3. í n d i c e
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI
para la Cuaresma 2013.................................................................................... 04
Carta Saludo del Sr. Arzobispo..................................................................... 10
CUARESMA-PASCUA 2O13
PARA la Liturgia........................................................................................ 15
Triduo Pascual 2013......................................................................... 50
Pascua 2013.......................................................................................... 54
PARA la Parroquia.................................................................................. 73
Propuesta Diocesana de Cáritas Diocesanas...................... 74
Comisión Diocesana para los Mayores.................................... 76
Vía Crucis......................................................................................... 78
Vía Lucis........................................................................................... 94
Comisión Diocesana de Misiones................................................ 110
Comisión Diocesana de Espiritualidad..................................... 112
COV Catequesis para niños............................................................ 118
COV Catequesis para jóvenes....................................................... 123
Comisión Diocesana del Ambiente y la Ecología
Vía Crucis desde la creación......................................................... 130
Comisión Diocesana de Liturgia
Celebración Penitencial.................................................................... 161
PARA el Colegio................................................................................................. 171
Vía Fidei. ................................................................................................... 172
propuesta de cantos................................................................................... 183
EL MONASTERIO DE CUARESMA................................................................... 189
4. Para mí la vida es Cristo
Mensaje del Santo Padre
Benedicto XVI
para la Cuaresma 2013
4
5. Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI
Creer en la caridad suscita caridad
«Hemos conocido el amor que Dios nos tiene
y hemos creído en él» (1 Jn 4,16)
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la Fe, nos ofrece una
ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en
Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo
y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.
1. La fe como respuesta al amor de Dios
En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el
estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo
de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que
Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza
a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero
(cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta
al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).
La fe constituye la adhesión personal –que incluye todas nuestras facultades– a la
revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que
se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo
comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del
Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca
entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste
es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y
completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular,
para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios
en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que,
Para mí la vida es Cristo 5
6. Para mí la vida es Cristo
para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto
desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la
caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo
y movido por este amor –«caritas Christi urget nos» (2 Cor 5,14)–, está abierto de
modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante
todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve,
se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para
atraer a la humanidad al amor de Dios.
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la
firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar
conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz,
suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina
constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib.,
39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los
cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).
2. La caridad como vida en la fe
Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta
es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa
divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una
luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le
da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos
su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos
de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino
que Cristo vive en mí (cf. Gal 2,20).
Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de
su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos
lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente
«a actuar por la caridad» (Gal 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tim 2,4); la caridad es «caminar» en
la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad
6 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
7. Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI
se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento
del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-
17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos
hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu
Santo (cf. Gal 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y
generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
3. El lazo indisoluble entre fe y caridad
A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso
oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por
lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado,
en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la
prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras
concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin
embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y
de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida
espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.
La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con
Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste,
a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la
Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio
que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto
al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción,
simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta
y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde
siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar
arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se
tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple
ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de
caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra».
Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir
el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio,
Para mí la vida es Cristo 7
8. Para mí la vida es Cristo
introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta
e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI
en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal
factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros,
vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el
desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8).
En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de
Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer
contacto –indispensable– con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor»,
para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.
A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san
Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados
por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios;
tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos:
creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios
que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de
Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar
nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las
orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo
humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios
concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos
virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones
para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha
más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos
y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a
través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.
4. Prioridad de la fe, primado de la caridad
Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo
(cf. 1 Cor 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Gal 4,6), y que nos
hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Cor 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Cor 16,22; Ap 22,20).
8 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
9. Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor
encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e
infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la
mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que
vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de
la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance
su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se
manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega
total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros
la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús:
filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rom 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos
fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum
fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella,
que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la
caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde
aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la
caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como
cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Cor 13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos
preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el
cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que
viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo
torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos
en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada
uno y cada comunidad la Bendición del Señor.
Vaticano, 15 de octubre de 2012
Para mí la vida es Cristo 9
11. Carta del Sr. Arzobispo
Queridos hermanos:
Los tiempos de Cuaresma y Pascua en este año vienen marcados por importantes
acontecimientos, tanto en la Iglesia Universal como en nuestra Iglesia Diocesana.
Me refiero a la celebración del Año de la Fe, convocado por el Santo Padre
Benedicto XVI con el objeto de “introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo
de especial reflexión y redescubrimiento de la fe” (Carta apostólica Porta fidei, n. 4).
Es este, un tiempo especial, un tiempo de gracia, en el que podemos propiciar, con
nuestras acciones y actitudes, un mayor y mejor acercamiento al Señor. Descubrir
su presencia y encontrarnos con él es lo que cambia radicalmente nuestro modo de
vivir, de entender la vida, la relación con los demás. Desde el encuentro con Cristo
resucitado, esa es la verdadera experiencia de fe, la vida adquiere un nuevo sentido,
una nueva razón. Desde el encuentro con Cristo, en el itinerario de nuestra vida,
“con entusiasmo renovado”, afrontamos de un modo nuevo las oportunidades
con las que cada día nos encontramos: la transmisión de la fe en la familia, la
educación cristiana de los niños y jóvenes, el acompañamiento de los adultos
que, por diversas razones, se alejaron de la fe o no ha llegado a conocer a Cristo,
la celebración de los sacramentos, la vida de caridad... Todo esto sólo podemos
hacerlo desde el encuentro, real y personal, con el Señor resucitado. Como nos
recuerda el Papa Benedicto XVI “La fe nos invita y nos abre totalmente a este
encuentro” (Carta apostólica Porta fidei, n. 11). Y este encuentro es el modo con el
que Jesús quiere ser conocido, no como una “teoría”, sino como una Persona, que
vive en la Iglesia, y acompaña mi vida.
Para mí la vida es Cristo 11
12. Para mí la vida es Cristo
Este año, nuestra Archidiócesis, vivirá en el tiempo de la Cuaresma una experiencia
misionera, evangelizadora, de anuncio del encuentro gozoso con Dios. Se trata
de la “Misión en Valencia Porta Fidei”. La conocéis bien y estoy seguro que vais
a participar en ella. Se trata, con sencillez, de hacer posible, de propiciar este
encuentro con el Señor. Esta Misión quiere avivar, con la fuerza del Espíritu
Santo, la experiencia de Dios en cada uno de los que participen en la misma,
descubriendo o fortaleciendo la adhesión a la persona de Cristo y animando a
manifestar públicamente los frutos de la vida cristiana. La “Misión” no sólo tiene
como “protagonistas a los sacerdotes misioneros”. Las comunidades parroquiales,
las comunidades religiosas y la vida consagrada, nuestros colegios diocesanos y los
que son regidos por la vida consagrada, están llamados, también y a su modo, a
ser y a hacer “Misión”.
Los materiales que aquí encontrarás y los que estarán en las diversas páginas de
internet, pueden ayudarte a vivir con mayor intensidad este tiempo de Cuaresma
y Pascua. Una Pascua, este año, que viene marcada por otra acción diocesana,
dentro del Itinerario Diocesano de Renovación: las peregrinaciones a la S.I.
Catedral. Estas se iniciaron ya en el mes de enero y febrero, continuarán durante
la Cuaresma y culminarán en el Tiempo de Pascua. Quieren, las peregrinaciones,
acercarnos a la Catedral para juntos confesar y celebrar nuestra fe. En este Año
de la Fe, confesar, celebrar, vivir y orar nuestra fe ha de estar siempre presente en
todo lo que hagamos.
12 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
13. Carta del Sr. Arzobispo
“Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos
los recuerdos en su corazón, los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el
Cenáculo para recibir el Espíritu Santo” (Carta apostólica Porta fidei, n. 13).
Con gran afecto os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia
Para mí la vida es Cristo 13
16. Para mí la vida es Cristo
Introducción general
Lo que dice la Historia La Cuaresma se hizo, fue creciendo, poco a poco duran-
te seis siglos. En su formación se juntaron tres itinerarios
litúrgico-sacramentales: la preparación inmediata de los
catecúmenos a los sacramentos de Iniciación, la peniten-
cia pública y la participación de la comunidad cristiana
en los dos anteriores como preparación para la Pascua.
