La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
16. LOS NUEVOS HECHOS DE LOS APOSOTOLES
1. LOS NUEVOS HECHOS DE
LOS APÓSTOLES…
AMBIENTACIÓN
A lo mejor es demasiada comparación, pero aquellos hombres y mujeres que se pusieron en marcha
tras los pasos del Resucitado abrieron un camino. Seguimos mirando hacia ellos, pero no para quedarnos
pasmados, como quien mira un cuadro, sino para aprender, de ellos, a vivir la fe. A proclamar el evangelio. A
anunciar la Vida del resucitado. A construir el Reino. A amar, como Jesús nos enseñó. Somos parte de una
gran cadena de nombres… seguimos la estela de aquellos que, año a año, siglo a siglo, han tratado de
compartir la buena noticia, y han luchado para que de verdad las cruces no tengan la última palabra.
Tenían todo en común
“La multitud de los creyentes tenían un alma y un corazón. No llamaban propia a ninguna de sus
posesiones, antes lo tenían todo en común” (Hch 4,32). “La Iglesia entera de Judea, Galilea y Samaría vivía
en paz, se iba construyendo venerando al Señor y crecía animada por el Espíritu Santo” (Hch 9,31-32)
Compartir. Es difícil. Pero posible. Compartir proyectos, sueños, trabajo, apuntes, descanso, viajes,
esfuerzos. Compartir el tiempo con los que me necesitan. Compartir los bienes con aquellos que carecen de
lo elemental. Compartir las ideas, y la búsqueda de la verdad. Enséñame, Señor, a ser generoso. A pensar
en plural. A dar sin regateo ni cambalache. A vivir ligero de equipaje.
Discutían
“Aquello provocó una fuerte oposición de Pablo y Bernabé, y una discusión con ellos; se decidió que
Pablo y Bernabé, con algunos más, acudieran a Jerusalén, para tratar el asunto con los apóstoles y los
ancianos… Arreciaba la discusión… Pablo y Bernabé les contaron los milagros y señales que Dios había
obrado por su medio… Cuando se callaron les contestó Santiago…” (Hch 15)
Me gusta ver que también entre ellos había diferencias, divisiones, que no lo tenían todo claro, que a
veces se enfrentaban, porque pensaban cosas distintas. Me gusta porque eso les hace humanos. Porque,
seamos sinceros, ¿quién no está de vez en cuando en desacuerdo con otros? Me pasa con los amigos, en la
familia, en la Iglesia… Lo admirable es que las diferencias no les llevaron a levantar muros entre ellos, sino
que aprendieron a buscar juntos. Tenemos bastante por hacer hoy en ese terreno. Ayúdame, Señor, a ver
más allá de los conflictos, y aprender a encontrar la verdad más allá de las diferencias de cada día.
Tenían una misión
“Entonces les dijo: recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos
míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo” (Hch 1,7-8).
Sentían que su vida importaba. Habían recibido un mandamiento, un envío “Id al mundo entero y
anunciad el evangelio”. Y se lo tomaron al pie de la letra. En aquellos tiempos. Viajaron afrontando
tormentas, incomodidades, viajes largos y peligrosos, y a veces sin retorno. Llevaron la fe hasta los extremos
del mundo que conocían. Y nosotros, hoy, ¿cuál es nuestra misión? ¿Cuál es, Señor, mi misión en este
tiempo, en este mundo, con la gente, en los ambientes y lugares en los que me muevo? Ayúdame a ser, a tu
manera, apóstol.
Hasta dar la vida
A Esteban “lo echaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo… Y murió” (Hch 7,58-50).
“Herodes emprendió una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Hizo degollar a Santiago, el
hermano de Juan” (Hch 12, 1-2). “Procedió a arrestar a Pedro, durante las fiestas de los Ázimos. Lo detuvo y
lo metió en la cárcel” (Hch 12,3ss). A Pablo y Silas “después de una buena paliza, los metieron en la cárcel y
ordenaron al carcelero que los guardara bien guardados” (Hch 16,23).
Todos dieron la vida. Fueron encarcelados o ajusticiados por defender un evangelio que resultaba
molesto para aquella sociedad. Esteban, Pedro, Pablo, Santiago… lo dieron todo. Y tras ellos, tantos hombres
y mujeres, año a año, siglo a siglo. Aún hoy, sigue habiendo gente que mantiene su fe contra viento y
marea, contra odio y rechazo, contra verdugos y abusadores. Gente que arriesga la vida por defender la
bienaventuranza, el evangelio y el amor, especialmente a los más pequeños. También a mí me llamas a dar
la vida, cada día. Sin reservas y sin regateos. Dame valentía, coraje y lucidez para hacerlo, Señor.
Hasta los confines de la tierra anunciaremos tu Reino, Señor.
Proclamaremos la Buena Nueva, testigos somos, tú vives hoy.