El análisis de la composición étnica de este desplazamiento pone de manifiesto la implicación de presentar algunas reflexiones respecto a los problemas teóricos, metodológicos y políticos relacionados con la identificación, cuantificación y reconocimiento de estos grupos desplazados por la violencia interna identificados como: indígenas y afrocolombianos.
Normalmente la utilización de marcadores, categorías y conceptos como raza, etnicidad, genero y clase, han residido a través de la historia y hasta nuestros días, sumado a rasgos físicos y biológicos como el color de piel, o la cultura a la cual se pertenece, generando desigualdad, discriminación y dominación de grupos que ostentan el poder económico y armado y que se auto definen como superiores y dominantes, con más legítimos derechos que aquellos a los que se invisibilizan y excluyen
Informe Estudio de Opinión en Zapopan Jalisco - ABRIL
“Identidad y movimientos migraciones, diásporas, religiones del conflicto armado en colombia”
1. Universidad de Buenos Aires, 15 de Noviembre de 2013
Seminario de Doctorado: Identidad y movimientos: migraciones, diásporas, religiones.
Docentes: Verónica Giménez Béliveau, Silvia Montenegro, Ana Mallimaci Barral, Damián
Setton
Facultad de ciencias sociales
Maestría en políticas sociales
Maestrando: Ariel Mosquera Morales
“IDENTIDAD Y MOVIMIENTOS: MIGRACIONES, DIÁSPORAS, RELIGIONES DEL
CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA”
Resumen
El conflicto armado colombiano lleva décadas desplazando a un importante número de
personas que actualmente se aproximan a los 6 millones. El análisis de la composición
étnica de este desplazamiento pone de manifiesto la implicación de presentar algunas
reflexiones respecto a los problemas teóricos, metodológicos y políticos relacionados con
la identificación, cuantificación y reconocimiento de estos grupos desplazados por la
violencia interna identificados como: indígenas y afrocolombianos.
Normalmente la utilización de marcadores, categorías y conceptos como raza, etnicidad,
genero y clase, han residido a través de la historia y hasta nuestros días, sumado a
rasgos físicos y biológicos como el color de piel, o la cultura a la cual se pertenece,
generando desigualdad, discriminación y dominación de grupos que ostentan el poder
económico y armado y que se auto definen como superiores y dominantes, con más
legítimos derechos que aquellos a los que se invisibilizan y excluyen. Con un ingrediente
diferencial en Colombia, que muchas veces no basta con reunir estas características para
ser desplazado, es el hecho de la guerra quien define al sujeto. Sin desconocer que los
grupos étnicos son los más vulnerables, tanto en su territorio como a donde se desplazan,
y es aquí donde nos interesa centrarnos, en como el estado Colombiano los identifica y
sistematiza.
Estos últimos años, el número de personas desplazadas pertenecientes a estos grupos se
ha incrementado, motivado por la expansión del conflicto hacia las zonas fronterizas
donde se localizan comunidades indígenas y afrocolombianas, que ocupan territorios con
importantes recursos naturales. Junto a esto, es relativamente reciente el reconocimiento
de negros-afrocolombianos en relación con los indígenas, lo cual supone un menor
conocimiento de su situación, la posibilidad de subregistro, por diferentes motivos, en el
2. Registro Único de Población Desplazada, que dificulta conocer el volumen de población
desplazada y otros aspectos de localización geográfica como el lugar de donde son
desplazados y adónde llegan.
Palabras clave: indígena, afrocolombianos, etnicidad, identificación, comunidad
desplazamiento forzado, Colombia.
Introducción
El siguiente articulo estará relacionado con mi propuesta del proyecto de tesis de la
maestría, la cual está enmarcada dentro de la problemática del conflicto armado en
Colombia, más concretamente sobre las consecuencias del desplazamiento forzado en
las familias de la región de los llanos orientales de Colombia1.
Para este caso buscaremos presentar algunas reflexiones respecto a los problemas
teóricos, metodológicos y políticos relacionados con la identificación, cuantificación y
reconocimiento de las familias desplazadas por la violencia interna en Colombia,
pertenecientes a grupos étnicos, entre ellos pueblos indígenas y muy recientemente los
afrocolombianos2.
Una de las cuestiones básicas en el estudio de los grupos étnicos en situación de
desplazamiento forzado es conocer «cuántos son» y como se les reconoce. Esto hace
imprescindible definir los criterios que identifican a una persona como perteneciente a una
etnia, ya que de la elección de unos u otros dependerá el volumen de población en cada
grupo, así, si el criterio es muy «exigente» o «excluyente », es posible que algunas
personas no sean contabilizadas, y si aquel varía, estaríamos frente a una problemática
de identidad para la ayuda de estos grupos. Por otro lado, este asunto transciende el
interés puramente estadístico ya que el reconocimiento de una población como un grupo
diferenciado culturalmente está relacionado con el respeto y defensa de todos sus
derechos por parte del Estado al que pertenece y de la comunidad en general
Según Ulrich Beck (1993:93-95) […] los déficits de esta rejilla de inclusión de los
diferentes grupos étnicos, en este caso, indígenas y afrocolombianos ponen de manifiesto
1 Se le denomina la otra media Colombia olv idada, que comprende los Departamentos de, Guav iare, Guainía, Casanare, Arauca, Vichada,
Vaupés, Meta, Caquetá, Putumay o y Amazonas, que en extensión territorial equiv alen a l 55% del estado colombiano. Estos terri torios son
estratégicos porque poseen una gran riqueza de recursos naturales, (may ores productores de petróleo, las reserv as de agua dulce más
grandes del país, las mejores tierras para cultiv ar, selv a v irgen de la amazonia, con su gran div ersidad de f lora y f auna) pero a su v ez también
allí se encuentran los may ores cultiv os de hoja de coca, las rutas de droga hacia los países limítrof es, y debido al gran bos que selv ático sirv e
como ref ugio para los grupos Guerrilleros y productores de estupef acientes. También se encuentra la may or base militar Antinarcótica de
Latinoamérica perteneciente a los Estados unidos “Barrancón” en una clara “estrategia de represión global a sostener el est ado de
v igilancia neo-colonial y el aparato extractor” (Scribano, 2007:120).
