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FE fe* 
* cdf 23 b ( cuando hay muchas dificultades, hay más gracia) 
fe/1 Cuando el honor de Dios o la utilidad del prójimo están en peligro, no debe contentarse el hombre con estar unido con 
su fe a la verdad divina, sino que debe confesarla exteriormente ( Sto.Tomás; Tex 2307). 
fe/2 En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época e enseña a los mismos a 
negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al 
enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué 
modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo: procuraban atraerlos a sí para que renegasen; pero, ellos, 
confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándolos, no quieren que parezca que se los aparta 
de Cristo (S.Agustín; Tex 2323). 
fe/3 Enhorabuena vuele lejos la paja de una fe superficial y ligera, en cuanto sienta el soplo de la prueba; tanto más 
limpio será así el momtón de trigo que se habrá de guardar en los graneros del Señor (Tertuliano;Tex 2324) 
fe/4 (crt n;4.2 -> fe y audacia) 
Este programa requiere pedir intensamente al Señor que nos aumente la fe, porque ésta es la victoria que vence al 
mundo, nuestra fe (Io.5,4). Puede ser que nos encontremos con un ambiente huidizo, indiferente u hostil ante Jesús que pasa. 
La fe nos empujará a insistir sin desmayos a no pararnos en lo que los hombres llaman obstáculos; a dar impulso optimista 
-divino y humano- a un mundo cansado y añoso; a llevar nuestro ambiente, y a no dejarnos arrastrar por la corriente de la 
prudencia carnal, que se refugia en mil rodeos, temerosa de hablar claramente de Jesucristo. No hay más dificultad para el 
apóstol que la propia flaqueza, las pasiones personales. Y a esto Jesús también ha puesto remedio con los Sacramentos, que nos 
colman de fuerzas. 
Llenaos de audacia, pues, para ofrecer a quienes os rodean la luz de la fe cristiana y la esperanza en unos bienes 
duraderos. Convenceos, hijos, de que éste es el ideal por el que vale la pena entregarse del todo (...). 
Estamos en la primera fila de esta batalla que termina, para cada uno, con la muerte aquí en la tierra. Quien nos ha 
precedido nos guía desde el Cielo: no nos echemos para atrás, que esto sería decaer en el afán y en las realidades de apostolado y 
de proselitismo. ¡Fe!: hombres y mujeres de fe necesita el mundo. Vamos adelante, hijas e hijos -con fe en Dios, que remueve 
las montañas; con esperanza inconmovible; con amor ardiente-, en la pelea maravillosa a la que el Señor nos ha llamado: en esta 
siembra de paz y de alegría. Considerad que quien no vibra así se expone a caer en la tibieza, en enfermedades mortales del alma 
(del P;c/Jun.76,14c, 15ab). 
fe/5 (sentido sobrenatural de la lucha: confianza en Dios) 
Se levantó Judas, apellidado Macabeo, a quien apoyaron sus hermanos y cuantos habían seguido a su padre, y 
combatían alegremente los combates de Israel (...). 
Llegaron hasta la subida de Betorón (las tropas de Serón,jefe del ejército de Siria), donde les salió al paso Judas con 
una pequeña tropa. Esta, viendo el ejército que venía contra ellos, dijo a Judas: "Cómo podremos nosotros, tan pocos, luchar 
contra tan poderosa muchedumbre, y menos estando, como estamos hoy, extenuados por el ayuno?". Pero Judas contestó: "Fácil 
cosa es entregar una muchedumbre en manos de pocos, que para el Dios del cielo no hay diferencia entre salvar con muchos o 
con pocos; y no está en la muchedumbre del ejército la victoria en la guerra: del cielo viene la fuerza (...). Dios los aplastará a 
nuestros ojos; no tengáis miedo de ellos (1 Macab.3,1.20 ss.). 
fe/6 (creer a y en Dios) 
Comentando este versículo (Sant.2,19), S.Beda enseña que una cosa es creer a Dios, otra creer en Dios, y otra creer 
tendiendo hacia Dios (credere in illum): "Creerle es creer que son verdaderas las cosas que dice. Creer en El es creer que es 
Dios. Creer tendiendo hacia El es amarle. Creer que es verdad lo que dice pueden hacerlo muchos, también los malos; creen que 
es verdad y no quieren practicarlo, porque son perezosos para obrar. Creer que El es Dios, también los demonios pudieron. Pero 
creer tendiendo hacia Dios, es propio de los que aman a Dios, que no son cristianos sólo por el nombre, sino también por las 
obras y por la vida. Porque sin amor la fe es inútil. Con amor, es la fe del cristiano; sin amor, la fe del demonio" (Nota UDEN-S. 
Beda). 
fe/7 (actuar sin timidez) 
¡Hay que moverse, hijos míos, hay que hacer! Con valor, con energía, y con alegría de vivir, porque el amor echa lejos 
de sí el temor (cfr. Io.4,18, con audacia, sin timideces (...). Tenéis que huir tanto de la actitud del intrépido que todo lo ve fácil, 
porque cree que le sobran energías, como del encogimiento del tímido, que todo lo ve con dificultad insuperable, porque cree 
que no tiene fuerzas (nP; c/060545, n.44; en 2MED,174) 
fe/8 (caminos desconocidos de la Providencia) 
Todos contamos también con la experiencia abundante de que, muy frecuentemente, los caminos de la Providencia 
divina -los que nos parecen favorables y los adversos- superan de tal modo nuestra inteligencia, que sólo un acto de fe rendida - 
¡sin ver ni entender!- tocamos lo que son: manifestaciones de un Amor que todo lo sabe y todo lo alcanza. Hijas e hijos míos, 
meditemos frecuentemente este punto esencial del cristianismo -inseparable del sentido de la filiación divina-, que nuestro 
queridísimo Padre encarnó de un modo impresionante, y que le empujaba a repetir ante cualquier acontecimiento humanamente 
duro: omnia in bonum!, y también: ¡Dios sabe más! 
Todo es para bien, porque todo está en las manos de quien todo lo domina y nos ama con inmensa ternura. Meditad y 
convenceos de que, como precisa S.Pablo, esto se cumple en los que de veras aman a Dios: diligentibus Deum, omnia 
cooperantur in bonum!. La fe no nos conduce a la pasividad de un providencialismo irresponsable; nos anima, por el contrario, a 
luchar con perseverancia por corresponder al Amor con nuestro amor: sólo el pecado, que depende de nuestra libertad, es lo que, 
en sí mismo, no coopera a nuestro bien. Pero, Dios se nos muestra tan grande, tan Padre, -¡un Dios que perdona!-, que sale 
siempre a nuestro encuentro como el padre del hijo pródigo y, si somos humildes y sinceros, si reconocemos nuestras culpas y 
nos dejamos abrazar por la misericordia divina, el Señor saca grandes bienes de nuestras mismas miserias, a través de la 
penitencia (P-A;cdf,sep91ce).
fe/9 (una aspiración:Jto en la cumbre) 
Como también decía tantas veces nuestro Padre, "es cuestión de fe". Por eso, quisiera que ahora examináramos si 
profesamos esa fe grande que nos empuja a comprender con profundidad que de la santidad personal -de la tuya, de la mía-dependen 
muchas cosas grandes. Hija mía, hijo mío, pregúntate: ¿veo almas en mi trabajo?; ¿me doy cuenta de la 
transcendencia que tienen las cosas pequeñas hechas por amor?; ¿me desanimo cuando no logro los resultados que esperaba en 
la labor apostólica? ; ¿me impulsa de veras la fe a ser fuerte ante las dificultades?; ¿soy optimista, o me dejo abatir por las 
contrariedades o los estados de ánimo? Hijas e hijos míos, "que entreguemos plenamente nuestras vidas al Señor Dios Nuestro, 
trabajando con perfección, cada uno en su tarea profesional y en su estado, sin olvidar que debemos tener una sola aspiración, en 
todas nuestras obras: poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres, y así contribuiremos a que la luz y la 
vida de Jesucristo sean gracia, paz y amor para la humanidad entera" <nP;c/151048,41> (P-A;cdf mar91 k). 
fe/10 (no jugar con la fe) 
Nosotros nos negamos a jugar con la fe. Roguemos a diario a Nuestro Señor: adauge nobis fidem!: aumentanos la fe; y 
la esperanza y el amor: la vida sobrenatural (...). Fijaos en que, a la debilitación de la fe, acompaña una desorientación de la 
conciencia. Se llega hasta el extremo de considerar, con categoría de fenómenos positivos, sucesos que no admiten más 
explicación que la caída de la criatura, por flojedad en la lucha (nP;c/feb74,21a). 
fe/11 (disociación fe-moral) 
(Existe una) grave y nociva dicotomía: la que se produce entre fe y moral (n.88 a). 
Esta separación constituye una de las preocupaciones pastorales más agudas de la Iglesia en el presente proceso de 
secularismo, en el cual muchos hombres piensan y viven «como si Dios no existiera». Nos encontramos ante una mentalidad que 
abarca -a menudo de manera profunda, vasta y capilar- las actitudes y los comportamientos de los mismos cristianos, cuya fe se 
debilita y pierde la propia originalidad de nuevo criterio de interpretación y actuación para la existencia personal, familiar y 
social. En realidad, los criterios de juicio y de elección seguidos por los mismos creyentes se presentan frecuentemente -en el 
contexto de una cultura ampliamente descristianizada- como extraños e incluso contrapuestos a los del Evangelio (n.88 b). 
Es, pues, urgente que los cristianos descubran la novedad de su fe y su fuerza de juicio ante las cultura dominante e 
invadiente (n.88 c). 
Urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de 
proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria 
viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida. Pero, una palabra no es acogida auténticamente si no se 
traduce en hechos, si no es puesta en práctica. La fe es una decisión que afecta a toda la existencia; es encuentro, diálogo, 
comunión de amor y de vida del creyente con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf.Io.14,6). Implica un acto de confianza y 
abandono en Cristo, y nos ayuda a vivir como El vivió (cf.Gal.2,20), o sea, en el mayor amor a Dios y a los hermanos (n.88 c). 
La fe tiene también un contenido moral: suscita y exige un compromiso coherente de vida (n.88 d) (JPII; vs, n.88). 
fe/12 La fe no es posible sin un doble auxilio, dos cosas diversas, pero convergentes: la gracia -la fe es una gracia- y la 
asistencia del Magisterio de la Iglesia -Papa y obispos- establecido por Cristo y asistido por el Espíritu Santo (Pablo VI; 
Alocución 301166). 
fe/13Al adherirnos a la fe que la Iglesia nos propone, nos ponemos en comunicación directa con los Apóstoles, a quienes 
queremos recordar; y mediante ellos, con Jesucristo, nuestro primero y único Maestro (Pablo VI; Alocución 010367). 
fe/14 (fe y libertad) 
El acto con el que uno confía en Dios siempre ha sido considerado por la Iglesia como un momento de elección fundamental, 
en la cual está implicada toda la persona. Inteligencia y voluntad desarrollan al máximo su naturaleza espiritual para permitir que el 
sujeto cumpla un acto en el cual la libertad personal se vive de modo pleno.(15) En la fe, pues, la libertad no sólo está presente, sino 
que es necesaria. Más aún, la fe es la que permite a cada uno expresar mejor la propia libertad. Dicho con otras palabras, la libertad 
no se realiza en las opciones contra Dios. En efecto, ¿cómo podría considerarse un uso auténtico de la libertad la negación a abrirse 
hacia lo que permite la realización de sí mismo? La persona al creer lleva a cabo el acto más significativo de la propia existencia; en 
él, en efecto, la libertad alcanza la certeza de la verdad y decide vivir en la misma (JPII; FR, 13b).
FE [Volver al INDICE] 
Citas de la Sagrada Escritura 
Sin fe es imposible agradar a Dios [...]. Heb 11, 6. 
El que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere será condenado. Mc 16, 16. 
Este es su mandato: que creamos en el nombre dc SU Hijo Jesucristo. I Jn 3, 23. 
A todo el que me reconociera delante de los hombres, yo también le reconoceré delante de mi Padre que está en los 
cielos; y a quien me negare delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre. Mt 10, 32-33. 
Tales hombres no tienen disculpa, porque habiendo conocido a Dios [...] devanearon en sus discursos, y quedó su 
insensato corazón lleno de tinieblas [...]. Rom 1, 21. 
Aquellos que, pagados de sí 22, 1-8. mismos, blasfemando, no temen sembrar herejías [...], han dejado el camino recto 
[...]. Estos tales son fuentes sin aguas y nubes agita das por los vientos, para los cuales está reservado el abismo de las tinieblas. 
2 Pdr 2.10.15.17. 
No hay otro Evangelio, pero hay algunos que os traen alborotados y quieren trastornar el Evangelio de Cristo, pero [...] 
cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema. Cal 1, 7 y 9. 
La idolatría, consecuencia del pecado de soberbia: Rom 1, 23. 
En los últimos días sobrevendrán tiempos peligrosos, se levantarán hombres amadores de sí mismos [...]; éstos resisten 
a la verdad, hombres de corazón corrompido, réprobos en la fe. 2 Tim 3, 1-8. 
Testimonio de fe de Eleazar: 2 Mac 6, 1 8-3 1. 
Fe de Abrahan: Cen 15, 1-8; 
Fe de la viuda de Sarepta: I Re 17, 10-16. 
Testimonio de los mártires de Sebaste: 2 Mac 7, 2-41. 
(Fe de una mujer cananea): Entonces le dijo Jesús: Mujer, grande es tu fe [...]. Mt 15, 28. 
(Fe de una mujer que padecía flujo de sangre): Jesús se volvió y, al verla, le dijo: Animo, hija, tu fe te ha sanado. Mt 9, 
22. 
(Fe de los amigos de un paralitico): Viendo Jesús la fe de ellos (de los amigos), dijo al paralítico: Tus pecados te son 
perdonados [...]. Mt 9, 2; Lc 5, 20. 
(Fe de un centurión): Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose a la muchedumbre que le seguía, dijo: En 
verdad, os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande. Lc 7, 9. 
Dijéronle los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza diríais a 
este sicomoro: «Arráncate y échate al mar», y os obedeceria. Lc 17, 5-ó. 
(...A los discípulos). No habéis podido echarlo (al demonio) por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe 
como un grano de mostaza, diréis a este monte [...] y nada os será imposible. Mt 17, 20. 
(A dos ciegos). Entonces les tocó los ojos diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe. Mt 9, 29. 
SELECCIÓN DE TEXTOS 
Origen sobrenatural de la fe 
2255 No es la sabiduría terrena quien descubre esta fe, ni la opinion humana quien puede conseguirla: el mismo Hijo 
único es quien la ha enseñado y el Espiritu Santo quien la instruye (SAN LEÓN M AGNO, Sermón 75 de Pentecostés). 
2256 Dios es luz sobrenatural de los ojos del alma y sin ella está en tinieblas (SAN JUAN DELA CRUZ Cántico 
espiritual, 10, 8). 
2257 El verdadero y auténtico católico es el que ama la verdad de Dios y de la Iglesia, Cuerpo de Cristo; aquel que no 
antepone nada a la religión divina y a la fe católica: ni la autoridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni la elocuencia, ni la 
filosofía; sino que, desprendiendo todas estas cosas y permaneciendo sólidamente firme en la fe, está dispuesto a admitir y a 
creer solamente lo que la Iglesia siempre y universalmente ha creído (SAN V1CENTE DE LERINS, Conmonitorio, 20). 
2258 ...Si un experto afirmase algo dentro de su competencia, y un ignorante dijese que no era como enseñaba el 
experto porque él no le entendía, sería considerado bastante estúpido el ignorante. Pero es sabido que el entendimiento de un 
ángel supera al entendimiento del mejor filósofo más que el de éste al de un ignorante. Por tanto es estúpido el filósofo que no 
quiera creer lo que afirman los ángeles; mucho más si no quiere creer lo que dice Dios (SANTO ToMAs, Sobre el Credo, 1. c., 
p. 32). 
2259 Nadie debe dudar acerca de la fe, sino creer las cosas de la fe más que las que puede ver, porque la vista del 
hombre puede engañarse, pero la sabiduría de Dios jamás se equivoca (SANTO TOMAS, Sobre el Credo, 1. c., p. 34). 
2260 Nuestro conocimiento es tan débil que ningún filósofo pudo jamás investigar totalmente la naturaleza de una 
mosca, y así se cuenta que un filósofo vivió treinta años en soledad tratando de conocer la naturaleza de la abeja. Si nuestro 
entendimiento es tan débil, ¿no es necedad empeñarse en creer de Dios tan sólo lo que el hombre puede averiguar por sí mismo? 
(SANTO TOM¡S, Sobre el Credo, 1. c.,p. 32). 
2261 Mi madre me decía cuando era ya mayor: De pequeño estuviste muy malo; tuve que llevarte de un médico a otro 
y velar noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo habría yo podido decir: Madre, no te creo? Pero sí que creo, creo lo que me dices, 
mas te creo especialmente a ti. Y así ocurre con la fe. No se trata sólo de creer lo que Dios ha revelado, sino a El, que merece 
nuestra fe, que nos ha amado tanto y tanto ha hecho por nuestro amor (JUAN PABLO I, Aloc. 13-IX-1978). 
2262 (La fe en Dios comporta tres dimensiones que S. Agustín enunció con esta expresión): «credere Deo, credere 
Deum, credere in Deum», creer en Dios, creer a Diosóaceptar todo lo que El ha reveladoóy creer a Dios (SAN AGUSTIN, 
Sermón 144). 
2263 La fe nos da y nos comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe; pero no por eso no nos lo da en la 
verdad. El que da un vaso de oro plateado, no porque el vaso esté plateado deja de ser de oro (SAN JUAN DE LA CRUZ, 
Cántico espiritual, 12, 4). 
2264 Si uno no quisiera creer más que lo que conoce, ni siquiera podría vivir en este mundo. ¿Cómo podría vivir sin 
crcer a alguien? ¿Cómo creeria, por ejemplo, que fulano es su padre? Por consiguiente, es necesario que el hombre crea a
alguien acerca de las cosas que no puede saber totalmente por si solo. Pero a nadie hay que creer como a Dios; por tanto, los que 
no creen las enseñanzas de la fe no son sabios, sino estúpidos y soberbios, como dice el Apóstol: Soberbio es, nada sabe (I Tim 
6, 4) (SANTO TOM¡S, Sobre el Credo, 1. c., p. 33). 
Propiedades de la fe 
2265 Abrazar la fe cristiana es comprometerse a continuar entre las criaturas la misión de Jesús (J. ESCRIVA DE 
BALAGUER, Es Cristo que pasa, 183). 
2266 Gran apoyo es la fe integra, la fe verdadera, en la cual na- da puede ser añadido o quitado por nadie; porque la fe, 
si no es única, no existe en modo alguno (SAN LEÓN, Sermón 24, en la Natividad del Señor). 
2267 Por diversos que sean los lugares, los miembros de la Iglesia profesan una misma y única fe, la que fue 
transmitida por los Apóstoles a sus discípulos (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10). 
2268 Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación. Dichosos los que sin ver han creído. En esta 
sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros, que le guardamos en nuestra mente sin haberle visto corporalmente. 
Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque el que cree de verdad es el que obra según su fe 
(SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.). 
2269 ¿Te persuades de cómo ha de ser nuestra fe? Humilde. ¿Quién eres tú, quién soy yo, para merecer esta llamada de 
Cristo? ¿Quiénes somos, para estar tan cerca de El? Como a aquella pobre mujer entre la muchedumbre, nos ha of recido una 
ocasión. Y no para tocar un poquito de su vestido, o un momento el extremo de su manto, la orla. Lo tenemos a El. Se nos 
entrega totalmente, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Lo comemos cada día, hablamos 
íntimamente con El, como se habla con el padre, como se habla con el Amor (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 
199). 
2270 La fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes 
(SAN AGUSTiN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297). 
Frutos de la fe 
2271 La fe es la escalera que lleva al conocimiento; el conocimiento es el premio de la fe (SAN AGUSTIN, Sermón 
126). 
2272 La fe nos proporciona cuatro bienes: 
1.¡ por la fe el alma se une a Dios [...]. 
2. ¡ por la fe se incoa en nosotros la vida eterna; pues la vida eterna no es otra cosa que conocimiento de Dios [...]. 3. 
¡ La fe dirige la vida presente [...]. 
4.¡ Con la fe vencemos las tentaciones.(SANTO TOMAS, Sobre el Credo, 1. c., pp. 29-31). 
2273 Unicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede 
la experiencia y el conocimiento natural (SAN M¡XIMO, Centuria 1, 8). 
2274 Es imposible penetrar en el conocimiento de las Escrituras si no se tiene previamente infundida en sí la fe en 
Cristo, la cual es como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura. En efecto, mientras vivimos en el destierro lejos del 
Señor, la fe es el fundamento estable, la luz directora y la puerta de entrada de toda iluminación sobrenatural (SAN 
BUENAVENTURA, Breviloquio, prólogo). 
2275 La fe, si es fuerte, defiende toda la casa (SAN AMBROSIO, Coment. sobre el Salmo 18, 12, 13). 
2276 ...Ningún filósofo antes de la venida de Cristo, aun con todo su esfuerzo, pudo saber acerca de Dios y de las cosas 
necesarias para la vida eterna lo que después de su venida sabe cualquier viejecilla por medio de la fe (SANTO ToMAs, Sobre 
el Credo, 1. c., p. 31). 
2277 El primer beneficio de los que creen consiste en recibir del Espiritu Santo el perdón de los pecados (SAN 
AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña, 11). 
2278 La fe se asemeja a una antorcha, porque por ella se ilumina la marcha del hombre interior (SAN REMIGIO, en 
Catena Aurea, val. I, p. 390). 
El «depositum fidei» (contenido de la fe). Errores doctrinales 
2279 Pero, ¿qué es un depósito? El depósito es lo que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo 
has excogitado con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está reservado para un uso 
privado, sino que pertenece a una tradición pública. No salió de ti, sino que a ti vino: a su respecto tú no puedes comportarte 
como si fueras su autor, sino como su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado, sino que eres su discípulo; no te 
corresponderá dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo. Guarda el depósito, dice; es decir, conserva inviolado y sin mancha el 
talento de la fe católica. Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a ti y transmitir. Has recibido oro; devuelve, 
pues, oro. No puedo admitir que sustituyas una cosa por otra. No, tú no puedes desvergonzadamente sustituir el oro por plomo, o 
tratar de engañar dando bronce en lugar de metal precioso. Quiero oro puro, y no algo que sólo tenga su apariencia (SAN 
VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 22). 
2280 Y ni el que posee dotes oratorias, entre los que presiden las Iglesias, enseñará algo diverso a lo que hemos dicho 
(ya que nadie está por encima de su maestro), ni el que está privado de esas dotes aminorará por ello el contenido de la tradición. 
En efecto, siendo la fe única e idéntica para todos, ni la amplia el que es capaz de hablar mucho sobre ella, ni la aminora el que 
no es capaz de tanto (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10). 
