1. A más de una década del colapso del modelo neoliberal en nuestro país, existe sin
embargo un aspecto del mismo que se mantiene intacto en la Argentina: el modelo
agrario, de agricultura industrial. Tal modelo se manifiesta, entre otros factores, por el
auge fenomenal que ha tenido el cultivo de la soja. Este cultivo, que comenzó a
producirse en gran escala en los años setenta, adquiere un cariz muy especial a partir de
mediados de los noventa, cuando se libera al mercado la semilla de soja transgénica.
Rápidamente esta variedad sustituyó a la convencional, transformando a la soja en uno
de los principales productos de exportación. En efecto, a partir de este desarrollo, la
Argentina se ha transformado en uno de los principales países en los que se impulsan los
cultivos transgénicos. Todo ello de la mano de la siembra directa, la semilla RR resistente
al glifosato y las empresas transnacionales, que se han convertido en sus principales
beneficiarias. Se trata del boom de la soja transgénica, que coyunturalmente permite la
expansión de grandes superávits fiscales y de la balanza comercial, esenciales para el
pago de los servicios de la deuda externa. Sin embargo, cabría preguntarse si también
significa mayor bienestar para todos los ciudadanos argentinos, ahora y en el largo plazo.
A lo largo de su período de implantación en el país, fueron pocas las voces que
señalaban los efectos nocivos de este modelo –sociales, económicos, medioambientales,
y relativos a la salud pública, etc.–. En términos generales pocas voces se preguntaban
en qué medida era perjudicial una excesiva especialización en este cultivo y la gran
vulnerabilidad a una excesiva dependencia de un producto casi exclusivamente de
exportación. Asimismo, se hacía caso omiso de la desaparición y expulsión del sector de
medianos y pequeños productores, campesinos, comunidades indígenas y trabajadores
rurales debido al avance ejercido por grandes productores sojeros sobre el territorio
nacional; se negaba la creciente pérdida de la soberanía alimentaria; el deterioro
ambiental; el avance de la soja sobre la yunga norteña, así como su incidencia sobre la
deforestación masiva que se produce en el país con todas las consecuencias que ello
entraña, incluyendo el desplazamiento con violencia de comunidades campesinas e
indígenas de sus hábitat habituales. Tampoco se consideraba la pérdida de la
biodiversidad; la dependencia respecto de grandes empresas transnacionales; la
incidencia sobre la desocupación, el hambre, la pobreza y la regresividad de la
distribución del ingreso a nivel nacional.
Es en años recientes que se ha venido tomando más conciencia del impacto de las
fumigaciones masivas por aire de glifosato y otros agrotóxicos sobre poblaciones locales
del interior del país y sobre las agriculturas de pequeños productores, las cuales se
manifiestan en un aumento de los casos de cáncer, malformaciones en niños recién
nacidos, y otras enfermedades.
Políticas globales y sectoriales aplicables al agro
Fueron múltiples las políticas que incidieron sobre la constitución del modelo que encarna
la expansión sojera en el país. El marco general en el que se desenvolvió tiene que ver
con el auge del neoliberalismo, particularmente a partir de mediados de los años setenta,
y con medidas vinculadas con las políticas agrarias enmarcadas en ese proceso.
Durante el gobierno militar del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional
(1976-1983) comenzó la flexibilización de las leyes de arrendamiento que habían sido
reguladas fuertemente a fin de proteger a medianos y pequeños productores
agropecuarios durante el primer gobierno peronista (1946-1955). La posibilidad de que se
2. hicieran contratos accidentales por una cosecha les permitió a los grandes propietarios
obtener el concurso de contratistas para sembrar soja y otros cereales y oleaginosas y,
por consiguiente, lograr determinadas rentas que de otro modo no hubieran podido
obtener.
Igual situación afectó a los medianos y pequeños productores que, al no poseer
necesariamente los medios suficientes para impulsar una producción en escala, también
arrendaron sus campos a contratistas. Asimismo, comenzaron a difundirse en los años
setenta y a masificarse durante los noventa los pools de siembra, que acercaban fondos
financieros para inversiones en el agro.