2 La población negra colombiana o af rocolombiana es población prov eniente de Áf rica. Esta población llega a América durante los siglos XVI y
XVII mediante un sistema de esclav itud y a raíz de la necesidad de mano de obra por la extinción de la població n originaria (Sánchez y
García, 2006).
3. la existencia de una estratificación de las oportunidades de acceso, por ejemplo, en las
sociedades tradicionales a las cuales llegan víctimas del conflicto armado, se produce un
acceso jerárquico-estamental indirecto(según se sea negro o indígena) a la aceptación
como nuevo integrante o al reparto de provisiones e inclusión en las políticas sociales; […]
este proceso capitalista globalizador discrimina negativamente a una buena parte de los
estratos más bajos de la población y especial a estos grupos étnicos condenándolos a la
pobreza extrema y a la invisibilidad.
Aunque a lo largo de la última década, han surgido un gran número de investigaciones
sociales tanto de instituciones públicas, privadas y ONG´S en Colombia, usando métodos
cuantitativos, que han señalado consistentemente la correlación existente entre la
pertenencia a pueblos indígenas y afrocolombianos desplazados por el conflicto armado,
y los procesos de exclusión, invisibilidad, y discriminación social.
En promedio, las familias identificados como indígenas y afrocolombianos por estos
estudios, son los más afectados por el conflicto armado y los que presentan los niveles
más altos de pobreza con respecto a la sociedad a la cual quieren reinsertarse; tienen
menores niveles educativos; no tienen acceso a puestos de trabajo, lo que conlleva
ocuparse en actividades económicas de baja productividad (normalmente terminan en
condición de calle o pidiendo limosna en los semáforos); tienen menor acceso a servicios
públicos o programas sociales, o cuando los tienen son de menor calidad (como
educación, salud y vivienda); han sido más propensos a ser las víctimas más perjudicadas
por el conflicto armado en Colombia; generando una total oscuridad; como sujeto frente al
“otro”, por lo tanto no tienen representación en las políticas sociales, en la comunidad e
instituciones del estado; etc.
Desde el punto de vista de la investigación académica, un problema central para estudiar
estos fenómenos y procesos sociales es contar con definiciones claras y precisas que nos
permitan identificar a los miembros de los pueblos indígenas y afrodescendientes en
condición de “victimas” del conflicto armado. Este problema es particularmente sensible
en el caso de los estudios cuantitativos, debido a que hay una disparidad en las cifras de
estos grupos étnicos por parte de los diferentes entes que llevan los registros de los
desplazados por la violencia en Colombia, ya que en términos metodológicos, el
concepto pueblo indígena y afro, debe operacionalizarse en un conjunto de indicadores
que puedan ser replicados y comparables para cada unidad de análisis bien sea grupal o
individual (la persona, la familia).
4. Hay que resaltar que Colombia cuenta con una rica diversidad étnica y cultural,
actualmente existen 94 grupos indígenas hablantes de 64 lenguas diferentes, de los
cuales más del 40 % han sido afectados por la guerra (CODHES: 2012:33). Los pueblos
indígenas en Colombia están constituidos aproximadamente por un millón de personas y
habitan 27 de los 32 departamentos del país. Con respecto a las comunidades
afrocolombianas, estas representan cerca de 10 millones de habitantes y habitan en
prácticamente todo el país, aunque sus asentamientos tradicionales se encuentran en el
litoral pacífico y el Caribe, también han sido golpeadas fuertemente por este fenómeno,
aproximadamente un 11% de su población ha sido desplazada.
Aunque el Estado colombiano ha reconocido la obligación constitucional de proteger la
diversidad étnica y cultural del país, los pueblos indígenas y las comunidades afro
descendientes siguen siendo víctimas de violaciones sistemáticas de sus derechos
individuales y colectivos, y se constituyen en una población altamente vulnerable al
desplazamiento armado interno. Sin embargo ésta valoración es de gran transcendencia
por reconocer la riqueza y diversidad cultural del país, porque al considerar cada una de
las etnias se les reconoce a muchas personas derechos que durante siglos han sido
olvidados y violados, y porque supone un importante compromiso, ya que se defienden y
protegen un importante número de etnias que pueden verse especialmente afectadas si
su población es mermada de forma violenta o si se les obliga a abandonar su territorio,
sustento de su existencia y su cultura.
En este aspecto radica para muchos grupos étnicos la transcendencia del desplazamiento
forzado, ya que el mismo supone un proceso de desterritorializacion y pérdida de
identidad, donde no solo se pierden pertenencias en un sentido físico, sino también
referente cultural, redes sociales y el sentido de comunidad. Por otro lado, al tratarse en
muchos casos de etnias de reducido tamaño, los frecuentes ataques a las mismas
suponen una amenaza para su supervivencia (en primer lugar) y para la diversidad
cultural que caracteriza al país, y en un sentido más amplio a la humanidad.
Las cifras sobre el desplazamiento armado interno, durante los últimos 5 años, indican
que las acciones violentas dirigidas hacia los pueblos indígenas y las comunidades afro
colombianos han aumentado. Los territorios colectivos de los pueblos indígenas
(resguardos) y las comunidades afro colombianas (tierras de comunidades negras), se
han convertido en escenarios estratégicos de los grupos armados ilegales.
Las anteriores situaciones, las señala el Relator Especial Rodolfo Stavenhagen (2004:23)
al afirmar que “la situación de derechos humanos de las comunidades indígenas y
5. afrocolombianos es grave, crítica y profundamente preocupante”. En consecuencia su
definición, “identificación”3 y atención como víctimas de la guerra, debe ser prioritaria, en
particular aquella dirigida a las mujeres, niños, discapacitados y personas de la tercera
edad pertenecientes a estos grupos.
