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[ohan Huizinga -.&.%
El otofio de la Eda,
Alianza Universidad
p'.;$ -
-
Johan Huizinga
de la Edad Media
Estudios sobre la forma de la vida y del espiritu
durante 10s siglos XIV y xv en Francia
y en 10s Paises Bajos
Versi6n espafiola de
Jose G ~ O S
Alianza
Editorial
Titulo original:
Herbst des Mittelalters
Primera edicion espafiola: 1930
Undkcima reimpresionen "Alianza Editorial" 1994
Reservados todos 10s derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis
del CCjdigoPenal vigente, podrin ser castigadoscon penas de rnulta y privation de
libertad quienes reprodujereno plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,
artistica o cientifica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva
autorizacion.
O Johan Huizinga
O Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A,, Madrid, 1978, 1979. 1981,
1982, 1984, 1985,1988,1989, 1990, 1993, 1994
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15,28027Madrid; telef. 741 66 00
ISBN: 84-206-2220-6
Depdsito legal: M. 1.688-1994
Impreso en LaveI. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid)
Printed in Spain
A la Facultad de Filosofia de la Universi-
dad Eberhard Karl de Tubinga, dedico
este libro en testimonio de gratitud por
el Doctorado Honormio qzEe me otorgo'.
INDICE
Pr6logo ......................................................
1. El tono de la vida .......................................
2. Anhelo de una vida mis bella ...........................
3. La concepci6n jerirquica de la sociedad ..................
4. El ideal caballeresco ....................................
5. El suefio del heroism0 y del amor ........................
6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos ............
7. La significaci6n politica y militar del ideal caballeresco ......
8. La estilizaci6n del amor .................................
9. Las formas del trato amoroso ...........................
10. La imagen idilica de la vida ..............................
11. La imagen de la muerte .................................
12. El espiritu religioso y su expresi6n pllstica ...............
13. Los tipos de religiosidad .................................
14. La emoci6n y la fantasia religiosas ........................
15. La decadencia del simbolismo ...........................
......16. El <crealismou y 10s llmites del pensamiento figurado
17. Las formas del pensar en la vida prictica ..................
18. El arte y la vida .......................................
19. La sensibilidad estetica .................................
20. La imagen y la palabra, I .................................
21. La imagen y la palabra, I1 .................................
22. El advenimiento de la nueva forma ........................
9
L
A NECESIDAD de entender mejor el arte de 10s hermanos van Eyck
y sus seguidores y de ponerlo para el10 en conexidn con la uida
de su tiempo, fie el origen de este libro. E n el curso de la inves-
tigacidn resultd, empero, otro cuadro, m h amplio en muchos aspectos.
Era evidente que 10s sigkos XZV y XV en Francia y en 10s Paises Balos
son mucho mds apropiados para darnos-una idea del final de la Edad
Media y de las tiltimas formas en que se manifiesta la cultura medie-
val que para poner ante nuestros ojos el despertar del Renacimiento.
Nuestro espiritu trata de conocer con predileccidn 10s "origenes" y
10s "comientos". Las promesas que ligan una kpoca con la siguiente pa-
rkcennos la mayoria de las veces mds importantes que 10s recuerdos que
la enlazan con la anterior. Asi fue posible que se buscasen con tanta
insistencia 10s gkrmenes de la cultura rnoderna en la cultura medieval,
que se llegase a dudar de la exactitud del concepto de Edad Media y
aun pudiese parecer que esta kpoca no habia sido apenas otra cosa
que la germinacidn del Renacimiento.
Pero el morir y el nacer van tan paso a paso en la historia como en
la naturaleza. Seguir el declinar de las formas sobremaduras de la cul.
tura no es de menor entidad -ni en mod0 alguno menos cautivante-
que obseruar el nacimiento de las nuevas. N o sdlo seremos mds jwtos
con artistas como 10s van Eyck, sino tambikn con poetas como Ewtache
Deschamps, con historidgrafos como Froissart y Chastellain, con ted-
logos como Jean Gerson y Dionisio "el Cartujo"; en suma, con todo$
10s representantes del espiritu de esta Lpoca, no considerdndolos como
iniciadores y heraldos de lo venidero, sino como la expresidn acabada
del inmediato pretkrito.
El autor tenia, en la kpoca en qice escribid este libro, menos con-
ciencia que hoy del peligro que puede haber en comparar las secciones
12 Prdlogo
de la historia con lar estaciones del aiio. Ruega, por ende, que se tome
el tttulo sdlo como una expresidn figurada que pretende sugerir el
tono del conjunto.
Leyden, noviembre de 1923.
La nueva edicidn presenta algunas ampliaciones y correcciones.
Leyden, septiembre de 1927.
Capitulo 1
EL TON0 DE LA VIDA
C
UANDO el mundo era medio milenio rnis joven, tenian todos 10s
sucesos formas externas mucho rnis pronunciadas que ahora.
Entre el dolor y la alegria, entre la desgracia y la dicha, pa-
recia la distancia mayor de lo que nos parece a nosotros. Todas
las experiencias de la vida conservaban ese grado de espontaneidad
y ese caricter absoluto que la alegria y el dolor tienen a h hoy en
el espiritu del nifio. Todo acontecimiento, todo acto, estaba rodeado
de precisas y expresivas formas, estaba inserto en un estilo vital ri-
gido, pero elevado. Las grandes contingencias de la vida -el naci-
miento, el matrimonio, la muerte- tomaban con el sacramento res-
pectivo el brillo de un misterio divino. Pero tambiCn 10s pequeiios
sucesos -un viaje, un trabajo, una visita- iban acompaiiados de mil
bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades.
Para la miseria y la necesidad habia menos lenitivos que ahora.
Resultaban, pues, rnis opresivas y dolorosas. El contraste entre la
enfermedad y la salud era rnis seiialado. El frio cortante y las noches
pavorosas del invierno eran un ma1 mucho rnis grave. El honor y
la riqueza eran gozados con rnis fruici6n y avidez, porque se distin-
guian con rnis intensidad que ahora de la lastimosa pobreza. Un
traje de ceremonia, orlado de piel, un vivo fuego en el hogar acom-
pafiado de la libaci6n y la broma, un blando lecho, conservaban el
alto valor de goce que acaso la novela inglesa ha sido la rnis perse-
verante en recordar con sus descripciones de la alegria de vivir. Y
todas las cosas de la vida tenian algo de ostentoso, per0 cruelmente
pdblico. Los leprosos hacian sonar sus carracas y marchaban en pro-
cesi6n; 10s mendigos gimoteaban en las iglesias y exhibian sus defor-
midades. Todas las clases, todos 10s drdenes, todos 10s oficios, podian
14 El otoiio de la Edad Media
reconocerse por su traje. Los grandes sefiores no se ponian jam&
en movimiento sin un pomposo despliegue de arnlas y libreas, in.
fundiendo respeto y envidia. La administracibn de la justicia, la
venta de mercancias, las bodas y 10s entierros, todo se anunciab..:
ruidosamente por medio de cortejos, gritos, lamentaciones y m~sica.
El enamorado llevaba la cifra de su dama; el compaficro de armas
o de religibn, el signo de su hermandad; el subdito, 10s colores y las
armas de su sefior.
El mismo contraste y la misma policromia imperaban en el aspect0
externo de la ciudad y del campo. La ciudad no se diseminaba,
como nucstras ciudades, en arrabales descuidados de fibricas aisla-
das y de casitas de carnpo uniformes, sino que se erguia rotunda,
cercada por sus muros, con sus agudas torres sin numero. Por altas
y ponderosas que fuesen las casas de piedra de 10s nobles o de 10s
comerciantes, eran las iglesias las que dominaban con sus eminentes
masas petreas la silueta de la ciudad.
Asi como el contraste del verano y el invierno era entonces mPs
fuerte que en nuestra vida actual, lo era tambien la diferencia entre la
luz y la obscuridad, el silencio y el ruido. La ciudad moderna apenas
conoce la obscuridad profunda y el silencio absoluto, el efecto que
hace una sola antorcha o una aislada voz lejana.
Por virtud de estc universal contraste, de esas formas multicolores,
con que todo se imponia a1 espiritu, emergia de la vida diaria un incen-
tivo, una sugesti6n apasionante, que se revela en 10s fluctuantes senti.
mientos de ruda turbulencia y ispera crueldad, pero tambih intima
emocibn, entre 10s cuales oscila en la Edad Media la vida urbana.
Habia un sonido que dominaba una y otra vez el rumor de la vida
.cotidiana y que, por multiple que fuese, no era nunca confuso y lo ele.
vaba todo pasajeramente a una esfera de orden y armonia: las cam-
panas. Las campanas wan en la vida diaria como unos buenos espiri-
tus monitorios, que anunciaban con su voz familiar, ya el duelo, ya la
alegria, ya el reposo, ya la agitaci6n; que ya convocaban, ya exhorta-
ban. Se las conocia por sus nombres: la gruesa Jacqueline, la campana
Roelant. Se sabia lo que sipificaba el tocarlas y el re~icarlas.Y, a
pesar de 10s excesivos repiques, nadie era nunca sordo a su voz. Con
ocasi6n del "ituperado desafio entre dos ciudadanos de Valenciennes,
clue en 1455 puso cn una tensi6n cxtraordinaria la ciudad y toda la
1. El tono de la vida 15
corte de Borgoiia, estuvo repicando mientras dur6 la lucha la gran
rampana, laquelle fait hideux a oyr, dice Chastellain I. Sonner I'effroy;
faire I'effroyquiere decir repicar la campana de alarma 2. CuPn ensor-
decedor debe de haber sido el repique de todas las campanas de todas
las iglesias y conventos de Paris, desde la maiiana hasta la noche -e
incluso durante toda la noche- con ocasi6n de haber sido elegido
un Papa que iba a poner fin a1 cisma, o porque se habia firmado la
paz entre el Borgoiibn y el Armagnac3.
TambiCn las proce~ioncsdeben de haber sido de un efecto honda-
mente conmovedor. Si 10s tiempos estaban revueltos, y esto pasaba con
frecuencia, tenian lugar muchas veces a diario, e incluso una semana
detris de otra. Cuando las lamentables discusiones entre las Casas de
Orleins y de Borgoiia acaban provocando la guerra civil y el rey Car.
10s VI toma en 1412 la oriflama para combatir con Juan Sin Miedo
a 10s Armagnac, que se habian hecho traidores a la patria contrayendo
una alianza con Inglaterra, se ordena que se celebren en Paris proce
siones todos 10s dias, mientras el rey se encuentre en territorio ene-
migo. Estas procesiones duran desde fines de mayo hasta bien entrado
julio, siempre con distintos grupos, brdenes o gremios, siempre reco-
rriendo distintos trayectos y con distintas reliquias: les plus piteuses
processions qui oncques (nunca) eussent d t t veues de aage de hornme.
Todos marchaban en ellas descalzos y con el estbmago vacio, 10s seiio-
res del Parlamento exactamente lo mismo que 10s mis pobres ciuda-
danos. Todo el que podia llevaba un cirio o una antorcha; entre 10s
asistentes, siempre muchos niiios pequeiios. Hasta de las aldeas que
rodeaban a Paris acudian 10s pobres campesinos con 10s pies desnudos.
Y el que no iba en la procesibn, la contemplaba: en grant pleur, en
grant lermes, en grant devotion. Ahora bien, durante todo aquel tiem-
po 1Iovi6 copiosa y fuertemente 4.
1 Oeuvres de Georges Chastellain, ed. Kervyn de Lettenhove, ocho voldmenes.
Bruselas, 1863-66, 111, pig. 44.
2 Chastellain, 11, pdg. 267; Me'moires d'olivier de la Marche, ed. Beaune et
d'Arbaumont (Soc. de I'histoire de France), 1883-88, cuatro vol6menes, 11, pig. 248.
3 Journal d'un bourgeois de Paris, ed. A. Tuetey (Publ. de la Soc. de l'histoire
de Paris, Dec. n6m. 111) , 1881, p9gs. 5-56.
4 Journal d'un bourgeois, pigs. 20-24; cf. Journal de Jean de Roye, dite Chronique
Scandaleuse, ed. B. de Mandrot (Soc. de I'hist. de France), 1894-96,dos vols. 1, pig. 390
16 El otoiio de la Edad Media
Habia ademlis las entradas de 10s principes, preparadas con toda
la ingeniosa habilidad artistica de que entonces se disponia. Y habia
ejecuciones capitales con una ininter~umpidafrecuencia. El cruel in-
centivo y la emoci6n grosera que emergian del cadalso eran un im- :
portante elemento en el sustento espiritual del pueblo. Para 10s crime
nes mis horribles habia inventado la justicia castigos pavorosos. Un
joven incendiario y asesino fuk colocado, en Bruselas, con una cadena ,que podia girar en un anillo en torno a un poste, en medio de un
circulo de montones de ramas encendidas. El joven se ofrece a si
mismo como ejemplo, en conmovedoras palabras dirigidas a1 pueblo:
et tellement fit attendrir les coeurs que tout le monde fondait en lar-
mes de compassion. Et fut sa fin recommandde (famosa) la plus belle
que l'on auait oncques vue6. Messire Mansart du Bois, un Armagnac
que fue decapitado en Paris en 1411, en la kpoca de la terrorifica do-
minaci6n borgofiona, no s610 otorga su perd6n a1 verdugo, que se lo
pide conforme a la costumbre, sin0 que llega a rogarle que lo bese.
Foison de peuple (multitud de gente) y avoit, qui quasi tous ploroient
ri chaudes larmes 6. Con frecuencia eran 10s sacrificadosgrandes, seiiores,
y entonces gozaba el pueblo de la satisfaccibn por el rigor de la justicia
y la grave advertencia sobre la mutabilidad de las grandezas terrenales,
mAs vivamente que contemplando ninghn ejemplo pintado ni danza
alguna de la muerte. La autoridad se cuidaba de que nada faltase para
que fuese acabada Ia impresi6n del especticulo. Ostentando 10s sig
nos de su grandeza, recorrian aquellos sefiores el fatal camino. Jean
de Montaigu, gand maitre d'h8tel del rey, victima del odio de Juan
Sin Miedo, se dirige a1 cadalso sentado en lo alto de una carreta y
precedido de dos trompeteros; lleva su traje de ceremonia: gorro, jub6n
y calz6n corto, mitad blanco, mitad rojo, y eapuelas doradas en 1-
pies; y con las espuela~doradas qued6 colgando del patibulo el cad&
ver dccapitado. El rico can6nigo NicolPs d'orgemont, victirna en 1416
de la venganza de 10s Armagnac, fue paseado por Paris en un carro de
la basura, con un gran manto violeta y una gorra del mismo color,
para asistir a la decapitaci6n de dos cornpafieroc-, antes de ser encar.
6 Chastellain, III, pAg. 461, d. v, pig. 403.
6 Jean Juvenal des Ursins, 1412, ed. Michaud et Poujoulat, Nouvelle coZZectiot8
des me'moires, 11, pig. 474.
1. El tono de la vida 17
celado 61 mismo por el resto de su vida: au pain de doleur et d eaue
d'angoisse. La cabeza de maftre Oudart de Bussy, que habia obtenido
por la violencia un puesto en el Parlamento, fue desenterrada por
. orden expresa de Luis XI y expuesta a la pGblica contemplacibn en
la plaza del mercado de Hesdin, con una gorra escarlata y forrada de
pieles, selon la mode des conseillers de parlament, y una poesfa expli-
cativa. El rey mismo escribe horribles ingeniosidades sobre este caso 7.
Mis raras que las procesiones y las ejecuciones eran las predicacio-
nes de 10s misioneros, que venian de tiempo en tiempo para sacudir a1
pueblo con su voz. Nosotros, lectores de peribdicos, apenas podemos
representarnos el poderoso efecto de la palabra hablada sobre un espi-
ritu ingenuo e ignorante. El hermano Ricardo, predicador popular,
predicb, en 1429, en Paris diez dias sucesivos. Hablaba desde las cinco
hasta las diez o las once de la mafiana en el cementerio de 10s Inocen-
tes, bajo cuyas galerias estaba pintada la dlebre "Danza de la muer-
te", vuelta la espalda a las fosas comunes, en las cuales yacian amon.
tonados y rebasando de la arcada 10s crineos, a la vista del pfiblico.
Cuando despuks de su d6cimo sermbn anuncib que era el bltimo, por.
que no habia obtenido permiso para mPs, les gens grands et petiz plou.
roient si piteusement et si fondement (hondamente), comme s'ib
veissent (viesen) porter en terre leurs meilleurs antis, et lui aussi.
Cuando, por fin, abandona Paris, uee el pueblo que aGn predicari el
domingo en Saint Denis. En grandes tropeles -acaso seis mil perso-
nas en total, dice el bourgeois de Paris- salen el shbado por la tarde
de la ciudad para asegurarse un buen puesto, y pasan la noche en el
campo 8.
Tambikn a1 franciscano Antoine Fradin le fue prohibido predicar
en Paris, porque clamaba contra el ma1 gobierno de la nacibn. Pero
justamente por esto le amaba el pueblo, que le guardaba dia y noche
en el convent0 de 10s cordeliers. Las mujeres montaban la guardia,
prestas sus municiones de cacharros y piedras. Al pregbn de que aque-
lla vigilancia quedaba prohibida, la multitud se echa a reir: lel rey
7 Journal d'un bourgeois, pigs. 6-70. Jean Molinet, Chronique, ed. Buchon, Coll.
de chron. nat., 1827-28, cinm vols., 11, pig. 23. Lettres de Louis XI, ed. Vaesen.
Charavay, de Mandrot (Soc. de l'hist. de France) 1883-1909, 11 vols., 20 abril 1477,
VI, pig. 158; Chronique scandaleuse, n, pig. 47; idem Interfiolations, 11, pag. 364.
8 Journal d'un bourgeois, pig. 294-7.
18 El otoiio de la Edad Media
no sabe nada de esto! Cuando, por ultimo, Fradin tiene que aban-
donar la ciudad, desterrado, el pueblo le da escolta, crians et soupirans
moult fort son departement (partida) 9 .
Cuantas veces llega para predicar el dominico San Vicente Ferrer
salen a recibirle, cantando sus alabanzas, el pueblo, la magistratura,
el clero y hasta 10s obispos, y prelados de todas las ciudades. Viaja con
un numeroso trope1 de partidarios, que hacen procesiones con flage-
laciones y cinticos todas las tardes, despuks de la puesta del sol. En
cada ciudad se suman a kl nuevos tropeles. San Vicente se ve obligado
a regular cuidadosamente la manutenci6n y el hospedaje de todos
sus acompaiiantes, nombrando maestres de alojamiento a 10s varones
mis integros. Viajan con kl numerosos sacerdotes de diversas 6rdenes
para ayudarle a tomar la confesi6n y asistirle en el servicio de la mi-
sa. Le acompafian algunos notarios, para dar fe de 10s juicios de con-
ciliaci6n que el santo predicador promueve y corona con &xito en
todas partes. Alli donde predica es necesario un valladar de madera
para protegerle con su skquito de la presi6n de la muchedumbre, que
quisiera besarle la mano o el hibito. Los talleres permanecen silen-
ciosos mientras el predica. S610 raras veces dejaba de hacer llorar a su
auditorio; y cuando hablaba del juicio final y de las penas del infier.
no, o de 10s dolores del Salvador, prorrumpian siempre, tanto el como
sus oyentes, en tan gran llanto, que necesitaba permanecer en silencio
mucho tiempo, hasta que el llanto se calmara. Los arrepentidos se
arrojaban a1 suelo delante de todos 10s presentes, para confesar con
IQgrimas sus grandes pecados lo. Cuando el cklebre Olivier Maillard
predic6, en 1485, 10s sermones de Cuaresma en Orledns, treparon tan.
tas personas a 10s tejados de las casas, que el pizarrero emple6 sesenta
y cuatro dias en 10s trabajos de reparaci6n 11.
Es el mismo estado de Qnimo de 10s reviuals angloamericanos y del
Ejercito de Salvaci6n; per0 intensificado hasta lo infinito y con una
publicidad mucho mayor. No se debe ver en la descripci6n de la in-
fluencia de Ferrer una piadosa exageracibn de sus bibgrafos. El seco
0 Chron. scand., 11, pigs. 70-72.
10 Vita auct. Petro Ranrano 0 . P. (1455). Acta sanctorum Apr., t. r, 494 y sigs.
11 J. Soyer, Notes pour servir d I'histoire litte'raire. Du succt3 de la prkdication
de frBre Oliuier Maillart d Orldans en 1485, Bulletin de la saciCtd arche'ologique et
historique de I'Orldanais, t. xvIrr, 1919, segdn la Revue historique, t. cxxx~,pig. 351.
I. El tono de la vida 19
y prosaic0 Monstrelet describe casi del mismo mod0 el efecto que
provoc6, en 1428, en el norte de Francia y en Flandes, con sus pre-
dicaciones cierto hermano Tomis que se hacia pasar por carmelita,
pen, que fud desenmascarado mis tarde como un impostor. Tambikn
a dl salia a recibirle la magistratura, mientras 10s nobles llevaban
de las riendas su muk. Tambidn por 61 dejaban muchas persofias -
entre ellas sefiores, que Monstrelet llama por sus nombres- su casa y
su semidumbre, para seguirle a todas partes. Los ciudadanos mas dis-
tinguidos adornaban el alto p6lpit0, que erigian para 61, con 10s tapid
ces mPs costosos que podian encontrar.
Junto a la Pasi6n y 10s Novisimos era, ante todo, la condenaci6n
del lujo y de la vanagloria el tema con que 10s predicadores populares
conmovian tan profundamente a su auditorio. El pueblo, dice Mons-
trelet, estaba agradecido y era afecto a1 hermano Tomis, ante todas
las cosas, porque flagelaba la pompa y la ostentacibn, y, en especial,
porque abrumaba de reproches a la nobleza y a1 clero. Este predica-
dor, cuando se aventuraban a introducirse entre sus oyentes damas
distinguidas, con su elevado tocado, solia azuzar contra ellas a 10s mo-
zalbetes, con la exclamaci6n: au hennin, au hennin! (y con la prome-
sa de las indulgencias, afirmaba Monstrelet), de tal suerte, que las
mujeres no se atrevieron a seguir llevando hennins (altos tocados)
durante todo aquel tiempo, y llevaban cofias, como si fuesen beguinas,
Mais ct Pexemple du lyme~on,dice el sencillo cronista, lequel quand
on passe prks de luy retrait ses comes par dedens et quand il ne ot
(oye) plus riens les reboute dehors, ainsy firent ycelles (ellas). Car en
assez brief terme aprds que ledit (el dicho) prescheur se fzist ddparty
du pays, elles mesmes recommenckrent comme devant et oublitrent sa
doctrine, et reprinrent petit d petit leur vie1 estat (ostentacibn), tel
au plus grant qu'elles avoient accoustumC de porterlz.
Tanto el hermano Ricardo como el hermano Tomis hacian encen-
der piras de objetos de lujo y vanidad, como sesenta aiios despuks las
hizo arder Florencia ante Savonarola en enorme cantidad y con
pCrdidas irreparables para el arte. En Paris y el Artois se repitieron
durante 10s aiios 1428 y 1429, con naipes, tableros de juegos, dados,
prendas de tocado y toda clase de objetos de adorno, que aportaban
19 Enguerrand de Monstrelet: Chroniques, ed. DouCt d'Arq. (Soc. de Phist. do
France), 1867-72, seis vols. N; pigs. 302-506.
20 El otofio de la Edad Media
gustosos hombres y mujeres. Estas piras fueron durante el siglo xv,
tanto en Francia como en Italia, un elemento frecuentemente repetido
de la gran emoci6n que causaban 105 predicadoresl3. Era la forma
ceremonial en que se habia encarnado el arrepentimiento y la aver-
si6n a la vanagloria y a 10s placeres; era la estilizaci6n de una vehe-
mente emocibn, en un act0 colectivo y solemne, pues aquellos ticm-
pos propendian en todo a la creaci6n de formas estilizadas.
Es necesario penetrar con la iniaginaci6n en toda cqta susceptibili
dad del espiritu, en toda esta sensibilidad para las l5,grimas y para el
arrepentimiento, en toda esta excitabilidad, si se quiere apreciar el
colorido y la intensidad que tenia la vida,
Un duelo oficial hacia entonces sobre el individuo la misma impre-
~ i 6 nque una calamidad phblica. Cuando el entierro de Carlos VII,
el pueblo se desbord6 totalmente de emoci6n a1 ver el fhnebre corte-
jo: todos 10s funcionarios de la corte vestus de dueil angoiswux (pa-
voroso), lesquelz il faisoft moult piteux veoir, et de la grant tristesse
et courroux qu'on Eeur veoit porter pour la mort de leur dit maistre,
furent grant pleurs et tamentacions faictes parmy tout Iadicte mlle.
Iban en el cortejo seis pajes del rey sobre caballos totalmente reves-
tidos de terciopelo negro: et Dieu scet (sabej le doloreux et piteux
dueil qu'ilz faisoient pour leur dit maistre. El pueblo referia, lleno
de emocibn, c6mo de pesar uno de aquellos mozos no habia comido
ni bebido nada en cuatro diasl4.
Pero no es solamente la emocibn provocada por un gran duelo, o
por un serm6n fogoso, o por 10s misterios de Xa fe, la que tiene por
consecuencia un desbordamiento de ligrimas. TambiCn se vertia un
mar de lrigrimas en todaq las solemnidades profanas. Un enviado del
rey de Francia a Felipe el Bueno prorrumpe varias veces en llanto
durante su discurso. A1 despedirse el joven Juan de Coimbra de la
corte de Borgofia, todos lloran en voz alta, y lo mismo a1 saludar Fe-
lipe el Bueno a1 delfin y a1 encontrarse 10s reyes de Francia y de Ingla-
terra en Ardres. Todos, vieron a Luis XI vrrter lsgrimas a su entrada
en Arras, y en la Cpoca de su estancia como principe heredero en la
13 Wadding: Annales Minomm, x, pig. 72; K. Hefele, Der h. Bernhardin von
Siena und die franziskanische Wanderpredigt in Italien, Freiburg, 1912, pigs. 47-80.
34 Chron. scand, I, p6g. 22, 1461; Jean Chartier: Hist. de Charles Vll, ed. D. GO-
def~oy,1661, pig. 320.
1. El tono de la vida 21
corte de Borgoiia le describe Chastellain sollozando y llorando repe-
tidas veces 15. Esta~desaipciones exageran, naturalmente. Puede com-
parhrselas con el "t~dos10s ojos, quedaron arrasados en ligrimas" de
un periodista. En la descripcidn del Congreso de la Paz de Arras, en
1435, hace Jean Germain caer a tierra a 10s oyentes, entre suspiros,
sollozos y gemidos, ptesa9 de emoci6n, a1 escuchar 10s conmovedores
discursos de 10s embajadores 16. No habri sido asi seguramente; per0
el obispo de Chglons decia que asi debia Vr. En la exageracibn se
ve el fondo de verdad. Sucede lo mismo que con 10s mares de IAgri-
mas de 10s sensibleros del siglo XVIII. Llorar era distinguido y bello.
Y, ademh, ~quienno conoce la intensa conmoci6n -haqta llegar a 10s
estremecimientos y las ligrimas- que abn hoy puede provocar la
pomposa entrada de un principe, aunque tste nos sea indiferente?
Esta ficil emotividad se colmaba entonces de una veneracibn semi-
rreligiosa por la pompa y la grandeza y se abria curso en sinceras
ligrimas.
