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rebeli6n surge al principio de la manera ms evidente, ms estridente, ms
repugnante del hecho de la pobreza, de la esencia contradictoria de la propie-
dad privada. Proletariado y riqueza son de hecho términos antitéticos, que se
hallan en un (illico todo que los comprende.
La propiedad privada en cuanto propiedad privada, en cuanto riqueza, esta forzada a
conservar (erhalten) su propia existencia y con ello a conservar la de su término antité-
tico, el proletariado. Este es el aspecto positivo de la antftesis, la propiedad privada que
se satisface a st misma. El proletariado, a la inversa, esta forzado en citant° proletaria-
do a suprimirse (aufheben) a st mismo y, con ello, al término antitético que lo condi-
ciona, que lo convierte en proletariado, a la riqueza. Es éste el aspect() negativo de la
antftesis, su perturbaciem interior (Unruhe), la propiedad privada disuelta y que se
disuelve 165.
La clase del proletariado se siente de esta forma continuamente destruida en
esta condici6n y, a su vez, con el fin de destruirla continuamente se rebela. «Es,
para usar una expresi6n de Hegel, en la degradacién (Empôrung) la rebeliôn con-
tra esta degradaci6n.» 166 De los dos términos antitéticos, el primero lucha por
conservar la antftesis, mientras el segundo lucha por destruirla. «El propietario
privado es el partido de la conservaciôn, el proletariado el partido de la destruc-
cién (destruktive Partei).>>167
La propiedad privada en su movimiento econémico avanza hacia su propia
disoluci6n, pero sôlo gracias a un desarrollo independiente de ella, no cons-
ciente para ella y que tiene lugar contra su voluntad. La propiedad privada
avanza hacia su propia disoluci6n «[...] s6lo por el hecho de que ella misma
produce al proletariado coma proletariado... El proletariado ejecuta la conde-
na que la propiedad privada se impone a sf misma al producirle». En este sen-
tido, su meta, «su acciôn hist6rica, son trazadas de forma sensible e irrevoca-
ble en la situaci6n de su evoluci6n, al igual que ocurre en toda la organizaciôn
de la moderna sociedad burguesa».
En los Deutsch-Franzôsische Jahrbücher [Anuarios francoalemanes] (carta de
Marx a Ruge, de septiembre de 1843) todo esto estaba ya claro y apàrecia nfti-
damente expresado: «No es cosa nuestra (nicht unsere Sache) la construcciem del
futuro o de un resultado definitivo para todos los tiempos; pero tanto ms claro
està en mi opinién lo que nos toca hacer actualmente: criticar sin contemplaciones
todo lo que existe» 168.
No se trata de izar una bandera dogmàtica. Al contrario.
Una abstracciem dogmàtica es sobre todo el comunismo, como «manifestaci6n
165 Ibid., p. 35.
166 Ibid.
167 Ibid., p. 36.
168
Karl MARx,«Cartas y arttculos de los "Anuarios francoalemanes"», en Manuscritos de
Paris. Anuarios francoalemanes. 1844, OME-5, cit., p. 174.
197
(Erscheinung) refinada del principio humanistico, infectada por su antitesis, la
realidad privada» I69. No en vano el comunismo ha visto surgir ante si otras doc-
trinas socialisps, y hoy en dia no es mas que «una realizacién particular, unilate-
ral, del principio socialista» 170. Y el principio socialista, a su vez, no es «sino un
aspecto, referente a la realidad del verdadero ser humano» 171 . Sin embargo, noso-
tros debemos de ocuparnos igualmente del otro aspecto: el juicio sobre las cosas
como son realmente y como existen. Se trata, por b tanto, de «basar (anknüpfen)
nuestra critica en la critica de la politica, en la toma politica de partido
(Parteinahme in der Politik), o sea, en luchas reales [e] identificarla con ellas» 172.
De hecho, la posibilidad positiva de la emancipaci6n se halla solamente «en la
constitucién de una clase con cadenas radicales (mit radikalen Ketten)» 173 , una
clase que no reivindique para si «un derecho especial»174 y que anuncie, con su
propia existencia universal, la disolucién de la sociedad como estado particular.
Cuando el proletariado proclama la disoluciôn del orden actual del mundo no hace mas que
pronunciar el secreto de su pro pia existencia, ya que él es la disolucién de hecho (faktische
Auflôsung) de este orden del mundo. Cuando el proletariado exige la negaciôn de la propie-
dad privada, no hace mas que elevar a principio de la sociedad lo que la sociedad ha eleva-
do ya a principio del proletariado y se halla realizado en él sin intervencién propia como
(negatives Resultat) de la sociedad175.
La revuelta obrera, entonces, en la medida en que avanza sobre este terreno
pràctico-material, adquiere un caràcter cada vez mas teôrico y consciente.
Por de pronto recuérdese la canci6n de los tejedores, «El juicio de sangre», esa atrevida
consigna
de lucha, en la que hogar, fabrica, distrito, ni siquiera son nombrados; al contra-
rio, el proletariado comienza gritando su oposici6n contra la sociedad de la propiedad pri-
vada en una forma contundente, violenta, cortante, sin consideraciones. El levantamien-
to de Silesia comienza precisamente donde acaban los levantamientos de los obreros
franceses e ingleses: por la conciencia de lo que es el proletariado (mit dem
Bewusstsein über
clas Wesen des Proletariats)176.
En La ideologia alemana partirà del principio de que <dos diferentes individuos
s6lo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha comùn
contra otra clase» 177. Y esta ley general tiene su ùltima y màxima expresién par-
ticular en la sociedad moderna.
169 Ibid.
'7° Ibid.
171 Ibid.
172 Ibid., p. 176.
173
Ibid., «Critica de la filosofia del Derecho de Hegel», p. 222.
174 Ibid.
175 Ibid., p, 223.
176
Ibid., Vorwarts!, 64 (10 de agosto de 1844), p. 240
177
Karl MARX y Friedrich ENGELS, La ideologict alemana, cit., pp. 60-61.
198
Por tanto, de una parte, una totalidad de fuerzas productivas que adoptan, en cierto
modo, una forma material y que para los mismos individuos no son ya sus propias fuer-
zas, sino las de la propiedad privada, y por lo tanto s6lo son las de los individuos en cuan-
to propietarios privados... Por otra parte, a estas fuerzas productivas se enfrenta la
mayoria de los individuos, de quienes estas fuerzas se han desgarrado y que, por lo tanto,
despojados de todo contenido real de vida, se han convertido en individuos abstractos y,
por ello mismo, s6lo entonces se hallan en condiciones de relacionarase los unos con los
otros como individuos (miteinander in Verbindung) 178.
El (illico nexo que todavfa los une con las fuerzas productivas y con su
existencia, el trabajo, ha perdido en ellos toda apariencia de manifestacién
personal. Su enemigo no serà Cmicamente el capitalista, sino también el pro-
pio trabajo. Su lucha es desde el principio una lucha contra la totalidad de la
relacién social. Estos son los «proletarios de la época actual» 179: una clase
que, como est à «condenada a soportar todos los inconvenientes de la socie-
dad» se ve forzada «al ms resuelto antagonismo contra todas las demàs cla-
ses»; una clase «formada por la mayorfa de todos los miembros de la sociedad
y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolucién radical
(einer gründlichen Revolution)» 180. En todas las revoluciones que han tenido
lugar hasta la fecha jamàs ha sido cuestionado de hecho el «modo (Art) de
actividad». Siempre se trate) (micamente de una diversa distribucién de la
actividad, de una nueva distribucién del trabajo por otras personas, «Mien-
tras la revolucién comunista se dirige contra el modo (Art) anterior de acti-
vidad, elimina el trabajo (die Arbeit beseitigt) y suprime la dominacién de las
clases al acabar con las clases mismas...»isi. Un renglôn cancelado posterior-
mente del manuscrito continuaba, después de «elimina el trabajo», con una
definicién interrumpida de éste como «(la moderna forma de la actividad
bajo la cual la dominacién de la...)» 182 (Werke, 3, p. 70). Marcuse trata de jus-
tificar la gravedad de estas afirmaciones advirtiendo que lo que aquf aparece
es la tradicional Aufhebung, que al mismo tiempo que suprime restaura y asf
sucesivamente. Posteriormente advierte que la explicacién es demasiado
banal, y entonces piensa suprimir esta categorfa del futuro que es el no-tra-
bajo y restaurar la anticuada, filistea, reaccionaria idea de felicidad. Pero
aparte de esto, el discurso precedente concluye de la siguiente forma: tanto
para la produccién masiva de esta conciencia comunista como para su éxito,
178 Ibid., p. 78.
179 Ibid., p. 79.
180 Ibid., p. 81.
181 Ibid.
182 Ibid., nota 11, p. 81.
199
es necesario una transformacién de la masa de los hombres que sôlo puede
producirse a través de un movimiento pràctico revolucionario. «La revoluciem
no sôlo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro
modo, sino también porque ùnicamente por medio de una revoluciôn lograrà
la clase que derriba (die stürzende Klasse) quitarse de encima toda la vieja
suciedad...» 183
La lucha te6rica contra Proudhon provoca un salto notable en el anàlisis
marxiano de estos problemas. De hecho, Miseria de la filosofia contiene las pri-
meras, importantes, aunque todavia no satisfactorias, definiciones del concepto
de clase. Las relaciones de produccién, dentro de las cuales se mueve la bur-
guesia, se presentan, no con un caràcter (mico, simple, sino doble: en las mis-
mas relaciones se produce tanto la riqueza corno la miseria; se produce un desa-
rrollo de las fuerzas productivas, al mismo tiempo que se desarrolla una fuerza
productora de represi6n; se produce pues «la riqueza burguesa, es decir, la rique-
za de la clase burguesa, que al aniquilar continuamente la riqueza de los miem-
bros que integran esta clase producen un proletariado siempre creciente» 184.
Sobre esta base se desarrolla una lucha entre la clase proletaria y la clase bur-
guesa: y esta lucha posee una historia propia, un desarrollo, una serie de fases
evolutivas. «Se produce una lucha entre la clase proletaria y la clase burguesa,
lucha que antes de ser sentida, percibida, apreciada, comprendida, confesada
y proclamada en voz alta, se manifiesta preyiamente por conflictos parciales y
momentàneos, por hechos subversivos.» 185 Pero el desarrollo de la industria
moderna lleva consigo, necesariamente, la aparici6n de las coaliciones obreras.
Bajo esta forma se dieron siempre, de hecho, los primeros intentos de los obre-
ros de asociarse entre ellos. Economistas y socialistas coinciden entonces en
decir a los obreros: no os coaliguéis 186.
La gran industria aglomera en un lugar una masa de gentes desconocidas entre si. La
competencia divide sus intereses. Pero el sostenimiento del salario, interés comUn que
tienen contra el patrono, les une en una misma idea de resistir —coalicién—. Asi es que la
calicién tiene siempre una doble finalidad: la de hacer cesar la competencia entre ellos,
para poder hacer una competencia general contra el capitalista. Si el primer fin de resis-
tir no ha sido ms que el sostenimiento de los salarios, a medida que, a su vez, los capi-
talistas se reûnen con la idea de represién, las coaliciones, en principio aisladas, se orga-
nizan en grupos, y frente a todo el capital reunido, la defensa de la asociacién se hace mus
necesaria para ellos que el salario 187.
183 Ibid., p. 82.
184 Karl MARX, Miseria de la filosofia, cit., p. 180.
185 Ibid., p. 179.
186 Ibid., p. 240.
187 Ibid., p. 242.
200
En esta lucha, «verdadera guerra civil», se agrupan y desarrollan todos los
elementos que seràn necesarios para la futura batalla. Cuando llega a este
momento, la asociacién adquiere un caràcter polftico.
En principio, las condiciones econômicas habfan transformado anteriormente la masa del
pafs en obreros. La dominaci6n del capital ha creado en esta masa una situaciOn com(in,
intereses comunes. Asf, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero no
todavfa para sf misma. En la lucha... esta masa se reûne, constituyéndose en clase para
sf. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase. Pero la lucha de clase con-
tra clase es una lucha polftica' 88.
Llevada a su ms alta expresi6n, esta lucha polftica de clase contra clase, entre
proletariado y burguesfa, «es una revoluci6n total». «Il-lay que asombrarse de que
una sociedad, fundada sobre la oposicOn de clases, termine en contradiccién bru-
tal, a un choque cuerpo a cuerpo como desenlace final?» 189. El combate o la
muerte, la lucha sangrienta o la nada: «la (iltima palabra de la ciencia social...»' 90.
Cuando el II Congreso de la Liga de los Comunistas asigna a Marx y a Engels
la tarea de elaborar el Manifiesto, la totalidad de su contenido se hallaba ya en
la mente de Marx. A la revoluci6n burguesa de febrero responde como una
auténtica descarga el programa de la revoluciôn proletaria. «La vieja divisa de la
Liga: "Todos los hombres son hermanos", fue sustituida por el nuevo grito de
guerra: "iProletarios de todos los pafses, unfos!» 191. Muchos intelectuales, con-
siderados estudiosos serios, predispuestos a admirar al Marx cientffico de
ElCapital, cierran los ojos molestos frente a las crudas pàginas polfticas del
Manifiesto. Para nosotros, éste permanece como un modelo de intervenci6n
pràctica del punto de vista obrero en la lucha de clases. El grito de batalla del
que habla Engels no se encuentra solamente en la consigna final, sino en la
construcci6n misma de todo el texto. «Pero la burguesfa no s6lo ha forjado las
armas que le daràn muerte; también ha engendrado a los hombres que mane-
jaràn esas armas: los obreros modernos, los proletarios.» 192 Y ello porque ésta es
la clase de aquellos que son obligados a venderse por horas y que viven mientras
encuentran trabajo y encuentran trabajo mientras su trabajo aumenta el capital.
Asf, pues, el proletariado atraviesa diferentes grados de desarrollo. Pero «su
188 Ibid., p. 243.
189 Ibid., p. 245.
19° Ibid.
191 Friedrich ENGELS, «Contribuci6n a la historia de la
y E Engels, Obras escogidas, cit., vol. 2, p. 367.
192 Karl MARX y Friedrich ENGELS, «Manifiesto del
comunista. Nueva Gaceta Renana (I). 1847-1848, OME-9,
193 Ibid., p. 144.
liga de los comunistas», en K. Marx
Partido Comunista», en Manifiesto
cit., p. 142.
201
lucha contra la burguesia comienza con su propia existencia» 193. Primero luchan
los obreros aislados, uno a uno, posteriormente los obreros de una fàbrica, es
decir, aquellos que poseen una categorfa dada en un lugar dado, contra el bur-
gués aislado que los explota de forma directa. En este estadio, los obreros forman
una masa dispersa a lo largo del pais, una masa dividida por la competencia. Como
masa se encuentran ya unidos, no por iniciativa propia, sino por iniciativa de la
burguesfa, que para conseguir sus propios fines politicos «debe poner en movi-
miento a todo el proletariado» 194. En este largo estadio histérico los proletarios no
combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos. Todo el
movimiento de la historia se concentra en estos momentos en las manos de la bur-
guesia. Cada victoria es una victoria de la burguesfa. Pero con el desarrollo de la
industria el proletariado se multiplica, se concentra, se nivela internamente, se
unifica; crece enormemente su fuerza y con la fuerza la conciencia de ésta. El con-
flicto entre obreros y burgueses como individuos concretos desaparece para ser
sustituido por el enfrentamiento abierto entre las dos clases. Los obreros forman
las coaliciones, se unen en asociaciones, con éstas impulsan las primeras formas de
lucha hasta la violencia pura y simple de la sublevacién. De vez en cuando ven-
cen, pero siempre y Unicamente de modo transitorio. «El verdadero resultado de
sus luchas no es el éxito inmediato, sino la cada vez màs amplia unificacién de los
obreros» 195. Las luchas locales se ponen en relacién, se concentran en una Unica
lucha de clases contra toda la burguesfa de una nacién. «Sin embargo, toda lucha
de clases es una lucha politica.» 196 Y es entonces cuando surge el problema de una
«organizacién de los obreros en una clase y, con ello en un partido politico...» 197.
Sélo en este momento el programa teérico de la revolucién se convierte en algo
prkticamente realizable. La condicién màs importante para la existencia y el
dominio de la clase burguesa es la acumulacién de la riqueza en manos de suje-
tos privados, la formacién y la multiplicacién del capital. Y «condicién del capi-
tal es el trabajo asalariado» 198. El progreso de la industria, cuyo vehiculo invo-
luntario y pasivo es la burguesia, lleva necesariamente a la asociacién de los
obreros entre si, a su «asociacién revolucionaria». Con el desarrollo de la gran
industria, desaparece bajo los pies de la burguesfa el fundamento mismo sobre el
cual produce y se apropia de los productos. «[Esta] produce, ante todo, sus pro-
pios sepultureros (Sie produziert vor allem ihre eigenen Totengriiber).» 199
194 Ibid.
195 Ibid., p. 145.
196 Ibid.
197 Ibid.
198 Ibid., p. 148.
199 Ibid.
202
Muchas veces, tanto Marx como Engels, aluden al «acontecimiento decisi-
vo» que tiene lugar en Paris el 13 de junio de 1849. Un mes antes ha concluido,
para ambos, con una «gloriosa derrota», la experiencia de la N eue Rheinische
Zeitung. La historia del periédico politico ha terminado. Marx se encuentra en Paris.
Desde alli, el 7 de junio, escribe a Engels, que se halla voluntario en
Kaiserslaurtern, con las tropas de Willich: «[...] nunca antes como en estos
momentos ha estado tan cerca en Paris una colosal erupcién del cràter revolu-
cionario». El 11 de junio, Ledru—Rollin, jefe del partido de la Montaria, solicita
a la Càmara poner bajo acusaciem a Bonaparte y su gobierno por violacién de
la Constituciem. Se trata de una tentativa tradicional desde los tiempos de la
Convencién en adelante, de una insurrecciOn parlamentaria, «una insurrecci6n
dentro de los limites de la raz6n pura» 200. El objetivo es el que siempre persigue
la pequeria burguesia democràtica: «romper el poder de la burguesia sin desatar
la acciem del proletariado o sin dejarle aparecer ms que en perspectiva» 201 : el
proletariado debia ser utilizado «sin que llegase a ser peligroso». En estas condi-
ciones es natural que la consigna viva la Constitucién no tuviese otro significado
que el de abajo la revoluciôn. Los delegados de las asociaciones secretas obreras,
tras consultar entre ellos, hacen la (mica cosa razonable en aquel momento:
obligan al partido de la Montaria a comprometerse, le provocan para que fran-
quee los limites de la lucha parlamentaria en el caso de que la solicitud de acu-
saci6n sea rechazada. La solicitud de acusaciôn es rechazada. Pero cuando en la
mariana del 13 de junio, en los peri6dicos socialistas La démocratie pacifique y La
réforme, leen la «proclama al pueblo», una apelaci6n de los pequerioburgueses al
levantamiento de los proletarios, éstos rechazan adherirse y asisten pasivamente
a la ridicula derrota de los dernécratas.
Durante todo el 13 de junio, el proletariado mantuvo la misma actitud escéptica, aguar-
dando a que se produjera un cuerpo a cuerpo serio e irrevocable entre el ejército y la
Guardia nacional democràtica, para lanzarse entonces a la lucha y Ilevar a la revoluci6n
ms allé de la meta pequefioburguesa que le habfa sido asignada... Los obreros parisinos
habfan aprendido en la escuela sangrienta de junio de 1848 202.
La batalla no se produjo. Las tropas regulares avanzaron con bayoneta cala-
da contra la procesi6n pacifica de los guardias nacionales desarmadas. Solo de
Ly6n partiô la serial, no recogida, de una sangrienta insurrecci6n obrera: pero en
este lugar «la burguesia industrial y el proletariado industrial se encuentran fren-
200 Karl MARX, «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850», en K. Marx y E Engels,
Obras escogidas, cit., vol. 1, p. 197.
201 ibid., p 198.
202 Ibid.
203
te a frente», alli «el movimiento obrero no est à encuadrado y determinado,
como en Paris, por el movimiento general» m. En todas las demàs provincias
donde son6 el estallido, éste no prendié fuego, «fue un trueno sin rayo». El
mismo 29 de junio siguiente escribia Marx en el Volksfreund: «En resumen, el
13 de junio es s6lo la revancha de junio de 1848. Entonces el proletariado fue
abandonado por el partido de la Montaria, esta vez el partido de la Montaria ha
sido abandonada por el proletariado» 204.
«Si el 23 de junio de 1848 habia sido la insurreccién del proletariado revo-
lucionario, el 13 de junio de 1849 fue la insurreccién de los pequerioburgueses
demécratas, y cada una de estas dos insurrecciones fue la expresién clétsicamen-
te pura de la clase que la habia protagonizado.» 205 El punto de partida se halla
aùn en junio de 1848: «el acontecimiento ms gigantesco en la historia de las
guerras civiles europeas» 206. Por un lado, «la aristocracia financiera, la burguesia
industrial, la clase media, los pequerioburgueses, el ejército, el lumpenproleta-
riado organizado como guardia mévil, los intelectuales (die geistigen Kapazitaten)
los curas, la poblacién rural» 207. Por otro, en el frente opuesto, el proletariado,
«que no tenia a su lado a nadie ms que a si mismo». La repùblica burguesa
triunfé. «Con esta derrota el proletariado pasa al fondo (in der Hintergrund) de la
escena revolucionaria» 208. Tratarà de avanzar nuevamente cada vez que parece
que el movimiento toma un nuevo impulso, aunque b hace con una energfa
cada vez ms reducida y obteniendo resultados cada vez ms insignificantes.
Apenas uno de los estratos sociales superiores se convierte en fermento revolu-
cionario, el proletariado establece con él una unién, y de esta manera compar-
te todas las derrotas que los diferentes partidos sufren uno tras otro. Los repre-
sentantes màs conspicuos del proletariado son poco a poco victimas de los
tribunales; figuras cada vez ms equfvocas les sustituyen. El movimiento obrero
oficial se abandona a experimentos doctrinarios, bancos de cambio pùblicos,
asociaciones obreras secretas; al tomar este camino, «renuncia a transformar el
viejo mundo con los grandes medios colectivos (Gesamtmitteln) propios de este
mundo»; intenta conseguir la emancipacién de los obreros «a espaldas de la
sociedad, por la via privada... y, por b tanto, forzosamente, fracasa»209. Frente a
203 Ibid., p. 201.
204 Karl MARX, «Der 13. Juni», en Marx-Engels Werke, 6, pp. 527-28.
205
Karl MARX y Friedrich ENGELS, «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850»,
en Obras escogidas, cit., vol. 1, p. 201.
206 Ibid., K. MARX, «El dieciocho brumario de Luis Bonaparte», vol. 1, p. 257.
207 Ibid.
208 I bid.
209 Ibid., p. 258.
204
la repùblica burguesa, al descubrirse por fin que no existe otra cosa que el «des-
potismo absoluto de una clase sobre las otras clases» 210, surge la necesidad y la
urgencia de una coaliciôn entre pequefios burgueses y obreros. «A las reivindi-
caciones sociales del proletariado se les limé la punta revolucionaria y se les dio
un giro democràtico; a las exigencias democràticas de la pequefia burguesfa se
les despoj6 de la forma meramente polftica y se afil6 su punta socialista. Asf
naci6 la socialdemocracia (Sozial—Demokratie) >>211. A partir de este momento, el
objetivo revolucionario pasa a ser «la transformaci6n de la sociedad por la vfa
democràtica»212. Y esto sirve de preludio a los acontecimientos de junio de
1849: y los explica totalmente. «Tan pronto como hay que romper el fuego, la
estrepitosa obertura que anunci6 la lucha se pierde en un pusilànime refunfutiar,
los actores dejan de tomar en serio su papel y la acci6n se derrumba lamenta-
blemente»213. La verdadera y profunda aversi6n que el proletariado de junio del
1848 desarrolla contra la pequefia burguesfa democràtica serà ms fuerte que los
aclamados «grandes intereses comunes». Y por primera vez un movimiento
autônomo, de clase, de los proletarios, de los obreros, escapa del control y la pre-
visi6n de la 16gica formai democr-àtica.
Los dem6cratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con
todo el resto de la naci6n que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es
el derecho del pueblo; lo que les interesa es el inters del pueblo. Por eso, cuando se prepara
una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases. No
necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen ms
que dar la sellai para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los
opresores214.
