El concierto de las bandas de rock Ambrosía de Hiel y Bajo Sueños se llevó a cabo en una plaza de toros. Ambrosía de Hiel tocó unas cuantas versiones de Héroes del Silencio pero carecía de imagen e interacción con el público. Bajo Sueños, por otro lado, cautivó al público con canciones originales energéticas. Mauricio Calle, vocalista y guitarrista principal de Bajo Sueños, demostró gran talento musical pero su dominio excesivo del escenario dejó la impresión de que la
1. Al pie del concierto: Ángeles de Infierno (pero solo es un pretexto)
El negro abundaba por los alrededores de la Plaza de Toros, el negro furia, el negro de
luto. El negro rock. Y había en las ropas, más metales que en ferretería. La gente estuvo
a la cola desde las cinco de la tarde y a las siete, cuando ya se habían llenado todas las
zonas desde donde era decentemente visible el escenario, los rockeros empezaron a
silbar para que empezara el concierto. El disckjokey se llevó la rechifla más de una vez.
Si es plaza de toros, entonces le sonaron como dos veces las trompetas de anuncio. Lo
que pinchaba era pasto para otros toros. De rock del bueno, muy poco. Atinó con unas
cuantas de Héroes del Silencio, pero se repetía. Una de cal y un montón de arena, más la
del ruedo.
El concierto empezó a las ocho en punto, que no cedió nadie a las presiones del público,
y salió al escenario “Ambrosía de Hiel”, con la pinta de los amigos del barrio que se
montan el grupo, muy rocambolesco el nombre, demasiada simpatía para Héroes del
Silencio —hicieron dos o tres versiones del grupo español—, el cantante parecía haber
recibido un injerto de la garganta de Bunbury. Y nada más. Muy poquito de imagen.
Nulo desarrollo en el escenario. Buen sonido y acoplamiento. Pero nada nuevo.
Entonces vino “Bajo sueños”. Estos sí que la montaron definitiva. Tocaron en absoluto
solo canciones originales, que todo el mundo cantó, saltó y desentonó.
Mauricio Calle, vocalista y guitarra principal, es un demasié del rock ecuatoriano.
Mucha voz, gran voz, peca de grandilocuente, que es pecado necesario en el rock. Y
rivaliza consigo mismo: su técnica para el canto es tan pulida como para tocar la
guitarra. Sus solos limpios, enfurecidos y melódicos, hablan de su pasión desbordada
por el rock pero también de un profesionalismo escaso entre las bandas de rock
ecuatoriano. A estas horas, Bajo sueños es banda madura, distendida en el escenario,
con un dominio absoluto de la escena. Han creado sus personajes y tienen todo lo que se
necesita para ser unas ‘rock stars’: sonido excelente, imagen cuidada, dominio escénico,
voz inigualable, soltura y versatilidad. No cometen el pecado de salir vestidos como los
chamos de la cancha del barrio, por el contrario cuidan su imagen como trabajan su
estilo. Resalta incluso la evolución musical del grupo: sus canciones suenan mejor que
las del CD. Calle canta mejor ahora que en aquel CD de los 90’. Sin embargo, el
protagonismo excesivo de Calle deja la impresión de que es él y su banda, mejor, es
Calle y sus músicos. El dilema es claro: o deja de cantar o deja de tocar la guitarra, y en
los dos escenarios la banda pierde. Bajo Sueños está atado a ser su vocalista/guitarrista
y los demás. Pero es la banda de rock que nunca tuvimos y que, pese a la diferencia de
género, dejó para poco a “Basca”. Los de la Plaza de Toros no solo que le aguantaron
sino que se tragaron con gusto el cuento de Calle, el cuento de las tres veces que
anunció la última canción. Por fortuna, fue mentira.
(De “Ángeles del infierno” no queda por decir. Son ellos, son la larga vida al rock. Y
eso basta).