Al principio, los cristianos y los que iban a ser iniciados
guardaban un ayuno de dos o tres días antes de Pascua;
estamos en los siglos II y III, pero en Roma el ayuno se
extendía durante tres semanas ya en el siglo IV. Cuando
se instituyeron las Témporas, se quiso unir esa “veintena”
con la solemne semana de ayuno del invierno; se buscó
entonces llegar a la “cuarentena”, recordando los días Je-
sús y de Elías en el desierto e incluso al pueblo hebreo en
el Sinaí, peregrinando durante cuarenta años. En el siglo
V, la Cuaresma es general en la Iglesia; pero en Roma ese
tiempo tuvo un carácter único con las “estaciones cuares-
males” y con la extensión del tiempo hasta el miércoles
(de ceniza), para contar cuarenta días de ayuno, pues los
domingos no se ayunaba. El programa litúrgico se com-
pletó con san Gregorio Magno a finales del siglo VI y llegó
prácticamente intacto hasta la renovación postconciliar
que buscó responder a lo pedido por el Concilio:
“Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles,
entregados más intensamente a oír la palabra de Dios
y a la oración, para que celebran el misterio pascual,
sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del
bautismo y mediante la penitencia, dese particular re-
lieve en la Liturgia y en la catequesis litúrgica al doble
carácter de dicho tiempo. Por consiguiente:
a) Úsense con mayor abundancia los elementos bau-
tismales propios de la Liturgia cuaresmal y, según
las circunstancias, restáurense ciertos elementos de
la tradición anterior.
16 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
17. Para la LITURGIA
b) Dígase lo mismo de los elementos penitenciales.
Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles,
junto con las consecuencias sociales del pecado, la
naturaleza propia de la penitencia, que lo detesta en
cuanto es ofensa de Dios; no se olvide tampoco la
participación de la Iglesia en la acción penitencial y
encarézcase la oración por los pecadores ”1.
La reforma era conveniente, porque, desaparecida la institu-
ción del catecumenado y sustituida la reconciliación pública por
la penitencia secreta a partir del siglo VII, la Cuaresma quedó
configurada como un tiempo casi exclusivamente penitencial y
ascético. La ceniza se empezó a imponer a todos los fieles en el
siglo IX, cuando había decaído la práctica de la penitencia públi-
ca. Por otra parte, la devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen
Dolorosa invadió también las últimas semanas de la Cuaresma
sobre todo a partir de la Baja Edad Media.
Respondiendo a lo deseado por el Concilio, los tres ciclos
dominicales de la Cuaresma, A, B y C, sin dejar de mante-
ner la unidad de este tiempo, ofrecen tres secuencias di-
ferentes de cinco etapas de la Historia de la Salvación en
el Antiguo Testamento (fundamental en la instrucción del
catecumenado antiguo) y están de alguna manera espe-
cializados en cada una de sus finalidades: prebautismal,
prepascual y penitencial. Este año 2013 corresponde el ci-
clo C, cuyos tres últimos evangelios dominicales forman
el “tríptico penitencial” que luego comentaremos.
Los domingos de Cuaresma tienen tres lecturas cuyos
temas no están necesariamente relacionados entre ellos,
sino que forman tres secuencias diferentes: la historia de
la salvación (Antiguo Testamento), la aplicación a la vida
cristiana de una o ambas lecturas del AT y del Evangelio
(Apóstol) y el tema propio del año (Evangelio).
1 Const. Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia, 109.
Para mí la vida es Cristo 17
18. Para mí la vida es Cristo
1. La Cuaresma
en el “Año de la Fe”
y en nuestro Itinerario
Cuaresma Diocesano de
2013 Renovación
Leemos en la Carta Apostólica “Porta fidei” (n. 6):
“El Año de la fe es una invitación a una auténtica y re-
novada conversión al Señor, único Salvador del mun-
do. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección,
ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a
los hombres a la conversión de vida mediante la remi-
sión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pa-
blo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por
el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte,
para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva» (Rom 6, 4). Gracias a
la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia hu-
mana en la novedad radical de la resurrección. En la
medida de su disponibilidad libre, los pensamientos
y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del
hombre se purifican y transforman lentamente, en
un proceso que no termina de cumplirse totalmente
en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Gal 5, 6)
se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y
de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm
12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Cor 5, 17)”.
Y, providencialmente, el presente curso del IDR, en este
semestre, se centra en el conocimiento y la vivencia del
Misterio Pascual de Cristo y tiene como momentos ce-
lebrativos principales la Pascua y la entrega del Símbolo
de la fe, con los que personalizaremos cada uno nuestra
18 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
19. Para la LITURGIA
2. La exposición y
vivencia de la historia
de la salvación en el
Antiguo Testamento
según el año C: La fe
confesada y celebrada
propia iniciación cristiana como inserción en el Cuerpo En este año C debemos evocar nuestro camino de fe ha-
glorioso de Cristo e insistiremos en la necesidad de una cia Cristo. Cada uno de nosotros era el “arameo errante”
“segunda conversión”, después de la más o menos lejana a quien Dios convirtió en un pueblo que camina hacia un
renovación bautismal, pues, citando de nuevo al Papa Be- término (Deut 26,4-10, Primera lectura, 1º Domingo de
nedicto XVI: “Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda Cuaresma). El ciclo C aglutina las lecturas del Antiguo
la existencia humana en la novedad radical de la resurrec- Testamento alrededor del tema del acontecimiento pas-
ción. En la medida de su disponibilidad libre, los pensa- cual, que se realiza por la acción de Dios y la respuesta de
mientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento la fe del hombre. Haciendo memorial del acontecimiento
del hombre se purifican y transforman lentamente, en un de la Pascua, éste llega a las generaciones actuales a tra-
proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vés de la liturgia y de la profesión de fe. “La fe confesada
vida”. y celebrada en Israel y su carácter profético para el culto
cristiano”, éste podría ser el tema de este año en la histo-
ria de nuestra salvación a través de los pasajes que nos lo
recuerdan sucesivamente:
Para mí la vida es Cristo 19
20. Para mí la vida es Cristo
3. Las lecturas 4. Los tres domingos
apostólicas: “temáticos”.
Aplicación y vivencia El Evangelio de
del misterio pascual la misericordia
La palabra de Dios se dirige a la comunidad presente, Los cinco domingos de cuaresma - en cuanto a las lectu-
pues no se trata de historias del pasado sino que, por ella, ras evangélicas - pueden dividirse en dos grupos. Los dos
Dios sigue hablando a su pueblo. Para resaltar este prin- primeros serían los “sinópticos”, pues en ellos se repiten
cipio, las lecturas apostólicas se relacionan ya con la pri- cada año los episodios del desierto y de la Transfigura-
mera ya con el Evangelio, a modo de reflexión teológica ción. Los tres últimos se pueden llamar “temáticos” pues
sobre los acontecimientos proclamados. Ellas expresan desarrollan tres argumentos diferentes que correspon-
el “Hoy” en el que hemos de escuchar y volver a Dios. Lo den a las tres finalidades de la Cuaresma: catecumenal,
iremos precisando cada domingo. pre-pascual y penitencial.
La relación temática de los evangelios de los domingos
3º, 4º y 5º de este año C, dentro del conjunto de esta Cua-
resma, presentada como un itinerario hacia la Pascua y
la confesión de la fe, podría ser: ¿Cómo es Dios en quien
creemos? ¿Cómo podemos participar de la vida que nos
ofrece y de la que nos apartamos por el pecado?
La remisión de los pecados nace del amor de Dios, exige
un movimiento de nuestra parte y pide un signo visible
que la ratifique: la absolución sacramental. Cuando esta-
mos en puertas de la santa Cuaresma proponemos estos
temas como base de una sólida catequesis sobre la Peni-
tencia y su celebración litúrgica como preparación para
la Pascua.
