ACRÓNIMO DE PARÍS PARA SU OLIMPIADA 2024. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
LA PAZ
1. Nicolás Esquerra
Si el presidente Santos persigue la paz definitiva, estable y consolidada, asentada sobre el territorio –y hay buenas razones para creer que sí la
quiere y se ha propuesto alcanzarla- la estrategia diseñada no se agota ciertamente en lo que han puesto sus negociadores sobre la mesa en La
Habana, ni sobre lo que sus áulicos dejan trascender a través de la prensa. El presidente Santos –tan avezado conocedor como lo es del conflicto
armado- no puede sino tener entre sus movimientos próximos al menos estos dos temas de impacto: el descontado inicio inminente de
negociaciones formales y directas con el Eln –sobre lo cual suficiente material hallamos a diario en los medios- y la aproximación mucho menos
descontada pero previsiblemente ya delineada y transversal con la cuestión que aquí denominaremos ‘Ralito’.
Sobre el Eln a estas alturas no hay nada que no se haya dicho, y solo cabe esperar que el asunto caiga por su propio peso y nos desayunemos así
con el inicio de la fase pública de las negociaciones.
La cuestión ‘Ralito’ tiene tanto de largo como de ancho y profundo. El hermético silencio que encapsula este asunto revela que todo conflicto
armado dura hasta que termina, y mucho más si nada está acordado hasta que todo esté acordado. No solo fue la izquierda la que extremó su
sensibilidad hacia lo que se negociaba en ‘Ralito’ y se ocupó de sumar y sumar condicionamientos a lo que se negaron a reconocer como un
proceso de paz tan legítimo como el de hoy en La Habana. Fue sobre todo la derecha, la derecha en el Gobierno de entonces, pero también y
sobre todo la derecha por fuera de aquel gobierno la que puso su grito en el cielo ante el más mínimo intento de quitar del escenario del
conflicto armado la maquinaria de guerra que proveían las ex AUC. Por los desaguisados a izquierda y derecha aquel proceso naufragó pero sus
sobrevivientes, sus desertores y sus amigos son piezas del rompecabezas que el presidente Santos ha de resolver si quiere dar principio de
solución a la famosa cuestión del paramilitarismo tan meneada por las Farc en estos últimos meses.
Y esto porque donde abundaron las zonas de influencia de los actores armados del conflicto necesariamente ha de asentarse la paz territorial si
Colombia quiere hacer viable y sostenible el posconflicto que se habrá sabido ganar. Para ello el realismo ha de primar sobre las ideologías, y la
inclusión derrotar el sectarismo y la exclusión.
Los desmovilizados ex jefes máximos de las autodefensas han comenzado a salir de las cárceles –tras ocho y más años de reclusión- y en los
Estados Unidos sus penas comienzan a ser pagadas en su totalidad, o lo serán en tiempos no muy largos, o acaso aún lejanos según los casos.
Justicia y Paz se ha constituido en la pionera piedra basal de la justicia transicional en Colombia, y no solo la CPI ha sabido validar positivamente
su necesidad histórica y su antecedente insoslayable a tener en cuenta por su vigencia y resultados a la vista.
LA PAZ
2. Nicolás Esquerra
Y esto porque donde abundaron las zonas de influencia de los actores armados del conflicto necesariamente ha de asentarse la paz territorial si
Colombia quiere hacer viable y sostenible el posconflicto que se habrá sabido ganar. Para ello el realismo ha de primar sobre las ideologías, y la
inclusión derrotar el sectarismo y la exclusión.
Los desmovilizados ex jefes máximos de las autodefensas han comenzado a salir de las cárceles –tras ocho y más años de reclusión- y en los
Estados Unidos sus penas comienzan a ser pagadas en su totalidad, o lo serán en tiempos no muy largos, o acaso aún lejanos según los casos.
Justicia y Paz se ha constituido en la pionera piedra basal de la justicia transicional en Colombia, y no solo la CPI ha sabido validar positivamente
su necesidad histórica y su antecedente insoslayable a tener en cuenta por su vigencia y resultados a la vista.
Colombia no ha logrado aún desentrañar ni política ni judicialmente la madeja de lo que constituyó el paramilitarismo de Estado, por un lado, y el
fenómeno de las autodefensas, por otro. Intereses políticos de todo tipo y prejuicios ideológicos tan extendidos como falaces en ocasiones han
logrado confundir las percepciones y alterar el equilibrio de las representaciones que se han establecido sobre los actores del conflicto. Hay
quienes sostienen la existencia de dos actores, Estado y guerrillas; mientras que no faltan quienes han visto y considerado a las autodefensas
como un tercer actor autónomo, independiente del Estado y obviamente enemigo declarado de las guerrillas.