Pero sucederà que, en la pràctica, «sus intereses resultan no interesar y su
poder ser impotencia»; el pueblo indivisible aparece escindido en campos enemi-
gos. «Das unteilbare Volk in verschiedene feindliche Lager spalten» 215. A partir de
este momento, cada agitaci6n del pueblo estarà condicionada por los movi-
mientos de la clase obrera. Las masas populares ya no tienen independencia
frente a los obreros. Las luchas del pueblo ni siquiera existen sin lucha obrera.
Los jefes del pueblo se muestran impotentes sin la fuerza de los obreros. La
socialdemocracia perdié para siempre su autonomfa politica: a partir de ahora,
o aparecerà como funci6n del capital, o como primario y consciente instrumen-
210 Ibid.
211 Ibid., p. 278.
212 Ibid., p. 279.
213 Ibid., p. 281.
214 Ibid., p. 282.
215 Ibid.
205
to del poder obrero. Lo que Marx llama «caida de las ilusiones democràticas» no
es un hecho objetivo consecuencia de la derrota de 1848, sino una iniciativa que
subjetivamente los mismos obreros que habian sido derrotados toman frente a
sus viejos, falsos aliados. Esto significa el 13 de junio de 1849; el momento en el
que por primera vez aparece coma forma especifica de lucha obrera el rechazo de la
lucha democratica, la respuesta pasiva de los obreros ante la propuesta pequefio-
burguesa de limitar sus demandas dentro de los màrgenes de la democracia. No
serà, por b tanto, un error —corn° afirmaron Maenchen-Helfen y Nicolajesvki—,
sino otro fruto lùcido propio de la «inteligencia analitica» de Marx, este juicio
realizado el dia después del acontecimiento decisivo de 1849 en Paris: «Por mala
que sea en estos momentos la situaci6n, me sitùo m'in entre las personas satisfe-
chas. Las cosas van muy bien, y la Waterloo sufrida por la democracia oficial puede
ser considerada una victoria» (carta de Marx a Weydemeyer, de 1 de agosto de 18491
Lenin, dadas las necesidades de su lucha, a su manera, debia de haber consi-
derado este pasaje. En el prefacio de la edici6n rusa de las cartas de Marx a
Kugelmann pone de relieve, no s6lo la defensa entusiasta de Marx de la nueva
insurrecci6n de los obreros parisinos, contenida en la carta del 12 de abril de
1871, que, segùn él, deberia estar colgada en la habitacién de cada revolucio-
nario, «de cada obrero ruso que sepa leer»
216.
Pane de relieve otro elemento,
ademàs de éste.
Pot b visto, Kugelmann expresô en su respuesta a Marx algunas dudas, alegando lo
desesperado de la empresa, el realismo en oposicién al romanticismo; al menos, comparé
la Comuna, o sea, la insurreccién, con la manifestacién pacffica del 13 de junio de 1849
en Palis. Marx dia a vuelta de correo (el 17 de abril de 1871) una severa respuesta
Kugelmann217.
Asi b describe Lenin, y continùa de la siguiente manera:
En septiembre de 1870, Marx calificaba la insurreccién de locura. Pero cuando las masas
se sublevan, Marx quiere marchar con ellas, aprender al lado de chas en el curso de la
lucha, y no darles instrucciones burocràticas. Comprende que las tentativas de tener en
cuenta las probabilidades por adelantado y con toda precisiôn no serfan mas que charlata-
nerfa o vacua pedanterfa. Coloca pot encima de todo el que la clase obrera hace la histo-
ria universal con herofsmo, abnegacién e iniciativa. Marx enfocaba esta historia desde el
punto de vista de quienes la protagonizan... Marx sabfa apreciar también que en la his-
toria hay momentos en que la lucha desesperada de las masas, incluso en defensa de una
causa condenada al fracaso, es indispensable para que estas masas sigan educandose y pre-
parandose para la préxima lucha 218.
216 V. I. LENIN, «Prefacio a la traducciém al ruso de las cartas de K. Marx a L. Kugelmann”
(1907), en Obras completas (55 vols.), Mosdt, Progreso, 1983, vol. 14, p. 403.
217 Ibid., p. 406.
"8 Ibid.
206
Entonces Marx reprendiô severamente a Kugelmann: «No llego a compren-
der cômo puedes comparar las manifestaciones pequefioburguesas del 13 de
junio de 1849 con la actual lucha en Paris. Desde luego, serfa sumamente cémo-
do hacer la historia universal si sélo se emprendiera la lucha cuando todas las
probabilidades fueran infaliblemente favorables» 219. Las condiciones de la lucha,
debido a la presencia de los prusianos en Francia, eran ciertamente desfavora-
bles para los obreros. Los «canallas burgueses de Versalles» lo sabfan.
Par eso pusieron a los parisinos ante la siguiente alternativa de aceptar el reto a la lucha
o entregarse sin luchar. En este Ultimo caso, la desmoralizaci6n de la clase obrera hubie-
ra sida una desgracia mucho mayor que la pérdida de un mimero cualquiera de «jefes».
La lucha de Parfs ha Ilevado a una nueva fase la lucha de la clase obrera contra la clase
capitalista y su Estado. Cualquiera que sea el resultado inmediato, ha permitido con-
quistar un nuevo punto de partida, de una importancia hist6rica universa1 220.
Todos los consejos polfticos de Marx a los communards se dirigen hacia una
resolucién ms decisiva, ms violenta, ms improvisada de la lucha abierta. «No
se querfa desencadenar la `guerra civil"» y «si sucumben, sers ilnicamente por
haber sido demasiado "generosos"», hasta el clàsico «debieron haber emprendi-
do inmediatamente la ofensiva contra Versalles» 221, que reaparecerà a partir de
ese moment° en cada lucha decisiva, en cada enfrentamiento directo, como
consigna del punto de vista revolucionario de los obreros, frente a la llamada
oportunista de los jefes obreros de siempre que piden moderaci6n. No podemos
pensar que el rechazo pasivo a luchar por las reivindicaciones democràticas sea
la Unica forma especffica de lucha obrera. S610 es una de las formas. La forma
que siempre automàticamente la acompatia es el rechazo activo a dejarse ganar
sin involucrarse la batalla. Y esto lleva siempre consigo, cueste lo que cueste, la
bilsqueda del enfrentamiento abierto, en el terreno de la lucha de masas. En el pri-
mer caso se deja que diversas facciones de la clase de los capitalistas liquiden sus
cuentas pendientes entre ellas; se ahorra, se conserva intacta la fuerza obrera, con
el fin de usarla en un nuevo nivel, ms elevado, de la lucha. No existen en este
moment° reivindicaciones de la clase obrera. En el segundo caso, el ajuste de las
cuentas pendientes se produce directamente entre los obreros y el gran capital: en
esta ocasién entra en juego todo el potencial de lucha acumulado hasta el momen-
to, y (inicamente de la cantidad de este potencial y de su organizacién dependerà
el grado de la violencia. Sélo una reivindicacién se lleva adelante, una reivindica-
219 Karl MARx,«Carta de 17 de abril de 1871», en Cartas a Kugelmann, La Habana,
Editorial de Ciencias Sociales, 1975, P. 209.
220 ibid., p. 210.
221 Ibid., «Carta de 12 de abril de 1871», p. 208.
207
ciOn que niega todas las demis, y que se niega, por b tanto, a d misma con éstas:
no es, de hecho, una reclamàcién subjetiva de los obreros, sino una consecuen-
cia hist6rica, simple y necesaria de su propia existencia, de su presencia como
clase. En el Discurso inaugural de la Primera Internacional (1864), Marx esta-
blece b siguiente: «La conquista del poder polftico se ha convertido en el gran
deber de la clase obrera» 222. La experiencia de la Comuna adquiere ms impor-
tancia como ensayo general de este deber que como modo particular de la orga-
nizacién del poder: la Comuna es «la hazaria ms gloriosa de nuestro partido
después de la insurreccién de junio»223 y «la primera revolucién en que la clase
obrera fue abiertamente reconocida como la (mica clase capaz de iniciativa
social»224. Los textos de Marx sobre la Comuna son a menudo considerados
como parte de sus obras «histéricas». Se olvida que son Discursos del Consejo
General de la Asociacién Internacional de los Trabaj adores sobre la guerra civil
en Francia. La definici6n de la Comuna como «gobiemo de la clase obrera» no es
una revelaci6n empirica y mucho menos un juicio histérico, es una simple con-
signa politica, es «la forma politica al fin descubierta para llevar a cabo dentro
de ella la emancipaci6n econémica del trabajo» 225. El proletariado de las prime-
ras obras de Marx, fuerza destructora del viejo mundo, se ha convertido en clase
obrera, potencia social que arrebata friamente de las manos de los capitalistas el
arma ofensiva del poder. Ha cambiado la forma politica, se ha transformado la
composici6n social, se ha desplazado y ha crecido el peso econ6mico en las
estructuras, el nivel de las luchas ha dado pasos hacia delante: todo esto se ha
producido en el interior de ese crker revolucionario en erupci6n permanente
que es la clase de los obreros. Pero el objetivo, la meta, el programa con el que
afrontar y derrotar la podredumbre del viejo mundo, que por otro lado no es
diferente, sino idéntico a las formas sociales ms modernas y al màs moderno
aparato de poder del capital —todo esto permanece idéntico una vez que los pro-
letarios se han convertido en obreros y demuestra otra cosa: que sobre el terre-
no politico existe y debe efectuarse continuamente el camino inverso, de las
modemas formas obreras a las primarias formas proletarias de la lucha de clases,si
no se quiere continuar dentro del juego verdaderamente aparente de una con-
certada evoluci6n «conflictiva» de las relaciones entre las dos clases enemigas.
El elemento que unifica las formas de lucha se halla siempre en el objetivo, en
222
Karl MARX, «Manifiesto inaugural de la Asociacién Internacional de los Trabajadores»,
en K. Marx y F. Engels, Obras escogidas cit., vol. 1, P. 396.
2" Karl MARX Cartas aKUGELMANN, cit., p. 208.
224 Karl MARX y Friedrich ENGELS, Obras escogidas (2 vols.) op. cit., vol. 1, Karl MARX,
«La guerra civil en Francia", en p. 548.
225 Ibid., p. 546.
208
Y, sin embargo, todo el mundo sabe que este interés ha sido impuesto al
capital por el desarrollo de durfsimas luchas obreras. El capitalista en un prin-
cipio no se preocupa de la duracién que puede tener la vida de las fuerzas de
trabajo individuales. Le interesa ûnica y exclusivamente la mayor cantidad de
fuerza de trabajo que puede, en general, obtenerse en una jornada laboral.
«Après moi le déluge! es la exclamacién favorita de todo capitalista y de toda
naciem de capitalistas. Por eso el capital no tiene en cuànta la salud y la dura-
cién de la vida del obrero si la sociedad no le obliga a tenerla en cuenta.»
228
Cuando, en sus inicios, operaba a su libre arbitrio, el capital prolongaba la
jornada laboral hasta sus limites màximos normales y después, ms allà de
éstos, hasta los limites de la jornada natural, descontando las pocas horas
de descanso, sin las cuales la fuerza de trabajo rechaza totalmente reno-
var sus servicios. Obtenia màs plusvalor absoluto, pero al mismo tiempo
encarecia los costes de reproducciôn de la fuerza de trabajo, abreviando la
duracién de la vida de ésta. Esto atentaba con violencia contra las propias con-
diciones de vida de los obreros, y seràn éstos de hecho los primeros en reaccio-
nar. «En cuanto que la clase obrera, confundida por el ruido de la producciôn,
volvié un poco en si empezé su resistencia, primero en la tierra natal de la indus-
tria, Inglaterra.» 229 Primer resultado: la Act sobre las fàbricas de 1833, donde se
reconoce por vez primera en la industria moderna la existencia de una jornada
laboral normal, ordinaria, prescrita por ley. Comienza entonces una serie de
sucesivas leyes coercitivas sobre la limitacién del tiempo de trabajo. Con
el intento de la clase obrera de acortar el tiempo de trabajo y la resisten-
cia capitalista a conceder este acortamiento, aumenta el nivel de la lucha
de clases de los obreios. Y es dentro de las necesidades de esta lucha
donde deberà considerarse la propia historia interna del movimiento car-
tista. «De esta manera, ya en aquella época los movimientos contra la nueva
ley de pobres y en favor del bill [proyecto de ley] de las diez horas se halla-
ban estrechisimamente vinculados con el cartismo» 230, afirma Engels en
1845 en La situaciérn de la clase obrera enInglaterra. Cuando entran en juego
las poblaciones obreras de los distritos industriales del noroeste, cuando
toma la calle el proletariado de Lancashire y de Yorkshire, el «cartismo
de la fuerza moral» se hunde y en su lugar aparece el Ilamamiento violen-
to a la fuerza fisica. Es el momento en el que Feargus O'Connor opone a los
227 Karl MARX, El Capital, libro I, vol. 1, OME-40, cit., pp. 287-288.
228 Ibid., P. 292.
229 Ibid., p. 300.
230 Karl MARX y Friedrich ENGELS, «La situaciôn de la clase obrera en Inglaterra», en La
sagrada familia. La situaci6n de la clase obrera en Inglaterra,OME-6, cit., p. 480.
210
artesanos cualificados de la London Working Men's Association contra los
obreros «LI de las caras sin afeitar, de las manos callosas y de las chaquetas
de fustàn». Engels, tras los movimientos de Manchester de 1842, podfa decir:
Pero en general todos los obreros de la industria han sido ganados para una u otra forma
de insurrecci6n contra el capital y la burguesIa y todos estàn de acuerdo (sind aile einig)
en que, en cuanto working men —un titulo del cual estàn orgullosos, y con el cual los ora-
dores se dirigen habitualmente a ellos en las asambleas cartistas—, constituyen una clase
propia (eine eigene Klasse) con intereses y principios propios, con un enfoque propio
(Anschauungsweise = punto de vista) frente a todos los poseedores"'.
Resultado: la ley sobre las diez horas, que consigue entrar en vigor el pri-
mero de mayo de 1848. Pero la derrota de junio en Parfs contribuye a invertir
de nuevo la relaciem de fuerzas. Todas las facciones de las clases dominantes,
incluso en Inglaterra, se encuentran de nuevo unidas. Los seriores de las fàbri-
cas ya no necesitan tener cuidado. Estalla una rebellera abierta de los capitalis-
tas contra la ley y contra toda la legislaci6n que desde 1833 habfa tratado de
frenar el «libre» desangramiento de la fuerza de trabajo: «[...] fue una proslavery
rebellion en miniatura, llevada a cabo durante ms de dos arios con cfnica des-
consideracién y energfa terrorista, muy baratas las dos porque el capitalista
rebelde (der rebellische Kapitalist) no arriesgaba ms que la piel de sus obre-
ros»232. Durante dos arios estos obreros oponen una «resistencia pasiva, aunque
indoblegable y renovada cada dfa»233. Después comienzan a protestar en voz
alta «en meetings sonoramente amenazadores», de nuevo en Lancashire y en
Yorkshire. Una vez ms los fabricantes se dividen. Entre los arios 1850 y 1853
el principio «legal» se aplica en todas las grandes ramas de la industria. Y entre
1853 y 1860 un maravilloso desarrollo industrial viene acompariado del «rena-
cimiento ffsico y moral de los obreros fabriles». Entonces, «[...] los mismos
fabricantes a los que se arrancara paso a paso la limitaci6n y la regulaciôn lega-
les de la jornada de trabajo a través de una guerra civil de medio siglo remitfan
vanidosamente al contraste entre sus industrias y los àmbitos de explotaciem
todavfa "libres"» 234. Resulta fàcil, por otra parte, entender c6mo «f...] una vez
que los magnates de las fàbricas se hubieron sometido a lo inevitable y recon-
ciliado con ello, la capacidad de resistencia (Widerstandskraft) del capital se
debilit6 gradualmente, mientras al mismo tiempo aumentaba la capacidad de
ataque (Angriffskraft) de la clase obrera...» 235.
231 Ibid., p. 489.
232 Karl MARX, El Capital, libro I, vol. 1, OME-40, cit., p. 308.
233 Ibid., p. 315.
234 Ibid., p. 319.
" 5 Ibid.
2f I
Dos son, por lo tanto, las ensefianza del analisis de las luchas obreras por la
jornada laboral normal. En primer lugar, el desbarajuste en el modo material de
produccién y en sus correspondientes relaciones sociales entre productores,
«[...] crean primero el abuso desmedido y suscitan luego, al contrario, el con-
trol social que limita, regula y homogeneiza legalmente la jornada de trabajo
con sus pausas» 236. En segundo lugar, la propia historia de la regulacién de la
jornada laboral demuestra de un modo tangible:
«[...] que, en determinados estadios de madurez de la producciân capitalista, el obrero
aislado, el obrero en cuanto vendedor «libre» de su fuerza de trabajo, sucumbe sin resis-
tencia (widerstandslos). Por eso, la creaci6n de una jornada de trabajo normal es pro-
ducto de una larga guerra civil (Bürgerkrieg), màs o menos disimulada, entre la clase de
los capitalistas y la clase de los obreros. Como la lucha se inaugura en el àmbito de la
industria moderna, se desarrolla primero también en la tierra natal de ésta, Inglaterra.
Los obreros fabriles ingleses fueron los primeros campeones, no s6lo de la clase obrera
inglesa, sino de toda la clase obrera moderna 237.
Ellos poseen el mérito, desde un punto de vista histérico, de haber sido los
primeros en demostrar, con los hechos, con la lucha, que « [—I el obrero sale del
proceso produccién distinto de como entré en él» 238 . Esta diferencia supone un
auténtico y verdadero salto politico. Se trata del salto que el paso por la pro-
duccién provoca en la llamada composici6n de la clase obrera, es decir, la compo-
sicién de la clase de los obreros. Pero esta produccién es produccién de capital. Y
la produccién de capital presupone una relacién capitalista. Y ésta a su vez,
como hemos visto, presupone una relaciôn de clase. Relacién de clase es lucha
entre clases antagonistas. Y precisamente por esto el proceso productivo —pro-
ductivo de capital— no se puede separar de los momentos de la lucha de clases,
y por b tanto no es independiente de los movimientos de la lucha obrera. Se
genera, se compone, se organiza gracias a la serie sucesiva de todos estos
momentos. El desarrollo del proceso de produccién capitalista va totalmente
unido a la historia de los movimientos de clase de los obreros. Para el obrero,
pasar a través del proceso productivo significa pasar a través del terreno especf-
fico de la lucha de clases contra el capitalista. De este terreno de lucha el obre-
ro sale «[...] distinto de como entré en él». Decimos esto con el fin de dejar el
campo libre de cualquier ilusién tecnolégica en sentido inverso, de cualquier
intento de reducir el proceso productivo a proceso de trabajo, es decir, a rela-
cién entre el trabajador y el instrumento de su trabajo, como si se tratase de la
236 Ibid., p. 322.
237 Ibid., pp. 322-323.
238 Ibid., p. 325.
212
eterna relaci6n entre el hombre y un don maligno de la naturaleza. Todo esto
para no caer en la trampa de los procesos de reificaci6n, antes de los cuales se
produce siempre el lamento ideol6gico por la vida viva de la maquinaria fren-
te a la reducci6n a cosa muerta del obrero, y después de los cuales tiene lugar
siempre la cura mfstica del obrero, gracias a la conciencia de clase, como si se
tratase de la btisqueda del alma perdida del hombre moderno. Como ocurre a
menudo, es necesario dar la vuelta a toda la perspectiva. Es el punto de vista
del capitalista individual el que ve la lucha obrera como un momento, inevita-
ble, del proceso productivo. Desde el punto de vista obrero, que en la produc-
ci6n no puede ser ya el punto de vista del obrero individual, sucede una vez
ms lo contrario: el proceso productivo aparece como un momento, también
inevitable, de la lucha obrera. Se muestra en definitiva como el terreno tàctico
mis favorable al desarrollo de la lucha obrera.
Existe lucha de clases también antes de que el acto de producciôn comien-
ce: existe en el mercado del trabajo, donde vendedor y comprador de fuerza de tra-
bajo se contraponen con intereses opuestos y realizan un contrato y en el con-
trato cada uno muestra las armas que podrà usar en el futuro. Pero aquf el
terreno es ms favorable al patr6n: tiene de su parte el dinero, los medios de tra-
bajo, las condiciones de la producci6n, todo el capital en sf, y en la parte opues-
ta s6lo existe la simple libertad coaccionada a la venta de una mercancfa, la
(mica cosa que puede garantizar la supervivencia del obrero. Ciertamente, esta
mercancfa que el obrero posee supone el fin del intercambio y, por b tanto, el
principio que lo mueve; es ademàs condici6n de todas las demis condiciones de
producci6n y como tal se halla, por consiguiente, también al comienzo de todo el
proceso. Es cierto que la fuerza de trabajo es el fundamento prioritario de todo
el mecanismo de la producci6n capitalista, pero es igualmente cierto que, en el
acto de su compraventa, el obrero no tiene fuerza para imponer al capitalista
esta prioridad, la relaci6n de fuerzas es para él desfavorable, las armas con las
que puede contar son de entrada mis débiles. No falta la voluntad de lucha ni
la conciencia de tener que dirigirla; faltan instrumentos materiales adecuados
que la hagan triunfar. Por ello, no es casual que la historia heroica de las
revuel-tas proletarias se identifique con la historia de sangrientas derrotas obreras. Pero
ésta —o también aquélla— es la escuela de la lucha de clases, de la que también
es conveniente aprender. El obrero concienciado de la colosal industria moder-
na debe elegir de entre las figuras de sus propios antepasados a aquellos que Marx
llamaba «los padres de la actual clase obrera»: el vogelfreie Proletarier, el labouringpoor, el proletario que trabaja, ya que es pobre y libre al mismo tiempo.
La lucha de clases también existe, sM embargo, una vez que el acto de pro-
ducci6n ha finalizado: en la fase de distribuci6n de la renta, cuando el fruto del
trabajo obrero se reparte entre las clases reconocidas por la sociedad. Todo el
213
mundo sabe que las pomposas leyes de la distribucién se crean en los oscuros
laboratorios de la produccién y que de las relaciones de fuerza que se dan en su
interior entre las dos clases depende qué sujetos poseeràn mis y quiénes menos, de
entre todos los ciudadanos del Estado. Todos saben de igual modo que el reino de la
distribucién fue el auténtico primer pais del socialismo, y primero los soriadores
con sus utopfas, después los reformistas con su realismo, es decir, los «amados
dirigentes» que por desgracia han tocado al movimiento obrero, han visto en
ese momento la realizacién de las armonfas sociales y el fin de la lucha entre las
clases y la paz eterna entre los hombres, después de que haya sido asegurado un
beneficio justo para los capitalistas, un salario justo para los obreros, un Estado
justo para los ciudadanos y un sueldo justo para los funcionarios. También aqui
la relacién de fuerza es desfavorable a la clase obrera. Cuando se trata de distri-
buir lo que se ha producido, la potestad de la distribucién se halla ya en las
manos de quien ha ejercido el poder de mando sobre la producci6n. Y hemos
visto que el poder de mando sobre la produccién no existe fuera del capital. La
propia dictadura general del capital, su poder politico concentrado en la màqui-
na del Estado no es otra cosa que la extensiem a la sociedad del poder de mando
capitalista sobre la producciem de capital. Cuanto ms se adueria la relacién especf-
fica de la produccién capitalista de la relacién social general, ms completo es
el poder despético del capital sobre la sociedad. Responder en el nivel de la dis-
tribucién a este poder es el error ridiculo tfpico de las utopias reformistas: éstas
desean el capital sin capitalismo. La dura realidad es que, tras la produccién, se
acumula una cantidad enorme de poder de mando dictatorial entre las manos
del patr6n: no sôlo el dinero, los medios de trabajo, las condiciones de la pro-
duccién, sino la propia situacién de todas las demis condiciones de produccién,
la mercancia fuerza de trabajo, que es aut6noma por si misma al inicio, ahora se
ha convertido en parte interna, (micamente en momento variable del capital. Y
no se trata de capital en si, sino de capital desplegado en su totalidad, que desde
el intercambio con la fuerza de trabajo, pasando por la produccién del plusvalor,
hasta la distribucién de la renta y hasta llegar, si queréis, al consumo del pro-
ducto, domina en el proceso a través de formas exclusivas, la totalidad de las cua-
les, a su vez, se resumen, no en los poderes mediadores de las formas especfficas
de gobierno sino en la continuidad ilnica de esa màquina tan unilate-
ralmente opresora que es el poder politico estatal. Colocad frente a esta poten-
cia victoriosa del capital toda la serie de derrotas de la clase obrera, abandona-
da regularmente por los partidos histéricos que nacieron en su nombre, y
tendréis la situacién de hoy en dia. Desde el punto de vista de estos partidos se
llega a la conclusi6n de que ya no existe ni siquiera la clase obrera; desde el
punto de vista de la clase obrera se llega a la conclusi6n de que ya no existen sus
propios partidos. El partido considera fracasado el punto de vista obrero, los
214
obreros consideran fracasado el punto de vista del partido. Sin embargo, el pro-
ceso revolucionario no es posible sin la clase y el partido juntos. Este es hoy en
dia nuestro: hic Rhodus, hic salta!