20 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
21. Para la LITURGIA
5. Las plegarias
eucarísticas en los
domingos de Cuaresma
Los dos primeros domingos de Cuaresma tienen prefacios
propios, en los que la acción de gracias arranca de los aconteci-
mientos de la vida de Cristo que se celebran esos días: El ayuno
en el desierto y la transfiguración. En los tres últimos domin-
gos, durante el ciclo C el Misal no contiene prefacios referidos
a los evangelios propios de ese año. Así pues, lo primero que
se puede hacer estos domingos hacer es cantar o rezar alguno
de los prefacios de Cuaresma con las Plegarias eucarísticas I, II
o III; pero se puede buscar una mayor armonización entre los
evangelios y la plegaria eucarística, teniendo en cuenta que
las dos plegarias eucarísticas de la Reconciliación y el prefa-
cio de la Penitencia, se pueden utilizar como alternativos a un
prefacio “del tiempo”. De este modo, la Plegaria eucarística
sobre la reconciliación II que tiene como tema “La reconcilia-
ción con Dios, fundamento de la concordia humana” sería un
buen complemento del Evangelio del domingo 3º. La primera
Plegaria sobre la reconciliación “La reconciliación como retor-
no al Padre” armoniza perfectamente con la parábola del hijo
pródigo que se lee el domingo 4º. Y, por último, el prefacio de
la Penitencia “El sacramento de la reconciliación en el Espíri-
tu” (que se puede decir en tiempo de Cuaresma) se relaciona-
ría con la absolución de Jesús a la mujer adúltera y culminaría
perfectamente el “Tríptico penitencial” del que trataremos en
este comentario litúrgico. En las ferias, al menos una vez a la
semana, se podría utilizar la Plegaria eucarística IV 2.
2 La plegaria eucarística IV está inspirada en las anáforas orientales y confie-
sa la fe y da gracias a través de las etapas de la historia de la salvación; ello
la hace muy adecuada para el tiempo de Cuaresma.
Para mí la vida es Cristo 21
22. Para mí la vida es Cristo
6. El comienzo
de la Cuaresma
13 de febrero de 2013
Miércoles de Ceniza3 Moniciones a las lecturas
Primera lectura.
Joel 2, 12-18:
La purificación de nuestra fe El profeta Joel describe la liturgia penitencial del “Día de
Vivificados al convertirnos3 la expiación” en el antiguo Israel, y pide al pueblo de Dios
que rasgue su corazón y no los vestidos. La penitencia tie-
“Ahora es el tiempo favorable, ne su pleno sentido cuando se convierten las voluntades
ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6, 2) de las personas. Convertirse es volver a Dios con ánimo
firme y sincero. Contestaremos a la palabra de Dios con
el salmo penitencial por excelencia: “Misericordia, Señor,
hemos pecado”.
Segunda lectura.
Coríntios 5, 20-6. 2:
San Pablo considera la conversión auténtica como una ta-
rea permanente cuando dice: “Dejaos reconciliar con Dios”
porque nuestro tiempo es breve, y la Cuaresma es tiempo de
gracia y salvación. La reconciliación consiste en recomponer
la relación rota o debilitada entre nosotros y Dios, entre no-
sotros y los hermanos.
Evangelio de Mateo 6, 1-6. 16-18:
Jesús enseña a sus discípulos cómo tiene que ser su es-
tilo de vida y describe tres dimensiones de la misma: la
oración, relación con Dios; la limosna, relación con el pró-
jimo, y el ayuno, relación con uno mismo. La oración es
imprescindible para el discípulo de Cristo; la limosna es
3 Desde tiempos de san Gregorio Magno (siglo VI), se inaugura este día en
Roma la santa cuarentena; antes comenzaba la Cuaresma el primer do- expresión de sincera caridad y el ayuno muestra la con-
mingo, pero se extendió al miércoles anterior para que hubiese cuarenta versión a Dios.
días de ayuno hasta la Pascua, descontando los domingos. En el siglo XI,
habiendo caído en desuso la penitencia pública, el Papa Urbano II reco-
mendó la imposición de la ceniza a todos los fieles como signo distintivo
del comienzo de la Cuaresma.
22 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
23. Para la LITURGIA
Para la homilía
Lo que nos dice ahora este día: Que nuestros ejercicios cuaresmales, también las priva-
Tiempo favorable para purificar nuestra fe ciones que nos recuerdan que hay que abstenerse – en
primer lugar – del pecado, no sean renuncias estériles,
Cuando iniciamos el itinerario hacia la Pascua en el “Año incómodas o rencorosas, ni como abonos en una cuen-
de la fe”, este “Día de salvación” nos invita a preparar este ta, como si hubiésemos de saldar una hipoteca con Dios.
camino preguntándonos qué idea nos hacemos de este ¿Vivificaciones? Rezad un cuarto de hora cada día, co-
camino, ¿cómo nos vamos a preparar? ¿Qué nos espera? mulgad con más frecuencia, leed cada día y escuchad el
Y, en última instancia, ¿en qué y cómo creemos? Evangelio, entrad o perseverad en el Itinerario de Reno-
Con el tiempo podemos habernos hecho una fe “a la car- vación, haced una buena confesión; privaos también de
ta”, destacando unas creencias y olvidando otras que nos algo, ayunad y absteneos cuando lo hace toda la Iglesia, y
resultan incómodas o menos aceptables. También pode- repartid lo que tenéis y lo que os sobra, de lo normal y de
mos habernos quedado en una fe “intelectual”, de mera los caprichos, con el que no tiene lo necesario; y ya veréis
aceptación de verdades, rutinaria o incluso con deseo de como os sentiréis más vivos, más alegres que ahora y con
“saber más”, pero sin el impulso de poner la vida en las una relación purificada con un Dios que sólo nos pide lo
manos de Dios, con todo lo que eso puede llevar. que antes nos ha dado.
La Cuaresma nos ofrece una formación integral sobre la
fe; y además vamos a tener unas predicaciones especiales
que nos van a insistir en lo fundamental de la fe en Jesu-
cristo. Asimismo, el itinerario de los domingos nos llevará
a purificar la idea que tenemos de Dios y cómo podemos
dar un paso importante en la orientación de nuestra vida:
la conversión y la reconciliación.
Cuando recibamos la ceniza, junto a la advertencia de que,
si nos quedamos solos, estamos destinados a ser polvo
muerto, escucharemos una palabra de esperanza: “Arre-
pentíos, convertíos, y creed la Buena Noticia, el Evange-
lio”. Jesús, en el evangelio de hoy, no nos invita a la tristeza,
sino a mostrarnos alegres ¿Por qué no hacemos que nues-
tras “mortificaciones” cuaresmales sean “vivificaciones”?
¿No estamos ya algunos bastante “muertos y tristes”?
Para mí la vida es Cristo 23
24. Para mí la vida es Cristo
Oración de los fieles
Al comenzar la Cuaresma, pidamos a Dios, nuestro Padre,
que escuche las oraciones de su pueblo penitente.
Para que el rito de la ceniza nos recuerde a todos que
formamos parte de la Iglesia, santa pero siempre ne-
cesitada de penitencia. Roguemos al Señor.
Para que todos los hombres se detengan a reconocer
la exigencia de renovarse en la mentalidad y en las
obras, y sepan reaccionar con firmeza contra la falta
de compromiso moral y social. Roguemos al Señor.
Para que los gobernantes de las naciones trabajen
siempre por la paz, la fraternidad, la justicia y el pro-
greso de todos los pueblos. Roguemos al Señor.
Para que los miembros de nuestra comunidad enfer-
mos y los que sufren se sientan, más que nunca, en el
centro de la comunidad que ora y lucha contra el mal,
y se encamina por la esperanza a la victoria pascual.
Roguemos al Señor.
Para que los discípulos del Señor aprovechemos este
tiempo favorable y sepamos trasmitir la fe como ale-
gría y paz en el Espíritu. Roguemos al Señor.
Dios Padre nuestro, que no quieres la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva, danos tu perdón y tu gracia,
para que cuantos con amor observamos las penitencias
cuaresmales, obtengamos la paz y la misericordia. Por Je-
sucristo nuestro Señor.
R /. Amén.
24 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
25. Para la LITURGIA
7. Los domingos
de la Cuaresma
17 de febrero de 2013
I Domingo de Cuaresma Moniciones a las lecturas
Primera lectura.
Deuteronomio 26, 4-10:
Venimos de la fe de nuestro Padres En el comienzo de la Cuaresma, la primera etapa de la
Vivificados en lo esencial historia de la salvación es la de los orígenes del pueblo de
Dios, evocados por la confesión de fe que cada israelita
Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás debía hacer al presentar las primicias de la cosecha.
y a él sólo darás culto” (Lc 4, 8)
Segunda lectura.
