Este documento discute cómo la gran cantidad de información disponible en Internet y las redes sociales no necesariamente conduce a un mayor conocimiento. Aunque hay mucha información, su diseño fomenta un pensamiento superficial en lugar de profundo. Las redes sociales se crearon para conversaciones banales pero ahora se usan para debates serios, lo que permite la manipulación y desinformación. Es importante guiar el uso de la tecnología de manera que estimule el pensamiento crítico y la construcción de conocimiento en lugar de la emoción.
1. De la mucha información, al óptimo conocimiento
Nos rodea gran cantidad de información, pero eso no asegura llegar al conocimiento
preciso, en el marco de una necesidad ocasional o en un aprendizaje orquestado. La
opinión de un experto español.
por José Enebral Fernández (Consultor Sénior en Capital Humano, Nordkom)*
Lo han subrayado diferentes expertos, y lo decía por ejemplo el profesor navarro Julio Pomés,
hace ya casi diez años: “Hay algo peor que no tener información: carecer de criterios de
selección que filtren y proporcionen únicamente las referencias que tienen significado para
estudiar un asunto”. Nos rodea en verdad gran cantidad de información pero eso no asegura
llegar al conocimiento preciso, ya se trate de una necesidad ocasional sobre la marcha, o de
aprendizaje orquestado.
Hemos de subrayar, sí, la necesidad de convertir debidamente la información en conocimiento
aplicable, sin errores, evitando falsos aprendizajes. El aprendizaje continuo nos obliga a todos
y, entre los múltiples medios desplegados, figuran desde luego los programas formales de e -
learning, como también la consulta de información en Internet o bases de datos corporativas.
Residente en soporte electrónico o impreso, se trata de acceder a valiosa información que
hemos de interpretar con cautela y sin precipitación.
Ya sea por la fascinación que ejercen las tecnologías de la información y la comunicación, o por
otras razones, en ocasiones parecemos relativizar la importancia de la calidad (rigor, claridad,
oportunidad, relevancia…) de la información que se ofrece al usuario. De modo especial en los
cursos no presenciales, la información ofrecida ha de elaborarse con singular esmero y acierto
didáctico; así ha de ser, para que se facilite la deseada asignación de significado a los
significantes, como la mejor orientación de las inferencias derivadas.
Hace tres años, en 2008, conocí una norma oficial sobre la calidad de la formación virtual (la
que identificamos con el e-learning) que me movió a la reflexión. La norma hablaba de la
“facilidad de asimilación”, sin detenerse en la calidad de la información ofrecida; quizá porque
la daba por supuesta. Para facilitar la “asimilación”, se apuntaba a la interactividad, a la carga
multimedia, a la animación, a una plataforma a modo de campus virtual… Parecía darse más
importancia a la exhibición y aprovechamiento del progreso tecnológico que a la información
contenida.
En mis expectativas, equivocadas o no, un curso es bueno si facilita los conocimientos
prometidos, y lo hace de modo efectivo, rápido y cómodo. No deseo, como docente o discente,
adornos vanos que añadan coste pero no valor. Tal como ocurre en los mejores casos, deseo
ver a la tecnología al servicio de la información y la formación; no al revés. Cuando se sostiene
que, para aclarar dudas, uno debe conversar con otros usuarios o con un tutor, o cuando se
sostiene que lo ideal es el blended learning, entonces parece abrirse a veces una puerta a la
falta de esmero en la elaboración del material didáctico para estudio personal. No cabe
generalizar, pero acaso sí reflexionar.
Insisto en todo esto porque, por ejemplo, en unas jornadas sobre e-learning celebradas años
atrás en Madrid, escuché a un ponente (representante de una editorial de cursos multimedia)
decir que “quien quiere aprender aprende, aunque el curso sea malo”. Asimismo recuerdo que,
tras postularme como guionista de cursos, me preguntó una vez un empresario del sector si
2. podría yo “escribir guiones sin dominar el tema”. Le respondí que no; que aprendería primero y
diseñaría después.
Quizá hemos de valorar más el esmero con que se elabora la información, porque de otro
modo estaríamos a veces dando más valor al continente que al contenido. En definitiva, tal vez
debemos apreciar más la calidad de la información ofrecida al usuario, en beneficio de su
traducción a conocimiento valioso y aplicable. No obstante, en todo caso hemos de saber
manejarnos con destreza: buscar y encontrar la información, evaluarla, asignarle significado,
integrarla en nuestro acervo, desplegar conexiones e inferencias…
En 2009, participé en una jornada sobre calidad del e-learning en la Universidad de Sevilla. En
mi intervención sostuve que el conocimiento procedía de la información que nos rodea en
diferentes soportes (humano, impreso y electrónico); lo hice para defender la calidad de la
información y aludir luego a la necesidad de la destreza informacional. Contemplé sorprendido
que disentía el ponente que me siguió; él sostuvo que el conocimiento no venía de la
información (aunque no me quedó claro de dónde venía pues). De modo que el lector podrá
asentir o disentir ante estas reflexiones que le ofrezco.
Despleguemos la idea de la excelencia informacional. Hemos avanzado en la destreza
informática, pero acaso hemos de hacerlo algo más en lo referido a la transición de la
información al conocimiento. Al respecto, cabría tal vez distinguir 16 pasos o etapas, en el caso
más general y llegando hasta la aplicación o difusión del conocimiento adquirido. Serían las
siguientes:
Conciencia de la necesidad de formación-información.
Definición del patrón de búsqueda.
Identificación de las fuentes.
Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas).
Localización de información útil.
Descubrimientos paralelos casuales.
Examen de la información.
Interpretación y evaluación de la misma.
Contraste de informaciones.
Integración y aprendizaje.
Combinación con conocimientos anteriores.
Establecimiento de conexiones.
Posibles inferencias y abstracciones.
Síntesis y conclusiones.
Reflexión sistémica.
Aplicación y difusión.
Ya en la década anterior, me interesó el movimiento de la gestión del conocimiento, el del
aprendizaje permanente, el de la destreza informacional… Pero me detuve de modo especial en
el movimiento del pensamiento crítico, e indagué al respecto con gran interés. Sí, el
pensamiento crítico resulta fundamental en el manejo de la información; fundamental en
diferentes etapas: al buscar información, al examinarla, al darle significado, al integrarla y
conectarla, al desplegar inferencias…
3. He venido observando que algunos de mis interlocutores fruncen el ceño cuando hablo de la
necesidad del pensamiento crítico. Suelo insistir en que el pensador crítico no busca defectos o
fallos, sino verdades subyacentes u ocultas; no presenta una actitud negativa, sino
exploratoria; no cree poseer buen juicio, sino que desea poseerlo; no se precipita en las
inferencias, sino que las lentifica; no denota insatisfacción, sino curiosidad; no se limita a lo
que avala sus juicios u opiniones, sino que indaga y contrasta la información.
En efecto, llegamos a un conocimiento sólido cuando desplegamos el pensamiento crítico, que
es un pensamiento de alta calidad. No solo hemos de pensar por nosotros mismos y evitar en
lo posible ser manipulados, sino que hemos de pensar con esmero, rigor, objetividad, afán de
descubrir. En otra ocasión y si el lector asiente, podemos detenernos en los descubrimientos
casuales o serendipitosos, al margen del patrón de búsqueda: es la sexta etapa de la lista
anterior.
*José Enebral Fernández comenzó su trayectoria profesional en 1972, en el Centro de
Investigación de ITT (International Telephone & Telegraph) en Madrid, dentro del área de
nuevas tecnologías y metodologías para la formación; desde entonces se ha dedicado a la
formación de personal técnico y directivo, en materias técnicas y en el desarrollo de
habilidades y actitudes.
Conferenciante habitual en España y Latinoamérica, abordando temas relacionados con el
aprendizaje permanente, la dirección de personas, la intuición en la empresa, la competencias
informacionales, las universidades corporativas, el e-learning, la innovación empresarial y la
economía del conocimiento.
Ha publicado artículos en revistas como Dirección y Progreso (APD), Capital Humano, Dirigir
Personas (Aedipe), Training & Development Digest, e-Learning America Latina, Nueva
Empresa, Cambio Financiero, Visión Humana, Revista de Comunicación y otras, y asimismo en
portales de Internet tales como gurusonline.tv, winred.com, degerencia.com, gestiopolis.com,
aecop.net, gref.org, aefol.com, rrhhdigital.es, o navactiva.com, entre otros.
En su desarrollo profesional se destaca:
• Ingeniero Técnico en Electrónica Industrial por la Universidad Politécnica de Madrid.
• Formación de posgrado en ITT, Eurofórum, ESIC y Fycsa.
• Profesor de EUDE.
• Diseñador instruccional de sistemas de aprendizaje on line.
• Autor del libro “La intuición en la empresa” (Gestión 2000).
• Estudio de numerosos casos de innovación empresarial en los últimos años.
4. Mucha información, poca
comprensión: un nuevo tipo de
analfabetismo
La forma en que navegamos por las redes fomenta un
pensamiento superficial
Por Leda Muñoz García20 de mayo 2021, 11:55 AM
Nicholas Carr, uno de los autores más críticos sobre el efecto de
Internet en nuestra mente, plantea en una entrevista reciente en el
diario español El País, que cuando nos conectamos “intercambiamos
profundidad por amplitud, contemplación por estimulación”, creando
desbalances y sesgos en la información que procesamos, con
repercusiones individuales y colectivas importantes.
Las redes sociales responden a un diseño industrial de manejo de la
información, que privilegia la cantidad y la velocidad de “transmisión” de
esta, por sobre la calidad, diseño que se alinea a los principios de
eficiencia del cerebro. No obstante, estas no son las condiciones que el
cerebro requiere para procesar los fragmentos de información que
recoge y convertirlos en conocimiento, estimulando un pensamiento
profundo y crítico. La evidencia es abundante: la forma en que
navegamos por las redes fomenta un pensamiento superficial, y no
promueve el pensamiento conceptual. Paradójicamente, los medios
digitales, fuentes vastas de información, no nos están ayudando a
conocer más o mejor.
Recordemos que las redes sociales fueron creadas para
conversaciones superficiales, sin embargo, hoy, por una mezcla de
“pereza personal y manipulación empresarial”, se han convertido en el
espacio para el debate público de todos los temas, sustanciales o
banales. Políticos, agencias publicitarias (incluyendo las redes), y
5. cualquier grupo interesado en promover su agenda particular,
aprovechan este diseño para exaltar “la emoción sobre la razón y el
pensamiento grupal por encima del crítico” (de nuevo Carr). Así, las
redes actualmente son un fecundo (y barato) medio de propaganda y
desinformación.
Las tecnologías no tienen vuelta atrás en la sociedad, y sin duda han
demostrado su enorme potencial, pero es fundamental entender a qué
nos enfrentamos, para orientar el uso adecuado de estas poderosas
herramientas. La gente más joven es especialmente vulnerable pues
aún no ha terminado de desarrollar su pensamiento crítico y las
herramientas de la lógica para discernir. Incluso la población adulta
debe ser guiada hacia un uso de las tecnologías que estimule la
construcción de conocimiento y disminuya el riesgo de manipulación.