Preguntémonos: id6nde, en que punto, en que momento, los obreros, por
mismos, son mas fuertes que el capitalista? iPodemos establecer, como ley gene-
ral, un lugar y un momento en el que la clase obrera es mas fuerte que el capi-
tal? Podemos hacerlo s6lo si. encontramos el lugar y el momento donde la rela-
ci6n de fuerza entre las dos clases esté a favor de los obreros. Pero, iesto puede
existir realmente en una sociedad capitalista y bajo el poder de mando exclusi-
vo del capital que subordina todo a si mismo? Esto no s6lo puede, sino que debe
de hecho existir. La existencia del capital va unida a la existencia de este hecho.
La producci6n de capital se inicia con la clase obrera en un lado y el capitalista
en el lado opuesto. Si las fuerzas de trabajo individuales no se asocian en un pri-
mer momento por la fuerza bajo un poder (illico, no pueden hacer valer, a esca-
la social, el caracter particular de la mercancfa fuerza de trabajo en general; dis-
persas no pueden hacer concreto el trabajo abstracto, no pueden, por b tanto,
realizar el valor de uso de la fuerza de trabajo, en cuyo consumo efectivo se halla
el secreto del proceso de valorizaci6n del valor, como proceso de producci6n del
plusvalor y, por consiguiente, del capital. Los obreros son comprados en el mer-
cado como fuerza de trabajo individual, pero deben funcionar en el proceso pro-
ductivo como fuerza de trabajo social. Si bien es cierto que la relaciôn de com-
praventa es una relaci6n social, se trata de una relaci6n social que se presenta
en la figura de dos poseedores individuales de mercancfa, que carecen de cual-
quier otra caracterfstica especifica. No es esta relaci6n social genérica la que
caracteriza el acto de compraventa de la fuerza de trabajo, sino, por el contra-
rio, el rasgo particularfsimo de ser ya una relaciân de clase: una caracterfstica
tan determinada que, por primera vez, tiene lugar dentro de una relaci6n social.
El paso a la producci6n, a la producci6n capitalista evidentemente, seriala un
forzado proceso de socializaci6n de la relaci6n de clase. Después de este cambio
s6lo habra lugar para una relaciOn social de clase, en cualquier momento del ciclo
global de desarrollo del capital, desde la circulaci6n inicial a la distribuci6n final.
Después de esta transformaci6n, el mismo intercambio de compraventa de la
fuerza de trabajo no tendra como protagonistas a las figuras individuales de los
dos poseedores de mercancfa aislados en el mercado, sino a dos grandes agrega-
dos sociales, cada uno con su relativa organizacién institucionalizada para la
contrataci6n colectiva. Sobre esta base, el capital —como relaciôn de producciôn
y, por b tanto, relaci6n de clase— experimenta, en su espiral de desarrollo, un pro-
ceso indefinido de socializaci6n. Cada vez que se pasa por un momento de agudo
enfrentamiento entre las dos clases, cada vez que la relaci6n de clase emerge
como resorte impulsor de todo el proceso, se produce como consecuencia un
215
salto en la socializaci6n. Y ésta reproduce a su vez, de forma enormemente
ampliada, la misma relaci6n de clase. La caracteristica hist6rica que define a la
mercancia fuerza de trabajo es una capacidad de valorizaci6n mayor que el valor
que ella misma posee. Esto es al mismo tiempo su potencia y su desgracia: su
potencia porque la valorizacién del valor està en manos de la fuerza de trabajo
y lo est, por b tanto, la producci6n de capital; su desgracia porque el valor de
la fuerza de trabajo, y por b tanto la propia vida del obrero, se halla en las manos
del capital. De ahi la dolorosa contradiccién: los obreros como clase se presentan
como la mayor y màs agresiva fuerza politica que jamàs se haya dado en la socie-
dad h«umana; camp individuos singulares se identifican, sin embargo, con la figura
extrema, primero, de la miseria, después, de la subordinacién, y siempre, de la
explotaci6n. Precisamente por esta raz6n aquellos que consideran a la clase
como una suma de individuos no han entendido nunca nada sobre la clase obre-
ra. Pero icul es, en relaci6n a todo esto, o en oposici6n a todo esto, la carac-
terfstica histôrica propia del capital? Nosotros decimos precisamente: una capa-
cidad de socializaci6n mayor que la relaci6n social que él mismo posee. Si ya el
capital en si, dividido por la fuerza de trabajo, es una relaci6n social, dado que
se halla situado frente a la fuerza de trabajo, entonces el acto que introduce a
ésta en el proceso de produccién y el proceso de producci6n que la incorpora en
el capital ponen en manos del capital una fuerza dinâmica de socializaci6n, que
va mucho ms allà del nivel estStico de la relaci6n social general. A partir de
este momento, el grado de socializacién alcanzado por el proceso de la relaci6n
Capitalista de produccién sers siempre mayor que el alcanzado en el interior de
la relaci6n social general. Y, aunque la tendencia sea que estas dos relaciones Ile-
guen a coincidir, hay que pensar que esto no se producira jamas. Siempre habrà
un desajuste entre el capital como relaciôn de produccién y el capital como socie-
dad capitalista. La socializaciem de la producci6n irâ siempre por delante de la
organizaci6n de la sociedad. El margen hist6rico entre estos dos momentos es
una formidable forma de dominio politico que el capital ha experimentado per-
fectamente a su favor. Pero éste no es el elemento de la contradicciôn positiva;
si lo es aquel que considera la fuerza de trabajo social como mediaci6n en la
socializaci6n del capital. El capital no sostiene por sf mismo, no sabe sostener
directamente su capacidad de socializaci6n, sino que la hace sostener, debe hacer
que la sostenga, la fuerza de trabajo. Es cierto que ésta, por si sola, no podria
emprender esta labor, que ùnicamente la fuerza de trabajo, cuando es socializa-
da por el capital, puede provocar todos los procesos de socializaciôn capitalista,
y, sin embargo, esto no es suficiente para subordinarla al proceso, aunque si para
situarla en el coraz6n del mismo, como motor pulsante vital, dentro del cual
deben suceder todos y cada uno de los diversos tipos de accién social. Asf, la que
aparecfa como eterna potencia del capital se presenta ahora limitada por la
216
necesidad cotidiana de esta transformaci6n. Una vez ms, lo que se manifiesta al
punto de vista capitalista, se presenta de manera muy diferente desde el punto de
vista obrero. Al igual que la fuerza de trabajo, sujeta a las leyes de movimiento
de la sociedad capitalista, no puede dejar de producir ms de lo que cuesta, asf
el capital, sujeto a las mismas leyes, no puede dejar de situarse continuamente
ms allé de los limites que la propia sociedad impone a sus procesos de sociali-
zaciôn. Pero para sobrepasar estos limites, para romper las resistencias pasivas,
es decir, para situarse realmente màs allà, el capital ya no s6lo necesita de esa
mediaci6n viva, de esa articulaci6n dinàmica, que s6lo la fuerza de trabajo
puede ofrecer y ejercitar en el proceso productivo; ahora necesita algo nuevo,
diferente y ms elevado, necesita que el arma ofensiva de la lucha obrera se diri-
ja amenazadora contra él.
No s6lo en El Capital de Marx, sino en la propia historia del desarrollo capi-
talista, la lucha por la jornada laboral normal precede, impone, provoca un cam-
bio en la forma del plusvalor, «una revoluciôn en el modo de producci6n».
Establecida por ley una duraciôn normal de la jornada laboral, la prolongaci6n
del plustrabajo debe derivar de la reducci6n del tiempo de trabajo necesario, o
lo que es lo mismo, la reducci6n del tiempo de trabajo necesario no debe deri-
var de la prolongacién del plustrabajo. No s6lo debe de disminuir el valor de la
fuerza de trabajo y aumentar la fuerza productiva del trabajo, sino que el valor
de la fuerza de trabajo debe de disminuir mediante el aumento de la fuerza pro-
ductiva del trabajo. Comienza en el proceso del trabajo una serie de cambios
profundos y en cadena; se desarrolla, a través de éstos, la historia «especffica-
mente capitalista» de la producci6n de plusvalor relativo. La lucha obrera ha
impuesto al capital su propio interés, o dicho de otro modo, el capital, median-
te la lucha obrera, se ha impuesto a sf mismo su propio interés. No es un hecho
excepcional en la historia del desarrollo capitalista. En esta ocasi6n es un mode-
l no tanto de lucha como de conclusidn de la lucha, que de diferentes maneras
se repetirà en varias etapas del citado desarrollo. No debemos confundir las for-
mas de lucha con el uso que hace una de las dos partes, la que en un momento
determinado es ms fuerte, de esa lucha. Los obreros, cuando luchan, b hacen
para derrotar al patr6n, no para desarrollar al capital. Si después vencen, y la
derrota presente del capitalista se convierte en victoria futura del capital, esto
no dependerà, en el modelo que examinamos, ni de errores en los movimientos
subjetivos de reivindicaci6n de los obreros, ni de la naturaleza diabélica que
parece asumir en este contexto la iniciativa de su enemigo. Se trata de un meca-
nismo totalmente objetivo, que introduce en la parte variable del capital, en el
capital como trabajo vivo y en la fuerza de trabajo como capital, el dato activo de
todo el proceso, que serà posteriormente llamado el «lado negativo de la antfte-
sis», una inquietud especffica, que no en vano podemos ver, no ya expresàndo-
217
se en el concepto de proletariado, sino coincidir, confundirse, identificarse con
el acontecimiento, con el acto de la lucha obrera. En este sentido, podemos decir
que en la lucha de clases moderna nunca se dan derrotas y victorias decisivas.
Cuando los obreros vencen una batalla parcial, se dan cuenta, después, de
haberlo hecho por cuenta del capital. Cuando los capitalistas llaman a la clase
obrera al enfrentamiento abierto, para derribar sobre el terreno a su movimien-
to polftico, pagan después su éxito momentàneo con los largos perfodos de pasi-
vidad que el trabajo vivo introduce como respuesta en el mecanismo econômi-
co. Las leyes de movimiento de la sociedad capitalista no permiten que una clase
elimine a la otra. Mientras exista el capital, en su interior deberàn existir ambas
clases y deberetn luchar entre si. El punto de vista obrero parte del principio de
que cuando la lucha ha tenido lugar nunca ha sido Una derrota terrible
que haga replegarse al movimiento en un momento determinado, pero b haga
avanzar a continuaciôn con ms fuerza, vale ms que todas las renuncias opor-
iunistas que durante decenios han mantenido inalterada la relacién de fuerzas, en
el inmovilismo, en el reformismo. Y, sin embargo, no podemos olvidar que, para
la clase obrera, el rechazo de la lucha es, puede ser, en casos determinados, una
forma de lucha. Esto ocurre cuando la mediacién obrera del interés capitalista
resulta descubierta y es visible a ojos de todo el mundo, y al mismo tiempo se
presenta totalmente urgente y necesaria para las necesidades inmediatas del
capital, y ademàs no puede ser en ese momento gestionada por los obreros de
forma directa, y debe ser dejada, a la fuerza, en las manos de sus falsos repre-
sentantes. Es en este momento, frente a la demanda capitalista de una iniciativa
obrera, cuando los obreros responden, espontàneamente, en masa, con pasivi-
dad respecto a la lucha, con el rechazo pasivo de la propia lucha obrera. Dentro
de la forma particular de esta respuesta es posible medir la presencia de una con-
tradicciôn de nuevo tipo, un nuevo modo de manifestarse de ese continuo pro-
ceso histôrico de separaciôn entre fuerza de trabajo y capital, que actualmente se
presenta mediado por la separacién entre los obreros y «sus» organizaciones,
entre clase obrera y movimiento obrero. Realmente este discurso no es fàcil dé
aceptar: un gran n(imero de experiencias histôricas b demuestra, pero toda la
tradiciôn de pensamiento del marxismo vulgar, que es la (mica tradiciôn de pen-
samiento que el punto de vista obrero tiene a sus espaldas, b niega ferozmente.
Por b demàs, no podemos partir de la refutaciôn de los diferentes momentos, de
los diversos jalones de esta tradiciôn. No obtendrfamos nada y las necesidades
de la polémica aplastarian la fuerza de choque de las nuevas hipôtesis. Y es sobre
éstas donde conviene comenzar a trabajar, articulando en principio las premisas
teôricas que las generan, y unificando al final las consecuencias pràcticas deri-
vadas de las mismas. Estas consecuencias son decisivas para la elecciôn de aque-
Ilas premisas. Partiendo del mayor dari° posible que pueda causarse al patrôn en
218
un momento determinado, la clase obrera elige la forma de la lucha. A partir de
las armas que la clase obrera puede reunir para combatir al capital, se escogerà,
desde el punto de vista obrero, la forma de la ciencia. Ni las formas de la lucha
ni las de la ciencia estàn dadas de una vez por todas. Es probable que el mate-
rialismo hist6rico, el intento de reconstruir toda la historia de las sociedades
humanas a partir del principio de la lucha de clases, haya sido para Marx un
modo de destruir pràcticamente, en la ciencia, la tesis ideolégica burguesa de
una historia eterna del capital, y un modo alternativo de contraponer a ésta, en
funci6n de la lucha, una historia subalterna de las clases explotadas. La verdad
es que considerar todavfa el materialismo histérico como la forma moderna de
la ciencia obrera significa ponerse a escribir esta ciencia del futuro con la pluma
de oca del escribano medieval. Nosotros pensamos que con cada cambio pro-
fundo que marca un hito en la historia de las luchas obreras, en el punto de vista
obrero surge el problema de cambiar la forma de su propia ciencia. El hecho de
que este cambio no se haya producido después de la ms grande transformacién
pràctica que los obreros han provocado en el mundo contemporàneo, se sitila
en la rafz de todas las dificultades del marxismo de nuestros dfas. Sobre este
asunto serà necesario volver.
9. EL TRABAJO COMO NO - CAPITAL
Marx ha utilizado los términos de Angriffskraft (fuerza de ataque) de la clase
obrera y de Widerstandskraft (fuerza de resistencia) del capital (cfr. Werke, 26,
p. 313). Es necesario volver a poner en circulaci6n estos términos en la lucha de
hoy en dfa, ya que contienen ese giro estratégico que, después de Marx, se ha
intentado poner en pràctica solo una vez y que, después de Lenin, tanto en la
teorfa como en la pràctica, ha sido archivado. Para llegar a demostrar cémo esto
puede funcionar de nuevo en las formas de la lucha es necesario hacer avanzar
el proceso de reconstrucci6n de los movimientos objetivos de las fuerzas que se
hallan en lucha. Por b pronto, hemos obtenido un elemento, que cualquiera
estarfa dispuesto a admitir como cuesti6n de principio, pero que nadie està dis-
puesto a considerar en sus consecuencias: primero, el trabajador libre y pobre y
consecuentemente el proletariado como «partido de la destrucci6n», después la
mercancfa fuerza de trabajo y el obrero aislado como productor en potencia,
finalmente la fuerza social del trabajo productivo en acto y, como consecuencia,
la clase obrera en el proceso de producci6n, son, en cada caso, conceptual e
hist6ricamente (begrifflich und geschichtlich) el verdadero y propio elemento dinét-
mico del capital, la causa primera del desarrollo capitalista. En este sentido,
Arbeitskraft no es solamente un objeto-mercancfa que pasa de las manos de los
219
obreros a las del capital; es una fuerza activa que cuanto ms avanza el desarro-
llo, pasa de la clase obrera a la clase de los capitalistas. El elogio que hace Marx
de la poderosa e incesante actividad de la burguesfa debe desplazarse correcta-
mente a la amenaza proletaria que la sigue; la carga del permanente dinamismo
inquieto que parece impulsar al capital en todos los momentos de su historia, es
en realidad el empuje agresivo de los movimientos de clase que presionan en su
interior. La figura schumpeteriana del empresario, con su iniciativa innovadora,
nos gusta verla radicalmente transformada en la permanente iniciativa de lucha
de las grandes masas obreras. A través de este cambio, Arbeitskraft puede llegar
a ser, debe llegar a ser, Angriffskraft. Es la transformacién, esta vez politica, de la
fuerza de trabajo en clase obrera.
Marx muestra la màxima conciencia sobre este problema en los Grundrisse.
Quizà por una simple razén formal: Marx no est à obligado ni a una férrea dis-
posicién légica de los argumentos, ni a un cuidado lingüfstico particular en su
exposicién, ya que se halla en una fase de trabajo propiamente personal, en
absoluto constreriida por las exigencias de su publicacién inmediata, b cual le
permite avanzar de manera ms ràpida er . sus descubrimientos fundamentales y
descubrir cada vez ms cosas nuevas, muchas màs de las que aparecen en las
obras ya acabadas, comenzando por la ContibuciOn a la critica de la economia poli-
tica y por el libro I de El Capital. Por consiguiente, podemos decir que, polftica-
mente, los Grundisse —este monélogo interior que Marx realiza con su tiempo
y consigo mismo— resulta un libro ms avanzado que los otros dos, un texto que
conduce de manera ms directa, a través de inesperadas pàginas pràcticas, a
conclusiones polfticas de nuevo tipo. Observemos, por ejemplo, cérno antes de
llegar al concepto de trabajo vivo y, por lo tanto, antes de acometer la relacién
originaria de intercambio entre capital y trabajo, Marx se sitüa frente al proble-
ma: was ist unter«Gesellschaft» zu verstehen [iQué debemos entender por «socie-
dad»?]. «No hay nada mis falso que el modo en que tanto los economistas como
los socialistas consideran la sociedad en relacién a las condiciones econômicas.»
Asf, Proudhon no ve diferencia entre capital y producto, para la sociedad. Sin
embargo, la diferencia entre capital y producto, ino se halla en el hecho de que,
como capital, el producto refleja una relacién determinada, correspondiente a
una forma histérica de sociedad?
La llamada observaci6n desde el punto de vista de la sociedad no quiere decir ms que
pasar por alto las diferencias, que expresan precisamente la relaci6n social (relaciôn de
la sociedad burguesa). La sociedad no consiste en individuos, sino que expresa la suma
de relaciones en las que estos individuos estàn el uno con respecto al otro 239.
239 Karl MARX, Lineas fundamentales de la critica de la economia politica, OME-21, cit.,
p. 205.
220
Esta definici6n de la sociedad es importante precisamente por la definicién
de la sustancia social, comùn a todas las mercancfas que aparecen como si fue-
ran individuos particulares. Sustancia comùn ya no puede seguir siendo su con-
tenido material particular, su determinacién ffsica individual; debe ser su forma,
precisamente social, el ser producto de una relaci6n social. Pero de esta forma,
en cuanto valor, en cuanto cantidad de trabajo determinada, «Unicamente se
puede hablar... cuando se busca algo contrapuesto al capital» 240. La sustancia
comiln de todas las mercancfas est à constituida por el hecho de que todas ellas
son socialmente trabajo objetivado. Entonces
[...] lo1.nico diferente del trabajo objetivado es el trabajo no objetivado, pero que esté en
proceso de objetivaci6n, el trabajo como subjetividad. 0 también el trabajo objetivado, esdecir, el trabajo espacialmente exis tente puede ser en cuanto trabajo pasado (vergangne)
contrapuesto al trabajo temporalmente existente. En la medida en que el trabajo debe estar
presente como trabajo temporal, como trabajo vivo, s6lo puede estar presente como suje-to vivo (lebendiges Subjekt), en el cual el trabajo existe como capacidad, como posibilidad:
es decir, como obrero (ais Arbeiter)241 .
Ya hemos visto c6mo en el Urtext de la ContribuckM a la critica de la economia
politica, del mismo perfodo que los Grundisse, afirmarà ailn de forma ms sinté-
tica: «La (mica antftesis que se opone al trabajo objetivado (vergegenstândlichte)
es el no objetivado (ungegenstândliche); en antftesis con el trabajo objetivado
(objektivierten), el trabajo subjetivo (subjektive)» 242.
Trabajo subjetivo contrapuesto a trabajo objetivado, trabajo vivo contra-
puesto a trabajo muerto, estamos hablando del trabajo contrapuesto al capital:
el trabajo como no-capital (die Arbeit ais das Nicht-Kapital). Dos son sus carac-
terfsticas fundamentales y ambas caracterizan el trabajo como algo que no es
una cosa, un Nicht colocado en el coraz6n de una red de relaciones sociales posi-
tivas, que posee al mismo tiempo tanto la posibilidad de su desarrollo como de
su propia destrucci6n. Grundisse:
El trabajo puesto coma el no-capital en cuanto tal, es: 1) trabajo no objetivado, concebido
negativamente (y sin embargo, objetivo; la no-objetivo mismo en forma objetiva). En
cuanto tal, el trabajo es no-materia prima, no-instrumento de trabajo, no-producto en
bruto: es trabajo separado de todos los instrumentos de trabajo y objetos de trabajo, sepa-
rado de su total objetividad. Es el trabajo vivo que existe como abstracciôn de estos
momentos de su existencia real (e igualmente como no-valor); esta completa desnudez
vacfa de toda objetividad, pura existencia subjetiva del trabajo. El trabajo cornu la pobre-za absoluta. La pobreza, no coma privaci6n, sino como exclusi6n total (absolute Armut)
240 Ibid., p. 213, nota.
241 Ibid., p. 213.
242 Karl MARX, Contribuci6n a la critica de la economia pol(tica, cit., p. 274.
221
de la riqueza objetiva. 0 también, en cuanto que es el no-valor existente, y, por b tanto,
es un puro valor de uso objetivo, que existe sin mediaci6n, esta objetividad sélo puede
set una objetividad no separada de la persona; s6lo puede ser una objetividad que coin-
cide con su inmediata corporeidad. En la medida en que la objetividad es puramente
inmediata, ella es de forma igualmente inmediata no-objetividad. En otras palabras: no
es una objetividad que cae fuera de la existencia inmediata del individuo. 2) Trabajo no-
objetivado, no-valor (Nitcht-Wert), concebido positivamente, o negatividad que se refiera a si
misma; en tal sentido el trabajo es lo no-objetivado, y por lo tanto, b no-objetivo, es
decir, la existencia subjetiva del trabajo mismo. El trabajo no como objeto, sino como
actividad; no como valor en si mismo, sino como la fuente viva del valor. La riqueza gene-
ral existe en el capital en forma objetiva, como realidad, y frente a él el trabajo se mani-
fiesta como la riqueza en citant° posibilidad general (allgemeine Méiglichkeit), que se acre-
dita como tal en la acci6n243.
No es en absoluto contradictorio, continùa Marx, que el trabajo sea «por una
parte, la pobreza absoluta en cuanto objeto, y por otra, la posibilidad general de la
riqueza en cuanto sujeto» 244. 0 mejor dicho, es totalmente contradictorio, pero
por el hecho de que el propio trabajo es una contradiccién del capital. Y pre-
viamente incluso, una contradicci6n en sf misma. Trabajo abstracto que tiene
un valor de uso. 0 mejor: trabajo puro y simple (schlechthin) que no es otra cosa
que el valor de uso puro y simple que se contrapone al capital. Es decir, el tra-
bajo como obrero: «[...] absolutamente indiferente a su determinacién particu-
lar», sin embargo, «[...] capaz de cualquier determinaci6n» 245. El interés del
obrero se centra siempre en el trabajo en general, jamàs en su caràcter determi-
nado. Este caràcter determinado es valor de uso sélo para el capital.
