7. OPINIÓN PERSONAL Y
FRAGMENTOS
Me miré en el espejo: mis ojos estaban completamente vacíos, por primera vez no tuve
necesidad de vaciármelos antes de pasar media hora mirándome al espejo y haciendo
gimnasia facial. Era el rostro de un suicida, y cuando comencé a maquillarme mi rostro
era el de un muerto. Me extendí vaselina por toda la cara y desgarré un tubo de
maquillaje blanco que estaba medio seco, extraje lo que pude y me teñí del todo
blanco: ningún trazo negro, ni un punto rojo, todo blanco, incluso las cejas. Encima, el
pelo parecía una peluca; la boca no maquillada era oscura, casi azul; los ojos, azul
claro como un cielo de verano, vacíos como los de un cardenal que se niega a
reconocer que hace tiempo que ha perdido la fe.
Los aplausos fueron tan tenues que oí el sonido de mi decadencia.