1. GUÍA DE LECTURA
STONER
JOHN WILLIAMS
BIOGRAFÍA
John Williams (Clarksville, Texas, 29 de agosto de 1922 - Fayetteville, Arkansas, 3
de marzo de 1994) fue un escritor estadounidense principalmente conocido por
sus novelas Stoner y El hijo de César, aunque también se dedicó a la poesía.
Nació en la pequeña localidad tejana de Clarksville, cerca del Río Rojo. Después de
desempeñar varios empleos en periódicos y estaciones de radio, Williams se
enroló en el ejército en 1942, durante dos años y medio como sargento en la India
y Birmania. Varios años después de la Segunda Guerra Mundial fue a la
Universidad de Denver, donde obtuvo su título de bachelor en 1949, y el master en
1950. Durante este periodo publicó su primera novela, Nothing But the Night
(1948), y su primera colección de poemas, The Broken Landscape (1949). En otoño
de 1950 Williams fue a la Universidad de Misuri, donde ejerció como profesor y
obtuvo el doctorado en 1954. En 1955 pasó a dirigir el programa de escritura
creativa de la Universidad de Denver.
La segunda novela en publicarse fue Butcher's Crossing (1960), seguida de English
Renaissance Poetry (1963), una antología de poesía en inglés en la que Williams
escribió la introducción. Su segundo libro de poemas, The Necessary Lie se publicó
en 1965, año en el que se convirtió en editor de la revista literaria University of
Denver Quarterly, hasta 1970. En 1965 también se publicó su tercera novela,
Stoner, que fue reeditada por The New York Review of Books en los años 2000. La
más conocida de sus obras es su cuarta novela, Augustus, traducida al español
como El hijo de César, ganadora del National Book Award de ficción en 1973.
Tras jubilarse de la Universidad de Denver en 1986, Williams se trasladó con su
mujer a Fayetteville, Arkansas, hasta que murió de un fallo respiratorio el 3 de
marzo de 1994. Una quinta novela, The Sleep Of Reason, quedo inacabada en el
momento de su fallecimiento.
2. ESTUDIO
Empezar a leer esta novela es ser cómplices de un hechizo maravilloso: el que nos
permite, como lo hace la literatura de verdad, ser testigos y, a la vez, partícipes de
una vida, la del protagonista, que deja de ser ficción para pasar a ser una persona
real, quizá más real y más querida para nosotros que mucha de la gente de carne y
hueso con la que nos cruzaremos a lo largo de los días de nuestra vida. El escritor,
John Edward Williams (no usaba su segundo nombre, pero es útil saberlo para
quienes, como me pasó a mí, quieran saber algo más sobre este genial autor y lo
busquen en Google), nos hace la crónica de toda la vida de su protagonista, William
Stoner, desde que nace en 1891, en una deprimida granja de Missouri, hasta que
fallece en 1956. Ya en la primera página nos advierte el autor: Stoner jamás pasó
de ser profesor adjunto, y nadie, ni colegas ni estudiantes o exestudiantes, lo
recuerda de manera especial. En otras palabras, ha sido un hombre que parece
haber pasado por la vida sin pena ni gloria.
Muchos críticos, estudiosos y lectores coinciden en afirmar que el tema de esta
novela es la futilidad última de la vida, pues William Stoner habrá de pasar por
innumerables pequeños y grandes calvarios vitales, y no porque en su vida
acontezca nada fuera de lo común: es precisamente por lo corriente y común de lo
que le pasa por lo que resulta tanto más descorazonador presenciar esas derrotas
vitales. La impresión de futilidad radica en que toda su lucha vital no produce
ningún logro memorable.
En este sentido, la lectura evidencia las verdaderas injusticias infligidas por las
personas que rodean a nuestro protagonista. Sin embargo, parte de la belleza y del
misterio de esta, a mi parecer, obra maestra radica en que somos nosotros,
lectores, quienes debemos decidir el sentido último que la obra nos quiere
trasladar o, quizá, sólo sugerir. La última escena, el último puñado de páginas de la
novela, donde asistimos a la muerte de Stoner, es de una belleza y de un misterio
sobrecogedores: todo desaparece… todo, salvo él, William Stoner, un ser humano
íntegro, lleno de virtud, de bondad. .
3. Resulta asombroso que una obra tan honesta y humana como ésta haya pasado tan
desapercibida para el público. Seguramente no le ayudó, en términos de marketing
y ventas, el que fuera publicada en 1970, y englobada –erróneamente– dentro del
realismo sucio de la novela norteamericana. Se trata de una obra extemporánea,
alejada del tiempo y de las modas que entonces triunfaban, con una elegancia y una
introspección que casaban mejor con épocas anteriores. Sin embargo, hoy, en
medio de la gran crisis material y moral que vivimos, el mundo de Stoner nos
resulta muy familiar: un mundo, aquél, arrasado por dos guerras mundiales, por
una gran crisis financiera y bursátil, y tomado por la desesperanza y la
desorientación. Ante ese mundo, el profesor Stoner nos muestra que es posible y
deseable seguir siendo uno mismo, mantenerse fiel a quien uno es, y cultivar la
compasión, el amor y la belleza, aunque el mundo parezca olvidarnos.
http://www.librosyliteratura.es/stoner.html
Stoner es una de esas novelas en la parece que no ocurre absolutamente nada
seguramente porque la vida, y no un hecho concreto, es el tema central –y único-
de la novela. El protagonista es un tipo aburrido, anodino, vulgar, probablemente
feo, desarreglado y tímido llamado Stoner. Pero lo grande de Stoner -la novela, no
el personaje- es el reto que supone para el crítico convencer a su querido publico
acerca de lo conveniente de leerla.
