1. Textos de la España del siglo XVI
PETICIONES DE LOS COMUNEROS DE CASTILLA
“Lo que vuestros reinos, ciudades, villas e lugares, comunidades, vecinos y naturales dellos, de
Castilla y León, suplican a Vuestras Majestades les otorguen por ley perpetua es lo siguiente:
Primeramente, estos reinos suplican a V.M. Que tenga por bien de venir en estos reinos brevemente, y
viniendo, esté en ellos y rija y gobierne. Porque estando en ellos pueda mandar y señoreará el mundo, como
lo han hecho sus antepasados (…)
Ítem, que el tiempo que Su Alteza estuviere ausente de estos reinos (…) y que en cualquier caso que
haya necesidad de gobernador o gobernadores por ausencia de rey o de cualquier manera, que los tales
gobernador o gobernadores sean naturales por origen destos reinos de Castilla e de León, puestos y elegidos
a contentamiento del reino (…)
Ítem, que los procuradores que fueron enviados y nombrados a las Cortes en el tiempo que en ellas
estuvieren hasta ser vueltos a sus casas, antes ni después por causa de haber sido procuradores y lo ser en las
dichas Cortes, no pueden (…) recibir merced de Sus Altezas (…). Porque estando libres los procuradores de
codicia, y sin esperanza de recibir merced alguna, entenderán mejor lo que fuere servicio de Dios y de su rey
y bien público, y en lo que por sus ciudades y villas fuere cometido (…)
Ítem, que de aquí en adelante perpetuamente de tres en tres años, las ciudades e villas que tienen
voto en Cortes se puedan ayuntar e se junten por sus procuradores, que sean elegidos de todos tres estados
(…). Y lo puedan hacer en ausencia y sin licencia de Sus Altezas y de los reyes sus sucesores (…)
Ítem, que ninguna moneda se saque ni pueda sacar destos reinos y señoríos, oro ni plata labrada ni
por labrar, pues está prohibido por leyes de estos reinos, con pena de muerte y confiscación de bienes y otras
penas. Porque de haberse hecho lo contrario, especialmente desde que Su Majestad vino a estos reinos, el
reino está pobre y perdido (…).
Ítem, que los mercaderes y hacederos de paños y otros obrajes destos reinos, puedan tomar para
gastar y labrar en ellos la mitad de cualquier lana que hubieran comprado los naturales y extranjeros para
enviar fuera de de estos reinos, pagando el mismo precio (…)”. Peticiones dirigidas al rey, reproducidas en
Prudencio de Sandoval: Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos I
LAS CASAS y LA DEFENSA DE LOS INDIOS
“A V.A., ya consta, y a toda España y por todas las Indias es notorio, como los muchos años que
ando en esta [real corte] u ante este Real Consejo de Indias, negociando y procurando remedio de las gentes
y naturales de las que llamamos Indias y que cesen los estragos y matanzas que en ellas se hacen contra toda
razón y justicia. Y puesto que la voluntad de los Reyes que en estos tiempos han reinado y sus consejos han
sido proveerlos de justicia y conservarlos en ella (…) y así lo han mostrado por sus muchas leyes y
provisiones, pero llegadas allá no se han cumplido por la grande y desmedida codicia y ambición de los que
allí han pasado (…). Y así, de días en días y de años en años se han ido entablando y arraigando y olvidando
las dos especies de tiranía con que habemos asolado aquellas tan innumerables repúblicas: lo uno en nuestra
primera entrada que llamaron conquista, en aquellos reinos, no nuestros sino ajenos, de los reyes y señores
naturales en cuya pacífica posesión los hallamos. La otra fue y es la tiránica gobernación (…) que pusieron
por nombre repartimientos o encomiendas (…). Y porque los reyes son obligados en cuanto en sí fuere a
quitar los impedimentos temporales que estorban la salvación de sus súbditos (se solicita la constitución de
una junta de teólogos y juristas de todos los Consejos para que) se vean y examinen las conclusiones que yo
tengo aparejadas para ello.
La primera, que todas las guerras que llamaron conquistas fueron y son injustísimas y de propios
tiranos.
La segunda, que todos los reinos y señoríos de Indias tenemos usurpados.
La tercera, que las encomiendas o repartamientos de indios son iniquísimos y de per se malos, y así
tiránicos y tal gobernación tiránica.
(…) La quinta, que el rey nuestro señor, que Dios prospere y guarde, con todo cuanto poder Dios le
dio, no puede justificas las guerras y robos hechos a estas gentes ni los dichos repartimientos ni encomiendas
(…)
(…) La octava, que las gentes, naturales de todas las partes y cualquiera de ellas donde habremos
entrado en las Indias tienen derecho adquirido de hacernos guerra justísima y raernos de la haz de la tierra, y
este derecho les durará hasta el día del juicio”.Fray Bartolomé de Las Casas. Memorial al Consejo de
Indias (hacia 1565)
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2. Textos de la España del siglo XVI
LA REVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS Y LA TEORÍA CUANTITATIVA DEL DINERO
“(Lo) que hace subir, o bajar el dinero, (…) es de haber gran falta y necesidad o copia13 de él, vale
más donde o cuando hay gran falta de él, que donde hay abundancia (…).
