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77
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Director
Alejandro Angulo Novoa, S.J.
Comité Editorial
Luis Guillermo Guerrero Guevara
Fernán González González, S.J.
Martha Cecilia García
Laura González Pérez
Sergio Andrés Coronado
Fernando Sarmiento
Ana María Restrepo
Teófilo Vásquez
William Rozo
Margareth Figueroa G.
Colaboran en este número
Luis Guillermo Guerrero Guevara
Fernán González González, S.J.
Camilo Andrés Hernández Barreto
Fernando Sarmiento Santander
Juan Pablo Guerrero Home
Sergio Andrés Coronado
Ana María Restrepo
Martha Cecilia García
María del Carmen Muñoz
Andrés Yepes
Equipo Editorial
Laura González Pérez
Margareth Figueroa G.
Diseño y edición fotográfica
Margareth Figueroa Garzón
Impresol Ediciones Ltda.
Portada
Concepto creativo y copy:
Gonzalo Wohlmeyer
Diseño e ilustración: Mario Urazan
Diagramación
Impresol Ediciones Ltda.
Centro de Investigación y Educación
Popular/ Programa por la Paz
(CINEP/PPP)
Carrera 5 No. 33B-02
Tel: 2456181
www.cinep.org.co
comunicaciones@cinep.org.co
Bogotá D.C., Colombia
Diciembre 2012 – Febrero 2013
ISSN: 0121-3385
Editorial
De La Habana viene un barco cargado de…......................................... 4
Por Luis Guillermo Guerrero Guevara
Paz
¿Horizontes de paz?............................................................................ 6
Por Fernán González González, S.J.
Proceso de paz Gobierno-Farc en perspectiva histórica...................... 11
Por Camilo Andrés Hernández Barreto
Cambio de posiciones: los actores
incidentes en el proceso de paz.......................................................... 17
Por Fernando Sarmiento Santander
Mirar al Caguán para pensar en Cuba................................................. 23
Entrevista al historiador Herbert “Tico” Braun
Del rumor a la instalación de la mesa:
una mirada a las editoriales y los espacios
de comentarios en la búsqueda de la paz........................................... 26
Por Andrés Yepes
Tierras
La tierra y el desarrollo rural:
más allá de la encrucijada de la paz.................................................... 31
Por Sergio Coronado Delgado
Declaración de Cartagena:
“Para sembrar la paz hay que aflojar la tierra”.................................... 36
Declaración del Foro de la Tierra América
Latina y el Caribe 2012
Las pavas de los campesinos............................................................... 39
Por Equipo Incidencia y Comunicación CINEP/PPP
Regiones
Obstáculos que impiden el fin del conflicto en el Chocó..................... 42
Por Juan Pablo Guerrero Home
“Colombianizar” a toda costa
o ser raizal allende los mares.............................................................. 48
Por Martha Cecilia García
Con la reelección de Chávez, ¿ganamos
o perdimos en la frontera colombo-venezolana?................................ 56
Por María del Carmen Muñoz
Movimientos sociales
Paz ¿y la agenda social?....................................................................... 58
Por Ana María Restrepo y Martha Cecilia García
Contenido
77
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
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77
Alfredo Vargas Mucia,
María Angélica Sandoval,
Claudia Enith Quintero y
Diane Oviedo Estudiantes,
Investigadores y Ambientalistas
Venessa Cerón,
Juan Manuel García y
Johanna Díaz
Piezas ganadoras en Publicidad DeVida 2012
77
4
De La Habana
viene un barco
cargado de…
necesita recorrer la sociedad colom-
biana para construir la paz.
En segundo lugar, la delimitación
del proceso de La Habana la marca la
agenda que establecieron las partes
en el “Acuerdo general para la termi-
nación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera”, firma-
do el miércoles 29 de agosto de 2012.
Son cinco temas para discutir: Políti-
ca de desarrollo
agrario integral.
Pa r t i c i p a c i ó n
política. Fin del
conflicto. Solu-
ción al problema
de las drogas ilí-
citas. Situación
de las Víctimas
del conflicto ar-
mado.
Es una agen-
da, que, compa-
rada con la del
Caguán hace 14
años, aparece mucho más acotada,
más realista y responde tanto a las ne-
cesidades de los actores que dialogan
en esta primera fase del proceso, como
a otros actores que en su momento de-
berán entrar en el camino de la cons-
trucción de la paz.
En tercer lugar, se debe tener en
cuenta que, si bien el Gobierno y las
Farc-EP han mostrado tener voluntad
política para llegar a acuerdos, eso no
basta para acunar esa paz, sino que
se necesitan, además, condiciones so-
ciales, económicas y políticas que no
dependen de ellos
y para las cuales
existe un alto dé-
ficit, que puede
llegar a ser uno
de los mayores
obstáculos.
En cuarto lu-
gar, como dice
el profesor Alejo
Vargas, necesita-
mos desmitificar
algunas ideas que
existen alrededor
de las negocia-
ciones. No se puede suponer que las
guerrillas, debido a su debilitamiento
militar y aislamiento político, estarían
dispuestas a negociar su rápida des-
movilización. Nada más lejos de la
realidad. En eso las palabras de Iván
Márquez fueron claras en su discurso
de Oslo: tanto el Gobierno como las
Farc-Ep tienen posiciones fuertes y
Editorial
D
espués de 50 años
de conflicto arma-
do, tres generacio-
nes de colombia-
nos y colombianas
desearían decir a
todo pulmón: “De
La Habana viene un barco cargado de
PAZ…”
Sin embargo, en esta coyuntura, los
resultados del diálogo son inciertos.
Nadie se arriesga a expresar cuáles po-
drán ser sus efectos y consecuencias
finales. Existen posiciones diversas
frente al proceso. Algunos plantean un
moderado optimismo, otros sectores
están esperando el fracaso para arre-
meter con nuevos llamados guerreris-
tas, mientras que algunos hablan de ir
midiendo cada paso en medio de las
incertidumbres para dejar que el mis-
mo proceso se vaya autoconstruyendo.
Pero, ¿cuál es el contenido de la paz
que se está conversando entre el Go-
bierno y las Farc-EP? Y, de otra parte,
¿qué estamos entendiendo en el país
por la paz sobre la que se está dialo-
gando en La Habana? Plantearse estas
preguntas permitiría comprender los
alcances y darle una dimensión razo-
nable a la paz que se perfila en la isla
caribe.
Una primera consideración es que,
sin duda alguna, el diálogo entre el
Gobierno y las FARC-EP es un factor
necesario y determinante para la solu-
ción del conflicto, pero esto no quiere
decir que agote todo el proceso que
¿Cuál es el contenido de la paz que
se está conversando entre el Gobierno
y las Farc-EP? Y, de otra parte, ¿qué
estamos entendiendo en el país por la
paz sobre la que se está dialogando en
la Habana? Plantearse estas preguntas
permitiría comprender los alcances y
darle una dimensión razonable a la paz
que se perfila en la isla caribe”.
Por Luis Guillermo Guerrero Guevara*
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
77
5
conocen sus lí-
mites. La Paz no
es un discurso ni
una mercancía
que se compra
y se vende; es,
sobre todo, un
proceso que re-
quiere imagina-
ción, paciencia,
reconocimiento
mutuo y renun-
cia a posiciones
polarizadas para
llegar a consen-
sos donde ambas
partes cedan algo por el mayor bien
de toda la colectividad. De otra mane-
ra, no sería un diálogo para construir
acuerdos de paz, sino, por el contrario,
una capitulación de las Farc-EP, o del
Gobierno. Y ambas son una quimera,
porque la guerrilla no se siente derro-
tada y el Gobierno se siente vencedor.
La paz tampoco será producto de
una negociación corta, o como dicen
las Farc-EP, de una paz “exprés”. Si
bien el proceso no puede ser indefi-
nido, ni se pueden establecer tiempos
judiciales, las conversaciones deben
tener resultados en un período razona-
ble. Si no se van dando esos resultados
substanciales paso a paso y si la opi-
nión pública no los va reconociendo
en su imaginario de paz, el proceso va
a caer en el agujero negro de la ilegi-
timidad y la incredulidad, lo que sería
nefasto para el diálogo.
Se especula con las posiciones du-
ras, militaristas, y otras blandas, de
tinte más político, en los negociadores
de la guerrilla. Esta apreciación tiene
rasgos de ficción. Las Farc-EP es una
organización jerárquica, con línea de
mando clara y cohesionada en sus po-
siciones de cúpula en lo sustancial;
por lo tanto, sus negociadores van a
actuar en consecuencia con este es-
quema organizacional. Esto mismo
sucederá, guardadas las debidas pro-
porciones, con los representantes del
gobierno, de los empresarios y, más
aún, con los dos generales del Ejérci-
to y de la Policía que están sentados
en la mesa. Existe entonces, en las
partes, unidad
de pensamiento
alrededor de las
tesis que cada
lado va a defen-
der. La cohesión
al interior de los
equipos está ase-
gurada, lo que
política y meto-
dológicamente
puede facilitar el
diálogo.
En quinto y
último lugar, la
paz necesita ser
construida entre todos, pero cada uno
de los actores debe prestar su cola-
boración y su servicio pertinente en
el momento oportuno. Es irreal creer
que la paz se pueda construir sin
participación social, pero también es
improcedente postular que todos los
actores llenen la mesa en esta prime-
ra fase de la construcción de acuerdos
políticos, donde
el gobierno y las
Farc-Ep deben
abrir la puerta
del diálogo de
paz, construir
acuerdos y crear
las condiciones
para honrarlos.
A la sociedad
civil en toda su
amplitud, así
como al Congre-
so de la Repúbli-
ca, les espera más temprano que tar-
de, si se firma algún acuerdo, un gran
trabajo en el diseño y la realización
de procesos, mecanismos y condicio-
nes para la construcción de la paz.
En esta perspectiva, la incidencia de
la sociedad civil en la primera fase del
diálogo debe ser activa, pero limitada a
los escenarios de consulta entre diferen-
tes sectores sociales y con análisis pro-
fundos; de igual manera se les debe dar
reconocida importancia a los canales ins-
titucionales a través de los cuales estos
sectores se pronuncien. De esta forma, en
la mesa de La Habana, es pertinente que
el Gobierno y las Farc-EP sean los prota-
gonistas para construir lo que les corres-
ponde y con la responsabilidad histórica
que esto implica. Ahora, como el proceso
de conversaciones no es a espaldas ni a
escondidas del país, los colombianos nos
debemos enterar sobre los resultados de
esta fase del proceso por los canales ofi-
ciales definidos por las partes, y no por el
show mediático nacional e internacional
en lo cual los medios de comunicación
tendrán que actuar con responsabilidad
y cautela.
Este número de la revista Cien días
Vistos por CINEP/PPP, presenta una se-
rie de artículos que se ocupan de esta
coyuntura inicial de los diálogos desde
diferentes percepciones. Algunas de
ellas privilegian la mirada histórica es-
tructural, haciendo un recorrido por los
procesos de paz, las lecciones en ellos
aprendidas y las posibilidades actuales.
Otras se acercan a temáticas particulares
de la misma agenda de diálogo como el
desarrollo rural y agrario, mientras que
algunos artículos presentan cómo se
percibe el proce-
so desde los terri-
torios regionales
como el Chocó o la
frontera colombo-
venezolana. Igual-
mente se trae a co-
lación cómo desde
el espectro de
alianzas de organi-
zaciones sociales
se está desplegan-
do un abanico de
reivindicaciones y
propuestas que se conjugan en el actual
contexto de diálogo de paz.
Coincidimos con aquellos que bus-
can, en medio de esta oportunidad
histórica, que de La Habana venga un
barco cargado de una paz con acuer-
dos sustanciales, en el horizonte de la
justicia y la equidad social, con com-
promisos claros y profundos valores
éticos. No creemos en la guerra como
mediación de la política, pero tampo-
co creemos en que solo acallar los fu-
siles sea la verdadera paz.
Si bien el proceso no puede ser inde-
finido, ni se pueden establecer tiempos
judiciales, las conversaciones deben
tener resultados en un período razo-
nable. Si no se van dando esos resul-
tados substanciales paso a paso y si la
opinión pública no los va reconociendo
en su imaginario de paz, el proceso va
a caer en el agujero negro de la ilegi-
timidad y la incredulidad, lo que sería
nefasto para el diálogo”.
La paz tampoco será producto de
una negociación corta, o como dicen
las Farc-EP, de una paz “exprés”. Si bien
el proceso no puede ser indefinido, ni
se pueden establecer tiempos judicia-
les, las conversaciones deben tener re-
sultados en un período razonable.
* Luis Guillermo Guerrero Guevara:
Director General del CINEP/ Programa por la Paz.
www.cinep.org.co
77
6
¿Horizontes de Paz?
resolución de los conflictos estructurales
del país. Distinguir estos dos niveles, in-
dicaría la importancia de abordar también
los conflictos sociales que podrían quedar
ocultos por la negociación centrada en el
fin de la guerra.
En el fondo, estos dos momentos co-
rresponden a dos maneras de concebir
la paz: una, negativa, el mero fin de los
enfrentamientos armados; otra, positiva,
que implicaría transformaciones estruc-
turales encaminadas a la solución de los
conflictos sociales, económicos y políti-
cos vinculados al
conflicto. O sea,
que es necesa-
rio distinguir los
retos de la cons-
trucción de paz
en la negociación
(“Peacemaking”)
de los desafíos de
la construcción de
paz en el postcon-
flicto (“Peacebuil-
ding). Los prime-
ros tienen que ver
con la negociación
horizontal con las partes enfrentadas pero
también con las negociaciones indirectas
con la opinión pública en general, espe-
cialmente con las facciones internas que
pueden oponerse a las negociaciones ho-
rizontales tanto dentro de los grupos ar-
mados como en la sociedad en general. Y
los segundos se refieren a temas más am-
plios como las reformas políticas necesa-
rias para la ampliación de la democracia,
los mecanismos de desarme, desmovili-
zación, reinserción o reintegración de los
actores armados, las reformas necesarias
de la seguridad ciudadana, los mecanis-
mos de justicia transicional para víctimas
y victimarios, la recuperación psicosocial
de los afectados y el desarrollo económico
y social de las regiones afectadas por el
conflicto.
Por eso, hay que partir del hecho de
que, si bien la actual negociación de paz
no puede solucionar todos los proble-
mas pendientes del país, como parecen
creer las Farc-EP y otros grupos, si puede
centrarse en la terminación del conflicto
y en la creación de condiciones que per-
mitan abordar los
problemas estruc-
turales que sub-
yacen al mismo.
En ese sentido, y
teniendo en cuen-
ta las experiencias
de negociaciones
anteriores, es pre-
ciso evitar asig-
narle a este nuevo
proceso, las de-
mandas de todos
los actores socia-
les, reconociendo
el alcance limitado pero igualmente ur-
gente y legítimo del mismo. También es
necesario mantener abiertos múltiples
canales y espacios de encuentro, reco-
nociendo las diversas agendas en juego.
Características relevantes del
actual proceso de negociación
Hay que empezar por señalar los rasgos
del actual proceso, que lo diferencian de
otros intentos anteriores, como el cambio
de los contextos nacional e internacional y
Presentación de Fernán González en el encuentro con las copartes de CAFOD1
,
a partir de los diálogos previos internos del CINEP/PPP2
.
Anotaciones previas
E
n primer lugar,
quiero empezar
por señalar que el
actual proceso de
diálogos entre las
FARC y el gobierno
nacional constitu-
ye una excelente
estructura de opor-
tunidades para las iniciativas regionales
de paz y desarrollo porque, como hemos
señalado en repetidas ocasiones, el con-
flicto armado colombiano registra impor-
tantes diferencias según las regiones y los
diferentes períodos. Esto hace necesario
que la paz se construya DESDE LAS RE-
GIONES, ya que el conflicto tiene esen-
cialmente características regionales.
En segundo lugar, conviene recordar
que el actual proceso de negociación de la
paz entre el gobierno y la guerrilla de las
Farc-EP es una parte del proceso comple-
jo y estructural que implica la construc-
ción de una paz sostenible y duradera
en Colombia, que tiene que ver con la
manera como se ha venido construyendo
el Estado y la Sociedad de Colombia a lo
largo del tiempo. Por eso, el país tiene
que aprender a moverse en un proceso
lento, gradual y conflictivo, con avances y
retrocesos, sin esperar una solución defi-
nitiva de los problemas, lograda de la no-
che a la mañana. En este sentido, se de-
ben reconocer al menos, dos momentos:
uno es el actual proceso de negociación,
encaminado a poner fin al enfrentamiento
armado con las Farc; y otro el proceso más
profundo de reconstrucción del país, que
va más allá de la agenda definida entre la
Farc-EP y el gobierno, lo que implica el
desarrollo de las agendas sociales para la
Si bien, la actual negociación de paz
no puede solucionar todos los proble-
mas pendientes del país, como parecen
creer las Farc-EP y otros grupos, si pue-
de centrarse en la terminación del con-
flicto y en la creación de condiciones
que permitan abordar los problemas
estructurales que subyacen al mismo.
Por Fernan Gonzalez, S.J.
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
.
Paz .
77
7
la situación militar de las FARC, que pue-
den significar una coyuntura más favora-
ble para las negociaciones. Pero también
las continuidades con los momentos an-
teriores, que pueden obstaculizar el éxito
del proceso. De todos modos, se observa
que la actual propuesta refleja algunos
aprendizajes de los fracasos de procesos
anteriores.
En primer lugar, habría que señalar el
cambio de la coyuntura política nacio-
nal, representada en la distinción entre el
presidente Santos y el expresidente Uribe,
caracterizada por el reconocimiento de
Santos de la existencia de un conflicto
interno, con raíces sociales vinculadas al
problema agrario nunca resuelto, frente a
la reducción que Uribe hacía del problema
a un ataque de la narcoguerrilla contra un
gobierno plenamente legítimo, centrado
en motivaciones meramente económicas,
totalmente desvinculado de ideologías po-
líticas y sociales. Este contraste represen-
ta, además, una concepción distinta de
la Política, concebida por Uribe como el
combate entre el Mal y el Bien absolutos,
sin posibilidad de diálogo, frente a una
idea de la Política como la construcción
colectiva del orden social mediante el diá-
logo entre adversarios, que son enemigos
relativos y no absolutos.
A esta diferente concepción del con-
flicto y de la Política, hay que añadir el
contexto internacional más favorable: la
mirada desde la perspectiva de la Guerra
fría, que caracterizaba a los enfrentamien-
tos de los presidentes Bush y Uribe con
los presidentes Chávez, Evo Morales y Fi-
del Castro, ha sido reemplazada por un
enfoque más pragmático de los presiden-
tes Obama y Santos, que ha significado
un manejo distinto de las relaciones con
las naciones fronterizas de Colombia y
un acercamiento de Colombia a las otras
naciones latinoamericanas. A esto habría
que añadir la renuncia de ETA a la lucha
armada en España y al apoyo irrestricto
de Fidel Castro a la distensión entre Co-
lombia y Venezuela, que también signifi-
ca la solución de los problemas internos
que representa el conflicto colombiano
para los países fronterizos como Ecuador,
Venezuela y Panamá.
Otra de las ventajas del actual momento
es la agenda acordada para los temas de
las conversaciones, pues su carácter aco-
tado y realista, junto con el enfoque de cor-
te más reformista, cercano a las propuestas
de los sectores progresistas de los partidos,
y el tono discreto con que se manejaron las
negociaciones previas, permiten un cierto
optimismo. Algunos autores como Jorge
Iván González señalaban que las propues-
tas de las Farc no eran ya comunistas sino
propias del refor-
mismo de un libe-
ralismo radical, de
corte social demó-
crata.
Obviamente,
las negociaciones
se ven fortalecidas
por el evidente
debilitamiento
político y militar
de las Farc, cau-
sado por la ofen-
siva de las fuerzas
gubernamentales
de seguridad, que
las ha obligado a
replegarse hacia sus zonas tradicionales
de refugio y hacia las zonas de frontera
con otras naciones. A pesar de que este
grupo no reconoce este debilitamiento en
sus discursos, es claro que no llegue hoy
a la mesa con la ventaja que tuvieron en
el proceso del Caguán. Esta condición ten-
drá un lugar muy relevante para el diálogo
pues, aunque las Farc-EP no están derro-
tadas, es evidente que antecedentes como
la persecución emprendida por el gobier-
no de Alvaro Uribe, pusieron el conflicto
armado en otros términos y representaron
un cambio en la correlación de fuerzas,
circunstancia que lleva a que las Farc lle-
guen a la mesa de negociación también en
otros términos.
Sin embargo,
no se encuentra
correspondencia
entre esta con-
dición actual y
cambios signi-
ficativos en sus
concepciones po-
líticas y sus pro-
nunciamientos
públicos. No pare-
ce que las Farc ha-
yan abandonado
su consideración
de las negocia-
ciones como una
estrategia para compensar su déficit de
legitimidad y su falta de proyección po-
lítica. Los discursos y presentaciones pú-
blicas tanto en Oslo como en ocasiones
posteriores no han mostrado cambios
significativos de su lenguaje político y su
tono triunfalista.
Otra de las ventajas del actual mo-
mento es la agenda acordada para los
temas de las conversaciones, pues su
carácter acotado y realista, junto con el
enfoque de corte más reformista, cer-
cano a las propuestas de los sectores
progresistas de los partidos, y el tono
discreto con que se manejaron las ne-
gociaciones previas, permiten un cierto
optimismo.
La distinción entre el presidente Santos y el expresidente Uribe respecto del reconocimiento de la exis-
tencia de un conflicto interno, con raíces sociales vinculadas al problema agrario, representa el cambio
de la coyuntura política nacional.
.
Paz .
www.cinep.org.co
77
8
Pero tampoco aparece ninguna trans-
formación de las subjetividades por parte
de los funcionarios del gobierno, que si-
guen adoptando el mismo lenguaje gue-
rrerista y descalificador de la guerrilla
del gobierno anterior. Por otra parte, el
mismo presidente Santos parece perma-
necer amarrado a las vicisitudes de la co-
yuntura política de su eventual reelección.
En la negociación ha dado muestras de
estar jugando simultáneamente las cartas
del éxito y del fracaso: si tiene éxito, se
justificaría su reelección para consolidar
la consiguiente reconstrucción del país;
pero si fracasa, su reelección también se
justificaría por la necesidad de darle el
golpe definitivo a la guerrilla recogiendo
su acumulado como ministro de defensa.
O sea, que, en este sentido se hace cla-
ro que el proceso, como se encuentra en
estos momentos, está ligado a los vaive-
nes de la política, característica que puede
hacerlo frágil si no se avanza, tras el cese
del enfrentamiento bélico, en temas socia-
les, políticos, culturales, económicos que
atiendan demandas de distintos sectores
sociales y reconozcan sus diferencias de
clase, etnia, género, edad, orientación se-
xual, creencia religiosa y otras diferencias
que sean determinantes para los grupos
sociales.
Otra característica relevante del proce-
so, es la participación de nuevos actores,
como los militares y los empresarios, en
la mesa de negociación. Esta situación es
una oportunidad que requiere ser com-
prendida por la sociedad civil, los diver-
sos estamentos e instituciones de la socie-
dad y los actores en conflicto, de manera
amplia y despolarizada. En ese sentido, el
proceso puede ser una ocasión para que,
en una segunda etapa después de la ne-
gociación, los movimientos sociales (el
sindicalismo, los movimientos feministas
y de mujeres, organizaciones campesinas
y étnicas, asociaciones de víctimas, entre
otros) sean tenidos en cuenta como acto-
res relevantes, así como organizaciones
socio-políticas de reciente constitución.
Ellas pueden ofrecer un espacio para lle-
var los acuerdos entre las cúpulas a los
escenarios sociales, nacionales y regiona-
les, para que puedan ser apropiados y lle-
nados de contenido por la gente.
Esta movilización social podría llevar el
proceso más allá de los límites de las pro-
puestas oficiales, pues permitiría incluir
sus demandas y propuestas aplazadas
históricamente por el conflicto social y ar-
mado. Así mismo, podrían aprovecharse
los cambios de énfasis de las Farc, más
centradas hoy en el influjo sobre la movi-
lización social de las poblaciones y menos
sobre el control del territorio, indicarían
algún cambio de actitud en este sentido.