Por lo tanto, durante el desarrollo del trabajo, relacionare algunos aportes de Barth, Ulrich
Beck, Roger Brubaker y Stuart Hall, quienes toman en consideración conceptos con
respecto a la definición de identidad e identificación, etnicidad, grupismo y comunidad y
de algunos investigadores colombianos como Gloria Naranjo, Irene Vélez Torres y Martha
Nubia Bello que han realizado aportes muy importantes sobre el tema de los grupos
étnicos afectados desplazamiento forzado.
Problemas y Métodos en la Definición y Cuantificación de lo Étnico en los Grupos
Desplazados por el Conflicto Armado en Colombia.
No existe consenso acerca de cuál debe ser la definición de pueblo indígena y
afrocolombiano en América Latina, y que sea la más apropiada para una investigación
científica y sobre todo cuando se está en medio de un conflicto armado interno, donde los
grupos étnicos son invisibilizados y contados como cualquier “otro”. Rodolfo Stavenhagen
sostiene que a pesar de la existencia de varias definiciones de población indígena por lo
general:
“(…) se trata de aquellos grupos humanos que pueden considerarse como
descendientes de los pobladores originales de América, antes de la invasión
europea, que en la actualidad manifiestan características culturales que los
distinguen del resto de la sociedad nacional, y que por lo general ocupan una
posición de inferioridad y de marginación económica y social frente al resto de la
población.” (Stavenhagen 1995: 151)
Según Johnn Antón, la definición del término afrocolombiano es utilizado para denominar:
[…] “Aquellas descendientes de personas esclavizadas; traídas de África por
los colonizadores españoles y que obtuvieron la libertad a partir de 1851, tras la
abolición de la esclavitud en Colombia. Comúnmente se les suele denominar a
este grupo humano como negros, morenos, niches, morochos, afros y otras
3 Relaciono el término de acuerdo a BRUBAKER, Roger and COOPER Frederick (2000) “Bey ond Identity ”, Theory and Society 29, pp. 18-19.
Como un término procesual y activ o deriv ado de un v erbo, “identif icación” carece de las connotaciones reif icantes de “identidad. Nos inv ita a
especif icar los agentes que llev an a cabo la acción de identif icar. En este caso sería una identif icación categorial (raza, etnia, lengua,
lenguaje, genero.. etc) y externa (como me identif ico así mismo y como me identif ica el “otro” y como me categoriza y codif ica el estado y los
grupos de poder).
6. denominaciones populares, además de la oficial afrodescendientes”. Johnn Antón
(2009:20).
El prefijo afro o indio, es una directa referencia a la herencia africana y originaria de
América, que aun vive en la memoria colectiva de los descendientes, a través de los
distintos saberes y prácticas, que surge ante la necesidad de un grupo de individuos de
contar con una identidad construida a partir de elementos objetivos y/o subjetivos,
implicando la resignificación de el ser negro o indígena, un reconocimiento de las raíces
culturales tanto africanas como amerindias.
Ahora bien, históricamente el concepto afro, se generalizó desde el año 2000 con motivo
de la Conferencia preparatoria de las Américas, realizada en Santiago y Durban. Este
hecho ha sido descrito por un autor al decir: “entramos negros y salimos
afrodescendientes” (Aguirre, 2004: 12).
De acá, que en el debate académico, haya cierta convergencia en el sentido de que una
aproximación empírica al concepto de identidad indígena y afrocolombiana, debe tomar
en cuenta dimensiones tales como el idioma, las tradiciones culturales, el territorio y la
autoidentificación, así como la relevancia que tienen estas dimensiones para la vida
cotidiana de las personas. Dimensiones como autoidentificación y tradiciones culturales,
requieren para ser operacionalizables; contar con categorías precisas que sean
resonantes para las personas, de tal forma que puedan ser utilizadas en instrumentos de
observación empírica (como encuestas, entrevistas o registros de población afectada por
la violencia interna, caso que nos ocupa). Tales, como comunidad nativa, grupo étnico,
indígena, pueblo indígena, pueblo originario, indio, mestizo, blanco, negritudes, afros,
afrodescendientes, negros, afrocolombianos etc.; son un ejemplo de las categorías que se
utilizan en diferentes formas de identificación y reconocimiento, preguntas y calificaciones
sobre autoidentificación étnica o racial en los programas de asistencia social. Algunas de
ellas resultan ser más familiares que otras para los entrevistados y para las propias
investigaciones, incluso para los grupos opresores; algunas parecen ser equivalentes
pero arrojan diferentes mediciones empíricas de grupos étnicos o pueblos indígenas y
afros en nuestro país.
El concepto de etnia tradicionalmente se ha referido al estudio de grupos llamados
primitivos, incorporando en sus orígenes la idea de raza, lengua y cultura; este concepto
se ha ido modificando en su uso, perdiendo en su recorrido el componente racial, que le
daba un carácter peyorativo. Incluso aún sin su referencia a la raza, pero haciendo
hincapié en elementos objetivos como se aclaró anteriormente al referir el concepto de
7. identidad pretender definir a la etnia por tales elementos no sirve para "comprender el
fenómeno de los grupos étnicos y su lugar en las sociedades y diferentes culturas "(...) "ya
que nos induce a imaginar a cada grupo étnico desarrollando su forma social y cultural en
relativo aislamiento" (Barth, 1976:12).
Nuevos conceptos de etnicidad:
En su obra “Los grupos indígenas y sus fronteras” Barth sustituye el concepto de etnia por
el de etnicidad, lo cual significó un cambio radical no sólo en la forma de hacer trabajo
antropológico, sino también en la concepción de la identidad. La etnicidad implica,
entonces, dos cuestiones: por un lado, que dentro de un mismo territorio podemos encon-trar
diversas comunidades, y, por lo tanto, el aspecto geográfico deja de ser un referente
básico de la comunidad. Se trata, de una disociación entre cultura y territorio. De esta
forma la etnicidad es una categoría que implica abordar a las comunidades, ya no desde
el punto de vista externo del observador, sino a partir del punto de vista interno, o sea
desde la perspectiva de sus miembros. Porque la realidad nos muestra que las distintas
etnias se relacionan entre sí y, en estas relaciones interétnicas, los conjuntos sociales que
la conforman establecen diálogos comunicacionales para llegar a ciertos acuerdos que
permitan la convivencia, y que pueden de alguna manera hacer disminuir sus diferencias,
"éstas persisten como identificación étnica" (Barth, 1976: 18). Estos son los límites que
configuran las distintas etnicidades de los grupos que en definitiva establecen la vieja
relación “nosotros” y los “otros”.
