendo particularmente los revocos y la arena con los años; ese tostado tan característico, especialmente reseñable en las fachadas donde el sol incide directamente, algo que quizás pudiera haberse debido a una reacción entre los diferentes componentes minerales de la tierra, ya de sí por sí marrón-rojiza, con las sales del subsuelo contenidas en el agua de amasado y/o la incidencia directa de los rayos solares. (…) Los nudillos de las manos de aquel maestro; con el tiempo, debido a la artrosis tan avanzada que le aquejaba, se habían convertido en auténticos nudos; aunque a mí, me recordaban a los gajos de las ramas de las hojas de palmera cortadas; parecía como si fueran las yemas de las que habían comenzado a brotar otros dedos, otras manos; otras miradas…; savia nueva, para llegar, junt@s, todavía más alto… Aquel hombre movía las manos con una agilidad y destreza inusitadas, inusuales, era todo maestría, capaz de dirigir aquella orquesta al compás de su batuta,
  • 48. 95 dibujando con sus gestos en el aire y después; seguidamente, sobre aquel lienzo de barro, la lección de la mañana… Empleaba las manos como rastrillo, los dedos como vertederas de un arado con el que surcar la tierra; empleaba las manos para acercar esa misma tierra a nosotr@s, sembrando el campo de conocimiento… La tierra, aparentemente tan tosca, tan salvaje, tan indómita, se volvía dócil y mansa entre sus manos, quedando rendida ante su mirada y las palabras que le susurraba… - Ma, trap, ramala, blé (agua, tierra, arena y paja) Las herramientas necesarias para el trabajo de revocar son; básicamente, una /blana/, una plana como dicen en levante, también llamada fratás, talocha o trulla, como dicen en Castilla), y una paleta, aunque; como veremos, ninguna de las dos son realmente imprescindibles sino; más bien, todo lo contrario… 96 En las líneas que siguen a estas palabras, trataremos de describir de forma más o menos breve, más o menos concisa, la secuencia de pasos que seguimos para ejecutar el revoco… 1.- Recuperación del plano de la pared. Reconstrucción parcial (Actuación localizada sobre las zonas dañadas) 2.- Asentamiento de la fábrica (Dejamos que asentara, que cojiera su postura; que el mortero de la junta tirara bien, que secara suficientemente…)
  • 49. 97 3.- Preparación del revoco, humectación previa del muro. El muro tenía sed y mucha…; se bebía el agua que le ofrecíamos con rapidez, con avidez. Con la ayuda de una botella de plástico dejamos que la pared de tierra se empapara bien de agua; que chupara bien. Una vez seco volvimos a humectarlo; eso sí, esta vez, dejando que absorbiera el agua sólo parcialmente y entonces; cuando el brillo dio paso al mate, - veíamos el paramento todavía húmedo, con ese color más pardo a diferencia de la tierra seca, más clara -, procedimos a aplicar el revoco; un@s a mano y otr@s, con la ayuda de herramientas, como la paleta o la talocha; buscando siempre nuestra propia comodidad, prestando especial atención al cuidado de nuestra piel. Solíamos trabajar con guantes, conscientes de que en ocasiones, resultaba demasiado complicado, tuvimos que sopesar si usarlos o no, valorando las consecuencias de no hacerlo… Ya se sabe… gato con guantes, no caza (…) Con vistas a la realización de próximos talleres se nos ocurrió sugerir un apunte: el empleo de las 98 botellas de plástico de agua; - de las de 1,5 litros-. Éstas tienen la ventaja de su plasticidad; se pueden arrugar- comprimir-aplastar, para rellenarlas en el cubo del mortero de goma o en el grifo de cualquier lavabo; - dobladas sí que cogen…-. Obviamente, también es una buena forma de poner en práctica los principios del reciclaje… Dentro de este ejercicio de exploración de las posibilidades de reciclaje del objeto avanzamos también otra opción que; dicho sea de paso, ya fue puesta en práctica durante el taller. Podemos efectuar un corte a media altura de la botella y emplearla como vaso o también; practicar unos orificios en el tapón y usarla como regadera; boca abajo, por ejemplo, para regar el piso de tierra y evitar que se levante tanto polvo mientras trabajamos sobre él… La falta de herramientas para tod@s puede generar pequeños conflictos, devenir en tensiones innecesarias entre los miembros del grupo. Trabajar a mano, con las manos, siempre que sea posible, resulta más que recomendable; insistimos, siempre que sea posible. Apoyar el trabajo con explicaciones y documentación gráfica resulta muy útil, especialmente cuando el idioma pueda suponer una barrera entre maestr@s y alumn@s.