Quien no vea la diierencia de excitabilidad existente -entre el sigIo
xv y nuestro tiempo, puede comprenderla por otro pequeiio ejemplo
sacado de una esfera distinta de la de las ligrimas: la de la cdlera.
Probablemente es dificil para nosotros representarnos un juego mis
pacific0 y sosegado que el ajedrez. Pues bien, La Marche dice que en
el ajedrez surgen discusiones et que le plus saige y pert patience 17.
Una rifia entre 10s hijos del rey qobre el tablero del ajedrez seguia
siendo en el siglo xv un motivo de historias tan corriente como en las
novelas carolingias.
La vida diaria ofrecia de continuo ilimitado espacio para un ardo-
roso apasionamiento y una fantasia pueril. Nuestras inveqtigaciones
histdricas sobre la Edad Media, que prefieren beber todo lo posible
en 10s documentos oficiales, por desconfianza hacia las crdnicas, incu-
rren con ello muchas veces en un peligroso error. Los documentos nos
16 Chastellain, III, pigs. 36, 98, 124, 125, 210, 238, 239, 247, 474; Jacques du Clercq:
Memoires (1448-1467), ed. de Reiffenberg, Bruselas, 1823, cuatro vols., IV, pbg. 40;
11, pigs. 280, 355; 111, pgg. 100; Juvenal des Ursins, pzigs. 405, 407, 420; Molinet,
~ I I , pigs. 36, 314. .
16 Jean Germain: Liber de virtutibus Philippi duck Burgundiae, ed. Kervyn de
Lettenhove, Chron. rel. d l'hist. de la Belg. sous la dom. des ducs de Bourg. (Coll.
des chron. belges), 1876. 11, pgg. 50.
17 La Marche, I, fig. 61.
22 El otoiio de la Edad Media
dan escasa nolicia de la diferencia en el tono de la vida que nos
separa de aquellos tiempos, y nos hacen olvidar el vehemente pathos
de la vida medieval. De todas las pasiones que la colman de color,
mencionan loq documentos, por lo regular, s610 dos: la codicia y la
belicosidad. @uitn no se ha admirado frecuentemente de la vehe.
mencia y la obstinaci6n casi inconcebibles con que la codicia, el espi-
ritu bklico y la sed de venganza se destacan en 10s documentos judi-
ciales de aquel tiempo? S610 en conexi6n con el general apasionamiento
que inflamaba todas estaq esferas de la vida, resultan estos rasgos ad-
misibles y explicables para nosotros. Para comprender con justeza
aquellos tiempos son, pues, indispensables 10s cronistas, por superfi-
ciales que puedan ser y por frecuentemente que yerren en lo tocante
a 10s hechos.
La vida sepia ostentando en mPs de un respecto el color de la 1e-
yenda. Si lo? cronistas de la corte, varones distinguidos y eruditos, que
conocian de cerca a sus principes, no aciertan a ver ni a describir a
aquellas serenisimas personas de otro mod0 que en una forma arcaica,
hieritica, cuAn grande tiene que haber sido el mAgico brillo de la
realeza para la ingenua fantasia popular. Pondremos un ejemplo de
aquel tono legendario, tomado de la obra hist6rica de Chastellain: El
joven Carloq el Temerario, todavia conde de Charolais, llega de Sluis
a Gorkum y oye alli que su padre, el duque, ha confiscado su pensi6n
y todos sus beneficios. Chastellain describe c6mo el conde refine en
su presencia a toda su comitiva, hasta 10s pincheq de cocina, y comw
nica a todos su infortunio en un discurso conmovedor, en el cual
atestigua su veneracih por su padre, su cuidado por el bienestar de
10s guyos y su amor por todos ellos. A 10s que tienen recursos propios
les invita a afrontar con 61 su destino; a 10s que son pobres 10s deja
en libertad de partir, y si un dia oyen que la suerte del conde ha
mejorado, "retornad entonces, y encontrar6is todos libres vuestros
puestos, y sereis bien venidos a mi, y yo os recompensar6 por la pa-
ciencia que habeis mostrado por amor mio". -Ems oyt-l'on voix tevm
et Earmes espandre et clameur ruer par commum accord: nous tous,
nous lous, monseigneur, uivrons auecques uous et mourrons-la. Pro-
fundamente conmovido acepta Carlos sus manifestaciones de fidelidad:
18 Entonces se les oy6 levantar la voz y derramar 1Igrimas y desbordarse en un
clamor iininime: todos, todos nosotros, monsefior, viviremos y moriremos con vos.
1. El tono de la vida 23
Or viuez doncques et souffrez; et moy je souffreray pour v o w premier
que uous ayez faute lo. Entonces se le acercan 10s nobles y le ofrecsn
todo lo que poseen, disant l'un: j'ay milk, l'autre: dix mille, l'autre:
fay cecy, j'ay cela Pour mettre pour v o w (para daros) et pour a t t m
dre tout vostre aduenir. Y todo continu6 su marcha habitual y no
hubo por ello ninguna gallina de menos en la cocinaeo.
El colorido del cuadro es, naturalmente, de Chastellain. No sabe-
mos hasta qu6 punto estiliza su relato lo sucedido realmente. Pero lo
importante es esto: que ve a1 principe en las sencillas formas de la
balada popular, que el caso estA completamente lleno para 61 de 10s mo-
vimientos m& primitivos de una fidelidad mutua que se exteriorlza
con &picasimplicidad.
Mientras que el mecanismo de la administraci6n y de la hacienda
pliblicas ya habia tomado, en realidad, mPs complicadas formas, la
politica se proyecta en el espiritu del pueblo encarnada en figuras in-
dividuales, simples y fijas. Las ideas politicas, en medio de las cuales
se vive, son Ias de la canci6n popular y las del libro de caballerias.
Se reducen, por decirlo asi, 10s reyes de la Cpoca a un nGmero limi-
tad0 de tipos; cada uno de 10s cuales responde mAq o menos a un
motivo de canciones o aventuras: el principe noble y justo, el principe
engaiiado por malos consejeros, el prfncipe vengador del honor de
su estirpe, el principe amparado en la desgracia por la fidelidad
de 10s suyos. Los ciudadanos de un Eqtado del liltimo period0 de la
Edad Media, que soportan pesadas cargas y carecen de voz en la
administraci6n de 10s fondos pdblicos, viven en una desconfianza per.
manente, dudando de si qe derrochan sus dineros o si se emplean para
el provecho y utilidad del pais. Esta desconfianza de la administra-
ci6n pdblica se traduce en la idea mhs simple de que el rey esti ro-
deado de consejeros codiciosos y astutos, o de que el derroche y la
prodigalidad de la corte tienen la culpa de que le vaya ma1 a1 pais.
De esta suerte es como las cuestiones politicas se reducen para el pue-
blo a 10s hechos tipicos de la leyenda. Felipe el Bueno sabia hablar el
lenguaje comprensible para el pueblo. Durante 10s festejos de La Haya
en 1456, y para cauqar impresi6n sobre 10s holandeses y 10s frisones,
19 Vivid y sutrid, pues; en cuanto a mi, sufrirc5 por vosotros, antes de que paqfis
necesidad.
29 Chastellain, IV, p9g. 333 y sig.
24 El otofio de la Edad Media
que podian creer que le faltaba dinero para apoderarse del obispa-
do de Utrecht, manda exponer en una c h a r a contigua a la sala
de 10s caballeros treinta mil marcos de plata en costosos recipientes.
Todos pueden pasar a contemplarlos. Pero, ademris, se traen de Lila
do8 cajas de caudales con doscientos mil leones de oro, y se permite
sopesarlas ...; per0 el esfuerzo es van0 zl. $abe imaginar una mez-
cla mPs pedag6gica de crCdito pdblico y especticulo de feria?
La vida y conducta de 10s principes tiene ademis rnuchas veces una
dimenih de fantasia que nos recuerda a 10s califas de Lns mil y una
noches. En medio de las empresas politicas friamente calculacias obran
muchas veces con una impetuosidad terneraria que pone en peligro
su vida y su obra por un simple capricho personal. Eduardo I11 se
juega su vida y la del principe de Gales y la prosperidad de su pais,
por atacar a una flota de buques mercantes espaiioles, en castigo cle
algunas pirateria~2~.A Felipe el Bueno se le mete en la cabeza casar
a uno de sus arqueros con la hija de un rico cervecero de Lila. Como
el padre se opone y el Parlamento de Paris, interviene en el asunto,
interrumpe sfibitamente el duque, ardiendo en furor, 10s importantes
negocios de Estado que lo retenian en Holanda, y emprende en plcl~a
Semana Santa un peligroso viaje por mar desde Rotterdam a Sluis,
para imponer su capricho 23. Otra vez, llcno de una c6lera insensata a
causa de una disputa con su hijo, 5c escapa a caballo y en sccrcto de
Bruselas, como un escolar fugitivo, y se extravia de noche en el bos-
que. Cuancio regresa, toca la cspinosa tares dc traerlo a su vitla habi-
tual a1 caballero Philippe Pot. El diestro cortcsano encuentra las pa-
labras justas: Bonjour, monseigneur, bonjour, qu'est cecy? Faites-vnus
du roy Artus maintenant ou de Messire Lnncelot?21.
El mismo duque nos hace una impresi6n de cdlila cuando, a1 hacerse
cortar el pelo a1 rape, como le habian prescrito 10s m&dicos, ordena
que todos 10s nobles hayan de imitarlc, y da a Pedro de EIagenbach el
encargo de despojar de su cabellera a todo noble que encuentre sin la-
par25. 0 el joven rey Carlos VI de Francia, c~landocontempla, dis-
21 Chastellain, In, pBg. 92.
22 Jean Froissart: Chroniques, ed. S. Luce et G. Raynaud (Soc. de I'hist. de Fran-
ce), 1869-1899, 11 vols., (s61o hasla 1385) , IV pigs. 89-93.
23 Chastellain, 111, p8gs. 85 y sig.
24 Ibid., 111, pig. 279.
2s La Marche, 11, p5g. 421.
1. El tono de la vida 25
trazado y montado con un amigo en un mismo caballo, la entrada de
su propia prometida, Isabel de Baviera, y en medio de las apreturas
de la gente recibe unos palos de 10s encargados del orden28. Un poeta
censura que 10s principes nombren consejero Aulico o ministro a su
buf6n, como fu6 nombrado Coquinet, le fou de Bourgogne27.
La politica no esti rncerrada todavia en 10s limiteq de la burocracia
y del protocolo. El principe puede sustraerse a ellos en todo momento
para buscar en otra parte la linea directriz de su conducta. Asi, por
ejemplo, 10s principes del siglo xv buscan repetidamente en 10s nego-
cios de Estado el consejo de 10s ascetas visionarios y de 10s predica-
dores exaltados. Dionisio el Carlujo y San Vicente Ferrer actuaron de
consejeros politicos. El ruidoso predicador Olivier hiaillard estaba
iniciado en las mAs secrctas negociaciones entre las cortes, de 10s prin.
cipes28. De esta suerte, habia un vivo elemento de exaltaci6n religio-
sa en la alta politica.
A fines del siglo XIV y comienzos del siglo xv, a1 alzar la vista para
contemplar el elevado especticulo de la vida y del destino de 10s prin-
cipes, 10s espiritus deben de haberse sentido mAs poseidos que nunca
par la idea de que se desarrollaban allf, en una sangrienta esfera ro-
mAntica, desnudas y cabticaq tragedias, llenas de 10s mis emocionantes
derrumbamientos de la majestad y la grandeza. En el rnismo mes de
septiembre de 1399, en que el Parlamento ing1i.s se reunia en West-
minster para escuchar la decla~acibnde que el rey Ricardo 11, venci-
do y hecho prisionero por su primo Lancaster, habia renunciado a1
trono, e~tabanreunidos ya en Maguncia 10s principes electores de Ale-
mania para deponer tambikn a su rey, Wenceslao de Luxemburgo, de
espiritu tan vershtil y caprichoso, y tan incapaz de reinar, conio su cu-
iiado inglds, con la sola diferencia de que no tuvo un Fin tan trigico.
Wenceslao siguiG siendo largos aiios rey de Bohemia, per0 a la deposi-
cibn de Ricardo siguib su misteriosa muerte en la prisibn, que trae a la
memoria el asesinato cle su bisabuelo Eduardo 11, setenta afios ante$
tNo era la corona una funesta prerrogativa llena de peligros? En el
20 Jt~vennl des Ursins, pig. 379.
27 Martin Le Franc: Le Champion des dames, en G. Doutrepont, La lilldrature
fran~aiserl la c o w des ducs de Bourgogne (Bibl. du XVe sitcle, t. vrrr), Paris, Cham..
pion, 1909, pig. 304.
28 Acta sanctorzun Apr., t . I, psg. 496; A. Renaudet: PreWforme et htrmanisme
a Paris, 1494-1517, Paris, Champion, 1916, pig. 163.
26 El otorio de la Edad Media
tercer gran reino de la cristiandad un demente estaba en el trono,
Carlos VI, y el pals fue asolado a1 punto por una feroz lucha de par-
tidos. En I407 estalM la rivalidad entre las Casas de Orleans y de
Borgoiia, convirti6ndose en una p6blica hostilidad. Luis de Orleins,
hermano del rey, cay6 bajo 10s golpes de 10s asesinos que habia paga.
do para ello su primo el duque de Borgoiia, Juan Sin Miedo. Doce
aiios despu6q, la venganza: en 1419 fue asesinado a traici6n Juan Sin
Miedo, con motivo de la solemne entrevista en el puente de Monte-
reau. Los asesinatos de estos dos principes, con su secuela de ven-
ganzas y luchaq sin fin, han impreso un sello de odio sombrio a la
historia de Frnncia durante un siglo entero. El espiritu popular ve
todas las desdichas que experimenta Francia a la luz de aquel gran
motivo dramitico. No acierta a comprender a6n otras causas que la$
personales y pasionales.
A todo esto hay que aiiadir todavia 10s turcos, los, cuales avanzan
cada vez m8s amenazadores, y pocos aiios antes, en 1396, han aniqui.
lado en Nicirpolis el magnifico ejkrcito de caballeros franceses que
habia partido descuidado, bajo el mando del mismo Juan de Borgo.
iia, entonces a6n conde de Nevers. Y la cristiandad estA desgarrada
por el gran cisma, que dura ya un cuarto de siglo: doq que se llaman
papas, cada uno de ellos apasionadamente convencido de su legi
timidad y reconocido por una parte de 10s paises occidentales. Y cuando
el Concilio de Pisa de 1409 fracasa vergon7osamente en su intento de
restablecer la unidad de la Iglesja, son tres 10s que luchan por la dig
nidad papal. Le pappe de la Lzine llamaba la voz pGblica en Fran-
cia a1 obstinado aragon6s Pedro de Luna, que se sostuvo en Avignon
bajo el nombre de Benedicto XIII. (No habrii tenido este pappe de
la Lune una resonancia medio de locura par2 el pueblo sencillo?
En aquellos siglos erraba, pues, por las cortes rn5g de un rey des-
tronado, casi siempre pobre de medios y rico en planes, rodeado del
brillo del Oriente maravilloso, de donde procedia. Armenia, Chipre,
la misma Constantinopla.. . Figuras todas d d cuadro de la rueda
de la fortuna, en el cual caen dando tnmbos los reyes con sus cetros
y coronas. No se contaba entre ellos Renk de Anjou. Aunque era un
rey sin corona, le iba perfectamente en sus ricos clominios de Anjou,
en Provenza. Sin embargo, en nadie podia verse encarnada con mi3
nitidez la veleidad de la fortuna de 10s principes que en este principe
de la casa de Francia que habia perdido repetidas veces las ocasiones
1. El tono de la vida 27
mds propicias, que habia aspirado a las coronas de Hungria, Sicilia
y Jerusaltn, y que no habia cosechado otra cosa que descalabros, pe-
nosas fugas y largoq cautiverios. Aquel rey poeta sin trono, que se
complacia en las poesias pastorales y en el arte de la miniatura, tiene
que haber sido de una frivolidad profundamente arraigada; de otro
modo, le hubiese curado su suerte. Despuks de haber visto morir a casj
todos sus hijos, la hija que le qued6 tuvo un destino que super6 in-
cluso a1 suyo en sombria pesadumbre. Margarita de Anjou, mujer
llena de espiritu, ambiciirn y pasibn, se habia desposado a 10s dieci.
sCis aiios con el rey de Inglaterra Enrique VI, que era imbkil. La cor-
te inglesa era un infierno de odio. En ninguna parte estaban tan
arraigados en la? costumbres politicas como en Inglaterra la descon-
fianza hacia 10s parientes del rey, la acusaci6n contra 10s servidores
poderosos de la corona, 10s asesinatos secretos y de jugticia, causados
por el afAn de seguridad y el partidismo. Largos aiios vivi6 Marga-
rita en aquella atm6sfera de persecucibn y de terror, hasta que entr6
en el estadio de la violencia plltblica y sangrienta la gran disensibn
de familia entre 10s Lancaster, la casa de su esposo, y 10s York, la de
sus numerosos e inquietos primos. Entonces perdi6 Margarita su coro.
na y suq propiedades. Las fluctuaciones de la guerra de las Dos Rosas
la hicieron pasar por 10s mds espantosos pcligros y por las mds amar-
gas necesidades. Oculta, por hltimo, en una hospederia de la corte de
Borgoiia, le hizo por su propia boca a Chastellain 2 el cronista de la
corte, un conmovedor relato de su infortunio y dc sus malandanzas:
de c6mo habia tenido que confiarse con su hijito a la compasibn de
un salteador de caminos; de c6mo una vez en misa habia tenido que
pedir una moneda para la oErenda a un arquero escods, qui demy d
dur (contra qu voluntad) et ci regret luy tira un gros dlEscosse (mo-
neda escocesa) de sa bourse et te luy presta. El buen historiador,
conmovido por tanta cuita, le dcdic6 como consuelo un Temple de
Bocace, aucun petit traitk de fortune, prenant pied sur son incons
tance et de'ceveuse (engaiiosa) nature. Creia, con arreglo a la acre-
ditada receta de aquellos dias, que nada podria confortar a la atribu-
lada princesa mejor que una 16gubre galeria de desdichas principescas.
29 Chastehin, IV, p6g. 3C0 y sig.; VII, pig. 75; cf. Thomas Basin: De rebus gestis
Caroli VII, et Lud. XI, historiarum libri XZI, ed. Quicherat (Soc. de ['hist. de Fran.
ce), 1855-1859, 4 vols., I, pAg. 158.
28 El otoiio de la Edad Media
Ninguno de 10s dos podia sospechar que aim esperaba a Margarita lo
peor: en 1471 fueron derrotados definitivamente en Tewkesbury 10s
Lancaster, su 6nico hijo cay6 en la batalla o h e asesinado desputs de
ella, su esposo fue muerto secretamente y ella misma pas6 cinco aAos
en la Tower, para ser vendida, en ultimo tkrmino, por Eduardo IV a
Luis XI, a1 cual hubo de ceder la herencia de su padre, el rey R e d ,
como prueba de gratitud por su liberacibn.
Si 10s principes autinticos pade~iansemejantes destinos, @mo no
habia de prestar fe un ciudadano de Palis a 10s cuentos de coronas
perdidas y de destierros, con que a veces trataban de despertar el inte-
r& y la compasi6n algunos vagabundos? En 1427 aparecib en Paris
una banda de gitanos, que se hacian pasar por penitentes, ung duc et
ung conte et dix hommes tous b cheval. El resto, ciento veinte perso-
nas, tuvo que permanecer fuera de la ciudad. Decian ser de Egipto.
El Papa les habia impuesto, como penitencia por su apostasia de la
fe cristiana, siete aiios de peregrinaci6n, sin dormir en ningfin lecho.
Habian sido, a1 decir de ellos, aproximadamente mil doscicntos; pero
su rey y su reina y todos 10s demis habian rnuerto por el camino. Por
linica ayuda habia ordenado el Papa que todos 10s obispos y abades
les diesen diez libras torncsas. Los parisienses acudieron en grandes
masas a contemplar aquel pequefio pueblo extraiio y se dejaron decir
la buenaventura por las mujeles, que hicieron pasar el dincro de las
bolsas de las buenas gentes, a las suyas propias par art rnagicque ou
autrement 30.
Una aureola de aventura y de pasi6n rodcalca la vida cle 10s princi-
pes, mas no era solamente la fantasia popular la que le prestaba este
colorido. El hombre modern0 no se hacc, por lo regular, idea de la
desenfrenada extravagancia e inflamabilitlntl del espiritu mctlicval.
Quien sblo buscase informaci6n cn 10s documentos oficiales, conside-
rados con justicia como las fucntes mis seguras para el conocilniento
de la historia, podria hacerse de este trozo tie la historia mcdicval una
imagen que no se diferenciaria en nada csencial de una dcscripci6n
de la politica de ministros, y cmbajadores en cl siglo XVIII. Pero en se-
mejante imagen faltaria un elemento importante: cl colorido chillbn
de la pasibn violenta, que animaba tanto a 10s pucblos como a 10s prin-
cipes. Sin duda existe modernamente en la politica un elcmento pa-
So Journal d'rcn bourgeois, pig. 219.
1. El tono de la vida 29
sional; per0 tropieza con mis trabas e impedimentos, excepci6n hecha
de 10s dias de revolucibn y de guerra civil; va encarrilado de cien
maneras por el con~plicadomecanismo de la vida social. En el siglo xv
se desborda la pasibn espontinea en tal medida, que salta una y otra
vez por encima de la propia conveniencia y del dlculo. Si esta pasi6n
va de la mano con ei sentimiento del poder, como en 10s principes,
entonces obra con doble vehemencia. Chastellain exprcsa perfectamente
esta idea i n su estilo solemne: "No es maravilla, dice, que 10s princi-
pes se encuentren con frecuencia en hostilidad unos con otros, puisque
les princes sont hommes, et leurs ajfaires sont haulx et agw (elevados
y espinosos), et leurs natures sont subgettes ci passions maintes comntc
d haine et envie, et sont Eeurs coeurs way habitacle d'icelles (des pas-
sions) ti cause de leu7 gloire en rkgner" 31. {No es esto aproximada-
mentc lo mismo que ISurckhardt ha llamado "el pathos dc la do-
minaci6nW?
Quien quisiera escribir la his,toria de la casa de Borgoiia tendria que
hacer resonar una y otra vez, como tcma de su relato, un motivo de
venganza, ncgro como un catafalco, que en cada acci6n de guerra o de
paz dejase en el lector el gusto amargo de su espiritu lleno de 16gu-
bre sed de venganza y de orgullo desatado. Seria seguramente muy
ingenuo tornar a la opini6n harto simple, que se hizo sobre esa hiy
toria el mismo siglo xv. No es posible, naturalmente, derivar de la
cadena de venganzas reciprocas de Orleins y Borgoiia, las dos ramas
de la casa de Valois, la total oposicibn de poderes de que brot6 la
secular contienda entre Francia y 10s Habsburgos. Pero debiera recor-
darse mds frecuentemente de lo que suele succder, a1 indagar las cau.
sas generales politicas y econ6micas, que para los, contempordneos,
tanto 10s espectadores como aquellos que eran actores del gran litigio,
era la venganza el momento esencial que regia las acciones y log
destinos de 10s principes y de 10s paises. Felipe el Bueno es en prii
mera linea, para ellos, el vengador, celluy qui pour uengier I'outraige
fait sur la personne du duc Jehan soustint la gherre seize ansaa. Como
una sagrada misi6n la tomb Felipe sobre si: en toute criminelle et
mortelle aigreur, il tireroit d la vengeance du mort, si auant que Dieu
luy vouldroit permettre; et y mettroit corps et dme, substance et pays
31 Cl~astellain,rn, pdg. 30.
32 La Marche, I, pig. 89.
30 El otoijo de 13 Edad Media
tout en l'auenture et en la disposition de fortune, plus re'putant oezlure
salutaire et agre'able iL Dieu de y entendre que de Ir lais~er33.Con
gran severidad se reproch6 a1 dominico que predicG cn 1419 la o:a-
ci6n fhnebre del duque asesinado, haberse atrevido a rccordar el deber
cristiano de no vengarse. La Marche presenta las, cosas como si el
deber de honrar y vengar a1 muerto hubiese sido la mcta de las aspi.
raciones politicas de 10s propios dominios del duque 34: todas las clases
sociales de sus dominios clamaban con 61 venganza, dice 35.
El Tratado de Arras, de 1485, que debia traer aparentementc la pa2
entre Francia y Borgoiia, comienza con las sanciones por el asesinato
de Montereau: fundar una capilla en la iglesia de Montereau, donde
habia estado enterrado primeramente Juan, capilla en la cud debia
cantarse un requiem diario por toda la ctcrnidad; lunclzr unn car-
tuja en dicha ciudad; poner una cruz en el mismo puente en que
habia tcnido lugar el hecho; pagar una misa en la iglesia de 10s car-
tujos de Dij6n, donde estaban sepultados 10s duques de Borgoiia".
Pero esto era s610 una parte de la total s,anci6n y vergiienza phblicas
que exigi6 el canciller Rolin en nombre del duque; habia, ademis, no
s610 en Montereau, sino tambidn en Roma, Gante, Paris, Santiag;~de
Compostela y JerusalCn, iglesias con capitcles y con inscripciones de
piedra que debian relatar el hecho 37.
Una necesidad de Penganza, revestida de formas tan prolijas, time
que haber dominado complelamente el espiritu. Y el pueblo tam-
poco hubiese podido comprender nada de la politica de sus prin-
cipes mejor que estos simples motivos primitikos del odio y la ven4
ganza. La adhesi6n a 10s principeq tenia un caricter de impulsividad
infantil; era un espontineo sentimiento de lealtad y compafierismo.
Era una supervivencia del viejo y fuerte sentimiento que unia a 10s
33 Con toda insistencia, por penosa y fatal que fuese, trataria de vengar a1
muerto, hasta donde Dios quisiera permitirselo; y pondria en ello el cuerpo y el
alma, sus riquezas y su pals; todo lo entregarfa a la vtntura y a1 capricho de la
fortuna, repotando obra saludable y agradable a Dios mis el entender en ello
qne el dejarlo.
34 Chastellain, I, pigs. 79-82; Monstrelet. 111, pig. 361.
35 La hfa~che.I, pig. 201.
3% El Tratado y demis en La Marche, I, pAg. 207.
37 Chastellain, I, pig. 196.
1. El tono de la vida 3I
auxiliares juramentados con el demandante y a 10s hombres de gue-
rra con su seiior, y que se inflamaba, rotas, las hostilidades, con una
pasi6n que lo olvidaba todo. Era un sentimiento partidista, no un
sentimiento politico. La 6ltima Edad Media es la Cpoca de las gran-
des luchas de partidos. En Italia se consolidan 10s partido8 ya en el
siglo XIII, en Francia y en 10s Paises Bajos aparecen por todas partes en
el siglo xrv. Todo el que estudie la historia de aquel tiempo ha de
quedar qorprendido en mis de una ocasi6n ante la falta de funda.
mento suficiente con que la moderna investigacidn hist6rica deriva
de causas econ6mico-politicas esas luchas partidistas. Los antagonis-
t.10~ econ6micos, que se les da por base, son construcciones puramente
esquemAticas, que no pueden sacarsc de las fuentes con la mejor volun-
tad del mundo. Nadie pretende negar la existencia de causas econ6.
micas en estas agrupaciones de partido; per0 el insatisfactorio resub
tado con que se han explicado hasta hoy autoriza a preguntar si para
la explicaci6n de la lucha de 10s partidos en la hltima Edad Media
no ofreceria por el momento mAs ventajas un punto de vista psicol6-
gico-politico que el econ6mico-politico.
