Iván Márquez
Nuestro saludo cordial al Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, y por su intermedio, a los comandantes Fidel y Raúl que generosamente ofrecieron su territorio y la logística necesaria para que los colombianos resolviéramos nuestras diferencias; Saludo a los representantes de los países garantes, Noruega y Cuba que estuvieron siempre al lado de los plenipotenciarios en los momentos más difíciles y los de satisfacción impulsando contra viento y marea los avances de la Mesa; Saludo a los “ángeles de la guarda” del proceso de paz, como denominara Roy Chaderton a los acompañantes de la República Bolivariana de Venezuela y de la República de Chile. A nombre de Colombia, gracias por ayudarnos durante tanto tiempo a encontrar la senda de la reconciliación y la paz. Gracias por su inmensa solidaridad.
1. Discurso de cierre del Acuerdo Definitivo de Paz
Iván Márquez
Nuestro saludo cordial al Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba,
Bruno Rodríguez, y por su intermedio, a los comandantes Fidel y Raúl
que generosamente ofrecieron su territorio y la logística necesaria
para que los colombianos resolviéramos nuestras diferencias; Saludo
a los representantes de los países garantes, Noruega y Cuba que
estuvieron siempre al lado de los plenipotenciarios en los momentos
más difíciles y los de satisfacción impulsando contra viento y marea
los avances de la Mesa; Saludo a los “ángeles de la guarda” del
proceso de paz, como denominara Roy Chaderton a los
acompañantes de la República Bolivariana de Venezuela y de la
República de Chile. A nombre de Colombia, gracias por ayudarnos
durante tanto tiempo a encontrar la senda de la reconciliación y la paz.
Gracias por su inmensa solidaridad.
Doctor Humberto de La Calle y representantes del Gobierno de
Colombia
Compañeros de la Delegación de Paz de las FARC
Compatriotas:
Hemos trabajado de manera incansable día y noche para entretejer en
un solo cuerpo de consenso los elementos del nuevo acuerdo final
sobre el que empezaremos la edificación de la paz estable y duradera
para Colombia.
En el día de hoy, como resultado de la inquebrantable voluntad y
decisión de las partes, de su perseverante búsqueda de una solución
política a la dilatada confrontación armada, presentamos a la nación
colombiana el nuevo Acuerdo de Paz DEFINITIVO, que preferimos
llamar el ACUERDO DE LA ESPERANZA, poderoso instrumento para
la democratización del país y para la materialización de los derechos
de la gente.
Han sido semanas de arduo trabajo, de audiencias sucesivas, de
ejercicio humilde de escuchar con interés y respeto, de interlocución
2. con el más amplio espectro del movimiento social y político, y de las
iglesias. Han sido semanas de muy difíciles pero fructíferas
conversaciones con la delegación gubernamental que han permitido
reafirmar la vocación de paz y reconciliación de un país, al tiempo que
han posibilitado comprender y aclarar dudas e inquietudes razonables
de diversos sectores de la sociedad, y también desvirtuar
tergiversaciones y falacias respecto del acuerdo suscrito el pasado 26
de septiembre en la Ciudad Heroica, Cartagena de Indias.
El resultado del plebiscito del 2 de octubre produjo un impacto, que
además de atascar los mecanismos de implementación previstos,
pusieron en serio riesgo cinco años de esfuerzos en la búsqueda de la
reconciliación.
Pero para fortuna de millones de compatriotas, la paz sigue su marcha
irrefrenable, IRREFRENABLE. Las espontáneas y multitudinarias
movilizaciones sociales de apoyo a la paz activadas por la juventud,
las numerosas manifestaciones de organizaciones sociales y
populares, de partidos y movimientos políticos, y el reiterado
acompañamiento de la comunidad internacional, nos incitan pensar
que se ha iniciado el gran cambio histórico hacia una sociedad
auténticamente democrática, pacífica y justa.