  • 50. 99 En ese sentido, los dibujos resultan esenciales para mejorar la fluidez en la comunicación, nos permiten ir más lejos, profundizar en el aprendizaje, analizar detalles… Dentro de este capítulo y en relación a las técnicas de aplicación; añadiremos que, en general, l@s maestr@s evitaban trabajar con las manos directamente; se ayudaban de las herramientas para ello; aunque por otro lado, no dudaban en hacerlo mientras sostenían una 100 porción de masa en una de sus manos al tiempo que blandían con la otra la paleta, usándola a modo de esparavel… Los materiales básicos que conforman estas herramientas son la madera, el metal y el plástico; si bien, como apuntábamos antes, el metal, - en el caso de la llana -, resulta ser el preferido por los locales; sustituyendo a las de madera, de factura eminentemente artesanal. Trabajar con este tipo de herramientas requiere conocer algunas pautas básicas para garantizar un manejo seguro, puesto que algunas, como la llana, cuentan con un borde muy afilado; cortante, lo que nos obliga a ser cautos en su manejo, durante su manipulación. Es importante el modo de sujetar las herramientas en lo referente al sentido de trabajo, al tipo de movimiento que realizamos y también atendiendo a algo tan sencillo como el hecho de si un@ se defiende mejor con una u otra mano; si un@ es diestr@, zurd@, ambiestr@ o ambizurd@...
  • 51. 101 En cualquier caso, al margen de este apunte, lo fundamental es realizar una correcta extensión de la masa sobre la pared y aprender a controlar el espesor de capa, trabajar con espesores no excesivamente gruesos, por adición, poco a poco, superponiendo unas capas sobre otras… De todos modos, el propio material nos orientará; si la capa resulta de un grosor excesivo, se despegará de la pared, - caerá por su propio peso -, si la humectación previa del soporte no ha sido suficiente o; sencillamente, no ha existido, el revoco también tenderá a despegarse y/o descolgarse del paramento, de la base… Durante la aplicación de la masa iremos describiendo pasadas +/- horizontales, +/- verticales, +/- circulares, con una mano o las dos asiendo el mango… (a 1 mano, a 2 manos…), caracoleando, remolineando… , ejerciendo +/- fuerza, +/- presión, jugando con la postura de nuestro propio cuerpo, trabajando solidariamente, coordinadamente, compensando esfuerzos, buscando cierto equilibrio en nuestro propio movimiento, acorde con los principios de ergonomía más elementales. 102 (…) ¿Cómo se definen las aristas; los vértices, los ángulos; todos esos encuentros entre diferentes planos; pared-suelo, pared-pared, pared-techo…? Para esto nos ayudaremos de maestras, reglas y/o adobes o también, en el caso de encuentros curvados, nos serviremos de tubos plásticos, botellas o bolsas, lo que tengamos más a mano; - para variar -, de todo aquello que pueda resultarnos útil para el fin que nos hemos propuesto. Trabajando con la paleta: Una vez extendida la capa de barro, cogemos una botella de agua en una mano y sujetamos la paleta con la otra. Trabajamos con el material al límite, llevándolo a un punto casi líquido; muy, muy fluido, mojando constantemente en agua la herramienta metálica; bien sea la paleta, bien sea la llana, planeando acto seguido sobre la superficie del revoco, convertida ahora en una pasta brillante, de textura cremosa, mantecosa. Se consigue así un acabado más bien liso, bastante refinado; siguiendo para ello una misma técnica tanto en el caso de paredes como en el de suelos.