Precisamente por esto, ya que el trabajo s6lo es trabajo en oposici6n al capital,
el obrero s6lo es obrero en oposiciôn al capitalista.
Esta relaci6n econ6mica —el caràcter del que son soportes el capitalista y el obrerb como
los extremos de una relacién de producci6n— se desarrolla de forma tanto màs pura y ade-
cuada cuanto màs pierde el trabajo todo caràcter artesanal (Kunstcharakter); su destreza
particular se convierte cada vez mus en algo abstracto, indiferente, y ella misma se con-
vierte màs y màs en una actividad puramente abstracta, puramente mecànica, pot lo tanto,
indiferente a su forma particular; actividad puramente formai (formelle), o, lo que es lo
mismo, puramente material (stoffliche), actividad en general indiferente a su forma 246.
Arbeitsprozess in das Kapital aufgenommen [El proceso de trabajo incluido en
el capital]: «Mediante el cambio con el obrero el capital se ha apropiado del tra-
243 Karl MARX, Lineas fundamentales de la critica de la economia politica, OME-21, cit.,
rip. 235-236.
244 Ibid., p. 236.
245 Ibid.
246 ibid., p. 237 .
222
que «[...] el capital mismo deviene proceso».
de esta distinciôn (Unterscheidung) y de su superaciein (Aufhebung): la vfa por la
tancia a partir de la forma en que consiste también como trabajo. Es el proceso
como acto». El trabajo vivo es, en realidad, esta diferencia cualitativa de la sus-
va, como capital, con el trabajo vivo, con «el trabajo que existe como proceso y
pasiva, como dinero, con el trabajo objetivado; debe instaurar una relaci6n acti-
mente existente y, por b tanto, muerta (nur daseiende und daher tote)»247
Llegado a este punto el capital no puede continuar identificàndose de forma
como vital idad fructificadora (befruchtende Lebendigkeit) de su objetividad mera-
bajo mismo; éste se ha convertido en uno de sus momentos, que ahora acttla
El trabajo es el fermento que es arrojado al capital, que lo hace fermentar (zter Giirung).
Por una parte, la objetividad en que consiste el capital tiene que ser elaborada, es decir,
consumida por el trabajo, y por otra, la mera subjetividad del trabajo como pura forma
tiene que ser negada (aufgehoben) y objetivada en la materia (Material) del capital. La
relaci6n del capital, segtim su contenido, con el trabajo, la relaci6n del trabajo objetiva-
do con el trabajo vivo --en esta relaci6n, en la que el capital se presenta pasivamente fren-
te al trabajo, es su existencia pasiva (sein passives Dasein), en cuanto existencia particu-
lar, la que entra en relaci6n con el trabajo en cuanto actividad conformadora— s6lo puede
set en general la relaci6n del trabajo con su objetividad, con su materia (Stoff)..., y en
relaci6n con el trabajo como actividad, la materia, el trabajo objetivado, sélo tiene dos
relaciones, la de materia prima, es decir, la de materia informe, la de simple material para
la actividad conformadora del trabajo con una finalidad, y la de instrumento de trabajo,
la de instrumento objetivado, mediante el cual la actividad subjetiva introduce entre ella
y el objet°, otro objeto que hace de conductor (Leiter) >> 248.
Produktionsprozess ais Inhalt des Kapitals [El proceso de producci6n como con-
tenido del capital]:
En el primer acto, en el cambio entre capital y trabajo, el trabajo en cuanto ta!, como
trabajo que existe para si, se presenta necesariamente como obrero. Lo mismo ocurre
en el segundo proceso: el capital en general es puesto como valor para si mismo,
como valor egoista (selbstischer), pot asi decirlo (mientras que en el dinero s6lo era la
tendencia a convertirse en un valor de esta clase). Pero este capital que existe para
sf mismo es el capitalista. Los socialistas dicen que nosotros necesitamos capital, pero
no capitalistas. Entonces el capital se presenta como una mera cosa, no como una
relaci6n de producci6n, que reflejada en sf misma es precisamente el capitalista. Yo
puedo perfectamente separar el capital de este capitalista individual, y este capital
puede pasar a las manos de otro. Pero en la medida en que el capitalista pierde el
capital, pierde la cualidad de ser capitalista. El capital es, pot lo tanto, separable del
capitalista individual, pero no del capitalista, que en cuanto tal se enfrenta al obrero.
247 Ibid., p. 238.
248 Ibid.
223
También el trabajador puede dejar de ser el ser-para-si (das Fürsichsein) del trabajo; el tra-
bajador puede heredar dinero, puede robarlo, etc. Pero entonces deja de ser obrero. En
cuanto trabajador él es el trabajo que existe para si mismo 249.
Mediante la incorporacién del trabajo al capital, el capital se convierte en
proceso de produccién; pero ante todo es un proceso de produccién material;
proceso de produccién en general, de forma tal que el proceso de produccién del
capital no es diferente del proceso de produccién material en general. Su deter-
minacién se extingue por completo. Por el hecho de que el capital ha cambiado
tina parte de su ser (Sein) objetivo por trabajo, su existencia (Dasein) objetiva
misma se escinde (dirimiert in sich) internamente en objeto y en trabajo; la rela-
cién de ambos constituye el proceso de produccién, o dicho con ms precisiôn,
el proceso de trabajo. Con esto el proceso de trabajo colocado como punto de partida
previo al valor —y que por su abstraccién, por su pura materialidad, es comùn a
todas las formas de producci6n— se presenta de nuevo dentro del capital como
un proceso, que tiene lugar dentro de su materia, que constituye su conteni-
do"°.
Surplusarbeitszeit [Tiempo de trabajo excedente]:
Si un dia de trabajo fuera necesario para conservar con vida al obrero durante un dia
de trabajo, no existiria el capital, ya que el dia de trabajo se cambiarfa por su propio
producto, es decir, el capital como capital no podria valorizarse y, por b tanto, no
podrfa conservarse. La autoconservacién del capital es su autovalorizaci6n. Si el capi-
tal tuviera que trabajar para vivir, entonces él se conservarfa, no como capital, sino
como trabajo251 .
[Pero] «si el obrero necesita sélo medio dia de trabajo para vivir un dia com-
pleto, entonces él necesita trabajar sOlo medio dia para prologar su existencia
como obrero. La segunda mitad del dia es trabajo coactivo (Zwangsarbeit); es
trabajo excedente. Lo que desde el punto de vista del capitalista se presenta
(erscheint) como plusvalor, se presenta exactamente (erscheint exackt) desde el
punto de vista del obrero como trabajo excedente por encima de su necesidad
como obrero, es decir, por encima de su necesidad inmediata para la conserva-
cién de su organismo»252. En este sentido, una determinacién histérica com-
pleta del capital presupone: 1) necesidades tan desarrolladas que el plustraba-
249 Ibid., pp. 243-244; Karl MARX, Lineamenti fondamentali della critica dell'economia politi-
ca, 1857-1858, (2 vols.), Florencia, La Nuova Italia Editrice, 1968, 1970, pp. 210-212.
250 Ibid., p. 244.
251 Ibid., p. 264.
252 Ibid., p. 265.
224
jo ms allà del trabajo necesario se convierte en sf mismo en una necesidad
general; 2) una laboriosidad general que, a través de la disciplina rigurosa del
capital, se desarrolla como posesi6n general; 3) un desarrollo tan maduro de las
fuerzas productivas del trabajo que la posesi6n y la conservaci6n de la riqueza
general:
[...] requieren por una parte un tiempo de trabajo menor para la sociedad, y por otra la
sociedad trabajadora (arbeitende Gesellschaft) se enfrenta cientificamente con el proceso
de su reproducci6n progresiya, de su reproducci6n constantemente mas rica, es decir, que
deja de existir el trabajo, en el que el hombre hace lo que las cosas pueden hacer por é1
253.
Pero en cuanto aspiraci6n sin pausa (rastlose Streben) por la forma general de la riqueza,
el capital constririe al trabajo por encima de los limites de su necesidad natural, y de esta
forma crea los elementos materiales para el desarrollo de una indiyidualidad rica, que es
igualmente uniyersal (allseitig) tanto en sus aspiraciones de producci6n como de consul-
mo, y cuyo trabajo no se presenta consiguientemente como trabajo, sino como desarro-
llo total de la actividad misma, en la cual la necesidad natural ha desaparecido en su
forma inmediata, porque la necesidad natural ha sido sustituida por una necesidad pro-
ducida hist6ricamente (geschichtlich erzeugtes). El capital, por b tanto, es productivo; esdecir,
es una relacii5n esencial para el desarrollo de las fuerzas productivas sociales.
&610 deja
de ser una tal relaci6n esencial allf donde el desarrollo de estas mismas fuerzas producti-
vas encuentran un obstriculo en el capital mismo 254.
Este es el nuevo camino que Marx propone en este momento. Punto de par-
tida: el trabajo como no-capital, como sujeto vivo del obrero contra la objetivi-
dad muerta de todas las demis condiciones de producci6n; el trabajo como fer-
mento vital del capital: otra determinaci6n activa que se ai -jade a la actividad
del trabajo productivo. Punto de llegada: el capital se convierte en algo produc-
tivo, relaci6n esencial para el desarrollo del trabajo como fuerza productiva
social y, por b tanto, relaci6n esencial para el desarrollo de la clase obrera: una
nueva funci6n del capital que ahora b obliga a servir al obrero. En medio de este
camino, entre los dos puntos: el trabajo como no-valor y, precisamente por esto,
fuente viva del valor; miseria absoluta y, por ello, posibilidad general de la rique-
za; de nuevo plustrabajo y, precisamente por ello, plusvalor: la figura moderna
del obrero colectivo que es capaz de producir capital en cuanto clase antagonis-
ta que lo combate.
Este es el aspecto decisivo que ahora es necesario abordai-. El proceso pro-
ductivo, el acto de la producci6n de capital es simultàneamente el moment° de
la lucha obrera contra el capital: momento especffico al cual todos los demàs
253 Ibid., p. 266.
254 Ibid.
225
niveles genéricos de la lucha estàn obligados a tomar como referencia, si quie-
ren llegar a ser ellos mismos productivos. En el acto de la producci6n, la rela-
ciôn de fuerza entre las dos clases es favorable a la clase obrera. Preguntémonos
por qué. Anteriormente hemos visto que es una necesidad del capital que la
fuerza de trabajo se introduzca en la relaci6n de produccién capitalista, no ya sPlo
como fuerza productiva social objetivada en el capital, sino como sujeto vivo y
activo del obrero, de esta forma asociado y objetivado. En el acto de la compra-
venta, en el mercado, la fuerza de trabajo se presenta con dos caracterfsticas
fundamentales: como sustancia contrapuesta al capital y como algo formalmen-
te aut6nomo de éste. Su autonomfa, el documento de sus derechos donde està
escrita en caracteres g6ticos la palabra libertad, reside en el hecho de estar a(in
fuera de la relaci6n de produccién capitalista. El momento del intercambio no
es el reino de la libertad seilo porque comprador y vendedor negocian como indi-
viduos libres, sino porque capital y trabajo aparecen, al menos formalmente, el
uno libre frente al otro. Esta es la libertad que deben perder si quieren vivir. A
partir de esta premisa, Marx ve en el paso a la producci6n la disoluci6n del capi-
tal como «relaci6n formal». Lo que aquf desaparece, en realidad, es precisa-
mente la forma de la autonomia recfproca entre los momentos de la relaci6n y
lo que permanece es la relaci6n misma en su sustancia, en su realidad cruda e
inmediata, sin la mediaci6n de una expresi6n formai, o como nosotros decimos,
sin ideologia. Sin embargo, la sustancia de la relaci6n se halla dada desde el prin-
cipio por la contraposicién antitética entre trabajo en potencia y capital en si,
las simples figuras del trabajo y del capital, del obrero y del capitalista. El con-
tenido de la relaci6n capitalista es en todo momento la relacién de clase. Y la
relaci6n de clase considera la iniciativa de la lucha por parte de la clase obrera
como el punto de partida del proceso, el motor permanente de éste, la negacién
absolu ta del capital en cuanto tal y al mismo tiempo la articulaci6n dinàmica del
interés capitalista. En el paso a la producci6n, este contenido de clase del capi-
tal como «relaci6n sustancial» no s6lo se conserva en sustancia, no sôlo es libe-
rado de la forma, sino que es, debe ser, de hecho, socializado y objetivado. Debe
ser socializado en el sentido de que las fuerzas de trabajo individuales deben con-
vertirse en fuerza productiva social, o fuerza social del trabajo productivo. Debe
ser objetivado en el sentido de que esta fuerza social del trabajo productivo debe
convertirse en fuerza productiva social del capital. Estos dos procesos —la socia-
lizaci6n de la fuerza de trabajo y su objetivaciôn en el capital— se hallan cons-
trefiidos por una ûnica necesidad: despedazar la autonomfa de la fuerza de tra-
bajo sin destruir su caràcter antagonista. La existencia del capital, su
nacimiento, su desarrollo, estàn unidos todos ellos a la presencia de este anta-
gonismo. El capital no s6lo no puede existir sin fuerza de trabajo, sino que tam-
poco puede existir sin socializaci6n de la fuerza de trabajo; no s6lo no puede
226
hacer nada sin la clase obrera, sino que tampoco puede hacer nada sin introdu-
cir a la propia clase obrera dentro del capital, como su propia parte viva. El pro-
ceso de socializaciôn capitalista puede avanzar mucho, tiene posibilidades de
desarrollo que parecen ilimitadas, salta de la relaci6n de produccién hacia atràs,
a la relaci6n de intercambio, y hacia delante, a las relaciones de la distribuciem,
sobresatura la relaci6n social general y la eleva continuamente un grado, un
nivel, un momento. Sin embargo, hay un limite que no puede superar: el pro-
ceso de socializaci6n general no puede llegar a liquidar a los obreros como
clase particular, no puede, no debe, diluir, disolver, desarticular a la clase obre-
ra en la sociedad; puede y debe socializar cada vez ms, tal y como sucede, la
relacién de clase y, por consiguiente, a los obreros como clase antagonista en su
interior; desde la perspectiva capitalista, esta es la via del control social de los
movimientos de la clase obrera; desde el punto de vista obrero, es la perspec-
tiva de un crecimiento polftico ilimitado frente al limite infranqueable que el
capital se pone a si mismo. Asf, el proceso de objetivaci6n de toda relacién
social dentro del capital lleva consigo una carga histôrica que acumula, a
medida que avanza, una fuerza irresistible: del fetichismo de la mercancfa al
fetichismo del capital, a través de toda una época de violencia positiva, la
reducci6n a cosa muerta de todo aquello que es socialmente vivo parece pràc-
ticamente verificada. Sin embargo, también aquf una barrera insuperable
impide el cumplimiento de la obra: el proceso de objetivaci6n total no puede
llegar a liquidar la vida individual del trabajo como sujeto activo, no puede y
no debe reducir a pasiva objetividad muerta el mismo ferment° vital que de
forma productiva pone todo en actividad; cuanto ms crece y avanza la obje-
tivacién en el capital de todo lo que es social, ms debe avanzar y crecer den-
tro de éste la actividad, la iniciativa, el interés «empresarial» de la clase obre-
ra; desde el punto de vista del capital ésta es la condici6n para un desarrollo
econ6mico racional del sistema, desde el punto de vista de la clase obrera es
la ocasi6n para subordinar polfticamente a si misma los movimientos del capi-
tal. El contenido de clase inicial se halla cada vez ms presente y es cada vez
ms determinante en la relaci6n de producci6n capitalista, y se presenta como
sustancia vivificante dada su inmanente contradicci6n, precisamente porque
constituye un esfuerzo continuo de la clase obrera en el uso polftico subjetivo
de un mecanismo econ6mico objetivo. Los procesos de socializaci6n y objeti-
vaci6n exasperan estas posibilidades de uso alternativo, que por lo demis se
hallan implicitas en todo proceso de la producci6n capitalista. El punto de
vista pràctico del capital no tiene otra elecci6n que dirigir estos procesos for-
zando a la clase obrera a moverlos. El punto de vista pràctico obrero puede optar
por moverlos rechazando la direcci6n del capital. Se halla, por lo tanto, en una
posici6n de potencial ventaja. Basta con que esta elecci6n obrera no se aban-
227
done a la espontaneidad, basta con que encuentre el camino para expresarse en
una potente organizacién subjetiva, y la relacién de fuerzas se invertir., la fuer-
za de ataque de los obreros colocarà en una situaci6n de resistencia la defensa
de los capitalistas. En la fàbrica, en la producci6n, cuando los obreros funcionan
para el capitalista como las màquinas para el capital, y cuentan ademàs con la
posible eleccién de no querer funcionar; cuando el trabajo est à dentro del capi-
tal y contra éste al mismo tiempo, entonces el patrén colectivo es tremenda-
mente débil, ya que ha dejado por un momento en las manos de sus enemigos
las armas con las que combatia a las fuerzas productivas del trabajo, socializadas
y objetivadas en la clase obrera. Si la actividad del trabajo cesa, cesa la vida del
capital. Una fàbrica parada es ya trabajo muerto, capital en reposo que no pro-
duce ni se reproduce. La huelga no es por casualidad una forma de lucha obre-
ra permanente y de este modo su forma primitiva que se desarrolla, pero nunca
se rechaza. Y esta constataci6n elemental sin duda tiene la fuerza propia de las
cosas sencillas: la huelga como cese de la actividad por parte del trabajo vivo, su
reducci6n a trabajo muerto, su rechazo a ser trabajo; la huelga, por b tanto,
como fin de la diferenciaciôn, la separaci6n, la contraposiciôn entre trabajo y
capital: la amenaza màs terrible que puede ser introducida en la vida misma de
la sociedad capitalista. El rechazo de la actividad por parte del trabajo se iden-
tifica con la recuperaci6n de esa autonomfa propia que el proceso de produccién
debe eliminar. Y esta es la otra cosa que el capital no puede soportar. Este debe
mantener el trabajo como algo distinto y contrapuesto a si mismo como poten-
cia econ6mica, pero debe subordinarlo simultàneamente, bajo su poder de
mando, como potencia polftica. El capital debe, por b tanto, contraponerse a la
fuerza de trabajo sin dejar que la clase obrera sea autônoma; debe concebir a la
propia fuerza de trabajo como clase obrera, dentro de la relacién de produccién
capitalista; debe, por b tanto, conservar, reproducir, extender la relaci6n de
clase, ûnicamente controlcindola. Es este el hilo conductor de la historia moder-
na del capital. Cortar en un punto el hilo de este control es la estrategia actual
de la revoluci6n proletaria. Una autonomfa politica separada de los movimientos
de clase de las dos partes es todavfa el punto de partida que hay que imponer a
la lucha: a partir de aqui, una vez màs, plantear todos los problemas de organi-
zaci6n de la clase obrera. El esfuerzo del capital se centra en recluir deutro de la
relaci6n econ6mica el momento del antagonismo, incorporando en la relaciôn
capitalista la relacién de clase como su propio objeto social. El esfuerzo por parte
de la clase obrera, por el contrario, debe tender continuamente a romper la
forma econ6mica del antagonismo; debe tener como objetivo cotidiano la resti-
tuci6n del contenido polftico a cada oportunidad elemental de enfrentamiento;
debe, por b tanto, hacer que la relacién capitalista funcione subjetivamente en la
relacién de clase, concebir entonces el capital como relaciôn de producci6n,
228
tas desde el campo opuesto, bajo las cuales ha permanecido sepultado duran-
te decenios el Punto de vista obrero. Sélo las nuevas fuerzas que produciràn
esta experiencia pràctica y que luego seràn reproducidas por ella podràn
encontrarse en grado de conducir hasta el final la obra de reconstruccién teô-
rica, el trabajo de configuraciôn cientifica. No podemos creer que sea posible
lo contrario. Revelar ûnicamente el nuevo curso posible de la lucha no cam-
bia las condiciones reales en las que la lucha se desarrolla. Pero cambiando
realmente estas condiciones, seen el nuevo punto de vista, su victoria deci-
siva se impondrà también en el futuro. De nuevo vemos que aqui hemos de
pasar por una puerta estrecha. Cada vez que el punto de vista obrero avanza,
ha de demostrar con el ejemplo de la pràctica lo que propone en la teoria; se
halla, por naturaleza, en el deber de hacer preceder la politica a la ciencia. Y
éste es el motivo por el que la ciencia obrera no aparecerà jamàs ante los ojos
del «cientifico» de una forma internamente acabada. El punto de vista obre-
ro, como ciencia, es ya una contradiccién en si. Para no serlo, no debe ser ûni-
camente ciencia, posesiôn cognoscitiva y previsora de los fenômenos; debe ser
revolucién, proceso en marcha de transformacién radical de los hechos.
Después de un siglo no es extratio que el economista siga encontrando erro-
res econômicos, el historiador errores histôricos, el politico errores politicos,
etc., en la lectura de Marx. No resulta extraho y es del todo normal, ya que
desde el punto de vista del economista, del historiador, del politico tradicio-
nal, se trata de errores auténticos. Ninguno de ellos se pregunta, sin embargo,
si tienen derecho a juzgar a Marx desde su punto de vista, desde el punto de
vista de sus disciplinas. Si la obra de Marx es reducida a un fenômeno de his-
toria de las doctrinas, entonces podemos ser marxistas o no marxistas, de mane-
ra ms o menos refinada, cula uno con su propia doctrina. Pero si la obra es vista
como un moment() pràctico de la lucha de clases desde el punto de vista obre-
ro, entonces se tratarà de ser marxistas en un ûnico sentido realmente simple,
como militantes revolucionarios de la clase obrera. En este caso es necesario
saber que, en el terreno objetivamente cientifico, las consecuencias seràn duras.
Respecto a la ciencia reconocida debemos aceptar trabajar en la clandestinidad
de una perspectiva totalmente diversa. Los resultados no seràn muchas veces
contrastables. Como estudiosos, reivindicamos el derecho a ser despreciados por
los estudiosos. En la sociedad capitalista, la investigaciôn, el estudio, la ciencia
desde una perspectiva obrera deben elegir conscientemente el honor del aisla-
miento. Sôlo de esta forma conseguiràn tranquilamente entregar a los movi-
mientos de la propia clase el conocimiento de esa fuerza agresiva que la clase
tanto necesita, restituyendo a los obreros lo que ya Marx —no en vano— habia
indicado como eleccién irrenunciable: «el honor de ser un poder conquista-
dor (die Ehre eine erobemde Macht zu sein)» (cfr. Werke, 8, p. 157).
230
Proponer hoy en da una inversiôn de prioridad histôrica entre capital y
trabajo, comenzar a ver el capital como funciOn de la clase obrera, o para ser
màs precisos, el sistema econômico capitalista como un moment° de desarro-
llo de la clase obrera, romper, por lo tant°, y modificar completamente en la
investigaciôn la historia subalterna de los movimientos obreros, con el fin de
recuperar en la pràctica la posibilidad de imponer al capital con la fuerza sus
propios movimientos: todo esto no es diferente, desde un punto de vista meto-
dol6gico, de lo que el propio Marx hacfa, cuando asumfa como propia la bey
del valor-trabajo, y la interpretaba, la desarrollaba, la utilizaba para sus propios
fines, que no eran los exclusivos de su propio anàlisis, sino los fines globales de
la lucha de su clase. Marx no descubri6 la bey del valor-trabajo. La encontrô
fundamentalmente acabada en el pensamiento de su época. Y si bien es cier-
to que se trataba del pensamiento burgués de la época, era el pensamiento de
aquella parte avanzada de la burguesfa industrial que, en lucha mortal contra
las supervivencias pasivas del pasado, tenfa interés en presentar de forma rea-
lista sus propias teorfas como «existencia cientifica» de las relaciones econô-
micas. La simple consideraciôn de los hechos ya rompfa, en ese caso, el viejo
equilibrio. Por otro lado, precisamente la consideraciôn de los hechos era lo
que hacfa productiva la relaci6n con esa ciencia burguesa. Y el hecho, el dato,
que esta ciencia trataba de imponer, de la manera ms cruda, a la realidad
polftica era, y ello no es casual, el nuevo yfriculo, econômico y polftico al
mismo tiempo, de la relaciôn trabajo-valor, trabajo-capital. No se trata pues
de dar crédito a través de esta vfa a la ilusiôn hist6rica de una burguesfa que
cuando es revolucionaria no tiene miedo a decir la verdad, pero que se vuel-
ve ms mentirosa cuanto màs reaccionaria se hace, y que antes de tomar el
poder es buena y después que se ha apoderado del mismo se vuelve mala —éstas
son fàbulas para nifios que van a la escuela elemental de materialismo hist6ri-
co—. El realismo del pensamiento clàsico burgués no es un fruto aislado de la
época de oro del capital: se repite cada vez que la parte capitalista màs avan-
zada decide agredir y combatir, en el terreno obrero, a la parte capitalista ms
atrasada, cada vez, pues, que la articulaci6n obrera del desarrollo capitalista es
obligada a entrar en juego, debe ser obligada a entrar en juego, de un modo
abierto y directo. Entonces, de nuevo se hace posible el uso obrero alternati-
vo de algunos resultados cientfficos obtenidos a partir del punto de vista
opuesto. Precisamente por esta razôn el cinismo burgués de Ricardo sobre las
•condiciones del trabajo en funci6n del beneficio ha sido ms ùtil para Marx
que todos los lloriqueos de la literatura comunista sobre la miseria de las cla-
ses trabajadoras.
Cuando Marx rechaza la idea del trabajo como fuente de la riqueza y asume
u'n concept° de trabajo como medida del valor, la ideologfa socialista es derrota-
231
Mario Tronti Obreros y Capital
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  • 36. rebeli6n surge al principio de la manera ms evidente, ms estridente, ms repugnante del hecho de la pobreza, de la esencia contradictoria de la propie- dad privada. Proletariado y riqueza son de hecho términos antitéticos, que se hallan en un (illico todo que los comprende. La propiedad privada en cuanto propiedad privada, en cuanto riqueza, esta forzada a conservar (erhalten) su propia existencia y con ello a conservar la de su término antité- tico, el proletariado. Este es el aspecto positivo de la antftesis, la propiedad privada que se satisface a st misma. El proletariado, a la inversa, esta forzado en citant° proletaria- do a suprimirse (aufheben) a st mismo y, con ello, al término antitético que lo condi- ciona, que lo convierte en proletariado, a la riqueza. Es éste el aspect() negativo de la antftesis, su perturbaciem interior (Unruhe), la propiedad privada disuelta y que se disuelve 165. La clase del proletariado se siente de esta forma continuamente destruida en esta condici6n y, a su vez, con el fin de destruirla continuamente se rebela. «Es, para usar una expresi6n de Hegel, en la degradacién (Empôrung) la rebeliôn con- tra esta degradaci6n.» 166 De los dos términos antitéticos, el primero lucha por conservar la antftesis, mientras el segundo lucha por destruirla. «El propietario privado es el partido de la conservaciôn, el proletariado el partido de la destruc- cién (destruktive Partei).>>167 La propiedad privada en su movimiento econémico avanza hacia su propia disoluci6n, pero sôlo gracias a un desarrollo independiente de ella, no cons- ciente para ella y que tiene lugar contra su voluntad. La propiedad privada avanza hacia su propia disoluci6n «[...] s6lo por el hecho de que ella misma produce al proletariado coma proletariado... El proletariado ejecuta la conde- na que la propiedad privada se impone a sf misma al producirle». En este sen- tido, su meta, «su acciôn hist6rica, son trazadas de forma sensible e irrevoca- ble en la situaci6n de su evoluci6n, al igual que ocurre en toda la organizaciôn de la moderna sociedad burguesa». En los Deutsch-Franzôsische Jahrbücher [Anuarios francoalemanes] (carta de Marx a Ruge, de septiembre de 1843) todo esto estaba ya claro y apàrecia nfti- damente expresado: «No es cosa nuestra (nicht unsere Sache) la construcciem del futuro o de un resultado definitivo para todos los tiempos; pero tanto ms claro està en mi opinién lo que nos toca hacer actualmente: criticar sin contemplaciones todo lo que existe» 168. No se trata de izar una bandera dogmàtica. Al contrario. Una abstracciem dogmàtica es sobre todo el comunismo, como «manifestaci6n 165 Ibid., p. 35. 166 Ibid. 167 Ibid., p. 36. 168 Karl MARx,«Cartas y arttculos de los "Anuarios francoalemanes"», en Manuscritos de Paris. Anuarios francoalemanes. 1844, OME-5, cit., p. 174. 197
  • 37. (Erscheinung) refinada del principio humanistico, infectada por su antitesis, la realidad privada» I69. No en vano el comunismo ha visto surgir ante si otras doc- trinas socialisps, y hoy en dia no es mas que «una realizacién particular, unilate- ral, del principio socialista» 170. Y el principio socialista, a su vez, no es «sino un aspecto, referente a la realidad del verdadero ser humano» 171 . Sin embargo, noso- tros debemos de ocuparnos igualmente del otro aspecto: el juicio sobre las cosas como son realmente y como existen. Se trata, por b tanto, de «basar (anknüpfen) nuestra critica en la critica de la politica, en la toma politica de partido (Parteinahme in der Politik), o sea, en luchas reales [e] identificarla con ellas» 172. De hecho, la posibilidad positiva de la emancipaci6n se halla solamente «en la constitucién de una clase con cadenas radicales (mit radikalen Ketten)» 173 , una clase que no reivindique para si «un derecho especial»174 y que anuncie, con su propia existencia universal, la disolucién de la sociedad como estado particular. Cuando el proletariado proclama la disoluciôn del orden actual del mundo no hace mas que pronunciar el secreto de su pro pia existencia, ya que él es la disolucién de hecho (faktische Auflôsung) de este orden del mundo. Cuando el proletariado exige la negaciôn de la propie- dad privada, no hace mas que elevar a principio de la sociedad lo que la sociedad ha eleva- do ya a principio del proletariado y se halla realizado en él sin intervencién propia como (negatives Resultat) de la sociedad175. La revuelta obrera, entonces, en la medida en que avanza sobre este terreno pràctico-material, adquiere un caràcter cada vez mas teôrico y consciente. Por de pronto recuérdese la canci6n de los tejedores, «El juicio de sangre», esa atrevida consigna de lucha, en la que hogar, fabrica, distrito, ni siquiera son nombrados; al contra- rio, el proletariado comienza gritando su oposici6n contra la sociedad de la propiedad pri- vada en una forma contundente, violenta, cortante, sin consideraciones. El levantamien- to de Silesia comienza precisamente donde acaban los levantamientos de los obreros franceses e ingleses: por la conciencia de lo que es el proletariado (mit dem Bewusstsein über clas Wesen des Proletariats)176. En La ideologia alemana partirà del principio de que <dos diferentes individuos s6lo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha comùn contra otra clase» 177. Y esta ley general tiene su ùltima y màxima expresién par- ticular en la sociedad moderna. 169 Ibid. '7° Ibid. 171 Ibid. 172 Ibid., p. 176. 173 Ibid., «Critica de la filosofia del Derecho de Hegel», p. 222. 174 Ibid. 175 Ibid., p, 223. 176 Ibid., Vorwarts!, 64 (10 de agosto de 1844), p. 240 177 Karl MARX y Friedrich ENGELS, La ideologict alemana, cit., pp. 60-61. 198
  • 38. Por tanto, de una parte, una totalidad de fuerzas productivas que adoptan, en cierto modo, una forma material y que para los mismos individuos no son ya sus propias fuer- zas, sino las de la propiedad privada, y por lo tanto s6lo son las de los individuos en cuan- to propietarios privados... Por otra parte, a estas fuerzas productivas se enfrenta la mayoria de los individuos, de quienes estas fuerzas se han desgarrado y que, por lo tanto, despojados de todo contenido real de vida, se han convertido en individuos abstractos y, por ello mismo, s6lo entonces se hallan en condiciones de relacionarase los unos con los otros como individuos (miteinander in Verbindung) 178. El (illico nexo que todavfa los une con las fuerzas productivas y con su existencia, el trabajo, ha perdido en ellos toda apariencia de manifestacién personal. Su enemigo no serà Cmicamente el capitalista, sino también el pro- pio trabajo. Su lucha es desde el principio una lucha contra la totalidad de la relacién social. Estos son los «proletarios de la época actual» 179: una clase que, como est à «condenada a soportar todos los inconvenientes de la socie- dad» se ve forzada «al ms resuelto antagonismo contra todas las demàs cla- ses»; una clase «formada por la mayorfa de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolucién radical (einer gründlichen Revolution)» 180. En todas las revoluciones que han tenido lugar hasta la fecha jamàs ha sido cuestionado de hecho el «modo (Art) de actividad». Siempre se trate) (micamente de una diversa distribucién de la actividad, de una nueva distribucién del trabajo por otras personas, «Mien- tras la revolucién comunista se dirige contra el modo (Art) anterior de acti- vidad, elimina el trabajo (die Arbeit beseitigt) y suprime la dominacién de las clases al acabar con las clases mismas...»isi. Un renglôn cancelado posterior- mente del manuscrito continuaba, después de «elimina el trabajo», con una definicién interrumpida de éste como «(la moderna forma de la actividad bajo la cual la dominacién de la...)» 182 (Werke, 3, p. 70). Marcuse trata de jus- tificar la gravedad de estas afirmaciones advirtiendo que lo que aquf aparece es la tradicional Aufhebung, que al mismo tiempo que suprime restaura y asf sucesivamente. Posteriormente advierte que la explicacién es demasiado banal, y entonces piensa suprimir esta categorfa del futuro que es el no-tra- bajo y restaurar la anticuada, filistea, reaccionaria idea de felicidad. Pero aparte de esto, el discurso precedente concluye de la siguiente forma: tanto para la produccién masiva de esta conciencia comunista como para su éxito, 178 Ibid., p. 78. 179 Ibid., p. 79. 180 Ibid., p. 81. 181 Ibid. 182 Ibid., nota 11, p. 81. 199
  • 39. es necesario una transformacién de la masa de los hombres que sôlo puede producirse a través de un movimiento pràctico revolucionario. «La revoluciem no sôlo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque ùnicamente por medio de una revoluciôn lograrà la clase que derriba (die stürzende Klasse) quitarse de encima toda la vieja suciedad...» 183 La lucha te6rica contra Proudhon provoca un salto notable en el anàlisis marxiano de estos problemas. De hecho, Miseria de la filosofia contiene las pri- meras, importantes, aunque todavia no satisfactorias, definiciones del concepto de clase. Las relaciones de produccién, dentro de las cuales se mueve la bur- guesia, se presentan, no con un caràcter (mico, simple, sino doble: en las mis- mas relaciones se produce tanto la riqueza corno la miseria; se produce un desa- rrollo de las fuerzas productivas, al mismo tiempo que se desarrolla una fuerza productora de represi6n; se produce pues «la riqueza burguesa, es decir, la rique- za de la clase burguesa, que al aniquilar continuamente la riqueza de los miem- bros que integran esta clase producen un proletariado siempre creciente» 184. Sobre esta base se desarrolla una lucha entre la clase proletaria y la clase bur- guesa: y esta lucha posee una historia propia, un desarrollo, una serie de fases evolutivas. «Se produce una lucha entre la clase proletaria y la clase burguesa, lucha que antes de ser sentida, percibida, apreciada, comprendida, confesada y proclamada en voz alta, se manifiesta preyiamente por conflictos parciales y momentàneos, por hechos subversivos.» 185 Pero el desarrollo de la industria moderna lleva consigo, necesariamente, la aparici6n de las coaliciones obreras. Bajo esta forma se dieron siempre, de hecho, los primeros intentos de los obre- ros de asociarse entre ellos. Economistas y socialistas coinciden entonces en decir a los obreros: no os coaliguéis 186. La gran industria aglomera en un lugar una masa de gentes desconocidas entre si. La competencia divide sus intereses. Pero el sostenimiento del salario, interés comUn que tienen contra el patrono, les une en una misma idea de resistir —coalicién—. Asi es que la calicién tiene siempre una doble finalidad: la de hacer cesar la competencia entre ellos, para poder hacer una competencia general contra el capitalista. Si el primer fin de resis- tir no ha sido ms que el sostenimiento de los salarios, a medida que, a su vez, los capi- talistas se reûnen con la idea de represién, las coaliciones, en principio aisladas, se orga- nizan en grupos, y frente a todo el capital reunido, la defensa de la asociacién se hace mus necesaria para ellos que el salario 187. 183 Ibid., p. 82. 184 Karl MARX, Miseria de la filosofia, cit., p. 180. 185 Ibid., p. 179. 186 Ibid., p. 240. 187 Ibid., p. 242. 200
  • 40. En esta lucha, «verdadera guerra civil», se agrupan y desarrollan todos los elementos que seràn necesarios para la futura batalla. Cuando llega a este momento, la asociacién adquiere un caràcter polftico. En principio, las condiciones econômicas habfan transformado anteriormente la masa del pafs en obreros. La dominaci6n del capital ha creado en esta masa una situaciOn com(in, intereses comunes. Asf, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero no todavfa para sf misma. En la lucha... esta masa se reûne, constituyéndose en clase para sf. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase. Pero la lucha de clase con- tra clase es una lucha polftica' 88. Llevada a su ms alta expresi6n, esta lucha polftica de clase contra clase, entre proletariado y burguesfa, «es una revoluci6n total». «Il-lay que asombrarse de que una sociedad, fundada sobre la oposicOn de clases, termine en contradiccién bru- tal, a un choque cuerpo a cuerpo como desenlace final?» 189. El combate o la muerte, la lucha sangrienta o la nada: «la (iltima palabra de la ciencia social...»' 90. Cuando el II Congreso de la Liga de los Comunistas asigna a Marx y a Engels la tarea de elaborar el Manifiesto, la totalidad de su contenido se hallaba ya en la mente de Marx. A la revoluci6n burguesa de febrero responde como una auténtica descarga el programa de la revoluciôn proletaria. «La vieja divisa de la Liga: "Todos los hombres son hermanos", fue sustituida por el nuevo grito de guerra: "iProletarios de todos los pafses, unfos!» 191. Muchos intelectuales, con- siderados estudiosos serios, predispuestos a admirar al Marx cientffico de ElCapital, cierran los ojos molestos frente a las crudas pàginas polfticas del Manifiesto. Para nosotros, éste permanece como un modelo de intervenci6n pràctica del punto de vista obrero en la lucha de clases. El grito de batalla del que habla Engels no se encuentra solamente en la consigna final, sino en la construcci6n misma de todo el texto. «Pero la burguesfa no s6lo ha forjado las armas que le daràn muerte; también ha engendrado a los hombres que mane- jaràn esas armas: los obreros modernos, los proletarios.» 192 Y ello porque ésta es la clase de aquellos que son obligados a venderse por horas y que viven mientras encuentran trabajo y encuentran trabajo mientras su trabajo aumenta el capital. Asf, pues, el proletariado atraviesa diferentes grados de desarrollo. Pero «su 188 Ibid., p. 243. 189 Ibid., p. 245. 19° Ibid. 191 Friedrich ENGELS, «Contribuci6n a la historia de la y E Engels, Obras escogidas, cit., vol. 2, p. 367. 192 Karl MARX y Friedrich ENGELS, «Manifiesto del comunista. Nueva Gaceta Renana (I). 1847-1848, OME-9, 193 Ibid., p. 144. liga de los comunistas», en K. Marx Partido Comunista», en Manifiesto cit., p. 142. 201
  • 41. lucha contra la burguesia comienza con su propia existencia» 193. Primero luchan los obreros aislados, uno a uno, posteriormente los obreros de una fàbrica, es decir, aquellos que poseen una categorfa dada en un lugar dado, contra el bur- gués aislado que los explota de forma directa. En este estadio, los obreros forman una masa dispersa a lo largo del pais, una masa dividida por la competencia. Como masa se encuentran ya unidos, no por iniciativa propia, sino por iniciativa de la burguesfa, que para conseguir sus propios fines politicos «debe poner en movi- miento a todo el proletariado» 194. En este largo estadio histérico los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos. Todo el movimiento de la historia se concentra en estos momentos en las manos de la bur- guesia. Cada victoria es una victoria de la burguesfa. Pero con el desarrollo de la industria el proletariado se multiplica, se concentra, se nivela internamente, se unifica; crece enormemente su fuerza y con la fuerza la conciencia de ésta. El con- flicto entre obreros y burgueses como individuos concretos desaparece para ser sustituido por el enfrentamiento abierto entre las dos clases. Los obreros forman las coaliciones, se unen en asociaciones, con éstas impulsan las primeras formas de lucha hasta la violencia pura y simple de la sublevacién. De vez en cuando ven- cen, pero siempre y Unicamente de modo transitorio. «El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la cada vez màs amplia unificacién de los obreros» 195. Las luchas locales se ponen en relacién, se concentran en una Unica lucha de clases contra toda la burguesfa de una nacién. «Sin embargo, toda lucha de clases es una lucha politica.» 196 Y es entonces cuando surge el problema de una «organizacién de los obreros en una clase y, con ello en un partido politico...» 197. Sélo en este momento el programa teérico de la revolucién se convierte en algo prkticamente realizable. La condicién màs importante para la existencia y el dominio de la clase burguesa es la acumulacién de la riqueza en manos de suje- tos privados, la formacién y la multiplicacién del capital. Y «condicién del capi- tal es el trabajo asalariado» 198. El progreso de la industria, cuyo vehiculo invo- luntario y pasivo es la burguesia, lleva necesariamente a la asociacién de los obreros entre si, a su «asociacién revolucionaria». Con el desarrollo de la gran industria, desaparece bajo los pies de la burguesfa el fundamento mismo sobre el cual produce y se apropia de los productos. «[Esta] produce, ante todo, sus pro- pios sepultureros (Sie produziert vor allem ihre eigenen Totengriiber).» 199 194 Ibid. 195 Ibid., p. 145. 196 Ibid. 197 Ibid. 198 Ibid., p. 148. 199 Ibid. 202
  • 42. Muchas veces, tanto Marx como Engels, aluden al «acontecimiento decisi- vo» que tiene lugar en Paris el 13 de junio de 1849. Un mes antes ha concluido, para ambos, con una «gloriosa derrota», la experiencia de la N eue Rheinische Zeitung. La historia del periédico politico ha terminado. Marx se encuentra en Paris. Desde alli, el 7 de junio, escribe a Engels, que se halla voluntario en Kaiserslaurtern, con las tropas de Willich: «[...] nunca antes como en estos momentos ha estado tan cerca en Paris una colosal erupcién del cràter revolu- cionario». El 11 de junio, Ledru—Rollin, jefe del partido de la Montaria, solicita a la Càmara poner bajo acusaciem a Bonaparte y su gobierno por violacién de la Constituciem. Se trata de una tentativa tradicional desde los tiempos de la Convencién en adelante, de una insurrecciOn parlamentaria, «una insurrecci6n dentro de los limites de la raz6n pura» 200. El objetivo es el que siempre persigue la pequeria burguesia democràtica: «romper el poder de la burguesia sin desatar la acciem del proletariado o sin dejarle aparecer ms que en perspectiva» 201 : el proletariado debia ser utilizado «sin que llegase a ser peligroso». En estas condi- ciones es natural que la consigna viva la Constitucién no tuviese otro significado que el de abajo la revoluciôn. Los delegados de las asociaciones secretas obreras, tras consultar entre ellos, hacen la (mica cosa razonable en aquel momento: obligan al partido de la Montaria a comprometerse, le provocan para que fran- quee los limites de la lucha parlamentaria en el caso de que la solicitud de acu- saci6n sea rechazada. La solicitud de acusaciôn es rechazada. Pero cuando en la mariana del 13 de junio, en los peri6dicos socialistas La démocratie pacifique y La réforme, leen la «proclama al pueblo», una apelaci6n de los pequerioburgueses al levantamiento de los proletarios, éstos rechazan adherirse y asisten pasivamente a la ridicula derrota de los dernécratas. Durante todo el 13 de junio, el proletariado mantuvo la misma actitud escéptica, aguar- dando a que se produjera un cuerpo a cuerpo serio e irrevocable entre el ejército y la Guardia nacional democràtica, para lanzarse entonces a la lucha y Ilevar a la revoluci6n ms allé de la meta pequefioburguesa que le habfa sido asignada... Los obreros parisinos habfan aprendido en la escuela sangrienta de junio de 1848 202. La batalla no se produjo. Las tropas regulares avanzaron con bayoneta cala- da contra la procesi6n pacifica de los guardias nacionales desarmadas. Solo de Ly6n partiô la serial, no recogida, de una sangrienta insurrecci6n obrera: pero en este lugar «la burguesia industrial y el proletariado industrial se encuentran fren- 200 Karl MARX, «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850», en K. Marx y E Engels, Obras escogidas, cit., vol. 1, p. 197. 201 ibid., p 198. 202 Ibid. 203
  • 43. te a frente», alli «el movimiento obrero no est à encuadrado y determinado, como en Paris, por el movimiento general» m. En todas las demàs provincias donde son6 el estallido, éste no prendié fuego, «fue un trueno sin rayo». El mismo 29 de junio siguiente escribia Marx en el Volksfreund: «En resumen, el 13 de junio es s6lo la revancha de junio de 1848. Entonces el proletariado fue abandonado por el partido de la Montaria, esta vez el partido de la Montaria ha sido abandonada por el proletariado» 204. «Si el 23 de junio de 1848 habia sido la insurreccién del proletariado revo- lucionario, el 13 de junio de 1849 fue la insurreccién de los pequerioburgueses demécratas, y cada una de estas dos insurrecciones fue la expresién clétsicamen- te pura de la clase que la habia protagonizado.» 205 El punto de partida se halla aùn en junio de 1848: «el acontecimiento ms gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas» 206. Por un lado, «la aristocracia financiera, la burguesia industrial, la clase media, los pequerioburgueses, el ejército, el lumpenproleta- riado organizado como guardia mévil, los intelectuales (die geistigen Kapazitaten) los curas, la poblacién rural» 207. Por otro, en el frente opuesto, el proletariado, «que no tenia a su lado a nadie ms que a si mismo». La repùblica burguesa triunfé. «Con esta derrota el proletariado pasa al fondo (in der Hintergrund) de la escena revolucionaria» 208. Tratarà de avanzar nuevamente cada vez que parece que el movimiento toma un nuevo impulso, aunque b hace con una energfa cada vez ms reducida y obteniendo resultados cada vez ms insignificantes. Apenas uno de los estratos sociales superiores se convierte en fermento revolu- cionario, el proletariado establece con él una unién, y de esta manera compar- te todas las derrotas que los diferentes partidos sufren uno tras otro. Los repre- sentantes màs conspicuos del proletariado son poco a poco victimas de los tribunales; figuras cada vez ms equfvocas les sustituyen. El movimiento obrero oficial se abandona a experimentos doctrinarios, bancos de cambio pùblicos, asociaciones obreras secretas; al tomar este camino, «renuncia a transformar el viejo mundo con los grandes medios colectivos (Gesamtmitteln) propios de este mundo»; intenta conseguir la emancipacién de los obreros «a espaldas de la sociedad, por la via privada... y, por b tanto, forzosamente, fracasa»209. Frente a 203 Ibid., p. 201. 204 Karl MARX, «Der 13. Juni», en Marx-Engels Werke, 6, pp. 527-28. 205 Karl MARX y Friedrich ENGELS, «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850», en Obras escogidas, cit., vol. 1, p. 201. 206 Ibid., K. MARX, «El dieciocho brumario de Luis Bonaparte», vol. 1, p. 257. 207 Ibid. 208 I bid. 209 Ibid., p. 258. 204
  • 44. la repùblica burguesa, al descubrirse por fin que no existe otra cosa que el «des- potismo absoluto de una clase sobre las otras clases» 210, surge la necesidad y la urgencia de una coaliciôn entre pequefios burgueses y obreros. «A las reivindi- caciones sociales del proletariado se les limé la punta revolucionaria y se les dio un giro democràtico; a las exigencias democràticas de la pequefia burguesfa se les despoj6 de la forma meramente polftica y se afil6 su punta socialista. Asf naci6 la socialdemocracia (Sozial—Demokratie) >>211. A partir de este momento, el objetivo revolucionario pasa a ser «la transformaci6n de la sociedad por la vfa democràtica»212. Y esto sirve de preludio a los acontecimientos de junio de 1849: y los explica totalmente. «Tan pronto como hay que romper el fuego, la estrepitosa obertura que anunci6 la lucha se pierde en un pusilànime refunfutiar, los actores dejan de tomar en serio su papel y la acci6n se derrumba lamenta- blemente»213. La verdadera y profunda aversi6n que el proletariado de junio del 1848 desarrolla contra la pequefia burguesfa democràtica serà ms fuerte que los aclamados «grandes intereses comunes». Y por primera vez un movimiento autônomo, de clase, de los proletarios, de los obreros, escapa del control y la pre- visi6n de la 16gica formai democr-àtica. Los dem6cratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la naci6n que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es el derecho del pueblo; lo que les interesa es el inters del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen ms que dar la sellai para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores214. Pero sucederà que, en la pràctica, «sus intereses resultan no interesar y su poder ser impotencia»; el pueblo indivisible aparece escindido en campos enemi- gos. «Das unteilbare Volk in verschiedene feindliche Lager spalten» 215. A partir de este momento, cada agitaci6n del pueblo estarà condicionada por los movi- mientos de la clase obrera. Las masas populares ya no tienen independencia frente a los obreros. Las luchas del pueblo ni siquiera existen sin lucha obrera. Los jefes del pueblo se muestran impotentes sin la fuerza de los obreros. La socialdemocracia perdié para siempre su autonomfa politica: a partir de ahora, o aparecerà como funci6n del capital, o como primario y consciente instrumen- 210 Ibid. 211 Ibid., p. 278. 212 Ibid., p. 279. 213 Ibid., p. 281. 214 Ibid., p. 282. 215 Ibid. 205
  • 45. to del poder obrero. Lo que Marx llama «caida de las ilusiones democràticas» no es un hecho objetivo consecuencia de la derrota de 1848, sino una iniciativa que subjetivamente los mismos obreros que habian sido derrotados toman frente a sus viejos, falsos aliados. Esto significa el 13 de junio de 1849; el momento en el que por primera vez aparece coma forma especifica de lucha obrera el rechazo de la lucha democratica, la respuesta pasiva de los obreros ante la propuesta pequefio- burguesa de limitar sus demandas dentro de los màrgenes de la democracia. No serà, por b tanto, un error —corn° afirmaron Maenchen-Helfen y Nicolajesvki—, sino otro fruto lùcido propio de la «inteligencia analitica» de Marx, este juicio realizado el dia después del acontecimiento decisivo de 1849 en Paris: «Por mala que sea en estos momentos la situaci6n, me sitùo m'in entre las personas satisfe- chas. Las cosas van muy bien, y la Waterloo sufrida por la democracia oficial puede ser considerada una victoria» (carta de Marx a Weydemeyer, de 1 de agosto de 18491 Lenin, dadas las necesidades de su lucha, a su manera, debia de haber consi- derado este pasaje. En el prefacio de la edici6n rusa de las cartas de Marx a Kugelmann pone de relieve, no s6lo la defensa entusiasta de Marx de la nueva insurrecci6n de los obreros parisinos, contenida en la carta del 12 de abril de 1871, que, segùn él, deberia estar colgada en la habitacién de cada revolucio- nario, «de cada obrero ruso que sepa leer» 216. Pane de relieve otro elemento, ademàs de éste. Pot b visto, Kugelmann expresô en su respuesta a Marx algunas dudas, alegando lo desesperado de la empresa, el realismo en oposicién al romanticismo; al menos, comparé la Comuna, o sea, la insurreccién, con la manifestacién pacffica del 13 de junio de 1849 en Palis. Marx dia a vuelta de correo (el 17 de abril de 1871) una severa respuesta Kugelmann217. Asi b describe Lenin, y continùa de la siguiente manera: En septiembre de 1870, Marx calificaba la insurreccién de locura. Pero cuando las masas se sublevan, Marx quiere marchar con ellas, aprender al lado de chas en el curso de la lucha, y no darles instrucciones burocràticas. Comprende que las tentativas de tener en cuenta las probabilidades por adelantado y con toda precisiôn no serfan mas que charlata- nerfa o vacua pedanterfa. Coloca pot encima de todo el que la clase obrera hace la histo- ria universal con herofsmo, abnegacién e iniciativa. Marx enfocaba esta historia desde el punto de vista de quienes la protagonizan... Marx sabfa apreciar también que en la his- toria hay momentos en que la lucha desesperada de las masas, incluso en defensa de una causa condenada al fracaso, es indispensable para que estas masas sigan educandose y pre- parandose para la préxima lucha 218. 216 V. I. LENIN, «Prefacio a la traducciém al ruso de las cartas de K. Marx a L. Kugelmann” (1907), en Obras completas (55 vols.), Mosdt, Progreso, 1983, vol. 14, p. 403. 217 Ibid., p. 406. "8 Ibid. 206
  • 46. Entonces Marx reprendiô severamente a Kugelmann: «No llego a compren- der cômo puedes comparar las manifestaciones pequefioburguesas del 13 de junio de 1849 con la actual lucha en Paris. Desde luego, serfa sumamente cémo- do hacer la historia universal si sélo se emprendiera la lucha cuando todas las probabilidades fueran infaliblemente favorables» 219. Las condiciones de la lucha, debido a la presencia de los prusianos en Francia, eran ciertamente desfavora- bles para los obreros. Los «canallas burgueses de Versalles» lo sabfan. Par eso pusieron a los parisinos ante la siguiente alternativa de aceptar el reto a la lucha o entregarse sin luchar. En este Ultimo caso, la desmoralizaci6n de la clase obrera hubie- ra sida una desgracia mucho mayor que la pérdida de un mimero cualquiera de «jefes». La lucha de Parfs ha Ilevado a una nueva fase la lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado. Cualquiera que sea el resultado inmediato, ha permitido con- quistar un nuevo punto de partida, de una importancia hist6rica universa1 220. Todos los consejos polfticos de Marx a los communards se dirigen hacia una resolucién ms decisiva, ms violenta, ms improvisada de la lucha abierta. «No se querfa desencadenar la `guerra civil"» y «si sucumben, sers ilnicamente por haber sido demasiado "generosos"», hasta el clàsico «debieron haber emprendi- do inmediatamente la ofensiva contra Versalles» 221, que reaparecerà a partir de ese moment° en cada lucha decisiva, en cada enfrentamiento directo, como consigna del punto de vista revolucionario de los obreros, frente a la llamada oportunista de los jefes obreros de siempre que piden moderaci6n. No podemos pensar que el rechazo pasivo a luchar por las reivindicaciones democràticas sea la Unica forma especffica de lucha obrera. S610 es una de las formas. La forma que siempre automàticamente la acompatia es el rechazo activo a dejarse ganar sin involucrarse la batalla. Y esto lleva siempre consigo, cueste lo que cueste, la bilsqueda del enfrentamiento abierto, en el terreno de la lucha de masas. En el pri- mer caso se deja que diversas facciones de la clase de los capitalistas liquiden sus cuentas pendientes entre ellas; se ahorra, se conserva intacta la fuerza obrera, con el fin de usarla en un nuevo nivel, ms elevado, de la lucha. No existen en este moment° reivindicaciones de la clase obrera. En el segundo caso, el ajuste de las cuentas pendientes se produce directamente entre los obreros y el gran capital: en esta ocasién entra en juego todo el potencial de lucha acumulado hasta el momen- to, y (inicamente de la cantidad de este potencial y de su organizacién dependerà el grado de la violencia. Sélo una reivindicacién se lleva adelante, una reivindica- 219 Karl MARx,«Carta de 17 de abril de 1871», en Cartas a Kugelmann, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, P. 209. 220 ibid., p. 210. 221 Ibid., «Carta de 12 de abril de 1871», p. 208. 207
  • 47. ciOn que niega todas las demis, y que se niega, por b tanto, a d misma con éstas: no es, de hecho, una reclamàcién subjetiva de los obreros, sino una consecuen- cia hist6rica, simple y necesaria de su propia existencia, de su presencia como clase. En el Discurso inaugural de la Primera Internacional (1864), Marx esta- blece b siguiente: «La conquista del poder polftico se ha convertido en el gran deber de la clase obrera» 222. La experiencia de la Comuna adquiere ms impor- tancia como ensayo general de este deber que como modo particular de la orga- nizacién del poder: la Comuna es «la hazaria ms gloriosa de nuestro partido después de la insurreccién de junio»223 y «la primera revolucién en que la clase obrera fue abiertamente reconocida como la (mica clase capaz de iniciativa social»224. Los textos de Marx sobre la Comuna son a menudo considerados como parte de sus obras «histéricas». Se olvida que son Discursos del Consejo General de la Asociacién Internacional de los Trabaj adores sobre la guerra civil en Francia. La definici6n de la Comuna como «gobiemo de la clase obrera» no es una revelaci6n empirica y mucho menos un juicio histérico, es una simple con- signa politica, es «la forma politica al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipaci6n econémica del trabajo» 225. El proletariado de las prime- ras obras de Marx, fuerza destructora del viejo mundo, se ha convertido en clase obrera, potencia social que arrebata friamente de las manos de los capitalistas el arma ofensiva del poder. Ha cambiado la forma politica, se ha transformado la composici6n social, se ha desplazado y ha crecido el peso econ6mico en las estructuras, el nivel de las luchas ha dado pasos hacia delante: todo esto se ha producido en el interior de ese crker revolucionario en erupci6n permanente que es la clase de los obreros. Pero el objetivo, la meta, el programa con el que afrontar y derrotar la podredumbre del viejo mundo, que por otro lado no es diferente, sino idéntico a las formas sociales ms modernas y al màs moderno aparato de poder del capital —todo esto permanece idéntico una vez que los pro- letarios se han convertido en obreros y demuestra otra cosa: que sobre el terre- no politico existe y debe efectuarse continuamente el camino inverso, de las modemas formas obreras a las primarias formas proletarias de la lucha de clases,si no se quiere continuar dentro del juego verdaderamente aparente de una con- certada evoluci6n «conflictiva» de las relaciones entre las dos clases enemigas. El elemento que unifica las formas de lucha se halla siempre en el objetivo, en 222 Karl MARX, «Manifiesto inaugural de la Asociacién Internacional de los Trabajadores», en K. Marx y F. Engels, Obras escogidas cit., vol. 1, P. 396. 2" Karl MARX Cartas aKUGELMANN, cit., p. 208. 224 Karl MARX y Friedrich ENGELS, Obras escogidas (2 vols.) op. cit., vol. 1, Karl MARX, «La guerra civil en Francia", en p. 548. 225 Ibid., p. 546. 208
  • 48.
  • 49.
  • 50. Y, sin embargo, todo el mundo sabe que este interés ha sido impuesto al capital por el desarrollo de durfsimas luchas obreras. El capitalista en un prin- cipio no se preocupa de la duracién que puede tener la vida de las fuerzas de trabajo individuales. Le interesa ûnica y exclusivamente la mayor cantidad de fuerza de trabajo que puede, en general, obtenerse en una jornada laboral. «Après moi le déluge! es la exclamacién favorita de todo capitalista y de toda naciem de capitalistas. Por eso el capital no tiene en cuànta la salud y la dura- cién de la vida del obrero si la sociedad no le obliga a tenerla en cuenta.» 228 Cuando, en sus inicios, operaba a su libre arbitrio, el capital prolongaba la jornada laboral hasta sus limites màximos normales y después, ms allà de éstos, hasta los limites de la jornada natural, descontando las pocas horas de descanso, sin las cuales la fuerza de trabajo rechaza totalmente reno- var sus servicios. Obtenia màs plusvalor absoluto, pero al mismo tiempo encarecia los costes de reproducciôn de la fuerza de trabajo, abreviando la duracién de la vida de ésta. Esto atentaba con violencia contra las propias con- diciones de vida de los obreros, y seràn éstos de hecho los primeros en reaccio- nar. «En cuanto que la clase obrera, confundida por el ruido de la producciôn, volvié un poco en si empezé su resistencia, primero en la tierra natal de la indus- tria, Inglaterra.» 229 Primer resultado: la Act sobre las fàbricas de 1833, donde se reconoce por vez primera en la industria moderna la existencia de una jornada laboral normal, ordinaria, prescrita por ley. Comienza entonces una serie de sucesivas leyes coercitivas sobre la limitacién del tiempo de trabajo. Con el intento de la clase obrera de acortar el tiempo de trabajo y la resisten- cia capitalista a conceder este acortamiento, aumenta el nivel de la lucha de clases de los obreios. Y es dentro de las necesidades de esta lucha donde deberà considerarse la propia historia interna del movimiento car- tista. «De esta manera, ya en aquella época los movimientos contra la nueva ley de pobres y en favor del bill [proyecto de ley] de las diez horas se halla- ban estrechisimamente vinculados con el cartismo» 230, afirma Engels en 1845 en La situaciérn de la clase obrera enInglaterra. Cuando entran en juego las poblaciones obreras de los distritos industriales del noroeste, cuando toma la calle el proletariado de Lancashire y de Yorkshire, el «cartismo de la fuerza moral» se hunde y en su lugar aparece el Ilamamiento violen- to a la fuerza fisica. Es el momento en el que Feargus O'Connor opone a los 227 Karl MARX, El Capital, libro I, vol. 1, OME-40, cit., pp. 287-288. 228 Ibid., P. 292. 229 Ibid., p. 300. 230 Karl MARX y Friedrich ENGELS, «La situaciôn de la clase obrera en Inglaterra», en La sagrada familia. La situaci6n de la clase obrera en Inglaterra,OME-6, cit., p. 480. 210
  • 51. artesanos cualificados de la London Working Men's Association contra los obreros «LI de las caras sin afeitar, de las manos callosas y de las chaquetas de fustàn». Engels, tras los movimientos de Manchester de 1842, podfa decir: Pero en general todos los obreros de la industria han sido ganados para una u otra forma de insurrecci6n contra el capital y la burguesIa y todos estàn de acuerdo (sind aile einig) en que, en cuanto working men —un titulo del cual estàn orgullosos, y con el cual los ora- dores se dirigen habitualmente a ellos en las asambleas cartistas—, constituyen una clase propia (eine eigene Klasse) con intereses y principios propios, con un enfoque propio (Anschauungsweise = punto de vista) frente a todos los poseedores"'. Resultado: la ley sobre las diez horas, que consigue entrar en vigor el pri- mero de mayo de 1848. Pero la derrota de junio en Parfs contribuye a invertir de nuevo la relaciem de fuerzas. Todas las facciones de las clases dominantes, incluso en Inglaterra, se encuentran de nuevo unidas. Los seriores de las fàbri- cas ya no necesitan tener cuidado. Estalla una rebellera abierta de los capitalis- tas contra la ley y contra toda la legislaci6n que desde 1833 habfa tratado de frenar el «libre» desangramiento de la fuerza de trabajo: «[...] fue una proslavery rebellion en miniatura, llevada a cabo durante ms de dos arios con cfnica des- consideracién y energfa terrorista, muy baratas las dos porque el capitalista rebelde (der rebellische Kapitalist) no arriesgaba ms que la piel de sus obre- ros»232. Durante dos arios estos obreros oponen una «resistencia pasiva, aunque indoblegable y renovada cada dfa»233. Después comienzan a protestar en voz alta «en meetings sonoramente amenazadores», de nuevo en Lancashire y en Yorkshire. Una vez ms los fabricantes se dividen. Entre los arios 1850 y 1853 el principio «legal» se aplica en todas las grandes ramas de la industria. Y entre 1853 y 1860 un maravilloso desarrollo industrial viene acompariado del «rena- cimiento ffsico y moral de los obreros fabriles». Entonces, «[...] los mismos fabricantes a los que se arrancara paso a paso la limitaci6n y la regulaciôn lega- les de la jornada de trabajo a través de una guerra civil de medio siglo remitfan vanidosamente al contraste entre sus industrias y los àmbitos de explotaciem todavfa "libres"» 234. Resulta fàcil, por otra parte, entender c6mo «f...] una vez que los magnates de las fàbricas se hubieron sometido a lo inevitable y recon- ciliado con ello, la capacidad de resistencia (Widerstandskraft) del capital se debilit6 gradualmente, mientras al mismo tiempo aumentaba la capacidad de ataque (Angriffskraft) de la clase obrera...» 235. 231 Ibid., p. 489. 232 Karl MARX, El Capital, libro I, vol. 1, OME-40, cit., p. 308. 233 Ibid., p. 315. 234 Ibid., p. 319. " 5 Ibid. 2f I
  • 52. Dos son, por lo tanto, las ensefianza del analisis de las luchas obreras por la jornada laboral normal. En primer lugar, el desbarajuste en el modo material de produccién y en sus correspondientes relaciones sociales entre productores, «[...] crean primero el abuso desmedido y suscitan luego, al contrario, el con- trol social que limita, regula y homogeneiza legalmente la jornada de trabajo con sus pausas» 236. En segundo lugar, la propia historia de la regulacién de la jornada laboral demuestra de un modo tangible: «[...] que, en determinados estadios de madurez de la producciân capitalista, el obrero aislado, el obrero en cuanto vendedor «libre» de su fuerza de trabajo, sucumbe sin resis- tencia (widerstandslos). Por eso, la creaci6n de una jornada de trabajo normal es pro- ducto de una larga guerra civil (Bürgerkrieg), màs o menos disimulada, entre la clase de los capitalistas y la clase de los obreros. Como la lucha se inaugura en el àmbito de la industria moderna, se desarrolla primero también en la tierra natal de ésta, Inglaterra. Los obreros fabriles ingleses fueron los primeros campeones, no s6lo de la clase obrera inglesa, sino de toda la clase obrera moderna 237. Ellos poseen el mérito, desde un punto de vista histérico, de haber sido los primeros en demostrar, con los hechos, con la lucha, que « [—I el obrero sale del proceso produccién distinto de como entré en él» 238 . Esta diferencia supone un auténtico y verdadero salto politico. Se trata del salto que el paso por la pro- duccién provoca en la llamada composici6n de la clase obrera, es decir, la compo- sicién de la clase de los obreros. Pero esta produccién es produccién de capital. Y la produccién de capital presupone una relacién capitalista. Y ésta a su vez, como hemos visto, presupone una relaciôn de clase. Relacién de clase es lucha entre clases antagonistas. Y precisamente por esto el proceso productivo —pro- ductivo de capital— no se puede separar de los momentos de la lucha de clases, y por b tanto no es independiente de los movimientos de la lucha obrera. Se genera, se compone, se organiza gracias a la serie sucesiva de todos estos momentos. El desarrollo del proceso de produccién capitalista va totalmente unido a la historia de los movimientos de clase de los obreros. Para el obrero, pasar a través del proceso productivo significa pasar a través del terreno especf- fico de la lucha de clases contra el capitalista. De este terreno de lucha el obre- ro sale «[...] distinto de como entré en él». Decimos esto con el fin de dejar el campo libre de cualquier ilusién tecnolégica en sentido inverso, de cualquier intento de reducir el proceso productivo a proceso de trabajo, es decir, a rela- cién entre el trabajador y el instrumento de su trabajo, como si se tratase de la 236 Ibid., p. 322. 237 Ibid., pp. 322-323. 238 Ibid., p. 325. 212
  • 53. eterna relaci6n entre el hombre y un don maligno de la naturaleza. Todo esto para no caer en la trampa de los procesos de reificaci6n, antes de los cuales se produce siempre el lamento ideol6gico por la vida viva de la maquinaria fren- te a la reducci6n a cosa muerta del obrero, y después de los cuales tiene lugar siempre la cura mfstica del obrero, gracias a la conciencia de clase, como si se tratase de la btisqueda del alma perdida del hombre moderno. Como ocurre a menudo, es necesario dar la vuelta a toda la perspectiva. Es el punto de vista del capitalista individual el que ve la lucha obrera como un momento, inevita- ble, del proceso productivo. Desde el punto de vista obrero, que en la produc- ci6n no puede ser ya el punto de vista del obrero individual, sucede una vez ms lo contrario: el proceso productivo aparece como un momento, también inevitable, de la lucha obrera. Se muestra en definitiva como el terreno tàctico mis favorable al desarrollo de la lucha obrera. Existe lucha de clases también antes de que el acto de producciôn comien- ce: existe en el mercado del trabajo, donde vendedor y comprador de fuerza de tra- bajo se contraponen con intereses opuestos y realizan un contrato y en el con- trato cada uno muestra las armas que podrà usar en el futuro. Pero aquf el terreno es ms favorable al patr6n: tiene de su parte el dinero, los medios de tra- bajo, las condiciones de la producci6n, todo el capital en sf, y en la parte opues- ta s6lo existe la simple libertad coaccionada a la venta de una mercancfa, la (mica cosa que puede garantizar la supervivencia del obrero. Ciertamente, esta mercancfa que el obrero posee supone el fin del intercambio y, por b tanto, el principio que lo mueve; es ademàs condici6n de todas las demis condiciones de producci6n y como tal se halla, por consiguiente, también al comienzo de todo el proceso. Es cierto que la fuerza de trabajo es el fundamento prioritario de todo el mecanismo de la producci6n capitalista, pero es igualmente cierto que, en el acto de su compraventa, el obrero no tiene fuerza para imponer al capitalista esta prioridad, la relaci6n de fuerzas es para él desfavorable, las armas con las que puede contar son de entrada mis débiles. No falta la voluntad de lucha ni la conciencia de tener que dirigirla; faltan instrumentos materiales adecuados que la hagan triunfar. Por ello, no es casual que la historia heroica de las revuel-tas proletarias se identifique con la historia de sangrientas derrotas obreras. Pero ésta —o también aquélla— es la escuela de la lucha de clases, de la que también es conveniente aprender. El obrero concienciado de la colosal industria moder- na debe elegir de entre las figuras de sus propios antepasados a aquellos que Marx llamaba «los padres de la actual clase obrera»: el vogelfreie Proletarier, el labouringpoor, el proletario que trabaja, ya que es pobre y libre al mismo tiempo. La lucha de clases también existe, sM embargo, una vez que el acto de pro- ducci6n ha finalizado: en la fase de distribuci6n de la renta, cuando el fruto del trabajo obrero se reparte entre las clases reconocidas por la sociedad. Todo el 213
  • 54. mundo sabe que las pomposas leyes de la distribucién se crean en los oscuros laboratorios de la produccién y que de las relaciones de fuerza que se dan en su interior entre las dos clases depende qué sujetos poseeràn mis y quiénes menos, de entre todos los ciudadanos del Estado. Todos saben de igual modo que el reino de la distribucién fue el auténtico primer pais del socialismo, y primero los soriadores con sus utopfas, después los reformistas con su realismo, es decir, los «amados dirigentes» que por desgracia han tocado al movimiento obrero, han visto en ese momento la realizacién de las armonfas sociales y el fin de la lucha entre las clases y la paz eterna entre los hombres, después de que haya sido asegurado un beneficio justo para los capitalistas, un salario justo para los obreros, un Estado justo para los ciudadanos y un sueldo justo para los funcionarios. También aqui la relacién de fuerza es desfavorable a la clase obrera. Cuando se trata de distri- buir lo que se ha producido, la potestad de la distribucién se halla ya en las manos de quien ha ejercido el poder de mando sobre la producci6n. Y hemos visto que el poder de mando sobre la produccién no existe fuera del capital. La propia dictadura general del capital, su poder politico concentrado en la màqui- na del Estado no es otra cosa que la extensiem a la sociedad del poder de mando capitalista sobre la producciem de capital. Cuanto ms se adueria la relacién especf- fica de la produccién capitalista de la relacién social general, ms completo es el poder despético del capital sobre la sociedad. Responder en el nivel de la dis- tribucién a este poder es el error ridiculo tfpico de las utopias reformistas: éstas desean el capital sin capitalismo. La dura realidad es que, tras la produccién, se acumula una cantidad enorme de poder de mando dictatorial entre las manos del patr6n: no sôlo el dinero, los medios de trabajo, las condiciones de la pro- duccién, sino la propia situacién de todas las demis condiciones de produccién, la mercancia fuerza de trabajo, que es aut6noma por si misma al inicio, ahora se ha convertido en parte interna, (micamente en momento variable del capital. Y no se trata de capital en si, sino de capital desplegado en su totalidad, que desde el intercambio con la fuerza de trabajo, pasando por la produccién del plusvalor, hasta la distribucién de la renta y hasta llegar, si queréis, al consumo del pro- ducto, domina en el proceso a través de formas exclusivas, la totalidad de las cua- les, a su vez, se resumen, no en los poderes mediadores de las formas especfficas de gobierno sino en la continuidad ilnica de esa màquina tan unilate- ralmente opresora que es el poder politico estatal. Colocad frente a esta poten- cia victoriosa del capital toda la serie de derrotas de la clase obrera, abandona- da regularmente por los partidos histéricos que nacieron en su nombre, y tendréis la situacién de hoy en dia. Desde el punto de vista de estos partidos se llega a la conclusi6n de que ya no existe ni siquiera la clase obrera; desde el punto de vista de la clase obrera se llega a la conclusi6n de que ya no existen sus propios partidos. El partido considera fracasado el punto de vista obrero, los 214
  • 55. obreros consideran fracasado el punto de vista del partido. Sin embargo, el pro- ceso revolucionario no es posible sin la clase y el partido juntos. Este es hoy en dia nuestro: hic Rhodus, hic salta! Preguntémonos: id6nde, en que punto, en que momento, los obreros, por mismos, son mas fuertes que el capitalista? iPodemos establecer, como ley gene- ral, un lugar y un momento en el que la clase obrera es mas fuerte que el capi- tal? Podemos hacerlo s6lo si. encontramos el lugar y el momento donde la rela- ci6n de fuerza entre las dos clases esté a favor de los obreros. Pero, iesto puede existir realmente en una sociedad capitalista y bajo el poder de mando exclusi- vo del capital que subordina todo a si mismo? Esto no s6lo puede, sino que debe de hecho existir. La existencia del capital va unida a la existencia de este hecho. La producci6n de capital se inicia con la clase obrera en un lado y el capitalista en el lado opuesto. Si las fuerzas de trabajo individuales no se asocian en un pri- mer momento por la fuerza bajo un poder (illico, no pueden hacer valer, a esca- la social, el caracter particular de la mercancfa fuerza de trabajo en general; dis- persas no pueden hacer concreto el trabajo abstracto, no pueden, por b tanto, realizar el valor de uso de la fuerza de trabajo, en cuyo consumo efectivo se halla el secreto del proceso de valorizaci6n del valor, como proceso de producci6n del plusvalor y, por consiguiente, del capital. Los obreros son comprados en el mer- cado como fuerza de trabajo individual, pero deben funcionar en el proceso pro- ductivo como fuerza de trabajo social. Si bien es cierto que la relaciôn de com- praventa es una relaci6n social, se trata de una relaci6n social que se presenta en la figura de dos poseedores individuales de mercancfa, que carecen de cual- quier otra caracterfstica especifica. No es esta relaci6n social genérica la que caracteriza el acto de compraventa de la fuerza de trabajo, sino, por el contra- rio, el rasgo particularfsimo de ser ya una relaciân de clase: una caracterfstica tan determinada que, por primera vez, tiene lugar dentro de una relaci6n social. El paso a la producci6n, a la producci6n capitalista evidentemente, seriala un forzado proceso de socializaci6n de la relaci6n de clase. Después de este cambio s6lo habra lugar para una relaciOn social de clase, en cualquier momento del ciclo global de desarrollo del capital, desde la circulaci6n inicial a la distribuci6n final. Después de esta transformaci6n, el mismo intercambio de compraventa de la fuerza de trabajo no tendra como protagonistas a las figuras individuales de los dos poseedores de mercancfa aislados en el mercado, sino a dos grandes agrega- dos sociales, cada uno con su relativa organizacién institucionalizada para la contrataci6n colectiva. Sobre esta base, el capital —como relaciôn de producciôn y, por b tanto, relaci6n de clase— experimenta, en su espiral de desarrollo, un pro- ceso indefinido de socializaci6n. Cada vez que se pasa por un momento de agudo enfrentamiento entre las dos clases, cada vez que la relaci6n de clase emerge como resorte impulsor de todo el proceso, se produce como consecuencia un 215
  • 56. salto en la socializaci6n. Y ésta reproduce a su vez, de forma enormemente ampliada, la misma relaci6n de clase. La caracteristica hist6rica que define a la mercancia fuerza de trabajo es una capacidad de valorizaci6n mayor que el valor que ella misma posee. Esto es al mismo tiempo su potencia y su desgracia: su potencia porque la valorizacién del valor està en manos de la fuerza de trabajo y lo est, por b tanto, la producci6n de capital; su desgracia porque el valor de la fuerza de trabajo, y por b tanto la propia vida del obrero, se halla en las manos del capital. De ahi la dolorosa contradiccién: los obreros como clase se presentan como la mayor y màs agresiva fuerza politica que jamàs se haya dado en la socie- dad h«umana; camp individuos singulares se identifican, sin embargo, con la figura extrema, primero, de la miseria, después, de la subordinacién, y siempre, de la explotaci6n. Precisamente por esta raz6n aquellos que consideran a la clase como una suma de individuos no han entendido nunca nada sobre la clase obre- ra. Pero icul es, en relaci6n a todo esto, o en oposici6n a todo esto, la carac- terfstica histôrica propia del capital? Nosotros decimos precisamente: una capa- cidad de socializaci6n mayor que la relaci6n social que él mismo posee. Si ya el capital en si, dividido por la fuerza de trabajo, es una relaci6n social, dado que se halla situado frente a la fuerza de trabajo, entonces el acto que introduce a ésta en el proceso de produccién y el proceso de producci6n que la incorpora en el capital ponen en manos del capital una fuerza dinâmica de socializaci6n, que va mucho ms allà del nivel estStico de la relaci6n social general. A partir de este momento, el grado de socializacién alcanzado por el proceso de la relaci6n Capitalista de produccién sers siempre mayor que el alcanzado en el interior de la relaci6n social general. Y, aunque la tendencia sea que estas dos relaciones Ile- guen a coincidir, hay que pensar que esto no se producira jamas. Siempre habrà un desajuste entre el capital como relaciôn de produccién y el capital como socie- dad capitalista. La socializaciem de la producci6n irâ siempre por delante de la organizaci6n de la sociedad. El margen hist6rico entre estos dos momentos es una formidable forma de dominio politico que el capital ha experimentado per- fectamente a su favor. Pero éste no es el elemento de la contradicciôn positiva; si lo es aquel que considera la fuerza de trabajo social como mediaci6n en la socializaci6n del capital. El capital no sostiene por sf mismo, no sabe sostener directamente su capacidad de socializaci6n, sino que la hace sostener, debe hacer que la sostenga, la fuerza de trabajo. Es cierto que ésta, por si sola, no podria emprender esta labor, que ùnicamente la fuerza de trabajo, cuando es socializa- da por el capital, puede provocar todos los procesos de socializaciôn capitalista, y, sin embargo, esto no es suficiente para subordinarla al proceso, aunque si para situarla en el coraz6n del mismo, como motor pulsante vital, dentro del cual deben suceder todos y cada uno de los diversos tipos de accién social. Asf, la que aparecfa como eterna potencia del capital se presenta ahora limitada por la 216
  • 57. necesidad cotidiana de esta transformaci6n. Una vez ms, lo que se manifiesta al punto de vista capitalista, se presenta de manera muy diferente desde el punto de vista obrero. Al igual que la fuerza de trabajo, sujeta a las leyes de movimiento de la sociedad capitalista, no puede dejar de producir ms de lo que cuesta, asf el capital, sujeto a las mismas leyes, no puede dejar de situarse continuamente ms allé de los limites que la propia sociedad impone a sus procesos de sociali- zaciôn. Pero para sobrepasar estos limites, para romper las resistencias pasivas, es decir, para situarse realmente màs allà, el capital ya no s6lo necesita de esa mediaci6n viva, de esa articulaci6n dinàmica, que s6lo la fuerza de trabajo puede ofrecer y ejercitar en el proceso productivo; ahora necesita algo nuevo, diferente y ms elevado, necesita que el arma ofensiva de la lucha obrera se diri- ja amenazadora contra él. No s6lo en El Capital de Marx, sino en la propia historia del desarrollo capi- talista, la lucha por la jornada laboral normal precede, impone, provoca un cam- bio en la forma del plusvalor, «una revoluciôn en el modo de producci6n». Establecida por ley una duraciôn normal de la jornada laboral, la prolongaci6n del plustrabajo debe derivar de la reducci6n del tiempo de trabajo necesario, o lo que es lo mismo, la reducci6n del tiempo de trabajo necesario no debe deri- var de la prolongacién del plustrabajo. No s6lo debe de disminuir el valor de la fuerza de trabajo y aumentar la fuerza productiva del trabajo, sino que el valor de la fuerza de trabajo debe de disminuir mediante el aumento de la fuerza pro- ductiva del trabajo. Comienza en el proceso del trabajo una serie de cambios profundos y en cadena; se desarrolla, a través de éstos, la historia «especffica- mente capitalista» de la producci6n de plusvalor relativo. La lucha obrera ha impuesto al capital su propio interés, o dicho de otro modo, el capital, median- te la lucha obrera, se ha impuesto a sf mismo su propio interés. No es un hecho excepcional en la historia del desarrollo capitalista. En esta ocasi6n es un mode- l no tanto de lucha como de conclusidn de la lucha, que de diferentes maneras se repetirà en varias etapas del citado desarrollo. No debemos confundir las for- mas de lucha con el uso que hace una de las dos partes, la que en un momento determinado es ms fuerte, de esa lucha. Los obreros, cuando luchan, b hacen para derrotar al patr6n, no para desarrollar al capital. Si después vencen, y la derrota presente del capitalista se convierte en victoria futura del capital, esto no dependerà, en el modelo que examinamos, ni de errores en los movimientos subjetivos de reivindicaci6n de los obreros, ni de la naturaleza diabélica que parece asumir en este contexto la iniciativa de su enemigo. Se trata de un meca- nismo totalmente objetivo, que introduce en la parte variable del capital, en el capital como trabajo vivo y en la fuerza de trabajo como capital, el dato activo de todo el proceso, que serà posteriormente llamado el «lado negativo de la antfte- sis», una inquietud especffica, que no en vano podemos ver, no ya expresàndo- 217
  • 58. se en el concepto de proletariado, sino coincidir, confundirse, identificarse con el acontecimiento, con el acto de la lucha obrera. En este sentido, podemos decir que en la lucha de clases moderna nunca se dan derrotas y victorias decisivas. Cuando los obreros vencen una batalla parcial, se dan cuenta, después, de haberlo hecho por cuenta del capital. Cuando los capitalistas llaman a la clase obrera al enfrentamiento abierto, para derribar sobre el terreno a su movimien- to polftico, pagan después su éxito momentàneo con los largos perfodos de pasi- vidad que el trabajo vivo introduce como respuesta en el mecanismo econômi- co. Las leyes de movimiento de la sociedad capitalista no permiten que una clase elimine a la otra. Mientras exista el capital, en su interior deberàn existir ambas clases y deberetn luchar entre si. El punto de vista obrero parte del principio de que cuando la lucha ha tenido lugar nunca ha sido Una derrota terrible que haga replegarse al movimiento en un momento determinado, pero b haga avanzar a continuaciôn con ms fuerza, vale ms que todas las renuncias opor- iunistas que durante decenios han mantenido inalterada la relacién de fuerzas, en el inmovilismo, en el reformismo. Y, sin embargo, no podemos olvidar que, para la clase obrera, el rechazo de la lucha es, puede ser, en casos determinados, una forma de lucha. Esto ocurre cuando la mediacién obrera del interés capitalista resulta descubierta y es visible a ojos de todo el mundo, y al mismo tiempo se presenta totalmente urgente y necesaria para las necesidades inmediatas del capital, y ademàs no puede ser en ese momento gestionada por los obreros de forma directa, y debe ser dejada, a la fuerza, en las manos de sus falsos repre- sentantes. Es en este momento, frente a la demanda capitalista de una iniciativa obrera, cuando los obreros responden, espontàneamente, en masa, con pasivi- dad respecto a la lucha, con el rechazo pasivo de la propia lucha obrera. Dentro de la forma particular de esta respuesta es posible medir la presencia de una con- tradicciôn de nuevo tipo, un nuevo modo de manifestarse de ese continuo pro- ceso histôrico de separaciôn entre fuerza de trabajo y capital, que actualmente se presenta mediado por la separacién entre los obreros y «sus» organizaciones, entre clase obrera y movimiento obrero. Realmente este discurso no es fàcil dé aceptar: un gran n(imero de experiencias histôricas b demuestra, pero toda la tradiciôn de pensamiento del marxismo vulgar, que es la (mica tradiciôn de pen- samiento que el punto de vista obrero tiene a sus espaldas, b niega ferozmente. Por b demàs, no podemos partir de la refutaciôn de los diferentes momentos, de los diversos jalones de esta tradiciôn. No obtendrfamos nada y las necesidades de la polémica aplastarian la fuerza de choque de las nuevas hipôtesis. Y es sobre éstas donde conviene comenzar a trabajar, articulando en principio las premisas teôricas que las generan, y unificando al final las consecuencias pràcticas deri- vadas de las mismas. Estas consecuencias son decisivas para la elecciôn de aque- Ilas premisas. Partiendo del mayor dari° posible que pueda causarse al patrôn en 218
  • 59. un momento determinado, la clase obrera elige la forma de la lucha. A partir de las armas que la clase obrera puede reunir para combatir al capital, se escogerà, desde el punto de vista obrero, la forma de la ciencia. Ni las formas de la lucha ni las de la ciencia estàn dadas de una vez por todas. Es probable que el mate- rialismo hist6rico, el intento de reconstruir toda la historia de las sociedades humanas a partir del principio de la lucha de clases, haya sido para Marx un modo de destruir pràcticamente, en la ciencia, la tesis ideolégica burguesa de una historia eterna del capital, y un modo alternativo de contraponer a ésta, en funci6n de la lucha, una historia subalterna de las clases explotadas. La verdad es que considerar todavfa el materialismo histérico como la forma moderna de la ciencia obrera significa ponerse a escribir esta ciencia del futuro con la pluma de oca del escribano medieval. Nosotros pensamos que con cada cambio pro- fundo que marca un hito en la historia de las luchas obreras, en el punto de vista obrero surge el problema de cambiar la forma de su propia ciencia. El hecho de que este cambio no se haya producido después de la ms grande transformacién pràctica que los obreros han provocado en el mundo contemporàneo, se sitila en la rafz de todas las dificultades del marxismo de nuestros dfas. Sobre este asunto serà necesario volver. 9. EL TRABAJO COMO NO - CAPITAL Marx ha utilizado los términos de Angriffskraft (fuerza de ataque) de la clase obrera y de Widerstandskraft (fuerza de resistencia) del capital (cfr. Werke, 26, p. 313). Es necesario volver a poner en circulaci6n estos términos en la lucha de hoy en dfa, ya que contienen ese giro estratégico que, después de Marx, se ha intentado poner en pràctica solo una vez y que, después de Lenin, tanto en la teorfa como en la pràctica, ha sido archivado. Para llegar a demostrar cémo esto puede funcionar de nuevo en las formas de la lucha es necesario hacer avanzar el proceso de reconstrucci6n de los movimientos objetivos de las fuerzas que se hallan en lucha. Por b pronto, hemos obtenido un elemento, que cualquiera estarfa dispuesto a admitir como cuesti6n de principio, pero que nadie està dis- puesto a considerar en sus consecuencias: primero, el trabajador libre y pobre y consecuentemente el proletariado como «partido de la destrucci6n», después la mercancfa fuerza de trabajo y el obrero aislado como productor en potencia, finalmente la fuerza social del trabajo productivo en acto y, como consecuencia, la clase obrera en el proceso de producci6n, son, en cada caso, conceptual e hist6ricamente (begrifflich und geschichtlich) el verdadero y propio elemento dinét- mico del capital, la causa primera del desarrollo capitalista. En este sentido, Arbeitskraft no es solamente un objeto-mercancfa que pasa de las manos de los 219
  • 60. obreros a las del capital; es una fuerza activa que cuanto ms avanza el desarro- llo, pasa de la clase obrera a la clase de los capitalistas. El elogio que hace Marx de la poderosa e incesante actividad de la burguesfa debe desplazarse correcta- mente a la amenaza proletaria que la sigue; la carga del permanente dinamismo inquieto que parece impulsar al capital en todos los momentos de su historia, es en realidad el empuje agresivo de los movimientos de clase que presionan en su interior. La figura schumpeteriana del empresario, con su iniciativa innovadora, nos gusta verla radicalmente transformada en la permanente iniciativa de lucha de las grandes masas obreras. A través de este cambio, Arbeitskraft puede llegar a ser, debe llegar a ser, Angriffskraft. Es la transformacién, esta vez politica, de la fuerza de trabajo en clase obrera. Marx muestra la màxima conciencia sobre este problema en los Grundrisse. Quizà por una simple razén formal: Marx no est à obligado ni a una férrea dis- posicién légica de los argumentos, ni a un cuidado lingüfstico particular en su exposicién, ya que se halla en una fase de trabajo propiamente personal, en absoluto constreriida por las exigencias de su publicacién inmediata, b cual le permite avanzar de manera ms ràpida er . sus descubrimientos fundamentales y descubrir cada vez ms cosas nuevas, muchas màs de las que aparecen en las obras ya acabadas, comenzando por la ContibuciOn a la critica de la economia poli- tica y por el libro I de El Capital. Por consiguiente, podemos decir que, polftica- mente, los Grundisse —este monélogo interior que Marx realiza con su tiempo y consigo mismo— resulta un libro ms avanzado que los otros dos, un texto que conduce de manera ms directa, a través de inesperadas pàginas pràcticas, a conclusiones polfticas de nuevo tipo. Observemos, por ejemplo, cérno antes de llegar al concepto de trabajo vivo y, por lo tanto, antes de acometer la relacién originaria de intercambio entre capital y trabajo, Marx se sitüa frente al proble- ma: was ist unter«Gesellschaft» zu verstehen [iQué debemos entender por «socie- dad»?]. «No hay nada mis falso que el modo en que tanto los economistas como los socialistas consideran la sociedad en relacién a las condiciones econômicas.» Asf, Proudhon no ve diferencia entre capital y producto, para la sociedad. Sin embargo, la diferencia entre capital y producto, ino se halla en el hecho de que, como capital, el producto refleja una relacién determinada, correspondiente a una forma histérica de sociedad? La llamada observaci6n desde el punto de vista de la sociedad no quiere decir ms que pasar por alto las diferencias, que expresan precisamente la relaci6n social (relaciôn de la sociedad burguesa). La sociedad no consiste en individuos, sino que expresa la suma de relaciones en las que estos individuos estàn el uno con respecto al otro 239. 239 Karl MARX, Lineas fundamentales de la critica de la economia politica, OME-21, cit., p. 205. 220
  • 61. Esta definici6n de la sociedad es importante precisamente por la definicién de la sustancia social, comùn a todas las mercancfas que aparecen como si fue- ran individuos particulares. Sustancia comùn ya no puede seguir siendo su con- tenido material particular, su determinacién ffsica individual; debe ser su forma, precisamente social, el ser producto de una relaci6n social. Pero de esta forma, en cuanto valor, en cuanto cantidad de trabajo determinada, «Unicamente se puede hablar... cuando se busca algo contrapuesto al capital» 240. La sustancia comiln de todas las mercancfas est à constituida por el hecho de que todas ellas son socialmente trabajo objetivado. Entonces [...] lo1.nico diferente del trabajo objetivado es el trabajo no objetivado, pero que esté en proceso de objetivaci6n, el trabajo como subjetividad. 0 también el trabajo objetivado, esdecir, el trabajo espacialmente exis tente puede ser en cuanto trabajo pasado (vergangne) contrapuesto al trabajo temporalmente existente. En la medida en que el trabajo debe estar presente como trabajo temporal, como trabajo vivo, s6lo puede estar presente como suje-to vivo (lebendiges Subjekt), en el cual el trabajo existe como capacidad, como posibilidad: es decir, como obrero (ais Arbeiter)241 . Ya hemos visto c6mo en el Urtext de la ContribuckM a la critica de la economia politica, del mismo perfodo que los Grundisse, afirmarà ailn de forma ms sinté- tica: «La (mica antftesis que se opone al trabajo objetivado (vergegenstândlichte) es el no objetivado (ungegenstândliche); en antftesis con el trabajo objetivado (objektivierten), el trabajo subjetivo (subjektive)» 242. Trabajo subjetivo contrapuesto a trabajo objetivado, trabajo vivo contra- puesto a trabajo muerto, estamos hablando del trabajo contrapuesto al capital: el trabajo como no-capital (die Arbeit ais das Nicht-Kapital). Dos son sus carac- terfsticas fundamentales y ambas caracterizan el trabajo como algo que no es una cosa, un Nicht colocado en el coraz6n de una red de relaciones sociales posi- tivas, que posee al mismo tiempo tanto la posibilidad de su desarrollo como de su propia destrucci6n. Grundisse: El trabajo puesto coma el no-capital en cuanto tal, es: 1) trabajo no objetivado, concebido negativamente (y sin embargo, objetivo; la no-objetivo mismo en forma objetiva). En cuanto tal, el trabajo es no-materia prima, no-instrumento de trabajo, no-producto en bruto: es trabajo separado de todos los instrumentos de trabajo y objetos de trabajo, sepa- rado de su total objetividad. Es el trabajo vivo que existe como abstracciôn de estos momentos de su existencia real (e igualmente como no-valor); esta completa desnudez vacfa de toda objetividad, pura existencia subjetiva del trabajo. El trabajo cornu la pobre-za absoluta. La pobreza, no coma privaci6n, sino como exclusi6n total (absolute Armut) 240 Ibid., p. 213, nota. 241 Ibid., p. 213. 242 Karl MARX, Contribuci6n a la critica de la economia pol(tica, cit., p. 274. 221
  • 62. de la riqueza objetiva. 0 también, en cuanto que es el no-valor existente, y, por b tanto, es un puro valor de uso objetivo, que existe sin mediaci6n, esta objetividad sélo puede set una objetividad no separada de la persona; s6lo puede ser una objetividad que coin- cide con su inmediata corporeidad. En la medida en que la objetividad es puramente inmediata, ella es de forma igualmente inmediata no-objetividad. En otras palabras: no es una objetividad que cae fuera de la existencia inmediata del individuo. 2) Trabajo no- objetivado, no-valor (Nitcht-Wert), concebido positivamente, o negatividad que se refiera a si misma; en tal sentido el trabajo es lo no-objetivado, y por lo tanto, b no-objetivo, es decir, la existencia subjetiva del trabajo mismo. El trabajo no como objeto, sino como actividad; no como valor en si mismo, sino como la fuente viva del valor. La riqueza gene- ral existe en el capital en forma objetiva, como realidad, y frente a él el trabajo se mani- fiesta como la riqueza en citant° posibilidad general (allgemeine Méiglichkeit), que se acre- dita como tal en la acci6n243. No es en absoluto contradictorio, continùa Marx, que el trabajo sea «por una parte, la pobreza absoluta en cuanto objeto, y por otra, la posibilidad general de la riqueza en cuanto sujeto» 244. 0 mejor dicho, es totalmente contradictorio, pero por el hecho de que el propio trabajo es una contradiccién del capital. Y pre- viamente incluso, una contradicci6n en sf misma. Trabajo abstracto que tiene un valor de uso. 0 mejor: trabajo puro y simple (schlechthin) que no es otra cosa que el valor de uso puro y simple que se contrapone al capital. Es decir, el tra- bajo como obrero: «[...] absolutamente indiferente a su determinacién particu- lar», sin embargo, «[...] capaz de cualquier determinaci6n» 245. El interés del obrero se centra siempre en el trabajo en general, jamàs en su caràcter determi- nado. Este caràcter determinado es valor de uso sélo para el capital. Precisamente por esto, ya que el trabajo s6lo es trabajo en oposici6n al capital, el obrero s6lo es obrero en oposiciôn al capitalista. Esta relaci6n econ6mica —el caràcter del que son soportes el capitalista y el obrerb como los extremos de una relacién de producci6n— se desarrolla de forma tanto màs pura y ade- cuada cuanto màs pierde el trabajo todo caràcter artesanal (Kunstcharakter); su destreza particular se convierte cada vez mus en algo abstracto, indiferente, y ella misma se con- vierte màs y màs en una actividad puramente abstracta, puramente mecànica, pot lo tanto, indiferente a su forma particular; actividad puramente formai (formelle), o, lo que es lo mismo, puramente material (stoffliche), actividad en general indiferente a su forma 246. Arbeitsprozess in das Kapital aufgenommen [El proceso de trabajo incluido en el capital]: «Mediante el cambio con el obrero el capital se ha apropiado del tra- 243 Karl MARX, Lineas fundamentales de la critica de la economia politica, OME-21, cit., rip. 235-236. 244 Ibid., p. 236. 245 Ibid. 246 ibid., p. 237 . 222