Romanos 10, 8-13:
Romanos : Cuando recorremos las etapas de la historia
de la salvación, es para que apliquemos esa experiencia
en nuestras propias vidas en la etapa final que inauguró
Jesucristo. Por ello, la confesión de fe del pueblo cristia-
no se refiere al misterio pascual de nuestro Redentor, en
donde está el origen de nuestra salvación.
Evangelio de Lucas 4, 1-13
El ayuno de Jesús en el desierto y su victoria sobre las
tentaciones son un ejemplo para los cristianos en la re-
novación de su catecumenado en vistas a la renovación
pascual.
Para mí la vida es Cristo 25
26. Para mí la vida es Cristo
Para la homilía
La historia de la salvación:
La profesión de fe del pueblo de Israel
La fe no comienza en cada cual como una experiencia Todo ello no es fácil. La Iglesia lo sabe, y por eso evoca
personal única. Profesamos la fe de nuestros padres, en cada año el ayuno de Jesús, quien de este modo: Inaugu-
la Iglesia y en el hogar; ellos nos transmitieron su conte- ró la penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones
nido y ayudaron a que no se perdiera la gracia bautismal del enemigo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado
de la fe como capacidad para confesarla. Cuando vamos (Prefacio).
al encuentro de Dios en este primer domingo de Cua-
resma, lo primero que hemos de hacer es considerar de El ejemplo de Jesucristo:
dónde venimos, y no considerar nuestra salvación como Buscar lo esencial para ser libres y servir a Dios
algo perfectamente natural. Hay una historia de salva- Jesús vuelve a vivir, en el espacio de su vida humana, toda
ción que prepara el momento actual; es la historia de las la historia del pueblo de Dios. Todas aquellas etapas de
intervenciones de Dios a lo largo del tiempo. Cada uno de salvación, a su vez, habían preparado el camino para que
nosotros erraría como un nómada por la vida (1ª Lectura) el mundo lo pudiera reconocer y comprender: Eran una
si Dios no nos hubiera llamado, a la mayor parte de noso- historia profética para Cristo y lo siguen siendo para no-
tros al comienzo de nuestra existencia, para formar parte sotros.
de su pueblo.
Como Israel, Jesús tuvo que refugiarse en Egipto, y tam-
Ahora, en nuestro propio itinerario vital bién como Israel tuvo que hacer su propia “travesía del de-
sierto” antes de empezar su Éxodo hasta la patria celeste,
Nuestra profesión de fe ha dado un gran paso adelante inaugurando la Nueva Alianza por el sacrificio de la cruz.
respecto a la del pueblo israelita. Como enseña san Pablo La meta es única: el Padre y llevar con él a todos sus hijos;
en la segunda lectura: Si tus labios profesan que Jesús es pero la tentación intenta desviar a Cristo –y ahora a noso-
el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre tros– de lo esencial.
los muertos, te salvarás (Romanos 10,9). Se trata de la fe
que se confiesa en el Bautismo gracias a la luz y la fuerza También a Jesús, como al primer Adán, le propone el dia-
del Espíritu Santo y que ahora renovamos al recomenzar blo usar de unos poderes sobrenaturales que le permiti-
el camino de conversión que es la Cuaresma. Nuestros rían rivalizar con Dios, sin tener necesidad de fe, de amor
padres y padrinos confesaron a Jesús en nuestro nombre, ni de obediencia. Son miserables tentaciones en las que
y ahora debemos personalizar esta fe en forma de com- el diablo llega a pervertir el sentido de una palabra de la
promiso. Biblia, pero que Cristo rechaza con una sola frase, con una
26 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
27. Para la LITURGIA
Palabra de Dios pura, como Dios lo quiere. Son tentacio-
nes que anuncian la de la Cruz, cuando se le ofrece la con-
versión del mundo si baja de la cruz, demostrando así que
es el Hijo de Dios.
Jesús es nuestro modelo cuando purificamos nuestra fe
y nuestro compromiso cristiano, al revivir una vez más el
catecumenado en la Cuaresma. Escuchar a Dios, prestar
oído a su Palabra, sólo es posible si creemos que No sólo
de pan vive el hombre (Lucas 4, 4). El ayuno y la abstinen-
cia cuaresmales –sobre todo en la abstinencia de vicios
y pecados– es un ejercicio saludable que debe favorecer
nuestra renovación, incluso física; como dijimos antes
(Miércoles de ceniza) es una “vivificación” más que una
“mortificación”, pero es sobre todo una forma de decirle
a Dios que no tenemos bastante con los alimentos terre-
nos, sino que necesitamos alimentarnos de su Palabra.
Para mí la vida es Cristo 27
28. Para mí la vida es Cristo
Oración de los fieles
Pidámosle al Señor que nos haga dóciles a su palabra Señor Jesucristo, que en el desierto fuiste tentado por el
para llegar a la Pascua fortalecidos en la fe y libres del pe- maligno, y en la cruz lo derrotaste para siempre; escucha
cado. nuestras oraciones, y haz que este tiempo de conversión
y penitencia nos haga dóciles a su palabra para llegar
Por la Iglesia: para que, fortalecida con el pan de la completamente trasformados a la Pascua. Que vives y
Palabra de Dios, renuncie a la tentación de confiar en reinas por los siglos de los siglos.
poderes y medios extraños a su misión en el mundo.
Roguemos al Señor. R /. Amén.
Para que recorramos con verdadera fe el camino de
la Cuaresma y sea para nosotros un auténtico “iti-
nerario de renovación”, como un gran compromiso
para todos. Roguemos al Señor.
Para que en cada uno de estos cuarenta días encon-
tremos lugar y tiempo para dedicarnos a la oración
y a la meditación de la palabra, para conocer lo que
Dios quiere de nosotros y saber renunciar a todo lo
que nos impide realizarlo en nuestra vida. Roguemos
al Señor.
Para que todas las familias descubran su dimensión
misionera, abran y comenten el libro de los Evangelios,
creen ocasiones de oración común y, unidas en la fe y la
caridad, hagan de cada hogar un lugar de acogida fra-
terna. Roguemos al Señor.
Para que el Señor, que al que podemos encontrar
cada día en su Palabra viviente, nos conceda com-
prenderla y discernir en ella un camino de esperanza
y de vida. Roguemos al Señor.
28 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
29. Para la LITURGIA
24 de febrero de 2013
II Domingo de Cuaresma Moniciones a las lecturas
Primera lectura.
Génesis 15,5-12. 17-18 :
Vamos al encuentro de Jesucristo Llegamos a la segunda etapa de la historia de la salvación,
iluminados por la fe la de Abrahán. El santo patriarca es modelo para nues-
Vivificados en la escucha tra experiencia cuaresmal, recordando nuestra iniciación
cristiana, pues él escuchó la palabra de Dios, salió de su
“Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle” tierra y consagró la alianza con el Señor, como nosotros
(Lc 9, 35) renovamos todo ello en el Bautismo y en la Eucaristía.
Segunda lectura.
Filipenses 3,17 - 4,1 :
Filipenses : San Pablo nos promete la aplicación del mis-
terio de la transfiguración de Cristo si permanecemos
fieles imitadores suyos y amigos de la cruz del Señor. En
la iniciación cristiana iniciamos un camino que nos debe
llevar a la ciudad eterna del cielo.
Evangelio de Lucas 9, 28b-36:
El Evangelio de la Transfiguración, propio de este domin-
go segundo, es un anuncio de la muerte y resurrección de
Cristo, a cuya celebración nos preparamos en la Cuares-
ma, entendidas según san Lucas como un “éxodo” pas-
cual.
