La protagonista investiga por su cuenta el ataque a su mejor amiga Jimena. Visita a los abuelos de Jimena, quienes le cuentan sobre la madre de esta, Beatriz, una actriz internada en un psiquiátrico. La protagonista encuentra cartas firmadas por Jorge Efitor en un baúl que perteneció a Beatriz. Más tarde, al volver al antiguo teatro donde actuaba Beatriz, se encuentra con un desconocido que busca también un baúl de Beatriz por contener cosas importantes.
1. La investigación se hizo eterna, pero finalmente llegó el día, el momento indicado y allí estaba
yo, como en la mayoría de momentos difíciles que uno mismo puede encontrar en la vida. Muchas
personas creen que la edad influye en la madurez, pero eso no va por números, sino por el interior
de cada persona. Toda esta historia comenzó el día dos de septiembre, cuando sucedió un hecho
muy raro, tan difícil de entender...
Unos días antes de que vinieran los inspectores para revisar el apartamento vecino a mi vivienda,
yo me encontraba en la escena del crimen, con la víctima de este pequeño caso. Ella era Jimena, mi
mejor amiga, pero nada es eterno en este mundo, incluso algún día lo que vemos como si fuera algo
inagotable ni siquiera existirá. Jimena y yo (Sandra) estábamos en su dormitorio teniendo la típica
conversación entre dos chicas de dieciséis años. Poco después llamó el padre de Jimena diciendo
que tenía una mala noticia; yo entendí que eran asuntos familiares personales y decidí marcharme a
casa.
No supe nada más de ella hasta que pasaron dos días. Obviamente fui en varias ocasiones a su
casa, pero nadie abría la puerta. El día dos de septiembre un señor alto llamó a la puerta de casa.
Abrió mi madre y acto seguido me llamó. Cuando llegué a la puerta supe que algo había pasado por
la expresión del rostro del policía. Supe que se trataba de Jimena ya que la puerta de su casa estaba
abierta y no paraban de salir policías. Después de eso, sólo recuerdo que desperté en mi cama, no
supe bien si fue un sueño o me había desmayado.
Fui rápidamente al salón y allí estaba mi madre hablando con el padre de Jimena. Cuando llegué
dejaron de hablar y cambiaron de tema:
– Sandra hija -dijo mi madre-, Jimena está muy grave en el hospital, le han atacado por la
noche.
– Pero, ¿dónde estaba usted? -dije dirigiéndome al padre de Jimena.
– Estaba en el trabajo, mi turno era de noche, llegué y la encontré herida.
No vi mi rostro, pero seguro que era un poema. Llevaba siete años al lado de mi mejor amiga y
ahora, ¿en una noche se había acabado todo?. Era muy raro, desde pequeña me gustaba jugar a los
detectives y decidí investigar por mi cuenta y más tratándose de una persona tan querida para mí y
lo más importante, el asesino o asesina podría volver. Lo primero que hice fue ir a ver a Jimena,
darle fuerzas en un momento tan difícil para ambas. Estaba en una habitación con una máscara de
oxígeno en la cara y con una bolsita de suero que caía hasta llegar a su brazo.
Lo pasé muy mal, pues a nadie le gusta ver a su mejor amiga en una habitación de un hospital,
muy grave y sin saber qué va a suceder con ella. Lo único que podía hacer es esperar y dar con el
autor de este hecho. Nunca había pensado tanto, ni en el instituto ni en los exámenes. Desde
entonces comprendí que me podía esforzar y sacar mejores resultados. Intenté hablar con un
investigador que se encontraba en el apartamento.
– Perdón si molesto, pero ¿sabéis algo del caso? -dije con lágrimas en los ojos-.
– ¿Se te ha perdido algún juguete? Regresa a tu casa, intento trabajar.
– No tiene por qué tratar así a los demás cuando yo en ningún momento le he faltado el
respeto. Solo quiero informarme, la víctima era y es mi mejor amiga, es lo mínimo que
puedo hacer.
– Vaya, parece que no entiende mi idioma. ¡Jovencita haz el favor de dejarme trabajar si no
quieres que me despidan!