  • 52. 103 Dependiendo del tipo de acabado y función del elemento, se puede optar por reglear la superficie, como en el caso de conformar el asiento de los bancos a partir de la misma tierra… Esta técnica cuenta con un uso que presumimos ininterrumpido en el tiempo; todavía hoy en evolución, parece haber experimentado una decantación paulatina en cuanto al empleo y asimilación de técnicas, materiales y herramientas actuales; gozando del beneplácito de l@s maestr@s, que parecen haberl@s hecho propios… En los trabajos de rehabilitación de la Puerta confluyen afortunadamente maestr@s, maestría y magisterio; trabajando a mano, con la mano. Es un placer para la vista seguir sus movimientos, el modo en que muñequean con la herramienta, el modo en que juegan con el barro; los gestos coordinados de su mirada y su mano. Y a propósito de la mano; como curiosidad, os diré que la piel, el tejido de la palma junto con la de la planta del pie son las más gruesas del cuerpo humano. No en vano, en los países del Magreb, se presta una especial atención a su cuidado; sirviéndose para ello de aceites obtenidos a partir de productos de la tierra; 104 como la almendra, la rosa o el jazmín… La mano es una herramienta muy completa; dentro del ámbito de la construcción, nos servimos no sólo de su piel; sino también de lo huesudo de sus nudillos; de la fuerza de sus músculos y tendones, de las uñas que rematan sus dedos… Somos hu_manos… ; )
  • 53. 105 Las manos como cazo, como cuchara como pala con la que sostener una porción de masa, una porción de tierra… manos que colaboran, manos solidarias, manos que aportan, manos que suman Acercarnos; tocar, palpar la superficie del revoco, nos permitirá conocer “de primera mano”, - valga la redundancia -, el grado de humedad tanto de las capas previas como de la masa misma, pudiendo tratar de arañar su superficie con ellas, rascando su tez para comprobar el grado de dureza que ha adquirido, el nivel de secado más o menos avanzado que presenta... 106 Los dedos de la mano sirven para peinar la superficie del revoco todavía fresco dotándole de mayor organicidad aún si cabe, un acabado arado; el dibujo de los surcos que dejan tras de sí todas y cada una de las pasadas, la marca impresa de nuestros dígitos, de las mismas yemas, una impronta personal y única. Trabajar a mano, trabajar con las manos es; en cierto modo, una oportunidad para repensar lo pensado, reaprender lo aprendido, revalorizar lo desvalorizado, cambiar la percepción y el concepto de ruina, descubrir las posibilidades de lo nuevo en lo viejo… (…) La escala del trabajo en la Puerta es contenida, medida, sopesada. Toma como referencia el precedente para seguir avanzando, dentro de un proceso paulatino de perfeccionamiento, una decantación secular del trabajo, originando una arquitectura con los pies en el suelo; en la tierra. Las miradas de l@s pequeñ@s del pueblo se fijan en las de los mayores mientras éstos nos enseñan a trabajar con la tierra, mano a mano, codo con codo, consiguiendo así también captar su atención y curiosidad, sus ganas de hacer, de mancharse de barro junto a ell@s…
  • 54. 107 Tal vez haya llegado el momento de volver a la tierra, de afrontar ese cambio, de darle un giro a nuestro día a día… Y recuperando el hilo de lo que estábamos diciendo… ¿Cuál es la velocidad de secado del revoco…? ¿Seca lento…? ¿Seca rápido…? ¿De qué depende? 108 (…) Al poco tiempo, comenzaron a dibujarse sobre su superficie algunas líneas de cuarteo bastante espaciadas y profundas, aunque curiosamente, eso no resultara óbice para deducir que el revoco no fuera a funcionar bien; por el contrario, resultó ser un revoco muy resistente. El estudio de los patrones de fisuración, podía darnos algunas pistas sobre las cualidades y tipo de arcilla que estábamos empleando, así como de la dosificación óptima de la mezcla. ¿Cuáles son las patologías observadas más frecuentes, más comunes, en este tipo de elementos? ¿Se ven afectados por problemas de capilaridad…? De ser así… ¿Qué altura alcanza el zócalo capilar…? ¿Se dibujan nubes de sal sobre su superficie…? ¿Cómo se protegen del agua de escorrentía? (…) Observamos que el mortero presentaba un comportamiento ligeramente distinto cuando se aplicaba sobre superficies horizontales en contacto con