De esta manera, promover que nuevos
actores hagan parte de la reflexión y dis-
cusión, posibilita ganancias en términos
de legitimidad y sostenibilidad, y también,
evidencia tanto las complejidades en la
construcción de paz como la condición de
que para llegar a ella se requiere del con-
curso de la sociedad en su conjunto. Espe-
cialmente, por la resistencia que encuen-
tran, en amplios sectores de la sociedad
civil, algunas propuestas concretas que se
desprenderían de un eventual acuerdo de
paz con las Farc. Se observa así un evi-
dente contraste entre el apoyo casi general
al proceso de paz entre la población con
el desacuerdo con mecanismos concretos
que garantizarían la participación política
de guerrilleros y la aplicación selectiva de
mecanismos de justicia transicional. Es
obvio que el lenguaje de la mayor parte
de los medios de comunicación, los lí-
deres políticos y gremiales, e incluso de
miembros de la jerarquía católica se sigue
moviendo dentro de la polarización ami-
go/enemigo y la descalificación de los ac-
tores armados. En este sentido, una labor
importante de las organizaciones sociales
e iniciativas de paz sería contribuir a “des-
armar los espíritus” con una lectura des-
polarizante del conflicto que procurara
ir creando “una cultura de paz”.
Sin embargo, las posibilidades de una
eventual desmovilización de las Farc-EP
presentarían una perspectiva algo optimis-
ta, en contraste con otros procesos como el
de la negociación con los grupos paramili-
tares, cuya descomposición y reestructura-
ción se ha hecho evidente en las llamadas
BAcrim. Se cree que difícilmente producirá
fenómenos semejantes a la descomposi-
ción de las AUC, pues el origen rural de
la mayoría de los miembros de las Farc-EP,
muy diferentes de los jóvenes semiurbanos
y de poblaciones medianas de la AUC, los
hacen menos susceptibles a la fragmenta-
ción. Esto reforzado por una mayor iden-
tidad y cohesión interna de los guerrille-
ros, así como una mayor disciplina en su
estructura militar y política. Sin embargo,
Otra característica relevante del
proceso, es la participación de nuevos
actores, como los militares y los em-
presarios, en la mesa de negociación.
Esta situación es una oportunidad que
requiere ser comprendida por la so-
ciedad civil, los diversos estamentos e
instituciones de la sociedad y los acto-
res en conflicto, de manera amplia y
despolarizada.
Delegados del Gobierno y las Farc durante la instalación de la mesa de conversaciones para
la terminación del conflicto en Oslo, Noruega, el pasado 18 de ocubre.
Foto
Presidencia
de
la
República
.
Paz .
77
9
es necesario trabajar y estar atentos para
prevenir los eventuales efectos de frag-
mentación y descomposición de algunos
frentes, especialmente los más vinculados
al circuito cocalero en su integridad, y que
se diferencian de los campesinos colonos
de las zonas tradicionalmente controlados
por las Farc-EP, quienes podrían aceptar
las medidas disciplinarias de sus coman-
dantes, sobre todo, si van acompañadas
de programas estatales de desarrollo rural
integral.
Problemas, limitaciones y
retos del actual proceso
Más allá de este balance de pros y con-
tras del actual proceso, hay que ser cons-
cientes de que la promoción de las loco-
motoras de los planes de desarrollo de
Santos tendrán que ser repensadas frente
a los temas de la agenda de negociación.
La locomotora minero-energética y sus
ya denunciadas distancias con la loco-
motora agrícola que pone en el centro el
desarrollo rural, requerirán revisiones y
replanteamientos.
También se considera central el abor-
daje del tema de las víctimas pero
no sólo de las víctimas de las Farc-EP,
sino igualmente a las demás víctimas
de otros actores y conflictos sociales,
quienes también son protagonistas en
la construcción de condiciones para la
paz. Al respecto se señalan como ne-
gativos algunos procesos legales y li-
derazgos de organizaciones sociales
que tratan el tema de las víctimas con
cierta despolitiza-
ción del dolor y
la esencialización
u ontologización
de la categoría de
víctimas y cuyo
resultado puede
ser la revictimi-
zación, pues son
llevadas a adoptar
una actitud men-
dicante y a mini-
mizar su capaci-
dad de agencia.
En las actuales
circunstancias,
el abordaje dife-
renciado de las
víctimas —concepto inexplorado en las
prácticas pese a tener marcos claros en
las teorías— ha respondido más a los
vaivenes de intereses políticos que a la
perspectiva de derechos para la repara-
ción. En Colombia hoy, existen víctimas
de primera y segunda categoría. Ese
abordaje, según las agendas prioritarias
de las instituciones políticas para aco-
gerse a la negociación, debe ser definido
y manejado con la mayor equidad, ri-
gurosidad y transparencia, Se esperaría
que la actual coyuntura produjera un
gran auge de la movilización y reconoci-
miento social de las víctimas, lo que im-
plica un abordaje institucional integral
para evitar que se frustren las expectati-
vas exageradas que puede generar, para
algunas interpretaciones, la propuesta
de negociación.
Obviamente, los
temas del narcotrá-
fico y narcocultivo
requerirán también
aproximaciones
más rigurosas tanto
desde las políticas
del Estado como
desde las actuacio-
nes de la sociedad
civil y la comuni-
dad internacional.
Este negocio de
alta demanda para
las llamadas “Ban-
das Criminales” y
los narcos, podrá
significar el esco-
llo más dramático para la superación del
conflicto armado, pues, aunque las Farc-EP
abandonen sus prácticas asociadas a este
negocio, dichos espacios serán ocupados
por otros actores insertos en la economía
de las drogas. El problema puede estar en
las nuevas zonas del narcotráfico; algunas
de éstas se integrarán al proceso, otras no.
Incluso la violencia se puede aumentar. Al
parecer, el gobierno está alentando desde
arriba, la legalización o políticas regulato-
rias más asociadas a la reducción del daño,
pero no es una discusión fácil de cara a la
comunidad internacional y las posturas de
sectores sociales radicales en este tema.
Se señala como otro elemento crítico
la relación de la cúpula de las FARC
con los diferentes frentes de sus filas,
que no parece ser del todo uniforme, por-
que se han detectado algunas posiciones
cercanas o lejanas de los frentes hacia la
cúpula, sobre los temas de la agenda de
negociación. Asuntos como las diferen-
cias de incentivos, entre mandos altos,
medios y las bases de los militantes ra-
sos parecen de suma importancia, pues,
entre ellos, hay algunos más políticos
que se sumarán a la paz, pero hay otros
más relacionados con la economía de la
coca, que querrán permanecer en el ne-
gocio si lo que reciben a cambio en la
negociación está centrado en subsidios y
oportunidades entregadas mediante una
estructura burocrática casi imposible de
sortear y en una lógica desconectada del
origen semirrural de casi todos los miem-
bros de las Farc-EP.
Es necesario trabajar y estar atentos
para prevenir los eventuales efectos de
fragmentación y descomposición de al-
gunos frentes, especialmente, los más
vinculados al circuito cocalero en su
integridad, y que se diferencian de los
campesinos colonos de las zonas tradi-
cionalmente controlados por las Farc-
EP, quienes podrían aceptar las medi-
das disciplinarias de sus comandantes,
sobre todo, si van acompañadas de
programas estatales de desarrollo rural
integral.
Es fundamental el abordaje del tema de las víctimas pero no sólo de las víctimas de las Farc-EP, sino
igualmente a las demás víctimas de otros actores y conflictos sociales, quienes también son protago-
nistas en la construcción de condiciones para la paz.
.
Paz .
Foto
CINEP/PPP
77
10
Además, los eventuales acuerdos a
que llegue la cúpula de las Farc-EP con el
gobierno se enfrentan con el reto de co-
nectar estas decisiones con los poderes
locales y regionales para afrontar temas
como la propiedad, uso y producción de
la tierra, la participación política, los nar-
cocultivos, los poderes armados, la inser-
ción social. Esto implicará identificar las
maneras en que los acuerdos de la nego-
ciación nacional pueden abrirse paso para
el diálogo con las diversas agendas y rea-
lidades de los actores regionales.
Lo anterior también pone en evidencia
la diversidad de las actuaciones y prio-
ridades de la guerrilla en las distintas
regiones donde opera. Así, por ejemplo,
en las regiones periféricas de colonización
campesina y de frontera agraria aún en
expansión, las Farc-EP jugaron un papel
determinante en su organización social
y el respaldo a los colonos cocaleros, lo
que les hizo lograr cierta base social im-
portante, por tanto, es probable que esas
regiones un intento de desmovilización
de las FARC-EP, con un plan de desarrollo
integral, sea exitoso. Muy distinta será la
situación para las regiones donde las Farc-
EP han tenido una inserción reciente y
vinculada de manera más integral a todo
el circuito de la economía cocalera y de
relaciones con los grandes narcotrafican-
tes y otros grupos armados ilegales. Allí
se corre el riesgo de una fragmentación
y bandolerización de algunos sectores.
También será distinta la situación de al-
gunos frentes, ubicados en zonas vecinas
a haciendas latifundistas, cultivos agroin-
dustriales o grandes explotaciones mine-
ras o energéticas, donde la vida política
sigue bajo el control de gamonales tradi-
cionales, políticos de vieja data, empresas
con alta influencia en la vida de los terri-
torios y nuevos poderes locales surgidos
en el actual conflicto.
Por tanto, uno de los retos determinan-
te y condicionante de la paz es compren-
der la necesidad de buscar salidas al
conflicto y a las propuestas de construc-
ción de paz desde un enfoque regional
y socialmente diferenciado. Sin lugar a
dudas, el actual proceso de negociación
exige una mirada diferenciada del con-
flicto que reconozca las particularidades
regionales, sociales, culturales, las diná-
micas económicas y políticas que en cada
una de ellas tienen lugar, los liderazgos
presentes, los intereses en conflicto. Todo
esto, implica acciones igualmente diferen-
ciales en procura de una paz sostenible y
duradera.
En ese sentido, la experiencia de las
iniciativas regionales que ya están sien-
do realizadas por diversos actores de las
regiones, como el caso de los Programas
de Desarrollo y Paz, entre otros, permite
tener referentes regionales en marcha y
aprender que, para construir la paz, se re-
quiere tanto la voluntad decidida de los
diversos actores como la generación de
nuevas condiciones políticas y sociales
en los territorios. El actual proceso de paz
parece disponer más de voluntad que de
condiciones. Este es un claro reto para las
regiones y para el país.
Para ir creando esas condiciones será
fundamental trabajar y avanzar en la
despolarización de las miradas mu-
tuas de los actores implicados. Aquí
las sociedades regionales y la nación en
su conjunto se enfrentan al llamado de
abrir sus posturas frente a la idea fija
que se tiene del otro como enemigo.
Imaginarios polarizados que obstaculi-
zan la resolución de los conflictos y di-
ficultan la creación de alternativas para
la construcción de la paz. De otra parte,
algunos sectores sociales quieren la paz
en abstracto, sin cambios, sin que im-
plique transformaciones fiscales y eco-
nómicas, sin grandes modificaciones en
la propiedad, uso y explotación de los
recursos, sin políticas sociales educati-
vas y sociales que impliquen inversio-
nes estructurales.
Un cambio en las subjetividades y mi-
radas nuevas del otro permitirá avanzar.
Nos enfrentamos al reto de favorecer el
diálogo social que ayude a la despolariza-
ción, especialmente en las regiones donde
hay conflicto entre frentes guerrilleros,
“bandas criminales” y los poderes de he-
cho existentes en regiones y localidades.
Si no se crean mecanismos de despolari-
zación y de superación de los estereotipos
mutuamente excluyentes, un acuerdo ex-
clusivamente entre las cúpulas nacionales
de ambos lados, llevaría a una redición
del genocidio como el que se vivió con
la Unión Patriótica. Sin embargo, se opina
que la coyuntura internacional y nacional
son hoy muy diferentes de lo que fueron
entonces: tal vez la opinión pública no
permitiría HOY que un proceso de esos
alcances se llevara a cabo.
Notas
1
CAFOD, por sus siglas en inglés (Catholic Agency For
Overseas Development).
2
Publicado el 30 de octubre de 2012.
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Paz .
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
11
Proceso de paz
Gobierno-Farc
en perspectiva histórica
L
os actuales diálo-
gos que se adelan-
tan entre las Farc y
el Gobierno de Juan
Manuel Santos repre-
sentan una oportuni-
dad innegable para
avanzar hacia la fi-
nalización del conflicto armado. Aunque
hay optimismo moderado también son
muchos los escépticos frente a un final
exitoso del proceso: recuerdan los fra-
casos del pasado. Sin embargo, cuando
se miran los anteriores intentos de nego-
ciación con esta guerrilla también varios
aprendizajes, que ayudan a superar el
simplismo de que con las Farc no se pue-
de negociar porque no tienen voluntad
política, o porque son narcotraficantes
sin ideales políticos.
Desde 1982 las negociaciones se han
adelantado en un contexto en el que la
confrontación armada aumentó rápida-
mente no solo por la incursión del nar-
cotráfico en todos los niveles de la so-
ciedad, o por la expansión militar de las
guerrillas, sino también por la férrea opo-
sición que distintos sectores de las élites
nacionales y regionales (tradicionales y
narcotraficantes), sectores de las Fuerzas
Militares y de los partidos políticos hicie-
ron a las negociaciones en particular y,
en general, al proceso de apertura demo-
crática que se intentó en los años 80.
Mediante la promoción de grupos de
autodefensas y paramilitares se exterminó
a sectores de la oposición de izquierda,
y aún hoy no se ha logrado la incorpo-
ración política de varios sectores sociales
entre los que se incluyen las guerrillas.
Igualmente, ningún Gobierno ha logrado
consolidar el apoyo de los sectores más
reaccionarios a las negociaciones permi-
tiendo que se convirtieran en parte de la
estrategia para el debilitamiento militar y
político del grupo insurgente, con la es-
peranza de llevarlo a la desmovilización.
Entre 1982 y 2010 las Farc realizaron
tres conferencias; VII (1982), VIII (1993)
y IX (2007) en donde replantearon pun-
tos importantes de su estrategia de gue-
rra y reorganizaron su propuesta de paz.
Pero a lo largo de los años noventa las
negociaciones paulatinamente se volvie-
ron funcionales a su estrategia político-
militar y a la correlación de fuerzas con
el Estado, esto en particular se hizo evi-
dente durante el despeje del Caguán a
donde llegaron con fortaleza militar olvi-
dando fortalecerse políticamente. Ante la
arremetida de las AUC y quizá el silencio
por parte del Estado esta guerrilla perdió
su aparente ventaja militar supliendo tal
asimetría mediante actos de terrorismo
y una convergencia cada vez mayor de
varios de sus frentes con el narcotráfico.
Durante el gobierno de Belisario Be-
tancur (1982-1986), la propuesta de
negociación coincide con la realización
de la VII Conferencia en la que las Farc
Por Camilo Andrés Hernández Barreto*
Durante el despeje del Caguán se hizo evidente la estrategia militar de las Farc y la correlación de fuerzas
con el Estado.
.
Paz .
Recorrido histórico y aprendizajes de anteriores intentos de negociación
entre el gobierno colombiano y las Farc.
www.cinep.org.co
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12
formulan su Plan Estratégico Político Mi-
litar “que define la línea de crecimiento
y acumulado de la organización en una
perspectiva de toma del poder (…) me-
diante la creación definitiva de un ejército
revolucionario (…) y el desarrollo de una
diplomacia internacional de apoyo a la
lucha revolucionaria” (Medina, 2009, p.
157-158). En la conferencia se establecen
los criterios para la Salida Política al Con-
flicto Social y Armado, que fueron pasan-
do a un segundo plano debido a la des-
confianza que generó en la organización
el genocidio de la Unión Patriótica.
El Gobierno adopta una política de paz
que incluyó la amnistía (Ley 35 de 1982),
la reforma constitucional que permitió la
elección de alcaldes mediante el voto po-
pular y la creación del Plan Nacional de
Rehabilitación para las zonas más afecta-
das por el conflicto armado. También se
firmó el acuerdo cese al fuego, tregua y paz
pero la verificación del mismo fue impo-
sible ya que, ni las Farc, ni los militares,—
en especial los segundos— respetaron el
acuerdo y la comisión de verificación no
tuvo los elementos suficientes para con-
cluir que el cese al fuego realmente se
estaba cumpliendo (García-Durán, 2010,
p.265). En este contexto el siguiente go-
bierno de Virgilio Barco (1986-1990) no
logró dar garantías políticas a la Unión
Patriótica convirtiéndose en la principal
víctima de la gue-
rra sucia. Con el
aumento de vícti-
mas civiles a causa
de esta estrategia
contrainsurgente
del Estado, tam-
bién aumentaron
los operativos en
contra de las Farc,
en especial en Ca-
quetá por donde se
comenzó a agrietar
la tregua debido
a que el grupo in-
surgente también
respondió con ac-
ciones ofensivas, haciendo que para 1987
esta finalmente se rompiera (García-Durán,
1992, p.176-177).
Luego de esta ruptura el Gobierno de
Cesar Gaviria (1990-1994) adoptó con
las Farc y el Eln una ofensiva militar cuan-
do ambos grupos exigieron participar en
la Asamblea Nacional Constituyente sin
ninguna exigencia previa por parte del
gobierno. La respuesta de ambos grupos
insurgentes no se hizo esperar y median-
te fuertes golpes a las Fuerzas Armadas
lograron presionar una serie de conversa-
ciones en el exterior. Así, llego el año 1992
y por medio de la Coordinadora Guerrille-
ra Simón Bolívar, CGSB, dieron a conocer
sus “doce propues-
tas para construir
una propuesta de
paz”, en Tlaxcala,
México. Con ellas
la CGSB busca-
ba negociar una
agenda amplia y
no la restringida
agenda propuesta
por el gobierno
que se centraba
en la desmoviliza-
ción y entrega de
armas, sin incluir
la discusión en
torno al modelo
económico del país.
El fracaso de estas conversaciones se
dio por dos razones: la desconfianza en-
tre las partes para llegar a un acuerdo,
y el hecho de que con la nueva Consti-
tución “el Estado estrenaba una legiti-
midad que redujo ostensiblemente los
márgenes para acordar las reformas a
que aspiraban las Farc (Arias, Prieto y
Peralta, 2010, p. 22). Esto hizo replantear
su estrategia y enfocarse en asumir la
guerra integral promovida por el Gobier-
no la cual, en su percepción, no afectaba
en gran medida a la insurgencia (Medi-
na, 2009, p.157-158). De esta manera du-
rante la Octava Conferencia realizada en
1993 las Farc reorganizaron su propuesta
de paz en la Plataforma de un gobierno
de reconstrucción y reconciliación nacio-
nal, de la que surgieron diez puntos para
la solución de la crisis del país, entre los
que se incluye la salida política al con-
flicto armado. Los otros nueve puntos se
centran en reformas que reorganicen el
Estado, el modelo económico que permi-
ta la redistribución de la riqueza, el bien-
estar social y una política agraria. Tam-
bién plantean reestructurar la política
exterior del Estado colombiano (Medina,
2009, pp. 212-214).
La agudización de la guerra por la
expansión paramilitar y la crisis polí-
tica generada por el proceso 8000 de-
jaron al gobierno de Ernesto Samper
(1994- 1998) sin muchas posibilidades
de negociación. A pesar de esto las Farc
manifestaron la necesidad de iniciar
un proceso de paz y por medio de una
La agudización de la guerra por la
expansión paramilitar y la crisis polí-
tica generada por el proceso 8000 de-
jaron al gobierno de Ernesto Samper
(1994- 1998) sin muchas posibilidades
de negociación, a pesar de esto las Farc
manifestaron la necesidad de iniciar
un proceso de paz y por medio de una
carta dirigida a Carlos Holmes en 1995
plantearon como condición para una
negociación el despeje de un territorio.
En los años 90 el gobierno de Cesar Gaviria adoptó una ofensiva militar con las Farc y el Eln cuando
ambos grupos exigieron participar en la Asamblea Nacional Constituyente.
.
Paz .
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
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carta dirigida a Carlos Holmes Trujillo,
Alto Comisionado para la época (1995),
plantearon como condición para una
negociación el despeje de un territorio1
.
Pero la crisis de legitimidad del gobier-
no fue aprovechada por las Farc para
fortalecerse militarmente —aunque no
politicamente2
— llevando a que su posi-
ción política frente a la opinión pública
se debilitara, por
lo que solamente
se llegó a firmar el
Acuerdo humani-
tario de Remolinos
del Caguán (junio
de 1997), median-
te el cual las Farc
entregaron a 60
soldados y 10 in-
fantes de marina
en Cartagena del
Chairá (Villarraga,
2009, p.264).
La creciente
movilización ciu-
dadana a favor de
la paz se tradujo
en un masivo apo-
yo en las urnas al Mandato ciudadano
por la paz, la vida y la libertad en 1997.
Esto llevó a la presidencia a Andrés Pas-
trana (1998 - 2002) quien aseguró su
victoria al reunirse en persona con el
máximo jefe de las Farc. Pastrana esta-
bleció una zona de despeje (La Macare-
na, Mesetas, Uribe, Vistahermosa y es
San Vicente del Caguán) para adelantar
negociaciones con el grupo insurgente y
esta zona terminó por convertirse en el
principal obstáculo para las mismas, ya
que por su extensión y al no haber esta-
blecido el Gobierno mecanismos de ve-
rificación, terminó siendo utilizada para
fines distintos a la negociación3
.
A pesar de esto, se estableció una
Agenda común (mayo 1999) la cual con-
tenía una variedad de temas para discutir
y que hacía referencia de manera muy
general a las causas estructurales de la
violencia, sin tener claridad sobre qué
era lo que realmente se podía negociar en
ese momento. Aún así, se llegó a varios
acuerdos4
con los que se logró la libertad
de más de 400 miembros de la fuerza
pública. También se creó la Comisión de
Personalidades la cual hizo una serie de
recomendaciones para poder avanzar con
los diálogos (Arias, Prieto y Peralta, 2010,
p.23). Estas recomendaciones se centra-
ron en aclarar los términos para una po-
sible tregua en la cual se analizarían los
doce puntos de las Agenda común.
Catapultado rápidamente por los
fracasos de diálogos en el Caguán, Ál-
varo Uribe Vélez
(2002-2010) gana
las elecciones en
2002 y es reele-
gido en 2006,
promueve la Po-
lítica de Seguri-
dad Democrática
para afrontar el
conflicto armado.
En esta perspec-
tiva la democra-
cia colombiana
era la víctima de
una “amenaza
terrorista” repre-
sentada por las
guerrillas. De esta
forma se desco-
noció todo el contenido político y social
que se atribuía a la confrontación arma-
da en el país.
La ofensiva militar contra las guerri-
llas, en especial las Farc, fue el princi-
pal objetivo durante este Gobierno. Al
mismo tiempo se llevaron a cabo unas
“negociaciones” con los paramilitares
para que se sometieran a la justicia y
respondieran por sus crímenes. Estas
fueron ampliamente criticadas desde el
comienzo y, aunque se lograron conocer
muchos de los crímenes de las AUC, es
poco lo que se ha logrado en torno a la
reparación de las víctimas, objetivo prin-
cipal de la Ley de Justicia y Paz5
.
El gobierno de Uribe Vélez también
promovió ampliamente la política de
desmovilización individual, la cual tuvo
resultados importantes en la disminución
de efectivos de las Farc y sirvió como
complemento de la presión militar. Du-
rante este periodo se hicieron muy evi-
dentes los fuertes golpes hacia las Farc
que incluso llevaron a la desarticulación
de varios de sus frentes. Sin embargo,
en 2007, las Farc adelantaron la IX con-
ferencia en la cual manifiestan no estar
tan debilitados como muchos creían y
no realizan mayores modificaciones a su
estrategia de guerra. A pesar de esto, en
2008, varios de sus máximos jefes caye-
ron en combate: ‘Raúl Reyes’, ‘Iván Ríos’
y el ‘Negro Acacio’, entre otros; situación
que generó que generó triunfalismo en
algunos sectores de las Fuerzas Milita-
res. La actitud optimista rápidamente se
desvaneció por el escándalo de los llama-
Catapultado rápidamente por los fra-
casos de diálogos en el Caguán, Álvaro
Uribe Vélez gana las elecciones en 2002
y es reelegido en 2006, promueve la
Política de Seguridad Democrática para
afrontar el conflicto armado. En esta
perspectiva la democracia colombiana
era la víctima de una “amenaza terro-
rista” representada por las guerrillas. En
esta forma se desconoció todo el conte-
nido político y social que se atribuía a la
confrontación armada en el país.
El gobierno de Álvaro Uribe promovió la ofensiva militar contra las guerrillas, las “negociaciones” con los
paramilitares” y una política de desmovilización individual.
