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¿Cuál fue el lugar de la mirada en la obra de Jean Michell Basquiat? La mirada tiene una
función estructurante en la construcción de la subjetividad. Pero no cualquier mirada, sino
aquella que tiene poder constitutivo para el sujeto: la mirada de amor. Aquella que unifica el
cuerpo vivenciado hasta entonces como fragmentado, desmembrado, en la cual se lee el
reconocimiento de que se es un “Yo”. Partiendo de lo que Lacan llamó estadio del espejo,
mirada y espejo nos precipita y anticipa la primer vivencia de SER. ¿Qué pasa cuando hay una
falla en este tiempo lógico estructurante del estadio del espejo? ¿Qué sucede cuando hay una
madre que ve sin mirar, siendo una mirada invasiva/abandónica? Así como el meteórico
ascenso a la fama y al éxito llegarían de la mano de Andy Warhol, también así concluiría su
vida con la noticia de su muerte. La mirada y el reconocimiento de éste tendrán un lugar más
que fundamental en la corta carrera y vida de Basquiat: mirada que corporiza permitiendo el
despliegue artístico. En sus producciones artísticas vemos una relación con el cuerpo muy
especial. Cuerpos fragmentados y un cuerpo que retorna como cadáver con ojos y mirada
ausente. Esta aniquilación del cuerpo proyectado en sus obras no fue más que una muerte
anunciada.
Lugar de la mirada materna. Estadio del espejo. El cuerpo.
Si partimos del modelo del estadio del espejo como una identificación, es decir como una
transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen, esta no fue vivenciada
como una gestalt, imagen totalizadora, sino como una imagen fragmentada del cuerpo donde
falta la función sintetizadora y unificadora del yo: el narcisismo. Si entendemos al narcisismo
como el amor a la imagen de sí mismo, como captación amorosa del sujeto por la imagen,
vemos que para armar esa imagen la mirada y el reconocimiento de la madre es fundamental.
En Basquiat, esta relación de la formación del yo con la experiencia narcisista que forma el
estadio del espejo es fallida. Narcisismo primario deficitario donde esa mirada y
reconocimiento del otro juegan un rol primordial. Una madre con “problemas mentales” que
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termina internada en un auspicio psiquiátrico luego de experimentar la separación de su
marido cuando Basquiat tenía tan sólo 6 años. Se podría pensar que esa mirada proyectada en
sus cuadros, esa recurrencia de ojos y miradas ausentes, es la mirada abandónica/invasiva de
su madre.
Su infancia y parte de su adolescencia como SAMO.
Jean Michell Basquiat nació en Brooklyn, Nueva York, el 22 de diciembre de 1960. Hijo de
madre portorriqueña y padre haitiano, contador de gran solvencia económica, raíces que
confluyen en un norteamericano de color. En 1963 nace una hermana y en el ’66, otra. Creció
junto a ellas en un ambiente de clase media acomodada, donde transcurrió su infancia. Desde
muy pequeño había recibido educación artística manifestando gran interés por el dibujo. Su
madre lo llevaba a visitar museos (Brooklyn, Arte Moderno, Metropolitan) y fue miembro
junior del Museo de Brooklyn a los seis años. Punto importante en su vida, porque en el
período de latencia, el mecanismo por excelencia es la sublimación como fuente de toda
actividad artística y elevación de la capacidad de rendimiento psíquico. En 1967, sus padres se
divorcian y los niños van a vivir con el padre. Por traslados laborales de éste, cambia varias
veces de escuela. A los 11 años deja la escuela privada para concurrir a una pública. A los 14
años se fuga por primera vez y a los 16 se inscribe en una escuela especial para adolescentes
dotados. Comienza a pintar grafitis junto a compañeros de la escuela. Se fuga nuevamente por
dos semanas y es expulsado por insubordinado un año antes de graduarse. Mientras tanto, su
adolescencia transcurre la mayor parte del tiempo en contacto con la subcultura de la gran
ciudad, relacionada con las drogas y bandas callejeras. Bohemio, enemigo de la sociedad de
consumo y de la clase media burguesa, se inserta en pleno auge del movimiento hippie y el
arte pop. Sus comienzos como artista se remontan a los grafitis: pintada de paredes y vagones
en toda Manhattan y Soho con mensajes y símbolos poéticos, filosóficos y satíricos bajo el
seudónimo de “SAMO” (sa misma vieja mierda, la misma porquería). Estos murales llevaban
inscripciones como “SAMO salva idiotas” o “SAMO pone fin al lavado de cerebro religioso, la
política de la nada y la falsa filosofía”. Un artículo sobre la escritura callejera de SAMO
publicado en The Village Voice fue el primer indicio de que el mundo del arte se interesaba por
él. Ya con dieciocho años, decide dejar definitivamente a su familia para vivir durante dos años
en las calles, edificios abandonados o con sus amigos en el bajo Manhattan. Sus salidas
nocturnas eran el Mudd Club y Club 57, con músicos y artistas ya conocidos como Madonna,
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B‐’52, entre otros. A diferencia de la mayor parte de los grafiteros, poseía una cierta curiosidad
intelectual y sentía una verdadera fascinación por el expresionismo abstracto.