Lo que realmente sobre el origen de 10s partidos, resulta de lag
fuentes, es poco mAs o menos lo siguiente. En la 6poca puramente
feudal vense por todas partes pequeiias guerras locales, en que no
cabe descubrir otro motivo econ6mico que la envidia del uno por
10s bieneq del otro. Sin embargo, no s61o por 10s bienes ajenos, sino
con no menos vehemencia por el propio honor. El orgullo de familia
y la sed de venganza, la lealtad apasionada por parte de 10s s,hbditos,
son entonces impulsos perfectamente primarios. Mas a medida que
se extiende y consolida el poder del Estado, se polarizan en cierto
rnodo todas estas guerras de familia en el sentido del poder central
y se concentran en partidos, 10s cuales no conciben la causa de su
antagonism0 mis que partiendo de la base de la solidaridad y del
honor colectivo. {Vemos mis profundamente dentro de Ias causas,
cuando postulamos antagonismos econ6micos? Cuando un sagaz con-
temporineo declara que no era posible descubrir razones fundadas
del odio entre jibosos y bacalaos en HolandaS8, no basta encogerse
de~~ectivamentede hombros y tratar de ser mis avisados que 61. No
08 Basin. 111, pig. 74.
32 El otofio de la Edad Media
hay de hecho una soIa explicaci6n satisfactoria de por quC 10s Eg-
mond han sido bacalaos y 10s Wassenaer jibosos. Pues 10s antagonis-
mos econ6micos que caracterizan a sus, familias s610 son el product0
de su posicidn frente a1 principe, como afectos a este o aquel par-
tido 39.
La vehemencia con que podia actuar la emoci6n causada por la
adhesi6n a 10s principes se lee en cada prigina de la historia de la
Edad Media. El poeta del milagro de Mariquita de Nymwegen nos
presenta a la perverv tia de Mariquita riiiendo y medio matindose
primero con las vecinas, por causa de la lucha cntre Arnoldo y Adol-
fo de Geldern, y dindose mris tarde muerte, de rabia, a1 saber que
el viejo duque es librado de su cautiverio. Este poeta trata de poner
en guardia contra 10s peligros de la partiscap. Escoge para ello un
ejemplo extremo: un 4uicidio por partidismo. Ejemplo exngerado, sin
duda, per0 prueba, sin embargo, del caricter apasionado que atribuia
el poeta a1 sentimiento de partido.
Pero tambitn hay ejemplos mis consoladores. Los regidores de Ab-
beville hacen repicar a media noche las campanas, porque ha llegado
un mensajero de Carlos de Charolais con el ruego de que se ore por
la curaci6n de qu padre. Los espantados ciudadanos afluyen a la
iglesia, encienden cientos de cirios y se pasan Ilorando, de rodillas
o echados en el suelo, la noche entera, mientras las campanas siguen
repicando 40.
Cuando el pueblo de Paris, que en 1427 es todavia angloburgun-
dista, qabe que el hermano Ricardo, que tan intimamcnte le habia
conmovido hacia bien poco con sus predicaciones, es un Armagnac,
30 Una interpretaci6n como Csta no implica en absoluto el desconocim~ento de
10s factores econ6micos, ni mucho menos; pues ha de formularse necesariamente
como una protesta contra la interpretaci6n econ6mica de la historia, segdn cabe
demostrar con la siguiente cita de Jaures: Mais il n'y a par seulement dans I'his-
toire des luttes de classes, iI y a aussi des luttes de partis. J'entends qu'en dehors
des affinitis ou des antagonismes economiques il se forme des groupentents de pas-
sions, des intdrtts d'orgueil, de domination, qui se disputent la surface dc l'his-
toire et qui diterminent de trbs vastes tbranlements. Histoire de la rCvolution
francaise, IV, plig. 158.
40 Chnstellain, IV, 201; cf. mi estudio Uit de voorgeschiedenis van ons na-
tionaal besef, en De Gids, 1912, I. (Ahora en Tien Studien Haarlen, 1926.)
1. El tono de la vida 33
que trata de ganar a las ciudades secretamente para su causa, le mal-
dice por Dios y por todos 10s santos. En lugar de Ia moneda de estafio
con el nombre de Jesils, que 61 les ha dado, toman la cruz de San
Andrks, que es la enseiia del partido borgoii6n. Vuelven incluso a
jugar a 10s dados, contra 10s cualeg tanto habia tronado el hermano
Ricardo, en despit de lay (a despecho de 61). afirma el ciudadano de
Paris 41.
Pudiera creerse que el cisma entre Avignon y Roma, que no tenia
ninguna raz6n de ser dogmitica, no podia despertar tampoco nin-
guna pasi6n religiosa, 9, en todo caso, no podia despertarla en aque-
110s pais,es que estaban rnuy alejados de 10s dos centros en que finica-
mente se conocia a ambos Papas por sus nombres y que no habian
sido alcanzados directarnente por la escisi6n. Pero lo cierto es que
tambitn en ellos se concierte inmediatamente el cisma en una Qspera
y viva cuestibtl de partidos, e incluso en una oposici6n como la de cre-
yentes e infieles. Cuando Brujas se pasa del Papa de Roma a1 de
Avignon, abandonan numerosas gentes 5u casa y su ciudad, su pro-
fesi6n o su prebenda, para poder vivir, como pide su partido, en
Lieja o en otro territorio fie1 a Urban04~.Antes de la batalla de
Rosebeke, en 1382, dudan 10s jefes del ejCrcito franc& si deben des-
plegar o no contra 10s insurrectos flamencos la oriflama, la bandera
real consagrada, que s610 puede ser utilizada en una guerra santa. La
decisi6n es: si, puesto que los flamencos son urbanistas, o qea, infie-
les43. El escritor y agente politico francts Pierre Salmon no logra
encuntrar, con ocasi6n de su visita a Utrecht, ninghn sacerdote que
quiera dejarle celebrar sus pascuas, pour ce qu'ils disoient que je
estoie scismatique et que je crioie en Benedict Pantipape; de tal suerte
que tiene que confesar 61 s,olo en una capi!la, como si lo hiciese ante
un saceldote, y oye la misa en la cartuja 44.
La intensidad del sentimiento partidista y de la lealtad a 10s prin-
cipes era aumentada todavia por el poderoso efecto sugestivo que
ejercian todos 10s signos de partidos, colorcs, emblemas, divips, san-
41 Journal d'un bourgeois, pAg. 242; cf. Monstrelet, IV, pAg. 341.
42 Jan an Dixmrrde, ed. Lambin. Iprks, 1839, pig. 283.
43 F'roissarL, ecl. Luce, XI, pAg. 52.
44 ~ l l i n ~ o i ~ e sde Pzrrre le Fruictier dit Snltnon, Buchon, 3e. sup@. de Froissart,
xv, pig. 22.
34 El otoiio de la Edad Media
tos y seiias; 10s cuales se sucedian de cuando en cuando en pintoresca
mutacibn, preiiados las mis veces de sangre y de muerte, per0 siendo
tambikn en ocasiones sefiales de cosas mis gratas. Cerca de unas dos
mil personas salieron a recibir en 1380 a1 joven Carlos VI cuando
hizo su entrada en Paris, vestidas todas igual, mitad de verde, mitad
de blanco. Por tres veces se vi6 en 10s aiios 1411-1413 a todo Paris
sdbitamente adornado con diversos distintivos: gorros color violeta
obscuro, con la cruz de San Andres, gorros, blancos, y luego otra vez
violeta. Los llevaban incluso 10s clkrigos, las mujeres y 10s niiios. Du-
rante el imperio del terror ejercido por 10s borgoiiones en Paris, en
1411, eran excomulgados 10s armagnacq todos 10s domingos a repique
de campanas. Se adornaban las imigenes de 10s santos con la cruz
de San AndrPs y se afirmaba incluso que algunos sacerdotes no que-
rian hacer en la misa ni en el bautismo el signo de la cruz recto,
como habia sido crucificado el Sefior, sino que lo hacian oblicuo 45.
La ciega pasidn con que el hombre medieval se entregaba a su par-
tido, a su seiior e igualmente a sus propios negocios era tambien en
parte una forma de expresi6n de aquel inconmovible, petreo sentido
del derecho, que le era propio, de aquella incontrastable certidumbre
de que todo act0 exige una pogrera sanci6n. El sentido de la jus-
ticia era todavia pagano en sus tres cuartas partes. Era necesidad de
venganza. La Iglesia habia tratado, ciertamente, de endulzar 10s usos
juridicos, impulsando a la mansedumbre, a la paz y a1 caricter con-
ciliador; per0 el sentido del derecho propiamente dicho no se habia
modificado por ello. Al contrario, qe habia hecho aim mis extremado,
incorporando a la necesidad de sanci6n el odio a1 pecads. Mas el
pecado era con harta frecuencia, para aquel vehemente espiritu, aque-
110 que hace el enemigo. El sentido de la justicia habia ido extre-
mindose poco a poco, hasta llegar a ser un p r o saltar del polo de
un birbaro concept0 del ojo por ojo y diente por diente, a1 polo de
la aversidn religiosa por el pecado. Simultineamente se sentfa rnis
y mis la urgente necesidad de que el Estado castigase con rigor. El
sentimiento de inseguridad, el exagerado temor, que implora del po-
der pJblico en toda crisis una politica terrorista, se habia hecho crb-
45 Chronique du religieux dc Saint Denis, ed. Bellagnet (Coll. des documents
inddites), 1839-1852, 6 vols., I, pig. 34; Juvenal des Unins. pAginas 342, 467-471.
Journal d'un bourgeois, p6gs. 12, 31 y 44.
1. El tono tle la vida 33
nico en la hltima Edad Media. La idea de que hay que purgar todo
crimen fu6 retrocediendo paulatinamente, para convertirse en una
supervivencia casi idilica de antigua ingenuidad, a medida que se
consolidaba la idea de que el crimen significa a1 mismo tiempo un
peligro para la sociedad y un ataque a la majestad divina. De eqta
suerte fuC el final de la Edad Media una 6poca de florecimiento em-
briagador de una justida minuciosa y cruel. No se paraba mientes
ni un momento en si el malhechor habia merecido su castko. Se ex-
perimentaba la mAs intima satisfacci6n ante 10s actos ejemplareq de
justicia, que practicaban 10s principes por si rnismos. De tiempo en
tiempo iniciaban las autoridades campaiias de rigurosa juqticia, ya
contra 10s ladrones y bandoleros, ya contra las brujas y encantado-
res, ya contra la sodomia.
Lo que nos sorprende en la crueldad de la administracibn de jus-
ticia en la hltima Edad Media, no es una perversidad morbosa, sino
el regocijo animal y gtosero, el placer de espectAculo de feria que el
pueblo experirnenta con ella. Las gentes de Mons compran un capi-
tin de bandidos, por un precio sumamente elevado, s610 para darse
el placer de descuartizarlo, dont le peuple fwt plw joyeux que si un
nouveau corps sainct estoit ressuscite'46. Durante la prisi6n de Maxi-
miliano en Brujas, en 1488, se levanta el potro sobre un alto estrado
en la plaza del mercado, a la vista del rey prisionero; y el pueblo no cesa
de ver el tormento que sufren 10s miembros del Ayuntamiento sospe-
chosos de traicibn, y retrasa la ejecucibn implorada por ellos, s610 para
saborear una y otra vez nuevos tormentos 47.
Los extremos anticristianos a que conducia justamente la mezcla de
fe y sed de venganza quedan probados por la costumbre reinante en
Inglaterra y Francia de negar a1 condenado a muerte, no sblo el vi5-
tico, sin0 tambien la confesi6n. No s,e queria salvar sus almas, se
queria aumentar aim la angustia de la muerte con la certeza de las
penas del infierno. En van0 orden6 en 1311 el Papa Clemente V que
se administrase a1 menos el sacramento de la Penitencia. El idealista
politico Philippe de MPziCres insisti6 de nuevo en ello, primer0 cer-
ca de Carlos V de Francia, luego cerca de Carlos, VI. Pero el canciller
Pierre d'orgemont, cuya forte ceruelle, dice MgziCres, es mis traba-
48 Molinet, 111, pig. 487.
47 Molinet, 111, pligs. 226, 211, 283-287; La Marche, rrr, p5gs. 289-302.
36 El otoiio de la Edad Media
josa de volver que Ia rueda de un molino, se opuso, y Carlos V, e.1
prudente y pacific0 monarca, declar6 que mientras 61 viviese no seria
modificada la costumbre. S6lo cuando la voz de Jean Gerson se uni6
a la de Mkzicres, formulando cinco dificultadeq u objeciones en con-
tra del desafuero, orden6 por edicto real del 12 de febrero de 1397,
que se concediese la confesibn a1 condenado. Pierre de Craon, a cuyos
esfuerzos fue de agradecer la resoluci6n, erigi6 junto a1 patibulo de
Paris una cruz de piedra, donde 10s minoristas podian asistir a 10s
criminales 48. Per0 el antiguo uso no desapareci6 abn de las costum-
bres de1 pueblo. Todavia, poco despuCs de 1500, tuvo el obispo de
Paris, Etienne Ponchier, que renovar la constituci6n de Clemente V.
En 1427 es ahorcado en Paris un joven noble que se habia hecho
salteador de caminos. En la ejecucih, un distinguido funcionario,
tesorero mayor del regente, da escape a su odio contra el condenado
impidiendo que se le conceda la confesibn que pide. Injuriindole,
sube detris de kl las escaleras. le golpea con un bast6n y apalea tam-
bikn a1 verdugo, porque exhorta a la victima a pensar en la salvacibn
de su alma. El verdugo, espantado, se da prisa ... la cuerda se rom-
pe, el desdichado criminal cae del cadalso, se rompe las piernas y
las costillas y tiene que subir asi una vez mis las es~aleras~~.
En la Edad Media faltan todos esoq sentimientos que han hecho
timido y vacilante nuestro concept0 de la justicia: la evidencia de la
semiirresponsabilidad, la idea de la falibilidad del juez, la concien-
cia de que la sociedad tiene su paite de culpa en 10s crimenes dei
individuo, la cuesti6n de si no se le puede corregir, en vez de hacerlo
padecer. 0 mejor dicho, acaso no faltaba un obqcuro sentimiento de
todo eso, per0 se concentraba ticitamente en un espontzineo irnpulso
de misericordia y de perdbn, que ~rescindiendode la cuIpa irrumpe
sbbitamente con mucha frecuencia, en medio de la cruel satisfaccibn
por la justicia ejecutada. Mientras que nosotros imponemos con vaci-
lacibn y con conciencia a media? de nuestra propia culpa penas muy
48 Clementis V constiluliones, lib. v, tit. 9, cap. I, Joannis Gersonii Opera mp-
nia, ed. L. Ellies Dupin, ed. 11, Hagae Cornitis, 1728, 5 vols., 11, fig. 427; Or-
donnances des sois de France, torno vm, pPg. 122; N. Jorgx Philippe de Mizitrer
et la croisade au XIVe siecle (Bibl. de I'EcoIe des hautes ttudes, fax. 110) 1896,
pPg. 438; Religieux de S. Denis, 11, pig. 533.
49 Journal d'un bourgeois, pigs. 223-229.
1. El tono de la vida 37
mitigadas, la Edad Media s610 conoce 10s dos extremos: la plenitud
del castigo cruel o la gracia. En la concesi6n de ksta se pregunta mu-
cho menos que ahora si el' culpable la merece por razones especiales;
toda culpa, incluso la mi? evidente, puede obtener completa remi-
si6n de su pena en todo momento. En la prictica del p e r a n no
siempre daba el implso decisivo la pura misericordia. Es asombrosa
la ecuanimidad con que 10s contemporineos relatan c6mo la inter-
vencidn de deudos poderosos procura a un criminal lettres de rtmis-
sion. No obstante, las mis de estas cartas no les valen a elevados
transgresores de la ley, sjno a pobres gentes del pueblo que no han
tenido un abogado de peso 50.
El contraste direct0 de crueldad y misericordia impera tambiCn en
las costumbres y no s610 en la administracibn de la justicia. Por un
lado, la mis espantosa dureza contra los, desventurados e imposibili-
tados; For el otro, la mis ilimitada ternura, el mas intimo sentimiento
de afinidad con 10s pobres, 10s enfermos y 10s dementes como alin
hoy las conocemos, en uni6n con la crueldad, por la literatura rusa.
El gusto por las ejecuciones va siempre acompaiiado y resulta hasta
cierto punto justificado por un sentimiento de justicia intensamente
satisfecho con ellas. Por el contrario, en la increible dureza espon-
tinea, en la carencia de ternura, en la burla cruel y en la alegria del
ma1 ajeno, con que se contempla la desgracia de 10s miseros, falta
incluso este elemento del sentimiento de justicia satigecho. El cro-
nista Pierre de Fenin concluye su relato del fin de una cuadrilla de
bandidos con estas palabras: et faisoit-on grand riste, pour ce que
c'estoient tous gens de poure estat 51.
En Paris se concierta en 1425 un esbatement (diversi6n) de cuatro
ciegos armados que luchan por un cochinillo. El dia antes recorren
con sus armaduras la ciudad, precedidos de un gaiter0 y de un hom-
bre con un gran estandarte en que esti pintado el cochinillo b2.
Velizquez nos, ha conservado las figuras conmovedoramente tristes
60 Jacques du Clercq, IV, pig. 265. Petit-Dutaillis: Documents nouueaux sur
Ies moeurs populaires et le droit de vengeance dam les Pays-Bas au XVe sikcle
(Bibl. du X P c siiclej l'aris, Champion, 1908, piig. 7, 21.
61 Picrre de Fenin (Petitot, Coll. de mCm, va), pag. 593; cf. su cuento del
loco asesinado, pig. 619.
52 Journal d'un bourgeois, pig. 204.
38 El otoiio de la Edad Meda
de aquellas enanas que en su tiempo estaban todavia en honor como
bufonas en la corte de Espaiia. Estas enanas eran una diversi6n favo-
rita en las cortes del siglo xv. En 10s artificiosos, entremets de las gran-
des fiestas de la corte exhibian sus artes y su deformidad. Madame
d'Or, la rubia enana de Felipe de Borgoiia, era universalmente cono-
cida. Se la hizo luchar con el acr6bata Hanss3. En las nupciaa d,e
Carlos el Temerario y Margarita de York, celebradas en 1468, se pre-
senta madame de Beaugrant, la naine de mademoiselle de Bourgogne,
vestida de pastora y montada en un le6n dorado mayor que un
caballo. El le6n puede abrir y cerrar las mandibulas, y canta una can-
cioncilla de bienvenida. La pequeiia pastora es ofrecida a la duquesa
como presente y pueqta sobre la mesas4. No conocemos quejas por
la suerte de aquellas mujercillaq pero si partidas de cuentas que nos
dicen mis todavia sobre ellas. Estas partidas nos informan de que
una duquev hizo sacar a una de aquellas enanitas de la casa paterna,
de que el padre o la madre vinieron y la trajeron, de que la visita-
ban luego de cuando en cuando y recibian una propina: au $ere de
Belon la Folle, qui estoit venu veoir sa fille.. .tTornaba el padre a
casa alegre y honrado por el papel que desempeiiaba su hija en la
corte? El mismo afio entregaba un cerrajero de Blois dos collares de
hierro, uno pour attacher Belon la Folle et l'autre pour mettre au
col cEe la cingesse (mona) de madame la duchessem.
C6mo eran tratados, 10s enfermos mentales, puede juzgarse por una
noticia relativa a1 tratamiento de Carlos VI, el cual gozaba, como rey,
de cuidados que contrastaban favorablemente con lo que otros ha-
bian de soportar. Para lavar a1 pobre demcnte no se sabia imaginar
nada mejor que espantarle por medio de doce hombres pintados de
negro, como si 10s diablos viniesen a buscarlc ".
Hay, $in embargo, en la dureza de aquellos tiempos un cierto <grad0
de ingenuidad que hace morir en nuestros labios el juicio condena-
53 Jean Lefevre de Saint-Remy: Chronique, ed. F. Xlorand (Foc. de ['Hut. de
France), 1876. 2 vols., 11, pig. 168; Laborde: Les ducs de Bourgogne, Eludes suv
les lettres, les arts et l'indwtrie pendant le XVe sidcle, Paris. 1849-1853, 3 vols.,
11, pig. 208.
54 La Marche. 111, p;lg 135; Laborde, 11, pig. 325.
55 Laborde, Irr, pigs., 355-398. Lr Moyen-age, xu, 19C7, p.iys. 193 0 1 .
56 Juvenal des Ursins, pig. 438, 1405; pero cf. Re[. de S. D ~ n i s ,Ilr, pig. 349.
1. El tono de la vida 39
torio. En medio de una epidemia pestifera que castig6 a Paris, pro-
ponen 10s duques de Borgofia y de Orleans celebrar una c o w d'amour
para distraer a las gentes". En una pausa de la cruel matanza de
armagnacs en 1418, funda el pueblo de Paris, en la igleqia de San
Eustasio, la Hermandad de San Andrks; cada sacerdote o seglar lleva
una corona de rosas ,-ojas; la iglesia estl completamente llena de ellas
y huele comnze s'il fust lava d'eau rose 58. Cuando se terminaron, final-
mente, 10s procesos de brujeria, que en 1461 castigaron a Arras como
una plaga del infierno, festejaron 10s moradores de la ciudad el triun-
Eo de la justicia con un concurso de representaciones de folies mora-
listes. Primer premio, un lirio de plata; cuarto premio, un par de
capones. Las victimas torturadas habian muerto hacia tiempo 59.
Tan abigarrado y chilldn era el colorido de la vida, que era com-
patible el olor de la sange con el de las rosas. El pueblo oscila, como
un gigante con cabeza de nifio, entre angustias infernales y el mAs
infantil regocijo, entre la dureza rnis cruel y una emoci6n sollozante.
Vive entre 10s extremos de la negacidn abs,oluta de toda alegria terre-
na y un afin insensato de riqueza y de goce, entre el odio sombrio
y la mis risuefia bondad.
Del lado luminoso de aquella vida ha llegado poco hasta nosotros.
Parece como si la clara dulzura y serenidad del alma del siglo xv se
hubiese refugiado en su pintura y 5e hubiese concentrado en la pu-
reza transparente de su sublime mdsica. La risa de aquella raza ha
muerto; su despreocupada alegria y su natural complacencia en la
vida siguen viviendo tan s610 en la canci6n popular y en la farsa.
fistas bastan para afiadir a nuestra nostalgia de las bellezas perdidas
de otros tiempos el anhelo de go7ar la meridiana claridad del siglo
de 10s van Eyck. Pero quien se sume realmente en aquel ticmpo nece-
sita con frecuencia hacer esfuerzos para no dejar de ver su aspect0
luminoso, pues fuera de la esfera del arte reina por todas partcs la
obscuridad. En las arnenazadoras advcrtencias de 10s predicadores, en
el cansado suspirar de la alta literatura, en la mondtona informacih
de las crdqicas y de 10s documentos, se percibe el grito dc 10s pccados
saturados de color y el lamento de la miseria.
57 Piaget: Romania, xx, pig. 417 en xxxr, 1902, pigs. 597-603.
58 Iournal d'un bourgeois, pig. 95.
5:) J R C ~ I I C Sdu Clercq, 111, pig. 262.
40 El otoiio de la Edad Media
Los tiempos posteriores a la Reforma ya no han vuelto a ver 10s
pecados capitales de la soberbia, la ira y la avaricia en la purphea
plenitud y en la deqvergonzada osadia con que circulaban entre la
humanidad del siglo xv. iAquella desmesurada soberbia de Borgofial
La historia entera de aquella familia, desde el act0 de bravura caba-
lleresca en que echo raiccs la fortuna ascendente de Felipe I, pasando
por 10s amargos celos de Juan Sin Miedo y la negra sed de venganza
por su muerte, pas,ando luego por el largo estio de aquel otro Mag-
nifico, Felipe el Bueno, hasta llegar a la demente obstinacibn en que
sucumbe el siempre ambicioso Carlos el Ternerario, tno es el poema
de la soberbia heroica? Sus dominios eran las tierras de mis intensa
vida en Occidente: Borgoiia, prefiada de fuerza como qu vino, la coli-
r i p e Picardie, el rico y ivido Flandes. Son las mismas tierras en que
florecid la magnificencia de la pintura, de la escultura y de la mhica,
y en que imperaba el mas fogoso dere~hode kenganza y se extcndia
entre 10s nobles y 10s habitantes de fas ciudades la mis violen~a
barbarie so,
No hay ninglin ma1 de que aquella epoca tenga miq conciencia que
de la codicia. Pueden oponerse la soberbia y la avaricia como 10s pe-
cados de la kpoca antigua y de la kpoca moderna, respectivamente.
La soberbia es el pecado del periodo feudal y jerirquico, en que la
propiedad y la riqueza son todavia poco mdviles. El sentimiento de
poder no coincide todavia con la riqueza en primer lugar y simple-
rnente; es m9s personal. El poder necesita, para qer reconocido, ma-
nifestarse por medio de un gran derroche: numeroso skquito de
leales, costosos adornos e imponente apariencia de 10s poderosos El
sentimiento de ser mis que otro hombre es alimentado continua-
mente por la idea feudal y jerirquica en forma viva: por medio del
homenaje y pleitcsia rendidos de hinojos, de 10s honores, solemnes
y de la pompa mayestitica, todo lo cual reunido hace sentir la supe-
rioridad como algo muy esencial y justificado.
La soberbia es un pecado simbblico y un pecado teoI6gico. Sus
raices penetran profundamente en el suelo de toda concepcibn de la
vida y del universo. Superbia fue la raiz de todo mal. La soberbia de
Lucifer fuC el principio y la causa de toda perdici6n. Asi lo vio San
60 Jacques du Clercq, passim; Petit Dutaillis: Documents, etc., pig. 131.
1. El tono de la vida 41
Agustin y asi ha seguido siendo en el pensamiento de 10s que han
venido despuks: la soberbia es la fuente de todos 10s pecados que de
ella brotan como de su raiz y su tronco 81.
Pero junto a la sentencia de la Escritura que apoyaba esta inter-
pretacibn: A superbia initium sumpsit omnis perditicsz, habia otra
sentencia: Radix on~~riumnzalorum e ~ tcuptdztasG3. Fundindose en
ella, se podia considerar tambih la codicia como la raiz de todo mal.
Pues por cupiditas, que como tal no tiene pues,to en la serie de 10s
pecados capitales, se entiende en este texto aunrilia, como se dice en
otra lecci6n del mismo 64. Y parece como si aproximadamente desde
el siglo XII haya la convicci6n de que la avaricia desenfrenada es la
que pierde a1 mundo dcsalojando a la soberbia de su puesto de pri-
mero y m& fatal de 10s pecados en la estimacibn de 10s espiritus. La
antigua primacia teol6gica de la superbia es ahogada por el caso siem-
pre creciente que atribuye toda la miseria de 10s tiempos a la avaricia
cada vez mayor. iCbmo ha maldecido el Dante la cieca cupidigia!
La codicia carece del carkter simbblico y teol6gico de la soberbia.
