El poema expresa la profunda nostalgia y tristeza de los israelitas deportados a Babilonia al recordar su patria y sufrir el sarcasmo de sus opresores. Describe cómo colgaban sus instrumentos musicales de los sauces junto al río y se negaban a cantar para sus captores, prefiriendo recordar a Jerusalén y su templo destruido.
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
Salmo 136
1.
2.
3. En este bello poema se expresan elocuentemente
los sentimientos de los israelitas deportados a
Babilonia:
+ la profunda nostalgia que experimentaban al
acordarse de su patria (v. I)
+ y la tristeza que les provocaba el sarcasmo
de sus opresores (v. 3).
La destrucción de Jerusalén y del Templo, y la
dura experiencia del exilio, explican de alguna
manera el odio expresado en las invectivas contra
Babilonia y contra todos los que se alegraron por
la ruina de Israel (vs. 7-9).
4. 1. CON ISRAEL
2. CON JESÚS
3. CON NUESTRO
TIEMPO
Este es uno de los más bellos poemas de la literatura universal: quizá jamás el amor
apasionado por la patria haya sido cantado con acentos de tanta nostalgia y tanta
violencia. Este salmo nos desconcierta, a tal punto que quisiéramos suavizarlo y
conservar tan sólo las cuatro primeras estrofas. El deseo salvaje de represalia que
alientan las dos últimas estrofas es a menudo puesto entre paréntesis, cuando se
canta este salmo en público: es difícil "orar" con estas dos últimas estrofas... Por
esto, para no impresionar, se suprime. Se reconoce en ellas la ley del Talión: "ojo
por ojo, diente por diente" (Génesis 4,23 - Éxodo 21,23-25 - Levítico 24,18-21).
¿Podemos imaginar que Jesús recitara este salmo? Sin duda alguna, pero lo hacía
a su manera. Y ésta para nosotros hoy día, la única forma de recitarlo con El.
¡Jamás pactar con el mal! Perdonar a aquellos que nos hacen el mal. Amar nuestra
ciudad, nuestro país, pero sobre todo la "fidelidad de Dios". Ser fiel sin compromiso.
Jamás olvidarse de "Jerusalén". San Juan nos ha revelado que la verdadera
Jerusalén es "la de arriba". Jamás debe olvidar el cristiano que vive como un
desterrado y que su verdadera patria es el cielo.
5. Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
6. Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
"Cantadnos un cantar de Sión".
7. ¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;
8. que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.
9. «¿Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera?»
Esta es la cruz y la paradoja de mi propia vida, Señor. ¿Cómo puedo cantar mientras
otros lloran? ¿Cómo puedo bailar cuando otros guardan luto? ¿Cómo puedo comer
cuando otros pasan hambre? ¿Cómo puedo jugar cuando otros laboran? ¿Cómo puedo
vivir cuando otros mueren? Este mundo es destierro, prueba y sufrimiento; ¿cómo hablar
en él de felicidad cuando veo la miseria a mi alrededor y la siento en mi propia alma?
¿Cómo cantar en el destierro?
Haz, Señor, que sienta como mío el dolor de los demás. No permitas que olvide los
sufrimientos de hombres y mujeres cerca y lejos de mí, la aflicción de la humanidad en
nuestro tiempo, la agonía de millones frente al hambre, el abandono y la muerte. Que no
me vuelva sordo o insensible. La humanidad sufre, y la vida es destierro. Los que sufren
son mis hermanos y hermanas, y yo sufro con ellos.
Hay lugar para la alegría en la vida, pero también lo hay para la conciencia seria y trágica
de la crisis de nuestro tiempo y de la responsabilidad común de aliviar el sufrimiento y
buscar la paz.
Quiero poder cantar, Señor, quiero cantar las alabanzas de tu nombre y las alegrías de la
vida como tú me has enseñado a hacerlo en las fiestas de Sión. Pero no puedo cantar en
la amargura del destierro. Por eso mi respuesta negativa, «¿Cómo puedo cantar?», es en
sí misma una oración para que acortes el destierro, redimas a la humanidad, traigas la
alegría a la tierra, y yo pueda volver a cantar.
10. Somos conscientes, Señor, de que el mundo de la confusión y de la
idolatría en que vivimos no es la ciudad que buscamos; somos ciudadanos
del cielo y de allí esperamos que venga el Salvador; líbranos, pues, Señor,
de querer mezclar nuestra fe con el pecado y guarda nuestros labios
puros para tu alabanza. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro
Señor. Amén.