Lo que es innegable, es que el estudio de los grupos étnicos ha tenido un carácter
eurocéntrico, y esa connotación no siempre se ha dejado de lado; evidentemente se partió
para el estudio de los grupos étnicos de la realidad de los estados nacionales
occidentales, lo cual le imprime su carácter de referencia a grupos que no han
conformado estados, ya que si una etnia logra la materialización como estado nacional, se
la estudia específicamente como nación. No todos los grupos tienen la misma capacidad
para identificarse, como sucede con los desplazados por la violencia y, de hecho, la
identificación supone una cierta capacidad de clasificación, pertenezco a tal o cual grupo;
esta capacidad para clasificar se vincula específicamente con las situaciones de poder,
las cuales llevan a la "etnización" de los grupos dominados; en este sentido el concepto
de etnia se encuentra vinculado a grupos sociales que han sido clasificados por otros; “la
frontera de los grupos que se autodefinen y son definidos, se juega en un plano de
representaciones sociales en una estructura social de dominación”. (Bourdieu, 1982:56)
8. Este concepto de etnia vincula la existencia de un grupo étnico a la conciencia de su
identidad, o sea a su identidad como tal. Para que el grupo étnico se perpetúe es
imprescindible esta conciencia, que se construye por oposición a otros grupos étnicos, y/o
a un estado nacional; la identidad de la etnia se construye en el espacio relacional, ya que
necesita el reconocimiento de los otros, para el caso en estudio, este ha sido uno de los
mayores escollos de los grupos étnicos desplazados, la indiferencia y el rechazo de la
sociedad en su nuevo lugar de convivencia se hace notar desde el primer momento en
que tiene algún tipo de contacto, por eso definir la etnicidad para los desplazados por la
guerra en Colombia, es un caso singular a nivel mundial. Ulrich Beck en su obra “La
construcción política del extraño en la era de la modernidad reflexiva” hace un aporte
interesante con respecto al rechazo que sufren los grupos étnicos, al describir que el
precio a pagar por la construcción de la tribu feliz, con frecuencia, se manifiesta en el
ostracismo del marginal: en la inmolación del “otro” en el altar del extraño. (U. Beck, 1996,
Vol. 2, 3, 379-396). Beck, ofrece una serie de consideraciones acerca de la condición
moderna de“extrañeidad” interpretada como desarraigo, con su propensión a provocar las
emociones más negativas, el odio y la ira, porque los extraños que han quedado sin lugar
pueden “estar lejos (culturalmente) y cerca (físicamente) de cualquier parte y a la vez no
se parecen a nosotros” por lo que con ellos se reactivan viejas estrategias de marcado
como el “nosotros-natural versus otros-extraño” y se potencia la conversión del extraño en
enemigo (hostis). Pero, el extraño, en cuanto tal, es una categoría sin opuesto, es una
categoría “liminar”, hay que realizar una labor de enmarcado social y político, de framing,
en los términos de Erving Goffman, para convertir al extraño en amigo o en enemigo. Esto
lo explica muy bien Zygmunt Bauman en el famoso segundo capítulo (“La construcción
social de la ambivalencia”) de su obra maestra, Modernidad y Ambivalencia (Z. Bauman,
2005, 84-110).
Sin embargo toda aseveración sobre el grupo étnico, positiva o negativa, aun existiendo
políticas estatales tales como el genocidio o el etnocidio que no logren asesinar a todos
los miembros de un grupo (homicidio colectivo) en el primer caso, o asimilar al conjunto
en el segundo, puede reforzar la conciencia étnica, así sea desde la extrañeidad e
indiferencia del “otro”. La historia del conflicto colombiano ha dado demasiados ejemplos
de esta situación4.
4 Tres masacres de indígenas awá en Nariño perpetrados por la guerrilla colombiana de las Fuerzas Armadas Rev olucionarias de
Colombia (FARC). La primera masacre ocurrió el 4 de f ebrero de 2009, con 17 indígenas asesinados. El segundo ocurrió el 11 de f ebrero de
2009 con el asesinato de 10 indígenas más.la tercera ocurrió 28 de agosto de 2009, donde f ueron asesinados 12 integrantes mas . En una
clara muestra de etnocidio colectiv o.
9. Desde el enfoque de Rogers Brubaker, este sostiene que el concepto de grupo étnico (así
como el de “grupo racial”) resulta ser más problemático que beneficioso para el análisis de
las políticas sociales. La utilización de este concepto hace que tengamos la tendencia de
dar por sentado no solo el concepto de “grupo”, sino también la existencia de “grupos” los
entes putativos en el mundo al cual el concepto hace alusión (Brubaker 2004: 7).
Para Brubaker, esta tendencia, a la que llama grupismo, reifica categorías étnicas o
raciales, presentando una imagen del mundo como compuesta por conglomerados de
personas profundamente enraizados, claramente delimitados, autoconscientes y cuasi
naturales. En vez de explicar por qué las personas o las sociedades se conciben a sí
mismas como compuestas por grupos étnicos o raciales, los científicos sociales que
adoptan un enfoque grupista describen esas sociedades usando estas categorías: El
sentido común étnico (…) es una parte central de lo que debe ser explicado, más no la
herramienta con la cual queremos explicar las cosas (Brubaker 2004: 9).
