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LECTORES Y LECTURAS: PLANTEOS TEÓRICOS E IMPLICACIONES DIDÁCTICAS Mg. María Beatriz TaboadaFacultad de Ciencias de la SaludUniversidad Nacional de Entre RíosFacultad de Humanidades, Arte y Ciencias SocialesUniversidad Autónoma de Entre RíosCONICET mb_taboada@yahoo.com.ar La figura del lector El interés creciente en la fenomenología de la lectura y muy especialmente en el papel del lector ha originado, a partir de los años sesenta, el surgimiento de teorías de la recepción de los discursos.En ese contexto, la llamada estética de la recepción se constituye como una teoría que centra su atención en el análisis del lector implícito; entendido éste como una inscripción de las funciones del lector introducidas por el autor en la obra. El lector implícito es postulado por el autor como una prescripción del acto de lectura, orienta la actualización de sentidos del texto pero no determina su significado.Frente al concepto de lector implícito, Zimmermann marca la necesidad de considerar al destinatario también como fuerza productiva: “en contraste con el lector real (o receptor), el concepto de destinatario designa la función de lector que penetra de modo capital en la producción literaria(1).” (1987: 48)Dentro de la teoría general de la recepción, el texto es considerado como unidad que cobra vida sólo en el momento de la lectura. Así, el sentido se construye en el encuentro entre texto y lector, en ese acto de cooperación, y no como propiedad intrínseca del primero que el lector debe descubrir: “el texto solamente toma vida cuando es concretizado, y además la concretización no es de ningún modo independiente de la disposición individual del lector, si bien ésa a su vez es guiada por los diferentes esquemas del texto” (Iser, 1987b: 215). Es decir que el texto nace como tal por la intervención del lector, quien se convierte en coautor del texto, y en esa convergencia se genera una situación comunicativa particular que responde a una estructura dialéctica, intersubjetiva.La teoría y estética de la recepción conciben el texto como una estructura de sentido que se manifiesta en dos momentos diferenciados:en primer lugar, como una estructura de signos de naturaleza puramente material y desprovistos de sentido hasta no haber llegado al lector, a la que el estructuralismo checo ha denominado artefacto, y, en segundo lugar, como una estructura que, en cuanto que asumida en su calidad de artefacto por el lector, se ha convertido en estructura significativa. (Acosta Gómez, 1989: 21)Así, el lector se constituye, para Iser (1987a: 64), en el sistema de referencia del texto: el concepto de lector implícito describe una estructura del texto en la que el receptor siempre está pensado de antemano, y la ocupación de esta forma cóncava tampoco puede ser impedida cuando los textos en razón de su ficción de lector, de manera explícita, parecen no preocuparse de un receptor o incluso pretenden excluir a su posible público por medio de las estrategias utilizadas. De esta forma el concepto de lector implícito pone ante la vista las estructuras del efecto del texto, mediante las cuales el receptor se sitúa con respecto a ese texto y con el que queda ligado, debido a los actos de comprensión que éste promueve.Esa serie de orientaciones de recepción es designada por Iser como estructura interna de inmanencia del receptor, y responde a una concepción del texto como sistema combinatorio “que debe ofrecer un espacio sistémico a quien deba realizar la combinación” (1987a: 263). Iser introduce el concepto de espacios vacíos para referirse a los espacios de indeterminación que enfrenta el lector cuando se está fijando el sentido del texto, y en los cuales se espera su mayor participación(2). La actividad del lector consiste, por tanto, en llenar los espacios vacíos, dotándolos de sentido: “un texto es potencialmente susceptible de admitir diversas realizaciones diferentes, y ninguna lectura puede nunca agotar todo el potencial, pues cada lector concreto llenará los huecos a su modo, excluyendo por ello el resto de las posibilidades; a medida que vaya leyendo irá tomando su propia decisión en lo referente a cómo ha de llenarse el hueco” (Iser, 1987b: 223).Dado que existen textos con mayor y menor cantidad de espacios vacíos, la actuación del lector será más o menos compleja y, en cualquier caso, no siempre se logrará eliminar completamente la indeterminación, lo que motivará que el lector continúe con su lectura sin poder completar alguno de esos espacios de