  • 55. 109 el suelo o también sobre elementos volados, los pisos de planta baja o también techos, terrados; terrazas… En general, nos dimos cuenta de que en el caso de revocos aplicados sobre paramentos verticales, ese comportamiento dependía del menor o mayor grado de exposición del elemento al soleamiento directo, (+/- sol, +/- sombra), +/- viento; - la acción combinada de la arena arrastrada por el viento, produce un efecto muy abrasivo sobre las construcciones -. ¿Qué cuidados requeriría…? ¿Cómo envejecería…? (…) Para garantizar un secado más pausado del revoco tal vez hubiera convenido superponer un elemento mojado sobre él como; por ejemplo, sacos patateros; confeccionados a base de tela de yute; toda una manta de sacos cosidos entre sí; muy húmedos, completamente empapados en agua, o alguna sábana vieja de algodón o lino, evitando la pulverización de agua directa (spray) sobre la dermis del revoco, ya que esto hubiera supuesto una evaporación brusca en superficie, al generar tensiones internas diferenciales en el material que podrían haber ido acompañadas de un cuadro fisurativo, que a su vez hubiera podido devenir en la génesis de grietas más acusadas… 110 (…) Había escuchado que las tapias de tocino eran mejores que las de cebolla, pero en M´ Hamide aprendí que las tapias también podían ser de harina y té… ¿Tapias de té? Sí, tapias de té y; a mejor té, mejor tapia… Increíble El revoco tiene otros muchos usos, conforma la piel que reviste las cúpulas más o menos grandes de mezquitas y morabitos y también, dentro del plano más doméstico; la de los hornos de pan, cuyas paredes de
  • 56. 111 adobe son revestidas de barro, recurriendo en ambos casos a una técnica común, pareja, aunque se trabaje a diferente escala. (…) Para el trabajo de la tapia de tierra; del /tabut/, se requieren algunas herramientas específicas; el conjunto de piezas que conforma el tapial de madera, un azadón, una pala, un pico, un pisón, un pisón de mano para rematar las esquinas, una plomada para comprobar su verticalidad, y cubos para transportar el material. De algún modo el tapial es la adobera de la tapia, de hecho, en algunas regiones de Sudamérica, a la tapia de tierra se le denomina adobón; un adobe grande… Las dimensiones de los tapiales locales rondaban los 2,00 x 0,85 m; para las piezas laterales, mientras que las puertas o fronteras de cierre oscilaban entre los 0,45- 0,50 m; pudiéndose regular a conveniencia; contando con “dos posiciones”, generando 2 tipos de módulo respectivamente. Completaban el conjunto las agujas, 6 costeros, 3 agujas, un codal; el nervio limpio de una hoja de palmera, y la cuerda para el atado de la cabeza de los mismos. 112 Los cubos que empleábamos en M´ Hamide, espuertas de caucho, habían sido fabricados a partir de ruedas de coche recicladas, con las asas cosidas mediante pequeñas puntas a la base. Eran muy flexibles, ligeros, manejables y resistentes a los golpes. El trabajo de reciclado de las ruedas de coche es todo un oficio; de hecho, en la capital, Marrakech, hay puestos dedicados en exclusiva al trabajo con este material; al reciclado de neumáticos para usos cotidianos, donde puede verse todos los objetos que los artesanos, con tanto oficio como gracia, son capaces de crear; espejos, marcos de fotos, carpetas, carteras, “tejas”, hasta como hemos visto; cubos… Todo un gremio, gentes muy capaces, trabajando con el material que tienen más a mano; abundante y barato, dotándole de un uso inesperado, transformándolo en un objeto útil, práctico…