Para mí la vida es Cristo 29
30. Para mí la vida es Cristo
Para la homilía
El domingo de la Transfiguración4 La glorificación del cristiano, ciudadano del cielo
Este año C, el pasaje de la Transfiguración, que se lee en este San Pablo nos anuncia la aplicación del misterio pascual
domingo, según los tres evangelistas sinópticos, está cen- de Cristo a sus discípulos fieles: “Nosotros somos ciudada-
trado en la profecía de la muerte del Señor, expuesta bajo nos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor
la imagen del “Exodo”, la salida de este mundo. Por ello las Jesucristo. El transformará nuestra condición humilde,
otras dos lecturas han sido elegidas en relación con estos te- según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía
mas de la transfiguración y del éxodo pascual de Cristo. Así que posee para sometérselo todo” (Filipenses 3, 20-21).
este importante pasaje anuncia la muerte y la resurrección Nuestra ciudadanía está en el cielo, de modo que nuestra
de Cristo que será el motivo culminante de la Pascua. muerte, como la de Cristo, será un éxodo pascual hacia el
cielo, mediante la espiritualización, glorificación o transfi-
La historia de la salvación: La fe de Abrahán guración de nuestra condición material y mortal. Como el
Avanzando en la historia de la salvación, la primera lec- viejo Abrahán, los cristianos no tienen su patria verdadera
tura nos sitúa en la etapa correspondiente a Abrahán, el en el lugar donde nacieron, sino que son caminantes hacia
patriarca que cree en Dios y se le cuenta en “su haber”. El la ciudad definitiva a la que han sido llamados.
padre de los creyentes se encuentra con Dios, que le hizo
salir de Ur de los Caldeos y que se compromete con él me- El glorioso Éxodo de Jesucristo
diante unos ritos que certifican y sellan la alianza. El Evangelio de la transfiguración, en la narración de Lucas,
La fe de Abrahán es un ejemplo perfecto de esta virtud tal comienza aludiendo a la plegaria de Jesús, típica de los mo-
como la define el Papa Benedicto XVI en su Carta Porta mentos culminantes que muestran la filiación divina de Cris-
fidei: “El acto con el que decidimos de entregarnos total- to. El relato nos sitúa en la perspectiva del término del cami-
mente y con plena libertad a Dios”. no, de la gloria que se ha de revelar: Jesús sube a la montaña
como subirá al final al Calvario y por último, al monte de la
La confianza en la promesa de Dios, ratificada en la nueva Ascensión; y allí recibe el anuncio de su tránsito pascual,
alianza, no hace decir con el salmo responsorial 26: “El pues ése es el contenido del diálogo con los misteriosos
Señor es mi luz y mi salvación. Espero gozar de la dicha personajes gloriosos: “Hablaban de su muerte (“éxodo” en
del Señor en el país de la vida”. el texto original, término exclusivo de Lucas en este pasaje)
que iba a consumarse en Jerusalén” (Lucas 9, 31).
4 Al término de la primera semana de Cuaresma, la Iglesia de Roma celebra-
ba una solemne vigilia en la basílica de san Pedro con motivo de las Tém- En la Pascua Dios “pasará” de nuevo, como en Egipto, y
poras; allí se leía el pasaje de la Transfiguraciòn del Señor, en la que aquél
apóstol intervenía singularmente. Esta lectura pasó al segundo domingo llevará consigo a su Hijo, al que los hombres habían redu-
de Cuaresma y se hizo general en el rito romano. cido a la esclavitud de la muerte y a la prisión del sepulcro,
30 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
31. Para la LITURGIA
y lo levantará para que él mismo arrastre en su renovado ganas de marcharnos de la iglesia y deseáramos quedar-
Éxodo a todos sus hermanos. Los discípulos tienen claro nos aquí, después de terminar la misa, libres de la rutina
que no deben hablar de esa visión “en aquellos días”, es y dándonos cuenta de lo que hacíamos, de lo que pasaba
decir, antes de los acontecimientos pascuales. La predi- ante nosotros ¡No podemos marcharnos seguros hasta el
cación de la buena noticia de la salvación por medio de momento en que hayamos sentido ganas de quedarnos!
Cristo muerto y resucitado vendrá de la fuerza del Espíri-
tu, al cumplirse los días de Pentecostés. Porque hay que bajar de la montaña; todavía falta la cruz
y la Pascua. No hemos de pensar que todo está arregla-
La iluminación de nuestra fe do porque hemos tenido la visión de Cristo glorioso. Je-
sús nos envía a realizar nuestro propio Éxodo; a realizar
La Transfiguración fue un fogonazo de luz que los tres nuestra pasión junto con la suya; nuestra vivificación y la
discípulos elegidos sólo pudieron asimilar y comprender de quienes nos rodean, y a dar testimonio de lo que no se
después de la resurrección del Señor; un momento de luz ve, pero se siente cuando se está cerca del Señor.
que también necesitamos ahora. Porque Pedro, Santiago
y Juan eran como nosotros, tenían ya sus almas acostum-
bradas a Jesús, vivían con él día tras día y, a pesar de ello,
no lo conocían. También nosotros tenemos necesidad de
una sacudida, una luz, una revelación, para que compren-
damos lo que ocurre cada día en la Eucaristía, como hoy
en esta misa de la Transfiguración.
Se puede hablar de fe como si se tratara de fórmulas quí-
micas sabidas de memoria. Sin embargo, si falta la fuerza
de la opción sostenida por una confrontación con la ver-
dad sobre la propia vida, todo se resquebraja. La fuerza
de la fe es alegría de un encuentro con la persona viva de
Jesucristo, que cambia y transforma la vida. Saber dar ra-
zón de esto permite a los creyentes ser nuevos evangeli-
zadores en un mundo que cambia.
Por eso, tal vez ocurra hoy el milagro de que, después
de escuchar a Jesús y de comulgar con él, no tengamos
Para mí la vida es Cristo 31
32. Para mí la vida es Cristo
Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, que nos ha elegido en Je-
sucristo, su Hijo, para que seamos hijos suyos, ciudada-
nos de su reino.
Por la Iglesia, unida al Papa Benedicto: para que es-
cuche siempre a su Señor y Maestro, Jesucristo, para
encontrar la voluntad de Dios y anunciarla con clari-
dad. Roguemos al Señor.
Por los que hemos recibido el don de la fe, por los que
presiden las comunidades, por los que buscan la ver-
dad: que el resplandor de la gloria de Cristo nos haga
testigos creíbles del Evangelio capaces de trasmitir
la fe a nuestros hermanos. Roguemos al Señor.
Por todos los que colaboran en trasformar este mun-
do; para que el común esfuerzo de todos fructifique
e una sociedad mejor, según el proyecto de Dios. Ro-
guemos al Señor.
Por los más pobres y por los que más sufres: para que
vean aliviado su dolor con nuestra solidaridad y en-
cuentren, un día, la gloria de Jesucristo que les ama.
Roguemos al Señor.
Por todos nosotros, que hemos venido a celebrar la
muerte y la resurrección del Señor: para que esta Eu-
caristía ilumine y de fuerza a nuestra fe para escuchar
y seguir más de verdad a Jesús. Roguemos al Señor.
Escucha, Padre, las oraciones de tus hijos, que buscan tu
rostro y esperan gozar de tu dicha en el país de la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor. R /. Amén.
32 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
33. Para la LITURGIA
3 de marzo de 2013
III Domingo de Cuaresma Moniciones a las lecturas
Primera lectura.
Éxodo 3, 1-8a.13-15:
Dios nos llama una y otra vez La tercera etapa de la historia de la salvación está vincu-
Vivificamos para dar frutos de vida lada a la historia de Moisés y al éxodo de Israel hacia la
tierra prometida. El Dios de los patriarcas revela su nom-
“Señor, déjala todavía este año..., bre, toma la iniciativa de liberar a su pueblo y llama a Moi-
a ver si da fruto” sés como instrumento de esta hazaña.
(Lc 13, 8-9)
Segunda lectura.
1 Corintios 10,1-6.10-12:
La reflexión de Apóstol sirve de unión entre las otras lec-
turas. Esta exhortación subraya la seriedad con que debe
escucharse la Palabra de Dios, que sigue resonando en la
Iglesia y en el mundo, sacando de ella consecuencias para
la vida.
Evangelio de Lucas 13,1-9:
Jesús nos enseña que los acontecimientos más trágicos
de la vida deben ser interpretados como una llamada de
Dios a la conversión. En el origen de nuestra penitencia
está la paciencia de Dios y la función intercesora de Cristo
en favor nuestro.