Desde el contexto social.
Ya se sabe, que desde el comienzo, toda psicología individual es simultáneamente una
psicología social. No es ajeno a su personalidad, el contexto político y social que acompaña a
Basquiat en el transcurso de su adolescencia. Epoca del hippismo, movimiento que se inicia
como acto de rebeldía ante un estilo de vida de la sociedad, que irrumpe con valores y
estructuras propias, negando la alienación materialista y proponiendo el retorno a la
naturaleza, bajo consignas como vivir la vida, vivir el momento, lo inmediato y se hace culto al
consumo de drogas. Algunos se valían de esos espacios públicos para dar rienda suelta a sus
protestas y desacuerdos con las estructuras sociales, políticas y económicas de un sistema que
les era absolutamente adverso. Dejaban sus huellas y marcas anónimas en los muros urbanos
con la única voluntad de afirmar su identidad y dar testimonio de su existencia en el seno de
un sistema que los tenía apartados. Jean‐Michel Basquiat es uno de los grandes nombres de
aquella tremenda explosión que tuvo lugar en los Estados Unidos durante la década de los
ochenta, los años del boom de la pintura y del mercado, los años de Reagan.
Encuentro con Warhol: Comienzo de su carrera artística.
Teniendo 19 años, conoce a Warhol en un bar donde él solía entrar para vender postales y
remeras que pintaba. A Warhol le parecen estupendas, le llama la atención la expresividad de
esos garabatos infantiles. Warhol se convierte no sólo en un aliado y referente de su corta
carrera artística, sino que también los uniría una intensa amistad basada en mutuo afecto,
confianza y fascinación. No hay que olvidarse que Andy Warhol fue gran referente de aquellos
años, del arte pop, que se servía justamente de la sociedad de consumo para hacer arte y se
relacionaba dentro de una clase burguesa. Desde miradas y voces, ahora, de un mundo más
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amplio que el familiar, Basquiat fue armando el edificio de su ser. En un período, como es la
adolescencia, del encuentro con lo nuevo, con lo no conocido anticipadamente, será la mirada
de un otro, que investido por el adolescente le otorgará un nuevo sentido a lo nuevo. Y es de la
mano de Warhol que emprende su vertiginosa carrera artística, siendo ahora reconocido por
su propio nombre, Jean Michell Basquiat, y no a través del pseudónimo SAMO. Cuelga el
graffiti en 1979 escribiendo en los muros del Soho “SAMO is dead”. Así empezaron sus
exposiciones llevado de la mano de Warhol. En 1981 se muda a Nueva York y participa en una
muestra con obras de fuertes gestos ásperos e intensa coloridad tan simple como
contundente. Realiza su primera muestra en Módena, entre otras, que confirmaban el
reconocimiento de su talento y creciente notoriedad. En 1982, año de su gloria, con tan sólo
21 años tuvo su primera exposición individual en Nueva York, se multiplican sus exposiciones
siendo consagrado ya como uno de los mejores artistas en ventas de arte en America del Norte
y Europa. Un verdadero camino súbitamente hacia el éxito. En 1983 con veintitrés años,
expuso en la Bienal de Nueva York siendo el artista más joven. Trabajó frenéticamente con
diecisiete exposiciones individuales llegando hasta Japón. Mientras tanto buscaba
reiteradamente la aprobación por parte de Warhol. En 1985 aparece en la portada del New
York Times, convirtiéndose en el primer artista plástico negro que aparece en primera plana.
Cosa curiosa, pues en esa época se consideraba a los negros buenos deportistas, bailarines o
músicos, pero no en campos como las artes plásticas. En 1987, con 26 años mientras exponía
en París es avisado de la muerte de Warhol.
