Brígida convence a doña Inés de aceptar un regalo de don Juan - un libro con una carta de amor escondida. La carta deja a doña Inés enamorada de don Juan. Más tarde, Brígida insinúa que don Juan podría aparecer para ver a doña Inés, dejándola asustada y anhelante.
1. ESCENA ADAPTADA DE DON JUAN TENORIO DE JOSÉ ZORRILLA
Sevilla, año 1545. Don Juan Tenorio y don Luis Mejía se reúnen en una taberna un año
después de su apuesta para ver quién era el más malvado y mujeriego de los dos,
resultando don Juan ganador. Ambos deciden hacer una nueva apuesta, prometiendo
don Juan que le robaría la prometida a Mejía y, además, conquistaría a una novicia. Al
enterarse del desafío, el Comendador don Gonzalo de Ulloa, padre de doña Inés, quien
está en un convento y destinada a casarse con don Juan, niega su consentimiento y
deshace el compromiso. Pero no cuenta con que doña Inés está enamorada de don Juan,
y con que éste le ha escrito una carta expresando cuán “enamorado” está, además de la
influencia que ejerce sobre la muchacha su sirvienta Brígida, que, movida por el interés,
hace de celestina entre ambos.
ACTO III, ESCENA III
DOÑA INÉS Y BRÍGIDA
Patio del convento.
BRÍGIDA: Buenas noches, Doña Inés.
DOÑA INÉS: ¿Por qué habéis tardado tanto?
BRÍGIDA: Voy a cerrar esa puerta.
DOÑA INÉS: Debe estar abierta.
BRÍGIDA: Sí, debe estar abierta para las otras novicias que se consagran a Dios, pero no
conviene para vos, doña Inés.
DOÑA INÉS: Brígida, las reglas del monasterio no permiten…
BRÍGIDA: ¡Bah! Estamos más seguras de este modo y además podemos hablar
tranquilas, sin ningún estorbo. ¿Habéis mirado el libro que os he traído?
DOÑA INÉS: ¡Ay! Se me había olvidado.
BRÍGIDA: Me hace gracia el olvido…
DOÑA INÉS: Como la madre abadesa entró aquí tan rápido…
BRÍGIDA: ¡Qué vieja más inoportuna!
DOÑA INÉS: ¿Tiene tanta importancia ese libro?
BRÍGIDA: ¡Vaya si importa…! Se le veía muy interesado y deseoso al infeliz…
DOÑA INÉS: ¿A quién?
BRÍGIDA: A don Juan.
DOÑA INÉS: ¡Válgame Dios! ¿Estáis diciendo que es don Juan quien me lo envía?
BRÍGIDA: Por supuesto.
DOÑA INÉS: ¡Oh! ¡No debo aceptarlo!
2. BRÍGIDA: ¡Pobre muchacho! Despreciarle así sería matarle…
DOÑA INÉS: ¿Qué estáis diciendo?
BRÍGIDA: Si no aceptáis el libro le provocaréis tal tristeza que acabará por enfermar, lo
estoy viendo.
DOÑA INÉS: ¡Ah, no! No quiero provocarle semejante disgusto…
BRÍGIDA: Bien haréis.
DOÑA INÉS: Además, ¡qué bello es el libro!
BRÍGIDA: ¡Ya veis! Quien quiere agradar, se esmera…
DOÑA INÉS: Con su tapa negra y sus letras doradas… ¡A ver si contiene el rezo del coro!
(Lo abre y cae una carta de entre sus hojas) ¿Qué es esto?
BRÍGIDA: Un papelito.
DOÑA INÉS: ¡Una carta!
BRÍGIDA: Está claro; en esa carta os vendrá ofreciendo el regalito.
DOÑA INÉS: ¿Qué? ¿Será suyo el papel?
BRÍGIDA: ¡Vaya que sois inocente! ¡Desde luego que la carta es de él!
DOÑA INÉS: ¡Ay Jesús!