Foto
CINEP/PPP.
.
Paz .
www.cinep.org.co
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dos falsos positivos y porque para 2009
la guerrilla estaba volviendo a golpear al
Ejército en varias regiones del país.
Aprendizajes del pasado
y perspectivas para la
negociación actual entre el
gobierno Santos y las Farc
Hasta 2010 son varias las continuida-
des en los intentos de negociación con
las Farc. Si bien estos no han resultado
traducidos en acuerdos, sí han dado ven-
tajas políticas al Estado pero no las sufi-
cientes para lograr un aislamiento total
de las Farc. Por lo cual los aprendizajes
de los procesos anteriores son claves
para la terminación del conflicto armado.
En primer lugar, es importante la con-
solidación del proceso tanto a nivel ex-
terno como interno. A nivel externo, la
comunidad internacional se ha compro-
metido más desde los años 90, e incluso
durante el despeje del Caguán el apoyo
internacional se hizo más fuerte. Sin em-
bargo, nunca pudo llegar a ser un actor
que por lo menos ayudara a despolarizar
las posiciones de los negociadores por-
que el Estado y la guerrilla no lo permi-
tieron.
A nivel interno, desde 1982, diferen-
tes sectores reaccionarios no han apoya-
do los procesos que se han adelantado.
Por eso el actual Gobierno ha desplegado
estrategias para ir consolidando el apoyo
al proceso; una de ellas fue realizar los
diálogos en el exterior para disminuir la
presión de una opinión pública tan pola-
rizada como la colombiana. Igualmente
teniendo como garantes a países como
Cuba, Noruega, y de acompañantes a
Venezuela y Chile, se logra un apoyo
de terceros que ningún proceso anterior
tuvo. Adicionalmente la mesa de nego-
ciación de los equipos de negociadores
tendrá hasta 20 asesores temáticos espe-
cializados en cada uno de los puntos de
la agenda y un grupo de apoyo técnico
para cada delegación conformado por
cinco miembros. También se estable-
cieron unas reglas básicas en las que el
principio rector es: “nada está acordado
hasta que todo esté acordado (Semana,
2012, p.36-37).
En segundo lugar, el gobierno ha bus-
cado reducir la desconfianza de los oposi-
tores a las negociaciones. Aunque no son
los únicos, los Militares y las élites (tradi-
cionales y narcotraficantes) han sido los
principales opositores y saboteadores6
de
los procesos con las Farc. Por esta razón
el Gobierno ha sido cuidadoso en asegu-
rar el apoyo de ambos al proceso, mante-
niendo la ofensiva militar contra las Farc
e incorporando a la mesa de negociación
a una figura de confianza dentro del Ejér-
cito como el General (r) Jorge Mora Ran-
gel. En cuanto las élites y el sector priva-
do hasta el momento han dado apoyo al
proceso. Eso sí, luego del discurso de alias
“Iván Márquez” en Oslo, el Consejo Gre-
mial Nacional dejó en claro que la preten-
sión de las FARC de llevar a la mesa temas
que son del resorte exclusivo del Estado co-
lombiano [como el modelo económico], no
responde a las reglas de juego establecidas
previamente por las partes (Andi, 2012).
El Presidente Santos ha reiterado esta po-
sición resaltando que las negociaciones
son para terminar el conflicto armado y
que si las Farc dejan las armas podrán
buscar cambiar el
modelo económico
y político si lo ha-
cen en la contienda
electoral (Semana,
2012).
Finalmente, en
lo que se refiere a
la agenda de nego-
ciación, evidente-
mente hay cambios
importantes con
respecto a las ante-
riores. Por ejemplo,
ya no se habla de
los doce puntos de
la agenda del Ca-
guán en la que se
buscaba solucionar
todos los proble-
mas del país. La
agenda actual es
La agenda actual es más realista
porque se redujo a seis puntos, dos
de los cuales son fundamentales para
las Farc: la solución de la problemáti-
ca agraria y la participación política.
Sobre el primero, las Farc no solo han
insistido en el acceso a la tierra sino
en la reorientación del modelo econó-
mico, el cual, a su vez, se relaciona
con la erradicación del narcotráfico
del campo.
Primera sesión de la mesa con el acompañamiento de los paises garantes Noruega y Cuba.
Foto
Presidencia
de
la
República
.
Paz .
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más realista en ese aspecto, porque se re-
dujo a seis puntos, dos de los cuales son
fundamentales para las Farc: la solución
de la problemática agraria y la participa-
ción política. Sobre el primero, las Farc
no solo han insistido en el acceso a la
tierra sino en la reorientación del modelo
económico, el cual, a su vez, se relaciona
con la erradicación del narcotráfico del
campo.
En cuanto a la participación política,
desde que en 1984 las Farc intentaron
su incorporación política a través de la
Unión Patriótica, una de las razones por
las que este proceso fracasó fue la debi-
lidad de los mecanismos de verificación
del cese al fuego, así como de las garan-
tías para ejercer la oposición. Si bien el
cese al fuego para las Farc continúa sien-
do central, a diferencia de los procesos
anteriores que solo hablaban de la par-
ticipación política del grupo insurgente,
en el acuerdo general para la terminación
del conflicto y la construcción de una paz
estable y duradera, se acordó incluir la
dejación de armas, algo que no había
incluido en las agendas anteriores y que
por primera vez las Farc aceptan incluir.
Aunque esto es un avance por parte de
las Farc, no será un tema que se resuelva
fácilmente, en especial, porque otro de los
puntos de la agenda se relaciona con la
reparación a las víctimas, lo cual genera
obstáculos a la participación política de la
organización. Ya que en los procesos que
se adelantaron en Colombia con grupos
insurgentes hasta mediados de los 90,
este tema no fue central, porque en los
acuerdos finales a los que se llegó, no se
incluyó la ratificación de los protocolos
de Ginebra para “humanizar la guerra”
y solo después de 1995, estos fueron fir-
mados por el Estado colombiano, en una
coyuntura en la que, el tema de las vícti-
mas comenzó a tomar fuerza en el nivel
internacional. En la actualidad este tema
es central no solo por las víctimas de las
Farc, sino por el hecho de que el grupo
insurgente insista en considerarse víctima
del Estado colombiano. Esto implica un
reto para la justicia colombiana que inevi-
tablemente tendrá que buscar soluciones
más efectivas que las que el Marco para
la paz ofrece. ¿Se tendrá que utilizar de
nuevo la amnistía o el indulto para lograr
formalizar un acuerdo de paz? De ser así,
¿cuáles serian los límites del mismo?
Si bien no se puede asegurar un fi-
nal exitoso del proceso en curso, sí se
puede ver que éste ha sido pensado de
manera más calculada por ambos acto-
res. Mientras que Santos busca acomo-
dar sus fichas para la reelección, las Farc
buscan recuperarse políticamente. Esto
eventualmente podría jugar a favor del
proceso, porque el fracaso de las nego-
ciaciones conllevaría consecuencias po-
líticas negativas para el país, cerraría las
puertas a una salida negociada y proba-
blemente el conflicto se agravaría aún
más. Así, negociar o no en medio del
conflicto obedece a un cálculo político;
el Gobierno se mantiene firme en con-
tinuar con las acciones militares para
mostrar fortaleza en el tema de seguri-
dad y las Farc declaran un cese al fuego
unilateral hasta el 20 de enero de 2013
para mostrar su voluntad política y pre-
sionar a Santos ante la opinión pública.
Sin embargo, el éxito de la negocia-
ción no depende solamente del juego
político entre los negociadores, sino
también de la consolidación del proce-
so a nivel internacional, nacional y re-
gional. El papel de la comunidad inter-
nacional va más allá de ser garantes y
acompañar el proceso, para convertirse
en una instancia que comprometa a las
partes en el cumplimiento de los acuer-
dos. La consolidación del proceso a ni-
vel nacional necesita de la legitimidad
y respaldo de las distintas fuerzas polí-
ticas y sociales, particularmente de las
que se han opuesto al proceso mismo.
Finalmente, el proceso de negociación
requiere ganar mayor legitimidad a ni-
vel regional, atendiendo las particulari-
dades de los conflictos y articulando los
procesos sociales existentes.
La agenda actual es más realista en
ese aspecto, porque se redujo a seis
puntos, dos de los cuales son funda-
mentales para las Farc: la solución de
la problemática agraria y la partici-
pación política. Sobre el primero, las
Farc no solo han insistido en el acceso
a la tierra sino en la reorientación del
modelo económico, el cual, a su vez,
se relaciona con la erradicación del
narcotráfico del campo.
Este video se puede visualizar también en: http://www.youtube.com/watch?v=00OgPhs_XB4
Video
.
Paz .
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Notas
1
Mediante esta carta las Farc propusieron el despeje de La Uribe, Meta, durante sesenta días de los cuales treinta servirían al grupo para verificar y
luego desplazar una parte de su delegación al municipio, en donde se realizaría una primera reunión con la delegación del gobierno durante cinco días
y el gobierno otorgaría diez días para evacuar la zona. Villarraga, A (comp.), 2009, Biblioteca de las Paz 1994-1998, tomo IV: En ausencia de un proceso
de paz: Acuerdos Parciales y Mandato Ciudadano por la Paz, Bogotá, Fundación Cultura Democrática, p.169.
2
Según Diana Moreno, “Aunque inicialmente esta decisión en apariencia sirve para su fortalecimiento y auge, el crecimiento desmesurado de las Farc en
lo militar no se ve acompañado en igual medida en la cualificación de sus hombres en lo político. Esto en el largo plazo se constituye en su mayor debi-
lidad, una especie de crecimiento sin desarrollo, un amplio cuerpo militar precariamente formado en lo político que no logra fortalecer sus relaciones
con la comunidad y, que tampoco logra protegerla totalmente de las incursiones militares y paramilitares, lo que hace que su adherencia política sea
bastante frágil.” Moreno, D., 2009 “Fase de la lucha social y política” en Medina, C (ed.), 2009 FARC-EP. Temas y problemas nacionales 1958 – 2008,
Bogotá, Universidad Nacional, pp. 155.
3
Ésta terminó convirtiéndose en un área estratégica desde la cual las Farc podían continuar la guerra, llevando allí a soldados que retienen como resul-
tado de ofensivas en otras regiones, con el objetivo de presionar al gobierno para lograr una Ley de Canje permanente y recuperarse ante el avance de
grupos paramilitares que se consolidaban en varias regiones del país.
4
“Acuerdo de los Pozos” (febrero, 2001); el acuerdo de intercambio humanitario (junio 2001); el acuerdo de San Francisco de la Sombra (octubre, 2001)
y el Acuerdo de cronograma para el futuro del proceso de paz (enero, 2002). García-Durán, Mauricio, 2010, “Colombia: Conflicto Armado, Procesos de
negociación y retos para la paz”, en Vargas, A., 2010, Colombia: Escenarios Posibles de Guerra o Paz, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p.p.
266-267.5
“Acuerdo de los Pozos”, febrero, 2001; el acuerdo de intercambio humanitario, junio 2001; el acuerdo de San Francisco de la Sombra, octubre,
2001 y el Acuerdo de cronograma para el futuro del proceso de paz, enero, 2002. García-Durán, Mauricio, 2010, “Colombia: Conflicto Armado, Procesos
de negociación y retos para la paz”, en Vargas, A, 2010, Colombia: Escenarios Posibles de Guerra o Paz, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p.p.
266-267.
5
Sobre el debate en torno a los resultados de las Ley de Justicia y Paz que surgió durante la negociación entre el Gobierno y las AUC, consultar: Pizarro,
Eduardo y León Valencia (2009) Ley de Justicia y Paz, Colección Cara y Sello, Bogotá, Norma-Semana.
6
Por ejemplo, Carlo Nasi menciona que en cada proceso han variado los saboteadores, entre los que reconoce también a los paramilitares, sectores de
ambos partidos e incluso a los propios negociadores. Nasi, Carlo, 2010, “Saboteadores de los procesos de paz en Colombia” (reimpresión traducida
capítulo de libro). En Angelika Rettberg (comp.), Conflicto armado, seguridad y construcción de paz en Colombia, Bogotá: Universidad de los Andes, pp.
97-128. Por otra parte, Mauricio Romero plantea que el fracaso de las negociaciones con las Farc se ha debe también al hecho de que el Partido Liberal
vio amenazado su hegemonía electoral ante la posible incorporación de esta guerrilla la cual tenia influencia política y militar en varias regiones donde
el liberalismo era mayoritario. Romero, M., 2003, Paramilitares y Autodefensas 1982-2003, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, pp. 272-273.
Referencias
Medina Gallego, Carlos, 2009, FARC-EP. Notas para una historia política 1958-2008, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p. 157-158.
García-Durán, Mauricio, 2010, “Colombia: Conflicto Armado, Procesos de negociación y retos para la paz”, en Vargas, A., 2010, Colombia: Escenarios
Posibles de Guerra o Paz, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p. 265.
García-Durán, Mauricio, 1992, De la Uribe a Tlaxcala. Procesos de paz, Bogotá, Cinep, pp. 176-177.
Arias, Gerson, Prieto, Carlos y Peralta, Milena, 2010, “¿Qué quieren las Farc? Agendas de negociación en los procesos de paz”, Fundación Ideas para
la Paz, FIP, p22.
Villarraga, Alvaro (comp.), 2009, Biblioteca de las Paz 1994-1998, tomo IV: En ausencia de un proceso de paz: Acuerdos Parciales y Mandato Ciudadano
por la Paz, Bogotá, Fundación Cultura Democrática, p.264.
Arias, Gerson, Prieto, Carlos y Peralta, Milena, 2010, “¿Qué quieren las Farc? Agendas de negociación en los procesos de paz”, Fundación Ideas para
la Paz, FIP, p23; Villarraga, A (septiembre, 2012) “El camino de la paz: Valorar las experiencias pasadas”, Razón Pública. Disponible en: http://www.
razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/3269-el-camino-de-la-paz-valorar-las-experiencias-pasadas.html
Semana, (2012, 10 al 17 de septiembre), “Anatomía de la mesa”, núm. 1584, pp. 36-37.
Asociación Nacional de Industriales, Andi, 2012 “Sector privado apoya al equipo negociador del Gobierno” agosto 18. Disponible en:
http://www.andi.com.co/pages/prensa/comunicados_prensa_detalle.aspx?Id=432
Semana (2012, 16 de noviembre), “Santos: El modelo económico y político no está en discusión con las Farc”. Disponible en: http://www.semana.com/
nacion/santos-modelo-economico-politico-no-esta-discusion-farc/188172-3.aspx
La Silla Vacía (19 de noviembre, 2012) “El cese al fuego de las Farc: presiona al gobierno y, a la vez, fortalece el proceso”. Disponible en:
http://www.lasillavacia.com/historia/el-cese-al-fuego-de-las-farc-presiona-al-gobierno-y-la-vez-fortalece-el-proceso-37335 recuperado: 22 de noviem-
bre de 2012.
* Camilo Andrés Hernández Barreto: Colaborador del equipo Iniciativas de Paz del CINEP/PPP.
.
Paz .
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
17
Cambio de posiciones:
los actores incidentes en
el proceso de paz
Por Fernando Sarmiento Santander*
Santos se lanzó a esta aventura incierta de la paz; lo hace a sabiendas de que tanto el éxito como el fracaso son
posibles (50 a 50), pero intenta establecer algunos puntos de referencia para no perderse en el curso y asegurar
salir ganando en cualquier caso. Aun así son muchos los factores en juego que se salen de sus manos.
S
i bien los aspectos
formales en la mesa
de diálogo juegan un
papel central en el
desarrollo del proce-
so, otro tipo de facto-
res no formales, que
pueden ser de orden
económico, social,
político, e incluso factores culturales, ac-
túan como catalizadores que conducirían
al éxito o fracaso del mismo1
. Tales fac-
tores se encarnan en actores concretos,
favorables o no a la paz y a la guerra.
¿Cómo se conjugan estos factores? ¿Qué
tipo de comprensiones operan? ¿Cómo
podrían incidir en el actual proceso?
Gobierno Nacional y
Fuerza Pública
El Gobierno siempre ha llegado a las
negociaciones con más convicción que las
guerrillas, pero también es quien primero
ha roto los procesos. Eso ya “está canta-
do” por Santos; el Presidente enumeró las
condiciones para empezar conversaciones
de paz, pero a la vez advirtió las condicio-
nes que lo obligarían a terminarlas (Sema-
na, 2012, 4)2
. La mayor parte de los nego-
ciadores oficiales creen en el proceso y en
que hay condiciones para lograr la paz,
pero a la vez están adoctrinados por el
pragmatismo de Santos de que hay tiem-
pos y resultados establecidos; o sea, que
en cualquier momento pueden retirarse.
Por tal razón, que es un cambio evi-
dente del actual Gobierno, hay una am-
plia disposición a recoger la experiencia
de procesos anteriores y aprender de los
errores3
. Este no fue el caso del proceso
en el Caguán, que quiso partir de cero,
sin retomar las lecciones de experiencias
anteriores. Los negociadores de Santos
conocen mejor a las Farc, saben frente
a que “personajes” se sientan; los han
estudiado, y a la vez han abierto su per-
cepción al considerarlos posibles conten-
dientes políticos en el marco de la demo-
cracia. También ha cambiado el lenguaje
para referirse a la guerrilla.
En la misma medida en que ha cam-
biado la percepción y conocimiento de
la guerrilla, ha cambiado la compren-
sión del conflicto. Fue determinante,
por ejemplo, el hecho de reconocer en la
aprobación de la Ley de víctimas la exis-
tencia del conflicto armado interno (El
País, 2012)4
, como condición para buscar
los medios para terminarlo; diez años
transcurrieron en los que el Gobierno
nacional negaba su existencia y se empe-
ñaba en exterminar militarmente a gru-
pos que consideraba “narco-terroristas”
y que pretendían desestabilizar el país.
Hoy se acepta, con un poco más de rea-
lismo, que existen causas estructurales
generadoras de la violencia y la guerra,
relacionadas con temas como la partici-
pación política, el problema de tierras,
la situación de las víctimas, la pobreza
y la falta de oportunidades para amplios
sectores sociales en materia de empleo,
salud y educación.
Aunque el Gobierno no está dispuesto
aún a revisar sus estructuras de poder y el
modelo económico, a fin de abrirle paso
a lo que la guerrilla denomina “paz con
Hoy se acepta, con más realismo, que existen causas estructurales generadoras de la violencia y la
guerra, relacionadas con temas como la participación política, el problema de tierras, la situación de las
víctimas, la pobreza y la falta de oportunidades.
.
Paz .
www.cinep.org.co
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18
justicia social”, ha
estado, con todo,
impulsando en los
dos últimos años
proyectos legislati-
vos y políticas pú-
blicas que apuntan
a esas causas es-
tructurales: Ley de
víctimas y Restitución de tierras, reforma
a la Ley de justicia y paz, programas de
vivienda, reforma a la justicia, atención a
la población vulnerable, disminución del
desempleo, etc. Ello, con la pretensión
de quitarle argumentos a la insurgencia
para continuar la lucha armada (Eltiem-
po.com, 2012, 27). El asunto de fondo
está en la concepción de tales causas es-
tructurales y en el modo cómo se debe
cambiar el manejo del país. Esa será la
materia de las conversaciones en la Ha-
bana y del amplio diálogo social en la
tercera fase.
Por lo pronto, las condiciones propi-
cias para atraer inversión extranjera y
reorientar la inversión pública, a la vez
que las motivaciones de orden político
de Santos hacia un segundo período pre-
sidencial, ha hecho que ahora más que
nunca el gobierno tenga alineado a sus
Ministros, al Congreso y a los partidos
políticos en torno a la Unidad Nacional y
a favor del proceso de paz. Esto sin con-
tabilizar el respaldo que le han dado los
gremios econó-
micos y, aunque
con otras motiva-
ciones, amplios
sectores sociales.
En todos los ca-
sos se excluye de
tal respaldo a Uri-
be y al Uribismo
“purasangre”, principal detractor de la
paz por la vía negociada (Eltiempo.com,
2012, 4).
A diferencia de gobiernos anteriores,
en esta ocasión existen acuerdos entre la
Presidencia y las Fuerzas Militares. Nun-
ca antes éstas últimas habían estado tan
dispuestas a respaldar un proceso de paz
(Elespectador.com, 2012); esto se refleja
en el hecho de incorporar en el equipo
negociador a uno de los oficiales de ma-
yor trayectoria militarista y claro detrac-
tor de las negociaciones de paz, como el
General (r) Mora, y al policía con mayor
prestigio internacional, el General (r) Na-
ranjo.
La determinación de negociar en me-
dio del conflicto ha favorecido la posición
de respaldo de la Fuerza Pública, pues a
diferencia de las anteriores, en esta oca-
sión el procesos de paz no crea una espe-
cie de neutralización de las operaciones
militares, ni causa desazón entre los ofi-
ciales. Se advierte, pues, la labor previa
hecha por el Presidente de negociar con
los sectores de poder, entre esos los mili-
tares. Si bien no se puede considerar ab-
soluto el respaldo de los militares activos
y retirados, en esta ocasión el Presidente
se la jugó sentando en el equipo de nego-
ciadores a un sector normalmente ausen-
te y que ha sido el palo en la rueda de la
paz. Esta es una jugada fundamental de
Santos: contar con la Fuerza Pública para
la guerra, a la vez que para la paz.
Con la suma de estos elementos y tras
la campaña militar contra la insurgencia,
hoy más que nunca el Gobierno llega
fuerte a la mesa; considera que va ga-
nando la guerra, tanto en el plano militar
como en el político.
La insurgencia política y
armada de las Farc-EP
Sentado al otro lado de la mesa está
otro actor, la guerrilla de las Farc-EP.
Existe un largo historial de esta guerrilla
en procesos de paz4
, pero es importante
analizar las coincidencias que hay entre
los momentos históricos de las Farc-EP,
marcados por sus conferencias, con sus
momentos en las negociaciones de paz.
Así se aprecia que hay diferencias del ac-
tual proceso con los anteriores y también
qué están pensando los comandantes
respecto a los asuntos fundamentales de
la lucha insurgente.
Hoy más que nunca el Gobierno lle-
ga fuerte a la mesa; considera que va
ganando la guerra, tanto en el plano
militar como en el político.
Foto:
Marcos
Montoya
Foto
CINEP/PPP
.
Paz .
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19
seguridad democrática no podía ser otra
cosa que la consolidación de la clase po-
lítica y de las élites económicas a nivel
nacional y regional, con la asistencia del
paramilitarismo y el respaldo de los Esta-
dos Unidos.
La Novena Conferencia se reune en un
momento de con-
vulsión interna de
las Farc-EP y en un
panorama incierto
para una solución
negociada del con-
flicto, prevista en
la Conferencia de
1993. La reelección
de Uribe era un
escenario adverso;
prácticamente los
obligaba a mante-
ner su repliegue estratégico durante los
años anteriores, y a realizar muy clan-
destinamente sus labores políticas con las
bases sociales. Pero tras la manifestación
de paz de Santos el día de su posesión
como presidente, las declaraciones de la
guerrilla a favor de diálogos de paz no se
hicieron esperar. Cambió el contexto, pero
no cambiaron los discursos ni los propó-
sitos de la lucha insurgente; de hecho la
novena Conferencia reafirma las visiones
sobre la situación del país y de las cla-
ses dirigentes y reconfirma la necesidad
de una solución política y la reforma de
El paralelo es el siguiente5
: la Sépti-
ma Conferencia, realizada en mayo de
1982 en Guayabero, Meta, precede dos
momentos de diálogo con las Farc-EP:
uno, los acuerdos de La Uribe, firmados
en marzo de 1984, bajo la presidencia
de Belisario Betancur (1982-1986) y dos,
los diálogos iniciados en Cravo Norte,
Arauca, y posteriormente trasladados a
Caracas y Tlaxcala, entre mayo de 1991
y octubre de 1992, bajo la presidencia
de César Gaviria (1990-1994), en los que
también participaron el ELN y el EPL,
como Coordinadora Guerrillera Simón
Bolívar –CGSB. La Octava Conferencia,
realizada en abril de 1993, tras el rompi-
miento de los diálogos en México, prece-
de el proceso de paz en San Vicente del
Caguán, Caquetá, entre enero de 1999 y
febrero de 2002, bajo la presidencia de
Andrés Pastrana (1998-2002). El actual
proceso en la Habana, promovido por
Juan Manuel Santos (2010-2014), está
precedido por la Novena Conferencia,
realizada entre finales de 2006 y comien-
zos de 2007, cuando dan a conocer la
“Declaración política” del 31 de enero6
.