indeterminación que el texto le presenta.En esta misma dirección van los planteos de Umberto Eco, en su modelo de cooperación textual que, desde una semiótica del texto narrativo, lo considera incompleto, cargado de espacios en blanco, de no dichos(3), y postula la necesidad de la cooperación del lector en su proceso de actualización. Eco concibe la cooperación textual “como una actividad promovida por el texto” (1981: 84).De este modo, el texto construye a su propio lector y se convierte así en un “producto cuya suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo: generar un texto significa aplicar una estrategia que incluye las previsiones de los movimientos del otro” (Eco, 1981: 79). Cuando el autor prevé a su lector, denominado por Eco lector modelo, no presupone en él la reconstrucción del sentido del texto sino la capacidad de construcción de sentidos a partir de las potencialidades que el texto le presenta. El lector empírico se convertirá en modelo en la medida en que sea capaz de actualizar los códigos del emisor, a través de un proceso de cooperación textual promovido por el texto. O sea que el lector modelo es, para Eco, una estrategia textual utilizada por el autor: “es un conjunto de condiciones de felicidad, establecidas textualmente, que deben satisfacerse para que el contenido potencial de un texto quede plenamente actualizado” (1981: 89). El proceso de producción de un texto involucraría entonces la formulación de una hipótesis del lector modelo por parte del autor empírico, como sujeto de la enunciación textual, traducida en términos de estrategias textuales. Para esto, no basta con que el autor presuponga una serie de competencias en su lector sino que, a su vez, debe contribuir a producirlas desde el texto.Sin embargo, y volviendo a la teoría de Iser, el lector modelo de Eco se distancia del lector implícito en la medida en que el primero se concibe como una construcción semiótica derivada del propio texto, como una estrategia textual, y el segundo es visto como un conjunto de prescripciones de lectura. También hay que resaltar que la mirada preferente dada en la estética de la recepción al lector no implica un olvido hacia el resto de los elementos que involucra una concepción de la lectura como proceso comunicativo. Así, el texto no será un elemento estático sino que contendrá ciertos elementos que actuarán como señales al momento de la lectura, algo que se refleja con claridad en la frase que sirve de título a uno de los trabajos de Iser: la estructura apelativa del texto.Y si hablamos de Iser, es necesario hacer notar que este autor centra su trabajo en la figura del lector implícito, el lector supuesto; por lo cual, a pesar de la importancia dada a éste en el proceso comunicativo, la atención sigue siendo ocupada por el texto en la medida en que en él se encuentran los elementos que permiten su reconstrucción y análisis. Una de las críticas que ha recibido su teoría en relación a este punto indica que esa mirada preferente al texto, que enlaza con la tradición que Iser pretende superar, disminuye de un modo importante el espacio de la interacción.Es decir que, más allá de la importancia asignada al lector en el proceso de lectura, su papel sólo es entendible en la relación del triángulo semiótico: que incluye a emisor, medio de comunicación y destinatario.Podríamos considerar aquí la figura del lector como interna al texto, construida por el autor y presente en ciertas instrucciones de lectura rastreables en el propio texto, retomando la categorización en tres niveles propuesta por G. Grimm(4):a. Nivel externo al sujeto- lector real contemporáneo o postautorial- lector como lector o lector sujeto social concreto   b. Nivel interno al sujeto, que sólo tiene lugar en la mente del autor- lector imaginado por el autor- lector intencionado: lector que le gustaría tener (puede identificarse o no con el lector imaginado)- lector concepcional: especificación del lector intencionado, idea aplicada al texto.c. Nivel interno al texto- Nivel de lo narrado: personajes que son portadores de los puntos de vistas del autor.- Nivel de la Narración: incluye al narrador implícito y lector implícito en cuanto sistema. Se concretan respectivamente en la figura del narrador y en la figura del lector.