Es el pecado natural y material, la pasibn puramente terrenal. Es el
pecado de aquel period0 en que la circulaci6n del dinero ha trans-
formado y desligado dc sus trabas tradicionales las condiciones en que
5e despliega el poder. La apreciaci6n del valer personal se torna una
operacibn aritmktica. Hay un espacio mucho mayor para la satisfac-
ci6n de 10s apetitos mis desenfrenatlos y para la acumulaci6n de teso-
ros. Y estos tesoros no tienen todavia csa impalpabilidad fantasnd
que el credit0 modern0 ha prestado a1 capital; sigue siendo el rubio
oro mismo el que figura en el primer plano de la fantasia. Y el em-
pleo de la riqucza no tiene todavia el carrictcr automritico y mecinico
de la continuada imposici6n de capitales; la satislaccibn qigue resi-
diendo en 10s mis vehementes extremos de la avaricia y la prodiga-
lidad. En la prodigalidad contrae matrimonio la codicia con la anti-
gua soberbia. Rsta seguia viva y robusta: la idea jcrirrluica, fcuda!, no
habia perdido a h nada de su vigor; el placer de la potnpa y la mag-
81 Hugo de San Victor: De fruclibris carnis et spiritus, hligne, crxxvl, pig. 997.
62 Tobias, 4, 14. Toda perdici6n toma s o principio de la soberhia.
83 I Timoteo, 6, 10. 1.a codicia cs la raiz de todos 10s males.
64 Petrus Damiani: Ep'st., lib. I, 15; hiigne, cxr.rv, pig. 234, id. Contra philar-
gyriam ib. CXLV, pig. 533; Pseudo-Eernardus: Liber de modo bene vivcndi, 44-45.
Migne c~xxxv,p6g. 1.266.
42 El otoiio de la Edad Media
nificencia, del boato y el fausto, conservaba el color purpfireo de la
sangre.
Justamente la uni6n con una soberbia primitiva es la que da a la
avaricia o codicia de la 5ltima Edad Mcdia esa espontaneidad, ese
apasionamiento, esa desesperach, que parecen haber perdido por
completo 10s tiempos posteriores. El protestantismo y el Renacimiento
han prestado a la codicia un valor Ctico, legalizdndola como un estimulo
htil del bienestar general. El estigma que pesaba sobre ella fuC des-
vanecihdose a medida que se iba encomiando con menos entusiasmo
la negaci6n de todos 10s bienes terrenos. En la filtima Edad Media,
por el contrario, podia el espiritu percibir el contraste puro y sim-
ple entre el pecado de la codicia y la caridad o la pobreza voluntaria.
A traves, dc la literatura y las cr6nicas de aquel tiempo, desde el
refrin hasta el tratado de picdad, resuena por todas partes el acre
odio a 10s ricos, el clamor contra la codicia de 10s grandes. Hay a
veces como un obscuro prescntimiento dc la lucha de clases, expresado
por 10s medios de la indignaci6n moral. En esta esfera pueden darnos
la justa sensaci6n del tono de la vida en aquella +oca tanto 10s do-
cumentos como las fuentes narrativas, pues en todos 10s document05
de 10s proceso* brilla la mAs desvergonzada codicia.
En 1436 se interrumpc el culto divino durante veintid6s dias en una
de las iglesias mis concurridas de Paris, porque el obispo no quiso
consagrar de nuevo la iglesia ante? de recibir determinada suma d r
dos mendigos que habian profanado la iglesia, hacikndose a consecuen-
cia de una riAa un rasguiio del que brot6 sangre, y 10s pobres no tenian
la suma. El obispo Jacques du Chstelier pasaba por ung homme tris
?ompeux, conuoicteux (codicioso) plus mondain que son estat ne re-
queroit. Pero bajo su sucesor, Denys de Moulins, pas6 en 1441 una
coTa parecida. Esta vez no se pudo sepultar ni hacer procesiones du-
rante cuatro meses en el cementerio de 10s Inocentes, el mbs celebre
y mis solicitado de Paris, porque el obispo pedia por ello mis de lo
que la iglesia podia dar. De este obispo se Ice: homme tras pou (poco)
piteux a quelque personne, s'zl ne recevoit argent ou aucun don qua
le vnul~ist (lo valicse) et pour vray on disoit qu'il auait plus de cin-
guante proccs en Porlement, car de lui n'avoit on rien sans pr0cd.s 65.
65 Journol d'un bourgeois, pigs. 325, 343, 357; en la nota. 10s pasajcs justifi-
cativos de 10s registros del Parlamento.
1. El tono de la vida 43
Es necesario seguir la historia de 10s "nuevos ricos" cte aquel tiempo
-de una familia D'Orgemont, por ejemplo- en toda la baje7a de
su tacafieria y obstinacibn en pleitear, para comprcncler el oclio vio-
lento del pueblo, la iracundia de 10s predicadores y de 10s poetas, que
se vertian incesantcmentc sobre 10s ricose6.
El pueblo no sabe ver su propio destino y 10s acontecin~ientosde
aquel tiempo de otro mod0 que como una sucesi6n continua de mala
administracidn y rapacidad, guerras y latrocinios, carestia, miseria y
pestilencias. Las formas crbnicas que solia tomar la guerra, la continua
agitacih de las ciudades y del canlpo por toda clase de gente peligrosa,
la eterna amenaza de un procedimiento judicial duro y poco digno
de confianza y, ademits, de todo esto, la opresi6n del temor a las penas
del inficrno, del terror a los diablos y a las brujas, daban pibulo a un
sentimiento de inseguiidad general, que era muy adccuado para teAir
de negro el fondo c!e la vida. No era solarnente la vida de 10s humildes
y de 10s pobres la quc transcurria en medio de esta inseguridad. Tam-
b i h en la vida de la nobleza y de la magistratura qe hacen casi regla
10s mis duros cambios de destino y 10s peligros permanentes. El picardo
Mathieu d'Escouchy es uno de 10s muchos historiadores que cuenta
el siglo xv. Su crbnica, sencilla, precisa c imparcial, llcna de la usual
veneracibn por el ideal caballere$co y por la tradicional tendencia mo-
ralizadora, nos hace sospechar en 151 nn honrado escritor, quc con-
sagraba sus dotes a1 trabajo concienzudo del historiador. Pero iquC
imagen de la vida del autor nos traza el editor de esta obra histdrica,
fundindose en 10s documentos! Mathieu d'Escouchy comicnza su
carrera de magistrado como consejero, regidor, jurado y preboste de
la ciudad de Perona entre 1440 y 1450. Desde un principio se le en-
cuentra en" una especie de contienda con la fatnilia del procurador
de dicha ciudad Jean Froment, contienda que se ventila en repetidos
proce4os. Unas veces es el procurador quien persigue a D'Escouchy por
falsificaci6n y homicidio; otras veces por excbs et attemptnz (por ex-
cesos y atentados) . El preboste, por su parte, amenaza a la viuda de
66 L. Mirot: Les d'orgemont, leur origine, leur fortune, etc. (Bibl. du XVc sid-
cie) Paris, Champion, 1913; P. Champion: Fran~oisVillon, sa vie el son temps,
idem, Paris, Champion, 1913, 11, pig. 230 y sigs.
67 Mathieu d'Escouchy: Chronique, cd. G. du Fresne de Beaucourt (Soc. de
l'Hist. dk France), 1863-1864, 3 vols. I, pigs. 4-23.
44 El otofio de la Edad Media
su enemigo con una pesquisa por magia, de la cual es sospechoqa. Pero
la mujer sabe procurarse un mandamiento, por virtud del cual D'Es-
couchy tiene que poner su pesquisa en las manos de la justicia. El
aqunto pasa a1 Parlamento de Paris, y D'Escouchy es reducido por
primera vez a prisibn. DespuCs de Csta le encontramos otras seis vecea
preso como acusado, y una vez, prisionero de guerra. Se trata todas
las veces de cas,os uiminales graves y mis de una se ve entre pesadas
cadenas. Esta cornpetencia de acusaciones mutuas entre las fanlilias
Froment y D'Escouchy es interrumpida por un violento encuentro, en
el rual el hijo de Froment hiere a 1)'Escouchy. Ambos toman a precio
facinerosos para matars,e uno a otro. Cuando esta larga contienda ha
desaparecido de nuestra vista, surgen nuevos choques. Esta vez es he-
rido el preboste por un monje. Nuevas acusaciones, y en 1461, traslado
de D'Escouchy a Nesle, como sospechoso de hechos criminales, a lo que
parece. Todo esto no le impide, sin embargo, hacer carrera. Llega a
ser baile, preboste de Ribemont, procurador del rey en San Quintin;
es elevado a la nobleza. DespuCs de nuevas heridas, reclusiones y mule
tas, lo encontramos en el servicio militar. En 1465 lucha en MontlhCry
por el rey contra Carlos el Temerario, y es hecho prisionero. De una
campafia posterior torna agotado a su casa. Entonces contrae matri-
rnonio. Pero esto no significa para t l el comienzo de una vida tran-
quila. Lo encontramos acusado de falsificacibn de sellos, conducido
preso a Paris comme larron et murdrier (ladr6n y asesino) , enzarzado
en una nueva contienda con un regidor de Compikgne, obligado por
el tormento a confesar una culpa, y desestimada su apelacih, conde-
nado, rehabilitado, condenado de nuevo, hasta que desaparece de 10s
documentos la huella de esta existencia de odio y de persecuci6n.
Sicmpre que indagarnos 10s destinos de las personas mencionadas en
las fuentes de aquel tiempo surge la imagen de una vida igualmcnte
turbulenta. Leanse, por ejemplo, 10s detalles reunidos por Pierre
Champion sobre todos aquellos a quienes Villon ha hecho un legado
o ha mencionado en su testamento"; o las notus de Tuetey a1 diario
del ciudadano de Paris. Siempre son procesos, crimencs, disensiones y
persecuciones sin cuento lo que encontramos. I' se trata de la vida de
88 P. Champion: Franpis Yillon, sa uie et son temps. (Bib[. du X l c sikle)
Paris. 1919, 2 vols.
1. El tono de la vida 45
toda clase de gentes, sacada a luz de 10s documentos judiciales, eclt.
siisticos, etc. Cr6nicas como la de Jacques du Clercq, que es una mera
colecci6n de crimenes, o el diario del ciudadano de Metz, Philippe de
Vigneulesag, pueden darnos una imagen demasiado negra de aquel
tiempo. Las mismas lettres de r&mission,que ponen ante nuestros ojos
la vida diaria con tan viva exactitud, iluminan exclusivamente el lado
malo de la vida, puesto que sblo hablan de delitos. Pero cualquier
muestra, tomada a1 material que se quiera, no hace sino robustecer
nuestras mis sombrias imdgenes.
Es un mundo malo. El fuego del odio y la violencia se eleva en
altas Ilamaradas. La injusticia es poderosa, el diablo cubre con sus ne-
gras alas una tierra liigubre, y la humanidad espera para en breve el
tkrmino de todas las cosas. Pero esta misma humanidad no se con-
vierte. La Iglesia luclla, 10s predicadores y poetas claman y amonestan.
Todo en vano.
69 Ed. H.Michelant: Bibl. des lit. Vereins ru Stuttgart, t. xxw, 1852
Capitulo 2
ANHELO DE UNA VIDA MAS BELLA
T
ODA kpoca suspira por un mundo mejor. Cuanto mds profunda
es la desesperacidn causada por el ca6tico presente, tanto mas
intimo es este suspirar. Hacia el fin de la Edad Media es una
amarga melancolia el tono fundamental de la vida. El matiz de resuel-
ta alegria de la vida y firme confianza en la propia energia, que
alienta en la historia del Renacimiento y a travCs del movimiento de
la ilustracidn, apenas se percibe en la esfera de la vida franco-borgo-
iiona del siglo xv. <Era entonces la vida realmente mis dcsdichada que
en otras Cpocas?A veces se creeria asi. Dondequiera que se busque, en la
tradici6n literaria de aquel tiempo, en 10s historiadores, en 10s poetas,
en 10s sermones, en 10s tratados religiosos, e inclao en 10s documentos,
casi no parece haberse conservado en ellos otra cosa que el recuerdo de
las disensiones, del odio y la maldad, de la codicia, la rudeza y la mise-
ria. Y uno se pregunta: les que no podia complacerse aquella Cpoca
en otra cosa que en la crueldad, la soberbia y la intemperancia? <Es
que no cabe encontrar por ninguna parte en ella una dulce jovialidad y
una tranquila dicha de vivir? Es cierto que toda kpoca deja en la
tradici6n mis huellas de su dolor que de su dicha. Son 10s infortunios
10s que pasan a la historia. Una instintiva convicci6n nos dice, sin
embargo, que la suma total de dicha de vivir, serena alegrfa y dulce
tranquilidad, que fuC otorgada a 10s hombres, no puede diferenciarse
en un period0 mucho de la de otro. Y el brillo rie la dicha que gozd
la 6ltima Edad Media no se ha extinguido aim por completo; sigue
viviendo en la canci6n popular, en la m6sica, en 10s tranquilos hori-
zontes del paisaje y en 10s graves rostros del retrato.
Sin embargo, en el siglo xv no era todavia costumbre, y casi po-
driamos decir que pecaba contra el buen tono, loar en alta voz la vida
2. Anhelo de una vida m6s bella 47
y el mundo. El que consideraba con gravedad el curso diario de las
cosas y expresaba luego su juicio sobre la vida, ~nicamentesolia men-
cionar el dolor y la desesperacibn. Veia el tiempo acercindose a su
Ein y todas las cosas terrenas inclinindose a su ruina. El optimismo,
que empezari a brotar en el Renacimiento, para alcanzar su kpoca de
florecimiento en el siglo XVIII, era desconocido todavia a1 espiritu fran-
c& del siglo xv. {Qut hombres son 10s que por primera vez hablan de
su propio tiempo llenos de esperanza y de satisfaccibn? No 10s poetas,
ni mucho menos 10s pensadores religiosos, ni tampoco 10s hombres de
Estado, sino 10s eruditos, 10s humanistas. Es el gozo que produce la
sabiduria antigua, hallada de nuevo, el que arranca por primera vea
a 10s espiritus exclamaciones de j6bilo ante el presente. Se trata de
un triunfo de naturaleza intelectual. La conocida exclamaci6n de U1-
rico de Hutten, 0 saeculum, o literae! juvat vivere! -job siglo, oh
literatura, qut dicha vivirl- se interpreta las mris de las veces en un
sentido demasiado amplio. Es mucho mAs el hombre de letras que el
hombre pura y simplemente, quien se regocija. Podriamos citar toda
una serie de exclamaciones anilogas sobre el esplendor de la kpoca,
procedentes del comienzo del siglo xvl; per0 no hariamos sino repetir
la experiencia de que se refieren casi exclusivamente a la cultura
intelectual restaurada y de que no son en mod0 alguno manifestacio-
nes ditirimbicas del placer de vivir en toda su plenitud. El mismo sen.
tido de la vida que tienen 10s humanistas se halla moderado a6n por
el antiguo desvio piadoso del mundo. Mejor que por las palabras de
Hutten, citadas con demasiada frecuencia, puede llegarse a conocer
este sentido por las cartas de Erasmo, de 10s alrededores del aiio 1517;
algo mPs tarde ya no, pues pronto decae en Erasmo el optimismo que
le habia arrancado aquellos tkrminos entusiastas.
"No soy, verdaderamente -escribe Erasmo a Wolfgang Fabricio Ca-
pito, a principios de 1517 tan apasionado de la vida, sea porque
ya he vivido bastante para mi gusto- he entrado ya en 10s cincuenta
y un afios- sea porque no vea en esta vida nada tan magnifico o
tan agradable, que compense el perseguirlo, para aquel a quien la
fe cristiana ha enseiiado a ueer verdaderamente que a aquellos que
han practicado aqui la piedad en la medida de sus fuerzas les espera
1 Allen, n6m. 541; Amberes, 26 de febrero de 1517; cf. nurns. 542, 566, 862 y 967.
48 El otoiio de la Edad Media
una vida n~uchomis feliz. Con todo, me placeria a la saz6n volverme
un poco rnis joven, pcro s610 porquc veo llegar una edad de oro, p r
dccirlo asi, en el porvenir inmediato." Erasmo describe a continua-
cidn la uni6n de todos 10s principes de Europa quc sc inclinan a la paz
(para 61 tan cara) y prosigue: "Esto me mueve a esperar firmcmente
que no s610 la honradez de las costurnbres y la picdad cristiana, siuo
tambikn una depurada y autbntica literatura y una muy hermosa
ciencia, en parte revivirin, en parte se desplegarrin, de un modo nue.
vo." Gracias a la proteccih dc 10s principes, bien cntcndido. "A su
piadoso espiritu debemos el ver a aqnellos cspiritus gloriosos despertar
y lcvantarse por todas partes como a m a seiial clada, conjurindose
mutuamente para restaurar la buena literatura" (nd wstitzimdns opti.
mas literas) .
Lo anterior cxpresa claramente dc quC indole era el optimismo clel
siglo xvr. El sentimiento bisico del Renacimicnto y del Humanismo
es algo muy distinto del inmodcrado gore de la vida, que se considera
habitualmcnte como el tono funclamcntal del Renacimiento. Ida ah-,
maci6n de la vida que hace Erasmo es timida y un poco aFcctada, y,
sobre todo, muy intelectual. Esto no obstante, es una voz que en el
siglo xv a6n no habia sido oida fuera de Italia. En Francia y en 10s do-
minios de Borgoiia, 10s espiritus prefiercn, hacia 1400, aplicar gruesos
calificativos a la vida y a la Ppoca, y cosa notable (aunque no sin
paralclos; piinsese en el byronismo) cuanto mis apegados estin a la
vida mundanal, tanto mhs negro es s11 honor. Aquellos que prestan
su rnis vigorosa expresidn a la profunda nwiancolia, propia dc la
gpoca, no son en primera linea 10s que se han retirado definitivaniente
del mundo, refugiindose en el claustro o en el estudio. Son, ante todo,
10s cronistas y 10s poetas de moda en las cortes, 10s que, con su
carencia dc cultura superior y en su incapacidad para sacar de la
Eruici6n dcl concept0 una perspectiva de mejoramiento, lamentan una
y otra vez las flaque~asseniles del mundo y dudan de la paz y de la
justicia. Nadie ha repetido tan infinitamente como Eustache Des-
champs la queja de que han abandonado el mundo todas las cosas
buenas.
2 Germanae, que aqui no puede traducirse por "germana" ni "alemana".
2. Anhelo de una vida mis bella
Temps de doleur et de temptation,
Aages de plour, d'envie et de tourment,
Temps de langour et de dampnacion,
Aages meneur pr2s d u definement,
Temps plains d'orreur, qui tout fait faussement,
Anger menteur, plain d'orgueil et d'envie,
Ternp~sanz honeur et saw umy jugement,
Aage en tristour qui abrege la vies.
En este tono ha compuesto por decenas sus baladas, variaciones
mont~tonas, insipidas, sobre el mismo ingrato tema. Es forzoso que
haya imperado una inlensa melancolia enire las clases sociales supe-
~iorcs;de otro modo, no hubiese consentido la noblela a su poeta
favorito que repitiese con tanta frecuencia aquellas lamentaciones:
Toute Eiesse deffaut,
Tous cueurs ont pins par ~ ~ 4 u t
Tristesse et merencolie 4.
Jean Meschinot canta tres cuartos de siglos despues de Deschamps
exactamente cn el mismo tono:
0 n~iserableet t r b dolente vie!. ..
La gcerre auons, mortaliti, famine;
Le jroid, le chaud, le jour, la nuit nous mine;
Puces, cirons et tant d'autre verminc
Nous guerruyent. Bref, miserere rlomine
Nor mechans corps, dont le viure est tris court 6.
3 Tiempo de dolor y de tentacibn, -Edad de Itanto, de envidia y de tormento,
- Tietnpo de relajaci6n y de perdicibn, - Edad que se acerca a su fin, - Tiempo
lleno de horror, que todo lo hace locamente. - Edad engaiiosa, llena de orgul!o y
de envidia, - Tiempo sin honor y sin verdadero juicio, - Edad de duelo que abre,
via la vida. Eustache Dcschanlps: Oeuvres compl.?tes, ed. De Queux de Saint-Hilai-
re et G. Raynaud (Soc. des anciens textes fran~ais), 1878-1903, 11 vols.. n6m. 31 (I,
pig. 113); cf. nhms. 85, 126, 152, 162, 176, 248, 366, 375, 356, 400, 933, 936, 1.195,
1.196, 1.207, 1.213, 1.239, 1.240,etc.; Chastcllain, I, figs. 9, 27: IV, 5, 56; VI, 206,
208, 219, 295. Alain Charticr: Oeuvres, ed. A. Duchesne, Paris, 1617, pig. 262; Ala-
nus dc Rupe: Sermo, 11, pig. 319 (B. Alanus rediuivus, ed. J. A. Coppenstein. Nii-
poles, 1642).
4 Toda alqria desaparece. - han tornado por asalto todos 10s corazones - la
tristeza y la mekmcolia. Descharnps, d m . 562 (IV, pig. 18).
5 Cirons, aradores, aricnidos productores de la sarna. Guerrayet~t,hacen la
guma.
50 El otoiio de la Edad Media
Tambith Pste expresa una y otra vez la amarga convicci6n de
que todo va ma1 en el mundo: la justicia ha desaparecido, 10s gran-
des expolian a 10s humildes, y 10s humildes se expolian unos a otros.
Su hipocondria lo conduce, seg6n su propia afirmacibn, a1 borde mis-
mo del suicidio. He aqui c6mo se describe a si mismo:
Et je, le pourwe escrivain,
A u cueur (corazdn) triste, faible et vain,
Voyant de chascun le d u d ,
Soucy me tient en sa main;
Toujours ler larmes d I'oeil,
Rien fors nrourir je ne vueile.
Todas las manifestaciones del sentido de la vida, que tienen las
personas principales, testimonian una necesidad sentimental de abrir
el alma a la melancolia. Casi todos declaran que solo han visto mise-
rias, que es menester estar preparado para cosas peores y que no qui-
sieran recorrer otra vez el camino de la vida pasada. Moi doulorreux
homme, nnt en eclipse de tenbbres en espesses bruynes de lamentation;
asi se presenta Chastellain a si mismo 7. Tant a souffert La Marche,
es la divisa que ha escogido el poeta y el cronista de Carlos el Teme-
rario, poeta y cronista que encuentra en la vida un gusto amargo y
cuyo retrato nos muestra esos rasgos duros que atraen nuestra mirada
en tantas figuras de aquella tpoca 8.
Apenas ha habido en aquel tiempo una persona cuya vida haya
estado tan llena de gloria terrena y de niagnifica voluptuosidad, ni
tan coronada de kxito, como la de Felipe el Bueno. Y, sin embargo, tam-
biPn se apodera de kl ese hastio de la vida, que es propio de la kpoca.
Cuando le notifican la muerte de su hijo, de un aiio de edad, dice:
6 Ultimo verso: no quiero n ~ i sque morir. A, dc la Borderie: Jean Mesclrinot,
sa vie et ses oeuvres, Bibl. de ['Ecole des chartes, 1.~1,1895, pdgs. 227, 280, 305,
310, 312, 622, etc.
7 Chastellain: I, p6g. 10. Prolague, cf. Complainte de fortune, vm, pig. 334.
8 La Marche: I, picg. 186; IV, pig. 89; H. Stein: Etude stir Olivier de la Marche,
historien, poele et diplomate (Mem. couronne's, etc., de I'Acnd. royale de Belg.,
t. XLIX) Bruselas, 1888, frontispicio.
2. Anhelo de una vida mls bella 51
"iOjali me hubiese dado Dios morir tan pequeiiol Entonces si que yo
me hubiese considerado feliz" 9.
{No es notable que en esta tpoca confluyan en la palabra melan-
colia las significaciones de tristeza, cogitabunda taciturnidad y fanta-
sia? Hasta este punto parecia cernirse necesariamente en la melancolia
toda ocupaci6n grave y seria del espiritu. Froissart dice de Felipe de
Artevelde que se queda pensativo a1 recibir una noticia: quant il eut
nerancoliet une espasse, il s'auisa qu'il rescriproit aus commissaires dou
roi de France10, etc. Deschamps dice de una cosa que excede en
fealdad a todo lo que se puede imaginar: "No hay ningun pintor tan
"merencolieux" que fume capaz de pintarla" 11.
En el pesimismo de estos hombres saturados, decepcionados, has-
tiados, hay un elemento religioso, per0 muy dtbil. En su hastio de la
vida interviene tambien, seguramente, la esperanza del pr6ximo fin
del mundo, reavivada en todos 10s espiritus con amenazadora inminen-
cia y encendida fantasia por el nuevo florecimiento de las predicacio-
nes de las brdenes mcndicantes. Los tiempos sombrios y confusos, la
plaga crbnica cie la guerra, eran muy a prop6sito para robustecer aquella
idea. En 10s ultimos afios del siglo XIV parece haber existido la creencia
popular de que nadie habia sido recibido en el Paraiso desde el gran
cisma de Occidente 12. La aversibn producida por la Yana y engafiosa
vida de la corte bastaba para hacer madurar la idea de decir adibs a1
mundo. Sin embargo, el sentimiento de depresibn que exteriorizan casi
todos 10s servidores de 10s principes y casi todos 10s cortesanos, apenas
tiene contenido religioso. Las ideas religiosas han matizado ligeramente,
a lo sumo, el general hastio de la vida. Esta insistencia en denigrar la
vida y el mundo esti muy lejos de ser la manifestaci6n de un autkntico
sentimiento religioso. El mundo, dice Deschamps, es como un viejo
infantil: en un principio era inocente; durante largo tiempo ha sido
sabio, justo, virtuoso y valiente.
9 Monstrelet. N, pQg. 430.
10 Cuando hubo "melancolizado" -meditado- un rato, decidib contestar por
escrito a 10s comisarios del rey de Francia.
11 Froissart, ed. Luce, x, pig. 275; Deschamps, n6m. 810 (N, pig. 327) ; d.Les
Quinre joyes de mariage (Paris. Marpon et Flammarion), pig. 64 (quinte joye);
Le liwe messire Geoffroi de Charny, Romania, xxv~, 1897. pig. 399.
12 Johannis de Varennis responsimes ad capitula accusationurn, etc., § 17; en
Gerson, Opera, I, pig. 920.
El otoiio de la Edad Media
Or est laches, chetis et moIz,
Vieux, convoiteus et ma1 padant;
Je ne voy que foles et folx.. .13
La fin s'approche, en verite'. ..
Tout va mal. ..14.
No es s610 hastio de la vida, sino tambikn miedo a la vida, un
retroceder temeroso ante la vida, ante 10s inevitables dolores quc la
xonlpaiian, una actitud deI espiritu como la que tienen tambiCn por
base las concepciones budistas de la existencia, medrosa aversi6n a 10s
trabajos de la vida diaria, horror a la pobreza, a la enfermedad y a la
cejez. Este miedo a la vida es compartido asi por 10s cstragatlos como
por aquellos que nunca han sufrido las tentaciones del mundo, por
haber siempre retrocedido timidamente ante Ia vida.
