2. Chelo 4.1
Reinaba la noche, y llevaba las manos llenas de sangre. Me dirigía al cementerio. Temblaba.
Oía a los búhos ululando por encima de mi cabeza, mientras la Luna iba y venía tapada por las
nubes.
Mis pies caminaban descalzos, la tumba número 348 me esperaba, era demasiado duro para
mi. Me paré, me arrodillé, y en mis mejillas brotaron dos pequeños riachuelos de lagrimas. Con
las manos aún marcadas de sangre derramada, acaricie las letras en relieve. <<Agamenón>>,
pronunciaron mis labios en un pequeño susurro de la noche.
Unos pasos se acercaron y asustada me giré, hasta que reconocí las vestimentas salpicadas
de rojo, de una persona que me era familiar. Mi hermano.
- Debemos irnos, no es un lugar seguro quedarnos aquí, Electra.
- Solo un minuto más, por favor.
No oí su respuesta, me metí dentro de mi cabeza y me puse a pensar en mi pasado.
Estaba escondida detrás de unos matorrales, seguía a mi padre. El partiría al próximo
amanecer hacia Troya, a una guerra que el ganaría, o eso me aseguraba.
3. Tenía envidia... Llevaba a mi hermana pequeña de la mano, él la había elegido la noche
anterior aunque yo me negué rotundamente y le supliqué que fuese yo... Él me ignoró y me
rechazó.
Llegaron a un monte, allí, mi padre le dijo a mi hermana que se asomara por el barranco, y ella
muy inocente, lo hizo. Mi padre gritando al cielo sacó un cuchillo de debajo de la túnica y sin
pensárselo dos veces se abalanzó sobre la pequeña. Yo me tapé la boca instintivamente
mientras mi padre se arrodillaba y lloraba el cuerpo de mi hermana.
Salí corriendo, intentando llegar a casa antes que mi padre, pero el camino estaba cortado, el
atajo no estaba disponible.
Baje casi volando la ladera oeste arrepintiéndome de haber subido al monte. Medio llorando,
llegué a la cuadra. Allí se encontraba mi madre acariciando la crin de un caballo.
Ella, asustada, se giró bruscamente y notó mi respiración incesable por el cansancio y, como
es normal, me preguntó.
- ¿Qué pasa Electra? ¿No estabas con Ifigenia y con tu padre?
Mi corazón volvió a ir a mil por hora y se me cortó el aire. Las lagrimas volvieron a surcar mis
mejillas.
Mi madre me abrazó y me pidió que le contará lo que había pasado.
Tal y como ella me pidió, la hice ponerse en mi piel y contarla todo lo que habían visto mis ojos.
Ella al principio no se extraño, es mas, no hizo ningún gesto, pero después, se enfadó, se
cabreó, se echo a llorar, se volvió a enfadar y volvió a llorar hasta que sus ojos quedaron
secos. Yo la cogía la mano, la abrazaba y compartía con ella las lagrimas, fue muy duro para
las dos.
Juramos no decirle nada a nadie, después de todo, mi padre partiría a la mañana siguiente y,
mi hermano, en un mes. Sería nuestro pequeño secreto.
A la mañana siguiente, mi padre partió hacia tierras troyanas y mi casa, no volvería a ser lo que
había sido antes. Ya nadie hablaba a la hora de la cena, ni se contaban chistes, ni gracias que
habíamos hecho durante el día, parecía que la casa había perdido el color con la ausencia de
mi padre y la muerte de mi hermana, la cual según mi padre, había desaparecido en el monte y
no encontró.
Un mes después de la marcha de este, mi hermano también abandonó la casa junto con un
amigo en dirección a Atenas, no soportaba la nueva vida de mi madre ni sus nuevos
pensamientos, y yo no quería que se fuera.. Deseaba irme con él, pero se negó.
Al irse este, quedábamos mi madre y yo en la casa, bueno, para que engañarnos...
Quedábamos ella, su amante y yo. Si, ella le fue infiel a mi padre, y eso mi hermano no se lo
perdonó, a mi me daba igual pero una noche, cambiaron las cosas.
Mi madre estaba muy borracha, llevaba toda la tarde bebiendo sin parar por la ida de mi
hermano y, aquel día, sus palabras se hicieron dueña de ella:
- Mamá... ¿Estás bien? No tienes buena cara...
- ¡Claro que estoy bien! ¡Estoy de maravilla! Sin tu hermano, sin tu padre, sin tu... sin tu... Sin
mi pequeña Ifigenia...