Para mí la vida es Cristo 33
34. Para mí la vida es Cristo
Para la homilía
El tríptico penitencial (I):
La paciencia de Dios
El domingo de Moisés La llamada a la conversión
Llegamos este domingo a la tercera etapa de la historia La lectura de san Pablo nos ayuda a la personalización de
de la salvación (Moisés- Éxodo), con la importantísima los acontecimientos del Éxodo, pues “Todo esto les su-
lectura del Éxodo 3, 1-8a. 13-15, que tiene como centro la cedía como un ejemplo: y fue escrito para escarmiento
revelación del nombre del Dios libertador de la esclavitud nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las
de Egipto: “Yo soy” me envía a vosotros. Dios revela su edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡Cuidado!,
nombre a Moisés y le envía a anunciar la liberación a su no caiga” (1 Cor 10, 11-12). Ahora, en esta “edad” o eta-
pueblo. Contrastan en este encuentro la fuerza poderosa pa cuaresmal, el creyente reconoce a Aquél en quien ha
de Dios y la débil respuesta del hombre. Dios no es sólo confiado y que le ha acompañado en su historia de caídas
una idea lejana, es una presencia que acontece y que se y liberaciones del pecado. Ahora, en esta etapa final de la
impone. A lo largo de toda la historia de la salvación, “Él humanidad, la llamada a la conversión que hace Jesús no
ha sido”, Él ha aparecido actuando en medio de su pueblo, puede caer en saco roto.
y lo sigue haciendo por medio de Jesucristo. El nombre
de Dios era un elemento litúrgico primordial en la liturgia El tríptico penitencial:
y en la fe del Antiguo Testamento. Invocar el nombre de Creamos en la Buena Noticia del perdón
Dios es profesar la fe en el Señor que interviene en favor
de su pueblo en las ocasiones decisivas. Dentro de la his- El Miércoles de ceniza escuchamos una enérgica llamada:
toria de la salvación, es evidente el paralelismo proféti- “Convertíos y creed al Evangelio”. La confianza que da la
co entre el Éxodo y el misterio pascual de Cristo; ambos escucha del Evangelio de la misericordia es lo que más
acontecimientos están en el centro de la liturgia de Israel nos puede motivar para cambiar de vida o enmendar lo
y de la Iglesia. que nos impide avanzar en la santidad y en el seguimien-
to de Cristo. Si creemos en el Padre que nos espera con
amor y en su Hijo, entregado en obediencia por nosotros;
si creemos y nos dejamos llenar por el Espíritu de amor,
podemos confiar en la liberación del pecado y de sus ré-
moras. Es la hora de la penitencia, de hacer obras de “vi-
vificación”.
34 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
35. Para la LITURGIA
La buena noticia de la paciente misericordia de Dios
Comienza hoy, precisamente, la segunda parte de la Cua- Pero esta conversión sólo es posible porque Dios tiene
resma, con los tres domingos que forman lo que podría- mucha paciencia. Como dice el Salmo responsorial 102, “El
mos llamar el “tríptico penitencial”, con los temas de la Señor es compasivo y misericordioso, no nos trata como
llamada a la conversión y la paciencia de Dios, la vuelta merecen nuestras culpas ni nos paga según nuestros de-
del hijo pródigo y el perdón de la mujer adúltera. Todos litos”. Este es el sentido de la parábola del viñador que
tenemos asumido que la Cuaresma es un tiempo peniten- forma la segunda parte del evangelio de este domingo: El
cial, de renovación espiritual, para pedir el perdón de los amo de la viña llevaba tres años esperando en vano el fru-
pecados, pero ¿qué es la penitencia? ¿Cómo la expone el to de una higuera; tres es el número de la desesperanza,
Evangelio? Tenemos tres domingos para comprenderlo es inútil esperar más, y la higuera representaba al pueblo
un poco mejor y prepararnos así bien para la Pascua. de Israel. Pero entra en escena el viñador que pide al amo
una nueva oportunidad; éste es Jesús, nuestro abogado
La llamada a la conversión ante el Padre. Nuestro Salvador se interpone entre Dios
La penitencia puede concebirse como “conversión”, es decir: y los hombres, como lo hicieron antes Abrahán y Moi-
como un cambio radical de dirección en la vida, volviéndonos sés, para que tengamos un espacio tiempo favorable, de
hacia Dios y la salvación; también se describe como “cambio oportunidad para cambiar. El labró la dureza de nuestros
de mentalidad” o de modo de ver y juzgar las cosas, pasando corazones con el madero de la cruz y regó nuestra tierra
del egoísmo al amor, y de lo mundano a lo sobrenatural. Am- con su sangre. Pero el hecho de que Dios no castigue las
bas acciones parten de Dios, que toma la iniciativa alertando faltas inmediatamente no significa que les podamos qui-
a todos los hombres por medio de la voz de la conciencia y tar importancia.
con la fuerza de los acontecimientos que llaman a la reflexión.
Luego la revelación divina aclara mucho más estos términos
para los creyentes, como hace Jesús en el Evangelio, respon-
diendo a la inquietud que provocaron unas muertes imprevis-
tas: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los
demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no
os convertís, todos pereceréis lo mismo” (Lucas 13, 2-3).
Para mí la vida es Cristo 35
36. Para mí la vida es Cristo
Oración de los fieles
Con humildad y gratitud, acerquémonos a Dios, que es
compasivo y misericordioso, y supliquémosle que escu-
che los gemidos de su pueblo y manifieste su salvación.
El sacramento del perdón
Por la Iglesia, Pueblo de Dios, que peregrina en la
En el proceso o camino de conversión cuaresmal, este Cuaresma hacia la Pascua: que sepa responder a la
domingo nos debe llevar al primer paso del sacramento llamada de Dios y se mantenga firme en la fe y cons-
de la Penitencia, como es el examen de conciencia. Cada tante en la caridad. Roguemos al Señor.
uno de nosotros es como un arbolillo del “plantel elegido
de Dios”, y él espera de nosotros que le vayamos devol- Por el Papa, los Obispos, ministros y fieles todos: que
viendo en forma de buenas obras algo que compense lo cimentados en la en Jesucristo, vida nuestra, apren-
mucho que ha hecho por nosotros. Al fin y al cabo, la pa- damos a ofrecernos enteramente a Dios viviendo vi-
labra “pecar” significa en primer lugar quedarse corto, no gilantes y conforme a nuestra vocación. Roguemos
alcanzar a hacer el bien. ¿En qué ocasiones faltamos o nos al Señor.
quedamos cortos en nuestra relación con él y con el pró-
jimo? Y ¿Cuándo perjudicamos a los demás o a nosotros Por todos los que sufren hambre, guerra, pobreza o
mismos? Por ello no podemos disolver nuestra responsa- marginación: que se les manifieste la compasión y la
bilidad personal en la conciencia colectiva, como hace- misericordia de Dios, a través de los gestos solidarios
de sus hermanos que gozan de bienestar y de paz.
mos muchas veces, descargando toda la culpabilidad en
los responsables del Estado o de la Iglesia; y no podemos Roguemos al Señor.
decir qué espera Dios del mundo o qué espera de la Igle- Por los difuntos: que entren al descanso eterno y go-
sia sin preguntarnos antes qué espera Dios de mí. cen de la Pascua sin fin que Cristo nos mereció. Ro-
guemos al Señor.
Por nosotros, a quienes ha tocado vivir la última de
las edades: para que no nos creamos seguros, sepa-
mos comprender los signos de Dios y no se endurezca
nuestro corazón. Roguemos al Señor.
Señor, tu que ves las necesidades de tu pueblo y conoces
su deseo de salvación, escucha nuestras oraciones y ma-
nifiesta tu poder en cuanto te hemos perdido con fe. Por
Jesucristo nuestro Señor. R /. Amén.
36 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 3
37. Para la LITURGIA
10 de marzo de 2013
IV Domingo de Cuaresma Moniciones a las lecturas
Primera lectura.
Josué 5, 9a.10-12:
Confiamos en un Padre que nos aguarda La cuarta etapa de la historia de la salvación se inicia con
Vivificados al volver a casa la entrada del pueblo de Dios en la tierra prometida. Allí
vuelven a celebrar la Pascua, como memorial perpetuo
“Se puso en camino adonde estaba su padre” de la salvación.