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Muerte de Warhol: Final trágico de su carrera como artista.
La noticia de la muerte de Warhol lo afecta profundamente. Comienza a llevar una vida
recluida, se aísla del mundo externo y deja de producir. Un año más tarde, y sin nuevas obras,
expone sin ganas en Nueva York. Meses más tarde, agosto de 1988 con 27 años es encontrado
muerto por sobredosis de heroína, siendo el artista visual negro más exitoso en la historia del
arte afroamericano.
Período adolescente: Hacia la búsqueda de la identidad.
La adolescencia, como momento de segunda individuación, pone al adolescente en una
situación donde se resignifican todas las primeras cuestiones: individuación, identificaciones,
narcisismo. Momento de vacío e incertidumbre que impone un tiempo de rehistorizar viejas
cuestiones, poniendo en juego la constitución propia de la subjetividad. Tiempo peligroso
porque la fuerza de lo tanático arrasa con todo poniendo a la pulsión de muerte como
protagonista de la historia en aquellas situaciones donde lo primario en la formación psíquica
está en juego. Por otro lado, en la adolescencia se pone en juego la temática del cuerpo.
Frente al desfasaje entre lo psíquico y físico el adolescente intenta apropiarse del cuerpo y es
allí donde recaen todas aquellas carencias vividas en tiempos pasados. La adolescencia es un
tiempo de reelaboración y construcción, donde aquello que no se sabe decir, porque no hay
registro, hay vacío de representación, el adolescente se defiende como puede tomando al
cuerpo como herramienta. En Basquiat, tanto su historia como su producción artística dan
cuenta de cómo esas vivencias tempranas, han dejado sus marcas.
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Características de sus obras y movimiento artístico.
Así como dice Winnicott, el adulto cuando crea no hace más que re‐crear ese mundo infantil y
sus vínculos, en sus producciones podemos ver el modo particular de percibir la realidad y
cómo la expresa. A Basquiat se lo ubica dentro del expresionismo abstracto, utilizando la
técnica del action painting (pintura de acción). Movimiento de carácter gestual en donde se
fusionan abstracción y surrealismo. El espacio del artista se convierte en un “espacio de
acción”, donde el principal elemento es la acción del movimiento. Se intenta expresar
mediante el color y los materiales utilizados, las sensaciones, el movimiento, el ritmo y la
energía de la personalidad del artista, sin un esquema prefijado. De ahí, que sus raíces son del
automatismo psíquico que caracterizaba al surrealismo. La creación artística es concebida
como un verdadero ritual para dar rienda suelta a sus estados de ánimo. En parte, su estilo
estaba caracterizado por una marcada gestualidad, motivo por el cual, todos aquellos
aficionados y coleccionistas de arte del momento, querían tener obras hechas por este “niño
salvaje”. No hemos de olvidar, que el action painter por excelencia es Jackson Pollock (1912‐
1956) quien destacó el uso del goteo de la pintura como técnica y quien prolongó la pintura de
acción al movimiento del expresionismo abstracto. Basquiat era un seguidor sus obras.
Además del expresionismo abstracto y la técnica del action painting, sus obras también fueron
caracterizadas desde el arte primitivo e infantil que surgió también surgió con el surrealismo.
Los dibujos infantiles mostraban el encanto y la inocencia del paraíso perdido del que se es
expulsado al llegar a la pubertad. Así como el niño no tiene claramente delimitadas las
barreras entre el adentro y el afuera, pinta de memoria: marcas, vacíos, allí donde no hay
representación. En Basquiat, su modo de percibir la realidad está asociado a un sentimiento
primitivo, mágico y supersticioso, tal vez reflejo de sus mismas raíces caribeñas, que podemos
ver claramente en todas sus producciones. Se sumerge entonces dentro del movimiento del
expresionismo abstracto bajo la técnica del action painting conjugando el arte primitivo e
infantil que no es indiferente a su personalidad. Desde la composición de sus obras (colores,
formas, luz, líneas, puntos de fuga, etc.) se puede observar que nos muestra su mundo, un
mundo con grietas, desorganizado, desequilibrado, excluido y violento. Sus trazos dan
confusión, el sinsentido a veces, la sensación de inconcluso, incompleto, lo carente que
perfilan las rupturas mortales con la cordura. Se revela con violencia a través de colores
chillones y predilección por el negro. La discontinuidad en los dibujos, impresiones
entrecortadas donde por momentos no existe el todo coherente sino la sumatoria de
fragmentos que poco tienen que ver unos con otros, parafrasean su niñez y adolescencia como
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un crepúsculo en decadencia. Reminiscencias de su vida, de sus orígenes y su tensa espera del
fin que tradujo en la reiterada imagen de la calavera con ojos vaciados. Ojos que ven pero ojos
que no miran: una mirada ausente. Algo siempre estuvo presente en sus obras: lo siniestro, el
ataque al cuerpo y la figura humana, dejándola como un muñeco trágico y despojado. El
mismo decía: “la sociedad de consumo los hace títeres y marionetas”, sin darse cuenta que
estaba hablando de él mismo.