2. En ese momento me hubiera encantado ver cómo le despedían, pero me di cuenta que si quería
descubrir algo no iba a contar con la ayuda de ese hombre. Por lo tanto tenía que investigar yo sola
sin la ayuda de algún detective de pacotilla. Se me ocurrió que a lo mejor David (el padre de
Jimena) podía tener algunas sospechas sobre quién había sido. Era sábado por la mañana y como
todas las mañanas, David iba a desayunar a un restaurante cercano a la estación de trenes. Su casa
estaba llena de policías e investigadores (incluido el de mal humor)y pensé que a lo mejor se
encontraba allí.
– David, perdón si molesto pero, ¿tiene sospechas de alguien que quisiera actuar en contra de
Jimena?
– Pues... Ahora que lo dices no caigo en nadie, siéntate y tómate algo. Es temprano y no creo
que hayas desayunado.
– Gracias -me senté-. Bueno, lo que decía, ¿no tiene a nadie en mente?
– Tengo ciertas sospechas. -Llamó a la camarera-. Traiga un cola-cao y un café, por favor.
– Y, ¿de quién sospecha? Si no es mucho preguntar.
– Es una historia muy larga...
David me contó que la madre de Jimena estaba en un manicomio de Barcelona, pero nosotros
vivíamos en Sevilla y no creo que la hubieran dejado salir y viajar tan lejos. También dijo que la
internaron por atacar varias veces a personas de la calle. Ella decía que eran enviados por los
marcianos y tenían que ser destruido. Permanecería en el manicomio de por vida y no creo que
fuera ella la que actuó contra la vida de su hija.
Pasaron tres días y Jimena mejoró, le quitaron el oxígeno pero seguía sin despertar. En esos tres
días me estuve informando de la madre de Jimena, decidí no preguntarle David ya que estaba muy
preocupado con todo lo ocurrido y su trabajo, como para hacerle perder el tiempo con tonterías
mías, como diría aquel odioso investigador. La madre de Jimena era actriz antes de ingresar en el
manicomio y volverse loca. Gracias a internet pude descubrir que la última obra que representó fue
''Regreso a Marte''. Esto explicaría por qué atacó a varias personas inocentes de la calle diciendo
que eran marcianos. Pero eso no es lo que realmente importa, Jimena había sido atacada por alguien
y esa persona sigue suelta.
Cuando volví a casa vi marcharse a todos los investigadores y policías. Pensé que habrían
acabado la jornada pero David me informó que la investigación había sido cerrada por falta de
pruebas. Eso me pareció una injusticia muy grande: hieren a una persona gravemente y cierran el
caso por falta de pruebas. Ahora, con más razones, tendría que averiguar quién fue el autor de este
hecho. Los abuelos maternos de Jimena, don Pedro y doña Silvia, eran de Sevilla. Recuerdo que
varios días de verano íbamos a su casa ya que tenían una piscina muy grande y disfrutaban de
nuestra visita.
Fui allí, para poder averiguar algún dato sobre el crimen y su autor. Su casa estaba un poco lejos
de la mía, pero aproveché para hacer un poco de ejercicio y fui en bicicleta. Cuando llegué me abrió
doña Silvia que todavía no sabía nada de lo sucedido. Decidí no decirles nada porque quizás David
no quería que se enteraran de lo sucedido. Dije que quería saber de la madre de Jimena. Como don
Pedro no se encontraba en casa, me informó doña Silvia.
– Buenos días doña Silvia
– Sandra, ¡cuánto tiempo!. Pasa.
– Gracias, venía para ver si me podías hablar de la madre de Jimena, nunca la he visto y me
parece interesante saber algo de ella.
3. – Mi hija Beatriz está internada en Barcelona por varios errores que cometió en el pasado y
por su salud mental. Tuvo a Jimena y cuando la niña cumplió tres años la internaron. Ella
era actriz y hacía obras en el teatro que hay en la plaza, pero eso ya acabó hija mía. Ahora
está muy lejos sin recibir visitas de nadie.
– Lo lamento. ¿Tenía algún enemigo o algo por el estilo?
– Que yo recuerde no. Ya lleva internada trece años y los recuerdos de ella están bastante
borrosos, ¡hace tanto tiempo! y la edad deja huella, ¡ya quisiera yo tener dieciséis años!
Bueno tengo que irme a la peluquería que tengo cita, ¿quieres saber algo más?