2281 Que la religión de las almas imite el modo de desarrollarse los cuerpos, cuyos elementos, aunque con el paso de 
los años se desenvuelven y crecen, sin embargo permanecen siendo siempre ellos mismos. Hay gran diferencia entre la flor de la 
infancia y la madurez de la ancianidad; no obstante, quienes ahora son viejos son los mismos que fueron adolescentes. El 
aspecto y el porte de un individuo camblará, pero se tratará siempre de la misma naturaleza y de la misma persona (SAN 
VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 29). 
2282 Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es entonces posible en la Iglesia de Cristo?Ciertamente que 
debe haber progreso, ¡y grandisimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? 
Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso por la fe, no de modificación.Es característica del progreso el que 
una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a si misma; es propio, en cambio, de la modificación que una cosa se
transforme en otra.Asi pues, crezcan y progresen de todas las maneras posibles la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, 
tanto de la colectividad como del individuo, de toda la Iglesia, según las edades y los siglos; con tal de que eso suceda 
exactamente según su naturaleza peculiar, en el mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación (SAN 
VICENTE DE LERINS, Conm. Conmonitorio, n. 27). 
2283 Siempre resultará provechoso csiorzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe 
de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. 
En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya 
no merece el nombre de tal (SAN ATANASIO, Carta I a Serapión, 28-30). 
2284 Los católicos han tenido siempre la costumbre, y la tienen todavía, de determinar la verdadera fe de dos maneras: 
con la autoridad de la Escritura divina y con la tradición de la Iglesia católica. No porque la Escritura, por si sola, no sea 
suficiente en todos los casos, sino porque muchos,interpretando a su capricho las palabras divinas, acaban por inventar una 
cantidad increíble de doctrinas erróneas. Por este motivo es necesario que la exégesis de la Escritura divina vaya guiada por la 
única regla del sentir católico, especialmente en las cuestiones que tocan los fundamentos de todo el dogma católico (SAN 
VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 29). 
2285 Velad, pues, hermanos, y conservad cuidadosamente la tradición que ahora recibís y grabadla en el interior de 
vuestro corazón. 
Poned todo cuidado, no sea que el enemigo, encontrando a alguno de vosotros desprevenido y remiso, le robe este 
tesoro, o bien se presente algún hereje que, con sus errores, contamine la verdad que os hemos entregado. Recibir la fe es como 
poner en el banco el dinero que os hemos entregado; Dios os pedirá cuenta de este depósito (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, 
Catequesis 5, sobre la fe y el símbolo). 
2286 Lo que todos, o al menos la mayoría, han afirmado claramente, a modo de concilio de maestros perfectamente 
unánimes, y que han confirmado al aceptarlo, conservarlo y transmitirlo, eso es lo que debe ser mantenido como indudable, 
cierto y verdadero. Al contrario, todo lo que fuera de la doctrina común, e incluso contra ella, haya pensado uno solo, aunque 
sea un santo y un docto, un obispo, un confesor, un mártir, debe ser relegado entre las opiniones personales, no oficiales, 
privadas, que no tienen la autoridad de la opinión común pública y general; no nos suceda, con sumo peligro para nuestra 
salvación eterna, que abandonemos la antigua verdad de la doctrina católica para seguir el error nuevo de un solo individuo, 
según la sacrílega costumbre de los herejes y cismáticos (SAN VICENTE DE LERINS,conmonitorio, n. 27). 
2287 Es legitimo que los antiguos dogmas de la filosofía celestial, al correr de los siglos, se afinen, se limen, se pulan; 
pero seria impío cambiarlos, desfigurarlos, mutilarlos. Adquieran, al contrario, mayor evidencia, claridad, precisión; pero es 
necesario que conserven siempre su plenitud, integridad, propiedad (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 23). 
2288 La Iglesia, habiendo recibido esta predicación y esta fe, aunque esparcida por todo el mundo, la guarda con 
diligencia, como si todos sus hijos habitaran en una misma casa; y toda ella crce estas mismas verdades como quien predica, las 
enseña y las transmite como quien tiene una sola boca. Porque si bien en el mundo hay diversidad de lenguajes, el contenido de 
la tradición es uno e idéntico para todos. 
Y lo mismo creen y transmiten las Iglesias fundadas en Germania, así como las de los iberos, las de los celtas, las del 
Oriente, las de Egipto, las de Libia y las que se hallan en el centro del mundo; pues, del mismo modo que el sol, creatura de 
Dios, es uno e idéntico en todo el mundo, así también la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los 
hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10). 
2289 [...] las verdades de fe y de moral no se determinan por mayoria de votos: componen el depósitoódeposita». fideió 
entregado por Cristo a todos los fieles y confiado, en su exposición y enseñanza autorizada, al Magisterio de la Iglesia (J. 
ESCRIVA DE BALAGUER, Hom. El fin sobrernatural de la Iglesia, 28-V-1972). 
2290 Todo lo que halle que, no por uno o dos solamente, sino por todos juntos de pleno acuerdo, haya sido mantenido, 
escrito y enseñado abiertamente, frecuente y constantemente, sepa que él también lo puede creer sin vacilación alguna (SAN 
VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 3). 
2291 Así, pues, el sábado próximo, en que celebraremos la vigilia, si Dios quiere, habréis de dar no la oración (el 
Padrenuestro), sino el símbolo (el Credo): porque si ahora no lo aprendéis de memoria, después, en la iglesia, no se lo habéis de 
oir todos los dias al pueblo. Y, en aprendiéndole bien, decidle a diario para que no se os olvide; al levantaros de la cama, al ir a 
dormiros, dad vuestro símbolo, dádselo a Dios, procurando hacer memoria de ello, y sin pereza de repetirlo. Es cosa buena 
repetir, para no olvidar. No digáis: «Ya lo dije ayer, y lo digo hoy, y a diario lo digo: téngale bien grabado en la memoria». Sea 
para ti como un recordatorio de tu fe y un espejo donde te mires. Mírate, pues, en él: examina si continúas creyendo todas las 
verdades que de palabra dices creer y regocíjate a diario en tu fe. Sean ellas tu riqueza: sean a modo de vestidos para el aderezo 
de tu alma (SAN AGUSTIN, Sermón 58). 
Poder de la fe 
2292 Un poco de fe puede mucho (SAN JUAN CR[SÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 269). 
2293 Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, por- que después seremos capaces de remover los montes. Y 
hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 
203). 
2294 No solamente hombres, sino también mujeres, niños pequeños y muchachas han combatido por ella (por la fe) en 
todas las partes del mundo hasta derramar su sangre. Esta fe ha puesto en fuga a los demonios, desterrado las enfermedades, 
resucitado a los muertos (SAN LEÓN MAGNO, Sobre la Ascensión del Señor). 
2295 Si tuvierais fe [...1, diréis a este árbol: Arráncate de raíz y trasplántate en el mar, y os obedecerá (Lc 17). Si los 
Apóstoles no llegaron a trasladar ningún árbol, no los acuséis; porque no dijo: trasladaréis, sino podréis trasladar; pero no lo 
hicieron porque no era necesario, habiendo hecho cosas de mayor importancia (SAN JUAN CRISÓSTOMO en Catena Aurea, 
val. Vl, p. 269). 
2296 Les invita a la fe con la parábola del grano de mostaza; y les hace ver que, de todos modos, se propagará la 
predicación del Evangelio. Es necesaria la fe para comprender esto: los más pequeños, los más débiles entre los hombres eran
los discípulos del Señor; pero como habia en ellos una eficacia divina grandiosa, esa fuerza se desplegó y se difundió por todo el 
mundo. Con esto quiso dar el Señor una prueba de su grandeza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 46). 
2297 Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados (Mc 2, 1 ss.). Es 
digno de consideración cuánto debe valer para Dios la fe propia de cada uno, cuando vale tanto la ajena que por ella se levanta 
un hombre curado de repente interior y exteriormente, y por el mérito de unos se perdonan a otros sus pecados (SAN BEDA, en 
Catena Aurea, val. IV, p. 51). 
2298 «Si habueritis fidem, sicut granum sinapis!»ó¡Si tuvierais fe tan grande como un granito de mostaza!...ó¡Qué 
promesas encierra esa exclamación del Maestro! (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 585). 
Seguridad de la fe 
2299 Aquí, en Roma, hubo un gran poeta, Trilussa, que trató también él de hablar de la fe. En cierta poesía suya dejó 
dicho: «aquella viejecita ciega, que encontré / la tarde que me perdí en medio del bosque / me dijo: Si el camino no lo sabes / te 
acompaño yo, que lo conozco. / Si tienes el valor de acompañarme, / de vez en cuando te daré una voz: hasta allá en el fondo, 
donde hay un ciprés; / hasta allá en la cima, donde hay una cruz.Yo respondí: Bueno... pero encuentro extraño / pueda guiarme 
quien no ve... / La ciega, entonces, me cogió la mano / y suspiró:óCaminaó. Era la fe». Como poesía, graciosa; como teología, 
defectuosa. Defectuosa, porque cuando se trata de la fe, el gran conductor es Dios (JUAN PABLO I, A loc. l 3 -IX- 1978). 
2300 Nada es demasiado difícil de creer acerca de Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer (CARD. J. H. 
NEWMAN, Sermón sobre Dom. IV después de Epifonia óCat. S. Chand 1848). 
2301 ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Si hubieran tenido una idea clara de su omnipotencia habrían estado 
seguros de que El podía sacarlos del peligro. Pero como lo veían dormido en la barca, no pudieron crcer que estaban a salvo, no 
comprendieron que El, despierto o dormido, era omnipotente.Esta idea es muy importante para nosotros hoy, porque será un 
medio de sostener nuestra fe. ¿Por qué creéis todos los hechos extraños y maravillosos recogidos en la Escritura? Porque Dios es 
omnipotente y puede hacerlos. ¿Por qué creéis que una Virgen concibió y dio a luz un Hijo? Porque es un acto de Dios y El 
puede hacer cualquier cosa. Como el Angel Gabriel dijo a la Santísima Virgen: Nada es imposible para Dios. (CARD. J. H. 
NEWMAN, Sermón sobre el Dom. l V después de Epifania). 
2302 No seré reacio, no dudaré, porque creo en aquello que aleja toda duda. Todos los actos de poder divino caen 
dentro y son ejemplo de este atributo universal en el cual yo creo: la omnipotencia. Si Dios puede hacerlo todo, puede hacer 
esto. Puede hacer mucho más que esto. Por más maravilloso que esto o aquello pueda ser para nuestras limitadas inteligencias, si 
conociéramos todo, veríamos que esto, sea lo que fuere, es solamente una cosa entre muchas (CARD. J. H. NEWMAN Sermón 
sobre el Dom. I V después de Epifunia). 
2303No quieras que te llene nada que no sea Dios. No desees gustos de Dios. No desees tampoco entender de Dios más 
de lo que debes entender.La fe y el amor serán los lazarillos que te llevarán a Dios por donde tú no sabos ir. 
La fe son los pies que llevan a Dios al alma.El amor es el orientador que la encamina (SAN JUAN DE LA CRUZ, 
Cántico espiritual, 1, 11). 
2304 Esa certeza que nos da la fe hace que miremos lo que nos rodea con una luz nueva, y que, permaneciendo todo 
igual, advirtamos que todo es distinto, porque todo es expresión del amor de Dios (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que 
pasa, 144). 
2305 No somos sólo náufragos a los que Dios ha prometido salvar, sino que esa salvación obra ya en nosotros. Nuestro 
trato con Dios no es el de un ciego que ansía la luz pero que gime entre las angustias de la obscuridad, sino el de un hijo que se 
sabe amado por su Padre (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 142). 
2306 En esto consiste, en efecto, la fuerza de los espíritus verdaderamente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe 
en las almas verdaderamente fieles; creer sin vacilación lo que no ven nuestros ojos, tener fijo el deseo en lo que no puede 
alcanzar nuestra mirada. ¿Cómo podría nacer esta piedad en nuestros corazones, o cómo podríamos ser justificados por la fe, si 
nuestra salvación consistiera tan sólo en lo que nos es dado ver? (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 2, sobre la Ascensión). 
Deber de confesar externamente la fe 
2307 Cuando el honor de Dios o la utilidad del prójimo están en peligro, no debe contentarse el hombre con estar unido 
con su fe a la verdad divina, sino que debe confesarla exteriormente (SANTO TOM¡S Suma Teológica, 2-2, q. 3, a. 2 ad l). 
2308 Alégrate cada día de tu fe. Sus articulos sean tus riquezas, y como los vestidos de cada día para tu alma. Cuando 
te levantas, ¿no te vistes? Asi también, recordando el Credo, viste tu alma, para que el olvido no te desabrigue y quedes 
desnudo. Hemos de vestirnos con nuestra fe (SAN AGUSTIN, Sermón 58). 
2309 No sólo niega a Cristo quien dice que no existe, sino también quien niega su condición de cristiano (RABANO 
MAURO, en Catena,4urea, val. III, p. 340). 
2310 No se contenta el Señor con una fe interna, sino que pide una confesión exterior de ella, urgiéndonos a una mayor 
confianza y a un mayor amor (SAN JUAN CRiSÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 35). 
2311 Si hubiese sido Jesucristo un puro hombre, ¿cómo se hubiera podido pensar que habían de preferirle los padres a 
sus hijos, los hijos a sus padres, los maridos a sus mujeres, y no en una casa o en ciento, sino en todo el mundo? Y no sólo lo 
predijo, sino que se ha cumplido con hechos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 118). 
2312 El Señor pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de El, y su respuesta concuerda en cuanto que 
expresa la desorientación de la ignorancia de los hombres. Pero tan pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción 
que ellos tienen, el primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 
4). 
Pecados contra la fe 
2313 No tienen fe.óPero tienen supersticiones. Risa y vergüenza nos dio aquel poderoso que perdía su tranquilidad al 
oír una determinada palabra, de suyo indiferente e inofensiva óque era, para él, de mal agüeroóo al ver girar la silla sobre una 
pata (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Camino, n. 587).
2314 (La infidelidad es el mayor de los pecados, ya que es) lo que más aleja de Dios, porque priva hasta de su 
verdadero conocimiento, y el conocimiento falso de Dios no acerca, sino que aleja al hombre de él (SANTO TOM¡S, Suma 
Teológica, 2-2, q. 10, a. 4). 
2315 (La apostasía es un pecado de infidelidad que) nace de la soberbia, por la que el hombre no se somete a las reglas 
de la fe (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2, q. 10, a. 1). 
Los que le niegan son primeramente los que pospusieron la 2316 fe por temor a una inminente persecución, y después 
los doctores de la herejía y sus discípulos (SAN CIRILO en Catena Aurea, val. Vl, p. 70). 
2317 [...] y les tributaron honores divinos y culto: tales son los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas. A éstos 
les ocurrió lo que a uno que va a la curia regia, y queriendo ver al rey piensa que es el monarca todo lo que encuentra bien 
vestido o con cargo (SANTO TOMAS, Sobre el Credo, 1. c., p. 36). 
2318 Debemos considerar en todas las señales que fueron dadas tanto al nacer como al morir el Señor, cuánta debió ser 
la dureza de corazón de algunos judíos, que no llegaron a conocerle ni por el don de profecía, ni por los milagros. Todos los 
elementos han dado testimonio de que ha venido su Autor. Porque, en cierto modo, los cielos le reconocieron como Dios, pues 
inmediatamente que nació lo manifestaron por medio de una estrella. El mar le reconoció sosteniéndole en sus olas; la tierra le 
conoció porque se estremeció al ocurrir su muerte; el sol le conoció ocultando a la hora de su muerte el resplandor de sus rayos; 
los peñascos y los muros le conocieron porque al tiempo de su muerte se rompieron; el infierno le reconoció restituyendo a los 
muertos que conservaba en su poder. Y al que habian reconocido como Dios todos los elementos insensibles, no le quisieron 
reconocer los corazones de los judíos infieles y más duros que los mismos peñascos (SAN GREGORIO, Hom. 10 sobre los 
Evang.). 
2319 La infidelidad nace de la soberbia, por la cual el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las 
enseñanzas de los Padres (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2,q. IO,a. 1). 
2320 No es pequeña acusación contra los judíos el hecho de que estos ciegos, sin ojos, por sólo el oído, reciban la fe; 
mientras aquellos que contemplaban los milagros de Jesús y tenian por testigos de sus hechos no menos que sus propios ojos, 
hacían todo lo contrario (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 82). 
2321 Si se cede en cualquier punto del dogma católico, después será necesario ceder en otro, y después en otro más, y 
así hasta que tales abdicaciones se conviertan en algo normal y licito. Y una vez que se ha metido la mano para rechazar el 
dogma pedazo a pedazo, ¿qué sucederá al final, sino repudiarlo en su totalidad? (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 
n. 23). 
2322 De la misma manera que la luz presente está ausente a los ciegos y a los que cierran los ojos, así el reino de Dios, 
aunque nunca se ausenta de la tierra, está sin embargo ausente a quienes lo ignoran (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la 
Montaña, 2, 20). 
Fe y dificultades 
2323 En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar 
a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al 
enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué 
modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo: procuraban atraerlos a sí para que renegasen; pero ellos, 
confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándolos, no quieren que parezca que se los aparta 
de Cristo (SAN AGUST;N, Coment. sobre el Salmo 39). 
2324 Enhorabuena vuele lejos la paja de una fe superficial y li- gera, en cuanto sienta el soplo de la prueba; tanto más 
limpio será así el montón de trigo que se habrá de guardar en los graneros del Señor (TERTULIANO, De praescriptione 
haereticoram, 3). 
2325 Amenazas, lisonjas, esperanza de vida, temor a la muerte, guardias, corte, emperador, autoridades, no sirvieron de 
nada: hombres y demonios fueron impotentes ante ellos. Su tenaz firmeza en la fe recibida los hizo dignos, a los ojos del Señor, 
de una gran recompensa. Por medio de ellos, El quiso levantar las Iglesias postradas, volver a infundir nueva vida a las 
comunidades cristianas agotadas, restituir a los sacerdotes las coronas caídas. (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 
5). 
2326 Como ciego que oye las pisadas de Cristo que pasa [...], cuando haya comenzado a realizar estos pasos (que me 
acercan a Cristo), mis parientes, vecinos y amigos comenzarán a bullir. LOS que aman el siglo se me ponen enfrente. ¿Te has 
vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería, esto es una locura. Y cosas 
tales clama la turba para que no clamemos los ciegos (SAN AGUSTIN, Sermón 88). 
2327 Hay personas muy sensibles a las dificultades de la religión; yo soy también sensible a ellas como cualquiera; 
pero nunca he podido ver la conexión entre percibir estas dificultades, por vivas que sean y mucho que se multipliquen, y la 
duda, por otra parte, sobre las doctrinas a que van inherentes. A mi entender, diez mil dificultades no hacen una duda; dificultad 
y duda son cantidades inconmensurables (CARD. J. H. NEWMAN, Apología «pro vita sua», p. 187). 
2328 Esta fe, aumentada por la ascensión del Señor y fortalecida con el don del Espíritu Santo, ya no se amilana por las 
cadenas, la cárcel, el destierro, el hambre, el fuego, las fieras ni los refinados tormentos de los crueles perseguidores. Hombres y 
mujeres, niños y frágiles doncellas han luchado, en todo el mundo, por esta fe, hasta derramar su sangre (SAN LEÓN MACNO, 
Sermón 2 sobre la Ascensión). 
2329 He aquí lo que es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Agustín contó el itinerario de su fe. 
Especialmente en las últimas semanas fue terrible; leyéndole se siente su alma como estremecerse y retorcerse en conflictos 
interiores.Aquí Dios que le llama e insiste; y allí, las antiguas costumbres. «Viejas amigas óescribeó me tiraban dulcemente de 
mi vestido de carne y me decían: Agustín, ¿cómo?, ¿nos abandonas? Mira que no podrás ya hacer esto, no podrás ya hacer 
aquello otro, ¡y para siempre!». ¡Difícil! «Me encontrabaódiceóen el estado de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: 
Fuera, Agustín, levántate. Yo, a mi vez, decía: Sí, pero más tarde, todavía un poquito. Finalmente, el Señor me dio un empujón, 
me echó fuera».
Así, pues, no hay que decir: Sí, pero...; sí, pero más tarde. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Ahora mismo! Esto es la fe. 
Responder con generosidad al Señor. Pero ¿quién dice este sí? Quien es humilde y se fía completamente de Dios (JUAN 
PABLO 1, Aloc. 13-IX-1978). 
2330 Aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su Maestro curó las heridas de nuestra 
incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que al ser él 
inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe. De este modo, en 
efecto, aquel discípulo que dudó y palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección (SAN GREGORIO MAGNO, 
Hom. 26 sobre los Evang.). 
2331 Sabéis que la verdadera religión ha de estar llena de misteríos, y por esta razón se aplica al catolicismo más que a 
cualquier profesión o grupo de hombres en general el proverbio que dice que un necio puede hacer cien preguntas que un 
hombre sensato no puede contestar (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón en la inauguración del Seminario de S. Bernardo, 3-X- 
1873). 
2332 Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mien- tras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué 
felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo (SAN CIPRIANO, Carta 58). 
Fe y milagros 
2333 Si un rey enviara una carta sellada con su sello, nadie osaría decir que aquella carta no provenia de la voluntad del 
rey. Ahora bien, todo lo que los santos creyeron y nos transmitieron sobre la fe de Cristo, está sellado con el sello de Dios. Este 
sello son las obras que ninguna criatura puede hacer, es decir, los milagros, con los que Cristo confirmó las palabras de los 
Apóstoles y de los santos (SANTO TOM¡S, Sobre el Credo, 1. c., p. 33). 
2334 Los milagros fueron precisos al principio para confirmar con ellos la fe. Pero, una vez que la fe de la Iglesia está 
confirmada, los milagros no son necesarios (SAN JERÓNIMO, Coment. Evang. S. Marcos). 
Fe y oración 
2335 Si Dios juzgase que resucitando a los muertos había de ve- oir alguna utilidad a los vivos, no lo omitiría, porque 
todo lo hace en beneficio nuestro; pero si los muertos resucitasen con frecuencia, esto se depreciaría a su vez con el tiempo; 
porque el diablo introduciria con facilidad doctrinas perversas, imitando esto mismo por sus oráculos, no resucitando 
verdaderamente a los muertos, sino engañando a los hombres con alucinaciones, o enseñando con ingenio a algunos a fingir la 
muerte (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 25B). 
2336 Cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista 
perdida (SAN GREGORIO MAGNO en Catena Aurea, vol. Vl, p. 326). 
2337 (En ocasiones) tenemos cerrados los ojos del corazón y pasa Jesús para que clamemos (SAN AGUSTIN, Sermón 
88). 
2338 Si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce 
la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe (SAN AGUSTIN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297). 