La Séptima Conferencia determina a
las Farc-EP a una estrategia más ofensi-
va, que contempla la duplicación de su
pie de fuerza y el desdoblamiento de los
frentes existentes. Allí mismo se reafirma
la estrategia de “combinación de todas
las formas de lucha”, con el propósito
de preparar el terreno para la toma del
poder en los siguientes diez años. Tales
decisiones estaban en contravía de cual-
quier pretensión de paz del gobierno Be-
tancur y lejos de sumarse a la propuesta
de paz de Virgilio Barco (1986-1990), o
dejarse tentar por las propuestas de una
paz integral por parte de Gaviria.
Después de casi diez años, se realiza
la Octava Conferencia, donde se hace
el balance del proceso de expansión y
reorganización y se da un giro al dis-
curso de las Farc-EP, incorporando el
tema de la paz. Expresan su interés
por una solución política del conflic-
to armado y declaran la urgencia de
construir un nuevo gobierno de recon-
ciliación y reconstrucción nacional; un
gobierno que garantice la justicia so-
cial, la democracia y la defensa de los
intereses del país. Era claro que ni el
gobierno Gaviria
ni el posterior go-
bierno de Ernes-
to Samper (1994-
1998) daban la
posibilidad para
una transforma-
ción de fondo. La
profundización
neoliberal de la
política económi-
ca, la rapiña por
el poder nacional
y regional, con
la participación
de los grupos de
autodefensas,
sumado a la pro-
fesionalización
contrainsurgente
de la Fuerza Pú-
blica, iban en contravía de los declara-
dos ideales democráticos de las Farc-EP
y traicionaban, según ellos, los ideales
patrióticos del libertador Simón Bolí-
var. Consideraron, así, que las élites en
el poder eran el primer impedimento
para el logro de la paz.
Al momento
del Caguán, las
Farc-EP corrobo-
raban su idea de
una clase política
incrustada en el
poder, que actua-
ba en contra de
los intereses del
pueblo y utilizaba
la guerra como es-
trategia para sos-
tenerse. El Plan
Colombia de Pastrana lo confirmaba. El
contrapeso debía ser la formación de una
nueva clase política y el sostenimiento de
la guerra como expresión de resistencia
popular. Así se reafirmaba la necesidad
de combinar todas las formas de lucha.
En ningún momento las Farc-EP contem-
plaron la posibilidad de una desmovili-
zación o entrega de armas, como lo hi-
cieron otros grupos guerrilleros en años
anteriores. El diálogo en el Caguán no
tenía ningún futuro.
Los años siguientes confirmaron a las
Farc-EP sus argumentos. La política de
Al momento del Caguán, las Farc-EP
corroboraban su idea de una clase polí-
tica incrustada en el poder, que actuaba
en contra de los intereses del pueblo y
utilizaba la guerra como estrategia para
sostenerse.
.
Paz .
Al momento del Caguán, las Farc-EP corroboraban su idea de una clase políti-
ca incrustada en el poder, que actuaba en contra de los intereses del pueblo
y utilizaba la guerra como estrategia para sostenerse.
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20
las instituciones, para hacer de Colombia
una nación democrática, soberana y con
justicia social.
Al proceso en La Habana llegan unas
Farc-EP reconfirmadas en sus propósitos
políticos de transformación del Estado.
No se ha hablado ni de rendición ni de
entrega de armas; la guerrilla está con-
vencida del crecimiento de sus bases
políticas y de la legitimidad de su lucha
armada. Lo que el gobierno intenta es
convencer a las Farc-EP de agenciar la
transformación del Estado, de sus insti-
tuciones y del modelo económico, a tra-
vés de la confrontación política. En eso
consistiría la actual negociación: en ver
si es posible crear las condiciones para
desarmarse.
En todo caso, las Farc-EP de hoy lle-
gan a la mesa con ciertas desventajas;
disminuidos militarmente, desprestigia-
dos políticamente y con la imposibilidad
de alcanzar el poder a balazos. Farc-EP
y Gobierno reconocen mutuamente un
empate táctico en el plano militar, en el
sentido de que no es posible vencer al
enemigo en el escenario de la confronta-
ción militar.
Sectores políticos y sociales
El país ha vivido desde mediados del
siglo pasado un proceso de reconfigura-
ción de las fuerzas políticas y sociales. La
lucha armada surgió en un contexto de
guerra fría7
, en el que la ofensiva contra
el comunismo alcanzó a los países lati-
noamericanos, conduciendo el ejercicio
de la política al plano de la violencia.
Los discursos nacionalistas y el rechazo a
pretensiones hegemónicas de los Estados
Unidos de América configuraron en Co-
lombia la lucha insurgente; en este fragor,
se ampliaron los terrenos de polarización
de las expresiones políticas y sociales. El
Frente Nacional, en el que alternaron en
el poder liberales y conservadores, repri-
mió y excluyó a otros movimientos polí-
ticos, generando protestas de insatisfac-
ción, que en algunos casos derivaron en
guerrillas, como el M-19.
Si bien hubo replanteamientos para la
participación política, como la elección
popular de alcaldes a finales de los 80s
y la posterior Constitución del 91, las
élites tradiciona-
les mantuvieron el
poder y restringie-
ron por las vías de
hecho la inserción
de la izquierda en
el gobierno central
y regional. De ello
da cuenta el exter-
minio de la UP y el
asesinato y perse-
cución a líderes del M-19 y de otros gru-
pos de oposición.
La última edición de este proceso
polarizador lo vivió el país después del
fracaso de los diálogos en el Caguán. La
sociedad nacional giró 180 grados a favor
de la guerra, para la que eligió y reeligió
a Álvaro Uribe Vélez (2002-2006, 2006-
2010). La lucha internacional contra el
terrorismo, liderada por los Estados Uni-
dos, aportó los argumentos para arreme-
ter con mayor fervor contra las guerrillas,
líderes y organizaciones políticas y socia-
les consideradas afines, quienes fueron
víctimas de las fuerzas oficiales y del pa-
ramilitarismo. Fue una nueva edición de
la guerra fría y del Estatuto de Seguridad
del Gobierno de Julio César Turbay Ayala
(1978-1982).
El balance a 2012, y tras el cierre del
gobierno de Uribe, es el de una socie-
dad polarizada que se reacomoda polí-
ticamente. Tanto las izquierdas como las
derechas se mue-
ven, ampliando
los flancos radica-
les y dando lugar
a sectores inter-
medios en la línea
de tensión.
Aunque no es
un escenario fá-
cil, aproxima un
par de grados a
las dos partes negociadoras. El Gobierno
de Santos se mueve un poco hacia el cen-
tro y las Farc-EP están menos atrinchera-
das en sus fundamentos ideológicos; “ya
no son comunistas”, anota el economista
Jorge Iván González (González, 2012). A
la vez, se crea una plataforma favorable
para el juego de la política. Pero quedan,
sin duda, rezagos polarizados proclives a
la violencia.
Los sectores empresariales, que ejer-
cen poder real en la opinión pública y
deciden sobre el devenir de la nación,
han señalado sus posiciones frente al
actual proceso de paz. Cada vez más el
sector empresarial se ha acercado a los
procesos de paz de forma directa. En el
Caguán, algunos de ellos fueron delega-
dos gubernamentales y participaron en
las audiencias. Para los actuales diálo-
gos en La Habana, Santos designó como
miembro del equipo negociador a uno
de los empresarios más representativos
Farc-EP y Gobierno reconocen mu-
tuamente un empate táctico en el plano
militar, en el sentido de que no es posi-
ble vencer al enemigo en el escenario
de la confrontación militar.
.
Paz .
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
77
21
del sector, Luis Carlos Villegas, experi-
mentado en diálogos con las Farc-EP.
Estos empresarios se mueven a los vai-
venes del debate político nacional y sus os-
cilaciones se detectan como lo muestra la
encuesta realizada por la Fundación Ideas
para la Paz –FIP8
. Han privilegiado unos la
vía política y otros la combinación entre lo
político y lo militar. Han depositado con-
fianza en el presidente Santos, no obstante
la desconfianza du-
rante el proceso en
el Caguán; en este
sentido, afirma el
estudio, “exigirían
que el gobierno de-
muestre que tal ca-
mino es la ´mejor
estrategia posible´
y que el curso es-
cogido está blinda-
do contra posibles
´engaños´”. En este
sentido las coinci-
dencias son amplias con Santos respecto a
un proceso “serio, digno, realista y eficaz”
( Semana.com, 2012, 4).
Hay coincidencias favorables tam-
bién con los medios de comunicación.
Este sector ha concluido la prudencia, la
mesura y la responsabilidad en el mane-
jo de la información en torno al tema de
paz son útiles para evitar hacerle daño
(Elcolombiano.com, 2012). Estas posi-
ciones, mesuradas y favorables al proce-
so coinciden con las solicitudes de San-
tos de manejar el proceso con discreción
y no negociar en los micrófonos, como
sucedió en oportunidades anteriores.
Pero no todos los medios poseen estas
virtudes, pues como herramientas de la
política son otros los que usan el “altavoz”
para lanzar las más severas críticas al pro-
ceso. Los más obstinados en torpedear los
diálogos lo han hecho desde la extrema
derecha. Para ellos es inconcebible dialo-
gar con la guerrilla; y acusan a Santos de
haber traicionado la política de Seguridad
Democrática del expresidente Uribe.
En síntesis
Es importante considerar el proce-
so de paz en curso como un momento
específico de la vida política, económi-
ca y social del país; momento en el que
confluyen las tensiones que han surgido
por décadas y que aun no han sido re-
sueltas. No es la primera vez que se in-
tentan acuerdos de paz con las Farc-EP;
¿qué podría hacer pensar que este es un
momento favorable para lograrlo? La his-
toria que recordamos y las condiciones
actuales ofrecen argumentos tanto para
los optimistas como para los pesimistas.
Existen alinea-
mientos favora-
bles al proceso en
la mayor parte de
los sectores so-
ciales, políticos y
económicos; aún
entre sectores
divergentes polí-
ticamente, pues
la mayoría de los
partidos de iz-
quierda y derecha
han expresado
su apoyo, los gremios económicos no
se oponen, aunque miren con reserva
el proceso y los movimientos y sectores
sociales populares reclaman prontos re-
sultados positivos y respaldan el proceso.
Los militares rodean al Presidente en esta
decisión. El Gobierno ve con optimismo
el proceso gracias a los logros obteni-
dos. Las Farc-EP reiteran su voluntad de
buscar la paz, aunque eso no representa
renunciar a sus ideales. En fin, parece,
en este sentido, que “los astros están en
línea”.
Pero la otra cara de la moneda tam-
bién tiene su apuesta. Los actores que
encarnan posiciones en el extremo de-
recho utilizan también todos los medios
para desprestigiar cualquier intención de
paz y buscan remachar en la opinión pú-
blica la idea de que el país, por esa vía,
está retrocediendo en lo ganado con la
política de seguridad democrática; para
evitar la catástrofe, intentarán retomar la
presidencia en las próximas elecciones,
arrebatándole el poder a los que conside-
ran traidores. Con esta forma de la políti-
ca, se combina y suman agentes de vio-
lencia, como son las Bandas criminales
—Bacrim—, que representan la mayor
amenaza para la insurgencia que entrará
al juego de la política sin armas.
Hay que tener presente que otros fac-
tores desestabilizadores, como el narco-
tráfico y las economías ilegales ponen
en riesgo el proceso de inserción de la
insurgencia a la vida política tanto en las
regiones como a nivel nacional. Factores
como estos pueden desestimular la des-
Los más obstinados en torpedear
los diálogos lo han hecho desde la ex-
trema derecha. Para ellos es inconce-
bible dialogar con la guerrilla; y acu-
san a Santos de haber traicionado la
política de Seguridad Democrática del
expresidente Uribe.
.
Paz .
www.cinep.org.co
77
22
movilización de frentes estrechamente
relacionados con este tipo de economías
en muchas regiones del país.
Pero hay que resaltar que la dificultad
no proviene tanto de las condiciones pues-
tas por el gobierno, sino de la disposición
de las Farc-EP a entrar al proceso la cual
se deriva de la orientación de sus Confe-
rencias. Para ellos el logro de la paz con
justicia social requiere cambios estructu-
rales que la élite política en el poder no va
a realizar, por lo cual debe ser sustituida.
Santos ya les respondió recientemente:
“Nosotros hemos sido muy claros: even-
tualmente cuando ustedes (la guerrilla)
dejen las armas y se incorporen a la vida
democrática, si quieren proponer cambios
en el modelo económico, ganen las elec-
ciones o discútanlo en el Congreso si sa-
len elegidos”(Semana.com, 2012, 16).
Eso requiere un cálculo político adicio-
nal para la guerrilla: ¿Se podrán sostener
en los escenarios de toma de decisiones?
¿En cuánto tiempo lograrán los cambios
que proponen y a qué costo? Con cin-
cuenta años de lucha armada no lo han
logrado ¿lo lograrán ahora sin las armas?
No basta, pues, un diseño “técnico” de
los mecanismos para el actual proceso de
Notas
1
Ver Gómez Alzate, Camilo, 2011, “Apuntes de un proceso de paz: aspectos no formales e incidencias
en la negociación” en Sarmiento Santander, Fernando (Editor), “Lecciones para la paz negociada”.
Cinep, Usip, Trocaire. Bogotá, pgs. 43-68.
2
Ver discurso de Santos en el que afirma que “aprender de los errrores del pasado para no repetirlos”.
Disponible en: http://www.semana.com/politica/estamos-ante-oportunidad-real-terminar-conflicto-
santos/184011-3.aspx
3
Santos afirma que “hace rato que hay conflicto armado en Colombia”. Ver http://www.elpais.com.co/
elpais/colombia/presidente-santos-reconoce-en-colombia-hay-conflicto-armado
4
Ver artículo “Procesos de paz Gobierno-Farc en perspectiva histórica” en esta misma edición, página 11.
5
Ver al respecto los análisis hechos por Carlos Medina Gallego (2009) en su publicación Farc-Ep 1968-
2008. Universidad Nacional, Bogotá.
6
Ver declaración disponible en: http://www.cedema.org/ver.php?id=1945
7
Ver en torno a este tema la reciente publicación de Marco Palacios (2012), Violencia pública en
Colombia 1958-2010, Fondo de Cultura Económica, Colombia, pgs. 67
8
Ver Fundación Ideas para la Paz, 2012, “Líderes empresariales hablan de la paz con las FARC”. In-
formes FIP v. 17. Bogotá, agosto, p. 27.
* Fernando Sarmiento Santander: Coordinador del equipo Iniciativas de Paz del CINEP/PPP.
Referencias
El País, 2012, “Tormenta política ante posible declatoria de conflicto armado” en El País, Cali, mayo 4.
Disponible en: http://www.elpais.com.co/elpais/colombia/presidente-santos-reconoce-en-colombia-
hay-conflicto-armado
Semana.com, 2012, “Santos y ‘Timochenko’ anuncian proceso de paz “serio, digno, realista y eficaz”
en Semana.com, Bogotá, septiembre 4. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/santos-
timochenko-anuncian-proceso-paz-serio-digno-realista-eficaz/184025-3.aspx
Eltiempo.com, 2012, “Expresidente Uribe críticó inicio de los diálogos de paz” en El tiempo.com, Bo-
gotá, septiembre 4. Disponible en: http://www.eltiempo.com/politica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_
INTERIOR-12193814.html. Recurperado el 16/11/2012
Eltiempo.com, 2012, “Bajo tres principios, Gobierno Santos realiza acercamientos con Farc” en El-
tiempo.com, Bogotá, agosto 27. Dispomible en: http://www.eltiempo.com/politica/ARTICULO-WEB-
NEW_NOTA_INTERIOR-12170077.html. Recuperado el 16/11/2012
Elespectador.com, 2012, “Presidente Santos y cúpula militar enfocados en la paz” en Elespectador.
com, Bogotá, septiembre 6. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/paz/video-
373126-presidente-santos-y-cupula-militar-enfocados-paz
González, Jorge Iván, 2012, “Buenas noticias: las FARC ya no son comunistas”, en Razón Pública,
Bogotá, octubre 29. Disponible en: http://razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-
temas-30/3375-buena-noticia-las-farc-ya-no-son-comunistas.html
Elcolombiano.com, 2012,”Exclusivas no aportan a proceso de paz” en Elcolombiano.com, agosto 30.
Disponible en: http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/E/exclusivas_no_aportan_a_pro-
cesos_de_paz/exclusivas_no_aportan_a_procesos_de_paz.asp
Semana.com, 2012, “Santos y ‘Timochenko’ anuncian proceso de paz “serio, digno, realista y eficaz”
en Semana.com, Bogotá, septiembre 4. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/santos-
timochenko-anuncian-proceso-paz-serio-digno-realista-eficaz/184025-3.aspx
Semana.com, 2012, 2012, “Santos: ‘El modelo económico y político no está en discusión con las
FARC” en Semana.com, noviembre 16. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/santos-mod-
elo-economico-politico-no-esta-discusion-farc/188172-3.aspx
paz, en el que priman criterios como “se-
rio, realista y eficaz”, sino que los factores
que cuentan se escapan a la simple forma-
lización del proceso, porque responden a
fuertes tensiones de orden político, intere-
ses económicos, percepciones subjetivas,
etc. El éxito requiere de los negociadores
y de la sociedad en general una compren-
sión mucho más compleja de la realidad
que condiciona el proceso de paz.
Pieza ganadora en Publicidad DeVida 2012
Juan Rodríguez.Promotorsocial,líder social
y comunitario.Técnico audiovisual
.
Paz .
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
23
Entrevista realizada por Ana María Restrepo*
Mirar al Caguán
para pensar en Cuba.
Reflexiones de un historiador
que hacía más de 40 años se habían
perdido.
Entre lo político y lo personal,
Braun plantea un profundo análisis
de las falencias de comprensión de
las subjetividades, de hecho, de su
total nulidad en la mesa, y de cómo
esta se colaba en los intersticios en
los que en realidad se lograban uni-
ficaciones o por lo menos se alcanza-
ba un espacio de comunicación entre
unos y otros.
A partir de estos planteamientos del
historiador, surgen preguntas sobre el
actual Acuerdo general para la termi-
nación del conflicto y la construcción
de una paz duradera. En primer lugar,
es inquietante la manera en que van a
estar en la mesa elementos fundamen-
tales como reconocer la historia de la
guerrilla y sus nostalgias, es decir, el
peso del pasado a la hora de sentarse
en la mesa; asimismo, el asunto de la
humillación, teniendo en cuenta que
está el antecedente de Alvaro Uribe y la
calificación de terrorista a la guerrilla.
En su artículo, Braun centra el análi-
sis en la figura de Manuel Marulanda
como individuo, ahora tenemos más
individualidades en la mesa, son varios
personajes y por lo tanto varias subje-
tividades ¿Cuáles son las herencias de
ese personaje Marulanda en esta nueva
mesa? porque es muy claro hablar del
personalismo de la mesa en el momen-
to de Pastrana y Marulanda pero en
este momento son otras condiciones y
otros representantes. Y entonces, para
seguir con la nostalgia y el pasado,
cómo pesa en este momento la historia
de la última negociación.
En segundo lugar, qué significa que
esta vez sí se habla de unos asuntos
públicos, hay una agenda clara en
contraste con las otras negociaciones
¿esto significará que esta guerrilla ya
no mira tanto al pasado sino más bien
hacia el futuro? y en esa medida ¿hay
cambios en el discurso o cambios en
los tiempos? o lo que se quiere hacer
es una ajuste de las relaciones de po-
der simplemente…
Finalmente ¿cómo influyen los cam-
bios en el país para estos diálogos?
Tenemos desmovilización de parami-
litares y se habla mucho más de las
víctimas. También, hay una sociedad
civil con más experiencia frente a este
tipo de procesos ¿se puede hablar de
las subjetividades de la población civil
en la mesa?
Frente a estas inquietudes Braun rea-
liza la siguiente reflexión:
“Siendo historiador creo, a veces muy
equivocadamente, que la historia es muy
importante para la vida diaria de la gente
de un pueblo o en un proceso hoy en día.
A
ves de co-
rral, toallas,
whisky… y
algo más.
C o l o m b i a :
entre el re-
cuerdo y el
olvido”1
es
el nombre
de la reflexión que el historiador Her-
bert Tico Braun realizó a propósito
de los diálogos de negociación del
Caguán. En él, llamaba la atención
sobre las dificultades de un encuen-
tro en el que el presidente Pastrana
y los “representantes” del Estado co-
lombiano desconocían el pasado de la
historia guerrillera en el país y la des-
conocían más que por una falta in-
telectual, porque no comprendían el
peso de los ataques a Marquetalia o a
Casa Verde y ni siquiera el pacto roto
por los dirigentes liberales con sus
guerrillas en tiempos de La Violencia.
La memoria del que vive en el cam-
po es una memoria siempre presente,
dice el historiador, y para ese presi-
dente joven que sólo miraba hacia el
futuro y que había recibido de sus
electores el compromiso de la paz, no
cabía ni siquiera la idea de una recon-
ciliación con las Farc, porque reconci-
liar significa que en algún momento
hubo un pasado común. Las dos per-
sonalidades que se encontrarían en
los diálogos (Pastrana y Marulanda)
no tenían mucho de qué hablar, por-
que en ese momento del Caguán no se
trataba de discutir sobre los asuntos
públicos, se trataba del honor y de
la reconstrucción de los lazos sociales
“
.
Paz .
“Tenemos un problema muy se-
rio cuando hablamos de sociedad ci-
vil en este país, casi siempre es una
sociedad civil que nos imaginamos
que quiere la paz, que quiere las ne-
gociaciones y es esa la parte de la
sociedad civil que con más facilidad
se hace oír, se puede expresar.
www.cinep.org.co
77
24
pensando más estratégicamente, más
racionalmente (cuando digo racional-
mente no digo que lo racional es mejor
que lo emotivo, simplemente son di-
ferentes aspectos de nuestra experien-
cia como seres humanos) y si ese es
el caso entonces las dos partes van a
estar menos agudamente separadas de
lo que han estado en el pasado.
A pesar de que en este momento
todo es especulación, lo que si me que-
da claro es que este proceso ha sido
conducido por parte del gobierno y de
las Farc de una manera muchísimo más
pausada, calmada, efectiva, tuvimos
meses en que no sabíamos nada de las
negociaciones, hay menos populismo,
hay menos protagonismo, hay menos
publicidad”.
¿Y la sociedad… civil?
“Tenemos un problema muy serio
cuando hablamos de sociedad civil en
este país, casi siempre es una sociedad
civil que nos imaginamos que quiere
la paz, que quiere las negociaciones y
es esa la parte de la sociedad civil que
con más facilidad se hace oír, se puede
expresar. En una sociedad es más fácil
decir «yo quiero un proceso de paz» que
decir «yo no quiero un proceso de paz»,
en Colombia es más fácil decir «quere-
mos la integración de la guerrilla» que
decir «queremos matar a la guerrilla»,
entonces yo me imagino que hay mu-
chos sectores de lo que yo simplemente
llamo la sociedad, que estaría opuesta
o muy dudosa de este proceso y uno
de los grandes desafíos, principalmente
En muchas regiones los paisa-
jes rurales se han transformado y
‘modernizado’ por la incursión y
consolidación de grandes proyectos
agroindustriales, agroforestales y ga-
naderos, algunos de ellos asociados
con las dinámicas de la violencia.
Yo creo que hay mucha gente que piensa
que el pasado no tiene nada con ver con
la manera en la cual ellos viven o que
no hay una conexión entre cómo vivió el
país hace 30, 40 años y lo que está ocu-
rriendo hoy en día. Yo creo que los po-
líticos y la clase dirigente, aún miem-
bros de la jerarquía de la iglesia, han
vivido los últimos 40 años en este país
pensando que el
pasado reciente
de la violencia no
tiene mucho que
ver, es un pasado
que hemos dejado
atrás, es un pasa-
do que hemos so-
brevivido, a veces
piensan que con
éxito con el Frente
Nacional y con los
partidos políticos.
Entonces ellos mi-
ran hacia el futu-
ro, y ha habido en
este país un buen
número de proce-
sos de paz, de negociaciones, de me-
sas, en las cuales estas personas se han
encontrado con miembros representati-
vos de la guerrilla que piensan de una
manera más compleja, más dinámica,
que están buscando un futuro nuevo
pero están anclados también en el pa-
sado de sus experiencias, de su lucha,
de lo mucho que ellos no han logrado,
de lo mucho que
han perdido, de
los sufrimientos,
de las tierras, del
hecho de que con
muchos esfuerzos
no han logrado
que se les dé lo
que ellos conside-
ran es el espacio
del poder, la in-
fluencia en la so-
ciedad que ellos
piensan deben tener.
