3. 1. El amor.
El amor en El Hereje aparece bajo distintas formas pero va a estar
siempre presente a lo largo de la novela. Los tipos de amor más
destacados son el filial y el amor romántico.
El amor filial, amor que se da entre padres e hijos, tiene un gran
protagonismo en la novela ya que la mala relación del protagonista,
Cipriano Salcedo, con su padre y el descubrimiento de una figura
materna en su nodriza Minervina, son probablemente el tema más
importante del primer libro.
Cipriano Salcedo, protagonista de la novela, fue amado desde la primera
noticia de su existencia en el vientre de su madre Catalina, teniendo en
cuenta el deseo que sus padres tenían de concebirlo y todo el esfuerzo
que eso conllevó debido al problema de fertilidad de Bernardo Salcedo.
Sobre los sentimientos de Catalina respecto a las visitas al doctor:
“Suponía un motivo de orgullo oír de su boca la confirmación periódica
de la próxima maternidad.” Libro 1, cap. 1, pág. 57.
Bernardo Salcedo, el padre de Cipriano, no sentía amor por nadie, ni
siquiera por su mujer como luego mostraría con sus actos de frialdad
ante la muerte de esta, pero se preocupó de satisfacer las necesidades
de su mujer enferma y las de su hijo recién nacido y buscó una nodriza.
Esta nodriza, llamada Minervina asumió el papel de madre para
Cipriano, ya que la suya biológica murió poco después del parto, y le
acompañó durante toda su niñez. Además, Minervina había perdido a su
hijo recién nacido por lo que vio en Cipriano otra oportunidad de ser
madre y amar. Por ello, el vínculo que se va creando entre Cipriano y
Minervina es muy estrecho, un vínculo de amor filial en toda regla.
“Con el niño en brazos, se le ocurría a veces que su hijo no había
muerto, que reposaba allí confiadamente en su enfaldo y que tenía que
mirar por él.”. Libro 1, cap. 2, pág. 79.
Cipriano, a pesar de estar años interno en el colegio, no olvida a
Minervina y piensa en ella como la única persona a la que ama.
“(...) pedía por él, para solucionar su vida el día de mañana y pedía por
4. Minervina, único ser al que amaba en este mundo.” Libro 1, cap. 6, pág.
176.
Cuando sale del colegio y se reencuentra con ella, su amor evoluciona a
uno no filial y teniendo Cipriano 14 años, sienten atracción mutua, lo que
les lleva a mantener relaciones sexuales.
“(...) Cipriano al verla sentada, erguida, en el sofá del gran salón, los
pequeños pechitos apenas insinuados en la saya de cuello cuadrado,
experimentó la misma atracción imperiosa e ingenua que sentía de niño,
se fue hacia ella y la abrazó y la besó.” Libro 1, cap. 6, pág. 196.
El amor romántico, característico de las relaciones de pareja, en el que
los sentimientos se superponen a las necesidades fisiológicas como el
deseo sexual, aparece dos veces en la novela aunque uno de los casos
es cuestionable. Cipriano Salcedo contrajo matrimonio con Teodomira y
cualquiera en los inicios de su relación diría que eran una pareja feliz y
común que compartían habitación, mantenían relaciones sexuales y se
eran fieles. Pero la realidad era distinta: ninguno de los dos realmente se
amaban por lo cual es difícil clasificar este amor como romántico.
Un verdadero caso de amor romántico es el que comienza ya en el
segundo libro y es protagonizado por Cipriano y Ana Enríquez.
Ya avanzada la obra, aparece este nuevo personaje, Ana Enríquez, a
quien conoció gracias a la secta luterana. Ambos compartían un vínculo
de amistad que pronto evolucionó a una atracción que manifiesta
primero Cipriano cuando la admira en secreto y, para sorpresa de
Cipriano, luego es Ana Enríquez quien deja entrever unas tímidas
señales de cariño. Pero su relación aumenta cuando la Inquisición les
arresta y están internos en la cárcel secreta, donde Ana Enríquez
comienza a escribirle pequeñas cartas, las cuales son contestadas,
donde ambos muestran sus verdaderos sentimientos.
“Algún día nos dejaran ser felices”, “Nuestro paseo por el jardín de la
Confluencia será el primer peldaño de nuestra historia en común” Libro
3, cap. 16, pág. 448.
5. Teodomira y Ana Enríquez fueron las únicas mujeres presentes en la
vida de Cipriano en el sentido de amor de pareja puesto que, el resto de
su vida se lo pasa Cipriano tratando de encontrar el amor materno del
que había carecido en otras mujeres. Los ejemplos de ello son
Minervina, Teodomira, su propia esposa, y Leonor Cazalla.
2. Familia
La familia en El Hereje se muestra de una manera un tanto negativa.Sin
ir más lejos, para Cipriano Salcedo la familia fue algo que conoció poco
teniendo en cuenta que su madre, Catalina, murió debido a las
complicaciones del parto y que su padre, Bernardo, le odiaba e ignoraba
por la misma razón: haber acabado con la vida de su esposa. De todos
modos, Bernardo Salcedo tampoco sentía afecto por su propio hermano
Ignacio. Se trata de una familia desestructurada.
“¿Qué pensará mientras duerme el pequeño parricida?” Libro 1, cap. 1,
pág. 72.
En su infancia, lo más cercano a una familia como tal que conoció
Cipriano fue su nodriza Minervina, que actuó en la figura de madre.
“El fervor materno de aquella chica se advertía en su tacto, en el cuidado
meticuloso al acostar a la criatura, en la comunión de ambos a la hora
de alimentarlo.” Libro 1, cap. 1, pág. 65.
Sus tíos, al principio de la novela, a pesar de haber estado siempre
presentes en la infancia de Cipriano, sobretodo cuando este era un
bebé, no compartían un lazo estrecho con el niño pues cuando la tía de
Cipriano, Gabriela, preocupada por el odio de Bernardo hacia su hijo le
ofreció que el niño pasase a estar bajo su tutela y recibió una negativa,
sus visitas a la casa comenzaron a ser más espaciadas.
“Don Ignacio era para él un pariente mudo que tampoco osaba afrontar
nunca los ojos de su hermano.” Libro 1, cap. 5, pág. 172.
Sin embargo, su tío siempre se preocupó de que a Cipriano no le faltase
6. nada, especialmente en su educación e intentó dirigir su futuro hacia un
buen camino. Cuando Cipriano sale del colegio, muerto su padre,
comienza a vivir en casa de sus tíos por lo cual su relación mejora y
Cipriano experimenta por fin lo que es vivir con una familia que le cuida.
“Doña Gabriela se desvivía por atenderle, por hacerle la vida más
agradable.” Libro 1, cap. 6, pág. 195.
Esta relación, especialmente con su tío, duraría hasta su muerte ya que
incluso cuando la estancia de Cipriano en la cárcel de la Inquisición
podía dañar su imagen por su alto cargo en la Chancillería, Ignacio no le
dejó de lado y procuró que estuviese lo mejor posible, demostrándole
afecto en tiempos tan duros como aquellos.
También en la novela se aprecian las nuevas generaciones de las
familias como la de Benjamín Martín o la del comerciante de telas de
Burgos Néstor Maluenda. Bernardo Salcedo trata con Benjamín y Néstor
mientras que Cipriano trata con los hijos de estos.
3. Libertad
La libertad es uno de los temas principales, por no decir el principal, de
la novela. El Hereje pretende reflejar y denunciar la falta de libertad,
principalmente religiosa, que había en la época de la Inquisición y de
Lutero.
Durante los primeros capítulos no se aprecia demasiado esta carencia
de libertad religiosa aunque sí se reflejan los enfrentamientos ya
existentes aunque en la infancia de Cipriano entre ambos bandos: los
que apoyaban la reforma luterana y los que no lo hacían. Al principio,
ambas posturas debatían, se informaban y a veces discutían
acaloradamente pero no es hasta más avanzada la obra cuando se
aprecia que una persecución de los partidarios de la reforma luterana
está teniendo lugar.