- Nivel del texto: incluye al destinatario de la obra, como meta a la que va dirigida la intencionalidad del autor, y que puede ser deducido del texto mismo a través de ciertas señales dejadas por el autor.En cuanto al proceso de lectura, Acosta Gómez considera que en el caso de una recepción exitosa “el proceso de ´feed-back´ no se hace problemático, pues la coincidencia de lector real con el implícito es una confirmación de que las instrucciones y estrategias del texto han conseguido su efecto” (1989: 227)ética de la recepción como sociología de la comunicación, dirá que “los receptores, para poder en primer lugar constituir un texto como unidad portadora de sentido, tienen que concebirlo como resultado de la actuación de un autor” (1987: 152). Al pensar el texto como actuación se resalta la dimensión del mismo como resultado del proyecto de un autor. Este proyecto de acción se encuentra “orientado según intenciones del autor con respecto al efecto que tenga el texto, y el autor sólo puede planear ese efecto partiendo de una hipótesis –en la mayoría de los casos dada por supuesta por él y en muy raras ocasiones explicitada- acerca de la disposición de recepción de sus lectores” (Gumbrecht, 1987: 155).Este autor concibe además el texto como resultado de un acto comunicativo, producto de una acción social y a ésta encuadrada en una estructura social determinada. A su vez, cada uno de los elementos establece una relación funcional en relación a la categoría inmediatamente superior, de modo que los actos comunicativos son, en este caso, componentes elementales de la acción comunicativa que es parte de la acción social. Estas instancias superiores actúan como marcos de sentido.  El texto como unidad requiere, para la sociología de la comunicación, su inclusión en un proyecto del autor; de modo que la producción textual se entiende como acción social. Implicaciones didácticasLos aportes de la teoría de la recepción han implicado, para la didáctica de la lengua y la literatura, la búsqueda de estrategias que permitan favorecer el desarrollo de las competencias lecturarias de los estudiantes de todos niveles del sistema educativo, comprendiendo el papel activo que implica la actividad del lector. Desde este enfoque, la lectura es entendida como un diálogo interactivo con el texto, una negociación de sentidos que apunta a la actualización de su significado.En la revisión de lineamientos teóricos que encaramos, queda claro el papel relevante que juega el lector en el proceso de lectura y la necesidad de trabajar en el aula aquellas microhabilidades de la comprensión lectora que permitan a nuestro lector-alumno asumir el rol que el texto le impone. Así, la reflexión metacognitiva debe adquirir un espacio central en el aula, en la medida que permite comprender la lectura como un complejo proceso de interacción entre el artefacto textual y las experiencias y conocimientos del lector. La lectura se plantea como un proceso interpretativo en el que interactúan los condicionantes del texto, sus intencionalidades, y un lector activo con sus propios objetivos, capaz de derrotar la virtualidad mediante un acto personal y voluntario, y de aportar saberes, estrategias y actitudes frente a la apelación que el texto implica.Ante estos planteos, se torna indispensable centrar nuestro enfoque didáctico en el proceso lector de los alumnos, lo que nos permitirá conocer sus fortalezas y debilidades en el proceso de comprensión, así como generar instancias de aprendizaje que permitan revisar y adquirir estrategias para la realización de interpretaciones coherentes.Por lo expuesto, será necesario abordar en el aula la figura del lector, los mecanismos de apropiación del texto, los diferentes conocimientos y estrategias que intervienen en el proceso, las actividades de comprensión e interpretación que permitan al lector ocupar competentemente el lugar que cada texto le destina, en la búsqueda de esa  voluntad de actualización que lo aparte de una existencia virtual. Bibliografía  Acosta Gómez, Luis A., El lector y la obra. Teoría de la recepción literaria, Madrid, Gredos, 1989.Eco, Humberto, Lector in fabula, Barcelona, Lumen, 1981.Gumbrecht, Hans Ulrich, “Consecuencias de la estética de la recepción, o: la ciencia literaria como sociología de la comunicación”, en Mayoral, José Antonio (comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987 (texto original de 1975, con ligeras modificaciones), págs. 145-175. Iser, Wolfgang, El acto de leer, Madrid, Taurus, 1987a.Iser, Wolfgang, “El proceso de lectura: enfoque fenomenológico”, en Mayoral, José Antonio (comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987b (texto original de 1975), págs. 215-243. Mendoza Fillola, Antonio, El intertexto lector. El espacio de encuentro de las aportaciones del texto con las del lector, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2001.Mendoza Fillola, Antonio, Tú, lector. Aspectos de la interacción texto-lector en el proceso de lectura, Barcelona, Octaedro, 1998.Zimmermann, Bernhard, “El lector como productor: en torno a la problemática del método de la estética de la recepción”, en Mayoral, José Antonio (comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987 (texto original de 1974), págs. 39-58.  