Eso fue muy obvio en El Caguán
cuando el presidente se topa con un
grupo de guerrilleros que le hablan mu-
chísimo más del pasado que del futu-
ro, porque primero tienen que repasar
el pasado para poder empezar a pensar
el futuro y él era un hombre que no te-
nía absolutamente ninguna conciencia,
aparentemente, de que ese pasado te-
nía que revisarse, de que se tenían que
discutir ese tipo de cosas, para él enton-
ces, el proceso de paz era una cuestión
de ciertas estrategias racionales, pun-
tos de vista, posiciones sobre cosas que
se iban a hacer
ahora, reformas;
y no entendía
que para las Farc
el aspecto emo-
tivo, subjetivo,
humano era tan
importante como
todo lo otro. Las
guerrillas lo que
han querido es el
reconocimiento,
el respeto, algo
que yo creo que
históricamente
es muy difícil
que se le otorgue
en una sociedad
a personas que han tenido una posi-
ción tan conflictiva, tan antagónica;
yo reconozco que para los jefes, los di-
rigentes de este país tener ese tipo de
conexión emotiva, emocional, humana
con una guerrilla, es prácticamente im-
posible, yo creo que ahí hay unos nive-
les muy profundos de odio y de resenti-
mientos de ambas partes. Sobrepasarse
eso es casi más
difícil que empe-
zar a establecer
los primeros pa-
rámetros de una
reforma agra-
ria, entonces la
incógnita que
tengo yo hoy en
día es si en esta
mesa con nuevos
partícipes de par-
te de la guerrilla
(personas que no han tenido en parte
mucho de este largo historial, que de
cierta manera no tienen esa conexión
con esa historia, con ese campesinado,
con ese sufrimiento) el pasado es tan
importante como era antes o si están
.
Paz .
hay muchos sectores de lo que yo
simplemente llamo la sociedad, que
estaría opuesta o muy dudosa de este
proceso y uno de los grandes desafíos,
principalmente del presidente pero
de otros también, es darle suficiente
confianza a esas personas para que se
vengan y apoyen por lo menos pasiva-
mente un proceso de estos , si no, en-
tonces las personas que tienen poder e
influencia y están en contra de esto van
a tener el éxito”.
Ahora que los empresarios y los mili-
tares están la mesa ¿tendrá más credibi-
lidad el proceso para la guerrilla? ¿Ya no
se trata de reconciliación, sino de mirar
al futuro? ¿Hay disposición para recono-
cer las legitimidades de ambas partes?
No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
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  • 1. 77
  • 2. 77 1 Director Alejandro Angulo Novoa, S.J. Comité Editorial Luis Guillermo Guerrero Guevara Fernán González González, S.J. Martha Cecilia García Laura González Pérez Sergio Andrés Coronado Fernando Sarmiento Ana María Restrepo Teófilo Vásquez William Rozo Margareth Figueroa G. Colaboran en este número Luis Guillermo Guerrero Guevara Fernán González González, S.J. Camilo Andrés Hernández Barreto Fernando Sarmiento Santander Juan Pablo Guerrero Home Sergio Andrés Coronado Ana María Restrepo Martha Cecilia García María del Carmen Muñoz Andrés Yepes Equipo Editorial Laura González Pérez Margareth Figueroa G. Diseño y edición fotográfica Margareth Figueroa Garzón Impresol Ediciones Ltda. Portada Concepto creativo y copy: Gonzalo Wohlmeyer Diseño e ilustración: Mario Urazan Diagramación Impresol Ediciones Ltda. Centro de Investigación y Educación Popular/ Programa por la Paz (CINEP/PPP) Carrera 5 No. 33B-02 Tel: 2456181 www.cinep.org.co comunicaciones@cinep.org.co Bogotá D.C., Colombia Diciembre 2012 – Febrero 2013 ISSN: 0121-3385 Editorial De La Habana viene un barco cargado de…......................................... 4 Por Luis Guillermo Guerrero Guevara Paz ¿Horizontes de paz?............................................................................ 6 Por Fernán González González, S.J. Proceso de paz Gobierno-Farc en perspectiva histórica...................... 11 Por Camilo Andrés Hernández Barreto Cambio de posiciones: los actores incidentes en el proceso de paz.......................................................... 17 Por Fernando Sarmiento Santander Mirar al Caguán para pensar en Cuba................................................. 23 Entrevista al historiador Herbert “Tico” Braun Del rumor a la instalación de la mesa: una mirada a las editoriales y los espacios de comentarios en la búsqueda de la paz........................................... 26 Por Andrés Yepes Tierras La tierra y el desarrollo rural: más allá de la encrucijada de la paz.................................................... 31 Por Sergio Coronado Delgado Declaración de Cartagena: “Para sembrar la paz hay que aflojar la tierra”.................................... 36 Declaración del Foro de la Tierra América Latina y el Caribe 2012 Las pavas de los campesinos............................................................... 39 Por Equipo Incidencia y Comunicación CINEP/PPP Regiones Obstáculos que impiden el fin del conflicto en el Chocó..................... 42 Por Juan Pablo Guerrero Home “Colombianizar” a toda costa o ser raizal allende los mares.............................................................. 48 Por Martha Cecilia García Con la reelección de Chávez, ¿ganamos o perdimos en la frontera colombo-venezolana?................................ 56 Por María del Carmen Muñoz Movimientos sociales Paz ¿y la agenda social?....................................................................... 58 Por Ana María Restrepo y Martha Cecilia García Contenido 77 No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 3. Suscríbase Suscríbase GRATIS a Cien días vistos por CINEP/PPP y reciba la revista en su correo electrónico. Formulario de inscripción revista Cien Días Nombres y apellidos* Correo electrónico* *Campos obligatorios Centro de Investigación y Educación Popular/ Programa por la Paz - (CINEP/PPP) - Carrera 5 No. 33B-02 - Tel: 2456181 - ww.cinep.org.co - comunicaciones@cinep.org.co - Bogotá D.C., Colombia - ISSN: 0121-3385 Enviar 77 77 Alfredo Vargas Mucia, María Angélica Sandoval, Claudia Enith Quintero y Diane Oviedo Estudiantes, Investigadores y Ambientalistas Venessa Cerón, Juan Manuel García y Johanna Díaz Piezas ganadoras en Publicidad DeVida 2012
  • 4. 77 4 De La Habana viene un barco cargado de… necesita recorrer la sociedad colom- biana para construir la paz. En segundo lugar, la delimitación del proceso de La Habana la marca la agenda que establecieron las partes en el “Acuerdo general para la termi- nación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, firma- do el miércoles 29 de agosto de 2012. Son cinco temas para discutir: Políti- ca de desarrollo agrario integral. Pa r t i c i p a c i ó n política. Fin del conflicto. Solu- ción al problema de las drogas ilí- citas. Situación de las Víctimas del conflicto ar- mado. Es una agen- da, que, compa- rada con la del Caguán hace 14 años, aparece mucho más acotada, más realista y responde tanto a las ne- cesidades de los actores que dialogan en esta primera fase del proceso, como a otros actores que en su momento de- berán entrar en el camino de la cons- trucción de la paz. En tercer lugar, se debe tener en cuenta que, si bien el Gobierno y las Farc-EP han mostrado tener voluntad política para llegar a acuerdos, eso no basta para acunar esa paz, sino que se necesitan, además, condiciones so- ciales, económicas y políticas que no dependen de ellos y para las cuales existe un alto dé- ficit, que puede llegar a ser uno de los mayores obstáculos. En cuarto lu- gar, como dice el profesor Alejo Vargas, necesita- mos desmitificar algunas ideas que existen alrededor de las negocia- ciones. No se puede suponer que las guerrillas, debido a su debilitamiento militar y aislamiento político, estarían dispuestas a negociar su rápida des- movilización. Nada más lejos de la realidad. En eso las palabras de Iván Márquez fueron claras en su discurso de Oslo: tanto el Gobierno como las Farc-Ep tienen posiciones fuertes y Editorial D espués de 50 años de conflicto arma- do, tres generacio- nes de colombia- nos y colombianas desearían decir a todo pulmón: “De La Habana viene un barco cargado de PAZ…” Sin embargo, en esta coyuntura, los resultados del diálogo son inciertos. Nadie se arriesga a expresar cuáles po- drán ser sus efectos y consecuencias finales. Existen posiciones diversas frente al proceso. Algunos plantean un moderado optimismo, otros sectores están esperando el fracaso para arre- meter con nuevos llamados guerreris- tas, mientras que algunos hablan de ir midiendo cada paso en medio de las incertidumbres para dejar que el mis- mo proceso se vaya autoconstruyendo. Pero, ¿cuál es el contenido de la paz que se está conversando entre el Go- bierno y las Farc-EP? Y, de otra parte, ¿qué estamos entendiendo en el país por la paz sobre la que se está dialo- gando en La Habana? Plantearse estas preguntas permitiría comprender los alcances y darle una dimensión razo- nable a la paz que se perfila en la isla caribe. Una primera consideración es que, sin duda alguna, el diálogo entre el Gobierno y las FARC-EP es un factor necesario y determinante para la solu- ción del conflicto, pero esto no quiere decir que agote todo el proceso que ¿Cuál es el contenido de la paz que se está conversando entre el Gobierno y las Farc-EP? Y, de otra parte, ¿qué estamos entendiendo en el país por la paz sobre la que se está dialogando en la Habana? Plantearse estas preguntas permitiría comprender los alcances y darle una dimensión razonable a la paz que se perfila en la isla caribe”. Por Luis Guillermo Guerrero Guevara* No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 5. 77 5 conocen sus lí- mites. La Paz no es un discurso ni una mercancía que se compra y se vende; es, sobre todo, un proceso que re- quiere imagina- ción, paciencia, reconocimiento mutuo y renun- cia a posiciones polarizadas para llegar a consen- sos donde ambas partes cedan algo por el mayor bien de toda la colectividad. De otra mane- ra, no sería un diálogo para construir acuerdos de paz, sino, por el contrario, una capitulación de las Farc-EP, o del Gobierno. Y ambas son una quimera, porque la guerrilla no se siente derro- tada y el Gobierno se siente vencedor. La paz tampoco será producto de una negociación corta, o como dicen las Farc-EP, de una paz “exprés”. Si bien el proceso no puede ser indefi- nido, ni se pueden establecer tiempos judiciales, las conversaciones deben tener resultados en un período razona- ble. Si no se van dando esos resultados substanciales paso a paso y si la opi- nión pública no los va reconociendo en su imaginario de paz, el proceso va a caer en el agujero negro de la ilegi- timidad y la incredulidad, lo que sería nefasto para el diálogo. Se especula con las posiciones du- ras, militaristas, y otras blandas, de tinte más político, en los negociadores de la guerrilla. Esta apreciación tiene rasgos de ficción. Las Farc-EP es una organización jerárquica, con línea de mando clara y cohesionada en sus po- siciones de cúpula en lo sustancial; por lo tanto, sus negociadores van a actuar en consecuencia con este es- quema organizacional. Esto mismo sucederá, guardadas las debidas pro- porciones, con los representantes del gobierno, de los empresarios y, más aún, con los dos generales del Ejérci- to y de la Policía que están sentados en la mesa. Existe entonces, en las partes, unidad de pensamiento alrededor de las tesis que cada lado va a defen- der. La cohesión al interior de los equipos está ase- gurada, lo que política y meto- dológicamente puede facilitar el diálogo. En quinto y último lugar, la paz necesita ser construida entre todos, pero cada uno de los actores debe prestar su cola- boración y su servicio pertinente en el momento oportuno. Es irreal creer que la paz se pueda construir sin participación social, pero también es improcedente postular que todos los actores llenen la mesa en esta prime- ra fase de la construcción de acuerdos políticos, donde el gobierno y las Farc-Ep deben abrir la puerta del diálogo de paz, construir acuerdos y crear las condiciones para honrarlos. A la sociedad civil en toda su amplitud, así como al Congre- so de la Repúbli- ca, les espera más temprano que tar- de, si se firma algún acuerdo, un gran trabajo en el diseño y la realización de procesos, mecanismos y condicio- nes para la construcción de la paz. En esta perspectiva, la incidencia de la sociedad civil en la primera fase del diálogo debe ser activa, pero limitada a los escenarios de consulta entre diferen- tes sectores sociales y con análisis pro- fundos; de igual manera se les debe dar reconocida importancia a los canales ins- titucionales a través de los cuales estos sectores se pronuncien. De esta forma, en la mesa de La Habana, es pertinente que el Gobierno y las Farc-EP sean los prota- gonistas para construir lo que les corres- ponde y con la responsabilidad histórica que esto implica. Ahora, como el proceso de conversaciones no es a espaldas ni a escondidas del país, los colombianos nos debemos enterar sobre los resultados de esta fase del proceso por los canales ofi- ciales definidos por las partes, y no por el show mediático nacional e internacional en lo cual los medios de comunicación tendrán que actuar con responsabilidad y cautela. Este número de la revista Cien días Vistos por CINEP/PPP, presenta una se- rie de artículos que se ocupan de esta coyuntura inicial de los diálogos desde diferentes percepciones. Algunas de ellas privilegian la mirada histórica es- tructural, haciendo un recorrido por los procesos de paz, las lecciones en ellos aprendidas y las posibilidades actuales. Otras se acercan a temáticas particulares de la misma agenda de diálogo como el desarrollo rural y agrario, mientras que algunos artículos presentan cómo se percibe el proce- so desde los terri- torios regionales como el Chocó o la frontera colombo- venezolana. Igual- mente se trae a co- lación cómo desde el espectro de alianzas de organi- zaciones sociales se está desplegan- do un abanico de reivindicaciones y propuestas que se conjugan en el actual contexto de diálogo de paz. Coincidimos con aquellos que bus- can, en medio de esta oportunidad histórica, que de La Habana venga un barco cargado de una paz con acuer- dos sustanciales, en el horizonte de la justicia y la equidad social, con com- promisos claros y profundos valores éticos. No creemos en la guerra como mediación de la política, pero tampo- co creemos en que solo acallar los fu- siles sea la verdadera paz. Si bien el proceso no puede ser inde- finido, ni se pueden establecer tiempos judiciales, las conversaciones deben tener resultados en un período razo- nable. Si no se van dando esos resul- tados substanciales paso a paso y si la opinión pública no los va reconociendo en su imaginario de paz, el proceso va a caer en el agujero negro de la ilegi- timidad y la incredulidad, lo que sería nefasto para el diálogo”. La paz tampoco será producto de una negociación corta, o como dicen las Farc-EP, de una paz “exprés”. Si bien el proceso no puede ser indefinido, ni se pueden establecer tiempos judicia- les, las conversaciones deben tener re- sultados en un período razonable. * Luis Guillermo Guerrero Guevara: Director General del CINEP/ Programa por la Paz. www.cinep.org.co
  • 6. 77 6 ¿Horizontes de Paz? resolución de los conflictos estructurales del país. Distinguir estos dos niveles, in- dicaría la importancia de abordar también los conflictos sociales que podrían quedar ocultos por la negociación centrada en el fin de la guerra. En el fondo, estos dos momentos co- rresponden a dos maneras de concebir la paz: una, negativa, el mero fin de los enfrentamientos armados; otra, positiva, que implicaría transformaciones estruc- turales encaminadas a la solución de los conflictos sociales, económicos y políti- cos vinculados al conflicto. O sea, que es necesa- rio distinguir los retos de la cons- trucción de paz en la negociación (“Peacemaking”) de los desafíos de la construcción de paz en el postcon- flicto (“Peacebuil- ding). Los prime- ros tienen que ver con la negociación horizontal con las partes enfrentadas pero también con las negociaciones indirectas con la opinión pública en general, espe- cialmente con las facciones internas que pueden oponerse a las negociaciones ho- rizontales tanto dentro de los grupos ar- mados como en la sociedad en general. Y los segundos se refieren a temas más am- plios como las reformas políticas necesa- rias para la ampliación de la democracia, los mecanismos de desarme, desmovili- zación, reinserción o reintegración de los actores armados, las reformas necesarias de la seguridad ciudadana, los mecanis- mos de justicia transicional para víctimas y victimarios, la recuperación psicosocial de los afectados y el desarrollo económico y social de las regiones afectadas por el conflicto. Por eso, hay que partir del hecho de que, si bien la actual negociación de paz no puede solucionar todos los proble- mas pendientes del país, como parecen creer las Farc-EP y otros grupos, si puede centrarse en la terminación del conflicto y en la creación de condiciones que per- mitan abordar los problemas estruc- turales que sub- yacen al mismo. En ese sentido, y teniendo en cuen- ta las experiencias de negociaciones anteriores, es pre- ciso evitar asig- narle a este nuevo proceso, las de- mandas de todos los actores socia- les, reconociendo el alcance limitado pero igualmente ur- gente y legítimo del mismo. También es necesario mantener abiertos múltiples canales y espacios de encuentro, reco- nociendo las diversas agendas en juego. Características relevantes del actual proceso de negociación Hay que empezar por señalar los rasgos del actual proceso, que lo diferencian de otros intentos anteriores, como el cambio de los contextos nacional e internacional y Presentación de Fernán González en el encuentro con las copartes de CAFOD1 , a partir de los diálogos previos internos del CINEP/PPP2 . Anotaciones previas E n primer lugar, quiero empezar por señalar que el actual proceso de diálogos entre las FARC y el gobierno nacional constitu- ye una excelente estructura de opor- tunidades para las iniciativas regionales de paz y desarrollo porque, como hemos señalado en repetidas ocasiones, el con- flicto armado colombiano registra impor- tantes diferencias según las regiones y los diferentes períodos. Esto hace necesario que la paz se construya DESDE LAS RE- GIONES, ya que el conflicto tiene esen- cialmente características regionales. En segundo lugar, conviene recordar que el actual proceso de negociación de la paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc-EP es una parte del proceso comple- jo y estructural que implica la construc- ción de una paz sostenible y duradera en Colombia, que tiene que ver con la manera como se ha venido construyendo el Estado y la Sociedad de Colombia a lo largo del tiempo. Por eso, el país tiene que aprender a moverse en un proceso lento, gradual y conflictivo, con avances y retrocesos, sin esperar una solución defi- nitiva de los problemas, lograda de la no- che a la mañana. En este sentido, se de- ben reconocer al menos, dos momentos: uno es el actual proceso de negociación, encaminado a poner fin al enfrentamiento armado con las Farc; y otro el proceso más profundo de reconstrucción del país, que va más allá de la agenda definida entre la Farc-EP y el gobierno, lo que implica el desarrollo de las agendas sociales para la Si bien, la actual negociación de paz no puede solucionar todos los proble- mas pendientes del país, como parecen creer las Farc-EP y otros grupos, si pue- de centrarse en la terminación del con- flicto y en la creación de condiciones que permitan abordar los problemas estructurales que subyacen al mismo. Por Fernan Gonzalez, S.J. No. 77 | Diciembre - Febrero 2013 . Paz .
  • 7. 77 7 la situación militar de las FARC, que pue- den significar una coyuntura más favora- ble para las negociaciones. Pero también las continuidades con los momentos an- teriores, que pueden obstaculizar el éxito del proceso. De todos modos, se observa que la actual propuesta refleja algunos aprendizajes de los fracasos de procesos anteriores. En primer lugar, habría que señalar el cambio de la coyuntura política nacio- nal, representada en la distinción entre el presidente Santos y el expresidente Uribe, caracterizada por el reconocimiento de Santos de la existencia de un conflicto interno, con raíces sociales vinculadas al problema agrario nunca resuelto, frente a la reducción que Uribe hacía del problema a un ataque de la narcoguerrilla contra un gobierno plenamente legítimo, centrado en motivaciones meramente económicas, totalmente desvinculado de ideologías po- líticas y sociales. Este contraste represen- ta, además, una concepción distinta de la Política, concebida por Uribe como el combate entre el Mal y el Bien absolutos, sin posibilidad de diálogo, frente a una idea de la Política como la construcción colectiva del orden social mediante el diá- logo entre adversarios, que son enemigos relativos y no absolutos. A esta diferente concepción del con- flicto y de la Política, hay que añadir el contexto internacional más favorable: la mirada desde la perspectiva de la Guerra fría, que caracterizaba a los enfrentamien- tos de los presidentes Bush y Uribe con los presidentes Chávez, Evo Morales y Fi- del Castro, ha sido reemplazada por un enfoque más pragmático de los presiden- tes Obama y Santos, que ha significado un manejo distinto de las relaciones con las naciones fronterizas de Colombia y un acercamiento de Colombia a las otras naciones latinoamericanas. A esto habría que añadir la renuncia de ETA a la lucha armada en España y al apoyo irrestricto de Fidel Castro a la distensión entre Co- lombia y Venezuela, que también signifi- ca la solución de los problemas internos que representa el conflicto colombiano para los países fronterizos como Ecuador, Venezuela y Panamá. Otra de las ventajas del actual momento es la agenda acordada para los temas de las conversaciones, pues su carácter aco- tado y realista, junto con el enfoque de cor- te más reformista, cercano a las propuestas de los sectores progresistas de los partidos, y el tono discreto con que se manejaron las negociaciones previas, permiten un cierto optimismo. Algunos autores como Jorge Iván González señalaban que las propues- tas de las Farc no eran ya comunistas sino propias del refor- mismo de un libe- ralismo radical, de corte social demó- crata. Obviamente, las negociaciones se ven fortalecidas por el evidente debilitamiento político y militar de las Farc, cau- sado por la ofen- siva de las fuerzas gubernamentales de seguridad, que las ha obligado a replegarse hacia sus zonas tradicionales de refugio y hacia las zonas de frontera con otras naciones. A pesar de que este grupo no reconoce este debilitamiento en sus discursos, es claro que no llegue hoy a la mesa con la ventaja que tuvieron en el proceso del Caguán. Esta condición ten- drá un lugar muy relevante para el diálogo pues, aunque las Farc-EP no están derro- tadas, es evidente que antecedentes como la persecución emprendida por el gobier- no de Alvaro Uribe, pusieron el conflicto armado en otros términos y representaron un cambio en la correlación de fuerzas, circunstancia que lleva a que las Farc lle- guen a la mesa de negociación también en otros términos. Sin embargo, no se encuentra correspondencia entre esta con- dición actual y cambios signi- ficativos en sus concepciones po- líticas y sus pro- nunciamientos públicos. No pare- ce que las Farc ha- yan abandonado su consideración de las negocia- ciones como una estrategia para compensar su déficit de legitimidad y su falta de proyección po- lítica. Los discursos y presentaciones pú- blicas tanto en Oslo como en ocasiones posteriores no han mostrado cambios significativos de su lenguaje político y su tono triunfalista. Otra de las ventajas del actual mo- mento es la agenda acordada para los temas de las conversaciones, pues su carácter acotado y realista, junto con el enfoque de corte más reformista, cer- cano a las propuestas de los sectores progresistas de los partidos, y el tono discreto con que se manejaron las ne- gociaciones previas, permiten un cierto optimismo. La distinción entre el presidente Santos y el expresidente Uribe respecto del reconocimiento de la exis- tencia de un conflicto interno, con raíces sociales vinculadas al problema agrario, representa el cambio de la coyuntura política nacional. . Paz . www.cinep.org.co
  • 8. 77 8 Pero tampoco aparece ninguna trans- formación de las subjetividades por parte de los funcionarios del gobierno, que si- guen adoptando el mismo lenguaje gue- rrerista y descalificador de la guerrilla del gobierno anterior. Por otra parte, el mismo presidente Santos parece perma- necer amarrado a las vicisitudes de la co- yuntura política de su eventual reelección. En la negociación ha dado muestras de estar jugando simultáneamente las cartas del éxito y del fracaso: si tiene éxito, se justificaría su reelección para consolidar la consiguiente reconstrucción del país; pero si fracasa, su reelección también se justificaría por la necesidad de darle el golpe definitivo a la guerrilla recogiendo su acumulado como ministro de defensa. O sea, que, en este sentido se hace cla- ro que el proceso, como se encuentra en estos momentos, está ligado a los vaive- nes de la política, característica que puede hacerlo frágil si no se avanza, tras el cese del enfrentamiento bélico, en temas socia- les, políticos, culturales, económicos que atiendan demandas de distintos sectores sociales y reconozcan sus diferencias de clase, etnia, género, edad, orientación se- xual, creencia religiosa y otras diferencias que sean determinantes para los grupos sociales. Otra característica relevante del proce- so, es la participación de nuevos actores, como los militares y los empresarios, en la mesa de negociación. Esta situación es una oportunidad que requiere ser com- prendida por la sociedad civil, los diver- sos estamentos e instituciones de la socie- dad y los actores en conflicto, de manera amplia y despolarizada. En ese sentido, el proceso puede ser una ocasión para que, en una segunda etapa después de la ne- gociación, los movimientos sociales (el sindicalismo, los movimientos feministas y de mujeres, organizaciones campesinas y étnicas, asociaciones de víctimas, entre otros) sean tenidos en cuenta como acto- res relevantes, así como organizaciones socio-políticas de reciente constitución. Ellas pueden ofrecer un espacio para lle- var los acuerdos entre las cúpulas a los escenarios sociales, nacionales y regiona- les, para que puedan ser apropiados y lle- nados de contenido por la gente. Esta movilización social podría llevar el proceso más allá de los límites de las pro- puestas oficiales, pues permitiría incluir sus demandas y propuestas aplazadas históricamente por el conflicto social y ar- mado. Así mismo, podrían aprovecharse los cambios de énfasis de las Farc, más centradas hoy en el influjo sobre la movi- lización social de las poblaciones y menos sobre el control del territorio, indicarían algún cambio de actitud en este sentido. De esta manera, promover que nuevos actores hagan parte de la reflexión y dis- cusión, posibilita ganancias en términos de legitimidad y sostenibilidad, y también, evidencia tanto las complejidades en la construcción de paz como la condición de que para llegar a ella se requiere del con- curso de la sociedad en su conjunto. Espe- cialmente, por la resistencia que encuen- tran, en amplios sectores de la sociedad civil, algunas propuestas concretas que se desprenderían de un eventual acuerdo de paz con las Farc. Se observa así un evi- dente contraste entre el apoyo casi general al proceso de paz entre la población con el desacuerdo con mecanismos concretos que garantizarían la participación política de guerrilleros y la aplicación selectiva de mecanismos de justicia transicional. Es obvio que el lenguaje de la mayor parte de los medios de comunicación, los lí- deres políticos y gremiales, e incluso de miembros de la jerarquía católica se sigue moviendo dentro de la polarización ami- go/enemigo y la descalificación de los ac- tores armados. En este sentido, una labor importante de las organizaciones sociales e iniciativas de paz sería contribuir a “des- armar los espíritus” con una lectura des- polarizante del conflicto que procurara ir creando “una cultura de paz”. Sin embargo, las posibilidades de una eventual desmovilización de las Farc-EP presentarían una perspectiva algo optimis- ta, en contraste con otros procesos como el de la negociación con los grupos paramili- tares, cuya descomposición y reestructura- ción se ha hecho evidente en las llamadas BAcrim. Se cree que difícilmente producirá fenómenos semejantes a la descomposi- ción de las AUC, pues el origen rural de la mayoría de los miembros de las Farc-EP, muy diferentes de los jóvenes semiurbanos y de poblaciones medianas de la AUC, los hacen menos susceptibles a la fragmenta- ción. Esto reforzado por una mayor iden- tidad y cohesión interna de los guerrille- ros, así como una mayor disciplina en su estructura militar y política. Sin embargo, Otra característica relevante del proceso, es la participación de nuevos actores, como los militares y los em- presarios, en la mesa de negociación. Esta situación es una oportunidad que requiere ser comprendida por la so- ciedad civil, los diversos estamentos e instituciones de la sociedad y los acto- res en conflicto, de manera amplia y despolarizada. Delegados del Gobierno y las Farc durante la instalación de la mesa de conversaciones para la terminación del conflicto en Oslo, Noruega, el pasado 18 de ocubre. Foto Presidencia de la República . Paz .