– No, muchas gracias, ya me iba.
– Adiós Sandra. Ten cuidado en tu regreso a casa y dale recuerdos a Jimena.
Sentí un vacío en mi interior por dos motivos; Jimena estaba en el hospital y su abuela no sabía
nada de ello y también porque mi investigación iba igual que al principio. Pero recordé que me dijo
que su madre actuaba entre otros sitios en el teatro que había en la plaza. El teatro llevaba años
cerrado y pronto iban a hacer reformas para hacer allí un centro comercial, puede que aún quedaran
algunas cosas que pertenecieran a Beatriz antes de ser internada en el manicomio. Como todavía
faltaba para la hora de comer, decidí ir al teatro abandonado de la plaza.
Cuando llegué la puerta estaba cerrada con candado, pero vi un hueco en la pared por el que
podía pasar al interior del edificio, eso sí, me iba a poner perdida de polvo. Cuando por fin me
decidí a entrar, recordé una obra de teatro que hicimos con mi clase de parvulitos. Yo actuaba de
tigre e interpretamos ''El Rey León'', tenía unos recuerdos de los camerinos, pero muy leves. Decidí
subir al escenario y buscar los camerinos o alguna habitación donde pudiera encontrar algún dato
sobre Beatriz, la madre de Jimena. Estuve tres horas y media en el teatro, finalmente encontré un
camerino que ponía ''Beatriz'' en el interior de una estrella que había en la puerta. Pensé que sería
una actriz importante como para poner su nombre en la puerta de un camerino. Cuando entré en esa
habitación me pareció retroceder unos cuantos años en el tiempo, allí no había muchas cosas, pero a
pesar de ello, encontré algunas que me parecieron importantes, como unas cuantas fotos de ella
(hay que reconocer que era bastante guapa) y un baúl no muy grande que no podía abrir.
Salí de allí y me fui a mi casa con un par de fotos y el baúl. Llegué justo para la hora de comer.
Ese día había lasaña. Cuando terminé, ayudé un poco a mi madre y me fui a mi cuarto. Encontré en
el fondo de mi armario una pizarra de rotuladores que usaba de pequeña para averiguar los 'casos'.
Ahora sí era un caso de verdad; importante, en el que estaba sola yo. Antes me ayudaba mi abuelo
cuando era pequeña pero el falleció hace cinco meses y los casos de antes eran de muñecos
'desaparecidos' o cosas sin importancia. Estuve varios minutos mirando aquella caja de madera
parecida a un baúl y la cerradura para saber cómo podía abrirla. Cogí un destornillador de estrella e
intenté abrirlo pero era demasiado pequeña la ranura y no pude. Entonces encontré una horquilla y
ésta si abrió el objeto.
En su interior había un montón de cartas de papel amarillentas por el tiempo que había
transcurrido desde que Beatriz las dejó allí. Pensé que era una falta de educación leer las cosas
personales de alguien. Si hubiera sido al contrario no me hubiera gustado, pero su dueña estaba muy
lejos de aquí y puede que ni recordara las cartas. Entonces decidí leerlas por si en el interior de
alguna hubiera algún dato importante que ayudara a mi investigación. Las leí todas y más de una
vez, pero no ponía ningún dato importante; la mayoría eran facturas. Pero había varias que estaban
firmadas por un tal Jorge Efitor.
Pasaron unos días y Jimena despertó. Seguiría en el hospital unas cuantas semanas más en
observación ya que la herida era muy profunda y al más mínimo esfuerzo podría empeorar. Fui a
4. verla y le conté lo que estaba haciendo y por qué. Le llevé unos patines de línea para estrenarlos
cuando estuviera recuperada ya que siempre había querido unos y pensé que era el momento
oportuno.
– ¿Por qué te preocupas tanto por mí? -dijo sonriendo-.
– Porque eres mi amiga, esa hermana que nunca tuve y no pienso quedarme de brazos
cruzados. Hay varias cartas de un tal Jorge, ¿le conoces?
– Yo estaba pequeña y no recuerdo mucho. Sé que mis padres se separaron porque mi madre
fue infiel. Eso mi padre nunca me lo ha contado pero me lo dijo mi abuelo Pedro.