Cipriano Salcedo se ve involucrado en este conflicto religioso al conocer
y comenzar a relacionarse con el Doctor Cazalla y su mujer, seguidores
7. de Lutero. Cipriano pronto se convierte en miembro de la secta luterana.
Los episodios en los que la secta está reunida reflejan muy bien la falta
de libertad puesto que las reuniones son clandestinas, sus asistentes
acuden a ellas en secreto y se celebran a altas horas de la madrugada
para que nadie podemos ver que no hay libertad, ya que cuando los
miembros que formaban la secta se reunían, tenían que hacerlo de
forma clandestina y a altas horas de la madrugada para no ser
descubiertos y denunciados a la Inquisición que perseguía las reuniones
clandestinas de sectas luteranas para clausurarlas. Los miembros de la
secta no podían compartir, ni siquiera con las personas más cercanas a
ellos, su participación en estas reuniones.
“Súbitamente se oyeron pasos y ruido de voces en la calle.
Inmediatamente cesaron las risas reprimidas de los congregados (...).
Reinaba un gran silencio; el auditorio, pendiente de la mesa, no
respiraba.” Libro 2, cap. 12, pág. 327.
A pesar de que la mayoría de personas apoyaban a la Inquisición,
podemos observar que incluso hombres cultos como lo era el tío, Ignacio
Salcedo, y siendo católico, censuraban esta falta de libertad de fe.
“-Algún día- musitó a su oído- estas cosas serán consideradas como un
atropello contra la libertad que Cristo nos trajo. Pide por mí, hijo mío.”
Libro 3, cap. 16, pág. 462.
Los últimos momentos de supuesta libertad de Cipriano Salcedo fueron
en su viaje como recluso desde Navarra hasta Valladolid, donde fue
recordando sus últimos momentos como hombre libre.
“Cipriano, empero, cada vez que dejaba atrás un pueblo se reconciliaba
con la situación, recreaba sus ojos en los extensos campos de trigo
mecidos por la brisa, reconocía el camino recorrido en su fuga con
Pispás, los pequeños accidentes del paisaje, la jugosa braña donde el
primer día dio de beber al caballo.” Libro 3, cap. 15, pág. 419.
La mujer, generalmente, no tenía libertad a la hora de casarse, ya que
sus familiares decidían quién iba a ser su esposo por matrimonios de
8. conveniencia, y este, su esposo, ofrecía un precio por ella, la dote.
“Cipriano se acostó con la sensación adventicia de que la firma de los
contratos le otorgaba algún derecho sobre Teodomira.” Libro 2, cap. 8,
pág. 242.
“Daba la impresión de que la cifra anunciada por la compra de su hija le
había sorprendido favorablemente.” Libro 2, cap. 8, pág. 249.
Ya no sólo en el ámbito del matrimonio, las mujeres eran vistas como
objetos destinados al placer del hombre. La mujer pobre, sobretodo en
los pueblos, tenía muy pocas salidas. Muchas de ellas se convertían en
prostitutas para subsistir e incluso las muchachas jóvenes y vírgenes de
los pueblos eran vendidas por sus propias familias como si fuesen
mercancía.
“Las mujeres del Páramo son más baratas y más de fiar, seguramente
porque pasan más necesidad que las de las tierras bajas. Con una
particularidad, si ven en el cliente una persona responsable son capaces
de confiarle su propia hija.” Libro 1, cap. 3, pág. 118.
Bernardo sobre su conversación con la ponedora que le consiguió una
amante virgen: “Aquélla era una conversación semejante a la que dos
ganaderos sostenían antes de cerrar el trato.” Libro 1, cap. 3, pág. 119.
Otro atisbo de libertad que vemos en la novela se produce en el primer
capítulo cuando las fechas coinciden con la revuelta Comunera, en la
que las clases populares y algunos nobles se rebelan contra el nuevo
rey Carlos I y su corte traída de Flandes pues no gustaron las reformas
del rey. El lema de los comuneros era “¡Viva la libertad!”.