  • 9. 77 9 es necesario trabajar y estar atentos para prevenir los eventuales efectos de frag- mentación y descomposición de algunos frentes, especialmente los más vinculados al circuito cocalero en su integridad, y que se diferencian de los campesinos colonos de las zonas tradicionalmente controlados por las Farc-EP, quienes podrían aceptar las medidas disciplinarias de sus coman- dantes, sobre todo, si van acompañadas de programas estatales de desarrollo rural integral. Problemas, limitaciones y retos del actual proceso Más allá de este balance de pros y con- tras del actual proceso, hay que ser cons- cientes de que la promoción de las loco- motoras de los planes de desarrollo de Santos tendrán que ser repensadas frente a los temas de la agenda de negociación. La locomotora minero-energética y sus ya denunciadas distancias con la loco- motora agrícola que pone en el centro el desarrollo rural, requerirán revisiones y replanteamientos. También se considera central el abor- daje del tema de las víctimas pero no sólo de las víctimas de las Farc-EP, sino igualmente a las demás víctimas de otros actores y conflictos sociales, quienes también son protagonistas en la construcción de condiciones para la paz. Al respecto se señalan como ne- gativos algunos procesos legales y li- derazgos de organizaciones sociales que tratan el tema de las víctimas con cierta despolitiza- ción del dolor y la esencialización u ontologización de la categoría de víctimas y cuyo resultado puede ser la revictimi- zación, pues son llevadas a adoptar una actitud men- dicante y a mini- mizar su capaci- dad de agencia. En las actuales circunstancias, el abordaje dife- renciado de las víctimas —concepto inexplorado en las prácticas pese a tener marcos claros en las teorías— ha respondido más a los vaivenes de intereses políticos que a la perspectiva de derechos para la repara- ción. En Colombia hoy, existen víctimas de primera y segunda categoría. Ese abordaje, según las agendas prioritarias de las instituciones políticas para aco- gerse a la negociación, debe ser definido y manejado con la mayor equidad, ri- gurosidad y transparencia, Se esperaría que la actual coyuntura produjera un gran auge de la movilización y reconoci- miento social de las víctimas, lo que im- plica un abordaje institucional integral para evitar que se frustren las expectati- vas exageradas que puede generar, para algunas interpretaciones, la propuesta de negociación. Obviamente, los temas del narcotrá- fico y narcocultivo requerirán también aproximaciones más rigurosas tanto desde las políticas del Estado como desde las actuacio- nes de la sociedad civil y la comuni- dad internacional. Este negocio de alta demanda para las llamadas “Ban- das Criminales” y los narcos, podrá significar el esco- llo más dramático para la superación del conflicto armado, pues, aunque las Farc-EP abandonen sus prácticas asociadas a este negocio, dichos espacios serán ocupados por otros actores insertos en la economía de las drogas. El problema puede estar en las nuevas zonas del narcotráfico; algunas de éstas se integrarán al proceso, otras no. Incluso la violencia se puede aumentar. Al parecer, el gobierno está alentando desde arriba, la legalización o políticas regulato- rias más asociadas a la reducción del daño, pero no es una discusión fácil de cara a la comunidad internacional y las posturas de sectores sociales radicales en este tema. Se señala como otro elemento crítico la relación de la cúpula de las FARC con los diferentes frentes de sus filas, que no parece ser del todo uniforme, por- que se han detectado algunas posiciones cercanas o lejanas de los frentes hacia la cúpula, sobre los temas de la agenda de negociación. Asuntos como las diferen- cias de incentivos, entre mandos altos, medios y las bases de los militantes ra- sos parecen de suma importancia, pues, entre ellos, hay algunos más políticos que se sumarán a la paz, pero hay otros más relacionados con la economía de la coca, que querrán permanecer en el ne- gocio si lo que reciben a cambio en la negociación está centrado en subsidios y oportunidades entregadas mediante una estructura burocrática casi imposible de sortear y en una lógica desconectada del origen semirrural de casi todos los miem- bros de las Farc-EP. Es necesario trabajar y estar atentos para prevenir los eventuales efectos de fragmentación y descomposición de al- gunos frentes, especialmente, los más vinculados al circuito cocalero en su integridad, y que se diferencian de los campesinos colonos de las zonas tradi- cionalmente controlados por las Farc- EP, quienes podrían aceptar las medi- das disciplinarias de sus comandantes, sobre todo, si van acompañadas de programas estatales de desarrollo rural integral. Es fundamental el abordaje del tema de las víctimas pero no sólo de las víctimas de las Farc-EP, sino igualmente a las demás víctimas de otros actores y conflictos sociales, quienes también son protago- nistas en la construcción de condiciones para la paz. . Paz . Foto CINEP/PPP
  • 10. 77 10 Además, los eventuales acuerdos a que llegue la cúpula de las Farc-EP con el gobierno se enfrentan con el reto de co- nectar estas decisiones con los poderes locales y regionales para afrontar temas como la propiedad, uso y producción de la tierra, la participación política, los nar- cocultivos, los poderes armados, la inser- ción social. Esto implicará identificar las maneras en que los acuerdos de la nego- ciación nacional pueden abrirse paso para el diálogo con las diversas agendas y rea- lidades de los actores regionales. Lo anterior también pone en evidencia la diversidad de las actuaciones y prio- ridades de la guerrilla en las distintas regiones donde opera. Así, por ejemplo, en las regiones periféricas de colonización campesina y de frontera agraria aún en expansión, las Farc-EP jugaron un papel determinante en su organización social y el respaldo a los colonos cocaleros, lo que les hizo lograr cierta base social im- portante, por tanto, es probable que esas regiones un intento de desmovilización de las FARC-EP, con un plan de desarrollo integral, sea exitoso. Muy distinta será la situación para las regiones donde las Farc- EP han tenido una inserción reciente y vinculada de manera más integral a todo el circuito de la economía cocalera y de relaciones con los grandes narcotrafican- tes y otros grupos armados ilegales. Allí se corre el riesgo de una fragmentación y bandolerización de algunos sectores. También será distinta la situación de al- gunos frentes, ubicados en zonas vecinas a haciendas latifundistas, cultivos agroin- dustriales o grandes explotaciones mine- ras o energéticas, donde la vida política sigue bajo el control de gamonales tradi- cionales, políticos de vieja data, empresas con alta influencia en la vida de los terri- torios y nuevos poderes locales surgidos en el actual conflicto. Por tanto, uno de los retos determinan- te y condicionante de la paz es compren- der la necesidad de buscar salidas al conflicto y a las propuestas de construc- ción de paz desde un enfoque regional y socialmente diferenciado. Sin lugar a dudas, el actual proceso de negociación exige una mirada diferenciada del con- flicto que reconozca las particularidades regionales, sociales, culturales, las diná- micas económicas y políticas que en cada una de ellas tienen lugar, los liderazgos presentes, los intereses en conflicto. Todo esto, implica acciones igualmente diferen- ciales en procura de una paz sostenible y duradera. En ese sentido, la experiencia de las iniciativas regionales que ya están sien- do realizadas por diversos actores de las regiones, como el caso de los Programas de Desarrollo y Paz, entre otros, permite tener referentes regionales en marcha y aprender que, para construir la paz, se re- quiere tanto la voluntad decidida de los diversos actores como la generación de nuevas condiciones políticas y sociales en los territorios. El actual proceso de paz parece disponer más de voluntad que de condiciones. Este es un claro reto para las regiones y para el país. Para ir creando esas condiciones será fundamental trabajar y avanzar en la despolarización de las miradas mu- tuas de los actores implicados. Aquí las sociedades regionales y la nación en su conjunto se enfrentan al llamado de abrir sus posturas frente a la idea fija que se tiene del otro como enemigo. Imaginarios polarizados que obstaculi- zan la resolución de los conflictos y di- ficultan la creación de alternativas para la construcción de la paz. De otra parte, algunos sectores sociales quieren la paz en abstracto, sin cambios, sin que im- plique transformaciones fiscales y eco- nómicas, sin grandes modificaciones en la propiedad, uso y explotación de los recursos, sin políticas sociales educati- vas y sociales que impliquen inversio- nes estructurales. Un cambio en las subjetividades y mi- radas nuevas del otro permitirá avanzar. Nos enfrentamos al reto de favorecer el diálogo social que ayude a la despolariza- ción, especialmente en las regiones donde hay conflicto entre frentes guerrilleros, “bandas criminales” y los poderes de he- cho existentes en regiones y localidades. Si no se crean mecanismos de despolari- zación y de superación de los estereotipos mutuamente excluyentes, un acuerdo ex- clusivamente entre las cúpulas nacionales de ambos lados, llevaría a una redición del genocidio como el que se vivió con la Unión Patriótica. Sin embargo, se opina que la coyuntura internacional y nacional son hoy muy diferentes de lo que fueron entonces: tal vez la opinión pública no permitiría HOY que un proceso de esos alcances se llevara a cabo. Notas 1 CAFOD, por sus siglas en inglés (Catholic Agency For Overseas Development). 2 Publicado el 30 de octubre de 2012. Encuéntranos en Encuéntranos en: en redes sociales @RevistaCienDias www.facebook.com/pages/Revista-Cien-Días . Paz . No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 11. 11 Proceso de paz Gobierno-Farc en perspectiva histórica L os actuales diálo- gos que se adelan- tan entre las Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos repre- sentan una oportuni- dad innegable para avanzar hacia la fi- nalización del conflicto armado. Aunque hay optimismo moderado también son muchos los escépticos frente a un final exitoso del proceso: recuerdan los fra- casos del pasado. Sin embargo, cuando se miran los anteriores intentos de nego- ciación con esta guerrilla también varios aprendizajes, que ayudan a superar el simplismo de que con las Farc no se pue- de negociar porque no tienen voluntad política, o porque son narcotraficantes sin ideales políticos. Desde 1982 las negociaciones se han adelantado en un contexto en el que la confrontación armada aumentó rápida- mente no solo por la incursión del nar- cotráfico en todos los niveles de la so- ciedad, o por la expansión militar de las guerrillas, sino también por la férrea opo- sición que distintos sectores de las élites nacionales y regionales (tradicionales y narcotraficantes), sectores de las Fuerzas Militares y de los partidos políticos hicie- ron a las negociaciones en particular y, en general, al proceso de apertura demo- crática que se intentó en los años 80. Mediante la promoción de grupos de autodefensas y paramilitares se exterminó a sectores de la oposición de izquierda, y aún hoy no se ha logrado la incorpo- ración política de varios sectores sociales entre los que se incluyen las guerrillas. Igualmente, ningún Gobierno ha logrado consolidar el apoyo de los sectores más reaccionarios a las negociaciones permi- tiendo que se convirtieran en parte de la estrategia para el debilitamiento militar y político del grupo insurgente, con la es- peranza de llevarlo a la desmovilización. Entre 1982 y 2010 las Farc realizaron tres conferencias; VII (1982), VIII (1993) y IX (2007) en donde replantearon pun- tos importantes de su estrategia de gue- rra y reorganizaron su propuesta de paz. Pero a lo largo de los años noventa las negociaciones paulatinamente se volvie- ron funcionales a su estrategia político- militar y a la correlación de fuerzas con el Estado, esto en particular se hizo evi- dente durante el despeje del Caguán a donde llegaron con fortaleza militar olvi- dando fortalecerse políticamente. Ante la arremetida de las AUC y quizá el silencio por parte del Estado esta guerrilla perdió su aparente ventaja militar supliendo tal asimetría mediante actos de terrorismo y una convergencia cada vez mayor de varios de sus frentes con el narcotráfico. Durante el gobierno de Belisario Be- tancur (1982-1986), la propuesta de negociación coincide con la realización de la VII Conferencia en la que las Farc Por Camilo Andrés Hernández Barreto* Durante el despeje del Caguán se hizo evidente la estrategia militar de las Farc y la correlación de fuerzas con el Estado. . Paz . Recorrido histórico y aprendizajes de anteriores intentos de negociación entre el gobierno colombiano y las Farc. www.cinep.org.co
  • 12. 77 12 formulan su Plan Estratégico Político Mi- litar “que define la línea de crecimiento y acumulado de la organización en una perspectiva de toma del poder (…) me- diante la creación definitiva de un ejército revolucionario (…) y el desarrollo de una diplomacia internacional de apoyo a la lucha revolucionaria” (Medina, 2009, p. 157-158). En la conferencia se establecen los criterios para la Salida Política al Con- flicto Social y Armado, que fueron pasan- do a un segundo plano debido a la des- confianza que generó en la organización el genocidio de la Unión Patriótica. El Gobierno adopta una política de paz que incluyó la amnistía (Ley 35 de 1982), la reforma constitucional que permitió la elección de alcaldes mediante el voto po- pular y la creación del Plan Nacional de Rehabilitación para las zonas más afecta- das por el conflicto armado. También se firmó el acuerdo cese al fuego, tregua y paz pero la verificación del mismo fue impo- sible ya que, ni las Farc, ni los militares,— en especial los segundos— respetaron el acuerdo y la comisión de verificación no tuvo los elementos suficientes para con- cluir que el cese al fuego realmente se estaba cumpliendo (García-Durán, 2010, p.265). En este contexto el siguiente go- bierno de Virgilio Barco (1986-1990) no logró dar garantías políticas a la Unión Patriótica convirtiéndose en la principal víctima de la gue- rra sucia. Con el aumento de vícti- mas civiles a causa de esta estrategia contrainsurgente del Estado, tam- bién aumentaron los operativos en contra de las Farc, en especial en Ca- quetá por donde se comenzó a agrietar la tregua debido a que el grupo in- surgente también respondió con ac- ciones ofensivas, haciendo que para 1987 esta finalmente se rompiera (García-Durán, 1992, p.176-177). Luego de esta ruptura el Gobierno de Cesar Gaviria (1990-1994) adoptó con las Farc y el Eln una ofensiva militar cuan- do ambos grupos exigieron participar en la Asamblea Nacional Constituyente sin ninguna exigencia previa por parte del gobierno. La respuesta de ambos grupos insurgentes no se hizo esperar y median- te fuertes golpes a las Fuerzas Armadas lograron presionar una serie de conversa- ciones en el exterior. Así, llego el año 1992 y por medio de la Coordinadora Guerrille- ra Simón Bolívar, CGSB, dieron a conocer sus “doce propues- tas para construir una propuesta de paz”, en Tlaxcala, México. Con ellas la CGSB busca- ba negociar una agenda amplia y no la restringida agenda propuesta por el gobierno que se centraba en la desmoviliza- ción y entrega de armas, sin incluir la discusión en torno al modelo económico del país. El fracaso de estas conversaciones se dio por dos razones: la desconfianza en- tre las partes para llegar a un acuerdo, y el hecho de que con la nueva Consti- tución “el Estado estrenaba una legiti- midad que redujo ostensiblemente los márgenes para acordar las reformas a que aspiraban las Farc (Arias, Prieto y Peralta, 2010, p. 22). Esto hizo replantear su estrategia y enfocarse en asumir la guerra integral promovida por el Gobier- no la cual, en su percepción, no afectaba en gran medida a la insurgencia (Medi- na, 2009, p.157-158). De esta manera du- rante la Octava Conferencia realizada en 1993 las Farc reorganizaron su propuesta de paz en la Plataforma de un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacio- nal, de la que surgieron diez puntos para la solución de la crisis del país, entre los que se incluye la salida política al con- flicto armado. Los otros nueve puntos se centran en reformas que reorganicen el Estado, el modelo económico que permi- ta la redistribución de la riqueza, el bien- estar social y una política agraria. Tam- bién plantean reestructurar la política exterior del Estado colombiano (Medina, 2009, pp. 212-214). La agudización de la guerra por la expansión paramilitar y la crisis polí- tica generada por el proceso 8000 de- jaron al gobierno de Ernesto Samper (1994- 1998) sin muchas posibilidades de negociación. A pesar de esto las Farc manifestaron la necesidad de iniciar un proceso de paz y por medio de una La agudización de la guerra por la expansión paramilitar y la crisis polí- tica generada por el proceso 8000 de- jaron al gobierno de Ernesto Samper (1994- 1998) sin muchas posibilidades de negociación, a pesar de esto las Farc manifestaron la necesidad de iniciar un proceso de paz y por medio de una carta dirigida a Carlos Holmes en 1995 plantearon como condición para una negociación el despeje de un territorio. En los años 90 el gobierno de Cesar Gaviria adoptó una ofensiva militar con las Farc y el Eln cuando ambos grupos exigieron participar en la Asamblea Nacional Constituyente. . Paz . No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 13. 77 13 carta dirigida a Carlos Holmes Trujillo, Alto Comisionado para la época (1995), plantearon como condición para una negociación el despeje de un territorio1 . Pero la crisis de legitimidad del gobier- no fue aprovechada por las Farc para fortalecerse militarmente —aunque no politicamente2 — llevando a que su posi- ción política frente a la opinión pública se debilitara, por lo que solamente se llegó a firmar el Acuerdo humani- tario de Remolinos del Caguán (junio de 1997), median- te el cual las Farc entregaron a 60 soldados y 10 in- fantes de marina en Cartagena del Chairá (Villarraga, 2009, p.264). La creciente movilización ciu- dadana a favor de la paz se tradujo en un masivo apo- yo en las urnas al Mandato ciudadano por la paz, la vida y la libertad en 1997. Esto llevó a la presidencia a Andrés Pas- trana (1998 - 2002) quien aseguró su victoria al reunirse en persona con el máximo jefe de las Farc. Pastrana esta- bleció una zona de despeje (La Macare- na, Mesetas, Uribe, Vistahermosa y es San Vicente del Caguán) para adelantar negociaciones con el grupo insurgente y esta zona terminó por convertirse en el principal obstáculo para las mismas, ya que por su extensión y al no haber esta- blecido el Gobierno mecanismos de ve- rificación, terminó siendo utilizada para fines distintos a la negociación3 . A pesar de esto, se estableció una Agenda común (mayo 1999) la cual con- tenía una variedad de temas para discutir y que hacía referencia de manera muy general a las causas estructurales de la violencia, sin tener claridad sobre qué era lo que realmente se podía negociar en ese momento. Aún así, se llegó a varios acuerdos4 con los que se logró la libertad de más de 400 miembros de la fuerza pública. También se creó la Comisión de Personalidades la cual hizo una serie de recomendaciones para poder avanzar con los diálogos (Arias, Prieto y Peralta, 2010, p.23). Estas recomendaciones se centra- ron en aclarar los términos para una po- sible tregua en la cual se analizarían los doce puntos de las Agenda común. Catapultado rápidamente por los fracasos de diálogos en el Caguán, Ál- varo Uribe Vélez (2002-2010) gana las elecciones en 2002 y es reele- gido en 2006, promueve la Po- lítica de Seguri- dad Democrática para afrontar el conflicto armado. En esta perspec- tiva la democra- cia colombiana era la víctima de una “amenaza terrorista” repre- sentada por las guerrillas. De esta forma se desco- noció todo el contenido político y social que se atribuía a la confrontación arma- da en el país. La ofensiva militar contra las guerri- llas, en especial las Farc, fue el princi- pal objetivo durante este Gobierno. Al mismo tiempo se llevaron a cabo unas “negociaciones” con los paramilitares para que se sometieran a la justicia y respondieran por sus crímenes. Estas fueron ampliamente criticadas desde el comienzo y, aunque se lograron conocer muchos de los crímenes de las AUC, es poco lo que se ha logrado en torno a la reparación de las víctimas, objetivo prin- cipal de la Ley de Justicia y Paz5 . El gobierno de Uribe Vélez también promovió ampliamente la política de desmovilización individual, la cual tuvo resultados importantes en la disminución de efectivos de las Farc y sirvió como complemento de la presión militar. Du- rante este periodo se hicieron muy evi- dentes los fuertes golpes hacia las Farc que incluso llevaron a la desarticulación de varios de sus frentes. Sin embargo, en 2007, las Farc adelantaron la IX con- ferencia en la cual manifiestan no estar tan debilitados como muchos creían y no realizan mayores modificaciones a su estrategia de guerra. A pesar de esto, en 2008, varios de sus máximos jefes caye- ron en combate: ‘Raúl Reyes’, ‘Iván Ríos’ y el ‘Negro Acacio’, entre otros; situación que generó que generó triunfalismo en algunos sectores de las Fuerzas Milita- res. La actitud optimista rápidamente se desvaneció por el escándalo de los llama- Catapultado rápidamente por los fra- casos de diálogos en el Caguán, Álvaro Uribe Vélez gana las elecciones en 2002 y es reelegido en 2006, promueve la Política de Seguridad Democrática para afrontar el conflicto armado. En esta perspectiva la democracia colombiana era la víctima de una “amenaza terro- rista” representada por las guerrillas. En esta forma se desconoció todo el conte- nido político y social que se atribuía a la confrontación armada en el país. El gobierno de Álvaro Uribe promovió la ofensiva militar contra las guerrillas, las “negociaciones” con los paramilitares” y una política de desmovilización individual. Foto CINEP/PPP. . Paz . www.cinep.org.co
  • 14. 77 14 dos falsos positivos y porque para 2009 la guerrilla estaba volviendo a golpear al Ejército en varias regiones del país. Aprendizajes del pasado y perspectivas para la negociación actual entre el gobierno Santos y las Farc Hasta 2010 son varias las continuida- des en los intentos de negociación con las Farc. Si bien estos no han resultado traducidos en acuerdos, sí han dado ven- tajas políticas al Estado pero no las sufi- cientes para lograr un aislamiento total de las Farc. Por lo cual los aprendizajes de los procesos anteriores son claves para la terminación del conflicto armado. En primer lugar, es importante la con- solidación del proceso tanto a nivel ex- terno como interno. A nivel externo, la comunidad internacional se ha compro- metido más desde los años 90, e incluso durante el despeje del Caguán el apoyo internacional se hizo más fuerte. Sin em- bargo, nunca pudo llegar a ser un actor que por lo menos ayudara a despolarizar las posiciones de los negociadores por- que el Estado y la guerrilla no lo permi- tieron. A nivel interno, desde 1982, diferen- tes sectores reaccionarios no han apoya- do los procesos que se han adelantado. Por eso el actual Gobierno ha desplegado estrategias para ir consolidando el apoyo al proceso; una de ellas fue realizar los diálogos en el exterior para disminuir la presión de una opinión pública tan pola- rizada como la colombiana. Igualmente teniendo como garantes a países como Cuba, Noruega, y de acompañantes a Venezuela y Chile, se logra un apoyo de terceros que ningún proceso anterior tuvo. Adicionalmente la mesa de nego- ciación de los equipos de negociadores tendrá hasta 20 asesores temáticos espe- cializados en cada uno de los puntos de la agenda y un grupo de apoyo técnico para cada delegación conformado por cinco miembros. También se estable- cieron unas reglas básicas en las que el principio rector es: “nada está acordado hasta que todo esté acordado (Semana, 2012, p.36-37). En segundo lugar, el gobierno ha bus- cado reducir la desconfianza de los oposi- tores a las negociaciones. Aunque no son los únicos, los Militares y las élites (tradi- cionales y narcotraficantes) han sido los principales opositores y saboteadores6 de los procesos con las Farc. Por esta razón el Gobierno ha sido cuidadoso en asegu- rar el apoyo de ambos al proceso, mante- niendo la ofensiva militar contra las Farc e incorporando a la mesa de negociación a una figura de confianza dentro del Ejér- cito como el General (r) Jorge Mora Ran- gel. En cuanto las élites y el sector priva- do hasta el momento han dado apoyo al proceso. Eso sí, luego del discurso de alias “Iván Márquez” en Oslo, el Consejo Gre- mial Nacional dejó en claro que la preten- sión de las FARC de llevar a la mesa temas que son del resorte exclusivo del Estado co- lombiano [como el modelo económico], no responde a las reglas de juego establecidas previamente por las partes (Andi, 2012). El Presidente Santos ha reiterado esta po- sición resaltando que las negociaciones son para terminar el conflicto armado y que si las Farc dejan las armas podrán buscar cambiar el modelo económico y político si lo ha- cen en la contienda electoral (Semana, 2012). Finalmente, en lo que se refiere a la agenda de nego- ciación, evidente- mente hay cambios importantes con respecto a las ante- riores. Por ejemplo, ya no se habla de los doce puntos de la agenda del Ca- guán en la que se buscaba solucionar todos los proble- mas del país. La agenda actual es La agenda actual es más realista porque se redujo a seis puntos, dos de los cuales son fundamentales para las Farc: la solución de la problemáti- ca agraria y la participación política. Sobre el primero, las Farc no solo han insistido en el acceso a la tierra sino en la reorientación del modelo econó- mico, el cual, a su vez, se relaciona con la erradicación del narcotráfico del campo. Primera sesión de la mesa con el acompañamiento de los paises garantes Noruega y Cuba. Foto Presidencia de la República . Paz .