Ya tenía un dato más: su madre estaba loca por lo tanto ella no pudo ser. Sus padres se separaron
y puede que Beatriz mandara a alguien para actuar en contra de ellos aunque no tenía pruebas de
nada de eso. Decidí hablar de nuevo con David, esta vez sobre Jorge Efitor. Era por la tarde y este
mes le tocaba trabajar de noche. Al día siguiente tenía que ir al instituto; por lo tanto, no podría
investigar tanto y para hablar con David tenía que esperar dos semanas porque cuando venía del
instituto él se iba a trabajar asé que tendría que esperar al próximo mes. Sin embargo, no me iba a
quedar tanto tiempo quieta, sin investigar nada. Decidí averiguar más del caso y así preguntarle más
cosas a David.
Pasados unos días decidí volver al antiguo teatro para encontrar más información sobre Beatriz.
Seguí el mismo camino hasta llegar a los camerinos. Esta vez estaba la puerta abierta y el camerino
desordenado, como si alguien hubiera entrado después de mí ese día y hubiera estado buscando
algo. Escuché un ruido en la planta superior del viejo teatro; sólo tenía dos opciones: salir corriendo
de allí y volver a casa antes de que pudiera pasarme algo o ir hacia la planta superior y averiguar de
quién se trataba. Elegí la segunda opción ya que, si buscaba algo en el camerino, tendría que
conocer a Beatriz y podría ayudarme en todo esto.
Llegué a la planta de arriba donde había cuatro habitaciones. Decidí empezar por las de la
derecha: en la primera no había nada, estaba completamente vacía; la segunda también, pero la
tercera estaba llena de cajas. De repente se escuchó un ruido al final de la habitación.
– ¿Qui... Quién anda ahí? -dije aterrorizada-.
– ¿Qué haces tú aquí? Y.., ¿quién eres?
– Pasaba por aquí...
– Claro, pasas por un teatro en ruinas y no se te ocurre otra cosa que entrar. Pues ya que estas
aquí podrías ayudarme a encontrarla.
– ¿Cómo te llamas? ¿Qué buscas? -dije-.
– Mi nombre no importa. Busco una cajita de color dorado conforma de baúl que pertenecía a
Beatriz. En esa caja hay cosas muy importantes.
– Pues siento no poder ayudarte es hora de volver a casa, un placer. – Jorge. -dijo sonriendo-.
– ¿Qué?
– Que me llamo Jorge, anda vuelve a casa antes de que tus padres se preocupen.
La caja que estaba buscando era la que días anteriores había cogido yo y que estaba en mi casa
aunque sólo había facturas y dos o tres cartas. Él era Jorge Efitor mas no había resuelto ninguna
duda sobre aquello. Me subí a mi bici y me aseguré de que ese tal Jorge no me siguiera hasta casa.
Cuando llegué lo primero que hice fue abrir de nuevo la cajita dorada como decía aquel señor. Por
más que miraba y releía las cartas no veía nada de importancia como para estar buscándolo
desesperado. Mi madre llamó a la puerta para indicar que la cena estaba lista. Me asusté y la cajita
5. se me cayó al suelo. Decidí ir a cenar y después recoger todo aquel desastre que había producido la
caída.
Terminé de cenar y fui corriendo a mi habitación. La cogí del suelo. Al caerse se había salido
una tablita que antes hacía de fondo, es decir, que había un apartamento secreto. Dentro había
varias cartas, un sobre y un anillo. Ahora entendía por qué estaba Jorge buscando la cajita dorada.
En su interior tenía un apartado secreto con cartas que especificaban todo lo que iban a hacer Jorge
y Beatriz. Las cartas decían:
''Querida Beatriz, el sábado voy a Sevilla y podremos hacer realidad nuestro sueño llevando a
cabo nuestro plan'' Ponía muchas más cosas pero no tenían importancia. ¿Qué plan sería?
– Sandra hija -dijo mi madre-.
– Dime mamá.
– Le han dado el alta a Jimena y como su padre trabaja no quieren dejarla sola para que pueda
pasar de nuevo el incidente. Se quedará en casa hasta que pase un tiempo.
– Genial, ¿la trae su padre o vamos nosotras a por ella?
– Tenemos que ir nosotras, David está trabajando, ¡vamos!