Se diría que esta novela es casi un acto de fe. Así de simple y así de complicado. No
me siento capaz de decirles qué es lo que me gusta tanto de la novela porque me
gusta todo. Me gusta lo simple de la historia (si acaso el relato de una vida puede
considerarse simple); me gusta la idea de poder ser un héroe a pequeña escala; me
gusta incluso algo tan tonto como la forma que tiene Stoner de trabajar; las
razones que le llevan a hacer lo que hace, pero sobre todo me gusta, de la novela, la
serenidad que da la lectura. Hacía mucho tiempo que no me sentaba en un sillón y
me metía en una historia tanto como me metí en esta durante los dos o tres días
que me llevó leerla.
Stoner nace, crece y se desarrolla en una granja miserable cerca de un pueblo
también miserable llamado Booneville, en Missouri. Trabaja el campo y un día sus
4. padres hacen el típico esfuerzo de padres pobres y miserables y lo manda a
estudiar a la universidad. Para ganarse el pan ha de trabajar para sus tíos que lo
hospedan a cambio de sangre, sudor y lágrimas. Hasta aquí bastante normal,
teniendo en cuenta el lugar y la época. Estudia agricultura, por aquello de sacarle
partido a la tierra que ha de heredar. El sentido práctico de la cosas. Pero Stoner
descubre la literatura y sin decir nada a sus papis se matricula en esa carrera
mientras ruega a dios que no se enteren antes de que la termine.
Entro en tanto detalle porque es importante que tengan en cuenta que este será
uno de los gestos más atrevidos que Stoner lleve a cabo en su vida. O casi. A partir
de aquí, lo habitual: teniéndolo siempre presente como un tipo aburrido véanlo
estudiar, matricularse, dar clases, conseguir un puesto fijo, casarse con una
histérica, odiar a la histérica, aguantarla a pesar de todo, mojar un día y tener la
suerte de dejarla embarazada. La hija de Stoner hace evidente la necesidad que
tenía el buen hombre de amar, pero he aquí que la bruja loca en que se ha
convertido su mujer le hace la vida imposible, un poco por su culpa, otro poco no,
porque nuestro héroe, como buen héroe, es de una imperfeción palpable:
El había sido incapaz de aportarle ningún sentido a su historia en común, a su
matrimonio. Así que ella tenía razón al aprovechar cualquier satisfacción que
pudiera encontrar en intereses que no tenían nada que ver con él y tomar caminos
que él no podía.
La importancia que tienen aquí los detalles, porque lo cierto es que Stoner no es la
aburrida historia de un hombre vulgar sino todos aquellos detalles insignificantes
que hace que un hombre vulgar puede ser un héroe para quien sabe mirar con los
ojos de mirar a las personas y no las piedras. El mérito de John Williams está, en mi
humilde opinión, en esa capacidad para hacernos entender que una vida de mierda
pueda ser apasionante en la medida que las vidas de mierda pueden ser
apasionantes y de hacerlo mucho más que bonito: hacerlo casi perfecto.
Ella era, él lo sabía —y lo había sabido muy pronto, suponía— una de aquellas
personas extrañas y siempre encantadoras cuya naturaleza moral era tan delicada
que debía alimentarse y cuidarse para que pudiera ser completa. Ajena al mundo,
tenía que vivir donde no estuviera en casa; ávida de ternura y calma, tenía que
5. alimentarse de indiferencia, insensibilidad y ruido. Era una naturaleza que, incluso
en escenarios extraños y hostiles donde tuviera que vivir, no tenía la fiereza para
repeler las fuerzas brutales que se le oponían y sólo podía retirarse a una quietud
en la que sentirse desolada y pequeña y estar tranquilamente callada.
http://lamedicinadetongoy.blogspot.com.es/2013/04/stoner-de-john-
williams.html
**
No es cierto que el destino de un libro se decida a las pocas semanas de su
publicación. Una novela que hoy se venda mucho puede desaparecer de un año
para otro, si en el fondo es mediocre. Y al contrario, una obra que recaude poco en
un primer momento puede perdurar en el tiempo gracias a la pasión constante de
una librera, al contagio de los buenos lectores o a la fe inquebrantable de un crítico
exigente. Es el caso de Stoner. Publicada su primera edición en 2010, la novela
pasó desapercibida en los medios y se hundió en el silencio. Sin embargo, al año de
su salida cosechaba dos nuevas ediciones agotadas en meses simultáneos. Ha sido
ahora, en 2012, cuando la novela —al fin— ha encontrado su hueco no ya sólo en
los estantes de las buenas librerías, sino en la blogosfera y, como resultado, en el
corazón de miles de lectores.
