Conferencia "Desafíos actuales de la Educación Religiosa" (Mons. Ezzati) - 20130626

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Conferencia “Desafíos actuales de la Educación Religiosa Escolar Católica” | Mons. Ricardo Ezzati A. 1
DESAFÍOS ACTUALES DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR CATÓLICA
Reflexiones presentadas al Instituto Escuela de la Fe
y la Carrera de Pedagogía en Religión de la Universidad Finis Terrae,
con ocasión de los 10 años de la Carrera.
Santiago, 26 de Junio de 2013.
+ Ricardo Ezzati Andrello, sdb – Arzobispo de Santiago.
Apreciados amigos del Instituto Escuela de la Fe y de la Carrera de Pedagogía en
Religión de la Universidad Finís Terrae, Autoridades de la Universidad, Señoras y
señores.
Los saludo cordialmente, y les agradezco la amable invitación a dialogar con Ustedes
sobre un tema apasionante, de mucha actualidad y de vital importancia para el futuro
cultural de nuestro país, como es la Educación Religiosa Escolar, en el contexto actual
de Chile. Gracias por su presencia.
Para mí, como Arzobispo de Santiago, la invitación que me han formulado constituye
motivo de gratitud y una estupenda oportunidad de encuentro y de diálogo.
1. INTRODUCCIÓN
Lo que les voy a proponer son puntos abiertos que, espero, estimulen la reflexión de
Ustedes y, de manera especial, interpelen a quienes creemos que la dimensión religiosa no es
algo decorativo para el hombre y la mujer contemporáneos o, como afirmaba Pablo VI en la
Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi”, “como un barniz superficial” de la condición
humana, sino una dimensión vital y esperanzadora, enraizada en la profundidad del ser y de la

cultura o de las culturas del hombre, en el sentido rico y amplio que tienen estos términos en
la Gaudium et spes (50) que siempre destacan, como punto de partida, la persona y las
relaciones de las personas entre sí y con Dios (Cf. EN 20).
Para la Iglesia y quienes desde ella se dedican a educar, esta interpelación “no
constituye algo de orden facultativo”, muy por el contrario, saben que es un deber que les
incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Una tarea que
no admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos... Se trata de la Verdad, con mayúscula; la
que debe alumbrar a todo hombre que viene a este mundo, la Verdad que merece que el
Apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y que, si es necesario, le consagre su
propia vida (Cf. EN 5).
Con la certeza de que comparten las palabras del gran Papa Pablo VI, parto de una
premisa descontada, pero necesaria para comprender la ubicación de las reflexiones que les
quiero presentar. La educación religiosa escolar, ofrecida por personas que viven en la fe
cristiana, aun manteniendo la intención evangelizadora, no se confunde con la evangelización
propiamente tal o la iniciación cristiana que la Iglesia ofrece en sus comunidades: tiene
prevalentemente carácter educativo cuya finalidad es que la persona se desarrolle para
afianzar su identidad y alcanzar su plenitud. Una tarea hoy particularmente desafiada, por la
cultura secularista de nuestro contexto. Así lo expresaba el documento de trabajo del pasado
Sínodo de los Obispos, octubre 2012. Cito: “Aquí está la emergencia educativa: ya no somos
capaces de ofrecer a los jóvenes, a las nuevas generaciones, lo que es nuestro deber trasmitirles.
Nosotros estamos en deuda en relación a ellos también en lo que respecta a aquellos verdaderos
valores que dan fundamento a la vida. Así termina descuidado y olvidado el objetivo esencial de
la educación, que es la formación de la persona, para hacerla capaz de vivir en plenitud y de dar
su contribución al bien de la comunidad. Por ello crece, desde diversos sectores, la demanda de
una educación auténtica y el redescubrimiento de la necesidad de educadores que sean
verdaderamente tales. Dicho pedido asocia a los padres (preocupados, y con frecuencia
angustiados, por el futuro de los propios hijos), a los docentes (que viven la triste experiencia de
la decadencia de la escuela) y de la sociedad misma, que ve amenazada las bases de la
convivencia” (Sínodo de los obispos. La nueva evangelización para la transmisión de la fe
cristiana. Lineamenta para la XIII Asamblea General Ordinaria. N.20).

2. EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR: FINALIDAD EDUCATIVA
Integrada en los programas específicos que ofrece la escuela, la educación religiosa
escolar busca y cumple su finalidad educativa, ayudando a comprender la realidad por
caminos racionales en diálogo con otros factores educativos interdependientes y orgánicos,
principalmente con las tres grandes finalidades del hecho educativo, es decir:
- el desarrollo integral de la persona, físico, intelectual, afectivo, ético y espiritual;
- su necesaria socialización, es decir, su integración activa en círculos siempre más
amplios y con interacciones siempre más responsables y útiles a la sociedad y;
- la asimilación sistemática y crítica de la cultura, entendida como patrimonio de
conocimientos, valores, realizaciones, técnicas y formas de vida.
Educar significa acompañar el desarrollo armónico de todas las potencialidades
humanas. Todo un arte que se remite a la persona humana y a la esfera de su libertad. Si en el
quehacer educativo se impone hacer de cada educando el protagonista de su propia historia,
nos hallamos ante uno de los grandes interrogantes de la educación religiosa: ¿qué medios
pueden ser válidos para desarrollar la capacidad específicamente humana de encarnar unos
valores religiosos y vivir en la libertad? Cada persona humana ha de ser libre a la hora de optar
por la constelación de valores que asume. Nadie goza del derecho a imponer su visión
religiosa. Pero tampoco cabe silenciar el propio universo religioso. Resulta decisivo ayudar
para que cada persona lo elija libre y responsablemente, es decir, “movido e inducido por
convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de mera coacción
externa” (GS 17).
También en esta esfera de la educación religiosa valen las palabras del Papa Juan Pablo
II acerca de la contribución de la fe católica al desarrollo de la sociedad. Escribió el Papa: “Pero
el diálogo no puede basarse en la indiferencia religiosa, y nosotros como cristianos tenemos el
deber de desarrollarlo ofreciendo el pleno testimonio de la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P
3,15). No debemos temer que pueda constituir una ofensa a la identidad del otro lo que, en
cambio, es anuncio gozoso de un don para todos y que se propone a todos con el mayor respeto a
la libertad de cada uno…” (NMI 56).

Por vivir en una sociedad pluralista, apremia testimoniar los valores religiosos, ante
ambientes totalmente ciegos o que presentan axiologías discutibles. Para ello es
imprescindible el papel cualificado del educador y de una comunidad educativa, capaces de
promover actitudes de asombro, capacidad de contemplación y de gratuidad, sentido de
trascendencia y de contemplación, así como delicadeza moral y gratitud. Y el mejor método
será el que logre integrar autodescubrimiento de estos valores con la propuesta existencial de
parte de los educadores.
Para ser válida la concepción de una educación religiosa en el ámbito de la escuela y en
el contexto cultural actual, no puede ser abstracta, contentándose con fórmulas genéricas,
debe encarnarse en las aspiraciones y exigencias de nuestro tiempo. Por lo mismo no puede
obtenerse por vía de simple deducción, sino que debe construirse a la luz de la fe, con el auxilio
de las ciencias de la educación.
3. NOTAS CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR
Siguiendo la pauta de un gran experto en educación religiosa escolar, el Prof. Giuseppe
Groppo, que dedicó toda su vida profesional a este tema, creo poder definir la educación
religiosa con las siguientes características:
- Una educación religiosa auténticamente humana y actual. Auténticamente humana y al
mismo tiempo actual, es decir, una educación religiosa para los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, pero según un proyecto auténticamente humano. Por tanto, aun
insertándose necesariamente en los procesos de inculturación y de socialización, no se
reduce ni se identifica con ellos. Difiere tanto por los objetivos como por las estrategias.
Hay que entenderla como proceso crítico de comprensión y de promoción humana; como
esfuerzo de liberación de todas las opresiones en función de una humanización progresiva
y de una maduración personal y comunitaria. Por eso, de acuerdo al Vaticano II, una
educación religiosa que responda “a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el
sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación entre ambas (GS 4).
El mismo documento profundiza los interrogantes más profundo del hombre que se