Estaba muy contenta, Jimena estaba ya bien. Después de llevar dos meses en el hospital merecía
la pena la espera. Por fin podríamos investigar juntas y así distraernos un rato. Fuimos al hospital
donde estaba Jimena esperándonos con una sonrisa en la cara. Hacía una semana que no la veía y
tenía muchísimas ganas de encontrarme con ella.
– Sandra -dijo con lágrimas en los ojos-.
– Jimena, por fin estás bien -dije abrazándole-.
– ¿Mi padre no ha podido venir?
– No, está trabajando. Te quedarás un tiempo en nuestra casa para prevenir que suceda lo
anterior -dijo mi madre-.
– Por mí genial -dijo Jimena sonriendo-.
Volvimos a casa, cenamos y le ayudé a deshacer la maleta. En mi cuarto había literas; yo
siempre dormía en la de abajo pero, mientras estuviera Jimena, dormiría en la superior para que no
hiciera ningún esfuerzo.
– Jimena, mañana cuando descansemos vamos a ir a dar un paseo por Sevilla. Te vendrá bien
dar una vuelta por la orilla del río Guadalquivir.
– Por mí genial, ¿has descubierto algo más de Jorge y tal?
– Sí, tu madre quería marcharse a Londres con Jorge. Le regaló un anillo carísimo para
demostrarle su amor y lealtad; después tu madre enloqueció. Ambos tenían un plan pero no
sé cuál es.
– ¿Y cómo sabes todo eso?
– Verás, fui a casa de tus abuelos, me dijeron que tu madre antes de irse a Barcelona estuvo
actuando en el teatro de la plaza. Fui y encontré varias fotos y una cajita dorada con varias
facturas y más cosas. Antes de cenar se me cayó al suelo y se abrió un apartado secreto en su
interior. Allí fue donde encontré las cartas de Jorge y el anillo. También los pasaportes a
Londres. El otro día cuando fui al teatro me encontré con Jorge que estaba buscando la caja
que yo tenía en mi casa.
– ¿Todo eso has hecho por mí? -dijo Jimena-.
6. – Sí, y lo que haga falta. Ahora vamos a dormir que es muy tarde.
– Buenas noches mejor amiga y gracias.
Al día siguiente, después de desayunar, nos fuimos a dar una vuelta por Sevilla a las orillas del
Guadalquivir. Allí volvimos a encontrarnos con Jorge.
– Jimena -dije con todo bajo-.
– ¿Qué pasa? Parece que hayas visto a un fantasma.
– Ese de allí es Jorge; el que te comenté.
– Parece que está esperando a alguien. Ven vamos a escondernos detrás de ese árbol y
esperamos a que venga la persona con la que ha quedado.
– Vale -dije-.
Nos tiramos media hora esperando a que viniera esa persona. Quizás estuviera dando un paseo y
no esperaba a nadie . Sin embargo mereció la pena esperar: un hombre se estaba acercando a Jorge.
– Jimena mira, se está acercando un hombre.
– Dios, por fin, que tardón.
– Espera un momento, ¿ese no es tu padre? -dije confusa-.
– Sí, ¿pero qué hace mi padre con él?
– No lo sé -dijo con cara de duda-. Vamos a preguntarle.
Y así lo hicimos. Nos dirigimos hacia Jorge y David. Yo estaba un poco confusa: por una parte
no quería ir ya que podrían pensar que le estábamos espiando, pero por otra sí. Quería acabar con
varias dudas que rondaban mi cabeza, pero ¿y si Jorge recordaba lo sucedido en el teatro y sabía
que yo tenía lo que buscaba?, ¿y si era él el autor del intento de crimen? Cuando me di cuenta de
todo esto ya estábamos delante de Jorge y David.
– Jimena, ¿hija, qué haces aquí? -dijo sorprendido-.
– He venido a dar un paseo y te he encontrado por casualidad. ¿Vamos a tomar algo?
– Ahora no puedo, tengo varios asuntos pendientes con este hombre.
– No es por nada, pero creo que tu hija es mucho más importante que cualquier otro asunto. -
dije un poco mosqueada-.
– ¿Tú no eres la chica del...? -intentó terminar Jorge-.
– Sí, pero eso ahora no importa. - le interrumpí-.