4. Odio
El sentimiento de odio se concentra principalmente entre Cipriano y su
padre Bernardo. Cipriano odiaba a su padre ya que desde pequeño le
despreció y le intimidaba con sus gestos y palabras, tanto que tan sólo
con oír sus pasos en el la habitación contigua el temor le invadía y llegó
9. a tener pesadillas con él. A Cipriano le aterraba la idea de odiar a
alguien, algo contrario a la religión, y este sentimiento de profundo odio
irremediable hacia su padre le atormentó durante su estancia en el
colegio.
“Mas cuando llegó al cuarto mandamiento, honrar padre y madre,
Cipriano le dijo (...) que a su padre le odiaba con todas sus potencias y
sentidos”. “¿Y qué puedo hacer yo si el odio nace en mi corazón con
sólo pensar en él?” Libro 1, cap. 6, pág. 177.
“A Cipriano no le entristeció la noticia. No sentía una brizna de amor por
su padre.” Libro 1, cap. 6, pág. 192.
Bernardo, en cambio, no tenía muchos motivos para odiar a su hijo. Le
culpaba de la muerte de su esposa, pero Bernardo no la amaba, por
tanto su odio era infundado.
“(...) Don Bernardo volvió a insistir en que, le gustara o no, Cipriano no
era más que un pequeño parricida. Ignacio volvió a repetir que no
tentara a Nuestro Señor y añadió algo inquietante y de lo que nunca
había hablado: que el hecho de que el pequeño Cipriano hubiera nacido
el mismo día que la Reforma luterana no era precisamente un buen
presagio.”
Pero además, el odio entre Minervina y Bernardo era mutuo a pesar de
la lascivia de este ante la belleza juvenil de la nodriza.
Bernardo es un personaje que refleja autoridad, odio, el disfrute del
sufrimiento. Bernardo disfrutaba sometiendo a su autoridad a los demás:
a su mujer durante su matrimonio, a Minervina y a Cipriano,
principalmente. Cuando no se sentía con la suficiente autoridad sobre
esas personas brotaba en él un gran desprecio hacia ellas y ganas por
castigarlas y transmitirles su odio.
Por su parte, Minervina odiaba a Bernardo por su crueldad no sólo con
ella si no con su propio hijo. Además, está el factor del descaro de
Bernardo a la hora de intentar aprovecharse de ella.
“Iba alzando la voz y, cuando advirtió que los ojos lilas de Minervina se
10. inundaban de lágrimas, experimentó un raro placer, como si fustigara
con un látigo la espalda desnuda de la muchacha.” Libro 1, cap. 3, pág.
112.
También hay que añadir el odio que acabó sintiendo Teodomira hacia su
marido Cipriano, puesto que entre los genes de los Salcedo era normal
la infertilidad de generación en generación, y Teodomira creía que su
labor en el mundo era procrear, pero con Cipriano esto fue imposible, lo
que la llevó a odiarlo desmesuradamente y a la locura.
“Teo gritaba como una posesa, le empujaba hacia la puerta, le voceaba,
mientras él trataba de indagar en sus ojos, de buscar en ellos un atisbo
de luz, pero su mirada era turbia y vacante, absolutamente desquiciada.
Y cuanto mayor empeño ponía en reducirla, mayor y más grave era el
repertorio de de nuestros que mezclaba ahora con soeces vocablos
escatológicos, echándole en cara su inhabilidad (...)” Libro 2, cap. 13,
pág. 347.
La sociedad estaba basada en unos estatutos, en unas normas muy
poco flexibles. Por tanto cuando la reforma luterana se llevó a cabo la
mayoría de la población sentía odio hacia esta, no la aceptaba porque
creía que era algo intolerable. Este odio incrementó cuando se conoció
que en España había grupos organizados de luteranos, satanizados por
la Iglesia Católica, en la que creía la mayoría de españoles. Además el
pueblo gozaba con el sufrimiento ajeno, le gustaba ver a la gente ser
quemada en las hogueras, por ello acudían a los autos de fe.