Los resultados de octubre también nos llevaron a pensar en sentido
más reflexivo acerca de los límites de la democracia liberal y de la
regla mayoritaria, particularmente cuando ésta se establece bajo las
condiciones de mayúscula abstención y cuando están de por medio
decisiones de semejante trascendencia, como las que conciernen a la
posibilidad histórica del buen vivir y en paz para las nuevas
generaciones.
Recordamos, en ese contexto, nuestras visiones de democracia
discutidas en la Mesa, que apenas alcanzaron a ser recogidas de
manera muy parcial en el acuerdo sobre “apertura democrática”. Y
reforzamos nuestras certezas acerca de la necesidad de luchar por
nuevos entendimientos, diseños y procedimientos democráticos que
trasciendan el simple sufragio, a fin de garantizar una verdadera
participación social y ciudadana en los asuntos que inciden sobre la
vida nacional.
3. Aún en condiciones de esa precariedad democrática, en la medida en
que accedimos al procedimiento de refrendación plebiscitaria en la
búsqueda de la paz deseada, entendimos que pese a la
débil mayoría, teníamos el compromiso político de aceptar el resultado
adverso y de atender las múltiples voces que lo habían propiciado,
distinguiendo entre aquellas que manifestaban preocupaciones
sinceras por un nuevo y mejor acuerdo, y otras que tenían la
pretensión de erigirse en obstáculo para el logro del propósito
superior, aunque dada la coyuntura se cobijaran también con el manto
y el discurso de la paz.
Comprendimos mejor, entonces, el sentido del pluralismo y de la
diversidad, de los intereses particulares y de grupos y sectores
específicos del conglomerado social, que -en medio de la conflictividad
que es inherente al orden vigente- merecen respeto y reconocimiento.
El mismo que demandamos hacia nosotros.
Así es, que, en atención a ello, nos dimos a la tarea, junto con el
Gobierno Nacional, de reabrir la discusión en la Mesa de La Habana,
para considerar -con el rigor exigido por las circunstancias- todas y
cada una de las propuestas de precisión y ajuste del acuerdo suscrito
el 26 de septiembre, bajo el entendido de que se trataba de un
perfeccionamiento de lo ya convenido, teniendo en cuenta lo
manifestado por todos los sectores políticos y sociales que
participaron en un plebiscito cuyos resultados no debían
comprenderse como una negativa al acuerdo de paz, sino como un
llamado a su mejoramiento.
Aunque la X Conferencia Nacional Guerrillera refrendó el texto de un
acuerdo que para nosotros ya estaba cerrado, comprendimos la
importancia de reformularlo con un mayor consenso que incorporara
muchas voces que estuvieron ausentes durante el proceso de
conversaciones, y que incluso habiendo dicho No tienen su
sentimiento del lado de la reconciliación.
Somos conscientes de que la posibilidad real de desatar la potencia
transformadora de los acuerdos descansa sobre su legitimidad política
y social. Por tal razón, nos produce una inmensa satisfacción anunciar
que al tiempo que el nuevo Acuerdo alcanzado preserva la estructura
4. y espíritu del primer acuerdo convenido, incorpora un sinnúmero de
ajustes y precisiones, que recoge observaciones y nuevas propuestas
de redacción, que formula aclaraciones y despeja dudas donde se
consideró necesario. Por ejemplo, en materia de Jurisdicción Especial
para la Paz se incorporaron no menos del 65% de las propuestas
provenientes de los diversos sectores que votaron NO en el plebiscito;
casi el 90% de las iniciativas referidas al polémico tema de género; y
algo más de 100 variaciones que tocan los temas concernientes a
Reforma Rural Integral, Participación Política, Nueva política
antidrogas, Víctimas, Fin del conflicto e implementación y verificación.
Al respecto, de nuestra parte hemos cedido, incluso extendiendo
fronteras que nos habíamos trazado, desplazándolas hasta los límites
de lo razonable y aceptable para una organización político-militar
cuyas armas no fueron vencidas; que acudió por tanto a la mesa de
diálogos a una negociación y no a un proceso de sometimiento; y que
ha tomado la decisión de participar en la vida política legal, si se
cumple un conjunto de condiciones que lo hagan posible.