pregunta: “¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar
de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan
caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay
después de esta vida temporal?''(GS10). Con esta misma preocupación, el Documento
Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño,
retomando un texto de la Declaración sobre la educación, “Gravissimum educationis
momentum” del Vaticano II, afirma: “Los niños y adolescentes tienen derecho a que se les
estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a prestarles su adhesión
personal y también a que se les estimule a conocer y amar a Dios. Ruega, pues,
encarecidamente a todos los que gobiernan los pueblos, o están al frente de la educación a
procurar que la juventud nunca se vea privada de este sagrado derecho” (GE 1; DA 482).
Incumbencias de una educación religiosa así entendida son entonces:
 desarrollar en los niños y jóvenes una creciente capacidad crítica frente a los
modelos impuestos por las fuerzas hegemónicas de los diversos sistemas
dominantes, que se presentan como los ídolos denunciados por el salmista: “Sus
ídolos son plata y oro, hechuras de manos humanas: tienen boca, y no hablan; tienen
ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tienen nariz, y no huelen; tienen manos, y no
tocan; tienen pies y no andan; no tiene voz su garganta…” (Salmo 113).
 construir gradualmente un proyecto de vida auténticamente humano y la
adquisición de las correspondientes actitudes y disposiciones, aún en contraste con
el cuadro de valores y los proyectos de vida, defendidos por los sistemas
dominantes.
 desarrollar aquel sentido de realismo que constituye la mediación entre las
aspiraciones utópicas de los jóvenes hacia un mundo más humano y más libre y los
proyectos realistas de liberación, de humanización y de paz. Hay que recordar que
“cuando fracasa nuestra pretensión de omnipotencia, sobreviene la impresión de
absoluta impotencia; al no poder todo, entonces sentimos que no podemos nada”. Con
mucho acierto, José Recondo en su libro “La esperanza es un camino” (Narcea
Ediciones, 2010) recuerda que la esperanza es paciente y “cuando queremos
eliminar por completo el mal en los demás, esto toma la forma de intolerancia... quien
quiere eliminar por completo el mal de sí y de los demás no tiene nunca paz ni deja
vivir a los otros en paz” (p. 76)

- Una educación religiosa que formula sus objetivos y estrategias mediante las
ciencias de la educación a la luz de la fe. La educación religiosa, en segundo lugar, debe
formular sus objetivos y proyectar sus estrategias teniendo presente las conquistas y los
resultados de las ciencias de la educación, pero interpretadas en una visión fe. La nueva
situación en que se halla hoy la educación, la nueva manera de concebirla, con las tensiones
que provoca y las esperanzas utópicas que suscita, constituye de alguna manera uno de
esos “signos de los tiempos” que es menester interpretar y discernir a la luz de la fe, para
descubrir “nuevos significados” aptos para orientar la conducta de este tiempo. La fe, o la
religión ejercerán una función crítica, de estímulo e integradora de las praxis y de las
teorías pedagógicas contemporáneas. La praxis educativa resultante podrá llamarse
justamente religiosa siempre que la fe le proporcione significados, motivos, sugestiones e
impulsos. El mensaje religioso para ser fecundo está llamado a re-significar toda la
experiencia humana. De esta manera resulta claro que la tarea educativa es algo más que la
transferencia de conocimientos: involucra la asimilación de valores de modo estable por
parte de la persona y una orientación decidida hacia la libertad con responsabilidad que
permita que el educando prefiera el bien sobre el mal, y la verdad sobre el error.
- En tercer lugar, la religiosa, además de ser una educación auténticamente humana y actual,
debe ser ordenada a alcanzar finalidades eficazmente religiosas mediante procesos
de crecimiento, diferenciados, según la edad y condiciones de los sujetos. En efecto
no está finalizada únicamente a la elaboración de contenidos, ajenos a la vida y a los
proyectos de los alumnos. Los valores propios de la educación religiosa, además de
conocidos, deberán ser reconocidos e interiorizados al grado que se conviertan en ideales
que orienten la vida.
4. ALGUNAS ORIENTACIONES DEL “DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS”
El Directorio General para la Catequesis emanado por la Santa Sede, profundiza el alcance
de este último aspecto, desde la clave del cristianismo. Destaco algunas afirmaciones de este
documento:

