1. PLATERO CUMPLE I OO ANOS
El Congreso Internacional que se celebrará del 24 al 28 de
noviembre entre Huelva y Moguer culmina las celebraciones del Año
Platero, conmemorativo del centenario de la obra juanramoniana.
Peror¡n Fronrco
orría 1914. Era el día
de Navidad y la vís-
-/ pera, Nochebuena,
Juan Ramón Jiménez había
cumplrdo 33 años viviendo
un momento personal de
transición artística, desen-cantado
como estaba con
el Modernismo, que habÍa
arropado sus poemarios La
soledad sonora o Laberinto,
y ya apuntándose al Nove-centismo,
con el que bajaría
de su torre de marfil para in-corporar
lo social y lo cÍvico
a su obra.
En esta encrucijada vio
la luz la primera edición de
Platero y yo en Ia colección
Biblioteca Juvenil de Edicio-nes
de La Lectura. Y en un
abrir y cerrar de ojos, el tex-to
se convirtió en una refe-rencia
de la literatura infan-til,
porque aquella edición
príncipe, que, para disgusto
del escritor, se fifuló Elegía
andaluza, constaba solo de
los 63 capítulos más alegres
y bucólicos del conjunto de
138 que hoy conocemos.
Unos primeros capítulos
y a veces dramático, acorde
con la etapa de madurez
del autor, previa todavía al
tercer periodo de su litera-tura,
el de su emigración a
América.
Clásico universal
Hoy, a sus cien años, P/a-tero
y yo está a la cabeza
del pelotón de nuestros clá-sicos:
es el segundo título
más traducido de la lengua
castellana (desde el pasado
septiembre, se puede leer
también en quechua), solo
aventajado por E/ Ouijote
de la Mancha; el número
de editoriales que ha apos-tado
por él rebasa las cinco
decenas -algunas lo han
homenajeado este 2014
relanzándolo en cuidadas
versiones-; y en la ciudad
onubense de Moguer, don-de
nació el poeta, el ayun-tamiento
ha celebrado este
Año Platero numerosas ac-tividades
en torno a Ia obra,
como recitales, exposicio-nes
o rutas turísticas (algu-na
pasa por Fuentepiña, la
finca del poeta), y, a modo
de colofón, el Congreso
que buscarlas, claro, más
allá de las aulas. "Creo que
el niño puede leer los libros
que lee el hombre, con
determinadas excepcio-
Primera edición de'Platero y
yo'.
nes que todos sabemos ",
afirmó Juan Ramón en la
segunda edición de la obra
que nos ocupa para aclarar
que las intenciones de su
literatura jamás apuntaron,
de manera específica, al pú-blico
infantil. En lo formal,
esta elegía fue otra expre-sión
iconoclasta de Juan
Ramón, como su conocido
uso de la letra "j" en lugar
de la "9". Porque Platero y
yo, y otros textos del autor
como Diario de un poeta
recién casado, sirvieron de
estreno definitivo del cas-tellano
en la prosa poéti-ca,
después de las tímidas
aproximaciones que habían
hecho Bécquer y Rubén
Darío a ese género híbrido.
Y nuestro heterodoxo poe-ta
llegó a tal extremo con
esta fusión, que incluso se
resistió a distrnguir la poesía
de la prosa.
¿Y a qué da forma esta
prosa poét¡ca de Platero y
yo? Pues, desde luego, no
a una fábula, en contra de lo
que podrÍa sugerir, a priori,
la presencia de un animal
entre los protagonistas.
Porque nuestro burro no
está dotado de la facultad
del habla, como sÍ la tie-nen
los animales de esas
composiciones literarias; es
más, para que nadie se con-funda,
el autor le ratifica a
Platero en un momento de
la obra: "Tú tienes tu propio
lenguaje". Un comentario
nada inocente teniendo en
cuenta que Juan Ramón
tenía una cruzada personal
contra las fábulas y sus mo-ralejas:
"Odio las fábulas,
con la excepción de las de
Jean de la Fontaine", llegó
a espetar. A lo que da forma
la prosa de esta elegÍa juan-ramoniana
es a un monólo-go,
el del autor, que dirige a
un burro que no le replica,
un burro de la raza platera,
así llamada por el color de
su pelo. Un burro que no
existió en realidad. Se trata
de una metáfora, una sínte-sis
de todos los animales
de esta especie que pasa-ron,
durante la infancia del
poeta, por su casa. En Pla-tero,
Juan Ramón encuen-tra
un confidente (en el tex-to
le llega a confesar que se
entiende mejor con él que
con los hombres). Encuen-tra
a un paisano que cono-ce
el Moguer que describe
a lo largo del relato, con un
lenguaje costumbrista que
a menudo parece propio de
la pintura, que rnundó de
luz y color la literatura de
entonces, haciendo gala de
la vena pictórica que había
desarrollado el poeta en su
juventud, antes de abando-nar
la paleta por la máquina
de escribir.