Lo segundo, y muy fuerte, que todas las mercaderías encarecen por la mucha necesidad que hay y
poca cantidad de ellas; y el dinero, que cuanto es cosa vendible, trocable, o conmutable por otro contrato, es
mercadería por lo susodicho, luego también él se encarecerá con la mucha necesidad y poca cantidad de él.
Lo tercero, que (siéndolo al igual en las tierras donde hay gran falta de dinero) todas las otras cosas
vendibles, y aun las manos y trabajos de los hombres se dan por menos dinero que donde hay abundancia de
él; como por la experiencia se ve que en Francia, donde hay menos dinero que en España, valen mucho
menos el pan, vino, paños, manos, y trabajos; y aun en España, el tiempo que había menos dinero, por
mucho menos se daban las cosas vendibles, las manos y trabajos de los hombres, que después que las Indias
descubiertas la cubrieron de oro y plata.
La causa de lo cual es, que el dinero vale más donde y cuando hay falta de él, que donde, y cuando
hay abundancia (…)”.Martín de Azpilicueta. Comentario resolutorio de cambios (1556)
EL ENRIQUECIMIENTO DE LOS EXTRANJEROS A COSTA DE ESPAÑA
“Es sabido que de una arroba de lana que a los extranjeros cuesta quince reales, hacen tapicerías,
paños y otras labores fuera de España, de modo que vuelven de ello mismo a ella valor de más de quince
ducados 1(...). Y lo mismo ocurre con la cochinilla y lo demás que en España se cría y viene de las Indias, ya
que además de proveerse otros Reinos de lo que Dios nuestro Señor nos da en éstos, que ni sabemos
aprovecharnos de ello ni conservarlo, es causa no sólo de que se lleven nuestro dinero, sino también de que
en España valgan las cosas tan caras por vivir de manos ajenas, lo que da vergüenza y lástima de ver. Y peor
aún es cómo se burlan los extranjeros de nuestra nación, que en esto y en otras cosas nos tratan mucho peor
que a indios, porque a los indios para sacarles el oro o plata les llevamos algunas cosas, de mucho o poco
provecho, pero a nosotros con las nuestras propias no sólo se enriquecen y aprovechan de lo que les falta en
sus naturalezas, sino que además se llevan el dinero de España con su industria, sin trabajar sacándolo de las
minas como hacemos nosotros. Y el remedio para esto es vedar que salgan del Reino mercaderías sin labrar,
o que entren mercaderías labradas. De esta forma, los mercaderes extranjeros vendrán a comprar lo que les
falta en sus tierras, y en vez de pagar, como ahora, quince reales por la arroba de lana, pagarán por la obra
que de ella resultare, quince ducados, y así en todo lo demás (…).” Memorial del Contador Luis de Ortiz
a Felipe II (1558)
1. Un ducado equivalía a once reales aproximadamente
EL PENSAMIENTO HUMANISTA CONTRA LA GUERRA
“Treinta años mortales ha que España mantiene con Francia una guerra casi continua, muy
perniciosa para el nombre cristiano. (...)¡Oh si Cristo hiciera que yo viese algún día con estos tristes ojos
míos empeñada en empresas más nobles y más cristianas a esa entrañable España que me engendró y a esa
dulce Francia que me crió, en flor, en auge y en liza más honrosa!.No en porfía de crueldades y odios, y de
cuál de las dos ocasionará a la otra mayores daños y males; contienda no propia de Estados cristianos y
vecinos, que por espacio de tan largos años mantuvieron finas y afectuosas relaciones de buena vecindad
(…)
No todas las naciones aprueban la guerra, como las hay muchas en Asia y África, y tienen de ella un
concepto justo: es cosa inhumana, feroz, cruel, apenas conveniente a fieras, cuanto menos a hombres. Tales
pueblos, guiados por la Naturaleza sin malicia, llegaron a una clarividencia que no hemos nosotros alcanzado
conducidos por la Naturaleza e ilustrados por la filosofía y a pesar del directo magisterio de Cristo, por culpa
de nuestra malicia.
Y aun en aquellas mismas naciones para quienes las victorias bélicas son gloriosas, ¿qué muchos son
los que por su natural penetración o por la ilustración adquirida o por algún lustre de iluminación del cielo
abominen de la victoria como cosa nefanda y execrable? Los artesanos y las masas obreras, que constituyen
la mayor parte del humano linaje, o bien no hablan de guerra, ocupados tan intensamente en sus cosas que no
les queda tiempo para consagrarse a las ajenas, o las detestan como una calamidad para ellos dañosa y
mortal.” Juan Luis Vives, Sobre la concordia y la discordia en el género humano.
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