La Predicación de los Puritanos un ejemplo a seguir
EL ALIENTO DE DIOS
1. EL ESPÍRITU, ALIENTO DE DIOS
CANTO: EL ESPÍRITU DEL SEÑOR (1)
El Señor os dará su Espíritu Santo
ya no temáis, abrid el corazón,
derramará todo su amor (bis).
El transformará hoy vuestra vida
os dará la fuerza para amar.
No perdáis vuestra esperanza, El os salvará.
El transformará todas las penas,
como a hijos os acogerá,
abrid vuestros corazones a la libertad.
SI TÚ NO ALIENTAS
Decimos que es espíritu, presencia, aliento, que nos empuja, nos impulsa y nos sostiene.
Decimos que es fortaleza, Vida que llena nuestras vidas… y por eso le pedimos que nos ayude a
sentirle, a confiar en Él y a dejar que ilumine nuestros días…
A veces no siento tu aliento, tu presencia, tu impulso. Esos días en que las cosas se
tuercen, en que parece que me faltan los motivos, en que la alegría no lo es tanto y los problemas
resultan enormes.
Entonces me siento un poco menos vivo, un poco más cerrado, un poco más apagado.
Entonces parece que cuesta más encontrar sentido a las cosas, y uno se siente más lejano, menos
hermano. Entonces uno no se ve con fuerzas para mirar las propias heridas ni para acompañar las
ajenas… Y sólo puedo volverme a ti y decirte, ayúdame.
SALMO 86 (ADAPTACIÓN)
Presta oído, Señor, respóndeme si me siento desamparado.
Guarda mi vida, que te soy fiel, ayúdame, que confío en ti.
Tú eres mi Dios, ten piedad que te llamo todo el día.
Alégrame cuando me vuelvo a ti,
tú que eres bueno y misericordioso con quienes te invocan.
Escucha, Señor, mi súplica, haz caso a mi ruego,
que en el peligro y la dificultad te llamo
porque tú solo eres mi Dios.
Enséñame, Señor, tu camino, para que lo siga con fidelidad.
Tranquiliza mi corazón al pronunciar tu nombre.
¡Ay, Dios! cuando me asedian incertidumbres, vacíos,
problemas, tristezas o decepción,
lléname tú de vida, da fuerzas a tu hijo,
alienta mi pequeñez, tú que siempre me auxilias.
CANTO: EL ESPÍRITU DEL SEÑOR (2)
El Señor os dará su Espíritu Santo
ya no temáis, abrid el corazón,
derramará todo su amor (bis).
Fortalecerá todo cansancio
si al orar dejáis que os dé su paz.
Brotará vuestra alabanza, El os hablará.
Os inundará de un nuevo gozo
con el don de la fraternidad.
Abrid vuestros corazones a la libertad.
2. PERO ESTÁS, SIEMPRE ALIENTAS, AUNQUE NO ME DÉ CUENTA…
Al final, siempre estás. Y donde menos lo espero se enciende una luz y todo parece cobrar
sentido.
Estás en una palabra de ánimo, en una broma, en una llamada, en un gesto casi
imperceptible.
Estás invitándome a salir a la intemperie, a asomarme a mi hermano –que siempre me
espera y en quien siempre me esperas-.
Estás, paciente, fiel, no te cansas de mí aunque yo pueda olvidarte.
Estás, crees en mí, me esperas, cuentas conmigo para compartir belleza, esperanza,
dignidad.
Estás y contigo caen barreras, y ya no hay “yo”, sino “nosotros”.
Y el corazón late con tu aliento.
QUE YA ESTABAS AQUÍ…
Dicen que vienes, y siempre es tiempo,
pues te esperamos en la tierra sedienta de milagros,
en la duda que nos muerde,
en el sollozo ajeno que estremece e inquieta.
Te esperamos en el fracaso que nos derriba,
y en el triunfo (que no nos vuelva islas distantes),
en el perdón que se nos escapa,
en la calma que no alcanzamos.
Te acercas en el vendaval
que a veces nos sacude,
en el arrumaco que nos aquieta.
Te nos llegas, sorprendente.
Desbordas nuestra espera
de palabras nuevas con respuesta eterna.
Y estás muy dentro y muy fuera.
Vienes volviéndolo todo del revés,
puerta imprevista a un cielo de pobres y pequeños,
hombro en que se recuestan los heridos, los culpables, los enfermos.
Ya, Señor, Dios-con-nosotros, Dios nuestro.
CANTO FINAL: ILUMÍNAME SEÑOR
Ilumíname, Señor, con tu Espíritu,
Transfórmame, Señor, con tu Espíritu.
Ilumíname, Señor, con tu Espíritu,
ilumíname y transfórmame, Señor.
Y déjame sentir, el fuego de tu amor,
aquí en mi corazón, Señor (bis).