2339 El ciego contestó al punto: Señor, que yo vea. El ciego no pide al Señor oro, sino el ver. Poco le importa cualquier 
otra cosa fuera de la vista, porque aunque puede tener el ciego alguna cosa, sin la vista no puede ver lo que tiene. Imitemos, pues 
[...], al que acabamos de oír que fue curado de cuerpo y de alma. No pidamos al Señor falsas riquezas, ni bienes terrenos, ni 
fugaces honores, sino la luz [...] que no tiene principio ni fin. El camino para alcanzar esta luz es la fe (SAN GREGORIO 
MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.). 
2340 Es necesario, pues, que nuestra fe sea viva, que nos lleve realmente a creer en Dios y a mantener un constante 
diálogo con El (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 116). 
Fe y vida de fe 
2341 No intente saber el porqué de las obras divinas, cierre el ojo de la razón y abra sólo el de la fe, porque éste es el 
instrumento con que se han de tantear las obras de Dios. Para mirar las obras humanas muy bueno es el ojo de la razón humana; 
mas para mirar las divinas, no hay cosa más desproporcionada que él (SAN PEDRO ALCANTARA, Trat. de la oración y 
meditación, 2, 4, av. 4¡). 
2342 La fe y la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Las relaciones con Dios 
son necesariamente relaciones de entrega, y asumen un sentido de totalidad. La actitud del hombre de fe es mirar la vida, con 
todas sus dimensiones, desde una perspectiva nueva: la que nos da Dios.(J.ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 46). 
2343 Todas tus obras se deben basar en la fe, porque el justo vi- ve de la fe y la fe obra por el amor (SAN AGUSTIN, 
Coment. sobre el Salmo 32). 
2344 Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, enco- giéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, 
ante los aciertos o las aberraciones de los hombres y de los pueblos. La fe cristiana, al contrario, nos lleva a ver el mundo como 
creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen 
de Dios, y a admirar ese don especialisimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos y podemos ócon la 
gracia del Cieloóconstruir nuesto destino eterno (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 99). 
2345Vosotros no conocéis vuestra ventura cuando tenéis la dicha de presentaros delante de vuestro Padre, que os ama 
más que a si mismo, y os llama al pie de sus altares, como en otro tiempo llamó a los pastores, para colmarlos de toda suerte de 
beneficios. Si estuviésemos bien penetrados de esto, ¡con qué amor y con qué diligencia vendríamos aquí como los Reyes 
Magos, para hacerle ofrenda de todo lo que poseemos, es decir, de nuestros corazones y de nuestras almas! ¿No vendrían los 
padres y madres con mayor solicitud a ofrecerle toda su familia, para que la bendijese y le diese las gracias de la santificación? 
¡Y con qué gusto no acudirían los ricos a of recerle una parte de sus bienes en la persona de los pobres! (SANTO CURA DE 
ARS, Sermón sobre el misterio). 
2346 Si no sabes leer, no estás excusado de oir, diciendo que no te lo han enseñado. La fe es una posesión no de los 
sabios de este mundo, sino de aquellos que lo son según Dios; y se enseña también sin letras. Su libro, popular y al mismo 
tiempo divino, se llama caridad: es un código espiritual. Se puede escuchar la sabiduría divina, se la puede poner por obra; es
más, no se nos prohibe ocuparnos santamente, se gún Dios, de los asuntos terrenos (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, 
Pedagogo, 3, 11). 
Medios para conservar y aumentar la fe 
2347 Si nuestra fe es débil, acudamos a Maria. Cuenta San Juan que por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo 
realizó a ruegos de su Madre, creyeron en El sus discípulos (Jn 2, 11). Nuestra Madre intercede siempre ante su Hijo para que 
nos atienda y se nos muestre, de tal modo, que podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, 
Amigos de Dios, 285). 
2348 ¡ Desde el momento en que un cristiano abandona las lágrimas, el dolor de sus pecados y la mortificación, 
podemos decir que de él ha desaparecido la religión! Para conservar en nosotros la fe, es preciso que estemos siempre ocupados 
en combatir nuestras inclinaciones y en llorar nuestras miserias (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la penitencia). 
2349 Como serpientesódiceó. Asi como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionando su cuerpo, 
con tal de conservar la cabeza, así también túódiceódebes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma 
vida, con tal de que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás 
luego con creces (SAN JUAN CRISOSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 33). 
2350 Las buenas obras mueven la fe del corazón, y dan confianza al alma para dirigirse a Dios (SAN JUAN 
CRISOSTOMO, en Catena Aurea, val. 1, p. 345). 
2351 La verdad conviene aprenderla allí donde están los carismas del Señor; en aquellos que en la Iglesia poseen la 
sucesión desde los Apóstoles y que han conservado la palabra sin corromper ni adulterar (SAN IRENEO, Trat. contra las 
herejías, 4, 26). 
2352 De la Iglesia recibimos la predicación de la fe, y bajo la acción del Espiritu de Dios la conservamos como un licor 
precioso guardado en un frasco de buena calidad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3, 3). 
2353 Lo que ayuda a nuestra fe es el temor y la paciencia, y nuestra fuerza reside en la tolerancia y la continencia. Si 
estas virtudes perseveran santamente en nosotros, en todo lo que atañe al Señor, poseeremos además la alegría de la sabiduría, 
de la ciencia y del perfecto conocimiento (Epistola de Bernabé, 1). 
2354 Por lo tanto, hermanos, tratad de conservar la enseñanza de la fe que ahora se os entrega y grabadla 
profundamente en vuestro corazón. 
Observadla con fidelidad para que no os la arrebate el enemigo, si os encuentra abúlicos e indolentes, y para que 
tampoco ningún hereje deforme algo de lo que se os ha enseñado. 
La entrega de la fe es como ingresar en el banco un dinero que se nos ha prestado. Día vendrá en que Dios nos pedirá 
cuenta de este tesoro entregado. Te recomiendoócomo dice el Apóstolóen la presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y 
de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que esta fe que se os entrega la conservéis sin tacha hasta la 
manifestación de nuestro Señor Jesucristo. 
Ahora se te ha hecho entrega del tesoro de la vida, mas el Señor buscará este préstamo el día de su Manifestación. 
Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el bienaventurado y único soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los 
señores, el único que posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni lo puede 
ver. A él la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 5, sobre 
la fe y el símbolo). 
2355 Estoy lejos de negar que los conocimientos científicos se hallen en efectivo crecimiento, pero es a tontas y a 
locas; las hipótesis se levantan y caen; es difícil prever cuáles se mantendrán y cuál será el estado de los conocimientos respecto 
a ellas de un año a otro. En estas condiciones me ha parecido realmente indigno de un católico lanzarme al trabajo de cazar algo 
que puede convertirse en un fantasma, y devanarme los sesos para inventar una teoría en respuesta a algunas objeciones 
especiales, teoría que, antes de es tar acabada, tendrá que dar paso a otra más nueva, por razón de que las viejas objeciones 
habrán sido reducidas a nada por otras recién nacidas. Me ha parecido ser éste un tiempo especialmente en que los cristianos 
están llamados a tener paciencia, y en que no tienen otra manera de ayudar a quienes están alarmados sino exhortándolos a tener 
un poco de fe y de fortaleza y «a guardarseócomo dice el pactaó de dar pasos peligrosos» (CARD. J. H. NEWMAN, Apologia 
«pro vita sua», 1. c., p. 207). 
Fe y pureza interior 
2356 Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen 
ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no la vean deja por eso 
de brillar la luz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así, tu tienes los ojos entenebrecidos por 
tus pecados y malas acciones (SAN TEÓI:ILO DE ANTIOQU jA, Libro 1, 2, 7). 
2357 Quien cree ya en Jesucristo pero se deja dominar por la avaricia, se ensoberbece con los honores, se abrasa con la 
envidia, se contamina con la inmundicia de los deleites y desea las prosperidades mundanas, no quiere seguir a Jesús en quien 
creyó (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.). 
2358 Entre los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por elemental miramiento, saben 
comportarse delicadamente: son sinceros, cordiales, educados. Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo cure la ceguera 
que todavía queda en nuestros ojos, si permitimos que el Señor nos aplique ese lodo que, en sus manos, se convierte en el colirio 
más eficaz, percibiremos las realidades terrenas y vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe: habremos 
adquirido una mirada limpia (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 71). 
2359 El ayuno es sólo una parte de un deber grande e importante: nuestra subordinación a Cristo (CARD. J. H. 
NEWMAN, Sermón sobre el Dom. I de Cuaresma: Entrega a Dios). 
Fe con obras 
2360 La fe no es la consecuencia de las buenas obras, sino que la fe debe estar en el comienzo de toda obra 
verdaderamente buena (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 29).
2361 Deben basarse todas tus obras en la fe, porque el justo vive de la fe y la fe obra por el amor. Que tus obras tengan 
por fundamento la fe, porque creyendo en Dios te harás fiel (SAN AGUSTIN, Coment. sobre el Salmo 32). 
2362 Porque ni la fe sirve sin obras, ni las obras sin fe, a no ser que se hagan para alcanzar la fe, como Cornelio, que 
antes de ser creyente mereció ser oído por sus buenas obras (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. sobre Ezequiel, 1). 
2363 Asi como el cuerpo está muerto cuando carece de espiritu, la fe está muerta cuando carece de obras (RABANO 
MAURO, en Catena Aurea, val. lil, p. 431). 
2364 Mira que ni siquiera le pregunta el Señor (a Bartimeo) si tiene fe, como solia hacer otras veces, pues sus gritos y 
su abrirse paso entre la gente ponia bien de manifiesto su fe a los ojos de todos (SAN JUAN CR;SÓSTOMO, Hom. sobre S. 
Mateo, 66). 
2365 ¿De qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras? (SAN JERÓNIMO, Hom. sobre los Evang.). 
2366Al punto vio (Bartimeo), y le seguía. Ve y sigue quien obra el bien que entiende; ve, pero no sigue, quien no 
quiere ejecutar el bien que comprende (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. sobre los Evang.). 
2367 Seguirle en el camino. Tú has conocido lo que el Señor te proponia, y has decidido acompañarle en el camino. Tú 
intentas pisar sobre sus pisadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismo Cristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te va 
dando, ha de ser operativa y sacrificada (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 198). 
2368 Hablan de El como si fuesen ángeles; pero después hay que trabajar por Dios, sufrir, mortificarse, enseñar a los 
pobres, ir en busca de la oveja perdida, conformarse gustosamente cuando falta algo, aceptar las enfermedades y cualquier 
desgracia [...]. No, no, no nos engañemos; toda nuestra tarea consiste en pasar a las acciones. 
Y esto es de tal manera verdad que el apóstol S. Juan nos declara que a la otra vida solamente nos acompañarán 
nuestras obras(cfr. Ap 14, 13). Reflexionemos sobre esto: sobre todo habiendo tantos en este mundo que parecen virtuosos, y 
que en efecto lo son, pero que prefieren un camino dulce y blando, más que una devoción trabajosa y sólida (SAN VICENTE 
DE PAUL, Entretiens spirituels aux Missionnaires, pp. 905-907). 
2369 No cree verdaderamente sino quien, en su hogar, pone en práctica lo que cree. Por eso, a propósito de aquellos 
que de Ia fe no poseen más que palabras, dice San Pablo: profesan conocer a Dios, pero le niegan con las obras (SAN 
GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.). 
2370 Es enterrar el talento que se ha recibido, el ocupar el ingenio recibido en asuntos puramente terrenales, el no 
buscar el lucro espiritual y el no levantar jamás el corazón de los pensamientos terrenos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 9 
sobre los Evang.). 
Fidelidad en la transmisión de la fe 
2371 En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, 
siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma 
etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. 
Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la 
antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos 
predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas 
de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros (SAN V!CENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 2). 
2372 Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la-antigua tradición, de la doctrina y la fe 
de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los Santos Padres. 
En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe (la que predica la Iglesia) 
deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal (SAN ATANASIO, Carta I a Serapión, 28). 
2373 La misma naturaleza de la religión exige que todo sea transmitido a los hijos con la misma fidelidad con la cual 
ha sido recibido de los padres; y que, además, no nos es licito llevar y traer la religión por donde nos parezca, sino que más bien 
somos nosotros los que tenemos que seguirla por donde ella nos conduzca (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 6). 
2374 En los decretos y en las.definiciones de todos los obispos de la Santa Iglesia, herecleros de la verdad apostólica y 
católica, es en lo que han creído, prefiriendo exponerse a si mismos a la muerte antes que traicionar la fe universal (SAN 
V¡CENTE DE LER¡NS, Conmonitorio, n. 5). 
2375 La verdadera actividad ecuménica significa apertura, acercamiento, disponibilidad al diálogo, búsqueda común 
de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano; pero de ningún modo significa ni puede significar renunciar o causar 
perjuicio de alguna manera a los tesoros de la verdad divina, constantemente confesada y enseñada por la Iglesia (JUAN 
PABLO II, Enc. Redemptor hominis, 1, 6). 
Actos de fe 
2376...A quien me niegue ante los hombres, yo le negaré... (Lc 12, 8-9). Puesto que hay tantos modos de negar, es claro 
que hay otros tantos de confesar; y practicados por el hombre, le harán digno de oir aquella voz beatisima con la que Jesucristo 
alabará a todos los que le hubieren confesado (SAN JUAN CR~sosToMo, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 70) 
2377 Siendo la fe la gracia fundamental que Dios nos da, es una prueba de la fe la disciplina necesaria que nos impone. 
No podemos tener fe sin un ejercicio de dicha fe (CARD J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. de Quincuagésima: Prejuicio 
y fe). 
2378 Como no tardó en creer (se refiere al leproso de Cafarnaún), tampoco tardó en sanar; y como no dilató la 
confesión de la fe, tampoco se hizo esperar la curación (OR¡GENES, en Catena Aurea, val. I, p. 467). 
2379 La expresión exterior tiende a manifestar lo que se cree en el corazón (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2, q. 
3, a. 1). 
2380 Cuando asistís al Santo Sacrificio del Altar y os arrodilláis en la elevación, y cada vez que hacéis un acto de fe en 
Dios, meditando cuidadosamente todo lo que el Evangelio nos dice que El ha hecho por nosotros, recordad que Dios es 
omnipotente, y ello os ayudará y os animará a hacerlo. Decid: yo creo esto y aquello, porque Dios es omnipotente. No adoro a 
una criatura. No soy siervo de un Dios de poder restringido. Puesto que Dios puede hacer todas las cosas, yo puedo creer todas
las cosas. Nada es demasiado difícil para que El lo haga, y nada es demasiado difícil para que yo lo crea (CARD. J.H. 
NEWMAN, Sermón sobre el Dom. I V después de Epifania). 
FE 
«La Iglesia Católica profesa que (la fe) es una virtud sobrenatural, por la que, con la inspiración y la ayuda de la gracia 
de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado; no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz 
natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos» (Vat. I, Denz. 
1789). 
Por tanto, es un don de Dios que nos dispone para asentir a las verdades por Las manifestadas. No es algo que se logre 
por el mero esfuerzo humano. Por eso dice Cristo, tras la confesión de fe de San Pedro: Bienaventurado eres, Simón hijo de 
Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos (Mt 16,17). 
Nada hemos de valorar tanto como este regalo, pues --como dice San Pablo - sin la fe es imposible agradar a Dios (Heb 
11,6). No se comprende que un cristiano se arriesgue a perder la claridad con que Dios ilumina su mente para un más 
profundo conocimiento de la realidad. Por defender la fe se da incluso la vida, como tantas veces ha ocurrido a lo largo de los 
siglos; ahí está el glorioso testimonio de los mártires. 
Quizá Dios nos pide especialmente el testimonio de nuestra coherencia cristiana en la conducta. 
257 Ser ciego en Granada 
Quien visite la Alhambra de Granada, y contemple la ciudad desde el balcón de la Alcazaba -fortaleza que servía de 
defensa a aquel palacio moro -, verá con sorpresa una lápida que hay en el muro y que recuerda que allí había un mendigo, 
suplicador de limosnas años atrás. La inscripción de la lápida reza así: 
Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada 
Es triste, sin duda, no poder contemplar con los ojos del cuerpo la riqueza, la variedad de colores y formas que 
resplandecen en Granada y en otros muchos bellos parajes de la Creación. Pero estar privado de la luz de la fe es ceguera mucho 
más penosa. ..Cfr. I. Segarra, El pan de cada día 
58 La luz que da la fe 
Así instruía una madre cristiana a su hijo sobre lo que supone tener la luz de la fe: «A mediodía, cuando brilla el sol, si 
miras hacia arriba verás muy claro, pero tu vista no alcanzará mucha distancia; a lo más, llegarás a ver esos aviones plateados 
que vuelan altísimos, dejando tras de sí una estela de humo. Así ocurre cuando discurrimos con las fuerzas de nuestra razón: 
vemos muy claro, pero muy corto. En cambio, en una noche estrellada, nos envuelve una luz muy tenue, pero nuestra mirada 
penetra mucho más allá, hasta esos astros que brillan a muchos millones de kilómetros; así es nuestra fe, con la que vemos 
menos claro, pero llegamos mucho más lejos; alcanzamos hasta el mismo Dios». Cfr. J. Orlandis, Qué es ser católico 
259 Carta a Chesterton «Querido Chesterton: 
En la pantalla de la televisión italiana apareció hace pocos meses el padre Brown, original sacerdote-detective, criatura 
típicamente tuya. Lástima que no hayan aparecido el profesor Lucifer y el monje Miguel. Los habría visto con sumo agrado, tal 
como tú los describiste en La esfera y la cruz, viajando en avión, sentado uno junto al otro, Cuaresma junto a Carnaval. 
Cuando el avión vuela sobre la catedral de Londres, el profesor suelta una blasfemia contra la cruz. 
-Estoy pensando si esta blasfemia te ayuda en algo -le dice el monje---. Escucha esta historia: 
Conocí a un hombre como tú; él también odiaba al crucifijo; lo eliminó de su casa, del cuello de su mujer, hasta de los 
cuadros; decía que era feo, símbolo de barbarie, contrario al gozo y a la vida. Pero su furia llegó a más todavía: un día trepó al 
campanario de una iglesia, arrancó la cruz y la arrojó desde lo alto. 
Este odio acabó transformándose primero en delirio y después en locura furiosa. Una tarde de verano se detuvo, fumando 
su pipa, ante una larguísima empalizada; no brillaba ninguna luz, no se movía ni una hoja, pero creyó ver la larga empalizada 
transformada en un ejército de cruces, unidas entre sí colina arriba y valle abajo. Entonces, blandiendo el bastón, arremetió 
contra la empalizada, como contra un batallón enemigo. 
A lo largo de todo el camino fue destrozando y arrancando los palos que encontraba a su paso. Odiaba la cruz, y cada 
palo era para él una cruz. Al llegar a casa seguía viendo cruces por todas partes, pateó los muebles, les prendió fuego, y a la 
mañana siguiente lo encontraron cadáver en el río. 
Entonces el profesor Lucifer, mordiéndose los labios, mira al anciano monje y le dice: Esta historia te la has inventado 
tú. Sí, responde Miguel, acabo de inventarla; pero expresa muy bien lo que estáis haciendo tú y tus amigos incrédulos. 
Comenzáis por despedazar la cruz y termináis por destruir el mundo. 
La conclusión del monje, que por supuesto es la tuya, querido Chesterton, es justa. Suprimid a Dios, y ¿qué es lo que 
queda? ¿En qué se convierten los hombres?» A. Luciani, Ilustrisimos señores 
260 San Agustín y la Trinidad 
La limitación de nuestra mente para abarcar los misterios no debe humillarnos ni sorprendernos. Más bien nos debe llevar 
al agradecimiento y a la alegría de comprobar que Dios es mucho más grande que nosotros. 
Es bien conocido este suceso atribuido al Santo de Hipona. Paseaba por la playa, pensando en el misterio de la Santísima 
Trinidad y en cómo explicarlo. De súbito, interrumpió su meditación la vista de un niño solitario que jugaba en la arena: extraía 
agua del mar con una concha y la echaba en un hoyo en el suelo. -¿Qué haces ahí? 
-Voy a poner dentro todo el agua del mar. El niño siguió con su ocupación. Sonrió San Agustín y continuó su camino, 
pero enseguida cayó en la cuenta de la lección que acababa de recibir: él intentaba algo mucho más difícil; meter en el 
mísero agujero del entendimiento humano la inmensidad del misterio de Dios. 
261 El tamaño de Dios 
Collins, hombre muy conocido en Inglaterra, y famoso por su incredulidad, se encontró en cierta ocasión con un obrero 
que se dirigía a la iglesia. -¿Cómo es tu Dios, grande o pequeño? -le preguntó con ironía. 
-Es tan grande que tu cabeza no es capaz de concebirlo, y tan pequeño, que puede habitar en mi corazón.
Collins confesó que aquellas palabras ejercieron sobre él más influencia que todos los argumentos apologéticos. Cfr. T. 
Tóth, Venga a nos el tu reino 
262 Las boyas 
En una de sus charlas a los universitarios católicos de Oxford, decía R. Knox que las definiciones dogmáticas, con la 
precisión y cuidado con que estaban formuladas por la Iglesia, venían a ser para nosotros en el camino de la vida lo que a los 
navegantes las boyas puestas en la desembocadura de un río. Señalan los límites entre los cuales se puede navegar con seguridad 
y sin miedo; fuera de ellos, siempre existe el peligro de tropezar con algún banco de arena y encallar. Mientras el pensamiento 
discurre dentro del camino señalado tan cuidadosamente por la Iglesia, se puede avanzar tranquilo y a buena marcha; salirse 
puede ser (y en ocasiones, según nuestra experiencia, lo es) peligroso y, de hecho y para más de uno, mortal. 
Durante esta travesía hacia el puerto de la salvación que es la vida de todo hombre, el conocimiento de las señales 
indicadoras del buen camino tiene una importancia más grande de lo que parece mostrar la atención que la mayoría de nosotros 
ponemos en ello. Precisamente por lo importante que es este conocimiento, la Iglesia -que es Madre y tiene la responsabilidad 
de conducir a sus hijos a la salvación siempre ha puesto particular empeño en resumir de modo claro y concreto las verdades 
esenciales en pequeños catecismos, aptos incluso para que los niños y hasta los pocos inteligentes puedan aprenderlos. 
No exactamente comprenderlas, sino aprenderlas. Pues hasta un niño o un hombre poco inteligente puede aprender de 
memoria las sencillas formulaciones que de las grandes verdades trae el catecismo, y entonces las saben. Las entenderán mejor o 
peor, pero sabrán dónde están las boyas, es decir, los signos que le muestran el camino seguro. 
F. Suárez, «Palabra», nº 155 
263 Obras pregoneras 
Hecho notorio es que la Revolución francesa pretendió descristianizar por completo a la nación. Si algún territorio se 
opuso a semejante intento, ése fue la Bretaña, país de muy arraigado catolicismo. En un pueblo bretón, el delegado del gobierno 
decía al jefe del municipio: -Vamos a derribar vuestra iglesia para que no os acordéis más de Dios. 