Las poesias de Deschamps rebosan este misero menosprecio de la
vida. Dichoso aquel que no tiene hijos, puesto que 10s nifios pcquefios
5610 son griteria y fetidez, trabajo y preocupacibn. Han de ser vestidos,
calzados, alimentados y cstrin siempre en peligro de cacr o de lasti-
rnarse. Se ponen enfernios y mueren, o crcccn, ); se haccn nlalos y son
reducidos a prisi6n; todo trabajos y disgustos, sin que ninguna diclia
compense 10s cuidados, esfuerzos y dispendios de la educaci6n. Y no
hay mayor desdicha que tener hijos ma1 formados. El poeta no lcs
dedica una sola palabra de amor; el monstruoso tiene ma1 corazbn,
hace decir a la Escritura. Diclloso tambikn aqurl que permanccc ckiibc,
pues vivir con una mujer nlala es malo, y una buena ha de temerse
continuamentc el perdcrla. No sb10 la desdicha se evita, pues, sino tam-
b i h la dicha. En la vejez no ve el poeta nlris que maldad y axn, la
lan~entabledecadencia corporal y espiritual, la ridiculez y repugnancia.
Y el hombre envejcce pronto; Ia mujcr, a 10s treinta aiios; el val.;in, a
10s cincuenta, y 10s sesenta aiios son el limite normal de SLI vida ' 5 .
l a Ahora es cobarde, ruin y dkbjl, - Vjcjo, cudicioso y maldiciente; - Yo no veo
mds que locas y locos.
14 Deschamps, n6m. 95 (I, phg. 203).
15 Deschamps: Le mil-air de nzaringe, rx, pigs. 25, 69,81, nhm. 1.004 ( v h e pi.
gina 259); ademds, 11, pigs. 8, 183-185; 111, pbgj. 39,373; vrr, pig. 3; IX,pig. 209,etc.
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
Otono de-la-edad-media
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Otono de-la-edad-media

  • 1. -. [ohan Huizinga -.&.% El otofio de la Eda, Alianza Universidad p'.;$ - -
  • 2. Johan Huizinga de la Edad Media Estudios sobre la forma de la vida y del espiritu durante 10s siglos XIV y xv en Francia y en 10s Paises Bajos Versi6n espafiola de Jose G ~ O S Alianza Editorial
  • 3. Titulo original: Herbst des Mittelalters Primera edicion espafiola: 1930 Undkcima reimpresionen "Alianza Editorial" 1994 Reservados todos 10s derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del CCjdigoPenal vigente, podrin ser castigadoscon penas de rnulta y privation de libertad quienes reprodujereno plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientifica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorizacion. O Johan Huizinga O Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A,, Madrid, 1978, 1979. 1981, 1982, 1984, 1985,1988,1989, 1990, 1993, 1994 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15,28027Madrid; telef. 741 66 00 ISBN: 84-206-2220-6 Depdsito legal: M. 1.688-1994 Impreso en LaveI. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain
  • 4. A la Facultad de Filosofia de la Universi- dad Eberhard Karl de Tubinga, dedico este libro en testimonio de gratitud por el Doctorado Honormio qzEe me otorgo'.
  • 5. INDICE Pr6logo ...................................................... 1. El tono de la vida ....................................... 2. Anhelo de una vida mis bella ........................... 3. La concepci6n jerirquica de la sociedad .................. 4. El ideal caballeresco .................................... 5. El suefio del heroism0 y del amor ........................ 6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos ............ 7. La significaci6n politica y militar del ideal caballeresco ...... 8. La estilizaci6n del amor ................................. 9. Las formas del trato amoroso ........................... 10. La imagen idilica de la vida .............................. 11. La imagen de la muerte ................................. 12. El espiritu religioso y su expresi6n pllstica ............... 13. Los tipos de religiosidad ................................. 14. La emoci6n y la fantasia religiosas ........................ 15. La decadencia del simbolismo ........................... ......16. El <crealismou y 10s llmites del pensamiento figurado 17. Las formas del pensar en la vida prictica .................. 18. El arte y la vida ....................................... 19. La sensibilidad estetica ................................. 20. La imagen y la palabra, I ................................. 21. La imagen y la palabra, I1 ................................. 22. El advenimiento de la nueva forma ........................ 9
  • 6. L A NECESIDAD de entender mejor el arte de 10s hermanos van Eyck y sus seguidores y de ponerlo para el10 en conexidn con la uida de su tiempo, fie el origen de este libro. E n el curso de la inves- tigacidn resultd, empero, otro cuadro, m h amplio en muchos aspectos. Era evidente que 10s sigkos XZV y XV en Francia y en 10s Paises Balos son mucho mds apropiados para darnos-una idea del final de la Edad Media y de las tiltimas formas en que se manifiesta la cultura medie- val que para poner ante nuestros ojos el despertar del Renacimiento. Nuestro espiritu trata de conocer con predileccidn 10s "origenes" y 10s "comientos". Las promesas que ligan una kpoca con la siguiente pa- rkcennos la mayoria de las veces mds importantes que 10s recuerdos que la enlazan con la anterior. Asi fue posible que se buscasen con tanta insistencia 10s gkrmenes de la cultura rnoderna en la cultura medieval, que se llegase a dudar de la exactitud del concepto de Edad Media y aun pudiese parecer que esta kpoca no habia sido apenas otra cosa que la germinacidn del Renacimiento. Pero el morir y el nacer van tan paso a paso en la historia como en la naturaleza. Seguir el declinar de las formas sobremaduras de la cul. tura no es de menor entidad -ni en mod0 alguno menos cautivante- que obseruar el nacimiento de las nuevas. N o sdlo seremos mds jwtos con artistas como 10s van Eyck, sino tambikn con poetas como Ewtache Deschamps, con historidgrafos como Froissart y Chastellain, con ted- logos como Jean Gerson y Dionisio "el Cartujo"; en suma, con todo$ 10s representantes del espiritu de esta Lpoca, no considerdndolos como iniciadores y heraldos de lo venidero, sino como la expresidn acabada del inmediato pretkrito. El autor tenia, en la kpoca en qice escribid este libro, menos con- ciencia que hoy del peligro que puede haber en comparar las secciones
  • 7. 12 Prdlogo de la historia con lar estaciones del aiio. Ruega, por ende, que se tome el tttulo sdlo como una expresidn figurada que pretende sugerir el tono del conjunto. Leyden, noviembre de 1923. La nueva edicidn presenta algunas ampliaciones y correcciones. Leyden, septiembre de 1927.
  • 8. Capitulo 1 EL TON0 DE LA VIDA C UANDO el mundo era medio milenio rnis joven, tenian todos 10s sucesos formas externas mucho rnis pronunciadas que ahora. Entre el dolor y la alegria, entre la desgracia y la dicha, pa- recia la distancia mayor de lo que nos parece a nosotros. Todas las experiencias de la vida conservaban ese grado de espontaneidad y ese caricter absoluto que la alegria y el dolor tienen a h hoy en el espiritu del nifio. Todo acontecimiento, todo acto, estaba rodeado de precisas y expresivas formas, estaba inserto en un estilo vital ri- gido, pero elevado. Las grandes contingencias de la vida -el naci- miento, el matrimonio, la muerte- tomaban con el sacramento res- pectivo el brillo de un misterio divino. Pero tambiCn 10s pequeiios sucesos -un viaje, un trabajo, una visita- iban acompaiiados de mil bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades. Para la miseria y la necesidad habia menos lenitivos que ahora. Resultaban, pues, rnis opresivas y dolorosas. El contraste entre la enfermedad y la salud era rnis seiialado. El frio cortante y las noches pavorosas del invierno eran un ma1 mucho rnis grave. El honor y la riqueza eran gozados con rnis fruici6n y avidez, porque se distin- guian con rnis intensidad que ahora de la lastimosa pobreza. Un traje de ceremonia, orlado de piel, un vivo fuego en el hogar acom- pafiado de la libaci6n y la broma, un blando lecho, conservaban el alto valor de goce que acaso la novela inglesa ha sido la rnis perse- verante en recordar con sus descripciones de la alegria de vivir. Y todas las cosas de la vida tenian algo de ostentoso, per0 cruelmente pdblico. Los leprosos hacian sonar sus carracas y marchaban en pro- cesi6n; 10s mendigos gimoteaban en las iglesias y exhibian sus defor- midades. Todas las clases, todos 10s drdenes, todos 10s oficios, podian
  • 9. 14 El otoiio de la Edad Media reconocerse por su traje. Los grandes sefiores no se ponian jam& en movimiento sin un pomposo despliegue de arnlas y libreas, in. fundiendo respeto y envidia. La administracibn de la justicia, la venta de mercancias, las bodas y 10s entierros, todo se anunciab..: ruidosamente por medio de cortejos, gritos, lamentaciones y m~sica. El enamorado llevaba la cifra de su dama; el compaficro de armas o de religibn, el signo de su hermandad; el subdito, 10s colores y las armas de su sefior. El mismo contraste y la misma policromia imperaban en el aspect0 externo de la ciudad y del campo. La ciudad no se diseminaba, como nucstras ciudades, en arrabales descuidados de fibricas aisla- das y de casitas de carnpo uniformes, sino que se erguia rotunda, cercada por sus muros, con sus agudas torres sin numero. Por altas y ponderosas que fuesen las casas de piedra de 10s nobles o de 10s comerciantes, eran las iglesias las que dominaban con sus eminentes masas petreas la silueta de la ciudad. Asi como el contraste del verano y el invierno era entonces mPs fuerte que en nuestra vida actual, lo era tambien la diferencia entre la luz y la obscuridad, el silencio y el ruido. La ciudad moderna apenas conoce la obscuridad profunda y el silencio absoluto, el efecto que hace una sola antorcha o una aislada voz lejana. Por virtud de estc universal contraste, de esas formas multicolores, con que todo se imponia a1 espiritu, emergia de la vida diaria un incen- tivo, una sugesti6n apasionante, que se revela en 10s fluctuantes senti. mientos de ruda turbulencia y ispera crueldad, pero tambih intima emocibn, entre 10s cuales oscila en la Edad Media la vida urbana. Habia un sonido que dominaba una y otra vez el rumor de la vida .cotidiana y que, por multiple que fuese, no era nunca confuso y lo ele. vaba todo pasajeramente a una esfera de orden y armonia: las cam- panas. Las campanas wan en la vida diaria como unos buenos espiri- tus monitorios, que anunciaban con su voz familiar, ya el duelo, ya la alegria, ya el reposo, ya la agitaci6n; que ya convocaban, ya exhorta- ban. Se las conocia por sus nombres: la gruesa Jacqueline, la campana Roelant. Se sabia lo que sipificaba el tocarlas y el re~icarlas.Y, a pesar de 10s excesivos repiques, nadie era nunca sordo a su voz. Con ocasi6n del "ituperado desafio entre dos ciudadanos de Valenciennes, clue en 1455 puso cn una tensi6n cxtraordinaria la ciudad y toda la
  • 10. 1. El tono de la vida 15 corte de Borgoiia, estuvo repicando mientras dur6 la lucha la gran rampana, laquelle fait hideux a oyr, dice Chastellain I. Sonner I'effroy; faire I'effroyquiere decir repicar la campana de alarma 2. CuPn ensor- decedor debe de haber sido el repique de todas las campanas de todas las iglesias y conventos de Paris, desde la maiiana hasta la noche -e incluso durante toda la noche- con ocasi6n de haber sido elegido un Papa que iba a poner fin a1 cisma, o porque se habia firmado la paz entre el Borgoiibn y el Armagnac3. TambiCn las proce~ioncsdeben de haber sido de un efecto honda- mente conmovedor. Si 10s tiempos estaban revueltos, y esto pasaba con frecuencia, tenian lugar muchas veces a diario, e incluso una semana detris de otra. Cuando las lamentables discusiones entre las Casas de Orleins y de Borgoiia acaban provocando la guerra civil y el rey Car. 10s VI toma en 1412 la oriflama para combatir con Juan Sin Miedo a 10s Armagnac, que se habian hecho traidores a la patria contrayendo una alianza con Inglaterra, se ordena que se celebren en Paris proce siones todos 10s dias, mientras el rey se encuentre en territorio ene- migo. Estas procesiones duran desde fines de mayo hasta bien entrado julio, siempre con distintos grupos, brdenes o gremios, siempre reco- rriendo distintos trayectos y con distintas reliquias: les plus piteuses processions qui oncques (nunca) eussent d t t veues de aage de hornme. Todos marchaban en ellas descalzos y con el estbmago vacio, 10s seiio- res del Parlamento exactamente lo mismo que 10s mis pobres ciuda- danos. Todo el que podia llevaba un cirio o una antorcha; entre 10s asistentes, siempre muchos niiios pequeiios. Hasta de las aldeas que rodeaban a Paris acudian 10s pobres campesinos con 10s pies desnudos. Y el que no iba en la procesibn, la contemplaba: en grant pleur, en grant lermes, en grant devotion. Ahora bien, durante todo aquel tiem- po 1Iovi6 copiosa y fuertemente 4. 1 Oeuvres de Georges Chastellain, ed. Kervyn de Lettenhove, ocho voldmenes. Bruselas, 1863-66, 111, pig. 44. 2 Chastellain, 11, pdg. 267; Me'moires d'olivier de la Marche, ed. Beaune et d'Arbaumont (Soc. de I'histoire de France), 1883-88, cuatro vol6menes, 11, pig. 248. 3 Journal d'un bourgeois de Paris, ed. A. Tuetey (Publ. de la Soc. de l'histoire de Paris, Dec. n6m. 111) , 1881, p9gs. 5-56. 4 Journal d'un bourgeois, pigs. 20-24; cf. Journal de Jean de Roye, dite Chronique Scandaleuse, ed. B. de Mandrot (Soc. de I'hist. de France), 1894-96,dos vols. 1, pig. 390
  • 11. 16 El otoiio de la Edad Media Habia ademlis las entradas de 10s principes, preparadas con toda la ingeniosa habilidad artistica de que entonces se disponia. Y habia ejecuciones capitales con una ininter~umpidafrecuencia. El cruel in- centivo y la emoci6n grosera que emergian del cadalso eran un im- : portante elemento en el sustento espiritual del pueblo. Para 10s crime nes mis horribles habia inventado la justicia castigos pavorosos. Un joven incendiario y asesino fuk colocado, en Bruselas, con una cadena ,que podia girar en un anillo en torno a un poste, en medio de un circulo de montones de ramas encendidas. El joven se ofrece a si mismo como ejemplo, en conmovedoras palabras dirigidas a1 pueblo: et tellement fit attendrir les coeurs que tout le monde fondait en lar- mes de compassion. Et fut sa fin recommandde (famosa) la plus belle que l'on auait oncques vue6. Messire Mansart du Bois, un Armagnac que fue decapitado en Paris en 1411, en la kpoca de la terrorifica do- minaci6n borgofiona, no s610 otorga su perd6n a1 verdugo, que se lo pide conforme a la costumbre, sin0 que llega a rogarle que lo bese. Foison de peuple (multitud de gente) y avoit, qui quasi tous ploroient ri chaudes larmes 6. Con frecuencia eran 10s sacrificadosgrandes, seiiores, y entonces gozaba el pueblo de la satisfaccibn por el rigor de la justicia y la grave advertencia sobre la mutabilidad de las grandezas terrenales, mAs vivamente que contemplando ninghn ejemplo pintado ni danza alguna de la muerte. La autoridad se cuidaba de que nada faltase para que fuese acabada Ia impresi6n del especticulo. Ostentando 10s sig nos de su grandeza, recorrian aquellos sefiores el fatal camino. Jean de Montaigu, gand maitre d'h8tel del rey, victima del odio de Juan Sin Miedo, se dirige a1 cadalso sentado en lo alto de una carreta y precedido de dos trompeteros; lleva su traje de ceremonia: gorro, jub6n y calz6n corto, mitad blanco, mitad rojo, y eapuelas doradas en 1- pies; y con las espuela~doradas qued6 colgando del patibulo el cad& ver dccapitado. El rico can6nigo NicolPs d'orgemont, victirna en 1416 de la venganza de 10s Armagnac, fue paseado por Paris en un carro de la basura, con un gran manto violeta y una gorra del mismo color, para asistir a la decapitaci6n de dos cornpafieroc-, antes de ser encar. 6 Chastellain, III, pAg. 461, d. v, pig. 403. 6 Jean Juvenal des Ursins, 1412, ed. Michaud et Poujoulat, Nouvelle coZZectiot8 des me'moires, 11, pig. 474.
  • 12. 1. El tono de la vida 17 celado 61 mismo por el resto de su vida: au pain de doleur et d eaue d'angoisse. La cabeza de maftre Oudart de Bussy, que habia obtenido por la violencia un puesto en el Parlamento, fue desenterrada por . orden expresa de Luis XI y expuesta a la pGblica contemplacibn en la plaza del mercado de Hesdin, con una gorra escarlata y forrada de pieles, selon la mode des conseillers de parlament, y una poesfa expli- cativa. El rey mismo escribe horribles ingeniosidades sobre este caso 7. Mis raras que las procesiones y las ejecuciones eran las predicacio- nes de 10s misioneros, que venian de tiempo en tiempo para sacudir a1 pueblo con su voz. Nosotros, lectores de peribdicos, apenas podemos representarnos el poderoso efecto de la palabra hablada sobre un espi- ritu ingenuo e ignorante. El hermano Ricardo, predicador popular, predicb, en 1429, en Paris diez dias sucesivos. Hablaba desde las cinco hasta las diez o las once de la mafiana en el cementerio de 10s Inocen- tes, bajo cuyas galerias estaba pintada la dlebre "Danza de la muer- te", vuelta la espalda a las fosas comunes, en las cuales yacian amon. tonados y rebasando de la arcada 10s crineos, a la vista del pfiblico. Cuando despuks de su d6cimo sermbn anuncib que era el bltimo, por. que no habia obtenido permiso para mPs, les gens grands et petiz plou. roient si piteusement et si fondement (hondamente), comme s'ib veissent (viesen) porter en terre leurs meilleurs antis, et lui aussi. Cuando, por fin, abandona Paris, uee el pueblo que aGn predicari el domingo en Saint Denis. En grandes tropeles -acaso seis mil perso- nas en total, dice el bourgeois de Paris- salen el shbado por la tarde de la ciudad para asegurarse un buen puesto, y pasan la noche en el campo 8. Tambikn a1 franciscano Antoine Fradin le fue prohibido predicar en Paris, porque clamaba contra el ma1 gobierno de la nacibn. Pero justamente por esto le amaba el pueblo, que le guardaba dia y noche en el convent0 de 10s cordeliers. Las mujeres montaban la guardia, prestas sus municiones de cacharros y piedras. Al pregbn de que aque- lla vigilancia quedaba prohibida, la multitud se echa a reir: lel rey 7 Journal d'un bourgeois, pigs. 6-70. Jean Molinet, Chronique, ed. Buchon, Coll. de chron. nat., 1827-28, cinm vols., 11, pig. 23. Lettres de Louis XI, ed. Vaesen. Charavay, de Mandrot (Soc. de l'hist. de France) 1883-1909, 11 vols., 20 abril 1477, VI, pig. 158; Chronique scandaleuse, n, pig. 47; idem Interfiolations, 11, pag. 364. 8 Journal d'un bourgeois, pig. 294-7.
  • 13. 18 El otoiio de la Edad Media no sabe nada de esto! Cuando, por ultimo, Fradin tiene que aban- donar la ciudad, desterrado, el pueblo le da escolta, crians et soupirans moult fort son departement (partida) 9 . Cuantas veces llega para predicar el dominico San Vicente Ferrer salen a recibirle, cantando sus alabanzas, el pueblo, la magistratura, el clero y hasta 10s obispos, y prelados de todas las ciudades. Viaja con un numeroso trope1 de partidarios, que hacen procesiones con flage- laciones y cinticos todas las tardes, despuks de la puesta del sol. En cada ciudad se suman a kl nuevos tropeles. San Vicente se ve obligado a regular cuidadosamente la manutenci6n y el hospedaje de todos sus acompaiiantes, nombrando maestres de alojamiento a 10s varones mis integros. Viajan con kl numerosos sacerdotes de diversas 6rdenes para ayudarle a tomar la confesi6n y asistirle en el servicio de la mi- sa. Le acompafian algunos notarios, para dar fe de 10s juicios de con- ciliaci6n que el santo predicador promueve y corona con &xito en todas partes. Alli donde predica es necesario un valladar de madera para protegerle con su skquito de la presi6n de la muchedumbre, que quisiera besarle la mano o el hibito. Los talleres permanecen silen- ciosos mientras el predica. S610 raras veces dejaba de hacer llorar a su auditorio; y cuando hablaba del juicio final y de las penas del infier. no, o de 10s dolores del Salvador, prorrumpian siempre, tanto el como sus oyentes, en tan gran llanto, que necesitaba permanecer en silencio mucho tiempo, hasta que el llanto se calmara. Los arrepentidos se arrojaban a1 suelo delante de todos 10s presentes, para confesar con IQgrimas sus grandes pecados lo. Cuando el cklebre Olivier Maillard predic6, en 1485, 10s sermones de Cuaresma en Orledns, treparon tan. tas personas a 10s tejados de las casas, que el pizarrero emple6 sesenta y cuatro dias en 10s trabajos de reparaci6n 11. Es el mismo estado de Qnimo de 10s reviuals angloamericanos y del Ejercito de Salvaci6n; per0 intensificado hasta lo infinito y con una publicidad mucho mayor. No se debe ver en la descripci6n de la in- fluencia de Ferrer una piadosa exageracibn de sus bibgrafos. El seco 0 Chron. scand., 11, pigs. 70-72. 10 Vita auct. Petro Ranrano 0 . P. (1455). Acta sanctorum Apr., t. r, 494 y sigs. 11 J. Soyer, Notes pour servir d I'histoire litte'raire. Du succt3 de la prkdication de frBre Oliuier Maillart d Orldans en 1485, Bulletin de la saciCtd arche'ologique et historique de I'Orldanais, t. xvIrr, 1919, segdn la Revue historique, t. cxxx~,pig. 351.
  • 14. I. El tono de la vida 19 y prosaic0 Monstrelet describe casi del mismo mod0 el efecto que provoc6, en 1428, en el norte de Francia y en Flandes, con sus pre- dicaciones cierto hermano Tomis que se hacia pasar por carmelita, pen, que fud desenmascarado mis tarde como un impostor. Tambikn a dl salia a recibirle la magistratura, mientras 10s nobles llevaban de las riendas su muk. Tambidn por 61 dejaban muchas persofias - entre ellas sefiores, que Monstrelet llama por sus nombres- su casa y su semidumbre, para seguirle a todas partes. Los ciudadanos mas dis- tinguidos adornaban el alto p6lpit0, que erigian para 61, con 10s tapid ces mPs costosos que podian encontrar. Junto a la Pasi6n y 10s Novisimos era, ante todo, la condenaci6n del lujo y de la vanagloria el tema con que 10s predicadores populares conmovian tan profundamente a su auditorio. El pueblo, dice Mons- trelet, estaba agradecido y era afecto a1 hermano Tomis, ante todas las cosas, porque flagelaba la pompa y la ostentacibn, y, en especial, porque abrumaba de reproches a la nobleza y a1 clero. Este predica- dor, cuando se aventuraban a introducirse entre sus oyentes damas distinguidas, con su elevado tocado, solia azuzar contra ellas a 10s mo- zalbetes, con la exclamaci6n: au hennin, au hennin! (y con la prome- sa de las indulgencias, afirmaba Monstrelet), de tal suerte, que las mujeres no se atrevieron a seguir llevando hennins (altos tocados) durante todo aquel tiempo, y llevaban cofias, como si fuesen beguinas, Mais ct Pexemple du lyme~on,dice el sencillo cronista, lequel quand on passe prks de luy retrait ses comes par dedens et quand il ne ot (oye) plus riens les reboute dehors, ainsy firent ycelles (ellas). Car en assez brief terme aprds que ledit (el dicho) prescheur se fzist ddparty du pays, elles mesmes recommenckrent comme devant et oublitrent sa doctrine, et reprinrent petit d petit leur vie1 estat (ostentacibn), tel au plus grant qu'elles avoient accoustumC de porterlz. Tanto el hermano Ricardo como el hermano Tomis hacian encen- der piras de objetos de lujo y vanidad, como sesenta aiios despuks las hizo arder Florencia ante Savonarola en enorme cantidad y con pCrdidas irreparables para el arte. En Paris y el Artois se repitieron durante 10s aiios 1428 y 1429, con naipes, tableros de juegos, dados, prendas de tocado y toda clase de objetos de adorno, que aportaban 19 Enguerrand de Monstrelet: Chroniques, ed. DouCt d'Arq. (Soc. de Phist. do France), 1867-72, seis vols. N; pigs. 302-506.
  • 15. 20 El otofio de la Edad Media gustosos hombres y mujeres. Estas piras fueron durante el siglo xv, tanto en Francia como en Italia, un elemento frecuentemente repetido de la gran emoci6n que causaban 105 predicadoresl3. Era la forma ceremonial en que se habia encarnado el arrepentimiento y la aver- si6n a la vanagloria y a 10s placeres; era la estilizaci6n de una vehe- mente emocibn, en un act0 colectivo y solemne, pues aquellos ticm- pos propendian en todo a la creaci6n de formas estilizadas. Es necesario penetrar con la iniaginaci6n en toda cqta susceptibili dad del espiritu, en toda esta sensibilidad para las l5,grimas y para el arrepentimiento, en toda esta excitabilidad, si se quiere apreciar el colorido y la intensidad que tenia la vida, Un duelo oficial hacia entonces sobre el individuo la misma impre- ~ i 6 nque una calamidad phblica. Cuando el entierro de Carlos VII, el pueblo se desbord6 totalmente de emoci6n a1 ver el fhnebre corte- jo: todos 10s funcionarios de la corte vestus de dueil angoiswux (pa- voroso), lesquelz il faisoft moult piteux veoir, et de la grant tristesse et courroux qu'on Eeur veoit porter pour la mort de leur dit maistre, furent grant pleurs et tamentacions faictes parmy tout Iadicte mlle. Iban en el cortejo seis pajes del rey sobre caballos totalmente reves- tidos de terciopelo negro: et Dieu scet (sabej le doloreux et piteux dueil qu'ilz faisoient pour leur dit maistre. El pueblo referia, lleno de emocibn, c6mo de pesar uno de aquellos mozos no habia comido ni bebido nada en cuatro diasl4. Pero no es solamente la emocibn provocada por un gran duelo, o por un serm6n fogoso, o por 10s misterios de Xa fe, la que tiene por consecuencia un desbordamiento de ligrimas. TambiCn se vertia un mar de lrigrimas en todaq las solemnidades profanas. Un enviado del rey de Francia a Felipe el Bueno prorrumpe varias veces en llanto durante su discurso. A1 despedirse el joven Juan de Coimbra de la corte de Borgofia, todos lloran en voz alta, y lo mismo a1 saludar Fe- lipe el Bueno a1 delfin y a1 encontrarse 10s reyes de Francia y de Ingla- terra en Ardres. Todos, vieron a Luis XI vrrter lsgrimas a su entrada en Arras, y en la Cpoca de su estancia como principe heredero en la 13 Wadding: Annales Minomm, x, pig. 72; K. Hefele, Der h. Bernhardin von Siena und die franziskanische Wanderpredigt in Italien, Freiburg, 1912, pigs. 47-80. 34 Chron. scand, I, p6g. 22, 1461; Jean Chartier: Hist. de Charles Vll, ed. D. GO- def~oy,1661, pig. 320.