4. Mi madre rompió a llorar, y cuando la fui a abrazar levantó la cabeza y miró al frente.
- Pero no la habrá matado en vano, ese... ¡Ese monstruo pagará por lo que le hizo a mi
pequeña! Electra... ¿tu quieres a tu padre?
- No - Mentí.
- Yo tampoco, hija mía, y tu hermano se fue para no verle jamás, pero Egisto y yo acabaremos
con él.. Un hombre odiado no se merece vivir en este mundo.
Me quedé allí, paralizada, sin saber que decir, solo oía en mi cabeza la "dulce" venganza de mi
madre, y deseaba, que el mundo se acabará en ese mismo momento.
Pasaron unos 10 años y un barco llegó al pueblo. En él llegaba mi padre, victorioso de su lucha
en Troya.
- ¡Electra!
- ¡Papá!
Nuestro encuentro fue emotivo, y él me cogió en sus brazos como si el tiempo nunca hubiera
pasado.
- Tengo mil cosas que contarte, historias por contar y hazañas logradas que tienes que
escuchar, hija mía.
- Estaré encantada, papá.
El reencuentro con mi madre, sin embargo, fue muy frío. Apenas un abrazo sin amor y un beso
leve en los labios.
Pasaron los años y no se sabía nada de mi hermano aunque, la casa ya volvía a tener algo de
color con la llegada de mi padre. Sin embargo, una tarde lluviosa, sucedió lo que muchos años
atrás mi madre me contó. Su venganza.
Allí le encontré, abandonado como cualquier perro en el lavadero, tiñendo todo el agua con el
rojo de su sangre. Mi infancia fue dura, pero esto... Superó mis fuerzas. Desde aquel momento,
juré venganza.
No me acuerdo como conseguí retomar el contacto con mi hermano y contarle todo lo sucedido
en estos 20 años y medio que llevaba alejado de su patria, pero lo conseguí, y él apoyó mi
venganza.
Un día antes de lo previsto, mi hermano apareció en la cuadra, donde yo trabajaba, por
sorpresa con un amigo suyo.
- ¡Electra!
- ¡Orestes!
Nuestro reencuentro no pareció de hermanos, pero es lo que tienen tantos años de lejanía.
Me presentó a su amigo y me contó lo que había hecho en Atenas tantos años, después,
planeamos la venganza y les acompañé al hostal, era ya tarde, y el plan se cometería de
madrugada, deberíamos de estar preparados.
A las 5 de la mañana, mi hermano y su amigo aparecieron por la puerta de atrás y subieron a
5. mi habitación a despertarme.
- ¿Ya es la hora?
- Cuánto antes mejor.
Salté de la cama, y noté como mis piernas fallaban y mis manos temblaban de sudor al irnos
de mi habitación al pasillo.
Entramos en el cuarto de mis padres. En la cama, durmiendo como dos ratas, estaban mi
madre y su amante, hoy era el día.
Mi hermano y su amigo, se abalanzaron sobre el amante de mi madre, la cual se despertó al
instante y yo la tapé la boca. Iba a sufrir lo mismo que sufrí yo.
Mi hermano y su amigo degollaron allí mismo y haciendo un festín de sangre al amante entre
las lagrimas y llantos de mi madre, que se derrumbaba por momentos.
- Es tu turno Electra, acaba ya esta tortura.
- No... no puedo.
- ¿Qué, cómo que no puedes?
- Es que...
Mi hermano me empuñó el puñal y me colocó la mano en el cuello de mi madre. Sus lagrimas
mojaban el filo del cuchillo.
- Es muy fácil, ya está, no hay más vuelta de hoja, aquí estoy, ayudándote, ¿no querías a
papá?
La cara de mi madre de sorpresa fue estremecedora y me mordió.
- ¡Me has traicionado!
- ¡Cállate, tu le mataste! Mataste mis ganas de seguir siendo feliz.
Mis manos atravesaron su cuello, callando su voz... Para siempre.
Abrí los ojos, mi hermano seguía allí. Me estaba zarandeando.
- ¡ Vayámonos ya! ¡Εh, Electra, vamos!
- Vamos.
Toqué la lápida por última vez y me fui corriendo siguiendo a mi hermano y a su amigo. Esa
misma mañana, nos iríamos, ¿a dónde? No lo sé, solo se que se llama libertad, y que allí
encuentras la felicidad.
Liz 4.1
Electra
6. Agamenón regresa a Micenas tras la victoria en la guerra de Troya, durante los diez años que
estuvo allí Agamenón tuvo con Casandra dos hijos. Agamenón ofreció a su pequeña hija como
ofrenda para lograr esta victoria.