El alcalde, que no era más que un simple campesino, contestó: -Pero nos dejaréis las estrellas del cielo que se ven 
más lejos que nuestro campanario. ¿Necesita explicación la respuesta? Las obras de Dios son sus pregoneras, y las estrellas 
en particular nos hablan de continuo de la majestad divina. Así reza el salmo: Los ciegos pregonan la gloria de Dios, y el 
firmamento anuncia la obra de sus manos (19,2). Cfr. F. Spirago, Catecismo en ejemplos 
264 Justificar la propia condición 
Gustavo Doré, el famoso pintor francés (1833-1883), que hizo cuadros de gran belleza, especialmente escenas bíblicas, 
ilustraciones de La Divina Comedia y del Quijote, tuvo cierta aventura interesante durante un viaje por el extranjero. En una 
pequeña ciudad, un policía le pidió que mostrase su documentación. El artista no pudo encontrar el pasaporte, y fue conducido al 
Ayuntamiento. -¿Quién es usted? -Gustavo Doré, pintor, de París. 
-¿Puede probarlo? -Por desgracia, en este momento no llevo justificante alguno. Pero... si me concede unos 
momentos... 
Se fue a la ventana, desde la que podía ver el mercado y un hermoso templo. Dibujó durante unos minutos, y después 
enseñó al alcalde su dibujo. Éste se quedó pasmado y se inclinó, diciendo: -Caballero, no hay duda respecto a su identidad. 
Es como si el Señor nos preguntara un día: -¿ Eres católico? ¿Puedes justificarlo? 
Y nosotros pudiéramos demostrarlo presentando nuestros actos, nuestra vida; ése sería el documento, el mejor 
documento. Cfr. T. Tóth, Venga a nos él tu reino 
265 Vera Dios 
Chevreul fue un hombre que gozó de gran prestigio en la vecina Francia por sus conocimientos. Cuando contaba ya casi 
con el centenar de años, tuvo que escuchar una pregunta que le dirigió con cierta sorna un joven: 
-¿ Usted cree en Dios? ¿Le ha visto alguna vez? -Claro que sí, yo he visto a Dios; no en sí mismo, porque es puro 
espíritu, sino en sus obras. Sí, yo he visto su omnipotencia en la magnitud de los astros y en su rápido movimiento. He visto 
su inteligencia y sabiduría en el orden admirable que reina en el universo. He visto su bondad infinita en los innumerables 
beneficios de que me ha colmado. ¿Usted no ha visto todo eso? ¿No ve al pintor divino en el magnífico cuadro de la 
creación? ¿No ve al artista en su obra? Parecida respuesta daba un árabe del desierto a un misionero: 
-Creo en Dios; cuando percibo huellas de pasos en la arena me digo: alguien ha pasado por aquí. De la misma manera, 
cuando veo las maravillas de la naturaleza me digo: una gran inteligencia ha pasado por aquí, y esta inteligencia infinita es Dios. 
Cfr. A. Hillaire, La religión demostrada 
266 Ver la inteligencia Se jactaba un hombre ateo de su ateísmo. Su argumento favorito era así de simple: -No 
creo en Dios porque nunca le he visto. Alguien le respondió: -Con esa lógica, me imagino que usted no aceptará la 
existencia de la inteligencia. ¿La ha visto alguna vez? El otro tuvo que reconocer que no. Pero es evidente que por las obras se 
manifiesta. Cfr. F. Spirago, Catecismo en ejemplos 
267 El mundo no es eterno 
La geología, la física y la astronomía pueden determinar aproximadamente la edad del mundo. Uno de los científicos que 
más investigó sobre la edad de la Tierra fue el astrónomo Hubble, que en 1929 descubrió en la luz de las estrellas lejanísimas, 
mediante el espectro, cierta desviación del rojo. La explicación que dio fue la siguiente: a medida que la fuente de luz se aleja 
del observador, el número de las ondas luminosas que le llegan por segundo es menor. Las líneas espectrales de los colores de 
menor frecuencia, por tanto del rojo, se desvían fácilmente. Hubble concluyó: cuanto más se aleja de nosotros la nebulosa 
estelar, mayor es el desvío del rojo y, por lo mismo, mayor es la velocidad con que se aleja de nosotros (una nebulosa en 720 
millones de años de luz se aleja de nosotros a una velocidad de 61.000 Km./seg.). Esto quiere decir que la parte del universo que 
nos es conocida, y probablemente el universo entero, se va extendiendo a una velocidad vertiginosa. 
Las innumerables vías lácteas, con sus millares de millones de soles, son comparables a las esquirlas de una bomba que 
acaba de explotar. No hace muchos millares de millones de años que todos los cuerpos celestes habrían partido (a igual 
velocidad) en todas las direcciones. 
La ciencia, todavía en mantillas, no puede aún darnos indicaciones más precisas sobre la edad del universo (Cfr. Lothar 
Zenetti, Apologética de bolsillo). No hay oposición entre lo que sabemos por fe y lo que conocemos a través de las
diversas ciencias. Los grandes científicos, que han investigado con honradez y humildad, han llegado a la conclusión de que 
Dios existe. Así Millikan (1868-1953), físico americano y Premio Nobel de 1923, dice: «Puedo de mi parte aseverar con toda 
decisión que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio, jamás se encontrará una verdadera contradicción 
entre la fe y la ciencia». Wernher von Braun, el célebre científico alemán padre de los cohetes espaciales, dijo: «Por encima 
de todo está la gloria de Dios, que creó el gran universo, que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día 
en profunda adoración». Y Abraham Lincoln: «Todavía concibo que se pueda ser ateo mirando a la tierra; pero no acabo de 
entender que se pueda alzar, de noche, los ojos hasta el cielo y decir que no existe Dios». Cfr. J. García Inza, ¿Por qué creemos 
los católicos? 
268 El orden del mundo 
Sin duda, uno de los argumentos racionales más claros para llegar a la existencia de Dios es el del orden del universo. 
En el universo creado reina un orden perfecto que mantiene en equilibrio a todos los seres, dándoles armonía y belleza. 
Podemos pensar en la composición del agua y del aire que respiramos; en el mundo silencioso del fondo de los mares, donde 
viven millones de seres y no se corrompen gracias al 4 por 100 de sal que existe en el agua; en todo el proceso de reproducción 
de las plantas y de los animales; en el instinto de conservación de todos los seres vivos, que les impulsa a buscar el medio 
idóneo para vivir (piénsese en la migración de las aves); en el mismo cuerpo humano, que es una máquina perfectísima y 
delicadísima (dicen los científicos que el corazón humano, en el espacio de unos ochenta años, ha movido tal cantidad de sangre 
que haría falta para transportarla un tren con 12.740 tanques); en el sistema nervioso del cuerpo humano, muchísimo más 
perfecto que la más moderna calculadora (la longitud de los cordones nerviosos es de 480.000 kilómetros, es decir, 100.000 más 
que la distancia de la tierra a la luna). ¿Quién ha puesto orden en toda esta complicada maquinaria? ¿Quién ha dado 
lecciones de óptica a nuestro ojo? Hay quien gusta de hablar del azar, de la casualidad. 
Anímese el defensor del azar a pasar por la prueba del cubo de letras arrojadas al suelo: ¿le saldrá alguna vez, en virtud 
de la casualidad, un soneto con perfecta rima de versos? Puede intentarlo millones de veces. Tampoco el azar logrará que las 
piezas de un reloj se ensamblen y resulte uno de pulsera que da la hora. Esto del reloj ya impresionó a un hombre tan poco 
sospechoso de credulidad como Voltaire: «El universo me inquieta, y no puedo pensar que existe este reloj y no hay relojero». 
El célebre físico Newton (1643-1727) decía: «Lo que sabemos es una gota; lo que ignoramos, un inmenso océano. La 
admirable disposición y armonía del universo no ha podido sino salir del plan de un Ser omnisciente y omnipotente». 
Cfr. J. García Inza, ¿Por qué creemos los católicos? ; J. Eugui, La alegría de volver a Dios 
269 Origen divino del alma 
Escribe el Premio Nobel de Medicina (neurofisiología), John Eccles, sobre cómo fallan las soluciones materialistas a la 
hora de dar cuenta de la unicidad experimentada de la psique o alma, y de la necesidad, por tanto, de hablar de una creación 
espiritual sobrenatural: «Para dar la explicación en términos teológicos: cada alma es una nueva creación divina. Es la certeza 
del foco interno de individualidad única lo que exige la creación divina. Me permito decir que ninguna otra explicación es 
sostenible ( ... ). Esta conclusión tiene un significado teológico inestimable. Refuerza fuertemente nuestra creencia en el alma 
humana y en su origen prodigioso por creación divina. Se reconoce no sólo el Dios trascendente, el Creador del Cosmos, el Dios 
en el que creía Einstenio, sino también el Dios amoroso al que debemos nuestro ser». J. C. Eccles, Prólogo al libro de M. 
Artigas, Las fronteras del evolucionismo 
270 Insatisfacción en el ateísmo 
Christian Chabanis hacía una encuesta a intelectuales franceses sobre fe y ateísmo (Dieu existe-il? Non, répondent ... ) 
Nadie le causó mayor impresión que el ilustre biólogo Jean Rostand. 
-¿La cuestión de la fe? Me la planteo todos los días, sin cesar. He dicho no. He dicho no a Dios, expresándome un poco 
brutalmente, pero la cuestión se plantea a cada instante. Yo me digo: ¿es esto posible? A propósito del azar, por ejemplo, me 
repito: no puede ser el azar lo que combina los átomos. Pero, entonces, ¿qué? Y aparece una cadena de preguntas, todas siempre 
las mismas. Las vuelvo a reconsiderar; estoy siempre disparatando. Estoy obseso, digámoslo claramente obseso, si no por Dios, 
por el no-Dios. ¡Ah! ¡Sí! -Así pues, es un ateísmo inquieto, un ateísmo... -Habría que buscar la palabra. No es un ateísmo 
sereno, ni jubiloso, ni satisfecho, no. Ni satisfecho ni apagado; más bien vivo, siempre vivo: la llaga se reaviva sin cesar ... » 
No es fácil tener paz en el ateísmo. Habría que renunciar a pensar. Cfr. G. Huber, El brazo de Dios 
271 Fe de campesina bretona 
El nombre científico de Pasteur no necesita presentación. Nacido en 1822 y fallecido en 1895, el ilustre profesor de 
Química de París descubrió el origen de muchas enfermedades, que no es otro que la existencia de bacilos, y a él se debe el 
haber aparecido un remedio contra la rabia. 
Este hombre no solía disimular su fe religiosa. En cierta ocasión le preguntaron cómo era posible ser tan fervoroso 
católico, cuando tantos otros sabios se apartaban de la religión. Pasteur dio la siguiente respuesta: «Con lo que he estudiado, he 
adquirido la fe de un campesino bretón» (conviene aclarar que los bretones son reputados como hombres muy piadosos). Y 
añadía: -«Si hubiese estudiado aún más, no dudo que mi fe hubiera sido la de una campesina bretona» (en Bretaña, las mujeres 
se llevaban la palma en cuanto a piedad). Cfr. Spirago, Catecismo en ejemplos 
272 Personas inteligentes 
En una reunión bastante numerosa, un individuo hacía alarde de su incredulidad y negaba a Dios. Viendo que todo el 
mundo guardaba silencio, añadió: 
-Jamás hubiera creído ser el único que no cree en Dios, entre tantas personas inteligentes. 
Replicó la dueña de la casa: 
-Se equivoca, señor; no es usted el único: mis caballos, mi perro y mi gato comparten con usted ese honor; sólo que como 
buenos animales, tienen el talento de no presumir de ello. Cfr. A. Hillaire, La religión demostrada 
273 Diálogo a través de la puerta 
Muchas veces, la soberbia es el gran obstáculo para la fe. Se tiene miedo a Dios, como si fuera alguien que amenazara 
nuestra inteligencia y nuestra libertad. 
Él llama al interior del hombre no como un extraño, sino como la persona que nos ama, que desea comunicarnos sus 
sentimientos y hasta su propia vida. Sucede algo parecido a aquella historia de amor humano que relata un místico persa:
Es la historia de un novio que vuelve junto a su prometida. Llama a la puerta por primera vez y, desde el interior, se oye 
una voz: -¿Quién está ahí? -Amada mía, soy yo; ábreme. 
Sin embargo, la puerta no se abre. Por segunda vez repite la escena y de nuevo la misma voz desde el interior. El novio se 
retira, piensa unos instantes y vuelve a llamar por tercera vez: _¿Quién está ahí? -Amada, soy tú; ábreme. Y esta vez la 
puerta se abre. Dios se comporta también como un enamorado que busca nuestro encuentro y nos dice: Mira, que estoy a la 
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Apoc 3,20). Cfr. 
J. A. García-Prieto Segura, Comprometerse en la fe 
274 Un prodigio en el cielo de Portugal 
Algunos se sonríen escépticos cuando oyen hablar de milagros. Es lo que debió ocurrir cuándo los videntes de Fátima 
anunciaron que la Virgen haría uno para que nadie dudara de la veracidad de sus apariciones: seguramente habría más de una 
sonrisa de burla. Pero vamos a los hechos. 
El 13 de octubre amaneció frío y lluvioso. A la Cova da Iria llegaban multitudes. Los periódicos de la capital habían 
enviado a sus mejores redactores. El lugar se convirtió en un barrizal. Peregrinos y curiosos calados hasta los huesos. Hacia las 
once y media había allí más de cincuenta mil personas. 
Al marcharse la Virgen María hizo un gesto para que los niños mirasen hacia el sol. Lucía gritó a la muchedumbre: 
-¡Mirad el sol! De pronto cesó la lluvia y las nubes se disiparon. El sol apareció en el cenit como un disco de plata que podían 
mirar los ojos sin deslumbrarse. Alrededor del disco mate se distingue una brillante corona. 
De pronto se pone a temblar, a sacudirse con bruscos movimientos, y, finalmente, da vueltas sobre sí como una rueda de 
fuego, proyectando en todas direcciones unos haces de luz cuyo color cambia muchas veces. El firmamento, la tierra, los 
árboles, las rosas, el grupo de los videntes y la inmensa multitud aparecen sucesivamente como teñidos de amarillo, verde, rojo, 
azul, morado... El astro del día se detiene. Luego emprende una especie de danza. Vuelve a detenerse y a danzar. Del sol se 
desprenden luces como de fuegos de artificio. Hay un momento en que la multitud tiene la impresión de que se desprende del 
firmamento y va a precipitarse sobre ella. 
-¡Milagro! ¡Milagro! -gritan unos... -¡Creo en Dios! -proclaman otros... -¡Dios mío, misericordia! -se oye. 
Toda esta multitud está ahora arrodillada en el barro y reza el acto de contrición. 
La rotación del sol duró unos diez minutos. Fue observada por todos: creyentes, incrédulos, campesinos, ciudadanos, 
hombres de ciencia y periodistas. Y para que nadie hable de fenómenos de sugestión, el milagro solar fue visto por personas que 
se encontraban a bastantes kilómetros de distancia, en el campo, ignorantes de los sucesos de la Cova da Iria. Cfr. C. 
Barthas, La Virgen de Fátima 
275 El milagro del Padre Malaquías Hace algún tiempo, hablando con cierta persona sobre la virtud de la fe, me 
expresaba su punto de vista del siguiente modo: «Tengo la íntima convicción de que sólo podré creer si presenciara un milagro». 
Me recordó, y así se lo hice saber, lo que refiere Bruce Marshall en su novela El milagro del padre Malaquías: 
«Se trata de un monje que en una apuesta con un pastor anglicano pide a Dios que sea trasladado lejos de su ciudad un 
cabaret situado frente a la iglesia parroquial; en él se dan cita mujeres de vida alegre, a las que no les falta compañía, 
entorpeciendo todo ello la fe de sus parroquianos. La oración del monje es escuchada y, en un abrir y cerrar de ojos, el cabaret 
completo con su variada clientela vuela hasta un lejano lugar en Escocia. La gente se apresura a gritar: ¡Milagro ... !, y la iglesia 
parroquial vuelve a llenarse de fieles. El obispo, hombre cauto, se limita a comentar: A la Iglesia no le gustan mucho los 
milagros. Y, en efecto, después de la primera impresión, las aguas vuelven a su cauce y la iglesia poco a poco empieza a 
quedarse vacía. El cabaret, sin embargo, con este hecho sensacional, cobra nueva fama y aumenta más aún su negocio. Es 
entonces cuando el monje comprende que ha ido demasiado lejos, porque los hombres son de tal condición que si no están 
sinceramente dispuestos a buscar a Dios, ni el más sensacional de los milagros podrá convertirlos». J. A. García -Prieto Segura, 
Comprometerse en la fe 
276 Existe o no existe 
Entrevistaban en un programa de televisión al árbitro de un encuentro de fútbol. Echaban en cara al colegiado no haberse 
dado cuenta de cierto altercado en el que se habían visto envueltos varios jugadores, en el que hubo, por lo visto, más que 
palabras. Mientras se hablaba, apareció en imagen la escena del incidente. El árbitro, como se podía comprobar, estaba en ese 
instante de espaldas y lejos. Su respuesta sorprendió: «Si yo no lo veo, no existe». 
Tampoco es difícil comprender lo que quería expresar. No pensaba negar lo innegable -se acababa de ver -, sino mostrar 
que a efectos prácticos aquellas bofetadas o empujones como si no existieran. 
Pero hay personas que dicen de modo absoluto lo que afirmaba el colegiado: lo que no veo, no existe. No aseguran: 
«quizá», «a lo mejor», «vete a saber ... »; no, así de tajante: «no existe Adiós pues realidades sobrenaturales. La negación de 
Dios ya está servida. Cfr. J. B. Cabaniña, Sentimiento y amor de Dios 
277 Como la medicina en la botica 
En 1554 se publica un libro que causará notable impacto en España entera: el Libro de la oración y meditación, de Fray 
Luis de Granada. Esta obra se va a considerar en los siglos siguientes como maestra de vida espiritual. 
Desde las primeras páginas se exige que la fe no quede en la superficie. Es preciso meditar su contenido. «La causa de 
nuestros males no es tanto la falta de fe cuanto de consideración de los misterios de nuestra fe.» El diagnóstico del autor es 
claro: los cristianos creen, pero no rumian lo que creen, y por eso les aprovecha poco. Interesante la comparación que establece 
entre fe y medicina: «Porque así como dicen los médicos que, para que las medicinas aprovechen, es menester que sean primero 
actuadas y digeridas en el estómago con el calor natural ( ... ), así también para que los misterios de nuestra fe nos sean 
provechosos y saludables, es necesario que sean primero actuados y digeridos en nuestro corazón con el calor de la meditación, 
porque de otra manera nada aprovecharían. Y por falta de esto vemos a cada paso muchos cristianos muy enteros en la fe y muy 
rotos en la vida, porque nunca se paran a considerar qué es lo que creen. Y así se tienen la fe como a un rincón del arca, o como 
la medicina en la botica, sin servirse de ella para lo que es ... ». 
278 La fe construye catedrales
Cuenta el escritor Henri Heine (1797-1856): «Hace poco un amigo me preguntaba por qué no construimos ahora 
catedrales como las góticas famosas, y le dije: Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, 
no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesitan algo más que una opinión». 
279 Nueva Siderurgia y la fe de un pueblo 
La fe del pueblo polaco y su temple a la hora de defender su derecho a practicarla es ejemplo para los católicos de todo el 
mundo. Uno de los problemas que tenía la Iglesia en esa nación era el de escasez de templos; la guerra había destruido 
muchos y, además, surgían nuevas ciudades, nuevos barrios, como el de Nova Hutta -Nueva Siderurgia -, en los alrededores de 
Cracovia, donde vivían ya cerca de doscientas mil personas que no disponían de una sola iglesia. 
Un día, los trabajadores se presentaron ante su obispo para pedirle la construcción de un templo. Éste elevó la 
correspondiente solicitud ante el gobierno, que al cabo de algún tiempo reservó unos terrenos. Pero como el permiso de 
construcción no llegaba, un domingo por la mañana se presentó en los terrenos, con autorización de su obispo, un sacerdote que 
clavó una cruz de madera, montó un altar portátil y se puso a celebrar la Santa Misa. A partir de aquel día, con lluvia o con sol, 
calor o con frío, con niebla o con viento, cada domingo se celebraron hasta doce Misas, a las que empezaron a asistir muchos 
miles de fieles. Las autoridades comunistas no podían soportar aquello: montaron en cólera, denegaron el permiso para 
construir el templo y trataron de llevarse el altar portátil y la cruz de madera. 
Aquello fue Troya. Los trabajadores de Nova Hutta se echaron a la calle, se enfrentaron a la policía, protestaron 
airadamente en defensa de sus derechos. Varios cayeron heridos, otros dieron en la cárcel con sus huesos, pero al domingo 
siguiente las Misas continuaron y el número de fieles prosiguió en aumento. 
La batalla fue larga. Pero un día hubo templo en Nova Hutta. Lo bendijo el obispo de Cracovia: Karol Wojtyla. Cfr. J. 
Esteban Perruca, Juan Pablo II, el primer Papa polaco 
280 El Señor da ánimos 
«¿Qué temes?» Más de una vez escuchó estas palabras divinas la Madre Teresa a lo largo de su vida. El Señor daba 
ánimos para nuevas empresas, y aquella mujer -mayor, enferma, cansada - volvía a la brecha; y superaba los obstáculos. Se 
resistía a continuar las fundaciones, pero un día, después de la Comunión, cuando ella preguntaba cuál era su voluntad, Él 
respondió como reprendiéndola: -¿Qué temes? ¿Cuándo te he faltado Yo? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de 
hacer estas dos fundaciones. Se refería a Palencia y Burgos. La Madre exclamó: -¡ Oh, gran Dios, y cómo son 
diferentes vuestras palabras a las de los hombres! Así quedé determinada y animada que todo el mundo no bastara a 
ponerme contradicción. 
281 Diagnóstico de un sabio pagano 
Al sabio indio Sadhu Sundar Singh se le atribuye este símil escrito en uno de sus libros: 
«Un día estaba yo sentado cerca del Himalaya, a la orilla de un río. Saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda, y 
la rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta piedra hacía tiempo que estaba en el agua, pero el agua no había 
penetrado en ella. Lo mismo ocurre con los hombres de Europa. Hace siglos que fluye en torno suyo el Cristianismo, viven por 
completo dentro del Cristianismo, y éste no ha penetrado y no vive dentro de ellos. La falta no está en el Cristianismo, sino en 
los corazones cristianos». Añadimos que Sundar se convirtió a la fe cristiana. Cfr. T. Tóth, Venga a nos el tu reino 
282 El aliento de un caudillo 
El ejército de Napoleón estaba en campaña, allá en Oriente. La peste empezó un trabajo destructor. Destacamentos 
enteros yacían ya sin vida. Del corazón de los demás se apoderaba el temor. Los oficiales llegaron a sitiar realmente a Napoleón 
con sus demandas: que dé la orden de retirada, que todo avance significa muerte segura. ¿Y el caudillo? Pasó por medio de sus 
hombres, tranquilo, con paso firme; les dio conversación, los hechizó, y a medida que iba pasando estallaba en los labios de los 
soldados este grito: «¡Viva el Emperador!». Y la fuerza del contagio desde aquel momento estaba conjurada. 