Si a todo esto tan de por sí complejo e inextricable le sumamos el abismo político que en cuestiones de La Habana separan la visión del
presidente Santos –negociador en La Habana- con la visión del ex presidente Uribe –negociador en Ralito- comprendemos mejor por qué la
cuestión ‘Ralito’ ha permanecido al margen de toda discusión en los años recientes, a pesar de ser uno de los elementos de la trama de la guerra
y de la paz que urgen ser desentrañados, resueltos y puestos a trabajar en aras del posconflicto y el asentamiento de la paz territorial en los
vastos ámbitos geográficos donde el conflicto armado tuvo lugar y sigue hoy generando contradicciones y animadversión que contaminan el
tejido social y enrarecen el clima de la paz y la reconciliación.
Y esto porque donde abundaron las zonas de influencia de los actores armados del conflicto necesariamente ha de asentarse la paz territorial si
Colombia quiere hacer viable y sostenible el posconflicto que se habrá sabido ganar. Para ello el realismo ha de primar sobre las ideologías, y la
inclusión derrotar el sectarismo y la exclusión.
Los desmovilizados ex jefes máximos de las autodefensas han comenzado a salir de las cárceles –tras ocho y más años de reclusión- y en los
Estados Unidos sus penas comienzan a ser pagadas en su totalidad, o lo serán en tiempos no muy largos, o acaso aún lejanos según los casos.
3. Nicolás Esquerra
Justicia y Paz se ha constituido en la pionera piedra basal de la justicia transicional en Colombia, y no solo la CPI ha sabido validar positivamente
su necesidad histórica y su antecedente insoslayable a tener en cuenta por su vigencia y resultados a la vista.
Colombia no ha logrado aún desentrañar ni política ni judicialmente la madeja de lo que constituyó el paramilitarismo de Estado, por un lado, y el
fenómeno de las autodefensas, por otro. Intereses políticos de todo tipo y prejuicios ideológicos tan extendidos como falaces en ocasiones han
logrado confundir las percepciones y alterar el equilibrio de las representaciones que se han establecido sobre los actores del conflicto. Hay
quienes sostienen la existencia de dos actores, Estado y guerrillas; mientras que no faltan quienes han visto y considerado a las autodefensas
como un tercer actor autónomo, independiente del Estado y obviamente enemigo declarado de las guerrillas.
Si a todo esto tan de por sí complejo e inextricable le sumamos el abismo político que en cuestiones de La Habana separan la visión del
presidente Santos –negociador en La Habana- con la visión del ex presidente Uribe –negociador en Ralito- comprendemos mejor por qué la
cuestión ‘Ralito’ ha permanecido al margen de toda discusión en los años recientes, a pesar de ser uno de los elementos de la trama de la guerra
y de la paz que urgen ser desentrañados, resueltos y puestos a trabajar en aras del posconflicto y el asentamiento de la paz territorial en los
vastos ámbitos geográficos donde el conflicto armado tuvo lugar y sigue hoy generando contradicciones y animadversión que contaminan el
tejido social y enrarecen el clima de la paz y la reconciliación.
Por fuera del Gobierno y de las Farc que negocian en La Habana –más simpatizantes y aliados de unos y de otros de la Mesa- ‘terceros’ somos
todos. Y con los terceros habrá que contar si aspiramos construir una paz digna, sin exclusiones. Democracia sin tercerías no es democracia.
Tercerías sin representación, sin voz ni voto vuelven la democracia un simulacro, una caricatura. No es democracia la dictadura de lo blanco y
negro, los pupitrazos, oprimiendo los matices, las tonalidades.
Los acuerdos de paz –a partir de su firma en La Habana- significarán el fin de la lucha armada de las Farc. No del Eln. Tampoco el fin de las
farcrim ni de las bacrim. Subsistirán el narcotráfico y las mil caras de delincuencia organizada y común, también política. Subsistirán las causas
y efectos de la violencia, causas objetivas y subjetivas.
Proseguirá la violencia, el conflicto armado y las amenazas terroristas. La insurgencia y la contrainsurgencia. La rebeldía y la autodefensa.
Todo esto lo sabemos y resabemos, pero preferimos mirar hacia otro lado.
4. Nicolás Esquerra
Promover y mediatizar el plebiscito como si lo fuese entre paz y guerra no tiene lógica ni sustento algunos en este contexto y con actores
legales e ilegales dentro y fuera de los acuerdos. Lo obvio y manifiestamente útil sería consultar a los colombianos si estos acuerdos son los
que deben ser o debe arribarse a otros. Aunque lleve su tiempo. La paz debe quedar bien hecha, a la medida de todos, no a la medida e
intereses de los firmantes.
No debería el país ser constreñido a responder la pregunta que no es, solo por evitarse la necesidad de convocar nuevos y decisivos actores a
la Mesa. A menos que...
A menos que la intención de quienes integran este exclusivista “neo-Frente Nacional” sea precisamente ahondar aún más las grietas que
separan la “Unidad Nacional” del uribismo, el uribismo de las izquierdas, y todos los anteriores con las ‘autodefensas desmovilizadas’. Pero
entonces ¿de qué paz y reconciliación estamos hablando?