Con la finalidad de comprender los problemas de identidad, desigualdad y conflicto en
sociedades multiculturales y heterogéneas, como son los desplazados por la guerra en
Colombia, Brubaker propone cambiar el enfoque analítico y las herramientas teóricas,
concentrándonos particularmente en procesos dinámicos de construcción social de la
realidad:
La etnicidad, la raza y la nación deben ser conceptualizados no como substancias,
cosas (la cosificación), entidades, organismos o colectivos de individuos a lo que
nos incitaría el imaginario de “grupos” discretos, concretos, tangibles, delimitados y
perdurables, sino más bien en términos relacionales, de procesos dinámicos,
esporádicos y desagregados. Esto significa pensar en la etnicidad, la raza o la
nación, no como grupos o entidades sustantivas, sino como categorías prácticas,
acciones situadas en un contexto específico, normas culturales, esquemas
cognitivos, marcos discursivos, rutinas organizacionales, formas institucionales,
proyectos políticos y eventos contingentes. Implica pensar en la etnicización,
racialización y nacionalización como procesos políticos, sociales, culturales y
psicológicos.” (Brubaker 2004: 11)
Los cambios en los enfoques metodológicos utilizados en la investigación empírica para
medir lo étnico de estos grupos indígenas y afros desplazados por la violencia, son un
reflejo de estos procesos dinámicos de etnicización de los que habla Brubaker. Existen
dos grandes enfoques para medir las dimensiones de raza y etnicidad desde una
perspectiva cuantitativa. La primera se concentra en procesos de traducción propia, así
10. como en el resto de las citas. Categorización que usan marcadores culturales, raciales o
étnicos supuestamente objetivos, tales como lengua materna, lugar de origen, religión o
color de la piel (escalas cromáticas) para clasificar a las personas. La segunda
aproximación usa la autoidentificación, donde a las personas desplazadas por el
fenómeno armado se les pide que se auto ubiquen en un rango de categorías étnicas,
raciales o culturales, que muchas veces es difícil de lograr, porque los desplazados tienen
miedo a declarar su identidad, sobre todo con estos grupos, sienten que en la ciudad
también tienen la persecución de los grupos al margen de la ley,” no se está tranquilo,
siente uno a toda hora que lo están persiguiendo, es mejor estar así, pasar desapercibido,
así toque aguantar hambre, pero no importa, estos es algo con lo que uno muere”5
Experiencias como las de Taeku Lee (2004:43) en su estudio sobre la medición de la
raza y la etnicidad en Estados Unidos, da cuenta de un cambio de un enfoque
metodológico basado en la categorización hacia la autoidentificación con múltiples
categorías, pasando antes por la autoidentificación con una sola categoría. Hasta los años
50, los reportes censales sobre composición étnica y racial en los Estados Unidos se
construían sobre la base de encuestas donde el entrevistador censal registraba su propia
observación acerca del color de la piel o la ascendencia étnica de los entrevistados,
concebidos como indicadores objetivos de raza y etnicidad. En los años 1960 el principal
cambio introducido en la medición de la raza y la etnicidad en Estados Unidos fue el
preguntarle a los propios entrevistados que se autoidentifiquen en un rango de categorías
étnico-raciales (African-american, Latino, White, etc.), descartando desde ese momento la
observación del propio entrevistador. El segundo cambio importante ocurrió en el censo
norteamericano del 2000, donde la pregunta sobre autoidentificación cambió de escoger
una sola categoría a ofrecer al entrevistado la posibilidad de marcar más de una categoría
étnico racial. Ello abría la posibilidad a permutaciones de identificaciones étnico raciales
(africano-asiático; afro-latino; latino-caucásico; etc.) y representó una transición hacia una
visión más constructivista de la propia raza o etnicidad (Lee 2004: 3-4).
Estas disyuntivas y elecciones metodológicas reflejan la diferenciación entre lo que puede
llamarse un concepto “fuerte” de identidad hacia otro “débil o suave”. Las nociones fuertes
de identidad son más cercanas al sentido común del término: la identidad es algo que la
gente tiene o debería tener, incluso si no es consciente de ello. Implican también
5 Relato de la familia Pinto. Af rocolombianos desplazada del municipio de Miraf lores Guav iare, durante el año 2010, dos de sus hijos se los
llev o la guerrilla. Diario Llano siete días. Año 2010 N.544 www. llanosietesdias.com
11. postulados fuertes acerca de la delimitación y la homogeneidad colectiva de las
identidades (Brubaker 2004: 37).
En disparidad, conceptos débiles de identidad, como en los enfoques constructivistas,
critican las concepciones fuertes, tratando de aprehender la fragmentación de las
experiencias de construcción de la identidad individual en el mundo contemporáneo
(moderna o postmoderna). De acuerdo con Brubaker, el problema con estos enfoques
débiles de identidad es que pueden llevarnos a lo que él llama constructivismo de “cliché”
o concepciones de identidad “empaquetadas” con adjetivos que indican que la identidad
es algo múltiple, inestable, que fluye, que es contingente, fragmentada, construida,
negociada y así sucesivamente (…) convirtiéndose en meros gestos que transmiten
posturas más que significados (2004: 38). Como resultado de ello, la identidad como
concepto analítico pierde parte de su utilidad teórica para explicar un fenómeno social. De
hecho, Brubaker sugiere deshacerse del concepto de identidad como herramienta
analítica ya que tiene significados muy contradictorios y propone reemplazarlo por
conceptos como categorización, autoidentificación, autocomprensión y consolidación o
desestructuración de grupos.
En el caso que nos ocupa se han utilizado también varias estrategias metodológicas para
aproximarnos a una medición empírica de la composición étnica y racial. Las categorías e
indicadores empleados dan cuenta del dinamismo de los procesos de categorización
experimentados por la sociedad Colombiana para describirse a sí misma.
Diferentes estudios y análisis muestran que en lenguaje cotidiano y en las prácticas
sociales de discriminación y violencia, tanto de los grupos de poder como en la misma
sociedad donde se insertan, seguimos utilizando un conjunto de categorías heredadas de
la colonización española. Muchas personas fusionan características físicas con conductas
o características sociales, fijando estereotipos raciales que clasifican a los individuos en
diversas categorías que además implican una jerarquía socio-racial.