No podemos ser hombres de poca fe, pesimistas. Nos alienta Cristo. Tenemos nuestra voluntad humana... y la ayuda de la 
gracia divina. Cfr. T. Tóth, Los diez mandamientos 
283 Confesar la fe en voz alta 
Haydn fue un gran compositor y también un buen católico. Un día, le suplicó uno de sus discípulos más aventajados que 
escuchase su nueva composición, una misa. Todo iba bien, hasta llegar al Credo. El joven compositor daba al Credo un tono 
«piano», que algunas veces no era más que un murmullo apenas perceptible. Haydn se contuvo durante un rato, pero al fin llegó 
a gritar: -¡Hombre, hombre! ¡Tocar así el Credo! ¿Es que no quieres confesar tu fe en voz alta? Cfr. T. Tóth, Venga a 
nos el tu reino 
284 Hacer actos de fe 284 
San Vicente de Paúl pasó en los primeros años por un período de aridez espiritual, que superó de un modo digno de él. 
¿Qué hizo? Sentía que su alma no se adhería ya a las verdades de la fe. Pero no se desalentó, ni aminoró su propio trabajo. 
Se limitó a escribir los artículos del Credo en una hoja, que dobló y se puso sobre el corazón. Luego, con aquella resuelta y 
práctica voluntad que lo distinguía, determinó que, al tocarse con la mano derecha encima del corazón, quería realizar un acto de 
fe sobre todos los artículos del Credo, escritos sobre el corazón. Cfr. P. Bargellini, Los santos también son hombres 
285 Partir el alma 
Cuenta una escritora cómo le tocó en cierta ocasión presenciar una lamentable pelea callejera entre dos personas. No se 
sabía el motivo de aquel espectáculo. Era una refriega fogosa, sin tregua. Brazos, piernas, cabezazos se disparaban a diestro y 
siniestro, a granel, con furia. Quizá lo más siniestro del hecho fuera el impresionante silencio de los contendientes: no se 
dedicaban ni un insulto, ni una de esas palabras usuales en estas ocasiones. Sólo se escuchaba el ruido de los golpes y el jadeo 
de los hombres. Pero, de pronto, resonó una frase -la única - rotunda y feroz: «Te voy a romper el alma». 
El alma -qué duda cabe - es sustancia espiritual y, por ende, indivisible. No admite roturas. Pero de un modo metafórico 
bien se podría hablar de rompimientos. Por ahí va la reflexión de la escritora: cuando las pasiones pugnan con los propios 
ideales; cuando los intereses van contra la rectitud moral; cuándo no hay coherencia entre las propias creencias y la vida que se 
lleva... ¿no se está perdiendo el alma en pequeñas porciones cada día? Bien triste pérdida. 
286 «Siempre he conservado la fe»
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Fe text (2)

  • 1. FE fe* * cdf 23 b ( cuando hay muchas dificultades, hay más gracia) fe/1 Cuando el honor de Dios o la utilidad del prójimo están en peligro, no debe contentarse el hombre con estar unido con su fe a la verdad divina, sino que debe confesarla exteriormente ( Sto.Tomás; Tex 2307). fe/2 En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época e enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo: procuraban atraerlos a sí para que renegasen; pero, ellos, confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándolos, no quieren que parezca que se los aparta de Cristo (S.Agustín; Tex 2323). fe/3 Enhorabuena vuele lejos la paja de una fe superficial y ligera, en cuanto sienta el soplo de la prueba; tanto más limpio será así el momtón de trigo que se habrá de guardar en los graneros del Señor (Tertuliano;Tex 2324) fe/4 (crt n;4.2 -> fe y audacia) Este programa requiere pedir intensamente al Señor que nos aumente la fe, porque ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (Io.5,4). Puede ser que nos encontremos con un ambiente huidizo, indiferente u hostil ante Jesús que pasa. La fe nos empujará a insistir sin desmayos a no pararnos en lo que los hombres llaman obstáculos; a dar impulso optimista -divino y humano- a un mundo cansado y añoso; a llevar nuestro ambiente, y a no dejarnos arrastrar por la corriente de la prudencia carnal, que se refugia en mil rodeos, temerosa de hablar claramente de Jesucristo. No hay más dificultad para el apóstol que la propia flaqueza, las pasiones personales. Y a esto Jesús también ha puesto remedio con los Sacramentos, que nos colman de fuerzas. Llenaos de audacia, pues, para ofrecer a quienes os rodean la luz de la fe cristiana y la esperanza en unos bienes duraderos. Convenceos, hijos, de que éste es el ideal por el que vale la pena entregarse del todo (...). Estamos en la primera fila de esta batalla que termina, para cada uno, con la muerte aquí en la tierra. Quien nos ha precedido nos guía desde el Cielo: no nos echemos para atrás, que esto sería decaer en el afán y en las realidades de apostolado y de proselitismo. ¡Fe!: hombres y mujeres de fe necesita el mundo. Vamos adelante, hijas e hijos -con fe en Dios, que remueve las montañas; con esperanza inconmovible; con amor ardiente-, en la pelea maravillosa a la que el Señor nos ha llamado: en esta siembra de paz y de alegría. Considerad que quien no vibra así se expone a caer en la tibieza, en enfermedades mortales del alma (del P;c/Jun.76,14c, 15ab). fe/5 (sentido sobrenatural de la lucha: confianza en Dios) Se levantó Judas, apellidado Macabeo, a quien apoyaron sus hermanos y cuantos habían seguido a su padre, y combatían alegremente los combates de Israel (...). Llegaron hasta la subida de Betorón (las tropas de Serón,jefe del ejército de Siria), donde les salió al paso Judas con una pequeña tropa. Esta, viendo el ejército que venía contra ellos, dijo a Judas: "Cómo podremos nosotros, tan pocos, luchar contra tan poderosa muchedumbre, y menos estando, como estamos hoy, extenuados por el ayuno?". Pero Judas contestó: "Fácil cosa es entregar una muchedumbre en manos de pocos, que para el Dios del cielo no hay diferencia entre salvar con muchos o con pocos; y no está en la muchedumbre del ejército la victoria en la guerra: del cielo viene la fuerza (...). Dios los aplastará a nuestros ojos; no tengáis miedo de ellos (1 Macab.3,1.20 ss.). fe/6 (creer a y en Dios) Comentando este versículo (Sant.2,19), S.Beda enseña que una cosa es creer a Dios, otra creer en Dios, y otra creer tendiendo hacia Dios (credere in illum): "Creerle es creer que son verdaderas las cosas que dice. Creer en El es creer que es Dios. Creer tendiendo hacia El es amarle. Creer que es verdad lo que dice pueden hacerlo muchos, también los malos; creen que es verdad y no quieren practicarlo, porque son perezosos para obrar. Creer que El es Dios, también los demonios pudieron. Pero creer tendiendo hacia Dios, es propio de los que aman a Dios, que no son cristianos sólo por el nombre, sino también por las obras y por la vida. Porque sin amor la fe es inútil. Con amor, es la fe del cristiano; sin amor, la fe del demonio" (Nota UDEN-S. Beda). fe/7 (actuar sin timidez) ¡Hay que moverse, hijos míos, hay que hacer! Con valor, con energía, y con alegría de vivir, porque el amor echa lejos de sí el temor (cfr. Io.4,18, con audacia, sin timideces (...). Tenéis que huir tanto de la actitud del intrépido que todo lo ve fácil, porque cree que le sobran energías, como del encogimiento del tímido, que todo lo ve con dificultad insuperable, porque cree que no tiene fuerzas (nP; c/060545, n.44; en 2MED,174) fe/8 (caminos desconocidos de la Providencia) Todos contamos también con la experiencia abundante de que, muy frecuentemente, los caminos de la Providencia divina -los que nos parecen favorables y los adversos- superan de tal modo nuestra inteligencia, que sólo un acto de fe rendida - ¡sin ver ni entender!- tocamos lo que son: manifestaciones de un Amor que todo lo sabe y todo lo alcanza. Hijas e hijos míos, meditemos frecuentemente este punto esencial del cristianismo -inseparable del sentido de la filiación divina-, que nuestro queridísimo Padre encarnó de un modo impresionante, y que le empujaba a repetir ante cualquier acontecimiento humanamente duro: omnia in bonum!, y también: ¡Dios sabe más! Todo es para bien, porque todo está en las manos de quien todo lo domina y nos ama con inmensa ternura. Meditad y convenceos de que, como precisa S.Pablo, esto se cumple en los que de veras aman a Dios: diligentibus Deum, omnia cooperantur in bonum!. La fe no nos conduce a la pasividad de un providencialismo irresponsable; nos anima, por el contrario, a luchar con perseverancia por corresponder al Amor con nuestro amor: sólo el pecado, que depende de nuestra libertad, es lo que, en sí mismo, no coopera a nuestro bien. Pero, Dios se nos muestra tan grande, tan Padre, -¡un Dios que perdona!-, que sale siempre a nuestro encuentro como el padre del hijo pródigo y, si somos humildes y sinceros, si reconocemos nuestras culpas y nos dejamos abrazar por la misericordia divina, el Señor saca grandes bienes de nuestras mismas miserias, a través de la penitencia (P-A;cdf,sep91ce).
  • 2. fe/9 (una aspiración:Jto en la cumbre) Como también decía tantas veces nuestro Padre, "es cuestión de fe". Por eso, quisiera que ahora examináramos si profesamos esa fe grande que nos empuja a comprender con profundidad que de la santidad personal -de la tuya, de la mía-dependen muchas cosas grandes. Hija mía, hijo mío, pregúntate: ¿veo almas en mi trabajo?; ¿me doy cuenta de la transcendencia que tienen las cosas pequeñas hechas por amor?; ¿me desanimo cuando no logro los resultados que esperaba en la labor apostólica? ; ¿me impulsa de veras la fe a ser fuerte ante las dificultades?; ¿soy optimista, o me dejo abatir por las contrariedades o los estados de ánimo? Hijas e hijos míos, "que entreguemos plenamente nuestras vidas al Señor Dios Nuestro, trabajando con perfección, cada uno en su tarea profesional y en su estado, sin olvidar que debemos tener una sola aspiración, en todas nuestras obras: poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres, y así contribuiremos a que la luz y la vida de Jesucristo sean gracia, paz y amor para la humanidad entera" <nP;c/151048,41> (P-A;cdf mar91 k). fe/10 (no jugar con la fe) Nosotros nos negamos a jugar con la fe. Roguemos a diario a Nuestro Señor: adauge nobis fidem!: aumentanos la fe; y la esperanza y el amor: la vida sobrenatural (...). Fijaos en que, a la debilitación de la fe, acompaña una desorientación de la conciencia. Se llega hasta el extremo de considerar, con categoría de fenómenos positivos, sucesos que no admiten más explicación que la caída de la criatura, por flojedad en la lucha (nP;c/feb74,21a). fe/11 (disociación fe-moral) (Existe una) grave y nociva dicotomía: la que se produce entre fe y moral (n.88 a). Esta separación constituye una de las preocupaciones pastorales más agudas de la Iglesia en el presente proceso de secularismo, en el cual muchos hombres piensan y viven «como si Dios no existiera». Nos encontramos ante una mentalidad que abarca -a menudo de manera profunda, vasta y capilar- las actitudes y los comportamientos de los mismos cristianos, cuya fe se debilita y pierde la propia originalidad de nuevo criterio de interpretación y actuación para la existencia personal, familiar y social. En realidad, los criterios de juicio y de elección seguidos por los mismos creyentes se presentan frecuentemente -en el contexto de una cultura ampliamente descristianizada- como extraños e incluso contrapuestos a los del Evangelio (n.88 b). Es, pues, urgente que los cristianos descubran la novedad de su fe y su fuerza de juicio ante las cultura dominante e invadiente (n.88 c). Urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida. Pero, una palabra no es acogida auténticamente si no se traduce en hechos, si no es puesta en práctica. La fe es una decisión que afecta a toda la existencia; es encuentro, diálogo, comunión de amor y de vida del creyente con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf.Io.14,6). Implica un acto de confianza y abandono en Cristo, y nos ayuda a vivir como El vivió (cf.Gal.2,20), o sea, en el mayor amor a Dios y a los hermanos (n.88 c). La fe tiene también un contenido moral: suscita y exige un compromiso coherente de vida (n.88 d) (JPII; vs, n.88). fe/12 La fe no es posible sin un doble auxilio, dos cosas diversas, pero convergentes: la gracia -la fe es una gracia- y la asistencia del Magisterio de la Iglesia -Papa y obispos- establecido por Cristo y asistido por el Espíritu Santo (Pablo VI; Alocución 301166). fe/13Al adherirnos a la fe que la Iglesia nos propone, nos ponemos en comunicación directa con los Apóstoles, a quienes queremos recordar; y mediante ellos, con Jesucristo, nuestro primero y único Maestro (Pablo VI; Alocución 010367). fe/14 (fe y libertad) El acto con el que uno confía en Dios siempre ha sido considerado por la Iglesia como un momento de elección fundamental, en la cual está implicada toda la persona. Inteligencia y voluntad desarrollan al máximo su naturaleza espiritual para permitir que el sujeto cumpla un acto en el cual la libertad personal se vive de modo pleno.(15) En la fe, pues, la libertad no sólo está presente, sino que es necesaria. Más aún, la fe es la que permite a cada uno expresar mejor la propia libertad. Dicho con otras palabras, la libertad no se realiza en las opciones contra Dios. En efecto, ¿cómo podría considerarse un uso auténtico de la libertad la negación a abrirse hacia lo que permite la realización de sí mismo? La persona al creer lleva a cabo el acto más significativo de la propia existencia; en él, en efecto, la libertad alcanza la certeza de la verdad y decide vivir en la misma (JPII; FR, 13b).
  • 3. FE [Volver al INDICE] Citas de la Sagrada Escritura Sin fe es imposible agradar a Dios [...]. Heb 11, 6. El que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere será condenado. Mc 16, 16. Este es su mandato: que creamos en el nombre dc SU Hijo Jesucristo. I Jn 3, 23. A todo el que me reconociera delante de los hombres, yo también le reconoceré delante de mi Padre que está en los cielos; y a quien me negare delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre. Mt 10, 32-33. Tales hombres no tienen disculpa, porque habiendo conocido a Dios [...] devanearon en sus discursos, y quedó su insensato corazón lleno de tinieblas [...]. Rom 1, 21. Aquellos que, pagados de sí 22, 1-8. mismos, blasfemando, no temen sembrar herejías [...], han dejado el camino recto [...]. Estos tales son fuentes sin aguas y nubes agita das por los vientos, para los cuales está reservado el abismo de las tinieblas. 2 Pdr 2.10.15.17. No hay otro Evangelio, pero hay algunos que os traen alborotados y quieren trastornar el Evangelio de Cristo, pero [...] cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema. Cal 1, 7 y 9. La idolatría, consecuencia del pecado de soberbia: Rom 1, 23. En los últimos días sobrevendrán tiempos peligrosos, se levantarán hombres amadores de sí mismos [...]; éstos resisten a la verdad, hombres de corazón corrompido, réprobos en la fe. 2 Tim 3, 1-8. Testimonio de fe de Eleazar: 2 Mac 6, 1 8-3 1. Fe de Abrahan: Cen 15, 1-8; Fe de la viuda de Sarepta: I Re 17, 10-16. Testimonio de los mártires de Sebaste: 2 Mac 7, 2-41. (Fe de una mujer cananea): Entonces le dijo Jesús: Mujer, grande es tu fe [...]. Mt 15, 28. (Fe de una mujer que padecía flujo de sangre): Jesús se volvió y, al verla, le dijo: Animo, hija, tu fe te ha sanado. Mt 9, 22. (Fe de los amigos de un paralitico): Viendo Jesús la fe de ellos (de los amigos), dijo al paralítico: Tus pecados te son perdonados [...]. Mt 9, 2; Lc 5, 20. (Fe de un centurión): Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose a la muchedumbre que le seguía, dijo: En verdad, os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande. Lc 7, 9. Dijéronle los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza diríais a este sicomoro: «Arráncate y échate al mar», y os obedeceria. Lc 17, 5-ó. (...A los discípulos). No habéis podido echarlo (al demonio) por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte [...] y nada os será imposible. Mt 17, 20. (A dos ciegos). Entonces les tocó los ojos diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe. Mt 9, 29. SELECCIÓN DE TEXTOS Origen sobrenatural de la fe 2255 No es la sabiduría terrena quien descubre esta fe, ni la opinion humana quien puede conseguirla: el mismo Hijo único es quien la ha enseñado y el Espiritu Santo quien la instruye (SAN LEÓN M AGNO, Sermón 75 de Pentecostés). 2256 Dios es luz sobrenatural de los ojos del alma y sin ella está en tinieblas (SAN JUAN DELA CRUZ Cántico espiritual, 10, 8). 2257 El verdadero y auténtico católico es el que ama la verdad de Dios y de la Iglesia, Cuerpo de Cristo; aquel que no antepone nada a la religión divina y a la fe católica: ni la autoridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni la elocuencia, ni la filosofía; sino que, desprendiendo todas estas cosas y permaneciendo sólidamente firme en la fe, está dispuesto a admitir y a creer solamente lo que la Iglesia siempre y universalmente ha creído (SAN V1CENTE DE LERINS, Conmonitorio, 20). 2258 ...Si un experto afirmase algo dentro de su competencia, y un ignorante dijese que no era como enseñaba el experto porque él no le entendía, sería considerado bastante estúpido el ignorante. Pero es sabido que el entendimiento de un ángel supera al entendimiento del mejor filósofo más que el de éste al de un ignorante. Por tanto es estúpido el filósofo que no quiera creer lo que afirman los ángeles; mucho más si no quiere creer lo que dice Dios (SANTO ToMAs, Sobre el Credo, 1. c., p. 32). 2259 Nadie debe dudar acerca de la fe, sino creer las cosas de la fe más que las que puede ver, porque la vista del hombre puede engañarse, pero la sabiduría de Dios jamás se equivoca (SANTO TOMAS, Sobre el Credo, 1. c., p. 34). 2260 Nuestro conocimiento es tan débil que ningún filósofo pudo jamás investigar totalmente la naturaleza de una mosca, y así se cuenta que un filósofo vivió treinta años en soledad tratando de conocer la naturaleza de la abeja. Si nuestro entendimiento es tan débil, ¿no es necedad empeñarse en creer de Dios tan sólo lo que el hombre puede averiguar por sí mismo? (SANTO TOM¡S, Sobre el Credo, 1. c.,p. 32). 2261 Mi madre me decía cuando era ya mayor: De pequeño estuviste muy malo; tuve que llevarte de un médico a otro y velar noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo habría yo podido decir: Madre, no te creo? Pero sí que creo, creo lo que me dices, mas te creo especialmente a ti. Y así ocurre con la fe. No se trata sólo de creer lo que Dios ha revelado, sino a El, que merece nuestra fe, que nos ha amado tanto y tanto ha hecho por nuestro amor (JUAN PABLO I, Aloc. 13-IX-1978). 2262 (La fe en Dios comporta tres dimensiones que S. Agustín enunció con esta expresión): «credere Deo, credere Deum, credere in Deum», creer en Dios, creer a Diosóaceptar todo lo que El ha reveladoóy creer a Dios (SAN AGUSTIN, Sermón 144). 2263 La fe nos da y nos comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe; pero no por eso no nos lo da en la verdad. El que da un vaso de oro plateado, no porque el vaso esté plateado deja de ser de oro (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 12, 4). 2264 Si uno no quisiera creer más que lo que conoce, ni siquiera podría vivir en este mundo. ¿Cómo podría vivir sin crcer a alguien? ¿Cómo creeria, por ejemplo, que fulano es su padre? Por consiguiente, es necesario que el hombre crea a
  • 4. alguien acerca de las cosas que no puede saber totalmente por si solo. Pero a nadie hay que creer como a Dios; por tanto, los que no creen las enseñanzas de la fe no son sabios, sino estúpidos y soberbios, como dice el Apóstol: Soberbio es, nada sabe (I Tim 6, 4) (SANTO TOM¡S, Sobre el Credo, 1. c., p. 33). Propiedades de la fe 2265 Abrazar la fe cristiana es comprometerse a continuar entre las criaturas la misión de Jesús (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 183). 2266 Gran apoyo es la fe integra, la fe verdadera, en la cual na- da puede ser añadido o quitado por nadie; porque la fe, si no es única, no existe en modo alguno (SAN LEÓN, Sermón 24, en la Natividad del Señor). 2267 Por diversos que sean los lugares, los miembros de la Iglesia profesan una misma y única fe, la que fue transmitida por los Apóstoles a sus discípulos (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10). 2268 Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación. Dichosos los que sin ver han creído. En esta sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros, que le guardamos en nuestra mente sin haberle visto corporalmente. Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque el que cree de verdad es el que obra según su fe (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.). 2269 ¿Te persuades de cómo ha de ser nuestra fe? Humilde. ¿Quién eres tú, quién soy yo, para merecer esta llamada de Cristo? ¿Quiénes somos, para estar tan cerca de El? Como a aquella pobre mujer entre la muchedumbre, nos ha of recido una ocasión. Y no para tocar un poquito de su vestido, o un momento el extremo de su manto, la orla. Lo tenemos a El. Se nos entrega totalmente, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Lo comemos cada día, hablamos íntimamente con El, como se habla con el padre, como se habla con el Amor (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 199). 2270 La fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes (SAN AGUSTiN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297). Frutos de la fe 2271 La fe es la escalera que lleva al conocimiento; el conocimiento es el premio de la fe (SAN AGUSTIN, Sermón 126). 2272 La fe nos proporciona cuatro bienes: 1.¡ por la fe el alma se une a Dios [...]. 2. ¡ por la fe se incoa en nosotros la vida eterna; pues la vida eterna no es otra cosa que conocimiento de Dios [...]. 3. ¡ La fe dirige la vida presente [...]. 4.¡ Con la fe vencemos las tentaciones.(SANTO TOMAS, Sobre el Credo, 1. c., pp. 29-31). 2273 Unicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural (SAN M¡XIMO, Centuria 1, 8). 2274 Es imposible penetrar en el conocimiento de las Escrituras si no se tiene previamente infundida en sí la fe en Cristo, la cual es como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura. En efecto, mientras vivimos en el destierro lejos del Señor, la fe es el fundamento estable, la luz directora y la puerta de entrada de toda iluminación sobrenatural (SAN BUENAVENTURA, Breviloquio, prólogo). 2275 La fe, si es fuerte, defiende toda la casa (SAN AMBROSIO, Coment. sobre el Salmo 18, 12, 13). 2276 ...Ningún filósofo antes de la venida de Cristo, aun con todo su esfuerzo, pudo saber acerca de Dios y de las cosas necesarias para la vida eterna lo que después de su venida sabe cualquier viejecilla por medio de la fe (SANTO ToMAs, Sobre el Credo, 1. c., p. 31). 2277 El primer beneficio de los que creen consiste en recibir del Espiritu Santo el perdón de los pecados (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña, 11). 2278 La fe se asemeja a una antorcha, porque por ella se ilumina la marcha del hombre interior (SAN REMIGIO, en Catena Aurea, val. I, p. 390). El «depositum fidei» (contenido de la fe). Errores doctrinales 2279 Pero, ¿qué es un depósito? El depósito es lo que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has excogitado con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está reservado para un uso privado, sino que pertenece a una tradición pública. No salió de ti, sino que a ti vino: a su respecto tú no puedes comportarte como si fueras su autor, sino como su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado, sino que eres su discípulo; no te corresponderá dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo. Guarda el depósito, dice; es decir, conserva inviolado y sin mancha el talento de la fe católica. Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a ti y transmitir. Has recibido oro; devuelve, pues, oro. No puedo admitir que sustituyas una cosa por otra. No, tú no puedes desvergonzadamente sustituir el oro por plomo, o tratar de engañar dando bronce en lugar de metal precioso. Quiero oro puro, y no algo que sólo tenga su apariencia (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 22). 2280 Y ni el que posee dotes oratorias, entre los que presiden las Iglesias, enseñará algo diverso a lo que hemos dicho (ya que nadie está por encima de su maestro), ni el que está privado de esas dotes aminorará por ello el contenido de la tradición. En efecto, siendo la fe única e idéntica para todos, ni la amplia el que es capaz de hablar mucho sobre ella, ni la aminora el que no es capaz de tanto (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10). 2281 Que la religión de las almas imite el modo de desarrollarse los cuerpos, cuyos elementos, aunque con el paso de los años se desenvuelven y crecen, sin embargo permanecen siendo siempre ellos mismos. Hay gran diferencia entre la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad; no obstante, quienes ahora son viejos son los mismos que fueron adolescentes. El aspecto y el porte de un individuo camblará, pero se tratará siempre de la misma naturaleza y de la misma persona (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 29). 2282 Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es entonces posible en la Iglesia de Cristo?Ciertamente que debe haber progreso, ¡y grandisimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso por la fe, no de modificación.Es característica del progreso el que una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a si misma; es propio, en cambio, de la modificación que una cosa se