Ya en Micenas se encuentra con su esposa
Clitemnestra, esta que nunca perdono la muerte de
su hija Ifigenia asesino a su esposo con la ayuda de su
amante Egisto.
Electra hija de Agamenón y de Clitemnestra regresa a Micenas, ausente
durante el regreso y el asesinato de su padre. Electra descubre la traición de
su madre y empieza a sentir un gran odio y sed de venganza hacia ella.
Esta venganza no pudo planearla hasta que regresó
su hermano Orestes. Los hermanos se encontraron
en la tumba de su padre mientras Electra rezaba
por su padre y Orestes iba a vengar la muerte de su
padre ordenada por el oráculo de Delfos.
Los hermanos consiguieron llevar a cabo su
venganza asesinando a Clitemnestra y a su amante,
Egisto.
Esto volvió loco a Orestes que fue perseguido el resto
de su vida por las Erinias, personificaciones femeninas
de la venganza, que perseguían a los culpables de
ciertos crímenes como es, el asesinato de su madre.
Orestes buscó asilo en Delfos dedicándose al dios
Apolo, pero este no pudo protegerlo. Finalmente la
diosa Atenea realizo el juicio hacia Electra y Orestes y
estos quedaron absueltos.
Más tarde Electra se caso con Pílades, amigo intimo de Orestes e hijo del rey Estrofo.
Complejo de Electra
7. Esta historia de amor hacia un padre y de odio hacia la madre es la que utiliza el psicólogo Carl
Gustav Jung para simbolizar la obsesión de una niña en la figura del padre y la competencia
con la madre dándole a esto le nombre de complejo de Electra.
Bibliografía:
->Imagen en la que Clitemnestra y Egisto aparecen a punto de matar a Agamenón.
http://es.wikipedia.org/wiki/Clitemestra
->Imagen de Orestes perseguido por las Erinias y de la venganza de Orestes.
http://www.poesiadelmomento.com/luminarias/mitos/5.html
->Imagen de Electra.
http://es.wikipedia.org/wiki/Electra_(S%C3%B3focles)
Era una noche fría y oscura. Yo paseaba por la calle solitaria mientras en mi mente oía
pasos tras de mí. Continuamente me giraba para ver si alguien me seguía e imaginad
mi sorpresa al ver que no había nadie detrás de mí.
Caminé y caminé, y nuevamente caminé sin rumbo aparente. Mi mente era un vaivén
de sonidos curiosos a la par que extraños y siniestros. Giré la esquina y de repente
choqué con tres mujeres hermosas, qué hermosas, su belleza era inimaginable, nunca
en la vida había visto nada igual. Sus cuerpos casi desnudos eran tan pálidos y
brillantes como la nieve, su cabello largo y suave como el algodón. Y sus ojos, unos
ojos tan penetrantes que podías perderte en ellos.
Pero de repente algo pasó, sus voces, no eran dulces ni amables, eran como las voces
que yo oía en mi cabeza, entonces me di cuenta de lo que pasaba, las furias, cuya
misión era castigar la traición a la sangre, la traición a la familia. Decidí salir corriendo,
corría y corría pero sus gritos no desaparecían de mi cabeza. Fuiste tú, mataste a tu
familia, a gente de tu sangre, a tu madre, ¿qué pensaran los dioses de tí?-decían ellas.
Entonces apareció ante mí el templo de Apolo y decidí ocultarme en él. Él fue el que
me dijo que me vengase, él fue el que me incitó a hacerlo, así que debía ser él el que
me protegiera de todas sus consecuencias. Viendo que Apolo no me ayudaba acudí a
Atenea, quien me recibió en la Acrópolis de Atenas y arregló un juicio ante los doce
jueces áticos. Yo temeroso por mi vida y por mi alma acudí, no sin asegurarme de dejar
todo preparado por si ocurría algo.
Las Furias también acudieron, seguían siendo tan hermosas como siempre pero pensar
que lo que querían no era a mí si no castigarme por lo que había hecho hacía que mi
punto de vista cambiara hacia ellas. Tras horas de juicio me tocó dar testimonio. Salí
8. hacia delante, mis ojos iban de un lado al otro de los doce jueces, les observaba con
una mezcla de asombro, veneración y respeto. Ellos tenían en sus manos mi futuro.
Tras un largo período de espera no llegaban a un acuerdo ya que seis decían que era
culpable y los otros seis que merecía la absolución. Entonces y gracias a Zeus dios todo
poderoso, Atenea su hija, decidió fiarse de mí y darme la absolución
Andrea 4.1.