  • 57. 113 Durante el taller, los maestros tapialeros, los encargados de transmitir y enseñar este oficio, fueron Ibrahim junto con Abderramán, quien hacia las veces de ingeniero; era el geólogo del equipo, terrero, barrero, experto mezclador… Su ceguera visual; su “discapacidad”, le permitía ser el único capaz de guiar al grupo bajo la oscuridad de la luz, cegados como estábamos por los rayos del sol de mediodía y la chicharrina… Un, deux, trois, quatre, cinq, …, quatre vingt-seize, del 1 al 96; del 1 al cuatro-veintes-más-dieciséis que dicen los franceses, del 1 al noventa y seis, fuimos contando los capazos que hacían falta para completar un módulo de tapia; los que a Ibrahim le hacían falta para hacerlo, para terminar un módulo pequeño, hasta acabar de levantar el cerramiento de una finca en una de las huertas próximas al pueblo. Sí; Abderramán nos enseñó a ver cuando los ojos no pueden ver, a ver con otros ojos; otra forma, otro modo de mirar, con mucho tacto, con los ojos de la piel… (…) La tierra que empleamos para levantar la tapia era muy arcillosa; una tierra bastante húmeda, que desprendía un característico olor. 114 No le añadimos arena, ni paja, ni tampoco realizamos cribado posterior alguno, la extrajimos del pozo y la recolocamos a continuación directamente… Parecía lógico pensar que si en el suelo aquella tierra hacía un todo, también pudiera comportarse como un todo al conformar la tapia. De algún modo, lo que Ibrahim y Abderramán conseguían con su trabajo y esfuerzo, era reproducir aceleradamente el proceso de sedimentación geológico que mucho tiempo atrás, había experimentado la misma tierra del huerto… El proceso de puesta en obra resultaba relativamente sencillo, pero requería de manos expertas, una buena organización y gente con oficio para su consecución. Vaciado (apertura de la zanja, del pozo) extracción transporte vertido extensión compactación levantamiento de la tapia (construcción) … vaciado (ciclo completo) El trabajo comenzaba con la voz de Ibrahim pidiendo tierra… - Trap, trap… (tierra, tierra…)
  • 58. 115 El relleno-compactación de cada una de las capas de tierra vertida se realizaba por tongadas, hasta alcanzar aproximadamente 10 cm de altura de tierra añadida, describiendo hiladas que podían leerse al desencofrar. El ritmo de trabajo era trepidante… - Merkel, merkel (pisa, pisa…) El apisonado se conseguía gracias al peso del propio cuerpo, a la constancia del trabajo con los pies y al enérgico apisonado con el pisón, cogido por la cintura, con el que Ibrahim pasaba las horas, bailando sobre aquel improvisado escenario de tierra. - Yalda, yalda (rápido, rápido…) - gritaba desde su privilegiada atalaya… 116 El uso de la tapia de tierra en la zona está muy extendido y es habitual su empleo para levantar los muros de carga de las construcciones y también; como veíamos, para el cierre perimetral de huertos, a modo de protección, como barrera física frente al viento y la arena que arrastra consigo, protegiendo los cultivos. Dentro de la misma huerta, Ibrahim golpeaba con el azadón la tierra reseca, asestándole golpes certeros, precisos, buscando sacar terrones lo bastante menudos como para cerrar los huecos que quedaban en la base de la nueva tapia, antes de comenzar con el vertido de la tierra. Como si de un juego se tratase, bastaba con seguir meticulosamente cada uno de los pasos aprendidos para completar el proceso… Preparación de la base y enlace con la udd anterior – encofrado – atado - arranque – relleno – compactación – comprobación de la sonoridad - desencofrado…