  • 5. transforme en otra.Asi pues, crezcan y progresen de todas las maneras posibles la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, tanto de la colectividad como del individuo, de toda la Iglesia, según las edades y los siglos; con tal de que eso suceda exactamente según su naturaleza peculiar, en el mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación (SAN VICENTE DE LERINS, Conm. Conmonitorio, n. 27). 2283 Siempre resultará provechoso csiorzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal (SAN ATANASIO, Carta I a Serapión, 28-30). 2284 Los católicos han tenido siempre la costumbre, y la tienen todavía, de determinar la verdadera fe de dos maneras: con la autoridad de la Escritura divina y con la tradición de la Iglesia católica. No porque la Escritura, por si sola, no sea suficiente en todos los casos, sino porque muchos,interpretando a su capricho las palabras divinas, acaban por inventar una cantidad increíble de doctrinas erróneas. Por este motivo es necesario que la exégesis de la Escritura divina vaya guiada por la única regla del sentir católico, especialmente en las cuestiones que tocan los fundamentos de todo el dogma católico (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 29). 2285 Velad, pues, hermanos, y conservad cuidadosamente la tradición que ahora recibís y grabadla en el interior de vuestro corazón. Poned todo cuidado, no sea que el enemigo, encontrando a alguno de vosotros desprevenido y remiso, le robe este tesoro, o bien se presente algún hereje que, con sus errores, contamine la verdad que os hemos entregado. Recibir la fe es como poner en el banco el dinero que os hemos entregado; Dios os pedirá cuenta de este depósito (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 5, sobre la fe y el símbolo). 2286 Lo que todos, o al menos la mayoría, han afirmado claramente, a modo de concilio de maestros perfectamente unánimes, y que han confirmado al aceptarlo, conservarlo y transmitirlo, eso es lo que debe ser mantenido como indudable, cierto y verdadero. Al contrario, todo lo que fuera de la doctrina común, e incluso contra ella, haya pensado uno solo, aunque sea un santo y un docto, un obispo, un confesor, un mártir, debe ser relegado entre las opiniones personales, no oficiales, privadas, que no tienen la autoridad de la opinión común pública y general; no nos suceda, con sumo peligro para nuestra salvación eterna, que abandonemos la antigua verdad de la doctrina católica para seguir el error nuevo de un solo individuo, según la sacrílega costumbre de los herejes y cismáticos (SAN VICENTE DE LERINS,conmonitorio, n. 27). 2287 Es legitimo que los antiguos dogmas de la filosofía celestial, al correr de los siglos, se afinen, se limen, se pulan; pero seria impío cambiarlos, desfigurarlos, mutilarlos. Adquieran, al contrario, mayor evidencia, claridad, precisión; pero es necesario que conserven siempre su plenitud, integridad, propiedad (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 23). 2288 La Iglesia, habiendo recibido esta predicación y esta fe, aunque esparcida por todo el mundo, la guarda con diligencia, como si todos sus hijos habitaran en una misma casa; y toda ella crce estas mismas verdades como quien predica, las enseña y las transmite como quien tiene una sola boca. Porque si bien en el mundo hay diversidad de lenguajes, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos. Y lo mismo creen y transmiten las Iglesias fundadas en Germania, así como las de los iberos, las de los celtas, las del Oriente, las de Egipto, las de Libia y las que se hallan en el centro del mundo; pues, del mismo modo que el sol, creatura de Dios, es uno e idéntico en todo el mundo, así también la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10). 2289 [...] las verdades de fe y de moral no se determinan por mayoria de votos: componen el depósitoódeposita». fideió entregado por Cristo a todos los fieles y confiado, en su exposición y enseñanza autorizada, al Magisterio de la Iglesia (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Hom. El fin sobrernatural de la Iglesia, 28-V-1972). 2290 Todo lo que halle que, no por uno o dos solamente, sino por todos juntos de pleno acuerdo, haya sido mantenido, escrito y enseñado abiertamente, frecuente y constantemente, sepa que él también lo puede creer sin vacilación alguna (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 3). 2291 Así, pues, el sábado próximo, en que celebraremos la vigilia, si Dios quiere, habréis de dar no la oración (el Padrenuestro), sino el símbolo (el Credo): porque si ahora no lo aprendéis de memoria, después, en la iglesia, no se lo habéis de oir todos los dias al pueblo. Y, en aprendiéndole bien, decidle a diario para que no se os olvide; al levantaros de la cama, al ir a dormiros, dad vuestro símbolo, dádselo a Dios, procurando hacer memoria de ello, y sin pereza de repetirlo. Es cosa buena repetir, para no olvidar. No digáis: «Ya lo dije ayer, y lo digo hoy, y a diario lo digo: téngale bien grabado en la memoria». Sea para ti como un recordatorio de tu fe y un espejo donde te mires. Mírate, pues, en él: examina si continúas creyendo todas las verdades que de palabra dices creer y regocíjate a diario en tu fe. Sean ellas tu riqueza: sean a modo de vestidos para el aderezo de tu alma (SAN AGUSTIN, Sermón 58). Poder de la fe 2292 Un poco de fe puede mucho (SAN JUAN CR[SÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 269). 2293 Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, por- que después seremos capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 203). 2294 No solamente hombres, sino también mujeres, niños pequeños y muchachas han combatido por ella (por la fe) en todas las partes del mundo hasta derramar su sangre. Esta fe ha puesto en fuga a los demonios, desterrado las enfermedades, resucitado a los muertos (SAN LEÓN MAGNO, Sobre la Ascensión del Señor). 2295 Si tuvierais fe [...1, diréis a este árbol: Arráncate de raíz y trasplántate en el mar, y os obedecerá (Lc 17). Si los Apóstoles no llegaron a trasladar ningún árbol, no los acuséis; porque no dijo: trasladaréis, sino podréis trasladar; pero no lo hicieron porque no era necesario, habiendo hecho cosas de mayor importancia (SAN JUAN CRISÓSTOMO en Catena Aurea, val. Vl, p. 269). 2296 Les invita a la fe con la parábola del grano de mostaza; y les hace ver que, de todos modos, se propagará la predicación del Evangelio. Es necesaria la fe para comprender esto: los más pequeños, los más débiles entre los hombres eran
  • 6. los discípulos del Señor; pero como habia en ellos una eficacia divina grandiosa, esa fuerza se desplegó y se difundió por todo el mundo. Con esto quiso dar el Señor una prueba de su grandeza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 46). 2297 Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados (Mc 2, 1 ss.). Es digno de consideración cuánto debe valer para Dios la fe propia de cada uno, cuando vale tanto la ajena que por ella se levanta un hombre curado de repente interior y exteriormente, y por el mérito de unos se perdonan a otros sus pecados (SAN BEDA, en Catena Aurea, val. IV, p. 51). 2298 «Si habueritis fidem, sicut granum sinapis!»ó¡Si tuvierais fe tan grande como un granito de mostaza!...ó¡Qué promesas encierra esa exclamación del Maestro! (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 585). Seguridad de la fe 2299 Aquí, en Roma, hubo un gran poeta, Trilussa, que trató también él de hablar de la fe. En cierta poesía suya dejó dicho: «aquella viejecita ciega, que encontré / la tarde que me perdí en medio del bosque / me dijo: Si el camino no lo sabes / te acompaño yo, que lo conozco. / Si tienes el valor de acompañarme, / de vez en cuando te daré una voz: hasta allá en el fondo, donde hay un ciprés; / hasta allá en la cima, donde hay una cruz.Yo respondí: Bueno... pero encuentro extraño / pueda guiarme quien no ve... / La ciega, entonces, me cogió la mano / y suspiró:óCaminaó. Era la fe». Como poesía, graciosa; como teología, defectuosa. Defectuosa, porque cuando se trata de la fe, el gran conductor es Dios (JUAN PABLO I, A loc. l 3 -IX- 1978). 2300 Nada es demasiado difícil de creer acerca de Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre Dom. IV después de Epifonia óCat. S. Chand 1848). 2301 ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Si hubieran tenido una idea clara de su omnipotencia habrían estado seguros de que El podía sacarlos del peligro. Pero como lo veían dormido en la barca, no pudieron crcer que estaban a salvo, no comprendieron que El, despierto o dormido, era omnipotente.Esta idea es muy importante para nosotros hoy, porque será un medio de sostener nuestra fe. ¿Por qué creéis todos los hechos extraños y maravillosos recogidos en la Escritura? Porque Dios es omnipotente y puede hacerlos. ¿Por qué creéis que una Virgen concibió y dio a luz un Hijo? Porque es un acto de Dios y El puede hacer cualquier cosa. Como el Angel Gabriel dijo a la Santísima Virgen: Nada es imposible para Dios. (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. l V después de Epifania). 2302 No seré reacio, no dudaré, porque creo en aquello que aleja toda duda. Todos los actos de poder divino caen dentro y son ejemplo de este atributo universal en el cual yo creo: la omnipotencia. Si Dios puede hacerlo todo, puede hacer esto. Puede hacer mucho más que esto. Por más maravilloso que esto o aquello pueda ser para nuestras limitadas inteligencias, si conociéramos todo, veríamos que esto, sea lo que fuere, es solamente una cosa entre muchas (CARD. J. H. NEWMAN Sermón sobre el Dom. I V después de Epifunia). 2303No quieras que te llene nada que no sea Dios. No desees gustos de Dios. No desees tampoco entender de Dios más de lo que debes entender.La fe y el amor serán los lazarillos que te llevarán a Dios por donde tú no sabos ir. La fe son los pies que llevan a Dios al alma.El amor es el orientador que la encamina (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 11). 2304 Esa certeza que nos da la fe hace que miremos lo que nos rodea con una luz nueva, y que, permaneciendo todo igual, advirtamos que todo es distinto, porque todo es expresión del amor de Dios (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 144). 2305 No somos sólo náufragos a los que Dios ha prometido salvar, sino que esa salvación obra ya en nosotros. Nuestro trato con Dios no es el de un ciego que ansía la luz pero que gime entre las angustias de la obscuridad, sino el de un hijo que se sabe amado por su Padre (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 142). 2306 En esto consiste, en efecto, la fuerza de los espíritus verdaderamente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas verdaderamente fieles; creer sin vacilación lo que no ven nuestros ojos, tener fijo el deseo en lo que no puede alcanzar nuestra mirada. ¿Cómo podría nacer esta piedad en nuestros corazones, o cómo podríamos ser justificados por la fe, si nuestra salvación consistiera tan sólo en lo que nos es dado ver? (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 2, sobre la Ascensión). Deber de confesar externamente la fe 2307 Cuando el honor de Dios o la utilidad del prójimo están en peligro, no debe contentarse el hombre con estar unido con su fe a la verdad divina, sino que debe confesarla exteriormente (SANTO TOM¡S Suma Teológica, 2-2, q. 3, a. 2 ad l). 2308 Alégrate cada día de tu fe. Sus articulos sean tus riquezas, y como los vestidos de cada día para tu alma. Cuando te levantas, ¿no te vistes? Asi también, recordando el Credo, viste tu alma, para que el olvido no te desabrigue y quedes desnudo. Hemos de vestirnos con nuestra fe (SAN AGUSTIN, Sermón 58). 2309 No sólo niega a Cristo quien dice que no existe, sino también quien niega su condición de cristiano (RABANO MAURO, en Catena,4urea, val. III, p. 340). 2310 No se contenta el Señor con una fe interna, sino que pide una confesión exterior de ella, urgiéndonos a una mayor confianza y a un mayor amor (SAN JUAN CRiSÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 35). 2311 Si hubiese sido Jesucristo un puro hombre, ¿cómo se hubiera podido pensar que habían de preferirle los padres a sus hijos, los hijos a sus padres, los maridos a sus mujeres, y no en una casa o en ciento, sino en todo el mundo? Y no sólo lo predijo, sino que se ha cumplido con hechos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 118). 2312 El Señor pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de El, y su respuesta concuerda en cuanto que expresa la desorientación de la ignorancia de los hombres. Pero tan pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción que ellos tienen, el primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 4). Pecados contra la fe 2313 No tienen fe.óPero tienen supersticiones. Risa y vergüenza nos dio aquel poderoso que perdía su tranquilidad al oír una determinada palabra, de suyo indiferente e inofensiva óque era, para él, de mal agüeroóo al ver girar la silla sobre una pata (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Camino, n. 587).
  • 7. 2314 (La infidelidad es el mayor de los pecados, ya que es) lo que más aleja de Dios, porque priva hasta de su verdadero conocimiento, y el conocimiento falso de Dios no acerca, sino que aleja al hombre de él (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2, q. 10, a. 4). 2315 (La apostasía es un pecado de infidelidad que) nace de la soberbia, por la que el hombre no se somete a las reglas de la fe (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2, q. 10, a. 1). Los que le niegan son primeramente los que pospusieron la 2316 fe por temor a una inminente persecución, y después los doctores de la herejía y sus discípulos (SAN CIRILO en Catena Aurea, val. Vl, p. 70). 2317 [...] y les tributaron honores divinos y culto: tales son los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas. A éstos les ocurrió lo que a uno que va a la curia regia, y queriendo ver al rey piensa que es el monarca todo lo que encuentra bien vestido o con cargo (SANTO TOMAS, Sobre el Credo, 1. c., p. 36). 2318 Debemos considerar en todas las señales que fueron dadas tanto al nacer como al morir el Señor, cuánta debió ser la dureza de corazón de algunos judíos, que no llegaron a conocerle ni por el don de profecía, ni por los milagros. Todos los elementos han dado testimonio de que ha venido su Autor. Porque, en cierto modo, los cielos le reconocieron como Dios, pues inmediatamente que nació lo manifestaron por medio de una estrella. El mar le reconoció sosteniéndole en sus olas; la tierra le conoció porque se estremeció al ocurrir su muerte; el sol le conoció ocultando a la hora de su muerte el resplandor de sus rayos; los peñascos y los muros le conocieron porque al tiempo de su muerte se rompieron; el infierno le reconoció restituyendo a los muertos que conservaba en su poder. Y al que habian reconocido como Dios todos los elementos insensibles, no le quisieron reconocer los corazones de los judíos infieles y más duros que los mismos peñascos (SAN GREGORIO, Hom. 10 sobre los Evang.). 2319 La infidelidad nace de la soberbia, por la cual el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2,q. IO,a. 1). 2320 No es pequeña acusación contra los judíos el hecho de que estos ciegos, sin ojos, por sólo el oído, reciban la fe; mientras aquellos que contemplaban los milagros de Jesús y tenian por testigos de sus hechos no menos que sus propios ojos, hacían todo lo contrario (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 82). 2321 Si se cede en cualquier punto del dogma católico, después será necesario ceder en otro, y después en otro más, y así hasta que tales abdicaciones se conviertan en algo normal y licito. Y una vez que se ha metido la mano para rechazar el dogma pedazo a pedazo, ¿qué sucederá al final, sino repudiarlo en su totalidad? (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 23). 2322 De la misma manera que la luz presente está ausente a los ciegos y a los que cierran los ojos, así el reino de Dios, aunque nunca se ausenta de la tierra, está sin embargo ausente a quienes lo ignoran (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2, 20). Fe y dificultades 2323 En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo: procuraban atraerlos a sí para que renegasen; pero ellos, confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándolos, no quieren que parezca que se los aparta de Cristo (SAN AGUST;N, Coment. sobre el Salmo 39). 2324 Enhorabuena vuele lejos la paja de una fe superficial y li- gera, en cuanto sienta el soplo de la prueba; tanto más limpio será así el montón de trigo que se habrá de guardar en los graneros del Señor (TERTULIANO, De praescriptione haereticoram, 3). 2325 Amenazas, lisonjas, esperanza de vida, temor a la muerte, guardias, corte, emperador, autoridades, no sirvieron de nada: hombres y demonios fueron impotentes ante ellos. Su tenaz firmeza en la fe recibida los hizo dignos, a los ojos del Señor, de una gran recompensa. Por medio de ellos, El quiso levantar las Iglesias postradas, volver a infundir nueva vida a las comunidades cristianas agotadas, restituir a los sacerdotes las coronas caídas. (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 5). 2326 Como ciego que oye las pisadas de Cristo que pasa [...], cuando haya comenzado a realizar estos pasos (que me acercan a Cristo), mis parientes, vecinos y amigos comenzarán a bullir. LOS que aman el siglo se me ponen enfrente. ¿Te has vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería, esto es una locura. Y cosas tales clama la turba para que no clamemos los ciegos (SAN AGUSTIN, Sermón 88). 2327 Hay personas muy sensibles a las dificultades de la religión; yo soy también sensible a ellas como cualquiera; pero nunca he podido ver la conexión entre percibir estas dificultades, por vivas que sean y mucho que se multipliquen, y la duda, por otra parte, sobre las doctrinas a que van inherentes. A mi entender, diez mil dificultades no hacen una duda; dificultad y duda son cantidades inconmensurables (CARD. J. H. NEWMAN, Apología «pro vita sua», p. 187). 2328 Esta fe, aumentada por la ascensión del Señor y fortalecida con el don del Espíritu Santo, ya no se amilana por las cadenas, la cárcel, el destierro, el hambre, el fuego, las fieras ni los refinados tormentos de los crueles perseguidores. Hombres y mujeres, niños y frágiles doncellas han luchado, en todo el mundo, por esta fe, hasta derramar su sangre (SAN LEÓN MACNO, Sermón 2 sobre la Ascensión). 2329 He aquí lo que es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Agustín contó el itinerario de su fe. Especialmente en las últimas semanas fue terrible; leyéndole se siente su alma como estremecerse y retorcerse en conflictos interiores.Aquí Dios que le llama e insiste; y allí, las antiguas costumbres. «Viejas amigas óescribeó me tiraban dulcemente de mi vestido de carne y me decían: Agustín, ¿cómo?, ¿nos abandonas? Mira que no podrás ya hacer esto, no podrás ya hacer aquello otro, ¡y para siempre!». ¡Difícil! «Me encontrabaódiceóen el estado de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: Fuera, Agustín, levántate. Yo, a mi vez, decía: Sí, pero más tarde, todavía un poquito. Finalmente, el Señor me dio un empujón, me echó fuera».