Inferencias desde un marco psicoanalítico.
Por un lado, se tiene al mecanismo de sublimación como uno de los destinos de pulsión.
Destino que permitió el despliegue de la actividad artística conjugando el movimiento del
expresionismo abstracto junto a la técnica del action painting, arte primitivo e infantil, que
permitió encontrar un estilo, su propio estilo y ser reconocido por su propio nombre: Jean
Michel Basquiat. Y por otro lado, se encuentra la vuelta sobre la persona propia, como otros de
los destinos de la pulsión. Destino donde el cuerpo actúa y la pulsión de muerte toma
protagonismo. Basquiat intentó calmar y aliviar la angustia experimentada por la trágica
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noticia de la muerte de Warhol. Precarias defensas que llevan a un estado de
despersonalización y una pérdida temporal de la capacidad de mantener un vínculo con la
realidad, porque Warhol lo era. Momento donde la sombra del objeto cae sobre el yo y
aparece lo siniestro colocando al yo en una situación de amenaza de aniquilación. Desde el
psicoanálisis ya sabemos que cuando falta la posibilidad de decir o expresar, en este caso a
través del arte, el conflicto retoma el camino del cuerpo o del accionar. Incapacidad de
articular tensión, deseo, decisión y acción que funciona en cortocircuito. Pasar directamente
de la tensión al acto, con una franca compulsión a la repetición de una necesidad con
preeminencia del proceso primario y principio de placer que impide la elaboración de
conflictos y pérdidas por el objeto idealizado. Esa primera vivencia de ser que conjuga mirada y
espejo, muestra las grietas de su estructura subjetiva como así también la función del estadio
del espejo como es la de establecer una relación del sujeto con su realidad. Vínculo que
conlleva el sello que dejó esa primer vivencia de ser donde esas primeras identificaciones
marca el camino de las siguientes. Un camino regresivo a estados tempranos y primitivos en
los cuales el yo se fusiona e indiferencia permitiendo instaurar una defensa ante esa vivencia
de vacío. Vivencia que se relaciona con esa mirada abandónica/invasiva como se pueden
observar en todas sus producciones. La mirada de ese otro fue esencial y necesario para su
existencia. Basquiat era a través de Warhol, a través de él, producía. Objeto idealizado que ha
permitido evitar el sentimiento de desvalimiento y/o desorganización. Con la regresión y la
fusión se alcanza un sentimiento de completad que obtura al sujeto como “sujeto del deseo” y
pone en juego su dependencia, mediatez y la imposibilidad de articular la pulsión y la descarga
en forma adecuada al principio de realidad. La muerte de Warhol llevaría al trágico destino:
pasaje por el cual no hay retorno posible. Destino de una muerte trágica donde la pulsión de
muerte toma protagonismo y busca una descarga nirvánica. Aquí otra vez encontramos al
cuerpo, ya no en el fundamento de sus obras, sino en el fundamento de su vida.
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Comienzo del mito. Concluyendo.
¿Qué sería de una obra de arte si no estuviera el ojo que mira? La mirada es la que completa la
obra de arte, y es a partir de allí que cobra sentido. Basquiat nos convoca para que, además de
ver, miremos sus obras, su vida. Puede gustar o no una obra suya, pero nunca pasará
inadvertida. Se sumerge en el movimiento abstracto junto con la técnica del action painting
consiguiendo un estilo propio de pintar: Jean Michell Basquiat, un nombre por el cual ser
mirado y reconocido. Su temprana muerte marcó la consagración de un mito. La negritud ha
tenido y tiene poetas, escritores, dramaturgos, músicos. Le faltan artistas plásticos:
J.M.Basquiat vino a llenar ese vacío.
Entonces, volviendo al principio, ¿qué miro cuando veo una obra de Basquiat? Aquello mismo
que me impulsó y dio origen a este trabajo.
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