  • 15. 77 15 más realista en ese aspecto, porque se re- dujo a seis puntos, dos de los cuales son fundamentales para las Farc: la solución de la problemática agraria y la participa- ción política. Sobre el primero, las Farc no solo han insistido en el acceso a la tierra sino en la reorientación del modelo económico, el cual, a su vez, se relaciona con la erradicación del narcotráfico del campo. En cuanto a la participación política, desde que en 1984 las Farc intentaron su incorporación política a través de la Unión Patriótica, una de las razones por las que este proceso fracasó fue la debi- lidad de los mecanismos de verificación del cese al fuego, así como de las garan- tías para ejercer la oposición. Si bien el cese al fuego para las Farc continúa sien- do central, a diferencia de los procesos anteriores que solo hablaban de la par- ticipación política del grupo insurgente, en el acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, se acordó incluir la dejación de armas, algo que no había incluido en las agendas anteriores y que por primera vez las Farc aceptan incluir. Aunque esto es un avance por parte de las Farc, no será un tema que se resuelva fácilmente, en especial, porque otro de los puntos de la agenda se relaciona con la reparación a las víctimas, lo cual genera obstáculos a la participación política de la organización. Ya que en los procesos que se adelantaron en Colombia con grupos insurgentes hasta mediados de los 90, este tema no fue central, porque en los acuerdos finales a los que se llegó, no se incluyó la ratificación de los protocolos de Ginebra para “humanizar la guerra” y solo después de 1995, estos fueron fir- mados por el Estado colombiano, en una coyuntura en la que, el tema de las vícti- mas comenzó a tomar fuerza en el nivel internacional. En la actualidad este tema es central no solo por las víctimas de las Farc, sino por el hecho de que el grupo insurgente insista en considerarse víctima del Estado colombiano. Esto implica un reto para la justicia colombiana que inevi- tablemente tendrá que buscar soluciones más efectivas que las que el Marco para la paz ofrece. ¿Se tendrá que utilizar de nuevo la amnistía o el indulto para lograr formalizar un acuerdo de paz? De ser así, ¿cuáles serian los límites del mismo? Si bien no se puede asegurar un fi- nal exitoso del proceso en curso, sí se puede ver que éste ha sido pensado de manera más calculada por ambos acto- res. Mientras que Santos busca acomo- dar sus fichas para la reelección, las Farc buscan recuperarse políticamente. Esto eventualmente podría jugar a favor del proceso, porque el fracaso de las nego- ciaciones conllevaría consecuencias po- líticas negativas para el país, cerraría las puertas a una salida negociada y proba- blemente el conflicto se agravaría aún más. Así, negociar o no en medio del conflicto obedece a un cálculo político; el Gobierno se mantiene firme en con- tinuar con las acciones militares para mostrar fortaleza en el tema de seguri- dad y las Farc declaran un cese al fuego unilateral hasta el 20 de enero de 2013 para mostrar su voluntad política y pre- sionar a Santos ante la opinión pública. Sin embargo, el éxito de la negocia- ción no depende solamente del juego político entre los negociadores, sino también de la consolidación del proce- so a nivel internacional, nacional y re- gional. El papel de la comunidad inter- nacional va más allá de ser garantes y acompañar el proceso, para convertirse en una instancia que comprometa a las partes en el cumplimiento de los acuer- dos. La consolidación del proceso a ni- vel nacional necesita de la legitimidad y respaldo de las distintas fuerzas polí- ticas y sociales, particularmente de las que se han opuesto al proceso mismo. Finalmente, el proceso de negociación requiere ganar mayor legitimidad a ni- vel regional, atendiendo las particulari- dades de los conflictos y articulando los procesos sociales existentes. La agenda actual es más realista en ese aspecto, porque se redujo a seis puntos, dos de los cuales son funda- mentales para las Farc: la solución de la problemática agraria y la partici- pación política. Sobre el primero, las Farc no solo han insistido en el acceso a la tierra sino en la reorientación del modelo económico, el cual, a su vez, se relaciona con la erradicación del narcotráfico del campo. Este video se puede visualizar también en: http://www.youtube.com/watch?v=00OgPhs_XB4 Video . Paz . www.cinep.org.co
  • 16. 77 16 Notas 1 Mediante esta carta las Farc propusieron el despeje de La Uribe, Meta, durante sesenta días de los cuales treinta servirían al grupo para verificar y luego desplazar una parte de su delegación al municipio, en donde se realizaría una primera reunión con la delegación del gobierno durante cinco días y el gobierno otorgaría diez días para evacuar la zona. Villarraga, A (comp.), 2009, Biblioteca de las Paz 1994-1998, tomo IV: En ausencia de un proceso de paz: Acuerdos Parciales y Mandato Ciudadano por la Paz, Bogotá, Fundación Cultura Democrática, p.169. 2 Según Diana Moreno, “Aunque inicialmente esta decisión en apariencia sirve para su fortalecimiento y auge, el crecimiento desmesurado de las Farc en lo militar no se ve acompañado en igual medida en la cualificación de sus hombres en lo político. Esto en el largo plazo se constituye en su mayor debi- lidad, una especie de crecimiento sin desarrollo, un amplio cuerpo militar precariamente formado en lo político que no logra fortalecer sus relaciones con la comunidad y, que tampoco logra protegerla totalmente de las incursiones militares y paramilitares, lo que hace que su adherencia política sea bastante frágil.” Moreno, D., 2009 “Fase de la lucha social y política” en Medina, C (ed.), 2009 FARC-EP. Temas y problemas nacionales 1958 – 2008, Bogotá, Universidad Nacional, pp. 155. 3 Ésta terminó convirtiéndose en un área estratégica desde la cual las Farc podían continuar la guerra, llevando allí a soldados que retienen como resul- tado de ofensivas en otras regiones, con el objetivo de presionar al gobierno para lograr una Ley de Canje permanente y recuperarse ante el avance de grupos paramilitares que se consolidaban en varias regiones del país. 4 “Acuerdo de los Pozos” (febrero, 2001); el acuerdo de intercambio humanitario (junio 2001); el acuerdo de San Francisco de la Sombra (octubre, 2001) y el Acuerdo de cronograma para el futuro del proceso de paz (enero, 2002). García-Durán, Mauricio, 2010, “Colombia: Conflicto Armado, Procesos de negociación y retos para la paz”, en Vargas, A., 2010, Colombia: Escenarios Posibles de Guerra o Paz, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p.p. 266-267.5 “Acuerdo de los Pozos”, febrero, 2001; el acuerdo de intercambio humanitario, junio 2001; el acuerdo de San Francisco de la Sombra, octubre, 2001 y el Acuerdo de cronograma para el futuro del proceso de paz, enero, 2002. García-Durán, Mauricio, 2010, “Colombia: Conflicto Armado, Procesos de negociación y retos para la paz”, en Vargas, A, 2010, Colombia: Escenarios Posibles de Guerra o Paz, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p.p. 266-267. 5 Sobre el debate en torno a los resultados de las Ley de Justicia y Paz que surgió durante la negociación entre el Gobierno y las AUC, consultar: Pizarro, Eduardo y León Valencia (2009) Ley de Justicia y Paz, Colección Cara y Sello, Bogotá, Norma-Semana. 6 Por ejemplo, Carlo Nasi menciona que en cada proceso han variado los saboteadores, entre los que reconoce también a los paramilitares, sectores de ambos partidos e incluso a los propios negociadores. Nasi, Carlo, 2010, “Saboteadores de los procesos de paz en Colombia” (reimpresión traducida capítulo de libro). En Angelika Rettberg (comp.), Conflicto armado, seguridad y construcción de paz en Colombia, Bogotá: Universidad de los Andes, pp. 97-128. Por otra parte, Mauricio Romero plantea que el fracaso de las negociaciones con las Farc se ha debe también al hecho de que el Partido Liberal vio amenazado su hegemonía electoral ante la posible incorporación de esta guerrilla la cual tenia influencia política y militar en varias regiones donde el liberalismo era mayoritario. Romero, M., 2003, Paramilitares y Autodefensas 1982-2003, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, pp. 272-273. Referencias Medina Gallego, Carlos, 2009, FARC-EP. Notas para una historia política 1958-2008, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p. 157-158. García-Durán, Mauricio, 2010, “Colombia: Conflicto Armado, Procesos de negociación y retos para la paz”, en Vargas, A., 2010, Colombia: Escenarios Posibles de Guerra o Paz, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, p. 265. García-Durán, Mauricio, 1992, De la Uribe a Tlaxcala. Procesos de paz, Bogotá, Cinep, pp. 176-177. Arias, Gerson, Prieto, Carlos y Peralta, Milena, 2010, “¿Qué quieren las Farc? Agendas de negociación en los procesos de paz”, Fundación Ideas para la Paz, FIP, p22. Villarraga, Alvaro (comp.), 2009, Biblioteca de las Paz 1994-1998, tomo IV: En ausencia de un proceso de paz: Acuerdos Parciales y Mandato Ciudadano por la Paz, Bogotá, Fundación Cultura Democrática, p.264. Arias, Gerson, Prieto, Carlos y Peralta, Milena, 2010, “¿Qué quieren las Farc? Agendas de negociación en los procesos de paz”, Fundación Ideas para la Paz, FIP, p23; Villarraga, A (septiembre, 2012) “El camino de la paz: Valorar las experiencias pasadas”, Razón Pública. Disponible en: http://www. razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/3269-el-camino-de-la-paz-valorar-las-experiencias-pasadas.html Semana, (2012, 10 al 17 de septiembre), “Anatomía de la mesa”, núm. 1584, pp. 36-37. Asociación Nacional de Industriales, Andi, 2012 “Sector privado apoya al equipo negociador del Gobierno” agosto 18. Disponible en: http://www.andi.com.co/pages/prensa/comunicados_prensa_detalle.aspx?Id=432 Semana (2012, 16 de noviembre), “Santos: El modelo económico y político no está en discusión con las Farc”. Disponible en: http://www.semana.com/ nacion/santos-modelo-economico-politico-no-esta-discusion-farc/188172-3.aspx La Silla Vacía (19 de noviembre, 2012) “El cese al fuego de las Farc: presiona al gobierno y, a la vez, fortalece el proceso”. Disponible en: http://www.lasillavacia.com/historia/el-cese-al-fuego-de-las-farc-presiona-al-gobierno-y-la-vez-fortalece-el-proceso-37335 recuperado: 22 de noviem- bre de 2012. * Camilo Andrés Hernández Barreto: Colaborador del equipo Iniciativas de Paz del CINEP/PPP. . Paz . No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 17. 17 Cambio de posiciones: los actores incidentes en el proceso de paz Por Fernando Sarmiento Santander* Santos se lanzó a esta aventura incierta de la paz; lo hace a sabiendas de que tanto el éxito como el fracaso son posibles (50 a 50), pero intenta establecer algunos puntos de referencia para no perderse en el curso y asegurar salir ganando en cualquier caso. Aun así son muchos los factores en juego que se salen de sus manos. S i bien los aspectos formales en la mesa de diálogo juegan un papel central en el desarrollo del proce- so, otro tipo de facto- res no formales, que pueden ser de orden económico, social, político, e incluso factores culturales, ac- túan como catalizadores que conducirían al éxito o fracaso del mismo1 . Tales fac- tores se encarnan en actores concretos, favorables o no a la paz y a la guerra. ¿Cómo se conjugan estos factores? ¿Qué tipo de comprensiones operan? ¿Cómo podrían incidir en el actual proceso? Gobierno Nacional y Fuerza Pública El Gobierno siempre ha llegado a las negociaciones con más convicción que las guerrillas, pero también es quien primero ha roto los procesos. Eso ya “está canta- do” por Santos; el Presidente enumeró las condiciones para empezar conversaciones de paz, pero a la vez advirtió las condicio- nes que lo obligarían a terminarlas (Sema- na, 2012, 4)2 . La mayor parte de los nego- ciadores oficiales creen en el proceso y en que hay condiciones para lograr la paz, pero a la vez están adoctrinados por el pragmatismo de Santos de que hay tiem- pos y resultados establecidos; o sea, que en cualquier momento pueden retirarse. Por tal razón, que es un cambio evi- dente del actual Gobierno, hay una am- plia disposición a recoger la experiencia de procesos anteriores y aprender de los errores3 . Este no fue el caso del proceso en el Caguán, que quiso partir de cero, sin retomar las lecciones de experiencias anteriores. Los negociadores de Santos conocen mejor a las Farc, saben frente a que “personajes” se sientan; los han estudiado, y a la vez han abierto su per- cepción al considerarlos posibles conten- dientes políticos en el marco de la demo- cracia. También ha cambiado el lenguaje para referirse a la guerrilla. En la misma medida en que ha cam- biado la percepción y conocimiento de la guerrilla, ha cambiado la compren- sión del conflicto. Fue determinante, por ejemplo, el hecho de reconocer en la aprobación de la Ley de víctimas la exis- tencia del conflicto armado interno (El País, 2012)4 , como condición para buscar los medios para terminarlo; diez años transcurrieron en los que el Gobierno nacional negaba su existencia y se empe- ñaba en exterminar militarmente a gru- pos que consideraba “narco-terroristas” y que pretendían desestabilizar el país. Hoy se acepta, con un poco más de rea- lismo, que existen causas estructurales generadoras de la violencia y la guerra, relacionadas con temas como la partici- pación política, el problema de tierras, la situación de las víctimas, la pobreza y la falta de oportunidades para amplios sectores sociales en materia de empleo, salud y educación. Aunque el Gobierno no está dispuesto aún a revisar sus estructuras de poder y el modelo económico, a fin de abrirle paso a lo que la guerrilla denomina “paz con Hoy se acepta, con más realismo, que existen causas estructurales generadoras de la violencia y la guerra, relacionadas con temas como la participación política, el problema de tierras, la situación de las víctimas, la pobreza y la falta de oportunidades. . Paz . www.cinep.org.co
  • 18. 77 18 justicia social”, ha estado, con todo, impulsando en los dos últimos años proyectos legislati- vos y políticas pú- blicas que apuntan a esas causas es- tructurales: Ley de víctimas y Restitución de tierras, reforma a la Ley de justicia y paz, programas de vivienda, reforma a la justicia, atención a la población vulnerable, disminución del desempleo, etc. Ello, con la pretensión de quitarle argumentos a la insurgencia para continuar la lucha armada (Eltiem- po.com, 2012, 27). El asunto de fondo está en la concepción de tales causas es- tructurales y en el modo cómo se debe cambiar el manejo del país. Esa será la materia de las conversaciones en la Ha- bana y del amplio diálogo social en la tercera fase. Por lo pronto, las condiciones propi- cias para atraer inversión extranjera y reorientar la inversión pública, a la vez que las motivaciones de orden político de Santos hacia un segundo período pre- sidencial, ha hecho que ahora más que nunca el gobierno tenga alineado a sus Ministros, al Congreso y a los partidos políticos en torno a la Unidad Nacional y a favor del proceso de paz. Esto sin con- tabilizar el respaldo que le han dado los gremios econó- micos y, aunque con otras motiva- ciones, amplios sectores sociales. En todos los ca- sos se excluye de tal respaldo a Uri- be y al Uribismo “purasangre”, principal detractor de la paz por la vía negociada (Eltiempo.com, 2012, 4). A diferencia de gobiernos anteriores, en esta ocasión existen acuerdos entre la Presidencia y las Fuerzas Militares. Nun- ca antes éstas últimas habían estado tan dispuestas a respaldar un proceso de paz (Elespectador.com, 2012); esto se refleja en el hecho de incorporar en el equipo negociador a uno de los oficiales de ma- yor trayectoria militarista y claro detrac- tor de las negociaciones de paz, como el General (r) Mora, y al policía con mayor prestigio internacional, el General (r) Na- ranjo. La determinación de negociar en me- dio del conflicto ha favorecido la posición de respaldo de la Fuerza Pública, pues a diferencia de las anteriores, en esta oca- sión el procesos de paz no crea una espe- cie de neutralización de las operaciones militares, ni causa desazón entre los ofi- ciales. Se advierte, pues, la labor previa hecha por el Presidente de negociar con los sectores de poder, entre esos los mili- tares. Si bien no se puede considerar ab- soluto el respaldo de los militares activos y retirados, en esta ocasión el Presidente se la jugó sentando en el equipo de nego- ciadores a un sector normalmente ausen- te y que ha sido el palo en la rueda de la paz. Esta es una jugada fundamental de Santos: contar con la Fuerza Pública para la guerra, a la vez que para la paz. Con la suma de estos elementos y tras la campaña militar contra la insurgencia, hoy más que nunca el Gobierno llega fuerte a la mesa; considera que va ga- nando la guerra, tanto en el plano militar como en el político. La insurgencia política y armada de las Farc-EP Sentado al otro lado de la mesa está otro actor, la guerrilla de las Farc-EP. Existe un largo historial de esta guerrilla en procesos de paz4 , pero es importante analizar las coincidencias que hay entre los momentos históricos de las Farc-EP, marcados por sus conferencias, con sus momentos en las negociaciones de paz. Así se aprecia que hay diferencias del ac- tual proceso con los anteriores y también qué están pensando los comandantes respecto a los asuntos fundamentales de la lucha insurgente. Hoy más que nunca el Gobierno lle- ga fuerte a la mesa; considera que va ganando la guerra, tanto en el plano militar como en el político. Foto: Marcos Montoya Foto CINEP/PPP . Paz .