En una investigación realizada por Gloria Naranjo (2001:9) […] “da cuenta que en las
ciudades capitales a donde normalmente migran estos grupos étnicos, la raza y el ser
desplazado son dos categorías que tiene mucho sentido para la sociedad en general”. Si
bien la cultura y el estatus socioeconómico importan, los residentes son conscientes del
color de la piel, los rasgos faciales y de su condición de no ser una persona de fiar por
venir de regiones donde el impacto de la guerra siembra terror y muerte (son relacionados
bien sea por ser pertenecientes a grupos paramilitares o guerrilleros) el consenso es “que
algo tuvieron que hacer para merecerse esto”. Así, de esta manera muchos perciben una
12. jerarquía racial imaginada que va aproximadamente de lo negro a lo blanco y del status
categórico de identificación de quien es quien, como lo expresa Bourdieu.
Si bien en vez de raza, los estudios científicos y las políticas sociales han tratado de
utilizar conceptos como etnicidad y grupo étnico para describir a las comunidades
desplazadas por la violencia, como una sociedad multicultural y para referirse a las
poblaciones indígenas y afrocolombianas. Sin embargo, más allá del aura políticamente
correcta de términos como grupo étnico, esas categorías no resultan resonantes para el
común de la gente como para ser utilizadas como indicadores en una pregunta de una
encuesta, entrevista o trabajos sociales (especialmente entre las personas
supuestamente indígenas y afrocolombianas).
Las categorías empleadas para clasificar a los grupos étnicos afectados por la guerra en
términos étnicos o raciales son bastante fluidas. El problema no es que éstas cambien (lo
hacen un poco, pero el número de categorías disponible es algo limitado), el problema
principal en términos metodológicos es que los sujetos puede moverse entre estas
categorías, y al hacerlo su significado cambia, incluso si las etiquetas lingüísticas siguen
siendo las mismas.
Recientemente algunos trabajos investigativos de Martha Nubia Bello (2008) y de Irene
Vélez Torres (2013) dan ejemplo de lo anterior, donde analizan las nuevas identidades
sociales y culturales asociadas a los procesos de reinsertación urbana de las
comunidades indígenas y afros en condición de desplazados por el conflicto armado.
Bello (2008:13-39), sostiene “que en el proceso de adaptación, un nuevo grupo social,
emerge con nuevas confluencias entre las tradiciones e identidades indígenas y afros con
la experiencia moderna de la ciudad y el mercado capitalista y por eso estos grupos casi
siempre optan por migrar a las ciudades capitales, donde aparentemente tienen más
posibilidades”. Los “desplazados”, inicialmente un término despectivo con el cual se hace
alusión a las personas afectadas por la guerra en Colombia, es concebido, como un
nuevo grupo o categoría socio-cultural construida a partir de la experiencia de movilidad
social forzada de migrantes de origen indígena y afro en las ciudades. El desplazado se
diferencia del mestizo en la medida que esta última categoría es más cercana al
significado biológico de la mezcla entre poblaciones europeas, africanas y nativas durante
la colonización española. Teóricamente puede ubicarse a medio camino entre
concepciones fuertes y débiles de identidad, ya que para Bello, esta nueva categoría
social supone la existencia de un núcleo latino de autoidentificación, combinado con las
innovaciones culturales de la experiencia moderna en la ciudad, modernidad que en
13. últimas juega en contra de su propio reconocimiento. En ese sentido, tal y como los
propone esta autora, el ser desplazados es una categoría de transición lenta que muchas
veces pasa a ser peor a la condición anterior, es el producto de un proceso dinámico de
profundas transformaciones sociales, económicas y culturales atravesadas por la guerra.
En un trabajo más contemporáneo, Vélez (2013:155-173) sostiene que en América Latina
en general, y en Colombia en particular, “se ha desarrollado un tipo de definición cultural
de la raza que es distinta del sentido biológico del término. Como todos sabemos,
taxonómicamente hablando no existe sino una raza humana, por ende si una sociedad se
concibe a sí misma como dividida entre diferentes grupos raciales se trata de un proceso
de categorización de origen puramente social”. El racismo cultural del que habla Vélez
crea una jerarquía cultural en nuestras sociedades al mezclar la cultura con el estatus
socioeconómico: la cultura indígena y afrocolombiana de las poblaciones campesinas
pobres en el extremo más bajo; la cultura occidental de las clases sociales más
acomodadas en el extremo más alto. De esta manera se produce un conjunto de prácticas
discriminatorias en contra de las personas identificadas con el extremo inferior de esta
jerarquía, como ocurre con los desplazados por la violencia en Colombia.
Este racismo sin razas puede incluir algunos rasgos fenotípicos pero en última instancia
éstos están subordinados a las características raciales y culturales. Es por eso que el
color de la piel puede ser utilizado para categorizar y ubicar a las personas en una
jerarquía sociocultural, pero, al mismo tiempo, esta categorización no es fija, se vuelve
fluida o imprecisa en la medida que la gente puede moverse a través de esta jerarquía al
adquirir mayores niveles de reconocimiento, educativos y socioeconómicos. El fenómeno
de los indígenas y afros, mestizos, mulatos y zambos6 que Vélez estudia en Colombia es
un ejemplo de esta fluidez y movilidad. Es este caso, el significado de las categorías
étnicas y/o raciales está sujeto a cambios provocados por procesos de movilidad social,
las personas pueden convertirse en mestizos, mulatos o zambos, a lo que Stuart Hall
(1992:34) denomina (la hibridación de la identidades) y continuar siendo indígenas o afros
(conservar el idioma y ciertas prácticas culturales y artísticas) pero dejando de lado el
estigma de la indianidad o negritud (la pobreza y exclusión de las poblaciones rurales
campesinas) cuando adquieren una mayor educación y nivel socio-económico o
reconocimiento de la sociedad donde migran.