Notas 1- Nótese que las reflexiones fundamentales de la estética de la recepción se centran en las relaciones existentes entre lector y texto literario. Sin embargo, consideramos que muchas de sus apreciaciones son también válidas para la recepción de textos que podríamos localizar fuera de esa categorización.  2- A juicio de Iser (1987a: 328), los espacios vacíos “tienen una relevancia específica en el texto y en la representación, cuya inseparabilidad proporciona la condición para que pueda desarrollarse el juego interactivo entre texto y lector”. 3- En términos de Eco (1981: 74), “´No dicho´ significa no manifiesto en la superficie, en el plano de la expresión: pero precisamente son esos elementos no dichos los que deben actualizarse en la etapa de la actualización del contenido. Para ello, un texto (con mayor fuerza que cualquier otro tipo de mensaje) requiere ciertos movimientos cooperativos, activos y conscientes, por parte del lector.”  4- Adaptado de Acosta Gómez, 1989: 224-225.
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Así, el sentido se construye en el encuentro entre texto y lector, en ese acto de cooperación, y no como propiedad intrínseca del primero que el lector debe descubrir: “el texto solamente toma vida cuando es concretizado, y además la concretización no es de ningún modo independiente de la disposición individual del lector, si bien ésa a su vez es guiada por los diferentes esquemas del texto” (Iser, 1987b: 215). Es decir que el texto nace como tal por la intervención del lector, quien se convierte en coautor del texto, y en esa convergencia se genera una situación comunicativa particular que responde a una estructura dialéctica, intersubjetiva.La teoría y estética de la recepción conciben el texto como una estructura de sentido que se manifiesta en dos momentos diferenciados:en primer lugar, como una estructura de signos de naturaleza puramente material y desprovistos de sentido hasta no haber llegado al lector, a la que el estructuralismo checo ha denominado artefacto, y, en segundo lugar, como una estructura que, en cuanto que asumida en su calidad de artefacto por el lector, se ha convertido en estructura significativa. (Acosta Gómez, 1989: 21)Así, el lector se constituye, para Iser (1987a: 64), en el sistema de referencia del texto: el concepto de lector implícito describe una estructura del texto en la que el receptor siempre está pensado de antemano, y la ocupación de esta forma cóncava tampoco puede ser impedida cuando los textos en razón de su ficción de lector, de manera explícita, parecen no preocuparse de un receptor o incluso pretenden excluir a su posible público por medio de las estrategias utilizadas. De esta forma el concepto de lector implícito pone ante la vista las estructuras del efecto del texto, mediante las cuales el receptor se sitúa con respecto a ese texto y con el que queda ligado, debido a los actos de comprensión que éste promueve.Esa serie de orientaciones de recepción es designada por Iser como estructura interna de inmanencia del receptor, y responde a una concepción del texto como sistema combinatorio “que debe ofrecer un espacio sistémico a quien deba realizar la combinación” (1987a: 263). Iser introduce el concepto de espacios vacíos para referirse a los espacios de indeterminación que enfrenta el lector cuando se está fijando el sentido del texto, y en los cuales se espera su mayor participación(2). La actividad del lector consiste, por tanto, en llenar los espacios vacíos, dotándolos de sentido: “un texto es potencialmente susceptible de admitir diversas realizaciones diferentes, y ninguna lectura puede nunca agotar todo el potencial, pues cada lector concreto llenará los huecos a su modo, excluyendo por ello el resto de las posibilidades; a medida que vaya leyendo irá tomando su propia decisión en lo referente a cómo ha de llenarse el hueco” (Iser, 1987b: 223).Dado que existen textos con mayor y menor cantidad de espacios vacíos, la actuación del lector será más o menos compleja y, en cualquier caso, no siempre se logrará eliminar completamente la indeterminación, lo que motivará que el lector continúe con su lectura sin poder completar alguno de esos espacios de indeterminación que el texto le presenta.En esta misma dirección van los planteos de Umberto Eco, en su modelo de cooperación textual que, desde una semiótica del texto narrativo, lo considera incompleto, cargado de espacios en blanco, de no dichos(3), y postula la necesidad de la cooperación del lector en su proceso de actualización. 