- El carácter propio de la enseñanza religiosa:
En primer lugar, el documento destaca el carácter propio de la enseñanza religiosa
escolar. Esta se distingue de la catequesis (destinada a la educación de la fe, eslabón
necesario entre la acción misionera que llama a la fe, y la acción pastoral que la alimenta):
El documento habla de una relación de distinción y de complementariedad: ''hay un nexo
indisoluble y una clara distinción entre enseñanza de la religión y catequesis... ambas
acciones están profundamente relacionadas y, junto a la educación cristiana familiar, son
fundamentales para la formación de la infancia y de la juventud” (cf. Congregación para la
Educación Católica, Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica – 7 de abril
1978). Complementariedad, porque no existe una religiosidad amorfa; la educación
religiosa de la cual hablamos tiene identidad; brota del mensaje bíblico y de la experiencia
cristiana. Distinción, ya que, característica propia de la enseñanza religiosa es “el hecho de
estar llamada a penetrar en el ámbito de la cultura y de relacionarse con los demás saberes,
hace presente el Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica de la
cultura... Se trata de alcanzar verdaderamente los demás elementos del saber y de la
educación, a fin de que el Evangelio impregne la mente de los alumnos en el terreno de la
formación y que la armonización de su cultura se logre a la luz de la fe” (N. 74).
- Enseñanza religiosa como disciplina escolar:
Se trata de una materia que ha estado y está en la mesa de discusión. También en nuestro
país, cuenta detractores y convencidos asertores. El documento de la Santa Sede dice: “Es
necesario también que ¡a enseñanza religiosa escolar aparezca como disciplina escolar, con
la misma exigencia de sistematicidad y rigor que las demás asignaturas. Ha de presentar el
mensaje y acontecimiento cristiano con la misma seriedad y profundidad con que las demás
disciplinas presentan sus saberes. No se sitúa, sin embargo, junto a ellas como algo accesorio,
sino en un necesario dialogo interdisciplinar... Así, la presentación del mensaje cristiano
incidirá en el modo de concebir, desde el Evangelio, el origen del mundo y el sentido de la
historia, el fundamento de los valores éticos, la función de las religiones en la cultura, el
destino del hombre, la relación con la naturaleza...La enseñanza religiosa escolar, mediante
este diálogo, funda, potencia, desarrolla y completa la acción educadora de la escuela”
(Congregación para la Educación Católica, Dimensión religiosa de la educación en la Escuela
Católica, n. 70).

- En relación a los destinatarios:
Quienes imparten educación religiosa en las escuelas y colegios, se encuentran con una
realidad compleja de destinatarios y por ello, no es posible reducir a una única forma todas
las modalidades de enseñanza religiosa escolar. En el marco de la escuela católica es
coherente que promueva la visión cristiana de la vida; en la pública, de acuerdo a la
legislación del país, podrá tener un carácter más ecuménico y de conocimiento
interreligioso común; en otras ocasiones, podrá tener un carácter más bien cultural que
promueva sincera y respetuosamente de las diversas creencias. En Chile, aunque en la
práctica muchas veces se desconozca, la legislación asegura el derecho a la enseñanza
religiosa de todos los alumnos de acuerdo a su credo; que los padres son quienes, al
momento de la matrícula deben expresar el tipo de enseñanza religiosa que desean para
sus hijos; a las direcciones de los establecimientos les corresponde asegurar el
cumplimiento de estos derechos.
Sabemos que, como sucede en relación a otros derechos asegurados por ley, éste, en la
práctica, encuentra no pocos obstáculos.
En síntesis, la educación religiosa escolar debiera ayudar a los alumnos creyentes a
comprender mejor el mensaje de su fe, especialmente en relación con los problemas
existenciales comunes a otros que practican un credo diferente, y que son característicos
del ser humano. Para los alumnos que se encuentran en búsqueda o viven afectados por
dudas religiosas, podrá ayudarlos a descubrir que es exactamente la fe en Jesucristo y
cuáles son las respuestas que brotan del Evangelio a sus interrogantes, proporcionándoles,
así, la oportunidad de reflexionar mejor sobre algo que no es marginal para sus vidas.
Finalmente, para los alumnos no son creyentes, la enseñanza religiosa escolar asume las
características de un anuncio, en orden a una opción fundamental de vida que siempre
habrá que respetar, y que siempre deberá ser respetuosa de las opciones de quienes
maduran y crecen en la fe.
- Para quienes son cristianos, la educación religiosa escolar, al mismo tiempo, deberá ser:
 una iniciación gradual en el misterio de la salvación, sobretodo mediante el proceso,
cuyo fin principal es el de hacer madurar la experiencia inicial de fe;