La política madre que posibilitó un cambio institucional importante en la política agraria y
que fue la base de sustentación de estas transformaciones fue el decreto de
desregulación de 1991. A partir de esa medida fueron eliminados de cuajo los organismos
que existían desde los años treinta a esta parte: la Junta Nacional de Granos, la Junta
Nacional de Carne, la Dirección Nacional del Azúcar, etc., organismos que tenían por
finalidad regular la actividad agraria (por ejemplo, manteniendo precios sostén para la
producción de cereales en apoyo de los chacareros pampeanos). Desde entonces el
sector agrario argentino se transformó en uno de los menos regulados del mundo, sujeto
como ningún otro a los vaivenes de la economía mundial.
Estas y otras medidas adoptadas durante los años noventa contribuyeron a la
desaparición de numerosas explotaciones agropecuarias, fundamentalmente aquellas que
tenían menos de 200 hectáreas. Otro hito importante a favor del modelo de la soja
transgénica fue la liberación al mercado de la semilla transgénica Roundup Ready (RR)
en 1996. A partir de entonces consolidan en el país los agronegocios de las grandes
empresas del sistema agroalimentario.
Fue así como el Estado favoreció al modelo sojero. Este apoyo se extendió al ámbito de
la semilla. Si bien tradicionalmente existía un régimen jurídico que permitía a los
productores agropecuarios reproducir su propia semilla, han surgido presiones de las
grandes empresas semilleras internacionales (fundamentalmente Monsanto) para limitar
esta prerrogativa, obligando al productor agropecuario a pagar royalties por su utilización,
y prohibiéndole la posibilidad de reproducirla incluso para uso propio.
InsercióndelasojaenArgentina
Las primeras plantaciones se hicieron en 1862 pero no tuvieron repercusión. Luego entre
1910 y 1920 se comenzaron a realizar estudios en Escuelas Agrícolas
y ensayos experimentales en Estaciones como la de la provincia de Tucumán.
En 1925 el Ministro de Agricultura Le Bretón introdujo semillas de Europa y años más
tarde se hicieron ensayos con grupos de distintas variedades, pero hasta 1965 no se
intensificó la investigación acerca del tema. Los resultados eran satisfactorios pero no
obtuvieron la difusión requerida entre los productores.
Además, se registraron cuatro intentos de introducir esta especie con fines comerciales en
la historia agrícola de nuestro país: se creó el Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico en
1919, Gabecia S.A. en 1935, Bunge-Born en 1941-1943 y el cuarto intento se inició en
1956 cuando Brandt Laboratorios, fundo la filial Agrosoja. Se realizó un convenio de
investigación agrícola con la DirecciónGeneral de Investigaciones Agrícolas (dependiente
del Ministerio de Agricultura de la Nación), organismo precursor del INTA. Este convenio
asocia el esfuerzo privado y público para emprender un plan de investigación agrícola
destinado a una especie todavía no cultivada en el país. También, el convenio establecía
3. que el organismo oficial pondría a disposición el campo experimental y Agrosoja
contribuirá con la designación y el costo de los ingenieros investigadores.
Los mismos ensayos se realizaron en EEA Pergamino, desde 1956 hasta 1960, fueron de
trabajos de manejo del cultivo y maquinaria. La colección de cultivares se inició con 96
introducciones provenientes de Asia, Europa y EEUU, importados por Agrosoja. Dentro de
los cultivares el que se destacó fue el cultivar Lee.
Durante 1960 Agrosoja realizó ensayos de promoción del cultivo en las provincias de
Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. En la siguiente campaña se hizo en Tucumán. El
conocimiento del vaneo de la soja causado por la chinche como así
también problemas genéticos y de manejo, obtenidos por investigadores de Argentina y
EEUU, permitió resolver los problemas de implantación del cultivo.
Gracias al gran esfuerzo dedicado a dicho cultivo, Argentina pudo exportar por primera
vez grano de soja el 5 de julio de 1962 a través del buque "Alabama" llevando 6000
toneladas con destino a Hamburgo.(Alemania)
Su producción se incrementó notoriamente en los años 70 hasta alcanzar en la actualidad
más de 6.000.000 de hectáreas cosechadas con una producción de más de 11.000.000
de toneladas, convirtiendo a la Argentina en el cuarto productor mundial de grano, el
primer exportador mundial de aceite de soja y el segundo de harina de soja. No debe
sorprender, entonces, que la soja represente en la actualidad el rubro de exportación de
mayor incidencia en el Producto Bruto Agropecuario del país, y el mayor generador
de divisas.Actualmente el cultivo de soja ocupa una amplia zona ecológica que se
extiende desde los 23º (en el extremo norte del país) a los 39º de latitud sur,
concentrándose principalmente en la Región Pampeana, con cerca del 94% de la
superficie sembrada y el 95% de la producción total del país.