Las intenciones de la obra más
universal de Juan Ramón jamás
apuntaron de manera específica
al público infantil
que hablaban de niños y
animales, en sintonía con
la etapa literaria prrmige-nia
del poeta, pero que se
ampliarían, en una versión
definitlva de la obra editada
en 1917, con ese resto de
episodios de tono metafísi-co,
irónico con la sociedad
lnternacional que tendrá lu-gar
del 24 al 28 de noviem-bre,
y organizan la Cátedra
Juan Ramón Jiménez de la
Universidad de Huelva y Ia
Fundación Zenobra y Juan
Ramón Jiménez.
Las causas de la trascen-dencia
de Platero y yo hay
2. Nostalgia y melancolía
El motivo principal de
la empatía del lector con
Platero y yo reside en que
apela a un sentimiento tan
universal como la nostal-gia.
Una nostalgia empa-pada
de melancolía, como
el momento personal en
el que el autor comenzó a
escribir el texto en 1905,
al regresar a Moguer de
una temporada en Madrid,
adonde había ido a probar
suerte como poeta anima-do
por Valle-lnclán o Ru-bén
Darío. El retorno a su
tierra estuvo agitado por el
cóctel sentimental que le
provocaron tres ci rcunstan-cias:
el fallecimiento de su
padre, que le originó la pri-mera
de las neurosis que
sufriría a lo largo de toda
su vida y que lo obsesionó
con Ia muerte; la evolución
intelectual que había expe-rimentado
en la caprtal y lo
alejaba de sus vecinos; y
la decadencia económica
que observó en Moguer.
Unas sensaciones negati-vas
que desatarán en el au-tor
una fuerte añoranza de
la infancia y juventud que
había vivido en su pueblo.
Una etapa pretérita que re-construye,
en la obra, para
Platero, subrayando los
momentos felices pero sin
ahorrarse reflexiones sobre
la vida, la muerte, las enfer-medades
y la soledad.
Y presidiendo ese relato
de la vida en Moguer, el
autor saca a relucir su sim-patía
por los valores krau-sistas
que por aquel enton-ces
defendía la lnstitución
Libre de Enseñanza. Un en-tusiasmo
que manifestó en
Un andaluz de fuego. Ele-gía
a la muerte de un hom-bre,
texto dedicado a Giner
de los Ríos, ideólogo de la
lnstitución, para profesarle
admiración por apostar por
la cultura y por una vida de
moral intachable, compro-metida
y conectada con la
naturaleza. Una cuádruple
apuesta que también hace
Juan Ramón en Platero y
yo: el interés por la cultura
lo transmite en las constan-tes
cargas del autor contra
el analfabetismo infantil, o
en sus menciones a artis-tas
de todas las disciplinas,
de Beethoven a Murillo.
La moral elevada la refleja
pasando revista a los ha-bitantes
de Moguer, y en-salzando
a aquellos cuyo
comportamiento coincide
con los valores de la lnstitu-ción,
a los que él llama "los
hombres de intemperie",
como "León, el decano de
los hombres de cuerda",
y criticando con mordaci-dad
a quienes se alejan
de ellos, como "el cura" o
"los del circo". El compro-miso
lo demuestra esme-rándose
en denunciar las
malas condiciones de vida
del pueblo más humilde. La
reivindicación de la vida en
plena naturaleza, o lo que
él llamó la "ética estética",
la lleva a cabo piropeando
los elementos naturales de
Moguer (el agua, el viento,
la candela, los eclrpses...)
con una expresividad muy
sensual, que tiene mucha
relación con su apego por la
literatura oriental (que más
tarde se concretaría en su
devoción por Tagore).
"Platero, vengo a estar
con tu muerte. No he vivi-do.
Nada ha pasado. Estás
vivo y yo contigo. Vengo
solo. Ya los niños y las ni-ñas
son hombres y muje-res",
le dice el poeta a PIa-tero
para terminar el libro.
Nada ha pasado, tampoco,
en estos cien años. Juan
Ramón se mantiene vivo, y
nosotros con é1. Sigue ha-biendo
niños, hombres y
mujeres. Y Platero, sigue
con ellos. @