  • 19. 77 19 seguridad democrática no podía ser otra cosa que la consolidación de la clase po- lítica y de las élites económicas a nivel nacional y regional, con la asistencia del paramilitarismo y el respaldo de los Esta- dos Unidos. La Novena Conferencia se reune en un momento de con- vulsión interna de las Farc-EP y en un panorama incierto para una solución negociada del con- flicto, prevista en la Conferencia de 1993. La reelección de Uribe era un escenario adverso; prácticamente los obligaba a mante- ner su repliegue estratégico durante los años anteriores, y a realizar muy clan- destinamente sus labores políticas con las bases sociales. Pero tras la manifestación de paz de Santos el día de su posesión como presidente, las declaraciones de la guerrilla a favor de diálogos de paz no se hicieron esperar. Cambió el contexto, pero no cambiaron los discursos ni los propó- sitos de la lucha insurgente; de hecho la novena Conferencia reafirma las visiones sobre la situación del país y de las cla- ses dirigentes y reconfirma la necesidad de una solución política y la reforma de El paralelo es el siguiente5 : la Sépti- ma Conferencia, realizada en mayo de 1982 en Guayabero, Meta, precede dos momentos de diálogo con las Farc-EP: uno, los acuerdos de La Uribe, firmados en marzo de 1984, bajo la presidencia de Belisario Betancur (1982-1986) y dos, los diálogos iniciados en Cravo Norte, Arauca, y posteriormente trasladados a Caracas y Tlaxcala, entre mayo de 1991 y octubre de 1992, bajo la presidencia de César Gaviria (1990-1994), en los que también participaron el ELN y el EPL, como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar –CGSB. La Octava Conferencia, realizada en abril de 1993, tras el rompi- miento de los diálogos en México, prece- de el proceso de paz en San Vicente del Caguán, Caquetá, entre enero de 1999 y febrero de 2002, bajo la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002). El actual proceso en la Habana, promovido por Juan Manuel Santos (2010-2014), está precedido por la Novena Conferencia, realizada entre finales de 2006 y comien- zos de 2007, cuando dan a conocer la “Declaración política” del 31 de enero6 . La Séptima Conferencia determina a las Farc-EP a una estrategia más ofensi- va, que contempla la duplicación de su pie de fuerza y el desdoblamiento de los frentes existentes. Allí mismo se reafirma la estrategia de “combinación de todas las formas de lucha”, con el propósito de preparar el terreno para la toma del poder en los siguientes diez años. Tales decisiones estaban en contravía de cual- quier pretensión de paz del gobierno Be- tancur y lejos de sumarse a la propuesta de paz de Virgilio Barco (1986-1990), o dejarse tentar por las propuestas de una paz integral por parte de Gaviria. Después de casi diez años, se realiza la Octava Conferencia, donde se hace el balance del proceso de expansión y reorganización y se da un giro al dis- curso de las Farc-EP, incorporando el tema de la paz. Expresan su interés por una solución política del conflic- to armado y declaran la urgencia de construir un nuevo gobierno de recon- ciliación y reconstrucción nacional; un gobierno que garantice la justicia so- cial, la democracia y la defensa de los intereses del país. Era claro que ni el gobierno Gaviria ni el posterior go- bierno de Ernes- to Samper (1994- 1998) daban la posibilidad para una transforma- ción de fondo. La profundización neoliberal de la política económi- ca, la rapiña por el poder nacional y regional, con la participación de los grupos de autodefensas, sumado a la pro- fesionalización contrainsurgente de la Fuerza Pú- blica, iban en contravía de los declara- dos ideales democráticos de las Farc-EP y traicionaban, según ellos, los ideales patrióticos del libertador Simón Bolí- var. Consideraron, así, que las élites en el poder eran el primer impedimento para el logro de la paz. Al momento del Caguán, las Farc-EP corrobo- raban su idea de una clase política incrustada en el poder, que actua- ba en contra de los intereses del pueblo y utilizaba la guerra como es- trategia para sos- tenerse. El Plan Colombia de Pastrana lo confirmaba. El contrapeso debía ser la formación de una nueva clase política y el sostenimiento de la guerra como expresión de resistencia popular. Así se reafirmaba la necesidad de combinar todas las formas de lucha. En ningún momento las Farc-EP contem- plaron la posibilidad de una desmovili- zación o entrega de armas, como lo hi- cieron otros grupos guerrilleros en años anteriores. El diálogo en el Caguán no tenía ningún futuro. Los años siguientes confirmaron a las Farc-EP sus argumentos. La política de Al momento del Caguán, las Farc-EP corroboraban su idea de una clase polí- tica incrustada en el poder, que actuaba en contra de los intereses del pueblo y utilizaba la guerra como estrategia para sostenerse. . Paz . Al momento del Caguán, las Farc-EP corroboraban su idea de una clase políti- ca incrustada en el poder, que actuaba en contra de los intereses del pueblo y utilizaba la guerra como estrategia para sostenerse. www.cinep.org.co
  • 20. 77 20 las instituciones, para hacer de Colombia una nación democrática, soberana y con justicia social. Al proceso en La Habana llegan unas Farc-EP reconfirmadas en sus propósitos políticos de transformación del Estado. No se ha hablado ni de rendición ni de entrega de armas; la guerrilla está con- vencida del crecimiento de sus bases políticas y de la legitimidad de su lucha armada. Lo que el gobierno intenta es convencer a las Farc-EP de agenciar la transformación del Estado, de sus insti- tuciones y del modelo económico, a tra- vés de la confrontación política. En eso consistiría la actual negociación: en ver si es posible crear las condiciones para desarmarse. En todo caso, las Farc-EP de hoy lle- gan a la mesa con ciertas desventajas; disminuidos militarmente, desprestigia- dos políticamente y con la imposibilidad de alcanzar el poder a balazos. Farc-EP y Gobierno reconocen mutuamente un empate táctico en el plano militar, en el sentido de que no es posible vencer al enemigo en el escenario de la confronta- ción militar. Sectores políticos y sociales El país ha vivido desde mediados del siglo pasado un proceso de reconfigura- ción de las fuerzas políticas y sociales. La lucha armada surgió en un contexto de guerra fría7 , en el que la ofensiva contra el comunismo alcanzó a los países lati- noamericanos, conduciendo el ejercicio de la política al plano de la violencia. Los discursos nacionalistas y el rechazo a pretensiones hegemónicas de los Estados Unidos de América configuraron en Co- lombia la lucha insurgente; en este fragor, se ampliaron los terrenos de polarización de las expresiones políticas y sociales. El Frente Nacional, en el que alternaron en el poder liberales y conservadores, repri- mió y excluyó a otros movimientos polí- ticos, generando protestas de insatisfac- ción, que en algunos casos derivaron en guerrillas, como el M-19. Si bien hubo replanteamientos para la participación política, como la elección popular de alcaldes a finales de los 80s y la posterior Constitución del 91, las élites tradiciona- les mantuvieron el poder y restringie- ron por las vías de hecho la inserción de la izquierda en el gobierno central y regional. De ello da cuenta el exter- minio de la UP y el asesinato y perse- cución a líderes del M-19 y de otros gru- pos de oposición. La última edición de este proceso polarizador lo vivió el país después del fracaso de los diálogos en el Caguán. La sociedad nacional giró 180 grados a favor de la guerra, para la que eligió y reeligió a Álvaro Uribe Vélez (2002-2006, 2006- 2010). La lucha internacional contra el terrorismo, liderada por los Estados Uni- dos, aportó los argumentos para arreme- ter con mayor fervor contra las guerrillas, líderes y organizaciones políticas y socia- les consideradas afines, quienes fueron víctimas de las fuerzas oficiales y del pa- ramilitarismo. Fue una nueva edición de la guerra fría y del Estatuto de Seguridad del Gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982). El balance a 2012, y tras el cierre del gobierno de Uribe, es el de una socie- dad polarizada que se reacomoda polí- ticamente. Tanto las izquierdas como las derechas se mue- ven, ampliando los flancos radica- les y dando lugar a sectores inter- medios en la línea de tensión. Aunque no es un escenario fá- cil, aproxima un par de grados a las dos partes negociadoras. El Gobierno de Santos se mueve un poco hacia el cen- tro y las Farc-EP están menos atrinchera- das en sus fundamentos ideológicos; “ya no son comunistas”, anota el economista Jorge Iván González (González, 2012). A la vez, se crea una plataforma favorable para el juego de la política. Pero quedan, sin duda, rezagos polarizados proclives a la violencia. Los sectores empresariales, que ejer- cen poder real en la opinión pública y deciden sobre el devenir de la nación, han señalado sus posiciones frente al actual proceso de paz. Cada vez más el sector empresarial se ha acercado a los procesos de paz de forma directa. En el Caguán, algunos de ellos fueron delega- dos gubernamentales y participaron en las audiencias. Para los actuales diálo- gos en La Habana, Santos designó como miembro del equipo negociador a uno de los empresarios más representativos Farc-EP y Gobierno reconocen mu- tuamente un empate táctico en el plano militar, en el sentido de que no es posi- ble vencer al enemigo en el escenario de la confrontación militar. . Paz . No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 21. 77 21 del sector, Luis Carlos Villegas, experi- mentado en diálogos con las Farc-EP. Estos empresarios se mueven a los vai- venes del debate político nacional y sus os- cilaciones se detectan como lo muestra la encuesta realizada por la Fundación Ideas para la Paz –FIP8 . Han privilegiado unos la vía política y otros la combinación entre lo político y lo militar. Han depositado con- fianza en el presidente Santos, no obstante la desconfianza du- rante el proceso en el Caguán; en este sentido, afirma el estudio, “exigirían que el gobierno de- muestre que tal ca- mino es la ´mejor estrategia posible´ y que el curso es- cogido está blinda- do contra posibles ´engaños´”. En este sentido las coinci- dencias son amplias con Santos respecto a un proceso “serio, digno, realista y eficaz” ( Semana.com, 2012, 4). Hay coincidencias favorables tam- bién con los medios de comunicación. Este sector ha concluido la prudencia, la mesura y la responsabilidad en el mane- jo de la información en torno al tema de paz son útiles para evitar hacerle daño (Elcolombiano.com, 2012). Estas posi- ciones, mesuradas y favorables al proce- so coinciden con las solicitudes de San- tos de manejar el proceso con discreción y no negociar en los micrófonos, como sucedió en oportunidades anteriores. Pero no todos los medios poseen estas virtudes, pues como herramientas de la política son otros los que usan el “altavoz” para lanzar las más severas críticas al pro- ceso. Los más obstinados en torpedear los diálogos lo han hecho desde la extrema derecha. Para ellos es inconcebible dialo- gar con la guerrilla; y acusan a Santos de haber traicionado la política de Seguridad Democrática del expresidente Uribe. En síntesis Es importante considerar el proce- so de paz en curso como un momento específico de la vida política, económi- ca y social del país; momento en el que confluyen las tensiones que han surgido por décadas y que aun no han sido re- sueltas. No es la primera vez que se in- tentan acuerdos de paz con las Farc-EP; ¿qué podría hacer pensar que este es un momento favorable para lograrlo? La his- toria que recordamos y las condiciones actuales ofrecen argumentos tanto para los optimistas como para los pesimistas. Existen alinea- mientos favora- bles al proceso en la mayor parte de los sectores so- ciales, políticos y económicos; aún entre sectores divergentes polí- ticamente, pues la mayoría de los partidos de iz- quierda y derecha han expresado su apoyo, los gremios económicos no se oponen, aunque miren con reserva el proceso y los movimientos y sectores sociales populares reclaman prontos re- sultados positivos y respaldan el proceso. Los militares rodean al Presidente en esta decisión. El Gobierno ve con optimismo el proceso gracias a los logros obteni- dos. Las Farc-EP reiteran su voluntad de buscar la paz, aunque eso no representa renunciar a sus ideales. En fin, parece, en este sentido, que “los astros están en línea”. Pero la otra cara de la moneda tam- bién tiene su apuesta. Los actores que encarnan posiciones en el extremo de- recho utilizan también todos los medios para desprestigiar cualquier intención de paz y buscan remachar en la opinión pú- blica la idea de que el país, por esa vía, está retrocediendo en lo ganado con la política de seguridad democrática; para evitar la catástrofe, intentarán retomar la presidencia en las próximas elecciones, arrebatándole el poder a los que conside- ran traidores. Con esta forma de la políti- ca, se combina y suman agentes de vio- lencia, como son las Bandas criminales —Bacrim—, que representan la mayor amenaza para la insurgencia que entrará al juego de la política sin armas. Hay que tener presente que otros fac- tores desestabilizadores, como el narco- tráfico y las economías ilegales ponen en riesgo el proceso de inserción de la insurgencia a la vida política tanto en las regiones como a nivel nacional. Factores como estos pueden desestimular la des- Los más obstinados en torpedear los diálogos lo han hecho desde la ex- trema derecha. Para ellos es inconce- bible dialogar con la guerrilla; y acu- san a Santos de haber traicionado la política de Seguridad Democrática del expresidente Uribe. . Paz . www.cinep.org.co
  • 22. 77 22 movilización de frentes estrechamente relacionados con este tipo de economías en muchas regiones del país. Pero hay que resaltar que la dificultad no proviene tanto de las condiciones pues- tas por el gobierno, sino de la disposición de las Farc-EP a entrar al proceso la cual se deriva de la orientación de sus Confe- rencias. Para ellos el logro de la paz con justicia social requiere cambios estructu- rales que la élite política en el poder no va a realizar, por lo cual debe ser sustituida. Santos ya les respondió recientemente: “Nosotros hemos sido muy claros: even- tualmente cuando ustedes (la guerrilla) dejen las armas y se incorporen a la vida democrática, si quieren proponer cambios en el modelo económico, ganen las elec- ciones o discútanlo en el Congreso si sa- len elegidos”(Semana.com, 2012, 16). Eso requiere un cálculo político adicio- nal para la guerrilla: ¿Se podrán sostener en los escenarios de toma de decisiones? ¿En cuánto tiempo lograrán los cambios que proponen y a qué costo? Con cin- cuenta años de lucha armada no lo han logrado ¿lo lograrán ahora sin las armas? No basta, pues, un diseño “técnico” de los mecanismos para el actual proceso de Notas 1 Ver Gómez Alzate, Camilo, 2011, “Apuntes de un proceso de paz: aspectos no formales e incidencias en la negociación” en Sarmiento Santander, Fernando (Editor), “Lecciones para la paz negociada”. Cinep, Usip, Trocaire. Bogotá, pgs. 43-68. 2 Ver discurso de Santos en el que afirma que “aprender de los errrores del pasado para no repetirlos”. Disponible en: http://www.semana.com/politica/estamos-ante-oportunidad-real-terminar-conflicto- santos/184011-3.aspx 3 Santos afirma que “hace rato que hay conflicto armado en Colombia”. Ver http://www.elpais.com.co/ elpais/colombia/presidente-santos-reconoce-en-colombia-hay-conflicto-armado 4 Ver artículo “Procesos de paz Gobierno-Farc en perspectiva histórica” en esta misma edición, página 11. 5 Ver al respecto los análisis hechos por Carlos Medina Gallego (2009) en su publicación Farc-Ep 1968- 2008. Universidad Nacional, Bogotá. 6 Ver declaración disponible en: http://www.cedema.org/ver.php?id=1945 7 Ver en torno a este tema la reciente publicación de Marco Palacios (2012), Violencia pública en Colombia 1958-2010, Fondo de Cultura Económica, Colombia, pgs. 67 8 Ver Fundación Ideas para la Paz, 2012, “Líderes empresariales hablan de la paz con las FARC”. In- formes FIP v. 17. Bogotá, agosto, p. 27. * Fernando Sarmiento Santander: Coordinador del equipo Iniciativas de Paz del CINEP/PPP. Referencias El País, 2012, “Tormenta política ante posible declatoria de conflicto armado” en El País, Cali, mayo 4. Disponible en: http://www.elpais.com.co/elpais/colombia/presidente-santos-reconoce-en-colombia- hay-conflicto-armado Semana.com, 2012, “Santos y ‘Timochenko’ anuncian proceso de paz “serio, digno, realista y eficaz” en Semana.com, Bogotá, septiembre 4. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/santos- timochenko-anuncian-proceso-paz-serio-digno-realista-eficaz/184025-3.aspx Eltiempo.com, 2012, “Expresidente Uribe críticó inicio de los diálogos de paz” en El tiempo.com, Bo- gotá, septiembre 4. Disponible en: http://www.eltiempo.com/politica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_ INTERIOR-12193814.html. Recurperado el 16/11/2012 Eltiempo.com, 2012, “Bajo tres principios, Gobierno Santos realiza acercamientos con Farc” en El- tiempo.com, Bogotá, agosto 27. Dispomible en: http://www.eltiempo.com/politica/ARTICULO-WEB- NEW_NOTA_INTERIOR-12170077.html. Recuperado el 16/11/2012 Elespectador.com, 2012, “Presidente Santos y cúpula militar enfocados en la paz” en Elespectador. com, Bogotá, septiembre 6. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/paz/video- 373126-presidente-santos-y-cupula-militar-enfocados-paz González, Jorge Iván, 2012, “Buenas noticias: las FARC ya no son comunistas”, en Razón Pública, Bogotá, octubre 29. Disponible en: http://razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz- temas-30/3375-buena-noticia-las-farc-ya-no-son-comunistas.html Elcolombiano.com, 2012,”Exclusivas no aportan a proceso de paz” en Elcolombiano.com, agosto 30. Disponible en: http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/E/exclusivas_no_aportan_a_pro- cesos_de_paz/exclusivas_no_aportan_a_procesos_de_paz.asp Semana.com, 2012, “Santos y ‘Timochenko’ anuncian proceso de paz “serio, digno, realista y eficaz” en Semana.com, Bogotá, septiembre 4. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/santos- timochenko-anuncian-proceso-paz-serio-digno-realista-eficaz/184025-3.aspx Semana.com, 2012, 2012, “Santos: ‘El modelo económico y político no está en discusión con las FARC” en Semana.com, noviembre 16. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/santos-mod- elo-economico-politico-no-esta-discusion-farc/188172-3.aspx paz, en el que priman criterios como “se- rio, realista y eficaz”, sino que los factores que cuentan se escapan a la simple forma- lización del proceso, porque responden a fuertes tensiones de orden político, intere- ses económicos, percepciones subjetivas, etc. El éxito requiere de los negociadores y de la sociedad en general una compren- sión mucho más compleja de la realidad que condiciona el proceso de paz. Pieza ganadora en Publicidad DeVida 2012 Juan Rodríguez.Promotorsocial,líder social y comunitario.Técnico audiovisual . Paz . No. 77 | Diciembre - Febrero 2013
  • 23. 23 Entrevista realizada por Ana María Restrepo* Mirar al Caguán para pensar en Cuba. Reflexiones de un historiador que hacía más de 40 años se habían perdido. Entre lo político y lo personal, Braun plantea un profundo análisis de las falencias de comprensión de las subjetividades, de hecho, de su total nulidad en la mesa, y de cómo esta se colaba en los intersticios en los que en realidad se lograban uni- ficaciones o por lo menos se alcanza- ba un espacio de comunicación entre unos y otros. A partir de estos planteamientos del historiador, surgen preguntas sobre el actual Acuerdo general para la termi- nación del conflicto y la construcción de una paz duradera. En primer lugar, es inquietante la manera en que van a estar en la mesa elementos fundamen- tales como reconocer la historia de la guerrilla y sus nostalgias, es decir, el peso del pasado a la hora de sentarse en la mesa; asimismo, el asunto de la humillación, teniendo en cuenta que está el antecedente de Alvaro Uribe y la calificación de terrorista a la guerrilla. En su artículo, Braun centra el análi- sis en la figura de Manuel Marulanda como individuo, ahora tenemos más individualidades en la mesa, son varios personajes y por lo tanto varias subje- tividades ¿Cuáles son las herencias de ese personaje Marulanda en esta nueva mesa? porque es muy claro hablar del personalismo de la mesa en el momen- to de Pastrana y Marulanda pero en este momento son otras condiciones y otros representantes. Y entonces, para seguir con la nostalgia y el pasado, cómo pesa en este momento la historia de la última negociación. En segundo lugar, qué significa que esta vez sí se habla de unos asuntos públicos, hay una agenda clara en contraste con las otras negociaciones ¿esto significará que esta guerrilla ya no mira tanto al pasado sino más bien hacia el futuro? y en esa medida ¿hay cambios en el discurso o cambios en los tiempos? o lo que se quiere hacer es una ajuste de las relaciones de po- der simplemente… Finalmente ¿cómo influyen los cam- bios en el país para estos diálogos? Tenemos desmovilización de parami- litares y se habla mucho más de las víctimas. También, hay una sociedad civil con más experiencia frente a este tipo de procesos ¿se puede hablar de las subjetividades de la población civil en la mesa? Frente a estas inquietudes Braun rea- liza la siguiente reflexión: “Siendo historiador creo, a veces muy equivocadamente, que la historia es muy importante para la vida diaria de la gente de un pueblo o en un proceso hoy en día. A ves de co- rral, toallas, whisky… y algo más. C o l o m b i a : entre el re- cuerdo y el olvido”1 es el nombre de la reflexión que el historiador Her- bert Tico Braun realizó a propósito de los diálogos de negociación del Caguán. En él, llamaba la atención sobre las dificultades de un encuen- tro en el que el presidente Pastrana y los “representantes” del Estado co- lombiano desconocían el pasado de la historia guerrillera en el país y la des- conocían más que por una falta in- telectual, porque no comprendían el peso de los ataques a Marquetalia o a Casa Verde y ni siquiera el pacto roto por los dirigentes liberales con sus guerrillas en tiempos de La Violencia. La memoria del que vive en el cam- po es una memoria siempre presente, dice el historiador, y para ese presi- dente joven que sólo miraba hacia el futuro y que había recibido de sus electores el compromiso de la paz, no cabía ni siquiera la idea de una recon- ciliación con las Farc, porque reconci- liar significa que en algún momento hubo un pasado común. Las dos per- sonalidades que se encontrarían en los diálogos (Pastrana y Marulanda) no tenían mucho de qué hablar, por- que en ese momento del Caguán no se trataba de discutir sobre los asuntos públicos, se trataba del honor y de la reconstrucción de los lazos sociales “ . Paz . “Tenemos un problema muy se- rio cuando hablamos de sociedad ci- vil en este país, casi siempre es una sociedad civil que nos imaginamos que quiere la paz, que quiere las ne- gociaciones y es esa la parte de la sociedad civil que con más facilidad se hace oír, se puede expresar. www.cinep.org.co
  • 24. 77 24 pensando más estratégicamente, más racionalmente (cuando digo racional- mente no digo que lo racional es mejor que lo emotivo, simplemente son di- ferentes aspectos de nuestra experien- cia como seres humanos) y si ese es el caso entonces las dos partes van a estar menos agudamente separadas de lo que han estado en el pasado. A pesar de que en este momento todo es especulación, lo que si me que- da claro es que este proceso ha sido conducido por parte del gobierno y de las Farc de una manera muchísimo más pausada, calmada, efectiva, tuvimos meses en que no sabíamos nada de las negociaciones, hay menos populismo, hay menos protagonismo, hay menos publicidad”. ¿Y la sociedad… civil? “Tenemos un problema muy serio cuando hablamos de sociedad civil en este país, casi siempre es una sociedad civil que nos imaginamos que quiere la paz, que quiere las negociaciones y es esa la parte de la sociedad civil que con más facilidad se hace oír, se puede expresar. En una sociedad es más fácil decir «yo quiero un proceso de paz» que decir «yo no quiero un proceso de paz», en Colombia es más fácil decir «quere- mos la integración de la guerrilla» que decir «queremos matar a la guerrilla», entonces yo me imagino que hay mu- chos sectores de lo que yo simplemente llamo la sociedad, que estaría opuesta o muy dudosa de este proceso y uno de los grandes desafíos, principalmente En muchas regiones los paisa- jes rurales se han transformado y ‘modernizado’ por la incursión y consolidación de grandes proyectos agroindustriales, agroforestales y ga- naderos, algunos de ellos asociados con las dinámicas de la violencia. Yo creo que hay mucha gente que piensa que el pasado no tiene nada con ver con la manera en la cual ellos viven o que no hay una conexión entre cómo vivió el país hace 30, 40 años y lo que está ocu- rriendo hoy en día. Yo creo que los po- líticos y la clase dirigente, aún miem- bros de la jerarquía de la iglesia, han vivido los últimos 40 años en este país pensando que el pasado reciente de la violencia no tiene mucho que ver, es un pasado que hemos dejado atrás, es un pasa- do que hemos so- brevivido, a veces piensan que con éxito con el Frente Nacional y con los partidos políticos. Entonces ellos mi- ran hacia el futu- ro, y ha habido en este país un buen número de proce- sos de paz, de negociaciones, de me- sas, en las cuales estas personas se han encontrado con miembros representati- vos de la guerrilla que piensan de una manera más compleja, más dinámica, que están buscando un futuro nuevo pero están anclados también en el pa- sado de sus experiencias, de su lucha, de lo mucho que ellos no han logrado, de lo mucho que han perdido, de los sufrimientos, de las tierras, del hecho de que con muchos esfuerzos no han logrado que se les dé lo que ellos conside- ran es el espacio del poder, la in- fluencia en la so- ciedad que ellos piensan deben tener. Eso fue muy obvio en El Caguán cuando el presidente se topa con un grupo de guerrilleros que le hablan mu- chísimo más del pasado que del futu- ro, porque primero tienen que repasar el pasado para poder empezar a pensar el futuro y él era un hombre que no te- nía absolutamente ninguna conciencia, aparentemente, de que ese pasado te- nía que revisarse, de que se tenían que discutir ese tipo de cosas, para él enton- ces, el proceso de paz era una cuestión de ciertas estrategias racionales, pun- tos de vista, posiciones sobre cosas que se iban a hacer ahora, reformas; y no entendía que para las Farc el aspecto emo- tivo, subjetivo, humano era tan importante como todo lo otro. Las guerrillas lo que han querido es el reconocimiento, el respeto, algo que yo creo que históricamente es muy difícil que se le otorgue en una sociedad a personas que han tenido una posi- ción tan conflictiva, tan antagónica; yo reconozco que para los jefes, los di- rigentes de este país tener ese tipo de conexión emotiva, emocional, humana con una guerrilla, es prácticamente im- posible, yo creo que ahí hay unos nive- les muy profundos de odio y de resenti- mientos de ambas partes. Sobrepasarse eso es casi más difícil que empe- zar a establecer los primeros pa- rámetros de una reforma agra- ria, entonces la incógnita que tengo yo hoy en día es si en esta mesa con nuevos partícipes de par- te de la guerrilla (personas que no han tenido en parte mucho de este largo historial, que de cierta manera no tienen esa conexión con esa historia, con ese campesinado, con ese sufrimiento) el pasado es tan importante como era antes o si están . Paz . hay muchos sectores de lo que yo simplemente llamo la sociedad, que estaría opuesta o muy dudosa de este proceso y uno de los grandes desafíos, principalmente del presidente pero de otros también, es darle suficiente confianza a esas personas para que se vengan y apoyen por lo menos pasiva- mente un proceso de estos , si no, en- tonces las personas que tienen poder e influencia y están en contra de esto van a tener el éxito”. Ahora que los empresarios y los mili- tares están la mesa ¿tendrá más credibi- lidad el proceso para la guerrilla? ¿Ya no se trata de reconciliación, sino de mirar al futuro? ¿Hay disposición para recono- cer las legitimidades de ambas partes? No. 77 | Diciembre - Febrero 2013