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O sea que el lector modelo es, para Eco, una estrategia textual utilizada por el autor: “es un conjunto de condiciones de felicidad, establecidas textualmente, que deben satisfacerse para que el contenido potencial de un texto quede plenamente actualizado” (1981: 89). El proceso de producción de un texto involucraría entonces la formulación de una hipótesis del lector modelo por parte del autor empírico, como sujeto de la enunciación textual, traducida en términos de estrategias textuales. Para esto, no basta con que el autor presuponga una serie de competencias en su lector sino que, a su vez, debe contribuir a producirlas desde el texto.Sin embargo, y volviendo a la teoría de Iser, el lector modelo de Eco se distancia del lector implícito en la medida en que el primero se concibe como una construcción semiótica derivada del propio texto, como una estrategia textual, y el segundo es visto como un conjunto de prescripciones de lectura. 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Una de las críticas que ha recibido su teoría en relación a este punto indica que esa mirada preferente al texto, que enlaza con la tradición que Iser pretende superar, disminuye de un modo importante el espacio de la interacción.Es decir que, más allá de la importancia asignada al lector en el proceso de lectura, su papel sólo es entendible en la relación del triángulo semiótico: que incluye a emisor, medio de comunicación y destinatario.Podríamos considerar aquí la figura del lector como interna al texto, construida por el autor y presente en ciertas instrucciones de lectura rastreables en el propio texto, retomando la categorización en tres niveles propuesta por G. Grimm(4):a. Nivel externo al sujeto- lector real contemporáneo o postautorial- lector como lector o lector sujeto social concreto   b. Nivel interno al sujeto, que sólo tiene lugar en la mente del autor- lector imaginado por el autor- lector intencionado: lector que le gustaría tener (puede identificarse o no con el lector imaginado)- lector concepcional: especificación del lector intencionado, idea aplicada al texto.c. Nivel interno al texto- Nivel de lo narrado: personajes que son portadores de los puntos de vistas del autor.- Nivel de la Narración: incluye al narrador implícito y lector implícito en cuanto sistema. Se concretan respectivamente en la figura del narrador y en la figura del lector.- Nivel del texto: incluye al destinatario de la obra, como meta a la que va dirigida la intencionalidad del autor, y que puede ser deducido del texto mismo a través de ciertas señales dejadas por el autor.En cuanto al proceso de lectura, Acosta Gómez considera que en el caso de una recepción exitosa “el proceso de ´feed-back´ no se hace problemático, pues la coincidencia de lector real con el implícito es una confirmación de que las instrucciones y estrategias del texto han conseguido su efecto” (1989: 227)ética de la recepción como sociología de la comunicación, dirá que “los receptores, para poder en primer lugar constituir un texto como unidad portadora de sentido, tienen que concebirlo como resultado de la actuación de un autor” (1987: 152). Al pensar el texto como actuación se resalta la dimensión del mismo como resultado del proyecto de un autor. Este proyecto de acción se encuentra “orientado según intenciones del autor con respecto al efecto que tenga el texto, y el autor sólo puede planear ese efecto partiendo de una hipótesis –en la mayoría de los casos dada por supuesta por él y en muy raras ocasiones explicitada- acerca de la disposición de recepción de sus lectores” (Gumbrecht, 1987: 155).Este autor concibe además el texto como resultado de un acto comunicativo, producto de una acción social y a ésta encuadrada en una estructura social determinada. A su vez, cada uno de los elementos establece una relación funcional en relación a la categoría inmediatamente superior, de modo que los actos comunicativos son, en este caso, componentes elementales de la acción comunicativa que es parte de la acción social. Estas instancias superiores actúan como marcos de sentido.  