Sobre el camino de algunos de los miembros de la secta luterana desde
Navarra hacia Valladolid siendo ya presos de la Inquisición: “Al discurrir
por los pueblos, las mujeres y los mozos les insultaban y, a veces, les
tiraban cubos de agua desde las ventanas.” Libro 3, cap. 15, pág. 414.
5. Fidelidad
El tema de la fidelidad se ve sobre todo en la secta luterana, cuando
todos se reunían clandestinamente y se juraban fidelidad ante todo lo
11. que podría ocurrir. Todos juraban protegerse y no delatar a nadie en
caso de que la Inquisición los apresase, pero una vez que la Inquisición
les llevó presos lo único que querían era salir vivos de allí, por lo que se
empezaron a delatar los unos a los otros sin tener en cuenta esos
juramentos de fidelidad. Y lo más importante, sin mantenerse fieles a su
fe por miedo a perder su vida.
“Cipriano Salcedo había imaginado todo menos la delación dentro del
grupo. La fraternidad en que había soñado se resquebrajaba (...). ¿Era
posible que la dulce Beatriz denunciara a tantas personas, empezando
por sus propios hermanos, sin una vacilación?” Libro 3, cap. 16, pág.
429.
La ausencia de fidelidad entre los miembros de la fraternidad se aprecia
en los pasajes de las confesiones de los presos. Sobretodo en la de
Beatriz Cazalla y Ana Enríquez, siendo esta última la que más le duele a
Cipriano.
El único que se mantiene fiel a sus creencias ante esta situación es
Cipriano, quien sabe como enfrentarse a la muerte de cara, ya que no la
teme. No delató a nadie ni contó nada sobre los encuentros clandestinos
a la Inquisición, no consiguieron sacarle información ni con los métodos
de tortura más crueles como el potro y la garrucha.
Ante la pregunta del inquisidor en el juzgado de la Inquisición sobre
quién le había pervertido: “-D...disculpe su eminencia pero no puedo
responder a esa pregunta; lo he jurado.” Libro 3, cap. 16, pág. 436.
Otro acto de fidelidad es el que llevó a cabo Cipriano hacia el voto de
castidad que hizo después de fallecer Teodomira. Cipriano respetó este
voto hasta su muerte a pesar de la tentación que supuso Ana Enríquez.
“Pensaba mucho en Ana Enríquez, en el fondo admiraba su belleza y su
coraje, pero su decisión de conservarse puro estaba por encima de
estas debilidades.” Libro 3, cap. 15, pág. 407.
También podemos observar la fidelidad, aunque en este caso es más
bien infidelidad, en Petra Gregorio, la amante de Bernardo Salcedo.
12. Petra Gregorio al principio era tímida y no se atrevía casi ni a mirar a la
cara a Bernardo, se pasaba el dia llorando, pero cuando empezó a coger
confianza, fue de lo más útil para Bernardo, puesto que le complacía
plácidamente y no quedaba insatisfecho. Según iba pasando el tiempo
Bernardo la iba agasajando cada vez más, la ofrecía todos los lujos que
quería, lo que ella nunca se había planteado llegar a tener. Pero un día,
Bernardo llegó antes de lo normal a casa, y fue para mal, puesto que se
encontró a un amigo suyo con su amada, lo que le llevó una gran
desilusión. Así este se enteró que durante meses Petra Gregorio había
mantenido relaciones sexuales con la mayoría de los hombres que
habitaban en Valladolid. Bernardo había sido engañado, la fiel virgen
resultó ser en realidad una prostituta.
“-Me prometiste una virgen y me endosaste una puta. ¿Qué te parece el
trueque?” Libro 1, cap. 4, pág. 149.
6.Amistad
El concepto de amistad cambia según el personaje del que se hable.