Le decimos a la sociedad colombiana que hemos realizado nuestro
mejor esfuerzo por responder a los anhelos de paz, y podemos afirmar
con la frente en alto que hemos cumplido y que al nuevo acuerdo, el
único camino que le espera, es su implementación, teniendo en cuenta
que con él quedan sentadas las bases para comenzar una tarea aún
más difícil y compleja: la construcción de una paz estable y duradera,
a la que esperamos se puedan sumar, con nuevos aportes, fruto de su
negociación, los compañeros del Ejército de Liberación Nacional, y
que toda la institucionalidad del Estado, el poder Ejecutivo, el
Congreso de la República, la altas Cortes, la Fiscalía General de la
Nación, las Fuerzas Militares y de Policía, asuman su respaldo.
Con el nuevo Acuerdo Final se generan condiciones para iniciar el
difícil proceso de la reconciliación nacional, propósito que compromete
a las diferentes clases sociales, al empresariado nacional, a los
sectores medios de la población, a la c
lase trabajadora urbana y rural, a los intelectuales y artistas, a los
trabajadores de la cultura, a las comunidades campesinas, indígenas y
afrodescendientes, a la comunidad LGBTI, a las mujeres y hombres
del común, y desde luego a nuestros guerrilleros, que con expectativa
5. han estado en paciente y disciplinada espera; y también a todos los
partidos y movimientos políticos y sociales.
La firma de este nuevo acuerdo debe dar inicio a la construcción del
país de la concordia que llevamos en el corazón y con el que hemos
soñado durante toda la vida. Pero el solo acuerdo no es suficiente,
porque un papel florecido de promesas y buenas intenciones, sin
veeduría ciudadana, fácilmente puede ser arrastrado por el viento de
la desidia hacia el desierto de la nada y la frustración de la esperanza.
Lo reiteramos: el principal garante del cumplimiento y la
implementación de los acuerdos, además del componente
internacional, es el propio pueblo y sus organizaciones, porque nadie
mejor que él puede sentir la urgencia de su concreción, porque toca
con su dignidad y su derecho a vivir en paz.
Está triunfando la paz, no lo dudamos. Nos sentimos orgullosos de
que Colombia siga siendo referente mundial de paz.
Reiteramos el llamado que hiciéramos con el Gobierno a concertar con
todas las fuerzas vivas del país, “un gran ACUERDO POLÍTICO
NACIONAL encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales
necesarios para atender los retos que la paz demande, poniendo en
marcha un nuevo marco de convivencia política y social”.
Es tiempo de paz; de despliegue de una contienda política que admita,
sin el ejercicio estructural de la violencia y el recurso de las armas, la
existencia de diversas visiones de sociedad y en la que se pueda
luchar por ellas por la vía democrática. Que la contienda se traslade al
campo de las ideas enarbolando en lo más alto de las conciencias, la
bandera de la verdad y de la honradez.
Que nadie trunque los sueños y las esperanzas de millones de almas.
Hagamos de la paz una condición estable y duradera sobre la base del
respeto a los derechos del pueblo y la justicia social. Nuestro futuro
está fuertemente ligado al derecho a la tierra, a la salud, a la
educación, a la vida digna, para que nadie en Colombia recaiga en la
desesperanza. Ha llegado el momento de la construcción de sueños y
de darle vida a la esperanza mediante la lucha política, llenando
nuestros corazones del más inmenso amor por la patria.
6. Con la voz del tribuno del pueblo Jorge Eliécer Gaitán, digamos una
vez más: “Bienaventurados los que entienden que las palabras de
concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor
y exterminio...”.
Que renazcan, entonces, de la luz de este Acuerdo de Paz, las
mariposas amarillas de Mauricio Babilonia para que invadan con su
amor y reconciliación todos los rincones de este gran Macondo que es
Colombia.
Amamos la paz, amamos a Colombia. Que Dios y el comandante
Manuel Marulanda Vélez, bendigan este acuerdo.
Muchas gracias.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP