1. EL PAPA NOS DICE...
El papel del Espíritu Santo
en la Sagrada Escritura es
fundamental. Sin su
acción, el riesgo de
permanecer encerrados
en el mero texto escrito
estaría siempre presente,
facilitando una
interpretación
fundamentalista, de la
que es necesario alejarse
para no traicionar el
carácter inspirado,
dinámico y espiritual que
el texto sagrado posee.
(Papa Francisco, Aperuit
Illis, No. 9)
Adora a nuestro Señor en su Santa Palabra:
Te adoro, Jesús, como la Palabra eterna del Padre y como fuente de
todas las santas palabras contenidas en este libro. Te adoro en los
designios en toda la Iglesia y, sobre mí en particular, cuando las
pronunciabas o inspirabas.
Agradece a nuestro Señor tan precioso tesoro y tan santa reliquia de sí
mismo, y todas las luces y gracias, que mediante su Santa Palabra, ha
comunicado a su Iglesia.
Humíllate porque eres inmensamente indigno de leer y aún de tocar y
mirar los libros sagrados.
Pide perdón a Dios por tu negligencia para leerlos, por el mal uso que
de ellos has hecho, y por tu poco respeto hacia ellos. Porque deben
ser para nosotros como el Corazón de Dios que encierra todos sus
secretos y que es el principio de la vida de sus hijos, como lo explica
san Agustín a propósito del salmo 21,15: Mi corazón, se derrite como
cera en mis entrañas.
Acuérdate del episodio que refiere el Evangelio, cuando nuestro Señor
tomó el libro de las Santas Escrituras, lo abrió públicamente y leyó en
Él (Lc 4,16). Con este recuerdo entrégate a Él para unirte a las santas
disposiciones con que Él leyó la Escritura Santa.
Entrégate al Espíritu Divino que inspiró las Santas Escrituras y ruégale
que las grabe en nuestros corazones: que haga de nosotros un
Evangelio y un libro viviente, escrito por dentro y por fuera, en el que
se imprima la vida interior y exterior de Jesús, que nos presentan las
sagradas Letras.
Domingo de la
Palabra de Dios
I I I D O M I N G O D E L T I E M P O O R D I N A R I O
I N D I C A C I O N E S D E S A N J U A N E U D E S P A R A T E N E R E N
C U E N T A A N T E S Y D E S P U É S D E L E E R L A S A N T A P A L A B R A
Antes de leer la Palabra
Es muy provechoso que leas todos los días, de rodillas, un
capítulo de la vida de Jesús, o sea del Nuevo Testamento,
para comprobar, meditando sus acciones, virtudes y
palabras, qué criterios lo guiaron y deben guiarte a ti
también. Porque la sabiduría cristiana consiste en renunciar
a la sabiduría mundana y en invocar el espíritu de Jesucristo
para que nos ilumine, guíe y gobierne con las verdades que
nos anunció y las virtudes que practicó. En eso consiste la
vida según el espíritu de la fe.
2. Cuando la Sagrada
Escritura se lee con el
mismo Espíritu que fue
escrita, permanece
siempre nueva. El Antiguo
Testamento no es nunca
viejo en cuanto que es
parte del Nuevo, porque
todo es transformado por
el único Espíritu que lo
inspira. Todo el texto
sagrado tiene una función
profética: no se refiere al
futuro, sino al presente de
aquellos que se nutren de
esta Palabra. Jesús mismo
lo afirma claramente al
comienzo de su ministerio:
«Hoy se ha cumplido esta
Escritura que acabáis de
oír» (Lc 4,21). Quien se
alimenta de la Palabra de
Dios todos los días se
convierte, como Jesús, en
contemporáneo de las
personas que encuentra;
no tiene tentación de caer
en nostalgias estériles por
el pasado, ni en utopías
desencarnadas hacia el
futuro.
-Papa Francisco-
Después de leer la Palabra
Agradece, entrégate y graba
Agradece a nuestro
Señor las luces y
dones que te
comunicó mediante
su Palabra.
Entrégate a Él y ruégale
que grabe
profundamente en tu
espíritu y tu corazón las
verdades que acabas
de leer, y te conceda la
gracia de expresarlas
con tu vida.
Trata de grabar en la
memoria alguna de las
palabras celestiales,
que has leído para
repasarlas y rumiarlas
durante el día y para
apacentar tu alma con
ese pan divino,
verdadero alimento de
los hijos de Dios.
O.C. III, 52-54
Unidad de Espiritualidad Eudista