  • 16. 1. El tono de la vida 21 corte de Borgoiia le describe Chastellain sollozando y llorando repe- tidas veces 15. Esta~desaipciones exageran, naturalmente. Puede com- parhrselas con el "t~dos10s ojos, quedaron arrasados en ligrimas" de un periodista. En la descripcidn del Congreso de la Paz de Arras, en 1435, hace Jean Germain caer a tierra a 10s oyentes, entre suspiros, sollozos y gemidos, ptesa9 de emoci6n, a1 escuchar 10s conmovedores discursos de 10s embajadores 16. No habri sido asi seguramente; per0 el obispo de Chglons decia que asi debia Vr. En la exageracibn se ve el fondo de verdad. Sucede lo mismo que con 10s mares de IAgri- mas de 10s sensibleros del siglo XVIII. Llorar era distinguido y bello. Y, ademh, ~quienno conoce la intensa conmoci6n -haqta llegar a 10s estremecimientos y las ligrimas- que abn hoy puede provocar la pomposa entrada de un principe, aunque tste nos sea indiferente? Esta ficil emotividad se colmaba entonces de una veneracibn semi- rreligiosa por la pompa y la grandeza y se abria curso en sinceras ligrimas. Quien no vea la diierencia de excitabilidad existente -entre el sigIo xv y nuestro tiempo, puede comprenderla por otro pequeiio ejemplo sacado de una esfera distinta de la de las ligrimas: la de la cdlera. Probablemente es dificil para nosotros representarnos un juego mis pacific0 y sosegado que el ajedrez. Pues bien, La Marche dice que en el ajedrez surgen discusiones et que le plus saige y pert patience 17. Una rifia entre 10s hijos del rey qobre el tablero del ajedrez seguia siendo en el siglo xv un motivo de historias tan corriente como en las novelas carolingias. La vida diaria ofrecia de continuo ilimitado espacio para un ardo- roso apasionamiento y una fantasia pueril. Nuestras inveqtigaciones histdricas sobre la Edad Media, que prefieren beber todo lo posible en 10s documentos oficiales, por desconfianza hacia las crdnicas, incu- rren con ello muchas veces en un peligroso error. Los documentos nos 16 Chastellain, III, pigs. 36, 98, 124, 125, 210, 238, 239, 247, 474; Jacques du Clercq: Memoires (1448-1467), ed. de Reiffenberg, Bruselas, 1823, cuatro vols., IV, pbg. 40; 11, pigs. 280, 355; 111, pgg. 100; Juvenal des Ursins, pzigs. 405, 407, 420; Molinet, ~ I I , pigs. 36, 314. . 16 Jean Germain: Liber de virtutibus Philippi duck Burgundiae, ed. Kervyn de Lettenhove, Chron. rel. d l'hist. de la Belg. sous la dom. des ducs de Bourg. (Coll. des chron. belges), 1876. 11, pgg. 50. 17 La Marche, I, fig. 61.
  • 17. 22 El otoiio de la Edad Media dan escasa nolicia de la diferencia en el tono de la vida que nos separa de aquellos tiempos, y nos hacen olvidar el vehemente pathos de la vida medieval. De todas las pasiones que la colman de color, mencionan loq documentos, por lo regular, s610 dos: la codicia y la belicosidad. @uitn no se ha admirado frecuentemente de la vehe. mencia y la obstinaci6n casi inconcebibles con que la codicia, el espi- ritu bklico y la sed de venganza se destacan en 10s documentos judi- ciales de aquel tiempo? S610 en conexi6n con el general apasionamiento que inflamaba todas estaq esferas de la vida, resultan estos rasgos ad- misibles y explicables para nosotros. Para comprender con justeza aquellos tiempos son, pues, indispensables 10s cronistas, por superfi- ciales que puedan ser y por frecuentemente que yerren en lo tocante a 10s hechos. La vida sepia ostentando en mPs de un respecto el color de la 1e- yenda. Si lo? cronistas de la corte, varones distinguidos y eruditos, que conocian de cerca a sus principes, no aciertan a ver ni a describir a aquellas serenisimas personas de otro mod0 que en una forma arcaica, hieritica, cuAn grande tiene que haber sido el mAgico brillo de la realeza para la ingenua fantasia popular. Pondremos un ejemplo de aquel tono legendario, tomado de la obra hist6rica de Chastellain: El joven Carloq el Temerario, todavia conde de Charolais, llega de Sluis a Gorkum y oye alli que su padre, el duque, ha confiscado su pensi6n y todos sus beneficios. Chastellain describe c6mo el conde refine en su presencia a toda su comitiva, hasta 10s pincheq de cocina, y comw nica a todos su infortunio en un discurso conmovedor, en el cual atestigua su veneracih por su padre, su cuidado por el bienestar de 10s guyos y su amor por todos ellos. A 10s que tienen recursos propios les invita a afrontar con 61 su destino; a 10s que son pobres 10s deja en libertad de partir, y si un dia oyen que la suerte del conde ha mejorado, "retornad entonces, y encontrar6is todos libres vuestros puestos, y sereis bien venidos a mi, y yo os recompensar6 por la pa- ciencia que habeis mostrado por amor mio". -Ems oyt-l'on voix tevm et Earmes espandre et clameur ruer par commum accord: nous tous, nous lous, monseigneur, uivrons auecques uous et mourrons-la. Pro- fundamente conmovido acepta Carlos sus manifestaciones de fidelidad: 18 Entonces se les oy6 levantar la voz y derramar 1Igrimas y desbordarse en un clamor iininime: todos, todos nosotros, monsefior, viviremos y moriremos con vos.
  • 18. 1. El tono de la vida 23 Or viuez doncques et souffrez; et moy je souffreray pour v o w premier que uous ayez faute lo. Entonces se le acercan 10s nobles y le ofrecsn todo lo que poseen, disant l'un: j'ay milk, l'autre: dix mille, l'autre: fay cecy, j'ay cela Pour mettre pour v o w (para daros) et pour a t t m dre tout vostre aduenir. Y todo continu6 su marcha habitual y no hubo por ello ninguna gallina de menos en la cocinaeo. El colorido del cuadro es, naturalmente, de Chastellain. No sabe- mos hasta qu6 punto estiliza su relato lo sucedido realmente. Pero lo importante es esto: que ve a1 principe en las sencillas formas de la balada popular, que el caso estA completamente lleno para 61 de 10s mo- vimientos m& primitivos de una fidelidad mutua que se exteriorlza con &picasimplicidad. Mientras que el mecanismo de la administraci6n y de la hacienda pliblicas ya habia tomado, en realidad, mPs complicadas formas, la politica se proyecta en el espiritu del pueblo encarnada en figuras in- dividuales, simples y fijas. Las ideas politicas, en medio de las cuales se vive, son Ias de la canci6n popular y las del libro de caballerias. Se reducen, por decirlo asi, 10s reyes de la Cpoca a un nGmero limi- tad0 de tipos; cada uno de 10s cuales responde mAq o menos a un motivo de canciones o aventuras: el principe noble y justo, el principe engaiiado por malos consejeros, el prfncipe vengador del honor de su estirpe, el principe amparado en la desgracia por la fidelidad de 10s suyos. Los ciudadanos de un Eqtado del liltimo period0 de la Edad Media, que soportan pesadas cargas y carecen de voz en la administraci6n de 10s fondos pdblicos, viven en una desconfianza per. manente, dudando de si qe derrochan sus dineros o si se emplean para el provecho y utilidad del pais. Esta desconfianza de la administra- ci6n pdblica se traduce en la idea mhs simple de que el rey esti ro- deado de consejeros codiciosos y astutos, o de que el derroche y la prodigalidad de la corte tienen la culpa de que le vaya ma1 a1 pais. De esta suerte es como las cuestiones politicas se reducen para el pue- blo a 10s hechos tipicos de la leyenda. Felipe el Bueno sabia hablar el lenguaje comprensible para el pueblo. Durante 10s festejos de La Haya en 1456, y para cauqar impresi6n sobre 10s holandeses y 10s frisones, 19 Vivid y sutrid, pues; en cuanto a mi, sufrirc5 por vosotros, antes de que paqfis necesidad. 29 Chastellain, IV, p9g. 333 y sig.
  • 19. 24 El otofio de la Edad Media que podian creer que le faltaba dinero para apoderarse del obispa- do de Utrecht, manda exponer en una c h a r a contigua a la sala de 10s caballeros treinta mil marcos de plata en costosos recipientes. Todos pueden pasar a contemplarlos. Pero, ademris, se traen de Lila do8 cajas de caudales con doscientos mil leones de oro, y se permite sopesarlas ...; per0 el esfuerzo es van0 zl. $abe imaginar una mez- cla mPs pedag6gica de crCdito pdblico y especticulo de feria? La vida y conducta de 10s principes tiene ademis rnuchas veces una dimenih de fantasia que nos recuerda a 10s califas de Lns mil y una noches. En medio de las empresas politicas friamente calculacias obran muchas veces con una impetuosidad terneraria que pone en peligro su vida y su obra por un simple capricho personal. Eduardo I11 se juega su vida y la del principe de Gales y la prosperidad de su pais, por atacar a una flota de buques mercantes espaiioles, en castigo cle algunas pirateria~2~.A Felipe el Bueno se le mete en la cabeza casar a uno de sus arqueros con la hija de un rico cervecero de Lila. Como el padre se opone y el Parlamento de Paris, interviene en el asunto, interrumpe sfibitamente el duque, ardiendo en furor, 10s importantes negocios de Estado que lo retenian en Holanda, y emprende en plcl~a Semana Santa un peligroso viaje por mar desde Rotterdam a Sluis, para imponer su capricho 23. Otra vez, llcno de una c6lera insensata a causa de una disputa con su hijo, 5c escapa a caballo y en sccrcto de Bruselas, como un escolar fugitivo, y se extravia de noche en el bos- que. Cuancio regresa, toca la cspinosa tares dc traerlo a su vitla habi- tual a1 caballero Philippe Pot. El diestro cortcsano encuentra las pa- labras justas: Bonjour, monseigneur, bonjour, qu'est cecy? Faites-vnus du roy Artus maintenant ou de Messire Lnncelot?21. El mismo duque nos hace una impresi6n de cdlila cuando, a1 hacerse cortar el pelo a1 rape, como le habian prescrito 10s m&dicos, ordena que todos 10s nobles hayan de imitarlc, y da a Pedro de EIagenbach el encargo de despojar de su cabellera a todo noble que encuentre sin la- par25. 0 el joven rey Carlos VI de Francia, c~landocontempla, dis- 21 Chastellain, In, pBg. 92. 22 Jean Froissart: Chroniques, ed. S. Luce et G. Raynaud (Soc. de I'hist. de Fran- ce), 1869-1899, 11 vols., (s61o hasla 1385) , IV pigs. 89-93. 23 Chastellain, 111, p8gs. 85 y sig. 24 Ibid., 111, pig. 279. 2s La Marche, 11, p5g. 421.
  • 20. 1. El tono de la vida 25 trazado y montado con un amigo en un mismo caballo, la entrada de su propia prometida, Isabel de Baviera, y en medio de las apreturas de la gente recibe unos palos de 10s encargados del orden28. Un poeta censura que 10s principes nombren consejero Aulico o ministro a su buf6n, como fu6 nombrado Coquinet, le fou de Bourgogne27. La politica no esti rncerrada todavia en 10s limiteq de la burocracia y del protocolo. El principe puede sustraerse a ellos en todo momento para buscar en otra parte la linea directriz de su conducta. Asi, por ejemplo, 10s principes del siglo xv buscan repetidamente en 10s nego- cios de Estado el consejo de 10s ascetas visionarios y de 10s predica- dores exaltados. Dionisio el Carlujo y San Vicente Ferrer actuaron de consejeros politicos. El ruidoso predicador Olivier hiaillard estaba iniciado en las mAs secrctas negociaciones entre las cortes, de 10s prin. cipes28. De esta suerte, habia un vivo elemento de exaltaci6n religio- sa en la alta politica. A fines del siglo XIV y comienzos del siglo xv, a1 alzar la vista para contemplar el elevado especticulo de la vida y del destino de 10s prin- cipes, 10s espiritus deben de haberse sentido mAs poseidos que nunca par la idea de que se desarrollaban allf, en una sangrienta esfera ro- mAntica, desnudas y cabticaq tragedias, llenas de 10s mis emocionantes derrumbamientos de la majestad y la grandeza. En el rnismo mes de septiembre de 1399, en que el Parlamento ing1i.s se reunia en West- minster para escuchar la decla~acibnde que el rey Ricardo 11, venci- do y hecho prisionero por su primo Lancaster, habia renunciado a1 trono, e~tabanreunidos ya en Maguncia 10s principes electores de Ale- mania para deponer tambikn a su rey, Wenceslao de Luxemburgo, de espiritu tan vershtil y caprichoso, y tan incapaz de reinar, conio su cu- iiado inglds, con la sola diferencia de que no tuvo un Fin tan trigico. Wenceslao siguiG siendo largos aiios rey de Bohemia, per0 a la deposi- cibn de Ricardo siguib su misteriosa muerte en la prisibn, que trae a la memoria el asesinato cle su bisabuelo Eduardo 11, setenta afios ante$ tNo era la corona una funesta prerrogativa llena de peligros? En el 20 Jt~vennl des Ursins, pig. 379. 27 Martin Le Franc: Le Champion des dames, en G. Doutrepont, La lilldrature fran~aiserl la c o w des ducs de Bourgogne (Bibl. du XVe sitcle, t. vrrr), Paris, Cham.. pion, 1909, pig. 304. 28 Acta sanctorzun Apr., t . I, psg. 496; A. Renaudet: PreWforme et htrmanisme a Paris, 1494-1517, Paris, Champion, 1916, pig. 163.
  • 21. 26 El otorio de la Edad Media tercer gran reino de la cristiandad un demente estaba en el trono, Carlos VI, y el pals fue asolado a1 punto por una feroz lucha de par- tidos. En I407 estalM la rivalidad entre las Casas de Orleans y de Borgoiia, convirti6ndose en una p6blica hostilidad. Luis de Orleins, hermano del rey, cay6 bajo 10s golpes de 10s asesinos que habia paga. do para ello su primo el duque de Borgoiia, Juan Sin Miedo. Doce aiios despu6q, la venganza: en 1419 fue asesinado a traici6n Juan Sin Miedo, con motivo de la solemne entrevista en el puente de Monte- reau. Los asesinatos de estos dos principes, con su secuela de ven- ganzas y luchaq sin fin, han impreso un sello de odio sombrio a la historia de Frnncia durante un siglo entero. El espiritu popular ve todas las desdichas que experimenta Francia a la luz de aquel gran motivo dramitico. No acierta a comprender a6n otras causas que la$ personales y pasionales. A todo esto hay que aiiadir todavia 10s turcos, los, cuales avanzan cada vez m8s amenazadores, y pocos aiios antes, en 1396, han aniqui. lado en Nicirpolis el magnifico ejkrcito de caballeros franceses que habia partido descuidado, bajo el mando del mismo Juan de Borgo. iia, entonces a6n conde de Nevers. Y la cristiandad estA desgarrada por el gran cisma, que dura ya un cuarto de siglo: doq que se llaman papas, cada uno de ellos apasionadamente convencido de su legi timidad y reconocido por una parte de 10s paises occidentales. Y cuando el Concilio de Pisa de 1409 fracasa vergon7osamente en su intento de restablecer la unidad de la Iglesja, son tres 10s que luchan por la dig nidad papal. Le pappe de la Lzine llamaba la voz pGblica en Fran- cia a1 obstinado aragon6s Pedro de Luna, que se sostuvo en Avignon bajo el nombre de Benedicto XIII. (No habrii tenido este pappe de la Lune una resonancia medio de locura par2 el pueblo sencillo? En aquellos siglos erraba, pues, por las cortes rn5g de un rey des- tronado, casi siempre pobre de medios y rico en planes, rodeado del brillo del Oriente maravilloso, de donde procedia. Armenia, Chipre, la misma Constantinopla.. . Figuras todas d d cuadro de la rueda de la fortuna, en el cual caen dando tnmbos los reyes con sus cetros y coronas. No se contaba entre ellos Renk de Anjou. Aunque era un rey sin corona, le iba perfectamente en sus ricos clominios de Anjou, en Provenza. Sin embargo, en nadie podia verse encarnada con mi3 nitidez la veleidad de la fortuna de 10s principes que en este principe de la casa de Francia que habia perdido repetidas veces las ocasiones
  • 22. 1. El tono de la vida 27 mds propicias, que habia aspirado a las coronas de Hungria, Sicilia y Jerusaltn, y que no habia cosechado otra cosa que descalabros, pe- nosas fugas y largoq cautiverios. Aquel rey poeta sin trono, que se complacia en las poesias pastorales y en el arte de la miniatura, tiene que haber sido de una frivolidad profundamente arraigada; de otro modo, le hubiese curado su suerte. Despuks de haber visto morir a casj todos sus hijos, la hija que le qued6 tuvo un destino que super6 in- cluso a1 suyo en sombria pesadumbre. Margarita de Anjou, mujer llena de espiritu, ambiciirn y pasibn, se habia desposado a 10s dieci. sCis aiios con el rey de Inglaterra Enrique VI, que era imbkil. La cor- te inglesa era un infierno de odio. En ninguna parte estaban tan arraigados en la? costumbres politicas como en Inglaterra la descon- fianza hacia 10s parientes del rey, la acusaci6n contra 10s servidores poderosos de la corona, 10s asesinatos secretos y de jugticia, causados por el afAn de seguridad y el partidismo. Largos aiios vivi6 Marga- rita en aquella atm6sfera de persecucibn y de terror, hasta que entr6 en el estadio de la violencia plltblica y sangrienta la gran disensibn de familia entre 10s Lancaster, la casa de su esposo, y 10s York, la de sus numerosos e inquietos primos. Entonces perdi6 Margarita su coro. na y suq propiedades. Las fluctuaciones de la guerra de las Dos Rosas la hicieron pasar por 10s mds espantosos pcligros y por las mds amar- gas necesidades. Oculta, por hltimo, en una hospederia de la corte de Borgoiia, le hizo por su propia boca a Chastellain 2 el cronista de la corte, un conmovedor relato de su infortunio y dc sus malandanzas: de c6mo habia tenido que confiarse con su hijito a la compasibn de un salteador de caminos; de c6mo una vez en misa habia tenido que pedir una moneda para la oErenda a un arquero escods, qui demy d dur (contra qu voluntad) et ci regret luy tira un gros dlEscosse (mo- neda escocesa) de sa bourse et te luy presta. El buen historiador, conmovido por tanta cuita, le dcdic6 como consuelo un Temple de Bocace, aucun petit traitk de fortune, prenant pied sur son incons tance et de'ceveuse (engaiiosa) nature. Creia, con arreglo a la acre- ditada receta de aquellos dias, que nada podria confortar a la atribu- lada princesa mejor que una 16gubre galeria de desdichas principescas. 29 Chastehin, IV, p6g. 3C0 y sig.; VII, pig. 75; cf. Thomas Basin: De rebus gestis Caroli VII, et Lud. XI, historiarum libri XZI, ed. Quicherat (Soc. de ['hist. de Fran. ce), 1855-1859, 4 vols., I, pAg. 158.
  • 23. 28 El otoiio de la Edad Media Ninguno de 10s dos podia sospechar que aim esperaba a Margarita lo peor: en 1471 fueron derrotados definitivamente en Tewkesbury 10s Lancaster, su 6nico hijo cay6 en la batalla o h e asesinado desputs de ella, su esposo fue muerto secretamente y ella misma pas6 cinco aAos en la Tower, para ser vendida, en ultimo tkrmino, por Eduardo IV a Luis XI, a1 cual hubo de ceder la herencia de su padre, el rey R e d , como prueba de gratitud por su liberacibn. Si 10s principes autinticos pade~iansemejantes destinos, @mo no habia de prestar fe un ciudadano de Palis a 10s cuentos de coronas perdidas y de destierros, con que a veces trataban de despertar el inte- r& y la compasi6n algunos vagabundos? En 1427 aparecib en Paris una banda de gitanos, que se hacian pasar por penitentes, ung duc et ung conte et dix hommes tous b cheval. El resto, ciento veinte perso- nas, tuvo que permanecer fuera de la ciudad. Decian ser de Egipto. El Papa les habia impuesto, como penitencia por su apostasia de la fe cristiana, siete aiios de peregrinaci6n, sin dormir en ningfin lecho. Habian sido, a1 decir de ellos, aproximadamente mil doscicntos; pero su rey y su reina y todos 10s demis habian rnuerto por el camino. Por linica ayuda habia ordenado el Papa que todos 10s obispos y abades les diesen diez libras torncsas. Los parisienses acudieron en grandes masas a contemplar aquel pequefio pueblo extraiio y se dejaron decir la buenaventura por las mujeles, que hicieron pasar el dincro de las bolsas de las buenas gentes, a las suyas propias par art rnagicque ou autrement 30. Una aureola de aventura y de pasi6n rodcalca la vida cle 10s princi- pes, mas no era solamente la fantasia popular la que le prestaba este colorido. El hombre modern0 no se hacc, por lo regular, idea de la desenfrenada extravagancia e inflamabilitlntl del espiritu mctlicval. Quien sblo buscase informaci6n cn 10s documentos oficiales, conside- rados con justicia como las fucntes mis seguras para el conocilniento de la historia, podria hacerse de este trozo tie la historia mcdicval una imagen que no se diferenciaria en nada csencial de una dcscripci6n de la politica de ministros, y cmbajadores en cl siglo XVIII. Pero en se- mejante imagen faltaria un elemento importante: cl colorido chillbn de la pasibn violenta, que animaba tanto a 10s pucblos como a 10s prin- cipes. Sin duda existe modernamente en la politica un elcmento pa- So Journal d'rcn bourgeois, pig. 219.
  • 24. 1. El tono de la vida 29 sional; per0 tropieza con mis trabas e impedimentos, excepci6n hecha de 10s dias de revolucibn y de guerra civil; va encarrilado de cien maneras por el con~plicadomecanismo de la vida social. En el siglo xv se desborda la pasibn espontinea en tal medida, que salta una y otra vez por encima de la propia conveniencia y del dlculo. Si esta pasi6n va de la mano con ei sentimiento del poder, como en 10s principes, entonces obra con doble vehemencia. Chastellain exprcsa perfectamente esta idea i n su estilo solemne: "No es maravilla, dice, que 10s princi- pes se encuentren con frecuencia en hostilidad unos con otros, puisque les princes sont hommes, et leurs ajfaires sont haulx et agw (elevados y espinosos), et leurs natures sont subgettes ci passions maintes comntc d haine et envie, et sont Eeurs coeurs way habitacle d'icelles (des pas- sions) ti cause de leu7 gloire en rkgner" 31. {No es esto aproximada- mentc lo mismo que ISurckhardt ha llamado "el pathos dc la do- minaci6nW? Quien quisiera escribir la his,toria de la casa de Borgoiia tendria que hacer resonar una y otra vez, como tcma de su relato, un motivo de venganza, ncgro como un catafalco, que en cada acci6n de guerra o de paz dejase en el lector el gusto amargo de su espiritu lleno de 16gu- bre sed de venganza y de orgullo desatado. Seria seguramente muy ingenuo tornar a la opini6n harto simple, que se hizo sobre esa hiy toria el mismo siglo xv. No es posible, naturalmente, derivar de la cadena de venganzas reciprocas de Orleins y Borgoiia, las dos ramas de la casa de Valois, la total oposicibn de poderes de que brot6 la secular contienda entre Francia y 10s Habsburgos. Pero debiera recor- darse mds frecuentemente de lo que suele succder, a1 indagar las cau. sas generales politicas y econ6micas, que para los, contempordneos, tanto 10s espectadores como aquellos que eran actores del gran litigio, era la venganza el momento esencial que regia las acciones y log destinos de 10s principes y de 10s paises. Felipe el Bueno es en prii mera linea, para ellos, el vengador, celluy qui pour uengier I'outraige fait sur la personne du duc Jehan soustint la gherre seize ansaa. Como una sagrada misi6n la tomb Felipe sobre si: en toute criminelle et mortelle aigreur, il tireroit d la vengeance du mort, si auant que Dieu luy vouldroit permettre; et y mettroit corps et dme, substance et pays 31 Cl~astellain,rn, pdg. 30. 32 La Marche, I, pig. 89.
  • 25. 30 El otoijo de 13 Edad Media tout en l'auenture et en la disposition de fortune, plus re'putant oezlure salutaire et agre'able iL Dieu de y entendre que de Ir lais~er33.Con gran severidad se reproch6 a1 dominico que predicG cn 1419 la o:a- ci6n fhnebre del duque asesinado, haberse atrevido a rccordar el deber cristiano de no vengarse. La Marche presenta las, cosas como si el deber de honrar y vengar a1 muerto hubiese sido la mcta de las aspi. raciones politicas de 10s propios dominios del duque 34: todas las clases sociales de sus dominios clamaban con 61 venganza, dice 35. El Tratado de Arras, de 1485, que debia traer aparentementc la pa2 entre Francia y Borgoiia, comienza con las sanciones por el asesinato de Montereau: fundar una capilla en la iglesia de Montereau, donde habia estado enterrado primeramente Juan, capilla en la cud debia cantarse un requiem diario por toda la ctcrnidad; lunclzr unn car- tuja en dicha ciudad; poner una cruz en el mismo puente en que habia tcnido lugar el hecho; pagar una misa en la iglesia de 10s car- tujos de Dij6n, donde estaban sepultados 10s duques de Borgoiia". Pero esto era s610 una parte de la total s,anci6n y vergiienza phblicas que exigi6 el canciller Rolin en nombre del duque; habia, ademis, no s610 en Montereau, sino tambidn en Roma, Gante, Paris, Santiag;~de Compostela y JerusalCn, iglesias con capitcles y con inscripciones de piedra que debian relatar el hecho 37. Una necesidad de Penganza, revestida de formas tan prolijas, time que haber dominado complelamente el espiritu. Y el pueblo tam- poco hubiese podido comprender nada de la politica de sus prin- cipes mejor que estos simples motivos primitikos del odio y la ven4 ganza. La adhesi6n a 10s principeq tenia un caricter de impulsividad infantil; era un espontineo sentimiento de lealtad y compafierismo. Era una supervivencia del viejo y fuerte sentimiento que unia a 10s 33 Con toda insistencia, por penosa y fatal que fuese, trataria de vengar a1 muerto, hasta donde Dios quisiera permitirselo; y pondria en ello el cuerpo y el alma, sus riquezas y su pals; todo lo entregarfa a la vtntura y a1 capricho de la fortuna, repotando obra saludable y agradable a Dios mis el entender en ello qne el dejarlo. 34 Chastellain, I, pigs. 79-82; Monstrelet. 111, pig. 361. 35 La hfa~che.I, pig. 201. 3% El Tratado y demis en La Marche, I, pAg. 207. 37 Chastellain, I, pig. 196.