 una iniciación gradual en la vida litúrgico-sacramental mediante la adquisición de
aquella auténtica religiosidad interior que encuentra su modelo en la actitud filial
de Jesús hacia el Padre;
 un aprendizaje gradual de la vida y moral cristiana que tiene como meta la
radicalidad de las bienaventuranzas, en las que insertar un proyecto de vida
auténticamente humano, animándolo interiormente;
 una iniciación gradual en el apostolado eclesial, entendido no como proselitismo,
sino como testimonio gozoso de una liberación recibida como don, que compromete
a testimoniarla en el mundo, en espera de la que será definitiva.
 una iniciación gradual en la promoción de la solidaridad, en colaboración con todos
los hombres y mujeres, para un mundo más humano, más libre y más pacífico.
5. LA PROPUESTA DE BENEDICTO XVI
El 21 de enero de 2008, el Papa Benedicto XVI dirigió un Mensaje a la Diócesis de Roma
“sobre la tarea urgente de la Educación”. El Pontífice, abría su mensaje con las siguientes
palabras: “He querido dirigirme a vosotros con esta carta para hablaros de un problema que
vosotros mismos experimentáis y en el que están comprometidos los diversos componentes de
nuestra sociedad: el problema de la educación. Todos nos preocupamos por el bien de las
personas que amamos, en particular por nuestros niños, adolescentes y jóvenes. En efecto,
sabemos que de ellos depende el futuro de nuestra ciudad. Por tanto, no podemos menos de
interesarnos por la formación de las nuevas generaciones, por su capacidad de orientarse en la
vida y de discernir el bien y el mal, por su salud, no sólo física, sino también moral. Ahora bien,
educar jamás ha sido fácil, y hoy parece cada vez más difícil. Lo saben bien los padres de familia,
los profesores, los sacerdotes y todos los que tienen responsabilidades educativas directas. Por
eso, se habla de una gran “emergencia educativa”, confirmada por los fracasos en los que
muy a menudo terminan nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar
con los demás y de dar un sentido a su vida…”.

¿A qué se debe la enorme dificultad de trasmitir certezas y valores a los jóvenes?
¿Debemos echar la culpa a los adultos de hoy, que ya no serían capaces de educar? En
particular, ¿debemos responsabilizar a los padres de familia y profesores que sienten fuerte la
tentación de renunciar a su rol y la dificultad de comprender cuál es su papel, o mejor, la
misión que se les ha confiado?
En realidad, advierte Papa Ratzinger, “no sólo están en juego responsabilidades
personales de los adultos o de los jóvenes, que ciertamente existen y no deben ocultarse, sino
también un clima generalizado, una mentalidad y una forma de cultura que llevan a
dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien; en
definitiva, de la bondad de la vida. Entonces, se hace difícil transmitir de una generación a
otra, algo válido y cierto, reglas de comportamiento, objetivos creíbles en torno a los cuales
construir la propia vida”.
Poner al centro del hecho educativo a la persona humana, su vocación y misión
esencial, en la vida personal y social, comporta no pocos desafíos, también para la educación
religiosa escolar.
Benedicto XVI, en la citada carta sobre la “emergencia educativa”, destaca cuatro
exigencias comunes para lograr una educación que sea “auténtica”. Vale la pena confrontarlas
con nuestra praxis educativa.
Afirma el Papa:
- “Una educación auténtica necesita la cercanía y la confianza que nacen del amor.
Todo verdadero educador sabe que para educar debe dar algo de sí mismo y qué
solamente así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para un
amor auténtico”.
- “En un niño ya existe un gran deseo de saber y comprender, que se manifiesta en sus
continuas preguntas y peticiones de explicaciones. Ahora bien, sería muy pobre la
educación que se limitara a dar nociones e informaciones, dejando a un lado la gran
pregunta acerca de la verdad, sobre todo acerca de la verdad que puede guiar la vida”.