(Lc 15, 20)
Segunda lectura.
2 Corintios 5, 17-21:
Uno de los objetivos de la Cuaresma es la reconciliación
con Dios. El Apóstol nos dice que este beneficio arranca
de Dios, que nos ha reconciliado consigo en Cristo.
Evangelio de Lucas 15, 1-3.11-32 :
La parte central del “Tríptico penitencial” de esta Cua-
resma es la parábola del hijo pródigo. Dios nos aguarda,
pero nosotros hemos de responderle abandonando la si-
tuación de pecado.
Para mí la vida es Cristo 37
38. Para mí la vida es Cristo
El tríptico penitencial (II):
La alegría de la vuelta a casa
El domingo de la tierra prometida:
La fe celebrada La alegría de la salvación
Avanzando en la historia de la salvación, el cuarto domin- La alegría de la salvación que se desprende este año de la
go de Cuaresma nos hace llegar a una nueva etapa , aque- primera lectura entona perfectamente con el canto proce-
lla que se desarrolla en la tierra prometida (Josué 5, 9a. sional con el que la Iglesia de Roma se dirige hoy a celebrar
10-12). La lectura del libro de Josué nos evoca la primera la “estación” en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén:
Pascua celebrada en la tierra que se ha comenzado a con- “Alégrate, Jerusalén (Laetare, Ierusalem), gozad con ella
quistar. Con esta celebración se nos dice que el aconteci- todos los que la amáis, alegráos de su alegría, los que por
miento del Éxodo sigue celebrándose más allá de la tra- ella llevasteis luto; mamaréis de sus pechos y os saciaréis
vesía del desierto, como un memorial perenne que afecta de sus consuelos” (Isaías 66,10-11), con el Salmo 121: “Qué
a toda la futura historia del pueblo creyente. Del mismo alegría cuando me dijeron: ‘ Vamos a la casa del Señor, ya es-
modo la Iglesia sigue celebrando la Pascua a través del tán pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén´”. Ya está
tiempo, en cada Eucaristía, refiriéndose al acontecimien- cerca la fiesta de Pascua, las primeras flores de la primavera
to que dio origen a la salvación: el misterio de la muerte y adornan el altar, los ornamentos morados son sustituidos
resurrección de Cristo. por los rosados y, excepcionalmente en este tiempo, suena
brillantemente el órgano. ¿Ha terminado ya la Cuaresma?
De este modo, la Pascua de los cristianos asume asi-
mismo las anteriores maravillas de Dios, las cuales no No, porque estamos en su mitad. Pero esta fiesta anticipada
son solamente recuerdos del pasado, sino partes de la de la Cruz, y el presentimiento de Jerusalén son como una
historia de la salvación de cada cristiano, y así es una transfiguración cuando falta todavía llegar al Calvario.
celebración de la fe. En esta cuarta etapa reconocemos,
La alegría del perdón
creemos, que nosotros estamos ya en la tierra prome-
tida que es la Iglesia, pero nos falta acabar la liberación En este ambiente prepascual, la lectura apostólica y el
de nuestra vida del poder del pecado, hasta entrar en la Evangelio nos anuncian la segunda fase del “Tríptico peni-
Pascua eterna. Nuestra fe es fuente de alegría;: disfru- tencial”, el arrepentimiento del pecador y su reconciliación
tamos de la alegría de quien está, como se dice, “en el con el Padre y con la Iglesia. Como dice san Pablo en la se-
ya, pero todavía no”. Celebramos la victoria de Cristo, gunda lectura “Todo esto viene de Dios, que por medio de
pero falta que este triunfo se consume en nuestra pro- Cristo nos reconcilió consigo y nos encargo el servicio de
pias vidas. reconciliar” (2 Cor 5,18).
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39. Para la LITURGIA
Para obtener el perdón de los pecados, no basta con la fe en Así, debemos personalizar esta parábola, hacerla nuestra; y
la paciencia de Dios y en la mediación de Jesucristo (Domin- en ella todos nos hemos de reconocer en el hijo reconciliado
go pasado), es menester experimentar la lejanía del Padre antes que en el hermano celoso y resentido.
y reconocerse en la mísera condición del hijo pródigo, en
tierra extraña, despojado de toda dignidad. Hay que colabo- Reconciliación con Dios y los hermanos
rar con la gracia de Dios mediante un movimiento humano La mayor alegría de un padre es que sus hijos se quieran
que implica el dejar la esclavitud del mal y estar dispuesto a y estén unidos; por eso, si nos ponemos por un momento
cambiar, tal como lo expresa magníficamente el Evangelio: en el lugar de Dios, cuando nos vea a cada uno aislado,
“Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, desconocido, indiferente a los demás, pensaría: “He fra-
y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no casado con ellos. Mi supremo deseo era que se uniesen
merezco llamarme hijo tuyo” (Lucas 15, 18-19). entre sí, y he aquí que mis hijos se imaginan que me dan
Finalmente, lo que más destaca en la parábola es la aco- gusto viniéndose a unir conmigo cada uno, a reconciliarse
gida festiva y amorosa del padre al hijo que regresa, signo individualmente”.
de la misericordia de Dios, siempre dispuesto a perdonar. En el banquete eucarístico, don gratuito del Padre, nos
En una palabra: la reconciliación es principalmente un hemos de encontrar todos los reconciliados, con la mis-
don del Padre celestial”. ma gratitud y unidos en la misma caridad. Lo que hemos
En la vida de Jesucristo, el hijo pródigo eran los pueblos gen- de procurar es que ningún hijo se quede fuera, que no es-
tiles, y el hermano cumplidor sería el pueblo de Israel. Para cuche la invitación, o que le llegue mal expresada, o que
los fariseos de entonces y de ahora la actitud abierta de Jesús piense que es un caso perdido. Eso también depende en
era particularmente odiosa. Por eso “El hombre –todo hom- parte de todos nosotros.
bre– es también ese hermano mayor. el egoísmo lo hace ser
celoso, le endurece el corazón, lo ciega y lo hace cerrarse a
los demás y a Dios. La benignidad y la misericordia del Pa-
dre lo irritan y lo enojan; la felicidad por el hermano hallado
tiene para él un sabor amargo. También bajo este aspecto él
tiene necesidad de convertirse para reconciliarse” 5.
5 Juan Pablo II, Reconciliatio et poenitentia n. 6.
Para mí la vida es Cristo 39
40. Para mí la vida es Cristo
Oración de los fieles
Dispuestos a volver, como el Hijo pródigo, a la casa del Dios misericordioso y Padre de bondad, mira las oracio-
Padre, presentémosle nuestra oración. Él escucha al afli- nes que te hemos presentado con fe, vuelve nuestros pa-
gido que lo invoca, y lo salva de sus angustias. sos hacia ti, y haznos testigos de tu amor. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Por la Iglesia, que ha recibido de Cristo la misión de
reconciliar: para que, en medio de las tensiones y R /. Amén.
las actitudes agresivas, sea fermento de unidad y de
paz. Roguemos al Señor.
Por nuestro mundo, dividido por el odio, las guerras,
la segregación; en ricos y pobres, dominadores y do-
minados, vencedores y vencidos: para que sea po-
sible la paz, fruto de la justicia y del amor fraterno.
Roguemos al Señor.
Para que el “Itinerario Diocesano de Renovación”
ayude a los cristianos a madurar en la fe y avanzar
unidos en comunidades reconciliadas y solidarias.
Roguemos al Señor.
Para que hagamos nuestra la actitud de conversión
del hijo menor de la parábola y nos acojamos a la mi-
sericordia y el perdón de Dios: para que nos decida-
mos a volver a él, por el sacramento de la penitencia,
y nos preparemos para celebrar nuestra reconcilia-
ción en Cristo. Roguemos al Señor.
Para que los padres que lloran el pecado de sus hijos,
puedan un día no lejano celebrar con ellos el retor-
no a una vida renovada por la gracia. Roguemos al
Señor.
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41. Para la LITURGIA
17 de marzo de 2013
V Domingo de Cuaresma Moniciones a las lecturas
Primera lectura.
