A mediados del siglo XV, Roma era una pequeña ciudad empobrecida con apenas 40,000 habitantes debido a la larga ausencia del poder papal. Sin embargo, hacia finales del siglo XV e inicios del siglo XVI, los papas iniciaron un programa de reconstrucción bajo el Papa Julio II para convertir a Roma en una gran ciudad con monumentos construidos por los mejores artistas de la época como Miguel Ángel y Bernini. Gracias a estos esfuerzos, Roma se transformó en la capital del arte mundial y una ciudad-museo.
1. ENSAYO
Hacia el año 1400, Roma es todavía un pequeño centro abandonado y
empobrecido a causa de la larga ausencia del poder papal.
Hacia el año 1500, Roma empieza a realizar el programa de Nicolás V, con el
Papa Julio II, este programa se trata de levantar Roma y hacer de esta una ciudad
con monumentos de artistas importantes de la época.
Es así como Roma, inicia su reconstrucción y llega a ser la cede del arte en el
mundo.
Con la ayuda de Miguel Ángel, Bernini, Boticceli, Perugino, Ghirlandaio,
Pinturcchio, Signotelli, Bramante y otros, hacen que Roma sea la CIUDAD-
MUSEO.
En este documento especifica la transicion de una Roma abandonada hasta ser la
Ciudad Capital del mundo durante su imperio.
Así como el cambio demográfico, cultural, tecnológico, estético, psicológico y traza
de la ciudad
A mediados del Cuatrocientos, mientras Venecia, Florencia y Nápoles son grandes
ciudades plenamente formadas, Roma es todavía un pequeño centro abandonado
y empobrecido a causa de la larga ausencia del poder papal.
En el paisaje de la ciudad dominan las ruinas de la metrópoli antigua y las grandes
iglesias del primer cristianismo; los habitantes menos de 40,000 están agrupados
en las dos llanuras a cada lado del río, Campo Marzio y Trastevere ocupan
solamente una pequeña parte del territorio cerrado por las murallas Aurelianas
(más de 1,300 hectáreas). Los papas vuelven a Roma en 1420 y no logran el
pleno control de la ciudad hasta 1453 (cuando fracasa la conjura de Stefano
Porcari). Nicolás V (1447-1455) establece el programa del gobierno papal:
reconstruir la ciudad imperial y transformarla en una gran ciudad moderna bajo la
autoridad pontificia; por lo tanto, reparar lo antiguo todavía utilizable (las murallas,
las calles, los puentes, los acueductos), recuperar los monumentos antiguos
destinándolos a nuevas funciones (el mausoleo de Adriano se transforma en un
castillo, el Panteón se transforma en una iglesia, el Campidoglio se transforma en
la sede de la administración municipal), restaurar las basílica cristianas y construir
al lado de San Pedro, en la Colina Vaticana, la ciudad de la corte papal. Esta
nueva Rosa, doblemente excepcional por el prestigio del pasado y por la
presencia de la Sede Apostólica, está destinada a ser la ciudad principal del
mundo moderno.
En el caso de las ciudades ex novo los planteamientos urbanísticos son diferentes.
En primer lugar, el solar elegido para el emplazamiento de la nueva ciudad debe
reunir una serie de características, entre las que prevalecen, ante todo, los
criterios estratégicos, ya sean éstos militares o políticos; tras ellos, tanto en el
tiempo como en el orden de importancia, siguen las razones económicas, ya que
la ciudad será cabeza de un territorium que dependerá de ella jurídica, política y
económicamente.
El planeamiento urbanístico será fruto de unos esquemas previos que se aplicarán
hasta los límites de lo razonable, siempre dependiendo de las condiciones
topográficas que no resultan en todos los casos homogéneas al actuar en primera
2. instancia otros factores que los geográficos a la hora de elegir la localización de la
ciudad.
Las costumbres romanas de fundación de una ciudad (inauguratio) exigían que
ésta se localizara dentro de un espacio (pomerium) delimitado por un sacerdote
con un arado tirado por dos novillos (sulcus primigenius). Dentro de este espacio,
las ciudades se ordenan con dos ejes sensiblemente orientados norte-sur (cardo
maximus) y este-oeste (decumanus maximus). La disposición de calles paralelas a
estos ejes (cardines y decumani) darán origen a las manzanas de las casas
(insulae), en donde se construirá a veces reuniendo varias de estas insulae con el
propósito de habilitar espacios mayores para la instalación de los edificios públicos
como teatros, termas o foros.
