1. CRISTO, REY DEL UNIVERSO
Cuando abramos los ojos y podamos ver la realidad ¿no será ya un poco tarde? Todos andamos buscando a Dios.
Todos preguntamos dónde encontrarle. Y Dios nos dice a todos: “No seáis tontos. Si cada día estoy a vuestro lado
y me cruzo en vuestro camino y todavía andáis preguntando dónde estoy!”
¿Recordáis el cuento de aquella Señora que se le cayó una moneda en la cocina y ella la andaba buscando en la
calle? ¿No nos sucederá a nosotros algo parecido?…
Dios nos dice que está en los que tienen hambre. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que están hartos de
todo.
Dios nos dice que está en los que tienen sed. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que les sobra el agua y
abundan las cajas de cerveza.
Dios nos dice que está en los desnudos. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que visten bien y a la última
moda.
Dios nos dice que está en los inmigrantes y forasteros. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que viven en los
grandes y elegantes edificios de nuestras ciudades.
Dios nos dice que está en los enfermos. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que tienen muy buena salud.
Dios nos dice que está en los ancianos que viven rumiando su propia soledad. Y nosotros empeñados en buscarlos
en los que viven bien acompañados y divirtiéndose en las grandes tertulias.
Por ese camino nunca podremos dar con él. Nunca podremos encontrarlo. Porque mientras la moneda está en la
cocina, nosotros nos dedicamos a barrer la calle y encender todas las luces fuera.
En el Reino de Dios las cosas hay que verlas y mirarlas de otra manera. Porque Dios no está donde nosotros lo
imaginamos sino donde él prefiere y le gusta estar y manifestarse.
En el Reino de Dios las cosas son distintas. Siempre lo buscamos donde no está.
Lo tenemos cada día en nuestras propias narices y luego nos quejamos de que Dios se hace invisible y se esconde.
Quisiéramos hacer muchas cosas por él y no sabemos qué hacer, y entonces lo único que se nos ocurre es ir a la
Iglesia. En una ocasión Dios quiso darnos una lección y no tuvo mejor ocurrencia que poner un letrero en la
puerta de la Iglesia que decía: “No estoy en casa, he salido fuera”. Y mientras tanto, un pobre estaba sentado a la
puerta pidiendo limosna para poder dar de comer a sus hijos.
La gente llegaba, leía el letrero y se daba la vuelta haciendo tiempo hasta que abriesen la Iglesia. Pasado un buen
rato, la puerta se abrió y la gente comenzó a entrar con mucha reverencia.
Cuando se encontraron con el cura, alguien se le acerca y le dice: “Padre, ¿por qué no abre usted a tiempo la
Iglesia? Todos andamos escasos de tiempo y quería aprovechar un rato libre que tenía para visitar a Dios y hacer
un poco de oración, pero la Iglesia, estaba cerrada”.
En esto se oyó una voz que decía: “No les hagas caso. Yo estaba sentado junto a la puerta y nadie me miró a la
cara ni nadie me saludó. Sólo leyeron el letrero que yo mismo puse, pero a mí ni me vieron”.
A veces se oye decir: “Padre, no he podido venir a Misa porque tengo a mi madre enferma y no podía dejarla
sola”.
O también: “Padre, hoy me he escapado un ratito para venir a la Iglesia dejando a mi padre solo en la cama y
tengo que volver rápido no vaya a caerse”. Y se extrañan cuando les dices: ¡qué curioso, tenías a Dios en casa y
vienes a buscarlo aquí!
La gente no es mala. Sencillamente que no ha aprendido a ver con los ojos de Dios. Por eso estos personajes de la
parábola se quedan todos sorprendidos y todos dicen lo mismo:
¿Cuándo te vimos con hambre?
¿Cuándo te vimos con sed?
¿Cuando te vimos desnudo, forastero o en la cárcel?
Nos imaginamos que el lugar de Dios tiene que ser la Iglesia. Pero ni se nos ocurre que Dios pueda estar en la
cárcel. O que Dios pueda estar desnudo y tener hambre. O que esté triste o enfermo, o pidiendo limosna a la
puerta de la Iglesia.
Dios empeñado en encarnarse. En hacerse visible en nuestra condición humana.
Y nosotros empeñados en deshumanizar a Dios y hacerlo solo divino.
Dios empeñado en revelarse como hombre y en los hombres.
Y nosotros empeñados en querer verle en su rostro divino.
A nuestra respuesta de “¿Cuando te vimos?” Dios tiene otra respuesta: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis
con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. ¡Vaya chasco! ¡No ver a Dios cuando lo que
abundan son los rostros de Dios en el mundo!.