  • 63. que «[...] el capital mismo deviene proceso». de esta distinciôn (Unterscheidung) y de su superaciein (Aufhebung): la vfa por la tancia a partir de la forma en que consiste también como trabajo. Es el proceso como acto». El trabajo vivo es, en realidad, esta diferencia cualitativa de la sus- va, como capital, con el trabajo vivo, con «el trabajo que existe como proceso y pasiva, como dinero, con el trabajo objetivado; debe instaurar una relaci6n acti- mente existente y, por b tanto, muerta (nur daseiende und daher tote)»247 Llegado a este punto el capital no puede continuar identificàndose de forma como vital idad fructificadora (befruchtende Lebendigkeit) de su objetividad mera- bajo mismo; éste se ha convertido en uno de sus momentos, que ahora acttla El trabajo es el fermento que es arrojado al capital, que lo hace fermentar (zter Giirung). Por una parte, la objetividad en que consiste el capital tiene que ser elaborada, es decir, consumida por el trabajo, y por otra, la mera subjetividad del trabajo como pura forma tiene que ser negada (aufgehoben) y objetivada en la materia (Material) del capital. La relaci6n del capital, segtim su contenido, con el trabajo, la relaci6n del trabajo objetiva- do con el trabajo vivo --en esta relaci6n, en la que el capital se presenta pasivamente fren- te al trabajo, es su existencia pasiva (sein passives Dasein), en cuanto existencia particu- lar, la que entra en relaci6n con el trabajo en cuanto actividad conformadora— s6lo puede set en general la relaci6n del trabajo con su objetividad, con su materia (Stoff)..., y en relaci6n con el trabajo como actividad, la materia, el trabajo objetivado, sélo tiene dos relaciones, la de materia prima, es decir, la de materia informe, la de simple material para la actividad conformadora del trabajo con una finalidad, y la de instrumento de trabajo, la de instrumento objetivado, mediante el cual la actividad subjetiva introduce entre ella y el objet°, otro objeto que hace de conductor (Leiter) >> 248. Produktionsprozess ais Inhalt des Kapitals [El proceso de producci6n como con- tenido del capital]: En el primer acto, en el cambio entre capital y trabajo, el trabajo en cuanto ta!, como trabajo que existe para si, se presenta necesariamente como obrero. Lo mismo ocurre en el segundo proceso: el capital en general es puesto como valor para si mismo, como valor egoista (selbstischer), pot asi decirlo (mientras que en el dinero s6lo era la tendencia a convertirse en un valor de esta clase). Pero este capital que existe para sf mismo es el capitalista. Los socialistas dicen que nosotros necesitamos capital, pero no capitalistas. Entonces el capital se presenta como una mera cosa, no como una relaci6n de producci6n, que reflejada en sf misma es precisamente el capitalista. Yo puedo perfectamente separar el capital de este capitalista individual, y este capital puede pasar a las manos de otro. Pero en la medida en que el capitalista pierde el capital, pierde la cualidad de ser capitalista. El capital es, pot lo tanto, separable del capitalista individual, pero no del capitalista, que en cuanto tal se enfrenta al obrero. 247 Ibid., p. 238. 248 Ibid. 223
  • 64. También el trabajador puede dejar de ser el ser-para-si (das Fürsichsein) del trabajo; el tra- bajador puede heredar dinero, puede robarlo, etc. Pero entonces deja de ser obrero. En cuanto trabajador él es el trabajo que existe para si mismo 249. Mediante la incorporacién del trabajo al capital, el capital se convierte en proceso de produccién; pero ante todo es un proceso de produccién material; proceso de produccién en general, de forma tal que el proceso de produccién del capital no es diferente del proceso de produccién material en general. Su deter- minacién se extingue por completo. Por el hecho de que el capital ha cambiado tina parte de su ser (Sein) objetivo por trabajo, su existencia (Dasein) objetiva misma se escinde (dirimiert in sich) internamente en objeto y en trabajo; la rela- cién de ambos constituye el proceso de produccién, o dicho con ms precisiôn, el proceso de trabajo. Con esto el proceso de trabajo colocado como punto de partida previo al valor —y que por su abstraccién, por su pura materialidad, es comùn a todas las formas de producci6n— se presenta de nuevo dentro del capital como un proceso, que tiene lugar dentro de su materia, que constituye su conteni- do"°. Surplusarbeitszeit [Tiempo de trabajo excedente]: Si un dia de trabajo fuera necesario para conservar con vida al obrero durante un dia de trabajo, no existiria el capital, ya que el dia de trabajo se cambiarfa por su propio producto, es decir, el capital como capital no podria valorizarse y, por b tanto, no podrfa conservarse. La autoconservacién del capital es su autovalorizaci6n. Si el capi- tal tuviera que trabajar para vivir, entonces él se conservarfa, no como capital, sino como trabajo251 . [Pero] «si el obrero necesita sélo medio dia de trabajo para vivir un dia com- pleto, entonces él necesita trabajar sOlo medio dia para prologar su existencia como obrero. La segunda mitad del dia es trabajo coactivo (Zwangsarbeit); es trabajo excedente. Lo que desde el punto de vista del capitalista se presenta (erscheint) como plusvalor, se presenta exactamente (erscheint exackt) desde el punto de vista del obrero como trabajo excedente por encima de su necesidad como obrero, es decir, por encima de su necesidad inmediata para la conserva- cién de su organismo»252. En este sentido, una determinacién histérica com- pleta del capital presupone: 1) necesidades tan desarrolladas que el plustraba- 249 Ibid., pp. 243-244; Karl MARX, Lineamenti fondamentali della critica dell'economia politi- ca, 1857-1858, (2 vols.), Florencia, La Nuova Italia Editrice, 1968, 1970, pp. 210-212. 250 Ibid., p. 244. 251 Ibid., p. 264. 252 Ibid., p. 265. 224
  • 65. jo ms allà del trabajo necesario se convierte en sf mismo en una necesidad general; 2) una laboriosidad general que, a través de la disciplina rigurosa del capital, se desarrolla como posesi6n general; 3) un desarrollo tan maduro de las fuerzas productivas del trabajo que la posesi6n y la conservaci6n de la riqueza general: [...] requieren por una parte un tiempo de trabajo menor para la sociedad, y por otra la sociedad trabajadora (arbeitende Gesellschaft) se enfrenta cientificamente con el proceso de su reproducci6n progresiya, de su reproducci6n constantemente mas rica, es decir, que deja de existir el trabajo, en el que el hombre hace lo que las cosas pueden hacer por é1 253. Pero en cuanto aspiraci6n sin pausa (rastlose Streben) por la forma general de la riqueza, el capital constririe al trabajo por encima de los limites de su necesidad natural, y de esta forma crea los elementos materiales para el desarrollo de una indiyidualidad rica, que es igualmente uniyersal (allseitig) tanto en sus aspiraciones de producci6n como de consul- mo, y cuyo trabajo no se presenta consiguientemente como trabajo, sino como desarro- llo total de la actividad misma, en la cual la necesidad natural ha desaparecido en su forma inmediata, porque la necesidad natural ha sido sustituida por una necesidad pro- ducida hist6ricamente (geschichtlich erzeugtes). El capital, por b tanto, es productivo; esdecir, es una relacii5n esencial para el desarrollo de las fuerzas productivas sociales. &610 deja de ser una tal relaci6n esencial allf donde el desarrollo de estas mismas fuerzas producti- vas encuentran un obstriculo en el capital mismo 254. Este es el nuevo camino que Marx propone en este momento. Punto de par- tida: el trabajo como no-capital, como sujeto vivo del obrero contra la objetivi- dad muerta de todas las demis condiciones de producci6n; el trabajo como fer- mento vital del capital: otra determinaci6n activa que se ai -jade a la actividad del trabajo productivo. Punto de llegada: el capital se convierte en algo produc- tivo, relaci6n esencial para el desarrollo del trabajo como fuerza productiva social y, por b tanto, relaci6n esencial para el desarrollo de la clase obrera: una nueva funci6n del capital que ahora b obliga a servir al obrero. En medio de este camino, entre los dos puntos: el trabajo como no-valor y, precisamente por esto, fuente viva del valor; miseria absoluta y, por ello, posibilidad general de la rique- za; de nuevo plustrabajo y, precisamente por ello, plusvalor: la figura moderna del obrero colectivo que es capaz de producir capital en cuanto clase antagonis- ta que lo combate. Este es el aspecto decisivo que ahora es necesario abordai-. El proceso pro- ductivo, el acto de la producci6n de capital es simultàneamente el moment° de la lucha obrera contra el capital: momento especffico al cual todos los demàs 253 Ibid., p. 266. 254 Ibid. 225
  • 66. niveles genéricos de la lucha estàn obligados a tomar como referencia, si quie- ren llegar a ser ellos mismos productivos. En el acto de la producci6n, la rela- ciôn de fuerza entre las dos clases es favorable a la clase obrera. Preguntémonos por qué. Anteriormente hemos visto que es una necesidad del capital que la fuerza de trabajo se introduzca en la relaci6n de produccién capitalista, no ya sPlo como fuerza productiva social objetivada en el capital, sino como sujeto vivo y activo del obrero, de esta forma asociado y objetivado. En el acto de la compra- venta, en el mercado, la fuerza de trabajo se presenta con dos caracterfsticas fundamentales: como sustancia contrapuesta al capital y como algo formalmen- te aut6nomo de éste. Su autonomfa, el documento de sus derechos donde està escrita en caracteres g6ticos la palabra libertad, reside en el hecho de estar a(in fuera de la relaci6n de produccién capitalista. El momento del intercambio no es el reino de la libertad seilo porque comprador y vendedor negocian como indi- viduos libres, sino porque capital y trabajo aparecen, al menos formalmente, el uno libre frente al otro. Esta es la libertad que deben perder si quieren vivir. A partir de esta premisa, Marx ve en el paso a la producci6n la disoluci6n del capi- tal como «relaci6n formal». Lo que aquf desaparece, en realidad, es precisa- mente la forma de la autonomia recfproca entre los momentos de la relaci6n y lo que permanece es la relaci6n misma en su sustancia, en su realidad cruda e inmediata, sin la mediaci6n de una expresi6n formai, o como nosotros decimos, sin ideologia. Sin embargo, la sustancia de la relaci6n se halla dada desde el prin- cipio por la contraposicién antitética entre trabajo en potencia y capital en si, las simples figuras del trabajo y del capital, del obrero y del capitalista. El con- tenido de la relaci6n capitalista es en todo momento la relacién de clase. Y la relaci6n de clase considera la iniciativa de la lucha por parte de la clase obrera como el punto de partida del proceso, el motor permanente de éste, la negacién absolu ta del capital en cuanto tal y al mismo tiempo la articulaci6n dinàmica del interés capitalista. En el paso a la producci6n, este contenido de clase del capi- tal como «relaci6n sustancial» no s6lo se conserva en sustancia, no sôlo es libe- rado de la forma, sino que es, debe ser, de hecho, socializado y objetivado. Debe ser socializado en el sentido de que las fuerzas de trabajo individuales deben con- vertirse en fuerza productiva social, o fuerza social del trabajo productivo. Debe ser objetivado en el sentido de que esta fuerza social del trabajo productivo debe convertirse en fuerza productiva social del capital. Estos dos procesos —la socia- lizaci6n de la fuerza de trabajo y su objetivaciôn en el capital— se hallan cons- trefiidos por una ûnica necesidad: despedazar la autonomfa de la fuerza de tra- bajo sin destruir su caràcter antagonista. La existencia del capital, su nacimiento, su desarrollo, estàn unidos todos ellos a la presencia de este anta- gonismo. El capital no s6lo no puede existir sin fuerza de trabajo, sino que tam- poco puede existir sin socializaci6n de la fuerza de trabajo; no s6lo no puede 226
  • 67. hacer nada sin la clase obrera, sino que tampoco puede hacer nada sin introdu- cir a la propia clase obrera dentro del capital, como su propia parte viva. El pro- ceso de socializaciôn capitalista puede avanzar mucho, tiene posibilidades de desarrollo que parecen ilimitadas, salta de la relaci6n de produccién hacia atràs, a la relaci6n de intercambio, y hacia delante, a las relaciones de la distribuciem, sobresatura la relaci6n social general y la eleva continuamente un grado, un nivel, un momento. Sin embargo, hay un limite que no puede superar: el pro- ceso de socializaci6n general no puede llegar a liquidar a los obreros como clase particular, no puede, no debe, diluir, disolver, desarticular a la clase obre- ra en la sociedad; puede y debe socializar cada vez ms, tal y como sucede, la relacién de clase y, por consiguiente, a los obreros como clase antagonista en su interior; desde la perspectiva capitalista, esta es la via del control social de los movimientos de la clase obrera; desde el punto de vista obrero, es la perspec- tiva de un crecimiento polftico ilimitado frente al limite infranqueable que el capital se pone a si mismo. Asf, el proceso de objetivaci6n de toda relacién social dentro del capital lleva consigo una carga histôrica que acumula, a medida que avanza, una fuerza irresistible: del fetichismo de la mercancfa al fetichismo del capital, a través de toda una época de violencia positiva, la reducci6n a cosa muerta de todo aquello que es socialmente vivo parece pràc- ticamente verificada. Sin embargo, también aquf una barrera insuperable impide el cumplimiento de la obra: el proceso de objetivaci6n total no puede llegar a liquidar la vida individual del trabajo como sujeto activo, no puede y no debe reducir a pasiva objetividad muerta el mismo ferment° vital que de forma productiva pone todo en actividad; cuanto ms crece y avanza la obje- tivacién en el capital de todo lo que es social, ms debe avanzar y crecer den- tro de éste la actividad, la iniciativa, el interés «empresarial» de la clase obre- ra; desde el punto de vista del capital ésta es la condici6n para un desarrollo econ6mico racional del sistema, desde el punto de vista de la clase obrera es la ocasi6n para subordinar polfticamente a si misma los movimientos del capi- tal. El contenido de clase inicial se halla cada vez ms presente y es cada vez ms determinante en la relaci6n de producci6n capitalista, y se presenta como sustancia vivificante dada su inmanente contradicci6n, precisamente porque constituye un esfuerzo continuo de la clase obrera en el uso polftico subjetivo de un mecanismo econ6mico objetivo. Los procesos de socializaci6n y objeti- vaci6n exasperan estas posibilidades de uso alternativo, que por lo demis se hallan implicitas en todo proceso de la producci6n capitalista. El punto de vista pràctico del capital no tiene otra elecci6n que dirigir estos procesos for- zando a la clase obrera a moverlos. El punto de vista pràctico obrero puede optar por moverlos rechazando la direcci6n del capital. Se halla, por lo tanto, en una posici6n de potencial ventaja. Basta con que esta elecci6n obrera no se aban- 227
  • 68. done a la espontaneidad, basta con que encuentre el camino para expresarse en una potente organizacién subjetiva, y la relacién de fuerzas se invertir., la fuer- za de ataque de los obreros colocarà en una situaci6n de resistencia la defensa de los capitalistas. En la fàbrica, en la producci6n, cuando los obreros funcionan para el capitalista como las màquinas para el capital, y cuentan ademàs con la posible eleccién de no querer funcionar; cuando el trabajo est à dentro del capi- tal y contra éste al mismo tiempo, entonces el patrén colectivo es tremenda- mente débil, ya que ha dejado por un momento en las manos de sus enemigos las armas con las que combatia a las fuerzas productivas del trabajo, socializadas y objetivadas en la clase obrera. Si la actividad del trabajo cesa, cesa la vida del capital. Una fàbrica parada es ya trabajo muerto, capital en reposo que no pro- duce ni se reproduce. La huelga no es por casualidad una forma de lucha obre- ra permanente y de este modo su forma primitiva que se desarrolla, pero nunca se rechaza. Y esta constataci6n elemental sin duda tiene la fuerza propia de las cosas sencillas: la huelga como cese de la actividad por parte del trabajo vivo, su reducci6n a trabajo muerto, su rechazo a ser trabajo; la huelga, por b tanto, como fin de la diferenciaciôn, la separaci6n, la contraposiciôn entre trabajo y capital: la amenaza màs terrible que puede ser introducida en la vida misma de la sociedad capitalista. El rechazo de la actividad por parte del trabajo se iden- tifica con la recuperaci6n de esa autonomfa propia que el proceso de produccién debe eliminar. Y esta es la otra cosa que el capital no puede soportar. Este debe mantener el trabajo como algo distinto y contrapuesto a si mismo como poten- cia econ6mica, pero debe subordinarlo simultàneamente, bajo su poder de mando, como potencia polftica. El capital debe, por b tanto, contraponerse a la fuerza de trabajo sin dejar que la clase obrera sea autônoma; debe concebir a la propia fuerza de trabajo como clase obrera, dentro de la relacién de produccién capitalista; debe, por b tanto, conservar, reproducir, extender la relaci6n de clase, ûnicamente controlcindola. Es este el hilo conductor de la historia moder- na del capital. Cortar en un punto el hilo de este control es la estrategia actual de la revoluci6n proletaria. Una autonomfa politica separada de los movimientos de clase de las dos partes es todavfa el punto de partida que hay que imponer a la lucha: a partir de aqui, una vez màs, plantear todos los problemas de organi- zaci6n de la clase obrera. El esfuerzo del capital se centra en recluir deutro de la relaci6n econ6mica el momento del antagonismo, incorporando en la relaciôn capitalista la relacién de clase como su propio objeto social. El esfuerzo por parte de la clase obrera, por el contrario, debe tender continuamente a romper la forma econ6mica del antagonismo; debe tener como objetivo cotidiano la resti- tuci6n del contenido polftico a cada oportunidad elemental de enfrentamiento; debe, por b tanto, hacer que la relacién capitalista funcione subjetivamente en la relacién de clase, concebir entonces el capital como relaciôn de producci6n, 228
  • 69.
  • 70.
  • 71. tas desde el campo opuesto, bajo las cuales ha permanecido sepultado duran- te decenios el Punto de vista obrero. Sélo las nuevas fuerzas que produciràn esta experiencia pràctica y que luego seràn reproducidas por ella podràn encontrarse en grado de conducir hasta el final la obra de reconstruccién teô- rica, el trabajo de configuraciôn cientifica. No podemos creer que sea posible lo contrario. Revelar ûnicamente el nuevo curso posible de la lucha no cam- bia las condiciones reales en las que la lucha se desarrolla. Pero cambiando realmente estas condiciones, seen el nuevo punto de vista, su victoria deci- siva se impondrà también en el futuro. De nuevo vemos que aqui hemos de pasar por una puerta estrecha. Cada vez que el punto de vista obrero avanza, ha de demostrar con el ejemplo de la pràctica lo que propone en la teoria; se halla, por naturaleza, en el deber de hacer preceder la politica a la ciencia. Y éste es el motivo por el que la ciencia obrera no aparecerà jamàs ante los ojos del «cientifico» de una forma internamente acabada. El punto de vista obre- ro, como ciencia, es ya una contradiccién en si. Para no serlo, no debe ser ûni- camente ciencia, posesiôn cognoscitiva y previsora de los fenômenos; debe ser revolucién, proceso en marcha de transformacién radical de los hechos. Después de un siglo no es extratio que el economista siga encontrando erro- res econômicos, el historiador errores histôricos, el politico errores politicos, etc., en la lectura de Marx. No resulta extraho y es del todo normal, ya que desde el punto de vista del economista, del historiador, del politico tradicio- nal, se trata de errores auténticos. Ninguno de ellos se pregunta, sin embargo, si tienen derecho a juzgar a Marx desde su punto de vista, desde el punto de vista de sus disciplinas. Si la obra de Marx es reducida a un fenômeno de his- toria de las doctrinas, entonces podemos ser marxistas o no marxistas, de mane- ra ms o menos refinada, cula uno con su propia doctrina. Pero si la obra es vista como un moment() pràctico de la lucha de clases desde el punto de vista obre- ro, entonces se tratarà de ser marxistas en un ûnico sentido realmente simple, como militantes revolucionarios de la clase obrera. En este caso es necesario saber que, en el terreno objetivamente cientifico, las consecuencias seràn duras. Respecto a la ciencia reconocida debemos aceptar trabajar en la clandestinidad de una perspectiva totalmente diversa. Los resultados no seràn muchas veces contrastables. Como estudiosos, reivindicamos el derecho a ser despreciados por los estudiosos. En la sociedad capitalista, la investigaciôn, el estudio, la ciencia desde una perspectiva obrera deben elegir conscientemente el honor del aisla- miento. Sôlo de esta forma conseguiràn tranquilamente entregar a los movi- mientos de la propia clase el conocimiento de esa fuerza agresiva que la clase tanto necesita, restituyendo a los obreros lo que ya Marx —no en vano— habia indicado como eleccién irrenunciable: «el honor de ser un poder conquista- dor (die Ehre eine erobemde Macht zu sein)» (cfr. Werke, 8, p. 157). 230
  • 72. Proponer hoy en da una inversiôn de prioridad histôrica entre capital y trabajo, comenzar a ver el capital como funciOn de la clase obrera, o para ser màs precisos, el sistema econômico capitalista como un moment° de desarro- llo de la clase obrera, romper, por lo tant°, y modificar completamente en la investigaciôn la historia subalterna de los movimientos obreros, con el fin de recuperar en la pràctica la posibilidad de imponer al capital con la fuerza sus propios movimientos: todo esto no es diferente, desde un punto de vista meto- dol6gico, de lo que el propio Marx hacfa, cuando asumfa como propia la bey del valor-trabajo, y la interpretaba, la desarrollaba, la utilizaba para sus propios fines, que no eran los exclusivos de su propio anàlisis, sino los fines globales de la lucha de su clase. Marx no descubri6 la bey del valor-trabajo. La encontrô fundamentalmente acabada en el pensamiento de su época. Y si bien es cier- to que se trataba del pensamiento burgués de la época, era el pensamiento de aquella parte avanzada de la burguesfa industrial que, en lucha mortal contra las supervivencias pasivas del pasado, tenfa interés en presentar de forma rea- lista sus propias teorfas como «existencia cientifica» de las relaciones econô- micas. La simple consideraciôn de los hechos ya rompfa, en ese caso, el viejo equilibrio. Por otro lado, precisamente la consideraciôn de los hechos era lo que hacfa productiva la relaci6n con esa ciencia burguesa. Y el hecho, el dato, que esta ciencia trataba de imponer, de la manera ms cruda, a la realidad polftica era, y ello no es casual, el nuevo yfriculo, econômico y polftico al mismo tiempo, de la relaciôn trabajo-valor, trabajo-capital. No se trata pues de dar crédito a través de esta vfa a la ilusiôn hist6rica de una burguesfa que cuando es revolucionaria no tiene miedo a decir la verdad, pero que se vuel- ve ms mentirosa cuanto màs reaccionaria se hace, y que antes de tomar el poder es buena y después que se ha apoderado del mismo se vuelve mala —éstas son fàbulas para nifios que van a la escuela elemental de materialismo hist6ri- co—. El realismo del pensamiento clàsico burgués no es un fruto aislado de la época de oro del capital: se repite cada vez que la parte capitalista màs avan- zada decide agredir y combatir, en el terreno obrero, a la parte capitalista ms atrasada, cada vez, pues, que la articulaci6n obrera del desarrollo capitalista es obligada a entrar en juego, debe ser obligada a entrar en juego, de un modo abierto y directo. Entonces, de nuevo se hace posible el uso obrero alternati- vo de algunos resultados cientfficos obtenidos a partir del punto de vista opuesto. Precisamente por esta razôn el cinismo burgués de Ricardo sobre las •condiciones del trabajo en funci6n del beneficio ha sido ms ùtil para Marx que todos los lloriqueos de la literatura comunista sobre la miseria de las cla- ses trabajadoras. Cuando Marx rechaza la idea del trabajo como fuente de la riqueza y asume u'n concept° de trabajo como medida del valor, la ideologfa socialista es derrota- 231