BRÍGIDA: ¿Qué ocurre?
DOÑA INÉS: Nada Brígida, no es nada…
BRÍGIDA: No, no, si estáis alterada… (Aparte.) Ya está presa en la red… (A doña Inés)
¿Se os pasa?
DOÑA INÉS: Sí.
BRÍGIDA: Habrá sido algún mareillo pasajero.
DOÑA INÉS: ¡Ay! ¡Me arde la mano tan sólo c on tocar ese papel!
BRÍGIDA: Doña Inés, válgame Dios, jamás os he visto así, estáis temblorosa.
DOÑA INÉS: ¡Ay de mí!
BRÍGIDA: ¿Qué es lo que os sucede?
DOÑA INÉS: No sé… En mi mente siento que hay sombras y tinieblas que nublan mi
mente, perturbando la realidad y quitándome así el sueño.
BRÍGIDA: ¿No tendrá alguna, por casualidad, el rostro de don Juan?
DOÑA INÉS: No sé. Desde que le vi, Brígida mía, y me dijiste su nombre, tengo a ese
hombre constantemente presente en mi mente. Siempre le tengo en mi recuerdo y, si en
un breve instante desaparece, al rato vuelve a aparecerse en mi memoria. No sé por qué
ha causado tal encantamiento a mis sentidos, que mi corazón y mi mente continuamente
le anhelan; incluso aquí, en el oratorio y en todas partes me divierto con sólo su
pensamiento.
BRÍGIDA: ¡Válgame Dios! Doña Inés, según me habéis relatado, mil razones tengo para
creer que es amor.
DOÑA INÉS: Amor, ¿dices?
3. BRÍGIDA: Sí, amor.
DOÑA INÉS: No, de ninguna manera.
BRÍGIDA: Pues hasta el menos entendedor lo creería. Veamos la carta. ¿Por qué os
paráis? ¿Y ese suspiro?
DOÑA INÉS: ¡Ay! Que cuanto más la miro, menos me atrevo a leer… (Lee.) “Doña Inés
del alma mía…” ¡Virgen Santa! ¡Qué forma de comenzar!
BRÍGIDA: Será una introducción. Vamos, continuad.
DOÑA INÉS: (Lee.) “Luz de sol, hermosísima paloma privada de libertad, si os dignáis a
leer estas atolondradas palabras, no apartéis vuestros hermosos ojos de ellas,
continuad.”
BRÍGIDA: ¡Qué humildad y qué finura! ¿Dónde encontraréis mayor sumisión?
DOÑA INÉS: Brígida, no sé qué siento.
BRÍGIDA: Seguid la lectura.
DOÑA INÉS: (Lee.) “Nuestros padres sin quererlo nuestras bodas acordaron, pues en los
cielos se juntaron nuestros destinos. Y con esa esperanza vivo desde entonces, sin
anhelar otro porvenir que no seáis vos. Al principio en mi pecho brotó una chispa ligera,
pero que con el tiempo se ha convertido en una fuerte hoguera, y esta llama
inextinguible va creciendo cada día más voraz.”
BRÍGIDA: Está claro que por vuestro amor ha esperado un largo tiempo. Seguid.
DOÑA INÉS: (Lee.) “A menudo intentan apagar esta llama que, ya convertida en un
temible volcán, me hace temblar, y no pueden comprobar aquellos necios que me hallo
ya suspendido en medio del cráter, luchando entre mi tumba y vos, doña Inés.”
BRÍGIDA: ¿Lo veis, Inés? Si despreciáis ese libro, le enviaréis directo a la tumba.
DOÑA INÉS: Voy a desfallecer.
BRÍGIDA: Adelante, prosigue.
DOÑA INÉS: (Lee.) “Inés, alma de mi alma, perpetuo imán de mi vida, perla escondida
en la inmensidad del mar, garza que nunca pudiste alzar el vuelo para aprender a volar,
si es que aún puedes mirar más allá del muro que te retiene, recuerda que allá afuera te
aguarda para salvarte tu don Juan.” ¿Qué es lo que me pasa, cielo, que me estoy viendo
morir?