En los primeros capítulos de la novela, protagonizados por Bernardo
Salcedo, el concepto de amistad dista mucho del que vemos más
avanzada la novela, siendo ya protagonista Cipriano Salcedo. Para
Bernardo Salcedo, la amistad era la relación con los hombres que se
reunían en la taberna en la que era habitual. Para Bernardo, ese era el
mejor tipo de amistad que se podía tener: una amistad casual, no muy
seria. Los amigos de la taberna le servían para desembarazarse de esa
postura seria que tenía que mantener en su día a día. Con ellos,
hombres normales de la ciudad, podía desahogarse de los problemas
que con su hermano por ejemplo no podía y divertirse sin ninguna
atadura. Estaban ahí cuando los necesitaba y eso para Bernardo era
suficiente.
“(...) porque eran esa clase de amigos circunstanciales, de apeadero,
tímidos, que habían asistido al sepelio de doña Catalina, como Dios
13. manda pero no osaron poner pie en su casa.” Libro 1, cap. 3, pág. 104-
Sin embargo, para Cipriano Salcedo, la amistad fue un pilar importante
durante toda su vida. Ya interno en el colegio, Cipriano, no
acostumbrado a la compañía de otros niños, comienza a hacer
amistades y a coger cariño a compañeros. Especialmente le dolería la
muerte de Tito Alba, su compañero más querido durante su estancia en
el colegio.
Cipriano es un hombre muy ingenuo respecto a las personas, es
demasiado bueno y hace amistades de manera fácil. El mejor ejemplo
es la del párroco Pedro Cazalla que con unas pocas conversaciones ya
consigue ganarse su plena confianza e incluso cambiar la fe de Cipriano.
Sin embargo, la amistad más significativa de esta novela es la existente
entre Cipriano y la madre del Doctor Cazalla, Leonor Cazalla, una mujer
inteligente y tierna. Cipriano y Leonor encajaron desde el primer
momento a pesar de la diferencia de edad pues ambos se hacían reír y
Leonor supuso un gran apoyo para Cipriano en los momentos más
complicados de la vida de este, ofreciéndole su consuelo,sobre todo en
el episodio de la locura y muerte de Teodomira en la que Leonor resulta
el apoyo principal del protagonista.
“Doña Leonor y Cipriano Salcedo se hicieron mutuamente
imprescindibles. Él pensaba a menudo que, tras el fracaso sentimental
con Teo, doña Leonor venía a sustituir a la madre que había esperado
encontrar en ella.” Libro 2, cap. 11, pág. 316.
7.Vida
Cipriano vivió gracias a Minervina, en parte ella le dio la vida. A causa de
la muerte de su madre, y de su problema que la impedía alimentar a su
hijo, Minervina se convirtió en la fuente de vida de Cipriano, ya que su
padre le ignoraba.
Para Teodomira tener hijos era fundamental, ya que ella creía que había
venido a este mundo para crear vida.
14. La vida, para las mujeres, tenía una principal función: crear más vida,
ser madres. Por eso las principales mujeres en esta novela están
obsesionadas con la maternidad hasta tal punto de someterse a rituales
médicos. El hecho de no poder ser madres las hacía profundamente
infelices.
“No había vivido para otra cosa que para tener un hijo (...). Más si se
casó fue únicamente para ser madre pero él, de pronto, lo había echado
todo a rodar. Durante toda su vida todas las cosas le habían hablado de
la maternidad(...). Reproducirse había sido su única razón de ser.” Libro
2, cap. 13, pág. 346.
Cuando la Inquisición encarceló a los miembros de la secta luterana
vallisoletana, sobre todo el doctor Pedro Cazalla, empezaron a delatar a
sus compañeros para poder vivir, lo que fue en vano, ya que tenían un
inmenso miedo a la muerte y deseaban vivir por encima de todo.
Reflexión de Cipriano sobre la traición de Beatriz Cazalla: “¿Valía tanto
la vida para ella como para incurrir en perjurio y enviar a su familia y
amigos a la hoguera con tal de salvar su piel?” Libro 3, cap. 16, pág.
429.
8.Abuso
El abuso en la novela se percibe bajo distintas manifestaciones: el abuso
de autoridad de Bernardo Salcedo en su papel como el patriarca, la
prostitución, los conflictos en la escuela por la religión y más tarde los
conflictos reales que causarían estragos en la vida adulta del
protagonista, la autoridad de Teodomira en su matrimonio con Cipriano.