Esta metamorfosis de las categorías simbólicas que se usan para describir a los grupos
afros e indígenas desplazados por el conflicto armado Colombiano, tiene importantes
6 Zambo es el término utilizado para designar al indiv iduo nacido del mestizaje de un negro con un indígena.
14. implicancias para los temas que estamos discutiendo. Como indica Brubaker, el uso que
algunas personas o instituciones hacen de estas categorías, puede tener un impacto
profundo en la manera en cómo la gente y la sociedad se concibe a sí misma. El Estado y
los grupos insurgentes en particular, son un poderoso categorizador que puede reforzar o
debilitar un sistema clasificatorio étnico o racial mediante su aparato de estadísticas
oficiales, de los archivos públicos, de su política de manejo del territorio (en este caso
tanto las guerrillas de las Farc, Eln y paramilitares, tienen base de datos con el fin de
cobrar las vacunas7), de los procedimientos administrativos, incluso mediante del
currículum escolar. Estos procesos no necesariamente crean identidades o grupos, pero
hacen que ciertas categorías estén más fácilmente disponibles y tengan cierta legitimidad
para ser utilizadas para representar a la realidad social, enmarcar reclamos o demandas
políticas u organizar la acción colectiva (Brubaker 2004: 54).
La última vez que un censo midió la distribución de categorías raciales en Colombia, fue
en 1940. Después de ello, las estadísticas oficiales dejaron de medir la raza y se
enfocaron en marcadores étnicos y culturales menos controversiales y supuestamente
más objetivos como el idioma y el territorio. Este cambio metodológico se produjo en
medio de un conjunto de proyectos de reforma social impulsados por el Estado que
pretendían modernizar a la sociedad colombiana, reforzar la unidad social y enfrentar el
problema del conflicto social durante la segunda mitad del siglo XX, entre liberales y
conservadores. Como parte de ello se comenzaron a transformar las categorías culturales
y raciales que venían siendo utilizadas para referirse a las diferenciaciones estamentales
existentes durante el régimen oligárquico. Con la finalidad de señalar un corte
fundamental respecto de estas formas tradicionales de categorizar a algunos grupos
sociales en Colombia, el discurso oficial comenzó a hablar de campesinos y desplazados
en vez de indígenas y afros. Haciendo alusión a lo anterior Stuart Hall (1992), afirma que
los discursos postmodernos sobre la cultura, etnicidad e identidad, van asociadas al
sincretismo, la hibridez, el desorden, la contingencia, la heterogeneidad, etc. Por ejemplo,
describe como la identidad, tanto la personal como colectiva, ha experimentado
transformaciones notables en la sociedad de la modernidad tardía, debido a la
7 Impuesto o comisión que cobran a empresarios, dependiendo de sus ingresos, las personas que manejan grandes empresas son
extorsionadas con grandes cantidades de dinero anual y a la pequeña y media empresa extorsionan con mensualidades que v an de acuerdo
a sus ganancias, alcanzando a emprendedores como taxistas, v endedores inf ormales, y cualquier empleado que tenga un alto sueldo.
Dichas extorsiones se realizan en dinero en ef ectiv o la may oría de las v eces, pero en algunos pueblos o ciudades el grupo armado crea
una empresa licita de seguridad (con poca o ninguna activ idad laboral) para recibir el dinero y manejar cuentas bancarias f acilitando el cobro
y pago de sus necesidades. Con el dinero recaudado pagan sus gastos, compran armamento, inmuebles, v ehículos, entrenan nuev o personal
para sus f ilas, pagan a inf ormantes también llamados “sapos ” y sobornan a autoridades policiales y militares para el libre desenv olv imiento de
sus activ idades ilícitas: traf ico de drogas, armas, etc.
15. globalización, el debilitamiento de los estados nacionales, al auge de grupos armados y
de poder económico y a cambios permanentes y rápidos como el desplazamiento forzado.
Sostiene que las identidades que nos entregaban un arraigo, como la nacional, la étnica,
la de clase, se encuentran hoy fragmentadas y dislocadas y nuestra vivencia como
sujetos centrados; ha sido minada. Hall coincidiendo con Brubaker, también señala que el
sujeto postmoderno no tiene una identidad fija y esencial. La identidad es más bien
construida, movible y se forma y reforma en relación a cómo los sistemas culturales que
nos rodean y nos representan, nos interpelan, algunas de las cuales vienen expresamente
recomendadas por organismos internacionales como el Banco Mundial o las Naciones
Unidas: autorreconocimiento de la identidad; orígen común; cultura y territorialidad.
En años recientes, varios centros oficiales de estadística en América Latina (ACNUR Y
CODHES, SNAIPD) (Lloréns 2002; Schkolnik 2009) e institutos de investigación social
han renovado sus esfuerzos para medir o cuantificar a los pueblos indígenas y
afrodescendientes o representar la diversidad multicultural de sus comunidades en sus
estadísticas oficiales. En gran medida, estos esfuerzos buscan visibilizar las situaciones
de exclusión, destierro y discriminación social de las cuales son víctimas grandes sectores
de los pueblos étnicos a nivel nacional, incluso con graves consecuencias trágicas como
en los conflictos armados internos en mención. También coinciden con la movilización
política de grupos indígenas en diversos países del continente y la creciente sensibilidad
internacional hacia la situación y problemática de las minorías étnicas en el mundo, los
pueblos originarios o las poblaciones indígenas y afrodescendientes de América Latina.
Metodológicamente, estos esfuerzos por visibibilizar en las estadísticas sociales a los
pueblos indígenas y afros o la diversidad multicultural de nuestras sociedades han
adoptado un enfoque centrado en la etnicidad, es decir en la identificación de
colectividades que se autodefinen y son definidas por los demás en función de
determinados elementos comunes como el idioma, la religión, la tribu, la nacionalidad o la
raza, o una combinación de estos, y que comparten un sentimiento de identidad común
con otros miembros del grupo .