– Sandra, creo que tienes razón, vamos chicas. Ya me pondré en contacto contigo Jorge.
– De acuerdo, por favor, lo antes posible.
David nos llevó a Jimena y a mí al restaurante en el que solía desayunar todos los días. En ese
momento decidimos preguntarle todo sobre el caso aunque sin dar demasiada información. Jimena
y yo sabíamos que si le contábamos todo, lo más posible sería que se lo contara a Jorge y eso era lo
último que tenía que suceder. Llegamos a las diez y media, más o menos, al restaurante. David
pidió un descafeinado y Jimena y yo un chocolate calentito.
– Papá, ¿de qué conoces a ese hombre?
– Trabaja conmigo en la fábrica.
– ¿Pero tenéis el mismo turno? -dije confusa-.
– No, a mí me toca por la tarde este mes y a él por la mañana.
– Hoy hay trabajo y es por la mañana, ¿no ha ido a trabajar Jorge?
7. – Mirad, ya vienen vuestros chocolates, bebéroslo que tengo prisa.
– David, lo sabemos todo, ve al grano.
– Vale, lo conozco desde hace años porque él quería fugarse con tu madre a Londres, o eso
creo. Desde ese tiempo nos hicimos amigos. La verdad es que nunca me ha caído bien tu
madre y nunca le he guardado rencor por intentar fugarse a escondidas con otra persona.
Esto lo he callado siempre porque no creí que fuera importante.
– ¿Qué plan querían hacer Jorge y mamá? -dijo Jimena-.
– De eso no sé nada. ¿Cómo sabes que tenían un plan?
– Lo has dicho tú -dije para disimular-.
– ¿Sí? Pues me he equivocado. Tengo que irme chicas, pagad y quedaros el cambio.
– Papá, creemos que Jorge tiene algo que ver en esto.
– Tengo prisa, ¡Mirad! por allí viene Jorge, preguntadle a él.
Y así lo hicimos, pero antes de nada dijo que prefería contárnoslo todo en comisaría. Jimena y
yo fuimos andando. Nos ofreció que fuéramos con él en el coche de su abogado sin embargo
decidimos ir andando por si las moscas. Durante el camino hacia la comisaría Jimena y yo
estuvimos hablando de todo lo que había investigado. Creímos que Jorge fue quién intentó matar a
Jimena mas decidimos esperar a que confesara frente a un policía o dijera lo que tenía que decir
allí. Llegamos a la comisaría antes que Jorge y su abogado, ¡y eso que ellos iban en coche...!
Estuvimos esperando media hora. Pensábamos que ya no vendrían. Varias veces unos policías nos
preguntaron que si se nos ofrecía algo. Todas ellas les respondíamos que estábamos esperando a
una persona.
– ¡Por fin llegas! Pensábamos que te habías arrepentido -dije con todo irónico-.
– Bueno, estoy aquí -hizo un gesto como para que entráramos-.
Entramos en la comisaría y el policía sonrió.
– Bien, ¿qué desean? -dijo el policía-.
– Quisiera hacer una confesión en la que estuvieran presentes mi abogado y estas chicas. –
Muy bien, sigan el pasillo y en la primera puerta a la izquierda entren. Enseguida voy.
No esperamos mucho en aquella habitación. Rápidamente vino con un café en la mano derecha y
una libreta en la otra.
– Bien, ¿sobre qué quiere hablarme?
– Pues mire, hace unos meses alguien entró en un apartamento y atacó a Jimena. Sé quién fue
y por qué lo hizo.
– Ese caso está cerrado pero... ¿quién fue?
– Fue Beatriz. -dijo Jorge-.
– ¿Mi madre? -dijo Jimena-.
– Sí, ella tiene celos de ti. Yo le ayudé a escapar del manicomio y la traje hasta aquí. No
pensé que fuera a atacarte. Me dijo que te iba a dar un pequeño susto.
– ¿Sabe que aparte de acusar a Beatriz, usted también está implicado?
– Sí, pero no importa. Sé que esta chica podría haber acabado peor y me siento mal.
– Gracias chicas, podéis salir.
La conversación duró dos horas. Finalmente detuvieron a Beatriz y a Jorge. Yo resolví un caso
y Jimena se recuperó del todo.