  • 26. 1. El tono de la vida 3I auxiliares juramentados con el demandante y a 10s hombres de gue- rra con su seiior, y que se inflamaba, rotas, las hostilidades, con una pasi6n que lo olvidaba todo. Era un sentimiento partidista, no un sentimiento politico. La 6ltima Edad Media es la Cpoca de las gran- des luchas de partidos. En Italia se consolidan 10s partido8 ya en el siglo XIII, en Francia y en 10s Paises Bajos aparecen por todas partes en el siglo xrv. Todo el que estudie la historia de aquel tiempo ha de quedar qorprendido en mis de una ocasi6n ante la falta de funda. mento suficiente con que la moderna investigacidn hist6rica deriva de causas econ6mico-politicas esas luchas partidistas. Los antagonis- t.10~ econ6micos, que se les da por base, son construcciones puramente esquemAticas, que no pueden sacarsc de las fuentes con la mejor volun- tad del mundo. Nadie pretende negar la existencia de causas econ6. micas en estas agrupaciones de partido; per0 el insatisfactorio resub tado con que se han explicado hasta hoy autoriza a preguntar si para la explicaci6n de la lucha de 10s partidos en la hltima Edad Media no ofreceria por el momento mAs ventajas un punto de vista psicol6- gico-politico que el econ6mico-politico. Lo que realmente sobre el origen de 10s partidos, resulta de lag fuentes, es poco mAs o menos lo siguiente. En la 6poca puramente feudal vense por todas partes pequeiias guerras locales, en que no cabe descubrir otro motivo econ6mico que la envidia del uno por 10s bieneq del otro. Sin embargo, no s61o por 10s bienes ajenos, sino con no menos vehemencia por el propio honor. El orgullo de familia y la sed de venganza, la lealtad apasionada por parte de 10s s,hbditos, son entonces impulsos perfectamente primarios. Mas a medida que se extiende y consolida el poder del Estado, se polarizan en cierto rnodo todas estas guerras de familia en el sentido del poder central y se concentran en partidos, 10s cuales no conciben la causa de su antagonism0 mis que partiendo de la base de la solidaridad y del honor colectivo. {Vemos mis profundamente dentro de Ias causas, cuando postulamos antagonismos econ6micos? Cuando un sagaz con- temporineo declara que no era posible descubrir razones fundadas del odio entre jibosos y bacalaos en HolandaS8, no basta encogerse de~~ectivamentede hombros y tratar de ser mis avisados que 61. No 08 Basin. 111, pig. 74.
  • 27. 32 El otofio de la Edad Media hay de hecho una soIa explicaci6n satisfactoria de por quC 10s Eg- mond han sido bacalaos y 10s Wassenaer jibosos. Pues 10s antagonis- mos econ6micos que caracterizan a sus, familias s610 son el product0 de su posicidn frente a1 principe, como afectos a este o aquel par- tido 39. La vehemencia con que podia actuar la emoci6n causada por la adhesi6n a 10s principes se lee en cada prigina de la historia de la Edad Media. El poeta del milagro de Mariquita de Nymwegen nos presenta a la perverv tia de Mariquita riiiendo y medio matindose primero con las vecinas, por causa de la lucha cntre Arnoldo y Adol- fo de Geldern, y dindose mris tarde muerte, de rabia, a1 saber que el viejo duque es librado de su cautiverio. Este poeta trata de poner en guardia contra 10s peligros de la partiscap. Escoge para ello un ejemplo extremo: un 4uicidio por partidismo. Ejemplo exngerado, sin duda, per0 prueba, sin embargo, del caricter apasionado que atribuia el poeta a1 sentimiento de partido. Pero tambitn hay ejemplos mis consoladores. Los regidores de Ab- beville hacen repicar a media noche las campanas, porque ha llegado un mensajero de Carlos de Charolais con el ruego de que se ore por la curaci6n de qu padre. Los espantados ciudadanos afluyen a la iglesia, encienden cientos de cirios y se pasan Ilorando, de rodillas o echados en el suelo, la noche entera, mientras las campanas siguen repicando 40. Cuando el pueblo de Paris, que en 1427 es todavia angloburgun- dista, qabe que el hermano Ricardo, que tan intimamcnte le habia conmovido hacia bien poco con sus predicaciones, es un Armagnac, 30 Una interpretaci6n como Csta no implica en absoluto el desconocim~ento de 10s factores econ6micos, ni mucho menos; pues ha de formularse necesariamente como una protesta contra la interpretaci6n econ6mica de la historia, segdn cabe demostrar con la siguiente cita de Jaures: Mais il n'y a par seulement dans I'his- toire des luttes de classes, iI y a aussi des luttes de partis. J'entends qu'en dehors des affinitis ou des antagonismes economiques il se forme des groupentents de pas- sions, des intdrtts d'orgueil, de domination, qui se disputent la surface dc l'his- toire et qui diterminent de trbs vastes tbranlements. Histoire de la rCvolution francaise, IV, plig. 158. 40 Chnstellain, IV, 201; cf. mi estudio Uit de voorgeschiedenis van ons na- tionaal besef, en De Gids, 1912, I. (Ahora en Tien Studien Haarlen, 1926.)
  • 28. 1. El tono de la vida 33 que trata de ganar a las ciudades secretamente para su causa, le mal- dice por Dios y por todos 10s santos. En lugar de Ia moneda de estafio con el nombre de Jesils, que 61 les ha dado, toman la cruz de San Andrks, que es la enseiia del partido borgoii6n. Vuelven incluso a jugar a 10s dados, contra 10s cualeg tanto habia tronado el hermano Ricardo, en despit de lay (a despecho de 61). afirma el ciudadano de Paris 41. Pudiera creerse que el cisma entre Avignon y Roma, que no tenia ninguna raz6n de ser dogmitica, no podia despertar tampoco nin- guna pasi6n religiosa, 9, en todo caso, no podia despertarla en aque- 110s pais,es que estaban rnuy alejados de 10s dos centros en que finica- mente se conocia a ambos Papas por sus nombres y que no habian sido alcanzados directarnente por la escisi6n. Pero lo cierto es que tambitn en ellos se concierte inmediatamente el cisma en una Qspera y viva cuestibtl de partidos, e incluso en una oposici6n como la de cre- yentes e infieles. Cuando Brujas se pasa del Papa de Roma a1 de Avignon, abandonan numerosas gentes 5u casa y su ciudad, su pro- fesi6n o su prebenda, para poder vivir, como pide su partido, en Lieja o en otro territorio fie1 a Urban04~.Antes de la batalla de Rosebeke, en 1382, dudan 10s jefes del ejCrcito franc& si deben des- plegar o no contra 10s insurrectos flamencos la oriflama, la bandera real consagrada, que s610 puede ser utilizada en una guerra santa. La decisi6n es: si, puesto que los flamencos son urbanistas, o qea, infie- les43. El escritor y agente politico francts Pierre Salmon no logra encuntrar, con ocasi6n de su visita a Utrecht, ninghn sacerdote que quiera dejarle celebrar sus pascuas, pour ce qu'ils disoient que je estoie scismatique et que je crioie en Benedict Pantipape; de tal suerte que tiene que confesar 61 s,olo en una capi!la, como si lo hiciese ante un saceldote, y oye la misa en la cartuja 44. La intensidad del sentimiento partidista y de la lealtad a 10s prin- cipes era aumentada todavia por el poderoso efecto sugestivo que ejercian todos 10s signos de partidos, colorcs, emblemas, divips, san- 41 Journal d'un bourgeois, pAg. 242; cf. Monstrelet, IV, pAg. 341. 42 Jan an Dixmrrde, ed. Lambin. Iprks, 1839, pig. 283. 43 F'roissarL, ecl. Luce, XI, pAg. 52. 44 ~ l l i n ~ o i ~ e sde Pzrrre le Fruictier dit Snltnon, Buchon, 3e. sup@. de Froissart, xv, pig. 22.
  • 29. 34 El otoiio de la Edad Media tos y seiias; 10s cuales se sucedian de cuando en cuando en pintoresca mutacibn, preiiados las mis veces de sangre y de muerte, per0 siendo tambikn en ocasiones sefiales de cosas mis gratas. Cerca de unas dos mil personas salieron a recibir en 1380 a1 joven Carlos VI cuando hizo su entrada en Paris, vestidas todas igual, mitad de verde, mitad de blanco. Por tres veces se vi6 en 10s aiios 1411-1413 a todo Paris sdbitamente adornado con diversos distintivos: gorros color violeta obscuro, con la cruz de San Andres, gorros, blancos, y luego otra vez violeta. Los llevaban incluso 10s clkrigos, las mujeres y 10s niiios. Du- rante el imperio del terror ejercido por 10s borgoiiones en Paris, en 1411, eran excomulgados 10s armagnacq todos 10s domingos a repique de campanas. Se adornaban las imigenes de 10s santos con la cruz de San AndrPs y se afirmaba incluso que algunos sacerdotes no que- rian hacer en la misa ni en el bautismo el signo de la cruz recto, como habia sido crucificado el Sefior, sino que lo hacian oblicuo 45. La ciega pasidn con que el hombre medieval se entregaba a su par- tido, a su seiior e igualmente a sus propios negocios era tambien en parte una forma de expresi6n de aquel inconmovible, petreo sentido del derecho, que le era propio, de aquella incontrastable certidumbre de que todo act0 exige una pogrera sanci6n. El sentido de la jus- ticia era todavia pagano en sus tres cuartas partes. Era necesidad de venganza. La Iglesia habia tratado, ciertamente, de endulzar 10s usos juridicos, impulsando a la mansedumbre, a la paz y a1 caricter con- ciliador; per0 el sentido del derecho propiamente dicho no se habia modificado por ello. Al contrario, qe habia hecho aim mis extremado, incorporando a la necesidad de sanci6n el odio a1 pecads. Mas el pecado era con harta frecuencia, para aquel vehemente espiritu, aque- 110 que hace el enemigo. El sentido de la justicia habia ido extre- mindose poco a poco, hasta llegar a ser un p r o saltar del polo de un birbaro concept0 del ojo por ojo y diente por diente, a1 polo de la aversidn religiosa por el pecado. Simultineamente se sentfa rnis y mis la urgente necesidad de que el Estado castigase con rigor. El sentimiento de inseguridad, el exagerado temor, que implora del po- der pJblico en toda crisis una politica terrorista, se habia hecho crb- 45 Chronique du religieux dc Saint Denis, ed. Bellagnet (Coll. des documents inddites), 1839-1852, 6 vols., I, pig. 34; Juvenal des Unins. pAginas 342, 467-471. Journal d'un bourgeois, p6gs. 12, 31 y 44.
  • 30. 1. El tono tle la vida 33 nico en la hltima Edad Media. La idea de que hay que purgar todo crimen fu6 retrocediendo paulatinamente, para convertirse en una supervivencia casi idilica de antigua ingenuidad, a medida que se consolidaba la idea de que el crimen significa a1 mismo tiempo un peligro para la sociedad y un ataque a la majestad divina. De eqta suerte fuC el final de la Edad Media una 6poca de florecimiento em- briagador de una justida minuciosa y cruel. No se paraba mientes ni un momento en si el malhechor habia merecido su castko. Se ex- perimentaba la mAs intima satisfacci6n ante 10s actos ejemplareq de justicia, que practicaban 10s principes por si rnismos. De tiempo en tiempo iniciaban las autoridades campaiias de rigurosa juqticia, ya contra 10s ladrones y bandoleros, ya contra las brujas y encantado- res, ya contra la sodomia. Lo que nos sorprende en la crueldad de la administracibn de jus- ticia en la hltima Edad Media, no es una perversidad morbosa, sino el regocijo animal y gtosero, el placer de espectAculo de feria que el pueblo experirnenta con ella. Las gentes de Mons compran un capi- tin de bandidos, por un precio sumamente elevado, s610 para darse el placer de descuartizarlo, dont le peuple fwt plw joyeux que si un nouveau corps sainct estoit ressuscite'46. Durante la prisi6n de Maxi- miliano en Brujas, en 1488, se levanta el potro sobre un alto estrado en la plaza del mercado, a la vista del rey prisionero; y el pueblo no cesa de ver el tormento que sufren 10s miembros del Ayuntamiento sospe- chosos de traicibn, y retrasa la ejecucibn implorada por ellos, s610 para saborear una y otra vez nuevos tormentos 47. Los extremos anticristianos a que conducia justamente la mezcla de fe y sed de venganza quedan probados por la costumbre reinante en Inglaterra y Francia de negar a1 condenado a muerte, no sblo el vi5- tico, sin0 tambien la confesi6n. No s,e queria salvar sus almas, se queria aumentar aim la angustia de la muerte con la certeza de las penas del infierno. En van0 orden6 en 1311 el Papa Clemente V que se administrase a1 menos el sacramento de la Penitencia. El idealista politico Philippe de MPziCres insisti6 de nuevo en ello, primer0 cer- ca de Carlos V de Francia, luego cerca de Carlos, VI. Pero el canciller Pierre d'orgemont, cuya forte ceruelle, dice MgziCres, es mis traba- 48 Molinet, 111, pig. 487. 47 Molinet, 111, pligs. 226, 211, 283-287; La Marche, rrr, p5gs. 289-302.
  • 31. 36 El otoiio de la Edad Media josa de volver que Ia rueda de un molino, se opuso, y Carlos V, e.1 prudente y pacific0 monarca, declar6 que mientras 61 viviese no seria modificada la costumbre. S6lo cuando la voz de Jean Gerson se uni6 a la de Mkzicres, formulando cinco dificultadeq u objeciones en con- tra del desafuero, orden6 por edicto real del 12 de febrero de 1397, que se concediese la confesibn a1 condenado. Pierre de Craon, a cuyos esfuerzos fue de agradecer la resoluci6n, erigi6 junto a1 patibulo de Paris una cruz de piedra, donde 10s minoristas podian asistir a 10s criminales 48. Per0 el antiguo uso no desapareci6 abn de las costum- bres de1 pueblo. Todavia, poco despuCs de 1500, tuvo el obispo de Paris, Etienne Ponchier, que renovar la constituci6n de Clemente V. En 1427 es ahorcado en Paris un joven noble que se habia hecho salteador de caminos. En la ejecucih, un distinguido funcionario, tesorero mayor del regente, da escape a su odio contra el condenado impidiendo que se le conceda la confesibn que pide. Injuriindole, sube detris de kl las escaleras. le golpea con un bast6n y apalea tam- bikn a1 verdugo, porque exhorta a la victima a pensar en la salvacibn de su alma. El verdugo, espantado, se da prisa ... la cuerda se rom- pe, el desdichado criminal cae del cadalso, se rompe las piernas y las costillas y tiene que subir asi una vez mis las es~aleras~~. En la Edad Media faltan todos esoq sentimientos que han hecho timido y vacilante nuestro concept0 de la justicia: la evidencia de la semiirresponsabilidad, la idea de la falibilidad del juez, la concien- cia de que la sociedad tiene su paite de culpa en 10s crimenes dei individuo, la cuesti6n de si no se le puede corregir, en vez de hacerlo padecer. 0 mejor dicho, acaso no faltaba un obqcuro sentimiento de todo eso, per0 se concentraba ticitamente en un espontzineo irnpulso de misericordia y de perdbn, que ~rescindiendode la cuIpa irrumpe sbbitamente con mucha frecuencia, en medio de la cruel satisfaccibn por la justicia ejecutada. Mientras que nosotros imponemos con vaci- lacibn y con conciencia a media? de nuestra propia culpa penas muy 48 Clementis V constiluliones, lib. v, tit. 9, cap. I, Joannis Gersonii Opera mp- nia, ed. L. Ellies Dupin, ed. 11, Hagae Cornitis, 1728, 5 vols., 11, fig. 427; Or- donnances des sois de France, torno vm, pPg. 122; N. Jorgx Philippe de Mizitrer et la croisade au XIVe siecle (Bibl. de I'EcoIe des hautes ttudes, fax. 110) 1896, pPg. 438; Religieux de S. Denis, 11, pig. 533. 49 Journal d'un bourgeois, pigs. 223-229.
  • 32. 1. El tono de la vida 37 mitigadas, la Edad Media s610 conoce 10s dos extremos: la plenitud del castigo cruel o la gracia. En la concesi6n de ksta se pregunta mu- cho menos que ahora si el' culpable la merece por razones especiales; toda culpa, incluso la mi? evidente, puede obtener completa remi- si6n de su pena en todo momento. En la prictica del p e r a n no siempre daba el implso decisivo la pura misericordia. Es asombrosa la ecuanimidad con que 10s contemporineos relatan c6mo la inter- vencidn de deudos poderosos procura a un criminal lettres de rtmis- sion. No obstante, las mis de estas cartas no les valen a elevados transgresores de la ley, sjno a pobres gentes del pueblo que no han tenido un abogado de peso 50. El contraste direct0 de crueldad y misericordia impera tambiCn en las costumbres y no s610 en la administracibn de la justicia. Por un lado, la mis espantosa dureza contra los, desventurados e imposibili- tados; For el otro, la mis ilimitada ternura, el mas intimo sentimiento de afinidad con 10s pobres, 10s enfermos y 10s dementes como alin hoy las conocemos, en uni6n con la crueldad, por la literatura rusa. El gusto por las ejecuciones va siempre acompaiiado y resulta hasta cierto punto justificado por un sentimiento de justicia intensamente satisfecho con ellas. Por el contrario, en la increible dureza espon- tinea, en la carencia de ternura, en la burla cruel y en la alegria del ma1 ajeno, con que se contempla la desgracia de 10s miseros, falta incluso este elemento del sentimiento de justicia satigecho. El cro- nista Pierre de Fenin concluye su relato del fin de una cuadrilla de bandidos con estas palabras: et faisoit-on grand riste, pour ce que c'estoient tous gens de poure estat 51. En Paris se concierta en 1425 un esbatement (diversi6n) de cuatro ciegos armados que luchan por un cochinillo. El dia antes recorren con sus armaduras la ciudad, precedidos de un gaiter0 y de un hom- bre con un gran estandarte en que esti pintado el cochinillo b2. Velizquez nos, ha conservado las figuras conmovedoramente tristes 60 Jacques du Clercq, IV, pig. 265. Petit-Dutaillis: Documents nouueaux sur Ies moeurs populaires et le droit de vengeance dam les Pays-Bas au XVe sikcle (Bibl. du X P c siiclej l'aris, Champion, 1908, piig. 7, 21. 61 Picrre de Fenin (Petitot, Coll. de mCm, va), pag. 593; cf. su cuento del loco asesinado, pig. 619. 52 Journal d'un bourgeois, pig. 204.
  • 33. 38 El otoiio de la Edad Meda de aquellas enanas que en su tiempo estaban todavia en honor como bufonas en la corte de Espaiia. Estas enanas eran una diversi6n favo- rita en las cortes del siglo xv. En 10s artificiosos, entremets de las gran- des fiestas de la corte exhibian sus artes y su deformidad. Madame d'Or, la rubia enana de Felipe de Borgoiia, era universalmente cono- cida. Se la hizo luchar con el acr6bata Hanss3. En las nupciaa d,e Carlos el Temerario y Margarita de York, celebradas en 1468, se pre- senta madame de Beaugrant, la naine de mademoiselle de Bourgogne, vestida de pastora y montada en un le6n dorado mayor que un caballo. El le6n puede abrir y cerrar las mandibulas, y canta una can- cioncilla de bienvenida. La pequeiia pastora es ofrecida a la duquesa como presente y pueqta sobre la mesas4. No conocemos quejas por la suerte de aquellas mujercillaq pero si partidas de cuentas que nos dicen mis todavia sobre ellas. Estas partidas nos informan de que una duquev hizo sacar a una de aquellas enanitas de la casa paterna, de que el padre o la madre vinieron y la trajeron, de que la visita- ban luego de cuando en cuando y recibian una propina: au $ere de Belon la Folle, qui estoit venu veoir sa fille.. .tTornaba el padre a casa alegre y honrado por el papel que desempeiiaba su hija en la corte? El mismo afio entregaba un cerrajero de Blois dos collares de hierro, uno pour attacher Belon la Folle et l'autre pour mettre au col cEe la cingesse (mona) de madame la duchessem. C6mo eran tratados, 10s enfermos mentales, puede juzgarse por una noticia relativa a1 tratamiento de Carlos VI, el cual gozaba, como rey, de cuidados que contrastaban favorablemente con lo que otros ha- bian de soportar. Para lavar a1 pobre demcnte no se sabia imaginar nada mejor que espantarle por medio de doce hombres pintados de negro, como si 10s diablos viniesen a buscarlc ". Hay, $in embargo, en la dureza de aquellos tiempos un cierto <grad0 de ingenuidad que hace morir en nuestros labios el juicio condena- 53 Jean Lefevre de Saint-Remy: Chronique, ed. F. Xlorand (Foc. de ['Hut. de France), 1876. 2 vols., 11, pig. 168; Laborde: Les ducs de Bourgogne, Eludes suv les lettres, les arts et l'indwtrie pendant le XVe sidcle, Paris. 1849-1853, 3 vols., 11, pig. 208. 54 La Marche. 111, p;lg 135; Laborde, 11, pig. 325. 55 Laborde, Irr, pigs., 355-398. Lr Moyen-age, xu, 19C7, p.iys. 193 0 1 . 56 Juvenal des Ursins, pig. 438, 1405; pero cf. Re[. de S. D ~ n i s ,Ilr, pig. 349.
  • 34. 1. El tono de la vida 39 torio. En medio de una epidemia pestifera que castig6 a Paris, pro- ponen 10s duques de Borgofia y de Orleans celebrar una c o w d'amour para distraer a las gentes". En una pausa de la cruel matanza de armagnacs en 1418, funda el pueblo de Paris, en la igleqia de San Eustasio, la Hermandad de San Andrks; cada sacerdote o seglar lleva una corona de rosas ,-ojas; la iglesia estl completamente llena de ellas y huele comnze s'il fust lava d'eau rose 58. Cuando se terminaron, final- mente, 10s procesos de brujeria, que en 1461 castigaron a Arras como una plaga del infierno, festejaron 10s moradores de la ciudad el triun- Eo de la justicia con un concurso de representaciones de folies mora- listes. Primer premio, un lirio de plata; cuarto premio, un par de capones. Las victimas torturadas habian muerto hacia tiempo 59. Tan abigarrado y chilldn era el colorido de la vida, que era com- patible el olor de la sange con el de las rosas. El pueblo oscila, como un gigante con cabeza de nifio, entre angustias infernales y el mAs infantil regocijo, entre la dureza rnis cruel y una emoci6n sollozante. Vive entre 10s extremos de la negacidn abs,oluta de toda alegria terre- na y un afin insensato de riqueza y de goce, entre el odio sombrio y la mis risuefia bondad. Del lado luminoso de aquella vida ha llegado poco hasta nosotros. Parece como si la clara dulzura y serenidad del alma del siglo xv se hubiese refugiado en su pintura y 5e hubiese concentrado en la pu- reza transparente de su sublime mdsica. La risa de aquella raza ha muerto; su despreocupada alegria y su natural complacencia en la vida siguen viviendo tan s610 en la canci6n popular y en la farsa. fistas bastan para afiadir a nuestra nostalgia de las bellezas perdidas de otros tiempos el anhelo de go7ar la meridiana claridad del siglo de 10s van Eyck. Pero quien se sume realmente en aquel ticmpo nece- sita con frecuencia hacer esfuerzos para no dejar de ver su aspect0 luminoso, pues fuera de la esfera del arte reina por todas partcs la obscuridad. En las arnenazadoras advcrtencias de 10s predicadores, en el cansado suspirar de la alta literatura, en la mondtona informacih de las crdqicas y de 10s documentos, se percibe el grito dc 10s pccados saturados de color y el lamento de la miseria. 57 Piaget: Romania, xx, pig. 417 en xxxr, 1902, pigs. 597-603. 58 Iournal d'un bourgeois, pig. 95. 5:) J R C ~ I I C Sdu Clercq, 111, pig. 262.
  • 35. 40 El otoiio de la Edad Media Los tiempos posteriores a la Reforma ya no han vuelto a ver 10s pecados capitales de la soberbia, la ira y la avaricia en la purphea plenitud y en la deqvergonzada osadia con que circulaban entre la humanidad del siglo xv. iAquella desmesurada soberbia de Borgofial La historia entera de aquella familia, desde el act0 de bravura caba- lleresca en que echo raiccs la fortuna ascendente de Felipe I, pasando por 10s amargos celos de Juan Sin Miedo y la negra sed de venganza por su muerte, pas,ando luego por el largo estio de aquel otro Mag- nifico, Felipe el Bueno, hasta llegar a la demente obstinacibn en que sucumbe el siempre ambicioso Carlos el Ternerario, tno es el poema de la soberbia heroica? Sus dominios eran las tierras de mis intensa vida en Occidente: Borgoiia, prefiada de fuerza como qu vino, la coli- r i p e Picardie, el rico y ivido Flandes. Son las mismas tierras en que florecid la magnificencia de la pintura, de la escultura y de la mhica, y en que imperaba el mas fogoso dere~hode kenganza y se extcndia entre 10s nobles y 10s habitantes de fas ciudades la mis violen~a barbarie so, No hay ninglin ma1 de que aquella epoca tenga miq conciencia que de la codicia. Pueden oponerse la soberbia y la avaricia como 10s pe- cados de la kpoca antigua y de la kpoca moderna, respectivamente. La soberbia es el pecado del periodo feudal y jerirquico, en que la propiedad y la riqueza son todavia poco mdviles. El sentimiento de poder no coincide todavia con la riqueza en primer lugar y simple- rnente; es m9s personal. El poder necesita, para qer reconocido, ma- nifestarse por medio de un gran derroche: numeroso skquito de leales, costosos adornos e imponente apariencia de 10s poderosos El sentimiento de ser mis que otro hombre es alimentado continua- mente por la idea feudal y jerirquica en forma viva: por medio del homenaje y pleitcsia rendidos de hinojos, de 10s honores, solemnes y de la pompa mayestitica, todo lo cual reunido hace sentir la supe- rioridad como algo muy esencial y justificado. La soberbia es un pecado simbblico y un pecado teoI6gico. Sus raices penetran profundamente en el suelo de toda concepcibn de la vida y del universo. Superbia fue la raiz de todo mal. La soberbia de Lucifer fuC el principio y la causa de toda perdici6n. Asi lo vio San 60 Jacques du Clercq, passim; Petit Dutaillis: Documents, etc., pig. 131.
  • 36. 1. El tono de la vida 41 Agustin y asi ha seguido siendo en el pensamiento de 10s que han venido despuks: la soberbia es la fuente de todos 10s pecados que de ella brotan como de su raiz y su tronco 81. Pero junto a la sentencia de la Escritura que apoyaba esta inter- pretacibn: A superbia initium sumpsit omnis perditicsz, habia otra sentencia: Radix on~~riumnzalorum e ~ tcuptdztasG3. Fundindose en ella, se podia considerar tambih la codicia como la raiz de todo mal. Pues por cupiditas, que como tal no tiene pues,to en la serie de 10s pecados capitales, se entiende en este texto aunrilia, como se dice en otra lecci6n del mismo 64. Y parece como si aproximadamente desde el siglo XII haya la convicci6n de que la avaricia desenfrenada es la que pierde a1 mundo dcsalojando a la soberbia de su puesto de pri- mero y m& fatal de 10s pecados en la estimacibn de 10s espiritus. La antigua primacia teol6gica de la superbia es ahogada por el caso siem- pre creciente que atribuye toda la miseria de 10s tiempos a la avaricia cada vez mayor. iCbmo ha maldecido el Dante la cieca cupidigia! La codicia carece del carkter simbblico y teol6gico de la soberbia. Es el pecado natural y material, la pasibn puramente terrenal. Es el pecado de aquel period0 en que la circulaci6n del dinero ha trans- formado y desligado dc sus trabas tradicionales las condiciones en que 5e despliega el poder. La apreciaci6n del valer personal se torna una operacibn aritmktica. Hay un espacio mucho mayor para la satisfac- ci6n de 10s apetitos mis desenfrenatlos y para la acumulaci6n de teso- ros. Y estos tesoros no tienen todavia csa impalpabilidad fantasnd que el credit0 modern0 ha prestado a1 capital; sigue siendo el rubio oro mismo el que figura en el primer plano de la fantasia. Y el em- pleo de la riqucza no tiene todavia el carrictcr automritico y mecinico de la continuada imposici6n de capitales; la satislaccibn qigue resi- diendo en 10s mis vehementes extremos de la avaricia y la prodiga- lidad. En la prodigalidad contrae matrimonio la codicia con la anti- gua soberbia. Rsta seguia viva y robusta: la idea jcrirrluica, fcuda!, no habia perdido a h nada de su vigor; el placer de la potnpa y la mag- 81 Hugo de San Victor: De fruclibris carnis et spiritus, hligne, crxxvl, pig. 997. 62 Tobias, 4, 14. Toda perdici6n toma s o principio de la soberhia. 83 I Timoteo, 6, 10. 1.a codicia cs la raiz de todos 10s males. 64 Petrus Damiani: Ep'st., lib. I, 15; hiigne, cxr.rv, pig. 234, id. Contra philar- gyriam ib. CXLV, pig. 533; Pseudo-Eernardus: Liber de modo bene vivcndi, 44-45. Migne c~xxxv,p6g. 1.266.
