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Esperanza en el diálogo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC
1. El proceso de diálogo por la paz que el Presidente Juan Manuel Santos ha iniciado con las
FuerzasArmadasRevolucionariasde Colombia (FARC) esunencomiableesfuerzopor dar fin a
unode losmáslargosydolorososepisodiosdeviolenciaen lahistoriade América Latina.
Independientemente de la opinión que cualquiera pueda albergar sobre las FARC o sobre el
conflicto que durante décadas ha atormentado al pueblo colombiano, lo cierto es que la noticia
de una negociación merece más que interés o aquiescencia: merece fe y esperanza, apoyo y
colaboración. Algunos objetan que otros esfuerzos han fracasado en el pasado. Esa es una
historia común. Si permitiéramosque los intentosfallidosseconvirtieran en obstáculosválidos
paravolverloa intentar, noexistiría nuncamásqueunaoportunidadpara lapaz.
Ninguna negociación está ungida de certeza. Lo que interesa es que el Presidente Santos ha
iniciado un diálogoquepuedesignificarel fin de unaguerra. En este procesode negociación no
se trata de decidir qué pensamossobre las FARC, sobre los paramilitares o sobre el Gobierno
colombiano. Setratadedecidirsiestamosa favoroencontradeunacuerdodepazen Colombia.
Sólosi loexpresamosenestostérminos,podemosentender lamagnitudde loqueestáen juego.
Creo firmemente que la negociación debe iniciar por el tema máscontroversial, que es también
el más complejo: el cese de todas las hostilidades. No tiene sentido discutir sobre plazos,
condiciones, amnistías,si no existe un acuerdo paraponer fin a toda forma deviolencia. Esaes,
quizás, la principal lección que se desprende del proceso de pacificación de Centroamérica.
Acordar un alto al fuego, a lossecuestros, a losasaltos, a losatentados,sería una demostración
elemental de buena fe por parte de las FARC, pero también una de las mejores maneras de
aumentar las probabilidades de que ambas partes se sientan comprometidas a llevar la
negociación hasta el final. Para que un proceso de negociación tenga éxito, todos deben sentir
que tienenparticipaciónenel resultadoyque tienen muchoqueperderencasodedesistir.
Muchasveceshemencionado lasnegociacionesde Camp David,enelaño2000, cuandoShimon
Peres, Issac Rabin y Yasser Arafat alcanzaron un acuerdo sobre la casi totalidad de los temas,
pero no fueron capaces de transigir en unos cuantos puntos. Lo que esto nos dice es algo muy
sencillo: esos puntos valían más para las partes que todo lo acordado con anterioridad. Esto
demuestra que en toda negociación la estrategia debesersiempre reducir el costo del acuerdo y
aumentarelcostodel fracaso.
2. El cese a las hostilidades también galvanizaría presión de parte de la comunidad internacional.
Un punto enel queel procesode paz en Colombia difieresignificativamentedel procesode paz
en Centroamérica, es que durante la década de los ochenta, las cinco repúblicas
centroamericanasnegociábamosencontra de la voluntadde lasdossuperpotenciasde la Guerra
Fría, que siempre se opusieron al Plan de Paz que yo había propuesto. Francamente dudo que
algún actor internacional se atreva ahora a boicotear el proceso de paz en Colombia. Esto
representa una oportunidad invaluable para las FARC de obtener una salida similar a la que
obtuvo el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que hoy forma parte de la
institucionalidadpolíticade El Salvador.
Junto con la necesidad de iniciar con los temas máscontroversiales, creo que es importante no
darle largas a la negociación. Muchas veces he dicho que la paz no es fruto de la impaciencia.
Pero mucho menos es fruto del perfeccionismo y la postergación. Las partes deben sentir que
tienen tiempo para decidir, pero que ese tiempo no es ilimitado. El conflicto centroamericano
nos enseñó la importancia de aprovechar el moméntum. La atención del mundo es breve, los
recursos son escasos y otras prioridades compiten siempre con la búsqueda de la paz. Las
autoridadescolombianashan manifestadosu interésde reunirseen Oslo y luegoen Cuba. Sería
ideal si pudieran comprometerse a alcanzar un acuerdo en Noruega, lugar que además ha sido
testigo de procesos tan significativos como los Acuerdos de Oslo entre Israel y Palestina, en
1993.
Estoyconscientedequemuchaspersonasopinaránsobre la formaenquedebenconducirseestas
negociaciones. Mi interés es simplemente compartir las lecciones del proceso de paz
centroamericano que continúa siendo, hasta hoy, un testamento del poder de la razón y la
voluntad sobre la violencia y la adversidad. Se requiere humildad y flexibilidad. Se requiere
hidalguíaysentidoderesponsabilidadhistórica. Loquenosenseñanprocesoscomoelde Irlanda
del Norte, comoel deSuráfrica,como el de Centroamérica, esque la paz no eslaobrade héroes
ni titanes, sino de hombres y mujeres imperfectos, luchando en tiempos difíciles, por un
resultado incierto. Pero eso, lejos de desalentarnos, debería alimentar nuestra esperanza en el
diálogo que lidera el Presidente Santos. Nada impide que Colombia llegue al fin, y ojalá para
siempre,aconstruir el destinoquemerecesupueblo.