BRÍGIDA: (Aparte.) Ya ha mordido el anzuelo completo. Vamos, que está por acabar.
DOÑA INÉS: (Lee.) “Acuérdate de quien llora al pie de tu enrejado, que pasa días y
noches viviendo sólo por ti, vida mía, y que corriendo iría si fuese llamado.”
BRÍGIDA: ¿Lo veis? Vendría.
DOÑA INÉS: ¡Vendría!
BRÍGIDA: A postrarse a vuestros pies.
DOÑA INÉS: ¿Puede?
BRÍGIDA: ¡Oh, sí!
4. DOÑA INÉS: ¡Virgen María!
BRÍGIDA: Pero acabad, doña Inés.
DOÑA INÉS: “Adiós, oh luz de mis ojos, adiós, luz de mi alma. Medita, por favor, las
palabras que aquí van; que por tu hermosura es capaz de hacer cualquier cosa tu
caballero don Juan.” ¡Ay qué filtro envenenado me dan en este papel, que me deja el
corazón desgarrado! ¡Qué impulsos dormidos despierta en mí y qué luz que nunca vi!
¿Qué es lo que me produce en lo más hondo de mi alma tal afán y quién es aquel que
roba la calma de mi corazón?
BRÍGIDA: Don Juan.
DOÑA INÉS: ¡Don Juan dices…! ¿Conque ese hombre me ha de seguir por doquier? ¿Sólo
he de escuchar su nombre y ver su sombra? ¡Ah! ¡Bien dice! Que el cielo juntó el destino
de los dos y produjo en mí este anhelo fatal.
BRÍGIDA: ¡Silencio, por Dios!
(Se oyen dar las ánimas, momento en el que se ora por las almas que están en el
purgatorio)
DOÑA INÉS: ¿Qué?
BRÍGIDA: Silencio.
DOÑA INÉS: Me estremezco.
BRÍGIDA: ¿Oís, doña Inés, tocar?
DOÑA INÉS: Sí, al igual que otras veces, oigo dar las ánimas.
BRÍGIDA: Pues no habléis de él.
DOÑA INÉS: ¡Cielo santo! ¿De quién?
BRÍGIDA: ¿De quién va a ser? De ese don Juan al que tanto amáis, pues puede
aparecer.
DOÑA INÉS: ¡Me atemorizáis! ¿Puede ese hombre llegar hasta aquí?
BRÍGIDA: Quizá, pues por todos lados se oye su nombre.
DOÑA INÉS: ¡Cielos! ¿Y podrá…?
BRÍGIDA: ¡Quién sabe!
DOÑA INÉS: ¿Es un espíritu, pues?
BRÍGIDA: No, mas si tiene una llave…
DOÑA INÉS: ¡Dios mío!
BRÍGIDA: Silencio doña Inés, ¿no oís pasos?
DOÑA INÉS: Ya no oigo nada.
BRÍGIDA: Ya dan las nueve. Suben…se acercan…señora…Ya está aquí.
DOÑA INÉS: ¿Quién?
BRÍGIDA: Él.
DOÑA INÉS: ¡Don Juan!
5. Esto desemboca en el rapto de doña Inés por parte de don Juan, aunque ambos acaban
locamente enamorados. Pero, tras llegar don Gonzalo, padre de doña Inés y don Luis a
casa de don Juan, éste les enfrenta en un duelo y les mata, por lo que don Juan huye a
Italia. Don Juan vuelve a Sevilla cinco años más tarde y se encuentra con que doña Inés
ha muerto de pena, entregando su alma a cambio de la redención de don Juan. Doña
Inés consigue salvar a don Juan, y ambos suben al cielo.
BIBLIOGRAFÍA
Libro Don Juan Tenorio en pdf: www.biblioteca.org.ar
MARÍA GUTIÉRREZ HERNANDO, 1ºBIE