- “También el sufrimiento forma parte de la verdad de la vida. Por eso, al tratar de proteger
a los más jóvenes de cualquier dificultad y experiencia de dolor, corremos el riesgo
de formar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco
generosas, pues la capacidad de amar corresponde a la capacidad de sufrir, y de sufrir
juntos”.
- “El punto más delicado de la obra educativa, quizá sea, encontrar el equilibrio adecuado
entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día a día
también en las cosas pequeñas, no se forma el carácter y no se prepara para afrontar las
pruebas que no faltarán en el futuro. Pero la relación educativa es ante todo encuentro de
dos libertades, y la educación bien lograda es una formación para el uso correcto de la
libertad. A medida que el niño crece, se convierte en adolescente y después en joven; por
tanto debemos aceptar el riesgo de la libertad, estando siempre atentos a ayudarle a
corregir ideas y decisiones equivocadas. En cambio, lo que nunca debemos hacer es
secundarlo en sus errores, fingir que no los vemos o, peor aún, que los compartimos como
si fueran las nuevas fronteras del progreso humano”.
Como educador, comparto plenamente la inquietud del Papa. También en Chile vivimos
una particular y delicada ''emergencia educativa” y también nosotros necesitamos identificar,
con urgencia, las exigencias comunes de una auténtica educación de calidad. La solicitan los
padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; la solicitan tantos
profesores, que viven la triste experiencia de la degradación de sus escuelas; la solicita la
sociedad en su conjunto, que ve como se pone en duda las bases mismas de la convivencia; la
solicitan los mismos muchachos y jóvenes, que no quieren verse abandonados ante los
desafíos de la vida.
Una auténtica educación religiosa puede contribuir enormemente al logro de estos
objetivos.

6. CONCLUSIÓN
San Pablo, en la Carta a los Romanos exhortaba la comunidad con estas palabras:
“Sed alegres en la esperanza,
Pacientes en la tribulación,
Perseverantes en la oración”. (Rm 12,12).
A esto somos llamados los cristianos. Esta es la vocación-misión de los discípulos-
misioneros. El Documento final de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
Caribeño de Aparecida, lo expresa con estas palabras: “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro
gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al
llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (DA 18), y agrega: “La alegría que hemos recibido en el
encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos
que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades... Conocer a Jesús es el mejor
regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha
ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (Ib 29).
A esto somos llamados los cristianos: ser alegres servidores de la esperanza que no
defrauda, en medio de una cultura que pareciera ser cada vez más insatisfecha e indignada.
“Alegres, pacientes y perseverantes”: una trilogía espiritual, indispensables para realizar la
misión que Jesucristo ha confiado a sus discípulos-misioneros.
- La alegría, “el gigantesco secreto del cristiano”, según Chesterton, o como recordaba
Benedicto XVI a los jóvenes, la alegría que brota de “la presencia de Jesús, el secreto del
gozo y de la paz”.
- La paciencia de sembrar y de esperar los brotes... La parábola del sembrador, muestra
plásticamente como crece el Reino de Dios y la parábola del trigo y la cizaña está
dirigida a aquellos que no entienden la paciencia de Dios, la necesidad de la vigilancia y
de la espera confiada
- La perseverancia, como espera activa y confiada, la perseverancia propia del artista
que va modelando un frío bloque de mármol en una obra de arte, capaz de llenar de
asombro por la belleza de sus formas. Golpe a golpe.

El desafío más grande de la educación religiosa en el contexto actual consiste
justamente en esto: ser testigos alegres de la esperanza; pacientes en medio de las
tribulaciones que nos rodean por todas partes; perseverantes en la oración, que funda toda la
misión en Jesucristo que es quien inicia y lleva a plenitud nuestra fe.
Si hace 10 años atrás, recordaba las palabras de un gran educador de la Fe, que
“para hacer una hora de catequesis en el Colegio, se necesitaba una hora de
reflexión y dos de oración”; hoy día termino recordando unas palabras que me
dijo el Papa Benedicto, cuando me habló de la tarea de educar en la Fe aquí en
nuestra Arquidiócesis, me dijo: “Dígale a sus sacerdotes, dígale a los Educadores
de la Fe, que para hablar de Dios, hay que hablar con Dios”.
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