El texto como unidad requiere, para la sociología de la comunicación, su inclusión en un proyecto del autor; de modo que la producción textual se entiende como acción social. Implicaciones didácticasLos aportes de la teoría de la recepción han implicado, para la didáctica de la lengua y la literatura, la búsqueda de estrategias que permitan favorecer el desarrollo de las competencias lecturarias de los estudiantes de todos niveles del sistema educativo, comprendiendo el papel activo que implica la actividad del lector. Desde este enfoque, la lectura es entendida como un diálogo interactivo con el texto, una negociación de sentidos que apunta a la actualización de su significado.En la revisión de lineamientos teóricos que encaramos, queda claro el papel relevante que juega el lector en el proceso de lectura y la necesidad de trabajar en el aula aquellas microhabilidades de la comprensión lectora que permitan a nuestro lector-alumno asumir el rol que el texto le impone. Así, la reflexión metacognitiva debe adquirir un espacio central en el aula, en la medida que permite comprender la lectura como un complejo proceso de interacción entre el artefacto textual y las experiencias y conocimientos del lector. La lectura se plantea como un proceso interpretativo en el que interactúan los condicionantes del texto, sus intencionalidades, y un lector activo con sus propios objetivos, capaz de derrotar la virtualidad mediante un acto personal y voluntario, y de aportar saberes, estrategias y actitudes frente a la apelación que el texto implica.Ante estos planteos, se torna indispensable centrar nuestro enfoque didáctico en el proceso lector de los alumnos, lo que nos permitirá conocer sus fortalezas y debilidades en el proceso de comprensión, así como generar instancias de aprendizaje que permitan revisar y adquirir estrategias para la realización de interpretaciones coherentes.Por lo expuesto, será necesario abordar en el aula la figura del lector, los mecanismos de apropiación del texto, los diferentes conocimientos y estrategias que intervienen en el proceso, las actividades de comprensión e interpretación que permitan al lector ocupar competentemente el lugar que cada texto le destina, en la búsqueda de esa  voluntad de actualización que lo aparte de una existencia virtual. Bibliografía Acosta Gómez, Luis A., El lector y la obra. Teoría de la recepción literaria, Madrid, Gredos, 1989.Eco, Humberto, Lector in fabula, Barcelona, Lumen, 1981.Gumbrecht, Hans Ulrich, “Consecuencias de la estética de la recepción, o: la ciencia literaria como sociología de la comunicación”, en Mayoral, José Antonio (comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987 (texto original de 1975, con ligeras modificaciones), págs. 145-175. Iser, Wolfgang, El acto de leer, Madrid, Taurus, 1987a.Iser, Wolfgang, “El proceso de lectura: enfoque fenomenológico”, en Mayoral, José Antonio (comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987b (texto original de 1975), págs. 215-243. Mendoza Fillola, Antonio, El intertexto lector. El espacio de encuentro de las aportaciones del texto con las del lector, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2001.Mendoza Fillola, Antonio, Tú, lector. Aspectos de la interacción texto-lector en el proceso de lectura, Barcelona, Octaedro, 1998.Zimmermann, Bernhard, “El lector como productor: en torno a la problemática del método de la estética de la recepción”, en Mayoral, José Antonio (comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987 (texto original de 1974), págs. 39-58. Notas 1- Nótese que las reflexiones fundamentales de la estética de la recepción se centran en las relaciones existentes entre lector y texto literario. Sin embargo, consideramos que muchas de sus apreciaciones son también válidas para la recepción de textos que podríamos localizar fuera de esa categorización. 2- A juicio de Iser (1987a: 328), los espacios vacíos “tienen una relevancia específica en el texto y en la representación, cuya inseparabilidad proporciona la condición para que pueda desarrollarse el juego interactivo entre texto y lector”. 3- En términos de Eco (1981: 74), “´No dicho´ significa no manifiesto en la superficie, en el plano de la expresión: pero precisamente son esos elementos no dichos los que deben actualizarse en la etapa de la actualización del contenido. Para ello, un texto (con mayor fuerza que cualquier otro tipo de mensaje) requiere ciertos movimientos cooperativos, activos y conscientes, por parte del lector.” 4- Adaptado de Acosta Gómez, 1989: 224-225.