Isaías 43, 16-2:
Un Padre que, cuando caemos en el camino, Llegando a la quinta etapa de la historia de la salvación, el
nos perdona por Jesucristo profeta Isaías nos anuncia la liberación del exilio de Babi-
Vivificados, salvados de la muerte lonia y el retorno a Israel, como un nuevo Éxodo hacia la
tierra prometida. Está ocurriendo algo nuevo: el agua que
“Tampoco yo te condeno. brota en el desierto para apagar la sed de los caminantes
Anda y en adelante no peques más” es promesa de la realidad de los sacramentos de inicia-
(Jn 8, 11) ción que celebraremos y reviviremos en la Pascua.
Segunda lectura.
Filipenses 3, 8-14:
El Apóstol hace una síntesis del misterio pascual de Je-
sucristo en cuanto que es vivido personalmente por cada
cristiano, muriendo su misma muerte, para llegar un día a
la resurrección de entre los muertos.
Evangelio de Juan 8, 1-11:
El tríptico penitencial se cierra con la absolución de Cristo
a la mujer adúltera. Así perdona Dios nuestros pecados
en el sacramento de la reconciliación, con un don genero-
so de su gracia, y nos anima a no volver a pecar.
Para mí la vida es Cristo 41
42. Para mí la vida es Cristo
Para la homilía
El tríptico penitencial (III):
La gracia de la absolución
La historia de la salvación: Los profetas
El quinto domingo de Cuaresma, el de los profetas, nos la Palabra y los sacramentos volveremos a rememorar
lleva hasta la etapa de aquellos hombres inspirados por el todas las acciones del Señor, desde la creación hasta la
Espíritu que prepararon la venida del Redentor. Así este glorificación de Jesucristo.
año leemos Isaías 43, 16-21, con el lema: Mirad que reali-
zo algo nuevo y daré bebida a mi pueblo. La segunda lectura proclama magníficamente la finalidad
de este camino de fe: Para conocerlo a Él, y la fuerza de
El profeta Isaías anunció la liberación del exilio de Babi- su resurrección, y la comunión con sus padecimientos,
lonia y el retorno a Israel, como un nuevo Éxodo hacia la muriendo su misma muerte, para llegar un día a la re-
tierra prometida. Iba a ocurrir algo nuevo: el agua que surrección de entre los muertos (Filipenses 3,10). Un día
brota en el desierto para apagar la sed de los caminan- comenzamos este camino con la regeneración bautismal,
tes es promesa de la realidad de los sacramentos de ini- cuando nos incorporaron a Cristo, pero nuestra historia
ciación que celebraremos y reviviremos en la Pascua. El de pecado hace necesario que renovemos aquella prime-
Señor actuó a favor de su pueblo mediante el signo del ra gracia con el sacramento de la Penitencia.
agua. Ahora nos queda una etapa, la última oportunidad
para purificamos con la penitencia y beber el agua que re- El tríptico penitencial.
presenta al Espíritu Santo.
El perdón de la mujer adúltera.
La Cuaresma, itinerario de fe
Volviendo ahora al tema específico de esta Cuaresma C,
De este modo hoy podemos resumir y contemplar el iti- habremos ido tomando conciencia de que hacer peniten-
nerario de fe y renovación que se ha propuesto a toda cia es experimentar una vez más la resurrección bautismal;
la Iglesia en esta santa Cuaresma. La fe se nos presenta así nos lo ha ido anunciando el “Tríptico penitencial”: Si
como respuesta a las obras que Dios ha hecho en favor no hacéis penitencia, todos pereceréis (Lucas 13,5, 3° Do-
de su pueblo y de cada uno de nosotros, llamado a repro- mingo), Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
ducir en nuestra vida la historia de la salvación. De este (Lucas 15,32, 4° Domingo). y hoy, en la tercera escena de
modo nos preparamos a renovar la profesión de fe y el este tríptico, Jesús encuentra a la mujer adúltera, muerta
compromiso bautismal en la solemne Eucaristía pascual, ya jurídicamente, a la que reintegra a la vida absolviéndola
en la noche en que iluminados por el Espíritu, mediante de la culpa. Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante
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43. Para la LITURGIA
no peques más (Juan 8, 11, 5° Domingo). Perdón gratuito esté sin pecado, que le tire la primera piedra”–. ¿Por qué
e inmerecido, misterio de gracia. hemos de confesamos con el sacerdote? y ¿qué añade su
absolución a nuestro arrepentimiento? La absolución sa-
Este proceso no se puede confundir con el arrepenti- cramental es también un “misterio de fe”: Como en el altar
miento humano que depende sólo de la persona que, en
donde celebra la Eucaristía y como en cada uno de los sacra-
el mejor de los casos, se da cuenta de las malas conse-
mentos, el sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa “en la
cuencias de sus pecados; Todo esto viene de Dios (2 Cor 5,
persona de Cristo”. Cristo, a quien él hace presente, y por su
18), escuchábamos el pasado domingo. Tampoco basta el
medio realiza el misterio de la remisión de los pecados, es el
que dicha persona –movida por el Espíritu de amor– ten-
que aparece como hermano del hombre (Rom 8,29), pontífi-
ga un arrepentimiento religioso, confiese privadamente
ce misericordioso, fiel y compasivo (Heb 2,17,.4,15).
sus culpas y buenos propósitos ante Dios, porque es ne-
cesaria también la invocación del Espíritu regenerador y Misterio de salvación y esperanza
santificador con la manifestación sacramental de la ab-
solución. El sacramento de la penitencia no puede alinearse junto
con las muchas formas de ayuda psicológica como se ofre-
El pecado grave tiene una inseparable dimensión social, cen en la actualidad, la confesión sacramental no es, como
y su comisión separa del amor de Dios y de la comunión se ha dicho “la psiquiatría de los pobres”, sin dejar de lado
eclesial. Por ello se precisa aquella cuádruple reconcilia- ni despreciar la ayuda humana que prestan los confesores
ción de que trataba el beato Juan Pablo II en su exhor- con sus consejos. Es preciso que descubramos la Peniten-
tación postsinodal Reconciliatio el paenitentia (n.26) “que cia como misterio de salvación, es decir, como acción de
repara las cuatro fracturas fundamentales: reconciliación Cristo que nos presenta al Padre como una criatura nue-
del hombre con Dios, consigo mismo, con los hermanos, va, regenerada por la fuerza del Espíritu. La palabra de los
con todo lo creado”. profetas, la Buena Noticia de Cristo anunciada ahora por la
Iglesia que repite las palabras del Apóstol: Dejaos reconci-
El “misterio” de la absolución liar con Dios (2 Cor 5, 20), se hacen realidad cuando el sa-
Pero ¿quién puede perdonar los pecados sino Dios? Mucho cerdote asume el “YO” soberano y redentor de Jesús, por-
menos podemos los hombres juzgar o condenar –”El que que se le ha concedido el ministerio de la reconciliación.
Para mí la vida es Cristo 43
44. Para mí la vida es Cristo
Oracion de los fieles
Oremos al Señor nuestro Dios, que no quiere la muerte
del pecador, sino que se convierta y viva.
Para que la Iglesia, bajo la guía del Papa y de los Obis-
pos, dispense con generosidad el perdón que viene
de Dios y trasmita esperanza a todos los que descon-
fían de su salvación. Roguemos al Señor.
Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que
busca lo que la escandaliza y fomenta lo que luego
condena, sea capaz de reconocer a Jesucristo, para
ver y compartir las angustias y esperanzas de toda
persona. Roguemos al Señor.
Para que los delincuentes y marginados encuentren
en todos la ayuda fraterna para salir de su postración.
Roguemos al Señor.
Por los que no pueden salir de su situación de pecado
o marginación y son juzgados y condenados sin mi-
sericordia: para que Jesús se les manifieste y les abra
un camino de salvación. Roguemos al Señor.
Para que conozcamos mejor a Cristo, vida nuestra,
y la fuerza de su resurrección, comulgando con sus
padecimientos y muriendo su misma muerte, para
llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
Roguemos al Señor.
Perdona, Padre, los pecados de tu pueblo, danos tu mi-
sericordia, y haz que unidos a Cristo, que se ofreció por
nuestra salvación, nos dejemos trasformar para vivir
como testigos de la vida nueva que nos mereció. Por Je-
sucristo nuestro Señor. R /. Amén.
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