Se probaron diferentes cultivares entre 59 localidades desde Viedma hasta General
Güemes y así lograr determinar la adaptación, los grupos de madurez más adecuados
para cada zona y la época de siembra y también se logró el primer mapa de localización
de variedades en la Argentina. Dichos trabajos fueron financiados por INTA.
Otro aporte fue la clasificación de los tipos agroclimáticos para el cultivo de la soja, que
permitió disponer de una regionalización del territorio argentino para cultivar esta
oleaginosa con mayor éxito.
El sector público también hizo su aporte para arraigar este cultivo mediante diferentes
medidas:
· En 1965 la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación estableció
un precio mínimo oficial, garantizando así la compra de la producción al agricultor.
· En 1966 se dictó una Resolución que determinaba un precio sostén para la
adquisición de este grano.
· En 1971 por la Resolución 346/71 del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la
Nación se incorpora al cultivo a las especies fiscalizadas.
· En 1972, por Decreto 4406, el Poder Ejecutivo declara de interés general el cultivo.
En síntesis, es posible decir que hacia 1956 no se conocían aún los aspectos básicos
del cultivo, además los fracasos en la implantación hicieron que fuese considerado para
esa época como "tabú". Es decir, era pérdida de tiempo investigar sobre la soja, pero la
perseverancia y el esfuerzo de investigación y promoción del cultivo realizado por unos
pocos permitió su implantación definitiva a partir de la década del 60.
Región Pampeana.
La región pampeana está delimitada al este por el océano Atlántico, el Río de la Plata y el
Paraná; al norte por una línea imaginaria que atraviesa la ciudad de Santa Fe, al oeste
por las Sierras Pampeanas y al sur por el río Colorado. Comprende la provincia de
Buenos Aires, el noreste de La Pampa, el este de Córdoba y el sur y centro de la
provincia de Santa Fe, parte de Río Negro, Mendoza y San Luis.
4. En la región pampeana se encuentran las principales ciudades del país: Buenos Aires,
Rosario, La Plata, Santa Fe Mar del Plata y Bahía Blanca. Desde el punto de vista
económico es la región más importante del territorio argentino por sus características
de clima y suelo que la transforman en una zona agrícola y ganadera por excelencia.
Esta región produce las principales cosechas de grano (trigo, maíz, soja y girasol).
Aproximadamente el 15 por ciento de las explotaciones en la Pampa húmeda son mixtas,
el 28 por ciento agrícolas y el 28 por ciento exclusivamente ganaderas. En los últimos
años hubo un aumento en las explotaciones puramente agrícolas a expensas de las
exclusivamente dedicadas a la ganadería. En 1992 las explotaciones agrícolas
representaban alrededor de un tercio, aumentando al 44 por ciento en 1999.
La población de ganado cayó en el mismo período desde 32 a 27 millones de cabezas.
En términos de área cultivada, los principales cultivos son soja, trigo, maíz y girasol en
ese orden. Los cultivos secundarios son sorgo, cebada, maní y lino.
Luego de la eliminación de los impuestos a la exportación en 1991, la producción de
granos se volvió mucho más atractiva al sincerarse los precios. De una producción
nacional promedio de cereales y oleaginosas de 29 millones de toneladas entre 1989 y
1991 esta aumentó a más de 50 millones hacia el final de la década.
En el mismo periodo, hubo una significativa concentración de la propiedad de la tierra, con
reducción en el número de productores y aumento en el tamaño medio de las
explotaciones en la región Pampeana.
Los cambios tecnológicos más importantes de los años 90 fueron el aumento en el uso de
fertilizantes y la adopción de la siembra directa.
Desarrollo de la siembra directa para los principales cultivos
Fuente: Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID), 2003.
(Los porcentajes indican la proporción sobre el total nacional).
Actualmente, una de cada tres ha sembradas en la Pampa húmeda es hoy con el sistema
de siembra directa. Este desarrollo se explica por el aumento en el costo de los
combustibles, la disponibilidad de herbicidas baratos y eficientes y el potencial de
producción de variedades de soja resistentes al herbicida más popular: glifosato. Con la
mejora de las tecnologías de uso de fertilizantes, la siembra directa también se utiliza
cada vez más en los cultivos de cereales.
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos82/soja-su-evolucion-argentina/soja-su-
evolucion-argentina2.shtml#ixzz2yFnOwilk