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Relatividad lingüística
1. RELATIVIDAD LINGÜÍSTICA.
Esta teoría, es una versión dura, refutada por numerosos lingüistas en la actualidad,
sostiene, en palabras del propio Benjamin Lee Whorf,(lingüista estadounidense) que “las
personas que utilizan acusadamente gramáticas diferentes se ven dirigidas por sus respectivas
gramáticas hacia tipos diferentes de observación y hacia evaluaciones diferentes de actos de
observación, externamente similares; por lo tanto, no son equivalentes como observadores, sino
que tienen que llegar a algunos puntos de vista diferentes sobre el mundo”.
La hipótesis de Edward Sapir (discípulo de Worf) y Benjamin Lee Whorf establece que
existe una cierta relación entre las categorías gramaticales del lenguaje que una persona habla y
la forma en que la persona entiende y conceptualiza el mundo. También se conoce a esta
hipótesis como PRL (principio -o hipótesis- de relatividad lingüística). Podemos distinguir una
formulación fuerte y una más débil del siguiente modo:
1.Hipótesis Whorfiana fuerte: La lengua de un hablante monolingüe determina completamente
la forma en que éste conceptualiza, memoriza y clasifica la "realidad" que le rodea (esto se da a
nivel fundamentalmente semántico, aunque también influye en la manera de asumir los procesos
de transformación y los estados de las cosas expresados por las acciones verbales). Es decir la
lengua determina fuertemente el pensamiento del hablante.
2.Hipótesis Whorfiana débil: La lengua de un hablante tiene cierta influencia en la forma que
éste conceptualiza y memoriza la "realidad", fundamentalmente a nivel semántico. Esto
significaría que a igualdad de todo lo demás pueden existir diferencias estadísticas significativas
en la forma que dos hablantes de diferentes lenguas resuelven o enfocan ciertos problemas.
El origen de la Hipótesis de Sapir-Whorf como un análisis más riguroso de esta
percepción cultural familiar puede ser remontado al trabajo de Franz Boas, el fundador de la
antropología en Estados Unidos.
En EE. UU., Boas encontró lenguas amerindias de diferentes familias lingüísticas, todas
distintas a las lenguas semíticas e indoeuropeas estudiadas por la gran mayoría de académicos
europeos. Boas se dio cuenta de lo grande que pueden ser las diferencias entre las categorías
gramaticales y formas de vida de un lugar a otro. Como resultado, Boas llegó a la conclusión de
que la cultura y formas de vida de un pueblo estaban reflejados en el lenguaje hablado por ellos.
Sapir fue uno de los estudiantes más notables de Boas, y profundizó su argumento notando que
los lenguajes eran sistemas formal y sistemáticamente completos. Así que no se trataba de que
alguna palabra en particular expresara una forma de pensar o comportarse, sino que la
naturaleza sistemática y coherente del lenguaje interactuaba en un nivel más amplio con el
pensamiento y el comportamiento. Aunque sus ideas cambiaron con el paso del tiempo,
pareciera que hacia el final de su vida Sapir llegó a creer que el lenguaje no era un mero reflejo
de la cultura sino que el lenguaje y el pensamiento podían de hecho tener una relación de mutua
influencia e inclusive de determinación.
Whorf le dio todavía más precisión a esta idea al examinar los mecanismos gramaticales
particulares mediante los cuales el pensamiento influía en el lenguaje. Estudió la lengua hopi
(hablada por una tribu india del sudoeste de los Estados Unidos), comparándola con un buen
número de las lenguas europeas y, particularmente, con el inglés. Llegó a la conclusión de que
los sistemas lingüísticos, incluyendo explícitamente en ellos la gramática, no son un mero medio
para la formulación de los pensamientos, sino más bien los pensamientos mismos: "El mundo se
presenta como una corriente caleidoscópica de impresiones que son organizadas por nuestro
espíritu y esto significa esencialmente por el sistema lingüístico en nuestro espíritu."
2. PLANTEAMIENTOS MÁS ACTUALES.
Hoy en día esta hipótesis está desacreditada en su forma fuerte. Los ejemplos en los que
se basaron Sapir y Whorf son irreales. Por ejemplo, ellos decían que los amerindios zuñi no
tenían vocablo diferente para el "amarillo" y el "naranja" y que eso tendría que condicionar su
modo de pensar. La verdad es que no tienen esos vocablos, pero diferencian perfectamente lo
amarillo de lo naranja; lo que ocurre es que en su modo de vida la diferencia es irrelevante,
aunque como explica Lyons, sus hábitos de memoria sí parecen afectados por la existencia de la
distinción léxica. Otro ejemplo puede ser el de los muchos verdes que distinguen (en el lenguaje)
los indios del Amazonas y los pocos que distinguimos nosotros. ¿Eso significa que no veamos
los diferentes verdes? Obviamente, no. Lo que significa es que en nuestro modo de vida no es
tan importante.
Dado el estado actual de los estudios sobre las relaciones entre cultura y lengua, parece
claro que el principio de relatividad lingüística que mantienen teorías como la de Sapir-Whorf es
rechazable en sus pretensiones radicales; ello por varias razones poderosas: en primer lugar, no
es la lengua el único factor determinante del conocimiento y el comportamiento, como muestra el
que, ante hechos iguales, hablantes de las lenguas más diversas reaccionen de manera
bastante similar; las lenguas son, además, relativamente traducibles unas a otras, y el contacto y
el cambio lingüístico prueban que son interpenetrables; la existencia de determinadas
características comunes a todas las lenguas (universales lingüísticos) indica también una radical
identidad de la especie humana más allá de las diferencias de sus lenguas. Hay que concluir que
el pensamiento y el lenguaje, si bien son interdependientes y constituyen un todo, no son
exactamente la misma cosa.
No obstante, parece claro que las lenguas condicionan en una medida considerable
nuestra percepción, actitudes y conducta.
Las principales críticas a la hipotésis del relativismo lingüístico serían, por tanto:
1) El «innatismo» de Noam Chomsky, que argumenta la existencia de un lenguaje-L que es igual
para todos los miembros de la especie humana, interiorizado e innato, que constituye la facultad
lingüística.
2) El «universalismo semántico» de Anna Wierzbicka, que sostiene la existencia de un sistema
semántico universal, al cual se pueden traducir el de cada una de las lenguas naturales.
Otra crítica que se realiza a esta teoría es la visión nacionalista, o incluso racista, que podría
acarrear, ya que al distinguir el funcionamiento de la mente humana en función de la lengua del
hablante, se estaría sosteniendo que los individuos tendrían capacidades intelectuales diferentes
según su idioma, en caso de hablar una única lengua.
Referencia:
Whorf, Benjamin Lee, 1971, Lenguaje, pensamiento y realidad, Barral, Barcelona.