  • 59. 117 proverbio africano: una sola mano no basta para subirse a una palmera Transcurridos unos veinte minutos, un triunfante Ibrahim nos indicaba al grito de baraka, baraka (para, para…), que había llegado la hora del descanso, habíamos terminado el módulo. Durante los recesos, corríamos prestos a refugiarnos bajo la sombra de una de las palmeras del huerto. La sombra de la palmera es un lugar de culto; tanto o más que el de la mezquita, un lugar donde profesar la fé de la siesta, de la “raja”, de la “maja raja”; como solían decir bromeando con nosotr@s... 118 La palmera es una lección de geografía en sí misma; toda una fuente de sabiduría. De la palmera se aprovecha todo, su madera, sus hojas, su fruto; sus dátiles; hasta su sombra… Sorprende descubrir en la inmensidad del desierto, aquellas palmeras surgidas de la misma arena, su desarrollo en altura; desafiando la gravedad, los palmerales, la distancia que los árboles que lo conforman guardan entre sí, la densidad del conjunto, el sistema que definen… El cultivo de la palmera convive junto con otros como el del trigo, el del girasol (pipas), el de las alubias (habas, judías, judiones…) o el de la alfalfa, /fassa/, como forraje para el ganado, o la avena loca; que espiga sin grano… Las palmeras están muy presentes en la vida diaria de las gentes del desierto; hasta las aceitunas en la mesa se acompañan de los nervios de sus hojas aciculares a modo de palillos… Gracias a su remate puntiagudo;- las hojas tienen forma de aguja- , y su tamaño; fácil de asir, se convierten en una caña perfecta para pescar; para poder pinchar esas olivas y acercarlas a la boca.
  • 60. 119 Ya desde bien chic@s, las gentes aprenden a trabajar sus hojas de múltiples formas, a trabajar la palma, a tejerla para confeccionar cestos, atando las hojas entre sí del mismo modo en que l@s peques aprender a hacerse una coleta para el pelo; llegando a tejer incluso muñecos y figuras, como burros con los que los pequeños se entretienen jugando… Otro habitual en el Oasis es la caña; la caña común, que llega a alcanzar longitudes (alturas) muy considerables de hasta 5 m; sólo allí donde la presencia de agua es constante y abundante. La mejor época para su corte; como me contaba Luis, otro compañero de viaje, son los meses de enero y febrero, con luna vieja, decreciente, al contar con poca savia y verse sometida a un menor influjo de la atracción que la luna ejerce sobre ella… El trabajo en equipo en esta tarea es otra constante, tanto para el corte de las hojas, su limpieza, acopio y atado en fajos, como para su traída al hombro o a lomos de un burro, para después confeccionar auténticas alfombras y/o mallas vegetales para el forjado, como fue el caso, dentro del sistema de techos terrados que conforma las terrazas… 120 (…) Con el tiempo, a través de la observación, uno aprende a leer sobre las paredes; la arquitectura, las construcciones en sí mismas, son libros construidos, memoria construida, páginas y páginas de barro; megas, gigas, teras de información; basta con detener la mirada sobre los píxeles de su piel, sobre la sílice de su alma… Suiyá, suiyá (poquito a poquito, despacito…)
  • 61. 121 GHEZLANE(s) 122 Alejandra; otra compañera de viaje, me explicó que “el basurero es lo que queda al otro lado del muro…” (…) L@s pequeñ@s pasaban los días en la calle. Sus lugares de juego eran todos; especialmente los alrededores del pueblo, uno y otro lado de la carretera, las dunas, las huertas, los pozos…; y digo sus, porque la calle era de ell@s, la calle era de l@s niñ@s, su recreo y también su escuela. A menudo l@s veíamos buscando tesoros entre los plásticos del basurero a la salida del pueblo, jugando a ver quién conseguía lanzar la piedra más lejos, enfrentándose contra la chavalería del pueblo vecino, como en aquel libro francés; – la guere des boutons -, tratando de medirse contra el de al lado o; más bien, de superarse a sí mismos, intentando ir más allá, desde la curiosidad por lo desconocido, sorteando el límite de lo establecido, desoyendo las palabras de sus mayores… Otro de sus lugares favoritos era la Puerta, donde acostumbraban a jugar a la pelota; con el marco de la misma; - sus paredes laterales -, como improvisada portería.