  • 8. Así, pues, no hay que decir: Sí, pero...; sí, pero más tarde. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Ahora mismo! Esto es la fe. Responder con generosidad al Señor. Pero ¿quién dice este sí? Quien es humilde y se fía completamente de Dios (JUAN PABLO 1, Aloc. 13-IX-1978). 2330 Aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su Maestro curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe. De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.). 2331 Sabéis que la verdadera religión ha de estar llena de misteríos, y por esta razón se aplica al catolicismo más que a cualquier profesión o grupo de hombres en general el proverbio que dice que un necio puede hacer cien preguntas que un hombre sensato no puede contestar (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón en la inauguración del Seminario de S. Bernardo, 3-X- 1873). 2332 Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mien- tras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo (SAN CIPRIANO, Carta 58). Fe y milagros 2333 Si un rey enviara una carta sellada con su sello, nadie osaría decir que aquella carta no provenia de la voluntad del rey. Ahora bien, todo lo que los santos creyeron y nos transmitieron sobre la fe de Cristo, está sellado con el sello de Dios. Este sello son las obras que ninguna criatura puede hacer, es decir, los milagros, con los que Cristo confirmó las palabras de los Apóstoles y de los santos (SANTO TOM¡S, Sobre el Credo, 1. c., p. 33). 2334 Los milagros fueron precisos al principio para confirmar con ellos la fe. Pero, una vez que la fe de la Iglesia está confirmada, los milagros no son necesarios (SAN JERÓNIMO, Coment. Evang. S. Marcos). Fe y oración 2335 Si Dios juzgase que resucitando a los muertos había de ve- oir alguna utilidad a los vivos, no lo omitiría, porque todo lo hace en beneficio nuestro; pero si los muertos resucitasen con frecuencia, esto se depreciaría a su vez con el tiempo; porque el diablo introduciria con facilidad doctrinas perversas, imitando esto mismo por sus oráculos, no resucitando verdaderamente a los muertos, sino engañando a los hombres con alucinaciones, o enseñando con ingenio a algunos a fingir la muerte (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 25B). 2336 Cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida (SAN GREGORIO MAGNO en Catena Aurea, vol. Vl, p. 326). 2337 (En ocasiones) tenemos cerrados los ojos del corazón y pasa Jesús para que clamemos (SAN AGUSTIN, Sermón 88). 2338 Si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe (SAN AGUSTIN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297). 2339 El ciego contestó al punto: Señor, que yo vea. El ciego no pide al Señor oro, sino el ver. Poco le importa cualquier otra cosa fuera de la vista, porque aunque puede tener el ciego alguna cosa, sin la vista no puede ver lo que tiene. Imitemos, pues [...], al que acabamos de oír que fue curado de cuerpo y de alma. No pidamos al Señor falsas riquezas, ni bienes terrenos, ni fugaces honores, sino la luz [...] que no tiene principio ni fin. El camino para alcanzar esta luz es la fe (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.). 2340 Es necesario, pues, que nuestra fe sea viva, que nos lleve realmente a creer en Dios y a mantener un constante diálogo con El (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 116). Fe y vida de fe 2341 No intente saber el porqué de las obras divinas, cierre el ojo de la razón y abra sólo el de la fe, porque éste es el instrumento con que se han de tantear las obras de Dios. Para mirar las obras humanas muy bueno es el ojo de la razón humana; mas para mirar las divinas, no hay cosa más desproporcionada que él (SAN PEDRO ALCANTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 4, av. 4¡). 2342 La fe y la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Las relaciones con Dios son necesariamente relaciones de entrega, y asumen un sentido de totalidad. La actitud del hombre de fe es mirar la vida, con todas sus dimensiones, desde una perspectiva nueva: la que nos da Dios.(J.ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 46). 2343 Todas tus obras se deben basar en la fe, porque el justo vi- ve de la fe y la fe obra por el amor (SAN AGUSTIN, Coment. sobre el Salmo 32). 2344 Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, enco- giéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, ante los aciertos o las aberraciones de los hombres y de los pueblos. La fe cristiana, al contrario, nos lleva a ver el mundo como creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen de Dios, y a admirar ese don especialisimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos y podemos ócon la gracia del Cieloóconstruir nuesto destino eterno (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 99). 2345Vosotros no conocéis vuestra ventura cuando tenéis la dicha de presentaros delante de vuestro Padre, que os ama más que a si mismo, y os llama al pie de sus altares, como en otro tiempo llamó a los pastores, para colmarlos de toda suerte de beneficios. Si estuviésemos bien penetrados de esto, ¡con qué amor y con qué diligencia vendríamos aquí como los Reyes Magos, para hacerle ofrenda de todo lo que poseemos, es decir, de nuestros corazones y de nuestras almas! ¿No vendrían los padres y madres con mayor solicitud a ofrecerle toda su familia, para que la bendijese y le diese las gracias de la santificación? ¡Y con qué gusto no acudirían los ricos a of recerle una parte de sus bienes en la persona de los pobres! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el misterio). 2346 Si no sabes leer, no estás excusado de oir, diciendo que no te lo han enseñado. La fe es una posesión no de los sabios de este mundo, sino de aquellos que lo son según Dios; y se enseña también sin letras. Su libro, popular y al mismo tiempo divino, se llama caridad: es un código espiritual. Se puede escuchar la sabiduría divina, se la puede poner por obra; es
  • 9. más, no se nos prohibe ocuparnos santamente, se gún Dios, de los asuntos terrenos (CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Pedagogo, 3, 11). Medios para conservar y aumentar la fe 2347 Si nuestra fe es débil, acudamos a Maria. Cuenta San Juan que por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su Madre, creyeron en El sus discípulos (Jn 2, 11). Nuestra Madre intercede siempre ante su Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo, que podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 285). 2348 ¡ Desde el momento en que un cristiano abandona las lágrimas, el dolor de sus pecados y la mortificación, podemos decir que de él ha desaparecido la religión! Para conservar en nosotros la fe, es preciso que estemos siempre ocupados en combatir nuestras inclinaciones y en llorar nuestras miserias (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la penitencia). 2349 Como serpientesódiceó. Asi como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionando su cuerpo, con tal de conservar la cabeza, así también túódiceódebes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal de que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces (SAN JUAN CRISOSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 33). 2350 Las buenas obras mueven la fe del corazón, y dan confianza al alma para dirigirse a Dios (SAN JUAN CRISOSTOMO, en Catena Aurea, val. 1, p. 345). 2351 La verdad conviene aprenderla allí donde están los carismas del Señor; en aquellos que en la Iglesia poseen la sucesión desde los Apóstoles y que han conservado la palabra sin corromper ni adulterar (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 4, 26). 2352 De la Iglesia recibimos la predicación de la fe, y bajo la acción del Espiritu de Dios la conservamos como un licor precioso guardado en un frasco de buena calidad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3, 3). 2353 Lo que ayuda a nuestra fe es el temor y la paciencia, y nuestra fuerza reside en la tolerancia y la continencia. Si estas virtudes perseveran santamente en nosotros, en todo lo que atañe al Señor, poseeremos además la alegría de la sabiduría, de la ciencia y del perfecto conocimiento (Epistola de Bernabé, 1). 2354 Por lo tanto, hermanos, tratad de conservar la enseñanza de la fe que ahora se os entrega y grabadla profundamente en vuestro corazón. Observadla con fidelidad para que no os la arrebate el enemigo, si os encuentra abúlicos e indolentes, y para que tampoco ningún hereje deforme algo de lo que se os ha enseñado. La entrega de la fe es como ingresar en el banco un dinero que se nos ha prestado. Día vendrá en que Dios nos pedirá cuenta de este tesoro entregado. Te recomiendoócomo dice el Apóstolóen la presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que esta fe que se os entrega la conservéis sin tacha hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Ahora se te ha hecho entrega del tesoro de la vida, mas el Señor buscará este préstamo el día de su Manifestación. Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el bienaventurado y único soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni lo puede ver. A él la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 5, sobre la fe y el símbolo). 2355 Estoy lejos de negar que los conocimientos científicos se hallen en efectivo crecimiento, pero es a tontas y a locas; las hipótesis se levantan y caen; es difícil prever cuáles se mantendrán y cuál será el estado de los conocimientos respecto a ellas de un año a otro. En estas condiciones me ha parecido realmente indigno de un católico lanzarme al trabajo de cazar algo que puede convertirse en un fantasma, y devanarme los sesos para inventar una teoría en respuesta a algunas objeciones especiales, teoría que, antes de es tar acabada, tendrá que dar paso a otra más nueva, por razón de que las viejas objeciones habrán sido reducidas a nada por otras recién nacidas. Me ha parecido ser éste un tiempo especialmente en que los cristianos están llamados a tener paciencia, y en que no tienen otra manera de ayudar a quienes están alarmados sino exhortándolos a tener un poco de fe y de fortaleza y «a guardarseócomo dice el pactaó de dar pasos peligrosos» (CARD. J. H. NEWMAN, Apologia «pro vita sua», 1. c., p. 207). Fe y pureza interior 2356 Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no la vean deja por eso de brillar la luz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así, tu tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados y malas acciones (SAN TEÓI:ILO DE ANTIOQU jA, Libro 1, 2, 7). 2357 Quien cree ya en Jesucristo pero se deja dominar por la avaricia, se ensoberbece con los honores, se abrasa con la envidia, se contamina con la inmundicia de los deleites y desea las prosperidades mundanas, no quiere seguir a Jesús en quien creyó (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.). 2358 Entre los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por elemental miramiento, saben comportarse delicadamente: son sinceros, cordiales, educados. Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo cure la ceguera que todavía queda en nuestros ojos, si permitimos que el Señor nos aplique ese lodo que, en sus manos, se convierte en el colirio más eficaz, percibiremos las realidades terrenas y vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe: habremos adquirido una mirada limpia (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 71). 2359 El ayuno es sólo una parte de un deber grande e importante: nuestra subordinación a Cristo (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. I de Cuaresma: Entrega a Dios). Fe con obras 2360 La fe no es la consecuencia de las buenas obras, sino que la fe debe estar en el comienzo de toda obra verdaderamente buena (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 29).
  • 10. 2361 Deben basarse todas tus obras en la fe, porque el justo vive de la fe y la fe obra por el amor. Que tus obras tengan por fundamento la fe, porque creyendo en Dios te harás fiel (SAN AGUSTIN, Coment. sobre el Salmo 32). 2362 Porque ni la fe sirve sin obras, ni las obras sin fe, a no ser que se hagan para alcanzar la fe, como Cornelio, que antes de ser creyente mereció ser oído por sus buenas obras (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. sobre Ezequiel, 1). 2363 Asi como el cuerpo está muerto cuando carece de espiritu, la fe está muerta cuando carece de obras (RABANO MAURO, en Catena Aurea, val. lil, p. 431). 2364 Mira que ni siquiera le pregunta el Señor (a Bartimeo) si tiene fe, como solia hacer otras veces, pues sus gritos y su abrirse paso entre la gente ponia bien de manifiesto su fe a los ojos de todos (SAN JUAN CR;SÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 66). 2365 ¿De qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras? (SAN JERÓNIMO, Hom. sobre los Evang.). 2366Al punto vio (Bartimeo), y le seguía. Ve y sigue quien obra el bien que entiende; ve, pero no sigue, quien no quiere ejecutar el bien que comprende (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. sobre los Evang.). 2367 Seguirle en el camino. Tú has conocido lo que el Señor te proponia, y has decidido acompañarle en el camino. Tú intentas pisar sobre sus pisadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismo Cristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te va dando, ha de ser operativa y sacrificada (J. ESCRIV¡ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 198). 2368 Hablan de El como si fuesen ángeles; pero después hay que trabajar por Dios, sufrir, mortificarse, enseñar a los pobres, ir en busca de la oveja perdida, conformarse gustosamente cuando falta algo, aceptar las enfermedades y cualquier desgracia [...]. No, no, no nos engañemos; toda nuestra tarea consiste en pasar a las acciones. Y esto es de tal manera verdad que el apóstol S. Juan nos declara que a la otra vida solamente nos acompañarán nuestras obras(cfr. Ap 14, 13). Reflexionemos sobre esto: sobre todo habiendo tantos en este mundo que parecen virtuosos, y que en efecto lo son, pero que prefieren un camino dulce y blando, más que una devoción trabajosa y sólida (SAN VICENTE DE PAUL, Entretiens spirituels aux Missionnaires, pp. 905-907). 2369 No cree verdaderamente sino quien, en su hogar, pone en práctica lo que cree. Por eso, a propósito de aquellos que de Ia fe no poseen más que palabras, dice San Pablo: profesan conocer a Dios, pero le niegan con las obras (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.). 2370 Es enterrar el talento que se ha recibido, el ocupar el ingenio recibido en asuntos puramente terrenales, el no buscar el lucro espiritual y el no levantar jamás el corazón de los pensamientos terrenos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 9 sobre los Evang.). Fidelidad en la transmisión de la fe 2371 En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros (SAN V!CENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 2). 2372 Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la-antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los Santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe (la que predica la Iglesia) deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal (SAN ATANASIO, Carta I a Serapión, 28). 2373 La misma naturaleza de la religión exige que todo sea transmitido a los hijos con la misma fidelidad con la cual ha sido recibido de los padres; y que, además, no nos es licito llevar y traer la religión por donde nos parezca, sino que más bien somos nosotros los que tenemos que seguirla por donde ella nos conduzca (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 6). 2374 En los decretos y en las.definiciones de todos los obispos de la Santa Iglesia, herecleros de la verdad apostólica y católica, es en lo que han creído, prefiriendo exponerse a si mismos a la muerte antes que traicionar la fe universal (SAN V¡CENTE DE LER¡NS, Conmonitorio, n. 5). 2375 La verdadera actividad ecuménica significa apertura, acercamiento, disponibilidad al diálogo, búsqueda común de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano; pero de ningún modo significa ni puede significar renunciar o causar perjuicio de alguna manera a los tesoros de la verdad divina, constantemente confesada y enseñada por la Iglesia (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor hominis, 1, 6). Actos de fe 2376...A quien me niegue ante los hombres, yo le negaré... (Lc 12, 8-9). Puesto que hay tantos modos de negar, es claro que hay otros tantos de confesar; y practicados por el hombre, le harán digno de oir aquella voz beatisima con la que Jesucristo alabará a todos los que le hubieren confesado (SAN JUAN CR~sosToMo, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 70) 2377 Siendo la fe la gracia fundamental que Dios nos da, es una prueba de la fe la disciplina necesaria que nos impone. No podemos tener fe sin un ejercicio de dicha fe (CARD J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. de Quincuagésima: Prejuicio y fe). 2378 Como no tardó en creer (se refiere al leproso de Cafarnaún), tampoco tardó en sanar; y como no dilató la confesión de la fe, tampoco se hizo esperar la curación (OR¡GENES, en Catena Aurea, val. I, p. 467). 2379 La expresión exterior tiende a manifestar lo que se cree en el corazón (SANTO TOM¡S, Suma Teológica, 2-2, q. 3, a. 1). 2380 Cuando asistís al Santo Sacrificio del Altar y os arrodilláis en la elevación, y cada vez que hacéis un acto de fe en Dios, meditando cuidadosamente todo lo que el Evangelio nos dice que El ha hecho por nosotros, recordad que Dios es omnipotente, y ello os ayudará y os animará a hacerlo. Decid: yo creo esto y aquello, porque Dios es omnipotente. No adoro a una criatura. No soy siervo de un Dios de poder restringido. Puesto que Dios puede hacer todas las cosas, yo puedo creer todas
  • 11. las cosas. Nada es demasiado difícil para que El lo haga, y nada es demasiado difícil para que yo lo crea (CARD. J.H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. I V después de Epifania). FE «La Iglesia Católica profesa que (la fe) es una virtud sobrenatural, por la que, con la inspiración y la ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado; no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos» (Vat. I, Denz. 1789). Por tanto, es un don de Dios que nos dispone para asentir a las verdades por Las manifestadas. No es algo que se logre por el mero esfuerzo humano. Por eso dice Cristo, tras la confesión de fe de San Pedro: Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos (Mt 16,17). Nada hemos de valorar tanto como este regalo, pues --como dice San Pablo - sin la fe es imposible agradar a Dios (Heb 11,6). No se comprende que un cristiano se arriesgue a perder la claridad con que Dios ilumina su mente para un más profundo conocimiento de la realidad. Por defender la fe se da incluso la vida, como tantas veces ha ocurrido a lo largo de los siglos; ahí está el glorioso testimonio de los mártires. Quizá Dios nos pide especialmente el testimonio de nuestra coherencia cristiana en la conducta. 257 Ser ciego en Granada Quien visite la Alhambra de Granada, y contemple la ciudad desde el balcón de la Alcazaba -fortaleza que servía de defensa a aquel palacio moro -, verá con sorpresa una lápida que hay en el muro y que recuerda que allí había un mendigo, suplicador de limosnas años atrás. La inscripción de la lápida reza así: Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada Es triste, sin duda, no poder contemplar con los ojos del cuerpo la riqueza, la variedad de colores y formas que resplandecen en Granada y en otros muchos bellos parajes de la Creación. Pero estar privado de la luz de la fe es ceguera mucho más penosa. ..Cfr. I. Segarra, El pan de cada día 58 La luz que da la fe Así instruía una madre cristiana a su hijo sobre lo que supone tener la luz de la fe: «A mediodía, cuando brilla el sol, si miras hacia arriba verás muy claro, pero tu vista no alcanzará mucha distancia; a lo más, llegarás a ver esos aviones plateados que vuelan altísimos, dejando tras de sí una estela de humo. Así ocurre cuando discurrimos con las fuerzas de nuestra razón: vemos muy claro, pero muy corto. En cambio, en una noche estrellada, nos envuelve una luz muy tenue, pero nuestra mirada penetra mucho más allá, hasta esos astros que brillan a muchos millones de kilómetros; así es nuestra fe, con la que vemos menos claro, pero llegamos mucho más lejos; alcanzamos hasta el mismo Dios». Cfr. J. Orlandis, Qué es ser católico 259 Carta a Chesterton «Querido Chesterton: En la pantalla de la televisión italiana apareció hace pocos meses el padre Brown, original sacerdote-detective, criatura típicamente tuya. Lástima que no hayan aparecido el profesor Lucifer y el monje Miguel. Los habría visto con sumo agrado, tal como tú los describiste en La esfera y la cruz, viajando en avión, sentado uno junto al otro, Cuaresma junto a Carnaval. Cuando el avión vuela sobre la catedral de Londres, el profesor suelta una blasfemia contra la cruz. -Estoy pensando si esta blasfemia te ayuda en algo -le dice el monje---. Escucha esta historia: Conocí a un hombre como tú; él también odiaba al crucifijo; lo eliminó de su casa, del cuello de su mujer, hasta de los cuadros; decía que era feo, símbolo de barbarie, contrario al gozo y a la vida. Pero su furia llegó a más todavía: un día trepó al campanario de una iglesia, arrancó la cruz y la arrojó desde lo alto. Este odio acabó transformándose primero en delirio y después en locura furiosa. Una tarde de verano se detuvo, fumando su pipa, ante una larguísima empalizada; no brillaba ninguna luz, no se movía ni una hoja, pero creyó ver la larga empalizada transformada en un ejército de cruces, unidas entre sí colina arriba y valle abajo. Entonces, blandiendo el bastón, arremetió contra la empalizada, como contra un batallón enemigo. A lo largo de todo el camino fue destrozando y arrancando los palos que encontraba a su paso. Odiaba la cruz, y cada palo era para él una cruz. Al llegar a casa seguía viendo cruces por todas partes, pateó los muebles, les prendió fuego, y a la mañana siguiente lo encontraron cadáver en el río. Entonces el profesor Lucifer, mordiéndose los labios, mira al anciano monje y le dice: Esta historia te la has inventado tú. Sí, responde Miguel, acabo de inventarla; pero expresa muy bien lo que estáis haciendo tú y tus amigos incrédulos. Comenzáis por despedazar la cruz y termináis por destruir el mundo. La conclusión del monje, que por supuesto es la tuya, querido Chesterton, es justa. Suprimid a Dios, y ¿qué es lo que queda? ¿En qué se convierten los hombres?» A. Luciani, Ilustrisimos señores 260 San Agustín y la Trinidad La limitación de nuestra mente para abarcar los misterios no debe humillarnos ni sorprendernos. Más bien nos debe llevar al agradecimiento y a la alegría de comprobar que Dios es mucho más grande que nosotros. Es bien conocido este suceso atribuido al Santo de Hipona. Paseaba por la playa, pensando en el misterio de la Santísima Trinidad y en cómo explicarlo. De súbito, interrumpió su meditación la vista de un niño solitario que jugaba en la arena: extraía agua del mar con una concha y la echaba en un hoyo en el suelo. -¿Qué haces ahí? -Voy a poner dentro todo el agua del mar. El niño siguió con su ocupación. Sonrió San Agustín y continuó su camino, pero enseguida cayó en la cuenta de la lección que acababa de recibir: él intentaba algo mucho más difícil; meter en el mísero agujero del entendimiento humano la inmensidad del misterio de Dios. 261 El tamaño de Dios Collins, hombre muy conocido en Inglaterra, y famoso por su incredulidad, se encontró en cierta ocasión con un obrero que se dirigía a la iglesia. -¿Cómo es tu Dios, grande o pequeño? -le preguntó con ironía. -Es tan grande que tu cabeza no es capaz de concebirlo, y tan pequeño, que puede habitar en mi corazón.