Stoner cautiva por su prosa elegante, su narración sencilla, su historia bien
contada, pero sobre todo, por la empatía que sentimos hacia su personaje
principal: un hombre íntegro, zarandeando por las vicisitudes cotidianas que
gozamos y padecemos todos. Además, la vida de este profesor universitario de
origen campesino, recio y humilde, se enmarca entre las guerras mundiales que
asolaron el siglo XX y la crisis financiera que arruinó la economía occidental. Quizá
por eso, también, la novela conmueve. Nos vemos en su espejo. El capitalismo sigue
siendo el caballo perdedor por el que apuestan —sistemáticamente— los
gobiernos, carrera tras carrera.
Pero el libro de Williams señala las diferencias morales entre un siglo y otro. Hoy
día, mientras los directivos de los bancos y cajas arruinan sus entidades y cobran
6. por ello costosas indemnizaciones, los hombres y mujeres desahuciados por el
impago de sus hipotecas se suicidan movidos por la desazón, el desamparo, la
vergüenza o la desesperanza. En 1929, sin embargo, el mundo se regía por valores
distintos. Entonces, los banqueros, abochornados por su irresponsabilidad, por su
mala gestión, por su falta de escrúpulos, eran quienes saltaban desde los
ventanales de sus amplios despachos.
John Williams tuvo al cierto de escribir una obra donde cabe todo. En ella, un
narrador omnisciente narra la existencia completa de William Stoner. Su vida se
abre paso a cada página con lentitud de río. Apenas hay meandros. Rara vez el
protagonista se aparta del guión, y cuando lo hace, obedece más al impulso de
otros que a su propia ambición, si bien es cierto que ese acicate ajeno no
contradice su naturaleza, sino que visibiliza, extrae, su verdadero instinto.
Con aguda sensibilidad, Williams habla en su novela de temas corrientes, de
dificultades ordinarias que su protagonista, la mayoría de las ocasiones, no se
atreve a enfrentar: el odio de su esposa, el distanciamiento de su hija, la
intromisión de la universidad en su vida privada, la ausencia de su amante… Todo
lo encaja Stoner, todo lo soporta con estoicismo, sin duda influido tanto por la
sabia paciencia de sus padres —campesinos acostumbrados a las adversidades de
la tierra— como por la lectura de autores medievales de gusto romano. La única
salvedad es su férrea oposición a la endogamia que reina en el campus, y que los
profesores corruptos favorecen. Y esa defensa de la virtud, de la nobleza, del
esfuerzo, del mérito académico, será al tiempo su orgullo y su perdición.
Stoner se presenta como un canto a la dignidad de la vida, pese a sus miserias y a
sus decepciones; como un himno a la belleza de los pequeños gestos; como una loa
a los instantes de quietud y de paz.
7. por ello costosas indemnizaciones, los hombres y mujeres desahuciados por el
impago de sus hipotecas se suicidan movidos por la desazón, el desamparo, la
vergüenza o la desesperanza. En 1929, sin embargo, el mundo se regía por valores
distintos. Entonces, los banqueros, abochornados por su irresponsabilidad, por su
mala gestión, por su falta de escrúpulos, eran quienes saltaban desde los
ventanales de sus amplios despachos.
John Williams tuvo al cierto de escribir una obra donde cabe todo. En ella, un
narrador omnisciente narra la existencia completa de William Stoner. Su vida se
abre paso a cada página con lentitud de río. Apenas hay meandros. Rara vez el
protagonista se aparta del guión, y cuando lo hace, obedece más al impulso de
otros que a su propia ambición, si bien es cierto que ese acicate ajeno no
contradice su naturaleza, sino que visibiliza, extrae, su verdadero instinto.
Con aguda sensibilidad, Williams habla en su novela de temas corrientes, de
dificultades ordinarias que su protagonista, la mayoría de las ocasiones, no se
atreve a enfrentar: el odio de su esposa, el distanciamiento de su hija, la
intromisión de la universidad en su vida privada, la ausencia de su amante… Todo
lo encaja Stoner, todo lo soporta con estoicismo, sin duda influido tanto por la
sabia paciencia de sus padres —campesinos acostumbrados a las adversidades de
la tierra— como por la lectura de autores medievales de gusto romano. La única
salvedad es su férrea oposición a la endogamia que reina en el campus, y que los
profesores corruptos favorecen. Y esa defensa de la virtud, de la nobleza, del
esfuerzo, del mérito académico, será al tiempo su orgullo y su perdición.
Stoner se presenta como un canto a la dignidad de la vida, pese a sus miserias y a
sus decepciones; como un himno a la belleza de los pequeños gestos; como una loa
a los instantes de quietud y de paz.