Finalmente, queda por decir que este tipo de enfoque concibe la identidad étnica como
multidimensional, por lo que se sugiere que los proyectos de investigación que intenten
producir estimados cuantitativos de ese fenómeno deben incorporar y operacionalizar en
indicadores empìricos por lo menos de cuatro de estas dimensiones (Schkolnik 2009: 67),
En varias encuestas y censos de registros de personas desplazadas que miden lo étnico,
16. además de las preguntas sobre idioma materno o religión, se incluyen otras respecto del
idioma de los padres, lugar de nacimiento propio y de los padres, idioma más utilizado en
casa, autoidentificación con una gama de categorías étnicas, entre otras. En otras
palabras, se emplea una combinación de marcadores objetivos con indicadores de
autoidentificación, convirtiéndose en un mix de indicadores y marcadores étnicos que a su
vez plantea una serie de problemas teóricos, empíricos y políticos, que dan para un
estudio completo posterior.
Sobre todo, en el caso de los desplazados por el conflicto armado colombiano, se hace
necesario ver otras posibilidades de identificación de los grupos étnicos, porque como lo
planteamos al comienzo, es un problema singular que está atravesado por la guerra, lo
cual impide que muchas de estas categorías no se puedan aplicar, sin embargo los
avances a nivel de reconocimiento e identificación, han dado a conocer datos
cuantitativos que anteriormente estaban invisibilizados, tanto por las instituciones
públicas, como por los organismos internacionales y de alguna forma se han instalado en
la agenda de las políticas sociales.
Comentarios finales:
Las distintas categorías y estrategias metodológicas usadas, para representar en
mediciones cuantitativas a grupos étnicos o pueblos indígenas y afrocolombianos
desplazados por el conflicto armado, puede arrojar resultados bastante variados en
términos de su magnitud. Más allá de esa variación, independientemente de la medida
que se emplee, resulta importante anotar que al cruzarse con otros indicadores
socioeconómicos o de opinión pública, se encuentran consistentes correlaciones entre
pertenencia a categorías indígenas y afrocolombianas y situaciones de exclusión y
marginación social (objetiva o subjetiva).
Algunos de los problemas que señalan los autores es que las preguntas sobre
autoidentificación empleadas en algunas de las encuestas y registros de únicos de
desplazamiento pueden reificar las categorías o identificaciones bajo la forma de
identidades únicas y exclusivas, construyendo una visión grupista de lo étnico (siguiendo
el término usado por Brubaker), sin que necesariamente la gente que es encuestada y
registrada efectivamente sienta que el autoidentificarse como mulato, zambo o mestizo lo
haga ser parte de un grupo claramente delimitado y ontológicamente diferente de los
demás.
17. Por otro lado, cuando se usan marcadores más objetivos como el idioma o el lugar de
nacimiento, aparece el problema de pasar de los datos de hecho a la rotulación y
etiquetación étnica, es decir asignarle a una persona cuya lengua materna es por ejemplo
el cubeo, la pertenencia al grupo o categoría de indígenas. Generalmente esta rotulación
es hecha por los investigadores a posteriori usando un conjunto de criterios basados en la
diferenciación indígena no indígena afro o no afro a que existe en una sociedad concreta.
De ahí el riesgo que las mediciones de poblaciones indígenas y afrocolombianas, hechas
a partir de los diferentes indicadores empleados en las encuestas y registros de
desplazados por la violencia, reproduzcan matrices preformadas de conjuntos de
individuos indios y negros, convirtiendo un trabajo supuestamente científico en un cálculo
más bien ideológico y político.
Es evidente que todos estos riesgos y problemas metodológicos, teóricos y políticos están
presentes y lo seguirán estando en los trabajos que busquen una aproximación
cuantitativa de lo étnico y racial con respecto a los desplazados por la violencia.
Emplear estas herramientas metodológicas puede producir grupos, ahí donde no existen
sino reconocimiento de ciertas influencias y herencias culturales en la formación de las
identidades individuales y sociales, pero sin que ello marque fronteras inamovibles y
esenciales entre las personas. También se corre el riesgo de esencializar y naturalizar
diferencias sociales que son producto de relaciones de poder impuestas en este caso (por
las guerrillas, los paramilitares y el propio estado con su aparato represivo) y procesos
dinámicos tanto económicos, culturales como políticos, dando así la impresión de una
sociedad con divisiones insuperables o fragmentada en grupos que tienen o pueden tener
poco en común.
Sin embargo, no reconocer la existencia de correlaciones entre determinadas
características socioculturales y situaciones de exclusión, dominación, discriminación y
precariedad social podría seguir contribuyendo a invisibilizar mas injusticias y
desigualdades sociales, históricas y contemporáneas, evacuando de la agenda pública y
la discusión política, problemas que afectan la vida cotidiana de millones de personas que
han sido desplazadas por la guerra interna colombiana y que impiden la construcción de
una ciudadanía realmente moderna basada en los principios de igualdad, libertad y
tolerancia.
Otra arista para tener en cuenta es la politización de los problemas étnicos y raciales de
una sociedad, debido a que puede convertirse en un arma de doble filo: puede contribuir a
reducir las desigualdades y construir una sociedad más integrada, y significar una
18. búsqueda activa y autónoma por el reconocimiento como ciudadanos plenos de personas
que han sido y vienen siendo tratadas como ciudadanos de segunda categoría. Pero
también puede exacerbar el conflicto entre comunidades que marcan fronteras
esencialistas entre sí, contribuyendo a la fragmentación social. La manera en cómo se
construyen los proyectos políticos y las agendas públicas de las propias poblaciones que
se suelen identificar como indígenas y afros en Colombia (por ellos mismos y por los
otros) determinará qué tipo de politización de lo étnico tendrá una sociedad. Por el
momento, las expresiones políticas que ha experimentado la sociedad colombiana de
sectores que podrían identificarse como pueblos indígenas y afros apuntan más bien
hacia la dirección de la reivindicación de una ciudadanía más inclusiva y moderna,
aunque lamentablemente con escasa acogida desde los principales centros de poder
nacional y de la sociedad, que los sigue viendo como los anormales y disruptores del
orden.
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