  • 62. 123 La Puerta era uno de los espacios de juego preferidos de l@s pequeñ@s, una de suerte de patio, con todos aquellos troncos de tierra y paredes list@s para ser escalad@s, utilizando los cantos salientes de los adobes para progresar en altura, como si fuera una escalera, buscando puntos de apoyo hasta coronar su cima, algo básico; mucho más que un mero juego, teniendo en cuenta que; conscientes o no, ese entrenamiento les servirá después para poder trepar a lo alto de las palmeras y así disfrutar de su fruto; los dátiles, una dulce recompensa añadida a todo ese esfuerzo y horas de juego. El reto no es tanto subir sino bajar o; dicho de otro modo, seguir subiendo… Otro de los juegos consistía en batirse con las peonzas que ell@s mism@s habían fabricado, haciéndolas girar para ver cuál se mantenía más tiempo en pie… El ingenio; como la arena, no tenía límite en M´ Hamide, l@s pequeñ@s construían esas peonzas a 124 partir de tapones de botellas de plástico y bolígrafos, utilizando un palo como eje y una cuerda para imprimirle velocidad y fuerza al giro… Ahora lo entiendo… ¿Qué basurero? En ese basurero no había basura, sólo posibilidades, sólo materiales y herramientas que ayudaban a desarrollar el ingenio y las habilidades psicomotrices y sociales de l@s niñ@s… El basurero era un aula abierta, el lugar donde se impartían las clases de física y tecnología; cultura del reciclado. Los mayores debieron de ir también a la misma escuela, porque fabricaban objetos sorprendentes; no tanto por el objeto en sí, sino por los materiales que empleaban para su elaboración, como por ejemplo esas escobillas de mano, hechas a partir de plástico; cuerdas de polietileno dispuestas formando un manojo y atadas con la misma cuerda, formando un mango en el extremo opuesto al de los “pelos” de la escoba en sí… Al fin, escobas de factura bellísima, pero sobre todo útiles y prácticas; muy ligeras, que también; espontáneamente, solían emplearse como improvisad@s matamoscas… Entonces… ¿Qué tendríamos que hacer para derribar ese muro del que hablaba Alejandra?
  • 63. 125 Juego de tierra, junto a la puerta de la casa (~ guá) Las gentes de esta parte de la tierra son como los dátiles que nos regalan las palmeras que crecen allí, piel y hueso; o mejor dicho piel y corazón, un corazón de madera cubierto por el dulce almíbar de su melosa pulpa… (…) Desde el día en que aterrizamos allí; desde el primer momento en que pisamos la calle, nos hicieron sentir como auténticas estrellas de Hollywood, acompañándonos a todos los sitios, rodeándonos con sus juegos, sus voces, sus cánticos, sus manos… 126 Marruecos, al igual que España, es un país de contrastes… Una de las tardes, de camino al hotel pijo donde acudíamos huyendo del calor de la mañana, nos detuvimos en la cuneta de la carretera y; entonces, un grupo de niñas se acercó hasta Isabel, otra compañera de viaje. Les encantaba jugar a ser peluqueras, peinando su pelo con sus propias manos, con sus propios dedos, poniéndole y quitándole las orquillas… Fue toda una sorpresa para ella, no esperaba encontrar aquel salón de belleza entre las dunas… Las pequeñas le preguntaban… - Madamme, marrie? Señora, está casada? - Petits? Combient? Tiene niñ@s, cuántos? - … La tierra de M´ Hamide es una tierra vivida pero también una tierra muy viva, llena de gentes… L@s niñ@s en esta sociedad asumen; por diferentes motivos, roles que en otras culturas corresponden a los adultos.
