La Constitución de 1991 reconoce la diversidad étnica y cultural de Colombia, resultado de la interacción entre los pueblos originarios, los españoles y los africanos. La educación comenzó a expandirse en el siglo XVIII gracias a los filósofos de la Iluminación, aunque su mantenimiento era difícil. La política educativa se ajustó a los gobiernos de turno, como durante el gobierno de Pedro Alcántara Herrán, que enfatizó la importancia de las ciencias útiles y la formación moral. Muchas manifestaciones
Reconocimiento constitucional de la diversidad cultural colombiana
1.
2. La Constitución política de 1991 reconoce y protege la
diversidad étnica y cultural de la nación colombiana.
Este reconocimiento supone aceptar tanto el hecho de
que la actual cultura de Colombia es el resultado de la
interacción de tres vertientes poco homogéneas en sí
mismas: la de los pueblos originarios, la del español y
la negra africana; como el de que las expresiones
culturales de los "otros", igualmente dignas y
respetables.
3. El ambiente cultural se modificó notoriamente
durante la segunda mitad del siglo XVIII, gracias al
impulso dado a la educación por los filósofos del
Iluminismo, confiados en que de ella dependía la
transformación del mundo. Además de las escuelas
particulares y parroquiales, comenzaron a aumentar
lentamente las públicas de primeras letras, puestas
bajo el control de los cabildos y sostenidas con las
rentas de propios, aun cuando, por lo general, su
mantenimiento se hizo difícil tanto por la carencia de
recursos como por la falta de maestros. La educación
elemental de los hijos de familia continuó, en muchos
casos, en manos de preceptores particulares.
4. La política educativa fue acomodándose, en adelante,
al tono de los gobiernos de turno. Durante el gobierno
de Pedro Alcántara Herrán el país sufrió un fuerte
viraje conservador de la mano del entonces ministro
del Interior, Mariano Ospina Rodríguez, cuyo plan de
reforma acentuaba la importancia de las ciencias
útiles, de la formación moral y, sobre todo, de la
disciplina, y aunque respetó la libertad de enseñanza,
defendió la intervención del Estado en la educación
pública y privada.
5. Hoy, muchas manifestaciones culturales indígenas y
africanas persisten, más o menos puras, como parte
integrante del acervo cultural colombiano. El carnaval
reconoce un remoto origen europeo; sin embargo, el de
Barranquilla es el resultado del encuentro de las tres
matrices étnicas. Entre sus danzas más características, la
cumbia es de origen africano modificado por influencias
posteriores, la de las farotas que se conserva en Talaigua
acusa probable raíz indígena, y la del congo evoca las gestas
de las tribus africanas y parece haber tenido origen en los
cabildos de negros de la Cartagena colonial. Bundes y
fandangos —que tanto preocuparon a las autoridades
eclesiásticas de la Colonia— siguen formando parte de las
festividades religiosas heredadas del calendario español,
como la Candelaria o la Popa.
6. Las corralejas y las corridas de toros se mantienen
íntimamente unidas a las fiestas religiosas que, por
otra parte, siguen exhibiendo formas más o menos
particulares de yuxtaposición y algún sincretismo
propio de la religiosidad popular. En el palenque de
San Basilio puede constatarse aún la pervivencia del
lumbalú, canto y baile del muerto que acompaña al
alma-sombra en su transformación en espíritu,
mientras el tambor golpea las puertas del otro mundo
para que, abriéndose, den paso al difunto.