El impacto del urbanismo romano en Aragón fue muy notorio. Por un lado, la
presencia de Roma se dejó sentir en algunos poblados indígenas que fueron
desalojados de los cerros que ocupaban reinstalándose en llanos de peor defensa.
Realmente es bastante poco lo que conocemos del urbanismo romano aragonés,
aunque los nuevos datos no dejan de aparecer haciendo, en este sentido, que el
futuro sea esperanzador. Siguiendo la tónica general, podemos distinguir dos tipos
de ciudades: las de nueva planta, como Caesaraugusta y la Colonia Victrix Iulia
Lepida, y las indígenas que perviven, como Azaila, Los Bañales Bilbilis, Osca,
Turiaso.
De las primeras podría ser modelo Caesaraugusta, cuyo antiguo trazado se
conserva, en parte, en el casco viejo de la ciudad, sobre todo en lo que respecta a
su perímetro ya que las calles se han venido modificando con el paso de los
siglos. No obstante, es posible señalar que la ciudad se ordenaba, como era
usual, con dos ejes principales, uno norte-sur (el cardo máximo, cuya localización
varía según los autores, para unos desde el Ayuntamiento hasta la calle de los
Santos Mártires, para otros desde el puente de Piedra, respetando en parte el
trazado de la calle Don Jaime) y otro este-oeste (el decumanu máximo, que sigue
la orientación y el trazado de, entre otras, la calle Mayor).
Por lo demás, los datos sobre viviendas o sobre edificios públicos son bastante
escasos, excepción hecha del teatro que fue descubierto y comenzado a excavar
en fechas recientes. Quizás el estudio de la red de cloacas de la ciudad sea uno
de los datos más relevantes con los que contamos para la restitución de la red de
las calles.
No hay duda de que la Zaragoza romana se ordenó desde el principio como si de
una ciudad de nueva planta se tratase, al margen de si el poblado ibérico
precedente, del que nos habla Estrabón, Salduie, se encontraba comprendida
dentro de la ciudad antigua o, eventualmente, cerca de ella.
Las ciudades que siendo indígenas perviven dentro de la época romana son
mucho más numerosas, como es lógico y ya hemos visto, aunque no por ello
estén mejor conocidas. Algunas como Azaila o Botorrita tuvieron una vida bastante
breve dentro del mundo romano y no llegaron a época imperial más que, en el
mejor de los casos, como reductos marginales de habitación a los que ya no
podemos denominar ciudades. En Azaila es posible observar cómo el urbanismo
prerromano no ortogonal se mantiene durante la República junto con algunos
añadidos típicamente romanos, como las termas, que deben pertenecer ya al siglo
I a.C.
3. Otros tuvieron una duración mayor, como Arcobriga, llegando incluso hasta
nuestros días, como, por ejemplo, Osca. Este tipo de ciudades debió de cambiar
radicalmente de aspecto bajo el dominio romano, aunque son pocos los datos
arqueológicos que tenemos al respecto.
Algunos casos son mejor conocidos y en ellos la impronta de lo romano es
importantísima. En Bilbilis y aunque los determinismos topográficos hacían muy
difícil la aplicación de unos esquemas previos ortogonales, las remodelaciones
urbanas fueron fortísimas. La aplicación en este núcleo de población de planes
urbanísticos sectoriales y, hasta cierto punto, unitarios, debió de cambiar
radicalmente el aspecto de la ciudad. Templo, foro y teatro se articularon en una
zona privilegiada de la ciudad constituyendo un centro urbano alrededor del cual
giraría toda la actividad. Edificios públicos y privados de calidad, red de
almacenamiento y distribución de aguas, complejos de baños e inevitables
remodelaciones de terrazas debieron contribuir de forma decisiva no sólo a
cambiar el paisaje urbano sino también la forma de vida de los bilbilitanos. Lo
romano no pudo reproducir aquí un modelo regular clásico, sino que adaptó unos
esquemas de urbanismo en terraza que, por otra parte, no son extraños a
concepciones no menos clásicas del mundo mediterráneo.
La localización de núcleos modernos de población sobre los antiguos hace que los
estudios sobre las cuestiones urbanísticas sean lentos, laboriosos y sujetos a
múltiples determinismos que dificultan su progreso de forma pareja en todos los
campos.