  • 64. 127 Resulta encomiable la entereza, la dignidad y el aplomo con el que las niñas se resignaban al cuidado del ganado y también de l@s más pequeñ@s que quedaban a su cargo como; en el caso de los bebés, echándoselos literalmente a la espalda, cargando a cuestas con ell@s, envueltos en una suerte de mochila, un atado hecho a partir de un trozo de tela, de una sábana. Con la perspectiva que da el estar escribiendo desde el escritorio de mi casa, sentado frente a la pantalla del ordenador, uno se pregunta cuál es y cuál debería ser el papel de l@s niñ@s en la construcción de la sociedad, a qué deberían dedicar su tiempo; no sólo en M´ Hamide, sino también aquí, frente a la puerta de mi propia casa… Me pregunto qué podríamos hacer para mejorar la cobertura médica de tod@s ell@s, cómo conseguir que la medicina llegue hasta allí, cómo procurarles una asistencia sanitaria básica de la que carecen, tan básica o más como la que recibimos los y las de este lado del muro, que por lo visto, aunque no se deje ver, está ahí, más cerca de lo que un@ cree. 128
  • 65. 129 S U Q Z O C O 130 Es día de zoco; suq, día de mercado y por qué no decirlo; día de fiesta, a juzgar por el gentío, los colores, el olor de la comida… L@s vecin@s de los pueblos de alrededor se acercan para comprar y vender sus productos. Allí todavía es posible el trueque, no siempre se paga con dinero, el tiempo y el trabajo son bienes muy preciados. El aire cargado de arena golpea con fuerza nuestros rostros… Son muchos los puestos; los de fruta, los de telas, los de especias, los de alpargatas, los de ganado, los de herramientas… En la mayoría de ellos se venden productos locales; incluso cuenta también con un espacio dedicado a la feria de ganado, donde se compran y venden animales vivos; gallinas, gallos y otras aves para cría y consumo. En los puestos, distribuidos en calles más o menos paralelas, los mercaderes regatean con l@s turistas, buscando un recuerdo que llevarse consigo.
  • 66. 131 En el de las legumbres y especias encontramos cestones colmados de canela, clavo, nuez moscada, jengibre, comino, azafrán… En el de frutas y verduras; limones, naranjas, alcachofas, sandías, granadas, dátiles… Hay otro de encurtidos, donde se venden pepinillos, aceitunas… Los huevos, dulces y postres; al final de la calle, en el puesto que hace esquina, tienen muy buena pinta… Incluso hay un puesto en el que sólo se venden calabazas… No podían faltar las babuchas, los zapatos y las alpargatas… (…) Alguien entrega a un mercader, venido desde la capital, una carta para que se la haga llegar a un familiar… Ojalá llegue a tiempo… Im shaa Allah… 132
  • 67. 133 JOTARA / POZO DE AGUA 134 Los pozos de agua salpican con su presencia discreta el paisaje del lugar. La silueta de los tres pilares de tierra que lo identifican se confunde con la de unos troncos secos de palmera, todavía en pie… Uno de los lugares de reunión más concurridos por las mujeres es el pozo de agua potable situado a la entrada del pueblo. Acuden diariamente a él ataviadas con sus vestidos de falda larga y sus sandalias, transportando sobre sus cabezas las garrafas de 25 litros que habrán de llenar… Dicho así; pudiera parecer que el desierto no es un desierto, sino un mar, un lugar donde el agua más que escasear, abunda… (…) Aquella tarde fuimos a visitar la huerta de otro vecino, que había instalado en su pequeña finca un sistema de regadío por inundación, utilizando un pequeño motor a gasolina para conseguir bombear el agua subterránea de su pozo mediante extracción. El agua salada manaba a borbotones acorde con el pulso rítmico del motor, brotando fresca desde la profundidad de la tierra, desde lo más hondo de sus entrañas…