  • 12. Collins confesó que aquellas palabras ejercieron sobre él más influencia que todos los argumentos apologéticos. Cfr. T. Tóth, Venga a nos el tu reino 262 Las boyas En una de sus charlas a los universitarios católicos de Oxford, decía R. Knox que las definiciones dogmáticas, con la precisión y cuidado con que estaban formuladas por la Iglesia, venían a ser para nosotros en el camino de la vida lo que a los navegantes las boyas puestas en la desembocadura de un río. Señalan los límites entre los cuales se puede navegar con seguridad y sin miedo; fuera de ellos, siempre existe el peligro de tropezar con algún banco de arena y encallar. Mientras el pensamiento discurre dentro del camino señalado tan cuidadosamente por la Iglesia, se puede avanzar tranquilo y a buena marcha; salirse puede ser (y en ocasiones, según nuestra experiencia, lo es) peligroso y, de hecho y para más de uno, mortal. Durante esta travesía hacia el puerto de la salvación que es la vida de todo hombre, el conocimiento de las señales indicadoras del buen camino tiene una importancia más grande de lo que parece mostrar la atención que la mayoría de nosotros ponemos en ello. Precisamente por lo importante que es este conocimiento, la Iglesia -que es Madre y tiene la responsabilidad de conducir a sus hijos a la salvación siempre ha puesto particular empeño en resumir de modo claro y concreto las verdades esenciales en pequeños catecismos, aptos incluso para que los niños y hasta los pocos inteligentes puedan aprenderlos. No exactamente comprenderlas, sino aprenderlas. Pues hasta un niño o un hombre poco inteligente puede aprender de memoria las sencillas formulaciones que de las grandes verdades trae el catecismo, y entonces las saben. Las entenderán mejor o peor, pero sabrán dónde están las boyas, es decir, los signos que le muestran el camino seguro. F. Suárez, «Palabra», nº 155 263 Obras pregoneras Hecho notorio es que la Revolución francesa pretendió descristianizar por completo a la nación. Si algún territorio se opuso a semejante intento, ése fue la Bretaña, país de muy arraigado catolicismo. En un pueblo bretón, el delegado del gobierno decía al jefe del municipio: -Vamos a derribar vuestra iglesia para que no os acordéis más de Dios. El alcalde, que no era más que un simple campesino, contestó: -Pero nos dejaréis las estrellas del cielo que se ven más lejos que nuestro campanario. ¿Necesita explicación la respuesta? Las obras de Dios son sus pregoneras, y las estrellas en particular nos hablan de continuo de la majestad divina. Así reza el salmo: Los ciegos pregonan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (19,2). Cfr. F. Spirago, Catecismo en ejemplos 264 Justificar la propia condición Gustavo Doré, el famoso pintor francés (1833-1883), que hizo cuadros de gran belleza, especialmente escenas bíblicas, ilustraciones de La Divina Comedia y del Quijote, tuvo cierta aventura interesante durante un viaje por el extranjero. En una pequeña ciudad, un policía le pidió que mostrase su documentación. El artista no pudo encontrar el pasaporte, y fue conducido al Ayuntamiento. -¿Quién es usted? -Gustavo Doré, pintor, de París. -¿Puede probarlo? -Por desgracia, en este momento no llevo justificante alguno. Pero... si me concede unos momentos... Se fue a la ventana, desde la que podía ver el mercado y un hermoso templo. Dibujó durante unos minutos, y después enseñó al alcalde su dibujo. Éste se quedó pasmado y se inclinó, diciendo: -Caballero, no hay duda respecto a su identidad. Es como si el Señor nos preguntara un día: -¿ Eres católico? ¿Puedes justificarlo? Y nosotros pudiéramos demostrarlo presentando nuestros actos, nuestra vida; ése sería el documento, el mejor documento. Cfr. T. Tóth, Venga a nos él tu reino 265 Vera Dios Chevreul fue un hombre que gozó de gran prestigio en la vecina Francia por sus conocimientos. Cuando contaba ya casi con el centenar de años, tuvo que escuchar una pregunta que le dirigió con cierta sorna un joven: -¿ Usted cree en Dios? ¿Le ha visto alguna vez? -Claro que sí, yo he visto a Dios; no en sí mismo, porque es puro espíritu, sino en sus obras. Sí, yo he visto su omnipotencia en la magnitud de los astros y en su rápido movimiento. He visto su inteligencia y sabiduría en el orden admirable que reina en el universo. He visto su bondad infinita en los innumerables beneficios de que me ha colmado. ¿Usted no ha visto todo eso? ¿No ve al pintor divino en el magnífico cuadro de la creación? ¿No ve al artista en su obra? Parecida respuesta daba un árabe del desierto a un misionero: -Creo en Dios; cuando percibo huellas de pasos en la arena me digo: alguien ha pasado por aquí. De la misma manera, cuando veo las maravillas de la naturaleza me digo: una gran inteligencia ha pasado por aquí, y esta inteligencia infinita es Dios. Cfr. A. Hillaire, La religión demostrada 266 Ver la inteligencia Se jactaba un hombre ateo de su ateísmo. Su argumento favorito era así de simple: -No creo en Dios porque nunca le he visto. Alguien le respondió: -Con esa lógica, me imagino que usted no aceptará la existencia de la inteligencia. ¿La ha visto alguna vez? El otro tuvo que reconocer que no. Pero es evidente que por las obras se manifiesta. Cfr. F. Spirago, Catecismo en ejemplos 267 El mundo no es eterno La geología, la física y la astronomía pueden determinar aproximadamente la edad del mundo. Uno de los científicos que más investigó sobre la edad de la Tierra fue el astrónomo Hubble, que en 1929 descubrió en la luz de las estrellas lejanísimas, mediante el espectro, cierta desviación del rojo. La explicación que dio fue la siguiente: a medida que la fuente de luz se aleja del observador, el número de las ondas luminosas que le llegan por segundo es menor. Las líneas espectrales de los colores de menor frecuencia, por tanto del rojo, se desvían fácilmente. Hubble concluyó: cuanto más se aleja de nosotros la nebulosa estelar, mayor es el desvío del rojo y, por lo mismo, mayor es la velocidad con que se aleja de nosotros (una nebulosa en 720 millones de años de luz se aleja de nosotros a una velocidad de 61.000 Km./seg.). Esto quiere decir que la parte del universo que nos es conocida, y probablemente el universo entero, se va extendiendo a una velocidad vertiginosa. Las innumerables vías lácteas, con sus millares de millones de soles, son comparables a las esquirlas de una bomba que acaba de explotar. No hace muchos millares de millones de años que todos los cuerpos celestes habrían partido (a igual velocidad) en todas las direcciones. La ciencia, todavía en mantillas, no puede aún darnos indicaciones más precisas sobre la edad del universo (Cfr. Lothar Zenetti, Apologética de bolsillo). No hay oposición entre lo que sabemos por fe y lo que conocemos a través de las
  • 13. diversas ciencias. Los grandes científicos, que han investigado con honradez y humildad, han llegado a la conclusión de que Dios existe. Así Millikan (1868-1953), físico americano y Premio Nobel de 1923, dice: «Puedo de mi parte aseverar con toda decisión que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio, jamás se encontrará una verdadera contradicción entre la fe y la ciencia». Wernher von Braun, el célebre científico alemán padre de los cohetes espaciales, dijo: «Por encima de todo está la gloria de Dios, que creó el gran universo, que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día en profunda adoración». Y Abraham Lincoln: «Todavía concibo que se pueda ser ateo mirando a la tierra; pero no acabo de entender que se pueda alzar, de noche, los ojos hasta el cielo y decir que no existe Dios». Cfr. J. García Inza, ¿Por qué creemos los católicos? 268 El orden del mundo Sin duda, uno de los argumentos racionales más claros para llegar a la existencia de Dios es el del orden del universo. En el universo creado reina un orden perfecto que mantiene en equilibrio a todos los seres, dándoles armonía y belleza. Podemos pensar en la composición del agua y del aire que respiramos; en el mundo silencioso del fondo de los mares, donde viven millones de seres y no se corrompen gracias al 4 por 100 de sal que existe en el agua; en todo el proceso de reproducción de las plantas y de los animales; en el instinto de conservación de todos los seres vivos, que les impulsa a buscar el medio idóneo para vivir (piénsese en la migración de las aves); en el mismo cuerpo humano, que es una máquina perfectísima y delicadísima (dicen los científicos que el corazón humano, en el espacio de unos ochenta años, ha movido tal cantidad de sangre que haría falta para transportarla un tren con 12.740 tanques); en el sistema nervioso del cuerpo humano, muchísimo más perfecto que la más moderna calculadora (la longitud de los cordones nerviosos es de 480.000 kilómetros, es decir, 100.000 más que la distancia de la tierra a la luna). ¿Quién ha puesto orden en toda esta complicada maquinaria? ¿Quién ha dado lecciones de óptica a nuestro ojo? Hay quien gusta de hablar del azar, de la casualidad. Anímese el defensor del azar a pasar por la prueba del cubo de letras arrojadas al suelo: ¿le saldrá alguna vez, en virtud de la casualidad, un soneto con perfecta rima de versos? Puede intentarlo millones de veces. Tampoco el azar logrará que las piezas de un reloj se ensamblen y resulte uno de pulsera que da la hora. Esto del reloj ya impresionó a un hombre tan poco sospechoso de credulidad como Voltaire: «El universo me inquieta, y no puedo pensar que existe este reloj y no hay relojero». El célebre físico Newton (1643-1727) decía: «Lo que sabemos es una gota; lo que ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo no ha podido sino salir del plan de un Ser omnisciente y omnipotente». Cfr. J. García Inza, ¿Por qué creemos los católicos? ; J. Eugui, La alegría de volver a Dios 269 Origen divino del alma Escribe el Premio Nobel de Medicina (neurofisiología), John Eccles, sobre cómo fallan las soluciones materialistas a la hora de dar cuenta de la unicidad experimentada de la psique o alma, y de la necesidad, por tanto, de hablar de una creación espiritual sobrenatural: «Para dar la explicación en términos teológicos: cada alma es una nueva creación divina. Es la certeza del foco interno de individualidad única lo que exige la creación divina. Me permito decir que ninguna otra explicación es sostenible ( ... ). Esta conclusión tiene un significado teológico inestimable. Refuerza fuertemente nuestra creencia en el alma humana y en su origen prodigioso por creación divina. Se reconoce no sólo el Dios trascendente, el Creador del Cosmos, el Dios en el que creía Einstenio, sino también el Dios amoroso al que debemos nuestro ser». J. C. Eccles, Prólogo al libro de M. Artigas, Las fronteras del evolucionismo 270 Insatisfacción en el ateísmo Christian Chabanis hacía una encuesta a intelectuales franceses sobre fe y ateísmo (Dieu existe-il? Non, répondent ... ) Nadie le causó mayor impresión que el ilustre biólogo Jean Rostand. -¿La cuestión de la fe? Me la planteo todos los días, sin cesar. He dicho no. He dicho no a Dios, expresándome un poco brutalmente, pero la cuestión se plantea a cada instante. Yo me digo: ¿es esto posible? A propósito del azar, por ejemplo, me repito: no puede ser el azar lo que combina los átomos. Pero, entonces, ¿qué? Y aparece una cadena de preguntas, todas siempre las mismas. Las vuelvo a reconsiderar; estoy siempre disparatando. Estoy obseso, digámoslo claramente obseso, si no por Dios, por el no-Dios. ¡Ah! ¡Sí! -Así pues, es un ateísmo inquieto, un ateísmo... -Habría que buscar la palabra. No es un ateísmo sereno, ni jubiloso, ni satisfecho, no. Ni satisfecho ni apagado; más bien vivo, siempre vivo: la llaga se reaviva sin cesar ... » No es fácil tener paz en el ateísmo. Habría que renunciar a pensar. Cfr. G. Huber, El brazo de Dios 271 Fe de campesina bretona El nombre científico de Pasteur no necesita presentación. Nacido en 1822 y fallecido en 1895, el ilustre profesor de Química de París descubrió el origen de muchas enfermedades, que no es otro que la existencia de bacilos, y a él se debe el haber aparecido un remedio contra la rabia. Este hombre no solía disimular su fe religiosa. En cierta ocasión le preguntaron cómo era posible ser tan fervoroso católico, cuando tantos otros sabios se apartaban de la religión. Pasteur dio la siguiente respuesta: «Con lo que he estudiado, he adquirido la fe de un campesino bretón» (conviene aclarar que los bretones son reputados como hombres muy piadosos). Y añadía: -«Si hubiese estudiado aún más, no dudo que mi fe hubiera sido la de una campesina bretona» (en Bretaña, las mujeres se llevaban la palma en cuanto a piedad). Cfr. Spirago, Catecismo en ejemplos 272 Personas inteligentes En una reunión bastante numerosa, un individuo hacía alarde de su incredulidad y negaba a Dios. Viendo que todo el mundo guardaba silencio, añadió: -Jamás hubiera creído ser el único que no cree en Dios, entre tantas personas inteligentes. Replicó la dueña de la casa: -Se equivoca, señor; no es usted el único: mis caballos, mi perro y mi gato comparten con usted ese honor; sólo que como buenos animales, tienen el talento de no presumir de ello. Cfr. A. Hillaire, La religión demostrada 273 Diálogo a través de la puerta Muchas veces, la soberbia es el gran obstáculo para la fe. Se tiene miedo a Dios, como si fuera alguien que amenazara nuestra inteligencia y nuestra libertad. Él llama al interior del hombre no como un extraño, sino como la persona que nos ama, que desea comunicarnos sus sentimientos y hasta su propia vida. Sucede algo parecido a aquella historia de amor humano que relata un místico persa:
  • 14. Es la historia de un novio que vuelve junto a su prometida. Llama a la puerta por primera vez y, desde el interior, se oye una voz: -¿Quién está ahí? -Amada mía, soy yo; ábreme. Sin embargo, la puerta no se abre. Por segunda vez repite la escena y de nuevo la misma voz desde el interior. El novio se retira, piensa unos instantes y vuelve a llamar por tercera vez: _¿Quién está ahí? -Amada, soy tú; ábreme. Y esta vez la puerta se abre. Dios se comporta también como un enamorado que busca nuestro encuentro y nos dice: Mira, que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Apoc 3,20). Cfr. J. A. García-Prieto Segura, Comprometerse en la fe 274 Un prodigio en el cielo de Portugal Algunos se sonríen escépticos cuando oyen hablar de milagros. Es lo que debió ocurrir cuándo los videntes de Fátima anunciaron que la Virgen haría uno para que nadie dudara de la veracidad de sus apariciones: seguramente habría más de una sonrisa de burla. Pero vamos a los hechos. El 13 de octubre amaneció frío y lluvioso. A la Cova da Iria llegaban multitudes. Los periódicos de la capital habían enviado a sus mejores redactores. El lugar se convirtió en un barrizal. Peregrinos y curiosos calados hasta los huesos. Hacia las once y media había allí más de cincuenta mil personas. Al marcharse la Virgen María hizo un gesto para que los niños mirasen hacia el sol. Lucía gritó a la muchedumbre: -¡Mirad el sol! De pronto cesó la lluvia y las nubes se disiparon. El sol apareció en el cenit como un disco de plata que podían mirar los ojos sin deslumbrarse. Alrededor del disco mate se distingue una brillante corona. De pronto se pone a temblar, a sacudirse con bruscos movimientos, y, finalmente, da vueltas sobre sí como una rueda de fuego, proyectando en todas direcciones unos haces de luz cuyo color cambia muchas veces. El firmamento, la tierra, los árboles, las rosas, el grupo de los videntes y la inmensa multitud aparecen sucesivamente como teñidos de amarillo, verde, rojo, azul, morado... El astro del día se detiene. Luego emprende una especie de danza. Vuelve a detenerse y a danzar. Del sol se desprenden luces como de fuegos de artificio. Hay un momento en que la multitud tiene la impresión de que se desprende del firmamento y va a precipitarse sobre ella. -¡Milagro! ¡Milagro! -gritan unos... -¡Creo en Dios! -proclaman otros... -¡Dios mío, misericordia! -se oye. Toda esta multitud está ahora arrodillada en el barro y reza el acto de contrición. La rotación del sol duró unos diez minutos. Fue observada por todos: creyentes, incrédulos, campesinos, ciudadanos, hombres de ciencia y periodistas. Y para que nadie hable de fenómenos de sugestión, el milagro solar fue visto por personas que se encontraban a bastantes kilómetros de distancia, en el campo, ignorantes de los sucesos de la Cova da Iria. Cfr. C. Barthas, La Virgen de Fátima 275 El milagro del Padre Malaquías Hace algún tiempo, hablando con cierta persona sobre la virtud de la fe, me expresaba su punto de vista del siguiente modo: «Tengo la íntima convicción de que sólo podré creer si presenciara un milagro». Me recordó, y así se lo hice saber, lo que refiere Bruce Marshall en su novela El milagro del padre Malaquías: «Se trata de un monje que en una apuesta con un pastor anglicano pide a Dios que sea trasladado lejos de su ciudad un cabaret situado frente a la iglesia parroquial; en él se dan cita mujeres de vida alegre, a las que no les falta compañía, entorpeciendo todo ello la fe de sus parroquianos. La oración del monje es escuchada y, en un abrir y cerrar de ojos, el cabaret completo con su variada clientela vuela hasta un lejano lugar en Escocia. La gente se apresura a gritar: ¡Milagro ... !, y la iglesia parroquial vuelve a llenarse de fieles. El obispo, hombre cauto, se limita a comentar: A la Iglesia no le gustan mucho los milagros. Y, en efecto, después de la primera impresión, las aguas vuelven a su cauce y la iglesia poco a poco empieza a quedarse vacía. El cabaret, sin embargo, con este hecho sensacional, cobra nueva fama y aumenta más aún su negocio. Es entonces cuando el monje comprende que ha ido demasiado lejos, porque los hombres son de tal condición que si no están sinceramente dispuestos a buscar a Dios, ni el más sensacional de los milagros podrá convertirlos». J. A. García -Prieto Segura, Comprometerse en la fe 276 Existe o no existe Entrevistaban en un programa de televisión al árbitro de un encuentro de fútbol. Echaban en cara al colegiado no haberse dado cuenta de cierto altercado en el que se habían visto envueltos varios jugadores, en el que hubo, por lo visto, más que palabras. Mientras se hablaba, apareció en imagen la escena del incidente. El árbitro, como se podía comprobar, estaba en ese instante de espaldas y lejos. Su respuesta sorprendió: «Si yo no lo veo, no existe». Tampoco es difícil comprender lo que quería expresar. No pensaba negar lo innegable -se acababa de ver -, sino mostrar que a efectos prácticos aquellas bofetadas o empujones como si no existieran. Pero hay personas que dicen de modo absoluto lo que afirmaba el colegiado: lo que no veo, no existe. No aseguran: «quizá», «a lo mejor», «vete a saber ... »; no, así de tajante: «no existe Adiós pues realidades sobrenaturales. La negación de Dios ya está servida. Cfr. J. B. Cabaniña, Sentimiento y amor de Dios 277 Como la medicina en la botica En 1554 se publica un libro que causará notable impacto en España entera: el Libro de la oración y meditación, de Fray Luis de Granada. Esta obra se va a considerar en los siglos siguientes como maestra de vida espiritual. Desde las primeras páginas se exige que la fe no quede en la superficie. Es preciso meditar su contenido. «La causa de nuestros males no es tanto la falta de fe cuanto de consideración de los misterios de nuestra fe.» El diagnóstico del autor es claro: los cristianos creen, pero no rumian lo que creen, y por eso les aprovecha poco. Interesante la comparación que establece entre fe y medicina: «Porque así como dicen los médicos que, para que las medicinas aprovechen, es menester que sean primero actuadas y digeridas en el estómago con el calor natural ( ... ), así también para que los misterios de nuestra fe nos sean provechosos y saludables, es necesario que sean primero actuados y digeridos en nuestro corazón con el calor de la meditación, porque de otra manera nada aprovecharían. Y por falta de esto vemos a cada paso muchos cristianos muy enteros en la fe y muy rotos en la vida, porque nunca se paran a considerar qué es lo que creen. Y así se tienen la fe como a un rincón del arca, o como la medicina en la botica, sin servirse de ella para lo que es ... ». 278 La fe construye catedrales
  • 15. Cuenta el escritor Henri Heine (1797-1856): «Hace poco un amigo me preguntaba por qué no construimos ahora catedrales como las góticas famosas, y le dije: Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesitan algo más que una opinión». 279 Nueva Siderurgia y la fe de un pueblo La fe del pueblo polaco y su temple a la hora de defender su derecho a practicarla es ejemplo para los católicos de todo el mundo. Uno de los problemas que tenía la Iglesia en esa nación era el de escasez de templos; la guerra había destruido muchos y, además, surgían nuevas ciudades, nuevos barrios, como el de Nova Hutta -Nueva Siderurgia -, en los alrededores de Cracovia, donde vivían ya cerca de doscientas mil personas que no disponían de una sola iglesia. Un día, los trabajadores se presentaron ante su obispo para pedirle la construcción de un templo. Éste elevó la correspondiente solicitud ante el gobierno, que al cabo de algún tiempo reservó unos terrenos. Pero como el permiso de construcción no llegaba, un domingo por la mañana se presentó en los terrenos, con autorización de su obispo, un sacerdote que clavó una cruz de madera, montó un altar portátil y se puso a celebrar la Santa Misa. A partir de aquel día, con lluvia o con sol, calor o con frío, con niebla o con viento, cada domingo se celebraron hasta doce Misas, a las que empezaron a asistir muchos miles de fieles. Las autoridades comunistas no podían soportar aquello: montaron en cólera, denegaron el permiso para construir el templo y trataron de llevarse el altar portátil y la cruz de madera. Aquello fue Troya. Los trabajadores de Nova Hutta se echaron a la calle, se enfrentaron a la policía, protestaron airadamente en defensa de sus derechos. Varios cayeron heridos, otros dieron en la cárcel con sus huesos, pero al domingo siguiente las Misas continuaron y el número de fieles prosiguió en aumento. La batalla fue larga. Pero un día hubo templo en Nova Hutta. Lo bendijo el obispo de Cracovia: Karol Wojtyla. Cfr. J. Esteban Perruca, Juan Pablo II, el primer Papa polaco 280 El Señor da ánimos «¿Qué temes?» Más de una vez escuchó estas palabras divinas la Madre Teresa a lo largo de su vida. El Señor daba ánimos para nuevas empresas, y aquella mujer -mayor, enferma, cansada - volvía a la brecha; y superaba los obstáculos. Se resistía a continuar las fundaciones, pero un día, después de la Comunión, cuando ella preguntaba cuál era su voluntad, Él respondió como reprendiéndola: -¿Qué temes? ¿Cuándo te he faltado Yo? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones. Se refería a Palencia y Burgos. La Madre exclamó: -¡ Oh, gran Dios, y cómo son diferentes vuestras palabras a las de los hombres! Así quedé determinada y animada que todo el mundo no bastara a ponerme contradicción. 281 Diagnóstico de un sabio pagano Al sabio indio Sadhu Sundar Singh se le atribuye este símil escrito en uno de sus libros: «Un día estaba yo sentado cerca del Himalaya, a la orilla de un río. Saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda, y la rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta piedra hacía tiempo que estaba en el agua, pero el agua no había penetrado en ella. Lo mismo ocurre con los hombres de Europa. Hace siglos que fluye en torno suyo el Cristianismo, viven por completo dentro del Cristianismo, y éste no ha penetrado y no vive dentro de ellos. La falta no está en el Cristianismo, sino en los corazones cristianos». Añadimos que Sundar se convirtió a la fe cristiana. Cfr. T. Tóth, Venga a nos el tu reino 282 El aliento de un caudillo El ejército de Napoleón estaba en campaña, allá en Oriente. La peste empezó un trabajo destructor. Destacamentos enteros yacían ya sin vida. Del corazón de los demás se apoderaba el temor. Los oficiales llegaron a sitiar realmente a Napoleón con sus demandas: que dé la orden de retirada, que todo avance significa muerte segura. ¿Y el caudillo? Pasó por medio de sus hombres, tranquilo, con paso firme; les dio conversación, los hechizó, y a medida que iba pasando estallaba en los labios de los soldados este grito: «¡Viva el Emperador!». Y la fuerza del contagio desde aquel momento estaba conjurada. No podemos ser hombres de poca fe, pesimistas. Nos alienta Cristo. Tenemos nuestra voluntad humana... y la ayuda de la gracia divina. Cfr. T. Tóth, Los diez mandamientos 283 Confesar la fe en voz alta Haydn fue un gran compositor y también un buen católico. Un día, le suplicó uno de sus discípulos más aventajados que escuchase su nueva composición, una misa. Todo iba bien, hasta llegar al Credo. El joven compositor daba al Credo un tono «piano», que algunas veces no era más que un murmullo apenas perceptible. Haydn se contuvo durante un rato, pero al fin llegó a gritar: -¡Hombre, hombre! ¡Tocar así el Credo! ¿Es que no quieres confesar tu fe en voz alta? Cfr. T. Tóth, Venga a nos el tu reino 284 Hacer actos de fe 284 San Vicente de Paúl pasó en los primeros años por un período de aridez espiritual, que superó de un modo digno de él. ¿Qué hizo? Sentía que su alma no se adhería ya a las verdades de la fe. Pero no se desalentó, ni aminoró su propio trabajo. Se limitó a escribir los artículos del Credo en una hoja, que dobló y se puso sobre el corazón. Luego, con aquella resuelta y práctica voluntad que lo distinguía, determinó que, al tocarse con la mano derecha encima del corazón, quería realizar un acto de fe sobre todos los artículos del Credo, escritos sobre el corazón. Cfr. P. Bargellini, Los santos también son hombres 285 Partir el alma Cuenta una escritora cómo le tocó en cierta ocasión presenciar una lamentable pelea callejera entre dos personas. No se sabía el motivo de aquel espectáculo. Era una refriega fogosa, sin tregua. Brazos, piernas, cabezazos se disparaban a diestro y siniestro, a granel, con furia. Quizá lo más siniestro del hecho fuera el impresionante silencio de los contendientes: no se dedicaban ni un insulto, ni una de esas palabras usuales en estas ocasiones. Sólo se escuchaba el ruido de los golpes y el jadeo de los hombres. Pero, de pronto, resonó una frase -la única - rotunda y feroz: «Te voy a romper el alma». El alma -qué duda cabe - es sustancia espiritual y, por ende, indivisible. No admite roturas. Pero de un modo metafórico bien se podría hablar de rompimientos. Por ahí va la reflexión de la escritora: cuando las pasiones pugnan con los propios ideales; cuando los intereses van contra la rectitud moral; cuándo no hay coherencia entre las propias creencias y la vida que se lleva... ¿no se está perdiendo el alma en pequeñas porciones cada día? Bien triste pérdida. 286 «Siempre he conservado la fe»