El abuso de autoridad de Bernardo Salcedo no fue sufrido sólo por su
hijo Cipriano, sino que también Minervina tuvo que vivir los abusos
cometidos por el patriarca durante su estancia en la casa familiar.
Bernardo Salcedo necesitaba una mujer en su vida, por ello empezó a
15. hacer supuestas visitas a su hijo, a veces clandestinas, para poder
observar el joven cuerpo de la nodriza Minervina. El problema real llega
cuando Bernardo irrumpe en su habitación de noche ante la indignación
de esta.
“Persuadido de que todas las ventajas estaban de su parte, don
Bernardo Salcedo tomó un día una viril decisión: atacaría directamente y
le haría ver a la chica la necesidad que tenía de sus favores.” Libro 1,
cap. 3, pág. 113.
El abuso no desapareció cuando Bernardo Salcedo dejó de tener
protagonismo y Cipriano abandonó la casa. El abuso esta vez apareció
bajo una forma distinta y Cipriano lo presenció durante su estancia en el
colegio.
Una vez que Cipriano internó en la escuela, comenzó a conocer ámbitos
de la vida que nunca antes había entendido por la fuerte protección que
le dedicaba Minervina. Así fue como, ya pasados algunos días en el
colegio, se percató de que el chico que parecía estar al mando allí,
apodado El Corcel abusaba sexualmente de otro de sus compañero, El
Niño, ya que este, según El Corcel era afeminado.
“(...) cuando tiene necesidad, el Corcel recurre a el Niño. Es lo más
parecido a una mujer que tenemos en el colegio.” Libro 1, cap. 5, pág.
169.
El abuso no desaparece de la vida de Cipriano al salir del colegio. Esta
vez es por parte de Minervina hacia él y hacia la confianza de la familia
Salcedo.
Cuando Cipriano abandonó el internado gracias a su tío Ignacio, este se
fue a vivir con él y con su tía. Pero su tía Gabriela se dió cuenta de que
Cipriano no era del todo feliz, que le faltaba algo en su vida, Minervina,
la única persona que le había querido. Por ello sus tíos conectaron con
ella y Minervina volvió con Cipriano. Pero Cipriano ya había crecido,
había conocido cosas que antes no sabía que existían, por ello empezó
a sentir una fuerte atracción por Minervina, lo que le llevó a besarla y a
16. acostarse con ella. Pasaron así unos meses, con encuentros
clandestinos, pero cuando su tía Gabriela se percató de ello pensó que
Minervina estaba abusando de su pobre sobrino.
“- Ha abusado usted del niño y de mi confianza, Miner; ha deshonrado
esta casa y nos ha deshonrado a todos. ¡Váyase y no vuelva mas!” Libro
1, cap. 6, pág. 199.
El abuso en el matrimonio de Teodomira a Cipriano, marca la
desmoronamiento de su relación y el internamiento de Teodomira en un
centro psiquiátrico, donde acaba por perder la razón y muere.
Una vez Cipriano ya estaba casado con Teodomira, y estos no podían
tener hijos, Teodomira empezó a pegar a Cipriano como señal de
enfado, lo que era un abuso hacía Cipriano, quién no podía frenarlo
debido a la gran fuerza que tenía Teodomira en comparación con la de
Cipriano.
“Ella enarbolaba la tijera, mientras Cipriano se limitaba a esquivar sus
golpes ciegos y a sujetar sus manos sin lastimarla.” Libro 2, cap. 13,
pág. 351.
Por último, el abuso de la Santa Inquisición con sus torturas hacía sus
presos que se negaban a declarar o que no declaraban lo que la
Inquisición quería oír. Tenían todo tipo de torturas, lo que a ojos de la ley
era ilegal, por ello se considera como otro abuso hacia los derechos de
los encarcelados.
Bibliografía
El hereje, Miguel Delibes. Ediciones Destino. Colección Áncora y Delfín.
El hereje, Miguel Delibes. Editorial Booket.