  • 37. 42 El otoiio de la Edad Media nificencia, del boato y el fausto, conservaba el color purpfireo de la sangre. Justamente la uni6n con una soberbia primitiva es la que da a la avaricia o codicia de la 5ltima Edad Mcdia esa espontaneidad, ese apasionamiento, esa desesperach, que parecen haber perdido por completo 10s tiempos posteriores. El protestantismo y el Renacimiento han prestado a la codicia un valor Ctico, legalizdndola como un estimulo htil del bienestar general. El estigma que pesaba sobre ella fuC des- vanecihdose a medida que se iba encomiando con menos entusiasmo la negaci6n de todos 10s bienes terrenos. En la filtima Edad Media, por el contrario, podia el espiritu percibir el contraste puro y sim- ple entre el pecado de la codicia y la caridad o la pobreza voluntaria. A traves, dc la literatura y las cr6nicas de aquel tiempo, desde el refrin hasta el tratado de picdad, resuena por todas partes el acre odio a 10s ricos, el clamor contra la codicia de 10s grandes. Hay a veces como un obscuro prescntimiento dc la lucha de clases, expresado por 10s medios de la indignaci6n moral. En esta esfera pueden darnos la justa sensaci6n del tono de la vida en aquella +oca tanto 10s do- cumentos como las fuentes narrativas, pues en todos 10s document05 de 10s proceso* brilla la mAs desvergonzada codicia. En 1436 se interrumpc el culto divino durante veintid6s dias en una de las iglesias mis concurridas de Paris, porque el obispo no quiso consagrar de nuevo la iglesia ante? de recibir determinada suma d r dos mendigos que habian profanado la iglesia, hacikndose a consecuen- cia de una riAa un rasguiio del que brot6 sangre, y 10s pobres no tenian la suma. El obispo Jacques du Chstelier pasaba por ung homme tris ?ompeux, conuoicteux (codicioso) plus mondain que son estat ne re- queroit. Pero bajo su sucesor, Denys de Moulins, pas6 en 1441 una coTa parecida. Esta vez no se pudo sepultar ni hacer procesiones du- rante cuatro meses en el cementerio de 10s Inocentes, el mbs celebre y mis solicitado de Paris, porque el obispo pedia por ello mis de lo que la iglesia podia dar. De este obispo se Ice: homme tras pou (poco) piteux a quelque personne, s'zl ne recevoit argent ou aucun don qua le vnul~ist (lo valicse) et pour vray on disoit qu'il auait plus de cin- guante proccs en Porlement, car de lui n'avoit on rien sans pr0cd.s 65. 65 Journol d'un bourgeois, pigs. 325, 343, 357; en la nota. 10s pasajcs justifi- cativos de 10s registros del Parlamento.
  • 38. 1. El tono de la vida 43 Es necesario seguir la historia de 10s "nuevos ricos" cte aquel tiempo -de una familia D'Orgemont, por ejemplo- en toda la baje7a de su tacafieria y obstinacibn en pleitear, para comprcncler el oclio vio- lento del pueblo, la iracundia de 10s predicadores y de 10s poetas, que se vertian incesantcmentc sobre 10s ricose6. El pueblo no sabe ver su propio destino y 10s acontecin~ientosde aquel tiempo de otro mod0 que como una sucesi6n continua de mala administracidn y rapacidad, guerras y latrocinios, carestia, miseria y pestilencias. Las formas crbnicas que solia tomar la guerra, la continua agitacih de las ciudades y del canlpo por toda clase de gente peligrosa, la eterna amenaza de un procedimiento judicial duro y poco digno de confianza y, ademits, de todo esto, la opresi6n del temor a las penas del inficrno, del terror a los diablos y a las brujas, daban pibulo a un sentimiento de inseguiidad general, que era muy adccuado para teAir de negro el fondo c!e la vida. No era solarnente la vida de 10s humildes y de 10s pobres la quc transcurria en medio de esta inseguridad. Tam- b i h en la vida de la nobleza y de la magistratura qe hacen casi regla 10s mis duros cambios de destino y 10s peligros permanentes. El picardo Mathieu d'Escouchy es uno de 10s muchos historiadores que cuenta el siglo xv. Su crbnica, sencilla, precisa c imparcial, llcna de la usual veneracibn por el ideal caballere$co y por la tradicional tendencia mo- ralizadora, nos hace sospechar en 151 nn honrado escritor, quc con- sagraba sus dotes a1 trabajo concienzudo del historiador. Pero iquC imagen de la vida del autor nos traza el editor de esta obra histdrica, fundindose en 10s documentos! Mathieu d'Escouchy comicnza su carrera de magistrado como consejero, regidor, jurado y preboste de la ciudad de Perona entre 1440 y 1450. Desde un principio se le en- cuentra en" una especie de contienda con la fatnilia del procurador de dicha ciudad Jean Froment, contienda que se ventila en repetidos proce4os. Unas veces es el procurador quien persigue a D'Escouchy por falsificaci6n y homicidio; otras veces por excbs et attemptnz (por ex- cesos y atentados) . El preboste, por su parte, amenaza a la viuda de 66 L. Mirot: Les d'orgemont, leur origine, leur fortune, etc. (Bibl. du XVc sid- cie) Paris, Champion, 1913; P. Champion: Fran~oisVillon, sa vie el son temps, idem, Paris, Champion, 1913, 11, pig. 230 y sigs. 67 Mathieu d'Escouchy: Chronique, cd. G. du Fresne de Beaucourt (Soc. de l'Hist. dk France), 1863-1864, 3 vols. I, pigs. 4-23.
  • 39. 44 El otofio de la Edad Media su enemigo con una pesquisa por magia, de la cual es sospechoqa. Pero la mujer sabe procurarse un mandamiento, por virtud del cual D'Es- couchy tiene que poner su pesquisa en las manos de la justicia. El aqunto pasa a1 Parlamento de Paris, y D'Escouchy es reducido por primera vez a prisibn. DespuCs de Csta le encontramos otras seis vecea preso como acusado, y una vez, prisionero de guerra. Se trata todas las veces de cas,os uiminales graves y mis de una se ve entre pesadas cadenas. Esta cornpetencia de acusaciones mutuas entre las fanlilias Froment y D'Escouchy es interrumpida por un violento encuentro, en el rual el hijo de Froment hiere a 1)'Escouchy. Ambos toman a precio facinerosos para matars,e uno a otro. Cuando esta larga contienda ha desaparecido de nuestra vista, surgen nuevos choques. Esta vez es he- rido el preboste por un monje. Nuevas acusaciones, y en 1461, traslado de D'Escouchy a Nesle, como sospechoso de hechos criminales, a lo que parece. Todo esto no le impide, sin embargo, hacer carrera. Llega a ser baile, preboste de Ribemont, procurador del rey en San Quintin; es elevado a la nobleza. DespuCs de nuevas heridas, reclusiones y mule tas, lo encontramos en el servicio militar. En 1465 lucha en MontlhCry por el rey contra Carlos el Temerario, y es hecho prisionero. De una campafia posterior torna agotado a su casa. Entonces contrae matri- rnonio. Pero esto no significa para t l el comienzo de una vida tran- quila. Lo encontramos acusado de falsificacibn de sellos, conducido preso a Paris comme larron et murdrier (ladr6n y asesino) , enzarzado en una nueva contienda con un regidor de Compikgne, obligado por el tormento a confesar una culpa, y desestimada su apelacih, conde- nado, rehabilitado, condenado de nuevo, hasta que desaparece de 10s documentos la huella de esta existencia de odio y de persecuci6n. Sicmpre que indagarnos 10s destinos de las personas mencionadas en las fuentes de aquel tiempo surge la imagen de una vida igualmcnte turbulenta. Leanse, por ejemplo, 10s detalles reunidos por Pierre Champion sobre todos aquellos a quienes Villon ha hecho un legado o ha mencionado en su testamento"; o las notus de Tuetey a1 diario del ciudadano de Paris. Siempre son procesos, crimencs, disensiones y persecuciones sin cuento lo que encontramos. I' se trata de la vida de 88 P. Champion: Franpis Yillon, sa uie et son temps. (Bib[. du X l c sikle) Paris. 1919, 2 vols.
  • 40. 1. El tono de la vida 45 toda clase de gentes, sacada a luz de 10s documentos judiciales, eclt. siisticos, etc. Cr6nicas como la de Jacques du Clercq, que es una mera colecci6n de crimenes, o el diario del ciudadano de Metz, Philippe de Vigneulesag, pueden darnos una imagen demasiado negra de aquel tiempo. Las mismas lettres de r&mission,que ponen ante nuestros ojos la vida diaria con tan viva exactitud, iluminan exclusivamente el lado malo de la vida, puesto que sblo hablan de delitos. Pero cualquier muestra, tomada a1 material que se quiera, no hace sino robustecer nuestras mis sombrias imdgenes. Es un mundo malo. El fuego del odio y la violencia se eleva en altas Ilamaradas. La injusticia es poderosa, el diablo cubre con sus ne- gras alas una tierra liigubre, y la humanidad espera para en breve el tkrmino de todas las cosas. Pero esta misma humanidad no se con- vierte. La Iglesia luclla, 10s predicadores y poetas claman y amonestan. Todo en vano. 69 Ed. H.Michelant: Bibl. des lit. Vereins ru Stuttgart, t. xxw, 1852
  • 41. Capitulo 2 ANHELO DE UNA VIDA MAS BELLA T ODA kpoca suspira por un mundo mejor. Cuanto mds profunda es la desesperacidn causada por el ca6tico presente, tanto mas intimo es este suspirar. Hacia el fin de la Edad Media es una amarga melancolia el tono fundamental de la vida. El matiz de resuel- ta alegria de la vida y firme confianza en la propia energia, que alienta en la historia del Renacimiento y a travCs del movimiento de la ilustracidn, apenas se percibe en la esfera de la vida franco-borgo- iiona del siglo xv. <Era entonces la vida realmente mis dcsdichada que en otras Cpocas?A veces se creeria asi. Dondequiera que se busque, en la tradici6n literaria de aquel tiempo, en 10s historiadores, en 10s poetas, en 10s sermones, en 10s tratados religiosos, e inclao en 10s documentos, casi no parece haberse conservado en ellos otra cosa que el recuerdo de las disensiones, del odio y la maldad, de la codicia, la rudeza y la mise- ria. Y uno se pregunta: les que no podia complacerse aquella Cpoca en otra cosa que en la crueldad, la soberbia y la intemperancia? <Es que no cabe encontrar por ninguna parte en ella una dulce jovialidad y una tranquila dicha de vivir? Es cierto que toda kpoca deja en la tradici6n mis huellas de su dolor que de su dicha. Son 10s infortunios 10s que pasan a la historia. Una instintiva convicci6n nos dice, sin embargo, que la suma total de dicha de vivir, serena alegrfa y dulce tranquilidad, que fuC otorgada a 10s hombres, no puede diferenciarse en un period0 mucho de la de otro. Y el brillo rie la dicha que gozd la 6ltima Edad Media no se ha extinguido aim por completo; sigue viviendo en la canci6n popular, en la m6sica, en 10s tranquilos hori- zontes del paisaje y en 10s graves rostros del retrato. Sin embargo, en el siglo xv no era todavia costumbre, y casi po- driamos decir que pecaba contra el buen tono, loar en alta voz la vida
  • 42. 2. Anhelo de una vida m6s bella 47 y el mundo. El que consideraba con gravedad el curso diario de las cosas y expresaba luego su juicio sobre la vida, ~nicamentesolia men- cionar el dolor y la desesperacibn. Veia el tiempo acercindose a su Ein y todas las cosas terrenas inclinindose a su ruina. El optimismo, que empezari a brotar en el Renacimiento, para alcanzar su kpoca de florecimiento en el siglo XVIII, era desconocido todavia a1 espiritu fran- c& del siglo xv. {Qut hombres son 10s que por primera vez hablan de su propio tiempo llenos de esperanza y de satisfaccibn? No 10s poetas, ni mucho menos 10s pensadores religiosos, ni tampoco 10s hombres de Estado, sino 10s eruditos, 10s humanistas. Es el gozo que produce la sabiduria antigua, hallada de nuevo, el que arranca por primera vea a 10s espiritus exclamaciones de j6bilo ante el presente. Se trata de un triunfo de naturaleza intelectual. La conocida exclamaci6n de U1- rico de Hutten, 0 saeculum, o literae! juvat vivere! -job siglo, oh literatura, qut dicha vivirl- se interpreta las mris de las veces en un sentido demasiado amplio. Es mucho mAs el hombre de letras que el hombre pura y simplemente, quien se regocija. Podriamos citar toda una serie de exclamaciones anilogas sobre el esplendor de la kpoca, procedentes del comienzo del siglo xvl; per0 no hariamos sino repetir la experiencia de que se refieren casi exclusivamente a la cultura intelectual restaurada y de que no son en mod0 alguno manifestacio- nes ditirimbicas del placer de vivir en toda su plenitud. El mismo sen. tido de la vida que tienen 10s humanistas se halla moderado a6n por el antiguo desvio piadoso del mundo. Mejor que por las palabras de Hutten, citadas con demasiada frecuencia, puede llegarse a conocer este sentido por las cartas de Erasmo, de 10s alrededores del aiio 1517; algo mPs tarde ya no, pues pronto decae en Erasmo el optimismo que le habia arrancado aquellos tkrminos entusiastas. "No soy, verdaderamente -escribe Erasmo a Wolfgang Fabricio Ca- pito, a principios de 1517 tan apasionado de la vida, sea porque ya he vivido bastante para mi gusto- he entrado ya en 10s cincuenta y un afios- sea porque no vea en esta vida nada tan magnifico o tan agradable, que compense el perseguirlo, para aquel a quien la fe cristiana ha enseiiado a ueer verdaderamente que a aquellos que han practicado aqui la piedad en la medida de sus fuerzas les espera 1 Allen, n6m. 541; Amberes, 26 de febrero de 1517; cf. nurns. 542, 566, 862 y 967.
  • 43. 48 El otoiio de la Edad Media una vida n~uchomis feliz. Con todo, me placeria a la saz6n volverme un poco rnis joven, pcro s610 porquc veo llegar una edad de oro, p r dccirlo asi, en el porvenir inmediato." Erasmo describe a continua- cidn la uni6n de todos 10s principes de Europa quc sc inclinan a la paz (para 61 tan cara) y prosigue: "Esto me mueve a esperar firmcmente que no s610 la honradez de las costurnbres y la picdad cristiana, siuo tambikn una depurada y autbntica literatura y una muy hermosa ciencia, en parte revivirin, en parte se desplegarrin, de un modo nue. vo." Gracias a la proteccih dc 10s principes, bien cntcndido. "A su piadoso espiritu debemos el ver a aqnellos cspiritus gloriosos despertar y lcvantarse por todas partes como a m a seiial clada, conjurindose mutuamente para restaurar la buena literatura" (nd wstitzimdns opti. mas literas) . Lo anterior cxpresa claramente dc quC indole era el optimismo clel siglo xvr. El sentimiento bisico del Renacimicnto y del Humanismo es algo muy distinto del inmodcrado gore de la vida, que se considera habitualmcnte como el tono funclamcntal del Renacimiento. Ida ah-, maci6n de la vida que hace Erasmo es timida y un poco aFcctada, y, sobre todo, muy intelectual. Esto no obstante, es una voz que en el siglo xv a6n no habia sido oida fuera de Italia. En Francia y en 10s do- minios de Borgoiia, 10s espiritus prefiercn, hacia 1400, aplicar gruesos calificativos a la vida y a la Ppoca, y cosa notable (aunque no sin paralclos; piinsese en el byronismo) cuanto mis apegados estin a la vida mundanal, tanto mhs negro es s11 honor. Aquellos que prestan su rnis vigorosa expresidn a la profunda nwiancolia, propia dc la gpoca, no son en primera linea 10s que se han retirado definitivaniente del mundo, refugiindose en el claustro o en el estudio. Son, ante todo, 10s cronistas y 10s poetas de moda en las cortes, 10s que, con su carencia dc cultura superior y en su incapacidad para sacar de la Eruici6n dcl concept0 una perspectiva de mejoramiento, lamentan una y otra vez las flaque~asseniles del mundo y dudan de la paz y de la justicia. Nadie ha repetido tan infinitamente como Eustache Des- champs la queja de que han abandonado el mundo todas las cosas buenas. 2 Germanae, que aqui no puede traducirse por "germana" ni "alemana".
  • 44. 2. Anhelo de una vida mis bella Temps de doleur et de temptation, Aages de plour, d'envie et de tourment, Temps de langour et de dampnacion, Aages meneur pr2s d u definement, Temps plains d'orreur, qui tout fait faussement, Anger menteur, plain d'orgueil et d'envie, Ternp~sanz honeur et saw umy jugement, Aage en tristour qui abrege la vies. En este tono ha compuesto por decenas sus baladas, variaciones mont~tonas, insipidas, sobre el mismo ingrato tema. Es forzoso que haya imperado una inlensa melancolia enire las clases sociales supe- ~iorcs;de otro modo, no hubiese consentido la noblela a su poeta favorito que repitiese con tanta frecuencia aquellas lamentaciones: Toute Eiesse deffaut, Tous cueurs ont pins par ~ ~ 4 u t Tristesse et merencolie 4. Jean Meschinot canta tres cuartos de siglos despues de Deschamps exactamente cn el mismo tono: 0 n~iserableet t r b dolente vie!. .. La gcerre auons, mortaliti, famine; Le jroid, le chaud, le jour, la nuit nous mine; Puces, cirons et tant d'autre verminc Nous guerruyent. Bref, miserere rlomine Nor mechans corps, dont le viure est tris court 6. 3 Tiempo de dolor y de tentacibn, -Edad de Itanto, de envidia y de tormento, - Tietnpo de relajaci6n y de perdicibn, - Edad que se acerca a su fin, - Tiempo lleno de horror, que todo lo hace locamente. - Edad engaiiosa, llena de orgul!o y de envidia, - Tiempo sin honor y sin verdadero juicio, - Edad de duelo que abre, via la vida. Eustache Dcschanlps: Oeuvres compl.?tes, ed. De Queux de Saint-Hilai- re et G. Raynaud (Soc. des anciens textes fran~ais), 1878-1903, 11 vols.. n6m. 31 (I, pig. 113); cf. nhms. 85, 126, 152, 162, 176, 248, 366, 375, 356, 400, 933, 936, 1.195, 1.196, 1.207, 1.213, 1.239, 1.240,etc.; Chastcllain, I, figs. 9, 27: IV, 5, 56; VI, 206, 208, 219, 295. Alain Charticr: Oeuvres, ed. A. Duchesne, Paris, 1617, pig. 262; Ala- nus dc Rupe: Sermo, 11, pig. 319 (B. Alanus rediuivus, ed. J. A. Coppenstein. Nii- poles, 1642). 4 Toda alqria desaparece. - han tornado por asalto todos 10s corazones - la tristeza y la mekmcolia. Descharnps, d m . 562 (IV, pig. 18). 5 Cirons, aradores, aricnidos productores de la sarna. Guerrayet~t,hacen la guma.
  • 45. 50 El otoiio de la Edad Media Tambith Pste expresa una y otra vez la amarga convicci6n de que todo va ma1 en el mundo: la justicia ha desaparecido, 10s gran- des expolian a 10s humildes, y 10s humildes se expolian unos a otros. Su hipocondria lo conduce, seg6n su propia afirmacibn, a1 borde mis- mo del suicidio. He aqui c6mo se describe a si mismo: Et je, le pourwe escrivain, A u cueur (corazdn) triste, faible et vain, Voyant de chascun le d u d , Soucy me tient en sa main; Toujours ler larmes d I'oeil, Rien fors nrourir je ne vueile. Todas las manifestaciones del sentido de la vida, que tienen las personas principales, testimonian una necesidad sentimental de abrir el alma a la melancolia. Casi todos declaran que solo han visto mise- rias, que es menester estar preparado para cosas peores y que no qui- sieran recorrer otra vez el camino de la vida pasada. Moi doulorreux homme, nnt en eclipse de tenbbres en espesses bruynes de lamentation; asi se presenta Chastellain a si mismo 7. Tant a souffert La Marche, es la divisa que ha escogido el poeta y el cronista de Carlos el Teme- rario, poeta y cronista que encuentra en la vida un gusto amargo y cuyo retrato nos muestra esos rasgos duros que atraen nuestra mirada en tantas figuras de aquella tpoca 8. Apenas ha habido en aquel tiempo una persona cuya vida haya estado tan llena de gloria terrena y de niagnifica voluptuosidad, ni tan coronada de kxito, como la de Felipe el Bueno. Y, sin embargo, tam- biPn se apodera de kl ese hastio de la vida, que es propio de la kpoca. Cuando le notifican la muerte de su hijo, de un aiio de edad, dice: 6 Ultimo verso: no quiero n ~ i sque morir. A, dc la Borderie: Jean Mesclrinot, sa vie et ses oeuvres, Bibl. de ['Ecole des chartes, 1.~1,1895, pdgs. 227, 280, 305, 310, 312, 622, etc. 7 Chastellain: I, p6g. 10. Prolague, cf. Complainte de fortune, vm, pig. 334. 8 La Marche: I, picg. 186; IV, pig. 89; H. Stein: Etude stir Olivier de la Marche, historien, poele et diplomate (Mem. couronne's, etc., de I'Acnd. royale de Belg., t. XLIX) Bruselas, 1888, frontispicio.
  • 46. 2. Anhelo de una vida mls bella 51 "iOjali me hubiese dado Dios morir tan pequeiiol Entonces si que yo me hubiese considerado feliz" 9. {No es notable que en esta tpoca confluyan en la palabra melan- colia las significaciones de tristeza, cogitabunda taciturnidad y fanta- sia? Hasta este punto parecia cernirse necesariamente en la melancolia toda ocupaci6n grave y seria del espiritu. Froissart dice de Felipe de Artevelde que se queda pensativo a1 recibir una noticia: quant il eut nerancoliet une espasse, il s'auisa qu'il rescriproit aus commissaires dou roi de France10, etc. Deschamps dice de una cosa que excede en fealdad a todo lo que se puede imaginar: "No hay ningun pintor tan "merencolieux" que fume capaz de pintarla" 11. En el pesimismo de estos hombres saturados, decepcionados, has- tiados, hay un elemento religioso, per0 muy dtbil. En su hastio de la vida interviene tambien, seguramente, la esperanza del pr6ximo fin del mundo, reavivada en todos 10s espiritus con amenazadora inminen- cia y encendida fantasia por el nuevo florecimiento de las predicacio- nes de las brdenes mcndicantes. Los tiempos sombrios y confusos, la plaga crbnica cie la guerra, eran muy a prop6sito para robustecer aquella idea. En 10s ultimos afios del siglo XIV parece haber existido la creencia popular de que nadie habia sido recibido en el Paraiso desde el gran cisma de Occidente 12. La aversibn producida por la Yana y engafiosa vida de la corte bastaba para hacer madurar la idea de decir adibs a1 mundo. Sin embargo, el sentimiento de depresibn que exteriorizan casi todos 10s servidores de 10s principes y casi todos 10s cortesanos, apenas tiene contenido religioso. Las ideas religiosas han matizado ligeramente, a lo sumo, el general hastio de la vida. Esta insistencia en denigrar la vida y el mundo esti muy lejos de ser la manifestaci6n de un autkntico sentimiento religioso. El mundo, dice Deschamps, es como un viejo infantil: en un principio era inocente; durante largo tiempo ha sido sabio, justo, virtuoso y valiente. 9 Monstrelet. N, pQg. 430. 10 Cuando hubo "melancolizado" -meditado- un rato, decidib contestar por escrito a 10s comisarios del rey de Francia. 11 Froissart, ed. Luce, x, pig. 275; Deschamps, n6m. 810 (N, pig. 327) ; d.Les Quinre joyes de mariage (Paris. Marpon et Flammarion), pig. 64 (quinte joye); Le liwe messire Geoffroi de Charny, Romania, xxv~, 1897. pig. 399. 12 Johannis de Varennis responsimes ad capitula accusationurn, etc., § 17; en Gerson, Opera, I, pig. 920.
  • 47. El otoiio de la Edad Media Or est laches, chetis et moIz, Vieux, convoiteus et ma1 padant; Je ne voy que foles et folx.. .13 La fin s'approche, en verite'. .. Tout va mal. ..14. No es s610 hastio de la vida, sino tambikn miedo a la vida, un retroceder temeroso ante la vida, ante 10s inevitables dolores quc la xonlpaiian, una actitud deI espiritu como la que tienen tambiCn por base las concepciones budistas de la existencia, medrosa aversi6n a 10s trabajos de la vida diaria, horror a la pobreza, a la enfermedad y a la cejez. Este miedo a la vida es compartido asi por 10s cstragatlos como por aquellos que nunca han sufrido las tentaciones del mundo, por haber siempre retrocedido timidamente ante Ia vida. Las poesias de Deschamps rebosan este misero menosprecio de la vida. Dichoso aquel que no tiene hijos, puesto que 10s nifios pcquefios 5610 son griteria y fetidez, trabajo y preocupacibn. Han de ser vestidos, calzados, alimentados y cstrin siempre en peligro de cacr o de lasti- rnarse. Se ponen enfernios y mueren, o crcccn, ); se haccn nlalos y son reducidos a prisi6n; todo trabajos y disgustos, sin que ninguna diclia compense 10s cuidados, esfuerzos y dispendios de la educaci6n. Y no hay mayor desdicha que tener hijos ma1 formados. El poeta no lcs dedica una sola palabra de amor; el monstruoso tiene ma1 corazbn, hace decir a la Escritura. Diclloso tambikn aqurl que permanccc ckiibc, pues vivir con una mujer nlala es malo, y una buena ha de temerse continuamentc el perdcrla. No sb10 la desdicha se evita, pues, sino tam- b i h la dicha. En la vejez no ve el poeta nlris que maldad y axn, la lan~entabledecadencia corporal y espiritual, la ridiculez y repugnancia. Y el hombre envejcce pronto; Ia mujcr, a 10s treinta aiios; el val.;in, a 10s cincuenta, y 10s sesenta aiios son el limite normal de SLI vida ' 5 . l a Ahora es cobarde, ruin y dkbjl, - Vjcjo, cudicioso y maldiciente; - Yo no veo mds que locas y locos. 14 Deschamps, n6m. 95 (I, phg. 203). 15 Deschamps: Le mil-air de nzaringe, rx, pigs. 25, 69,81, nhm. 1.004 ( v h e pi. gina 259); ademds, 11, pigs. 8, 183-185; 111, pbgj. 39,373; vrr, pig. 3; IX,pig. 209,etc.